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Maestría en Filosofía
Clase 11:
Estimad@s! Les doy la bienvenida a nuestro encuentro semanal: ¿cómo están?; en la siguiente
clase nos introduciremos al análisis de la controversia entre liberales y republicanos a propósito
de la idea de libertad. Así como venimos analizando desde nuestro pasado encuentro, en el
encuentro de hoy avanzaremos con el análisis realizado por Claudio Amor a propósito de la idea
de libertad en el republicanismo y luego la aproximación de Mill a la misma. La libertad es un
centro de disputas semánticas que desde distintas perspectivas filosóficas se lo entiende y se ha
definido de modos muy diversos, esperamos que las distinciones sean aclaratorias y amplíen
nuestro modo de ver esta idea. Empecemos sin más preámbulos.
LECTURAS OBLIGATORIAS
CONSTANT, B. (1998), «De la libertad de los antiguos comparada con la de los
modernos» en Del espíritu de conquista , Tecnos, Madrid.
PETTIT, PH. (1999), Republicanismo, Paidós, Barcelona, Cap. 1.
LIBERTAD POLÍTICA: LIBERALISMO VERSUS REPUBLICANISMO
Tanto los liberales como los republicanos han trazado una nutrida discusión sobre cuál es
manera apropiada de comprender la noción de “libertad” y, subsiguientemente, en derredor de la
medida en que la libertad política ha de ser valorada positivamente.
El libro de Philiph Pettit, Republicanismo, se ha vuelto un clásico a la hora de descifrar las
claves del pensamiento neo republicano contemporáneo y de marcar los puntos de confrontación
con los liberales. Republicanismo ofrece una representación vívida del imaginario de esta
corriente de ideas aun con sus distorsiones y sus puntos de vista sesgados.
Pettit comienza correlacionando el par berlineano con la dupla propuesta por Jeremy Constant
Berlin, subraya Pettit, refiere ambos conceptos de libertad a sendas tradiciones cuyas líneas de
desarrollo no se intersecan:
LP / LA
LN / LM
Liberalismo
Romanticismo populista
de corte inglés
(Locke, Bentham, Mill) Anti-ilustración
(Herder, Rousseau, Hegel)
de corte francés
(Montesquieu, Constant, Tocqueville) Radicalismo revolucionario
Anti-liberal
de corte norteamericano (jacobinos, Marx)
(Jefferson, Paine)
Ilustración
(Voltaire, Diderot)
Los ámbitos en que se materializan estos dos ideales de libertad tampoco se superponen:
LP / LA
LN / LM
Esfera privada Esfera público-política
(personal, familiar, mercantil)
Una tal demarcación de dominios se corresponde con una valoración diferente de la participación
ciudadana directa:
Partidarios de LN / LM Partidarios de LP / LA
Valor instrumental Valor intrínseco
Esta perspectiva bifronte ha hecho que se perdiera de vista un concepto alternativo de libertad, a
saber: el que se ha ido elaborando con el desarrollo de la tradición republicana.
Tradición republicana:
(II) Si tomamos en cuento cuáles son los períodos / representantes significativos deberíamos
apuntar:
¿Por qué la libertad republicana es diferente de la libertad negativa propuesta por los liberales?
Interferencia X Dominación X
Interferencia X Dominación
Interferencia Dominación X
Interferencia Dominación
¿Por qué la libertad republicana es diferente de la libertad positiva propuesta por los liberales?
(ii)- De igual modo que puede perderse la libertad sin que medie interferencia (si es que hay
de por medio dominación –si es que, como ilustra Priestley, la potencia colonialista, Gran
Bretaña, puede exigirles a los colonos americanos hasta el último penique, aunque, de hecho, no
les demande siquiera un céntimo), la interferencia (en tanto no involucra dominación) no entraña
per se la falta de libertad. Esto último se verifica en toda república bien ordenada, en que el
gobierno circunscribe el espacio de elección de los ciudadanos en conformidad con reglas
generales y abstractas, conocidas y aceptadas de antemano, y que están dirigidas a promover los
intereses de aquéllos (y no los de un individuo o grupo instalado en una posición asimétrica de
poder) a la luz de sus propias creencias sobre la manera apropiada de especificar estos intereses y
de promoverlos.
El interés que está a la base de las preferencias y creencias de quienes tienen una forma mentis
y una estructura motivacional idiosincráticamente republicana consiste en la preservación de su
rango de agente libre (esto es, de actor no dominado ni susceptible de dominación).
A diferencia de los liberales, que visualizan el orden jurídico de un “estado de derecho” como
una forma de interferencia, y, por ende, como una forma de coacción (perjuicio individual
justificable, por cierto, en tanto y en cuanto es compensado por la reducción al mínimo del
quantum colectivo neto de interferencia y coacción), los republicanos ven en él un factor
constitutivo (en lugar de privativo) de la libertad, que no requiere ser validado en términos de
trade-off alguno. La ley que satisface el standard republicano de legitimidad (cf. dos párrafos
más arriba) no coarta la libertad sino que la genera.
Así, como resalta Harrihngton, libertad (entendida more republicano) es libertad merced a las
leyes, no libertad de las leyes (que es como los liberales entienden la libertad).
Es de aquí de donde proviene la asimilación republicana entre libertad y ciudadanía
(republicana), esto es, la condición que conviene al súbdito de un Estado que se rige por “el
imperio de la ley” (en vez de por el “de los hombres”), mas no a quien se halla bajo la égida de
un monarca absoluto.
En cambio, para Hobbes, que fue quien, pese a la índole autoritaria de su pensamiento, acuñó
la noción liberal de “libertad”, el estatuto de libertad de los habitantes de una república es
indiscernible, medido con la vara de la no-interferencia, del de los que viven bajo la égida de un
déspota los residentes de Luca y los de Constantinopla enfrentan similarmente las limitaciones
que impone el ordenamiento jurídico al que deben obediencia, sea quien fuere que lo haya
instituido, su orientación primaria y el procedimiento seguido para reglarlo y ponerlo en vigor.
Locke, quien pasa por ser el padre del liberalismo, se muestra, según Pettit, como un hijo
dilecto de la herencia republicana cuando define “libertad” como la falta de sujeción al “poder
absoluto, arbitrario, de otro” y cuando diferencia libertad de libertinaje y arguye que la ley, antes
que destruir la libertad, la produce (Cf. Segundo Tratado, Cap. II).
La realizabilidad del ideal republicano:
i) Según William Paley (The Principles of Moral and Political Philosophy, 1825), la idea de
libertad como no-dominación sustenta un ideal excesivamente exigente para cualquier gobierno.
¿Cómo esperar que el Estado asegure el status de ciudadanía republicana a la enorme
masa de trabajadores, sirviente cada cual de su patrón y bajo la amenaza permanente de
penalización (léase: despido) si no sirve como a éste le place?
¿Cómo contar con que serán políticamente no dominados si se encuentran bajo
dominación económica?
¿Y qué decir de las mujeres, subordinadas al padre o al marido en sociedades
patriarcales?
Siguiendo esta línea de crítica, el paradigma republicano sólo parece realizable para una élite de
varones provistos de un patrimonio preferentemente heredado.
(ii) Pettit admite la plausibilidad de la objeción de Paley. Recoge el guante sosteniendo que la
materialización del ideal republicano trae consigo implicancias radicales que los adherentes a
esta posición tienen que aceptar. ¿Qué es lo que tienen que aceptar? Que la potestad del Estado
para interferir en pos de eliminar la dominación ha de ser, siempre que se atenga a las
estipulaciones constitucionales dirigidas a evitar que la misma conlleve nuevas formas de
dominio arbitrario, más profusa y extendida que lo que es en las sociedades liberales. Que la
acción política liberadora ha de vérselas con relaciones de dominación que atraviesan nuestro
espacio personal o civil de privacidad (el del matrimonio o el del trabajo).
A la par de cargar con la radicalidad de sus compromisos, los republicanos tienen que ser
menos escépticos sobre la viabilidad de llevarlos a la práctica.
i) En el Cap. 2 de su libro, Pettit realiza un reexamen filosófico (ya no de historia de las ideas)
del concepto de dominación (y, subsiguientemente, del de libertad como no-dominación).
Hay dominación si y sólo si un agente (individual o colectivo) tiene la capacidad de
interferir deliberadamente (o, al menos, negligentemente), con fines de empeoramiento
(lo que deja fuera recompensas y sobornos) y de manera arbitraria en ciertas elecciones
que quien está sometido a él tendría, de otro modo, poder para efectuar.
El contexto de referencia (y el patrón de expectativas cristalizado en su interior) es relevante a la
hora de establecer si una omisión puede ser calificada de interferencia.
Por “capacidad de interferir” se comprende una aptitud de intromisión ya desarrollada, real y
no meramente virtual, pronta para ser ejercida en cuanto el agente lo resuelva.
Por “interferencia arbitraria” se entiende la que se realiza en conformidad con la decisión
discrecional de un agente que, en virtud de los recursos monetarios o tecnológicos que controla,
su autoridad política, su prestigio académico, su acceso a la información, etc., etc., está en
posición de actuar como le plazca, sin riesgo de punición o represalia, en relación con el sujeto
que es objeto de intromisión, y ello sin consideración a los intereses o creencias de éste, o, mejor,
a los intereses y creencias compartidos por el conjunto integrado por los ciudadanos del Estado
de que se trate. De esta suerte, si un contribuyente reclama, a título de excepción no fundada en
razones aplicables a otros, no ser alcanzado por la legislación tributaria, no puede alegar, si su
pretensión es rechazada, que el fisco (o el Estado del que éste depende) lo domina. Otro tanto
cabe en relación a planteos sectarios formulados por facciones o corporaciones, los que, al igual
que ocurre con los planteamientos excéntricamente individualistas o antisocialmente egoístas, no
son defendibles en un debate público abierto y extensivo.
La propiedad “ser dominante” admite diferencias de grado. Para que exista dominación, basta
con que la interferencia arbitraria afecte algunas de las elecciones significativas del sujeto
dominado. Así, es posible que haya dominación en cierta esfera de actuación y no en otras.
Como se ve, la propiedad “ser dominante” reconoce distintos ámbitos de aplicabilidad, y,
consiguientemente, su alcance puede ser más o menos abarcativo.
Dado que los recursos que confieren a una persona capacidad de dominación sobre otras son
más o menos ostensiblemente apreciables, todos los que viven en una sociedad dominadora
reconocen que se verifican las condiciones que deben darse para que quepa calificarla de tal (lo
cual no implica que formen un ello un juicio evaluativo reprobatorio). Quien domina es
consciente de que posee el control, quien es dominado, de que es vulnerable ante aquél, y cada
parte de que la contraparte tiene conciencia de la naturaleza asimétrica de la relación. La
dominación exhibe, de este modo, una dimensión subjetiva e intersubjetiva, tanto como una
objetiva.
La dominación puede tener (aunque no siempre es así) una base consensual: es el caso, v.g.,
del contrato de servidumbre del que habla Locke en el Ensayo sobre el gobierno civil, así como
del dominio arbitrario que mayorías étnicas o religiosas han ejercido por vías democráticas sobre
las minorías que componen las clases complementarias.
Si el asentimiento no es condición suficiente de la no-dominación, no es tampoco, según
Pettit, condición necesaria: una forma dada de interferencia puede no ser consentida en su origen,
pero, pese a ello, no acarrear dominación en la medida en que, aquí y ahora, sea pasible de
cuestionamiento o disputa por parte de quien se crea objeto de aquélla.
Para que haya dominación, sólo se exige que quien domina sea capaz de interferir, no que
interfiera efectivamente; que el agente en cuestión no tenga la inclinación a dominar no lo
despoja de su condición dominante. Un acreedor benevolente sigue siendo un acreedor, incluso
si nunca ejercita su derecho a ejecutar al deudor.
El ideal de no-dominación.
(i) El ideal republicano de no-dominación aspira a erradicar la dominación del escenario social,
no a eludirla saliendo de escena (retirándose a la “ciudadela interior” de Berlin). La libertad
republicana es libertad cívica, no la libertad que puede usufructuarse en la situación pre-política
de anarquía, el “estado de naturaleza”, que está en el fondo de la aspiración liberal por la no-
interferencia.
Pettit intenta mostrar que la consecución del bien personal de la no-dominación no puede dejarse
en manos de los individuos mismos, sino que exige la intervención estatal.
Hasta aquí, los puntos principales que permiten delinear la concepción republicana de Pettit.