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Director Ejecutivo de CEPES

La Comisión Agraria del Congreso aprobó por mayoría el dictamen de proyecto de ley que limita la propiedad de

la tierra cultivable a un máximo de 40 mil hectáreas. Según un miembro aprista de dicha comisión, este límite

³impedirá el resurgimiento del latif undio´.

Para su información, en cualquier parte del mundo ±y ciertamente en el Perú± 40 mil hectáreas de tierras de

cultivo ±y para el caso, 10, 20 o 30 mil hectáreas ± es un latifundio. En el fondo, pues, la Comisión Agraria

propone que se consolide el l atifundio y, de paso, responde seguramente a presiones de grupos económicos

que quieren cortarle las alas al Grupo Gloria, que hoy por hoy controla alrededor de 55 mil hectáreas de tierras

de cultivo.

En discrepancia con el dictamen, el ministro de la Pro ducción afirma que la mínima escala para ciertos cultivos

es 6 mil hectáreas o aún extensiones mayores. Por su lado, el presidente de ADEX declaró que poner límites

afectará a los inversionistas en el agro.

Para quienes tienen conocimiento de la historia social y económica de la segunda mitad del siglo pasado del

Perú y América Latina, el límite de 40 mil hectáreas es un despropósito.

Conviene recordar que antes de la reforma agraria de 1969 la propiedad más grande de tierras de cultivo ±el

complejo azucarero Casagrande± no llegaba a las 30 mil hectáreas, y era el exponente máximo del latifundio en

el país. La liquidación del latifundio fue uno de los objetivos de las reformas agrarias latinoamericanas en la

década de 1960, pues la concentración de la propiedad de la tierra era una de las causas de la pobreza y la

marginación de la población rural, situación que motivó grandes convulsiones sociales.

Pero ¿es cierto lo que afirma el ministro de la Producción sobre las escalas ideales para la actividad

agropecuaria? Sería muy interesante que muestre cuáles son los estudios sobre los que basa su afirmación y, si

los hay, cuáles son los criterios utilizados. Esto es muy importante, pues lo que está ocurriendo es la

consolidación de un neolatifundismo que ahonda las diferencias socioeconómicas, ya graves, en el país.

La existencia de economías de escala vinculadas al tamaño de las explotaciones agrícolas ha sido un tema de

estudio y debate en el mundo, y está ampliamente cuestionada. Me permito citar in exten so al principal

especialista del Banco Mundial sobre el tema, Hans P. Bingswanger -Mkhize: ³«casi un siglo de investigación por

economistas agrícolas en todo el mundo ha producido un hecho estilizadamente contradictorio: los agricultores

a pequeña escala por lo general usan la tierra, la mano de obra y el capital más eficientemente que los

agricultores a gran escala, que dependen principalmente de mano de obra contratada. Esta µrelación inversa

entre tamaño de granja y productividad¶ implica que la agricultu ra se caracteriza, por lo general, por

deseconomías de escala, lo que significa que la redistribución de la tierra de los grandes agricultores hacia los

agricultores familiares puede traer ganancias de eficacia a la economía´. (1)

A fines de la década de 1950, una comisión nombrada por el gobierno conservador de Manuel Prado y

conformada en su mayoría por hacendados modernos de la época recomendaba que el límite máximo de las
propiedades debería ser de 250 hectáreas, argumentando que debían considerarse no solo criterios

económicos, sino también políticos y sociales.

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