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1/10/2019 Los intelectuales públicos y el Frente Sandinista en Nicaragua: presencia, desencuentros y actualidad (1990-2012)

Cahiers des Amériques


latines
74 | 2013 :
L'autre continent du football
Études

Los intelectuales públicos y el


Frente Sandinista en Nicaragua:
presencia, desencuentros y
actualidad (1990-2012)
H C F A C
p. 139-159

Résumés
Español Français English
El trabajo refleja los hallazgos de una investigacion en curso, en la que se caracteriza el campo
intelectual sandinista a partir de 1990, considerando las posturas ideologicas y la naturaleza de los
lazos sostenidos por algunos intelectuales relevantes con el FSLN. Se explora el rol historico de los
intelectuales dentro del partido y sus diferencias en torno al debate democratico durante el actual
Gobierno del FSLN.

L’article traite d’une recherche en cours, dont le but est de décrire les intellectuels sandinistes à
partir de 1990, en considérant les positions idéologiques et la nature des liens entretenus par
certains éminents intellectuels et le FSLN. Le rôle historique des intellectuels est explore à l’intérieur
du parti ainsi que les différences autour du débat démocratique durant l’actuel gouvernement du
FSLN.

This work shows the findings of a work in progress that characterizes Sandinista intellectuals since
1990; based both on their ideological positions and the nature of their ties with the FSLN. The
authors explore the historical role of intellectuals within the party and their differences on the
democratic debate during the current FSLN administration.

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Entrées d’index
Mots-clés : intellectuels, sandinisme, FSLN
Keywords : intellectuals, sandinism, FSLN
Palabras claves : intelectuales, sandinismo, FSLN
Index géographique : Nicaragua

Texte intégral

Introducción
1 Los intelectuales han representado uno de los rostros más visibles del sandinismo,
dentro y fuera de Nicaragua. Ocupando diversas posiciones, recabaron apoyo nacional e
internacional para la causa sandinista, en favor de la lucha armada contra la dictadura y
para la construcción de una nueva sociedad inspirados en la teología de la liberación, el
marxismo-leninismo y el antimperialismo. La derrota electoral sufrida por el FSLN
en 1990 y la desintegración del bloque socialista dieron paso a una serie de debates dentro
del partido: mientras los renovadores apostaban por la moderación ideológica y el énfasis
en la democracia formal; los revolucionarios querían mantener el rumbo ideológico de los
ochenta, priorizando la noción de democracia social1. La incapacidad para reconciliar
ambas posiciones en el seno del partido suscitó la salida de muchos intelectuales del
FSLN; permaneciendo ambas en la oposición hasta enero del 2006, cuando el Frente
retornó al poder. Para entonces, los intelectuales disidentes se mantuvieron firmes en sus
diferencias con Daniel Ortega y sus partidarios.
2 Este trabajo refleja los hallazgos de una investigación en curso, en el que caracterizamos
el campo intelectual sandinista a partir de 1990, considerando las posturas ideológicas y la
naturaleza de los lazos sostenidos por algunos intelectuales relevantes con el FSLN.
Exploramos también el rol histórico de los intelectuales dentro del partido y sus
diferencias en torno al debate democrático, arrojando luces sobre la pugna entre
intelectuales de matriz sandinista durante el tercer Gobierno del FSLN2.

Precisando conceptos
3 No existe una definición universalmente aceptada de intelectual, lo que frecuentemente
conlleva al uso impreciso del término, en discursos cargados de sesgo normativo y
autorreferente. Para Karl Mannheim el intelectual es un productor de ideas, objetivamente
separado de las clases en pugna en el seno de una sociedad. Michael Lowy los define como
creadores de productos ideológico culturales, diferenciables de los meros administradores
y difusores de bienes culturales. Antonio Gramsci enfatiza, con través de la categoría de
intelectual orgánico, un rol revolucionario expresado a partir de la vinculación del
intelectual – en su condición de especialista y actor político con una formación política (el
partido) desde donde operar –mediante una síntesis de teoría y praxis en pro de la
reforma intelectual y moral de la sociedad.
4 En este texto, definiremos a la intelectualidad como el segmento poblacional que
engloba aquellos creadores de sentidos, capaces de registrar, reformular y difundir los
conocimientos más avanzados del arte y las ciencias, que elaboran y transmiten ideas que
trascienden el conocimiento especializado; para permitir una(s) determinada(s)
cosmovisiones estructuradas a partir de un conjunto articulado de significados que
permiten la comunicación y fijan los parámetros del debate cívico dentro de la esfera
pública3. Son actores que socializan la producción de saberes y valores a través de

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disimiles estructuras y redes sociales y comunicativa, que habilitan el intercambio y


recepción de cara a la opinión pública y en el seno de colectividades diversas [Illades,
2012]. Poseyendo una íntima relación con ciertos conocimientos y valores asumidos por la
sociedad trascendentes y relevantes (justicia, libertad, verdad, razón) para su constitución
y desarrollo.
5 Existen diferentes tradiciones en el estudio de los intelectuales: una, relacionada con la
cultura, comprende al intelectual en tanto letrado y artista y enfatiza elementos tales como
la escolaridad y la ocupación; otra, vinculada al poder, atiende al intelectual en tanto
productor ideológico, experto y, en ocasiones, actor político. Bobbio [1998] reconoce la
posibilidad de abordar el estudio de los intelectuales con un carácter eminentemente
descriptivo – para responder cual es su lugar en la sociedad y que tipologías describen al
gremio – y desde un punto de vista funcional, prestado atención a problemáticas como el
nexo del intelectual con la cultura y la política. Los intelectuales han sido objeto de un
análisis de tipo sociológico – que los aborda en tanto grupo social y en su relación con
otros grupos y clases sociales –, histórico – centrado en su evolución e incidencia en un
país y sociedad determinados –4 o, en ocasiones, con una mirada hibrida. En este articulo,
si bien hacemos hincapié en la segunda alternativa (histórica) al recorrer la trayectoria y
posicionamientos de ciertos intelectuales en relación con un contexto histórico y
movimiento político concretos, no dejamos de atender a la dimensión sociológica, tanto en
la asunción de una noción – ciertamente amplia – de intelectual, como al mencionar,
puntualmente, sus vínculos con otras identidades colectivas (pueblo, nación) en el
contexto nicaragüense.
6 En su relación con la política, la intelectualidad opera a partir de lo que Bobbio ha
denominado una autonomía relativa de la cultura, entendida esta última en un sentido
amplio como una esfera de producción de símbolos, conocimientos e ideologías,
irreductible a la esfera de lo político institucionalizado. A partir de este nexo, estrecho y
conflictivo, los intelectuales establecerían varios tipos de vínculos con el fenómeno del
poder: lo detentarían de forma directa como gobernantes, influirían sobre este como
consejeros, lo legitimarían como ideólogos, lo confrontarían – como intelectuales
públicos5, disidentes, revolucionarios6 – o se abstraerían explícitamente de tomar partido
en relación con este. En realidad – como veremos a lo largo de este texto – los
intelectuales – en tanto individuos o grupos – se enfrentan entre sí, en atención a los
valores y proyectos de sociedad que defienden y proyectan, a la vez que construyen
relaciones complejas y conflictivas con los políticos profesionales.
7 En las naciones definidas como “periféricas” la incidencia intelectual adquiere,
frecuentemente, roles relevantes enmarcados, paradójicamente, en condiciones difíciles
para su realización. Allí donde las promesas de la Modernidad (desarrollo económico,
libertad política, justicia social) se han visto postergadas por las desigualdades internas, la
existencia de oligarquías atrasadas y sujetas a poderes foráneos o la debilidad del estado
nación, los intelectuales han fungido, en numerosos casos, como sustitutos – en alianza
con campesinos, estudiantes y sectores semiproletarizados – de las clases clásicamente
revolucionarias (burguesía, proletariado) de la etapa capitalista. Y, también con
frecuencia, los intelectuales han sido vistos con recelo o sorna tanto por las masas pobres
como por las elites tradicionales, al apelar a ideales y valores de la Modernidad cuya
concreción parece exótica en dichos contextos.

Los antecedentes: la etapa revolucionaria


8 Nicaragua es, aún hoy, una nación joven, poblada por una sociedad subdesarrollada y
con arraigo rural; en cuyo seno el limitado desarrollo cultural, político e ideológico, los
déficits educativos y el peso de lo mágico-religioso constituyen elementos centrales y
constantes en el panorama cultural y social7. Este entorno confinó a la intelectualidad
nicaragüense a ser un grupo social de existencia precaria, concentrado en pocos núcleos
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urbanos y con limitada capacidad para proyectar su discurso gremial e incidir en los
asuntos públicos. Pese a ello, la existencia de ciertas tradiciones y antagonismos
ideológicos (liberales versus conservadores) unidos a la presencia de problemáticas
irresueltas – como el desarrollo, la soberanía nacional y la búsqueda de la democracia –
fueron abordados por figuras y tribunas – como el intelectual José Coronel Urtecho y el
diario La Prensa – que confrontaron los déficits culturales y políticos de la nación
centroamericana [Baltodano, 2008].
9 En semejante contexto, la religión ocupa un importante lugar en la vida social, por lo
que la figura del sacerdote – como la del maestro – deviene central en la vida de las
comunidades, haciendo posible que ciertos curas formen parte destacada del campo
intelectual nicaragüense. Pero no solo por esa situación socioeconómica particular, sino
porque en ese contexto nacional muchos se convirtieron en articuladores de discurso
político, tempranamente en la denuncia frente al somocismo y, con posterioridad,
convocando desde la Teología de la Liberación a la reflexión y acción progresista que
superaba la matriz conservadora de la Iglesia Católica. Así, la consigna de “entre
cristianismo y revolución no existe contradicción” era un llamado, una exhortación a la
acción participativa para traer un cambio que conjugaba lo político con lo religioso8.
10 Si bien desde la década del 60 la incidencia del FSLN en la vida nacional estuvo ligada a
la labor organizativa e intelectual de figuras provenientes del marxismo – como Carlos
Fonseca Amador y Tomás Borge – el mayor flujo de intelectuales hacia el FSLN se dio en
1978 con el Grupo de los Doce9, conjunto de personalidades nicaragüenses que firmaron
un manifiesto declarando que la solución a la crisis nacional pasaba por el papel clave del
FSLN. Entre los firmantes, además de terratenientes, profesionales y comerciantes de
renombre, se encuentran personajes como Sergio Ramírez (escritor), Miguel d’Escoto
(sacerdote), Carlos Tünnermann (académico) y Fernando Cardenal (sacerdote) que a
través de sus escritos y discursos se convirtieron, junto a periodistas liberales como Pedro
Joaquín Chamorro, en articuladores del disenso y opinión públicos antisomocistas. En
este primer tiempo, la unidad de los intelectuales en torno al proyecto sandinista tuvo un
eje fundamental: la oposición a la dictadura de Somoza. Ante la brutalidad de la represión,
poco era el espacio para debatir respecto a preferencias ideológicas; la prioridad era salvar
la vida propia y derrocar la dictadura10.
11 La conquista absoluta del poder por parte del FSLN abrió las puertas a la posibilidad de
implementar una transformación social radical11. En ése contexto surgieron novedosos
proyectos artísticos, sociales y educativos que tenían como finalidad la construcción del
hombre nuevo [Cruz-Feliciano, 2012] y una sociedad regida por valores de orden
socialista, con la participación protagónica de connotados intelectuales antisomocistas:
Sergio Ramírez como miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional,
Ernesto Cardenal como Ministro de Cultura, Fernando Cardenal como director de la
Cruzada Nacional de Alfabetización, Miguel d’Escoto como Canciller de la República y
Carlos Tünnermann como Ministro de Educación. Otros intelectuales, sin ocupar altos
cargos de gobierno, desempeñaron posiciones de influencia y confianza que les conferían
el status necesario para ser considerados “voces autorizadas” de la Revolución, como la
escritora Gioconda Belli y los sociólogos Oscar René Vargas y Sofía Montenegro12.
12 El nombramiento de intelectuales a posiciones clave de gobierno dio paso a la
implementación de una política cultural13 desde el estado que abarcó desde lo religioso
hasta lo educativo y lo estético14. Adoptando la consigna de “entre cristianismo y
revolución no existe contradicción”, el gobierno asumió la teología de la liberación como
propia, promoviendo una visión de lo ético-religioso aunada a un compromiso político y
que trascendió a la clase media alta que por mucho tiempo la difundió [López Vigil, 2013]
15. A la par de ése imaginario, se impulsaron proyectos como la Cruzada Nacional de

Alfabetización y los talleres populares de poesía y pintura; iniciativas que la vanguardia y


los altos cuadros consideraban apropiados para la consolidación de su proyecto político16.
Los espacios de difusión intelectual en la Nicaragua revolucionaria fueron, como hoy, muy
limitados, aunque el matrimonio intelectuales-estado y las políticas estatales buscaron

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expandirlos17. El estado lanzó los estudios de grabación ENIGRAC y la editorial Nueva


Nicaragua (ideada por Sergio Ramírez). También dió apoyo a la Revista Envío y al
Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) e impulsaba la visita de
intelectuales como Kiva Maidanik (URSS) y Marta Harnecker (Chile), invitados como
profesores para la Escuela de Cuadros del FSLN. Otros espacios de difusión eran la Revista
Cultural Ventana, de la cual Gioconda Belli era redactora y el suplemento Gente de
Barricada, dirigido por Sofía Montenegro.
13 Al principio no hubo mayor resistencia a los dictados oficialistas entre los intelectuales,
porque era “extraño encontrar en los años ochenta un escritor, un novelista, un poeta que
no haya estado identificado con el Frente Sandinista.” [Fonseca Terán, 2012]. Era un
momento en que los conceptos de democracia, derechos humanos y desarrollo estaban
virtualmente ausentes del imaginario, y en su lugar se privilegiaban la liberación de la
dictadura y la construcción de un mundo nuevo; lo que hizo que los intelectuales “se
casaran” muy pronto con el proyecto político, el cual tenía limitaciones autoritarias y
vanguardistas [López Vigil, 2013]. Sin embargo, ello no anuló la emergencia de disensos
más o menos públicos sobre el rol de la “cultura en Revolución”: ante la crítica del
Ministerio contra quienes se apartaban de la línea gubernamental, alzó su voz la escritora
Gioconda Belli, para calificar aquellas afirmaciones de peligrosas por sugerir una censura
de facto.18 Las declaraciones de algunos miembros de la Dirección Nacional, que
entendían que la producción cultural debía estar supeditada a los intereses de clase y de
partido, también provocaron recelo en algunos intelectuales, que “empezaron a sentir que
sus vocaciones literarias eran vistas como un lujo inútil” [Wellinga, 1992]19.
14 La ebullición de las tensiones socioeconómicas y políticas exacerbadas por la guerra
intensificaron la crítica intelectual en la segunda mitad de los ochenta, alrededor de temas
que abarcan –entre otros- el rol de las mujeres en el proceso revolucionario, la autonomía
indígena y la política agraria. Esta crítica, sin embargo, se concibió como un crítica “dentro
del proceso”, interna y velada en la mayoría de los casos, dando cuenta de una cierta auto-
censura entre los intelectuales afines al FSLN. Al respecto, López Vigil [2013] observa que
“[…]en los dos espacios donde yo trabajé en los años ochenta sí tratamos de ser críticos
pero hubo más apoyo que crítica, por la guerra y también porque todos compramos la idea
de que siendo muy críticos le hacíamos un favor a quienes estaban haciéndole la guerra a
Nicaragua.”
15 Dentro de esas incipientes disidencias, de limitada proyección pública, una de las más
notables se dio desde el movimiento de mujeres, impulsadas por varias intelectuales y
dirigentes sandinistas que comenzaron a reflexionar sobre la problemática y el
pensamiento feministas y su lugar dentro del proceso revolucionario. Denunciando el rol
(supuestamente) atribuido a éstas por Daniel Ortega como reproductoras (madres de
combatientes) y promoviendo los cabildos abiertos para discutir la inclusión de la no
discriminación por sexo y género en la nueva Constitución [1987]. A raíz de ello, dice Sofía
Montenegro [2013]: “[…] nos llegaron a vigilar con la Seguridad del Estado porque éramos
un grupo de mujeres que se reunía a discutir sobre el rumbo que llevaban las cosas, el tipo
de organizaciones y de sociedad que se estaba haciendo.” En el marco de estas iniciativas,
se abrió el suplemento con enfoque feminista Gente en el periódico oficial Barricada y se
impulsó la Cátedra de Estudios de Género y Comunicación en la Universidad
Centroamericana (UCA) [Montenegro, 2013].
16 Ciertas instituciones, proyectos y grupos intelectuales (Instituto de Historia de
Nicaragua y Centroamérica, Revista Envío, Coordinadora Regional de Investigaciones
Económico Sociales –que entonces estaba en Nicaragua) aunque simpatizantes del
sandinismo y constreñidas por el protagonismo estatal y las condiciones de guerra civil,
también ejercían “crítica constructiva” hacia el gobierno, desde perspectivas que reunían
visiones cercanas al cristianismo progresista, el pensamiento económico latinoamericano
(desarrollismo cepalino, el dependentismo), diversas interpretaciones del marxismo, etc.
Estas instancias cumplían diversas funciones: por un lado colaboraban en la
implementación de decisiones del estado (formación de cuadros, planeación

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socioeconómica, campañas culturales) al tiempo que daban cobijo a críticas que no


encontraban espacio en publicaciones ligadas al aparato de instrucción, información y
propaganda masivos del partido, como Barricada.
17 Así, la gradual separación entre los intelectuales revolucionarios y el FSLN no comienza,
como algunos supondrán, con la derrota electoral del 90: empieza más bien con el proceso
de “compactación”, que incorporó recetas de austeridad fiscal a fines de los ochenta,
afectando a las bases del Frente; así como con en el énfasis en lo electoral y la
burocratización de la organización partidaria que relega el impulso a los procesos de
autogestión y participación popular organizaciones de masas. Finalmente, la derrota
electoral del FSLN y la reforma estatal de los 90 forzó o facilitó (según sea el caso) el
incentivo final a ciertos intelectuales para salir del esquema ideológico-político dentro del
cual habían venido operando, al irrumpir nuevas vertientes de pensamiento, expandirse la
sociedad civil autónoma y aumentar el debate político dentro y fuera del Frente.

La derrota electoral y la división del


sandinismo
18 La derrota electoral del FSLN en 1990 marcó el fin de un ciclo, y el comienzo de una
grave crisis dentro del hasta entonces partido de gobierno, agravada por la caída del
bloque socialista y el fin del socialismo real como paradigma [Díaz Lacayo, 2012]. Cundió
la frustración, el pesimismo y la convicción de que los referentes tradicionales de la
izquierda revolucionaria habían fracasado20, quedando sólo la alternativa de abrazar
fórmulas afines al modelo democrático occidental y a la economía de mercado. Tales
elementos sentarían las bases de la división entre los que más adelante se
autodenominarían como “renovadores” y “revolucionarios”.
19 En julio de 1991 se celebró el Primer Congreso del FSLN, con el objetivo de definir
estatutariamente su estructura interna y solucionar aquellos problemas organizacionales
que tributaron a la derrota electoral [Equipo Envío, 1990]. El Congreso fue
cuidadosamente controlado por la Dirección Nacional, que priorizó la unidad política y el
control sobre el partido ante cualquier intento de cambio u renovación [Santiuste Cué,
2001] por lo que surgieron dos facciones: los renovadores y los principistas. El primer
grupo consistía principalmente de miembros “que ocupaban cargos institucionales (sobre
todo en la Asamblea Nacional) y que apoyaban una estrategia de diálogo con las demás
fuerzas políticas”. El segundo estaba mayormente compuesto por “las bases sindicales y el
aparato del partido” a la vez que se inclinaba hacia un tipo de oposición beligerante frente
al gobierno de la UNO [Martí i Puig 2009]21.
20 En mayo de 1994, el Congreso Extraordinario del FSLN se convirtió en el primer espacio
formal para confrontar ambas visiones. Los principistas se impusieron y Ortega se alzó
con la Secretaría General del FSLN, aunque ello no significó una ruptura total dentro del
partido: algunos intelectuales renovadores – como Ernesto Cardenal y Gioconda Belli –
salieron del Frente después del Congreso, pero otros conservaron su militancia y
contribuyeron a mantener las diferencias en el liderato22. Belli refiere que: “[v]eíamos la
necesidad de que se democratizaran las estructuras, de que se produjera un recambio de
liderazgo porque considerábamos que el de la época estaba agotado y que se asumieran
responsabilidades, como una autocrítica seria del partido. Nada de eso se dio […] Se decía
que el fracaso no había sido por él, ni por el Frente, sino por la guerra, o sea, una actitud
de no aceptar ciertas realidades [Belli, 2002].
21 La división formal del FSLN se produce después del Congreso, cuando Ramírez, jefe de
la bancada sandinista en la Asamblea Nacional, propone una serie de reformas
constitucionales a las que Ortega se oponía23. A causa de ello fue destituido de su puesto
en la Dirección Nacional, renunciando poco después a su membresía en el partido tras una
serie de ataques personales en la sandinista Radio Ya [Martí i Puig 2009, p. 42-43].

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Entonces renunciaron al FSLN otros miembros de su Dirección Nacional, como Dora


María Téllez, Mirna Cunningham y Luis Carrión, amplificando la salida de intelectuales
del FSLN y el sentimiento anti-intelectual dentro del partido24. Al respecto, dice María
López Vigil: “[r]ecuerdo, como anécdota, que cuando el MRS nace, separándose del FSLN,
como al MRS se fue una mayoría de intelectuales, la palabra “intelectual” se convirtió casi
en un insulto en boca de quienes siguieron fieles al FSLN. Recuerdo, por ejemplo, una
charla que di en León para explicar la coyuntura de fractura del Frente. Fui rechazada en
todo lo que expliqué y criticada como “intelectual”. Esa palabra fue en esos momentos
equivalente a “rico” o a alguien “alejado de los pobres” [López Vigil, 2012].”
22 La imagen del FSLN comienza a sufrir a partir de entonces una transmutación en la
opinión pública internacional, toda vez que los intelectuales disidentes mantuvieron sus
credenciales como exponentes del sandinismo “auténtico”, a contrapelo del partido
secuestrado por Ortega y sus seguidores. Para Díaz Lacayo, el impacto que tuvo dicho
proceso en la imagen del FSLN fue “demoledor”: “[…] porque los que nos quedamos
aparecíamos como un grupúsculo: anacrónicos, que nos quedamos arriba de los palos […]
Y por supuesto costó el apoyo de los intelectuales de AL y del mundo […] El problema es
que a nosotros nos consideran vieja tendencia, que fue lo que vendieron los intelectuales
que nos abandonaron. […] ¡Arcaicos! ¡Obsoletos! ¡Se quedaron en el marxismo-leninismo!
Ya no digamos en el marxismo-leninismo […] ¡en Stalin! Lo cual es mentira, pues, pero es
lo que dicen ellos [Díaz Lacayo, 2012]”25.
23 En el 2005 el FSLN sufrió una nueva salida de líderes e ideólogos. Ante la negativa de la
dirección a celebrar primarias para escoger el candidato presidencial del partido, el
aspirante y ex alcalde sandinista de Managua Herty Lewites, fundó el Movimiento por el
Rescate del Sandinismo abandonando el FSLN junto a los comandantes Henry Ruiz y
Mónica Baltodano26 y al ex vice canciller Víctor Hugo Tinoco. A partir de entonces, las
diversas estrategias y trayectorias individuales (y grupales) fueron ensanchando las
diferencias y distancias entre quienes permanecieron dentro del Frente y aquellos que, por
elección o purga, salieron de la organización. Los que se mantuvieron dentro – con
excepciones como las del sociólogo Orlando Nuñez, que combinó el estudio de políticas
públicas y la gestión de ONGs – asistieron a cierto decrecimiento de su capital cultural y
relacional a nivel transnacional, y a un desarrollo más restringido de sus carreras
intelectuales.
24 Por su parte, en algunos de los críticos (como Dora María Téllez) se produjo una
articulación virtuosa entre capital político y capital intelectual, donde los factores
identificables con el primero (redes y ascendientes políticos, prestigio y liderazgo
personales) potenciaron su inserción en redes académicas regionales – vinculadas a
FLACSO, por ejemplo – así como su desempeño como historiadora y analista política de
las problemáticas centroamericanos y, más específicamente, nicaragüenses. Tras la
ruptura, en la intelectualidad sandinista – tanto disidente como la que continúa vinculada
al Frente – nadie supera la visibilidad de Cardenal, Belli o Ramírez27 quienes constituyen
aún, para la opinión pública y circuitos intelectuales internacionales, la vanguardia del
intelectualismo nicaragüense28. Su resonancia internacional ha servido para proyectar a
otros sandinistas disidentes – con una formación tan o más sofisticada que los primeros,
pero con una visibilidad más acotada a ciertos ambientes académicos y políticos –, por su
labor de activismo desde los medios, Carlos Fernando Chamorro; en la reflexión
académica y la militancia feminista Sofía Montenegro y en la organización de resistencia
partidaria Dora María Téllez29.

La nueva era “sandinista”


25 En noviembre del 2006, después de haber estado 16 años en la oposición, vuelve al
poder el FSLN con Ortega a su cabeza. Para los disidentes el FSLN existe una desconexión
con el proyecto original, para los militantes actuales permanece una adhesión a los ideales
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revolucionarios, adecuados exitosamente a los nuevos tiempos. Para Dora María Téllez, el
FSLN en el poder: “tiene – para decirlo en términos más de Lenin – un discurso
“revolucionarista” que pareciera que es revolucionario, pero no es revolucionario30. Es
simplemente un discurso vacuo que tiende a dar la impresión de que hay una esencia
revolucionaria que no existe […] Entonces, vos no podés situar el discurso de este gobierno
en una ideología. Puedes situar el discurso de este gobierno en un modelo político: el del
orteguismo [Téllez, 2010].” Este testimonio revela como el término revolucionario sigue
siendo campo de disputa y legitimación en intelectuales y políticos sandinistas; para
algunos (críticos) les permite establecer una línea demarcatoria entre lo sucedido en la
etapa insurreccional y posterior al triunfo – incluyendo como tal al movimiento guerrillero
y el gobierno establecido entre 1979 y 1990 – y lo acaecido con posterioridad a la pérdida
del poder (1990) y la fragmentación del FSLN. Para el “sandinismo” hoy en el poder,
nucleado alrededor de Ortega y sus aliados, el énfasis en la “continuidad de la Revolución”
se orienta a dar legitimidad a las agendas y posiciones políticas del gobierno, tanto a nivel
doméstico como internacional, aprovechando los sentimientos de añoranza, pertenencia,
admiración y nostalgia que la épica revolucionaria tuvo para buena parte de la población
pobre nicaragüense, víctima de las políticas neoliberales desarrolladas, con todo rigor, a
partir de los años 90.
26 Miguel d’Escoto, por otro lado, propone que lo que ha hecho el FSLN no es más que
adecuarse a la altura de los tiempos para “seguir luchando por los mismos valores y
principios en una sociedad que, por haber cambiado, puede requerir de nuevos enfoques
y/o métodos de lucha” [d´Escoto, 2009, p. 309]. En ésa misma línea, y defendiendo el
liderato de Ortega por sus capacidades y fidelidad al FSLN, sostiene que: “[s]e ha
avanzado mucho, pero tenemos que avanzar más. Rechacemos las desafortunadas e
interesadas afirmaciones de uno que otro sandinista con respecto a Daniel. Ojalá que estos
compañeros reflexionen. En todo caso no dudemos de que Daniel es, por lejos, la persona
en quien más confía el millón de sandinistas que están claros de que él ha sido el más
firme defensor de los ideales políticos del FSLN [d´Escoto 2009, p. 328].”
27 La figura de Ortega y su papel protagónico dentro del partido, constituyen factores
determinantes en la división de los intelectuales sandinistas. La defensa que hacen
algunos de su rol como representante y “salvador” del sandinismo y el rechazo a lo que
otros tildan de “caudillismo autoritario”, abona a la dificultad de sentar las bases comunes
para un diálogo. Existen, sin embargo, otros elementos que tienen que ver con
concepciones sobre el ejercicio del poder y con personalidades: un caso revelador el de la
esposa de Ortega y dirigente partidista y gubernamental, Rosario Murillo.
28 Antes de ser la compañera de Ortega, Murillo fue secretaria personal del editor del
periódico La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro e integrante del grupo de arte Gradas, que
tuvo un rol importante en la denuncia del régimen somocista. Al triunfo de la Revolución,
se convierte en dirigente de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura
(ASTC), y desde entonces comienza la rivalidad con algunos de los intelectuales del
partido31. Cuando el FSLN pasó a la oposición, Murillo se convirtió en la principal asesora
de Ortega y en su jefe de campaña: se le atribuye no sólo el cambio de imagen de su
marido, sino también del partido, además de haber cerrado el círculo de poder alrededor
de Ortega, consolidando el modelo que los opositores tildan de orteguismo [Ríos, 2007].
Como Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, instancia a la que
responden todos los ministros de gobierno, Murillo detenta en la práctica el 50% del poder
presidencial. Murillo es también artífice del enfoque en paridad de género en las políticas
públicas y la principal interlocutora del gobierno con varios sectores sociales. Todo esto
lleva a que sea considerada por algunos como la principal ideóloga del gobierno sandinista
, para lo cual aprovecha su historia y formación como escritora y gestora cultural –
[Baltodano, 2012], y la que más responsabilidad lleva en el diseño de imagen que el FSLN
proyecta nacional e internacionalmente.
29 Aunque con niveles de poder/proyección considerablemente menores, existen otros
intelectuales que contribuyen en la gestión partidaria y gubernamental del FSLN. Algunos

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de ellos son Aldo Díaz Lacayo, editor de la Revista Correo (dirigida a difundir el debate
intelectual dentro del FSLN); William Grigsby Vado, analista y director de Radio La
Primerísima (emisora independiente afín al FSLN); Paul Oquist, Secretario-Ministro de la
Presidencia para Politicas Públicas y Orlando Núñez32, formulador de las bases teóricas
del programa del FSLN y creador de uno de los programas insignia del gobierno: el Bono
Productivo Alimentario33. Aunque de limitada proyección internacional34 – dada su
vinculación a las tareas de propaganda y gestión política internas y sus rupturas con parte
de la intelectualidad progresista latinoamericana, por razones señaladas más adelante –,
dentro de Nicaragua estos intelectuales constituyen caras visibles del FSLN que
contribuyen a articular el imaginario del gobierno sandinista mediantes sus discursos y
escritos públicos.

Los intelectuales y el debate


contemporáneo sobre la democracia
30 Sin descartar los aportes críticos que puedan realizar a lo interno de sus estructuras,
públicamente la mayoría de los intelectuales del FSLN se desempeñan como legitimadores
del discurso partidista, contribuyendo a la unidad y el crecimiento de sus filas. Con muy
pocas excepciones – como en el caso del movimiento de mujeres en los ochenta y los
debates suscitados en vísperas del Congreso Extraordinario del partido en 1994 – rara vez
han sido los intelectuales militantes iniciadores de críticas públicas orientadas a provocar
cambios de fondo en el FSLN y su gestión gubernamental. En la mayoría de los casos, sólo
una vez que el intelectual dimite o es expulsado del partido este asume posiciones
abiertamente críticas a la línea del FSLN. Tal fenómeno sigue marcando uno de los
principales debates entre los intelectuales disidentes y los militantes: el estado y el alcance
de la democracia en Nicaragua.
31 Dentro del FSLN, varios intelectuales han realizado la crítica a los formatos de
democracia representativa de matriz liberal, cuya crisis identifican con la deslegitimación
de los partidos como expresión organizada de la intermediación y, en sentido más general,
con la del capitalismo como sistema socioeconómico. Dichos formatos son vistos como
instrumentos del sistema – impulsados por alianzas entre la clase media, la cooperación y
los gobiernos extranjeros – que buscan simples mejoras de desempeño mediante prácticas
y mecanismos (redes de influencia y participación en organismos de derechos humanos,
opinión pública, asistencialismo social) para contener el avance las clases populares en pro
del establecimiento de la democracia directa35 como nuevo sistema político. En
contraposición a sus disidentes, el FSLN utilizaría la democracia representativa (ganando
elecciones) e incorporar la democracia participativa (referéndum, plebiscitos) para
avanzar a la democracia directa con la creación de consejos de diversa índole [Núñez,
2009].
32 La intelectualidad adscrita hoy al FSLN ha expuesto su visión sobre las formas de
interrelación entre los distintos tipos de instituciones y procesos democráticos dentro del
contexto nicaragüense; cuando señalan “[…] a través de la democracia representativa se
eligen autoridades, a través de la democracia participativa los ciudadanos se organizan
para incidir en las instituciones, a través de la democracia directa la ciudadanía se
organiza territorial y sectorialmente con el fin de construir su propio gobierno a través de
los consejos populares y desde ahí ejercer directamente la soberanía y el ejercicio del
poder ciudadano”. En una de las mejores precisiones disponibles en torno a los contenidos
de tal democracia directa, se le define integrada por varios componentes: el referendo o el
plebiscito – según corresponda – para la toma de decisiones en todo aquello para lo cual
no sea suficiente la competencia del Poder Ciudadano; la revocabilidad de los cargos
públicos; una cuota mínima obligatoria de participación femenina en los cargos como
mecanismo para luchar contra el patriarcado, en tanto parte del sistema de opresión

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contra el cual se promueve la transformación revolucionaria de la sociedad [Fonseca,


2009]. Desde la dirección del FSLN se presenta el modelo de la siguiente forma “[…]
tenemos el Modelo de Democracia Directa que tiene que ver con la parte material, los
Presupuestos, la fiscalización, la Contraloría Social; y por el otro el modelo de
Participación también en la vida cotidiana [Murillo, 2009, p. 15]. Lo que se articularia con
una estrategia de acoger reclamos y participación populares – allende la pertenencia al
Frente – e incorporar a los jóvenes [Murillo 2011] y “[…] articular al pueblo organizado (en
los Consejos del Poder Ciudadano y en cualquier otra organización popular) con las
estructuras de poder, y por otra, reconstruir de abajo arriba y de arriba abajo, al Frente
Sandinista como partido” [Grigsby, 2009, p. 10].
33 Por su parte los disidentes sandinistas alertan sobre los déficits democráticos, las
prácticas autoritarias y la partidización de las instituciones y políticas públicas [Chamorro,
2008]. Insisten en el advenimiento de un régimen que fusiona Estado-partido y familia –
y que se halla a medio camino en la cooptación del ejército y la policía – donde los únicos
contrapesos visibles radican en la sociedad civil y la prensa independiente – cuyos
espacios se han reducido – y en una reducida oposición parlamentaria que debe definir
una estrategia política coherente [Chamorro, 2011]. Se reconoce que el escenario político
actual consagra la asimetría de fuerza entre los contendientes, en beneficio de un partido
de gobierno cuya capacidad de controlar y cooptar parece imbatible, con un manejo
pragmático de lo público – encubierto de retórica revolucionaria – y que fortalece su poder
mediante mecanismos para y extra-institucionales [Saldomando, 2010]. Sin embargo, se
señala que semejantes características – condición de posibilidad de su hegemonía –
constituyen también factores potenciales de debilidad, pues dejan escaso margen al relevo
generacional en su liderazgo y revelan las carencias de un sistema de meritocracia
partidaria y administrativa capaz de reproducir la organización a largo plazo. Oca pero ahí
me parecería importante resaltar mas el concepto de democracia del MRS.
34 Para los intelectuales del sandinismo disidente las opciones para la democratización y la
emergencia de fuerzas alternativas no aparecen en el horizonte. Según una dirigente “El
escenario es de polarización entre el orteguismo y el antiorteguismo. Una vez que se
reestablezcan las instituciones democráticas podrá hablarse de proyectos específicos”
[Téllez, 2011]. Para otra protagonista, el escenario es aún peor pues “Ya en estos
momentos es evidente que en Nicaragua no existe ninguna polarización. Mucho menos
entre izquierda y derecha. El país entero se encuentra en una situación de gran estabilidad
producida por el control absoluto del poder, por la vía pacífica” [Baltodano, 2012]. Una
veterana observadora del proceso político nicaragüense, cercana al sandinismo disidente,
señala “Nicaragua es un país en donde el recurso a la violencia es una experiencia muy
cercana en el tiempo y muy habitual[…] Quienes no simpatizan con Ortega le tienen miedo
a las consecuencias de que vuelva a la oposición. Esto explicaría también una pasividad
generalizada para organizarse y desafiar su poder” [López Vigil, 2011].

Reflexiones finales
35 El estudio de los intelectuales del FSLN confirma la presencia de las dos vertientes
tradicionales dentro de ésta categoría: la de los legitimadores de discurso y la de las voces
críticas. Así, los intelectuales sandinistas han cumplido diversas funciones que incluyen las
de propulsores de políticas públicas, articuladores de posiciones ideológicas, y la de
propagandistas políticos a favor del partido. Aunque la unidad de pensamiento fue
característica de los intelectuales sandinistas durante el período insurreccional e inicios
del período revolucionario36 luego del triunfo surgieron algunas fisuras en dicha unidad,
pero siempre acotadas frente a las dinámicas del cambio revolucionario, la guerra civil y la
intervención estadounidense. Perdido el poder en 1990, la división dentro del Frente se
saldó con unos intelectuales “renovadores” – que se llevaron consigo “la historia oficial”
del sandinismo en las credenciales de sus voces autorizadas, obteniendo una renovada
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visibilidad internacional – y aquellos que – con menos capital cultural y reducida difusión
global de sus posturas e ideas – se quedaron con el imaginario rojinegro, encarnado en la
figura de Ortega y sus seguidores.
36 Entre estos intelectuales, el debate sobre el estado de la democracia en Nicaragua cobra
vida a través de dos visiones que se confrontan: una que privilegia la institucionalidad
formal y sus procesos democráticos y otra que busca reinterpretar su concepción
tradicional de la organización política para la consolidación de determinada agenda
político-social. Sobre ese debate se articulan otras contradicciones, que abarcan la relación
entre el rol del intelectual y su lugar dentro de la política y, en un sentido más amplio, la
sociedad nicaragüense; así como miradas encontradas entre quienes sustentan una
primacía de miradas teórica y éticamente articuladas y aquellos que privilegian el
pragmatismo y la respuesta a situaciones de urgencia, en campo de la lucha política o las
problemáticas sociales. También arroja luces el caso en cuestión sobre las dinámicas de
incidencia (o no) que pueden protagonizar los intelectuales de un partido en su dirección:
las limitaciones impuestas a la (auto)crítica dentro del sandinismo histórico fue tierra
fértil para el empoderamiento de Ortega como autoridad en los terrenos del discurso, la
reflexión y la práctica políticas.
37 El sector de intelectuales sandinistas hoy crítico del partido y su dirección está
atravesado también por un conjunto de tensiones y contradicciones. En primer lugar, su
identidad política es híbrida: sobre el piso común de la crítica al presente y la recuperación
del legado revolucionario algunos invocan referentes radicales (el Movimientos por el
Rescate del Sandinismo, liderado por Mónica Baltodano, con su apuesta movimientista y
su empleo del pensamiento y figura de Ché Guevara) mientras que otros (Movimiento
Renovador Sandinista) asumen un estilo socialdemócrata centrado en la defensa de la
constitucionalidad, la construcción de un nuevo partido alternativo y la mejor gestión de
las políticas públicas. Tras un pasado de militancia y lucha política, la mayoría de estos
sandinistas críticos se han reposicionado en el mundo académico y de organizaciones
civiles, mostrando un déficit de capacidades – derivado del control que posee el FSLN
sobre estructuras políticas partidarias y territoriales – para desarrollar una política de
masas y conquistar una mayor presencia e influencia en zonas rurales y/o alejadas de la
capital.
38 El pronunciamiento público de los cuestionamientos intelectuales después de la derrota
electoral favoreció que las voces críticas fuesen percibidas por los seguidores de Ortega
como provenientes de quienes buscan hacer leña del árbol caído. La gradual salida de
éstos intelectuales críticos virtualmente minó sustantivamente los mecanismos de
renovación, participación y disenso dentro del partido, marcando así el inicio de la
consolidación de Ortega como líder máximo del FSLN. En los intelectuales hoy adscritos al
FSLN se percibe la idea de que los fines – ej. extensión de la política social, control del
poder – justifican cualquier medio. Mientras, para los disidentes del sandinismo la
importancia de los medios – ej. calidad de las políticas públicas y democraticidad – es, en
sí misma, una condición sustantiva del quehacer intelectual y político.

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Notes
1 Las nociones de “renovadores” y de “revolucionarios” derivan de los discursos de los actores. Por
democracia formal nos referimos al énfasis en la defensa de las instituciones democráticas y los
procesos electorales. Por democracia social nos referimos al énfasis en las políticas redistributivas y
procesos de movilización popular y participación comunitaria.
2 Para el contexto político nacional y actuación del actual gobierno del FSLN ver [Chaguaceda,
2013]. Existe un documental reciente que aborda críticamente los antecedentes históricos del
proceso Gilles Bataillon et Clara Ott, Nicaragua, une révolution confisquée [2013].
3 La noción de esfera pública posee significados diversos que comparten un núcleo de ideas
comunes. Para B. Peters [2011], se trata de una esfera de interacción abierta, regida por principios
de igualdad, accesibilidad, apertura temática y capacidad para procesar los intercambios, donde se
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exponen asuntos de interés común de una colectividad; a partir de la confrontación de ideas y
experiencias de diversos actores individuales y colectivos. Para Nancy Fraser [2009], en tanto arena
institucionalizada de interacción discursiva, la esfera pública abriga discursos críticos de las
instituciones dominantes –estado, mercado a la vez que diferentes significados sociales no siempre
emancipadores: es una arena de creación de hegemonía y sentido común.
4 Para una historia de diversos grupos, debates, creadores e ideas representativos de la vida
intelectual a nivel internacional a lo largo del siglo XX ver [Watson, 2011].
5 A los “intelectuales públicos” se les reconoce por desplegar la crítica y asumir roles de
representación de intereses o identidades colectivos, preservación de la memoria y ejercicio e
invocación de la responsabilidad cívica. Son definidos como creadores y difusores de ideas, por su
vocación para intervenir en la esfera pública acerca de temas considerados relevantes (aunque ellos
rebasan, en ocasiones, el área de especialización) y por ejercer alguna influencia en segmentos de las
élites y los públicos, en soporte u oposición a agendas políticas o fenómenos sociales específicos
[Bourricaud, 1990, p. 13-14]. Se les ha considerado una fracción subordinada de la clase o grupo
dominante, en tanto actores funcionales que reproducen los valores oficialmente establecidos,
cumpliendo las funciones de legitimadores ritualistas [Mansilla, 2003, p. 21-22] o como críticos del
status quo, capaces de ejercer formas de disidencia [De la Mora, 2007, p. 92]. Parte de los casos
abordados en el texto – en particular adversarios del actual gobierno – corresponden plenamente a
la categoría de intelectual público, tanto por su inserción socioprofesional (en espacios académicos,
educativos y mediáticos) como por su incidencia en la vida nacional, a partir de la difusión de ideas y
el debate público. Además, en cada etapa del texto referiremos a los elementos contextuales (política
de estado, conflictos políticos) que delimitan la labor de dichos intelectuales.
6 Bobbio [1998] ha identificado a un tipo de intelectual revolucionario, que lucha contra el poder
constituido en nombre de una nueva clase y sociedad, para el cual lo válido es todo aquello que sirve
a la causa de la revolución. Y lo diferencia de aquel intelectual puro, que lucha contra todo poder en
nombre de valores absolutos como la verdad y la justicia, a los que concibe, en sí mismos, como
revolucionarios. Creemos que esta distinción, aunque polémica, aparece hoy en sectores de la
intelectualidad adscritos al referente sandinista en Nicaragua.
7 Ello impacta la propia (auto)reflexión sobre los problemas del gremio. Así, esta transcurre muchas
veces por cauces ensayísticos [Alvarado et al, 2003] y no por análisis sociológicos o institucionales
de los fenómenos intelectuales y culturales, de los cuales encontramos pocos (buenos) ejemplos
[Chavolla, 2008]; [Palazón, 2008]. Un clásico para comprender la evolución histórica de la sociedad
y cultura nicaragüenses, en el marco de una reflexión política e ideológica y en estrecho nexo con la
formación del estado-nacion local y su articulación global es [Baltodano, 2008].
8 Los sacerdotes Ernesto y Fernando Cardenal, así como Miguel de Escoto, por ejemplo, ejercieron
responsabilidades políticas a partir de lo que consideraban un deber cristiano, en contra de la
voluntad de Juan Pablo II, quien los suspendió por dicho compromiso político.
9 Esta fue una iniciativa de la llamada tendencia Tercerista del FSLN que, comandada por Daniel
Ortega, Humberto Ortega y Víctor Tirado, propugnaba la unión de todas las fuerzas antisomocistas
para derrocar a la dictadura. En el FSLN coexistían otras tendencias, identificadas por su estrategia
de lucha: la Guerra Popular Prolongada (GPP) y la Tendencia Proletaria (TP).
10 El somocismo había asesinado a destacados creadores como el poeta Leonel Rugama, empujando
a otros al exilio y la oposición, más o menos abierta. No quiere decir que no existiesen intelectuales
adversos al proceso – en particular tras su radicalización con contenidos socializantes, en 1981 –
incluso desde posiciones antisomocistas como Humberto Belli y Pablo Antonio Cuadra.
11 Para un relato detallado de las circunstancias bajo las que el FSLN toma el poder, ver [Marenco,
2008] y [Ramírez, 1999].
12 Belli fue representante sandinista ante el Consejo Nacional de Partidos Políticos y vocero del
FSLN en la campaña electoral de 1984, Vargas asesor de la Dirección Nacional del Frente y
Montenegro co-fundadora y miembro del Consejo Editorial del diario Barricada hasta 1994.
13 Utilizamos el término empleado por la dirección sandinista para referirse al conjunto de políticas
educativas, de promoción, enseñanza y difusión de disimiles manifestaciones artística, así como de
desarrollo de medios audiovisuales, desplegadas en la etapa 1979-1990.
14 Para una ilustración de cómo se delineaba la política cultural desde el estado, ver Zamora y Valle
Castillo 1982 y Chavolla, 2008. Para un análisis de las polémicas en el seno de la institucionalidad
cultural y sobre las formas en que se asumía la condición intelectual – con atención a figuras como
Cardenal o la Murillo - ver Palazón 2008.
15 En palabras de María López Vigil: “Si en los tiempos del somocismo la teología de la liberación
planteaba una transformación de la situación en Nicaragua en favor de los pobres, la opción por los
pobres, la lucha contra la violencia institucionalizada, el derecho a la rebelión; todo ese tipo de cosas
de alguna manera en el momento de la revolución se entiende que la Revolución ya ha hecho todo
eso y entonces la teología de la liberación es construir ese reino de Dios del cual ya tenemos las
primicias” [2013].

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16 Los talleres de poesía y pintura fundados y dirigidos por Ernesto Cardenal desde el Ministerio de
Cultura, se convirtieron en uno de los principales centros de reproducción del “arte oficial”. Poemas
de Cardenal fueron musicalizados por los Mejía Godoy, como forma para la difusión de
conocimientos y de ideología en la sociedad nicaragüense de la época, lastrada por un alto nivel de
analfabetismo: el disco Guitarra Armada, por ejemplo, es una suerte de manual de preparación
militar musicalizado, explicando cómo se arman un fusil y una bomba de contacto, etc. Se
publicaron obras inspiradas en la lucha revolucionaria como La montaña es mucho más que una
inmensa estepa verde [1982] de Omar Cabezas, La paciente impaciencia [1989] de Tomás Borge, La
mujer habitada [1988] de Gioconda Belli y Vuelos de victoria [1984] de Ernesto Cardenal.
17 Este nexo vinculó – con las tensiones soterradas o abiertas típicas de todo matrimonio – a
intelectuales de extracción no proletaria (como la Belli, Cardenal o Ramírez) con el Frente; siendo
valorados por parte de los cuadros y militancia como “compañeros de viaje”, de modo similar a
aquella llamada “burguesía patriótica” opuesta a la intervención estadounidense y a su homóloga
“contrarrevolucionaria”. Sin embargo, en los círculos extranjeros su reconocimiento como
“intelectuales revolucionarios” aconteció también en virtud de la calidad de su obra y el compromiso
con ciertas causas/nociones progresistas más generales, lo que sobrevive hoy en las nuevas
situaciones personales de conflicto/acoso oficial –como el caso de Ernesto Cardenal- que convocan
solidaridad foránea.
18 Curiosamente en ése momento, estuvo del lado de los críticos la poetisa Rosario Murillo, esposa
del Comandante Daniel Ortega (Wellinga 1992,113).
19 Bayardo Arce, uno de sus miembros, advirtió: “[q]ue no nos venga ningún artista en su música, su
pintura, su literatura o lo que sea, a hablar de heroísmo, si no ha estado por lo menos unos días al
lado de nuestros combatientes” (Wellinga 1992). Sin embargo, la política cultural de la Nicaragua
sandinista nunca llegó al extremo de arrinconar a ningún escritor por supuestas “desviaciones”
políticas. Para esto existen dos razones fundamentales: 1- el gobierno supo aflojar la presión sobre el
campo cultural a raíz de las críticas de los intelectuales; 2- las condiciones del país y el efecto de la
guerra contrarrevolucionaria limitaron las capacidades y deseabilidad de la censura (Wellinga 1992,
115-16).
20 Como la lucha de clases, la economía planificada y la dictadura del proletariado.
21 Indistintamente de las diferencias entre los dos grupos, ambos se oponían en principio a las
políticas neoliberales emprendidas por el gobierno de Chamorro.
22 Aunque el 13 de octubre de 1994 se funda el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) como
movimiento político que agrupa a sandinistas renovadores (Equipo Nitlapán-Envío 1994b) no es
hasta el 21 de mayo de 1995 que se constituye formalmente como partido político separado del
FSLN. El discurso del MRS corresponde a una propuesta socialdemócrata, limitada por sus
debilidades organizativas y de recurso, ubicadas a la centroizquierda del espectro político local, que
aboga por la institucionalidad democrática, la redistribución de riqueza y el mejoramiento de
políticas fiscales.
23 Las reformas, aprobadas en 1995, iban orientadas a lidiar con la crisis política por la que
atravesaba el país, dando poderes a la Asamblea Nacional a expensas del poder presidencial, lo que
atentaba contra la alianza estratégica acordada entre el FSLN y la presidenta Violeta Barrios.
24 Sobre la salida masiva de intelectuales del FSLN, Vanessa Castro destaca “la gente que quedó ahí
son la gente que menor nivel educativo adquirió… se les fue la gente pensante, con nivel escolar, los
que tenían ingeniería, licenciatura, maestría, o simplemente capacidad de criticar. Esos ya no están
dentro del Frente (entrevista, 23 de agosto del 2010).
25 El rechazo, dentro de la intelectualidad progresista internacional, a las políticas sostenidas
actualmente por el FSLN y hacia los intelectuales que aún militan en sus filas tienen varias causas.
En un sentido más amplio, se debe a que, que pese a conservar la simbología y retórica
revolucionarias, así como una importante agenda de combate a la pobreza, el FSLN ha mantenido (y
en cierto modo ampliado) las políticas neoliberales impuestas por el FMI y el Banco Mundial a
anteriores gobiernos. En un sentido más acotado, por las manifestaciones de autoritarismo y
represión a la disidencia impulsadas por la Dirección del FSLN (hoy a la cabeza del país) en contra
de organizaciones sociales e intelectuales críticos procedentes de las filas sandinistas.
26 En una suerte de autocrítica retrospectiva, Baltodano señala: “defendimos a Daniel en 1994, por
sus posiciones de izquierda, pero terminó siendo más derechista que los renovadores, y además
dictador dentro del Frente. Por lo menos los renovadores son más democráticos…” [Baltodano,
2012].
27 Desde un punto de vista, operan como articuladores y difusores de un mensaje político que
utilizan su condición de celebridades y los circuitos/recursos a su disposición para proyectar aquel
discurso.
28 A esta situación se ha intentado responder, desde el aparato propagandístico y comunicacional
del Frente, con críticas con fuerte sesgo antintelectual- realizadas por intelectuales y cuadros
políticos que acusan a los críticos con calificativos que van desde “malinchismo” –traición en

https://journals.openedition.org/cal/3021 15/17
1/10/2019 Los intelectuales públicos y el Frente Sandinista en Nicaragua: presencia, desencuentros y actualidad (1990-2012)
servicio del extranjero- y en constituirse en una “neoderecha funcional a los planes más retrógrados
del imperialismo” (Capelán, 2010).
29 El caso de Dora María merece atención aparte. Siendo una estrella revolucionaria a nivel
internacional, como segunda al mando en el valeroso ataque al Palacio Nacional, asume después de
la derrota electoral un rol de intelectual: termina una maestría, escribió un libro de historia y fue
invitada como profesora visitante a Harvard, siéndole negada la visa bajo la acusación de “terrorista”
a raíz de su pasado guerrillero. Esto captó mucha atención intelectual en EEUU y contribuyó a
posicionarla mejor más dentro del jet set intelectual y progresista estadounidense.
30 En relación con la formación política dentro del FSLN actual, la antigua responsable de esa área
en la etapa revolucionaria señala “Es un partido de maquinaria electoral y no creo que tengan
trabajo con cuadros, ni nada que se parezca. Porque no están desarrollando una estructura de líderes
que tengan una forma de trabajo con la gente, sino más bien creo – por lo que veo y leo – que ellos
tienen un grupo reducido de personas muy leales y luego un conjunto de gente que se les paga para
moverse, que no creo que sea como en el tiempo de nosotros que trabajábamos por nada.” –
Entrevista a Vanessa Castro, 23 de agosto del 2010.
31 El caso más notable es el de Ernesto Cardenal, quien en sus memorias tilda a Murillo de “mujer
funesta” por alegados ataques contra los Talleres de Poesía liderados por aquél [Cardenal, 2004,
355].
32 Por su alejamiento de la luz pública, el estado de las relaciones entre Núñez y el FSLN ha sido
cuestionado en los últimos tiempos. Fuentes cercanas aducen sin embargo razones de salud para su
retiro del ojo público. A pesar de ello, el sociólogo se mantiene activo en su defensa del FSLN a
través de sus artículos de análisis en la Revista Correo.
33 El programa provee a mujeres campesinas de animales, semillas, herramientas y asistencia
técnica para promover la seguridad alimentaria, la economía del hogar y el empoderamiento
femenino.
34 Esta proyección la consiguen en revistas, foros académicos y educativos, medios masivos y del
ciberespacio vinculados a los gobiernos del ALBA y sus aliados internacionales, como las
Universidades y Clubes Bolivarianos el canal Telesur, el sitio web Rebelión y la Red de Intelectuales
en Defensa de la Humanidad.
35 Las alusiones a la llamada democracia directa aparecen en el Modelo de Gestión Publica
Sandinista (2005), documento cuyas directrices generales nunca fueron implementadas en los
municipios gobernados por FSLN antes de su regreso al gobierno nacional en 2007 [Prado, 2010,
p. 327-328].
36 Durante el período insurreccional, cabe notar la excepción del período en que el FSLN estuvo
dividido en las facciones proletaria, tercerista y de la guerra popular prolongada. A pesar de sus
diferencias internas en cuanto a estrategia, la unidad del intelectualismo público antisomocista y su
convicción sobre la necesidad de la lucha armada para derrocar a la dictadura, se mantuvo.

Pour citer cet article


Référence papier
Héctor Cruz Feliciano et Armando Chaguaceda, « Los intelectuales públicos y el Frente Sandinista
en Nicaragua: presencia, desencuentros y actualidad (1990-2012) », Cahiers des Amériques
latines, 74 | 2013, 139-159.

Référence électronique
Héctor Cruz Feliciano et Armando Chaguaceda, « Los intelectuales públicos y el Frente Sandinista
en Nicaragua: presencia, desencuentros y actualidad (1990-2012) », Cahiers des Amériques latines
[En ligne], 74 | 2013, mis en ligne le 05 mai 2014, consulté le 01 octobre 2019. URL :
http://journals.openedition.org/cal/3021 ; DOI : 10.4000/cal.3021

Cet article est cité par


Cruz Feliciano, Héctor. (2019) The Perils of Reconciliation: Achievements and
Challenges of Daniel Ortega and the Modern FSLN. Latin American Perspectives,
46. DOI: 10.1177/0094582X18803876

Auteurs

https://journals.openedition.org/cal/3021 16/17
1/10/2019 Los intelectuales públicos y el Frente Sandinista en Nicaragua: presencia, desencuentros y actualidad (1990-2012)
Héctor Cruz Feliciano
Héctor Cruz Feliciano est titulaire d’un PhD en science politique de l’Université du Wisconsin-
Milwaukee. Il travaille sur l’histoire et la politique nicaraguayenne, ainsi que sur la question des
gauches et des relations internationales en Amérique centrale.

Armando Chaguaceda
Politologue et historien au Colegio de Veracruz, Armando Chaguaceda est coordinateur du groupe
de travail du Consejo Latinoamericana de Ciensas Sociales (Clacso) et membre de son
observatoire social. Il travaille sur des problématiques de sociologie, de théorie politique et d’histoire
contemporaine latino-américaine.

Droits d’auteur

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Commons Attribution – Pas d’utilisation commerciale – Pas de modification 4.0 International.

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