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LA RELIGIÓN COMO FENÓMENO SOCIAL.


Manuel Martínez Casanova

Tomado de Filosofía y Sociedad Tomo II, pp. 633 a 650

En el mundo contemporáneo resulta cada vez más frecuente la presencia de


investigaciones, estudios y publicaciones sobre el tema de la religión.

Los medios de difusión masiva transmiten con frecuencia noticias y referencias


sobre instituciones, movimientos y personalidades religiosas que, en las más
diversas partes del mundo, son objeto de interés por sus posiciones, criterios y
actitudes que van desde las que recuerdan el fanatismo medieval deshumanizante
hasta los francamente progresistas e incluso revolucionarias, desde los más
terribles fundamentalismos, que lo sacrifican todo a la religión, hasta los que se
disponen a los más grandes sacrificios a favor de la vida, la libertad y la dignidad
humanas.

A su vez, en el quehacer diario del hombre actual, el fenómeno religioso parece


comportarse de manera novedosa, en una aparente trasgresión de lo que muchos
creen debe ser una esfera de la existencia social exclusiva para la misma.

Todo ello provoca que frecuentemente las personas se interesen por saber qué es
y en qué consiste la religión, qué repercusión real tiene en la sociedad, así como
otros aspectos relacionados con este fenómeno social y sus manifestaciones en el
mundo contemporáneo.

Por supuesto que para responder satisfactoriamente a estas interrogantes se hace


necesario utilizar los recursos que nos brindan las ciencias sociales y en especial
la filosofía.
¿QUÉ ES LA RELIGIÓN?

La religión es un fenómeno social complejo, de características tan heterogéneas


que parece a simple vista imposible encontrar su contenido esencial en el
trasfondo de una diversidad fenoménica extraordinaria de mitos y ceremonias, de
creencias y concepciones, de estructuras múltiples, de dioses y demonios, de
cielos e infiernos, entre elementos sagrados y profanos, lo celestial y lo terrenal
que la más de las veces resultan contradictorios, incluso antagónicos entre sí,
inexplicables y hasta incomprensibles en cualquier análisis que pretendamos
hacer.

¿Dónde entonces buscar la esencia de eso que llamamos religión?

Para responder adecuadamente a esta pregunta se hace necesario hacer una


valoración que, sin pretensiones de agotar la riqueza de un análisis más riguroso
que quedaría fuera de los objetivos y posibilidades del presente material, nos
conduzca a distinguir los elementos principales que estructuran el fenómeno
religioso.

El elemento que primeramente salta a la vista del interesado en esta incursión es


el que denominamos liturgia, ritual o ceremonial religioso. Toda religión se va a
caracterizar por la existencia de un conjunto de acciones y actividades, normadas
con mayor o menor precisión entre los creyentes, que permite distinguir, con más
o menos rigor, no sólo a ésta de lo no religioso sino incluso de una religión
diferente.

La misa católica se distingue como ceremonia del rito efectuado en la mezquita


musulmana. El bautizo con agua de los cristianos parece no tener nada que ver
con la iniciación con sangre de los antiguos mítriacos o con la circuncisión judía.
Pero en cualquier caso, aunque el rito pueda constituir la parte más espectacular y
por lo general el punto de referencia por excelencia para la caracterización de la
religión como fenómeno social, el mismo no puede identificarse con la esencia de
esta por cuanto no es la acción ritual en sí misma la que distingue la religión-
flexionarse, arrodillarse, comer de esta u otra manera- sino el sentido con el que
se hace, y esto queda fuera de la acción física misma que se ejecuta.

El segundo gran aspecto de toda religión lo constituye el elemento institucional


conformado por las estructuras funcionales, las iglesias y las organizaciones
religiosas, el clero, la estructura de organización jerárquica, etc.

Este aspecto suele ser el más referenciado cuando se habla de religión por cuanto
existe la tendencia a identificar a esta con determinadas instituciones religiosas.
Así, cuando nos remitimos al catolicismo como religión tiende a establecerse una
referencia inicial con la Iglesia, el Vaticano, el Papa y el sacerdocio católico.

Pero al igual que en el aspecto anterior, a pesar de su importancia, en el mismo no


encontramos contenido el componente esencial de la religión, por cuanto las
instituciones religiosas, aunque peculiares en sus funciones y actividades, no se
distinguen de las no religiosas salvo por el sentido que se les da, lo que queda
fuera del elemento institucional en sí.

El tercer y último aspecto de toda religión lo es la conciencia religiosa, formada por


el conjunto de ideas, concepciones y creencias, así como los mecanismos
emocionales y psicológicos de toda religión.

En la conciencia religiosa podemos encontrar elementos diversos integrados en


una estructura compleja. Así pudiéramos diferenciar dentro de ella al pensamiento
religioso- filosofía religiosa, teología - propio de los sectores intelectuales con
preparación teórica en su formación religiosa y la conciencia religiosa masiva,
formada por ideas y creencias menos sistematizadas pero que son comunes a
todos los creyentes. También podemos distinguir aquí, desde otra óptica, entre
ideología y psicología religiosa. Pero tanto en uno como en otro enfoque de la
conciencia religiosa, encontramos una gama tan diversa de componentes que nos
parecería imposible encontrar en ese todo cuasi-infinito de matices algo que nos
sirva de asidero común para buscar la esencia de la religión en toda su diversidad.

Efectivamente, en una visión panorámica de las religiones concretas a que


podamos hacer referencia, nos parecería encontrar diferencias por todos lados y
nada en común.

¿Qué tiene de común la creencia en múltiples dioses y la que acepta un solo


dios?, ¿o la que asume la existencia de un mundo de ultratumba donde se premia
o castiga a los hombres-o el componente espiritual que sobrevive a este en tal
concepción- y la que reniega de ello destacando que la muerte es el retorno al
todo espiritual original del universo o la puerta que nos conduce a una nueva fase
de reencarnaciones infinitas?

Podríamos seguir subrayando la gran diferencia de matices y criterios diferentes


tratándose de conciencia religiosa, pero ello no nos conducirá sino a perdernos en
el bosque fenoménico y nos alejaría de nuestro interés de buscar lo común y a
través de ello lo esencial.

¿Existe algo común a toda religión en lo relativo a la conciencia religiosa?. Sí, ese
elemento común existe y es a nuestro entender el elemento esencial, el criterio
distintivo que caracteriza a toda religión. Es la fe en lo sobrenatural.

Por fe en lo sobrenatural entendemos la creencia, no basada en el conocimiento-


recordemos que el conocimiento humano, especialmente en su variante más
rigurosa, el conocimiento científico, sólo acepta lo que existe objetivamente y es
constatable por medios empíricos-o en la experiencia, sino en la aceptación a
pesar de ello-y por tanto asumiendo carácter “revelado”, “intuitivo”, irracional- de la
existencia de una realidad distinta, originaria y esencial en relación con la que
vivimos.
En este sentido resulta importante destacar la distinción fundamental que debe
establecerse entre la fe religiosa de otros tipos de fe. La fe del científico- que
elabora su hipótesis, especulativa de lo probable, basándose en su saber y
experiencia-, la del revolucionario (que proyecta su convicción de la posibilidad de
construcción de un mundo mejor que cualquiera existente en el presente o en el
pasado, basándose en sus concepciones ideológicas y en la experiencia
revolucionaria) o la del hombre común sobre los acontecimientos cotidianos en los
que confía- como resultado de su conocimiento, experiencia e incluso “intuición”
en el sentido nada místico de la palabra-, todas ellas se distinguen de la fe
religiosa porque las primeras sitúan los resultados esperados y la esencia de los
mismos en este mundo real y no en otro situado “más allá” – de la realidad, del
saber, de la experiencia.

Si partimos de esta concepción de que la fe en lo sobrenatural es lo que


esencialmente define a la religión, entonces esta se convierte en el criterio de
referencia básico en lo que a calificación de un hecho o fenómeno religioso se
refiere. ¿Cuándo una ceremonia, un rito, actividad, relación, institución, jerarquía,
concepción, creencia o emoción son religiosas? Por supuesto, cuando se basan
en la fe en lo sobrenatural.

Agotado en lo fundamental esta primera cuestión estaríamos en condiciones de


pasar a reflexionar sobre otro aspecto que a nuestro juicio resulta trascendental en
cualquier enjuiciamiento relativo a la religión.

RELIGIÓN Y RELIGIOSIDAD.

A pesar del razonamiento anterior, el término religión es utilizado por muchas


personas e incluso por innumerables estudiosos de esta problemática en un
sentido más estrecho que el que nosotros le damos.

Así encontramos una tradición de pensamiento que diferencia la religión de un


cuerpo de creencias, concepciones y acciones humanas que suelen calificarse de
superstición distinguiendo a la segunda de la primera por ser esta expresión de
“aberración” de la religión1o, en un sentido más religioso, simplemente el conjunto
de creencias que no compartimos2.

Ya un agudo pensador burgués como Hobbes, había comprendido lo poco


sustancial y subjetivo del criterio que sirve a algunos para distinguir entre lo
religioso y lo supersticioso. Sobre esa base afirmaba que “el temor al poder
invisible, imaginado por la mente y basado en relatos públicamente permitidos [es]
religión; no permitidos [es] superstición”3

Estos últimos criterios distintivos, como puede verse, carecen de fundamento


sólido. En última instancia son términos más utilizables por las iglesias y
denominaciones para referirse a concepciones y actos religiosos no “oficiales” que
a una distinción justificada objetivamente.

En cambio la negación de la validez funcional del término superstición en el


estudio de los fenómenos religiosos no niega que sea necesario tener en cuenta
que la religión –incluso una religión concreta determinada– no es algo
homogéneo, monolítico. En su expresión cotidiana una misma religión puede
asumir una gama increíblemente amplia de manifestaciones regionales, locales,
comunitarias, grupales e individuales.

Para entender esto es necesario subrayar que no existen fenómenos


absolutamente iguales y más cuando se trata, como sucede en el caso en
cuestión, de procesos sociales de profundo y rico contenido espiritual.

Esto obliga a distinguir al interesado en estos temas entre religión, en el sentido de


lo común de una fe, es decir el sistema de creencias, rituales y normas de
convivencia propios de una iglesia o denominación religiosa determinada (como
sucede cuando hablamos de la religión católica, o del presbiterianismo, judaísmo,
el Islam, el buidísimo, etc.) y religiosidad entendiendo por ello al conjunto de
manifestaciones de la religión –en el sentido de la fe en lo sobrenatural– en la vida
cotidiana de los diferentes individuos y grupos sociales.4

De esta interpretación se desprende una interpretación primeramente cuantitativa


de la religiosidad, dada por la intensidad y extensión de la religión, remitiéndose
con ello fundamentalmente al nivel de regulación o influencia de la conciencia
religiosa sobre la conducta del creyente, con respecto a una posible gradación –
mayor o menor religiosidad, e incluso, en estudios más precisos, hablar de una
religiosidad de un 40% o el 60% en una población determinada, por ejemplo–,
pero también conduce a una conclusión cualitativa, dirigida a caracterizar el tipo
de religiosidad o a partir del grado de elaboración del contenido de las ideas
religiosas que le son propias –pudiéndose así hablar de religiosidad estructurada
o de religiosidad difusa–, o por la caracterización de la “pureza” o mezcla de
elementos religiosos componentes de esa religiosidad –hablándose entonces de
religiosidad ortodoxa y religiosidad sincrética, por ejemplo.

Con esta distinción se descubre que la religión, a diferencia de lo que muchos


creen, no posee una esfera de existencia específica y exclusiva sino que se puede
manifestar y se manifiesta en cualquier actividad, proyección o concepción
humanas en la que intervienen sujetos y elementos religiosos.

En este sentido se utiliza el término cuando se habla de religiosidad popular con lo


que se trata de distinguir generalmente entre los puntos de vista, criterios y
actitudes oficialistas de las jerarquías esenciales, muchas veces comprometidas
con los sectores dominantes y las clases explotadoras de la sociedad por un lado
y los sectores populares, comúnmente no tenidos en cuenta por los primeros, que
asumen su religiosidad de manera muy diferente.
En este caso nos encontramos ante una religiosidad que por lo general adolece de
sistematización, no posee un cuerpo doctrinal homogéneo, se transmite
espontáneamente por vías tradicionales que coexisten con independencia
suficiente con las vías oficiales, y carecen generalmente de elaboraciones
teóricas complejas que hacen que aquí predomine la conciencia religiosa masiva y
la psicología religiosa.

Para algunos autores y movimientos, la importancia de esta distinción es tal que


les permite sustentar sus concepciones elativas a la existencia de una “Iglesia de
los Pobres”, como es el caso de algunos exponentes de la Teología de la
Liberación,6 o incluso de una religión “infraestructural” que se distingue de la
iglesia antipopular (oligárquica) y de la religión “supraestructural –que está en el
poder, que impone los valores de las clases explotadoras dominantes.

En cualquier caso las características que asumen las religiones apuntan a su


integración al todo de la sociedad, a su caracterización cultural.

SIGNIFICACIÓN CULTURAL DE LA RELIGIÓN

La valoración cultural de la religión resulta uno de los aspectos más interesantes


de cualquier análisis de esta como fenómeno social.

Aun cuando en una sociedad determinada exista más de una religión importante
(aspecto por lo demás muy común) o incluso la mayoría de la población
correspondiente no sea religiosa o no profese una religión predominante, se
evidencian las implicaciones de la interacción de la religión en el todo de la cultura
de que se trate.

Pero el carácter cultural de la religión no siempre es bien comprendido y


predominan los análisis que sobrevaloran la significación de esta. Si bien es cierto
que ciertos aspectos religiosos pueden hipertrofiarse en determinadas condiciones
históricas y lugares específicos, como sucedió en el catolicismo medieval,8 las
cruzadas,9 la “Guerra Santa” musulmana en su expansión norafricana e incluso
europea,10 la conquista-evangelización de América,11 la Reforma Protestante,
etc., no son en sí aspectos religiosos los que determinan en el proceso social,
aunque puedan jugar un papel extraordinario coyunturalmente.

En realidad la religión interactúa con el reto de los componentes de la sociedad, y


en este interactuar suele la primera aportar rasgos y concepciones al todo a pesar
de estar la religión misma determinada por las condiciones sociales en general y
específicamente las materiales.

La concepción materialista de la historia nos permite, una vez más, encontrar la


clave para la explicación de los fenómenos sociales y por tanto también de los
religiosos. “Fue precisamente Marx el primero que descubrió la gran ley que rige la
marcha de la historia, la ley según la cual todas las luchas históricas, ya se
desarrollen el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno
ideológico cualquiera, no son en realidad, más que la expresión más o menos
claras de luchas entre clases sociales, están condicionados a su vez, por el grado
de desarrollo de su situación económica, por el carácter y el modo de su
producción y de su cambio, condicionado por esta”.12

Pero lo anterior no niega que los aspectos religiosos sean condicionantes de otros
sociales. Así la cultura humana, en cada época y lugar, pueden asumir y asume,
religiosa o extrareligiosamnete, elementos significados y contenidos provenientes
de la religión.

En este sentido podemos señalar la significación cultural intrínseca que componen


elementos de origen religioso, aunque su valor rebasa su significado específico
original.

La Biblia, El Corán, El Tao Te-Kin, Los Vedas, El Popol-Vuh y El Libro de los


Muertos, entre otros muchos textos religiosos y sagrados, son indudablemente
obras de significación universal.

El arte religioso especialmente la arquitectura, la escultura, la pintura, la música y


la literatura han aportado al tesoro cultural de la humanidad obras de indiscutible
valor, apreciable más allá de los límites de una u otra religión.

Elementos de este origen los encontramos claramente en el lenguaje cotidiano.


Cuando nos despedimos de alguien,13 cuando expresamos un deseo,14 cuando
manifestamos preocupación o admiración por algo que se nos cuenta o está
pasando,15 podemos hacerlo utilizando expresiones de significación original en un
contexto religioso determinado. Igual sucede con numerosas palabras de uso
frecuente.16

Abundan los nombres propios de personas y de lugares que rememoran a una


divinidad, santo o personaje bíblico.

Son comunes las fiestas populares y ceremonias “profanas” que tienen su origen
en celebraciones religiosas.17

Los símbolos de procedencia religiosa se hacen cotidianos hoy día, despojados de


su significado primario.18

Costumbres sociales fundamentales pueden poseer este origen aun cuando la


repetición y la tradición le den hoy otro carácter, como sucede con las costumbres
funerarias19 o las alimentarias20 de casi todos los pueblos.

Algunos sistemas sociales referenciales arrastran una ancestralidad religiosa aun


cuando esta no se manifieste directamente. Así sucede con los días de la
semana21 y los sistemas calendáricos,22 por ejemplo.
El vínculo integrador de lo cultural condiciona que en ocasiones resulte imposible
hacer referencia a ciertos aspectos socioculturales que se expresen sin la
presencia consustancial de aspectos de procedencia religiosa.

Cuando nos remitimos a patrones de conducta, a preferencias de colores de


vestir, y a muchos otros aspectos de la vida cotidiana, podemos encontrar ciertas
reminiscencias y términos de procedencia religiosa.

Lo anterior no pretende de ninguna manera concluir que la religión es


predominante en la cultura, por cuanto que tal afirmación resultaría errónea. Toda
cultura no es religiosa, incluso la mayoría de los aspectos de la cultura pueden ser
no religiosos, pero sin lugar a dudas toda religión es incuestionablemente parte de
una cultura determinada, es incomprensible sin tener en cuenta el marco cultural
del que procede.

En el mundo contemporáneo, donde la crisis de los sistemas tradicionales de


existir y manifestarse la religión se hace sentir, puede ser común que individuos
procedentes de países diversos, incluso de sistemas culturales diferente, abracen
religiones y prácticas religiosas “exóticas” que les aporten incentivos, estímulos y
referencias místicas “novedosas”. En tales casos la práctica de la “nueva” religión
resulta generalmente esquemática, mutilada e incomprensible por la carencia del
sistema referencias, cultural por excelencia, que le sirve de sustento.23

LA RELIGIÓN ¿OPIO DEL PUEBLO?

Al juzgar la significación de la religión, se tiende a preferenciar en el análisis el rol


negativo que la misma puede desempeñar en la sociedad.

Nacida en el seno de las masas como reflejo de las condiciones naturales y


sociales, generalmente agresivas y hostiles en que estas suelen vivir, la religión es
manipulada por sectores reaccionarios dominantes con vistas a perpetuar su
poder y hegemonía económica, política e ideológica.

De esta forma con argumentos religiosos, se han podido justificar en la historia la


explotación del hombre por el hombre, la dominación de un pueblo a otro, el
“derecho” al despojo y a la que han predominado largamente en la historia
humana.

La lucha contra los males sociales en todas las épocas ha tenido que asumir
criterios, posiciones y actitudes contradictorias e incluso son hostiles las
“santificadas” por las doctrinas religiosas “oficiales” entronizadas en el poder.

Las ideas revolucionarias, incluso aquellas que no cuestionan o son participantes


de la religión misma, han sido juzgadas y perseguidas como heréticas,
condenadas, en nombre de la religión, por los sectores sociales dominantes.

Esto conduce a muchos a considerar como algo fatal e irremediable, el papel


reaccionario que juega la religión, presuponiendo un carecer intrínsecamente
perjudicial en cualquier manifestación de esta.

Resulta interesante que cualquier concepción se consolide a partir del radicalismo


instaurado como resultado de las luchas sociales libradas contra el feudalismo. La
burguesía, entonces revolucionaria y portadora de la nueva sociedad a instaurar
históricamente, el capitalismo, no sólo llegó a ser anticlerical, es decir a combatir a
la religión en cuanto tiene de institución y de componente jerárquico, sino que
pudo asumir las posiciones del ateísmo, combatiendo a la religión
encarnizadamente como a su enemiga jurada.

Las posiciones de los sectores pequeño – burgueses, acompañantes de la


burguesía en sus luchas sociales positivas, aportaban criterios y actitudes que
favorecías los extremismos más increíbles.

Muchos de aquellos pensadores identificaban sus posiciones revolucionarias con


las banderas del ateísmo más radical, y esta tradición se transmitió a movimientos
sociales posteriores.

Recordemos los criterios clásicos del anarquismo o de la “revolución cultural”


propuesta por Bismarck, que buscaban la causa de todos los males en el alcohol y
la religión, lo que sirvió para la configuración de la consigna fundamental que
caracterizó a tales movimientos: “cerrar las tabernas y las iglesias”.24

Lo reaccionario a tal concepción se encontraba, no en considerar como mal social


el alcoholismo o las expresiones fanáticas y más irracionales de la religiosidad,
sino en no comprender que el alcoholismo o el fanatismo no son tan sólo causas
sino ante todo consecuencias de problemas sociales preexistentes que son sus
raíces, y que únicamente combatiendo y erradicando estas raíces podremos
erradicar en realidad las secuelas negativas que ellos provocan.

El socialismo utópico enarboló las banderas del anticlericalismo y el ateísmo en


sus posiciones más radicales, convirtiendo en estos casos en una reflexión básica
la de “la religión, el opio del pueblo”.

El movimiento socialista desde sus mismos orígenes hereda todo el arsenal


revolucionario, teórico y práctico, de los movimientos progresistas precedentes.
Marx y Engels, y más tarde Lenin y otros marxistas y comunistas esgrimen con
firmeza la consigna antirreligiosa en su lucha contra la sociedad capitalista.

En este ateísmo militante, enemigo de la religión a ultranza, se consolida en el


movimiento comunista internacional como una consecuencia de la arremetida que
hacen contra el los reaccionarios del mundo, incluso los reaccionarios clericales,
por un lado, y por la dogmatización que se hace de ciertos postulados en el
contexto del stalinismo por otro.

La idea de que la religión es el “opio” del pueblo parece hacerse consustancial, en


tales condiciones, con la concepción comunista y con la teoría marxista.

¿Pero esto es realmente así? Veamos.

El análisis del contexto en que Marx usa la frase en cuestión resulta


imprescindible.

En su obra Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel, el creador del marxismo


afirma: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo
sin corazón, así como el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio
del pueblo.”25 Como puede verse, la referencia de Marx no puede ser leída a la
luz de una interpretación actual del término “opio”, por cuanto lo que hoy parece
significar “droga”, “veneno”, “suicidio”, representaba en aquellos momentos
“anestesia”, “calmante”, “analgésico”, sin negar la significación manifiesta de
“sentido o expresión de la presencia reprimida”.

La expresión tiene significado en el marco del análisis histórico en que la misma


fue utilizada. Recordemos la tradición mística alemana en la que, desde el “Sacro
Imperio Romano Germano” hasta incluso toda una primera parte del siglo XX, la
concepción religiosa y las instituciones religiosas dominantes se utilizaban
demagógicamente contra en progreso social y contra los intereses de las grandes
masas populares. Es por ello que Marx afirma también: “La religión es la teoría
general de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica con formas
populares, su point d´honneur espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su
solemne consumación, su razón universal, su consuelo y justificación.”26

De igual forma Lenin valora la religión y su papel: “La es el opio del pueblo. La
religión es una especie de aguardiente espiritual de mala calidad, en la que los
esclavos del capital ahogan su figura humana, hunden sus reivindicaciones de una
vida digna del hombre.”27

Esta crítica leninista a la religión parte de la valoración del rol histórico jugado por
las instituciones religiosas y en especial, la Iglesia Ortodoxa Rusa, a cuya cabeza
se encontraba el propio Zar, como medios oficiales de sostenimiento del pueblo
ruso y de otros pueblos sometidos al imperio. Tal crítica a la religión como religión
institucionalizada al servicio de los explotadores, se evidencia cuando afirma: “la
religión enseña resignación y paciencia en la vida terrenal a quienes trabajan y
pasan necesidades toda la vida consolándoles con la esperanza de recibir la
recompensa en el cielo. Y a quienes viven del trabajo ajeno, les enseña caridad en
la vida terrenal, ofreciéndoles una absolución muy barata de su existencia de
explotadores y vendiéndoles a precios módicos pasajes al bienestar celestial”,28 e
igualmente sucede con otros pasajes de su obra.29

Pero lo anterior no autoriza a afirmar que la oposición de los clásicos del marxismo
a la religión fuera absoluta e incircunstancial.

En su análisis de los movimientos revolucionarios campesinos alemanes contra la


dominación feudal, Engels, gran estudioso y conocedor de la historia alemana,
apunta con precisión el carácter necesariamente religioso que los mismos asumen
por cuanto en aquella época y durante mucho tiempo después el ateísmo no era
una característica de los sectores populares y mucho menos de los campesinos
siervos. En la valoración positiva que hace de estos movimientos destaca el
significativo papel que juega en ellos la figura de Tomas Münzer, sacerdote y
reformado religioso y social, que con su pensamiento y acción, religiosa por
supuesto aunque antioficialista y antifeudal, se convierte en una de las figuras más
consecuentemente revolucionarias del momento. Engels llega incluso a proponer
un vínculo entre las doctrinas de Münzer, como antecedente primigenio y eficiente,
y el comunismo moderno, es decir, el marxismo en su expresión más
consecuente.30

El propio Lenin se preocupa extraordinariamente por evitar confundir la


concepción ateísta inherente al marxismo, en cuanto a concepción materialista
consecuente, de la actitud práctico – revolucionaria que debe corresponderle. La
visión leninista es la clave de nuestro análisis y por ello se hace necesario
detenernos en ella brevemente.

Como revolucionario consecuente que fue, siempre recalcó la necesidad de


distinguir entre la actitud del Estado y la del Partido en relación con la religión.

Para el Estado, apuntaba, es y debe ser un asunto privado. “Toda persona debe
tener plena libertad de profesar la religión que prefiera o de no reconocer ninguna,
es decir, de ser ateo, como lo es habitualmente todo socialista. Es intolerable en
absoluto cualquier diferencia de sus creencias religiosas. En los documentos
oficiales debe ser suprimido por completo incluso la menor alusión a una u otra
religión de los ciudadanos.”31

Para el Partido en cambio, por su condición de aparato político – ideológico por


excelencia, la religión no puede ser un asunto privado. Según Lenin, el Partido no
puede enunciar a su ideología y a la divulgación de la misma no puede convertirse
en bandera del Partido, en criterio de exclusión.

En sus consideraciones en torno a esta problemática, se plantea la interrogante de


por qué no se declara en el Programa del Partido el ateísmo como una condición
de ingreso.

En su explicación a tal problemática apunta que le Partido, que debe aglutinar las
fuerzas para hacer la revolución y construir la nueva sociedad, no se puede excluir
de las mismas a los sectores religiosos proletarios y populares en general, que
son por lo regular la mayoría.

En sus consideraciones subraya dos puntos de primera importancia. El primero se


refiere al hecho de que sería absurdo pensar que en la sociedad capitalista,
basada en la opresión y en la explotación de las masas obreras, para lo cual se
manipula, incrementa y promueve la religiosidad honesta de los creyentes
demagógicamente por las clases explotadoras, se pueda encontrar sectores
proletarios consecuentemente ateos. Creer en ello sería negar la propia
implicación de la concepción materialista de la historia, según la cual la religión, y
por tanto la religiosidad de los sectores populares en las sociedades de
explotación del hombre por el hombre, está condicionada por múltiples aspectos
sociales, pero fundamentalmente por las condiciones materiales de existencia de
dichos sectores, que son por tanto raíces sociales de la religión.32 Condicionar
por tanto el ingreso al Partido de los proletarios y demás sectores populares a su
condición de ateos sería renunciar al ingreso a este de numerosos representantes
del proletariado aguerrido y combativo.33

El segundo punto de vista importante está dado por el hecho de que “la unidad de
esta verdadera lucha revolucionaria de la clase oprimida por crear el paraíso en la
tierra tiene para nosotros más importancia que la unidad de criterios de los
proletarios acerca del paraíso en el cielo”,34 y por tanto la contradicción “filosófica”
que existe entre el materialismo y religión se subordina a la unidad de acción y
pensamiento de los sectores más revolucionarios del proletariado y sus aliados de
clase por enfrentas los males de la sociedad de explotación y por construcción de
la nueva sociedad. “He ahí por qué no proclamamos ni debemos proclamar
nuestro ateísmo en nuestro programa; he ahí por qué no prohibimos ni debemos
prohibir el acercamiento a nuestro partido a proletarios que conservan todavía uno
u otros vestigios de los viejos prejuicios. Propagaremos siempre nuestra
concepción científica del mundo, necesitamos luchar contra la inconsistencia de
unos u otros ´cristianos´, pero esto no significa en modo alguno que debamos
colocar el problema religioso en un primer plano, que no le corresponde, ni mucho
menos; que debamos admitir la división de las fuerzas de la lucha verdaderamente
revolucionaria, económica y política en aras de opiniones o desvaríos de tercer
orden, que pierden rápidamente importancia política y son arrojados con no menos
rapidez al desván de los trastos viejos por la propia marcha del desarrollo
económico.”35 Esta idea es retomada en otros momentos de la obra del gran
revolucionario ruso, y continuamente ratifica que “debemos no sólo admitir, sino
traer sin falta al Partido Socialdemócrata a todos los obreros que conservan la fe
en Dios; somos enemigos incondicionales de la misma forma a sus creencias
religiosas, pero los atraemos para educarlos en el espíritu de nuestro programa y
no para que luchen activamente contra él”.36

El desarrollo ulterior del movimiento comunista asumió, como tendencia general y


por causas diversas, posiciones excluyentes de los religiosos en el seno de los
partidos comunistas al mismo tiempo que tendencias ateístas en la propaganda y
la labor político – ideológica.37

La lucha de clases, especialmente intensa y cruel en este período, asume en no


pocas ocasiones la forma artificial de conflicto entre ideas ateas y religiosas
cuando en realidad no eran los criterios acerca de Dios y la religión lo que
diferenciaban a los hombres.

En esta luchas y a pesar de las expresiones complicadas que las misma s


asumen, siempre se contó en las filas de la revolución y el progreso social con
representantes honestos de diferentes religiones y portadores de creencias
religiosas y, al mismo tiempo, en el sector de la reacción estrecharon las filas
representantes del clericalismo reaccionario con ateos confesos.

Tal situación puso en evidencia cualquier intento de clasificar a los hombres solo
por sus ideas cuando lo más significativo resulta su integración y participación en
los movimientos y conflictos sociales propios de su época.

La reflexión entonces del papel social de la religión debe tener en cuenta esta
regularidad. Si a pesar de los intentos de manipular los sentimientos honestos de
los creyentes por parte de los sectores reaccionarios de la sociedad y de las
implicaciones enajenantes de ciertas posiciones religiosas, especialmente
irracionales y fanáticas, la mayoría de los participantes en los grandes sucesos de
la historia y en la resultante progresiva de la misma son y han sido religiosos;38 si
a pesar de las intenciones de religiosos, y también, por qué no, de ateos
reaccionarios, entre los representantes más avanzados y consecuentes del
pensamiento y la obra revolucionarios del mundo se encuentran y se han
encontrado también religiosos;39 si a pesar de las orientaciones e indicaciones de
las jerarquías eclesiásticas comprometidas con la reacción, numerosos religiosos,
inclusive miembros del clero y de la propia jerarquía, han actuado
consecuentemente en la historia, entonces tiene sentido afirmar que la religión no
es necesariamente el opio del pueblo.

La experiencia latinoamericana en las últimas décadas apunta precisamente a ello


y la aparición de movimientos sociales de masas, fuertemente influidos por la
religiosidad de sus portadores e incluso con fundamentaciones religiosas
importantes, como son las comunidades eclesiales de base,40 o de tendencias de
pensamiento revolucionario latinoamericano como sucede con la Teología de la
Liberación en sus expresiones más consecuentes,41 parecen confirmarlo.

La Revolución Cubana y su repercusión internacional han desempeñado, en el


esclarecimiento de esta problemática, un rol trascendental. Especialmente resulta
interesante resulta seguir la expresión del pensamiento de Fidel en relación con
esta temática. Desde los primeros momentos posteriores al triunfo de la
Revolución, nuestro Comandante en Jefe prestó gran atención a los intentos de
enfrentar la religión a nuestro proceso social por parte de los reaccionarios de
dentro y fuera del país. En múltiples ocasiones ha apuntado la identidad entre
preceptos humanistas de la religión, especialmente el cristianismo y el
socialismo,42 y de la necesidad de la alianza estratégica entre cristianos y
marxistas43 para hacer la revolución y construir la nueva sociedad.

Esta ideas se confirman en contactos posteriores con representantes del


movimiento cristiano progresista y revolucionario de América,44 y especialmente
en la entrevista concedida a Frei Betto en 1985.45

Es precisamente en esta entrevista en la que Fidel nos ofrece una reflexión sobre
el carácter relativo e histórico de la frase usada por Marx y Lenin de “la religión es
el opio del pueblo”,46 de las consideraciones importantes en torno a la posibilidad
de ser marxista sin dejar de ser cristiano47 y del ingreso de creyente a las filas del
PCC.48

Estas ideas manejadas entonces por Fidel en su entrevista con Frei Betto, se
hacen posibles a partir de la realización del IV Congreso del PCC, que valida la
posibilidad de ingreso al mismo de los más revolucionarios sin distinguir entre
creyentes y ateos.

La Constitución cubana garantiza el derecho pleno a la libertad de conciencia,


incluida la libertad de creencias religiosas o el ateísmo, y asegura la protección de
este derecho a los ciudadanos y el funcionamiento de las instituciones religiosas
de acuerdo con la ley.49

Hoy participamos los cubanos, creyentes o no, en las tareas de la construcción de


la nueva sociedad, y cada vez se hace posible que los religiosos cubanos se
incorporen a tareas y actividades francamente revolucionarias.

Recordemos la presencia activa y muchas veces decisiva de grupos y


personalidades religiosas en el movimiento de solidaridad con la Revolución
Cubana. El nombre de Pastores por la Paz sólo es el más conocido de ellos.

Un grupo destacado de intelectuales y teólogos cubanos han asumido


históricamente posiciones de defensa y apoyo de la obra revolucionaria. Muchos
de ellos poseen un alto prestigio social que los convierte en dignos representantes
de nuestro pueblo.

Los cada vez más frecuentes contactos entre representantes y personalidades


religiosas con líderes y autoridades ha contribuido a mejorar esta situación. Hoy
existen diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular que combinan sus
tareas de representantes del Estado Cubano con la de ser líderes religiosos
reconocidos.

Un prestigioso intelectual cubano, Cintio Vitier, tiene a su cargo, como martiano


consecuente, sin afectarlo para nada su condición de cristiano, la labor de
promover la obra martiana en las nuevas generaciones.

En el quehacer de estos hombres, y a pesar de que otros, creyentes o no,


contribuyan a la causa de la reacción, se demuestra el criterio consecuente de que
la religión no tiene que ser necesariamente el opio del pueblo y que, por el
contrario, puede estar presente en la obra más desenajenante posible, la obra de
la Revolución y de la construcción de la nueva sociedad.
NOTAS Y REFERENCIAS.

1- CICERÓN: De Natura Decorum, Routledge Ed., London, 1990, pp. 307-315.

2- AQUINO, Tomás de: SummaTheológica, II,Ed. Teos, Madrid,1963, pp. 726-729.

3- HOBBES,T.: Leviatán,I.6., Ed. Constanza, Barcelona, 1932,p.329.

4- RAMÍREZ CALZADILLA, J. Y col.: La religión, Ed. Academia. La Habana, 1996,


p. 14.

5- GRAZDAN, V.: La religión como forma de la superestructura social, Ed. Ciencia


y Religión, La Habana, 1970, pp.63-74.

6- GUTIÉRREZ,G.: “Teología y espiritualidad”, en Cuadernos de Nuestra América,


vol. III, no. 5, La Habana, enero-junio 1986, pp.236-247.

7- DUSELL,E.: Religión, Ed. Edicol, México,1977, pp. 37-61.

8- “No es el catolicismo el que implica al feudalismo sino, por el contrario, son las
relaciones feudales las que condicionan la existencia de una religión centralizada
que asumiera el monopolio ideológico-cultural de la sociedad”

9- La verdadera causa de las cruzadas no fue la “liberación” de la tumba de Cristo


en “Tierra Santa” de ocupación musulmana sino el reparto económico del mundo
y el control hegemónico del comercio con el Oriente como lo muestra el hecho de
que la IV Cruzada, enviada contra Palestina musulmana, se desvía de su ruta y se
dirige a la ciudad cristiana de Constantinopla que fuera tomada en 1203,
dedicándose los cruzados al pillaje, incluso de las iglesia cristianas, en la ciudad.
ALPHADERY,P. y DUPRONT: La cristiandad y el concepto de cruzada, t. II,
UTEHA, México, 1962,PP. 54-60.

10- DÍAZ GARCÍA, W.: Mahoma y los árabes, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1990, pp. 203-236.

11- GRIGULEVICH, I.R.: La Iglesia católica y el movimiento de liberación en


América Latina, Ed. Progreso, Moscú, 1984, pp. 36-54.

12- ENGELS, F.: Prólogo a la tercera edición de la obra de Marx “El Dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte”, en Obras Escogidas, Ed. Progreso, p.94.

13- La fórmula de despedida de ¡Adiós! Tiene por origen el conjuro religioso ¡A


Dios te recomiendo!

14- La formulación de deseo consistente en la expresión ¡Ojalá! Tiene por origen


la invocación musulmana ¡Oh Alá!.

15- ¡Avemaría! ¡Por Dios!, entre otras.

16- Múltiples adjetivos como divino, endemoniado, encantado, hermético, devoto;


numerosos sustantivos como hereje, energúmeno, misterio o referencias a
pasiones o estados como pasión, fascinación. Fidelidad, son de procedencia
religiosa.

17- Los carnavales, las parrandas de las poblaciones del centro-norte de Cuba, la
Navidad, el Día de Reyes.

18- La cruz que se utiliza como adorno corporal o como remate de las tumbas en
los cementerios.

19- Por ejemplo, cremar o enterrar los cadáveres.

20- El no consumo de carne de cerdo en los países árabes y en Israel.

21- Así el lunes rememora a la Luna como deidad, el martes a Marte, el miércoles
a Mercurio, el jueves a Júpiter, el viernes a Venus, el sábado a Saturno y el
domingo es el Dominus dei, día de Dios, y en otros idiomas, como el inglés, es el
Sunday, día del Sol.

22- El calendario cristiano u occidental que sitúa como punto cero el nacimiento de
Cristo, de la misma forma que el musulmán empieza con la Égira o salida de
Mahoma de La Meca, etcétera.

23- La asimilación de la religión musulmana por el movimiento negro


norteamericano en la década del 70 estaba motivado por factores extrarreligiosos
que hicieron del Islam negro una forma diferente de la religión musulmana.
Cuando un extranjero, europeo, por ejemplo, se siente atraído por los cultos
“exóticos” del Caribe, como la Santería, el Voudú, o el Candomblé puede incluso
iniciarse, es decir, someterse a los ritos de iniciación que lo convierten incluso en
un sacerdote de tales cultos, pero ¿qué sabe del sistema de símbolos y signos
culturales de dichos sistemas religiosos incomprensibles para un no iniciado en la
cultura del Caribe?

24- Al respecto téngase en cuenta las opiniones de Engels sobre los blanquistas:
“Literatura emigrante”, en MARX y ENGELS: Sobre la religión, ed. cit., pp.123-
124; o en “Anti-Duhring” en la misma obra, pp. 127-129.

25- Marx, C.: “Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel”, en Marx y Engels:
Sobre la Religión, Ed. Política, La Habana, 1963, p. 38.

26- ______: ob. cit., p. 37.


27- LENIN, V. I.: “El socialismo y la religión“, en Acerca de la religión, Ed.
Progreso, Moscú, 1973, pp. 5-6.

28- Ibídem, p. 5.

29- LENIN, V. I.:“Actitud del Partido Obrero ante la religión “, en ob. cit. p. 18.

30- ENGELS, F.: “La guerra campesina en Alemania”, en C. Marx y F. Engels:ob.


cit., pp. 91-103.

31- LENIN, V. I.: ob. cit. p. 6.

32- SUJÓV, A.D.: Las raíces de la religión, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
1972, pp.11-103.

33- LENIN, V. I.: El socialismo y la religión, ed. Cot. ,pp. 8-10.

34I- bídem, p. 9.

35- Ídem.

36- LENIN, V. I.: “Actitud del Partido Obrero ante la religión “, en ob. cit. pp.24-25.

37- MISOV, N.: Teoría marxista leninista de la religión y el ateísmo,t. II, Academia
de Ciencias Sociales y Gestión Social. CC PC Búlgaro, Sofía, 1983, pp. 144-171.

38- Cabría preguntarse, por poner sólo el caso de Cuba, cuántos mambises,
cuántos luchadores contra la tiranías pseudorrepublicanas o de la gesta
revolucionaria del Moncada, el Granma, la Sierra y la clandestinidad, cuántos
combatientes de la lucha contra bandidos, cuántos internacionalistas cubanos
cumplieron con sus deberes revolucionarios siendo indiferentemente ateos o
religiosos.

39- Recordar que hombres de la dimensión de Hidalgo, Morelos, Bolívar, San


Martín, Martí, José Antonio Echeverría, Camilo Torres, Ernesto Cardenal y otros
muchos han sido hombres de primera línea al mismo tiempo que portadores, de
una u otra forma, de creencias religiosas.

40- Véase “Documentos sobre la Teología de la Liberación “, en Cuadernos de


Nuestra América, vol.III, no. 5, enero-junio 1986, pp. 228-293.

41- BACHMAN, S.: “Las comunidades de base y los sacerdotes ligados al pueblo;
el actual proceso revolucionario de los países latinoamericanos” en Concepciones
burguesas y pequeño-burguesas acerca del desarrollo social y del proceso
revolucionario en América Latina, Rostock, Wilhelm-Pieck-Universitat, 1985, pp.
27-30.
42- CASTRO RUZ, FIDEL:”Intervención en Plenaria Nacional de los círculos
sociales obreros. Diciembre de 1960, en Obra Revolucionaria, La Habana,
Imprenta Nacional de Cuba, 17 de diciembre de 1960, pp. 6-32.

43- ______“Reunión con 80 sacerdotes representantes de un movimiento a favor


del socialismo, Santiago de Chile, 29 de noviembre de 1971”, en Cuba- Chile, Ed.
Política, La Habana, 1972, pp. 413- 429.

44- ______“Reunión con los representantes de iglesias de Jamaica el 20 de


octubre de 1977”, La Habana, DOR,CC PCC, 1977. “Encuentro en Caracas, del 2
al 5 de febrero de 1989”, La Habana, Dpto. Publicaciones Consejo Ecuménico de
Cuba, 1989; “Encuentro con las comunidades cristianas de base de Brasil”, Sao
Paulo, 17 de marzo de 1980, en Granma, 28 de marzo de 1990, pp. 3-6.

45- FREI BETTO, E.: Fidel y la religión, Oficina de Publicaciones del Consejo de
Estado, La Habana, 1985.

46- __________: ob. cit., pp. 331-333.

47- Ibídem, p.333.

48- Ibídem, pp.244-250.

49- Constitución de la República de Cuba, artículos 8,43 y 55.

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