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SAMUEL PROFETA
Esta historia comienza con una mujer cuyo nombre es Ana y su esposo Elcana. Ana deseaba tener
hijos, pero no podía porque era estéril. Entonces Ana muy triste oró al señor haciéndole una
promesa que decía.
“Dios Todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo
mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que re sirva sólo a
ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece, nunca se cortará el cabello.
Mientras Ana Oraba a Dios en silencio. Elí la veía mover sus labios, pero como no escuchaba lo que
decía pensó que estaba ebria.
Y le dijo a Ana
-Señor mío, no crea usted que estoy borracha. No he bebido vino ni Sidra. Es solo que estoy muy
triste y por eso estoy aquí suplicándole a Dios que me responda.
Elí le Contestó
Tiempo después el Dios Todopoderoso le permitió a Ana tener un hijo Varón y ella estaba muy
feliz y llamo al niño Samuel, porque Dios contestó su oración.
Cuando Samuel tuvo tres años fue llevado al templo para que sirviera a Dios en todo lo que fuere
necesario. Esto era parte de su agradecimiento hacia Dios por haberle concedido el privilegio de
tener un hijo.
Y cada año Elcana y Ana los padres de Samuel le llevaban una túnica nueva cuando iban a ofrecer
el sacrificio al señor.
Samuel entonces servía fielmente a Dios
Y en una noche mientras Samuel dormía Dios llamó al muchacho por su nombre.
Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel y él se levantó rápido porque era un niño obediente y
fue hasta donde Elí y dijo
¡Heme aquí!
Sucedió lo mismo una tercera vez y es ahí cuando el sacerdote Elí reconoce que es Dios el que
estaba llamando al muchacho y le instruye para que cuando vuelva a escuchar la voz le responda
Así.
Nuevamente Samuel estando a solas escuchó la voz que lo llamaba y el fervientemente responde.
Y desde aquella noche Dios comenzó a comunicarse con Samuel y a usarlo a favor del pueblo. Para
que trasmitiera su palabra y él recibía el respaldo del señor que nunca dejo caer a tierra ninguna
de sus palabras.
A todos los niños y niñas quiero decirles que ustedes también pueden servirle al señor con
agradecimiento. No importa si te sientes muy pequeño, no importa la edad, ustedes en las manos
del señor son grandes. Y el que quiera servir y ser usado por Dios, Dígale al señor en su corazón