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EL INFORME RESERVADO DEL

DR. ANTONIO LAS HERAS & SANDRA NOEMÍ BRITOS

Edición del martes 9 de febrero de 2021

e mail: alasheras@hotmail.com

Whats App + 54 9 11 4949 2850

Un análisis racional, reflexivo, crítico, con herramientas filosóficas y del Campo


Junguiano, buscando entender de manera profunda la actualidad tanto como el futuro
inmediato, si esto fuera posible.

Muchas veces resignar algo en el presente

constituye la posibilidad

de un mejor desempeño o un logro futuro.

El ejercicio de la libertad en las redes sociales

Por Antonio Las Heras

Los recientes acontecimientos ocurridos con las redes sociales que


acostumbraba a utilizar Donald Trump permiten una serie de reflexiones. La
primera es comprender que la cuestión tomó una dimensión superlativa al
tratarse del presidente de la que se considera la mayor potencia del mundo.
Aún así, los propietarios de Facebook y Twitter no tuvieron vacilación para
censurar sus posteos. Pero, lo cierto, es que este tipo de intervenciones en
los usuarios no son nuevas. Vienen ocurriendo desde hace tiempo a
personas que no son famosas ni notorias.

Así podemos poner como ejemplos algunos conocidos por nosotros. Está el
caso de un periodista – con 40 años de trayectoria en el conurbano
bonaerense, director propietario de una reconocida radio de FM – que fue
“castigado” por Facebook impidiéndole publicar durante una semana a
causa de haber publicado una nota donde se ponía en duda el origen del
COVID 19. Sólo eso fue suficiente para “reprenderlo” sin derecho a defensa.
Cosas similares ocurrieron en Twitter con varios periodistas, de esos
siempre dispuestos a publicar información “políticamente incorrecta.”
Correcta o incorrecta el derecho a la libre prensa es algo inapelable. No para
los dueños de las redes sociales. Demostraron que ellos son los propietarios
y las normas las ponen ellos, no se discuten. Se acatan o no se usa ese
medio de comunicación. Así de sencillo.

Hay otro medio – nos referimos a Wikipedia – que también viene ejerciendo
la censura. Hace pocos meses eliminó la página de un escritor argentino con
el argumento de que lo publicado parecía algo publicitario. Obvio que se
trataba de lo que suele llamarse “hoja de vida” del autor. De buenas a
primeras la página fue eliminada. Ha de haber otros muchos ejemplos
parecidos.

No se quedó atrás tampoco You Tube. Hubo cantidad de usuarios que


descubrieron un día que los videos que habían puesto ya no estaban más.
Habían desaparecido, esfumado. La empresa decidió que no cumplían tal o
cual requisito y sin mediar aviso fueron retirados de la cuenta del usuario.
En otros casos fue suspendido temporalmente el uso o bien no se permitió
poner nuevos videos. El criterio de la empresa – en todos los casos –
aparece por encima del interés, el deseo o el pensamiento del usuario.

De esta forma se ha podido comprender que aquello que fue presentado –


desde el comienzo – como una forma global para el ejercicio de la libertad
de opinión, la posibilidad de transmitir información sin cortapisa alguna, en
modo alguno es así. Más bien lo que está comprobado es que las redes
sociales permiten, a quienes las dirigen, obtener impensada cantidad de
conocimiento sobre usos y costumbres, intereses y búsquedas de cada
usuario; datos que – luego – son vendidos a empresas.
El tema es que durante dos décadas – como mínimo – se estuvo ensalzando
la importancia de estas formas de comunicación señalando su bajo (o nulo)
costo y sencillez de uso. Para reforzar estas ideas no fueron pocos los
medios de comunicación masiva pusieron a Facebook y Twitter como reales
catalizadores – y valiosas herramientas democratizadoras – de los hechos
conocidos como “la Primavera Árabe” y la caída del presidente egipcio
Hosni Mubarak. Sucesos de los cuales, precisamente, ahora se está
cumpliendo el noveno aniversario. Tanto es así, que comenzaron a utilizarse
las expresiones “revolución twitera” y “revolución en Facebook.” Más tarde, los
especialistas señalaron que si bien las redes sociales habían jugado un rol
destacado en modo alguno podía dárseles el crédito por los cambios políticos
ocurridos. Pero, la difusión de la idea de que podía cambiarse el destino de una
nación y, tal vez, hasta del mundo mismo, ya estaba navegando –
precisamente – por las redes sociales, llevando esta idea a millones de
personas. Conviene recordar que el el hashtag 
#I_participated_in_January_Revolution estuvo entre los más usados por
aquellos días.

 Empero hubo quienes, como Leil-Zahra Mortada, reconocida activista egipcia,


que tenían bien en claro los peligros presentes. Dijo: “… debemos tener en
cuenta que la mayoría de ellas (las redes sociales) pertenecen a empresas
privadas y se atienen a las reglas de estas corporaciones."

Fue en ese mismo enero de 2011 en que el papa Benedicto XVI se refirió a las
redes sociales, como Facebook o MySpace, señalando que suponen
"oportunidades sin precedentes para establecer relaciones y fomentar la
fraternidad." Para agregar: "Al igual que cualquier otro fruto del ingenio
humano, las nuevas tecnologías de la comunicación deben ser puestas al
servicio del bien íntegro del individuo y de toda la Humanidad", dijo en el
mensaje conmemorando el 45 Día Mundial Católico de las Comunicaciones
Sociales.
Pero hizo unas interesantes advertencias: "Usadas sabiamente pueden
contribuir a satisfacer el deseo de conocimiento, verdad y unidad que reside en
las más profundas aspiraciones de cada ser humano."
Aclarando, luego, a los que no se construyan "una imagen falsa de sí mismos",
debiendo evitar aislarse en una "especie de existencia paralela" y exponerse
excesivamente al "mundo virtual" a riesgo de prestar menos atención a
"aquellos que nos encontramos en la vida cotidiana."

Quizás haya llegado el momento de admitir que hemos sido ingenuos.


Aceptamos la creencia extendida de que la Humanidad contaba – al fin – con
una herramienta para ejercer la libertad de ideas y de opinión, sin mayores
limitaciones. Un espacio abierto a la discusión, el intercambio de información,
capaz de llevar a todo el orbe lo que cada quien transmitía. Pues no es así.
Todos estos sistemas tienen propietario. Y lo que es más: sólo unos pocos
propietarios. Reales billonarios dispuestos a seguir acrecentando no sólo su
capital sino – por sobre todo – el ejercicio de un poder que se encuentra – al
momento – por encima de gobiernos, autoridades y organismos
internacionales.

Casi, parafraseando a George Orwell, podría decirse que nuestra libertad


cibernética está organizada acorde a los deseos de un Gran Hermano.

Mientras escribimos estas reflexiones, un golpe de Estado tuvo lugar en


Myanmar. (Myanmar es más conocida como Birmania; una nación del Sudeste
Asiático con más de 100 grupos étnicos, que limita con la India, Bangladés,
China, Laos y Tailandia.) Las fuerzas armadas de ese país tomaron el poder y
derrocó a las autoridades que regían – hasta entonces – a esa nación.
Interesante señalar que una de las primeras medidas que el grupo golpista
decidió fue la de ordenar bloquear Facebook, por temor a que – a través de
esta red – se organizaran protestas. Los propietarios de Facebook admitieron
que el acceso a ella estaba momentáneamente interrumpido en Myanmar. Un
par de días después, cerraron el acceso a Twitter e Instagram. El pasado
sábado, la junta militar que tomó el poder, decidió cerrar a escala nacional todo
el servicio de Internet buscando – de ese modo – que los defensores de la
democracia puedan comunicarse con facilidad y, a la vez, convocar a
manifestaciones y actos públicos.
Lo concreto es que, como señaló la agencia de noticias española EFE, “con el
burdo pretexto de impedir la divulgación de ´noticias falsas y garantizar la
estabilidad y el interés de la nación`, la junta militar Birmana apagó a escala
nacional Internet...” Para que quede bien en claro lo que significa esto: ningún
sistema que requiera de Internet permanece activo. No se pueden enviar
emails, escuchar una radio por la web o enviar un Whats App. La comunicación
queda limitada a la televisión abierta, las radios por aire y el teléfono de línea.
Un regreso abrupto a cuarenta años atrás.

Más allá de este dato de absoluta actualidad, en lo que hace a las


comunicaciones cibernéticas, nosotros, como usuarios, lo menos que debemos
hacer es… ¡estar atentos.!

Bill Gates alertó que la próxima pandemia

podría ser diez veces pero que la actual.

La nueva realidad: la salud redefinida

A continuación transcribimos el artículo que, con el título de “La nueva realidad:


la salud redefinida”, escrito por el Lic. Matías Martín (Psicólogo, M. M. 44.326,
Miembro de Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios) publicó en el
Suplemento Ciencia y Salud el diario LA PRENSA (Buenos Aires) en su edición
del 31 de enero pasado. Por entender que su lectura es de gran importancia
para tener un mejor cuadro de situación en relación a la pandemia, es que lo
ponemos, ahora, a disposición de nuestros lectores.

Escribe el Lic. Matías Martín:


En la primera entrega de esta caracterización de la nueva realidad, describimos
los abruptos cambios que impusieron las medidas tomadas y la justificación
que las acompañaba. En esta segunda parte, evaluamos cómo las
concepciones de salud conocidas fueron alteradas por completo, dando lugar a
un panorama donde lo que provee salud desaparece y donde se impone que
reine el miedo como disuasivo de cualquier acción contraria a las normas.

SALUD MENTAL, IRRELEVANTE

Las definiciones de salud establecidas vinculan hace tiempo la salud física a la


salud mental como un todo inseparable. Sin embargo, en este nuevo orden de
cosas, la salud mental no apareció considerada en ninguna parte. Fue tomada
como una categoría inferior a la salud física, que no tiene lugar para ser
considerada algo a cuidar. El disfrute, la alegría, el vincularse, la motivación, el
trabajo. las mismas ganas de vivir, antes pilares fundamentales del bienestar,
perdieron todo su valor. Esta idea aparece como fundamental en un contexto
donde todo lo que se está imponiendo es enormemente perjudicial para la
misma.
Como consecuencia del punto anterior, inevitablemente se desprende una
mirada que pone al cuerpo como un objeto que puede o no enfermar en
contacto con un virus. Por lo tanto y en contra del saber existente, nada de lo
que sucede mentalmente tiene efectos sobre la salud física. Quedan anulados,
por caso, todos los conocimientos que vinculan las emociones positivas con un
sistema inmunológico fortalecido, y las negativas como la angustia y el estrés
con el debilitamiento del mismo. Si esto no fuera así, se impondría una seria
discusión sobre el impacto y el beneficio de las medidas tomadas.

LO PATOLOGICO ES SANO

Limpiar obsesivamente es un síntoma de una patología que impide disfrutar la


vida, ya que el que todo sea impoluto se impone sobre cualquier disfrute. Y el
mundo se resiste a ser impoluto. Aquí, sin embargo, fue igualado a ser
responsable y cuidadoso con los demás. 
La fobia es una patología que limita enormemente la vida, ya que toda situación
que provoque temor debe ser evitada, quedando muchas veces poco que
puede hacerse sin sufrir una ansiedad insoportable. Desde 2020, sin embargo,
carecer de algún grado de esa sensación fue igualado a ser irresponsable,
inconsciente, falto de solidaridad, y negacionista. 

El aislamiento y la reclusión totales son, según los criterios conocidos, señales


inequívocas de un problema de salud mental. En estos tiempos, esto se volvió
sinónimo de salud, criterio, y hasta de heroísmo.

AUSENCIA DE UN VIRUS

Según el relato oficial, nada se puede hacer para fortalecerse para ser
protagonista de la propia salud. El fomento de la salud dejó de existir. No hay
como tener un cuerpo más saludable, un sistema inmunológico fortalecido. Si
bien se reconoce que existen grupos de riesgo, no se advierte la posibilidad de
entrar en estos por los hábitos impuestos o de salir de ellos con hábitos
saludables. Ni la alimentación sana ni el ejercicio cambian algo en cuanto al
riesgo. De la noche a la mañana una gran parte de lo que era saludable fue
quitado, prohibido, o limitado. Salir al aire libre, abrazarse, visitar a los seres
queridos, ir a estudiar, salir a bailar, salir a festejar algo, eran antes señales de
salud física y mental. Caracterizándolas como actividades potencialmente
mortales, no solo se negaron sus beneficios, sino que pasaron a ser
penalizadas. Se transmitió, una y otra vez, que la evitación de un patógeno es
la única acción posible.

MIEDO A LA MUERTE

La muerte ronda tras cada semáforo, tras cada dolor extraño que aparece en el
cuerpo, ante cada pérdida que se tiene en la vida. Es omnipresente y, sin
embargo, entendemos que no podemos pasar nuestra vida con miedo a ella.
Pero en esta nueva normalidad, los números de muertes que nunca se
observaban tomaron el escenario.
Y ya que el bienestar psicológico es intrascendente para la salud, hay vía libre
para aterrorizar. Más miedo son más precauciones tomadas. Para este fin, no
dieron descanso los conteos de muertes, contagios, presagios sombríos, un
virus pintado como incomprensible y siempre amenazador. Asimismo, cualquier
idea que intentaba reducir la preocupación fue tapada por cien anécdotas para
demostrar que nadie, en ningún momento, está a salvo.

Si bien la propia muerte es el miedo más fundamental, el miedo a la pérdida de


lo que se ama es en muchos casos aún peor. El dolor de no tener a quien se
ama es tan grande que puede llegar a superar al deseo de vivir. En este
escenario, no dejó de fomentarse el constante temor de que si no es por uno
mismo, al menos se debe tener miedo de que la muerte le llegue a nuestros
afectos, sobredimensionando para esto sus posibles vulnerabilidades.
Siguiendo con la cronología de los miedos, el siguiente es el miedo a ser la
causa de contagio y consiguiente muerte del otro. Si las anteriores no disuaden
de intentar cualquier actividad básica con cierta tranquilidad, la culpa de ser el
"causante" de la muerte del otro, aparece como otro poderoso eslabón del
terror, ya que cuando se habla de un elemento tan abstracto como la
transmisión de algo imperceptible, es imposible descartar por completo la
posibilidad de que esto ocurra.

El deseo, esa fuerza que impulsa a un ser humano hacia lo que quiere, no tuvo
lugar en el mundo propuesto. Sin deseo, la persona no tiene razones para
actuar. Y eso es mejor, ya que quien desea otro cuerpo, el contacto, quien
desea reír, cantar y bailar (fuera de la soledad de la casa) es egoísta, un
criminal desconsiderado con sus semejantes, y aquí no hay exageración
posible, ya que estas actividades se volvieron del dominio de lo ilegal.
El valor primordial que queda como corolario es la evitación de la muerte, y una
idea novedosa de cómo se cuida la salud propia y la de los demás que se hizo
ley.

No confundir el objeto de conocimiento

con el objeto real.


¿Todas las vidas tienen el mismo valor?

No es nuevo el interrogante del título. Durante una guerra no tiene el mismo


valor el soldado de infantería que un oficial de inteligencia. Y en tantas
ocasiones podrían hacerse referencias similares. Nos hace recordar a aquel
acertijo que planteaba “si Ud. va en un bote con cinco náufragos más, pero uno
sobra, si no se tira al agua a uno el bote – irremediablemente – se hundirá”… y
a continuación se mencionaba las características de cada una de esas cinco
personas. ¡Hay qué decidir! ¿De qué manera, con qué criterio hacerlo? ¿Es
posible hacerlo o resulta preferible que el bote se hunda y todos mueran
ahogados en el mar?

Finalmente todo conduce a un verso de esa canción de Rubén Blades que dice
“decisiones todo el día.” Es cierto. A los humanos – por nuestra capacidad de
pensamiento racional y contar con libre albedrío – no nos queda otra que tomar
decisiones. Aunque tantas veces sean desagradables. Quizás, por eso mismo,
corresponde analizar el tema antes de que el mismo se abalance de manera
inesperada.

Durante la cuarentena, en 2020, las autoridades helvéticas – por ejemplo – se


ocuparon rápido en aclarar que si faltaban respiradores la elección se haría por
las personas cronológicamente más jóvenes y aquellos que evidenciaran estar
más sanos. O sea, quienes más probabilidades – médicamente analizadas –
tuvieran de morir, sería a los que no se les prestaría ayuda. Se puede estar de
acuerdo o no. Pero hay momentos en que las decisiones deben tomarse.

Y eso, precisamente, fue de lo que se ocupó en hablar – en estos días –


durante un programa de la cadena inglesa de televisión BBC, Lord Sumption,
juez retirado de la Corte Suprema británica, quien hoy cuenta con 72 años de
edad cronológica. A lo que se refería el programa era a cómo tratar a los
enfermos en situaciones como esta pandemia.

Lo que Lord Sumption expresó ante las cámaras (no faltarán quienes digan que
se trata de algo típico de la “flema inglesa”) generó tantas controversias que
aún ahora se sigue debatiendo en las redes sociales.
El juez retirado fue concluyente:

“Todas las vidas no tienen el mismo valor. Cuánto más mayor eres, menos
valiosa es la tuya porque menos de ella te queda.”

Recordemos, mientras se reflexiona sobre esos dichos, que otros países, como
España – por ejemplo – elaboraron una guía ética en la que se recomendó dar
prioridad a aquellos con “mayor esperanza de vida con calidad.” Puede decirse
que es la misma afirmación del Lord, pero dicho en términos más delicados.

SOBRE LAS FINANZAS EN EL VATICANO DE HOY

Recomendamos la lectura de esta nota aparecida en el porteño diario CLARÍN:

https://www.clarin.com/agencias/ap-papa-francisco-reforma-autoridad-financiera-
vaticano_0_pbRZdMdbm.html

CORRESPONDENCIA RECIBIDA

A continuación, parte de los mensajes que hemos recibido a raíz de lo


publicado en números anteriores de INFORME RESERVADO. Como siempre
mantenemos el anonimato de los firmantes.

Excelente como siempre. A lo grande como Trump. Personaje histriónico si los


hay. De la conspiración ya lo hablamos. Todo puede ser o no. ¿Error humano
de laboratorio? También es factible. La tecnología y los centenarios una grata
sorpresa para todos.

Como siempre un placer leerles. Solo agregar, siento, que aun hay muchos
ciudadanos en este planeta  buscando lo trascendente, y aunque es probable 
se trate de la minoría, es tierra abonada. Solo basta tirar las semillas
adecuadas en el momento adecuado para que florezcan. 
 

Es verdad que no hay mejor lifting que la vida espiritual ... que rejuvenece. En
lo personal no me molesta mostrar las heridas de guerra que son muchas.
Porque de esta manera el otro, aprende que no todo pasa por una estética de
quirófano. Tarde o temprano terminamos aprendiendo de ese otro, que es tan
diferente. 

Excelente. Me quedo con Safouan (brillante), Huxley (impresionante) y Carrel


(único). Resto, cartón pintado. La Humanidad es otra. El Anti-Renacimiento
está ante nosotros.

 Tal vez en vez de hacer una autopsia de Maradona, deberíamos hacer una de
la sociedad, y ahora global.

Muy interesante como habitualmente lo es. Habrá más personas mayores y el


aborto facilita que nazcan menos. ¿Por qué se quejan si lo pidieron? Cuando
esas mujeres sean ancianas, ¿tendrán sentimientos de culpa o su estupidez
las hará mártires de una sociedad que no las comprendió?

Como siempre valioso análisis de la realidad que nos toca… Gracias!

Un informe valioso y  necesario en este  tiempo donde abundan  más 


preguntas que   respuestas.  Y agregaría también  urgente para quienes
estamos  dispuestos
a mirar más allá  de las apariencias, con una visión más amplia sobre los
acontecimientos. Metafóricamente sería no detenernos en la contemplación
del árbol, elevarnos en  conciencia  para observar todo  el bosque. ¡Un abrazo!

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