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ÉTICA PARA LA SUSTENTABILIDAD.

(UNA INTRODUCCIÓN)

Américo Schvartzman

Ética: nociones básicas. Ética y Moral. Lo normativo y lo descriptivo. Las difi-


cultades de las éticas tradicionales para abordar la relación humanidad–natura-
leza. Reflexiones sobre antropocentrismo, ecocentrismo y biocentrismos. Impli-
cancias éticas de los conceptos de ambiente, sustentabilidad, crisis ambiental y
complejidad.

La ética es una parte de la filosofía que trata acerca de lo que está bien y de lo que está mal.
No es una mera descripción de lo que cada persona, cada grupo, cada época o cada sociedad
considera bueno o malo: eso sería objeto de una labor sociológica o psicológica. La ética
tiene que ver, además, con los sentimientos: hay algo que nos permite “sentir” lo que no está
bien. Hay una intuición moral que se nos hace presente ante determinadas cuestiones, en
especial las que resuenan en nuestra conciencia como situaciones injustas. Pero la ética tiene
sobre todo una base racional.

Nuestra especie durante mucho tiempo se quiso autoconvencer de que era la única especie
pensante (la vieja definición de “animal racional”). Pero no lo es: hay otras especies
animales con conciencia –como lo expresan incontables investigaciones y como lo ha hecho
público un importante colectivo de científicos en 2012 en Cambridge1– y además porque no
solo pensamos: también sentimos. Tenemos emociones. Y Tenemos un sofisticado sistema
de detección de datos sobre la realidad y sobre nosotros mismos que nos convierte en seres
sintientes, no solo pensantes. Y son mucho más que los cinco sentidos que describió Aristó-
teles en “De Anima” 2.400 años atrás. Por ejemplo, la termocepción, la propiocepción, la
equilibriocepción, y hay más. Son tantas las cosas que dependen de nuestros sentidos que
cuesta entender que hayamos usado durante siglos una definición que excluye lo que
sentimos. No quisiera detenerme en esto, pero sí llamar la atención acerca del poder que
tienen en nosotros las ideas equivocadas: ¿cómo es posible que durante tanto tiempo
gobiernen nuestra forma de ver el mundo?

De manera que no somos solo pensantes, sino también sintientes. Ahora bien, se puede
argumentar acerca del bien y del mal de nuestras acciones, incluso acerca de nuestros
criterios morales, que pueden ser correctos o erróneos. De esto se ocupa la ética, de la base
racional de la moral. Pero no es una disciplina meramente teórica: estudiamos ética porque
queremos hacernos mejores, no por un puro interés conceptual. Por eso la pregunta ética por
excelencia es ¿cómo queremos vivir?

La ética ambiental aspira a tratar desde un punto de vista racional los problemas morales
relacionados con el ambiente, que constituyen el principal grupo de problemas que debe
afrontar la especie humana en la actualidad. Fíjense que en esos mismos términos lo han

1Véase (en inglés): http://fcmconference.org/img/CambridgeDeclarationOnConsciousness.pdf


planteado recientemente los Premios Nobel: “El principal problema moral de la
humanidad”2. Y estos problemas no se resuelven por mera aplicación de las éticas
tradicionales, sino que exigen claramente la adecuación de las mismas, un nuevo
pensamiento ético: y no cualquiera, sino uno que parta de una revisión radical de nuestra
mirada sobre la vida, sobre la biosfera, sobre lo que somos como especie en el marco de un
planeta al cual le venimos imprimiendo una serie de modificaciones ineludibles.

Pido disculpas por anticipado porque posiblemente muchos de estos conceptos ya los
conozcan, pero es necesario repasarlos para meternos en tema.

El resultado de nuestro accionar como especie en planeta es tal, que comenzamos a hablar
de “antropoceno”. La palabra “antropoceno” nació en el año 2000, en un encuentro
científico, y se le ocurrió al premio Nobel de química Paul Crutzen (quien murió el año
pasado). En ese congreso hablaban sobre el holoceno, la era en la que se encuentra nuestro
planeta, según la geología. Y a Crutzen, que siempre fue un hombre preocupado por la
cuestión ambiental, se le ocurrió que la palabra era incorrecta, porque en los últimos siglos
“el mundo ha cambiado mucho, y ese cambio ha sido a causa de la acción humana”. Por eso
dijo, casi gritando: “¡No estamos en el holoceno, estamos hace rato en el Antropoceno!”.

Crutzen sabía de lo que hablaba. Recibió su premio Nobel por mostrar cómo era la acción
humana la que estaba afectando la capa de ozono, produciendo un agujero que afectaba la
temperatura terrestre.

En griego, antropos significa “ser humano”. Es decir que esta nueva etapa en la vida del
planeta tiene como característica principal nuestra acción, la acción humana. Lo que
hacemos nosotros empezó a modificar de una manera visible, mensurable, medible, al
planeta en que vivimos. Así nació este término, que en pocos años adoptaron la mayoría de
las personas que investigan en la ciencia digna, a quienes les preocupa el destino del planeta
en que vivimos, y de la vida humana y de las demás especies.

Entonces, estamos viviendo en el Antropoceno. Y usar esa palabra es ya una manera de


crear y de tomar conciencia, porque el Antropoceno se caracteriza por varios aspectos que se
pueden medir: el aumento de la temperatura del planeta, la extinción masiva de especies, el
deshielo de los polos, la pérdida de biodiversidad, la presencia de dióxido de carbono en la
atmósfera, la acidificación de los océanos, y otras variables.

Las causas de esos datos y por lo tanto de muchas de las modificaciones que producimos en
los ecosistemas, son bien conocidas. Hay consenso científico en que las dos principales son
1) la forma en que producimos energía (el uso de combustibles fósiles), y 2) la forma en que
producimos alimentos (la agricultura y la ganadería industriales). La ciencia digna viene
advirtiendo desde hace décadas que si no modificamos estas cosas, el cambio climático será
irreversible y sufriremos las consecuencias nosotros mismos, y las próximas generaciones 3.

2Véase: “101 Premios Nobel instan a cooperar en la Cumbre sobre el Clima para poner fin a la expansión de los combustibles
fósiles” https://fossilfueltreaty.org/carta-premios-nobel
3Veáse la advertencia más reciente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC): “El IPCC alerta sobre daños
'irreversibles' provocados por la humanidad en la Tierra”: https://www.rfi.fr/es/programas/enfoque-internacional/20210809-ipcc-
informe-cambio-climatico-planeta-clima-informe
El ambiente como tema de la filosofía es un emergente que se ha abierto paso en las ultimas
décadas con una fuerza creciente: la problemática ambiental motivó nuevos campos del
saber, como la ecología, –y, de forma concomitante– disparó la discusión filosófica al
respecto. En ella, una cuestión central la ocupan las relaciones entre el poder y el saber, un
área de discusión filosófica que llamamos “epistemología política”, que pone la lupa en el
lugar y de la distribución del conocimiento en las sociedades, de cómo el conocimiento, un
bien común, es apropiado para uso y disfrute de sectores privilegiados y con pavorosas
consecuencias para la biosfera (y por ende también para nuestra especie). La filosofía
contemporánea aporta varias nociones que tienen mucho que ver con esto, como los
conceptos de injusticia epistémica, agnotología, responsabilidad por vulnerabilidad,
justicia ambiental, entre otros. Vamos a abordar algunas de ellas en nuestros próximos
encuentros.

Una distinción muy importante que se hace en la actividad filosófica es entre lo normativo y
lo descriptivo, es decir, entre cómo son las cosas (las podemos describir) y cómo
quisiéramos que fueran (lo prescriptivo o normativo). Esa distinción es importante porque
nos remite a nuestra propia accion. Si yo sostengo –como lo hace Mosterin– que "nuestra
especie es el cáncer de la biosfera" estoy usando un enunciado descriptivo. Si sostengo que
"nuestra especie debe ser la conciencia de la biosfera" estoy usando un enunciado
normativo. Es fácil identificarlo porque en el segundo caso uso el verbo "debe". En otras
ocasiones no es tan sencillo. En filosofía esto se ha conocido, desde Hume en adelante,
como el problema del Ser y el Deber Ser. La brecha, la distancia que hay entre lo que es y lo
que debería ser. Lo que quisiéramos que fuera.

La educación es uno de los inventos de la humanidad para zanjar esa distancia: la educación
conserva ciertos elementos que quiere transmitir a las nuevas generaciones, pero también
"descarta" otros e incorpora nuevos, para transformar a las nuevas generaciones, para que
sean distitnas –mejores– a las anteriores. El propósito de este postítulo es ofrecer elementos
para que ese proceso, que caracteriza a la educación, se realice a partir de un cambio
paradigmático de valores, en donde abandonemos para siempre algunos de los valores,
modelos, paradigmas, criterios, que han llevado a nuestra especie a ser el cáncer de la
biosfera, y comenzar a ser la conciencia de la biosfera.

En este primer encuentro, asincrónico, les propongo que lean una selección de textos de
Jesus Mosterin, un valioso filósofo fallecido hace poco, en 2017, y que también fue
antropólogo y matemático. El texto que les remito es un capitulo de su libro "El triunfo de la
compasión", y un fragmento de otro. La intención es que nos ayude a comenzar a
reflexionar sobre algunos de los puntos centrales de este espacio: el antropocentrismo que
ha caracterizado a la civilización planetaria de la humanidad, sus límites y los caminos hacia
una conciencia moral, en donde sugiere que hay distintos niveles. Espero que disfruten de la
lectura, y luego, que participen con sus comentarios en la consigna que tendrán en el Foro.
Hasta la próxima clase.

UNA MIRADA SOBRE LAS ÉTICAS TRADICIONALES

¿Cuáles han sido los valores éticos que han llevado a la sociedad contemporánea ante
bordes inéditos en términos de riesgo, vulnerabilidad y viabilidad del desarrollo
contemporáneo? ¿Qué valores éticos deberíamos promover para lograr una incidencia
positiva y esperanzadora ante dicha crisis?

La ética como disciplina que argumenta acerca del bien y del mal de nuestras acciones,
nuestros criterios morales, que pueden ser correctos o erróneos. De esto se ocupa la ética, de
la base racional de la moral, que no puede dejar de lado que somos sintientes. Pero no es
una disciplina meramente teórica: estudiamos ética porque queremos hacernos mejores, no
por un puro interés conceptual. Por eso la pregunta ética por excelencia es ¿cómo queremos
vivir? ¿Y cómo se ha respondido esta pregunta en ética? Vamos a hacer una mirada lo
más rápida posible sobre las éticas tradicionales.

Este esquema es el que propone James Fieser, un filósofo contemporáneo, especializado en


ética.

La metaética se aboca al estudio del origen y el significado de los conceptos morales. Se


reconocen dos grandes líneas de estudio de la metaética: los enfoques metafísicos (si la
noción de bien es objetiva o subjetiva, es decir, si el bien existe independientemente del ser
humano o si es una invención cultural) y los enfoques psicológicos (las cuestiones
psicológicas involucradas con la ética: el deseo de aprobación social, el miedo al castigo, la
percepción subjetiva de la felicidad, etc.)
Entre los enfoques psicológicos vale la pena mencionar el trabajo de Jean Piaget y
Lawrence Kohlberg al estudiar el desarrollo moral. Esas investigaciones encontraron
que el razonamiento moral parece evolucionar y complicarse progresivamente a lo largo de
la adolescencia y hasta la edad adulta joven, dependiendo del desarrollo de ciertas
capacidades cognitivas que evolucionan según una secuencia invariable de tres niveles, cada
uno compuesto de dos estadios morales distintos. Cada etapa refleja un método de
razonamiento frente al planteamiento de dilemas morales.
Kohlberg siguió
trabajando este
esquema y
planteó una
séptima etapa o
etapa cósmica,
propia de
personas que
alcanzan un
razonamiento
moral basado en
un pensamiento
ético o religioso
que envuelve
una perspectiva
y una vivencia
cósmica y
existencial de la
vida y del
mundo. También
rectificó la idea
de que no todos
los adultos
alcanzan las máximas etapas de desarrollo moral: plantea Kohlberg que sí llegan, pero la
aplican en diferentes planos y en circunstancias específicas de su vida. Uno de los aspectos
más interesantes de la labor de Kohlberg tiene que ver con que las respuestas de las
personas no son homogéneas aun en el mismo nivel. Lo que se modifica fundamentalmente
es el juicio moral, el razonamiento que la persona realiza. Para que se entienda mejor,
veamos uno de los casos que utilizaba para estudiar el desarrollo moral.

EL DILEMA DE HEINZ

La esposa de Heinz padece una enfermedad muy grave. Los médicos creen que podrían
salvarla con una droga nueva, que un laboratorio descubrió recientemente. Pero la droga es
carisima, aunque se sabe que el laboratorio la cobra diez veces más de lo que le cuesta
producirla. Heinz pide ayuda, pero aun asi solo llega a reunir la mitad del importe. Entonces
va al laboratorio, explica que su esposa está grave y pide que se lo vendan más barato o que
le permitan pagarlo en cuotas. Pero en el laboratorio se niegan. Así que Heinz, desesperado,
decide irrumpir esta noche en el laboratorio y robar la droga para su esposa. ¿Debe
hacerlo? ¿Por qué o por qué no?
# Nivel Escenario Debería hacerlo, porque No debería hacerlo, porque

Heinz se había ofrecido a


Lo denunciarán y será
Obediencia pagarlo y no estaba encarcelado, lo que significará
robando nada más. que es una mala persona.
Preconven-
1 Será mucho más feliz si
La prisión es un lugar horrible,
cional
salva a su esposa, incluso
y es más probable que
Interés propio
si tiene que cumplir una
languidezca en una celda que
pena de prisión. por la muerte de su esposa.
Robar es malo y él no es un
Su esposa lo
criminal; intentó todo sin
Conformidad espera; quiere ser un buen
infringir la ley, no se le puede
marido.
culpar.
Su esposa se beneficiará,
2 Convencional pero él debe recibir el
castigo por el crimen y
La Ley y el
pagar lo que vale la La ley prohíbe robar.
orden
droga. Debe respetarse la
ley; las acciones tienen
consecuencias.
El laboratorio tiene derecho a
una compensación justa.
Todos tienen derecho a
Orientación al Aunque su esposa está
elegir la vida,
contrato enferma, sus acciones no son
independientemente de la
social correctas. Debió pedir
ley.
Poscon- préstamo en las entidades que
3 se ocupan de eso.
vencional
Salvar una vida humana
Otros pueden necesitar el
es un valor más
Ética humana medicamento con tanta
fundamental que los
universal urgencia y sus vidas son
derechos de propiedad de
igualmente importantes.
otra persona.

Entonces, si la respuesta puede ir en cualquiera de los dos sentidos, y lo que indica el nivel
de desarrollo moral no es la opción elegida, sino la fundamentación, claramente el tipo de
teoría ética que necesitamos está en otro lado.

De eso pretende ocuparse otra rama: la ética normativa, estudia los valores morales a fin de
construir estándares mínimos que orienten la conducta de las personas hacia el bien común:
pueden basarse en un principio único o pueden basarse en un conjunto de principios
(ejemplo de principio único: la llamada "Regla de Oro": tratar a los demás como deseamos
ser tratados). Dentro de la ética normativa se reconocen tres grandes corrientes –a las que se
las puede ver también como “programas de investigación”–, que son:
Las teorías de la virtud: proponen cultivar la virtud como fin en sí mismo, por medio de
los buenos hábitos del carácter (Aristóteles, el orden natural).

Las teorías del deber: llamadas también deontologías, se basan en principios obligatorios,
como cumplir con las responsabilidades, independientemente de las consecuencias. La más
conocida e influyente es la kantiana.

Las teorías consecuencialistas: estudian la relación de las acciones con las consecuencias
acarreadas, evaluando el costo-beneficio del proceder ético. Algunos de sus exponentes:
utilitarismo.

La ética secular y la ética religiosa responden en cierta medida a la ética normativa. La


ética secular, conocida también como ética laica, se fundamenta en las virtudes intelectuales
como la racionalidad, el pensamiento lógico y la empatía. La ética religiosa se basa en las
virtudes espirituales y teologales en nombre de conceptos trascendentes. Varía de una
religión a otra. Por ejemplo, los principios de la ética cristiana son la solidaridad, la justicia
y el amor, pero se puede matar para hacer justicia o como simple castigo.

ÉTICA AMBIENTAL

La ética aplicada estudia y aplica las cuestiones éticas a situaciones concretas. Para que
pueda hablarse de ética aplicada, deben cumplirse dos condiciones: que se aborde una
cuestión moral y que el tema sea controversial. Algunas de esas situaciones morales
controvertidas pueden ser la pena de muerte, el porte de armas, el aborto, la eutanasia, la
maternidad subrogada, la fabricación de armas biológicas, etc. Pero la ética aplicada se basa
en principios normativos. Por ende, se relaciona con la ética normativa, especialmente con
las teorías del deber y de las consecuencias.

Adviertan el lugar que se le da a la ética ambiental en el esquema de las éticas


tradicionales. Es un problema más, entre otros. Se debe abordar por separado y ante
cuestiones específicas, o puntuales. Muy lejos de la idea de complejidad, de entenderlo
como un entramado que se relaciona con cada una de las otras problemáticas (¿Puede
abordarse una ética empresarial, organizacional, social, de investigación, bioética, sin
una mirada ética ambiental que las englobe?) Claramente para nosotros este es un
enfoque erróneo, que revela las limitaciones de las éticas tradicionales.

La ética ambiental aspira a tratar desde un punto de vista racional los problemas morales
relacionados con el ambiente, que constituyen el principal grupo de problemas que debe
afrontar la especie humana en la actualidad, como lo han planteado recientemente los
Premios Nobel.

Estos problemas no se resuelven por mera aplicación de las éticas tradicionales. Sino que
exigen claramente la adecuación de las mismas, un nuevo pensamiento ético: y no
cualquiera, sino uno que parta de una revisión radical de nuestra mirada sobre la vida, sobre
la biosfera, sobre lo que somos como especie en un planeta al cual le venimos imprimiendo
una serie de modificaciones ineludibles. Ese marco teórico es el que vimos en el texto de
Mosterin: requiere abandonar el antropocentrismo como precondición analítica
ineludible.
En ese marco surge la noción de SUSTENTABILIDAD o SOSTENIBILIDAD

ETICA Y SUSTENTABILIDAD.
ALGUNOS PROBLEMAS CONCEPTUALES

El ambiente como tema de la filosofía es un emergente que se ha abierto paso en las ultimas
décadas con una fuerza creciente: la problemática ambiental motivó nuevos campos del
saber, como la ecología, –y, de forma concomitante– disparó la discusión filosófica al
respecto. Y una de ellas es la idea de “limites” y de “sostenibilidad” (o sustentabilidad, las
dos formas en español más comunes en que encontramos este concepto). Según el
diccionario, “sustentar" (del latín sustentāre, intens. de sustinēre) puede significar:

1. tr. Proveer a alguien del alimento necesario.


2. tr. Conservar algo en su ser o estado.
3. tr. Sostener algo para que no se caiga o se tuerza.
4. tr. Defender o sostener determinada opinión.
5. tr. apoyar (‖ basar).

El concepto de desarrollo sustentable que se divulgó en todo el mundo es el que se incluyó


en el libro “Nuestro futuro común”, el informe sobre la cuestión ambiental encomendado
por las Naciones Unidas a un grupo de expertos, conocido como Informe Brundtland y
publicado en 1987. La definición dice: “Desarrollo sustentable es aquel que satisface las
necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las futuras generaciones de
satisfacer sus propias necesidades”.

La idea sin embargo no es nueva. Un ejemplo de nuestra historia lo evidencia: Belgrano,


200 años atrás, alentaba a rotar cultivos y cuidar las nutrientes de los suelos para la
agricultura, con estas palabras: «Así repondríamos lo que han destruido los que nos
precedieron y lo que nosotros arruinamos sin consideración alguna a la posteridad,
contentándonos únicamente con trabajar para nosotros, para nuestros placeres». Y advertía
también: “Causa el mayor sentimiento al observador ver tantos árboles muertos, a cuya
existencia hacía siglos que concurría la Naturaleza: se presiente ya lo detestables que
seremos a la generación venidera, si en tiempo no se ponen remedios activos para que los
mismos propietarios no abusen de sus derechos, pensando sólo en aprovecharse del
producto presente”.

El concepto de sostenible es una noción polisémica y ambigua, que permite que convivan
bajo su denominación ideas que pueden ser absolutamente contrapuestas, como veremos.
Por eso “lo primero necesario es esclarecer su sentido y otorgarle una radicalidad discursiva
que evite su metaforización anticipada y extemporánea y que le haga posible no vaciarse
prematuramente de su contenido transformador (inseminador) en el ámbito de las ideas”
(Elizalde). La idea central es que «Nada puede crecer indefinidamente. Todo tiene límites».

Seria demasiado extenso hacer la historia integral de este concepto. Voy a sugerirles un
texto que lo analiza detalladamente, el de Naina Pierri, que está cargado en el campus (o se
cargará en estos días) desde las primeras formulaciones de la idea de sustentabilidad o
nociones emparentadas, hasta la adopción oficial de la idea de Desarrollo Sustentable. Esta
autora se detiene con precisión en las fuentes históricas y en los hitos centrales para la
construcción de ese concepto, de los que mencionaré solamente algunos: 1) las numerosas
advertencias acumuladas por la investigación cientifica, desde el libro “Nuestro planeta
saqueado”, de 1948, de Farfield Osborn o la pionera “Primavera silenciosa” de Racher
Carson en 1962; pasando por el célebre informe “Limites del crecimiento”, del Club de
Roma en 1972; 2) los movimientos ambientales que empiezan a desplegarse en el mundo
desarrollado en los años 60 y se acrecientan en los 70; 3) las actividades desarrolladas desde
la ONU en especial desde la Conferencia de la Biosfera, en París en 1968, que conducen a
la Conferencia de Estocolmo en 1972, una bisagra indiscutida en la temática, y donde por
primera vez se habló de conciliar el desarrollo con la protección de la naturaleza, y de
atender a las diferencias entre las realidades de los paises. De alli saldrá la creación del
PNUMA, tendrá otro hito en el informe Bruntland de 1987 y ese camino confluirá luego en
la cumbre de Rio 92.

Esta autora muestra como, partiendo de posiciones muy diferentes sobre la cuestión
ambiental a principios de los setenta, todos confluyen, años después, en la idea de desarrollo
sustentable. Pero esa confluencia en la propuesta de desarrollo sustentable no es una
disolución de las diferencias, sino un momento de homogenización de una de las corrientes
(la del ambientalismo moderado) que es la que adopta la ONU. También evidencia cómo la
posición de la ONU es una perspectiva moderada, que acepta la idea de los límites físicos,
pero sigue apostando a un crecimiento compatible con el cuidado ambiental, e incluso lo
entiende como requisito de este último. Esa mirada es la que sigue prevaleciendo, en cierta
medida, en los ODS formulados en 2015, cuyo objetivo 8 establece: “Promover el
crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos”.

Arne Naess distinguió entre una ecología superficial y la ecología profunda. La primera
«combate la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales pero su objetivo
central es la salud y la vida opulenta de los habitantes de los países desarrollados», por tanto
no se hace cargo de las causas políticas, sociales, económicas y culturales de la crisis
ambiental. En el fondo, está al servicio del statu quo y sirve a la sociedad industrial y
modelos políticos y económicos imperantes que además la financian. No cuestiona el
egoísmo, el materialismo, el uso de la naturaleza en cuanto recursos naturales sino que
busca soluciones técnicas que permitan la continuidad de este modo de vida.

En contraste, la «ecología profunda» busca dar cuenta no sólo de los síntomas sino de las
causas culturales subyacentes a la crisis ambiental, criticando los supuestos metafísicos,
sistemas políticos, estilos de vida y valores éticos de la sociedad industrial. Al respecto
Wallerstein sostiene: «La gravedad atribuida a este problema contemporáneo oscila entre la
opinión de aquellos que creen inminente el día del juicio final y la de quienes consideran
que puede estar cercana una solución técnica. Creo que la mayoría de las personas tienen
una postura situada entre esas dos opiniones extremas».

GRADOS DE SUSTENTABILIDAD

Una de las formas más habituales de entender el desarrollo sustentable plantea el desafío de
obtener, al mismo tiempo, la sustentabilidad económica, la ecológica y la social. Naina
Pierri hace la historia del concepto de sustentabilidad y muestra cómo en los foros
mundiales a lo largo de los ultimos cincuenta años una posición que Naess ĺlamaría
“ecologia superficial”. Se puso el foco en el crecimiento, visto como el único camino para
realizar los objetivos ambientales y del desarrollo. Esta autora sostiene que de acuerdo a
dónde se ponga el énfasis, si en los límites del crecimiento o en el grado de protección del
“capital natural” (algunos nos negamos a considerar “capital natural” lo que llamamos
“bienes comunes”), tendremos el siguiente esquema:

Donde las posiciones que ocupa cada teoría o corriente de pensamiento se establecen a
partir de identificar lo que ellas privilegian de los tres aspectos de la sustentabilidad
(económico, ecológico y social).

Si la sostenibilidad es un concepto ambiguo, la idea de “desarrollo sostenible” no lo es


menos: se ha diversificado y existen varias corrientes, con mayor o menor grado de énfasis
en en su mirada sobre el tema. Desde las que ponen el acento en reducir la contaminación y
manejar los desperdicios, hasta las que sostienen que es indispensable transformar
totalmente la idea de “desarrollo”, porque la realidad del desarrollo capitalista, indican
distintos autores y autoras, es incompatible con una mirada realista y compleja de lo
ambiental.

Antonio Elizalde lo plantea con claridad: “El capitalismo ha logrado instalar en el


imaginario de la humanidad la utopía de la abundancia infinita. La tarea necesaria de
realizar para poder viabilizar políticamente la sostenibilidad es ¿cómo desinstalar esa
utopía? Lo cual obviamente no es una tarea fácil aunque todo el mundo estuviese de
acuerdo, más difícil será aún lograrlo cuando hay importantes fuerzas y actores sociales
cuyo propósito es que dicha utopía permanezca indemne”.

Y otra vez recurrimos a Wallerstein: “Los dilemas ambientales que encaramos hoy son
resultado directo de la economía mundo capitalista. Mientras que todos los sistemas
históricos anteriores transformaron la ecología, y algunos de ellos llegaron a destruir la
posibilidad de mantener en áreas determinadas un equilibrio viable que asegurase la
supervivencia del sistema histórico localmente existente, solamente el capitalismo histórico
ha llegado a ser una amenaza para la posibilidad de una existencia futura viable de la
humanidad, por haber sido el primer sistema histórico que ha englobado toda la Tierra y que
ha expandido la producción y la población más allá de todo lo previamente imaginable”.

Eduardo Gudynas propone el siguiente esquema:


En general, las posturas sobre el desarrollo sostenible buscan un nuevo equilibrio entre el
uso de la Naturaleza y la atención a las necesidades humanas. En general no se postula un
regreso al pasado remoto, ni se reniega de la tecnología y la ciencia, sino que las ponen en
un nuevo contexto.

El desarrollo sostenible débil acepta modificar los procesos productivos actuales para
reducir el impacto ambiental y considera que la conservación es necesaria para el
crecimiento económico. Por ello apuesta a la reforma técnica (mejores y más eficientes usos
de la energía, mitigación de la contaminación, etc.) y otorga un fuerte peso a los
instrumentos económicos. Detrás de esta idea está la reciente proliferación de estudios sobre
“valoración económica” de los recursos naturales, postulando el concepto de “Capital
Natural”. La cuestión urbana bajo esta corriente enfatizaría las soluciones técnicas, por
ejemplo a los problemas de contaminación, y apostaría a generar mercados alternativos para
los bienes y servicios ambientales

El desarrollo sostenible fuerte advierte que no toda la Naturaleza puede ser reducida a un
Capital Natural, ni que todas las valoraciones son económicas. Por ejemplo, un árbol puede
ser convertido en muebles (Capital Natural transformado en bienes), pero no es posible una
reversión, en la cual el capital de origen humano pueda sencillamente transformarse en
Capital Natural. Por más dinero que se disponga, los árboles no crecerán más rápido. Por lo
tanto, se subraya la necesidad de asegurar la supervivencia de especies y la protección de
ambientes críticos, más allá de su posible uso económico.

Finalmente, la sustentabilidad súper-fuerte sostiene que el ambiente debe ser valorado de


diferentes maneras, además de la económica: también existen valores culturales, ecológicos,
religiosos o estéticos, que son tanto o más importantes. Por esta razón enfatiza el concepto
de “Patrimonio Natural”, entendido como un acervo que se recibe en herencia de nuestros
antecesores y que debe ser mantenido, legado a las generaciones futuras, y no
necesariamente vendible o comprable en el mercado.

Siguiendo esta línea de pensamiento, la sustentabilidad súper-fuerte se apoya en gran


medida en una nueva ética, donde en esa pluralidad de valores, se acepta que la Naturaleza
tiene valores que son propios a ella y que son independientes de la utilidad que puedan tener
para el ser humano. Por el contrario, la sustentabilidad débil particularmente tiene una
perspectiva instrumentalista (la naturaleza es “un recurso” o un “capital” natural) y por
supuesto antropocéntrica.

Es importante hacer notar que estas posiciones son matizadas, y que en la realidad aparecen
imbricadas muchas veces entre sí e incluso pueden concebirse no necesariamente como
antagónicas sino que en realidad una contiene a la otra. Por ejemplo, la sustentabilidad
súper-fuerte reconoce que la valoración económica (propia de la sustentabilidad débil), es
una forma de valoración entre varias. Por ende, estas perspectivas expresan también
diferentes papeles para la ciencia, la política y la gestión. En ese sentido, también el
antropocentrismo es heterógeneo e incluye miradas diferentes, y algunas de ellas (como la
sustentabilidad “fuerte”) están más cerca de un ecocentrismo moderado, que del
antropocentrismo lineal y tradicional. Por ejemplo, el discurso que sostiene la enciclia
Laudato Si, en la que el jefe de la Iglesia Catolica mundial desarrolla un inédito y
esperanzador alegato ambiental, propone un antropocentrismo diferente a aquellos que
califica como “despótico”, “desviado”, “moderno”. Bergoglio les atribuye a los anteriores la
causa del desastre ambiental, y si bien no llega a reconocer en toda su dimensión la
responsabilidad de la tradición bíblica en la construcción de ese antropocentrismo
destructor, se diferencia de aquél y sostiene que “la forma correcta de interpretar el concepto
del ser humano como « señor» del universo consiste en entenderlo como administrador
responsable", como guardián de la casa común. Algunos autores, como Alicia Bugallo,
denominan a esta posición “antropocentrismo humilde”.

Nos detenemos por aquí, no sin enfatizar en algunas aspiraciones que caracterizan a esa
nueava Ética: deberá reconocer la responsabilidad humana ante el cuidado y la restauración
ambiental; deberá sostener y fundamentar el respeto y la tolerancia ante la diversidad de
saberes; enfatizar la complejidad de los fenómenos vivos y las interacciones e
interdependencias biosféricas; y valorar el protagonismo individual y comunitario en el
diálogo de saberes para la construcción de conocimientos y en la deliberación de las
políticas públicas que hagan posible y viable una sustentabilidad que a la vez sea local y
planetaria.

En los puntos siguientes veremos qué elementos conceptuales y cognoscitivos nos


puedan ayudar a construir una nueva ética ambiental.

Propuesta para el FORO: Crear una versión “ambiental” del dilema de Heinz.
HACIA UNA ÉTICA AMBIENTAL: CUATRO DOCUMENTOS

Lectura y análisis de documentos referenciales de ética ambiental: Carta de


la Tierra, Manifiesto por la vida, Carta de las responsabilidades humanas,
Carta Encíclica Laudato Sí.

Como consecuencia de la preocupación por el ambiente y sobre todo la alarma ante la falta
de reacción de las autoridades políticas y las dirigencias sociales y económicas, las personas
más preocupadas entre la humanidad han desarrollado diferentes estrategias para hacer
llegar a las demás su mirada sobre las implicancias éticas de la crisis a la que estamos
asistiendo. Con mayores o menores ambiciones, desde hace algunas décadas se vienen
proponiendo textos que interpretan la crisis climática desde perspectivas que pretenden ser
integrales y como consecuencia proponen caminos para enfrentarla, presentándose como el
esbozo de una ética nueva, una ética para la sustentabilidad.

Voy a presentarles cuatro documentos que van en ese sentido, es decir que pretenden ser
reconocidos como referencias centrales en la ética ambiental, y por ende, servir como guia
para las acciones humanas respecto de la relación con la naturaleza, con la vida y entre los
propios seres humanos. Me estoy refiriendo a la Carta de la Tierra, el Manifiesto por la vida,
la Carta de las responsabilidades humanas, y la Encíclica Laudato Si'. A continuación les
comentaré las principales características de cada una de ellas.

En todos los casos, estos documentos proponen cambios paradigmático de valores, en donde
sugieren que abandonemos para siempre algunos de los valores, modelos, criterios, que han
llevado a nuestra especie –como dice Jesus Mosterin-- a ser el cáncer de la biosfera, y
comenzar a ser la conciencia de la biosfera. Sin embargo hay matices interesantes entre
ellas, semejanzas y diferencias, y otros elementos que vale la pena analizar.

Cada documento tiene su propia historia y sus características: dos de ellos nacieron con la
aspiración de contar con un reconocimiento internacional en el marco de la Organización de
las Naciones Unidas, es decir, que en esos dos casos aspiran a orientar las acciones no solo
de las personas, sino sobre todo de los Estados. Los otros dos, si bien aspirar también a
orientar las acciones humanas (como toda ética) se proponen más bien como visiones
alternativas a los anteriores, y uno de ellos en particular, la Enciclica, tiene un origen
religioso aunque aspira a llegar a todas las personas.

LA CARTA DE LA TIERRA. Surgida en el contexto de las discusiones ambientales en las


Naciones Unidas, la Carta de la Tierra es una declaración internacional de principios y
propuestas que afirma que la protección de la naturaleza, los derechos humanos, el
desarrollo igualitario y la paz son interdependientes e indivisibles. Se conociò en 2000,
despues de varios años de trabajo por parte de personas de distintas organizaciones, culturas
y sectores, uno de sus principales impulsores fue Mijail Gorbachov, ultimo lider de la Union
Sovietica. La cantanta argentina Mercedes Sosa está también entre ellos. La Carta ha sido
traducida a más de 30 lenguas desde el año 2000. Desde entonces la Carta ha ido ganando
difusión y reconocimiento en el mundo y se fue desarrollando un movimiento internacional
que impulsa la difusiòn y aplicación de sus principios (Iniciativa de la Carta de la Tierra). La
declaración contiene un planteamiento global de los retos del planeta, así como propuestas
de cambios y de objetivos compartidos que pueden ayudar a resolverlos.
El texto de la Carta se estructura en torno a cuatro principios básicos: Respeto y cuidado de
la vida; Integridad ecológica; Justicia social y económica; Democracia, no violencia y paz.
Y se despliegan de estos cuatro, 16 principios generales, que se desarrollan y complementan
en 61 principios más detallados. Estàn precedidos de un Preámbulo y contienen la idea de
sostenibilidad (que reitera en numerosas ocasiones), y una serie de principios que
conforman un corpus ètico que vale la pena conocer y analizar. Por ejemplo, aunque se
menciona el desarrollo sostenible, se concibe la sostenibilidad de la vida con un criterio que
no es exactamente el del ambientalismo moderado que vimos en nuestro encuentro anterior:
como ejemplo, en el Preambulo se plantea: “Debemos darnos cuenta de que, una vez
satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser
más, no a tener más”.

La Carta de la Tierra, según sus impulsores (que han logrado el apoyo de miles de
organizaciones y personalidades de todo el mundo) no es un documento cerrado y
finalizado, sino un punto de partida para esa Iniciativa, a la que consideran cada día más
viva y más abierta. De hecho una de las ambiciones de la Carta de la Tierra es que se le
otorgue el como reconocimiento de las Naciones Unidas --y por ende de la comunidad
internacional-- como referencia ética y jurídica sobre la sostenibilidad. Pero hasta ahora no
se ha producido, principalmnete por la oposiciòn de las principales potencias, empezando
por EEUU. Aun asi, sus impulsores aseguran que la Carta no quiere ser sólo un documento
oficial de las Naciones Unidas, sino sobre todo un texto inspirador en la vida real para
personas, grupos y organizaciones. Y en ese sentido, se puede decir que ha tenido una
enorme repercusión y sigue teniendo un valor relevante, pero no por eso libre de
controversias.

El MANIFIESTO POR LA VIDA. El Manifiesto por la Vida es el resultado de un


Simposio sobre Ética y Desarrollo Sustentable, celebrado en Bogotá, Colombia, en mayo de
2002, del que participaron numerosos intelectuales de América Latina (por la Argentina
Carlos Galano, por ejemplo). La profundidad de este documento, que cuestiona –sin
mencionarla-- aspectos incluidos en la Carta de la Tierra, o aborda otros que aquella ni
siquiera roza (como el cuestionamiento abierto a la idea de desarrrollo, o la necesidad de
una educaciòn ambiental basada en el diàlogo de saberes, o la apelaciòn a una democracia
participativa, "autogestionaria") la hace un documento de estudio de enorme riqueza. Y
quizás el más pretencioso en términos intelectuales: desarrolla con lenguaje específico –
filosófico, científico y político-- las bases para una Ética Ambiental alternativa a las que han
ido surgiendo en los países donde residen los centros mundiales del poder.

El Manifiesto tiene 54 puntos, entre los que recorre las razones de la crisis ambiental (que
hace estribar en "una vision mecanicista del mundo"), califica el discurso del desarrollo
sostenible como una "idea equivoca" basada en "la falacia del crecimiento"; y luego detalla
distintas dimensiones éticas de la propuesta: una producciòn "para la vida", una ètica de
ciudadanìa global y movimientos sociales, del espacio pùblico, de la democracia
participativa, de los bienes comunes, etc.

Todas esas perspectivas, segun afirma el Manifiesto, apuntan a construir una Etica de la
Sustentabilidad, porque "busca inspirar principios y valores, promover razones y
sentimientos, y orientar procedimientos, acciones y conductas, hacia la construcción de
sociedades sustentables". También asegura no ser "un texto definitivo y acabado", y aspira a
que "la ONU, los gobiernos, las organizaciones ciudadanas, los centos educativos y los
medios de comunicación de todo el mundo" contribuyan a difundir el Manifiesto y a
propiciar un amplio diálogo y debate que conduzca a "establecer y practicar una ética para
la sustentabilidad".

Para los firmantes del Manifiesto, “la crisis ambiental es una crisis de civilización”, es decir,
una crisis social, que compromete además “modelos de desarrollo” que se centran en la
ganancia sin tasa ni medida y muestran un total desprecio por la naturaleza y los valores
humanos. En esas circunstancias propone una ética alternativa que privilegie una
distribución equitativa de la riqueza y un uso racional de los bienes y servicios ambientales.
Así mismo, el documento aboga por la búsqueda de amplios consensos para empujar la
transformación de nuestra civilización con la mira puesta en las futuras generaciones. Esta
“ética para la sustentabilidad” recurre “a la responsabilidad moral de los sujetos, los grupos
sociales y el Estado para garantizar la continuidad de la vida y para mejorar la calidad de la
vida”, y tiene como sustento los “principios de solidaridad entre esferas políticas y sociales,
de manera que sean los actores sociales quienes definan y legitimen el orden social, las
formas de vida, las prácticas de la sustentabilidad, a través del establecimiento de un nuevo
pacto ciudadano y de un debate democrático, basado en el respeto mutuo, el pluralismo
político y la diversidad cultural, con la primacía de una opinión pública crítica actuando con
autonomía ante los poderes del Estado”.

El Manifiesto también incluye un duro cuestionamiento a las ecologías del norte: declara
que la ética de la sustentabilidad "implica revertir el principio de 'pensar globalmente y
actuar localmente', porque ese precepto lleva a "una colonización del conocimiento a través
de una geopolítica del saber que legitima el pensamiento y las estrategias formuladas en los
centros de poder de los países desarrollados dentro de la racionalidad del proceso dominante
de globalización económica, para ser reproducidos e implantados en los países “en
desarrollo” o “en transición”, en cada localidad y en todos los poros de la sensibilidad
humana”.

Como se ve, hay profundas semejanzas pero también considerables diferencias entre estos
dos primeros instrumenrtos. Otra diferencia entre la Carta de la Tierra y el Manifiesto por la
Vida reside en que la Carta pretende convertirse en el tercer documento fundamental del
derecho internacional al servicio de la comunidad mundial reconocido por la ONU (los otros
dos son: La Carta de las Naciones Unidas, que reglamenta las relaciones entre estados y
establece normas para conseguir la paz y la estabilidad; y La Declaración Universal de los
Derechos Humanos que regula las relaciones entre estados y personas, y garantiza a todos
los ciudadanos un conjunto de derechos inalienables que sus respectivos gobiernos deberán
asegurarles). El Manifiesto, surgido de reuniones oficiales de ministros de ambiente y de
gobiernos de cara a Cumbres de la ONU en torno a temàticas ambientales no tiene esa
aspiraciòn, màs bien “busca inspirar principios y valores, promover razones y sentimientos,
y orientar procedimientos, acciones y conductas, hacia la construcción de sociedades
sustentables”.

LA CARTA DE LAS RESPONSABILIDADES HUMANAS. Surgida casi al mismo


tiempo que la Carta de la Tierra, impulsada por personalidades de todo el mundo (entre las
que se encontraba Edgar Morin), la Carta de las Responsabilidades Humanas aspira a
ocupar el mismo lugar que explicita la Carta de la Tierra: el “tercer pilar” en que se apoye la
vida internacional de la humanidad (los otros dos pilares, recordemos, son la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y la Carta de las Naciones Unidas). Se puede
cuestionar con muchos fundamentos a las Naciones Unidas (recordar a Quino: "los
simpàticos inoperantes") pero es indiscutible que el marco que han creado estos dos pilares
ha mejorado notablemente las relaciones internacionales en relaciòn con el pasado violento
e irrefrenable de la humanidad.

Pero el razonamiento de quienes impulsan esta carta, al igual que la otra, es que en el mundo
ha experimentado cambios radicales, con retos nuevos que no bastan para hacer frente a la
crisis ambiental. La idea de un tercer pilar, de una “Carta de la Tierra”, que tratara
principalmente de las relaciones entre la humanidad y la biosfera, apareció por primera vez
en la Conferencia mundial de Estocolmo sobre el medio ambiente en 1972. Esta idea se
retomó durante la preparación de la Cumbre de la Tierra en 1992 en Río de Janeiro, pero la
redacción no pudo llevarse a cabo puesto que los gobiernos no consiguieron llegar a un
consenso sobre una formulación adaptada a los retos reales del mundo.

Desde entonces se han venido elaborando distintos proyectos de Cartas a partir de


iniciativas de la sociedad civil internacional (acà mencionamos estos dos que aluden
frontalmente a la cuestion ambiental, pero hay varios màs que se proponen para ocupar ese
lugar y en los cuales lo ambiental solo es un punto màs entre muchos1).

De entrada, la Carta se presenta con la propuesta de elaborar “un nuevo pacto social entre
los seres humanos con el objeto de sentar las bases de su colaboración con vistas a
garantizar la supervivencia de la humanidad y del planeta”. Por eso pretende que la adopte
la ONU. Ubica en la noción de responsabilidad un concepto ético presente en todos los
grupos humanos, y que así como las naciones del mundo han aceptado la idea de los
“Derechos Humanos”, ahora es necesario introducir la de “Responsabilidades Humanas”. Y
establece unos pocos principios que son generales en su formulación y vastos en su alcance,
sin detallar de qué manera se instrumentarían, como por ejemplo que “el ejercicio del poder
sólo es legítimo cuando está puesto al servicio del bien común y es controlado por aquéllos
sobre quienes dicho poder se ejerce”, o que “el consumo de los recursos naturales para
responder a las necesidades humanas debe verse acompañado por una activa protección del
medio ambiente”. Esta es precisamente una de las razones por las que se la critica: sus
principios, según esas criticas, son tan generales que nadie o casi nadie puede estar en
desacuerdo, y por eso mismo, difíciles de conectar con políticas reales de parte de los
Estados que pudieran adherir.

LA ENCÍCLICA LAUDATO SI'. "Laudato Si''" significa "Alabado seas", es el inicio de


un poema de Francisco de Asís, un religioso cristiano de la Edad Media en quien el Papa
actual encuentra un antecedente de una mirada ambiental. "Enciclica" proviene del griego,
es la misma raíz que "enciclopedia", y significa ‘envolver en círculo’. Una encíclica es una
carta que el jefe de la iglesia católica envia a todos los obispos de las iglesias bajo su
mandato y tiene valor oficial: se la considera el segundo documento legal más importante
que puede emitir un papa, después de la Constitución Apostólica.
Presentada en 2015, esta Enciclica es la primera que un Papa sostiene publicamente como
destinada a todas las personas del mundo, incluidas las no católicas. Por supuesto, dado su
origen, no pretende tener reconocimiento o adhesión formal de otros Estados –hay que
recordar de paso que el Vaticano no es miembro pleno derecho la ONU, la integra como
"Estado observador", de modo que no podría presentar propuestas en su seno.

La encíclica concibe al planeta Tierra como la "casa común" de las personas, la naturaleza y
la vida animal, contiene seis capítulos con subtítulos en los que desarrolla las ideas del Papa
actual sobre diferentes aspectos del problema ambiental: en el primero, "Lo que le está
pasando a nuestra casa", hace un diagnóstico detallado donde se da cuenta de la situación
ambiental y la crisis global, y las interpreta como el "grito de la creación" que pide
soluciones. En el segundo "El Evangelio de la creación", el Papa reinterpreta el discurso
bíblico tradicional de la creación, alejándose de la visión del ser humano como "dueño y
señor" de lo que existe, y por el contrario enfatiza la responsabilidad humana con la
creación y los lazos que únen a todos los seres de la naturaleza. En el tercero, "Raíz humana
de la crisis ecológica", atribuye las causas de la situación ambiental a los modelos
económico-tecnológicos imperantes y al antropocentrismo "desviado" fruto de la
Modernidad, proponiendo un antropocentrismo "adecuado". El capítulo cuarto, "Una
ecología integral", propone como mejor solución a la problemática, una ecología integral,
un nuevo paradigma de justicia, que encuentra un vínculo indisoluble entre cuestiones
ambientales, sociales y humanas, porque no hay dos crisis separadas (ambiental y social por
ejemplo) sino una sola. En el capítulo 5 el Papa ofrece “Algunas líneas de orientación y
acción”, sosteniendo que las soluciones se alcanzarán a través del diálogo y el consenso, con
debates en donde deben estar incluidos los Estados, las organizaciones sociales, las
entidades supranacionales, y por supuesto, las religiones, las cuales deben también abrirse a
un diálogo con las ciencias. El ultimo Capítulo, el sexto, se titula “Educación y
espiritualidad ecológica” y es quizás el más orientado hacia dentro de la Iglesia,
proponiendo una "conversión" ecológica en la formación que se da a los creyentes.

La Enciclica es muy rica en conceptos quizás no demasiado novedosos para quienes ya


tienen una formación ecológica, pero muy relevantes para quienes están dentro de la
congregación que preside el Papa. En países en donde la Iglesia Católica es mayoritaria o
incluso es religión oficial, el impacto de la Encíclica puede ser muy profundo. En ella por
ejemplo se asegura que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo
social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto
el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.

Por supuesto, para quienes no formamos parte de esa congregación religiosa (o de ninguna
otra, como es mi caso) se trata de un aporte más, valioso en muchos aspectos, en especial en
la reformulación de la relación que la humanidad tiene con la naturaleza. Sin embargo el
texto está empañado en parte por provenir de una reflexión teológica, en la que ciertos
dogmas siguen teniendo más peso que una mirada basada en el conocimiento y en el
pensamiento crítico. Por ejemplo, el Papa cuestiona y con razón el consumo desmedido de
los países ricos, pero en cambio no dice nada del desmesurado crecimiento poblacional de la
humanidad, que es también parte del problema y en especial para el "clamor de los pobres".
Y por supuesto no modifica la cerrazón tradicional de la Iglesia respecto de la cuestión de la
educación sexual y los anticonceptivos, en un mundo en el que a la humanidad le costó 11
mil años llegar a ser mil millones de habitantes, y apenas 100 años más para multiplicarnos
por siete (la población mundial actual es de casi 8 mil millones).

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Consigna para el Foro: Les propongo que lean los cuatro documentos, y luego que
elijan uno para compartir en el Foro del Campus algún aspecto relevante que yo no
haya mencionado aqui, tanto para destacar una noción que les parezca especialmente
valiosa, o para desarrollar alguna crítica que les resulte pertinente. Espero que
disfruten de la lectura, y luego, que participen con sus comentarios.

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HACIA UNA ÉTICA AMBIENTAL

En esta última clase comenzaremos por retomar las dos preguntas desde las que
partimos: ¿Cuáles han sido los valores éticos que han llevado a la sociedad
contemporánea ante bordes inéditos en términos de riesgo, vulnerabilidad y
viabilidad del desarrollo contemporáneo? ¿Qué valores éticos deberíamos
promover para lograr una incidencia positiva y esperanzadora ante dicha crisis?

En relación a estas dos preguntas, podemos intentar una síntesis repasando los
principales rasgos de la conducta individual y colectiva que debemos reformular,
porque nos han llevado hasta los bordes del abismo (haciendo nuestra la expresión
que viene usando Antonio Guterres). Ello nos lleva a dimensiones diferentes de la
discusión filosófica:

- una, ontológica, la noción de antropocentrismo: la concepción filosófica que


considera al ser humano como centro de todas las cosas y el fin absoluto de la
creación. Vimos con Mosterín que hay razones irrefutables para abandonar esa
noción.

- otra, epistemológica, la razón irracional: la racionalidad científica, tecnológica y


económica construida por el ser humano desde hace miles de años (pero potenciada
como nunca antes con la modernidad) que mostró en los ulitmos dos siglos una
capacidad sin precedentes de dominio de la naturaleza, evidencia sin embargo una
irracionalidad intrínseca, basado en la yuxtaposición de varios desconocimientos: se
desconoció la trama de la vida en el planeta (los ecosistemas), la diversidad
sociocultural, la existencia de límites al crecimiento económico y el consumo.
Precisamos otra racionalidad, que se sostenga sobre la noción de la vida como un
continuum en donde seamos capaces de desactivar la artificial separación entre
nuestra especie y la naturaleza. Es decir que, como propone Elizalde, debemos
disputar una racionalidad diferente: “La hegemonía que todavía continúan ejerciendo
en el imaginario de la humanidad los defensores del crecimiento capitalista se ancla
en que se autoatribuyen la condición de racionalidad negándosela a otros. No
obstante, carecen de ella en lo absoluto. En un mundo globalizado todo termina
siendo global, antes o después, no hay espacio para acciones que no generen impacto
absolutamente localizado. «Hombre soy y nada de lo humano puede resultarme
ajeno» afirmaba Terencio hace dos milenios. Hoy podríamos parafrasear a Terencio
sosteniendo que somos vida y nada de la vida y de lo vivo puede resultarnos ajeno”.
En este campo precisamos un diálogo de saberes para construir una nueva
racionalidad.

- una tercera, en el campo de la filosofía política, la forma de gestión de los bienes


comunes: seguimos permitiendo que intereses particulares gestionen los bienes
comunes en su beneficio y en perjuicio de la vida, de nosotros mismos y de las
proximas generaciones. Así como discutimos la racionalidad del orden vigente,
debemos discutir la forma en que se toman las decisiones que involucran los bienes
comunes, y por eso, el problema de la democracia profunda (una democracia
partipativa integral) es central en esta cuestión

- finalmente, una cuarta, ética: cómo debemos actuar. Cuáles son nuestros derechos
y nuestros deberes en relación con el mundo y con los demás. Hoy veremos algunas
opciones que se ofrecen como posibles salidas, y a continuación, algunos elementos
conceptuales y cognoscitivos que nos puedan ayudar a construir una nueva ética , una
ética ambiental o ética de la sustentabilidad.

ALGUNAS OPCIONES DE SALIDA

André Gorz explicó hace ya más de dos décadas que “La reproducción del sistema
choca, al mismo tiempo, contra sus límites internos y los límites externos
engendrados por el saqueo y la destrucción de una de las dos “fuentes principales de
las que brota toda riqueza”: la tierra. La salida del capitalismo ya comenzó sin ser
aún querida concientemente. La cuestión pasa únicamente por la forma que va a
tomar y el ritmo al que se va a producir.” Para Gorz, la salida del capitalismo ya
comenzó, y “de nosotros depende que sea hacia un nuevo tipo de sociedad, o hacia
una catástrofe ambiental y humana sin precedentes”.
Frente a esta certeza (una de las pocas que tenemos en una época de tantas
incertidumbres) aparecen opciones de salida. Aunque también hay actitudes que
operan casi como actitudes “negacionistas”, al decir de Jorge Riechmann. Se trata
de movimientos de “huida” frente a la crisis ecológica y de los límites planetarios y
todas tienen en común la fe ciega en que la ciencia y la tecnología serán los medios
de escape. Al enumerarlas parecen argumentos de películas de ciencia ficción, sin
embargo, como verán a continuación, todas son noticias actuales, que semana a
semana podemos detectar en los titulares de medios especializados: van desde la
búsqueda de la generación de energía mediante la fusión nuclear –hay varios
proyectos en marcha en Europa, en EEUU, en China–, pasando por las
nanotecnologías (que permitirían crear materiales inteligentes que se reconstituirían
a sí mismos, reduciendo drásticamente el derroche y el consumo), hasta los proyectos
literales de “huida”: la colonización de otros mundos, es decir la búsqueda de otros
planetas hacia los cuales dirigirnos, e incluso la “huida” de la condición humana, al
entrar en una nueva era a partir del cruce de la ingeniería genética y la inteligencia
artificial. De nuevo, si creen que exagero, pueden ver el ultimo libro de James
Lovelock, el creador de la teoría de Gaia, donde ofrece una perspectiva de futuro en
la que, juntos, los humanos y la inteligencia artificial ayudarán a la Tierra a
sobrevivir. Lovelock ya bautizó esa nueva era, en la que supuestamente ya estamos
entrando: le llaman Novaceno (y así se titula su libro de 2019).

No obstante, se puede hacer un catálogo de las opciones que, asumiendo la crisis


climática, proponen modificar nuestra forma de vivir. Si recuerdan el esquema
que vimos respecto de las corrientes y perspectivas del Desarrollo Sustentable (débil,
fuerte, superfuerte) ustedes podrán ubicar en ese espectro a las que pasaré a señalar a
continuación:

· Capitalismo “Verde”
Esta es la supuesta “salida” que surge de los discursos oficiales de economistas y
“expertos” del FMI, del Banco Mundial, en fin, de las usinas del pensamiento
económico neoclásico. Defienden a la iniciativa privada como la forma de salvación
colectiva para la preservación de la naturaleza. La legislación medioambiental
debería limitarse a obligar a prevenir o a remediar la contaminación cuando el costo
de hacerlo iguala los beneficios obtenidos al hacerlo, de lo contrario origina deuda y
por lo tanto quiebra.

Para el capitalismo verde un ambiente limpio puede lograrse mediante algunos


retoques en la forma de producir, una mejora en estilos de consumo y sobre todo en
nuevas tecnologías que permitan producir de manera más limpia. Los Estados
entonces solo deberian promover una demanda favorable al perfeccionamiento de las
tecnologías. Para los partidarios del capitalismo verde el mercado es compatible con
el ambiente, y con incrementar las multas a quien contamina no se avanza nada y en
cambio habría que estimular la reducción de impuestos y otros beneficios a quienes
se reconviertan “amigablemente con el ambiente” o incluso utilizando una parte de la
rentabilidad de las industrias contaminantes para empujar las energias renovables.

Un ejemplo actual de esto es la "Ley de Promoción de Inversiones


Hidrocarburíferas" que impulsa el ministerio de Economía, que prevé utilizar el 2%
de los derechos de exportación, para crear dos fondos con asignación específica (uno
para promover la inclusión laboral con perspectiva de género, que sería administrado
por el Ministerio de las Mujeres, y otro para premiar los proyectos con menor
impacto ambiental, que faciliten el camino hacia la transición energética). Es decir:
vamos a producir más contaminación por hidrocarburos, pero vamos a usar un 1% de
la rentabilidad que produzca para ver si algun día reemplazamos los hidrocarburos.

Es una muestra clara de la irracionalidad de la economía capitalista, de la que se nos


pretende presentar como la única racionalidad.

· Una variante del capitalismo verde es la que se conoce como “desmaterialización


de la economía”, una propuesta de sostenibilidad surgida como respuesta estratégica
desde los países ricos (especialmente desde el Banco Mundial). Propone lograr la
reducción del uso de insumos utilizados para la producción y un incremento de la
productividad, entendida como la relación entre la cantidad producida y la cantidad
de insumos utilizados en tal producción. Es decir, reduciendo las entradas de materias
primas a las cadenas productivas de bienes y servicios y a la vez las salidas de
desechos y sustancias tóxicas al medio ambiente. Se trataría de producir «más con
menos», utilizando menos recursos ambientales y menos energía en el proceso
productivo, reduciendo desechos, y atenuando la contaminación. El ideal explicitado
es la ecoeficiencia. Sin embargo desde la economía ecológica se asegura que el
resultado observado de esas prácticas es una exportación del costo material y
ecológico de las economías centrales hacia países periféricos (la «huella ecológica»),
de modo que la desmaterialización de las economías centrales sería absolutamente
ilusoria.

ESCENARIOS DE SUSTENTABILIDAD

No obstante hay otros escenarios de sustentabilidad que se presentan a la discusión


ambiental. Frente a todas estas opciones, hay corrientes cada vez más influyentes que
insisten en que la única opción posible, es la opción ecológica: asumir que debemos
“vivir dentro de los límites”. Como dice Jorge Riechman, tenemos que asumir,
aunque no sea fácil, que somos «criaturas de frontera», ni animales, ni dioses, ni
máquinas. Sugiere como la tarea fundamental de nuestra época y frente a los desafíos
que vivimos: la conquista del espacio interior y ni expansión ni crecimiento sino
intensidad. Veamos algunos:

· El decrecimiento: propuesto por economistas como Serge Latouche, implica


desaprender un modo de vida equivocado, incompatible con el planeta, buscando
nuevas formas de socialización, de organización social y económica, donde la noción
de decrecimiento implica el abandono del insensato objetivo de crecer por crecer,
cuyo motor no es otro que la búsqueda desenfrenada de ganancias para los
poseedores del capital. Los caminos para lograrlo pasan por estrategias diversas,
desde la relocalización de la economía y la producción a escala local, la agricultura
agroecológica; la desindustrialización; el fin del modelo de transporte (automóvil
individual, aviones, etc.); el replanteo del consumismo y de la publicidad; la
desurbanización; el salario máximo; la conservación y reutilización; la
autoproducción de bienes y servicios; la reducción del tiempo de trabajo; la
austeridad; los intercambios no mercantilizados; y una larga lista de acciones a llevar
adelante.

· La biomímesis: como su nombre lo indica, el concepto de biomímesis consiste en


«imitar la naturaleza a la hora de reconstruir los sistemas productivos humanos, con
el fin de hacerlos compatibles con la biosfera». La naturaleza es «la única empresa
que nunca ha quebrado en unos 4.000 millones de años» y ella nos proporciona el
modelo para una economía sustentable y de alta productividad. Se trata de lograr una
reconstrucción ecológica de la economía, tratando de imitar en ella el funcionamiento
de los ecosistemas, a partir de cinco grandes premisas:

1) Vivir del sol como fuente energética;


2) Cerrar los ciclos de los materiales;
3) no transportar demasiado lejos los materiales,
4) evitar los xenobióticos,
5) respetar la diversidad.

(Entre paréntesis: xenobiótico son sustancias que están dentro de un organismo pero
que no se producen naturalmente o en concentraciones mucho más altas de lo
habitual. Se aplica a compuestos cuya estructura química es poco frecuente o
inexistente en la naturaleza, debido a que son compuestos sintetizados por el ser
humano en el laboratorio. La mayoría han aparecido en el medio ambiente durante
los últimos 200 años).

Estos principios serian el nudo de una economía sustentable, con ciclos cerrados de
materiales, sin contaminación y sin toxicidad, movidos por energía solar y adaptada a
la diversidad local. Estudiando y comprendiendo, como hace mucho que lo hacemos,
los principios de funcionamiento de la vida en sus diferentes niveles (en particular el
nivel de ecosistema), se puede lograr que los ecosistemas sociales (el espacio urbano,
industrial y agrario) sea lo más parecido posibles al funcionamiento de los
ecosistemas naturales. Como puede verse esta idea es compatible con el
decrecimiento y convergente con una sostenibilidad entendida en sentido fuerte.

· Ética para el consumo responsable: esta es una propuesta de la filósofa española


Adela Cortina. Ella argumenta que siendo los bienes sociales indispensables para
nuestra felicidad, es inmoral que el sobreconsumo de unos pocos genere una situación
de carencia de los muchos. Retoma así la idea de Gandhi: consumir más allá de lo
que se necesita es robo. Sostiene que es necesario abandonar la creencia de que
poseer cosas es alcanzar la felicidad y plantea la urgencia de cambiar las formas de
consumo porque son formas de vida insostenibles. Propone un principio ético que se
puede formular de este modo: «No consumas nunca productos cuyo consumo no se
puede universalizar sin producir daño a las personas o al medio ambiente».
Debemos construir una “cultura de la sobriedad” ya que los bienes de la tierra son
bienes sociales deben ser entregados a todos los seres humanos. La ética del consumo
debe estar anclada en tres escalones básicos: la igualdad de consumo, entendida como
la creación de estilos de vida incluyentes y universalizables; la moderación de
consumo compulsivo, y el diseño de un pacto global sobre el consumo que haga
posible promover la capacidad de las personas de consumir de forma autónoma,
defender sus intereses mediante el diálogo y desarrollar sus proyectos de vida feliz.

· El “abajamiento”. Otra noción que converge con varias de las anteriores es la de


abajamiento. La idea es desarrollada en base a una propuesta de un filósofo chileno,
Joaquín García Roca, quien denomina “abajamiento” a un principio ético que
propone contraponer a la lógica del consumo del capitalismo globalizado. El
capitalismo produce y acentúa las desigualdades entre los países y al interior de cada
país, pero aunque las máximas responsabilidades del desastre debido al consumo
están en los grandes centros de poder, los responsables no están solo en el Norte del
planeta, sino tambien en las clases más favorecidas en el Sur. (Y no solo en los ricos:
piénsese en las costumbres de consumo que las clases medias urbanas hemos ido
desarrollando). Para modificar este estado de cosas se requiere no solo la conciencia
ambiental sino también el reconocimiento del otro humano y la solidaridad, y de allí
la necesidad de un “principio-abajamiento” imprescindible para una ética que
posibilite enfrentar la actual crisis civilizatoria: la solidaridad por abajamiento
obliga a renunciar al disfrute de algunos derechos e incluso ir en contra de
nuestros propios intereses. En el mundo único, desigual y antagónico, para ser
solidarios es preciso afectar radicalmente el bienestar propio: nuestro modo de vida
no se puede universalizar, por lo tanto esta solidaridad consiste en organizar todo
desde los derechos de los menos-iguales. Hay que “abajarse” hacia ellos, ya que no
va a ser posible que ellos suban al nivel de consumo y bienestar que hemos alcanzado
nosotros». La idea es perturbadora y profunda, y otra vez remite, aunque por otra vía,
a un imperativo ético que podría irse delineando en línea con los ya vistos: “Que tu
propia conducta como consumidor sea compatible con lo que requeriría un
mundo sustentable”.

· El Sumak kawsay (Buen vivir). La filosofía contemporánea ha comenzado desde


al menos un siglo (con la aparición de “Filosofía comparada” de Paul Masson-
Oursel) a recuperar las cosmovisiones filosóficas más allá de Europa. Tarea títánica,
superar el eurocentrismo requiere entender que “ninguna filosofía tiene el derecho de
presentarse como co-extensiva con la mente humana”. Es decir, ninguna filosofía
abarca toda la amplitud de la humanidad. En esa labor, se comenzó a recuperar y
estudiar el pensamiento filosófico de diferentes culturas del planeta, y entre ellas, de
los pueblos originarios de Sudamérica. En el caso del “Buen vivir”, no se trata de una
revalorización antropológica, sino ética y filosófica en todas sus dimensiones. Desde
su propia perspectiva los movimientos indigenistas de Sudamérica han recuperado la
noción del Sumak Kawsay, y la presentan como una poderosa propuesta hacia la
salvación de la especie humana.

Se trata de un concepto nuevo pero que se basa en filosofías de los pueblos indigenas
que entienden el relacionamiento del ser humano con la naturaleza sobre bases
radicalmente distintas a las que se han transformado en las ideas dominantes. El
concepto, actualizado, propone una vinculación diferente de la humanidad con la
historia, con la sociedad, con la democracia, con el bienestar, con el progreso. Le
llaman: «sumak kawsay», expresión quechua que se traduce aproximadamente como
«buen vivir», y es un punto de llegada de un largo camino en la lucha indigena por la
descolonización de su vida, de su historia, y sobre todo del futuro. Muchos vemos
esta noción del «buen vivir», como un valioso aporte de los pueblos indígenas del
Abya Yala a los pueblos del mundo. Aparece como una noción que expresa una
práctica de convivencia ancestral respetuosa con la naturaleza, y entre los seres
humanos y si bien es imposible resumir toda la riqueza y variedad de esta
concepción, vale la pena reseñar algunos aspectos que se vinculan de manera directa
con las posiciones que estamos presentando: el Buen Vivir choca con la idea de
progreso ilimitado, la Pachamama o la madre naturaleza tiene un límite, que impide
un desarrollo ilimitado, un crecimiento que es siempre a costa del “otro” –ese otro
somos a la vez nosotros, porque la naturaleza incluye a los seres humanos–; para
asumir esta relación en armonía se requiere comprender y aplicar la
complementariedad y la cooperación, y no la competencia y la acumulación; la
dimensión de los cuidados es un eje central de la existencia humana: cuidados para
la naturaleza y la sociedad, ser conscientes de la necesitad de una “economía del
cuidado humano”, y finalmente la sociedad no se restringe a una comunidad, es la
sociedad humana, entendida ésta como el espacio más amplio, y es indisoluble de
la interculturalidad y la plurinacionalidad, preceptos fundamentales de esta
propuesta de vida. Los problemas que afrontamos son de toda la especie, no de una
nación o cultura en particular.

El concepto del Buen vivir ha tenido una importante influencia en la redacción de las
nuevas constituciones de Ecuador (2008) y de Bolivia (2009) y ha permitido el
desarrollo de nuevas leyes y de conceptos como el de Derechos de la Madre
Naturaleza. Esos antecedentes son valiosos, y ya han producido logros importantes
(por ejemplo, frenar con recursos de amparas presentados por comunidades
aborigenes el otorgamientos de nuevas concesiones para la extracción de petróleo en
tierras comunitarias). Pero no impiden que el actual gobierno de Ecuador, por
ejemplo, avance en su intención de duplicar en los próximos cinco años su
producción petrolera.

HACIA UNA ÉTICA DE LA RACIONALIDAD AMBIENTAL

En un trabajo reciente del Grupo de Ética Ambiental de la SADAF (que yo integro),


proponemos comenzar a construir un corpus ético mínimo para sostener el diálogo de
saberes que supone una nueva racionalidad ambiental. Para ello desarrollamos
someramente algunas nociones de la reflexión ética actual. Ellas son: a) injusticia
epistémica, b) agnotología, c) responsabilidad por vulnerabilidad, d) justicia
ambiental y e) licencia social.

Una injusticia epistémica se produce cuando se anula la capacidad de un sujeto para


transmitir conocimiento y dar sentido a sus experiencias sociales, es decir cuando se
desacredita el discurso de un sujeto por causas ajenas a su contenido. Por ejemplo, en
las discusiones económicas y en las cuestiones ambientales se dejan de lado
conocimientos ancestrales que preservan diversas comunidades. Esa noción se
vincula con la de agnotología, el estudio de la ignorancia o la duda inducidas
intencionalmente (gnosis=conocimiento, a=ausencia). La ignorancia inducida se
construye mediante la difusión de datos inexactos o que generan confusión. La
ignorancia se puede generar de manera deliberada o se puede desarticular, y la ciencia
puede cumplir un papel en ambos procesos, por lo cual la actividad de científicos y
científicas tiene una relevancia enorme desde el punto de vista ético. La
responsabilidad por vulnerabilidad orienta nuestra responsabilidad hacia la
vulnerabilidad de otros sujetos ante nuestras acciones, sin limitar la a nuestro entorno
más cercano. Es indispensable cobrar conciencia del impacto de nuestras acciones en
lo otro (natrualeza+sociedad) en todo el planeta, y orientar nuestras acciones en
consecuencia. La responsabilidad por vulnerabilidad contiene y trasciende las
anteriores nociones de responsabilidad porque su mirada es reflexiva, sistémica y de
largo plazo, haciéndose cargo del presente y de las futuras generaciones. Todos, en
tanto personas, somos responsables frente a la vulnerabilidad por acción u omisión y
desde el lugar donde nos toque actuar. Por justicia ambiental se entiende la
tendencia a distribuir equitativamente las cargas y beneficios ambientales entre todas
las personas de la sociedad, considerando en dicha distribución el reconocimiento de
la situación comunitaria y de las capacidades de tales personas y su participación en
la adopción de las decisiones que los afectan. Es un concepto en discusión pero las
formas que va adoptando convergen con las nociones de una sustentabilidad en
sentido fuerte. Finalmente la licencia social propone que cuando un emprendimiento
puede afecta a la salud o al ambiente de las comunidades, éstas sean incluidas en las
decisiones que se tomen al respecto. Este principio fue incluido en el Acuerdo de
Escazú, en su artículo 7°, al establecer “el derecho de la ciudadanía a participar en la
toma de decisiones ambientales”, especialmente ante “acciones que puedan tener un
impacto significativo sobre el medio ambiente o la salud de la población”.

Quiero insistir en que la ética para una racionalidad ambiental está en


construcción, no es todavía un corpus terminado y definido. Son muchas las
nociones y principios que se han propuesto. Entre ellos me parece que vale la pena
señalar algunos que presentó Naess (padre de la ecologia profunda):

- la vida en la Tierra (humana y no humana), su riqueza y diversidad, tienen


valor intrínseco y
- nuestra especie no tiene derecho a reducir esa riqueza y diversidad, excepto
para satisfacción vital de necesidades
- la prosperidad de la vida humana es compatible con esa riqueza en la medida
que se dé una disminución sustancial de la población humana (no podemos
seguir creciendo del modo que lo hicimos en los ultimos cien años)
- la interferencia humana en el mundo no humano es excesiva y empeora
rápidamente
- la calidad de vida no debe medirse en estándares de vida más altos
- y finalmente, quienes suscriban los puntos anteriores están obligados en la
implementación directa o indirecta de los cambios necesarios

TRES NIVELES DE REFLEXIÓN ÉTICA Y DE ACCIÓN INDIVIDUAL

Como pueden ver, el último punto nos interpela individualmente. En efecto, nuestras
acciones no son la causa principal de la crisis (las causas residen en actores y
acciones que nos trascienden ampliamente) pero son o pueden ser el factor decisivo
del cambio.

Dice Elizalde: “Somos incapaces de ver cómo esos problemas tienen su origen en
la agregación de pequeñas acciones individuales, en la sumatoria de conductas
aparentemente insignificantes cada una en sí misma, pero que multiplicadas por
más de siete mil millones de seres humanos se trasforman en una tragedia”.

Sin embargo pareciera que nos resulta más fácil ver ese decisivo peso de nuestras
acciones individuales en la mirada por la negativa (el daño que hace cada persona)
que en el impacto transformador que podrían tener las acciones de las personas que
han tomado conciencia.

Bill Mollison, el padre de la permacultura, expresó: "La trágica realidad es que muy
pocos de los sistemas sostenibles que existen hoy en día son diseñados o
implementados por quienes están en el poder, y la razón es obvia y simple: dejar que
la gente se organice para producir sus propios alimentos, energía y construir sus casas
es perder el control económico y político que tienen sobre ellos. Debemos dejar de
esperar que las estructuras de poder, los sistemas jerárquicos o los gobiernos nos
ayuden, y encontrar formas de ayudarnos a nosotros mismos. Aunque los problemas
del mundo son cada vez más complejos, las soluciones siguen siendo
vergonzosamente sencillas".

Y en relación con esas soluciones sencillas, explica: "El mayor cambio que
debemos hacer es pasar del consumo a la producción, aunque sea a pequeña
escala, en nuestros propios huertos. Si sólo el 10% de nosotros hiciera eso,
habría suficiente comida para todos. De ahí la inutilidad de los revolucionarios que
no tienen huertos, que dependen del sistema que atacan, y que producen palabras y
balas, no alimentos y hogares.”

Eso significa entonces, que las escalas de reflexión ética e intervención activa
también son múltiples: es necesario trabajar en la articulación de tres niveles: el nivel
individual, lo que podemos hacer cada persona; el nivel de las alternativas
colectivas, que permiten inventar otras formas de vida para generalizarlas; y el nivel
político, es decir el de los debates y de las decisiones colectivas fundamentales en la
definición de la sociedad.

Antonio Elizalde resume esos tres niveles de esta manera:

· Partir por el cambio personal: «si yo cambio, cambia el mundo».


· Continuar con los cambios en las escalas más próximas o cercanas (el cotidiano de
nuestro existir: nuestras comunidades naturales, la pareja, el grupo
familiar, el lugar de trabajo o estudio, el vecindario, la parroquia o comunidad
eclesial, etc.).
· Transitar progresivamente en la medida en que sea posible por cambios en las
escalas intermedias (el barrio, el municipio o localidad, la región) hasta llegar
a las dimensiones globales.

Pero no basta con la transformación exclusivamente personal, por más que sea a
la vez condición necesaria para el cambio. Una nueva racionalidad ambiental
debe necesariamente fundar una ética ambiental, pero para imponerse ante la
racionalidad dominante, la ética debe volverse política y la política fundarse en
la ética. En una sintesis provisoria, podríamos decir entonces que una ética de la
sustentabilidad, una ética ambiental o una racionalidad ambiental implican un corpus
minimo donde no pueden estar ausentes valores como el ecocentrismo (aunque se
admite el antropocentrismo humilde), la solidaridad socioambiental, el diálogo de
saberes y una democracia participativa ambiental.

Si las desglosamos nos volvemos a encontrar con los elementos que ya habiamos
señalado como necesarios para una ética de la sustentabilidad.

Para termina: quizás conocen ustedes un texto de Bertolt Brecht titulado “El
analfabeto político”. Es una dura acusación a quienes se desentienden, en su
ignorancia, de los problemas que tenemos. Dice así:

El peor analfabeto
es el analfabeto político.
No oye, no habla,
ni participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio del pan, del pescado, de la harina,
del alquiler, de los zapatos o las medicinas
dependen de las decisiones políticas.

El analfabeto político
es tan burro, que se enorgullece
e hincha el pecho diciendo
que odia la política.

No sabe, el imbécil, que,


de su ignorancia política
nace la prostituta,
el menor abandonado,
y el peor de todos los bandidos,
que es el político trapacero,
granuja, corrupto y servil
de las empresas nacionales
y multinacionales.
El texto de Brecht hace recordar al “idiota” de los antiguos griegos: aquel ciudadano
que teniendo la posibilidad de incidir y decidir en la deliberación pública, prefiere
desentenderse. Yo creo, como muchas otras personas, que hoy el peor problema que
tenemos, el peor “idiota”, el peor analfabeto, es el ANALFABETO
AMBIENTAL, una categoría que es transversal y universal, en la que sin duda están
incluidas personas que no son analfabetas en ningún otro sentido, como presidentes
y autoridades políticas e institucionales de todo el mundo, economistas, jueces,
empresarios e incluso destacadas intelectualidades. Sé del compromiso de ustedes
con esta perspectiva y por eso les dejaré como ultima consigna en el Foro algo que es
casi un juego pero que quizás nos ayude a ordenar ideas y a difundirlas luego con
mayor fuerza.

Propuesta para el FORO


Crear una versión “ambiental” del analfabeto de Brecht.

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