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27 sept. 2021 - 11:55 p.

 m.

Por la resistencia de los acuerdos

Gonzalo Hernández
Columnista

Los acuerdos de paz del gobierno de Colombia con las Farc se ven en la
actualidad (justo cinco años después de su firma) como un asunto
histórico lejano. No han logrado convertirse en el elemento de
convergencia nacional que esperábamos los más optimistas, tampoco
en un motor permanente y vigente de reflexión a escala nacional de los
problemas de desarrollo que subyacen en la violencia y el conflicto
armado. La política nacional los relegó a menciones marginales en sus
discursos, y solo se asoman nuevamente en los titulares cuando
organismos internacionales critican los avances de la
implementación.Las anécdotas inspiradoras, que ocurren a nivel de los
municipios y las comunidades rurales, por ejemplo, en relación con los
proyectos productivos, son resultado de grandes esfuerzos en medio de
un ambiente adverso y peligroso.
Fácil no iba a ser. Los acuerdos llegaron al punto de ser firmados,
cruzando una primera meta, sin piernas suficientes para la etapa
siguiente, con un desgaste enorme luego de enfrentar oposiciones
radicales (desde las más genuinas hasta las más oportunistas),
campañas de desprestigio y la inercia de décadas de guerra. Pasaron a
nuevas etapas de validación, así como terminó el gobierno Santos: con
la lengua afuera. Menos de un año después del plebiscito, la carrera
presidencial de 2018 dejaba claro que cualquier cercanía al presidente
saliente era un pasivo. Eso incluía por supuesto a los defensores y
gestores de las negociaciones con las Farc. Triunfó la oposición y con
eso anticipamos que a pesar del blindaje constitucional los acuerdos
sufrirían nuevos golpes en la implementación.
Un artículo reciente en el Financial Times, “Colombia: why peace
remains elusive five years after Farc deal”, muestra con información del
Kroc Institute, que en los dos años siguientes a la firma de los acuerdos
(2017-2018) el porcentaje de lo completamente implementado llegó al
20 %. Luego se posesionó el presidente Duque y en tres años de su
Gobierno el porcentaje subió apenas al 29 %. Preocupante si pensamos
que en los primeros años se enfrentan los desafíos de la construcción de
capacidades para poder luego avanzar más rápidamente. En lugar de
eso, el gobierno Duque aplanó la curva de avances. Además, desde
2016, más de 300 excombatientes de las Farc han sido asesinados (más
de uno por semana). dos de tres colombianos piensan que la
implementación va mal.
En este panorama la resistencia de los acuerdos es importante. Es
indiscutible la disminución de la intensidad del conflicto. Un éxito
enorme del Estado. Y el trabajo de instituciones como la Comisión de la
Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz, a pesar de los fuertes
ataques que sufren, hace ver con esperanza la solidez de estos pilares
para una tarea de largo aliento.
Hay que seguir pensando hacia adelante. Desafortunadamente, en la
nueva carrera presidencial casi no se habla del tema de la paz. Los
candidatos son cautos; no quieren regresar a las condiciones de los
debates de 2018. Poco es el retorno político del tema ante la falta de
entusiasmo nacional y ante la posibilidad de que los rotulen como la
ficha de algún expresidente. No obstante, es políticamente importante
que aspectos claves de los acuerdos salgan de la sombra, no por razones
ideológicas, como ocurrió antes, sino por razones prácticas: para
aprovechar, por ejemplo, los mecanismos de desarrollo regional
(reforma rural integral, programas de desarrollo con enfoque territorial
y focalización para luchar contra la pobreza y los cultivos ilícitos) y para
evitar así retrocesos serios en los factores del conflicto. Ojalá los
acuerdos puedan ganar legitimidad en los próximos años y que su
resistencia en tiempos difíciles siga valiendo la pena.

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27 sept. 2021 - 11:55 p. m.

La vigencia de las ideas de Paulo Freire

Julián de Zubiría Samper


Columnista
El pasado 19 de septiembre se cumplió el primer siglo del natalicio de Paulo
Freire, el pedagogo más influyente de América Latina durante el siglo XX.
¿Siguen siendo vigentes sus tesis en educación?

Paulo Freire es el pedagogo más influyente de América Latina durante el siglo


XX. Su visión sobre la educación ha nutrido a miles de educadores en distintos
continentes. Sus tesis fueron reconocidas por la UNESCO, sus libros fueron
traducidos a decenas de idiomas y han inspirado a cientos de miles de maestros
en el mundo. Cristiano, filósofo, humanista, constructor de esperanza y luchador
incansable por la transformación de la educación y por la democratización de su
país. Perseguido y encarcelado en Brasil, tuvo que exiliarse en Chile desde 1964.
Allí escribió su obra más conocida: Pedagogía del Oprimido. Diez y nueve años
vivió en el exilio y, después de trabajar en Ginebra con el Consejo Mundial de las
Iglesias y de ser profesor invitado en Cambridge y Massachusetts, retornó a su
país como Secretario de educación en Sao Paulo.

Fue uno de los impulsores del Partido de los Trabajadores que llevó a Lula al
poder. Por eso cuando la extrema derecha llegó al gobierno con Bolsonaro, una
de sus tareas principales fue borrar cualquier rastro de su pensamiento. Fueron
destituidos los rectores de las universidades oficiales para ubicar a militares en su
lugar y se disminuyó la inversión en humanidades con el argumento de que el
mundo necesitaba tan solo técnicos. En los colegios se prohibió la libertad de
cátedra y se invitó a los estudiantes para filmar a cualquier docente que abordara
temas políticos, para que pudiera ser investigado, empapelado y destituido. El
gobierno ha dicho que quiere construir “escuelas sin partido”, pero los maestros
saben que busca establecer verdades oficiales, imponer una mordaza para
silenciarlos e implantar el “delito del pensamiento” al que se refería George
Orwell en su obra 1984. Resulta muy diciente que Bolsonaro haya convertido a
un educador en uno de sus objetivos principales. Seguramente porque sabe que
Freire tenía toda la razón cuando decía que, “la educación no cambia al mundo,
pero cambia a las personas que cambiarán el mundo”.

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Caza de citas

26 sept. 2021 - 10:07 a. m.

Columnistas

Conectividad, dispositivos y analfabetismo digital

Hace 12 horas
Columnistas

Aborto, debate mundial

Hace 12 horas

Todas las dictaduras han perseguido las libertades: de cátedra, pensamiento,


publicación y expresión. La razón es sencilla: ¡temen al pensamiento crítico!
Quieren borregos y no individuos con pensamiento autónomo. Eso han hecho
Hitler, Castro, Bolsonaro y Chávez. En Colombia, lo intentó el Centro
Democrático con el proyecto de ley que prohibía la libertad de cátedra. La
extrema derecha y la extrema izquierda se parecen mucho más de lo que uno
puede creer. Ambas estigmatizan a sus oponentes, ejercen violencia simbólica y
física para imponer el autoritarismo y anular la división de poderes. Ambas le
temen a la libertad. Por eso, ambas rechazan una educación que favorezca la
autonomía y la independencia de criterio.

“Creo –decía Freire en una entrevista en su último año de vida- que la esperanza
hace parte de eso que llamamos naturaleza humana. Me gustaría que me
recordaran como un ser que amó profundamente las personas, los bichos, los
árboles, las aguas, la vida…”. Y así lo recordamos el pasado 19 de septiembre
cuando se cumplía el primer siglo de su natalicio.

Para reivindicar su legado, reconocer y valorar la vigencia de su pensamiento,


quisiera destacar algunas de sus tesis esenciales.

Primera. Freire creía que estudiar no debería consistir en consumir ideas y


contestar preguntas pensadas por otros, sino en crearlas, discutirlas y recrearlas.
En oposición a una educación “bancaria”, que deposita informaciones y ha sido
creada para formar individuos sumisos, tendríamos que construir una escuela
para la autonomía y la esperanza. Una escuela pensada para que cada sujeto
escribiera sus palabras y construyera sus proyectos. En este sentido, la única
manera pertinente de enseñar es convertir la educación en una “práctica de la
libertad”. Como afirmó en su Pedagogía de la autonomía en 1977: “Enseñar no es
transferir conocimiento, sino crear las condiciones para su propia producción o
construcción”.

Segunda. No existe una educación “neutra”. Al educar tenemos que definir ¿qué
tipo de individuo queremos formar? y al hacerlo, necesariamente tenemos que
tomar partido sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo. Para Freire
solo hay una respuesta: una educación que forme un individuo más libre y
autónomo y que trabaje por construir una sociedad más justa y democrática. En
consecuencia, todo acto educativo es, al mismo tiempo, un acto político. Este
principio es la antítesis del adoctrinamiento que desconoce la libertad y la
autonomía del estudiante. Se trata de brindar las herramientas para que el
educando opte con conciencia, criterio y autonomía. Preparar a los estudiantes
para que ejerzan su libertad no es adoctrinarlos, es desarrollar en ellos el
pensamiento crítico. Por el contrario, quien adoctrina, impone y no deja elegir.
La clave está en la libertad y en la diversidad de opciones que se les brinden a los
educandos.

Tercera. Freire creía en la utopía y la esperanza de un mundo mejor. Para


lograrlo, la educación debía empoderar a los sujetos y hacerlos constructores de
su propio destino. Eso no se lograría con una educación pensada para formar
individuos obedientes que se convierten en objetos y pierden su subjetividad.
Sería necesaria una educación contextualizada y pertinente, que utilizara temas y
palabras “generadoras”, relevantes para los sujetos y que les ayudara a construir
su propia palabra. Una educación que desarrolle en ellos su conciencia como
seres que pueden y deben transformar el mundo.

Cuarta. Toda educación debería garantizar un diálogo lo más horizontal posible.


Sin embargo, en la “educación bancaria”, tan generalizada en nuestro medio, los
maestros hemos acaparado la palabra. En consecuencia, necesitamos escuchar la
voz, los miedos y las reflexiones de los educandos en el aula. Eso nos permitiría
superar los monólogos y la transmisión de información que domina la educación
actual: ¡Tenemos que construir una pedagogía de la pregunta!

Cuando bautizamos nuestra propuesta pedagógica como Pedagogía Dialogante,


tomamos prestado el nombre del pensamiento de Freire. Queríamos hacer alusión
a que las ideas que tenemos no vienen exclusivamente del exterior (como
presupone la escuela tradicional), pero tampoco del interior (como presuponen
los modelos constructivistas piagetianos). Nuestras ideas son formadas por la
interacción entre el individuo y la cultura. Dicho de manera más precisa y
especializada: nuestras ideas son interestructuradas. Esto implica reconocer el
papel activo tanto de los estudiantes como de los profesores y la cultura. Los
docentes no enseñan a “tabulas rasas”, pero tampoco los estudiantes realizan
procesos de construcción individuales. Si fuera válido lo primero (la
heteroestructuración), sería muy sencilla la enseñanza: bastaría con que los
profesores dijéramos las palabras, para que los niños y jóvenes las interiorizaran.
Si fuera válido lo segundo (la autoestructuración), todos los seres humanos
seríamos muy creativos, conscientes y seguros. Todos los maestros sabemos que
ninguna de las dos tesis mencionadas es válida. En primer lugar, porque los niños
tienen múltiples ideas previas que se resisten a cambiar y tienen diversos miedos
que los bloquean. En segundo lugar, porque la cultura tiene una incidencia capital
en nuestras representaciones mentales y en nuestra visión de mundo.

Las tesis de Freire nos van a ayudar a construir esperanza en sociedades que
parecen haberla perdido. Desafortunadamente, en Colombia y en Brasil la
extrema derecha tomó demasiada fuerza en la última década y, deliberadamente,
ambos países han limitado el potencial transformador de la educación.
Afortunadamente, todo permite concluir que en poco tiempo tendremos en ambos
países gobiernos más democráticos y una mejor educación.

Hago propias las palabras de Freire: “Lucho por una educación que nos enseñe a
pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”. Esa fue la misma
tesis que defendió Pink Floyd en su mágica canción Another Brick in the Wall.
Freire con sus palabras y Pink Floyd a través de su arte, lucharon por ampliar la
democracia y no por restringirla. Labor contraria hacen quienes censuran y
castigan a quienes piensan distinto. Le recomiendo a presidente Iván Duque leer
a Freire y escuchar a Pink Floyd. Ambos lo habrían censurado con firmeza por
invitar a la Feria del Libro en España exclusivamente a los escritores amigos de
su gobierno. Valdría la pena preguntarse, ¿qué intelectual no lo censuraría por un
comportamiento tan antidemocrático?
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

HomeOpiniónColumnistas
27 sept. 2021 - 11:55 p. m.

Es con usted, señor neutral

Reinaldo Spitaletta
Columnista
No me parece neutral don Quijote. Tomó partido por la justicia, buscó “desfacer”
agravios y “enderezar tuertos”, se alineó del lado de los derrotados, combatió la
perversión y como hombre libre se dispuso siempre a defender ese don precioso,
que cuesta tanto alcanzarlo: la libertad. Tal vez lo que quiere decir el poder,
cuando pide neutralidades, es que haya zalamerías, que el periodista, el escritor,
el ciudadano, sea un lambón, un servil, un turiferario. Y que si va a inmiscuirse
en política, sea la de ellos. El neutral es el seguidor ciego. Así lo quieren.

Quizá lo que el poder pregona entre líneas cuando llama a escritores y


periodistas, a que sean neutrales, es a que se prosternen, a que su actitud sea la
del consentimiento, la del apoyo a la tropelía oficial. Si quieres estar de mi lado,
parece insinuar, no me cuestiones, no me ataques. Alábame. O, si no se puede
llegar a tanto, calla… Sea neutral y ganará avisos oficiales. Y hasta alguna
medallita. O, por qué no, una moneda presidencial.

Al poder le encanta la zalamería. Que le soben saco. Que le limpien los zapatos.
Y ven una contrariedad en aquellos que los indisponen, que les sacan “los
trapitos al sol” y los ridiculizan. No me gusta ese reportero, ese escritor. Ni ese
ciudadano que protesta y defiende sus derechos. Hay que neutralizarlos, dice el
poder. Y vaya usted a saber que otras acepciones le dan a aquello de
“neutralizar”. Acaso habrá que desaparecerlos, como ha sucedido en las más
despiadadas dictaduras.
Se sabe, o por lo menos se sospecha, que al poder, cualquiera que este sea, no le
agrada que haya escritores, periodistas, ciudadanos, que tomen partido contra las
inequidades y los desafueros. Ha pasado, y no está por demás recordarlo, cuando
a la dictadura argentina, la de Videla y compañía, le chocó tanto que un
periodista hubiera publicado una carta abierta denunciando los crímenes de los
militares: miles de desaparecidos. Y entonces, a proceder. Hay que borrar a ese
tal Rodolfo Walsh.

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Tola y Maruja renuncian a su puesto de cocineras en la Casa de Nariño

26 sept. 2021 - 10:24 a. m.


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26 sept. 2021 - 9:40 a. m.


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Tiempo adicional para la Comisión de la Verdad

26 sept. 2021 - 5:13 p. m.

No me suena que la literatura sea neutral. Ni la Ilíada ni la Odisea lo son.


Tampoco, por solo recordar dos o tres casos, de miles, no eran neutrales Dickens
ni sus novelas. Tampoco Albert Camus. Y menos Kafka. No vengan, señores del
poder, con pendejadas a decir que la literatura, como el periodismo, debe ser
neutral. No les luce la payasada. Ni siquiera están a la “bajura” de su ignorancia
ni de su imbecilidad.

Qué tal un John Reed, el reportero de la historia, neutral frente a la revolución


agraria de México, o en sus Diez días que estremecieron el mundo. O neutral un
Julius Fucik frente a la invasión nazi a su país, frente a la tortura, frente al
entreguismo y sumisión de los figurines de su patria, arrodillados ante el
fascismo. La neutralidad es inacción. Es concesión. Es otra manera de la
aprobación a la injusticia, a las censuras, a la indignidad.
Por estos días en que en Colombia, o, de otra forma, por las posturas del régimen
duquista frente a escritores que no son del gusto ni del embajadorcito en España
ni del gobierno (o desgobierno) del pelele, ha vuelto a escena la discusión sobre
la neutralidad. En el derecho internacional, como se sabe, es la no participación
de un país en la guerra, como sucedió, por ejemplo, con Suiza en la Segunda
Guerra Mundial. Pero otra cosa es en asuntos del conocimiento, la ciencia, la
filosofía, las artes. En estos ámbitos, la neutralidad es más un defecto que una
virtud. Es una carencia. Y una complicidad.

Y aquí viene a cuento el “Soy un caso perdido”, poema de Benedetti: “que en mis
cuentos soy parcial / y tangencialmente me exhorta / a que asuma la neutralidad, /
como cualquier intelectual que se respete”. Y relata cómo por su parcialidad,
porque tomó partido contra la infamia, lo deportaron, lo amenazaron, lo
exiliaron. Cómo mantenerse neutral, dice, ante episodios como Tlatelolco, Playa
Girón, La Moneda… Que en los tiempos actuales sería callar ante tantas miserias
y desbarajustes nacionales e internacionales.

Decía Kapuscinski, otro reportero de la historia, nada neutral, que hay que
mantener un compromiso frente a las injusticias. El periodista debe hablar de lo
que no se habla, de lo que se margina, de lo que se oculta, de lo que el poder no
quiere que se revele. “Es importante que no te contagies de esa enfermedad
terrible que es la indiferencia”, anotaba el autor de Ébano y de tantos otros
grandes reportajes.

Qué rico es para el poder que el ciudadano, el escritor, el periodista se agache,


sea un esclavo voluntario, un lacayo, un “neutral” (del latín neuter: “ni uno ni
otro”). El neutral es un obediente. Ah, y volviendo con Benedetti y su poema,
advertía que continuaría escribiendo literatura no neutral, aunque trate de
“mariposas y nubes y duendes y pescaditos”.

HomeOpiniónColumnistas
25 sept. 2021 - 12:00 a. m.

El desafío de la sociedad civil


Augusto Trujillo Muñoz
Columnista
Bien se sabe que la Unión Europea (UE) es una comunidad política y jurídica
conformada a través de un régimen sui generis en el derecho internacional. Su
objetivo es propiciar la paz, impulsar la integración y acoger la gobernanza en
común de los distintos países de Europa. La UE es el más importante avance
hacia la convivencia que ha conocido el mundo durante los últimos 500 años.

Europa tiene una historia de múltiples enfrentamientos bélicos, guerras


religiosas, invasiones armadas. Todavía existen posesiones europeas en los cinco
continentes, como rezago de su viejo imperialismo. “El corazón de las tinieblas”
y “El sueño del celta”, célebres obras de Joseph Conrad y de Vargas Llosa,
denuncian la violencia de ingleses y belgas contra los nativos del Congo y los
indígenas del Perú. La última guerra europea, llamada segunda guerra mundial,
llegó a límites tan crueles que resulta vergonzoso recordarlo.

Sobre la mitad del siglo XX, Churchill, Monnet, Adenauer y unos pocos líderes
más, promovieron un acuerdo para consolidar la paz en Europa y garantizar su
perdurabilidad. Ese es el origen de la Unión Europea. La guerra de Flandes, la
guerra de los treinta años, la guerra de Crimea y todas las guerras que inventaron
en los cinco continentes son hoy, desde el punto de vista europeo, cosas del
pasado gracias al acuerdo del carbón y del acero, que también se conoce como
Tratado de París, suscrito hace 70 años.

Una historia de guerras se transformó en un propósito de paz, más allá de las


diferencias doctrinarias y políticas de los distintos gobiernos. Ahí está una
Europa plural, con diversidad de gobiernos y diversidad de culturas buscando
equilibrios entre sus ideas y sus sentimientos. Es bien difícil. Pero los
gobernantes europeos se deben a unas visiones ciudadanas con vocación europea.
Salvo los ingleses que no se desacostumbres a la confrontación, y a pesar de la
excesiva burocracia de la UE, Europa sigue marchando, así sea a distintas
velocidades, hacia un propósito de integración. Hoy, la UE tiene ganado un
puesto en la historia de la paz.
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Ángela Merkel, “La Canciller del Mundo Occidental”

Hace 15 horas
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Una líder del siglo XXI

26 sept. 2021 - 9:33 a. m.


Analistas

A esperar

26 sept. 2021 - 2:00 a. m.

Ese experimento no parece ser posible en América. Aquí se acabaron los líderes
de todos los, signos. Ningún jefe de Estado actual está a la altura de hombres
como Franklin Delano Roosevelt, Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón. Ni
como José Figueres, Fernando H. Cardoso, Eduardo Frei, o como los Lleras,
Echandía, Belisario Betancur, en Colombia. Más allá de sus aciertos y de sus
errores, todos ellos tenían vocación americana. Nadie parece tener interés
continental, y menos, si deben aportarse actitudes solidarias. Dentro y fuera de
cada país, predomina el grito sobre el diálogo. La idea fuerza de la confrontación
se mantiene en las huellas de Trump y de Maduro, de Ortega y de Bolsonaro, de
Amlo y de Bukele. Los demás, ni siquiera están dejando huella alguna.

El mundo actual necesita menos ideología y más democracia. Menos líderes para
la polarización y más ciudadanos para la convivencia. La sociedad civil es el
único estamento en la historia que ganó una guerra mundial sin disparar un solo
tiro, cuando su acción derribó el muro de Berlín y aclimató la integración
alemana. Si América carece de gobernantes con esa vocación, le corresponde
inducirla a la sociedad civil. Ese es su desafío inmediato.

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por Taboola

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23 sept. 2021 - 12:00 a. m.

El incendio de la seguridad en Colombia

Ariel Ávila
Columnista
Más allá de revisar los indicadores de seguridad en Colombia, lo cierto es que la
totalidad de analistas, expertos y académicos en la materia coinciden en que hay
un cuadro de deterioro generalizado, lo cual incluye la seguridad rural y urbana.
Todo esto se traduce en masacres, asesinato de líderes sociales, decapitamientos,
crecimiento del Eln, las disidencias y el Clan del Golfo, y hasta en un atentado al
presidente de la República. En varias regiones es increíble el deterioro. Mientras
todo esto ocurre, parece que la fuerza pública se ha dedicado a entregar trofeos
antes de que termine el gobierno de Iván Duque, por ello dieron de baja a
alias Uriel y, recientemente, a alias Fabián. Todo indicaría que estarían muy
cerca de Otoniel, el líder del Clan del Golfo. Sin embargo, en el terreno la
seguridad no hace más que deteriorarse.

La pregunta es por qué ocurrió ese deterioro, más aún en un gobierno que,
supuestamente, era bueno en seguridad. La respuesta no es sencilla, se deriva de
varios factores, pero para resumir se podría decir que hubo una tormenta perfecta,
compuesta de tres factores. Por un lado, un saboteo sistemático al Acuerdo de
Paz. Cuando el presidente Iván Duque llegó al gobierno debía tomar la decisión
de si le echaba agua o gasolina al incendio, prefirió tirarle gasolina y el país se
incendió: no siguió adelante con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo,
saboteó el proceso de paz con el Eln, no cumplió con el Acuerdo de Paz con las
Farc. De hecho, entendieron el Acuerdo de Paz como reincorporación y en lo
demás no avanzaron. Entonces, rápidamente, el país se fue deteriorando.

En segundo lugar, una explosión de las economías ilegales, el aumento, en


general, del precio de la droga y el oro, y el crecimiento vertiginoso de la
economía de la trata de personas. Entre Colombia y Venezuela, diariamente
pueden pasar más de 10.000 personas por trochas o pasos informales, cada una
de ellas paga un dólar. Cuando el gobierno de Venezuela o Colombia cierra los
puentes o pasos legales, el flujo aumenta por los pasos ilegales, al igual que el
precio, y se paga hasta cinco dólares. Es una economía que mueve miles de
millones de pesos cada semana. Esto hace que exista mucho dinero circulando en
la ilegalidad.

23 sept. 2021 - 12:00 a. m.

La Bogotá que Claudia sueña


Juan Manuel Ospina
Columnista
¿Tendremos una Bogotá más amable con sus habitantes, especialmente con las mujeres, y
con la naturaleza que la rodea, y que en buena medida la condiciona como ciudad, con unos
espacios más integrados de vida, de atención de sus gentes y de trabajo? Una lectura de lo
que la Administración ha avanzado con su proyecto de POT, así lo permite vislumbrar.

Claramente rompe con la visión peñalosista de la obra física (el cemento) dominando la
estrategia y la inversión; aunque la calidad de vida de las personas importa no es lo
fundamental, no es el corazón de su ciudad.

La premisa fundamental del proyecto es que Bogotá no se expandirá más, abandonando la


visión dominante del suburbio norteamericano que crece indefinidamente, con sus grandes
distancias a recorrer para satisfacer hasta la menor necesidad, como comprar cigarrillos o
leche; de ahí el imperativo de encementar su espacio con calles y autopistas, para que el rey
urbano, el carro particular, circule libremente, expulsando a sus habitantes, sus verdaderos
reyes.

Ese criterio básico coloca como un propósito central del desarrollo de Bogotá la protección
de sus suelos y espacios ambientales: la Reserva Natural Van der Hammen, los humedales,
el Páramo de Sumapaz, los Cerros Orientales y las cuencas de las quebradas, que suman
más de 200 cuerpos de agua; así como sus tierras rurales: zona rural del Norte, Usme y
Sumapaz. La meta, aumentar en un 30% el área de la estructura ecológica principal de la
ciudad, su factor estructurante al asumirla como una totalidad de vida.

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Conectividad, dispositivos y analfabetismo digital

Hace 16 horas
Columnistas

¿Qué periodismo queremos?

26 sept. 2021 - 5:30 a. m.


Columnistas

Kypreos y La Clarividente

Hace 16 horas

En segundo lugar, plantea superar la división de Bogotá entre los espacios de trabajo y los
de vida, que deteriora la calidad de vida de las personas al condenarlas a largos
desplazamientos realizados a costa de su bolsillo y de su tiempo personal. Pero también
afecta la vida de la ciudad secuestrada por esas masivas movilizaciones diarias de cientos
de miles de ciudadanos, producto de una mala, o mejor, de una falta de planeación urbana,
generadora de una ciudad escindida, no funcional.

El proyecto de POT, ataca la situación desde dos frentes complementarios que asumen el
desarrollo de la ciudad más allá de la construcción de viviendas, al atender lo que este
denomina, los soportes urbanos. Ante todo, con una movilidad limpia ambientalmente,
gracias a una gran infraestructura de movilización masiva que asumiría la dimensión
regional del espacio bogotano: tres trenes regionales, cinco líneas de metro urbano y siete
cables aéreos. La complementaría, para la movilización individual, la construcción de
cuatrocientos kilómetros de ciclo vías y de andenes peatonales. Esta es la parte
financieramente desafiante o aún utópica del POT propuesto.
En segundo lugar, plantea favorecer el desarrollo de vivienda en altura para densificar el
espacio urbano, aunado a la construcción de viviendas de interés social (VIS) con unas
áreas mínimas superiores a las vigentes, en zonas centrales de la ciudad como medio para
lograr una mayor integración social urbana – por razones diametralmente diferentes, tanto
los pobres como los ricos habitan las periferias urbanas -. Plantea regresar al tradicional
esquema decimonónico de actividades económicas en el primer piso de las residencias, para
impulsar la combinación de los usos del espacio, necesaria para superar el concepto
exclusivista y antifuncional de barrios solamente residenciales, con la redefinición de la
política de localización de actividades económicas diversas para generar espacios públicos
más integrados que faciliten y mejoren la calidad de la vida, en términos de trabajo y de
tiempo libre para el entretenimiento, la socialización, la familia, la educación…

En tercer lugar, y con el mismo propósito, se propone en las diferentes localidades, la


construcción de la red de equipamientos para el cuidado y atención en cuestiones de salud y
educación, principalmente, a población de primera infancia y mayores, liberando a las
mujeres de una carga de trabajo inequitativa para el cuidado que debe prestarles a esas
personas, generalmente de su familia, al poder ya compartirla con la administración de la
ciudad.

Es un POT con elementos novedosos pero también reivindicativos de viejas aspiraciones y


necesidades de la ciudad y de sus habitantes. Diseña una ruta para mínimo los próximos 12
años, con su carga de sueños, único antídoto conocido contra la rutina y el facilismo. Le
deseamos suerte en su complicada travesía para su aprobación por el Concejo.

HomeOpiniónColumnistas
19 sept. 2021 - 11:00 p. m.

30 razones por las cuales estamos


hablando sobre desigualdades en
Colombia
¡Re-Imaginemos!
Columnista

Un proyecto colaborativo a través del cual más de 150 personas de diferentes


perfiles estamos reflexionando sobre la desigualdad en Colombia. Identificamos
30 formas de desigualdades, que se convirtieron en 30 razones para dialogar.
(Diseño: Laura Oliveros)
Las desigualdades en nuestro país son profundas; y a pesar de esto, poco
hablamos sobre ellas, pues al igual que otras realidades insólitas, se han
convertido en parte de nuestro paisaje. Los desafíos de la pandemia y el estallido
social de los últimos meses nos han dejado en claro que estas desigualdades que
nos parecían tan naturales no son naturales, ni son sostenibles. Estamos en un
momento ideal para cuestionar las realidades aprendidas, y para atrevernos a re-
imaginar otras.

Re-imaginemos es un proyecto colectivo que nace como producto de esta


reflexión. Partimos de reconocer que, para hablar de desigualdad, necesitamos
hablar de desigualdades, pues las desigualdades tienen muchas formas, y se
refuerzan unas a otras. Identificamos así, 30 formas de desigualdades, que se
convirtieron en 30 razones para dialogar. Para este diálogo conformamos un
grupo tan diverso como nos fue posible. Somos más de 150 personas, de 23
departamentos y 35 profesiones. Entre ellas, somos 95 mujeres, 19 expertos con
estudios de doctorado, 27 líderes sociales y 30 artistas, casi todos menores de 35
años. Para cada una de las 30 formas de desigualdades, organizamos un
conversatorio, escribimos una columna investigativa y creamos una intervención
artística, porque creemos que el arte es una herramienta que nos permite
reflexionar y conectarnos con otros, con nosotros mismos y con nuestra historia
compartida.

A continuación, enunciamos las 30 razones por las cuáles estamos hablando


sobre desigualdades. Cada lunes, durante las próximas 30 semanas, publicaremos
aquí una columna discutiendo más a fondo cada una de las razones. Esperamos
que estas reflexiones sirvan como una invitación para que, como país, re-
imaginemos caminos de equidad.

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Estas son 30 razones por las cuales estamos hablando sobre desigualdades en
Colombia:
…porque llegamos a un punto donde la riqueza de los 200 hombres más ricos
del mundo es mayor que el PIB de todo África. Y tristemente, Colombia
sobresale dentro de este mundo tan desigual como uno de los países con la peor
distribución de ingresos.

…porque no tendremos paz si no reducimos las desigualdades. Las


desigualdades originaron nuestro conflicto, y nuestro conflicto no nos ha dejado
reducir las desigualdades.

(Quizás quiera escuchar esto: La desigualdad en Colombia pasó de grave a


crítica | Pódcast)
…porque seguimos creyendo que “el que quiere, puede”. Reproducimos en
nuestro día a día mitos que normalizan y sostienen las desigualdades.

… porque nuestro sistema de educación reproduce las desigualdades en vez de


contrarrestarlas. Coexisten el sistema público y el privado como dos mundos
desiguales y desarticulados que, además, no nos están educando ni para
cuestionar ni para generar cambios.

…porque ser mujer aún implica asumir cargas de cuidado invisibles y


desiguales. Implica ser vulneradas, ganar menos y ser menos escuchadas.

…porque tener un trabajo digno, estable y bien pago es un privilegio de pocos.

…porque las desigualdades políticas preservan las demás desigualdades. Clanes


políticos y una política tradicional cerrada legisla y gobierna reproduciendo
privilegios para pocos y excluyendo de oportunidades a muchos.

…porque la diferencia entre vivir en Bojayá o vivir en Bogotá determina nuestras


oportunidades y calidad de vida. Las desigualdades territoriales se vuelven
desigualdades entre personas.

…porque existe desigualdad hasta en el tiempo libre y el acceso al ocio que


tenemos. La mayoría de colombianos estamos sobreviviendo, no viviendo.

…porque nuestra sociedad se fundamenta en privilegios atravesados por la


segregación de razas, dejando a los afros e indígenas con poca representación y
pocas oportunidades.

…porque incluso las formas de movernos responden y reproducen las


desigualdades. Nuestras ciudades están diseñadas para hombres ricos que se
movilizan en carro.

…porque nuestro acceso al sistema de salud y la calidad de la atención que


recibimos depende de los ingresos que tenemos y de si vivimos en una zona rural
o urbana.

…porque de todas las desigualdades, la del acceso a la tierra es de las más


problemáticas. Genera el despojo, el conflicto y la pobreza que no nos dejan
transformar el campo.

…porque si tienes una identidad de género y una orientación sexual


diversa vas a ser discriminada y violentada.
(Puede leer también: La geografía de la pobreza y la desigualdad)

…porque nuestro sistema pensional aumenta aún más las desigualdades.


Compiten el régimen público y el privado, y se termina pensionando a unos
pocos, dejando sin protección a la mayoría.

…porque el cambio climático está aumentando las desigualdades. Nuestra forma


de producir y consumir, sobre todo en los países más ricos, pone en riesgo la vida
de comunidades costeras, seca nuestras tierras y contamina nuestras aguas.

…porque incluso el acceso al espacio público es un escenario de desigualdades y


de lucha por el diario.

…porque no hemos parado a preguntarnos cómo se sienten las desigualdades en


nuestros cuerpos y cómo éstas afectan nuestra capacidad de soñar, de ser, de
luchar.

…porque no sabemos usar nuestros impuestos para reducir las desigualdades.


Cobramos al que tiene poco, le damos exenciones al que tiene mucho, y los
recursos recolectados no llegan a los territorios que más los necesitan.

…porque el acceso a la información es un privilegio. El ejercicio periodístico es


desigual, sobre todo para los periodistas locales, y esto les impide cumplir su rol
de denunciar y visibilizar las problemáticas.

…porque la tecnología, a pesar de abrir oportunidades, también es una fuente de


exclusión.

…porque estamos en una lucha fallida contra el narcotráfico. Las economías


ilegales desangran territorios enteros y aumentan las desigualdades, al tiempo
que ignoramos alternativas reales, como la legalización.

…porque persisten desigualdades en las oportunidades de emprendimiento y


producción. Las estructuras del mercado, las leyes, y la forma en que
consumimos premian a las grandes empresas y castigan a las pequeñas.

… porque hasta en la forma como cuidamos el medio ambiente generamos


desigualdades. Estamos desconectados y desconocemos cómo preservar nuestros
recursos y territorios sin excluir los saberes y a las comunidades que saben
cuidarlos.
…porque la oportunidad de vivir del arte es un privilegio y las desigualdades
que enfrentan los artistas limitan el uso del arte como una herramienta para
generar oportunidades, empatía y comunidad.

…porque las desigualdades entre países siguen creciendo. Mientras que en 1960


el país más rico del mundo era 32 veces más rico que el país más pobre, para el
año 2000 ya era 134 veces más rico.

(Algo más para el debate aquí: La eterna tarea pendiente de la desigualdad)

…porque existen desigualdades hasta en la salud mental. Ignoramos su


importancia para nuestra calidad de vida, la estigmatizamos, y las oportunidades
para acceder a tratamientos son desiguales.

…porque excluimos al migrante, lo vemos con ojos prejuiciosos e


invisibilizamos sus necesidades más básicas y sus derechos fundamentales.

…porque el acceso a la justicia sigue siendo un privilegio de pocos. No


escuchamos ni reparamos a las víctimas, a las mujeres. No hemos roto las
barreras que permiten que el sistema de justicia reproduzca desigualdades.

…porque existen desigualdades hasta en la alimentación. El acceso a comida


suficiente y nutritiva depende de nuestro ingreso y de la educación que tenemos.

…porque si seguimos ignorando todas estas desigualdades se nos estalla la


bomba social.

Construir un país menos desigual no es tarea fácil, y ciertamente estamos aún


lejos de lograrlo. No obstante, uno de los primeros pasos en ese camino es
reconocer que existen desigualdades, muchas, muy variadas y muy profundas.

Extendemos esta invitación al diálogo para que, en conjunto, pongamos el foco


en cuestionar y transformar las realidades desiguales que nos hemos
acostumbrado a aceptar en este país que reclama un cambio. Las realidades son
construidas. Las desigualdades no son inquebrantables. Nombrarlas y hablar
sobre ellas es el primer paso que nos permitirá re-imaginarlas.

¿Y tú, qué Re-imaginas?

Cuéntanos en reimaginemos.co, en IG @reimaginemos.colombia o


Twitter @reimaginemos.
Coautores: colectivo Re-imaginemos

Editora: Allison Benson

28 sept. 2021 - 11:59 p. m.

Un escándalo de moralidad no puede


sepultar otros

Cecilia Orozco Tascón


Columnista
Un escándalo de corrupción oficial no puede ser motivo para olvidar otro, pero esto es lo
que suele ocurrir en Colombia en donde, siendo realistas, no se descubre ni la tercera parte
de los actos ilícitos que se cometen en el sector público. Lo intuimos los periodistas que
somos confidentes de funcionarios honrados pero agobiados y frustrados porque no pueden
renunciar a su salario y —por eso mismo— tampoco pueden denunciar a aquellos que
delinquen a pesar de que lo hagan con descaro y ante las narices de muchos. El escándalo
que dejará marca indeleble en el gobierno de Iván Duque, el que se fraguó en el ministerio
de Abudinen mediante el contrato de $1,07 billones (¡billones!) que ella y su equipo le
adjudicaron a la Unión Temporal Centros Poblados, ocupa la atención de la prensa y las
redes, con toda razón. Pero la exministra, sus abogados estrategas y sus mensajeros
digitales ya empezaron a echar tiros al aire para distraer la atención de los reporteros
investigadores y, con ese modito amistoso-engañoso, conseguir simpatías mediáticas con el
fin de que la vayan excluyendo del lío de la defraudación de dineros estatales cuya cuota
inicial fue de $70.000 millones. Abudinen, la responsable política obvia de este enredo
aunque no la única, va ganando, por ahora: el presidente de la República la respaldó en sus
declaraciones sin que le importara el costo para su administración y le permitió presentar su
caída como si fuera una renuncia voluntaria al ministerio; su partido, Cambio Radical, el
uribismo y el resto de sus bancadas coligadas en el Congreso sabotearon la moción de
censura en su contra, untándose, también ellos, del detritus maloliente que expele el
contrato; será “investigada”, disciplinariamente, por su amiga social y paisana de región y
ciudad, Margarita Cabello; y en materia penal, por el compañero de Duque, Barbosa quien,
sin disimulo, le designó al fiscal que confecciona argumentos jurídicos a la medida: Gabriel
Jaimes, el perfecto para ella como lo ha sido para Uribe.
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Un gran periodista urbano

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A propósito del expresidente exsenador, nadie, excepto unos cuantos comunicadores, se ha


vuelto a interesar en el escándalo que significa para la democracia la campaña de
persecución contra los jueces pulcros que se atrevieron a indagar su conducta, campaña
que, por cierto, puede derivar en riesgos para la honra y vida de los togados; ni en el otro
gran escándalo de corrupción judicial —por el favorecimiento ilegal desplegado— en que
se ha constituido el proceso que cursa en la Fiscalía para absolver al exmandatario del tipo
penal de soborno a testigos, el más pequeño de sus problemas con la ley. Otros fantasmas
de mayor entidad delictiva que inquietan al exmandatario rondan, desde hace décadas y en
forma de expedientes irresolutos, por los despachos judiciales. Si bien hasta el Estado
colombiano ha sido condenado internacionalmente por la connivencia militar, policial y
civil oficial con la masacre de El Aro (toma del pueblo por 200 paramilitares, secuestro de
sus 400 habitantes, tortura y asesinato de 19 y destrucción de viviendas y tiendas, en 1997),
al gobernador de Antioquia de la época, Álvaro Uribe Vélez, no se le ha adelantado un
proceso penal, sea para absolverlo, sea para condenarlo, por ese crimen de lesa humanidad
cuyas atrocidades no sucedieron de manera sorpresiva: pasaron después de una preparación
de semanas, un recorrido de la banda armada por rutas controladas por las autoridades y
con una ejecución de toma y matanza de la población que duró cinco días en los que jamás
llegó la Fuerza Pública dominada por el bravucón que dirigía, entonces, los destinos del
departamento antioqueño.

La masacre de El Aro ha sido relatada mil y una veces en libros de investigación y en


informes de organismos colombianos e internacionales de derechos humanos; ha sido
mencionada en decenas de decisiones judiciales, pero al jefe político regional no se le ha
tocado más allá de nombrarlo tangencialmente. ¿Por qué? Habrá que averiguar cómo se
mueven para impedirlo. Otro escándalo de moralidad pública que no hay que olvidar.

HomeOpiniónColumnistas
28 sept. 2021 - 11:00 p. m.

¿Alejandro Gaviria o Gustavo Petro?


Veamos

Jorge Gómez Pinilla


Columnista
Un problema que de entrada se presenta con Alejandro Gaviria es que al referirse
a él siempre se debe incluir su nombre de pila, para no confundirlo con el que
ferió o entregó el Partido Liberal al gobierno de Iván Duque y hoy asume poses
de independiente, César Gaviria.

La pertinencia de mencionar aquí el partido de Jorge Eliécer Gaitán y Darío


Echandía reside en que el suscrito columnista profesa ideas liberales desde que
rompió cobijas con su familia ultragoda, tan goda que tuvo un tío al que
bautizaron Laureano. Y el día que Alejandro Gaviria lanzó su candidatura me vi
enfrentado a un dilema político-ideológico, pues el único candidato de ideas
liberales que hasta ese momento veía en la palestra electoral era a Gustavo Petro.

Sin duda alguna Alejandro Gaviria es también un verdadero liberal, con


diferencias más de forma que de fondo con Petro. Tanto su ideario de 60
puntos como sus libros (en particular Otro fin del mundo es posible, que
recomiendo a ojo cerrado) lo muestran como un hombre de avanzada, que no le
teme a confesarse ateo ni a contar que tuvo una experiencia con LSD, ni a
manifestarse a favor de la interrupción del embarazo o de derechos plenos para la
comunidad LGBT.

El problema, aquí sí de fondo, es que Alejandro cometió el gravísimo error de dar


un primer paso en falso (con el pie derecho, digamos), cuando elogió el
nombramiento de Alberto Carrasquilla en el Banco de la República: a partir de
ese momento en el imaginario colectivo quedó etiquetado como uno más del
Establecimiento. Y es la razón básica por la cual se desató en contra suya un
verdadero tsunami de ataques, sobre todo del petrismo, donde lo acusaron
(falsamente a mi modo de ver), de ser neoliberal y/o “ficha del régimen”.

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29 sept. 2021 - 4:59 a. m.


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28 sept. 2021 - 4:55 a. m.


Columnistas

Un gran periodista urbano

Hace 4 horas

En columna reciente dije algo que hoy parece fallida ilusión: ante la debacle del
uribismo y de la derecha en general, percibía una primera vuelta en la que se
encontraban Petro en representación de la izquierda y Gaviria como el candidato
único del centro, en consideración a que con el lanzamiento de su candidatura
“este último puso a tambalear la opción de Sergio Fajardo y debilitó el repertorio
de candidatos de la Coalición de la Esperanza, que han quedado como invitados
de piedra al convite electoral”. (Ver columna).

Ahora bien, vino el error con los “pergaminos” de Carrasquilla… y hoy el cuento
es a otro precio: sumado a dicho gafe, Gaviria no deja de lucir una aparente
debilidad en el modo de expresar sus planteamientos. Habla muy pasito, le falta
perrenque político. Esto hace prever que Fajardo puede recuperar el terreno
perdido, sobre todo por el papel de mártir en que lo ha convertido la persecución
del aparato estatal uribista en su contra, que prefiere a todas luces competir
contra Petro en segunda vuelta que contra Fajardo. Y es comprensible: con Petro
les quedaría “mamey” alborotar de nuevo el miedo a convertirnos en otra
Venezuela, mientras que con Fajardo llevarían las de perder. Pero este no tiene la
más mínima posibilidad de superar en votación a Petro en el primer envión, he
ahí el intríngulis.

En todo caso, sería nefasto para Colombia si Fajardo nuevamente quedara tercero
en la primera vuelta, como en 2018: esta vez no se iría a ver ballenas, por
supuesto, pero su inveterada tibieza haría prever que termine por despreciar a
Petro frente al candidato de la derecha, mientras que con Gaviria la cosa sería a
otro precio, porque no se le ve maniatado a los poderosos intereses del Grupo
Económico Antioqueño (GEA), como sí a Fajardo.

Fue por ello que anhelé una segunda vuelta entre Alejandro Gaviria y Petro, pero
esta hoy se diluye tanto en la insoportable levedad argumental del exministro de
Salud, como en el descaro atrabiliario que exhibe este gobierno para comprar
gobernabilidad y que en aplicación de la inexorable ley del péndulo, orienta
definitivamente la balanza a favor del Pacto Histórico, cada día más fortalecido
con la incorporación de nuevas fuerzas.

Aquí se ha dicho en incontables ocasiones que el mejor programa de gobierno es


el de Gustavo Petro, del mismo modo que he señalado con razonable
preocupación su dificultad para armar equipo, y en otros aspectos se le ha
invitado, en ánimo colaborativo, a reinventarse. (Ver columna).

Sea como fuere, considerando la cada vez más fuerte capacidad adquisitiva de
este gobierno para comprar lo que se le atraviese sin importar el color político
(decía Vito Corleone que “todo hombre tiene su precio”), estaríamos abocados a
un escenario donde de nuevo llegarían a segunda vuelta Gustavo Petro y el
candidato de la extrema derecha, llámense un Fico Gutiérrez, un Óscar Iván
Zuluaga o un Alirio Barrera, este último para nada descartable, motivo
“novedad”.

Ahora bien, la aspiración de Alejandro Gaviria aún no está en modo debacle


-como sí la está para Rodolfo Hernández- y sus posibilidades de renacer como el
ave fénix se centran en que resulte triunfador en la consulta amplia del centro
político en marzo de 2022, a la que concurrirían los candidatos de la variopinta
Coalición de la Esperanza, Compromiso Ciudadano (Sergio Fajardo), el partido
Alianza Verde y el mismo Gaviria en calidad de independiente.

La urgencia histórica hoy está en lograr que así no lleguen unidos a primera
vuelta, la izquierda y el centro sí logren propinarle una derrota política al ya
desgastado y dividido Centro Democrático, impidiendo que pase uno de los
suyos a segunda vuelta.

Es en este escenario ideal donde vislumbro a Alejandro y Gustavo Petro


disputándose la presidencia, y es aquí donde, si me pusieran a escoger, aún no
tengo claro por quién se inclinaría mi voto. Pero tengo claro, eso sí, cuál debería
ser la consigna: que entre el pueblo y escoja.

Post Scriptum. Cuenta Alejandro Gaviria en excelente reportaje de Mauricio


Silva para El Tiempo que Petro “estuvo aquí sentado en abril y vino con una
teoría interesante: ‘Yo enfatizo los derechos colectivos y usted los individuales.
Puede haber un tipo de complementariedad’. Pero estas semanas he notado por
parte de sus seguidores tal nivel de ataque, de infamia, de calumnia, de mentiras,
de pugnacidad, que yo veo ahí unas tendencias antidemocráticas muy grandes,
autocráticas, de destrucción”. Es razonable su preocupación, esas fuerzas
petristas rabiosas deberían entender que en algún momento de la jornada van a
necesitar los votos de aquellos a quienes hoy atacan con tanta saña.

@Jorgomezpinilla

30 sept. 2021 - 11:00 p. m.

La paz esquiva

Jorge Iván Cuervo R.


Columnista
La esperanza de paz se diluye poco a poco y la continuidad de distintas violencias se vuelve
a instalar en el escenario político como un dato de la causa. Ya ni siquiera es un tema
prioritario en la campaña, pues ha sido desplazado por la inseguridad en las ciudades y la
crisis económica y social derivada de la pandemia. La guerra es algo que sucede por allá
lejos de los centros urbanos donde se toman las decisiones.

El sector político que lideró el triunfo del No llegó al poder sobre la idea de que fue una paz
mal negociada, especialmente por los temas relacionados con la justicia y la participación
política de los exlíderes de las Farc (con los desmovilizados rasos no hay problema, salvo
que los están matando). La serie de reformas institucionales que se realizaron y el apoyo
internacional al proceso no han logrado resolver ese problema de legitimidad que significó
el resultado del plebiscito.

Más allá de que hubieran sacado a la gente a votar verraca, con mentiras y falsedades, el
resultado es legítimo y parece ser el origen de esta nueva frustración que el gobierno de
Duque no se ha esforzado en impedir, en parte por incapacidad, en parte porque no
reconoce el mandato de la paz como un compromiso de Estado que deba honrar, salvo
cuando tiene que dar la cara en escenarios internacionales. Que el anhelo de paz se esté
marchitando será exhibido como un triunfo moral ante su electorado, como lo prometió
Fernando Londoño.

Colombia es un país sin esperanza, a merced de sus propios demonios, que perdió la
confianza en sí mismo y en sus instituciones, y que es incapaz de encontrar un relato común
para imaginar una sociedad más próspera e incluyente. Cuando se observa el tono de los
debates entre los distintos actores políticos no se vislumbra un futuro promisorio. Gane
quien gane las elecciones, no podrá hacer mucho, pues al otro lado no encontrará un
contradictor para construir en la discrepancia: tendrá a un enemigo a quien hay que negarle
todo, así eso implique llevarse por delante medio país, como hace Duque, quien siente que
solo gobierna para quienes votaron por él y no para toda Colombia. Hubo que salir a las
calles para recordárselo con el saldo trágico conocido.

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30 sept. 2021 - 12:00 p. m.


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El Partido de la Esperanza

29 sept. 2021 - 4:59 a. m.

Para mis amigos, todo; para los enemigos, la ley, como dijo Benito Juárez. Mientras nos
consumimos en esa fractura, los problemas avanzan, la delincuencia se fortalece y la
desesperanza se apodera del país, y de los jóvenes que no ven un futuro y empiezan a sentir
que el esfuerzo de las movilizaciones quedó en estigmatizaciones, criminalización y pocas
o ninguna reforma estructural.

Mientras el trasfondo de la discusión política siga siendo la violencia, tendremos que


convivir con la ilusión de la paz entre puntos suspensivos. Muchos no están dispuestos a
perder los privilegios que un estado de guerra permanente ofrece ni a permitir que ingresen
en la agenda pública los temas que hoy discuten las sociedades verdaderamente
democráticas.

Mientras el Estado no sea capaz de garantizar la vida, su deber esencial, los demás temas
quedan aplazados. El Acuerdo de Paz era la oportunidad de cerrar ese ciclo de violencias,
primero con las Farc y luego con otros grupos armados, combinando distintas estrategias de
disuasión armada y negociación. Pero no hemos sido capaces de extender esa mirada de
largo plazo. Una idea tan sencilla como aquella de que en un país en paz es más fácil lograr
el bienestar general en Colombia se encuentra con la realidad de que el recurso de la
violencia es el mecanismo más eficaz para el control social y para retrasar las reformas
necesarias.

No es suficiente desarmar y desmovilizar los ejércitos. Es necesario enfrentar las razones


que justifican que muchos sigan viendo en la guerra una actividad económica y
políticamente rentable.

@cuervoji

HomeOpiniónColumnistas
28 sept. 2021 - 11:59 p. m.

Asalto a la democracia

Pablo Felipe Robledo


Columnista
Uno podría pensar que a los gobernantes de este país les gusta jugar con candela.
Y no, en realidad no. Lo que les gusta es torcer las reglas de juego de la
democracia, cambiarlas a su antojo e interpretarlas para sí mismos, pues ni la
ética política ni la imagen del sistema político les interesan para nada. Ello
siempre será inferior a sus ansias de poder.

Es una tentación para gran parte de ellos vulnerar los cimientos de la democracia.
Aunque lo critican cuando lo hace un contradictor político aquí o en el
extranjero, algunos de los que gobiernan buscan la forma de cambiar las reglas de
juego para perpetuarse en el poder o garantizar la sucesión en los suyos; es decir,
atornillarse. En la historia reciente, los más propensos y efectivos para hacerlo
han sido, sin duda, Uribe y sus amigos, estos a través de las mañas que se
heredan sin recato alguno.

Uribe, elegido solo para cuatro años sin posibilidad de más, decidió, a mitad de
camino, hacer una reforma constitucional, dirán algunos, o perpetrar un asalto a
la democracia, diremos otros. Así, por cuenta de su popularidad (Estado de
opinión), Uribe decidió promover y hacerse aprobar a la brava su posibilidad de
reelección, fechoría en la cual sus más cercanos funcionarios y uno que otro
congresista —todos hoy condenados penalmente, salvo Uribe— cometieron todo
tipo de delitos.

Pero el atraco democrático no terminó allí. Uribe, a quien le quedó gustando


gobernar —no para servir, sino para poder saciar su enfermiza obsesión por el
poder—, pretendió de nuevo hacerse reelegir por segunda vez, para lo cual
también tramitó su habilitación ante el Congreso, esta vez con más tropiezos que
fluidez y con mala suerte para él y buena para el país, porque la Corte
Constitucional, permisiva la primera vez, se le atravesó en esta segunda aventura.
Si no hubiera sido así, Uribe seguiría hoy de presidente en cuerpo propio, al
mejor estilo de sus más odiados contradictores como Chávez, Maduro, Ortega o
Evo. Una especie de simetría entre polos.

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Uno puede creer que nos libramos de Uribe, pero eso no es tan cierto, pues ha
gobernado y gobierna por medio de su pupilo, el nunca aprendido y mucho
menos valorado presidente Duque, a quien se le ocurrió la idea, inspirado en su
maestro, de atracar nuevamente la democracia, esta vez a apunta de recursos
públicos disfrazados de recuperación económica, pero con el fin de ayudar a los
uribistas en las elecciones de Congreso y presidente que se avecinan.

El camino para el tal nuevo asalto a la democracia no es más que una


modificación a la Ley de Garantías Electorales ad portas de un proceso electoral,
mediante la inclusión de “un articulito” en el proyecto de Presupuesto General de
la Nación de 2022, lo que no se le ocurre a nadie provisto de buenas intenciones.
Es de tal grado de ordinariez lo que pretende hacer Duque junto con decenas de
intoxicados congresistas, que les han llovido piedras de todos los lugares posibles
y espectros políticos.
A este intento de atraco a la democracia habría que sumarle la sorpresiva
aparición del jefe de la banda. Uribe ha salido a decir que se opone a esa reforma;
no obstante, sus congresistas, que tienen todo menos voluntad propia y
autonomía, ya la habían aprobado. Uribe los había mandado a aprobarla y ahora
los desautoriza. Ante las piedras y el descrédito, Uribe salió, como salió cuando
la nefasta reforma tributaria de Carrasquilla, a oponerse a ella y montar un
espectáculo de alerta a la democracia, cuando él ha sido el mayor de sus
contaminantes en los últimos años.

No sé si en el Congreso terminen aprobando ese adefesio para atentar contra la


Ley de Garantías ante el repudio que la iniciativa ha generado entre los
colombianos, pero lo que sí sé es que modificar una norma de nuestro sistema
electoral que implica, además, canalizar inmensas cantidades de recursos
públicos en pleno proceso electoral no luce nada bien y se parece más a un nuevo
asalto a la democracia.

3 oct. 2021 - 3:47 p. m.

Duque y los Char: Entre el centralismo y


las hegemonías territoriales
Foro Nacional por Colombia
Hace unas décadas los escándalos políticos eran abanderados por los partidos tradicionales:
Liberal y Conservador. Sin embargo, estos parecen haber quedado eclipsados por el poder
arrasador de ciertas élites hegemónicas territoriales que han inundado el sistema político
colombiano. Ahora, el centro de atención está en las grandes casas políticas. En efecto, en
casi todo el territorio nacional, existen familias y alianzas que controlan los hilos de la
política local y, casi siempre, utilizan a terceros para perpetuarse en las administraciones.

Hoy, los Char son el ejemplo más claro y preciso del poderío y auge de los clanes políticos.
Tanto así que, León Valencia, director de la Fundación Pares, lo considera el clan más
poderoso de todo el país, encabezando una lista amplia de apellidos que conforman grupos
regionales de poder. En lo local, los recursos públicos, manejados por estas casas políticas,
atienden necesidades personales y, lo más importante, extienden su red de poder entre sus
amigos contratistas y políticos.

Al respecto, Edward Gibson, en su texto “Autoritarismo subnacional: estrategias


territoriales de control político en regímenes democráticos”, plantea que normalmente
estos poderes territoriales tienden a implementar estrategias nacionales que les permitan
maximizar su influencia. De esta manera, terminan monopolizando “vínculos” entre lo
nacional y lo local, los cuales van desde puestos hasta acuerdos informales. Como lo indica
Gibson, “En la política territorial quien quiera que controle los vínculos, controla el poder”.

En esta línea, el caso de la ex – Ministra Karen Abudinen evidencia un intento de la casa


Char por replicar su modus operandi local a nivel nacional. La lógica ha terminado siendo
la misma que ha caracterizado el actuar de este grupo a nivel regional. Obras y proyectos
inconclusos, contratistas amigos y no siempre idóneos grandes cantidades de dinero que
terminan desviándose a bolsillos de particulares y el manto del secreto hasta que “alguien”
se entera de “algo”.

Y la cuestión es aún más compleja, pues no solo opera de abajo hacia arriba; en Colombia
las casas políticas han sido impulsadas por el propio centralismo. En épocas electorales, la
estrategia predilecta de muchos de los candidatos presidenciales, que resultan elegidos, ha
sido conseguir el apoyo regional por medio de estas casas para llegar al poder. Lo que a la
larga se traduce en favores que son pagados cuando los eligen. Así les facilitan el trabajo,
asegurándoles un espacio en lo nacional, que repercute en una ampliación de su margen de
influencia.

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Más tiempo de verdad


2 oct. 2021 - 9:07 p. m.

La relación entre Duque y los Char lo demuestra claramente. Durante su elección, fueron
reiteradas las acusaciones sobre la incidencia de la casa Char en la votación de la Costa
Caribe para que Iván Duque fuera presidente. Y, por eso no es casualidad que en su
mandato la relación entre ambos ha sido la de los mejores amigos. Las elecciones
legislativas de 2018 le aseguraron 11 congresistas, dándoles un margen de maniobra
significativo. Para el período legislativo de 2020, Arturo Char fue elegido como presidente
del Senado, lo que sin duda aumentó su poderío. A todo esto, se le suma el nombramiento
de Karen Abudinen como MinTic, de Margarita Cabello como Procuradora y Tito Crissien
como MinCiencias. Todas figuras cercanas a la casa Char.

Así se ha creado una especie de alianza entre ambas partes que les ha permitido ejecutar
ciertas movidas en su beneficio. Sólo por mencionar algunas: el apoyo irrestricto del
presidente Duque, y la bancada charista a la exministra Abudinen. No cabe duda que la
petición de renuncia se debió más a la presión de la opinión pública que a un verdadero
castigo por parte del presidente. Por otro lado, las jugadas que hizo Arturo Char cuando era
presidente del Senado en beneficio de los intereses de Duque. Por ejemplo, acomodar el
orden del día en las plenarias del Congreso, excluyendo la discusión de temas importantes
como en su momento fue el proyecto de reforma agraria; pero también, realizar movidas
para eludir la votación a la moción de censura del Ministro de Defensa, Diego Molano,
evitando así una mayor repercusión de esta medida.

El Espectador en video:
Ley de Garantías: ¿Qué decía como senador Duque y
qué pide ahora como presidente?
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Ahora, si bien es notorio que la ascendencia de la casa Char ha sido acompañada, y hasta
impulsada, por el nivel central, el caso de Abudinen es muestra clara del poco control que
existe hacia la actuación de estos grupos políticos por parte de los partidos políticos que los
acogen, en este caso Cambio Radical. ¿Por qué no hubo ninguna sanción dentro del partido
Cambio Radical? ¿Qué hizo que Duque esperara tanto tiempo para pedir su renuncia? ¿Qué
había detrás de esa larga espera? ¿De quién es la responsabilidad de las decisiones tomadas
por la exministra? ¿Vargas Lleras o los Char? Pero la pregunta más importante: ¿Cuál es el
costo para los Char sobre estas situaciones anómalas? La respuesta es: ninguno.

El fuerte del partido Cambio Radical, es regional, es aquí donde quieren y pretenden
mantenerse. Realmente la sanción moral que se obtiene de un electorado nacional, más de
opinión, no adquiere relevancia para estos clanes políticos. Su dinámica en lo local nunca
ha respondido a controles y sanciones sociales, que por lo demás es casi nula, esto junto
con el clientelismo, es lo que, según León Valencia, deja abierta la puerta para que estos
caciques regionales se perpetúen en el poder local.
Los “vínculos” en lo nacional les permite ampliar su poderío y hacer alianzas esenciales.
Ante cualquier problema que enfrenten de índole nacional, la solución siempre será volver
a su zona de confort, justo donde nada les afecta, porque son intocables. En el instante que
la casa política pone los votos y asegura el “pase libre” en el legislativo, ya se asegura que
en lo nacional haya retribuciones entendidas en dinero, pero también en impunidad. La
retórica de un “gana-gana” se vuelve predominante en este juego cerrado.

A puertas de lo que sería el último año de gobierno del presidente Iván Duque, resultaría
interesante analizar esta dinámica. En la medida en que el Gobierno Nacional siga
perdiendo fuerza, e incluso hasta legitimidad, se hará cada vez más dependiente del poder
que le suman estos clanes para conseguir mayor gobernabilidad. De esta forma entraríamos
en un círculo vicioso: menos fuerza en el ejecutivo, más necesidad de apoyo en los clanes,
repercutiendo en más favores políticos y mayor impunidad.

Es importante considerar si esta dinámica está dejando en evidencia una táctica más
profunda entre el ejecutivo y los poderes locales, a partir de la cual se entregan contratos
con el objetivo de financiar campañas políticas. Además de un tema de posicionamiento de
intereses a nivel local o regional, es importante preguntarse ¿Será que el objetivo del clan
Char es la Presidencia? De materializarse esta posibilidad, ¿Cuáles serían los efectos sobre
el poder regional de su casa política?

*Foro Nacional por Colombia es un Organismo Civil no Gubernamental sin ánimo de


lucro, creado en 1982, cuyos objetivos son contribuir al fortalecimiento de la democracia
en Colombia. Desarrolla actividades de investigación, intervención social, divulgación y
deliberación pública, asesoría e incidencia en campos como el fortalecimiento de
organizaciones, redes y movimientos sociales, la participación ciudadana y política, la
descentralización y la gestión pública, los derechos humanos, el conflicto, la paz y las
relaciones de género en la perspectiva de una democracia incluyente y efectiva. Foro es
una entidad descentralizada con sede en Bogotá y con tres capítulos regionales en
Bogotá (Foro Región Central), Barranquilla (Foro Costa Atlántica) y Cali (Foro
Suroccidente).

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