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Si ustedes dijeran que esto también se puede calcular matemáticamente, no solo el caos sino también

las tinieblas y la maldición, de modo que la simple posibilidad del cálculo ponga término a todo y la
razón tenga la última palabra, entonces, en ese caso, el hombre enloquecería deliberadamente para
deshacerse de la razón y salirse con la suya. Yo creo en ello, lo garantizo, pues, estrictamente hablando,
todo deseo del hombre en realidad sólo parece consistir en que el ser humano se demuestre
continuamente a sí mismo que él es un hombre y no una tachuelita.

¿Qué voluntad propia puede quedar cuándo todo se reduce al cálculo y a la aritmética, cuando lo único
que tiene validez es que dos más dos son cuatro? Dos más dos serán cuatro incluso sin mi voluntad.
(…) Y, quién sabe (nadie puede saberlo con certeza), quizá todo el objetivo por el que la humanidad se
esfuerza en la Tierra consista sólo en no poder contener el esfuerzo, en otras palabras, en la vida
misma, y no realmente en la meta, que, según se sabe, no puede ser otra que “dos y dos son cuatro”, o
sea, una fórmula; pero “dos más dos son cuatro” ya no es vida, señores, sino el comienzo de la muerte.
Fiodor Dostoievski – Apuntes del subsuelo.

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