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Frederik Matthias Alexander nació en Tasmania, Australia, en 1869.

Fue un bebé prematuro y su esperanza de vida era de unas pocas semanas. Su infancia
transcurrió entre enfermedades: padecía de asma y otras dificultades respiratorias. Aunque
empezó a estudiar en la escuela, pronto tuvo que dejarla (debido a su pobre salud) y recibir
educación privada del profesor del pueblo, por las tardes. Esto le permitió tener mucho tiempo
libre durante el día y pasarlo con su padre, cuando su salud se lo permitía, ayudándole y
aprendiendo a tratar con los caballos del negocio familiar.

Gradualmente, se convirtió en un experto en el adiestramiento ecuestre, desarrollando una


sensibilidad especial en el tacto y una afinada observación que más adelante será esencial en
el desarrollo de su técnica.

Un rasgo de su personalidad, que nos ayuda a entender el descubrimiento de su técnica, es


que no estaba dispuesto a aceptar ninguna explicación que se le diera, a menos que se le
explicase satisfactoriamente. Él mismo le dijo un día a Walter Carrington que “nunca había
entendido cómo era posible creerse nada sin antes experimentarlo”.

Cuando cumplió los 20 años, había ahorrado suficiente dinero para viajar a Melbourne y
emprender un nuevo camino en el mundo del teatro. Se formará como actor y pronto se
especializará en hacer recitales de Shakespeare: una de sus grandes pasiones desde niño.

En seguida, se estableció como un actor con muy buena reputación. Y empezaba a ser
reconocido por sus admirables cualidades como “recitador”, cuando sufre repetidamente de
afonía en escena, hasta que un día se quedó totalmente sin voz en medio de un recital
importante.

Incapacitado para continuar su carrera, después de visitar varios médicos en busca de un


remedio, y cansado de no encontrar ninguna ayuda eficaz para solucionar su problema…
decide embarcarse en un proceso de auto exploración que le permita descubrir el porqué de
sus problemas de voz. Algo tiene claro: “debe de ser algo que hago cuando recito lo que me
produce la afonía, ya que no pierdo la voz cuando hablo normalmente”. Más tarde, se da
cuenta de que el problema no es de las cuerdas vocales, sino de la manera en que usa su
cuerpo en escena y, en menor grado, también en su vida diaria.

Después de un largo proceso de auto observación y exploración (ayudándose de varios


espejos), descubre la importancia vital de la relación entre el cuello, la cabeza y la espalda. A
esta relación, posteriormente, la llamará CONTROL PRIMARIO. También descubre, después de
“hacer” muchos experimentos, que lo más importante y lo que más le cuesta es “dejar de
hacer”: PARAR. Se da cuenta de que no puede cambiar nada hasta que no pare su reacción
habitual. Así descubre la INHIBICIÓN: decir NO al estímulo para organizar el cuerpo y conseguir
una buena relación entre el cuello, la cabeza y la espalda (Control Primario) antes de la acción.

Cuando vuelve a escena una vez recuperado, después de muchos años, sus compañeros de
trabajo y algunos médicos se interesan por su técnica y le animan a enseñarla. Empezará
entonces su carrera como profesor de la Técnica a la que dio su nombre.

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Posteriormente, Alexander hizo uso de sus manos para transmitir con más precisión y claridad
lo que explicaba con sus palabras. De esta manera, podía enseñarla individualmente, teniendo
en cuenta el uso de cada persona y logrando así un mayor entendimiento, no solo mental pero
también físico, de cada uno de sus alumnos.

Vivirá intermitentemente entre Londres y Nueva York, donde se dedicará a enseñar y a


divulgar su Técnica. Es en Londres, en 1931, cuando funda la primera escuela para enseñar su
método, de donde saldrán los primeros profesores de la Técnica Alexander.

Su vida seguirá siempre ligada al “dejar de hacer para comenzar a hacer de otra forma”. A los
75 años sufre una parálisis cerebral, que deja la mitad de su cuerpo inutilizado. Aunque los
médicos ven difícil su recuperación, a los pocos meses Alexander ya estaba trabajando otra
vez. Se recuperará gracias a haber dedicado toda su vida a desarrollar una técnica que le
permitiera tener control sobre sí mismo.

Muere en Londres a los 86 años. Siguió dando clases de Técnica Alexander hasta dos
semanas antes de morir.

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