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Bolivia: las trampas de la “reconciliación”

Galo Amusquivar

Fuentes: Ivan Lima, con el grupo de notables expertos en justicia, el 3 de diciembre de 2020, La Paz,
Bolivia.

En política existen distintos momentos históricos, a los que podríamos llamar


coyunturas, para construir el discurso y la acción de los sujetos políticos organizados,
cada palabra del mensaje, que a veces se traduce en consignas, tiene que ser
contrastado con la cambiante realidad, pudiendo ser redireccionado, tomando en
cuenta que no se puede mantener inmutable un discurso por meses o años, en
especial cuando la realidad política varía en cuestión de días y horas, obligándonos
a ajustar los posicionamientos tácticos, en este caso del gobierno del Movimiento al
Socialismo – MAS en Bolivia.
Me refiero a esto, porque el discurso ideal –más no real– de la victoria del MAS en
la coyuntura electoral del año 2020, fue la conciliación, como acto de hermandad
entre los distintos frentes y sectores políticos del país. Ese discurso daba una señal
de pacificación y estabilidad política, afirmando que los partidarios del MAS no eran
vengativos, por lo que en su gobierno no se realizarían detenciones ilegales, no
habrían persecuciones penales, ni se armarían procesos judiciales sin pruebas. Así el
MAS asentaba un diferencia esencial con el régimen de facto de Jeanine Añez.
El año 2021, ese discurso de llevar adelante una conciliación permitió que se avance
en un sólo tema positivo: sumar acciones entre el gobierno y la oposición para
atender la salud de la población frente a la pandemia del Covid-19. La desgracia de
tantas muertes y contagios nos juntó en un solo discurso expresado en el “Yo me
Vacuno” y en acciones como las desplegadas bajo el slogan “#UnidosContraElCovid”.
Pero el discurso de la conciliación no trajo solamente este efecto positivo, fue
también aprovechado por personajes de la política de derecha implicada en el golpe
contra el gobierno constitucional de Evo Morales el año 2019, como Luis Fernando
Camacho, Carlos D. Mesa, Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga, para así tratar de
evitar la investigación de ese golpe, y de toda la violencia y represión que ocasionó,
teniendo como máxima expresión las masacres de Sacaba y Senkata. La jerarquía de
la iglesia católica, que tuvo también responsabilidades en la conspiración golpista,
se sumó al planteamiento conciliador que de esta forma quedó convertido en una
especie de sinónimo de impunidad. En esta nueva coyuntura, continuar con el
anterior discurso gubernamental nos acerca a la derecha golpista y nos aleja de las
organizaciones sociales y militancia activa del MAS, que desde las masacres del 2019
tienen una demanda irrenunciable: “Ni olvido ni perdón, Justicia”.
El discurso de conciliación estuvo dirigido a la clase media, a la clase alta y algunos
sectores políticos de derecha, permitiéndoles construir una narrativa, en la que
atribuían el origen de la violencia al supuesto y nunca demostrado “fraude” en las
elecciones nacionales del 2019. Esto generó un gran problema, porque la
conciliación, nos llevó a otros discursos, como la de un Ministro descabellado, que
lo llamó reconciliación (entiendo que el prefijo “Re”, es porque alguna conciliación
previa habría fallado), dando lugar al perdón y al olvido de los muertos del 2019,
generando impunidad por las masacres de Senkata, Sacaba y el Pedregal.
La lentitud de los procesos judiciales también genera impunidad y no se logra una
justicia real y verdadera para las víctimas. Algunos de los responsables del golpe
como Manfred Reyes Villa, Luis Fernando Camacho e Iván Arias, a quienes el Órgano
Electoral Plurinacional – OEP, habilitó para las elecciones sub-nacionales del 2020,
siguen impunes y ahora son autoridades electas en las alcaldías de La Paz y
Cochabamba, y en la Gobernación de Santa Cruz; el grave error del MAS fue mal
interpretar la conciliación y ceder la gobernabilidad de estos tres espacios políticos
del país, en donde se generan actualmente conflictos sociales.
Ahora bien, el discurso de la reconciliación va ligado a tres discursos de la derecha:
Federalismo, Pacto Fiscal y Reforma Judicial. Para cualquiera de estos, es necesario
modificar la Constitución Política del Estado, lo que no explicó el Ministro de Justicia
y Transparencia Institucional, Iván Lima, que además de no estar afiliado al MAS (es
ministro invitado, según mencionó él mismo en muchas ocasiones), tiene posturas
parcializadas con el Opus Dei (prelatura católica ultraconservadora) en Bolivia y con
la derecha, en específico con el partido político de Carlos D. Mesa, “Comunidad
Ciudadana”, con la que habría intentado fallidamente distintos acercamientos para
llevar adelante los juicios de responsabilidades contra Jeanine Añez que se
encuentran paralizados en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Recordemos que
el Ministro de Justicia, a un inicio de su gestión, prometió reformar la justicia,
llegando a formar una junta de “notables juristas”, en la que estaba Faride Santiago
Salame (hija de Silvia Salame, actual Senadora de Comunidad Ciudadana),
Rodolfo Sanjinés Elizagoyen (abogado de la familia de Luis Fernando Camacho),
Bernardo Wáyar Caballero (crítico a la investigación de los hechos de terrorismo
separatista en Santa Cruz el 2009 y que en aquella oportunidad pidió la intervención
de policías extranjeros especializados) y José Antonio Rivera (amigo cercano a
Manfred Reyes Villa); todos pertenecientes a los distintos Colegios de Abogados,
quienes aportaron a la movilización en contra del nuevo Código Penal Boliviano el
año 2018 (Evo Morales tuvo que derogar la citada norma); por alguna razón el
Ministro de Justicia sin ninguna explicación desarticuló la junta.
El último acontecimiento suscitado en el aniversario del Departamento de Santa
Cruz, el 24 de septiembre, cuando el Gobernador (actor principal del golpe del 2019),
Luis Fernando Camacho, se dio la tarea de insultar al Presidente en Ejercicio
(Vicepresidente del Estado), cerrando el acto protocolar y ordenando bajar la
Wiphala que fue izada. El Ministro de Justicia otra vez incurre en una contradicción,
ya que en una primera instancia amenaza con llevar a un proceso judicial a todos los
responsables (lo cual fue aplaudido), pero luego se retracta y demuestra nuevamente
su postura reconciliadora mencionando: “que habría hablado con el Vicepresidente
y estuviera reflexionando, puesto que es un hombre de concertación, de paz y de un
discurso diferente”.
Hasta qué punto el gobierno va a tolerar esta clase de agresiones racistas de la
derecha y las traiciones de los conciliadores, que sólo terminan afirmando una
imagen pública de debilidad gubernamental. Pareciera que no se aprendió que con
la derecha golpista no se negocia, no se pacta y menos que menos en ese afán
“conciliador” se traiciona a compañeros y compañeras masistas que dieron todo por
el proceso de cambio.
Y por último, ante el fracaso de las transacciones en el Legislativo entre asambleístas
de oposición y algunas autoridades del Gobierno del MAS, baja el ala de la
reconciliación, pareciera que como última alternativa, se intentara negociar y pactar
algunos puntos específicos con la derecha, a fin de ocultar el rotundo fracaso del
equivocado juicio de responsabilidades contra Añez, ideado por el Ministro de
Justicia, en cuyas negociaciones no ha tenido ningún escrúpulo en de transar el
futuro de compañeros como: Leonila Zurita, Omar Quiroga, Hugo Salvatierra, Alicia
Muñoz, Alfredo Rada, entre otros; sino también la apertura y modificación de la
Constitución Política del Estado, que va a dar lugar al cuestionamiento de cada uno
de sus articulados logrados en años de lucha de las organizaciones sociales.
Es así que aquél discurso ideal de la conciliación algunos lo convirtieron en traición
y el discurso real de reconciliación en negociación, nublando el verdadero horizonte
político del MAS, dejando en impunidad a las verdaderas víctimas del golpe del 2019.
Justicia a las víctimas; juicio ordinario a la golpista Jeanine Añez; basta de negociado
con la derecha y mano dura contra quienes nos insultan y humillan constantemente.

Galo Amusquivar. Analista de la situación y la realidad boliviana.

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