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Controlando la imagen: Noam Chomsky y el

conflicto israelo-palestino
Jeffrey Blankfort,

«En un artículo del New York Times (con fecha de 19 de abril de 2003), la periodista Emily Eakin relataba los
hechos de un coloquio en la Universidad de Chicago, realizado a fin de evaluar (de manera general) el impacto
de las teorías (políticas). Durante una de las sesiones de este coloquio, en la cual participaban un equipo de
reconocidos intelectuales en el campo de las ciencias humanas, un estudiante levantó la mano y preguntó:
¿Para qué sirve la teoría si desde un principio nosotros admitimos que las acciones [o discursos] de Noam
Chomsky son más importantes para el mundo que cualquier formulación de los teóricos críticos más
importantes en su conjunto?
(John Spayde, jefe editorial, UTNE Reader, noviembre-diciembre 2004.)

Noam Chomsky es el relator y contable de las aventuras imperiales estadounidenses más conocido y longevo en
el mundo. Desde hace más de treinta años que escribe. Esto es sin duda el único hecho que hace la unanimidad
tanto entre de sus leales partidarios (que son muchísimos) que dentro de sus detractores. Tan apasionados los
unos como los otros de temas [políticos-sociales] aunque los últimos sean menos numerosos. El acaparamiento
de Chomsky en la materia es tan grande -sin precedentes, algo nunca visto en el pasado-, por lo cual es difícil
citar el nombre de un rival que le llegue a los tobillos. Estamos frente a una consagración monumental, alguien
a quien se le califica a veces de «icono sagrado» [1]

Desde hace mucho tiempo que hablamos de Chomsky. A pesar de su apariencia modesta y de su alocución
calmada y unísona, Chomsky es por decir, todo lo que usted pueda imaginarse menos una persona tímida. Si
miramos de más cerca, podemos darnos cuenta que su posición de inminencia gris se debe más a su cuantiosa
producción intelectual, hablo en cuanto a cantidad, (treinta obras estos treinta últimos años, sin contar los
cientos de discursos y entrevistas), se debe más a su masiva producción que a su erudición.

En el campo de las relaciones entre los Estados Unidos, Israel y Palestina, con Chomsky nos encontramos
frente a una verdadera avalancha humana, nos encontramos frente a una enorme ola de auténticos trabajos
universitarios que contradicen sus posiciones políticas y de lo que realmente está ocurriendo en el Medio
Oriente. Por ejemplo, sus afirmaciones que: Israel serviría de “portaviones” estratégico a los EEUU en la región
y que el lobby israelí (el AIPAC a la cabeza) sería un simple grupo de presión semejante a muchos otros
existentes [en los EEUU], aparte del simple hecho que buscaría a influenciar la política estadounidense en el
Medio Oriente. Con el apoyo de estos dos axiomas “chomskianos” –yo demostraré- que Chomsky no sólo
fabrica pruebas extraordinariamente inconsistentes y simples, sino que además Chomsky evita todo elemento o
prueba que pueda perturbar o contradecir su teoría. ¿Cómo lo hace? Muy fácil, Chomsky elimina simplemente
cualquier elemento perturbador...

Sin embargo y a pesar de todo esto, Chomsky ha logrado fundar un pensamiento. Se ha ganado el apoyo y la
adhesión casi religiosa de miles de adeptos en el mundo entero. Por otro lado, también está en la mira, o mejor
dicho, es el personaje más odiado de aquellos que apoyan y justifican el programa imperial [y político] de los
Estados Unidos, como los crímenes de su indefectible aliado menor, Israel, contra los palestinos. ¿Quién más
que Chomsky podría vanagloriase de la existencia de blogs [sitios web internet] especialmente dedicados atacar
las opiniones de tan augusto personaje?

Lo que se sabe muy poco, por ejemplo, es el reconocimiento que hizo el mismo Chomsky, de haber sido en el
pasado -desde su más joven infancia, un sionista (en una de las primeras aceptaciones de este término, es decir,
que él era favorable a la creación de un núcleo judío en Palestina –de un estado binacional, y no de un estado
exclusivamente judío) y como Chomsky lo escribió de su puño y letra, hace ya más de treinta años:
«Sin duda, mi historia personal deforma la representación que yo me hago de este problema [2]...»
Es muy importante de comprender y medir el grado de distorsión empleado por Chomsky si se quiere entender
sus increíbles y alucinantes posiciones, posiciones que Chomsky ha adoptado respecto al conflicto israelo-
palestino...

Como se sabe, Chomsky siempre ha estado bajo constantes ataques –incluso de gran perversidad, por parte de
sus detractores «de derecha», entonces nos encontramos en un terreno minado cuando se es «de izquierda» y se
trata de criticarlo. Denunciar los graves errores cometidos por Chomsky en el análisis y en la recensión de la
historia, es correr el riesgo casi seguro-, de recibir la recriminación de aquellos que podrían –al extremo rigor-
estar de acuerdo con el contenido de la crítica, pero que se han convertido en asiduos defensores de la
reputación de Chomsky, desde hace tanto años, sea a causa de una amistad personal u otra, hecho que no sólo
les impide de cuestionar públicamente el menor error sustancial de [su maestro] Chomsky, sea factual o de
interpretación, sino que también los ha incitado a rechazar violentamente cualquier intento o cualquier critica –
viniendo de otras personas- y que iban en ese sentido, actitud que no los ha hecho dudar un solo momento para
clasificar dichos ataques, bajo la etiqueta de «venganzas personales»...

El mismo Chomsky no es más «tierno» que sus asiduos defensores al momento de admitir cualquier crítica.
Como lo ha dicho uno de sus detractores: «su actitud frente aquellos que no están de acuerdo con él es ante
todo una actitud de desprecio. Para Chomsky, los motivos por los cuales sus contestatarios son incapaces de
comprender que lo que él dice es la pura verdad, es que de una manera u otra, esa gente es moralmente
deficiente a su vista». [3]

A pesar que yo reproché a Chomsky de minimizar la influencia del lobby pro-israelí en la política del Medio
Oriente de Washington [4], yo me retuve de redactar una crítica general respecto a sus puntos de vista por las
razones indicadas anteriormente. Sin embargo yo estaba convencido, ironía de la vida, que a pesar que él había
recopilado y poseía la documentación más completa acerca de los crímenes de Israel, Chomsky había al mismo
tiempo no sólo paralizado, sino que deliberadamente saboteado el desarrollo de cualquier esfuerzo para poner
fin a esos crímenes, impidiendo de construir un movimiento al servicio de la causa Palestina.

¿Yo exagero? Casi no: muchas de las declaraciones de Chomsky han demostrado su determinación a premunir
Israel y a los israelíes contra las sanciones, castigos u otros inconvenientes mayores que hubiesen tenido que
afrontar a consecuencia de sus transgresiones absolutamente monstruosas de lo que tendría que ser un
comportamiento humano decente, comportamiento que Chomsky ha documentado él mismo, con pasión y
desde hace tantos años. Esto constituye ya una de las contradicciones de su trabajo intelectual. Él desearía
hacernos creer que la ocupación, los comportamientos brutales y criminales de Israel contra los palestinos, sus
invasiones, sus cuarenta años de guerra no declarada contra el Líbano, el hecho de haber suministrado y armado
regímenes asesinos en América Central y en África durante la Guerra Fría, a Chomsky le gustaría hacernos
creer que el comportamiento criminal de Israel se debe por el simple hecho de ser un Estado-cliente al servicio
de los intereses [imperiales] estadounidenses. El punto de vista geopolítico de Chomsky, el de absolver a Israel
de cualquier responsabilidad, constituye el fundamento de su doctrina oficial.

Me ha parecido esencial de proceder a un estudio crítico de su obra, y sobre todo después de haberme enterado
de una entrevista que Chomsky concedió en mayo último a Christopher J. Lee, periodista de la revista Safundi:
The Journal of South African and American Comparative Studies [Revista de estudios comparativos de África
del Sur y de América], consultable en el sitio web Znet [5].

Naturalmente en la entrevista, la conversación tocó el tema del apartheid y se le preguntó entonces a Chomsky
si él consideraba que este término se aplicaba (o no) a los palestinos sometidos a la dominación israelí.
Chomsky respondió:

«Yo mismo no utilizo este término para ser franco. Del mismo modo que no utilizo [frecuentemente] el término
«imperio», porque estos son, simplemente, términos provocadores...Pienso que basta con describir la situación
sin necesidad de compararlas con otras.»

Cualquier lector conocedor de los textos de Chomsky reconocerá que él no se priva [privarse] de términos
incendiarios al momento de escribir, y que comparar una situación histórica con otra hace parte de su modus
operandi, y esto desde hace mucho tiempo atrás. Su respuesta era entonces perturbadora y misteriosa. Muchos
universitarios y periodistas israelíes, como Ilan Pappe, Tanya Reinhart y Amira Hass han descrito la situación
de los palestinos calificándola de régimen de apartheid. Monseñor Desmont Tutu [6] ha dicho lo mismo y, el
año pasado, el gran cotidiano israelí Ha’aretz informaba que el profesor sudafricano John Dugarden,
especialista en leyes y derecho además de ser relator especial de las Naciones Unidas en cuanto a la situación
de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados y antiguo miembro de la Comisión Verdad y
Reconciliación en su país de origen [Sudáfrica], había escrito en su informe destinado a la Asamblea General de
la ONU que: «en los territorios (palestinos ocupados por Israel)» impera un «régimen de apartheid mucho
peor que aquel que existió en el pasado en Sudáfrica.» [7]

Chomsky explicó su desacuerdo:

«El apartheid era un sistema particular, y una situación particularmente infame...Este término se le cita con la
finalidad de dar una “alerta roja”, a pesar que podemos contentarnos con describir la situación simplemente y
tal como es...»

Su reticencia a calificar los abusos y el control aplicado por Israel sobre los palestinos de «apartheid», porque
eso podría ser percibido como una simple señal de «alerta roja», el hecho de tildar este calificativo de
«provocación», son más bien respuestas en sí que deben convertirse en una alerta roja para nosotros ante el
[intelectual] Chomsky, hechos que suscitan preguntas y que debieron ser formuladas por el entrevistador a
Chomsky, sobre todo aquella que le hubiese preguntado ¿quién exactamente se siente culpable cuando se habla
de «alerta roja» y en qué está censada representar un vínculo con el «apartheid» en el caso de Israel, y qué
objeciones puede oponer Chomsky contra esto?

También hubo otro intercambio de palabras aún más sorprendente, poco después, en el transcurso de la misma
entrevista, cuando se le preguntó a Chomsky sí se podrían aplicar sanciones a Israel cómo fue el caso contra
Sudáfrica? [en la época del apartheid], Chomky respondió:

«Aplicar sanciones causa perjuicios a la población. No se puede imponer sanciones mientras que la población
no las exija ella misma. Es una cuestión de moral. También, lo más importante, en el caso de Israel, es de
saber esto: ¿la población (israelí) pide ella que le impongan sanciones? Eh bien, evidentemente, la respuesta
es: ¡no!»

Evidentemente la respuesta es: ¡no!»...Pero, ¿se puede aceptar de tomar una decisión de esta naturaleza, sobre
la base de lo que quiere o no quiere una mayoría de israelíes? Israel, que yo sepa, no es una dictadura cuya
población está aterrorizada por el miedo [de sus gobernantes], si tal fuera el caso, no se le podría reprochar o
tenerla por responsable de los comportamientos [criminales] de su gobierno. Pero al contrario, Israel tiene una
prensa muy independiente y dinámica, un “ejército popular” en la cual todos los judíos israelíes (excluyendo a
los ultra-ortodoxos) están obligados de servir, ejército además que es venerado casi religiosamente por la
opinión pública. En el transcurso de los años y de manera democrática, con sus costumbres que le son propias,
la mayoría de israelíes a constantemente apoyado y participado en las acciones de su gobierno contra los
palestinos y libaneses, acciones que no sólo son racistas sino que violaban continuamente las Convenciones de
Ginebra.

Chomsky nos esclarece su opinión:

«Así qué llamar a sanciones cuando la mayoría de la población [israelí] no comprende lo que Usted está
haciendo, es tácticamente absurdo – incluso si estas sanciones serían moralmente justificadas, cosa que yo
pienso que no lo son [por otro lado]. El país al cual [nosotros] queremos imponerle sanciones no las pide.»

El entrevistador, señor Lee, estupefacto por esta respuesta (lo comprendemos)- le pregunta entonces:

«¿Los palestinos no están llamando a que se impongan sanciones?»

Chomsky: «Sí, pero las sanciones no serían aplicadas a los palestinos -¿qué yo sepa?-, ¡éstas serían impuestas
a los israelíes!»
Lee: «¡Exacto!...[Así pues, lo que quiere decir Usted, es que] los israelíes no piden a que se les impongan
sanciones...»

Esta respuesta perturbó también al analista palestino Omar Barghouthi, quien viendo también (con tacto) en
Chomsky un «eminente apoyo a la causa Palestina», se dejó de rodeos para romper las argucias chomskianas:

«De todos los argumentos anti-boicot, el citado ahora, es el reflejo, sea de una grandiosa ingenuidad, sea de
una deshonestidad deliberada. ¿Vamos a juzgar si debemos aplicar (o no) sanciones a una potencia colonial
en función de la opinión de la mayoría del pueblo opresor? ¡Por favor! ¿Qué alguien me diga si los derechos
del pueblo oprimido nos importa una pizca?» [8]

Aparentemente para Chomsky no es el caso. Pero esto no es todo en cuanto a absurdidades.

«Además, estas sanciones son inútiles. Nosotros deberíamos exigir sanciones contra los Estados Unidos, eso
sí: ¡en eso estoy de acuerdo! Si los Estados Unidos paran su apoyo masivo a esta política, todo esto se acaba.
Y en este caso, no habría ninguna necesidad de imponer cualquier tipo de sanción a Israel. Sería como
imponer sanciones a Polonia sometida a Rusia por lo que hacen los polacos. Sería totalmente absurdo. En el
caso presente [del Medio Oriente] nosotros [los estadounidenses] jugamos el rol de los rusos».

Primero: ¿qué quiere decir Chomsky cuando afirma que «estas sanciones son inútiles»? El sabía, seguramente,
en el momento que respondía a este periodista, que Israel, construía un muro de ocho metros de alto, llamado
con razón «Muro del Apartheid», aceleraba la confiscación de nuevos territorios palestinos y continuaba su
depuración étnica, la cual habían puesto en práctica desde antes de los años 1947. Y la única cosa que podía
parar estas exacciones israelíes era la presión de la opinión pública.

Segundo: si hubiese un apoyo considerable a imponer sanciones contra los Estados Unidos y si estas sanciones
se concretizarían, aplicándolas ¿no violaríamos las normas definidas por Chomsky para una tal operación? ¿No
había dicho él que sería necesario que la mayoría de la población estuviese favorable? Aparentemente, no tiene
los mismos criterios cuando se trata de israelíes que cuando se trata de estadounidenses. En cuanto a los deseos
de los palestinos, ¡no dice ni una palabra!...

Y sobre todo, él que venía de decirle al periodista que no le gustaba comparar situaciones, ¿que tiene que ver
entonces la alusión que él hace de la relación entre la Polonia y la ex Unión Soviética ( «Rusia» en el léxico
original de Chomsky), que la califica similar a aquella existente entre Israel y los Estados Unidos? Chomsky se
refiere a las sanciones aplicadas por la administración del presidente Reagan contra Polonia en 1981, después
que este país miembro del Bloque del Este, hubo instaurado la ley marcial para parar el auge del movimiento
Solidarnosc. El rol jugado por la Unión Soviética en esta decisión fue el tema de innumerables debates y
discusiones. Pero evidentemente no existe ningún fundamento serio para una comparación de tal tipo.

De manera retrospectiva, estas declaraciones no tienen nada de sorprendente. Ya desde los años 1980 Chomsky
clasificaba las relaciones israelo-estadounidenses en la misma categoría que las relaciones salvadoreñas-
estadounidenses. En aquella época, la administración Reagan apoyaba un gobierno fantoche en El Salvador
contra la guerrilla del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Nada preocupado de haber
pronunciado esta necedad, Chomsky las vuelve a repetir [9]. Ya desde aquella época, Chomsky emplea toda su
determinación para hacer recaer sobre los Estados Unidos la responsabilidad de los comportamientos
(criminales) israelíes. Hacer esta aclaración no quiere decir que tomamos la defensa de los Estados Unidos ni de
su larga historia cargada de criminalidad planetaria, -cosa que nada podría justificar-, pero esta observación
revela las profundas fallas e incoherencias inherentes a la representación que Chomsky se hace del mundo.

Para cerciorarme que nada se me hubiese escapado, omitido o no haber comprendido, tomé la decisión de
escribirle a Chomsky, para preguntarle que me aclare por favor ¿en qué cosa las relaciones polaco-soviéticas
tenían algo en común con las relaciones israelo-estadounidenses? Chomsky rechazó de responderme ese punto.
Pero por otro lado, respecto a mis interrogantes al tema de su continua tendencia a esquivar cualquier condena
de Israel, ahí si me respondió:
«Tampoco intento acusar a otros [presumiendo a Israel], al menos que seamos nosotros mismos de lo que
hacemos. Es mezquino, es cobarde, conveniente en alguna manera...Pero yo no acepto ese tipo de arreglo o
compromiso. Y es precisamente eso lo que está en juego y no otra cosa [10].»

¿Ah, caramba? ¿Incriminar a Israel es «mezquino, cobarde y conveniente»? ¿Su primer deseo sería el de
proteger Israel y a los israelíes contra toda eventual contrariedad? Todas estas repuestas que Chomsky me ha
enviado en privado no están claras en absoluto. Pero los esfuerzos públicos de Chomsky cuya finalidad es
sabotear el programa que está tomando cuerpo en los campos universitarios [de EEUU] para que se anulen [o
congelen] las inversiones [financieras destinadas a Israel] no dejan la menor duda en cuanto a donde y a quienes
va su simpatía.

Chomsky se opone al boicot de las inversiones a Israel


En el transcurso de un dialogo con los lectores del [diario] Washington Post, Chomsky fue cuestionado por un
lector:
«¿Por qué firmó Usted una petición pidiendo al MIT [Massachussets Institute of Technology, universidad] de
boicotear las inversiones en Israel, para que más tarde, en otra entrevista, Usted declarase que está en contra
de esos tipos de boicots -los boicots contra las inversiones. ¿Cuál era o cuál es hoy en día vuestra posición
respecto a las iniciativas del MIT de boicotear las inversiones [hacia Israel]?»
Respuesta de Chomsky:

«Como esto es perfectamente conocido, a Cambridge, de todas las personas implicadas, yo he sido el opositor
más recalcitrante a esta petición, petición que exigía que no se inviertan [los fondos financieros en Israel], y
yo me he opuesto, yo rechacé de firmar esta petición mientras ésta no sea profundamente modificada, según
los principios de los cuales Usted tiene conocimiento. La parte consagrada a boicotear la inversión ha sido
reducida a tres palabras totalmente desprovistas de toda significación, que no tenían nada que ver con el
objetivo principal de la petición. Yo pienso que estas tres palabras, que no dicen nada, debían ser suprimidas
simplemente...Respecto a vuestra segunda pregunta, yo he estado y sigo estándolo, opuesto, completamente,
sin ninguna excepción, a este tipo de medida, a pesar de todo. Sin embargo, yo he comprendido bien el sentido
de vuestra pregunta...Qué se me explique entonces [por otro lado] cómo alguien podría bien “boicotear las
inversiones destinadas a Israel”». [11]

Yo supongo que Chomsky comprendió perfectamente a lo que se refería su interlocutor, a saber: que las
inversiones norteamericanas en las empresas israelíes y en los Bonos del Estado israelí, son financiadas por los
sindicatos de los trabajadores norteamericanos, que muchos Estados [federales de EEUU] y universidades de
Estados Unidos han adquirido, a razón de varios cientos de millones de dólares. Estas adquisiciones obligan
evidentemente a que estas instituciones ejerzan un cabildeo ante el Congreso [de los EEUU] a fin de asegurarse
que la economía israelí va e irá bien pase lo que pase, manteniendo siempre la cabeza fuera del agua y en
cualquier circunstancia. Pero de todo esto Chomsky no dice ni una jota...y en ninguno de sus libros, no toca este
tema para nada...

La persona que intervino hizo referencia a un discurso que Chomsky había pronunciado en el departamento de
antropología de Harvard, poco después que el MIT y las diversas facultades de Harvard habían publicado una
declaración común contra las inversiones [hacia Israel]. Esto fue reportado (con mucha alegría) en la revista
“Harvard Crimson” por el militante pro-israelí David Weinfeld, bajo el título: «El regalo de Chomsky».

«El profesor de lingüística del MIT, Noam Chomsky, viene de hacer el más hermoso regalo de
Hanoukkah [12] a todos los militantes que luchan para evitar que un bloqueo de las inversiones hacia Israel
sea instaurado. Firmando [Chomsky] en un primer momento la petición del MIT-Harvard, para bloquear las
inversiones hacia Israel y, posteriormente denunciando la susodicha iniciativa y campaña, el 25 de noviembre
último en Harvard, ese día, Chomsky ha hecho que la petición sufra de corto-circuito...»

En el transcurso de su ultima conferencia en el departamento de antropología de Harvard Chomsky declaró:


«Yo estoy opuesto, como siempre lo he estado, desde hace años...de hecho, yo soy tal vez y probablemente el
más vistoso de los opositores, desde hace años, a las campañas que tienden a imponer un bloqueo de las
inversiones hacia Israel, como igualmente a las campañas universitarias de boicot contra este país...»

Chomsky invocó como argumento que bloquear las inversiones a Israel sería como «hacer un regalo
particularmente a favor de los partisanos lo más extremistas de la violencia israelo-estadounidense... Este
boicot esconde los puntos fundamentales a tratar hoy en día y eso permite de desviar la discusión hacía temas
fuera de tema, de objetivo, como el antisemitismo, las libertades universitarias, etc... [13]»

Aquí, observamos una de las tácticas a las cuales Chomsky recurre habitualmente a fin de neutralizar y callar a
los posibles opositores: tiene costumbre de acusarlos de brindar argumentos y favorecer la causa de los
«partidarios extremistas de la violencia israelo-estadounidense»…

Contactado por el diario Cornell Daily Sun, que preparaba un artículo sobre el movimiento a favor del bloqueo
de inversiones hacia Israel en el MIT/Harvard, Chomsky reiteró sus objeciones y a pesar que «reconoció la
existencia de esta petición» como lo escribe el periodista, Chomsky declaró:
«Yo no conozco ningún movimiento predicando el paro de las inversiones [hacia Israel]. Por otro lado
tampoco mantengo ninguna relación con cualquier “movimiento” si no es únicamente para insistirles del
hecho que nunca estaré a favor de una campaña a favor del bloqueo o paro de las inversiones [hacia
Israel]». [14]

Al menos no podemos reprocharle [a Chomsky] su falta de constancia...Chomsky después participar y hablar en


la primera conferencia anual Maryse Mikhaïl, en la Universidad de Toledo, el 4 de marzo de 2001, se le
preguntó a Chomsky lo siguiente:
«¿Cree Usted que la idea de hacer una campaña para bloquear las inversiones destinadas a Israel, de la
misma manera que esto fue preconizado y hecho contra el gobierno [racista] de Sudáfrica en tiempos del
apartheid , sea una buena idea?»

Chomsky respondió:

«Considero en este caso, que los EEUU son los principales culpables, en este problema y esto desde hace
treinta años. Para nosotros [estadounidenses] hablar a favor de un bloqueo de las inversiones hacia Israel,
verdaderamente esto no tendría ningún sentido...Lo que debemos hacer, es ejercer presiones en vista de
obtener un cambio en la política de Washington.
Sería más sensato de hacer presión para que los EEUU no envíen más helicópteros [militares] de guerra a
Israel por ejemplo. Por ejemplo, sería muy bueno de obtener que un cotidiano en los EEUU publique un
reportaje narrando que este tipo se cosas ocurren realmente. Esto sería un buen comienzo. Después, sería
necesario parar de enviar armas, que son utilizadas militarmente [por Israel] con fines de represión. Ustedes
pueden tomar medidas como estas; es posible. Pero yo no creo que bloquear las inversiones hacia Israel tenga
sentido, incluso si una política de tal tipo fuera propuesta (algo además que no existe).
Yo pienso que nuestra principal lucha debe ser para lograr un cambio fundamental en la política de los
EEUU, que es lo que engendra todo esto que nosotros constatamos, desde hace decenios. Y este cambio
considero que está a nuestro alcance. Es esto lo que nosotros debemos realizar y conseguir: cambiar la
política estadounidense...»

Examinemos la respuesta dada por Chomsky durante la reunión de este debate. Habiendo expresado toda su
oposición a cualquier tipo de presión contra Israel o cualquier bloqueo de las inversiones [hacia Israel],
Chomsky a parte de esto, no aportó ninguna otra sugestión. A Chomsky no se le ocurrió por ejemplo de sugerir
al público de contactar a sus representantes [políticos] en el Congreso [de EEUU] o a sus respectivos senadores,
para que los interroguen [o cuestionen] respecto a sus votos o decisiones [políticas] favorables a la ayuda
[económica y militar] a Israel. Como lo sabemos de otras experiencias, numerosas llamadas y cartas fueron
enviadas [en el pasado] al Congreso, pidiéndole de parar ciertos financiamientos. Como por ejemplo aquellos
que eran destinados a la guerra de Vietnam, o aquellos a la Contra en Nicaragua, y esto representó un elemento
fundamental en toda lucha [política] de ámbito nacional contra la política global [imperialista] de Estados
Unidos. Por qué no sería la misma cosa en lo que respecta a la Palestina? Averigüé para estar seguro –en el caso
que Chomsky haya hecho este tipo de acción–, pero no encontré ninguna traza escrita de él dirigida al Congreso
en ese sentido, nada, ninguna cosa por el estilo.

Los activistas para [la paz] del Medio Oriente, más tarde, guiados por el pensamiento de Chomsky, han
continuado contribuyendo a que los miembros del Congreso [estadounidense] –Demócratas liberales, en
particular– no tengan nada que perder [políticamente] por sus votos a favor de los textos legislativos que han
permitido de otorgar a Israel miles de millones de dólares y armas, cosas que son utilizadas para masacrar a los
palestinos, confiscar sus tierras y ensanchar las colonias [judías de ocupación] ilegales. Esto tiene sobre todo un
efecto devastador para los palestinos, y no las treinta y tantas resoluciones redactadas por el Consejo de
Seguridad de la ONU desprovistas de significación y efecto real sobre Israel [que además se burla de ellas y
nunca las ha respetado], y a las cuales los Estados Unidos [siempre] han opuesto su veto. Pero según la visión
de Chomsky, este comportamiento [político] tiene la facultad de validar la posición que es la suya, a saber: son
los EEUU quienes son los principales culpables...

Lo que Chomsky sugirió a la audiencia –como sabemos, fue: obtener que un diario hable de las «ventas» [las
comillas son importantes ndt] de los helicópteros de guerra a Israel – esta frase tenía como objetivo convertir a
todos aquellos que no estaban fascinados con su presencia carismática, para que tuerzan la cabeza de
desaprobación. En cuanto a su afirmación «cambiar la política norteamericana» la cual estaría «a nuestro
alcance»... todas estas afirmaciones suyas, como además esta de… Si Israel es un aliado estratégico
[“portaviones”] para los EEUU en la región, como lo sostiene él, ¿de qué manera Chomsky nos puede explicar
que este cambio puede concretizarse? Aparte de su consejo de escribir a un periodista de un diario local [para
que denuncie este hecho], Chomsky no sugiere ninguna otra solución ni nada por el estilo...

Chomsky blanquea los crímenes de Israel


El año pasado, Noam Cohen tuvo el temerario valor de desafiar las opiniones que Chomsky, por un lado la
solución de [constituir] «un solo estado» y [por otro lado] la aplicación efectiva del derecho que permita el
regreso [a sus tierras] a los refugiados palestinos. Chomsky defendío su propio «realismo» y su burló de Cohen
calificándolo de «participante a un seminario de intelectuales no comprometidos llegados del planeta
Marte…», además Chomsky no olvidó de repetir que «aquellos que adoptan este tipo de posición no hacen más
que favorecer la causa de los halcones extremistas tanto en Israel como en los Estados Unidos, y de traerle
más miseria a los palestinos, los cuales si sufren.» [15]

Tome nota, que de esta manera, Chomsky acusa a todos aquellos que no están de acuerdo con él, de ser los
causantes y/o responsables de la desgracia palestina. Esta [tesis o posición suya] incluye a los mismos
palestinos, ¡quienes no quieren renunciar a su derecho de retornar a sus tierras! Su crimen para Chomsky es de
oponerse a lo que él califica –de manera elogiosa-, el «consenso internacional», la única opción que merece ser
defendida y respaldada por Chomsky. [16]

«La tarea fundamental», dice Chomsky, «consiste hacer que las opiniones y las actitudes de una gran mayoría
de ciudadanos estadounidenses estén representadas en la arena política. Si comparamos las otras tareas a las
cuales los activistas tiene que hacer frente, esta es y desde hace tiempo la más simple.» [17]
¿Simple? ¿De quién?... ¡¡¡Da ganas de preguntarle a Chomsky si no viene del planeta Marte!!!

Por supuesto, como nosotros ya hemos observado, Chomsky ¡no ofrece ninguna sugestión en cuanto a la
manera de obtener tal resultado!…

A pesar que no se vanagloria públicamente, él firmó una petición exigiendo la suspensión de la ayuda militar a
Israel. Pero esta petición tuvo muy poco éxito e impacto mediático, y Sustain, así se llama la asociación que era
la promotora de esta petición, hizo prácticamente todo para no popularizarla ni difundirla. Pero esto no es el
tipo de reproche que Chomsky va a escribir en sus libros, ni en sus entrevistas. Cómo se lo dije, él me
respondió:

«Es totalmente falso. Yo siempre he apoyado el llamado de Human Rights Watch [HRW, ONG estadounidense
de derechos humanos] y otras asociaciones para parar «la ayuda a Israel mientras que este país no respetase
los derechos humanos. Yo hecho todo para hacer saber que la mayoría de estadounidenses estaban a favor del
paro de toda ayuda a Israel mientras que no aceptase de empezar negociaciones serias [sobre lo que yo he
aprobado]…» [18].

Dada la forma y los resultados que conocemos de estas «negociaciones serias», dada la relación de fuerzas
existentes entre los israelíes y los palestinos, relación de fuerzas que nosotros conocemos bien, esta exigencia
[de Chomsky] no representa para nada un problema para Israel. Como lo demostró más tarde [el no respeto y la
no aplicación de] los acuerdos de Oslo y lo que continúo después...es el mejor ejemplo...
La afirmación de Chomsky, según la cual habría apoyado un llamado de la ONG Human Rights Watch (HRW)
para suspender toda ayuda a Israel, yo puedo asegurar que es falso, ¡puro producto de su fértil imaginación!
Esto me lo confirmó un mismo responsable del HRW, quien me explicó que su organización se había
contentado con pedir solamente, que los fondos [de ayuda] gastados en los territorios [palestinos] ocupados [por
Israel] sean deducidos del último subsidio en fecha de garantía del préstamo [estadounidense] [19]. Como
podemos apreciar, esto está muy lejos de significar la misma cosa. Cómo se lo señalé a Chomsky, él me replicó:

«Para tomar un solo ejemplo... Tomemos [el informe] de HRW intitulado "Los interrogatorios de los
palestinos en los territorios ocupados por Israel" [Israel’s Interrogation of Palestinians from the Occupied
Territories], página XV, que enuncia que la ley estadounidense prohíbe el suministro de toda ayuda militar o
económica a Israel a consecuencia de la utilización sistemática de la tortura. [20]»

Ante mí objeción que esto no constituía precisamente algo que pueda ser calificado exactamente de «campaña»,
Chomsky respondió de manera jesuita:

«Calificar ciertos actos de ilegales constituye un fundamento suficiente para poder utilizarlo de referencia y
formular un llamado pidiendo de poner fin a tales actos. Si usted prefiere no unirse al HRW, ni a mí, a fin de
calificar de ilegal esta ayuda, lo que implica que esta debe cesar, libre a usted [de escoger]...Vuestra
argumentación no es muy impresionante... [21].»

¡¿Yo dejo al lector la opción de juzgar si, calificar la ayuda estadounidense a Israel de ilegal, en un solo,
desconocido y olvidado documento es la misma cosa que organizar y/o lanzar una campaña de denuncia
[implicando las asociaciones, movimientos sociales, prensa, etc.] para tratar de poner fin a tal cosa!?

Tres años antes, Chomsky ya había definido claramente su posición:

«Muy práctico, para los EEUU y de manera general para Occidente, la de culpar a Israel, y en particular a
[Ariel] Sharon... Pero esto es injusto y deshonesto. Muchísimas y peores atrocidades [que las cometidas] por
Sharon lo han sido bajo gobierno de los [partido] trabajadores [de Israel]. En tanto que criminal de guerra,
[Shimon] Peres le sigue de muy cerca. Además, la primera responsabilidad recae sobre Washington y esto
desde hace más de treinta años. Es una verdad en los que respecta la situación diplomática general, es verdad
también en lo que respecta a ciertos comportamientos en circunstancias [determinadas]. Israel puede [es
verdad] actuar al interior de los límites definidos por sus amos de Washington, pero casi nunca más
allá. [22]»

A pesar que este tipo de declaración puede alegrar y hacer placer a las orejas y oídos de los pro-israelíes «de
izquierda», esto constituye una evidencia para todo el mundo que la manera que tiene Chomsky de esgrimir la
responsabilidad del Estado judío en materia de respeto de los principios de Nuremberg así como de las
convenciones de Ginebra, esta manera de esgrimir sirve manifiestamente a los intereses... de Israel. (Además,
incluso si se puede constituir un informe bien dotado y devastador para acusar a Peres [por sus crímenes], este
no tiene la misma magnitud e importancia que la de Sharon en lo que respecta los crímenes de guerra...).

Chomsky racionaliza las sinvergüencerías criminales de Israel, como lo hizo en [su libro] Triangulo fatal [The
Fatal Triangle] obra publicada en 1983, esto constituye un hecho que debió servir para dar la alerta respecto a
sus aberraciones. Chomsky escribió en dicho libro, justo un año después de la invasión del Líbano por Israel,
libro que se convertiría posteriormente en la Biblia de los activistas de la causa Palestina. El libro no comienza
con ninguna crítica dura hacia Israel como lo hace [generalmente] contra la mayoría de sus detractores:
«La guerra semántica [de palabras, de significados o de imagen] que se desencadenó después de la invasión
del Líbano por Israel, en junio 1982, los individuos que no saben más que denigrar las acciones israelíes son
conocidos también por haber sido acusados [en el pasado] de hipocresía. Si las razones invocadas han sido
falaces o falsas, la acusación en sí misma no estaba totalmente infundada. Es manifiestamente hipócrita de
condenar la construcción de colonias por Israel en los territorios palestinos ocupados, desde el momento que
somos nosotros [los Estados Unidos] los que pagamos, permitiendo que esto sea realizado y que ensanche
cada día. Hipócrita lo es también de condenar a Israel porque ataca objetivos civiles con bombas de
fragmentación o con bombas de fósforo, «a fin de obtener un mejor rendimiento o cantidad de muertos por
ataque», cuando somos nosotros mismos [los estadounidenses] los que ofrecemos gratuitamente, o a precio de
amigo, [este material], sabiendo muy bien cual será su utilización final...O hipócrita de criticar los
bombardeos israelíes «ciegos» en zonas densamente pobladas o otros «graves hechos» militares, cuando no
solamente nosotros proveemos estos artefactos militares en abundancia, pero que al mismo tiempo exigimos y
demandamos a Israel su ayuda [militar] la cual [Israel] nos aporta en contraparte,...[por ejemplo]
información de las armas que ha ensayo en condiciones de guerra, armas que le hemos dado...De una manera
general, es pura hipocresía la de criticar el uso que hace Israel de su poderío, cuando acogemos con los
brazos abiertos las acciones [ataques] de este país a la concretización por los Estados Unidos de su objetivo
de eliminación de toda potencial amenaza, de origen sobre todo local [indígena], para la hegemonía
estadounidense en el Medio Oriente  [23]»

Yo respondía a Chomsky, escribiéndole lo siguiente: es Israel quien veía en la OLP [Organización para la
Liberación de Palestina] una amenaza, en 1982, ¡y no los Estados Unidos! Sobre todo después que la OLP
respetó rigurosamente un alto el fuego con Israel apadrinado por los mismos EEUU, y esto durante once meses;
situación que Usted tiene que reconocer, hecho que confería una gran credibilidad a la OLP, ¡credibilidad
peligrosa para los ojos de Israel! Veamos también, ¿a quién Chomsky designa él cuando dice «nosotros»? Tal
vez se trate del presidente [Ronald] Reagan y de algunos miembros del Congreso, que manifestaron una cierta
«preocupación» después que los medios de comunicación se encontraron ante la evidencia que ya no podían
seguir disimulando ni escondiendo más tiempo [a la opinión pública] la enorme cantidad de [civiles] palestinos
y libaneses asesinados por la invasión israelí, ni de la destrucción casi total del Líbano. Todo esto Chomsky no
lo dice.

Tampoco se puede tratar de la gente que salió a las calles a protestar contra la invasión israelí. Los dos partidos
políticos [estadounidenses] (el partido republicano y el partido demócrata, NdT.) se lanzaron en duelo de
aplausos y elogios hacía Israel en el momento en que este país había lanzado su agresión yel sindicato AFL-
CIO hizo lo mismo, incluso pagó un anuncio publicitario, toda una página, en el diario New York Times en el
cual proclamaba: «¡Nosotros no somos neutros: nosotros apoyamos a Israel!» - propaganda que fue financiada
por un lobbyista israelí que residía en el barrio del Park Avenue, un barrio ultra-rico.
Al principio, los medios de comunicación también estaban muy entusiastas a favor. Pero era raro -a pesar de
todo, de encontrar un editorial que apoyase la ayuda estadounidense a Israel. Este tema casi nunca ha sido
mencionado –mejor dicho, nunca- y es de esa manera que le lobby israelí ama o prefiere a la prensa: ¡cuando
cierra el hocico! Escribiendo esto que Chomsky ha escrito, ¿no sería, por casualidad, que Chomsky estaría
fabricándonos un espantapájaros con la única finalidad de distraernos y conducirnos al engaño?
Desgraciadamente, me parece que así es...

Si adoptamos la «lógica» de Chomsky, sería injusto de acusar a los oficiales y responsables políticos de
Indonesia, a los [escuadrones de la muerte] salvadoreños, guatemaltecos, haitianos o filipinos, [Pinochet y sus
torturadores] por las atrocidades cometidas contra sus propios conciudadanos desde el momento que ¡estos han
estado financiados, [armados] y políticamente respaldados por los Estados Unidos!

Ninguna duda que Pinochet pediría al maestro Chomsky, como abogado para su defensa, si algún día debe ser
juzgado como se debe...

Chomsky invocó una vez más la responsabilidad estadounidense en los pecados de Israel en la introducción de
su libro intitulado The New Intifada (El nuevo Intifada), revelando que [los EEUU] en calidad de contratante y
miembro de envergadura de las Convenciones de Ginebra:
«es de menester e incumbe a Washington de impedir la colonización, las expropiaciones [de tierras], los
castigos colectivos y todas otras formas de violencia [de Israel]... El resultado es que los Estados Unidos
cometen una violación explícita y extrema de sus obligaciones en calidad de firmantes de estas
convenciones» [24].

Tendría cierta tendencia a estar de acuerdo con Chomsky... Pero la negativa de intervenir por parte de los
Estados Unidos ¿qué relación tiene para que esto sea considerado como una «violación» más «extrema» que los
crímenes, igualmente reales y concretos, perpetrados hoy en día por otro [país] firmante de las dichas
Convenciones, a saber: Israel?
Chomsky nos quiere hacer creer eso.

El mito de Israel guardián de los pozos petroleros


Este punto ha sido aclarado, durante una conferencia de Chomsky en Orford, en mayo del 2004, en el
transcurso del cual Chomsky evocó el asesinato, una semana antes, del jefe espiritual del Hamas por el ejército
israelí, cuando éste salía de una mezquita en Gaza. «Esto ha sido el tema central de reportajes, y esto ha sido
presentado como un asesinato israelí, cosa que no es exacta...», dijo Chomsky, quien rápidamente ajusto su
pensamiento:

«Chéik Yasin ha sido asesinado por un helicóptero norteamericano, piloteado por un piloto israelí. Ahora
sabemos que Israel no produce helicópteros. Son los Estados Unidos que le envían [este material militar],
sabiendo muy bien que estos helicópteros serían utilizados para tales fines. Son los Estados Unidos proveen
armas a Israel, a pesar que están al corriente del hecho que estas armas serán utilizadas a tales fines por
Israel, y no para asegurar su defensa, motivo real por el cual estas han sido exportadas.»

Hasta un cierto punto Chomsky tiene razón. Pero lo que le falta a su análisis es el hecho que él no hace la más
mínima alusión a las demandas del Congreso [de EEUU] –demandas orquestadas por la AIPAC, el lobby pro-
israelí oficialmente registrado en los Estados Unidos-, a fin de asegurar que Washington provea sin falta a Israel
estos helicópteros de guerra, de los cuales Israel hará uso solamente si sus generales lo juzgan conveniente.
(Del mismo modo, Chomsky no hace el más mínimo comentario respecto al AIPAC en sus numerosos libros
consagrados al conflicto israelí-palestino, ¡toda una proeza! si vemos bien...). La impresión que se llevó el
público inglés de esta conferencia, fue la conclusión que el asesinato de Cheik Yasin había recibido luz verde
de Washington...

El empleo constante de helicópteros de guerra contra la resistencia y la población civil palestinas era y es uno
de los aspectos criminales empleados por Israel para reprimir el Intifada, la absolución de los israelíes por tales
comportamientos y la utilización de tales métodos se convertía en Chomsky una obsesión, como lo demuestra si
introducción en The New Intifada [25] y (sin duda a fortiori) en su obra Middle East Illusions.

«El 1ro de octubre [comienzo del Intifada de al-Aqçâ], los helicópteros militares israelíes o, más
precisamente, los helicópteros militares norteamericanos piloteados por los israelíes, acentuaron
enormemente la presión, con la muerte de dos palestinos en Gaza...El suministro constante de helicópteros de
asalto por los EEUU a Israel, sabiendo que estas armas eran utilizadas contra los civiles palestinos, así que el
silencio de los medios de comunicación aprobadores, no son más que una ilustración del lamentable principio
según el cual nosotros no creemos en la violencia. Una vez más, esto significa un [doble] desafió a los
ciudadanos honestos: en primer lugar (lo más importante) –hacer algo respecto a este problema, segundo,
-intentar comprender ¿porqué tal tipo de política es llevada a cabo [26]?»

¿Qué hacer? Justamente y una vez más Chomsky no nos dice nada al respecto. Pero intenta de decirnos el
«porque»…:

«A la ocurrencia, las razones fundamentales no son realmente controvertidas... Sabemos desde hace tiempo
que la región del Golfo posee los principales yacimientos energéticos del mundo... » [27].

Chomsky va dedicar entonces dos páginas para explicarnos la importancia del petróleo en el Medio Oriente y
los esfuerzos desplegados por los EEUU para asegurarse su control. Se trata entonces de una explicación de
base [o para principiantes] y que no ha parado de repetir y repetir, de publicar y publicar, siempre la misma
canción, casi literalmente y desde hace años. Qué cosa tiene que ver esto con los palestinos, los cuales no
poseen ni una gota de petróleo, o la manera por la cual un posible estado “bandido” palestino pondría en peligro
los intereses de EEUU en esta región del mundo. Esta es la pregunta a la cual Chomsky no ha respondido. Pero,
después de sus dos páginas escritas, el lector habrá olvidado la cuestión crucial de este tema, el cual no se ha
tocado apenas...En su explicación, Chomsky no hace la menor mención al lobby pro-israelí, tampoco por otro
lado, a los grupos de presión existentes al interior de los EEUU...

Chomsky reconoce, eso sí, que «importantes sectores del capitalismo norteamericano, dentro de los cuales
algunos poderosos elementos teniendo intereses en el Medio Oriente [entender por grandes compañías
petroleras!] han hecho su elección por una «solución a dos estados», partiendo del principio que:

«Las tendencias nacionalistas radicales suscitadas por la no solución del problema palestino serían reducidas
por la instauración de un mini-estado palestino, que sería contenido gracias a una alianza militar jordano-israelí
(tacita eventualmente), sobreviviendo en función del buen humor de sus vecinos mucho más poderosos, y
siendo financiado por fuerzas conservadoras pro-estadounidenses y del mundo árabe...Tal sería, el resultado al
parecer de una solución a dos estados. [28]»

Un tal resultado tendría pocos efectos sobre la política regional árabe, aparte de desmoralizar a los
simpatizantes a favor del combate de los palestinos en los países limítrofes y en el conjunto del mundo, esto
sería además una evolución que favorecería a toda evidencia a los intereses estadounidenses. Pero por otro lado
esto sería una tranca a la expansión israelí, cosa que es sumamente importante para Israel, pero de poca
importancia para los ojos de Washington. Por otro lado Chomsky no ve esta contradicción, a pesar que es
flagrante, en su argumentación: si el apoyo hacia Israel [por EEUU] está efectivamente fundado (como él lo
afirma) por su rol estratégico de protección de los recursos [energéticos] estadounidenses –a saber el petróleo-,
porqué entonces está geopolítica no recibe los favores y apoyos de los grandes trust [multinacionales]
petroleros teniendo «intereses en esta región»?

Es interesante de examinar los antiguos escritos de Chomsky, a fin de darse cuenta y comprender mejor la
evolución de su posición. El párrafo a continuación que les voy a presentar hace parte [de su libro] Peace in the
Middle East, publicado en 1974 -reeditado y actualizado en 2003-, no difiere en mucho del sancochado liberal
que Chomsky difunde constantemente y frecuentemente...

«Yo no veo ninguna manera o forma en la cual los estadoundenses puedan contribuir a la búsqueda activa de
la paz [en esta región]. Este trabajo incumbe únicamente al pueblo de la antigua Palestina. Pero se puede
concebir o plantear que los estadounidenses puedan proveer una contribución de manera pasiva, alentando
canales de comunicación, fomentando el nivel de discusión y explorando [indagando] los asuntos [cuestiones]
fundamentales de diversas maneras, las cuales no están al alcance o no son accesibles a aquellos cuyas vidas
están directamente amenazadas en el inmediato.» [29]

Los lectores se darán cuenta del estilo vacío [impreciso] de este párrafo, de que manera la sugerencia hecha por
Chomsky, «la búsqueda activa de la paz» debe ser confiada [dejada] «al pueblo de la antigua Palestina» es el
reflejo de una frase que nosotros hemos escuchado frecuentemente en la boca de Bill Clinton y, desde entonces
repetidas por el George de turno y por los Colin Powel, la misma frase de siempre: «dejemos las negociaciones
a las partes involucradas».

Esta declaraciones fueron publicadas un año después de la guerra de Octubre 1973, en una época donde los
EEUU estaban aumentando masivamente su ayuda, tanto económica que militar [a Israel] –situación que
Chomsky señaló, en otro de sus escritos. Hacerse tal pregunta y en dicho contexto, no era manifiestamente una
de las prioritarias en esa poca para él.

Para concluir de manera razonable y a estas alturas, podemos decir que la manera que tiene Chomsky de dar
vueltas y vueltas alrededor de la ayuda estadounidense al estado hebreo sin decir nada al final de cuentas..., su
posición de rechazo a la idea de bloquear las inversiones hacia Israel..., su negativa a la aplicación de sanciones
contra Israel..., su manera de posicionar a Israel como si se tratara de un estado a cual se le debe algo..., todo
esto hace que su visión solamente pueda ser explicada por la perspectiva sionista que tiene Chomsky del
conflicto israelo-palestino -cualesquiera que sea la manera como él la defina-, más que a un enfoque general de
los acontecimientos históricos ocurridos. No obstante, la cosa no termina aquí: examinando una muestra de las
prodigiosas producciones [escritas] de Chomsky sobre el conflicto israelí-palestino, podemos apreciar las
enormes omisiones históricas críticas y otros aspectos que ha silenciado. Desgraciadamente, estos
acontecimientos mal interpretados por él y con una tendencia a repetir sus mismos errores, al punto que estas se
han transformado en «hechos no controvertidos» para las generaciones futuras de activistas, quiénes las repiten
sin más ni más, tales urracas amaestras por su amo. Resumiendo, podemos decir que esto es lo que Chomsky
les ha legado, un escenario bastante deformado, escenario que Chomsky a logrado venderles y revenderles,
haciéndoles tomar esto por realidad.

Las consecuencias son evidentes.

Todos aquellos que se han fiado a la interpretación chomskiana de las relaciones israelo-estadounidenses a
favor de la causa Palestina se han encontrado totalmente impotentes a nivel de resultados o en cuanto al plano
funcional. No existe ninguna prueba, ninguna actividad realizada que haya de una manera u otra favorecido a
los palestinos. Tampoco existe el menor resultado concreto, ni freno a la deterioración interrumpida de la
situación de las poblaciones palestinas. Yo incluyo en estas apreciaciones a los movimientos anti-guerra, a los
movimientos de solidaridad, yo incluyo a sus portavoces, que adoptando las formulaciones en bloque de
Chomsky llevan también gran parte de responsabilidad en este fracaso. Fracaso que debiéramos poner a los pies
de Chomsky y que debiera ser el objeto de un serio debate. El rol primordial jugado por Chomsky en este
fracaso es a todas luces incontestable. Por otro lado, Chomsky a brindado una inestimable ayuda a todos
aquellos que, dentro del movimiento de solidaridad, tenían como principal (y frecuentemente como única)
preocupación, la de proteger a Israel contra toda recriminación, contra toda sanción, y sabemos que no son
pocos.
En contra de lo que afirma Chomsky en su teoría,
los EEUU no tienen nada que ganar apoyando Israel
Jeffrey Blankfort

Hasta aquí, me he centrado en las opiniones de Chomsky (publicadas sean en la prensa o en conferencias).
Lamentablemente, como académico, comete los mismo fallos que han sido sucintamente descritos por Bruce
Sharp en una página web en la que se examinan escritos previos de Chomsky sobre el genocidio de Camboya.
Según Sharp, Chomsky ha escrito:

«no evalúa todas las fuentes para después determinar cuál de ellas soporta mejor la indagación lógica, sino
que examina un puñado de relatos hasta que encuentra el que se ajusta a sus propias ideas preconcebidas
sobre cuál debe ser la verdad; no deriva sus teorías de la evidencia, sino que recaba de manera selectiva la
«evidencia» que sirve de apoyo a sus teorías e ignora el resto». [1].

«Sus errores (o omisiones de Chomsky) —añade Sharpe— radican precisamente en la misma parcialidad
irreflexiva que él tanto critica en la prensa establecida y así, evalúa las historias conforme a un doble rasero
(de un nivel bajo y las que proporcionan argumentos a su teoría).» [2]

Ciertamente no es Chomsky el único merecedor de tales críticas, pero dado su elevado estatus y credibilidad
como académico, en su caso son de especial relevancia. Lo que Sharpe describe se acerca más a la labor de un
fiscal en un juzgado que a la de de un historiador.

Es obvio que las cuestiones que rodean una resolución justa del conflicto israelo-palestino son complejas y
controvertidas, pero deben ser analizadas y debatidas. Ahora bien, no todos los participantes en el debate lo
hacen en los mismos términos: compete a los palestinos y no a los israelíes, a Chomsky, a Washington o al
«consenso internacional» decidir sobre la cuestión palestina «del derecho al retorno».

La disyuntiva «un estado - dos estados» es otra cuestión estrechamente relacionada con la anterior pero aún más
complicada, y sobre la que ni los palestinos están de acuerdo. Yo estoy a favor de un único estado, pero no es
mi intención abogar por esta opción ahora, tan sólo quisiera presentar y exponer al lector la perspectiva de
Chomsky. Ahora bien, dada la preponderancia de la narrativa sionista, ninguna de esas cuestiones mencionadas
posee el potencial necesario para movilizar a la opinión pública estadounidense en su favor de manera
significativa, o al menos no más allá de los intereses personales u ocultos en el desenlace final de ambas.
Las dos cuestiones interconectadas que, por el contrarío, sí podrían provocar esa movilización son:

1) Detener el flujo hacia Israel de fondos de origen fiscal. En vista de los profundos recortes que se están
produciendo en todo el país en materia de salud, educación y pensiones, una propuesta para detener el envío de
ayuda a Israel, que ya ha superado el listón de los 100.000 millones de dólares, sin duda contaría con adeptos.
Esto incluiría, como ya está ocurriendo de manera limitada, poner fin a la inversión tanto pública como privada
en Israel, en empresas israelíes y en compañías americanas que tienen relaciones comerciales con Israel. Es
decir, supondría imponer sanciones que Chomsky no ve con buenos ojos.

2) Hacer patente y cuestionar el poder que el lobby pro-israelí detenta en el congreso y el control que ejerce
sobre las políticas estadounidenses en Oriente Medio, ambas realidades que los «observadores políticos» de
Washington y otros lugares tienden a aceptar como ineludibles, cosa que no hace Chomsky.

Chomsky sí que menciona de vez en cuando que la mayoría de los estadounidenses no se muestran
precisamente entusiastas respecto a la ayuda a Israel, pero no va más allá. Excepción hecha de su fijación con
los israelíes pilotando helicópteros estadounidenses, el relegar el potencial poder de las cuestiones de la ayuda y
el lobby a los márgenes del discurso político ha sido esencial para Chomsky, puesto que esas cuestiones
merman su análisis, según el cual sostiene que:
1. Israel es en esencia un estado-cliente de Estados Unidos, apoyado por Washington en virtud de sus
«servicios» en calidad de «activo estratégico» [3] y «patrullero de servicio» [4] para los intereses
estadounidenses en Oriente Medio y otros lugares.

2. La postura de «rechazo» adoptada por sucesivas administraciones estadounidenses y opuesta al


establecimiento de un estado palestino es el primer obstáculo que bloquea la implantación de una «solución de
dos estados». Lo que es más, Chomsky pretendería incluso hacernos creer que la política estadounidense, pese a
que en ocasiones parezca lo contrario, ha apoyado una «gradual integración de los territorios ocupados dentro
de Israel». [5]

3. Quienes critican al lobby pro-Israel han exagerado la influencia del mismo, pues éste es más bien un factor
menor que puede hacer que se incline la balanza, pero en ningún caso un factor decisivo... [y] que su función es
la de abrir el camino para que la influencia ideológica pueda ejercerse, poniéndose del lado del verdadero
poder. [6]

Existe una cantidad ingente de evidencia que contradice lo expresado en estos tres puntos, evidencia
proporcionada por académicos de prestigio expertos en la materia y de cuya existencia Chomsky es claramente
consciente, puesto que los cita cuando le conviene, pero a los que elige ignorar. Dada la brevedad relativa de
este artículo, no podré mencionar en él más que a unos cuantos.

La fantasiosa teoría del «activo estratégico»


En The Fateful Triangle (El triángulo fatal) (1983), Chomsky expresa claramente su argumento de que el apoyo
de Estados Unidos a Israel se ha basado en el valor de éste último como «activo estratégico», y también lo ha
reiterado en entrevistas y discursos hasta el momento en que la Unión Soviética dejó de ser una amenaza y se
hicieron por tanto necesarias nuevas justificaciones:

Desde finales de la década de los 50... en el seno del gobierno de los Estados Unidos, comenzó a darse una
aceptación creciente de la tesis israelí según la cual un Israel poderoso es un «activo estratégico» para los
Estados Unidos, pues sirve de barrera ante las amenazas contra los intereses estadounidenses de nacionalistas
radicales autóctonos, que podrían obtener el apoyo de la URSS. [7]

La escasa «evidencia» que ofrece Chomsky para respaldar esta afirmación hace ya tiempo que debiera haber
despertado el escepticismo. Una cuestión a la que indefectiblemente alude es un Memorando del Consejo de
Seguridad Nacional fechado en enero de 1958 que, según Chomsky, «concluye que el corolario lógico de la
oposición al creciente nacionalismo árabe» sería «apoyar a Israel en tanto que única potencia pro-occidental
que queda en Oriente Medio». [8]

Dada la importancia de la cuestión, cabría esperar que Chomsky recurriera a hechos más recientes. En el mismo
año, en respuesta a una exitosa sublevación anticolonial contra los británicos en Irak y a los movimientos
nacionalistas en Líbano, Eisenhower envió a los marines a aquel país para proteger los intereses
estadounidenses de una supuesta amenaza, pero el uso de tropas israelíes parece que no se consideró.

El único «servicio» regional prestado por Israel a que hace referencia Chomsky fue la derrota de Egipto en
1967 (cuando Francia era el primer proveedor de armas de Israel), derrota claramente beneficiosa para los
propios intereses israelíes y útil para disuadir al gobierno sirio de venir en ayuda de los palestinos cuando
sufrieron el ataque del rey Hussein de Jordania en septiembre de 1970. Esta es la cuestión. Y además en este
último caso, Israel no necesitó la ayuda de los Estados Unidos para emplear sus fuerzas a fin de evitar lo que ha
pasado a la historia erróneamente (no en el caso de Chomsky) como un intento de la OLP de apoderarse de
Jordania. [9]

Lo que Chomsky y los que reproducen como loros su análisis ignoran (puesto que no lo mencionan) son los
otros factores que han influido en la singladura de la OLP, tales como disensiones internas en Palestina, el
rechazo de las fuerzas aéreas sirias comandadas por Hafez Al-Assad, no precisamente amigo de la OLP, para
proporcionar cobertura aérea, y las ventajas estratégicas de las fuerzas (fundamentalmente beduinas) de
Jordania. Fue Henry Kissinger quien exageró el papel de Israel en el desenlace de la situación y como activo en
el contexto de la Guerra Fría [10] e, irónicamente, es la posición de Kissinger la que Chomsky ha elevado a la
categoría de «hecho».

Existe otro factor en torno al argumento de «activo estratégico» que suele pasarse por alto. Tal y como Camilla
Mansour señala:

«estas luchas por conseguir influencia en la región se desarrollaban tan cerca de Israel que a menudo se
relacionan (y en el caso de la crisis en Jordania la relación, en efecto, existía) con el conflicto árabe-israelí:
para los estadounidenses, Israel se encontraba en la paradójica situación de ser un activo que mitigaba las
amenazas para sus propios intereses y los de Estados Unidos, amenazas que por otra parte Israel mismo podía
haber provocado con sus conflictos con los árabes». [11]

Esta opinión fue confirmada por Stephen Hillman, antiguo empleado del Comité de Relaciones Exteriores del
Senado cuando escribió: «El servicio estratégico que Israel ha supuestamente prestado a Estados Unidos,
actuando como barrera de contención frente a la penetración de los soviéticos en Oriente Medio, es necesario en
primer lugar debido a la existencia de Israel, pero como resultado, los árabes se mostrarían mucho menos
dóciles ante la influencia soviética…

Es cierto que Israel proporciona a Estados Unidos información e inteligencia militar muy valiosas y no sería
descabellado pensar que Estados Unidos pudiera necesitar bases navales y aéreas en suelo israelí. Estos
activos, en sí mismos…no parecen suficientes como para justificar el gasto de Estados Unidos en el periodo
que va desde la fundación de Israel hasta 1980, que asciende a 13.000 millones de dólares en forma de
asistencia militar y 5.500 millones de apoyo económico, haciendo de Israel el primer receptor de ayuda
exterior estadounidense a gran distancia del segundo». [12] (Énfasis añadido).

Chomsky conoce bien el trabajo de Tillman y lo usó frecuentemente como referencia en The Fateful Triangle,
pero sin incluir la cita anterior sino otras más de su agrado como el comentario del senador Henry "Scoop"
Jackson, demócrata representante por Washington, que Chomsky incluyó en The Fateful Triangle y ha repetido
prácticamente en todos sus libros, entrevistas y discursos sobre el conflicto israelo-palestino desde entonces.
Según Jackson, el cometido de Israel ha sido «inhibir y contener los elementos irresponsables y radicales de
ciertos estados árabes…que, si tuvieran la libertad de hacerlo, se convertirían en una amenaza grave para
nuestras principales fuentes de petróleo en el Golfo Pérsico». [13]
Se refiere a la «alianza tácita entre Israel, Irán (bajo el Shah) y Arabia Saudí» pero no existe evidencia de que
ninguno de los tres países haya jamás desempeñado ese papel. Cuando la primera administración Bush
consideró que los recursos petrolíferos de la región se veían amenazados por la invasión iraquí de Kuwait en
1991, tomó cartas en el asunto y además hizo todo lo posible para que Israel no participara. Esto no ha
disuadido a Chomsky de continuar con la misma historia.

La razón por la que cree que debiéramos dar crédito a la opinión de Jackson es que éste fue «el principal
experto del senado en la materia (el petróleo)» en Fateful Triangle ( p. 535); «el experto del senado sobre
Oriente Medio y la cuestión del petróleo» en Toward a New Cold War (Hacia una nueva guerra fría). (p. 315);
«el principal especialista del senado sobre Oriente Medio y la cuestión del petróleo» en The New Intimada (La
nueva intimada), (p .9) y Middle East Illusions (Ilusiones sobre Oriente Medio) (p. 179); «el mayor experto en
el tema del petróleo» en Deterring Democracy (Miedo a la democracia) (P. 55), «el principal especialista del
senado sobre Oriente Medio y la cuestión del petróleo» en Pirates and Emperors (Piratas y emperadores), (p.
165), y «una figura influyente preocupado por la cuestión de Oriente Medio» en (su último libro) Hegemony or
Survival (Hegemonía o supervivencia) ( p.165).

Me detengo en las descripciones que Chomsky hace de Jackson porque son típicamente engañosas. Lo más
cerca que Jackson ha estado de ser experto en la cuestión del petróleo es haber presidido en una ocasión una
investigación a nivel nacional sobre prácticas relacionadas con el petróleo mientras estaba al frente del Comité
interno del senado.

Aparte de ser conocido como «el senador Boeing» en alusión a los numerosos y lucrativos contratos que derivó
hacia esa compañía mientras presidía el Comité de Servicios Armados del senado, el principal legado de
Jackson es la de haber sido coautor de la enmienda Jackson-Vanik que hacía que el éxito de las negociaciones
entre Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría dependiera de que la Unión Soviética abriera sus
puertas a los emigrantes judíos.

Obviamente, esto lo convirtió en el favorito del lobby pro-israelí y los judíos estadounidenses en general, lo que
le supuso 523.778 dólares o el 24.9% del total de las contribuciones de campaña durante un periodo de cinco
años. [14]. Contrario a la détente y un vehemente partidario de la Guerra Fría, fue «prácticamente el último
demócrata en el senado que seguía apoyando la guerra [de Vietnam]». [15]. En tiempos más recientes se le ha
vuelto a recordar como el santo patrón de los neoconservadores del congreso, tras haber iniciado a Richard
Perle en la senda del mal.

Gracias a su apoyo del complejo bélico-industrial de Israel y Estados Unidos, los esfuerzos de Jackson no
pasaron desapercibidos al influyente Instituto Judío para Cuestiones de Seguridad Nacional (JINSA en sus
siglas en inglés), uno de los mayores promotores de la integración de las industrias armamentísticas de los
Estados Unidos e Israel desde 1976. Otro ingrediente fundamental del lobby pro-Israel que Chomsky nunca ha
mencionado. En 1982, se creó el Galardón por servicios distinguidos Henry M. “Scoop” Jackson y Jackson se
convirtió en el primero en recibirlo. El galardonado más reciente ha sido su protegido, Perle.

Si Chomsky hubiera mencionado los antecedentes decididamente pro-israelíes de Jackson, sin duda se hubiera
cuestionado la credibilidad del senador cuando menos, por no decir que la habría perdido.

A excepción de un puñado de leales que parecen hacerse eco de cada palabra que pronuncia Chomsky, sus
opiniones sobre las relaciones árabe-israelíes no parecen agradar a sus colegas en el mundo académico,
incluidos los que a grandes rasgos comparten con él una similar visión del mundo. El catedrático Ian Lustick,
pese a no mencionarlo por nombre, estaba claramente refiriéndose a Chomsky cuando al ser entrevistado por
Shibley Telhami en 2001 dijo:

«Los Estados Unidos tienen suficiente fuerza y riqueza para que incluso cuando se producen crisis como la
invasión iraquí de Kuwait, que era claramente una crisis grave, pueda hacerles frente. Pero…la gran cuestión
relativa a qué es lo que motiva a los Estados Unidos en casa ha girado en torno a dónde radica el compromiso
estadounidense con Israel.
Verdaderamente éste ha sido el tema central y además existen visiones encontradas al respecto. Durante
mucho tiempo, se sostenía que el compromiso con Israel era un corolario a los intereses estratégicos
estadounidenses, que en esencia, los Estados Unidos veían a Israel como un instrumento de su estrategia de
intereses más amplia que tenía por objetivo el contener a la Unión Soviética durante la Guerra Fría y después,
el mantener el flujo del petróleo y reducir el terrorismo, etc.»

La verdad es que, simplemente, la teoría no funciona, porque Israel ha sido de gran utilidad estratégica durante
varias etapas distintas, y en cambio en otras, no se ha considerado que fuera importante estratégicamente, y lo
que es seguramente más importante, durante la Guerra Fría, las burocracias (el Departamento de Defensa y el
Departamento de Estado) no veían a Israel como un activo estratégico e incluso hubo quien llegó a verlo como
perjudicial. Así que del activo estratégico no es suficiente. [16]

Válido o no el argumento de que durante la Guerra Fría los Estados Unidos veían a Israel como un aliado digno
de confianza contra los regímenes apoyados por los soviéticos de varios estados árabes, es un argumento que se
ha desvanecido a la misma velocidad que lo ha hecho la URSS. Cuando Afif Safieh, el Representante de
Palestina ante el Reino Unido y la Santa Sede visitó los Estados Unidos poco antes del derrumbe de la Unión
Soviética, le sorprendió constatar que «en de los círculos partidarios de Israel…la mayor preocupación era la
pérdida del “enemigo” y cómo ésta podría impactar en la "raison d’être”, la función estratégica y la utilidad de
Israel para la política exterior estadounidense en calidad de bastión y activo estratégico para la contención del
expansionismo soviético. Precisamente fue entonces cuando tomó forma la creación ideológica de una amenaza
global alternativa: el peligro del Islam». [17]

El derrumbe soviético forzó no sólo al lobby pro-israelí, sino también a Chomsky a buscarse una nueva razón
que justificara el continuado apoyo estadounidense; en el caso del lobby, para mantener y en el de Chomsky,
para explicar los lazos entre Estados Unidos e Israel. Chomsky encontró esa razón en una declaración del
antiguo jefe de la inteligencia israelí, Shlomo Gazit: el argumento sobre la Guerra Fría que Chomsky había
esgrimido antes, ahora le resultaba «altamente engañoso», decantándose por «el análisis… de Gazit» quien
escribió tras la desaparición de la URSS que:

«La principal tarea de Israel no ha cambiado en absoluto y sigue siendo de vital importancia: Su situación en
el centro de un Oriente Medio eminentemente árabe y musulmán predestina a Israel a ser un denodado
guardián de la estabilidad en todos los países de la zona. Su papel es el de proteger a los regímenes actuales,
prevenir o detener el proceso de radicalización y bloquear la expansión del fundamentalismo religioso
exaltado». [18]

«A lo que cabría añadir», escribió Chomsky en el prólogo a la nueva edición de The Fateful Triangle, «hacer el
trabajo sucio que los Estados Unidos no son capaces de realizar debido a oposición popular u otros costes».[19]
Chomsky todavía escribe como si estuviéramos en los setenta y ochenta, pero parece evidente que hoy en día, el
«trabajo sucio» que los Estados Unidos está dispuesto a hacer por sí mismo es ilimitado. Por supuesto, cabe
esperar de Gazit una excusa para justificar que se mantenga el apoyo estadounidense, pero, ¿la estabilidad? En
todo caso, la presencia israelí en la región ha sido un factor determinante de la desestabilización en la misma y,
en dos ocasiones, en 1967 y de nuevo en 1973, casi provocó una guerra nuclear (y lo que desde luego provocó
fue un costoso embargo de petróleo). En los primeros días de la Guerra de Yom Kippur, cuando parecía que las
tropas israelíes podrían acabar siendo derrotadas, supuestamente el ministro de defensa israelí, Moshe Dayan,
se dejó llevar por el pánico y amenazó con usar armas atómicas en contra de Egipto si los Estados Unidos no
suministraban a Israel urgentemente un cargamento de armas convencionales. La administración Nixon
respondió con premura. [19]

Tal y como señala Mansour: «Al pedir armas a Washington tan precipitadamente, el gobierno israelí no se
comportó como un activo estratégico sino como un protegido que temía, tal vez de manera exagerada, por su
vida» [20]

Merece la pena recordar que no fue hasta la elección de Menachem Begin como primer ministro en 1978 que
Israel comenzó a presentarse como un activo estadounidense. En una entrevista de enero de 1991 en el Journal
of Palestine Studies, el general israelí retirado Matti Peled dijo que «el argumento de que Israel es un activo
estratégico de los Estados Unidos, haciendo las veces de una especie de portaaviones estático, nunca no ha
existido más que en la imaginación de Israel. El primer ministro Begin fue el primero en aventurar que ese era
el papel de Israel como una manera de justificar los golosos préstamos concedidos a Israel para la compra de
material bélico estadounidense… La crisis de Kuwait ha demostrado que ese argumento era falso…Los
contratos de compraventa de armamento fueron beneficiosos para Estados Unidos porque resultaron en
mayores ventas de armas a sus aliados árabes»

El popular Piratas y Emperadores de Chomsky, publicado en 1986 y en posteriores ediciones hasta 2002,
contenía una teoría sobre el «activo estratégico» que parecía inflada a base de esteroides. En una de las cinco
referencias a cómo Israel presta ese servicio, Chomsky escribió lo siguiente: «Los Estados Unidos han tratado
consistentemente de mantener viva la confrontación militar y de garantizar que Israel continúa siendo un
“activo estratégico”. Según este concepto, Israel es una nación altamente militarizada, tecnológicamente
avanzada, un estado paria con pocas posibilidades de tener una economía independiente a excepción de su
producción de alta tecnología (a menudo en colaboración con Estados Unidos), absolutamente dependiente de
Estados Unidos y por tanto digna de confianza, al servicio de las necesidades estadounidenses como "patrullero
de servicio" en la zona y como estado mercenario empleado por los Estados Unidos para servir a sus intereses
en otros lugares…» [21]

Chomsky no podría haber cometido un error mayor: gracias al apoyo político de los Estados Unidos, Israel no
es en absoluto un "estado paria" sino que disfruta del estatus de nación favorecida de cara a la Unión Europea,
su primer socio comercial, y su industria armamentística, pese a la creciente integración con la estadounidense,
es una de las mayores de todo el mundo y compite con la de Estados Unidos en el mercado mundial. Israel
posee además uno de los más importantes centros de alta tecnología doméstica. Así pues, no se trata en absoluto
de una nación sometida a los deseos de los Estados Unidos, por más que eso sea lo que Chomsky sugiere. Y lo
que es más, si bien el ejército israelí y sus fabricantes de armas han servido a los intereses estadounidenses en
Latinoamérica y África desde los sesenta hasta principios de los ochenta, lo hicieron por propio interés dándose
la feliz casualidad de que coincidía con el de Estados Unidos.
La supuesta utilidad de Israel para Estados Unidos se ha visto desmentida desde dos perspectivas distintas. La
respuesta de Harold Brown, secretario de defensa de Jimmy Carter, a la propuesta de su homónimo israelí
(Seymour Hersh) para que los dos países planificaran una ofensiva nuclear conjunta contra la Unión Soviética
en caso de guerra fue que «la administración no desearía verse envuelta en un conflicto entre Israel y la Unión
Soviética. El concepto de Israel como activo estratégico me parece descabellado: los israelíes dicen: “dejad que
os ayudemos” y al final acabamos siendo un instrumento en sus manos. Ellos tienen sus propios intereses en
materia de seguridad, nosotros tenemos los nuestros y unos y otros no son idénticos». [22]

La catedrática Cheryl Rubenber cuestionó el planteamiento de Chomsky desde otra perspectiva: «Las
restricciones de la diplomacia estadounidense en Oriente Medio en virtud de la relación con Israel han
impedido a Washington alcanzar una relación de trabajo estable y constructiva con los estados árabes, un
requisito indispensable para conseguir los intereses estadounidenses en la zona… Incluso los regímenes que
trataron de acercarse a Washington pese a la alianza entre Estados Unidos e Israel se vieron limitados a la hora
de normalizar y hacer públicos sus vínculos por miedo a la oposición interna que desataría declarar
abiertamente su afiliación con Estados Unidos». Esta no es la única manera en que los intereses comerciales y
empresariales de Estados Unidos en Oriente Medio se han visto constreñidos… Por citar un ejemplo: como
resultado de la presión ejercida por grupos pro-israelíes sobre el congreso, se aprobó un conjunto de leyes anti-
boicot que limitaba considerablemente las oportunidades para las empresas [estadounidenses] en el mundo
árabe. En consecuencia, las compañías estadounidenses y la economía del país sufrieron unas pérdidas anuales
estimadas en mil millones de dólares. [23]

La legislación anti-boicot se ha utilizado con éxito para demandar a empresas estadounidenses a lo largo de los
años y en estos momentos está siendo empleada por los partidarios de Israel en el congreso para contener los
esfuerzos de los activistas estadounidenses que pretenden instigar un boicot a los productos israelíes en Estados
Unidos. No es necesario preguntar a Chomsky cuál es su opinión al respecto.

Rubenberg, además, enfatiza otra cuestión mencionada también por otros: «¿Cómo puede Israel, comprometida
con políticas que a priori garantizan la perpetuidad de la inestabilidad regional, ser considerada como un activo
estratégico para los intereses americanos?» [25]

En la era post-soviética, Chomsky podría haber recabado apoyo para sus opiniones en las del neoliberal
empedernido Douglas Feith, puesto que, con ligeras modificaciones, el siguiente fragmento escrito por el
secretario adjunto de defensa en el número de primavera de 2004 de la Harvard Law Review podría
perfectamente llevar la firma de Chomsky:

«Por toda una serie de razones, desde el derrumbe de la Unión Soviética, Israel ha continuado siendo relevante
desde un punto de vista estratégico… Su situación geográfica garantiza que siga siendo importante a los ojos de
Estados Unidos, incluso si la Unión Soviética ya no existe, pues Oriente Medio continúa siendo vital para
Estados Unidos como fuente primordial de sus importaciones de crudo…Israel ha sido un aliado fiel y, por
medio de su poderío, ha constituido una fuerza estabilizadora en una región muy volátil. Pese a que la
existencia de Israel ha alimentado numerosos conflictos en Oriente Medio, desde la perspectiva del gobierno
estadounidense, la destrucción de Israel, la única democracia liberal en la región, no es una opción
estratégicamente admisible. Basándonos en el principio de que Israel ha venido para quedarse y debiera
quedarse, la ayuda estadounidense a Israel ha producido significativos dividendos estratégicos a los Estados
Unidos: al crear un desequilibrio de poder en la región a favor de Israel, la ayuda ha servicio para poner coto a
las agresiones militares de los árabes y evitado situaciones como por ejemplo una guerra abierta entre Israel y
sus vecinos, que hubieran requerido el despliegue de tropas americanas en Oriente Medio» (Énfasis añadido)

Este último párrafo es bastante interesante: La cita de Feith no sólo refuerza las citas anteriores de Hilman,
Mansour y Rubenberg sobre la existencia de Israel como fuente de inestabilidad en la región, sino que sugiere
que Israel ha sido justamente recompensada por haber evitado otra guerra que su propia presencia hubiera
desatado. Eso sí que es tener cara.

La teoría del rechazo


«En el mundo real», dice Chomsky, «la barrera más importante contra la “visión emergente” [de la propuesta
de la Liga Árabe a favor de una paz y reconocimiento plenos a cambio de una retirada israelí] ha sido, y
continúa siendo el rechazo unilateral de Estados Unidos». (Énfasis añadido). [26] Chomsky pretende hacernos
creer que son los Estados Unidos y no Israel quienes impiden un acuerdo pacífico –si no justo- para poner fin al
conflicto israelo-palestino. No obstante, lo que no es capaz de hacer en ningún momento, pese a lo prolífico de
su producción, es explicar por qué esta solución interferiría en vez de reforzar el poder estadounidense en
Oriente Medio, puesto que el propuesto estado palestino, tal y como Chomsky mismo reconoce a menudo, sería
débil y dependiente para su supervivencia económica de Israel, Estados Unidos y otros países árabes.

Al repetirlo una y otra vez, a menudo varias veces en la misma página, Chomsky ha hecho que la etiqueta del
«rechazo» de los Estados Unidos se convierta en indeleble y lo que sí ha conseguido es establecer su propia
definición del término, otro «hombre de paja» al que le puede sacar el relleno como si fuera real. Para ello han
sido necesario tanto moverse con agilidad como ignorar la realidad constatada de que todos los presidentes de
Estados Unidos, empezando por Richard Nixon, han tratado de conseguir que Israel se retire de los territorios
ocupados en 1967, si bien es cierto que ahora, tras una serie de fracasos, los esfuerzos de la Casa Blanca se han
visto reducidos a un mero goteo.

Estos «planes de paz» como se han dado en llamar no se iniciaron para beneficio de los palestinos sino para
pacificar el área conforme a los intereses americanos en la región y a nivel global, que se han visto afectados
negativamente por la continua ocupación israelí tal y como se ha descrito. Conforme a esos planes, los
palestinos de Cisjordania acabarían una vez más bajo soberanía de Jordania y los de Gaza bajo la de Egipto.
Con excepción de los de Camp David, en que Israel resultó el vencedor indiscutible, todos los planes han
quedado en agua de borrajas: «¿Qué fue de todos aquellos planes tan bonitos?» se preguntaba el periodista
israelí y pacifista Uri Avnery. «Los gobiernos de Israel han movilizado el poder colectivo de los judíos de aquel
país, quienes en gran medida dominan el congreso y los medios, en contra de dichos planes. Enfrentados a esta
feroz oposición, todos los presidentes, grandes y pequeños, los jugadores de fútbol americano y las estrellas de
cine se han retirado uno detrás de otro» [27]

El origen del término «rechazo» es importante. Chomsky lo acuñó a partir de lo que los partidarios de Israel,
Chomsky entre ellos, denominaban en los setenta el «frente del rechazo» palestino, el término utilizado para
describir a las organizaciones palestinas de resistencia como el Frente Popular para la Liberación de Palestina
(FPLP), el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) y otros grupos menores, que rechazaban
la existencia de Israel como un estado judío y exigían el establecimiento de un estado secular democrático en el
territorio histórico de Palestina, una posición a la que Chomsky, entonces como ahora, se oponía.

En 1975, Chomsky consideró la posibilidad de «un estado unitario, secular y democrático en la Palestina del
Mandato…un ejercicio inútil. Es interesante que este objetivo sea defendido de un modo u otro por
encarnizados antagonistas: La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y los elementos
expansionistas dentro de Israel. Pero los documentos de la primera sugieren que lo que tienen en mente es un
estado árabe que concederá derechos civiles a los judíos, y las declaraciones de los defensores del Gran Israel
tampoco dejan dudas sobre el hecho de que sus pensamientos transcurren por un camino paralelo, siendo tan
sólo necesario intercambiar la palabra “árabe” por judío”». [24]

La lucha palestina, de hecho, no se hizo aceptable a los ojos de Chomsky hasta que no aceptó la exigencia
americano-israelí de que la OLP reconociera la legitimidad de Israel conforme a las fronteras de 1967. El hecho
de que considere el deseo de los palestinos de recuperar su tierra y el programa de los colonos israelíes más
radicales como equivalentes, es también bastante esclarecedor. Otra pieza del puzzle que encaja. En un escrito
de 1974 lo expresa claramente: «Los grupos palestinos que se han ido consolidando en los últimos años aducen
que se podría rectificar esta injusticia estableciendo un estado secular y democrático en toda Palestina, pero
reconocen honestamente, insisten de hecho en que esto requeriría la eliminación de las "instituciones políticas,
militares, sociales, sindicales y culturales de Israel". Incluso en el hipotético caso de que los medios propuestos
a tal efecto estuvieran disponibles, insisto en ello: incluso en el hipotético caso de que los medios propuestos a
tal efecto estuvieran disponibles, esto implicaría la destrucción violenta de una sociedad unificada, de sus
gentes y sus instituciones, una consecuencia inaceptable para la opinión civilizada de izquierdas, o de cualquier
otro signo» (Énfasis en el original) [25]
Parece ser que la «opinión civilizada», en términos de Chomsky, excluía por completo al mundo árabe y a gran
parte del Tercer Mundo, por lo menos en número suficiente como para que la Asamblea General de Naciones
Unidas decidiera en 1975, por abrumadora mayoría, que el sionismo es una forma de racismo. Su «opinión
civilizada» tampoco consideraba la expulsión de los palestinos como una «consecuencia inaceptable» del
establecimiento del estado judío.

Esforzándose por dar imagen de ecuanimidad, asimila el rechazo del estado palestino con el rechazo de un
estado israelí judío y declara que los Estados Unidos practican el «rechazo» en base a que no han exigido el
establecimiento de un estado palestino en Cijosdarnia y la franja de Gaza. Esto le permite ignorar el objetivo
estadounidense: conseguir que Israel se retire a las fronteras previas a 1967 como forma de mejorar las
relaciones americanas y la estabilidad de sus fuentes de petróleo.

Esto no solo hace a Estados Unidos culpable de «rechazo» según la definición de Chomsky, sino que también
sitúa la Resolución 242 en esa misma categoría: Admitiendo que la resolución aprobada cinco meses después
de la guerra de 1967 pretendía restaurar el estatus quo anterior a ésta, «es importante recordar que la 242 era
puro rechazo, utilizando el término de manera neutra para referirme al rechazo de los derechos nacionales de
ambas partes en la antigua Palestina, no sólo al rechazo de los derechos de los judíos, como comúnmente se
entiende el término.» [26]

Sin embargo, el uso que Chomsky hace aquí de términos inflamatorios tales como “racista” enmascara el hecho
de que desde la perspectiva palestina, es Chomsky el culpable de rechazo. A principios de los setenta, el
movimiento nacionalista palestino no exigía un estado separado en Cisjordania y Gaza sino la vuelta a sus
tierras, de las que 750.000 palestinos habían huido o sido expulsados, y no 2000 sino 20 años atrás. Los
derechos nacionales palestinos (o lo que quedó de ellos) no resultaron aceptables para Chomsky hasta que la
OLP renunció a su exigencia de derechos nacionales sobre todo el territorio de la antigua Palestina, a cambio de
una identidad truncada al otro lado de la Línea Verde (1967).
Cómo Chomsky ocultó la influencia del lobby pro-
israelí en la política estadounidense
Jeffrey Blankfort

Si hay alguna constante en Washington, es el ascenso del AIPAC sobre el Congreso y el poder combinado de
ambos sobre la Casa Blanca cuando se trata de Oriente Medio. Aunque este lobby y sus lacayos en el poder
legislativo no ganen todas las batallas, acaban saliendo victoriosos en todas las guerras, como demuestran los
tres ex presidentes Gerald Ford, Jimmy Carter y George Bush padre, que acabaron perdiendo las elecciones.

Fundada en 1959, la organización ha crecido en tamaño y poder con cada año que pasa. Con sede en
Washington, con oficinas en todo EE.UU., con sus 85.000 miembros, 165 empleados y un presupuesto anual de
33,4 millones de dólares [1], el AIPAC es la cúspide de una enorme colección de organizaciones sionistas y
Comités de Acción Política [PACs] en todo el país, desde los nacionales hasta los locales, dedicados a
perpetuar el estatus privilegiado de Israel en la capital federal.

Sin duda, Israel ya no está preocupado por la Casa Blanca. Pero en el pasado, Ford, Carter y Bush padre habían
desafiado públicamente las aspiraciones territoriales de Israel y habían alienado al lobby en numerosas
ocasiones. Esto apenas aparece en los escritos de Chomsky. En cambio, nos quiere hacer creer que estos
presidentes, al igual que sus predecesores, apoyaron la construcción de asentamientos por parte de Israel y sus
esfuerzos por integrar los territorios en los suyos. Todos los registros históricos demuestran lo contrario. Pero
esto no impide que Chomsky escriba:

"Aunque los hechos más importantes están ausentes de los comentarios de consenso, y a menudo son
ignorados o distorsionados, incluso en las publicaciones de investigación, no son controvertidos.
Proporcionan la base indispensable para cualquier comprensión seria de lo que está sucediendo ahora. » [2]

Mucho de lo que Chomsky describe como incontrovertible resulta ser controvertido, ¡y de qué manera!
Especialmente cuando se trata de la relación entre Israel y la Casa Blanca. El respetado académico y activista
de los derechos humanos israelí, el difunto profesor Israel Shahak, señaló que el análisis de Chomsky adolece
de

"su innegable tendencia a demonizar a la presidencia de EE.UU., y al ejecutivo de EE.UU. en general,


mientras ignora al poder legislativo; pero también su tendencia -muy desafortunada, en mi humilde opinión- a
asumir que no sólo los principios, sino literalmente todo lo relacionado con el imperialismo de EE.UU., había
sido establecido hace mucho tiempo, en 1944 o por ahí, y que desde entonces, la política, por así decirlo, ha
sido una cuestión de llevar a cabo las instrucciones de una computadora...

Esto ignora no sólo el factor humano de los propios Estados Unidos, sino también la naturaleza
completamente diferente de los enemigos y las víctimas de los Estados Unidos en las últimas décadas. No me
cabe ninguna duda de que las políticas actuales de Estados Unidos son complejas, incluso cuando son
erróneas y están influidas, como en el caso de todos los demás países, por muchos factores, entre ellos el
AIPAC y la estupidez humana (a la que Chomsky nunca alude...)"

Por último, citemos este párrafo particularmente penetrante:

"Pero esas teorías simplistas, basadas en su memoria y en su capacidad para seleccionar ejemplos dispersos
(a veces remontándose muy atrás en el tiempo, como su ejemplo favorito sobre Eisenhower, mientras ignora
todo lo que ha sucedido desde 1967) son susceptibles de seducir a los jóvenes en busca de certezas, y también
a todos aquellos que no quieren dedicarse a la investigación real y que encuentran un paliativo en un
despliegue indecente e inútil de emociones. [3]
Después de escuchar cómo Chomsky había respondido a una pregunta al final de un discurso que dio en
Berkeley durante la preparación de la primera Guerra del Golfo, escribí a Shahak. Alguien del público quiso
saber qué pensaba Chomsky del papel del AIPAC en la guerra y qué pensaba del lobby en general. Como era de
esperar, Chomsky fue muy indulgente.

"Personalmente, no creo que el AIPAC haya desempeñado un gran papel en esto. De hecho, tengo la
impresión -de nuevo, hablo a título personal- de que se exagera mucho el papel del lobby israelí en general. Es
una cuestión de apreciación. No es sólo una cuestión de hechos, una cuestión objetiva. En mi opinión, el lobby
israelí tiene la influencia que tiene en gran medida porque resulta que coincide con ciertos sectores poderosos
del poder estadounidense, a nivel interno. » [4]

Sin embargo, el comentario de Chomsky señalaba que "al AIPAC se le atribuye un papel clave en la obtención
de los votos necesarios en el Senado para dar la mayoría al presidente Bush". Debido a la extrema
sensibilidad [de la opinión pública] ante este asunto, el AIPAC estaba especialmente interesado en ocultar su
papel, para evitar aportar pruebas que apoyaran la acusación... que la Guerra del Golfo Pérsico fue instigada
por los judíos para proteger a Israel"[5]. "Para disfrazar este papel", dijo el reportero del Washington Jewish
Week, Larry Cohler, "el AIPAC hizo que senadores judíos de alto perfil votaran en contra de la guerra,
mientras que al mismo tiempo presionaba internamente a senadores no judíos de estados con pequeñas
poblaciones judías para que votaran a favor de la guerra...". El hecho de que Saddam Hussein no fuera
retirado del poder en aquel momento suscitó duras críticas por parte de los principales neoconservadores
judíos, así como (en un tono más moderado) del AIPAC. A lo largo de la presidencia de Clinton, insistieron en
sus demandas de cambio de régimen en Irak y, con Bush hijo, consiguieron que se cumpliera esa misión [6].

Sin embargo, el aspecto más preocupante de la respuesta de Chomsky fue su minimización del papel del lobby
pro-israelí. Dado que la mayoría de los observadores políticos consideran que los políticos elegidos en
prácticamente todos los niveles representan, en un grado u otro, a los principales financiadores de sus campañas
electorales (de forma similar a los abogados corporativos que representan a las grandes empresas) -y que el
AIPAC es un campeón indiscutible en este ámbito- la respuesta de Chomsky fue, como mínimo, deshonesta.

Como era de esperar, el orador recibió un fuerte aplauso de los partidarios de Israel, que estaban muy contentos
de que el distinguido académico absolviera a las organizaciones judías estadounidenses de cualquier
responsabilidad por lo que sus correligionarios estaban haciendo a los palestinos, o por las actividades del lobby
en apoyo de la primera guerra contra Irak. Decidí compartir mis impresiones con el profesor Shahak. Esta es su
respuesta, muy franca:

"Al igual que usted ahora, yo también he tenido las mismas -pero más serias- diferencias de opinión en el
pasado con Chomsky, que ha sido un amigo personal durante bastante tiempo, sobre el AIPAC y la influencia
del lobby judío en general. Además, algunos de nuestros amigos comunes también han intentado hacerle
cambiar de opinión sobre este tema, sin éxito.

Me temo que, a pesar de todas sus maravillosas cualidades y su considerable trabajo, Chomsky es, de hecho,
bastante dogmático en muchas cuestiones. No dudo ni por un momento que su error fatal sobre la
"irrelevancia" del AIPAC -un error que repite muy a menudo- tiene el efecto de ayudar considerablemente a
los sionistas, como usted mismo ha demostrado de forma especialmente llamativa. » [7]

Al menos descubrí que no estaba solo en mi juicio sobre Chomsky. Su posición ha sido una bendición para el
AIPAC, y ha beneficiado enormemente la posición de Israel en Estados Unidos. De hecho, como he señalado
anteriormente, Chomsky nunca se ha dignado a nombrar a la organización en cuestión en ninguno de sus
numerosos libros sobre Oriente Medio. Al desviar a los activistas de la confrontación con los políticos liberales
que el lobby controla y culpar al ocupante de la Casa Blanca de las acciones de Israel, Chomsky ha asumido sin
duda el "control de daños" del AIPAC para él y su beneficio...

El difunto profesor Edward Said -otro amigo mío, admirador de Chomsky- no se anduvo con rodeos al
respecto. En su contribución a la obra colectiva The New Intifada, acertadamente titulada "America's Last
Taboo", escribió:
"¿Qué explica la situación actual? La respuesta está en la influencia de las organizaciones sionistas en la
política estadounidense, cuyo papel a lo largo del llamado "proceso de paz" nunca ha sido suficientemente
estudiado. Se trata de un descuido asombroso, dado que la política de la OLP ha consistido esencialmente en
poner nuestro destino como pueblo en manos de Estados Unidos, sin la menor conciencia de cómo la política
estadounidense está dominada por una pequeña minoría de personas cuyas opiniones sobre Oriente Medio
son, en muchos aspectos, incluso más extremas que las del propio Likud. » [8]

Y, sobre el tema del AIPAC, Said, de nuevo:

"El AIPAC [Comité Americano de Asuntos Públicos de Israel] ha sido durante años el lobby más poderoso de
Estados Unidos en términos absolutos. Con una población judía bien organizada, bien conectada, muy visible
y acaudalada, el AIPAC inspira temor y respeto de un extremo a otro del espectro político estadounidense.
¿Quién se enfrentaría a este Moloch en defensa de los palestinos que no tienen absolutamente nada que
ofrecer a cambio, aunque el AIPAC esté en condiciones de destruir tu carrera profesional simplemente
cerrando su chequera? En el pasado, uno o dos miembros del Congreso se han resistido abiertamente a ello.
Pero varios comités de acción política dirigidos por el AIPAC se han asegurado de que nunca fueran
reelegidos... Si esa es la situación en el poder legislativo, ¡dejaré que adivinen cómo es en el ejecutivo! » [9]

Para los que se pliegan al lobby pro-israelí, el talonario está siempre abierto. En 2002, por ejemplo, el israelí-
estadounidense Chaim Saban donó 12,3 millones de dólares al Partido Demócrata sin que prácticamente nadie
se diera cuenta. Compárese con el escándalo mediático por la donación de 10 millones de dólares de la
petrolera Exxon al Partido Republicano, ¡y en un periodo de seis años! Además, según el sitio web de Mother
Jones, casi ciento veinte (de doscientos cincuenta) de los mayores donantes en las elecciones de 2000 eran
judíos. En Washington se habla de un lobby de dinero israelí...

El profesor Juan Cole, de la Universidad de Michigan, hizo sonar la alarma sobre el AIPAC con el mismo
vigor, señalando un informe de la CNN según el cual el AIPAC "celebra dos mil reuniones al año con los
senadores y congresistas de Estados Unidos, lo que da lugar a la aprobación de una media de cien leyes cada
año". "Más adelante, escribe:

"Algunos lectores han sugerido que he exagerado la influencia del AIPAC en el Congreso. Pero conozco
personalmente a senadores y representantes que tienen miedo de hablar de asuntos israelíes debido a la
notoria reputación del AIPAC de apuntar a parlamentarios audaces para hacerles perder las elecciones. Esto
es fácilmente comprobable. Mira el registro oficial de los debates en el Congreso. ¿Ha habido alguna vez en
esta cámara un discurso crítico con la política israelí por parte de un senador o representante que hubiera
ganado las próximas elecciones? Y fíjese en los debates de cualquier parlamento en cualquier parte del
mundo: las críticas de esta naturaleza se hacen absolutamente en todas partes, ¡menos en Estados Unidos! El
Congreso de EE.UU. es rehén de una organización de presión monomaníaca que la mayoría de las veces
antepone los intereses de Israel a los de EE.UU..." [10]

Veinte años antes - mucho antes de la aparición del factor sionista cristiano - Seth Tillman observó que

"Los presidentes estadounidenses siempre han tratado de evitar la confrontación directa con Israel o con sus
socios acérrimos en Estados Unidos debido a la terrible controversia interna que generaría dicha
confrontación, por el exorbitante capital político que habría que gastar en dicha batalla, a expensas de los
demás objetivos internos y externos de una determinada administración estadounidense, y por la incertidumbre
de que un determinado presidente acabe imponiéndose en ese duelo interno, aunque utilice todos los poderes
del cargo de presidente en el ámbito político y educativo... » [11]

A diferencia de otros grupos de presión nacionales, el AIPAC no tiene rivales potencialmente peligrosos: las
organizaciones árabe-americanas de Washington -el Comité Americano-Árabe contra la Discriminación (ADC)
y el Instituto Árabe-Americano (ADI)- son demasiado pequeñas y tímidas para enfrentarse incluso a su propia
sombra... Lo que confiere al lobby pro-israelí su legendaria fuerza, además de su gran capacidad organizativa,
es el hecho de que sus miembros están íntimamente conectados con las organizaciones, federaciones y consejos
de relaciones públicas judías de todo Estados Unidos, así como con los dirigentes de los principales sindicatos
y, por último, en los últimos años, con el creciente movimiento cristiano evangélico, que está proporcionando a
Israel un apoyo sin precedentes históricos en circunscripciones que suelen tener los republicanos de derechas.
Sorprendentemente, no fue hasta que los sionistas cristianos entraron en escena que Chomsky y sus acólitos,
especialmente los profesores Stephen Zune y Joel Beinin, y Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios (Políticos)
Públicos, comenzaron a hablar de este "lobby", sugiriendo que los evangélicos habrían sido su componente más
poderoso para entonces. El subtítulo (o la decodificación) habría sido que estos cristianos sionistas eran
especialmente bienvenidos, ya que desviaban la atención pública del AIPAC...

Los únicos que presentaron una lucha heroica contra el AIPAC fueron los miembros del Consejo de Interés
Nacional [CNI: Council for National Interest], formado por antiguos diplomáticos del Departamento de Estado
y de las embajadas con experiencia en Oriente Medio, ex congresistas como Paul Findley y Pete McCloskey,
cuyas críticas a Israel y su apoyo a los derechos de los palestinos les hicieron quedar en el punto de mira del
AIPAC, que por supuesto trabajó para hacerles perder las elecciones... Los partidarios y amigos de Israel se
refieren a los antiguos altos funcionarios como "arabistas", como si quisieran deducir que su experiencia en
Oriente Medio ha comprometido seriamente su patriotismo. En la práctica, este término ha llegado a utilizarse
como eufemismo de "antisemitismo". Pero en ocasiones, sus detractores judíos ni siquiera se molestan en
utilizar el eufemismo.

La posición del INC es sencillamente que el apoyo de Washington a la política de ocupación y expansión de
Israel no redunda en el interés de los Estados Unidos...

Los efectos de una acusación de "antisemitismo" no tienen parangón. Ser estigmatizado de esta manera ha
llevado a figuras públicas tan diversas y poderosas como el reverendo Billy Graham y el actor Marlon Brando a
pedir perdón de rodillas con lágrimas en los ojos.

Por desgracia, lo hacen con tanto celo que la cuestión del AIPAC y del lobby pro-israelí nunca se menciona, y
mucho menos se discute, en las conferencias que organizan. Esto se debe también, en parte, a su afiliación a
diversas organizaciones políticas dirigidas por judíos autoproclamados antisionistas, que, temiendo sobre todo
provocar el antisemitismo, prefieren culpar al "imperialismo americano": ¡un objetivo lejano, pero, como todos
sabemos, mucho menos peligroso!

Ningún acontecimiento permite comprender mejor el poder del AIPAC que la batalla del presidente Gerald
Ford con Israel y su lobby en 1975, que es uno de los acontecimientos más significativos en la historia de las
relaciones entre Estados Unidos e Israel. En 1982, Chomsky sólo le dedicó tres líneas. Y ni una sola palabra
desde entonces [12].

El enfrentamiento involucró a Ford y al Secretario de Estado Henry Kissinger por un lado y a Israel y el AIPAC
por otro. Aquí está el relato de Seth Tillman:

"Entre las muchas victorias [del lobby pro-Israel] en el ámbito del poder legislativo, una de las más notables e
importantes por sus consecuencias fue la 'Carta de los Cincuenta y Seis' dirigida al Presidente Ford por varios
senadores el 21 de mayo de 1975. Tras el fracaso, en marzo, de la primera ronda de "diplomacia de pasos de
bebé" del Secretario de Estado Kissinger para preparar un segundo acuerdo de retirada del Sinaí [tras la
guerra de octubre de 1973], fue un Secretario de Estado enfadado y frustrado quien anunció una
"reevaluación" de la política estadounidense en Oriente Medio: la Administración Ford pospondría la entrega
de ciertas armas a Israel y suspendería las negociaciones para la ayuda financiera y militar pendiente,
incluido el nuevo avión de combate F-15.

Durante la reevaluación de la política, la mayoría de los expertos, tanto de dentro como de fuera del gobierno,
llegaron a un casi consenso a favor del llamamiento de EE.UU. a un acuerdo basado en la retirada de Israel a
sus fronteras de 1967 (con modificaciones marginales), junto con fuertes garantías para la seguridad israelí...
Los asesores de Kissinger imaginaron un llamamiento al pueblo estadounidense por parte del presidente Ford,
televisado en todo Estados Unidos, en el que se expusieran las cuestiones fundamentales de los intereses
nacionales de Estados Unidos en Oriente Medio, y que luego justificara la retirada israelí por esos motivos a
cambio de garantías. » [13]
Cuando la administración lanzó el guante, el AIPAC entró en acción. Después de tres semanas de intenso
cabildeo, 76 senadores firmaron una carta dirigida a Ford en la que reafirmaban el papel de Israel como barrera
(a la influencia soviética en Oriente Medio) y advertían

"También está claro que privar a Israel de ciertos equipos militares sería un respaldo peligroso y desalentador
para los vecinos de Israel, que sólo podría animarles a recurrir a la fuerza. En las próximas semanas, el
Congreso esperará sus solicitudes de ayuda exterior para el año fiscal 1976. Confiamos en que sus
recomendaciones satisfagan las necesidades más urgentes de Israel, tanto militares como económicas. Le
instamos a que deje claro, al igual que nosotros, que Estados Unidos, actuando en nombre de sus propios
intereses nacionales, se mantiene firme junto a Israel en la búsqueda de la paz a través de futuras
negociaciones, y que este requisito previo es la base de la actual reevaluación de la política estadounidense en
Oriente Medio. » [14]

Esto puso fin al plan de "revalorización" del gobierno, lo que, unido a su indulto a Nixon, echó por tierra las
esperanzas de reelección de Ford en 1976.

"Cualquier documento", observó Stephen Spiegel (de la Universidad de California, Los Ángeles) "que lleve las
firmas de senadores tan dispares como Teddy Kennedy y Barry Goldwater, Frank Church y Paul Laxalt,
Walter Mondale y Strom Thurmond, sólo podría ser una moción de desconfianza en la diplomacia de la
administración estadounidense en Oriente Medio. "[15] La comprensión de que el AIPAC era capaz de
conseguir que un grupo tan dispar de senadores firmara una carta en cualquier momento no pasó desapercibida
para los futuros presidentes estadounidenses. Pero, como veremos, fue una vez más la subestimación del poder
del lobby pro-israelí lo que llevó a la expulsión del tándem Bush/James Baker quince años después. (Esto sigue
siendo así hoy en día. Sólo han cambiado los nombres. No hay ningún otro tema capaz de hacer que los
demócratas liberales y los republicanos más derechistas se abracen, y eso es gracias a los reportados esfuerzos
de Chomsky, que se libra de pagar ningún precio por el daño causado).

Al evaluar el "Impacto del Congreso en la política de EE.UU. hacia Israel" (un estudio exhaustivo sobre esta
cuestión, que abarca el mismo período), su autor, Marvin Feuerwerger, concluyó

"El Congreso desempeñó un papel clave en la configuración del curso de las relaciones entre EE.UU. e Israel
durante el período 1969-1976... En ocasiones, el Congreso parecía querer ejercer su autoridad bloqueando las
medidas consideradas por la Administración, pero el Congreso consideró que esto pondría en peligro la
seguridad de Israel. Este voluntarismo ayudó a mantener la política estadounidense dentro de ciertos límites
pro-israelíes... y obligó al poder ejecutivo a abandonar la opción de imponer un acuerdo en Oriente Medio que
Israel consideraba potencialmente perjudicial para su seguridad. Del mismo modo, las actividades del
Congreso y del grupo de presión AIPAC en respuesta al plan Rogers de 1969 "prácticamente garantizaron que
la administración Nixon no pudiera considerar ninguna iniciativa proárabe en el futuro". » [16]

Si la ignorancia voluntaria de Chomsky sobre la batalla perdida de la administración Bush padre con el AIPAC
es inexcusable, también lo es su relato revisionista de la relación de George Bush padre con Israel. Aunque una
evaluación general de su carrera política debería haberle llevado al banquillo de los acusados como criminal de
guerra, su enfrentamiento con el lobby pro-israelí fue uno de los pocos puntos brillantes, a los ojos de los
opositores a la alianza casi ficticia entre Estados Unidos e Israel. Pero esta valiente oposición puede haberle
costado la reelección...

Aunque en general se acepta, tanto en Israel como en la comunidad judía de Estados Unidos, que el gobierno de
Bush padre fue el más inamistoso con Israel desde la creación de este país, Chomsky, increíblemente, sostiene
lo contrario:

"Existe la ilusión", escribe, "de que la primera administración Bush hubiera adoptado una postura muy dura
contra Israel. Más bien, es lo contrario...". Chomsky basa su afirmación en la "posición oficial de la
administración en diciembre de 1989 (plan Baker), que repetía sin reservas el plan propuesto en mayo de 1989
por el gobierno israelí de coalición Peres-Shamir, que declaraba que no podía haber ningún Estado palestino,
ningún cambio en el statu quo de los territorios ocupados y ninguna negociación con la OLP". [17]
Chomsky se quejó de que esta información se había difundido erróneamente en la prensa, porque lo que decía
era que "se informó de que Baker había reiterado enérgicamente el apoyo de Estados Unidos a 'una retirada
total de los Territorios a cambio de relaciones pacíficas', mientras que estaba dando discretamente un apoyo
decisivo a los programas para garantizar que no ocurriera nada de eso". "No sólo los registros históricos no
apoyan el punto de vista de Chomsky, sino que éste es otro ejemplo típico de Chomsky "examinando un
puñado de testimonios, hasta que encuentra uno que se ajusta a su idea predeterminada de lo que es la verdad
como a él le gustaría que fuera... Recoge selectivamente las "pruebas" que confirman su teoría y todo lo demás
lo ignora..." En este caso, ese "descanso" fue masivo, y provino en gran medida del ex ministro de Asuntos
Exteriores israelí Moshe Arens, cuyo libro Broken Covenant (Pacto roto) fue una brutal refutación del
tratamiento de Israel por parte de la administración Bush.

Como vicepresidente de Ronald Reagan, Bush (padre) ya había traicionado su animosidad hacia Israel cuando
instó (sin éxito) al presidente a imponer sanciones a Israel después de que éste destruyera el reactor nuclear
iraquí de Osirak en 1981. En junio siguiente, no tuvo más éxito cuando pidió sanciones por enésima vez tras la
invasión del Líbano: fue superado por Reagan y el Secretario de Estado Alexander Haig. [18]

Arens escribe sobre su primera reunión con el recién elegido Presidente Bush en Washington: "El Presidente
planteó la cuestión de los asentamientos israelíes en los territorios, sin dejar ninguna duda de que está
formalmente en desacuerdo con cualquier actividad de asentamiento. "[19] Más tarde, sus conversaciones con
Baker llevaron a Arens a concluir que :

"El "nuevo orden mundial" del que hablaba el Departamento de Estado era un mundo en el que la
Administración Bush había decidido asumir una postura de confrontación con Israel, su viejo aliado y amigo...
El "acuerdo final" defendido por esta Administración consistía esencialmente en un retorno de Israel a las
fronteras anteriores a junio de 1967. » [20]

Como puedes ver, ya era hora de llamar al vestíbulo al rescate...

"La Administración Bush iba a tener que aprender (por las malas) que a Israel no se le podía regañar ni
reprender. Para mí estaba claro que la única limitación de las tácticas de la administración Bush hacia Israel
era la política interna... Si Bush y Baker descubrían que sus tácticas directivas hacia Israel se encontraban con
una importante oposición pública, era probable que acabaran dando marcha atrás, especialmente a medida
que se acercaban las elecciones...
Me di cuenta de que nos veríamos obligados a conseguir apoyo para Israel en el Congreso y entre el público
estadounidense... Pasé el día siguiente en el Capitolio reuniéndome con los comités del Congreso y con
senadores y representantes individuales..." [21]

La visita de Arens y la acción del AIPAC estaban a punto de dar sus frutos cuando, inesperadamente, Baker se
lanzó a por ellos. En su convención en Washington en mayo de 1990 (es decir, en el segundo año de la
Administración Bush), dijo a los grupos de presión reunidos y a sus anfitriones del Congreso que

"Para Israel, ha llegado el momento de dejar de lado, de una vez por todas, la visión irreal de un Gran Israel.
Los intereses de Israel en Cisjordania y Gaza, y su seguridad en particular, pueden garantizarse en un
acuerdo basado en la Resolución 242: el cese de la anexión; el cese de la actividad de asentamiento; el
permiso para reabrir las escuelas; y la mano tendida a los vecinos palestinos, que merecen disfrutar de sus
derechos políticos. » [22]

Baker, el viejo zorro del Capitolio, debería haber sabido lo que inevitablemente iba a ocurrir. Aquí está la
descripción de Arens:

"A principios de junio, en una extraordinaria muestra de apoyo a Israel y de reconocimiento público de que se
había producido un giro de ciento ochenta grados en la política oficial de Estados Unidos hacia Israel,
noventa y cuatro senadores (de un total de cien) firmaron una carta dirigida al Secretario de Estado en la que
solicitaban que la Administración respaldara "firme y públicamente" la iniciativa de paz de Peres-Shamir.
"Las propuestas de Israel", decía la carta, "no siempre han recibido la consideración que merecen por parte
de las terceras partes del conflicto, ni por la comunidad internacional en general. Para evitar que esto vuelva
a suceder, Estados Unidos debe mostrar su pleno apoyo, tanto de hecho como en apariencia,

tras lo cual concluyó un Arens triunfante:

"El mensaje a la Administración fue muy claro. Así fue el descargo de responsabilidad implícito. Me han dicho
que Baker estaba realmente sorprendido por el contenido de la carta, y también por el hecho de que noventa y
cuatro senadores la firmaran. » [23]

Durante años, el Congreso ha proporcionado sistemáticamente una financiación extraordinaria a Israel, con el
dedo en la llaga, incluso cuando ha faltado dinero para financiar programas de acción interna críticos. Así
ocurrió en 2002, cuando el Senado, tras rechazar un proyecto de ley que habría dado 150 millones de dólares a
las escuelas del centro de Nueva York que sufrieron los atentados del 11-S, añadió inmediatamente 200
millones de dólares de financiación a Israel en el marco de la Ley de Seguridad Interior: fue como si Israel
hubiera sido el objetivo el día de los atentados, no Nueva York, ni Washington...

Lo mismo ocurrió en 1991, cuando seis de cada diez ciudades estadounidenses estaban en déficit y varios
estados no podían pagar a sus funcionarios. En marzo de ese año, haciendo caso omiso de las objeciones de la
administración Bush, la Cámara de Representantes votó (397 a 24) para dar a Israel 650 millones de dólares en
efectivo como parte de la ley de financiación de emergencia de la Guerra del Golfo. Bush había amenazado
públicamente con vetar la ley. Pero se echó atrás al darse cuenta de que no conseguiría la mayoría necesaria...

En septiembre de 1991, una vez terminada la guerra, la Administración Bush hizo pasar al AIPAC su mayor
ansiedad desde su batalla con el presidente Ford. En medio de los esfuerzos por reunir el elenco de lo que iba a
ser la "conferencia de paz" de Madrid, para disgusto del Primer Ministro israelí Yitzhak Shamir, Israel dio una
enorme sorpresa al presidente de EE.UU.: una inesperada petición de 10.000 millones de dólares en préstamos
garantizados por el gobierno de EE.UU. durante un período de cinco años...

Por supuesto, el Congreso estaba dispuesto, una vez más, a pasar por el aro de Israel, a pesar de la oposición del
Presidente Bush. Enfadado por la demanda israelí y sin duda temiendo que la aprobación de los préstamos
garantizados permitiera a Israel retirarse de la conferencia, provocando la ira de los invitados árabes, Bush pidió
a Shamir que pospusiera su solicitud de préstamo garantizado durante cuatro meses y condicionó cualquier
acuerdo a la congelación de los asentamientos israelíes.

Arens recordó que cuando Bush señaló que iba a exigir un retraso, "el senador Daniel Inouye (demócrata,
Idaho) dijo algo absolutamente inequívoco: "Me pongo la yarmulka: ¡vamos a la guerra! "(No es casualidad
que su primer trabajo remunerado tras la desmovilización al final de la Segunda Guerra Mundial fuera la venta
de... ¡bonos de Israel!)

Shamir se negó rotundamente, sabiendo que se impondría a Bush si la cuestión se presentaba ante el Congreso.
El 12 de septiembre, consciente de que el AIPAC había conseguido suficientes votos en ambas cámaras para
aprobar los préstamos garantizados y anular cualquier veto presidencial, y observando que "más de mil judíos
estadounidenses, que representaban a diversos grupos y habían sido movilizados por el AIPAC, se habían
reunido en el Capitolio para expresar su apoyo a la rápida aplicación de los préstamos" [24], Bush tomó la
inusual medida de convocar una conferencia de prensa. Lo que sucedió entonces fue descrito vívidamente en el
Washington Jewish Week [25]:

"Barbara Mikulski, senadora de Maryland y vieja favorita de los demócratas de izquierdas, que acababa de
comprometer su voto a favor del préstamo a un grupo de presión judío, estaba pronunciando un discurso
cuando fue interrumpida por un empleado que le entregó un pequeño papel. ». "De repente, se le cayó la
cara", escribió el periodista del Washington Jewish Week. "He oído que el Presidente acaba de declarar que se
opondrá a un préstamo garantizado de 120 días en nombre del pueblo estadounidense", dijo. "¡El pueblo
americano! "¡El pueblo estadounidense era el último al que el AIPAC y el Congreso querían tener en cuenta en
sus deliberaciones!

Como dice Arens:


"Bush se apresuró a convocar una conferencia de prensa, e hizo un extraordinario llamamiento televisado al
pueblo estadounidense. Visiblemente enfadado, dando pisotones en el podio, insistió en que la insistencia de
Israel en las garantías amenazaba no sólo la conferencia anunciada [Madrid], sino la propia paz. "Es
probable que un debate [sobre esta cuestión] destruya nuestra capacidad de llevar a las partes a la mesa de
paz... Si es necesario, utilizaré mi poder de veto para evitar que esto ocurra... »

A continuación, el Presidente apuntó directamente al lobby pro-Israel: "Nos enfrentamos a poderosas fuerzas
políticas... grupos muy poderosos y eficaces que tienen influencia en el Capitolio", dijo. "Sólo hemos pillado a
un pequeño haciendo esto... pero voy a luchar por mis ideas. Eso debería ser popular, políticamente. Pero
probablemente no lo sea... La cuestión no es si es bueno para la política de 1992. Lo importante es que demos
una oportunidad al proceso de paz. Y aunque sólo obtenga un voto, no me importa... Estoy seguro de que el
pueblo estadounidense me apoyará. "Entonces, levantando la voz, el Presidente dijo:

"... Hace sólo unos meses, los hombres y mujeres de uniforme estadounidenses arriesgaron sus vidas para
defender a los israelíes frente a los Scuds disparados por los iraquíes y, de hecho, la campaña Tormenta del
Desierto, al tiempo que ganaba una guerra contra la agresión, también se tradujo en la derrota del enemigo
más peligroso de Israel. "A pesar de nuestras propias preocupaciones económicas, Estados Unidos ha
proporcionado a Israel más de 4.000 millones de dólares en ayuda, es decir, casi cien mil dólares por cada
hombre, mujer y niño israelí", añadió. » [26]

Nunca antes un presidente estadounidense se había dirigido a su pueblo con tanta franqueza, y nadie lo ha
hecho desde entonces. Las encuestas posteriores mostraron que los estadounidenses apoyaban a Bush en una
proporción de tres a uno y que la mitad de los encuestados se oponían a proporcionar a Israel cualquier tipo de
ayuda económica. Dos semanas más tarde, una encuesta de NBC News/Wall Street Journal mostraba que,
mientras que el 58%-32% de los votantes estadounidenses estaban a favor de dar ayuda a la URSS y el 55%-
22% a favor de la ayuda a Polonia, los votantes que se oponían a cualquier apoyo económico a Israel eran el
46%-44%. Además, el 34% considera que Israel es el principal obstáculo para la paz en la región, mientras que
sólo el 33% de los votantes piensa lo mismo de los países árabes. [27]

Si alguna vez hubo una "ventana de oportunidad" para los activistas palestinos, fue entonces. Pero Chomsky
iba a cerrarlo con gran eficacia. Al escribir varios meses después de la llamada de Bush, se mostró sarcástico,
ingenuo en el mejor de los casos, y se cuidó de no mencionar las encuestas:

"En el momento de la confrontación entre Estados Unidos e Israel, bastó con que el presidente frunciera el
ceño para que el lobby israelí se derrumbara, mientras que los principales periódicos que rara vez se
desviaban de la línea del Partido de Israel empezaron a hacer cola para publicar artículos criticando las
prácticas israelíes y sugiriendo que su apoyo a Israel no era automático... Esto tampoco fue una sorpresa. Los
grupos de presión internos tienden (generalmente) a ser ineficaces a menos que se alineen con elementos
significativos del poder económico del Estado, o hasta que hayan alcanzado un tamaño e intensidad críticos
que exijan una acción para apaciguarlos. Cuando el AIPAC defiende las políticas que el ejecutivo y los
principales sectores empresariales estadounidenses pretenden llevar a cabo, entonces es influyente. Pero
cuando se opone al poder real, en gran medida consensuado, este lobby tiende a desvanecerse muy
rápidamente. » [28]

El hecho de que Chomsky minimizara la posición de Bush como un "ceño fruncido" fue respaldado con
asentimientos aprobatorios por los delfines domesticados del movimiento [de solidaridad]. En palabras de
Chomsky, el AIPAC se había convertido en una especie de "tigre de papel" y el profesor de Stanford, Joel
Beinin, no tardó en hacerse eco de este sentimiento en Estados Unidos. Sin embargo, lo que la conferencia de
prensa de Bush dejó muy claro fue el inmenso poder que el AIPAC ejerce sobre el Congreso de Estados
Unidos, hasta el punto de estar dispuesto a poner las exigencias de Israel -un país extranjero- por encima de los
deseos de un presidente estadounidense.

Esto obligó a Bush, después de una semana, a tomar, bajo presión, lo que eran claramente medidas
desesperadas y sin precedentes. Aunque se mantuvo firme, tímidamente, bajo presión, tardó menos de una
semana en escribir a la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías de Estados Unidos,
una gran federación que ejerce presión sobre la Casa Blanca (y que incluye al AIPAC en sus filas), expresando
su consternación por el hecho de que algunos de sus comentarios habían "causado aprensión en la comunidad
judía...". Mis referencias a los grupos de presión y a las fuerzas políticas poderosas no pretendían en ningún
caso ser peyorativas..." [29]

La reacción de Chomsky ante esta serie de acontecimientos y su decisión de borrarlos de su versión de la


historia revelan de qué lado del conflicto palestino-israelí se encuentra cuando se le pide que haga una elección.
En lugar de instar a los activistas a aprovechar la enorme brecha abierta por el dramático llamamiento de Bush
entre Israel y el pueblo estadounidense y sugerir (si no pedir) una campaña que exija el cese de toda ayuda a
Israel, Chomsky se encargó del "control de daños" del AIPAC. Si hay que culpar al movimiento de solidaridad
por no aprovechar la oportunidad y pasar a la acción, a pesar de las encuestas que hemos visto anteriormente, la
influencia de Chomsky en su acción fue entonces, y es ahora, abrumadora.

Al día siguiente de la conferencia de prensa presidencial, Tom Dine, director ejecutivo del lobby pro-Israel,
declaró: "El 12 de septiembre es un día que pasará a la historia como un día de infamia", tras lo cual declaró la
guerra al presidente. En vista de las encuestas, tanto Israel como el AIPAC consideraron que sería
contraproducente desafiar al Presidente en el Congreso, pero que esperarían los 120 días. Durante este periodo
de espera, aumentaron considerablemente los artículos de los medios de comunicación que criticaban la gestión
de Bush en la presidencia, especialmente en materia económica. Con las elecciones de noviembre a la vista, y
habiendo sucedido Isaac Rabin a Shamir como Primer Ministro de Israel, Bush aceptó garantizar los préstamos,
con la condición de que el dinero gastado por Israel en los territorios ocupados se dedujera del importe total de
la ayuda. Pero esto no ayudó a Bush. Arens resumió la situación de la siguiente manera:

"Bush fracasó en su intento de obtener un segundo mandato. Los repetidos intentos de su administración de
interferir en la política interna israelí no tenían ningún precedente en la historia de las relaciones entre
Estados Unidos e Israel... Aunque en los meses siguientes a la derrota del Likud, Bush dio a Rabin todo lo que
se negó a dar a Shamir, incluidos los famosos préstamos garantizados, no consiguió disipar la impresión de
que su administración era hostil a Israel. Bill Clinton derrotó a Bush en las elecciones presidenciales. Una
gran mayoría de la comunidad judía estadounidense, así como muchos no judíos, que eran firmes partidarios
de la alianza entre Estados Unidos e Israel, no se atrevieron a votar a George Bush. El estilo de confrontación
de Bush hacia Israel, y en particular la suspensión de las garantías de los préstamos, había contribuido a la
derrota del Likud, a pesar del estrecho margen electoral de Rabin; la actitud de Bush pudo resultar decisiva.
Ahora, aparentemente, la misma política ha contribuido también a la derrota del propio Bush..." [30]

Los lectores deberían preguntarse cómo puede cuadrar un informe de primera mano con lo que Chomsky
calificó de "sesgo pro-israelí extremo de la administración Bush/Baker", en una entrevista con su devoto títere,
David Barsamian? [31]

Dada la experiencia de sus predecesores, Bill Clinton y George W. Bush aparentemente decidieron: "Si no
puedes vencerlos, únete a ellos". "Clinton puso su diplomacia en Oriente Medio totalmente en manos de los
grupos de presión pro-israelíes vinculados al Partido Laborista israelí, mientras que Bush hijo, tras una dolorosa
y perdedora colisión con el grupo de presión y Ariel Sharon, después de sus críticas a las acciones israelíes en
Yenín en 2002, permitió que una banda de neoconservadores pro-israelíes escribieran su guión para Oriente
Medio por él, que incluía la guerra en Irak. Fue incluso más allá, al remitirse al propio Sharon, como han
señalado fuentes tan diversas como Robert Fisk y Brent Scowcroft, asesor de seguridad nacional bajo el
mandato de George padre, con Fisk sugiriendo que Sharon estaba a cargo de la "oficina de relaciones con la
prensa" de Bush [32] y Scowcroft sugiriendo que el primer ministro israelí había "galvanizado" a George hijo.
En la actualidad, el control que ejercen Israel y sus partidarios sobre la política estadounidense en Oriente
Medio parece, de hecho, total.

Chery Rubenberg, tras estudiar en detalle este lobby, en su libro Israel and the American National Interest,
concluyó que

"El poder del lobby pro-israelí sobre la determinación e implementación de la política exterior de Estados
Unidos en Oriente Medio se ha convertido en un potencial cuello de botella. Ya no es importante si los
funcionarios estadounidenses elegidos están de acuerdo o no en que Israel es un activo estratégico para
Estados Unidos. Lo que sí importa es el hecho de que el lobby pro-israelí es capaz de mantener la prevalencia
de esta percepción, lo que prácticamente la convierte en una verdad política más allá de toda discusión y
garantiza que, independientemente de la gravedad con que los intereses estadounidenses se vean
comprometidos por las políticas israelíes, el gobierno de Estados Unidos seguirá dando a Israel su pleno
apoyo. La eficacia de este lobby a la hora de influir en el proceso electoral y su capacidad para moldear la
opinión pública e influir en la cultura política son factores importantes a la hora de configurar esta
percepción. [34]

Se puede decir que este lobby, en esta misión, no tiene un aliado más eficaz que Noam Chomsky...

Un pie todavía en Sion


Aunque me enteré por casualidad de que Chomsky había sido sionista en sus años de juventud, no parecía
importar mucho, ya que sus descripciones de las injusticias cometidas contra los palestinos por los israelíes,
detalladas en El triángulo fatal y otros libros, estaban exponiendo a miles de nuevos lectores y posibles
activistas a los horrores del sionismo. Sin embargo, lo sorprendente es que, al mismo tiempo, encubriera las
acciones del lobby pro-israelí.

Mientras investigaba para este artículo, creo que he encontrado la respuesta. En 1974, Chomsky escribió un
pequeño folleto, Peace in the Middle-East, que contiene muchas respuestas a este enigma. Pero el siguiente
párrafo une todas estas respuestas. Chomsky escribió, en efecto:

"... unos años después [de la creación de Israel], pasé varios meses felices trabajando en un kibbutz, y pensé
en volver a vivir allí permanentemente durante varios años. Algunos de mis amigos más cercanos, muchos de
los cuales tuvieron una innegable influencia en mi propia forma de pensar a lo largo de los años, viven ahora
en kibbutzim o en otros lugares de Israel y mantengo con ellos una estrecha relación prácticamente libre de
actitudes o juicios políticos. Menciono todo esto para que quede muy claro que inevitablemente veo este
conflicto, que se arrastra, desde una perspectiva muy particular, teñida por estas relaciones personales. Sin
duda, esta historia personal tiende a distorsionar mi perspectiva. A todos los efectos, [informo] al lector, [que]
debe tener una noción de ello. » [35]

Aunque Peace in the Middle East se reeditó en 2003 como la primera parte de otro libro de Chomsky, Middle-
East Illusions, es cuestionable cuántos admiradores de Chomsky conocen este "detalle" de su pasado. En la
entrevista de Safundi citada anteriormente se hacía referencia a la juventud sionista de Chomsky, lo que parecía
justificar su determinación de proteger a Israel (país hacia el que claramente siente un gran afecto), contra
cualquier sanción, a pesar de sus abusos. En su última entrevista, Chomsky dijo:

"Me he dedicado a esto desde mi infancia, en los años 30. Yo pertenecía al movimiento sionista. De hecho, yo
era un líder de la juventud sionista. Pero estaba en contra de la idea de un Estado judío, que formaba parte del
programa del movimiento sionista en aquella época. No era la parte principal del programa, pero se
consideraba parte del conjunto... Así que pude ser un líder militante de la Juventud Sionista -algo que era más
importante que cualquier otra cosa para mí en mis años de adolescencia- pero seguí oponiéndome a la
creación de un Estado judío, hasta 1948. » [36]

Al leer Paz en Oriente Medio y sus escritos posteriores, lo que queda claro es la visión ingenua y romántica de
Chomsky sobre los pioneros sionistas, y su sincera creencia de que los dirigentes del Yishuv (colonia) judío en
Palestina -a pesar de las innumerables pruebas que demuestran lo contrario- habrían estado sinceramente
interesados en un reparto pacífico de la tierra con los árabes palestinos (a los que, sin embargo, ya estaban en
proceso de despojo) y no habrían optado por un Estado hasta 1942, en vísperas del estallido del Holocausto
nazi. Este argumento lo expone en su libro Hacia una nueva guerra fría de la siguiente manera:

"Es importante recordar que en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, los líderes sionistas
(especialmente los vinculados al Partido Laborista, dominante en el Yishuv palestino) se oponían con
vehemencia a la idea de un Estado judío, "lo que significaría en última instancia la dominación judía sobre los
árabes, en Palestina", sobre la base de que "la dominación de un grupo nacional sobre otro" es ilegítima y que
los "árabes de Palestina" tienen derecho a no estar a merced de los judíos. » [37]
Hay que remitirse a las notas a pie de página para descubrir que el orador citado no era otro que David Ben
Gurion, que sigue siendo una figura admirable en el panteón de Chomsky. Sin embargo, lo que Chomsky no
mencionó fue el hecho de que en 1931, cuando Ben Gurion hizo este comentario, los judíos que vivían en
Palestina sólo eran 172.300, es decir, el 18% de la población total, frente a 784.891 árabes, y sólo tenían
1.201.529 dunums, es decir, el 4,6% de la superficie del país...[38].

Dadas estas circunstancias, el hecho de que Ben-Gurion y otros líderes sionistas dijeran lo que dijeron en su
momento no debería sorprender a nadie. De hecho, prefirieron, como han hecho desde entonces, "crear hechos
consumados sobre el terreno". "En la cita de Chomsky anterior, la palabra 'públicamente' habría sido más
apropiada que 'vehementemente'. Esta era también la opinión del difunto líder sionista Nahum Goldmann, a
quien Chomsky cita, pero con un signo de interrogación sobre "la exactitud de su interpretación, tantos años
después de los hechos y después de que se hubiera establecido de hecho un Estado judío". "Goldmann, que más
tarde fundó el Congreso Judío Mundial, estuvo de hecho en Palestina en la década de 1930, participando en
discusiones y debates. En su autobiografía señala que el silencio de los sionistas sobre sus intenciones de crear
un Estado judío -que se remonta a la década de 1920- fue puramente táctico. Pero Chomsky sólo cree lo que
quiere creer. Y, además, hacernos creer... [39]

Hay que preguntar a quienes apoyan la posición de Chomsky, en contraposición a la de Goldmann (y a la de la


mayoría de los observadores de la época), si los sionistas, tanto los de la corriente principal como los
revisionistas, estuvieron gastando toda esa energía, dinero y presión política durante tantos años antes de la
Segunda Guerra Mundial con el único propósito de NO crear un Estado judío.

Ya señalé anteriormente la crítica de Chomsky a la aprobación de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad
de la ONU en 1967, que rechaza por considerarla "rechazable". Sin embargo, su propio pensamiento de
entonces revela claramente sus afinidades y preocupaciones por Israel, que informaban sus pensamientos
entonces, como lo hacen hoy. En Peace in the Middle East, revela que

"En el momento de la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, personalmente pensaba que la amenaza de
genocidio era real, y reaccioné con un apoyo prácticamente incondicional a Israel en lo que parecían
circunstancias históricas desesperadas. En retrospectiva, parece que esta evaluación de los hechos era, como
mínimo, dudosa. » [40]

Esta fue una expresión honesta del afecto de Chomsky por Israel y un reconocimiento excepcional de uno de
sus errores. Al parecer, también fue el último. Teniendo en cuenta este contexto, resultan comprensibles otras
declaraciones dudosas de Chomsky, especialmente en su famosa entrevista en Sudáfrica. Cuando se le pidió
que explicara la diferencia entre Israel antes de la creación del Estado e Israel después de la creación del
Estado, respondió:

"El periodo posterior a 1967 es diferente. El concepto de asentamiento se aplicaría más bien al periodo
posterior a 1948. Es simplemente una población que viene de otro lugar, básicamente despojando a una
población indígena... Sin entrar en detalles, en lo que respecta a 1948, ese argumento está obsoleto. Había
[ahora] un estado, ya sea correcto o incorrecto. Y ese Estado debía tener los derechos de cualquier Estado del
sistema internacional, ni más ni menos. Después de 1967, [en cambio] la situación es totalmente diferente.
Allí, hay una conquista militar. » [41]

Lo que Chomsky parece decir a los palestinos aquí, después de 1948, es: "¡Tendréis que acostumbraros! »

¿Se trata simplemente de una mala interpretación?

¿No se podría haber defendido el apartheid en Sudáfrica sobre la misma base? ¿Y qué fue la guerra de 1948 en
Israel sino una conquista militar? Israel se apoderó no sólo de la zona que le asignaron las Naciones Unidas,
sino también de la mayor parte de lo que debería haber sido el Estado palestino, si los palestinos hubieran
aceptado la partición.
En última instancia, ¿cómo podría haberse alcanzado el ideal de Chomsky de un hogar nacional judío en
Palestina si no es a través del colonialismo de asentamiento? Estas son sólo algunas de las muchas preguntas
que Chomsky debe responder.

Conclusión provisional
Con estas pocas páginas, he emprendido lo que idealmente conducirá a una evaluación crítica más detallada de
las obras de Chomsky. No será un ejercicio puramente académico, sino un instrumento para dinamizar lo que
ha sido un movimiento en gran medida ineficaz, en lo que respecta a la lucha por la justicia en Israel/Palestina,
cuyos soldados de a pie han buscado la orientación de Chomsky. Soy consciente de que lo que he escrito
molestará a quienes le han otorgado un estatus casi divino, como también molestará a otros que han permitido
que su amistad por Chomsky les silencie sobre sus fallos, incluso cuando eran conscientes de ellos.

Esa era mi intención.

En lugar de respuestas en forma de ataques personales, me gustaría que las cuestiones planteadas aquí se
examinaran por sí mismas.

Que comience el debate!


Racionalizar la desposesión israelí de los palestinos
Jeffrey Blankfort

Hola Uri,

Acabo de leer su reacción a algunas de las críticas planteadas por su oposición al boicot a Israel [1]. Habiendo
tomado conciencia hace tiempo de los límites de su activismo y de su visión del mundo, no me sorprendió en
absoluto. Evidentemente, ha invertido usted demasiado tiempo y energía, durante tantos años, en normalizar el
despojo de los palestinos de su patria por parte de Israel como para reconocer la injusticia que no sólo fue
inherente a la creación del Estado de Israel, sino que incluso fue necesaria para ello. El paso del tiempo no
borra esta injusticia, y no importa cuántas veces usted y otros invoquen el Holocausto nazi, la suerte de la
creación de un nuevo Estado de Israel no será echada. La suerte de la creación de un Estado judío expulsando a
los palestinos de sus hogares y pueblos ya estaba echada muchos años antes de que Hitler llegara al poder, así
que la cuestión del hitlerismo no tiene cabida en este debate.

Los argumentos en contra de la creación de un Estado judío en Palestina, planteados por judíos antisionistas y
no sionistas, que se remontan a los primeros años del siglo pasado, eran bien conocidos, y todos han resultado
correctos. Por eso no es de extrañar que la legitimidad de Israel no haya sido reconocida ni por los palestinos ni
por los demás pueblos de Oriente Medio. De hecho, los sionistas la habían anunciado con orgullo en todo el
mundo como una empresa de asentamientos hasta que esa terminología pasó de moda. El hecho de que Israel se
creara en un momento en el que el resto del mundo estaba inmerso en un periodo de descolonización era una
garantía más, si es que se necesitaba alguna, de su rechazo. Sin la influencia de sus partidarios en EE.UU. y
Europa, y sin las armas que afluyeron para apoyarlo, Israel, al igual que la Argelia francesa, no habría sido más
que un breve episodio de la historia (cabe señalar, a este respecto, que fue el apoyo de Israel al régimen
colonialista francés contra la Resistencia argelina lo que llevó a Francia a ser el principal proveedor de armas de
Israel hasta 1967).

También sabe muy bien que para mantener a Israel como la Esparta de Oriente Medio, el "lobby pro-Israel" ha
tenido durante mucho tiempo al Congreso de Estados Unidos bajo su pulgar, estrangulando lo poco que
quedaba de la democracia estadounidense. ¿No recuerda haber descrito cómo un presidente estadounidense tras
otro intentó resolver el conflicto palestino-israelí y cómo cada uno de ellos se vio obligado por el lobby a
retirarse derrotado del campo de batalla? ¿Y que después de cada una de sus derrotas, el robo de tierras
palestinas y el crecimiento de los asentamientos continuaron? ¿Quién pagó el precio?

Como habrán adivinado, estoy en contra de la existencia del Estado de Israel o de cualquier Estado judío, se
llame como se llame, basándome en la idea de que un judío de cualquier parte del mundo tiene más derecho a
vivir en lo que la gran mayoría del mundo conoció y reconoció como Palestina que un árabe palestino nacido en
ese país o sus familiares. Si la situación actual no es ni inmoral ni racista, entonces debemos encontrar una
nueva definición para estos adjetivos. Pero usted, al parecer, no piensa así; rechaza las opiniones de quienes sí
lo hacen. (La noción de que Israel o cualquier país puede ser la patria de una persona que no ha nacido allí y
que no conoce a ningún pariente que haya nacido allí es sólo otro ejemplo de cómo los sionistas han
distorsionado el lenguaje en un intento de justificar lo injustificable).

Su incapacidad para encontrar un argumento en contra de la idea de un Estado único se hace evidente cuando
escribe que los franceses y los alemanes no han aceptado vivir juntos. ¿De verdad crees que hay alguna
comparación entre ambas situaciones? ¿Los franceses están ocupando Alemania? ¿O viceversa?

Probablemente nunca dejarán de sorprenderme sus continuos esfuerzos por separar a los colonos de los judíos
que viven dentro de la Línea Verde, como si la mayoría de los habitantes de Israel propiamente dicha no fueran
responsables de la elección de una serie de asesinos profesionales como sus primeros ministros, año tras año,
todos los cuales han aumentado y ampliado los asentamientos. No ha habido una encuesta de opinión entre los
israelíes (las he consultado todas) desde 1988, al comienzo de la primera Intifada, en la que la mitad de los
encuestados no pidiera la limpieza étnica de los palestinos en Cisjordania y Gaza. ¿Cuántos colonos había en
1988?

En su hermosa democracia, todos los judíos sanos, a excepción de los jasidim, han desempeñado el papel de
ocupantes en Cisjordania o Gaza durante los últimos cuarenta y dos años. ¿Son inocentes? Ayer vi en Al-
Jazeera cómo los soldados israelíes disparaban gases lacrimógenos y un líquido verde maloliente contra los
palestinos no violentos que se manifestaban contra el muro de acero que les cercena sus tierras en Ni'ilin, tras lo
cual los soldados apuntaron al reportero de Al-Jazeera. ¿Se espera que apoyemos a estos jóvenes matones con
uniformes israelíes? ¿Hay que condenar a los que los odian y no a los matones y a los que los enviaron allí?

Usted utiliza la palabra "paz" todo el tiempo, pero nunca utiliza la palabra "justicia". Esto es lo que te distingue
a ti y a tus compañeros sionistas de los palestinos y de quienes los apoyan sinceramente. La ocupación perturba
su conciencia, su sentido de identidad, como israelí, pero ¿hasta qué punto afecta a su vida? Poner fin a la
ocupación de cualquier manera le dará tranquilidad y tiempo para terminar sus memorias. Pues bien, ahora
mismo, intenta, si puedes, imaginar que estás en la piel de un palestino, que lleva toda su vida sometido a la
arbitrariedad de un okupa israelí. ¿Buscaría simplemente la paz, la ausencia de este okupa israelí, o buscaría y
exigiría justicia?

Su conclusión sólo refleja su confusión. Usted escribe que quiere que "Israel sea un Estado que pertenezca a
todos sus ciudadanos, independientemente de su origen étnico, género, religión o idioma; con plena igualdad de
derechos para todos", y sin embargo, da por sentado que habrá "una mayoría de habla hebrea", lo que permitirá
a sus "ciudadanos de habla árabe... apreciar sus estrechos vínculos con sus hermanos y hermanas palestinos...".
Si ya no hay distinción entre un ciudadano y otro, entre un judío y un árabe, ¿cómo se puede imaginar que la
mayoría seguirá siendo hebraísta?

¿O acaso está considerando la posibilidad de que la población árabe palestina de Israel, que ya es
mayoritariamente bilingüe árabe-hebreo, se convierta en mayoría, de modo que Israel deje de ser un Estado
judío?

Si este es el caso, tal vez todavía haya alguna esperanza para usted.
¿Qué piensan realmente de Israel las élites de
Estados Unidos?
Jeffrey Blankfort

Un sondeo del Pew Research Center realizado entre los miembros del Council on Foreign Relations [Consejo
de Relaciones Exteriores] acaba de revelar el abismo que existe en Estados Unidos entre las opiniones de la
élite y las del gran público en materia de política internacional. Los miembros del CFR no ven en Israel un
aliado, como tampoco ven en Irán un enemigo, mientras que el gran público estadounidense acepta las teorías
del lobby sionista divulgadas por los medios de comunicación masiva. ¿Significa esto que el CFR ha perdido
poder o que los proisraelíes están perdiendo cualidades?

El Council on Foreign Relations (Consejo sobre Relaciones Exteriores o CFR, según sus siglas en inglés) [1]
sigue presidiendo la lista, elaborada por la izquierda, en la que se enumeran los conspiradores que manejan la
política exterior estadounidense, junto con el Grupo de Bilderberg y la Comisión Trilateral. ¿Noticia o simple
patraña?

Nada de eso. Si así fuese, los que afirman que el apoyo de Estados Unidos a Israel se basa en que éste último
país representa una «carta estratégica» no podrían explicar los resultados de una encuesta del Pew Research
Center sobre el lugar de Estados Unidos en el mundo, realizada entre el 2 de octubre y el 16 de noviembre de
2009 y consistente en una serie de preguntas presentadas a 642 miembros del CFR. El sondeo del Pew Research
Center no sólo reveló que la gran mayoría de los miembros del CFR, o sea 2 de cada 3 miembros de esa
institución elitista en materia de política exterior, estiman que Estados Unidos ha hecho demasiado a favor de
Israel sino que además no consideran que Israel tenga una importancia prioritaria para Estados Unidos [2].

Las respuestas sobre el conflicto israelo-palestino permiten llegar a la conclusión de que el público en general
se forma su opinión a partir de lo que lee en los medios de difusión masiva, que son muy favorables a Israel,
mientras que los miembros del CFR tienen acceso a fuentes de información más precisas y son menos sensibles
a la propaganda israelí. Aparentemente a ningún diario estadounidense le ha parecido útil reportar sobre las
opiniones de los miembros del CFR, lo cual no resulta sorprendente, dadas las circunstancias. Veamos:

(1) En una lista de los países que serán «los más importantes aliados y socios de Estados Unidos en el futuro»,
sólo un 4% de los interrogados durante el sondeo incluyen a Israel, lo cual sitúa a ese país al lado de Corea del
Sur y muy por debajo de China (58%), la India (55%), Brasil (37%), la Unión Europea (19%), Rusia (17%),
Japón (16%), el Reino Unido y Turquía (10%), Alemania (9%), México (8%), Canadá, Indonesia, Australia y
Francia (5%). Los miembros del CFR interrogados durante el sondeo tenían la posibilidad de aportar 7
respuestas (Pregunta 19).

(2) Cuando se les preguntó qué países serían los menos importantes para Estados Unidos, Israel (9%) se vio por
debajo de 22 Estados, entre los que estaban Canadá y México así como Turquía, Egipto y Arabia Saudita en el
Medio Oriente (Pregunta 20).

(3) Lo que resultó especialmente revelador es que en lo tocante al «conflicto entre israelíes y palestinos» sólo el
26% de los miembros del CFR interrogados se pronunciaron a favor de Israel. Es importante la comparación
entre ese resultado y el 51% de los interrogados del gran público (2000 personas interrogadas durante el mismo
periodo).
El 16% de los miembros del CFR tomó posición a favor de los palestinos (12% de los encuestados del gran
público). El 41% de los encuestados del CFR tomó «posición por igual» por ambos bandos (sólo un 4% del
gran público). Un 12% de los miembros del CFR no apoyaban a ninguno de los dos bandos (un 14% del gran
público. (Pregunta 33)

(4) El CFR no desempeña un papel importante en cuanto a trazar la política estadounidense sobre la cuestión
israelo-palestina. Tampoco está en sintonía con quienes toman las decisiones sobre ese problema. Eso es lo que
se expresa de forma contundente cuando se interroga a sus miembros sobre la visión que tienen de la política
exterior de Estados Unidos sobre el Medio Oriente. Para el 67% de los miembros del CFR (un 30% si se
interroga al gran público), el problema es que Estados Unidos favorece demasiado a los israelíes. Sólo el 2% de
los miembros del CFR (el 15% del gran público) cree que la política estadounidense favorece demasiado a los
palestinos. El 24% de los miembros del CFR interrogados cree que Washington «ha encontrado el equilibrio
correcto» (el 29% del gran público). (Pregunta 34)

(5) Una aplastante mayoría de los miembros del CFR (69%) estima que el presidente Obama ha «encontrado el
equilibrio correcto» entre israelíes y palestinos, comparado con una pequeña mayoría del gran público (51%).
El 13% de los miembros del CFR piensa que Obama «favorece demasiado a Israel» (el 7% del gran público)
mientras el 12% piensa que Obama se pone del lado de los palestinos, opinión que comparte el 16% del gran
público (Pregunta 35).

En lo tocante a Irán se observa el mismo abismo entre las élites del CFR y el gran público estadounidense. El
64% de los miembros del CFR considera que Irán es una importante amenaza para los intereses
estadounidenses, contra un 34% que no lo cree. Esos resultados son respectivamente del 72% y el 20% cuando
se interroga al gran público. Más contrastante todavía: sólo el 33% de los miembros del CFR apoyaría un
ataque preventivo contra Irán en caso de que ése país obtuviese el arma nuclear mientras que el 63% del gran
público lo aprobaría (Pregunta 7).

En el caso de Pakistán esas cifras se invierten totalmente, con un 63% de los miembros del CFR que apoya una
acción militar estadounidense si «extremistas … estuviesen a punto de hacerse del control de Pakistán»
mientras que sólo el 51% del público aprobaría esa acción (Pregunta 24). Tales resultados son un indicio
suplementario de la influencia israelí en los medios de comunicación masiva.

Dicha influencia ha convertido a Irán [país estable y carente de armas nucleares] en una amenaza mientras que
minimiza el peligro que puede representar un Pakistán inestable dotado del arma atómica.

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