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EL AYUNO QUE LIBERTA

  Volví mi rostro a Dios, el Señor para buscarle en oración y súplicas, en ayuno , saco y ceniza. Daniel
9:3

El ayuno es un medio para podernos acercar delante del Señor. El ayuno también es una
práctica en otras culturas (Jonás 2:6-8). El pueblo de Israel lo hacía cuando era
convocado (Neh. 9:1). De igual manera hoy día, los ministros pueden convocar a los
miembros de la Iglesia para buscar el rostro del Señor en ayuno y oración. Se ayunaba
para hacer una petición especial a una autoridad o a Dios (Ester 4:16; 2 S. 12:16). Jesús
mismo ayunó mientras estuvo en el desierto (Mt.4:2), El enseñó la manera como debía
hacerse (Mt. 6:16).

 En el presente estudio veremos que el ayuno está vigente y la importancia del mismo.

I.     ¿ QUE ES EL AYUNO?:

Del griego Nestia que se refiere a una abstinencia voluntaria o involuntaria de


alimentos. Ana era una mujer que en los tiempos de Jesús, se dedicaba en el templo al
servicio del Señor con oraciones y ayunos. Las circunstancias sobre su vida
permitieron que pudiese dedicarse al ayuno y oración. Para ella era un deleite hacerlo,
nadie la obligaba (Lc. 2:36,37).

Había ocasiones en las que el pueblo era motivado a guardar ayuno. Tal es el caso del
día de la expiación, día cuando el sumo sacerdote pedía por sus pecados y los pecados
del pueblo. El pueblo humillaba su alma y no se hacía obra alguna (Lv. 16:29,30). El
ayuno es entonces una forma de humillarse. Cuando los filisteos devolvieron el arca
del pacto a Israel, se reunieron en Mizpa para que Samuel rogara a Dios en favor de
ellos. La actitud del pueblo fue ayunar para obtener el perdón, pues estaban
conscientes de que habían desagradado a Dios (1 S. 7:6). Esto nos enseña que cuando
ayunamos debemos examinarnos, y reconocer nuestra condición delante de El. Un
ejemplo bien gráfico de todo lo que hemos dicho anteriormente, es cuando el fariseo y
el publicano suben al templo a orar. El fariseo se jactaba de ayunar dos veces por
semana, sin embargo, su actitud era orgullosa, por el contrario, el publicano quien era
una persona no grata para los judíos, se humilló delante del Señor y descendió a su
casa justificado (Lc. 18:9-14).

El ayuno como un acto de humillación debe hacerse de corazón y no de apariencia. El


Señor dijo a su pueblo que no rasgara sus vestidos sino su corazón (Joel 2:13). El
profeta Joel le dice al mismo pueblo de Israel que si se convierte a Dios con todo su
corazón, El Señor hará misericordia, enviará pan, mosto y aceite, alejará a sus
enemigos, etc. (Joel 2:12-27).

Existe una diferencia entre estar en ayunas y guardar ayuno con un propósito espiritual.
En una ocasión la multitud que seguía a Jesús no tenía que comer. Fue allí en donde el
Señor hizo un milagro con siete panes y los peces, esta multitud estaba en ayunas (Mt.
15:32-39). El apóstol Pablo al hablar acerca de las credenciales de su ministerio relata la
serie de vicisitudes que atravesó, siendo una de ellas el ayuno. Quizás mientras estuvo
en alguna cárcel, navegando, etc. en donde no pudo ingerir alimento alguno (2 Co. 6:5,
11:27). El Señor puede en ocasiones llevarnos a un ayuno ya que probablemente hemos
dejado de hacerlo y a través de las circunstancias nos vemos obligados a guardarlo.
Jesús no impuso un tipo de ayuno, más bien, enseñó que no se hiciera para ser visto.

En una ocasión los religiosos preguntaron a Jesús por qué sus discípulos no ayunaban.
El Señor respondió que para ese entonces no ayunaban porque El como Novio estaba
con ellos, pero cuando les fuera quitado entonces ayunarían (Mt. 9:14-17). Lo que el
Señor les mostró fue el cambio de pacto que vendría. Actualmente estamos en un nuevo
y mejor pacto. Ya no consiste en cumplir leyes u obligar a hacerlo (He. 7:22, 9:15). El
Señor no dijo que invalidaba el ayuno, sino que vendría el tiempo cuando se haría y ese
es el tiempo actual.

La Iglesia del principio solía convocar ayunos. Hechos trece narra que los apóstoles
estaban orando y ayunando cuando el Espíritu ordenó apartar a Bernabé y Saulo para
una comisión y luego de imponerles manos los enviaron (Hch. 13:1-3). Lo que el ayuno
hizo en aquellos ministros fue sensibilizarlos a la voz del Espíritu. Cuando evitamos los
deleites para el cuerpo y nos decidimos a buscar las cosas del Espíritu, el Señor hablará
a nuestro corazón, abrirá la Palabra, nos dará un nuevo cántico, etc. Podemos decir
también, que el ayuno es privarse del alimento material para ingerir el alimento
espiritual: la oración, la Palabra, etc.

El ayuno puede ser parcial y por tiempo ilimitado. Daniel por ejemplo propuso en su
corazón no contaminarse con vino y manjares, a cambio le dieron legumbres y agua. El
resultado fue que Dios les dió conocimiento e inteligencia y Daniel entendía toda clase
de visiones y sueños (Dn. 1:8,17). No existe un regla para estar en ayuno, que sea el
Espíritu y la condición de la persona la que indique y equilibre en esto.

II.                LO QUE EL AYUNO HACE EN NUESTRO INTERIOR:

Israel ayunó al acercarse un peligro o tener una necesidad apremiante (2 Cr. 20:3). Si
nos volvemos a Dios y le buscamos en ayuno y oración demostramos que necesitamos
de él y El levantará vallado a nuestro alrededor. Esdras convocó ayuno para que Dios
les guardase en el camino hacia jerusalén (Es. 8:21-23). Ester ayunó y convocó a sus
compatriotas para pedir al rey Asuero que anulara el decreto para dar muerte a los
israelitas (Ester 4: 3,16). Es de señalar que muchos buscan al Señor únicamente
cuando se encuentran en peligro y una vez resuelta su situación se olvidan lo que Dios
hizo, que no seamos como aquella multitud que deseaba hacer rey a Jesús de sus vidas
porque les había dado de comer (Jn. 6:15).

Isaias 58 refleja la situación en la que el pueblo de Israel había caído y el profeta les
exhorta a arrepentirse de corazón y no del diente al labio. Ayunaron pero lo hicieron
para dar una falsa apariencia, Dios no vió la exterioridad sino lo que les movía a
hacerlo. Ellos solo buscaban sus propios intereses y maltrataban a sus trabajadores, es
por ello que les dice la forma como deben venir en ayuno delante de El.
El verso 6 menciona: desatar las ligaduras de impiedad. Lo primordial que debe
producir el ayuno en nuestro interior es darnos libertad. El pasaje tiene una doble
aplicación, tiene que ver con lo que el pueblo de Israel estaba haciendo, estaba siendo
severo con sus mismos hermanos. Sin embargo, la aplicación para nuestra vida es que
Dios desea hacernos libres (Jn. 8:32). El quiere quitar toda ligadura, carga, opresión,
quebrantamiento y yugo. Existen tantas cosas en nuestro interior que nos pueden estar
estorbando o deteniendo en nuestro caminar en el Evangelio. Una carga es un peso
difícil de sobrellevar, la Palabra dice que nos despojemos de todo peso y del pecado
(He. 12:1) puede ser un problema, un mal recuerdo o experiencia del pasado, etc. Una
opresión es algo más fuerte que una carga y puede verse involucrada en algunas
ocasiones con espíritus que desde afuera estorban, tal es el caso de: Asiedad, Temor,
Insomnio, Nervios, etc. El quebrantamiento tiene que ver con nuestro corazón,
Amargura, Soledad, Tristeza, Odio, etc. Los yugos se refieren a aquellas cosas que nos
esclavizan y entre ellas podemos mencionar, Vicios, Sexo, Boracheras, etc. En todas y
cada una de estas ligaduras o ataduras pueden o no verse involucrados espíritus. El
Señor dijo que había venido para dar libertad a los cautivos, recuperación de la vista a
los ciegos, poner en libertad a los oprimidos (Lc. 4:16-20).

 Cuando ayunemos vengamos dispuestos para que Dios por el Espíritu sane nuestro
interior. Todo lo que menciona el profeta Isaías se refiere a cosas que sirven para privar
de libertad. Recordemos que adquirimos una herencia negativa de nuestros padres que
nos afecta, por aparte, las cosas que practicamos mientras estuvimos sin conocer a
Cristo dejaron huellas en nuestra alma y cuerpo. Inclusive podemos aún cuando ya
fuimos salvados, ser esclavos de vicios, bajas pasiones, etc. También puede referirse a
dolencias físicas (Lc. 13:11,16).

Finalmente, el ayuno es una manera de poder buscar del Señor y las cosas espirituales.
No es nada más un trato al cuerpo o el alma, permite que nuestro espíritu se alimente
de las cosas del Espíritu. Anhelemos como el siervo brama por las aguas (Sal. 42:1).

CONCLUSION:

 El ayuno que Dios ve, es aquel que hacemos con un corazón sincero, dispuesto a
obedecerle y humillarse más que el hecho de afligir el cuerpo.
 Hoy día no podemos obligar a nadie a ayunar aunque puede invitarse a hacerlo
en lo particular o de manera conjunta.
 El ayuno es un ejercicio espiritual que Dios utilizará para hacer su obra en
nuestro interior y para conceder como añadidura una bendición especial.

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