La Dirección Estratégica de Recursos Humanos (DERH) es necesaria para apoyar la
implantación de la estrategia empresarial, demostrando así su valor para la organización.
Como campo de estudio y noción, se ha explicado en un contexto caracterizado por la competencia; mediante ella se busca obtener ventajas competitivas a través de la vinculación y retención de un recurso humano raro, escaso e inimitable. En la actualidad, las organizaciones se ven enfrentadas a lograr ventajas competitivas no necesariamente a través de la competencia, sino también mediante la adopción de modelos cooperativos o asociativos, lo que ha generado el fenómeno de trabajo en red (Dunford, Snell y Wright, 2001). La Dirección Estratégica de Recursos Humanos ha experimentado un importante desarrollo en los últimos años. Así, si realizamos una revisión de la literatura, podemos encontrar gran cantidad de trabajos que pretenden analizar cómo las políticas de recursos humanos influyen positivamente en los resultados empresariales. Un referente importante son la prácticas de personal, denominadas de alto rendimiento, alta implicación, innovadoras o de compromiso, que tienen un valor estratégico para aquellas organizaciones que las aplican, constituyendo el denominado enfoque universalista. Estas prácticas de alto rendimiento llevarán asociadas niveles superiores de resultado, independientemente de características particulares de la organización, del sector en el que se encuentre inmersa y, de manera más amplia, de cualquier elemento del entorno (Pfeffer, 1994; Ichniowski, et al., 1997). El término “calidad” se ha referido a los productos de la organización, se le ha dado dos significados diversos. Por un lado indicaba “las prestaciones del producto” que lo hacían más deseable para sus usuarios o consumidores. Por otro lado se ha referido a su “grado de eficiencia o fiabilidad” relacionándose así la calidad con la satisfacción de las expectativas que sobre él tenía el usuario o consumidor. _ Es la satisfacción del personal que en la nueva versión se denomina resultados en las personas, y que constituye una de las cuatro dimensiones que conforman los resultados de la organización. Esta dimensión considera que el personal no es ya simplemente un recurso o instrumento a cuidar para conseguir resultados de negocio (productos de calidad, beneficios financieros, etc.), sino que él mismo es contemplado como un cliente interno de la organización y, por consiguiente, su satisfacción se convierte en un criterio de excelencia, un objetivo a conseguir junto a la satisfacción de los clientes externos, de la sociedad afectada por la actividad empresarial y de los accionistas que buscan legítimamente resultados económicos. La satisfacción del personal, ahora llamada resultados en las personas, contempla dos dimensiones: (1)percepción que el personal tiene de la organización; y (2) indicadores de rendimiento relacionados con el comportamiento de las personas. La primera se refiere a la percepción de los empleados sobre cuestiones como el ambiente de trabajo, la comunicación, sus perspectivas profesionales, la dirección, el reconocimiento, los sistemas de evaluación y valoración, el sistema de formación y las condiciones de empleo. Aun cuando el nombre inicial dado por la EFQM fuera el de satisfacción, en realidad se está haciendo referencia a lo que, desde un punto de vista técnico y científico, se conoce como el clima organizacional. Son el resultado (variables dependientes, diríamos) de los múltiples aspectos de la vida organizativa que influyen sobre los empleados, y en base a los cuales éstos reaccionan no sólo con esos comportamientos, sino con otros que igualmente afectan a la efectividad organizativa, como por ejemplo el trabajo bien hecho y los resultados conseguidos mediante él. Por ello han sido llamados –creemos que con acierto– resultados en las personas. Quizás podríamos distinguir entre ellos con mayor precisión los resultados en las personas –por ejemplo, el clima o la motivación– y los resultados de las personas para la organización, por ejemplo, el trabajo bien hecho o su desempeño. A veces se han llamado también resultados blandos y resultados duros. Volveremos sobre ello. En la línea propuesta por estos modelos, la calidad referida a las personas que trabajan en la organización, a nuestro juicio, puede y debe indicar realmente tres cosas: (1) las características de la organización (estructura, políticas, sistemas de trabajo y de gestión, etc.) que resultan en una serie de prestaciones de que gozan los individuos en su vida laboral, y que hacen ésta deseable y amable para quienes la viven (su salario, sus condiciones de trabajo, sus posibilidades de aprendizaje y desarrollo, su seguridad en el puesto de trabajo, el reconocimiento que reciben, etc.); (2) las características de las personas, que las hacen más o menos potencialmente contribuidoras a la consecución de los objetivos de la organización (sus conocimientos, sus habilidades, su motivación, su compromiso con la organización, su activación, etc.) y que, a su vez, las hacen deseables para las organizaciones que las contratan, quienes las consideran realmente su capital humano; y (3) el ajuste entre las expectativas de las personas (su deseo de calidad de vida laboral) y las de la organización (su deseo de tener personal competente y comprometido), de forma que unas y otras expectativas no se vean defraudadas sino confiablemente satisfechas. Estos resultados en las personas es lo que hemos llamado la calidad de los recursos humanos de la organización que finalmente producen unos resultados de las personas para la organización en el nivel de los individuos –por ejemplo, mediante su rendimiento en el trabajo o en la reducción del absentismo y la rotación–, en el nivel de los grupos – por ejemplo, mediante la productividad grupal– y en el nivel del sistema organizativo global –por ejemplo, mediante sus resultados financieros–. Estos tres niveles configuran la efectividad organizativa o también a veces llamada los resultados duros de la empresa. __ Enfoque universalista El entorno actual está caracterizado por altos niveles de competitividad, complejidad y dinamicidad. El desarrollo de la economía, la tecnología y la creciente globalización, hace que las organizaciones sean cada vez más complejas, por lo que se necesitan nuevas formas de gestión en general y de gestión de recursos humanos en particular (Becker y Gerhart, 1996). Generar métodos para motivar a los empleados a trabajar eficientemente, con flexibilidad y velocidad, es un desafío al que se enfrentan las organizaciones que, si se consigue, supondrá un gran valor añadido para las operaciones realizadas por la empresa (Pfeffer, 1994; 1998). La Dirección de Recursos Humanos tiene asignada la función de gestionar los recursos humanos de una manera estratégica o, dicho de otra forma, de integrar los mismos con los objetivos de la organización a largo plazo y las variables relevantes del entorno. El desarrollo de las hipótesis o predicciones universalistas requiere, no obstante, identificar las prácticas de recursos humanos consideradas universalistas. En este sentido, los orígenes de este enfoque pueden encontrarse en el trabajo de Walton (1985), que sostiene que la mejora en los resultados organizativos requiere el logro del compromiso de los empleados, señalando la necesidad de un conjunto consistente y coherente de medidas de gestión de los recursos humanos para lograr ese compromiso. En la Tabla 1 se muestran las medidas de gestión de recursos humanos necesarias para el cambio de una estrategia de “control” a otra de “compromiso”. La “estrategia de control” hace referencia al enfoque tradicional de administración del capital humano, derivado de la aplicación de los principios tayloristas, que dio lugar al diseño de puestos de trabajo con un alto nivel de especialización en los que los trabajadores carecían de autonomía. Así, la definición de los puestos descansaba en supuestos de “mínimo común denominador” acerca de la motivación y capacidades de los trabajadores. Para observar y controlar el esfuerzo, la dirección organizaba sus responsabilidades en una jerarquía de roles especializados, apoyada en una distribución vertical de la autoridad y el estatus conferido a las distintas posiciones jerárquicas. La “estrategia de compromiso” constituye un enfoque opuesto, en el que los puestos de trabajo se definen de un modo más amplio, para combinar planificación e implementación, haciendo hincapié en la mejora continua mediante el establecimiento de unos objetivos más amplios y orientados al mercado. Además, bajo este enfoque se espera que las responsabilidades individuales cambien a medida que cambian las condiciones laborales, y los equipos, no los individuos, son generalmente las unidades organizativas responsables del rendimiento. Por otra parte, con una jerarquía directiva relativamente plana y mínimas diferencias de estatus, el control Universidad Ciudadana DE NUEVO LEÓN y la coordinación dependen de la existencia de objetivos compartidos, y son los conocimientos más que la posición formal los que determinan el poder de decisión. __ Las Mejores Prácticas Corporativas de forma general, las podemos definir como una serie de metodologías, sistemas, herramientas, y técnicas aplicadas y probadas con resultados sobresalientes en empresas que han sido reconocidas como de clase mundial Pero también es cierto, que este concepto no debe de ser limitativo a lo que este tipo de empresas han implementado, sino que también el concepto de debe de incluir aquellas prácticas que las empresas pequeñas, medianas, grandes o locales han desarrollado e implementado para obtener mejores resultados, o aquellas que se han tomado, adaptado y transformado para cubrir adecuadamente sus necesidades. _ ¿Para qué sirven las mejores prácticas corporativas? Su implementación permite a las empresas eficientar y/o potencializar procesos estratégicos, operativos y administrativos de forma metódica. __ ¿Quiénes las aplican y cuáles son sus orígenes? Las empresas que por sus niveles de operación, crecimiento y competencia se han enfrentado con la necesidad de buscar y encontrar la forma de hacerles frente de manera sobresaliente, ha dado lugar a que los proyectos o iniciativas que realizaron para lograrlo se hayan ganado el nombre de " Mejores Prácticas Corporativas", pero estas pueden ser aplicadas a empresas de cualquier giro y tamaño, lo que podrá contribuir a un crecimiento más ordenado y eficiente, preparándoles el camino para lograr un desarrollo sustentable. Se han identificado 10 factores críticos que deben de ser tomados en cuenta para lograr la implementación exitosa de las Mejores Prácticas existentes o para el desarrollo de nuevas. Algunas críticas al enfoque universalista 1. No hay acuerdo sobre cuáles son las mejores prácticas. Distintos autores utilizan distintas clasificaciones. Es más, algunas prácticas son contrapuestas (por ej. Diferenciación de estatus e igualitarismo) 2. Existe un posible problema de causalidad inversa. ¿No podría ser que los buenos resultados conduzcan a la implantación de buenas prácticas? 3. Las recomendaciones son demasiado genéricas. La gestión de RRHH se puede analizar siguiendo un criterio de mayor a menor generalidad, según los principios, políticas o procesos de implantación