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Capítulo VI. La Verdad. San Agustín y Nosotros - P. Castellani
Capítulo VI. La Verdad. San Agustín y Nosotros - P. Castellani
Leonardo Castellani
"¿Qué es la Verdad?" -dijo Pilatos. -"Est vir qui adest"- es el varón que tienes
delante, podía haber respondido Jesucristo, con las mismas letras de la
pregunta "¿Quid est veritas?" En la Edad Media un autor anónimo compuso
este ingenioso anagrama: “¿Quid est veritas? - Est vir qui adest.” En realidad,
Pilatos no preguntó en latín, sino en griego vulgar, koiné, y Jesucristo no
contestó nada. Al que pregunta: ¿Qué es la verdad? sin muchas ganas de
conocerla, la Verdad no le contesta nada. En suma, si Jesucristo hubiese sido
criollo (y en parte lo fue) y Pilatos hubiese merecido que Cristo le contestara
(que no lo merecía, por cobarde), a la pregunta: "¿Qué es la
Verdad?", Jesucristo debía haber contestado: "No te hagás el que no la
ves..." Éste es un chiste de Ignacio Pirovano. Así como a mí me cuelgan
chistes malos que nunca he hecho, que a veces me dejan bastante mal, así yo
uso los chistes buenos de mis amigos.
Este crimen está tan vigente hoy día que la existencia de medios maravillosos
de propagar la palabra humana, de que nos ha dotado la técnica moderna, no
se sabe ya si es un bien o es un mal; y para muchísimos es ciertamente un
mal. Para mí, la imprenta es un mal; eso no quita que yo comprara una si
tuviera dinero. Dice Harnack que a los seis meses de escribir San Agustín
las Confesiones había tres mil copias de ellas en el Imperio Romano.
Pregúntenle a Barletta, a Marechal o a mí si en seis meses vendemos tres mil
ejemplares de nuestros libros ¡Es que no son las Confesiones! - Si lo fueran,
sería mucho peor. Hoy día la difusión de un libro está en razón inversa de su
aproximación a la verdad, salvo algunas excepciones. El Mundo desea ser
engañado -como algunas mujeres. "Queremos que los transportes pertenezcan
a los obreros..."
Sin embargo hay que tener ánimo: cerrar del todo el paso a la Verdad no es
posible, parece que Dios se arregla de modo que, quien tiene algo que decir al
fin lo diga, fácil o difícilmente, aunque sea haciéndose pedazos; como San
Pablo cuando dijo: "A la palabra no la pueden atar”, y más abajo, el caso de los
grandes filósofos que resucitan, que durante su vida quedan cubiertos por
una moda, un alocamiento o un delirio colectivo, como un islote por una ola, y a
los muchos años son descubiertos y convertidos en los maestros de muchos:
como Sócrates el primero -y Maine de Biran, Giambattista Vico y Kirkegor los
últimos.
Sin embargo, la comunidad o la nación que peca contra la Verdad, que pierde
la reverencia a la Verdad y el horror a la mentira, está perdida, dejada de la
mano de Dios. ¿Y qué castigo más grande que éste, que el que se va de la
Verdad, ella se queda y no lo sigue y él se va? ¿Adónde se va? "A las tinieblas
de allá afuera" -dice Cristo. La Verdad no puede imponerse a sí misma por
fuerza. Si no la aceptan, se retira. ¡Temed a la Verdad que se retira!
Esto es la verdad: una comunión con la realidad a través de una actividad del
intelecto que no es fácil de estudiar, pero de la cual toda la humanidad tiene
conciencia -excepto los que pretenden no tener esa conciencia. Y de esa
comunión depende la salvación individual del hombre, "la verdad oslibertará."
San Agustín decía que el peor mal del hombre es el error. ¿No es el pecado el
peor mal de la tierra para el cristiano? San Agustín decía esta cosa enorme,
que es el error. Pero Cristo también lo dijo en cierto modo: porque Él no dijo:
"Yo soy la moral", -dijo: "Yo soy la Verdad. La Verdad os hará libres."'
Pero apretado por saber cómo era la verdad, aprendí que los filósofos la
definían de diverso modo. Dalmau y Gratacós decía que era la ecuación entre
la mente y la cosa y que ella misma era su propia medida o criterio; pero
Descartes decía que era nuestras propias ideas puestas en conexión con la
existencia de Dios, y de allí con el mundo externo: y que su señal eran las
ideas claras y distintas, las cuales no pueden engañarnos, pues eso sería Dios
mismo engañarnos. El hombre lo primero que conoce son sus ideas,
normalmente su pensamiento y su propio Yo existente: "Yopienso, luego
existo." De ahí automáticamente se sube a la existencia de Dios, por medio de
la idea de Infinito, o de Perfecto, clara y distinta (que no se sabe muy bien
cómo está dentro de la idea segura e inconmovible del Yo), y de ahí se baja al
conocimiento del mundo externo, claro y distinto, en virtud de la veracidad
divina. ¡Admirable filosofía y muy cristiana sobre todo! Basta sentirse a sí
mismo para sentir la existencia de Dios; basta la conciencia, cosa que todos
tienen y no pueden dejar de tener, y queda creada la Metafísica; y lo que es
más importante, la Física. La verdad es fácil para Descartes: "Proyecto de una
ciencia universal capaz de elevar nuestra natura a su más alto grado de
perfección, más la Diáptrica, los Meteoros y la Geometría, donde las más
curiosas materias que el autor ha podido excogitar son explicadas con tal
método que aun aquéllos que no han estudiado pueden entenderlas" tituló
Descartes al librito de 149 páginas que llamamos hoyEl Discurso del Método.
"Todo error es una mentira según Descartes; pero las pseudomentiras de los
niños no son mentiras; las falsedades de los poetas no son falsedades...
y las ilusiones del místico no son ilusiones; pero en cambio la mayoría de las
cosas que corren son errores. ¿Qué es error? La no conformidad de la mente
con la cosa es el error; la no conformidad de la mente con las palabras es la
mentira; la no conformidad de la cosa consigo misma (si eso es posible) es el
error y la mentira transcendental; y así decimos que este poema es falso, que
esta moneda es falsa, que este vino no es vino verdadero, que esta religión no
es verdadera, e incluso que un hombre tiene el alma o la naturaleza falsa: nos
referimos entonces a la verdad transcendental, al ser mismo de las cosas. Un
falso profeta no es un hombre mentiroso, es un hombre que se cree profeta y
no lo es, es mucho más peligroso: es lo opuesto a las mentiras de los niños.
Pero esto último es más bien un modo de hablar; pues toda cosa en cuanto es,
es verdadera, y una moneda falsa, es una verdadera moneda falsa.
Así también las ficciones o invenciones del poeta responden a una realidad
interna, aunque sean mentiras respecto al mundo externo; y las visiones del
místico responden a una realidad interna y externa, pero invisible e
inexpresable. La idea del poeta responde a una realidad superior, que nosotros
no podemos ver y que él no puede expresar en forma lógica, sino solamente
por medio de invenciones, ficciones, versos, colores, ritmos o sonidos; en
cuanto al místico, a una realidad que él posee y casi no se puede expresar de
ninguna manera. Los dos persiguen la expresión de lo invisible; y el místico de
lo invisible inexpresable. Pero ¡ojo! que esto no se interprete como una
justificación de los poetas desvariados de hoy, que escriben poemas libres con
sensaciones puras y metáforas descoyuntadas y palabras en libertad, porque
éstos no tienen lógica, como todos los poetas, pero tampoco tienen ideas en la
cabeza, como los malos poetas, y a veces, ni siquiera cabeza, como los locos.
Éstos yerran, como los falsos místicos; yerran corriendo en pos de una cosa
grande, la expresión de lo invisible. El error es el peor mal del hombre:"Todo
pecado es un error", enseñó Sócrates; lo cual es exacto en cierto sentido, en el
sentido que todo delito depende de algún modo y últimamente de un error. Así
pudo decir San Agustín que el error es el mayor mal del hombre; porque de
todo error brotan numerosos pecados. Pongamos un ejemplo de la gravedad
de este mal: la gente ordinariamente no lo ve: ve el mal del pecado; no ve el
mal del error.
Este ejemplo trivial es para hacer ver lo que es el error según San Agustín.
Para ver qué es la Verdad, examinemos la escala de San Agustín hasta Dios.
El Africano, como Descartes, también conecta la Verdad con Dios: pero no a la
moda de Descartes, Malebranche, Spinoza, Kant y Hegel. Para él la Verdad es
Dios, es decir una cosa superior a la razón humana, algo personal y eterno.
Pero él no hace el salto mortal de conectar de golpe mi Yo existente con la
existencia de Dios, de confundir la verdad lógica con la verdad transcendental y
subsistente. Es más humilde y más lúcido que eso. Sabe que no somos
ángeles: se siente hombre: ¡es un existente! No es cartesiano.
Los sentidos externos nos engañan algunas veces pero no nos engañan
siempre. Ellos nos dan una realidad aunque sea humilde, pero no por humilde
menos necesaria; sin ellos, ningún conocimiento en el hombre. Nuestros
sentidos juzgan de la realidad material y son por tantosuperiores a ella. "Los
sentidos externos nos engañan siempre, puesto que nos hacen vivir en la
superficie de las cosas, alimentan nuestras malas pasiones, nos distraen y
futilizan, y nos hacen ciudadanos del Reino de la Opinión" -clama Platóndesde
sus severos diálogos.
Eso es verdad en cierto sentido, en un sentido místico, pero es una verdad por
la cual no hay que comenzar, es una verdad esotérica, apta a los iniciados. La
verdad elemental por la que hay que comenzar es que"nuestros sentidos no
nos engañan acerca de su propio objeto" y loado sea Dios que nos dio la vista,
el oído, el tacto, el olfato y el gusto, a fin de que conociendo las cosas creadas
lleguemos a conocerlo a Él. En su dominio mora el artesano, el hombre que
conoce haciendo... cosas materiales.
La razón está por encima del sentido interno, lo rige, lo corrige y lo dirige: en
definitiva los mismos grandes artistas no son grandes por su imaginación sino
por su inteligencia; y la causa de la decadencia del arte en la Argentina es la
decadencia de la actividad intelectual (el teatro argentino no existe, el cine
argentino existe en forma de plaga nacional, las otras bellas artes no producen
obras inmortales).
¿Qué son estas grandes guerras que estamos viendo y viviendo sino inmensas
majaderías? Ciegos guías de ciegos y también inmensos castigos de Dios a la
estulticia. Pero las grandes majaderías del mundo actual tienen un provecho,
un solo provecho: se las puede entender, se las puede contemplar, es decir,
sacar de ellas verdad, subir a la Verdad. Yo confieso que habiendo en mi
juventud creído que poseía la verdad y en grandes cantidades, caí después en
una gran oscuridad en la cual todo lo que antes veía tan claro se me nubló y
ocultó; y ahora me parece que muy lentamente y no sin angustia voy saliendo
de la nube, con los ojos del alma más claros y purgados y viendo lo mismo que
antes pero no como antes.
"Pues ya tengo otra manera de ver y filosofar" -dice el Tango. Pero todavía no
puedo escribir un inmenso Himno a la Verdad. Pero Aristóteles escribió una
especie de himno a la Metafísica, en el libro III de su Metafísica, que es en
realidad un himno a la Verdad-que-salva; porque "Metafísica" para Aristóteles
es el conocimiento de los principios y en consecuencia, el conocimiento de
Dios. Escribió pues un elogio arrebatado de la Metafísica en prosa; y también
escribió un himno en hexámetros a Apolo, es decir, al Sol, es decir, a la
Verdad; himno que se ha perdido, y del que sólo tenemos algunos versos
citados por otros filósofos griegos y el elogio que Cicerón hizo de él llamándolo
"áureo río de elocuencia". Uniendo todas esas reliquias fragmentadas que
tenemos, lo cual me costó trabajo, se puede componer una cosa así:
Este pagano era un sabio; por tanto era humilde y cauto, era religioso, paciente
y trabajador. Para él la felicidad era trabajar en investigar la Verdad,
la "contemplación", como la llama él. Cuando fue derrotado políticamente
(cuando el partido de la Panhélade fue derrotado y perseguido en Grecia),
estuvo a punto de suicidarse. Pero no se suicidó; huyó a Montevideo.
La gran voz de Sócrates y Platón le gritaba: "El suicidio no es digno del sabio.
Que se suiciden los políticos si quieren; que se suiciden los que viven en el
plano estético, en el Reino de la Opinión, de la sensación. El sabio no se
suicida." Se refugió en la isla de Martín García, frente a Atenas, y escribió su
mejor libro, la Ética, que dedicó a su hijo Nicómaco, nombre que significa
´vencedor en la lucha". Estuvo casado con una princesa, que no le dio hijos; y
después con una esclava que le dio un hijo varón.
Pero los Campos Elíseos de Dante, aunque están al comienzo del Infierno, son
mejores que los campos Elíseos de París... ¿Dónde va un argentino malo
cuando muere? -La mayoría al Limbo, a hacerle compañía a José Ingenieros. -
¿Dónde van los argentinos buenos cuando mueren? La mayoría a París, a
hacerle compañía a Monseñor Franceschi y a Monseñor de Andrea.
***
Fuente: CASTELLANI, L. San Agustín y Nosotros. Jauja, Bs. As., s/f, pp. 109-
127.