EI virus de la viruela aviar (WA) es el prototipo del género Avipoxvirus de la
familia Poxviridae y presenta un ADN de doble cadena que se replica en el cito- plasma de las células infectadas. Tiene Ia característica de ser hospedero específico para especies aviares además de la capacidad de aceptar fragmentos foráneos de ADN debido a su gran talla genómica, a través de una recombinación homóloga, Io que posibilita Ia obtención de vacunas multivalentes para aves y otras especies. Recibe su nombre del término en latín que significa “moteado”, haciendo referencia a los bultos y pústulas que aparecen en el rostro y cuerpo de los afectados. Históricamente el virus ha matado al 30% de las personas que lo han contraído. Los que han sobrevivido a menudo quedaban ciegos, estériles, y con profundas cicatrices, o marcas de viruela, en la piel. El último caso de contagio natural se diagnosticó en octubre de 1977 y en 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó la erradicación de la enfermedad en todo el planeta, se transfería por contacto directo con los infectados o a través de fluidos corporales, también a través de objetos contaminados como las camas, y la enfermedad tenía dos variantes. La Viruelamayor, que era la más común y la más severa y letal. Y la Viruelamenor, que causaba una enfermedad menos agresiva, que era mortal en menos del 1 por ciento de los casos. Las otras formas, menos habituales, eran: la hemorrágica y la maligna. Ambas causaban irremisiblemente la muerte. Los síntomas iniciales incluían cuadros de fiebre y vómitos, seguidos en días posteriores de la formación de llagas en la boca y erupciones cutáneas. Al cabo de unos días, las erupciones cutáneas se convertían en protuberancias cargadas de denso líquido con un característico hundimiento en el centro. Con la evolución de la enfermedad, las protuberancias se convertían en pústulas y después en costras, las cuales se caían y dejaban las características cicatrices en la piel. Se desconoce el origen de la viruela, pero existen evidencias de su existencia en una época muy temprana, pues se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. C. La enfermedad se propagó a lo largo de la historia a través de brotes periódicos: en la Europa del siglo XVIII se estima que unas 400.000 personas morían cada año por viruela y un tercio de los supervivientes desarrollaba ceguera. Se estima que solo en el siglo XX, la viruela mató hasta 300 millones de personas y a 500 millones en sus últimos 100 años de existencia. En 1967, apenas una década antes de su último registro, se registraron 15 millones de casos. Parece ser que en China alrededor del siglo XVI se comenzó una forma primitiva de inoculación de la viruela para mitigar sus efectos. Europa adoptó esta práctica hacia la primera mitad del siglo XVIII, pero no fue hasta 1796 cuando se creó la primera vacuna moderna contra la viruela, gracias a Edward Jenner. En 1958, la Unión Soviética propuso a la OMS una campaña mundial para erradicar la enfermedad y desde 1967 se intensificaron los esfuerzos para eliminar la viruela con campañas masivas de vacunación, hasta certificar oficialmente su final en 1980. Se considera a la viruela una de las dos únicas enfermedades infecciosas que el ser humano ha logrado erradicar, junto a la peste bovina, erradicada oficialmente en 2011.