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Frank Diaz - Mensajeros de La Serpiente Emplumada
Frank Diaz - Mensajeros de La Serpiente Emplumada
Teología Tolteca
Frank Díaz
Índice
Advertencia
Presentación
Introducción: Del chamanismo a la Toltequidad 11
Capítulo 1 Ketsalkoatl
Capítulo 2 Dios único y dios dual
Capítulo 3 El doble
Capítulo 4 Cinco emanaciones
Capítulo 5 Las dimensiones de Ketsalkoatl
Capítulo 6 Teskatlipoka
Capítulo 7 El ciclo de Ketsalkoatl
Capítulo 8 El simbolismo de la mano
Capítulo 9 El simbolismo del pie
Capítulo 10 Los pasos divinos
Capítulo 11 Historia de Se Akatl Tolpiltsin
Capítulo 12 La profecía del retorno
Epílogo: El mensaje de los Wewetla’tolli
Obras citadas
Dedicado a Se Akatl Topiltsin Ketsalkoatl,
mensajero de la Serpiente Emplumada.
Advertencia
Este texto contiene palabras pertenecientes a la lengua nawatl, hablada en el México antiguo. Para
facilitar su lectura, he adoptado la ortografía fonética, en la cual los vocablos se leen tal como se
escriben, según la pronunciación de las letras en el español actual. Las citas textuales y los nombres de
lugares aún en uso conservan la ortografía original.
Los sonidos del nawatl son los siguientes:
• Cinco vocales: A, E, I, O, U.
• Dos semivocales: W, Y.
• Once consonantes: K, P, T, Tl, Ts, S, Sh, Ch, M, N, L.
• Una oclusión glotal representada por el apóstrofe (’).
Todas las palabras de esta lengua, excepto los monosílabos, se acentúan en la penúltima sílaba. La
doble L se pronuncia como L larga.
Presentación
En el México antiguo, llamado por sus moradores Anawak y por los investigadores Mesoamérica, se
desarrolló una de las civilizaciones más originales de la Tierra. A pesar del trauma provocado por la
penetración europea, la memoria compilada por los sabios de Anawak no se perdió; quedó cifrada en
piedras, códices, trazos de ciudades, crónicas y leyendas. Hoy podemos decodificar esas fuentes,
penetrando en su rico mundo simbólico, pleno de proposiciones artísticas, científicas y religiosas.
Hace algunos años tuve la suerte de hablar con personas sencillas, pero muy informadas en la
tradición oral de los campos de México, quienes creen que los antepasados viven y les hablan a través de
sueños. Aquella convivencia me impulsó a elaborar tres libros. El primero, que tienes en tus manos,
contiene un panorama general de las creencias de los moradores de Anawak.
Este trabajo tiene como objeto contribuir a la consolidación de la identidad nacional a través del
conocimiento de nuestras raíces. Es mi esperanza que sirva de estímulo a quienes desean profundizar
en el arcano de la Toltequidad, donde a cada paso nos esperan nuevos retos y descubrimientos.
Frank Díaz, México DF, 2000
Introducción
DEL
CHAMANISMO
A
LA
TOLTEQUIDAD
Hace cuarenta milenios comenzó la gran aventura del continente americano. En aquella época aún no
había fronteras en la Tierra; los seres humanos llevaban una existencia nómada, en estrecho contacto
con la Naturaleza. Poco a poco, grupos de cazadores que se desplazaban por el norte de Asia detrás de
los rebaños de animales, descubrieron América1.
A pesar de su modo rudimentario de existencia, aquellos hombres tenían una elaborada concepción
del mundo, a la que hoy damos el nombre de “chamanismo”2. La sociedad chamánica estaba basada en
valores como la armonía con la Naturaleza, el respeto a los poderes generativos y la exploración de la
conciencia a través de ejercicios y sustancias que la modifican.
Hace ocho milenios, los seres humanos se hicieron sedentarios y los valores de los chamanes
perdieron vigencia. El vínculo con los poderes naturales se transformó en la adoración de unos dioses
hechos a imagen y semejanza del hombre; la condición sagrada de la madre se trocó en el culto a un dios
“padre” que prefiere a sus hijos varones y los ejercicios de poder fueron sustituidos por rituales
simbólicos, conducidos por una casta de sacerdotes asalariados.
Ese fenómeno ocurrió principalmente en Eurasia. Por una combinación de factores, tanto fortuitos
como intencionales, fue más atenuado en América. Los primeros estados imperiales indígenas se
formaron hace dos milenios, con la llegada de los tihuanacos al Tawantinsuyu (la zona andina) y los
teotihuacanos a Anawak3. Pero, aún así, los chamanes se las ingeniaron para convivir con los
sacerdotes, respetando sus áreas de influencia, e incluso se fusionaron para producir un fenómeno social
de nuevo tipo.
1 Hallazgos realizados en el desierto de Mohave y otros sitios, indican que América fue poblada en tiempos
anteriores por una especie pre-sapiens.
2 Chamán es un término de origen sánscrito que significa meditante. A través del budismo, pasó a las lenguas
Norteamérica.
Mapa de Mesoamérica.
Los pueblos de alta cultura de América merecen un estudio especial, porque lograron materializar el
ideal de una sociedad civilizada, pero en contacto con la tierra; donde la diversidad de opinión no
condujo a las guerras de fe; donde, a pesar de ciertas carencias materiales, el espíritu se expresó en una
rica creatividad; donde se diseñaron instituciones para inhibir la idolatría y para potenciar los aspectos
sutiles de la percepción. Contrario a lo que mucha gente cree, aquellos pueblos no eran primitivos
adoradores de la lluvia y los elementos. Como afirma un autor,
…tenían un conocimiento metafísico de lo existente. Hablaban lenguas copiosas, con las que podían
expresar conceptos de máxima abstracción, suficientes para contener la finura y la solidez del lenguaje
científico, la filosofía y las manifestaciones poéticas. (Tenían) un concepto del mundo que explica sus
cualidades de grandes matemáticos, astrónomos, ingenieros, arquitectos y escultores. (Bonifaz Nuño,
México profundo)
El conjunto de logros artísticos, científicos y sociales acumulado por los pueblos de Anawak fue
llamado Toltekayotl, toltequidad, un término nawatl4 formado de la raíz Tol, tallo, que con el tiempo
llegó a significar cultura5. El primer diccionario nawatl, redactado a mediados del siglo XVI por el padre
Molina, traduce Toltekayotl como “arte para vivir”.
La Toltequidad es el legado característico de México al mundo.
Si (las culturas euroasiáticas) tuvieron el Tao, el hindu-ismo y el budismo, nosotros tenemos la
Toltecayotl. Si otras civilizaciones tuvieron a Zoroastro, Hermes, Buda, nosotros tenemos a Quetzalcoatl
y el maíz... Más que una cultura o etnia, “tolteca” fue un grado de conocimiento de los hombres sabios
del México antiguo, y Teotihuacan fue el centro generador e irradiador de la Toltecayotl en todo el
Anahuac. (Guillermo Marín, Historia verdadera del México profundo)
A partir de una interpretación difundida en un congreso científico en 19416, el término “tolteca” se ha
venido asociando exclusivamente con los moradores de la ciudad de Tula, en el estado de Hidalgo. Sin
embargo, Tula, o más bien Tollan, es un título nawatl que significa capital; fue compartido por ciudades
como Teotihuacan, Cholula, Tenochtitlan, etcétera. La Tula de Hidalgo se llamaba antaño Xicocotitla y,
si bien llegó a ser una de las capitales de Anawak, no fue la única ni la más espléndida.
Como podemos comprobar en la siguiente definición de un códice mexica, en el México antiguo, todo
el que aceptaba los principios de la Toltequidad era considerado un tolteca:
El tolteca es sabio, es una lumbre, una antorcha, una gruesa antorcha que no ahuma. Hace sabios los
rostros ajenos, les hace tomar un corazón. No pasa por encima de las cosas: se detiene, reflexiona,
observa… De este modo os convertiréis en toltecas: si adquirís hábito y costumbre de consultarlo todo
con vuestro corazón. (Códice Matritense)
Haciendo justicia al concepto original, en este libro emplearé el término “tolteca” para referirme a
todos los moradores de Anawak, desde los olmecas en el segundo milenio antes de Cristo, hasta los
mexicas que cerraron aquella historia; y desde los pipiles en Nicaragua hasta los tarahumaras en la
frontera norte.
El enfoque tolteca se componía de fórmulas ideológicas que propiciaron el desarrollo sano de la
sociedad. Se basaba en tres pilares semejantes a los que rigen en otras propuestas religiosas de la
tierra, que eran:
Primero: un arquetipo mesiánico al que llamaban Ketsalkoatl, serpiente emplumada.
Segundo: una regla de vida contenida en un libro sagrado, hoy perdido, llamado Teomoshtli, libro
divino.
1941.
Tercero: una iniciación espiritual cuyo depositario recibía el título de Masewalli o macehual,
merecido por el autosacrificio.
El fundamento de la Toltequidad era Ketsalkoatl, la serpiente emplumada. Ketsalkoatl no era un
dios tribal, sino el Ser Supremo, el mismo que, en otras tradiciones de la Tierra, recibe los nombres de
Yahvé, Allah, Brama, Tao, etcétera. Representaba la totalidad, pues la serpiente aludía al lado material
del Universo y las plumas a la energía. Pero también era una propuseta de acción, ya que la metáfora
de la serpiente que emprende el vuelo encerraba el concepto de la trascendencia. Más que un dios, en el
sentido cristiano del término, Ketsalkoatl era la imagen de nuestro potencial de desarrollo como seres
humanos.
Los toltecas creían que Ketsalkoatl creó al mundo a través de ciclos de desarrollo gradual,
imprimiendo su intento evolutivo a la materia inanimada, las plantas, los animales, diversas
humanidades embrionarias y, finalmente, al ser humano cultural. Una vez surgida la cultura, la Deidad
encarnó en un cuerpo físico, dando origen a un linaje de voceros o mensajeros que mantuvieron
encendida la llama de la civilización.
Los antropólogos e historiadores califican este tipo de creencias como “mesianismo”. La concepción
mesiánica del mundo parte de la idea de que existen dos realidades, la humana y la divina, las cuales
pueden cohabitar en un hombre o mujer, que se transforma de ese modo en el mediador de su
comunidad. Cuando tales creencias incluyen la profecía del retorno del mediador, el fenómeno
mesiánico se denomina “milenarismo”.
Las creencias mesiánico-milenaristas de los antiguos mexicanos no se han estudiado como merecen.
Los primeros misioneros españoles procuraron acentuarlas, en un intento por favorecer la conversión de
los indígenas al cristianismo. A fin de hacer más sugerente el parecido entre las vidas de Jesús y
Ketsalkoatl, incluso inventaron leyendas, como que Ketsalkoatl era un hombre blanco de ojos claros y
rubios cabellos, vestido a la usanza europea, que auguró la llegada de un pueblo conquistador. Cuando
analizamos tales afirmaciones a partir de las fuentes que se conservan, encontramos que no tienen
fundamento histórico.
En la actualidad, las especulaciones de los cronistas españoles han sido desarrolladas por la iglesia
mormona, la cual afirma que Jesús resucitó y vino a México, dando origen al mito de la Serpiente
Emplumada. En consecuencia, los mormones interpretan la historia de Anawak como un eco de temas
bíblicos7.
En el extremo opuesto de esta tendencia interpretativa están los investigadores modernos, quienes,
en su mayoría, se resisten a estudiar las creencias toltecas en el contexto de las religiones comparadas.
En ello se percibe la resistencia de la cultura occidental, que no quiere arriesgarse a una comparación
que podría fracturar algunos de sus soportes ideológicos.
Salgamos de ambos extremos. Enfoquemos la Toltequi-dad como un objeto específico de estudio,
pero sin desvincularlo de su contexto universal. Para ubicar el mito de la Serpiente Emplumada, hay
que tomar en cuenta que la creencia en un mediador divino no es exclusiva de los cristianos, sino
patrimonio común de todos los pueblos de la Tierra. En consecuencia, es natural encontrarla en
Mesoamérica, y es legítimo analizarla desde una óptica mesiánico-milenarista.
La idea que defiendo en este libro, es que el mito de la Serpiente Emplumada es una creación
colectiva que se manifiesta en cada pueblo con características propias. A partir de ahí, analizaré
algunos símbolos típicos de Anawak, tomando como ejemplo la vida del último mesías tolteca, un
personaje que vivió en la segunda mitad del siglo X después de Cristo y llevó el nombre de Se Akatl
Topiltsin Nakshitl Ketsalkoatl, nuestro señor uno caña cuarto paso de la serpiente emplumada.
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Tratar de descifrar las creencias toltecas apoyados única-mente en las armas de la antropología, es tan
ingenuo como pretender reducir el aroma de una flor a la descripción de sus componentes químicos. La
fe de un pueblo no cabe en un inventario cultural porque, en lo que respecta al fenómeno religioso, la
suma de las partes no es igual a la totalidad.
Pasarán siglos, se escribirán muchas páginas y la Serpiente Emplumada continuará siendo, como
hoy, un misterio de insondables proporciones. Sin embargo, es mi deber aportar siquiera un minúsculo
grano de maíz a estos estudios, en favor del esclarecimiento de un aspecto fundamental de nuestra
historia.
7 Lo paradójico de tal creencia es que, si bien Jesús no es Ketsalkoatl, Cristo si lo es, ya que, etimológica y
Ketsal también significa feminidad; era un nombre muy común entre las niñas mexicas. Esto le daba
al título un matiz femenino, indicativo de que se trataba de una deidad andrógina o hermafrodita. Es
por ello que los mexicas, al orar a Ketsalkoatl, le llamaban Teteoinan teteoitta, madre y padre de los
dioses.
La raíz Ketsal se relaciona con otras dos: Ketsil y Ketsa; ambas significan pisar, dar un paso,
ponerse de pie, detenerse en el camino, dejar una huella. Aparecen en términos como Ketstiu’, criatura
nacida de pie, Shimoketsa, ponte de pie, y Ketsilpaina, andar de prisa. La relación entre la Serpiente
Emplumada y el símbolo del pie se debe a que, en Anawak, el paso y la huella eran metáforas del
nacimiento y los ciclos. Estudiaremos esto con detenimiento en próximos capítulos.
Como verbo, Ketsa contiene dos sentidos contrarios: fecundarse los animales y abortar la criatura.
Su explicación es la siguiente: siendo la suprema conciencia del Universo, se consideraba que la
Serpiente Emplumada tenía el poder de crear y destruir la vida. Ambos sentidos se recogen en la
leyenda del nacimiento del héroe Se Akatl Topiltsin, quien fue abortado por su madre en una batalla
que duró cuatro días. También lo vemos esta imagen de un códice mixteco, donde el infante divino es
comparado con una caña que brota de la frente el dios ciego del inframundo, la cual se quiebra y
precipita hacia la tierra como metáfora de la ruptura de la visión interior.
Al duplicarse, la raíz Ketsa forma el verbo Keketsa, dilatarse el tiempo, sucederse las edades, en el
cual percibimos una referencia a los ciclos de manifestación. La obsesión de los mesoamericanos por el
tiempo y sus recurrencias, materializada en el extraordinario calendario de Anawak, es un elemento
imprescindible para entender aquellas creencias.
Otra acepción de la raíz aparece en el sustantivo Ketstli, caracol vocero, el instrumento con el cual se
proclamaban los mensajes reales. Aquí percibimos tres contenidos: en primer lugar, los toltecas
emplearon el corte transversal o longitudinal del caracol como emblema de su fe. En segundo, es una
referencia a la creación del Universo a través de la voz, tal como afirma un texto maya:
Entonces brotó la primera palabra allí donde antes no había palabras, se desprendió de la piedra (de
fundamento) y cayó en el Tiempo. Y comenzó a proclamar su divinidad. (Chilam Balam, Antiguos
dioses)
En tercer lugar, el caracol vocero aludía a las manifes-taciones humanas de la Serpiente
Emplumada, uno de cuyos títulos era Tloa’toani, los de la palabra. Ese sentido se refuerza por otros
significados de la raíz Kets, tales como anunciar y aconsejar. Además, al unir a dicha raíz la partícula
Tla, que indica una acción sostenida, se forma el verbo Tlaketsa, contar historias, lo cual nos recuerda
una importante función de los sacerdotes toltecas: la de sostener la identidad del grupo a través de la
palabra.
Otro sentido de Tlaketsa era columna, sostén. La columna aludía a la Serpiente Emplumada como
eje del Cosmos, es decir, como sostenedor de las leyes naturales, y también a la función de sus
mensajeros como baluartes ideológicos de la comunidad. De tal acepción deriva el nombre maya de los
mensajeros: Bacab, columnas, bastones. Los toltecas sintetizaron dicho sentido en un elemento
arquitectónico característico de sus templos: las columnas en forma de serpientes emplumadas que
flanqueaban la puerta del santuario, las cuales, en ocasiones, eran sustituidas por efigies humanas
cuyos brazos alzados expresaban la idea de sostener el peso del mundo y el orden social.
En una clave chamánica, Tlaketsa era la columna vertebral, vehículo de la fuerza de vida que corre
por nuestros nervios y arterias. De ahí que, con frecuencia, la Serpiente Emplumada fuera representada
como un espinazo o una serpiente que sale de la médula espinal, o incluso como un ciempiés cuyos
segmentos y patas semejaban vértebras.
Mencionaré, por último, que la raíz Kets y su variante Kech nombraban a la melena y la barba. En
consecuencia, tales atributos físicos eran distintivos de los profetas de Ketsalkoatl, como afirma un
cronista:
Este sabio predijo que habría de asumir el trono un señor, el cual ostentaría ciertas señales en el
cuerpo, siendo la principal sus abundantes cabellos, con los cuales la Naturaleza formaría una tiara en
torno a su cabeza. Asimismo, que habría de ser barbado y tendría el aspecto de un dios. (Alba
Ixtlilxochitl, Primera Relación)
Debido a que los aborígenes de América tienen escasa vellosidad facial, algunos autores interpretan
la presencia de barba en las imágenes de Ketsalkoatl como evidencia de que se trataba de un
extranjero. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los chinos y otros pueblos asiáticos pertenecientes a
la misma raza que los indoamericanos, también tuvieron la barba como emblema de sabiduría,
comprendemos que se trata de un simbolismo universal. La melena y la barba representaban los rayos
del Sol y el estado de conciencia iluminado o “solar” de los profetas.
Una vez despejado el significado de la primera parte del nombre de Ketsalkoatl, vamos a la segunda.
El sentido directo de Koatl es serpiente. La serpiente es hasta hoy uno de los íconos más característicos
del arte mexicano. Por la sutileza de sus movimientos representaba la sabiduría y daba nombre a los
sabios. Su forma alargada recordaba a la columna vertebral y al eje del Cosmos, lo cual hacía que las
raíces Koa y Ketsa armonizaran muy bien.
La segunda acepción de Koatl es doble, gemelo, conservada en el aztequismo “cuate”. De ahí que una
de las traducciones más comunes de Ketsalkoatl sea gemelo precioso. En este caso, el título alude a una
creencia muy arraigada entre los mesoamericanos: que todos los seres vivos poseemos un “doble” o
contraparte del cuerpo físico llamado Nawalli o nagual, proyectado. Debido a que la Serpiente
Emplumada encarna los poderes del nagual, uno de los títulos que le dieron fue Nawalpiltsintli,
príncipe de las transformaciones. En las leyendas, el doble adopta la forma de un ocelote o perro, cuyo
trabajo es transportar las almas de los difuntos a través del río del olvido.
Al igual que en otras culturas de la Tierra, en Anawak la serpiente representaba al miembro sexual
masculino y, por extensión, al acto de producir vida. De ahí que la raíz Koa diera origen a términos
como Yekoatl, acto sexual, y Koa-tlaka, generación humana. Tal sentido quedaba enfatizado al
combinarse con los atributos femeninos contenidos en la raíz Ketsal, lo cual expresaba gráficamente la
capacidad de Ketsalkoatl de ser la madre y el padre del Universo.
Lo anterior se relaciona con otra acepción del término Koatl: ombligo. El ombligo es el órgano que
alimenta la vida, relacionado con el feto o estado potencial de las cosas. También es, según las creencias
toltecas, el punto del cuerpo donde se concentra la energía, razón por la cual, otro de sus significados es
centro. Todos estos contenidos se reflejan en esta figurilla olmeca, que semeja un falo en forma de feto,
en cuyo interior hay una especie de matriz con otro feto diminuto y una serpiente-ombligo.
La connotación umbilical de la serpiente se hace más clara en la escritura nawatl del término Koatl,
que se podía hacer de dos maneras: pictográfica, empleando la caricatura de una serpiente, o fonética,
uniendo los jeroglíficos Ko, vasija, vientre, y Atl, agua. De este modo, el título adquiere otros dos
significados: recipiente de agua y agua del vientre. El primero daba nombre a la sacerdotisa suprema de
la Toltequidad, Siwakoatl Tlakiach Amapane, señora serpiente dueña de los canales ocultos de agua; el
segundo, al líquido amniótico de la embarazada.
¿Qué significan estas metáforas? La vasija de barro tipifica al cuerpo físico y el agua a la conciencia.
La combinación Ko-atl describía, pues, a la materia y el espíritu, una dualidad a la cual los filósofos
toltecas llamaron Tonal y Nagual, evidente y oculto. En una interpretación relacionada con la anterior,
Koatl era el atanor o recipiente donde se realizaba la “obra” de transmutación alquímica.
Este juego de ideas aparece en el mito del nacimiento del profeta. El Popol Vuh, libro sagrado quiché,
cuenta cómo, en cierta ocasión, una joven llamada Chimalma fue al río a buscar agua, pero un dardo
divino perforó su vasija (la vasija intacta y llena de agua es emblema de la Luna llena y de la madre del
profeta, mientras que la vasija quebrada y vacía como la Luna menguante, representa la fecundación y
el parto). Chimalma lloró, pero los dioses, apiadándose de ella, acudieron y cerraron la abertura. Este es
un modo mesoamericano de representar el misterio de la inmaculada concepción.
El emblema de la serpiente también entra en el mito de la fundación de México, ya que un sinónimo
de Koatl era Shiktli, nombre biológico del ombligo. El nombre de México, o mejor dicho, Me-shik-ko, con
acento en la penúltima sílaba, se compone de Me, luna, maguey, Shik, ombligo, más el sufijo locativo
Ko. Cuando las raíces Me y Shik se asocian, la primera adquiere el sentido secundario de vientre. Por lo
tanto, México significa lugar del ombligo de la luna o del maguey, y en sentido figurado, el vientre o
centro de la tierra.
Lo notable es que el jeroglífico con el que se escribía ese nombre no estaba formado por una luna o un
maguey, sino por un águila devorando a una serpiente. El águila es un emblema solar; por eso se
dibujaba en acto de agredir, simbólico de la fecundación. La serpiente es lunar, por lo que se
representaba sometida y enroscada sobre sí misma, formando el jeroglífico de la matriz. La lectura
directa de esta combinación es Kuau’koatl, águila-serpiente, un concepto que encierra la misma
dualidad del ave y el reptil presente en el nombre de Ketsalkoatl.
Este análisis nos permite comprender por qué, en la siguiente imagen de un códice mexica, el dios
Witsilopochtli, colibrí zurdo, fue representado como un apéndice o advocación de Ketsalkoatl. Vemos un
colibrí que liba la flor de la sabiduría, que brota del collar de los ciclos, que a su vez sale del hueso-
germen de la vida, que se proyecta desde la frente o visión interna del sacerdote de la Serpiente
Emplumada. ¡La vida que nace de la muerte!
Witsilopochtli también revela su vínculo con Ketsalkoatl de otro modo, pues su primer término,
Witsil, colibrí, es el equivalente mexica del águila o el quetzal teotihuacano, mientras que el segundo,
Opochtli, daba nombre a lado izquierdo de la creación, y por lo tanto, al Koatl o nagual. Como deidad
independiente, Opochtli era el patrón de los pescadores; esto se relaciona con Ketsalkoatl, pues los
términos Ketsal y Koatl están jeroglífica, etimológica y simbólicamente relacionados con el agua; y
dentro de unas páginas veremos cómo el Ser Supremo se transformó en pez para anunciar a la virgen
Chimalma el nacimiento de su hijo.
En la iconografía de México y los Andes aparecen otras aves, además del quetzal, el águila y el
colibrí, en relación con una serpiente, un dragón o un pez, cuya conjunción compone en todos los casos el
nombre divino. Los mayas empleaban a la guacamaya y la garza, mientras que los incas preferían al
cóndor y el halcón. En el Popol Vuh, el ave mediadora es un cuervo que servía como mensajero entre el
cielo y la tierra, al cual los señores del inframundo, en un desesperado intento por impedir el cambio de
ciclo, le ordenaron que sacrificara a la joven embarazada. Pero, en lugar de matarla, el cuervo la salvó y
desde entonces se dedicó a velar por el desarrollo del niño8.
En algunos monumentos, el nombre de Ketsalkoatl se invierte; en lugar de dibujarse como una
serpiente con plumas, adopta la forma de un ave con atributos de serpientes, tales como cascabeles, ojo
de reptil o lengua bífida. Con frecuencia, el ave se posa sobre un árbol cuyas ramas se extienden a modo
de cruz. Aquí encontramos un juego de palabras, pues el nombre nawatl del árbol, Kuau’tli, también
designaba al águila o principio volátil; además, se forma de la raíz Kau, alargado, cuyo diptongo AU,
resuelto como O, da origen al nombre de la serpiente, Koatl.
Ketsalkoatl como cuervo y serpiente, y como garza y pez. Códice Dresden y relieve maya.
Ave-serpiente sobre un árbol-cruz. Relieve mexica.
Personajes que ofrendan a una cruz sobre la cual se posa una guacamaya con ojos de serpiente.
Relieve maya, Palenque.
8 En Apocalipsis 12 aparece un mito semejante: una mujer de pie sobre la Luna, que pare al niño divino mientras es acechada por un dragón de siete cabezas; pero recibe
alas de águila con las cuales vuela al desierto y escapa.
¿Por qué se asociaba el árbol con la cruz? En primer lugar, porque la cruz está formada de leños;
también, porque representa la intersección de los cuatro rumbos del Cosmos, y un nombre nawatl de
este concepto era Nauyaktli, cuatro puntas o cuatro arremetidas, que, no por casualidad, designaba a la
serpiente de cascabel.
Como consecuencia de esta integración de sentidos, la cruz fue emblema de los profetas
mesoamericanos (circunstancia que los misioneros españoles aprovecharon hábilmente en sus prédicas).
Debido a ello, adquirió los sentidos secundarios de sacrificio y redención, tal como afirma el siguiente
testimonio:
Vieron que (los mayas) tenían cruces, y al preguntarles por su origen, contestaron algunos que, al
pasar por aquellos parajes cierto varón hermosísimo, les había dejado dicha reliquia como recuerdo.
Otros (añadieron) que en ella había muerto un hombre más resplandeciente que el Sol. De cierto, nada
se sabe. (P. M. Anglería, Décadas del Nuevo Mundo)
Otro significado de la raíz Koa es pecar o tener un dolor; se refuerza al combinarse con Ketsalli, que
adquiere la connotación de gracia, impecabilidad. Tal dualidad transforma el nombre de Ketsalkoatl en
la descripción de un movimiento, en un retrato del sendero tolteca, que va de lo limitado a lo pleno y de
lo pecaminoso a lo impecable, a través del merecimiento.
Relacionada con la anterior, está la acepción paralítico, inmovilizado, que da a su acompañante
Ketsal el sentido relativo de moverse con rapidez. En su combinación, ambos términos conforman una
mística idea que fue descrita por dos grandes maestros con las siguientes palabras:
El signo del Padre que lleváis en vosotros es movimiento y quietud. (Jesús, Evangelio de Tomás, 50)
Un estallido controlado y una quietud controlada son la marca de un guerrero. (Carlos Castaneda,
Viaje a Ixtlan, cap. 10)
Por último, mencionaré que el plural de Koatl – Kokoa – significa comprar y vender, y daba nombre
al dinero. La asociación entre el mediador divino y el dinero o medio de cambio es muy antigua; se
remonta a épocas prehistóricas, cuando el ganado era la moneda corriente. Aún se conserva su recuerdo
en el título semita Mashiakh, cordero, latinizado como Mesías, el cual se forma por una raíz relacionada
con el nombre nawatl del venado, Masatl, y con el título del merecido espiritual, Masewalli. Por lo tanto,
al pronunciar el nombre de Ketsalkoatl, sus creyentes de habla nawatl percibían un matiz transferente
o comercial, en el más respetuoso sentido del término.
Ello explica diversas tradiciones de Anawak. Por ejemplo, Ketsalkoatl era el patrón de la casta de los
Pochteka o comerciantes. El emblema que identificaba a los sacerdotes era un Shikipilli o monedero, en
el que no guardaban monedas, sino espinas de penitencia, motas de algodón y trozos de incienso. La
cruz de los rumbos también era jeroglífico del oro, el concepto de “valor” y de la cantidad 8000 (tercer
orden de la numeración vigesimal, simbólico de la abundancia material).
En la biografía del príncipe de Tula hay un episodio que recoge tal asociación de ideas. El cronista
Diego Durán narra que, pocos días antes de inmolarse en una hoguera, Se Akatl regaló a los ancianos
de Cholula ciertas cuentas de piedra verde, una de ellas
...muy bien labrada con una cabeza natural de mono. (Historia de las Indias).
Tales gemas servían por entonces como moneda. Sus seguidores entendieron el mensaje: a través de
esa “compra”, quedaron comprometidos a continuar su misión. Por eso guardaron el precio de su rescate
en un monedero de piel de ocelote y lo veneraron en el santuario de Cholula como la joya de máximo
valor.
Hasta aquí, lo que cabe decir sobre la traducción razonada del nombre de Ketsalkoatl. Como vemos,
no es posible dar en español una idea exacta de la amplitud de imágenes que ese título evocaba en los
antiguos mexicanos, a menos que recurramos a diversas traducciones simultáneas, tales como:
serpiente con plumas, doble precioso, ave de las edades, gema de los ciclos, ombligo o centro precioso,
serpiente acuática fecundadora, el de las barbas de serpiente, el precioso aconsejador, divina dualidad,
cuatro rumbos, femenino y masculino, pecado y perfección, movimiento y quietud, etcétera.
9 Véase Apocalipsis 9:16 y 12:4. Estos números parecen relacionarse con los 300 millones de “dioses” que adoran los hindúes,
Ometeotl no era un dios personal, sino un principio trascendente que conciliaba toda forma de
polaridad. Por su carácter sutil, fue ubicado en el ápice de la escala celeste:
Sabían los toltecas que los cielos son muchos, hay doce escalas. Allá vive el Dios verdadero, al que
llamaban Ometeotl, con su contraparte. (Informantes de Sahagún)
Para sus creyentes, era imposible entender a Ometeotl con las facultades mentales, pues la criatura
no puede exceder al creador ni la parte a la totalidad. Por ello, uno de los nombres que le daban al cielo
o plano de conciencia donde moraba este dios, era una interrogación: Kenami Kan, lugar del cómo. Al
respecto, pregunta un poema mexica:
¿Qué forma tendrán nuestros rostros en la casa del misterio? ¿Es aquello real o acaso no lo es?
¿Quién puede, de cierto, definir la verdad? El Dador de Vida se muestra impenetrable. (Cantares de los
Señores)
El nombre de Ometeotl es un compendio de las creencias toltecas. Los libros de divulgación suelen
traducirlo como dios dual. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en las religiones bíblicas, la
Toltequidad no admitía un dualismo radical; aquí no había cabida para un dios bueno en lucha
permanente contra uno malo, ni un estado absoluto de oscuridad contra otro de absoluta iluminación. El
Universo era visto como un campo integrado de fuerzas, y los símbolos empleados para representar a la
deidad partían de un concepto de la armonía o conciliación de los opuestos.
Para entender el significado del nombre de Ometeotl, hemos de descomponerlo en sus elementos
básicos. Se forma de Teotl, divino, más las raíces Om y E, sintetizadas en el numero Ome, dos. Así que,
en primer lugar, los nawaparlantes percibían en este nombre el sentido de divina dualidad, es decir, la
fuerza polar que da forma al Universo.
Pero, según las reglas del nawatl, cuando dos términos se unen, el primero pierde su desinencia o
sílaba final. Ello le ocurre al número Ome, el cual, al ser compuesto con otra palabra, se queda en Om u
On, como vemos en los términos Ompoalli, cuarenta (literalmente, dos veintenas), Onyoal, dos noches,
Ontetl, dos objetos, etcétera. De modo que un concepto como el de “dios dual” se diría propiamente
Onteotl, a menos que se quiera enfatizar el significado de la sílaba E.
El sonido Om u On designaba originalmente, tanto en las lenguas de Eurasia como en las
indoamericanas, al número uno; aún lo vemos en el español Uno, el maya Hun, el quechua Oma y el
inglés One. Con el paso del tiempo, llegó a significar un par de elementos. De ahí, adquirió más tarde el
sentido de dualidad y, hacia el momento en que se consolidó la lengua nawatl (fines del primer milenio
de la era cristiana), terminó designando al dos. Sin embargo, la partícula Om, On, siguió expresando la
idea de integración, formando términos del nawatl clásico como Ompowi, completo, entero, y Matlaktli-
om-ei, trece (literalmente: diez en unidad con tres). Por lo tanto, en segunda instancia, el nombre de
Ometeotl contenía un sentido de unidad.
En cuanto a la raíz E, pronunciada Ye, Ei o Yei, según vaya antecedida de vocal, termine la palabra
o aparezca aislada, significa tres. En dialecto pochuteco11 el tres se dice Eiom y se forma por
combinación de la raíz E con el nombre del dos, Om, lo cual enfatiza su significado. En este caso ocurre
lo contrario que en la composición nawatl Omei, dos-tres o dual trinidad. De modo que el tercer
significado de Ometeotl era trinitario, conciliador y relativista.
Este significado se ve con claridad en la lengua pipil de Nicaragua. Los pipiles, hablantes de una
forma antigua del nawatl, emigraron al sur cuando cayó Teotihuacan en el siglo VIII después de Cristo.
Por entonces, ellos ya reverenciaban a Ometeotl, al que llamaban Omeya, un arcaísmo compuesto de las
voces pipiles Om, dos, y Eya, tres.
Vemos, pues, que el sentido del nombre de Ometeotl no era dios dual, a secas, sino algo mucho más
complejo: divina uni-dual-trinidad. Es por ello que, a pesar de que hubiera resultado muy fácil escribir
este nombre mediante la unión de los glifos Ome, dos, y Teotl, divino, los mesoamericanos prefirieron
representarlo mediante un triángulo con el glifo de “atadura”, que expresa la integración.
Una prueba de la interpretación anterior, es que la única definición directa del término Ometeotl
conservada en las fuentes, especifica que se trataba de la integración de tres funciones:
Omeyocan: este es como si dijésemos la causa primera, por otro nombre llamado Ometeotl, que es
tanto como Señor de Tres Dignidades... (cuyos aspectos son) Olomris, Hivenavi y Nipaniuhca. (Códice
Vaticano 3738)
Esta cita no sólo describe a la trinidad en forma esquemática, sino que, además, da un nombre
específico a cada uno de sus aspectos, dejando fuera de duda que los mexicas entendían a Ometeotl en
un sentido trino. Aunque fueron escritos en un nawatl un poco bárbaro, podemos reconstruir sus
sentidos, que son los siguientes:
1ro. Olomris (Oloni), de quien mana la existencia.
2do. Hivenavi o Iwinawi, el dispensador de dicha.
3ro. Nipaniuhca o Nepaniu’ka, el que media o sintetiza.
En consecuencia, los textos indígenas aluden al Supremo mediante el número tres. Vemos unos
ejemplos:
Cuando los dioses quisieron hacer el Sol, hicieron penitencias para merecerlo, ofreciendo a los Tres
Grandes perlas preciosas, incienso y otras cosas muy ricas. (Teogonía e Historia de los Mexicanos)
Toda sangre (generación humana) llega al lugar de su reposo, como llegó a su poder y a su trono.
Medido esta el tiempo en que podamos alabar la magnificencia de Los Tres, y medido el que
encontremos la protección del Sol. (Chilam Balam de Chumayel)
El Popol Vuh especifica que las tres esencias de Ometeotl coexisten en unidad, y les llama “corazón
del cielo”, es decir, el principio motor de la existencia:
He aquí cómo existía el Cielo y el Corazón del Cielo, que tal es el nombre de Dios. Estaba cubierto de
plumas verdes y azules, por eso se le llama Serpiente Emplumada… Su primer nombre es Relámpago,
el segundo Huella Sutil del Relámpago, y el tercero, Rayo que Golpea. Los tres son el Corazón del Cielo.
(Popol Vuh I.1,2)
Los quichés personificaron la trinidad con los nombres de Tohil, hacedor de lluvia, Havilix,
sembrador, y Hacavitz, señor del fuego (vital). En otro fragmento, el Popol Vuh especifica que Tohil es el
Ketsalkoatl de los yaquis o mexicas, lo cual indica que a pesar de sus diversos nombres en verdad se
refieren al mismo ser:
¡Grande era su triple naturaleza! En verdad, Tohil es el mismo dios de los yaquis, cuyo nombre es
Yolcuat Quizalcuat (“serpiente oscura” y “serpiente emplumada”). (Popol Vuh III.4,9)
Como era de esperar, la concepción de la deidad como una trinidad quedó reflejada en la cosmogonía.
Los mesoamericanos dividían el Universo en tres planos: cielo, tierra e inframundo, llamados
respectivamente Topan, lo que nos excede, Tlaltikpak, sobre la tierra, y Miktlan, mundo de los muertos.
Cada uno de esos planos se trifurcaba infinitamente, generando un mundo de objetos trinos en
constante evolución.
Así lo vemos en un mural de Teotihuacan, donde el cielo teológico fue representado en el centro de la
composición mediante el jeroglífico Ilwitl, cielo (un arco con vírgulas en sus extremos) sobre el cual
descansan cinco puntos orlados con plumas de quetzal, emblema de la perfección. De ese centro se
proyectan hacia arriba nueve pirámides, y otras tantas hacia abajo, resumidas en tres triángulos con
las flores cruciformes de Ketsalkoatl.
El significado de esta composición es evolutivo, pues los toltecas creían que los procesos requieren de
nueve etapas para manifestarse. Las pirámides superiores están integradas, simbolizando los planos
divinos, mientras que las inferiores se dividen en tres grupos, como corresponde al mundo de la
desintegración, y se conectan con tres nubes que contienen semillas y perros (el perro era el doble de
Ketsalkoatl, encargado de sacar del inframundo los gérmenes de la vida). Por debajo de todo aparece el
mundo de las formas dividido en dos partes: una acuática – el plano de los “dobles” energéticos – y otra
terrenal, que se multiplica en tres planetas repletos de semillas, en cada uno de los cuales hay siete
caracolas que son los alientos o espíritus de la Serpiente Emplumada, según quedó descrito en el
siguiente texto:
La creación. Mural del Templo de la Agricultura, Teotihuacan.
El descenso de la conciencia. Códice Vindobonensis.El descenso de la triple fuera divina. Códice Nuttall.
Allí nacieron siete piedras sagradas, siete guerreros suspendidos en el espíritu, siete llamas elegidas,
y se movieron. Y siete fueron sus nombres. (Chilam Balam de Chumayel, Libro de los Espíritus)
La misma idea aparece en una imagen del Códice Vindobonensis, donde el fenómeno del paso cenital
del Sol fue usado para representar el proceso de la creación. Ante todo, vemos cómo, desde el seno de la
Galaxia (el disco radiante ubicado en el extremo superior del dibujo) descienden dos rayos paralelos,
que son las corrientes vitales que fecundan el Universo. Ambos se refractan a través de una “lente” en
cuyo interior aparece el jeroglífico Uno Flor, nombre calendárico del Sol. Finalmente, son recibidos en la
Tierra, en forma de pirámide ardiente con doce escalones o trece planos.
La interpretación de este dibujo es muy oculta y no cabe en unas pocas palabras, pero puedo notar
que, en Mesoamérica, la Galaxia representaba al estado de conciencia de donde mana la entidad, el Sol
era el ego que nos dota de una individualidad, mientras que el templo en llamas tipificaba al cuerpo
físico, sujeto a muerte e incineración. En una lectura teológica, esta composición expresa la relación
entre Ometeotl, su emanación mediática (Ketsalkoatl) y su vocero humano, Se Akatl Topiltsin.
Encontramos su clave en un poema mexica que describe la glorificación de Se Akatl con las siguientes
palabras:
Yo no lo sabía, y en la pirámide de fuego me fue revelado. He visto un paso allá, en el fondo del mar,
donde el mundo se curva y se esparcen sin forma las arenas. Este cofre de jades incendié por mí mismo,
¡y renací! (Cantares de los Señores)
A través del diseño cosmogónico, la doctrina de Ometeotl influyó también en la concepción del
fenómeno mesiánico, entendido como la triple manifestación de un mismo poder. Por ejemplo, en la
siguiente imagen del Códice Nuttall, el descenso de los voceros se representó como tres guerreros que
caen desde el cielo de Venus, portando cada uno de ellos en su mano derecha un escudo y tres flechas
(emblemas de la unidad y la trinidad), mientras que con la izquierda lanzan hacia la tierra sus
respectivos atributos: la piedra, el rayo y el agua, que equivalen a los elementos alquímicos de tierra,
fuego y agua, con los cuales se realizó la creación. Además, la figura de la izquierda es el portador de la
palabra (el aire).
Una idea similar aparece en un documento maya, el Título de Totonicapan, donde se narra cómo la
Serpiente Emplumada adoptó la forma de tres jóvenes, quienes jugaron un papel importante en el
establecimiento del predominio quiché sobre los mayas del sudoeste. El libro de Chilam Ba-lam contiene
un relato parecido, pero proporcionando fechas y otros datos que nos permiten identificar a las deidades
con ciertos personajes históricos que arribaron a la península de Yucatán en el siglo X de la era
cristiana. Afirma:
El (Señor) del Palacio (fue) el sacerdote que vino a medir estas tierras. Luego vino el (Señor) del
Árbol de la Profundidad y removió la tierra. Pero el que las barrió, fue el Señor Barredor12. Entonces
amaneció para ellos. Nuevo señor, nuevo despertar de la tierra. (Chumayel, Libro de los Linajes)
Finalmente, a través de los mensajeros de la Serpiente Emplumada, el orden cósmico representado
por Ometeotl modeló el orden social, descrito también como una uni-dual-trinidad:
Apréndete esto y entiéndelo: uno sólo es el rey, el corazón de la ciudad, pero dos son los señores... Así
lleva (al mundo) Nuestro Señor (Ometeotl), así lo ha cifrado. (Códice Florentino VI.20)
¿A qué se debe la asociación entre el número tres y la divinidad? El origen de esta doctrina es
psicológico. Debido a que nuestro entendimiento del mundo se basa en lo que podemos captar con los
sentidos, en todas las cosmogonías de la Tierra el Creador es el reflejo de su propia obra. El número tres
es el primero en que se trascienden lo par y lo impar, entrando propiamente en la esfera de las
cantidades; además, expresa la mecánica del acto perceptual, compuesto de un sujeto, un objeto y una
relación. De ahí que fuera elegido para representar a ese ser ideal cuyo cuerpo es la entera creación.
La trinidad aparece en casi todas las religiones de la tierra, sea directamente, como tres dioses, o
modificada mediante el culto al mesías. En el antiguo Perú – una civilización que, por sus relaciones con
México, puede arrojar mucha luz sobre algunos aspectos de la Toltequidad – la creencia en Ometeotl, a
quien llamaban Illapa, rayo, dio origen a una doctrina similar a lo que hemos estudiado. Un autor la
describe así:
En oposición a los objetos complementarios, o Yanantil, (los incas) conceptuaron también como
sagrado todo aquello que estaba sólo o era único, Ch’ulla… La conjunción de ambos elementos
simbólicos, par e impar, representaba el todo único que estructuraba el orden del Universo. Este todo
estaba representado por el signo de los tres escalones, en el cual los tres espacios configurados en su
forma represen-taban las tres dimensiones mayores, entre las cuales consideraban interactuaban los
flujos de energía vital que hacían posible la interrelación entre los hombres y lo divino. (F. Salazar,
Cuzco y el Valle sagrado de los Incas)
12 Tal como observan Vasquez y Rendón, barredor se dice en maya yucateco Miscit, término que hace juego con el
La integración de las dualidades. Figurilla de Tlatilco. El iluminador del inframundo. Relieve olmeca.
En una lámina del Códice Vindobonensis, ambas serpientes – una oscura y con estrellas y la otra
emplumada y con llamas de fuego – se enroscan en torno al árbol del conocimiento cual una escala viva
por donde asciende un personaje cuyo casco, en forma de cabeza de dragón, lo identifica como un
iniciado en el saber tolteca. Gracias a las serpientes, el personaje ha logrado escapar del plano terrestre
simbolizado por el recuadro al pie del árbol, y penetra valientemente en lo desconocido. El gesto de sus
manos no puede ser más elocuente: su izquierda indica la pluralidad, es decir, la descomposición
inherente al cuerpo físico; su derecha, el renacimiento del espíritu en unidad.
Un conjuro mexica expresa la misma idea del ascenso y trascendencia de las dualidades mediante la
“escala preciosa” de la conciencia, con las siguientes palabras:
!Venid! Subamos la preciosa escalera. No mañana ni pasado mañana, ¡aquí y ahora! Veamos quién
está matando al respetable hijo de los dioses (el ser humano). Os lo ordeno yo, el sacerdote, el sabio, el
que cura. (Alarcón, Tratado de las idolatrías)
Como hijos Yowalkoatl-Ketsalkoatl, los humanos también tenemos una naturaleza dual, pues
estamos constituidos por una mitad visible (la personalidad) y otra invisible, generalmente escondida en
lo profundo del subconsciente. De ahí que el nombre nawatl del ser humano fuese Tlakatl, mitad, pues
no se consideraba completa a una persona hasta que encontrara y desarrollara el otro par de su
totalidad, al cual, por lógica, le llamaron Nawalli, doble.
Ese doble oculto fue personificado con el nombre de Sholotl (de la raíz Shol, resbalar, deslizarse).
Sholotl representa la capacidad que, según aquellas creencias, posee todo ser humano para hilvanar
una secuencia de memoria en ese ámbito de la conciencia donde la personalidad se desconecta. Es el que
se proyecta, el chamán de doble vista, capaz de volar entre la tierra y el infierno para servir de guía a
los seres vivientes. En una imagen de un códice mixteca lo vemos en función de maestro nagual
(identificable por su tocado de lechuza), instruyendo con su cara diestra al sacerdote de Ketsalkoatl y
con la siniestra al de Yowalkoatl. ¡Es el amo de la ambigüedad! De él dice el conjuro mexica:
¡Vedme! Soy el dragón de luz, conozco al Anciano y a la Anciana, vivo en el mundo de los muertos y
con los que no mueren. (Alarcón, Tratado de las Idolatrías)
Por su función como psicopompo o transportador de almas, Sholotl es el Sol de medianoche, es decir,
el vestigio de voluntad que resta aún en el más profundo estado de subconciencia. En una lámina del
Códice Borbónico lo vemos en animada plática con su hermano, el Sol diurno (imagen del ego), rodeados
de signos que describen el proceso del despertar interior. Entre ambos hay una bola de estambre en
forma de ojo-estrella (visión espiritual) atravesada por dos espinas floridas (penitencia) que tipifican la
guerra entre las opuestas tendencias de los instintos animales y la voluntad. El ardor de la guerra se
denota por los glifos que hay debajo: un chile y una cesta con flechas. Sus resultados aparecen en la
parte superior: un monedero sacerdotal emplumado del que brota una cabeza de serpiente (la condición
de Ketsalkoatl), una cesta de ofrendas con un pernil de venado y un ala (la abundancia espiritual) y
unas correas de carga (la condición del macehual o merecido por el autosacrificio). La guerra tiene lugar
en el seno del agua celeste, bajo el cielo de Venus, el astro de la transformación.
Los toltecas creían que aquellos individuos que consiguen domesticar a su Sholotl interior, se
transforman en naguales. Según afirma un cronista, tal facultad era prerrogativa natal, pero había que
ratificarla mediante un entrenamiento y unos compromisos apropiados:
Cuando el niño nace, el demonio, por el pacto que sus padres tienen con él, le dedica al animal que
ha de tener por nahual. Advirtiendo que tal niño, después que llega a uso de razón, reitera el pacto
expresamente. (De la Serna, Tratado de las Supersticiones)
Generalmente, Sholotl era pintado como perro, por la capacidad que tiene este animal de acompañar
y guiar al ser humano; también como ocelote, pues su rol de combatiente contra los demonios del
inconsciente era eminentemente onírico, y las manchas del ocelote recordaban las estrellas y la vida
nocturna. Otra de sus características era su deformidad, pues sus miembros se retorcían formando el
jeroglífico Ollin, movimiento, lo cual describía un simbolismo de destrucción y renovación.
Sholotl como perro, ocelote y águila-ocelote. Códices Fejervary y Cospi, y mural de San Mateo Xalatlaco.
Por su oscuridad, su naturaleza animal y su deformidad física, Sholotl representa el tránsito entre
las leyes y los estados, la disolución alquímica de los elementos, la quiebra entre el día y la noche, el
paso de la muerte a la resurrección y el giro vertiginoso de la conciencia por los infinitos mundos de la
percepción.
En las religiones dualistas, como la cristiana o la musulmana, el papel de Sholotl es asignado a una
deidad negativa que sirve para tentar al ser humano y, al mismo tiempo, le hace contrapeso a la deidad
positiva. Pero en la visión tolteca no había más tentación que un estado de ignorancia; de modo que
Sholotl no es otro que el propio Ketsalkoatl, encargado de enfrentar al hombre con su finitud,
haciéndole saber que está sólo ante las fuerzas de la Naturaleza, y que únicamente cuenta con su
capacidad de proyectarse.
El mito relata que, en cierta ocasión, Ketsalkoatl viajó al inframundo para sacar los huesos de los
antepasados, a fin de crear por quinta vez a la humanidad. Como su carga era muy pesada, tropezó y
cayó en tierra, de modo que los huesos se desparramaron y rompieron. Entonces Ketsalkoatl preguntó a
Sholotl:
¿Qué haremos, doble mío? Aquel le respondió: Se frustró tu misión, más, ¡sigamos adelante! (Anales
de Cuauhtitlan)
La moraleja de la historia es que somos producto de una voluntad que supo pasar sobre todas las
dificultades. Sholotl es, pues, la reserva de energía que permite a la conciencia sobreponerse al agobio
del reino de los muertos, el atajo vivencial que lleva al campo de la espiritualidad pura, que los nawas
llamaban Senka Papalokan, el país de las infinitas mariposas.
En tal función de guía y camino, el arte lo representa como un Ketsalkoyotl o coyote emplumado.
Esto es un juego de palabras, porque la raíz Koyo, además de coyote, significa soplar y agujero, lo cual
identifica a esta deidad como una advocación del viento o espíritu divino, y como el agujero o paso entre
las múltiples dimensiones de la realidad. Este último sentido fue dramatizado por la leyenda que
describe al príncipe Se Akatl de Tula invocando a los topos y los tejones (las fuerzas de la Naturaleza)
para que hicieran un agujero en la “pirámide” de su propio cuerpo, a fin de emerger en la cima como
Señor del Fuego Nuevo:
¡Venid, hermanos! Horadad este templo desde su base hasta arriba, haced un camino secreto para mi
ascenso. (Alarcón, Tratado de las Idolatrías)
Y fue su palabra una medida, un destello de gracia que quebró y barrenó las espaldas de los montes.
(Chilam Balam de Chumayel)
Por ese logro, sus seguidores le otorgaron el título Tepekoyoni, el que taladra la montaña,
entendiendo que la “montaña” es el mundo visible y la cueva que hay debajo de ella, por donde se
acortan las distancias y los tiempos, es la morada del nagual, accesible a los que son como niños de
corazón. Ello explica la siguiente versión de la leyenda:
Los dos maestros de la penitencia, Quetzalcoatl y Totec (Nuestro Señor, otro nombre de Sholotl),
tomando a los niños e inocentes de Tula, llegaron a cierta montaña que no pudieron pasar. Entonces
idearon agujerearla por debajo, y así pasaron. (Códice Vaticano 3738, p. 14)
Otra metáfora del paso entre las dimensiones era el espejo perforado. Por su asociación con los
reflejos, que representaban los sentidos, el espejo era el emblema mesoamericano de la percepción. Un
agujero en su superficie reflectante indicaba la capacidad de percibir, tanto los reflejos superficiales
como lo que hay más allá de ellos, es decir, las apariencias y las esencias. Por ello, el Códice Matritense
define al tolteca como alguien que es al mismo tiempo capaz de iluminar y reflejar:
El tolteca es sabio, es una lumbre, una gruesa antorcha que no ahuma, un espejo horadado de lado a
lado. Hace sabios los rostros, les hace tomar identidad..
En el espejo de la cabeza, allí donde se adquiere la vida, ha creado mi divinidad al guerrero. ¡Yo
perforaré el madero del fuego, allá, en la montaña de la Serpiente de Nubes, en el lugar de los divinos
antepasados! (Cantares de los Señores, Canto de Cinco Flor)
Al describir a Sholotl-Ketsalkoatl como un taladrador, el mito nos pone en la pista de otra de sus
funciones, pues él es el agricultor divino, aquel que, al perforar la tierra con un palo, permite la
germinación de la semilla. En un mural de Teotihuacan descubierto por Séjourné, Sholotl fue dibujado
como un minúsculo perrito que asoma su cabeza en la bolsa de semillas con las cuales el sacerdote de
Ketsalkoatl fecunda a tierra. Al caer, las semillas producen un sonido que se eleva al cielo cual florida
oración.
El sembrador divino. Mural de Teotihuacan. Jeroglífico de Se Akatl, uno caña, y su sentido geométrico.
Como es obvio, el palo y el hueco resultante eran una gráfica imagen de los atributos del macho y la
hembra en acto de fecundación, lo cual recuerda uno de los sentidos del nombre de Ketsalkoatl. Pero
este símbolo también tenía un contenido jeroglífico, ya que, en su conjunción, el palo y el círculo del
agujero daban nombre al profeta Se Akatl, uno caña, así como a la relación entre el diámetro y la esfera,
una proporción fundamental de aquella cosmovisión13.
Un mito recíproco al del paso del héroe por el mundo inferior, es el que cuenta cómo Ketsalkoatl
ordenó construir un puente sobre “el torbellino de las aguas que chocan”, a fin de conciliar ambas orillas
de nuestra dualidad. He aquí el relato:
Llegaron a una quebrada por donde pasaba un río de grandes aguas, en cuya orilla había un
promontorio de piedras. Ce Acatl golpeó la piedra, la cual cayó y formó un puente sobre el cual pasaron.
El puente aún existe en aquel paraje que, por su causa, se llama Peñas Desgajadas. (Cita resumida de
Anales de Cuauhtitlan)
Con historias como esta, el pensamiento tolteca encontró una solución metafórica a un dilema que en
otras religiones generó grandes problemas filosóficos: la contradicción aparente entre nuestras
naturalezas divina y animal. Tal como afirma Séjourné,
El mensaje de Quetzalcoatl consiste en resolver el problema de nuestra dualidad. La parábola del rey
de Tollan enuncia los principios del desprendimiento y la renunciación por los cuales el hombre puede
reencontrar su propia unidad. Quetzalcoatl hecha sobre él un puente para que sus discípulos puedan
seguirlo. Esta acción de crear un puente nos dice, una vez más, que su misión tiene por objeto establecer
una comunicación entre la tierra y el Cielo, unir el hombre a Dios. (Pensamiento y Religión en el México
antiguo)
13 La proporción Pi derivaba de la división radial del espacio en veinte partes, pues el ángulo resultante (18 º), es
Emblemas del cielo y la eternidad. Códice Vaticano 3738, estela de Uxmal y museo de Kamilajuyú.
El juego de pelota. Códice Tolteca-chichimeca.
Formación del jeroglífico del ciclo a partir del cubo.
Greca escalonada, cruz de los rumbos, signo Atlachinolli, pentaclo en la oreja de un sabio.
Códice Tolteca-chichimeca y vaso maya.
Los toltecas concebían al Universo como una conjunción de pisos y escalones celestes e infernales,
cuya combinación con los rumbos cardinales daba estructura a la manifesta-ción de las cosas. El centro,
punto de encuentro de los planos vertical y horizontal, representaba lo equilibrado, lo correcto, lo
intencional, lo que nos dignifica. Según vemos en el siguiente texto, no era una posición estática, pues,
para per-manecer en ella, había que moverse de determinada forma:
Sólo avanza adelante, sólo mira al frente cuando vayas. Pues únicamente en el centro existe la
función social, la condición honorable. (Olmos, Huehuetlahtolli)
Debido a su identificación con la posición central, los toltecas fueron conocidos como Kiname’,
equilibrados, armónicos.
Los toltecas se llamaban Quiname, y su saludo era: “que no te caigas sobre la tierra”. (Anales de
Cuauhtitlan)
El centro se representaba mediante la intersección de los palos de la cruz; por ello se le atribuyó el
número cinco. A su vez, el cinco emanaba los rumbos de “arriba” y “abajo” para formar el sagrado siete,
número de la integración de la multiplicidad. Séjourné describe la relación entre el cinco y el siete como
un juego dialéctico:
Si el cinco es la cifra del reencuentro dinámico que anula los contrarios, el siete, asociado a escenas
de plenitud, quizás simbolice la reintegración definitiva en el Gran Todo. (Pensamiento y Religión en el
México antiguo)
Pero el simbolismo iba más lejos. Estos números también representaban al inframundo y el cielo,
dibujados respectivamente como una pirámide invertida de cinco pisos y nueve escalones, y una positiva
de siete pisos y trece escalones14. En el ápice de la escala celeste moraba Ketsalkoatl, mientras que su
14La elección de esos números se originó de un trasfondo psicofísico común a la especie humana, que fue estudiado
en detalle por las culturas de Anawak, constituyendo la base de un sistema cabalista calendárico de gran
profundidad.
contraparte infernal, Miktlanteku’tli, señor de los muertos, habitaba en el quinto plano de la escala
inferior15.
Por su posición en el ápice del inframundo, el quinto plano fue llamado Ilwikatl Mamaluakoka, el
cielo donde se gira en torno. Como afirma un códice, aquí se transforma la energía, resumiendo la
experiencia de las generaciones pasadas y generando nuevas creaciones, en un ciclo automotor, increado
y eterno:
Los pisos del cielo... giran sobre la tierra, y giran para siempre allá, en torno al primero. (Título de
Totonicapán)
Yo (Ketsalkoatl) recorro el camino amplio, el que se bifurca en dos (corrientes), el que carece de
centro y de extremos, el que nunca cesa (en su movimiento) y nunca se empolva (porque es arquetípico),
el que, día y noche, es recorrido (por las energías). (Alarcón, Tratado de las idolatrías)
El conjunto de los planos celestes e infernales recibía el nombre de Semanawak, unidad en la
diversidad, un término equivalente a nuestro concepto de Universo (único y diverso), pues se forma de
las raíces Sen, uno, y Anawak, contrario.
Ambas pirámides se conectaban en Tlaltikpak, sobre la tierra, el mundo de la conciencia humana
cotidiana. Siendo reflejo del orden cósmico, Tlaltikpak generaba su propio micromundo, desplegándose
hacia los cuatro rumbos en el plano horizontal, los cuales definían tanto un ámbito espacio-temporal
como psicológico, pues estaban dedicados a cuatro grupos de personas que constituían modelos de
conducta en aquella sociedad; sus nombres eran:
1. Tlawistlampa, rumbo de la luz, al oriente, dedicado a los guerreros muertos en batalla, quienes, se
decía, acompañaban al Sol en su recorrido ascentende (de la medianoche al mediodía).
2. Siwatlampa, rumbo de las mujeres, al poniente, donde moraban las mujeres muertas en la
sagrada guerra de dar a luz, quienes tenían la misión de acompañar al Sol en su curso descendente (del
mediodía a la medianoche).
Los cinco pisos del inframundo, relieve olmeca. Siete pisos y trece escalones, vaso maya.
La cita anterior nos demuestra que la cosmogonía proporcionó el marco para la interpretación tolteca
del mito mesiánico. Los rumbos fueron personificados con el nombre nawatl de Tameme’, cargadores, y
el maya de Bacab, columnas o sostenes del orden cósmico. De ellos dice un cronista:
Entre la muchedumbre de dioses que esta gente adoraba, adoraban cuatro llamados Bacab. Decían
que eran cuatro hermanos a los cuales puso Dios cuando crió el mundo a las cuatro partes de él,
sustentando el cielo para que no cayese. Decían de estos Bacabes, que escaparon cuando el mundo fue
destruido por el diluvio. (Landa, Relación de las cosas de Yucatán)
Por su parte, la leyenda nawatl contaba cómo, al comienzo del tiempo, Ometeotl proyectó una
dualidad llamada Omesiwatl y Ometeku’tli, señora y señor de la uni-dual-trinidad; debido a que su
función era sostener la conciencia humana, fueron apodados Tonakasiwatl y Tonakateku’tli, señora y
señor de nuestro sustento. Ambas energías cohabitaron en la oscuridad y produjeron cuatro hijos
llamados los Teskatlipokas, humos del espejo. He aquí el relato de su nacimiento:
Tenían un dios al que decían Tonacateuctli, el cual tuvo por mujer a Tonacacihuatl, los cuales
estuvieron siempre en el cielo trece, de cuyo principio no se supo jamás. Este dios y diosa engendraron
cuatro hijos. Al mayor llamaron Tlatlauhqui (rojo). Al segundo Yayauhqui (negro). Al tercero
Quetzalcoatl. Al cuarto y más pequeño, Huitzilopochtli (colibrí zurdo), porque fue izquierdo, al cual
tuvieron los de México por dios principal. (Teogonía e Historia de los Mexicanos)
En una imagen del Códice Borgia, los cuatro Teska-tlipokas se proyectan de una bola de incienso
como emanaciones del quinto, quien permanece por encima de todos, sosteniendo dos cetros con forma
de fauces de dragón que indican que él es el creador de los ciclos. Debido a que eran cinco, el arte los
representaba como una estrella de cinco puntas, emblema de la unidad del quinario y del ciclo de
Venus.
¿Qué representan estos seres? El término nawatl Poka o Popoka, humeante, también significa
reflejo, resplandor. De modo que ellos son los cinco rayos o tonos vibratorios cuya combinación produce
la entera creación, y cuyos reflejos en la materia son los cinco sentidos que nos conectan con las cosas.
Por eso, los mexicanos los dibujaban con los colores básicos de su paleta (blanco, negro, verde-azul,
amarillo y rojo), y les apodaban los Tonaleke’, luminosos:
Creían los mexicanos que había trece cielos... En el quinto (moraban) cinco dioses, cada uno de
diverso color y por esa causa (llamados) Tonaleque. (Teogonía e Historia III.99)
Su gestación se consideró una respuesta de Ometeotl al clamor de la Madre Tierra:
Se levantó la Gran Madre Ceiba en medio de la destrucción de la tierra, se sentó derecha y alzó su
copa pidiendo hojas eternas. Con sus ramas y sus raíces llamaba a su Señor. Y se levantó el niño rojo al
oriente de la tierra. Y se alzó el niño blanco al norte de la tierra. Y se levantó Serpiente Décima (el niño
negro, al poniente). Y se levantó el niño amarillo (al sur). Estas son las voluntades de la tierra. Y en ese
momento bajó de lo alto aquel que se mueve en el cuarto plano de las estrellas16. (Chilam Balam, Libro
de los antiguos dioses)
Los Tonaleke’ representan la conexión entre lo alto y lo bajo, lo oculto y lo manifiesto. Son los
poderes ejecutivos del Ser Supremo. Se les asociaba con los cinco árboles sagrados, las cinco edades de
la tierra y los cinco momentos astronó-micos del planeta Venus. Según el mito, cada uno de ellos se
manifestó durante el predominio de una edad cósmica.
El primero en aparecer fue Yayau’ki, el Teskatlipoka negro o manchado, quien contenía en potencia
los atributos que posteriormente desplegaron sus hermanos. El segundo fue Shoshou’ki, el verde o
liberado, adorado como Tlalok, Señor de la lluvia y la fecundidad, cuyo rostro estaba formado por
serpientes y nubes. Le siguió Chichiltik, el Teskatlipoka rojo, también conocido como Shipe Totek,
nuestro señor desollado, representado como un guerrero en el acto de deshacerse de su piel vieja para
revestirse de otra nueva. Tras ellos se manifestó Istak, el Teskatlipoka blanco, más conocido como
Ketsalkoatl. Por su capacidad de resumir la serie, el quinto Teskatlipoka fue apodado Makuilshochitl,
cinco flor, y recibió como emblema una flor de cuatro pétalos en cuyo centro se mezclan todos los colores.
Más que entidades, los Teskatlipokas son funciones divinas, o, si se prefiere, proposiciones filosóficas
y Psicol.-gicas, pues la periódica destrucción y recreación del mundo también se entendía como etapas
en el ciclo de civilización y barbarie. Por ello, la siguiente cita justifica el la aparición en la tierra de los
Tonake’ como una necesidad moral:
Tonacatecutli envió a su hijo para salvar al mundo… Porque el Padre lo había creado, pero los
hombres se entregaron al vicio. (Códice Vaticano)
Debido a la naturaleza de su misión, los mayas les apodaron Ah Katiyom, los padres del sacrificio:
La teogonía chortí, calcada sobre los mitos del Popol Vuh, establece diferencias funcionales entre las
tres diosas lunares… La única que desempeña funciones maternales es la Luna adulta, porque marcha
siempre en compañía del dios-niño, el cual tiene un séquito de (otros) cuatro infantes llamados Ah
Katiyom, ya que dieron su vida para salvar al mundo. (R. Girard, El Popol Vuh, fuente histórica)
El concepto del sacrificio implica la existencia física, la limitación de la conciencia divina debido al
contacto con el lado material del Universo. En otras palabras, según estas creencias, los Tolnaleke eran
los moldes arquetípicos de ciertos individuos de carne y hueso que asumieron la conducción de la
sociedad mesoamericana como representantes de la Serpiente Emplumada. La siguiente cita revela que
los consideraban personajes reales, históricos, con una trayectoria y un mensaje propios, aunque
poseedores de un título común:
16 Como los mayas contaban desde cero, su cuarto plano celeste equivale al quinto del mito nawatl.
Este Quetzalcoatl fue el que dicen que hizo el mundo… Este solo tenía cuerpo humano… y los demás
dioses no tenían cuerpo (eran abstracciones). Y le llaman Cuatro Veces Señor, porque dicen que (él) se
ha perdido cuatro veces y se ha de perder otra… Porque siempre que se perdía, no se perdía
(resucitaba). (Códice Telleriano)
Resumiendo lo que hemos estudiado hasta aquí: la teología tolteca proponía la existencia de un
principio único sostenedor del Universo (Senteotl-Ketsalkoatl), con una función trina creadora
(Ometeotl), de la cual emanabas cinco aspectos mediadores (los Tonaleke’ o Teskatlipokas) que se
manifestaban en cinco voceros humanos de la Serpiente Emplumada. Todos estos principios
colaboraban para sacar al Universo de la confusión y transformarlo en un sitio habitable, digno de la
presencia humana. Y por supuesto, concebían también un reflejo de esta teogonía, compuesto por la
personificación y jerarquización de aquellas fuerzas reactivas que se oponen al orden del caos.
Debo aclarar que la creencia en cinco rayos o emanaciones del Espíritu no es originaria de Anawak;
aparece en términos semejantes en toda América. Los aimarás de Bolivia y Perú les llaman los Uru
Samptni, dioses originales, llamados Pakani, el grande, Malku, el real, Uma, el primero, Inti, el solar, y
Pachamama, la madre tierra. Los incas los representaron como estrellas en el retablo de oro del templo
de Coricancha, en el Cuzco; el mito los describía como cinco “huevos” o esencias creadoras que el
supremo Pariacaca puso en la cima de una montaña:
De los cinco huevos que Pariacaca puso en la montaña volaron cinco halcones. Esos se convirtieron
en hombres y echaron a andar. Y (debido a que) escucharon tanto de las cosas (malas) que habían hecho
los hombres, dijeron: “Soy dios”, y así se hicieron adorar. (F. de Ávila, Dioses y Hombres de Huarochirí)
Existen conceptos parecidos en las culturas del Viejo Mundo. Por ejemplo, el Zohar, libro de la cábala
judía, afirma:
Desde el día en que el Santo dijo a la Novia celeste (la sabiduría): “Disminuye y desciende (a la
tierra)”, ella no volvió a unirse en vínculo perfecto con el Sol hasta que vino Salomón (el prototipo
mesiánico). Pues Salomón está en el quinto grado (de la escala celeste), y el quinto día creativo es el
misterio de la redención.
El génesis chino cuenta cómo, hace miles de años, el Creador descendió a la tierra en forma de cinco
hermanos llamados Wu Lung, los cinco dragones o iniciados. De ellos dice un estudioso:
Los gobernantes de los Cielos entregan su Mandato a los más enaltecidos de los mortales, quienes a
su vez tratan con los espíritus (humanos) para asegurar que el mundo se mueva de acuerdo a los ciclos.
Guiados por las manos invisibles…, los Wu Lung son la orden más elevada dentro de la jerarquía
instruida de China. (http://www.oscurossecre tos.com.ar/index.php?op=articulos&task=verart&aid=726)
En la India, la creencia en los cinco rayos o avatares de Shiva, el hacedor-destructor de mundos,
alcanzó un desarrollo comparable al tolteca, llegando a constituir la doctrina central del hinduismo. De
ahí pasó al budismo, donde generó la doctrina de los cinco Dhyanis o budas meditantes que sostienen el
Universo. He aquí como la describe un autor, con términos que son completamente aplicables al mito de
Ketsalkoatl:
Los Cinco Budas de meditación son guardianes de los cinco rumbos. Aunque tienen atribuciones
diferentes, son esencialmente semejantes. En su esencia trascendente pertenecen al Nirvana y no
poseen ningún vínculo directo con el mundo. Esta inaccesibilidad hace que se desdoblen en un cuerpo
mediador, capaz de emitir una forma (humana) para descender a la tierra. Se reparten en cinco
sentidos, cinco virtudes, cinco colores y cinco puntos cardinales sobre los cuales ejercen su regencia. En
la India, el cinco era el número sagrado del matrimonio entre el Cielo y la Tierra. (M. Percheron, O
Buda e o Budismo)
Capítulo
5
LAS
DIMENSIONES
DE
KETSALKOATL
Casi todas las culturas de la Tierra han representado al mediador divino con atributos del reptil y el
ave. Ello se debe a que, en su combinación, estos animales describen a un ser que es capaz de volar al
cielo de la conciencia, manteniendo los pies sobre la tierra.
Imágenes de serpientes emplumadas o aladas, más conocidas como dragones, aparecen con
abundancia en el arte chino. El caduceo o cetro del dios griego Hermes se formaba por dos serpientes
con alas. Los egipcios vieron en el Sol a una serpiente volátil, responsable de las crecidas cíclicas del río
Nilo, que fecundaban los campos físicos y espirituales. Hasta hoy, los hindúes veneran a Shesha, la
serpiente del tiempo sobre la cual cabalga Vishnu, el prototipo mesiánico.
En el lenguaje alquímico, la serpiente emplumada representa al espíritu y la serpiente lisa al cuerpo.
La Biblia describe a los serafines (del hebreo Saraph, serpiente) como los agentes de la Divinidad. El
patriarca Moisés elevó la estatua un serafín sobre el campamento israelita, con la inscripción: “todo el
que la mire, vivirá” (Números 21.8). Los cristianos aceptan dicho simbolismo desde el momento en que
Jesús les recomendó ser sutiles como serpientes y libres como aves, y se presentó a sí mismo diciendo:
Yo soy la serpiente que se alza sobre el desierto. (Juan 3.14).
Todos los pueblos de Indoamérica conocieron a Ketsalko-atl con diversos nombres. Las naciones del
norte le llamaron Manittu, el gran espíritu. En Colombia y Centroamérica era el sabio Bochica, quien
envió al profeta Chibcha para sostener la tierra. Los peruanos lo conocieron como Viracocha, simiente
del océano, representado en la Puerta del Sol de Tiahuanaco como un hombre-sol que enarbola dos
serpientes con cabezas de cóndor; su representante humano fue Tonapa, el esclarecido. Los mayas le
llamaron Kukulcán, serpiente emplumada, y lo esculpieron como un dragón con plumas que arroja
fuego por la boca, síntesis del poder de los elementos. Los quichés lo conocieron como Gucumatz,
serpiente acuática voladora.
La universalidad de los símbolos que aluden al Ser Supremo, demuestra que existe una psicología
común tras el impulso humano de adorar. Lejos de derivar de un sentimiento de temor a lo desconocido,
como afirmaban los antropólogos del siglo XIX, el emblema de la serpiente con plumas revela que ese
impulso procede del reconocimiento extático de que en nuestro interior conviven dos naturalezas, una
animal y otra divina, y que ambas se pueden fundir en un intenso estado de conciencia. Todas las
religiones de la Tierra procuran acercar al creyente a ese estado; sus diferencias responden más a la
forma de hablar o vivir de cada pueblo, que a cuestiones esenciales. Por ello, el estudio del mito de
Ketsalkoatl nos puede ayudar a entender, no sólo un aspecto de la historia de México, sino también
ciertos fundamentos de la cultura occidental.
Serpiente con alas. Mural egipcio. Centro de Hermes. Moneda hebrea con un serafín.
Pues les repugnaba que lo que nunca fue hombre ni estuvo revestido de carne, obtuviese distinción
divina. (Hernández, Historia de las Indias)
Para los toltecas, la condición humana era causa y la divinidad consecuencia; entre ambas mediaba
el trabajo interior por el desarrollo de la conciencia, sin el cual no había mérito posible. La chispa divina
nacida en cada niño no era un estado final, sino una semilla que debía plantarse y cultivarse
cuidadosamente, para que diera fruto en la forma de un hombre verdadero.
En consecuencia, estas creencias no sólo asumían el cuerpo físico con sus poderes y limitaciones, sino
que, de hecho, lo consideraban un vehículo imprescindible para la elevación de la conciencia.
Lejos de constituir un elemento inútil que no hace más que molestar al espíritu, la materia le es
necesaria, porque únicamente por la acción recíproca del uno sobre la otra, la liberación es conseguida.
Parecería que, si la materia es salvada por el espíritu, este a su vez tiene necesidad de ella para
transformarse en energía conciente, sin la cual la creación dejaría de existir.
Esa energía indispensable a la marcha del Universo no puede surgir más que del hombre, porque
sólo él posee un centro susceptible de transformar el espíritu, que estaría destinado a perderse en la
materia. Salvándose él mismo, el hombre – del que Quetzalcoatl es arquetipo – salva entonces a la
creación; por eso es el redentor por excelencia. (Séjourné, Pensamiento y Religión en el México antiguo)
La asumpción de lo humano en el plan divino no implica que los toltecas limitaran lo divino a
nuestra común escala de valores, sino que, por el contrario, atribuyeron a la carne una dimensión
sublime, derivada de su capacidad para percibir que, en esencia, toda materia es energía. No había
dualidad antagónica en esa visión; como afirma Séjourné, Dios y hombre pertenecían a la misma
realidad:
El pensamiento nahuatl repite incansablemente la aventura del hombre que se convierte en Sol.
Esta comprobación perturba nuestros hábitos mentales porque, al proclamar el origen humano de la
Divinidad, señala una religión en las antípodas, no sólo del tan celebrado politeísmo de los primitivos,
sino también de toda teología en la que Dios es de una esencia diferente de sus criaturas. (El Universo
de Quetzalcoatl)
Al pasar por el cauce de lo humanidad, el concepto tolteca de lo divino incorporaba los atributos del
dolor, el pecado y la muerte, que la cultura cristiana considera antitéticos de Dios. El razonamiento
subyacente en esta doctrina era que, así como la semilla tiene que pudrirse para producir fruto y el
alma ha de pasar por el infierno antes de resucitar como estrella del alba, también los poderes de la
Serpiente Emplu-mada debieron entregarse en ofrenda a los imperativos de la Naturaleza para
conseguir el milagro de la creación de un semejante: el ser humano. De hecho, el mito condicionaba la
toma de conciencia de los dioses a dicha creación:
Permanecía en soledad el Creador, el Formador, la Serpiente Emplumada, el Engendrador de toda
vida, permanecía en el seno del agua rodeado de luz. Su naturaleza era de profunda concentración. Así
existía el Cielo y el Corazón del cielo. Entonces manifestó su palabra, habló consigo mismo, se consultó y
pensó, comprendió su pensamiento y meditó sobre él. Y mientras meditaba se hizo la luz, y con la luz se
manifestó el Hombre, pues se dijo: “no habrá gloria ni grandeza en nuestra creación hasta que exista el
ser humano, el hombre formado”. (Popol Vuh I.1)
Observemos cómo, en el momento en que las fuerzas del Universo cobran identidad en Ketsalkoatl,
surge en ellas el propósito del ser humano. Pero no el hombre o la mujer común, esclavo de sus pasiones
y sujeto al doloroso proceso del nacimiento y la muerte, sino el hombre como un proyecto ideal,
representado por los mensajeros de la Serpiente Emplumada17. Con esta interpretación, los sacerdotes
toltecas transformaron el mito en una incitación al hacer dignificante, incluyendo, de paso, el esbozo de
una escatología, es decir, la promesa de una redención.
El uso de lo humano como metáfora y condición de lo divino hecha por tierra la creencia popular de
17 Este hombre arquetípico es el Adán Kadmón de los cabalistas y el Sanat Kumar de los hindúes. Los anawakas le
El apéndice coronario en una pintura de El Bosco. Prominencia en la cabeza de Buda. Eestatua china.
Apéndice coronario en forma de flor y planta de maíz y pedernal. Vaso maya y relieve olmeca.
Dicho apéndice coronario aparece en otras tradiciones de la Tierra; los cristianos lo describen como una
lengua de fuego que se posó en las cabezas de los apóstoles al recibir el Espíritu Santo; los hindúes y budistas lo
representan como un loto de mil pétalos; los mayas también dibujaban una flor, o bien un ojo en el centro de la
coronilla, los mexicas un cuchillo de pedernal y los olmecas un brote del maíz, o bien la marca del
cuchillo. En todos los casos, el significado es el mismo: el renacimiento interior.
El despliegue del brote de maíz como metáfora de la resurrección interior quedó descrito en el
siguiente canto mexica, con alusiones rebosantes de un tecnicismo místico:
¡Oh, mi Dios! Tu agua, don de piedras preciosas, al descender a mi canal, ha convertido al árbol en
quetzal. La preciosa serpiente de fuego me abandonó. ¡No perezca yo, tierno brote de maíz! Mi corazón
es turquesa, ¡vea el oro!18 Sea mi corazón reconfortado, madure (en mi) el hombre, nazca el vencedor19.
(Sahagún, Himnos sacros, Canto de nuestro señor desollado)
El Teowa o divinizado no era un dios, sino una mujer u hombre que, gracias a su arduo aprendizaje
en los terrenos del espíritu, lograba convertirse en nagual. Un autor contemporáneo describe así dicha
transmutación:
En su corazón y su simiente cada hombre tiene su propio Coatl, su serpiente, la energía de Tonatiuh,
el poder del mismo Sol, y en ella duerme su conciencia. El buscador aprende a volcar hacia adentro su
serpiente y hiere al enemigo que lleva en sí. De ese modo, el héroe obtiene el gran secreto: por el
conocimiento, el esfuerzo, el sacrificio, hace que su serpiente envaine sus colmillos y trague su propio
veneno. De la digestión crecen alas. ¡Ha nacido Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada! ¡Se mueve entre
los dioses y los hombres! (Martin Matz, La Pirámide de Fuego)
Ketsalkoatl era el título de dignidad y el emblema de la condición del Teowa. Aunque todos los
sacerdotes supremos fueron considerados advocaciones de Ketsalkoatl, no todos llevaron una vida
pública; sólo unos pocos, en ciertas épocas, se hicieron guías sociales, llegando a constituirse en
Teomama, cargadores de la divinidad. Según un texto maya, la función de estas personalidades fue
“reformar la escritura”, es decir, diseñar nuevos modelos para la elevación del pueblo:
Sólo al dios verdadero adoraban en la lengua de la sabiduría. Y se escribió un glifo en la palma de su
mano, uno en su garganta y otro en la planta de su pie. Reformadores de la Escritura se llamaron. No
eran dioses, eran gigantes. (Chilam Balam, Libro de los Linajes)
A través de tales “gigantes” del espíritu, penetramos en la tercera dimensión del nombre de
Ketsalkoatl: la mesiánica. La Serpiente Emplumada no sólo era un ideal de humani-dad, sino también
la persona que lo encarnaba, incorporando los elementos del mito solar20. De ahí que los informantes
indígenas insistieran en explicar a los cronistas españoles que, en realidad, sus dioses eran hombres
transformados:
Algunos de los indios daban a entender que sus dioses eran o habían sido primero puros hombres,
21La misma estructura se ve en otros nombres divinos, como Chalchiu’tlikue, falda de jades y Koatlikue, falda de
serpientes.
procedentes del mundo exterior; el humo es la mente, o mejor dicho, las interpretaciones que hacemos
para organizar las impresiones sensoriales. Su producto (el espejo ahumado) es el mundo de consenso
donde se desarrolla nuestra vida.
En clave psicológica, Teskatlipoka es la imagen que nos hacemos de nosotros mismos a través de la
síntesis parcial de nuestras experiencias. Ello explica otro de los títulos que le daban: Titlakawan, con
dos sentidos: tú eres el dueño (de Ti, tú, y Tlakawani, poseedor de esclavos), y lo que es nuestro (de To,
nuestro, Itla, cosa, y Kawa, poseer). Así que Teskatlipoka es ese “algo” en nosotros sin cuya posesión
dejamos de ser: la conciencia.
Al asomarnos a él nos vemos, pues Tezcatlipoca nos mira con nuestros propios ojos. (Mesa, o.c.)
Esta creencia dio origen a una doctrina típica de la Toltequidad, según la cual, el mundo en que
vivimos carece de entidad real; es un sueño, un reflejo en el espejo, un acto puro de confianza:
Es muy cierto lo que dijeron los ancianos: nada es verdad. No es real lo que decimos, lo que
expresamos, lo que hacemos. (Códice Florentino libro VI)
El Dador de Vida se burla: perseguimos un sueño, amigos míos. Nuestros corazones confían, pero, en
verdad, él se burla. Conmovidos, gocemos el esplendor de las pinturas. (Cantares mexicanos, folio 13)
En consecuencia, los toltecas concebían al ser humano como un eco o reflejo de la realidad divina:
Tepeolotl (“el eco en la montaña”)... es el (el nombre del) hombre que quedó en esta tierra donde
ahora andamos, y es lo mismo que decir el retumbo de la voz cuando va de un cerro a otro. (Códice
Telleriano)
Como amo de los sentidos, la memoria y el sueño, Teskatlipoka era también el dios de la iniciación
mistérica22. Por ello, un texto mexica lo describe como aquel Ser cuya conciencia impregna el Universo,
a través de cuya comprensión podemos alcanzar un vislumbre de la realidad:
Allá existe el Gran Espejo, de doble cara, que ilumina el cielo y el mundo de los muertos. Si puedes
entenderlo, verás la curva del Universo. (Olmos, Huehuetlahtolli)
En otra acepción, Teskatlipoka es la vibración reactiva del impulso creador de Ometeotl. Así como
Ketsalkoatl representaba las leyes y el orden, la característica de Teskatlipoka era su absoluta
imprevisibilidad. Con un fin didáctico, el mito acentuaba la contradicción entre ambos, afirmando que
Ketsalkoatl era blanco y Teskatlipoka negro; el primero se dedicaba a crear, el segundo era un
irresponsable jugador que premiaba las malas obras y condenaba las buenas; Ketsalkoatl creó la
Toltequidad para redimir al hombre y predicó una doctrina de paz; en cambio, Teskatlipoka inventó el
nagualismo y se complacía en las batallas.
Tomando estas diferencias en sentido literal, algunos investigadores consideran que Ketsalkoatl y
Teskatlipoka son dos entidades diametralmente opuestas. Este modo de entenderlos es herencia del
pensamiento cristiano, que vio en el primero al substituto indígena de Cristo y en el segundo
directamente al Diablo. La falacia de tal razonamiento se evidencia en la siguiente conclusión del padre
Sahagún:
Si (Teskatlipoka) tiene todos los atributos de Dios y no es Dios, entonces no puede ser otro que el
mismo Diablo. (Historia General)
Pero el dilema cristiano no existía para la mentalidad tolteca, porque esta aceptaba sin reservas la
doble naturaleza de la Divinidad. Observemos, por ejemplo, cómo el siguiente canto mexica describe a
ambos dioses como padre e hijo:
Nadie me conoce: yo obro sortilegios. Nadie me conoce: yo soy el guerrero. Las cabezas se doblegaban
ante mi capitán, (pero ahora) hay alaridos de injuria en la morada de mi hijo. (Himnos Sacros, Canto
del Guerrero Suriano)23
En este otro canto, Teskatlipoka es reconocido como el creador del ser humano – función que, según
sabemos, atribuían a Ometeotl a través de Ketsalkoatl:
En el lugar del mando gobernamos. Es el reino de mi Señor principal, espejo que hace aparecer las
cosas. ¡Embriágate, embriágate! Es la divina dualidad, inventora del hombre, espejo que hace aparecer
las cosas. (Sahagún, Himnos sacros)
Otra prueba de su identidad, son los siguientes dibujos: en el primero, ambas deidades comparten un
mismo cuerpo; la Serpiente Emplumada se identifica por el pico de pato del dios del viento y por el
caracol que lleva sobre su pecho; Humo del Espejo, por su atributo característico: la ausencia de una
pierna. En el segundo, el caracol de Ketsalkoatl está acompañado de la leyenda: “tilmatl o manta
ecacuzcoatl (dorada serpiente de viento) o tezcatepoca”.
Podemos concluir, pues, que Teskatlipoka y Ketsalkoatl eran entendidos como dos funciones de
Ometeotl para los fines de crear y sostener el Universo.
22El acto mediante el cual los candidatos a la ordenación chamánica o sacerdotal reciben las claves de su
conocimiento.
23 Este poema se refiere al momento en que Se Akatl fue depuesto de su cargo y expulsado de Tula.
Ketsalkoatl-Teskatlipoka. Códice Borgia. Manta de Teskatlipoka. Códice Magliabecchi.
Tal capacidad tolteca para distinguir el hecho espiritual del símbolo con el cual se le representa, dio
origen a una costumbre que los cristianos entenderían como sacrilegio: la de destruir cada cincuenta y
dos años los templos, imágenes, códices y demás objetos del culto, a fin de prevenir la idolatría. Como
han descubierto los arqueólogos, las pirámi-des de México contienen capa tras capa de construcciones
que, en ocasiones, fueron soterradas con todos sus relieves y objetos, aún en el esplendor de su
funcionamiento. La teología reflejaba esa visión, generando doctrinas tan desconcertantes (para
nosotros) como la de la ambigüedad divina.
La identificación de Teskatlipoka nos permite compren-der sus funciones. El mito afirmaba que este
dios descendió a la tierra por un hilo de seda para juzgar a vivos y muertos. Por lo tanto, sus naguales
eran la araña, tejedora de redes mortales, y la mariposa, cuya capacidad de tejer un capullo para
transformarse, de gusano en un ser con alas, le hacía emblema por excelencia del ciclo de la Serpiente
Emplumada.
Siendo hijo de la araña y la oruga, los juicios de Teskatlipoka son sutiles como la seda y, desde el
punto de vista humano, aparentemente arbitrarios. Por ello, uno de los apodos que le daban era Yaotl,
señor de la guerra, entendida esta como un juego de polaridades.
Yo soy la guerra, para mí todo es juego. Me burlo de todos, convirtiendo a unos en otros, trocando los
nombres, embriagando a la gente, sumiéndoles en densas tinieblas de sueño. (Alarcón, Tratado de las
Idolatrías)
Tú, que en tu nicho de eternidad te hastías de este sueño de un día, ¿cómo no te cansas de hacernos
llorar? (Cantares de los señores de la nueva España)
Pero esta ambivalencia no era una expresión de maldad, pues estaba en función de un magno
objetivo: el perfeccionamiento de la creación.
En tus manos está el vaso de jade, junto a las aguas verdes y azules, donde la caña cubierta de rocío
que sacudes sobre todos. Así los lavas, así los limpias. Y en tus manos yace el alacrán, la ortiga, el agua
helada, la vara, el taladro, la arena fina con que desbastas, adelgazas, pules. (Olmos, Huehuetlahtolli)
Como fuerza purificadora del Universo, la misión de Teskatlipoka era borrar lo negativo para crear
condiciones a la renovación. Su implacable determinación le ganó el apodo de Nekok Yaotl, enemigo de
ambas partes, es decir, el insobornable. Teskatlipoka es Ketsalkoatl como vengador de las iniquidades.
En el plano social, su función como trastornador de las instituciones, se justificaba por los sufrimientos
que tuvieron que atravesar sus voceros durante su periplo terrestre:
Nosotros, los que aquí veis, somos los vengadores de los dolores y sufrimientos de nuestros padres
(los profetas precedentes). Nosotros también hemos sufrido los males que les habéis hecho a ellos. Por
eso acabaremos con vosotros. (Popol Vuh II.14)
La iconografía del período clásico se resistía a representar a Teskatlipoka con cuerpo humano,
aludiéndolo mediante símbolos más abstractos, como el ojo, la mano, la vírgula de la palabra, la huella
del pie, un círculo negro, una flecha, una estrella, la mancha de la piel del ocelote, etcétera. Los mexicas
lo pintaron con cuerpo humano, pero con los atributos del viento, para enfatizar su carácter
insustancial; y, tal como afirma la siguiente cita, sobreentendían que su apariencia era un mero
símbolo:
Teskatlipoka era el que sabía todos los pensamientos y estaba en todo lugar y conocía los corazones,
y por esto le llamaban Moyocoya, que quiere decir que es Todopoderoso o que hace todas las cosas. Y
según este nombre, no le sabían pintar sino como aire. (Teogonía e Historia)
Capítulo
7
EL
CICLO
DE
KETSALKOATL
Los mesoamericanos concebían la historia del Universo como la peregrinación de la conciencia en siete
etapas. Cinco de ellas tenían que ver con el desarrollo de las formas, por lo que ocurrían en el espacio
inferior, el Miktlan o mundo de los muertos.
Todo comenzó cuando Ketsalkoatl introdujo una estructu-ración en el caos original, dividiéndolo en
Tonal y Nagual. A partir de ese primer impulso, los poderes divinos comenzaron a especializarse,
desdoblándose en un conjunto de dioses con nombres y funciones propias. Una vez creado el ser
humano, el impulso creador tomó un nuevo rumbo, centrado en nuestra responsabilidad frente a los
destinos de la energía. A través del sacrificio y la búsqueda del mereci-miento, los dioses finalmente
encontraron en el Teokua, divinizado, un rostro único y un corazón firme, retornando al estado de
plenitud de la Serpiente Emplumada.
Este mito no se refiere a un acto de creación especial, acometido por uno o varios dioses caprichosos o
aburridos, sino a una metamorfosis natural, que abarcó muchos eones y procedió de forma gradual, a
partir de un estado de subjetividad que quedó descrito en el siguiente texto:
(Los poderes creativos) estaban solos en el agua, rodeados de luz, ocultos bajo plumas verdes y
azules. Por eso se les llama Gucumatz (“serpiente acuática emplumada”). Así existía el Cielo y el
Corazón del Cielo, que tal es el nombre de Dios. (Popol Vuh I.1)
En la imagen siguiente, tomada de un vaso maya, vemos al Creador como un ser solitario, con rasgos
de hombre y mujer, cuya cabeza se alarga cual mazorca de maíz, oculto tras los abanicos de plumas de su
propia radiación. Las plumas
representan su esencia espiritual, mientras que el collar que ciñe el dibujo a todo lo largo indica que él
es la unidad de medida de los ciclos creativos; esto queda confir-mado por el medallón del collar,
formado por el glifo del cero, el número que contiene en potencia a todos los demás.
En cierto momento, el Corazón del Cielo sintió la necesidad de llenar el vacío, “despertó” la tierra y
comenzó la danza frenética de los ciclos. El mito lo describe así:
La concepción y la creación de la gente… fue hecha en el corazón de nuestro Dios, debido a que el
cielo estaba vacío. (Título de Totonicapán)
Uno, dos, tres, trece veces cuatrocientos, infinitos ciclos y despertó la tierra. Y fue creado un centro,
el centro de la piedra-semilla, allí donde no había cielo ni tierra, en la profunda noche. Brotó entonces
la primera Palabra, cayó en el tiempo y comenzó a proclamar su divinidad. Y se estremeció (al oírla) la
inmensidad de lo eterno. (Chilam Balam, Libro de los antiguos Dioses)
Según esta enseñanza, Ketsalkoatl es divino porque es el primero, no porque tenga una naturaleza
diferente al resto de la creación. Los seres que aparecieron después de él, como consecuencia de leyes
naturales, produjeron en este primer testigo la sensación de emanar las cosas de sí mismo, y esa
sensación hizo que se autodivinizara y llegara a ser, de hecho, el Dios de este Universo. El nombre
nawatl de esta fase de la deidad es Moyokoyani, quien se inventa a sí mismo, es decir, quien toma
conciencia de su propio ser. Por su función, un texto maya lo describe como un guerrero, alguien que fue
capaz de trocar con su voluntad la estabilidad infértil de los eones.
Del abismo nació la tierra cuando no había cielos ni tierra. Y fue formado un guerrero antes de que
naciese el primer guerrero; tenía los cabellos en guedejas24. Y se hizo divino. Luego bajó (a la tierra) y se
hizo hombre. Cuando nació en la inmensidad de la noche, donde antes nada había, recibió su divinidad
De modo que E’ekatl es la personificación del substrato vital que anima a todas las criaturas, incapaz de
sostener la conciencia por sí mismo, pero provisto de un poderoso instinto de supervivencia. En el
siguiente dibujo lo vemos descendiendo por un hilo de araña, único vehículo capaz de transmitir la
delicadeza de la vida. El hilo, adornado con plumones que simbolizan la reproducción y le dan aspecto
de una columna vertebral, se proyecta a la tierra desde el cielo de Venus. Los escudos que porta E’ekatl
en sus manos (el primero en forma de cruz de cinco puntos y el segundo con el caracol de Ketsalkoatl)
describen las etapas de su penetración a los planos de la manifestación. Su bastón está formado por dos
cañas atadas, signo de fragmentación.
Según el Popol Vuh, la voz de Ketsalkoatl comenzó fabricando un mundo a partir de “la nada dotada
de existencia”. Luego hizo las plantas, los animales, los guardianes del monte (cierta especie de seres
semihumanos) y, finalmente, humanidades de barro, madera y maíz, en ese orden26. Esta última
creación llegó a ser el hombre perfecto, la criatura devocional. En todo momento, el afán de Ketsalkoatl
fue recordarse a sí mismo, transformándose, de espíritu desolado, en dios reconocido. El texto pregunta:
¿Cómo haremos para ser invocados, recordados sobre la tierra? ¿Cómo perfeccionaremos nuestra
obra? ¿Cómo crearemos adoradores verdaderos? He aquí, probemos de nuevo, que se acerca el
amanecer. (I.2)
Consumado este paso, entramos en la siguiente etapa del ciclo de la conciencia: la aparición del
hombre y la cultura. En este punto, la Serpiente Emplumada adopta el nombre de Raxa Caculhá, rayo
verde o rayo que golpea. La imagen del “golpe” indica la condición humana; en cuanto al color verde,
debido a su predominio en la Naturaleza, era emblema de la existencia biológica. Confirmando la idea
de que Ketsalkoatl ha llegado al fin de su intento creador, la voz Raxa también significa acabar la obra,
llegar al extremo.
Afirma el Popol Vuh que los primeros seres humanos fueron cuatro hombres y sus mujeres, cuyos
nombres revelan que se trata de seres “nocturnos”, es decir, prototípicos: Balam Quitzé, sacerdote
oculto, Balam Acab, sacerdote nocturno, Mahucutah, guardián de lo escondido, e Iqui Balam, sacerdote
lunar. El texto añade que “no tuvieron padre ni madre”, pues fueron hechos de masa de maíz. Tales
criaturas no son individuos específicos, sino linajes que poblaron la Tierra hace mucho tiempo. Su carne
de maíz indica que ellos fueron los primeros seres culturales, propiamente hablando.
Tal asociación de ideas se debe a lo siguiente: el maíz es una planta artificial, creada durante
milenios de selección genética, razón por la cual su semilla no es capaz de fructificar por sí misma. Sin
la asistencia humana, el maíz desaparecería. Por lo tanto, llegó a ser emblema de la cultura y de lo
intencional.
Según el mito tolteca, lo que tenemos de humano no es un producto de las fuerzas ciegas de la
25 La identificación del Creador con el Tentador no es exclusiva de los mesoamericanos. También en el mito del Génesis, Lucifer, el hacedor de la luz, sopló su aliento
en la nariz del hombre y luego lo tentó bajo la forma de una serpiente.
26 El barro, la madera y el maíz representan al cuerpo físico, la mente y el espíritu. Describen el gradual despertamiento de la especie humana.
Naturaleza, sino un resultado social, planificado y dirigido por los mensajeros de la Serpiente
Emplumada. Por tal razón, el Popol Vuh espe-cifica que nuestra permanencia en la Tierra no sólo
implica un balance apropiado de alimento, sueño y reproducción, sino también la necesidad de
cultivarnos espiritualmente. Ello quedó especificado en el contrato que celebraron Ketsalkoatl y los
primeros padres, al principio de la historia:
Entonces habló Tohil (el divino) y les dijo: “Somos vuestros. Grande será
nuestra gloria por la obra del hombre. Vosotros cuidad de la ciudad y nosotros
os daremos instrucción”. (Popol Vuh III.10)
He aquí expresada en su forma más sintética la doctrina mesiánica tolteca:
el creador reconoce su dependencia para con la criatura (“somos vuestros”),
reconoce que toda la gloria pasará en adelante por las manos del hombre (un
anuncio del advenimiento de los mensajeros), y se ofrece para consumar la obra
creativa mediante la enseñanza esotérica. A cambio sólo pide una cosa: que el
ser humano “cuide de la ciudad”, es decir, que se haga responsable de su
compromiso socio-cultural. De ahí que los conceptos de civilidad y merecimiento
espiritual llegasen a estar indele-blemente unidos en el pensamiento tolteca.
Para cumplir su promesa, Ketsalkoatl proyectó su voz y apareció en la tierra
como nagual. Pero no bastaba con un advenimiento único; la condición humana
exigía un plan escalonado, que permitiera que una especie recién nacida y aún
con rasgos de simio, tuviera acceso a niveles progresivos del conocimiento. Para
conseguirlo, Ketsalkoatl dividió la historia en cinco etapas o “soles”, y envió a
sus voceros a desarrollar aspectos del mensaje redentor. Según afirma un libro Tlalok.
maya, tales mensajeros, a su vez, dieron origen a linajes de sacerdotes que Relieve mexica.
expandieron la cultura.
Y bajó la palabra del Eterno a la punta de su lengua. Dulce fue su boca, dulce su cerebro
(enseñanzas), su descenso no tuvo semejante. Tras él bajaron (otros) cuatro gigantes con ánforas en las
manos, donde traían las mieles de todas las flores. Y (de ellos) salieron olorosos sacerdotes, olorosos
reyes, olorosos guerreros, los servidores del Señor de las flores. (Chilam Balam, Katunes aislados)
El descenso de las serpientes emplumadas tiene un objetivo: pulir el “espejo” de la conciencia
humana mediante el ejemplo de su merecimiento en carne y sangre, hasta convertirlo en un vehículo
digno de la belleza pura del Espíritu.
La sabiduría se formó al golpear la piedra-semilla en la oscuridad. Entonces entró Chac por la grieta
de la piedra y nació como gigante, como hijo único de Dios, como espejo que mostrará su hermosura,
como Señor de la piedra, ¡oh Padre! (Chilam Balam, Libro de los antiguos dioses)
En este texto el héroe es llamado Chac, nombre maya del Señor de la lluvia y la fecundidad,
equivalente al nawatl Tlalok, con tierra. Se le describe como un gigante, pues el gigantismo es un
atributo universal de los héroes solares27. Su alumbramiento ocurrió cuando Raxa Caculhá, el rayo que
golpea, creó una fisura en la piedra cúbica de fundación, por la cual brotó a raudales, como un río, la
sabiduría. Tlalok-Chak es aquel aspecto de Ketsalkoatl encargado de regir sobre el mundo de abajo,
como afirma un códice mexica:
27 En lenguas nawatl y maya, el término “gigante”, de la raíz Kin, significa equilibrado y solar, atributos de Ketsalkoatl.
Tlaloc significa “con tierra”, porque su influencia era en lo que (se) hacía en la tierra. (Códice
Magliabecchi)
Los atributos de Tlalok-Chac eran la lluvia y el rayo fecundante, lo cual revela que él es el creador de
los cuerpos físicos. Una característica muy señalada de sus imágenes, que se tenía unos anillos en torno
a los ojos, jeroglíficos de las nubes y el humo; lo cual sugiere que, en esta fase de la creación, la
conciencia de Ketsalkoatl ha sido de algún modo nublada por el reflejo de los sentidos.
El mito explicaba que, una vez creados los primeros padres, la Serpiente Emplumada los llamó y les
preguntó:
“¿Veis? ¿Oís? ¿Son buenos vuestro lenguaje y vuestro andar? ¿Habéis visto las montañas y los
valles? ¿Qué opináis de vuestro estado? ¡Probad, miradlo todo!” Ellos contemplaron todas las cosas del
mundo y dieron gracias, diciendo: “¡En verdad os damos gracias dos, tres veces! Porque tenemos boca y
rostro, hablamos, oímos, pensamos, andamos, sabemos, conocemos perfectamente lo que está lejos y lo
que está cerca, lo grande y lo pequeño, la superficie y el interior de la tierra.” (Popol Vuh III.2)
El ser humano estaba aún unido a la Naturaleza, no se sentía especial y no tenía otro interés que el
disfrute pleno de sus capacidades de percepción. Pero ello no bastaba para el propósito civilizador del
Supremo.
Los creadores no oyeron su respuesta con agrado; se dijeron: “No está bien lo que dicen nuestras
criaturas. ¿Acaso no son por su naturaleza simple hechura? ¿Han de llegar a ser dioses? ¿Y si no
procrean cuando salga el Sol? Hagamos esto: refrenemos su ímpetu, que su vista alcance sólo lo que les
queda cerca, y únicamente en la superficie de la tierra”. Entonces el Corazón del Cielo echó un vaho
sobre sus ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. (Popol Vuh
III.2)
Contado así, el mito parece indicar que los creadores sintieron envidia de los hombres; sin embargo,
la enseñanza profunda es muy distinta, pues, en verdad, la Serpiente Emplumada no existe fuera de su
propia obra. En clave psicológica, la velación de los ojos de los primeros padres se refiere al surgimiento
del ego, el hecho más dramático de la historia de la especie, cuya consecuencia fue la ruptura de la
memoria profunda, el desgajamiento de la Naturaleza. En una interpretación teológica, la velación de
los ojos contiene una alegoría sobre la trasgresión y muerte de los mensajeros de la Serpiente
Emplumada.
Una vez consumada la degradación de la conciencia, los poderes creadores adoptan el nombre nawatl
de Sholotl, monstruo, y el maya de Ixbalamqué, ocelote hembra, adquiriendo atributos híbridos de
animal y humano. Sholotl es el quinto aspecto del ciclo divino, encargado de representar a Ketsalkoatl
en el tenebroso reino de los muertos. Su número de orden lo identifica con el sufrimiento; su calidad de
doble anuncia que él es el depositario del conocimiento oculto; su postura dinámica, incluso violenta,
representa la ruptura de todas las reglas. Séjourné lo describe así:
Personaje eminentemente nocturno, conocedor de los más ocultos secretos, Xolotl, doble interior, es
materia en fusión. Sus ojos escurren de sus órbitas; su boca, enorme y abierta, está sellada con el signo
de la llama; sus cuatro miembros se tuercen como los del jeroglífico Movimiento. De ahí deriva que, para
sobrevivir a las grandes operaciones mentales, el pensamiento deba disolverse hasta convertirse en un
residuo que, rompiendo su propia medida del mundo, introduce lo excesivo como la propia esencia del
ser humano. Ciertamente, no es por casualidad que Xolotl signifique lo anormal, lo monstruoso. (El
pensamiento nahuatl cifrado por los calendarios)
En un mural teotihuacano, Sholotl fue pintado como un perro con cuerpo de pájaro-serpiente que
desciende desde el resplandor celestial y llueve sobre la tierra en forma de siete gotas que salen de las
manos de Teskatlipoka. Personifica, pues, el tránsito del hombre al dios, un tránsito que
necesariamente pasa por las fauces de la tierra, ya que sólo puede liberarse lo que está preso. Es la fase
humana de nuestra existencia, caracterizada por las debilidades y la muerte, pero también por la
posibilidad de alcanzar merecimiento. En la vida de Se Akatl, Sholotl representa la etapa que medió
entre su expulsión de Tula y su renacimiento como profeta en Cholula.
Por su condición infernal, es un dios de ojos hinchados, botados, casi ciego. Hace mucho tiempo que
dejó de ver el cielo, y en su olvido, sólo atiende al imperativo de sus pasiones, tan oscuras como el
laberinto visceral donde mora; no por accidente, su nombre también significa tonto y ador-mecido.
Asimismo, es el único dios cobarde de este panteón:
Se dice que uno de ellos rehusaba la muerte y dijo: “¡dioses, no quiero morir!” Y lloraba en gran
manera, de suerte que se le hincharon los ojos de llorar. Y cuando llegó a él el que mataba, echó a huir y
se escondió entre los maizales. (Sahagún, Suma indiana)
El valor era el principal atributo cívico en la sociedad anawaka. La cobardía de Sholotl representa,
pues, aquello que nos aparta de la condición social, regresándonos al estrato animal de donde partimos.
Sin embargo, precisa-mente por ello, Sholotl representa la continuidad de la conciencia profunda. Tal
como Caronte, el velador del infierno griego, se le pinta como el perro barquero del río del inframundo,
portando una fúnebre carga de restos humanos, pero provisto del bastón de empuñadura en forma de
mano que lo identifica como un aspecto de Ketsalkoatl.
¿Cuál es la razón de tan extraño título? Los mesoame-ricanos asociaban el cuchillo con la muerte, el
hielo y el frío, entendido este, no como una condición física, sino como carencia de Tonalli o fuerza vital.
¿Por qué se le llama “cuchillo curvo”? Porque personifica el punto de la escala infernal donde la curva de
la encarnación revierte su caída en ascenso. Como vemos en esta imagen, el glifo de Istlakoliu’ki enlaza
los planos quinto y sexto del Inframundo (el extremo inferior de la pirámide invertida), cuyos nombres
respectivos son “remolinos afilados y cuchillos curvos”. El remolino de viento y la espiral de hielo
sugieren que aquí el héroe, despojado de todo vestigio de su herencia humana, ha quedado preso del
más profundo estado de postración. Por ello, la característica principal de Istlakoliu’ki es su absoluta
ceguedad: no tiene ojos.
Este atributo merece unas palabras. Hemos visto que los estados de conciencia en las sucesivas
etapas de la creación fueron representados mediante el símbolo del ojo. Por su relación con la luz,
elemento que daba nombre a los Tonaleke’ o coloreados, dicho órgano llegó a contener un significado
metafísico. Se consideraba que el ojo estaba facultado para ver la realidad final, más allá de las
interpretaciones. Por ello, los mexicas llamaban Ishteokale, dueño del ojo del templo o poseedor de la
casa de la pupila, al sacerdote supremo de Witsilopochtli, mientras que la voz nawatl Ishtepetla,
invidente, también significa inconsciente.
Los ascetas andinos, quienes tenían creencias muy semejantes a las de Anawak, basaron en el
símbolo del ojo una costumbre curiosa, y a mi juicio aberrante: la de clavar sus ojos en el Sol y seguirlo
durante todo el día. Creían que la capacidad de ver era un don divino y había que merecerla mediante
una vida pura y una esclarecida atención. El simbolismo era tan sugestivo, que los anawakas llegaron
al extremo de purgar ciertas culpas mediante una pena atroz: la botadura de los ojos; una práctica que,
de paso, les daba la posibilidad de ver las cosas desde un ángulo nuevo.
Hemos visto cómo, a través del mito de las peregrinaciones del alma, el símbolo del ojo ha madurado.
Lo que comenzó siendo una nube en torno a los ojos de Tlalok, materializada en la veladura de la visión
de los primeros hombres y agravada en la tumefacción del rostro de Sholotl, en la etapa final del
descenso de la conciencia se ha convertido en ceguera total, representada por la venda que ciñe el rostro
de Istlakoliu’ki. Los mexicas explicaban tal condición mediante una leyenda astronómica:
(El Sol) no quería andar, estaba fijo28. Entonces (Sholotl) le dispara una flecha para moverlo. Falla, y
el Sol le replica con sus saetas, lo arroja a tierra, le tapa la cara con los nueve cielos… (y lo envía) con la
cara hacia abajo, al río del mundo de los muertos. Así, el Lucero de la Mañana se transformó en dios del
frío. (Leyenda de los Soles)
Para los mesoamericanos, el rostro era emblema de la personalidad. De hecho, en nawatl el rostro y el
ojo se dicen con el mismo término: Ishtli. La ausencia de visión y el enmascaramiento del rostro del dios
del frío significan que, en este punto de la manifestación, Ketsalkoatl se ha olvidado a sí mismo. Su
búsqueda de identidad ha pasado del temor infantil a estar solo, al estremecimiento existencial de quien
contempla el vacío. Ya no grita, exigiendo adoración; en cambio, cubre sus ojos y se oculta en la más
profunda zozobra. Se ha reconocido en la dualidad, la ambigüedad, el pecado y la finitud, y esa toma de
conciencia, que no le gusta, hace que se pregunte:
La chispa de conciencia encerrada en el mundo material fue llamada Tlawiskalpanteku’tli. Ese largo
nombre nawatl se compone de las raíces Tlawi, luz, Iskali, resurrección, Pan,
lugar, y Teku’tli, señor. Su traducción literal es señor de la aurora, pero teológicamente significa aquel
que se hace morada de la luz, es decir, el iluminado espiritual. En clave astronómica, era el título de
Venus matutino.
La asociación entre este astro y los mesías mesoamerica-nos parte de un hecho natural, ya que, por
causa de su posición con respecto a la Tierra, Venus tiene un singular comportamiento: por un lado,
aparece desdoblado como Héspero y Véspero (luceros del alba y el atardecer), lo cual sugiere la doble
condición de humano y divino; por el otro, tiene una sucesión de ciclos de visibilidad y ocultación que
recuerda la doctrina de la muerte y la resurrección. Venus es, pues, el astro de las recurrencias. Como
observa Séjourné:
Es claro que al elegirle (a Ketsalkoatl) un cuerpo celeste por doble, se le señala una realidad sin
comienzo ni fin. De ahí que, según la parábola del rey de Tula, la trayectoria del destino se cumpla por
un movimiento que retorna eternamente a la fuente que lo engendra. El papel del planeta es
precisamente representar el retorno periódico al país del Sol, después de un peligroso viaje por los
abismos terrestres. (El Universo de Quetzalcoatl)
Tlawiskalpanteku’tli es la victoria de la creación, el dios emergente, integrador de vida y muerte,
patrón de los merecidos por el autosacrificio. Es el señor del plan divino, llevado adelante por aquellos
que, merced a su iniciación Toltekayotl,
…no se quedaron dormidos ni se ocultaron en el sueño. (Olmos, Huehuetlahtolli)
Es el Teowa o divinizado, el Teomama, portador de dios, el Piltsintli, santo, el Tla’toani, vocero, el
Kiname, equilibrado, el Kulem, cíclico de la Serpiente Emplumada. Con él, llegamos al fin del periplo de
la conciencia. Así como las etapas anteriores se caracterizaron por el desarrollo de un vehículo
experiencial, pasando por el mundo físico, el cuerpo animal, la existencia humana, la veladura de los
ojos, el temor y la muerte, en este punto el impulso se revierte: la conciencia ya no busca centrarse
sobre sí misma, pues ha roto el espejo que la reflejaba; en cambio, adquiere un silencioso anhelo de
integración. No debe extrañarnos que la enseñanza de Tlawiskalpan sea el sacrificio. Los códices lo
pintan como aquella entidad a cuyos pies se encuentran la noche y el día, que se sumerge
decididamente en el misterio del quinto punto: el punto de la ofrenda por amor.
Todos los mensajeros de Ketsalkoatl vivieron en el reino de Tlawiskalpan; es decir, fueron
conscientes de su emancipación interna, pero también se ataron por amor a la condición humana,
legando un ejemplo, una enseñanza. La única salida de esa contradictoria condición era la ofrenda de la
propia vida, entendida como un pago por el privilegio de mediar. Pero, a diferencia de la muerte
cotidiana, ocurrida en condiciones de accidente, enfermedad o vejez, la ofrenda de los mediadores fue un
acto soberano de voluntad, tal como afirma el texto:
A pesar de todos los tormentos que les infligieron, no fueron vencidos en el inframundo. Entonces se
juntaron frente a frente y, extendiendo los brazos, se inclinaron hacia delante y se precipitaron a la
hoguera. Así murieron de una vez. (Popol Vuh II.7)
La búsqueda de los toltecas era la transmutación de los principios físicos y psíquicos en la hoguera
de la conciencia, es decir, el sacrificio de la vida mediante un ejercicio al que llamaron Tonemmiki, fuego
interior. Los textos describen el resultado de esta metamorfosis con metáforas como el pez (la inmersión
del alma en el océano de la mente cósmica), el ave (el vuelo libre por los mundos de la percepción), el
corazón encumbrado (lo que está más allá de toda apariencia) y la ascensión del héroe en una nube de
luz.
Al quinto día volvieron a aparecer y fueron vistos en el río por la gente. Tenían ambos la apariencia
de hombres peces. Luego subieron en medio de una luz y se elevaron al cielo. Y se iluminó la bóveda del
cielo y la superficie de la tierra. Ellos moran en el cielo. (Popol Vuh II.8,9)
Cuando ardió, al punto se alzó su corazón entre las cenizas y vinieron a verlo todas las aves que
remontan el cielo. Su corazón ascendió, refulgente como un jade, y entró en el cielo. Y dicen los viejos
que se convirtió en la estrella que sale al alba. (Códice Chimalpopoca)
Astronómicamente, este mito significa el momento en que Venus hace conjunción con el Sol y ambos
unen su resplandor. Psicológicamente, es la disolución del ego, un estado al que los mexicas llamaron
Shoshou’ki, libertad (literalmente, reverdecimiento). En clave teológica, representa el triunfo del bien
sobre el mal, la ascensión del héroe al reino solar y la apertura de una nueva era.
Con Tlawiskalpan se consuma el periplo de la transformación de la energía. La oruga echó alas y
remontó el cielo, dejando sobre la tierra la huella de un capullo roto. El Uno vuelve al Uno y ya no
puede ser llamado por otro nombre que el de Ketsalkoatl.
Seguiremos en particular el binomio de la mano y el pie. Por tener cinco dedos y porque dejan una
huella característica del ser humano, ambos órganos eran simbólicamente equivalentes. Su correlación
es muy antigua, pues, como nota un investigador, tiene una base lingüística:
La alternativa pie-mano tiene su correspondencia en el fenómeno lingüístico por el cual los vocablos
pie, mano, pierna y brazo suelen expresarse con raíces equivalentes en los diversos lenguajes derivados
del tronco protomaya. En quekchí, una de las lenguas más arcaicas de la familia maya, se usa el mismo
vocablo para designar el brazo y la pierna, fenómeno que induce a pensar que, en su estado primitivo, el
lenguaje maya tenía una sola raíz para ambos. (R. Girard, El Popol Vuh, fuente histórica)
Lo mismo podríamos decir del nawatl y otras lenguas de Mesoamérica.
Era inevitable que las creencias de los mesoamericanos incorporasen las peculiaridades de sus
lenguajes. Por ejemplo, el rito cotidiano en el Templo Mayor de Tenochtitlan estaba centrado en
“alimentar” la estatua de Tlalok, como muestra del afecto del pueblo. Observemos qué forma tenían
tales ofrendas:
La comida que hacían al ídolo eran tortillas pequeñas hechas a manera de manos y pies, y otras
retorcidas. Este pan lo ponían delante del ídolo cada día. (Diego Durán, Historia de las Indias I)
Podemos identificar el valor jeroglífico de esta ofrenda: los panes retorcidos representaban los rayos
y ciclos de tiempo, mientras que las manos y pies aludían al poder creador y a determinadas etapas en
bloques de a cinco unidades.
La mano que mide el Universo. Mural teotihuacano. Las manos de la Madre Tierra. Escultura mexica.
29 De hecho, desde aquella época, la mano se transformó en el símbolo chamánico del ensueño.
En una extensión materialista de este significado, la mano llegó a ser emblema del poder en sí, en
particular, de la fuerza de los guerreros y las capacidades de los chamanes. De hecho, dejó de ser
símbolo y se transformó en Instr.-mento de trabajo, llegando a ser esgrimida como arma por los brujos.
Por ello, una de las principales preocupaciones de los parientes de la mujer muerta en la guerra del
parto, era vigilar la integridad del cadáver,
…porque no viniesen ciertos ladrones a desenterrarla y cortarle el brazo izquierdo con su mano, que
guardaban y que, (cuando) iban a hurtar, la llevaban y daban algunas palmadas con ella en medio del
patio, y dicen que la gente de casa se amortecía de sueño y ellos hurtaban a salvo. (Códice Carolino)
Pero la mano no sólo es capaz de hacer, sino también de representar; puede señalar, expresar
emociones, configurar objetos, propiciar rituales, e incluso transmitir un lenguaje completo mediante
gestos. Por ello, otro de sus significados era la comunicación. Las combinaciones de posiciones de manos
y dedos en el arte mesoamericano proporcionaron cientos de signos, codificados bajo el nombre nawatl
de Machiomana, modelo manual. Dicho arte era capaz de transmitir ideas filosóficas y religiosas;
además, se empleaba en la guerra, en circunstancias en las que no convenía hablar en voz alta.
El simbolismo de los gestos manuales. Figurillas olmeca y totonaca. Glfo maya del cero.
Uno de los signos del lenguaje manual era el “cero” (no en el sentido de ausencia, sino de
completamiento). Se realizaba colocando los dedos en forma de cuernos sobre la mandíbula. Por
extensión, los dedos extendidos sobre la boca llegaron a ser jeroglífico de tres advocaciones de
Ketsalkoatl relaciona-das con la muerte y la resurrección: Miktlanteku’tli, Sholotl y Makuilshochitl.
Volveremos sobre este asunto.
El valor de plenitud potencial contenido en la mano derivó en el concepto de la renovación de la vida.
Dicho simbolismo siguió la siguiente secuencia: en Mesoamérica, la piel y la carne contenían los
sentidos de “mundo exterior” y “mundo interno”, respectivamente; se aplicaban a la superficie de la
tierra y al inframundo, o a los actos de la vida cotidiana y a lo que tiene lugar en el sueño o la muerte.
En consecuencia, el desollamiento de la piel expresaba la idea de ir más allá de las apariencias, para
entrar en la “carne viva” del espíritu.
30 Tal relación consiste en que cinco años sinódicos de Venus equivalen a ocho años vagos terrestres (584 x 5 = 365 x
8)
Equivalencia simbólica de la mano, la huellas del pie y el ojo. Mural de Cacaxtla.
El simbolismo se hace aún más explícito en la costumbre nawatl de llamar Mapilli, dedos de la
mano, a los miembros del cónclave sacerdotal31, en referencia a los rumbos de la mano “derecha” e
“izquierda”, tradicionalmente asignados al conocimiento autorizado y la hechicería. También se
evidencia en uno de los títulos aplicados al príncipe de Tula:
Aquel hombre venerable al que llaman Ueimac o “Papa” fue, según las tradiciones indígenas, un
santo. (Historia de las indias)
Huemac, dicen unos que le pusieron este nombre porque imprimió sobre una peña sus manos, como
si fuese cera blanda, en testimonio de que se cumpliría todo lo que dejó dicho. (Ixtlilxochitl, 1ra.
Relación)
Wewak significa literalmente mano grande o fuerte, no en el sentido de fuerza física, sino de
capacidad creadora. Lo cual se corrobora por el nombre que da Ixtlilxochitl al antecesor de Se Akatl en
el linaje profético: Weman, gran donador. Podemos deducir que, tanto Wemak como Weman, son
variantes de un mismo título, aplicado a la condición mesiánica en el México antiguo.
Dicho título permite entender los alcances ideológicos de la leyenda que menciona Ixtlilxochitl.
El dicho Quetzalcoatl puso las manos tocando la piedra donde se sentó, y dejó señales de las manos
en la piedra, como si fuese lodo, como si se hubiese reblandecido… Las señales aún se ven claramente, y
entonces nombró al dicho lugar Temacpalco (“lugar de las huellas de la mano sobre la piedra”). (Durán,
Historia de las Indias)
Este hecho prodigioso no sólo tiene el sentido de dejar una señal o testimonio, sino que también
adquiere una connota-ción de manifestación o advenimiento, como veremos dentro de unas páginas al
estudiar el símbolo de la huella del pie.
La mano, además, contenía otro un sentido obvio, derivado de sus cinco dedos, según aparece en el
nombre nawatl del número cinco, Makuilli (formado de la raiz Mak, mano, y el sustantivo Okuilli,
apéndice o dedo, que forma juego fonético con el verbo Kuilia, agarrar). De ahí que, con frecuencia, el
contenido numérico de la mano se haga redundante, tal como vemos en un mural de Teotihuacan, donde
se dibujaron cinco puntos, simbólicos del número cinco, sobre dos manos que asperjan agua consagrada:
Para Séjourné, el cinco revela que la mano en los murales teotihuacanos alude a Teskatlipoka:
La reunión de la mano y el pie con la cifra mística cinco y con las piedras preciosas (de fecundación),
debería ser suficiente para convencernos de que estas imágenes no pueden, de ningún modo, referirse a
sujetos profanos, y que deben revelar en Teotihuacan la presencia del dios invisible, el todopoderoso
Tezcatlipoca. (Pensamiento y religión en el México antiguo)
Pero la relación es todavía más específica, pues, según informa un conjuro mexica dedicado a
bendecir la mano del sacerdote consagrador, lo que simbolizaban los dedos no era sólo el poder hacedor
de Teskatlipoka, sino también las facultades teúrgicas de cada uno de sus cinco hijos o proyecciones, los
Tonaleke’.
Aquí traigo mi espejo nagual cuya cara está humeante. ¡Ven, padre mío de rubios cabellos, Señor de
la Casa de la Aurora, tú que eres padre y madre de los dioses! ¡Venid vosotros, los cinco señores solares
de una sola intención y un mismo plan, guarnecidos por perladas conchas! ¡Vosotros, los de falda de
serpientes, que no tenéis sangre y color! ¡Subid la escalera de los nueve Inframundos! (Alarcón, Tratado
de las idolatrías)
La decodificación de estas metáforas es como sigue: el “espejo nagual humeante” es, por un lado, la
mano con sus dedos, y por el otro, Teskatlipoka. El “padre de rubios cabellos” es la palma de la mano y
también Tlawiskalpante-ku’tli, señor del alba. Los “cinco señores solares” son los dedos y los Tonaleke’.
Manos asociadas al número cinco. Mural teotihuacano. Manos y dioses. Cerámica maya.
Encontramos más información sobre la relación entre la mano y los mediadores en esta cerámica
maya, donde fue modelado un templo que representa al Universo. La composición está dividida en tres
partes: por encima se eleva un techo triangular emblemático del cielo, en cuya cúspide hay una deidad
con atributos de ave y serpiente, orlada de cinco conchas (la concha era emblema de la fecundación y el
parto). Del cielo se proyectan caracoles y gotas de lluvia que definen un espacio intermedio, donde las
cuatro aves de los rumbos escoltan a cinco manos creadoras. En la base del templo, sobre una
estructura cuadrangular simbólica de la tierra, las manos se han transformado en cinco personajes con
atuendos de plumas preciosas.
Como extensión del sentido anterior, la mano llegó a uno de los signos identificadores de Se Akatl
Topiltsin, nuestro señor uno caña, el último y más conocido vocero de Ketsalkoatl. A pesar de que su
nombre se ha relacionado casi exclusivamente con cierto personaje que vivió Tula hacia el siglo X de la
era cristiana, lo cierto es que aparece desde mucho antes en la iconografía. Es uno de los motivos más
típicos del arte teotihuacano, presente también el olmeca y el zapoteca. Lo cual demuestra que la
conjunción de los glifos Se, uno, y Akatl, caña, fue aplicada al príncipe de Tula justamente porque ya
contenía un significado cosmogónico y teológico.
Lo interesante es que, en el arte teotihuacano, el glifo Se, que en otras culturas se dibujaba como una
esfera, adopta la forma de una mano cerrada. Veamos como ejemplo este vaso, donde una mano ovoide
es atravesada por una flecha. Su lectura no ofrece dudas: “uno caña”, pero también se puede interpretar
como “cinco en unidad”. Pero hay más: el ovoide alude al útero materno, lo cual es acentuado por la
guirnalda de pluma que lo rodea, ya que el plumón, al igual que las conchas, representaba la fertilidad.
Tal sentido, en asociación con la fálica flecha que la fecunda, transforman a la mano en un embrión que
anuncia el futuro despliegue de cinco dedos, o mejor aún, de cinco Okuilli, serpientes.
Pero, no olvidemos que el jeroglífico Se Akatl es al mismo tiempo una fecha, es decir, contiene una
intrínseca referencia temporal. Por ello, la mano está encerrada en un cartucho jeroglífico que
representa al año. Puesto que los años mesoamericanos se repetían en el ciclo del Fuego Nuevo (52
años), el glifo de esa periodicidad fue dibujado en la parte inferior del vaso, como un motivo en forma de
puntas de flecha, que es la estilización de un atado de cañas. En su conjunto, la caña, la mano y los
signos que la rodean, sintetizan de un modo admirable el mito de los cíclicos renacimientos de la
Serpiente Emplumada.
Una idea similar aparece en este otro recipiente, donde la mano está rodeada de rayos alegóricos al
caracol de E’ekatl, conformando el pectoral de Shiu’teku’tli, señor de los ciclos, quien cabalga sobre un
quetzal cuyo cuerpo, adornado con tres ojos, se alarga como río-serpiente, formando un jeroglífico
complejo de Ketsalkoatl.
Séjourné llama la atención sobre la persistente asociación entre la mano y la flecha en el arte
teotihuacano, intuyendo que encierra un juego conceptual entre la unidad esencial y la pluralidad
manifiesta. Afirma:
El círculo formado por una o dos manos atravesadas por una flecha, resulta la manera teotihuacana
de representar la fecha mítica Ce Acatl… Ya hemos señalado el valor de totalidad que posee la imagen
de la mano. Su asociación con la estrella de la mañana descubre que el “uno” que forma el nombre de
Uno Junco (Se Akatl) constituye, no una unidad simple, sino una unidad lograda por la fusión de varios
elementos, como el Quincunce (la cruz de cinco puntos). (El Universo de Quetzalcoatl)
La suma de los sentidos que hemos analizado hasta aquí, nos lleva al último simbolismo de la mano
que estudiaremos en este libro: el del dios Makuilshochitl, cinco flor. Makuilshochitl es una abstracción;
tiene en esta teología el mismo papel que el Paraclytos o prometido de la doctrina cristiana, pues tipifica
el concepto del retorno del mediador. La iconografía y los mitos lo relacionan con Sholotl, lo cual lo
identifica como nagual de Ketsalkoatl.
Según el mito, Makuilshochitl era el hermano de Mayawel, la diosa de la embriaguez de los sentidos,
y gemelo de Shochiketsal, la Naturaleza. En una lectura psicológica esto tiene un gran significado, ya
que, así como lo absoluto es la propiedad del Ser Supremo, la ciclicidad es la característica de sus
manifestaciones. Este dios representa, pues, la asociación del espíritu con la materia, corporificada en el
nacimiento de las serpientes emplumadas. Además, como nota el investigador Guillermo Marín, tal
mediación estaba asociada a los cinco rumbos que, como sabemos, servían de morada filosófica a los
Tonaleke:
Macuilxochitl significa literalmente “cinco flor”, pero herméticamente significa los cuatro rumbos de
la existencia y el centro unificador. Macuilxochitl es la forma encubierta de hablar de la búsqueda del
equilibrio espiritual y material. (http://www.aqui oaxaca.com /pueblos/mcuilxochitl.htm)
Como extensión de ese sentido básico, Makuilshochitl llegó a ser el dios de las danzas y el juego de
pelota, pues el movimiento del balón y las ruedas de danzantes eran alegorías de los astros que, a su vez
demarcaban el calendario y los cambios de eras. En su función como músico celeste, Cinco Flor se
identifica con E’ekatl, el heraldo de Teskatlipoka ante los seres humanos, tal como vemos en el
siguiente pasaje:
Le dijo Tezcatlipoca: “Viento, ve a través del mar a la casa del Sol, el cual tiene muchos músicos que
le sirven y cantan. Una vez llegado a la orilla del agua, dirás a mis criados que hagan un puente, a fin
de que tú puedas pasar, y me traerás a los músicos de la casa del Sol”. Los músicos estaban vestidos de
cuatro colores: blanco, rojo, amarillo y verde; uno de ellos tenía tres pies. (Este) respondió enseguida y
se fue con él, y llevó la música que ahora usan en sus danzas en honor a los dioses. (Teogonía III.173-
179)
Analicemos los elementos de esta fábula: el “mar” representa la conciencia cósmica, en cuyo seno
vive el Sol, que es la conciencia focal de los mensajeros. Los colores de los músicos (entre los cuales se
omite el negro, que es síntesis del conjunto y propiedad de Teskatlipoka) demues-tran que ellos son los
Tonaleke’ o tonos de la creación. El puente que crearon a través del espacio es la secuencia de sus
descensos. La respuesta que uno de ellos dio al llamado de Teskatlipoka, creando los himnos y danzas
de los mexicas, se explica por sí misma; más adelante veremos por qué se afirma que ese mensajero
tenía tres pies.
Lo más notable es que, aunque el nombre del dios de la danza se formaba del número cinco asociado
a la flor, su escritura no se hacía mediante cinco flores, sino mediante una mano que muestra sus dedos,
colocada en torno a los ojos o sobre la boca. Esto último tenía doble sentido, pues, por una parte, aludía
al silencio sacramental de los sacerdotes, y por la otra, proclamaba que él era el quinto vocero de de la
Serpiente Emplumada.
A través de Makuilshochitl, ya sea en su expresión como señor de la música o en sus numerosas
simbiosis con Sholotl, Teskatlipoka, Ketsalkoatl y otras deidades, la mano adquirió finalmente el
significado de cinco retornos o ciclo quinario.
A fin de avanzar a una comprensión más profunda del simbolismo, en este punto es necesario que
saltemos de la mano al pie, ya que este último es capaz de una función que a aquella le falta, y que
describe admirablemente los retornos de la Serpiente Emplumada: caminar.
Capítulo
9
EL
SIMBOLISMO
DEL
PIE
La mutilación del pie expresaba la violencia de los ciclos creadores de un modo tan gráfico como la de la
mano, pero tenía la ventaja de connotar el símbolo del paso, de amplio contenido en esta cultura.
Como ya mencioné, el atributo que caracterizaba a Teskatlipoka era la cojera. Dicha mutilación se
explica así: con la huella de un pie sobre la arena del tiempo, él creó la materia, pero el otro pie
permanece en el misterio; por lo tanto, es cojo.
El tema de la cojera del dios tentador forma parte de una extensa mitología, presente tanto en
América como en el Viejo Mundo. Los hindúes apodaban a los primeros hombres Ekapada, de un solo
pie, debido a que fueron creados por la mutilación del pie de Brahma. En el Mediterráneo, el dios cojo es
Efestos o Vulcano, Señor del Inframundo, al cual Zeus tonante (el Dragón) arrancó un pie, que la diosa
tierra abrigó en su seno como germen de una nueva raza. El héroe de la Ilíada, Aquiles, tenía un punto
débil, por donde murió: su talón. El mismo mito aparece en la Biblia, donde el tullido es prototipo del
Mesías, tal como vemos en la maldición que Yahvé arrojó sobre la serpiente del Edén:
Pondré enemistad entre ustedes. Él te romperá la cabeza, pero tú morderás su talón32. (Génesis 3.15)
Los mesoamericanos conocían esta historia, como vemos en una lámina un códice maya. De hecho,
llegó a ser uno de los motivos centrales de su mitología.
La mutilación de Teskatlipoka por parte del monstruo de la tierra fue un acto violento, que introdujo
una nota de desequilibrio en la estabilidad del Universo prototípico, disparando una serie de eventos en
cadena que terminaron con la creación de la materia y la vida. La iconografía simbolizaba ese momento
clímax como un chorro de sangre que brota del muñón del dios, mientras que la literatura lo describía
como un agüero o acto de naturaleza mágica:
¡Prodigio funesto es el que mora entre nubes! Al morador de la región del frío arrancó un pie.
(Himnos sagrados, Himno a Huitzilopochtli)
Sin embargo, como nota Pablo Escalante Gonzalvo, la ausencia del pie, lejos de anular al órgano, era
una forma muy efectiva de llamar la atención sobre sus valores simbólicos:
Lo más frecuente es que el símbolo del pie se haga presente bajo la forma de su ausencia. Es una
paradoja atractiva: el pie es importante en el repertorio simbólico mesoamericano, y nos percatamos de
ello al observar imágenes en las que ya no está. (Manos y Pies en Mesoamérica, Revista Arqueología
Mexicana no. 71)
32 Astronómicamente, esta parábola se refiere a los eclipses; la serpiente es la Luna y el héroe del hacha o la espada,
el Sol.
De lo anterior, podemos concluir que la mutilación de Teskatlipoka no anunciaba una carencia, sino,
más bien, un cambio de estado.
Para comprender los alcances de este simbolismo, es preciso que nos preguntemos ahora: ¿qué pasó
con el pie cortado, a dónde fue a parar? Para seguir su pista, nos servirá de guía una costumbre
calendárica.
Reporta el padre Sahagún que los mexicas dedicaron la doceava veintena de su calendario a
Teskatlipoka, y le llamaron Teotle’ko, descenso de dios. El descenso o retorno anual de la deidad era
sugerido a través de un elaborado ritual, en el cual el papel principal lo tenía una huella. Al llegar la
veintena mencionada, los sacerdotes tomaban un bulto de masa de maíz tierno finamente molido, lo
colocaban sobre un petate en el altar del templo y lo velaban durante toda la noche, invocando la
presencia del dios. Hacia el amanecer, Humo del Espejo se manifestaba, imprimiendo la huella del pie
de un niño pequeño en la masa. En cuanto ocurría el milagro, el Sumo Sacerdote anunciaba al pueblo:
Topiltsin otemoa!, ¡ha descendido nuestro señor!
Este rito demuestra que, el pie que Teskatlipoka perdió en su batalla con el monstruo de la materia
no desapareció, sino que se manifestó en forma espiritual, sólo perceptible a través de su huella. En
adelante, la huella representó a Teskatlipoka, hasta el punto de que, en la imposibilidad de expresar
gráficamente su trascendencia, los teotihuacanos la emplearon como un signo aceptable. Como afirma
Sejourné,
La iconografía y los rituales demuestran sin lugar a dudas que la presencia invisible (de
Teskatlipoka) se traiciona por la impronta de un pie. (Pensamiento y religión en el México antiguo)
El símbolo de la huella evoca una idea opuesta al de la mutilación; lejos de implicar una ausencia,
exhibe una manifestación. Presupone un ser capaz de andar, de hollar, de dejar una marca sobre las
cosas. A través de ella, Teskatlipoka dejó de ser “viento y tinieblas” (invisible e impalpable) y se
transformó en una deidad al alcance de nuestros sentidos, sentimientos e intelecto. Por ello, la
iconografía no lo representaba con muletas u otros implementos para apoyarse; por el contrario, le
dotaba de posturas dinámicas y andadoras, ya que el pie que le faltaba fue sustituido por un
instrumento aún más útil: el penetrante espejo de los cinco rayos. Fue así como, a pesar de su cojera (o,
más bien, por causa de ella), Teskatlipoka llegó a ser el autor de la creación.
En consonancia con este significado, y tal como vemos en el siguiente texto, los mesoamericanos
usaron el paso y la huella para representar el diseño y la medida del Cosmos:
Trece medidas tiene el cielo: cuatro pasos descienden y nueve completan (la medida) hacia arriba. He
aquí, en dos direcciones se extiende (el cielo) desde el suelo, y con cuatro huellas sale en la tierra.
(Chilam Balam)
Esta es una descripción esquemática de los planos cósmicos. Los pasos que “salen en la tierra”, así
como los que ascienden y descienden, son los rumbos de los cortes horizon-tal y vertical del Universo.
Tales rumbos tenían tanto una expresión espacial como temporal, pues servían para darle estructura al
tejido de los ciclos del devenir. Lo cual dota al pie y sus atributos de otro significado importante:
represen-taban los cambios de eras cosmogónicas y calendáricas.
Observemos, por ejemplo, el uso que se hace en las siguientes citas de la patada, el pisotón y la
huella:
Duró (la Era de) Quetzalcoatl trece veces cincuenta y dos años, acabados los cuales, Tezcatlipoca (le)
dio una patada y lo derribó y quitó de ser Sol. (Teogonía e Historia de los mexicanos)
Trece huellas será (el nombre de) el día en que la Era sea pisoteada, cuando dé una vuelta completa
y se doble la Era, cuando sea cambiado el trono y el reinado, cuando arroje su poder y se levante hacia
otro mundo. (Chilam Balam, Cuceb de años tunes)
Un uso similar aparece en las imágenes siguientes, las cuales, pese a distar más de mil años entre sí,
describen el mismo mecanismo calendárico mediante un bloque de diecisiete huellas alusivas a la
combinación número diecisiete del año sagrado (Nawi Ollin, cuatro movimiento, signo del cambio
radical).
Como extensión de su sentido cíclico, la huella llegó a ser signo de advenimiento y conclusión,
conceptos que fueron aplicados no sólo al calendario, sino también a otros aspectos de la realidad. Por
ejemplo, en las siguientes imágenes vemos una hilera de huellas que descienden al seno de Tlasolteotl,
diosa de las relaciones sexuales, representando la concepción y el parto; y una huella en la falda de
Miktekasiwatl, señora de los muertos, en el momento en que devora un cadáver, indicando el
completamiento del ciclo biológico.
Señor del tiempo rodeado huellas. Mural de Teotihuacan. Señor del tiempo. Códice Magliabecchi.
La asociación entre la Serpiente Emplumada y la huella o el paso llegó a ser tan fundamental, que
aparece incluso en textos escritos en lengua maya, donde el nombre de este dios no contiene la raíz
Ketsa, pisar, y por lo tanto, no es evidente la relación. Veamos dos ejemplos:
Entonces vino el esplendente nivelador desde la séptima capa del cielo. Al bajar, pisó la espalda del
dragón de la tierra para limpiar de una vez la tierra y el cielo. (Chilam Balam, Katunes aislados)
Yo soy el gran libertador, soy quien se puso de pie. Yo soy el gran mediador, soy quien se puso de pie.
(Ritual de los Bacabs)
Una vez definido el significado mesiánico de la cojera de Teskatlipoka, podemos pasar a analizar otro
aspecto de este simbolismo. Para ello, nos detendremos en un texto maya donde la huella sirve de
referente a dos sucesos que, según aquellas creencias, están intrínsecamente relacionados: el
surgimiento del tiempo y el descenso de la Deidad como profeta:
Antaño, cuando aún no había despertado el mundo, nacieron los tiempos y comenzaron a caminar.
Entonces llegaron al Oriente y dijeron: “Alguien ha pasado por aquí; mira, las huellas de sus pies”.
“¡Mide tu pie!”, le ordenó la Señora del Mundo. Así fue como descendió Dios y midió su pie. Por eso hoy
decimos: “Xoc Lahcab oclae lahcaoc”; este dicho se inventó porque el de los trece pies dejó su huella
(sobre la tierra). (Chilam Balam, Libro del tiempo)
Para entender esta parábola, tengamos en cuenta que el pie automáticamente despertaba en los
mesoamericanos la idea de “medida”, y a partir de ella, la de “ciclo de tiempo”, es decir, la manifestación
de determinados principios calendáricos. Dichos principios dieron nombre, tanto a los años y eras, por
una parte, como a las personalidades de Ketsalkoatl por la otra.
Las huellas que encontraron el Señor de las edades y su madre, la conciencia de la Tierra, sobre la
arena del tiempo, son las vibraciones relictas de una etapa creativa anterior. En sentido teológico, alude
a las obras de los mensajeros solares que descendieron en ciclos prehistóricos. Por eso, la diosa ordena a
su hijo que ‘mida su pie’, es decir, que demuestre que puede compararse con aquellos próceres. De paso,
le está recordando que su descenso ha de ser conforme a unos plazos determinados.
En este punto, el sacerdote que redactaba del documento recordó un dicho maya que decía: Xoc
lahcab oclae lahcaoc. He mantenido sin traducir esta frase, pues encierra un apretado juego de
palabras, y es preciso analizarla al detalle para comprenderla.
El término inicial, Xoc, significa pez; en particular, el tiburón y otros peces grandes y peligrosos del
mar, y el dragón que sostiene la tierra. Debido a que este último le daba nombre al primer signo del
calendario, representaba a la entera sucesión de los ciclos. En los textos mayas, el título de Xoc aparece
en forma alterna o simultánea con otros dos nombres del pez-dragón: Ain, monstruo, e Imix, el de lo
profundo, aplicados respectivamente al planeta tierra y al calendario.
Este monstruo es el responsable de que Teskatlipoka llegase a ser un dios cojo; dicho en otros
términos, es el agente que cataliza la manifestación. Pero, no nos confunda-mos: no hay una diferencia
sustancial entre el dios de una huella y la fuerza que lo desgarra; tal desdoblamiento es un modo de
dramatizar el proceso de la creación. Como vemos en esta bandera mexica, el pez que lo desgarra, en
forma de un cuchillo de pedernal, es el propio Teskatlipoka.
En conclusión: la primera palabra del dicho maya afirma que la “medida” del paso de Ketsalkoatl
tiene que ver con su aparición sobre la tierra como primer elemento de la rueda calendárica.
A continuación encontramos un término compuesto: Lahcab. En maya yucateco, Lah significa
condición preciosa, Cab son las extremidades en general y los pies en particular; así que aquí dice:
precioso pie o paso. En maya quiché, Lahcab significa paso o huella verde y piedra preciosa, y es uno de
los trece nombres que el Popol Vuh aplica a la Serpiente Emplumada. Cuando el término Xoc se une a
Lahca, el conjunto describe los atributos de Teskatlipoka y los cinco cargadores del cielo, y contienen,
además, una referencia a la mística fecundación de Chimalma a través de la turquesa que le fuera
entregada por un pez.
Podemos traducir la expresión Xoc Lahcab como el dragón de los hermosos pies, el hermoso pie o
huella del dragón, la piedra preciosa del pez – esta última acepción, sobreenten-diendo que se trata de
un embrión humano implantado en forma sobrenatural.
Pero el adjetivo Cab también contiene otro significado que hay que considerar para comprender el
sentido profundo de este texto: alimento. Tal como vemos en la siguiente cita, uno de los apodos de
Teskatlipoka es “el guardián del alimento” espiritual:
Todo se aquietará cuando termine la palabra de los ciclos. Entonces ella (la Madre Tierra) estará
sentada en medio de la isla de Cozumel, cuidando de las siete cestas de pan de maíz. Y ocurrirá el fin
del poder de los sacerdotes (de la vieja era), porque descenderá, porque se humillará, porque marcará la
tierra con su pie el guardián del alimento. Pues terminará el ciclo Trece; será momento de que coincidan
el Sol y la Luna, será la noche y al mismo tiempo el amanecer del divino Trece, del sagrado Nueve. Y el
gran pez que sostiene la tierra hará que renazca la vida perdurable. (Chilam Balam, Katunes aislados)
El “ciclo trece” es la totalidad de la rueda calendárica; la expresión indica que el descenso del
guardián del alimento ocurrirá dentro de cierto plazo. Por ello, el texto menciona a continuación la
conjunción del Sol y la Luna, siendo el primero emblema del mito solar o mesiánico, y la segunda la
reguladora de los ciclos. En cuanto a las cestas de pan, se refiere a uno de los títulos de Ometeotl:
Tonakateku’tli, señor de nuestro sustento. En el Popol Vuh, los ancianos creadores del ser humano
también son llamados Señores del Alimento, pues hicieron nuestra carne de maíz.
En conclusión: la expresión Xob Lahcab también se tradu-ce dragón (donador del) alimento precioso
o del espíritu vital.
El sentido de de este “alimento” se perfila con más nitidez en otra acepción del término Cab: miel. La
miel era considerada la esencia del alimento; por su relación con las abejas, que eran animales
heráldicos de las serpientes emplumadas, también significaba el conocimiento esotérico.
El libro maya Katún de las Flores desarrolla por extenso la relación entre la miel y el “infante
precioso”, cuya huella delata el descenso de Teskatlipoka. Otro libro maya nos informa que la miel
formaba parte de las claves de la iniciación sacerdotal:
Dice el iniciador: “Hijo mío, tráeme la luz que ilumina la gran llanura (el Universo), tengo deseos de
comerla”. Lo que le pide es la miel líquida. Es lenguaje de misterios. (Chilam Balam, Lenguaje de
Zuyua)
Otro sentido de Cab es sostenimiento. Está relacionado con los dos anteriores, pero tiene un matiz
especial, ya que la función del dragón cósmico es precisamente sostener la Tierra y sus criaturas. A
partir de esta lectura, se revela que la expresión Xoc Lahcab está relacionada con la función de los pies
y las piernas: el precioso dragón que nos sostiene.
Por último, mencionaré que Cab es el nombre maya del signo número diecisiete del año sagrado,
movimiento, que acabamos de ver en relación con otras tantas huellas en dibujos mexicas y
teotihuacanos. “Movimiento” es la condi-ción filosófica de la existencia, la función de las piernas en el
cuerpo y un título de Ketsalkoatl como convulsionador de las edades. De modo que una nueva
interpretación de la frase Xoc Lahcab es: precioso dragón de la medida del tiempo.
Pero la composición Lah-Cab también se puede leer Lahcab o Lahca, el número doce. El doce
representaba al Ketsalkoatl ascendente, pues, siendo trece los planos del cielo, hay que dar doce saltos
para trascenderlos. En este simbolismo, el doce remite inevitablemente al trece; de ahí que los doce
pasos del monstruo de la tierra den lugar al resto de la expresión: porque el dios de trece huellas vino a
imponer su pie.
Los doce intervalos aparecen en un dibujo mixteca, donde vemos dos figuras humanas identificables
como Tlasolteotl-Shochiketsal, la Madre Tierra, y Tonatiu’, el espíritu solar. Ella señala con sus manos
hacia arriba y lleva en la falda el glifo de la dualidad; él porta en el pectoral el signo de la unidad e
indica con sus manos hacia abajo. Tales gestos diseñan el doble triángulo del tiempo. Entre ambos está
el triángulo de Ometeotl con un nudo en su interior, lo cual anuncia una operación “de amarre”, es
decir, de creación del mundo. Sus ademanes denotan, además, la conexión del cielo con la tierra, lo cual
se hace aún más evidente en la banda pintada sobre ellos, con siete lunas (la central a modo de boca o
vagina) que representan los planos celestes. En el punto exacto donde el cielo se precipita a la tierra
como un chorro de agua, comienza un sendero de doce pasos divididos en seis grupos, que indican que la
operación creativa ha sido estructurada en otras tantas etapas.
Una vez descifradas las sutiles aristas de la expresión Xoc Lahcab, continuemos con nuestra
traducción. A continuación encontramos la conjugación Oclae: así dejó o cayó su huella, seguida de un
nombre calendárico de la deidad, Lahca Oc, con dos traducciones: doce perro y doce paso. Cuando el
doceavo grado del calendario se asocia al signo Oc, perro, ello indica que la operación ocurre en la
trecena de Uno Lluvia, el signo de Tlalok, con tierra. Como ya vimos, este dios representa a Ketsalkoatl
como creador de la materia y las formas físicas. Por ello sus ojos estaban nublados, metáfora de la
humillación de la deidad a través del nacimiento humano. Así que la segunda parte del dicho maya se
traduce: el doce perro (Tlalok) dejó su huella, en alusión a su descenso.
En resumen, este refrán contiene toda una lección de teología tolteca, que podemos traducir así: el
dragón de los hermosos pies, suministrador de alimento espiritual, conmovedor de las edades, precioso
fecundador, desciende para imprimir su huella sobre la tierra.
Capítulo
10
LOS
PASOS
DIVINOS
Donde el símbolo del pie alcanza su dimensión culminante, es en la secuencia de pasos implícita al
caminar. Al igual que nosotros, los mesoamericanos expresaban la necesidad de hacer las cosas
ordenadamente, con la metáfora de “ir paso a paso”.
Los pasos dieron al pie un nuevo significado: el de progresión evolutiva. Dicho sentido aparece desde
el momen-to en que Teskatlipoka pierde su pie, pues tal ausencia connota también la presencia de una
huella única, y por lo tanto, la primera de una secuencia.
Tal relación se nota mejor en el nombre maya de Teskatlipoka: Huracán, generalmente traducido un
pie, pero que también se puede leer como primera huella, según vemos en dos de sus apodos: Ahraxa
Lac, la huella sobre la llanura (del mundo), y Ahraxa Tzel, la huella en el vaso (del cielo). Lo notable es
que esa huella no era simple: estaba compuesta por la totalidad de sus advocaciones. De ahí que, en
ocasiones, los teotihuacanos representaran sus dedos como las cuentas o puntos del número cinco.
La secuencia de los pasos implícita en el nombre de Huracán fue personificada en Vukub Kakix, una
deidad quiché cuyo nombre se forma del número Vukub, siete, y el sustantivo Kakix, rostro de fuego.
Los textos yucatecos le llaman Kinich Ahau, señor ígneo, y Kinich Kakmó, ave resplandeciente, títulos
que nos remiten al mito mesiánico. Prueba de ello es que, según afirma el Popol Vuh II.1,
Ave solar sobre un árbol. Estela de Izapa.
Observemos la relación entre el habla y la majestad. Cabe aclarar que la plasticidad del simbolismo
mesoamericano permitía que sus elementos permutaran casi infinitamente. La mano y el pie eran
equivalentes a otros órganos del cuerpo representativos de la conciencia, tales como los ojos, el corazón y
la cabeza. En el caso de Vucub, el órgano afectado fue la boca, pues este personaje era un Tla’toani o
vocero de Ketsalkoatl. A través del jeroglífico de Makuil-shochitl (la mano sobre la boca), vimos que
existe un relación simbólica entre ambos órganos, ya que uno anuncia lo que el otro realiza. Pero el mito
explicita tal relación, al relatar que, como resultado de la lucha que se desató después del disparo,
Vucub arrancó el brazo de Hunahpú.
Hunahpú corrió para apoderarse de Vucub, pero este le arrancó el brazo y… lo colgó sobre el fuego.
(Popol Vuh I.6)
Así como la pierna indica advenimiento, el brazo expresa la acción. Al quedarse manco a través de su
hijo, Teskatlipoka pierde su unidad operativa en el mundo material, y se ve forzado a inventar un ardid
para recuperar sus poderes y echar a andar nuevamente la rueda de las edades. Y en ese ardid consiste,
precisamente, la tarea de los mensajeros de la Serpiente Emplumada.
La caída de Vucub no es un hecho histórico, sino un mito alusivo a las desapariciones y retornos del
héroe solar. Su aplicación histórica es fácil de reconocer en el arte mesoamericano, pues se delata por el
signo de la huella.
Por ejemplo, en este relieve olmeca aparece un personaje con barba que porta una bandera; esto lo
identifica como un mensajero de Ketsakoatl. A su izquierda hay tres glifos, medio borrados por el
tiempo, pero que se pueden reconstruir. Aunque se trata de escritura olmeca, el hecho de que sea
jeroglífica permite leerla en maya, donde dice lo siguiente: el círculo superior tiene el probable valor de
Ahau, señor solar, título de los mensajeros y fecha de gran importancia en la versión calendárica maya-
olmeca; la flor de tres pétalos es el signo Way, nagual, que en esa época era un título sacerdotal de
prestigio; el pico del glifo inferior lo delata como Kinich Kakmó, guacamaya de rostro solar, es decir,
Vucub Kakix. Lo más notable es que también se esculpió el nombre propio del personaje, formado por la
impronta de un pie que aparece a su derecha, de modo que en quiché se lee Huracán y en nawatl
Senikshitl, una huella.
Este abanderado es el primer Ketsalkoatl que recuerda la historia de Anawak. Los mayas lo
reverenciaron como Itzamná, dragón del océano, y los nawas como Sipaktonal, dragón de luz. Se decía
que él creó el calendario y la escritura. Afirma el Códice Telleriano que, por ser el primero de los
civilizadores, le apodaron Wewekoyotl, viejo coyote.
El primer hombre se llama Huehuecoyotl… El Quetzal-coatl de Tula tomó su nombre de (este)
primer Quetzalcoatl.
Ayunaban los cuatro días postreros (de la veintena en honor) al Quetzalcoatl de Tula, que es el que
tomó nombre del primer Quetzalcoatl. Ahora le llaman Una Caña, que es la estrella Venus. (Códice
Telleriano)
La identificación del “primer paso” como el aspecto humano o manifiesto de Huracán, nos permite
comprender porqué el Popol Vuh afirma que Vukub tuvo un hijo llamado Zipacná Cabracán, dragón del
segundo paso. Por un recurso típico de la mentalidad mesoamericana, y tal como ocurre con otros héroes
toltecas (Hunbatz y Hunchuen, Hunahpú e Ixbalamqué, Se Akatl y Sholotl, Sipaktonal y Oshomoko,
etcétera), el Popol Vuh presenta a Zipacná Cabracán como dos entidades distintas; sin embargo, sus
funciones y atributos los identifican como un mismo ser:
Vucub Caquix tenía dos hijos, el primero se llamaba Zipacná (dragón), el segundo Cabracán (segundo
paso). Su madre se llamaba Chimalmat. Zipacná jugaba a la pelota con los grandes montes que existían
cuando amaneció, Cabracán movía los montes y por él se conmovía la tierra. (Popol Vuh I.5)
Como segundo término de la secuencia, es difícil localizar a Cabracán en la iconografía, pues su
característica – el tener dos pies – es común a la mayoría de las imágenes. Sin embargo, los siguientes
relieves olmecas lo muestran de un modo inequívoco, en particular el primero, donde un sacerdote
llamado “dos huellas” aparece rodeado de una figura humanoide que se toma de los pies para formar el
emblema del ciclo.
Dos huellas. Relieves olmecas de San Antonio Suchitepéquez y San Lorenzo Tenochtitlan.
La vida de Cabracán contiene tres de los más claros mitos mesiánicos de aquella cosmogonía: afirma
al Popol Vuh que permaneció en un sepulcro durante tres días, luego resucitó, derrocó el árbol o eje del
cielo y mató a los cuatrocientos sacerdotes de las estrellas33.
Así fueron muertos los cuatrocientos muchachos por Zipacná, el hijo de Vucub Caquix. (Popol Vuh
I.8)
Hallábanse en la mayor prosperidad (los toltecas) cuando llegó a esta tierra un hombre a quien
llamaron Quetzalcoatl y Hueman, por sus grandes virtudes, teniéndolo por justo, santo y bueno,
enseñándoles por obras y palabras el camino de la virtud y evitándoles los vicios y pecados, dando leyes
y buena doctrina… Y al tiempo que se fue, les dijo que volvería en tiempos venideros, en un año llamado
Ce Acatl, y que su doctrina sería recibida por todos. (Primera Relación I.20)
La transición entre los ciclos de “tres pasos” y “cuatro pasos” quedó recogida en los textos mayas.
He aquí, se cumplió el tiempo del tercer paso, en un día llamado Uno Muerte murió el poder de este
ciclo. Y se alzó el Divino Cuatro, y los cuatro sostenedores (de los rumbos) lo arrasaron todo. Al terminar
la nivelación se irguió la gran ceiba roja, columna del cielo, señal del amanecer de un mundo. (Chilam
Balam, Katunes aislados)
El contenido milenarista de este texto se perfila aún mejor en el siguiente cuestionario de la fe
tolteca, donde el discípulo es llamado “hijo” y su interrogador “padre”:
¿Quién es el que entra la casa de Dios (la tierra)?
Oh padre, es el Kulem36 (representante) que retorna.
¿Qué día (tonal) bajó al vientre de la virgen?
Oh padre, el Cuatro Pasos bajó a su vientre.
¿Y qué día (tonal) fue el que salió?
El Tres Pasos fue el que salió.
¿Qué día murió?
Murió en Uno Muerte y entró a su sepultura.
¿Qué fue lo que (en realidad) entró a su sepultura?
Oh padre, (sólo) su caja entró a su sepultura.
¿Y qué entró a su pierna?
Oh padre, la piedra roja (de su conciencia).
¿Cómo se llama la piedra que entró al cielo?
Oh padre, (se llama) Piedra de la Flecha. Ese día él impuso su pie, y entró una piedra roja al oriente,
y una piedra blanca al norte, y una piedra negra al poniente, y también una piedra amarilla al sur.
(Chilam Balam de Chumayel, Libro de los enigmas)
35 Se han reconstruido cuatro; las demás fueron robadas por habitantes del pueblo de Amatlan de Quetzalcoatl,
donde permanecen el total abandono.
36 De la raíz Kul, retorno, ciclo. Es un título maya equivalente a Kulel, mediador, delegado.
Destaquemos los versos iniciales, según los cuales abandonó la tierra un “representante” llamado
Tres Pasos y fue engendrado otro llamado Cuatro Pasos. Aquí hay un juego de palabras, pues el número
maya Can, cuatro, también significa serpiente y cielo; mientras que Oc es paso y perro. La combinación
Can Oc, cuatro paso, también se lee el perro celeste, y es una referencia al tránsito de Ketsalkoatl en
compañía del nagual Sholotl. Es notable la afirmación según la cual, la muerte de los representantes es
aparente, pues lo que entró a la tumba figurada de la historia fue “una caja”, es decir, la armazón
externa del movimiento de conciencia que ellos detonaron. Su esencia espiritual, simbolizada por una
piedra roja, permanece viva, en asociación con la “pierna” de Huracán, y se proyecta hacia los rumbos
como cuatro sacerdotes.
Algo a tener en cuenta, es el sobrenombre que se da a la piedra roja: “la punta de la flecha”. En el
simbolismo mesoamericano, la fecha (así como el cuchillo de pedernal y la herida provocada por ambas
armas), significaba, entre otras cosas, la fecundación. Por lo tanto, dicho sobrenombre se refiere al
nacimiento físico del mediador.
El mismo concepto fue plasmado en una imagen del Códice Vaticano 3738, donde vemos cuatro
flechas que se clavan en cuatro ovoides, pertenecientes a un quinteto que se ubica en el quinto plano de
los cielos – aquel en el cual, según el mito, viven los Tonaleke’. Los círculos representan la piedra
preciosa que fecundó el útero de Chimalma; notemos que el quinto se dejó aparte, como promesa de un
futuro cumplimiento del ciclo.
No por casualidad, el atributo que caracterizaba a Witsilo-pochtli – la versión mexica de Ketsalkoatl
– era precisamente la combinación de cuatro flechas fecundadoras y cinco ovoides de pluma (simbólicos
de la concepción) orientados hacia los rumbos cardinales:
El principal ídolo de los mexicanos… tenía en la mano izquierda una rodela blanca con cinco borlas
de pluma dispuestas en cruz, y por las manijas, cuatro saetas que, según decían, les habían enviado del
cielo para hacer las hazañas. (Joseph de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias V.9)
El desarrollo de este simbolismo produjo uno de los títulos más significativos de Se Akatl: Nakshitl.
Los libros de Chilam Balam corrompen ese título como Naxcit; los quichés le llaman (N)Acxopilli,
príncipe del cuarto paso, excepto en el Popol Vuh, que adopta el sonido yucateco Nacxit; los zutujiles lo
conocieron como (N)Acxikoatl, la huella de la serpiente, mientras que el cronista Chimalpahim le dice
“Topiltzin Acxitl”, debido a que sintetiza la nasal inicial de Nakshitl con la final de Topiltsin.
Usualmente, los investigadores traducen ese título de un modo literal: cuatro pies, a pesar de que no
existe en la biografía de Se Akatl ningún episodio que lo justifique. Spinden, basado en el hecho de que
el jeroglífico de Nakshitl era la cruz de la encrucijada, trata de darle un sentido lógico al término, al
traducirlo como pie de los cuatro (caminos).
Dos cuerpos y una cabeza. Relieve del Tajín.
Por su parte, Piña Chan, basado en la ocasional representación de Ketsalkoatl y Sholotl en el arte
totonaca como dos cuerpos con una sola cabeza, especula que el apodo de Topiltsin pudo tener un origen
naturalista. Sin embargo, la hipótesis queda refutada por las siguientes observaciones:
Primero: en la visión tolteca, todos los seres, tanto divinos como humanos, tenían un doble. De modo
que la expresión “cuatro pies” difícilmente hubiese servido como identificador.
Segundo: hay en nawatl un vocablo específico para aludir a un ser de cuatro pies: Manenemi, pero
nunca fue empleado en referencia a Ketsalkoatl y su doble.
Tercero: existía una diferencia conceptual entre el pie y la huella. El primero se representaba
mediante el dibujo esquemático de un pie y tenía un sentido naturalista; el segundo, en cambio,
representaba el verbo “pisar”. Hasta donde sé, la escritura jeroglífica del nombre de Nakshitl nunca se
hizo mediante cuatro pies, sino mediante cuatro huellas.
Cuarto: como ya vimos, en la iconografía anterior al nacimiento de Topiltsin, el profeta de
Ketsalkoatl se asocia a un paquete de tres huellas, lo cual no se puede explicar como referencia al doble.
Quinto: los cronistas mencionan variantes de este título, en las cuales se elimina la mención del pie,
pero se mantiene el numeral, demostrando que este último no estaba aplicado a aquel, sino a un
concepto de orden. Por ejemplo: Nappateku’tli, señor de cuatro veces, y Nauyotl, el cuarto.
A mi juicio, la interpretación literalista es una mala lectura, pues cuando el término Ikshitl pie, se
compone con números, adquiere el sentido de paso. Así aparece en el diccionario de Molina, en el
término Sentlakshitl, formada con el nombre del pie y el numeral Sentla, uno, que no se traduce “un
pie”, sino: paso del que anda. También aparece el término Nekshi, formado por Ikshitl y Neppa, cuatro
veces, cuya interpretación es “paso a paso”.37
Las siguientes citas demuestran sin lugar a dudas que el título de Nakshitl fue la evolución de un
antiguo signo de orden:
En el año Tres Casa llegaron los ancianos. Los guió hacia acá su rey, llamado “el melenudo de los
toltecas”, “el príncipe que retorna”. Fue él quien llevó en sus espaldas al dios, al diablo (la condición
divina) que llamaban Nauhtecuhtli (cuarto señor). (Chimalpahim, Memorial breve)
El señor único, Cuatro (veces) Señor, nació de pie, cuatro veces fue engendrado de pie.
¿Quién fue engendrado, quién encarnó? El señor solar, gran rey rojo de rostro descarnado, el que
mora en el centro del cielo y en el centro de inframundo. He aquí, él nacerá de nuevo, he aquí, está
siendo engendrado. (Ritual de los Bacabs)
La secuencia de los advenimientos de la Serpiente Emplumada fue dibujada en esta lámina del
Códice Féjérvary, cuya lectura es como sigue:
Arriba, a la derecha encontramos a Ketsalkoatl con atributos del dios del viento, de pie sobre los glifos Dragón,
Viento y Casa, que en este caso no tienen sentido calendárico, sino ideológico, pues expresan la idea: descenso del
Espíritu sostenedor a la casa de la manifestación.
La segunda imagen muestra a su contraparte femenina, Shochiketsal, la Naturaleza. Permanece de pie sobre un glifo
de “camino” dentro del cual hay cinco huellas equidistantes. Encima, un atado de leña y una bola de copal que arde
aluden a la ceremonia del Fuego Nuevo, lo cual revela que las huellas representan intervalos cíclicos. El camino se
tuerce a partir del tercer paso, de modo que el cuarto queda enfatizado. Dibujado en forma oblicua, como corresponde a
un término de transición, este paso se asocia con una serpien- te que se enrolla sobre sí misma en señal de recurrencia. Lo
interpreto como referencia a la cuarta etapa del ciclo, un significado que queda enfatizado por los jeroglíficos pintados
al pie: Lagartija (la generación) y Serpiente (el cuerpo físico).
A continuación, la lámina muestra a los “hijos” de esta pareja, identificables por sus atributos. Sus
posturas, en el acto de dar un paso, expresan la idea de sucesión. Todos están inclinados, pues son
cargadores o denominadores de ciclos.
El primero tiene barba, que indica su condición de maestro; su mandíbula pintada de blanco lo asocia
con Makuilshochitl, mientras que su puntiaguda nariz le delata como Yakateku’tli, señor puntero o
guía, una deidad que ha sido plenamente identificada por los investigadores con Ketsalkoatl. En su
mochila hay una huella de la que brota una flor que le da nombre: Huella Florida.
El segundo personaje porta un número “dos” en su mochila, lo cual indica su número de orden. Dos
37 La raíz Na, reduplicado, también se pronunciaba Ne, como se ve en Neppa, cuatro veces.
flechas lo atraviesan, en alusión a la enfermedad venérea o “solar” característica de Nanawatsin,
bubosillo. La combinación de los números y las flechas forma el nombre de Omakatl, dos caña, otra
advocación conocida de Ketsalkoatl, como patrón de la medicina.
El nombre del tercer caminante aparece escrito encima de su bastón; está formado por una mano-pie
de la que sale un hacha resplandeciente. Lo traduzco de dos maneras: Wewak, mano fuerte, y
Tepostekatl, el del hacha, ambos nombres asociados con los voceros de Ketsalkoatl. El glifo de su
mochila se forma por dos puntos separados por una raya, lo cual se lee Mikistli, muerte; en este caso,
probablemente representa el valor Tla’ko, mitad, ya que el personaje está ubicado en el punto central de
la serie.
Por último, llegamos a un vocero que repite los atributos del primero: la barba, la mandíbula pintada
y la nariz puntiaguda, indicando que con él se cierra una serie de desdoblamientos del mismo ser. Su
identidad no admite dudas, pues carga una cruz sobre la cual está escrito el nombre de Nakshitl, cuatro
huellas, lo cual se confirma en la siguiente cita de Sahagún:
Nacxitl era uno de los hermanos de Yacatecuhtli. (Historia General)
Su mano derecha afirma que él es el cuarto de cinco individuos, mientras que la izquierda dice que
estos cuatro coexisten en unidad, o que aún falta uno para terminar el ciclo (o ambas cosas a la vez).
Los cuatro caminantes celestes tipificados con atributos de Teskatlipoka, Omakatl, Tepostekatl y
Yakateku’tli. Códice Fejervary.
Capítulo
11
HISTORIA
DE
SE
AKATL
TOPILTSIN
Como muestra de un proceso mesiánico en el México antiguo, examinemos la historia de Se Akatl
Topiltsin Nakshitl, nuestro señor uno caña cuarto paso, rey sacerdote de Tula y vocero de la Serpiente
Emplumada.
Ante todo, disipemos los infundios que se han divulgado sobre su vida: Se Akatl no fue un vikingo
arrojado por el mar ni un misionero cristiano; su inserción en la historia de Anawak no es accidental,
sino un hecho medular. Su biografía se mezcló con el mito de Ketsalkoatl, no sólo porque él fue su
profeta, sino porque, deliberadamente, intentó copiar los elementos del mito. Pero, cuando se deslindan
los elementos generales de los individuales, el rostro del ser humano sale a la luz con suficiente nitidez.
Su nacimiento ocurrió así: reinaba en la ciudad de Tula un señor llamado Mishkoatl Kamashtli,
serpiente de nubes de rostro encendido. Un día, una joven llamada Chimalma fue abañarse al río.
Mishkoatl la vio y quiso tomarla, pero la joven le presentó batalla y lo derrotó. Entonces él dio la orden
de que la encerraran en un monasterio y la entrenaran como futura reina de los toltecas.
Mishkoatl, también llamado Kamshtle, rubicundo, no es un personaje histórico, sino la
personificación de la Vía Láctea y la advocación mediadora de Teskatlipoka. Según afirma el cronista
Ixtlilxochitl, el padre físico de Se Akatl Topiltsin se llamó Itstekkaltsin, señor de la casa de obsidiana,
cuya identidad parece corresponder al rey de Tula Totepeu’ Ilwitilmantli, nuestro caudillo del manto
celeste, quien unificó una buena parte de Anawak hacia mediados del siglo X después de Cristo. Lo
mismo ocurre con su progenitora; ya hemos visto que Chimalma es un título genérico, aplicado la madre
mística de los voceros de Ketsalkoatl. Ixtlixochitl afirma que el apelativo humano de la mamá de Se
Akatl fue Ketsalshochitsin, florecilla emplumada. ¿Por qué las leyendas suelen referirse a ambos
personajes por sus nombres divinos? Porque su parentesco con el mensajero de Ketsalkoatl los elevó
automáticamente al rango de dioses o santos del panteón.
¿Dónde ocurrió su encuentro? La tradición afirma:
Un dios llamado Camaxtli, por otro nombre Mixcoatl, tomó por mujer a una diosa llamada
Chimalma, de la que tuvo hijos, entre los cuales había uno de nombre Ketsalkoatl38. Éste nació en
Michatlauhco y fue entregado a sus abuelos, pues su madre murió al darlo a luz. (Teogonía e Historia de
los Mexicanos)
Michatlauko es un locativo compuesto de Michin, pez, y Atlauko, barranca, de modo que se traduce
barranca del pez. Es un nombre del cielo teológico, el lugar donde las almas son “pescadas” por la
Deidad, pero parece que también fue aplicado a un lugar de Anawak. En la actualidad no existe ningún
pueblo de ese nombre, pero la cita siguiente nos remite a Witsnawak, nombre antiguo del actual estado
de Morelos:
Fue Mixcoatl a conquistar Huitznahuac y salió a su encuentro la mujer Chimalman. Se echa con la
mujer de Huiz-nahuac, la que luego se empreñó. (Anales de Cuauhtitlan)
Dos fuentes insinúan que el lugar exacto estaba cerca de la ciudad de Kuau’nawak, en la actualidad
llamada Cuernavaca:
Estando en tierras de Cuernavaca, en cierta caverna, dos personajes, llamados él Oxomoco y ella
Cipactonal, pareció bien a la anciana tomar consejo de su nieto, Quetzalcoatl. (Jerónimo de Mendieta,
Historia eclesiástica indiana)
El nombre del primer hombre no lo saben, pero dicen que fue creado en una cueva de Tamoanchan,
en la provincia de Cuernavaca, que es Cuauhnahuac. (Teogonía e Historia III.128)
Una ubicación más precisa se infiere de un mito conservado en el pueblo de Tepoztlan, cerca de
Cuernavaca. Los lugareños veneran a un señor al que llaman Tepostekatl, el hombre de la espada, y
Ekateku’tli, señor del viento. El historiador Jiménez Moreno identifica a este personaje con Topiltsin,
hipótesis que se sostiene mediante el estudio de varias láminas del Códice Magliabecchi, donde queda
claro que Tepostekatl es otro título de Ketsalkoatl39. De mi requisa entre las personas que recuerdan el
mito, llegué a la conclusión de que Tepostekatl no fue un personaje único, sino el nombre de la dinastía
38 Respecto a sus hermanos, otras historias aclaran que eran hijos de Mishkoatl y su otra esposa, Ilankueitl.
39 Los moradores del Tepoztlán suponen que Tepostekatl fue un rey contemporáneo de la conquista española. Sin embargo, el análisis histórico demuestra que este título
perteneció a la dinastía reinante de Tepoztlán, fundada sobre la memoria de Se Akatl.
reinante en Wistnawak-Morelos, siendo su último representante contemporáneo de la invasión
española.
Una prueba adicional del sitio natal de Se Akatl se obtiene al analizar un mapa contenido en el
códice Chimalpopoca. En este aparece una corriente de agua entre dos montes, sobre la cual hay un pez;
este es el jeroglífico de Michatlauko. Los montes que delimitan la corriente se llaman Chimalma y
Mixcoatl, precididos encima por un monte llamado Xicococ; entre ellos está la expresión “Ce Acatl
Topiltzin 52 (años)”. A su alrededor hay ocho localidades llamadas Coacalli, Tocuitlacalli, Chalchiuhcalli
y Xiuhcalli. Lo notable es que todos estos nombres propios tanto podrían asociarse con sitios cercanos a
Tula, en Hidalgo, como a Tepoztlan.
Sin embargo, sería inútil buscar a Michatlauko en el mapa político actual de Tepoztlan y sus
alrededores, pues en la época en que Tula conquistaba esa región, los lugareños, a fin de protegerse de
las invasiones, vivían en las montañas, en sitios que ahora están despoblados. Es probable que la
barranca del pez se encuentre en alguno de los parajes que se extienden entre los pueblos de Tepoztlan
y Yautepec; quizás en Cinteopa, a pocos kilómetros de Amatlán de Quetzalcoatl, donde aún se pueden
ver los restos de un templo teotihuacano.
Un día, mientras Chimalma se bañaba en una cueva ubicada en la barranca de Michatlauko, se le
apareció un pez que le anunció un milagro: Ketsalkoatl había decidido volver a la tierra y la había
elegido como madre. Como prueba de su mensaje, el pez le entregó una cuenta de jade, que ella guardó
en su boca. Pero, mientras regresaba al templo donde estaba asilada, tragó la cuenta accidentalmente,
de lo cual quedó embarazada. Un poema mexica describe así el instante de su fecundación:
¡Oh, turquesita labrada donde el gran dios, donde la gran señora, por los dueños del tiempo cíclico!
Has llegado a este mundo desde muy lejos, pobrecilla, fatigada. ¡Nuestro Señor Ketsalkoatl ha arrojado
al polvo una piedra preciosa! (Códice Florentino)
El pez mensajero de E’ekatl desciende del cielo a la barranca. Códice Laúd.
Este relato es simbólico, y ningún tolteca culto lo hubiera tomado en sentido literal. Forma parte de
la mitología uni-versal. También el héroe hindú Matsya se metamosfoseaba en pez, como el babilónico
Oannes y el egipcio Osiris. Del patriarca Moisés se afirma que fue “sacado del agua”, Jonás pasó tres
días en el estómago de un pez y Jesús declaró a quienes le tentaban que la prueba de su condición
mesiánica era “la señal de Jonás”. Por esta razón, el emblema de Cristo en la Iglesia Católica son dos
peces cruzados.
Aquí vienen nuestra ayuda los hallazgos arqueológicos, pues se ha comprobado que el período de
guerras de conquistas asociado con el reino de Mishkoatl comenzó en el siglo X después de Cristo,
momento en que Tula alcanzó su máxima influencia en Anawak. En correspondencia con esto, los
códices mixtecos reportan que alrededor del año 950 de nuestra era, ocurrió lo que llaman “la guerra
celeste”, asociada con las penetraciones de los pueblos nawas.
Más precisos aún son los códices mayas, pues nos permiten triangular la fecha natal de Se Akatl a
partir de dos sistemas calendáricos paralelos. En estos codices, Topiltsin recibe el título de Kukulcán,
serpiente emplumada. La identificación de Kukulcan con Se Akatl se establece a través de los libros de
Chilam Balam de Tzimin y Chumayel, los cuales aplican invariablemente a Kukulcán el apodo de
Naxcit (Nakshitl), que ya vimos es identificativo del héroe de Tula. El Chilam de Chumayel contiene
una referencia fechada a su nacimiento; afirma:
En el (katún o ciclo) Ocho Ahau fue cuando la poderosa (Señora) de la Miel limpió la plaza de la
ciudad para preparar el descenso del poder del divino trece. Entonces se atavió el Rey de Uxmal40 y vino
a imponer la huella de su pie en las espaldas del Dragón de la Tierra, aquí en Chichén, para que reinara
Nacxit Kukulcán; gobernaba por entonces el Señor Ulil (caracol). Y terminó el poder de la serpiente
devoradora, pues fue superada por Kukulcán. Y lo vieron y oyeron todos los moradores, quienes habían
dado a sus hijos en ofrenda para alimentar a la serpiente. (Chilam Balam de Chumayel, Libro de los
Linajes)
El ciclo maya Ocho Ahau transcurrió entre los años 928 y 948 de la era cristiana. El texto afirma que
por entonces descendió el “cuarto paso” del “divino trece” a imprimir “una huella” en la espalda de la
tierra. Dentro de este período cayó el año Se Akatl 947, que se erige como la única fecha firme para el
natalicio.
Sigue pendiente averiguar cuál fue el día exacto en que nació. Es posible que el dato esté contenido
en la siguiente tradición:
Topiltzin Quetzalcoatl nació el día Siete Caña. Ese día se hacía una gran fiesta en Cholula y venía
toda la tierra a esa fiesta. (Códice Telleriano-Remensis)41
La importancia de ese día se confirma en un relieve dedicado a Ketsalkoatl por el rey mexica Awisotl
en el año Siete Caña de 1499, donde aparecen la Serpiente Emplumada y su profeta.
Para averiguar a qué fecha gregoriana corresponde este día, tenemos que correlacionar nuestro
calendario con el de Anawak. Según lo interpreto, los mesoamericanos denomina-ban a sus años por el
nombre del día en que ocurría el paso cenital del Sol en la latitud de los 18 grados norte42, un suceso
que, por la época mexica, ocurría el 3 de mayo (actualmente, el 13 de mayo). Si ese día fue Uno Caña,
entonces el Siete Caña cayó veinte días antes, el 13 de Abril.
Antes de apresurar una conclusión, hay que tomar en consideración que los veinte días que separan
las fechas Siete y Uno Caña, demarcaban una veintena del calendario. Es probable que, lo que
celebraban los anawakas a la llegada del Siete Caña no fuese el natalicio en sí, sino el comienzo del
“mes” en que dicho evento tuvo lugar. Ello explica la siguiente referencia del padre Las Casas:
La ciudad de Cholula, entre muchas y diversas fiestas que tenía, celebraba una cada año el primer
día de mayo, ofreciendo a Quetzalcoatl muchas rosas y flores. Los sacerdotes se vestían unas ropas
largas hasta los pies, blancas, sembradas de flores negras, y salían con unas diademas en las cabezas.
Esta era una fiesta muy suave y no costosa (no sangrienta). (Los indios de México)
De aquí infiero que el natalicio de Se Akatl ocurrió en los últimos días de la veintena demarcada por
las fechas Siete y Uno Caña.
Los sufrimientos del infante Se Akatl alegorizan la condición moral del ser humano.
Códice Fejervary. El niño es amamantado por Mayawal. Códice Fejervary.
Aquí se esconde una alegoría filosófica, pues los antiguos mexicanos fabricaban su vino de jugo de
maguey. Creían que esta planta fue creada por E’ekatl, a pedido de los dioses, quienes se dijeron:
He aquí, el hombre estará triste si no hacemos algo para regocijarle, para que tome gusto de vivir en
la tierra y nos alabe, cante y dance. (Teogonía III.130)
En Mesoamérica, las sustancias embriagantes tenían un significado ambivalente, pues, por un lado,
se asociaban con los borrachos, violadores de las costumbres toltecas, y por el otro, con los devotos
“embriagados” en el néctar de la espiritualidad. El maguey representaba, pues, los cambios de la
conciencia. Como podemos comprender, el hijo de Mayawel no es el bebedor envilecido en su vicio, sino
aquel individuo que ha comulgado en la fuente de la embriaguez figurada de los sentidos, haciendo
pacto con ella y trascendiéndola.
Viendo que era imposible matar a Se Akatl, las parteras decidieron tirarlo al río. Pero el agua era un
elemento afín al niño, pues este había sido engendrado por Tlalok, el señor del océano cósmico. De modo
que la corriente lo depositó suavemente en la orilla, donde fue recogido por un leñador oriundo del
pueblo de Yautepec. A partir de ese momento, el niño fue criado en secreto por sus abuelos.
A los nueve años, Se Akatl localizó los restos de su padre, que habían sido apresuradamente
enterrados por los asesinos en la costa del Golfo, y pidió a sus abuelos que les dieran un entierro digno.
Esto alertó a los usurpadores de Tula, quienes decidieron invitarlo a una ceremonia para asesinarlo.
Pero el joven, sospechando una trampa, se levantó de madrugada, subió a la pirámide y encendió una
hoguera en su cima. Al verlo, los príncipes corrieron para apresarlo, pero al subir por la empinada
escalera se cansaron de tal modo, que el joven pudo reducirlos fácil-mente, flechando a uno y arrojando
al otro por la escalera.
Esta leyenda, donde probablemente se esconde un episodio histórico, refleja la inestabilidad que
vivió el reino de Tula durante la segunda mitad del siglo X de la era cristiana. Diversas circunstancias
climatológicas y sociales se aunaron para forzar la migración de las naciones que vivían en la zona
central de Norteamérica. Estos pueblos, a los cuales los toltecas llamaban despectivamente Chichame-
ka, hombres-perros, introdujeron la costumbre de sacrificar a los prisioneros de guerra en honor a
Teskatlipoka. En tal contexto, resultó evidente la necesidad de una reforma religiosa que revitalizara el
culto de Ketsalkoatl, y personajes como Se Akatl y otros entraron en escena.
Una crónica cuenta que, antes de llegar a su mayoría de edad, Se Akatl se dedicó a la vida
monástica.
Después que Ce Acatl fue mancebo, hizo siete años de penitencia, andando sólo por los cerros y
sacándose sangre. (Teogonía e Historia I.84)
Esta etapa está relacionada con una leyenda que recuerdan los campesinos de Tepoztlán. Afirman
que el joven príncipe fue devorado por una enorme serpiente, pero, estando en su vientre, sacó de su
bolsa “unas navajitas de obsidiana” y desgarró con ellas a la fiera. Lo interpreto como sigue: la serpiente
es la escuela sacerdotal tolteca, que por la época de Se Akatl tenía su sede en la ciudad de
Wewetlapallan, lugar de la antigua sabiduría43. La navaja, equivalente simbólico del espejo de
obsidiana, era símbolo de Teskatlipoka y del conocimiento esotérico. La metáfora de ser deglutido por
un animal sagrado, convirtiéndose en parte de su carne y sangre, significaba la incorporación del
conocimiento y otras cualidades valiosas. El relato se refiere, pues, a la iniciación de Se Akatl en la
hermandad de las serpientes emplumadas.
Los mayas conservaron una versión de esta leyenda, donde encontramos datos muy reveladores;
afirma:
Vengo a deciros cómo en esta región del mundo, mucho tiempo antes de que hubiésemos nacido, se
paseaba el Señor Serpiente. Tenía este siete notables cabezas con las que tentaba a quienes encontraba
en su camino, y quienes no sabían responderle, resultaban devorados. Pero, he aquí, un día apareció
uno que supo responderle. Cuando lo oyó aquel, se entristeció, pues estaba dicho que, quien entendiera,
ese sería llamado grande, verdadero hombre, y sería el nuevo Señor Serpiente. (Cantares de Dzitbalché)
Afortunadamente, las preguntas iniciáticas se conserva-ron en otro libro maya. Aunque están
elaboradas en un lenguaje esotérico, lleno de metáforas, juegos de palabras y velos sobre velos, podemos
percibir a través de ellas que lo que se proponía al candidato a sumo sacerdote, era que demostrara su
competencia en el manejo de los poderes de la mente y el cuerpo. He aquí un fragmento resumido:
El preguntador viene a pedir su entendimiento a los príncipes del pueblos, y que lo comprueben. Este
es el primer enigma que les propondrá: ‘traedme al Sol’. El segundo: ‘traedme el cerebro del cielo’. El
tercer enigma, que construya una casa grande cuya fachada esté en línea recta con su techo, y que
ambos sean de una pieza. La cuarta prueba, que regresen a su casa y que lleven consigo a su perro. El
quinto enigma es que busquen el corazón de Dios en el cielo. El sexto, que busquen la rama de la ceiba
en torno a la cual hay torcidas tres cuerdas vivas. Por último, se les dirá: ‘alcanzad aquello que hay en
el fondo del pozo’. El que haya entendido, podrá alcanzar el señorío. Los muertos nada entienden, pero
los vivos entenderán. (Libro de los Enigmas, Chilam Balam de Chumayel)
Como parte de su iniciación sacerdotal, Se Akatl aprendió artes marciales, y no había mejor ocasión
para entrenarse que las guerras por la reunificación del reino. Afirma un documento:
En el (año) trece, este Ce Acatl comenzó a guerrear y fue el primer (el más grande) señor de Tula,
porque los moradores de ella lo tomaron por Señor, por ser valiente. (Teogonía e Historia I.85)
Le pusieron este nombre: Ce Acatl, Tigre de la tierra, por ser el tigre el animal más bravo. (Códice
Telleriano-Remensis I.186)
Según el Códice Chimalpopoca, a los veintiséis años lo enviaron al colegio de estadistas en
Tulancingo. Cuatro años más tarde, en el Cuatro Pedernal, equivalente al 976 de la era cristiana, lo
eligieron rey de Tula. Fue entonces cuando recibió el título de Topiltsin, que tanto significa nuestro
príncipe como reverendo bastón, pues el bastón era emblema de los magistrados, y ese fue el cargo que
Se Akatl ocupó.
La primera etapa de su reinado estuvo orientada hacia la integración del reino y la elevación de los
niveles de vida de la gente. La leyenda lo describe como un gobernante sabio y justo, hábil constructor
de pirámides y palacios, agrónomo, pintor y reformador del calendario. Por entonces Tula alcanzó su
máxima influencia, controlando todo el Anawak mediante una alianza con las ciudades neotoltecas de
Culhuacan, Cholula, Xochicalco y Chichén Itzá. Una crónica afirma:
Nacxit era el gran Señor, el único y supremo juez de todos los reinos. (Popol Vuh IV.6)
43 Es probable que esa ciudad corresponda a los restos de una ciudad olmeca recientemente encontrada junto al
Pero el poder material no ensoberbeció a Topiltsin, quien se destacó por llevar una vida monástica,
de servicio y penitencia. Una fuente lo describe así:
¿Acaso no era un hombre pacífico, acaso se burlaba de la gente? En verdad, andaba a ras de tierra, se
humillaba, iba al encuentro de Nuestro Señor, el Amo de la Cercana Compañía, velando en las noches,
postrándose sobre sus rodillas y codos, suspirando a la medianoche. Sólo entonces se levantaba y salía,
tomaba la escoba y barría el camino, limpiaba el pozo, atendía a las cosas. (Códice Florentino VI.20)
Entre sus reformas, estuvo la prohibición de los sacrificios humanos, que por entonces se habían
convertido en una costumbre. Estas circunstancia disgustó de tal modo a los sacerdotes de Teskatlipoka,
que decidieron expulsarlo del reino.
Un día del año Cinco Casa, equivalente al 977 de la era cristiana, un anciano de venerable aspecto
tocó a la puerta del palacio real y pidió audiencia con el rey. Tanto insistió el viejito, que se lo
permitieron. Una vez en su presencia, desempacó un espejo de obsidiana hechizado y se lo mostró al rey.
Al asomarse, Topiltsin se vio transformado en un conejo ensangrentado, lanzó gritos de terror y juró que
nunca permitiría que le vieran sus súbditos. A partir de ese momento, le aplicaron el mote de
Ometochin, dos conejo, simbólico de la embriaguez.
Para tranquilizarlo, el viejo le ofreció un frasco de medicina y lo conminó a beber. Pero el frasco
contenía vino de maguey reforzado con hongos psicoactivos. Lo bebió Se Akatl y percibió que su alma se
desdoblaba. En ese punto, el viejo le ordenó:
¡Por fuerza has de pisar el país negro y rojo! Allá te espera desde el comienzo del tiempo un Señor
anciano, tu verdadero padre. El te dará en herencia un reino nuevo, mejor que este que aquí posees. Ese
Señor es el Sol que nos alumbra, y su reino, el campo mágico de las infinitas mariposas. Entre vosotros
os comprenderéis, cuando llegues a su presencia; cuerpo tendrás de mancebo, y como niño te tornarás.
(Anales de Cuauhtitlan)
(Veintena de) Xul: queda dicho la ida de Kukulcán de Yucatán, que dijeron se había ido al Cielo con
los dioses. Tenían muy creído que en el postrer día (de esta veintena) bajaba Kukulcán del Cielo y
recibía los servicios, vigilias y ofrendas (de la gente). Llamaban a esta fiesta “El Descenso del Pájaro
Cantor”. (Landa, Relación de las cosas de Yucatán)
Esta celebración conmemoraba la transformación espiritual de Se Akatl. Podemos localizarla en la
cronología cristiana del siguiente modo: el año posclásico maya comenzaba el 26 de Julio. Contando a
partir de aquí, la veintena de Xul terminaba el 12 de Noviembre, que era precisamente el día del paso
del Sol por el punto más profundo de la bóveda celeste en la latitud de Copán (la ciudad calendárica de
los mayas), lo cual corresponde con el episodio de la muerte y el descenso del héroe.
Sin embargo, existen otras dos versiones sobre la desaparición de Topiltsin. La primera afirma:
Viéndose tan perseguido de Tezcatlipoca, se fue a un desierto, tiró un flechazo a un árbol y se metió
en la hendidura de la flecha. Así murió. (Teogonía e Historia)
Este simbolismo es fácil de interpretar: el árbol herido es jeroglífico de Tamoanchan, la casa de
nuestro origen, el cielo espiritual de los mesoamericanos. Por lo tanto, la fábula no describe un suceso
literal, sino la reabsorción de la conciencia de Se Akatl en aquella dimensión de donde había partido.
Más difícil de entender es otro relato, según el cual, su desaparición no ocurrió por fuego, sino en el
mar:
Quetzalcoatl era natural del pueblo llamado Tula, pero marchó por las provincias de Tlascalla,
Huexotzinco y Cholula. Después se fue y desapareció por la costa de Coatzacoalcos44; ellos aguardaron
su regreso. (Motolinía, Libro de las Cosas de Nueva España)
Llegando a la ribera del mar, mandó a hacer una barca de culebras, entró en ella y se sentó como en
una canoa. Así se fue navegando por la mar. No se sabe cómo llegó a Tlapalla (el sitio de la luz).
(Sahagún, Historia General III)
Él subió a un barco y clamó a la gente. Allí estaba, sentado en el barco; entonces desapareció, partió.
Pero llegó (al rumbo oriental), alcanzó (la vida), la presencia (de Ometeotl). (Sahagún, Diccionario)
Esta la leyenda encierra una contradicción, pues es difícil entender cómo una misma persona pudo
partir dos veces de este mundo, primero por fuego y luego por agua. Los investigadores suelen adoptar
una u otra versión, de acuerdo con sus preferencias. Algunos solventan la incongruencia suponiendo que
Se Akatl se lanzó al agua y, una vez allí, se incendió: pero esto no es posible, ya que las crónicas
especifican que su incineración ocurrió en una montaña y que sus cenizas fueron recogidas y repartidas
por los diversos reinos:
Cuando Topiltzin murió, ordenó que quemasen con él todos los tesoros que tenía. Durante cuatro
días ardió la hoguera. Luego recogieron las cenizas de su cuerpo y las echaron en una bolsa de piel de
tigre. (Ixtlilxochitl, 1ra. Relación).
¿Cómo conciliar los datos disponibles? Recurriendo a la teología comparada y al simbolismo
alquímico. La iniciación postrera del mesías, primero por fuego y luego por agua, es un mito universal.
Por ejemplo, el Popol Vuh cuenta de Hunahpú y su doble murieron en una hoguera, pero al quinto día
aparecieron en un río como hombres-peces y luego subieron al cielo en una luz (II.12-15). El profeta
Nanawatsin pasó por una transmutación parecida:
Luego que salió purificado de las manos del fuego, se arrojó en un estanque de agua muy fría que
para eso estaba preparado, para que quien había pasado por fuego, pasase también por agua. Porque el
agua era prueba (de divinidad), como lo había sido el fuego. Y habiendo salido bien de todo, subió al
Cielo. (De la Serna, Tratado de las supersticiones)
Los incas contaban de su maestro Viracocha:
Como llegase a una provincia de Cacha, hizo que de improviso cayese fuego del cielo, el cual quemó
la cordillera… Y habiendo dejado en orden (al país), llegó a la provincia de Puerto Viejo, se juntó allí con
los suyos que había enviado antes que él y se metió en el mar, caminando como si anduviese por tierra.
(Juan de Betanzos, Suma y narración de los indios)
En el Viejo Mundo hay historias parecidas. En el caso de Jesús, el fuego está simbolizado por su
crucifixión y el agua por la nube que lo recibió en lo alto. De Buda se cuenta que murió por una
indigestión (fuego) y a continuación fue trasladado al cielo por un arco iris (agua). Krishna fue flechado
contra un árbol (fuego), pero luego resucitó y se fue al otro lado del mundo (agua). Igual Osiris,
descuartizado por Seth (fuego) y luego arrojado al río Nilo. Etcétera.
En estos relatos encontramos una constante que tiene un gran sentido espiritual; en cada caso, el
44 No en la ciudad actual de ese nombre, pues por entonces no existía, sino en una ciudad hoy en ruinas aledaña a
la actual Minatitlan.
tema de la ignición precede al de la inmersión, formando en su conjunto un concepto al que los toltecas
llamaron Atltlachinolli, agua quemada, símbolo de la fusión de los opuestos. De modo que la
interpretación de la leyenda tolteca es la siguiente: una vez que Topiltsin consiguió transmutar la parte
combustible de su ser (el cuerpo físico) mediante el fuego del espíritu, alcanzó su objetivo final: diluir su
conciencia en las aguas del mar cósmico.
Pero dicha transmutación no hubiera sido posible sin una resurrección. Afortunadamente, un himno
sagrado mexica conserva tan precioso dato:
Al cabo de cuatro años nos fue devuelto. No fue reconocido, nadie lo esperaba. De la región del
misterio, de la casa del quetzal, del país de la abundancia vino Aquel que enriquece al mundo. (Himnos
sagrados, Canto de Tlaloc)
Este texto explica por qué, en el documento llamado Leyenda de los Soles, se afirma que su
desaparición definitiva no ocurrió en el año Uno Caña 999 después de Cristo, sino cuatro años después,
en el Cinco Caña 1003 de la era cristiana. En otras palabras: para entender el mito de Ketsalkoatl, hay
que tener en cuenta el tiempo que Se Akatl permaneció en el inframundo: los cuatro años rituales
durante los cuales se creía eran procesados los vehículos de conciencia del difunto.
Para concluir, notemos que, tanto el episodio de la incineración como el de la partida sobre el mar,
están representados en monumentos anteriores al príncipe de Tula. Por lo tanto, no se trata de hechos
históricos, en el sentido estricto del término, sino de una actualización del mito, asumida en forma
deliberada por Se Akatl a fin de justificar las señales de la profecía. Al repetir la gesta de Nanawatsin,
el príncipe de Tula no sólo confirmó su fe en la trascendente veracidad del arquetipo, sino que demostró
su valor como posibilidad vivencial para los anawakas. Su carisma impactó de tal modo a sus
contemporáneos, que, tal como nos cuenta un cronista, fue capaz de movilizar a las multitudes tras un
ideal de la autorrealización:
(Había) ley establecida de que por medio del fuego, alcanzarían (los seres humanos) honra y
excelencia, y quedarían por señores de lo superior… Esta voz y esperanza de excelencia juntó un gran
número de gentes. (Alarcón, Tratado de las idolatrías)
Ya hemos visto que algo tan íntimo como el pecado de Topiltsin fue visto como un tropiezo de todo el
pueblo. Del mismo modo, su sacrificio personal comprometió a la entera sociedad en un camino de
salvación por merecimiento, mientras que su ascensión gloriosa fue interpretada como una auténtica
recreación del género humano.
Así es, en verdad: por su merecimiento, por su sacrificio, él inventó a los hombres y nos hizo seres
humanos. Así, él mismo llegó a ser Quetzalcoatl, Señor y Señora de toda dualidad. Así transmitió su
aliento y su palabra. (Olmos, Huehuetlahtolli)
La vida de Se Akatl no sólo arroja luz sobre las creencias de los mesoamericanos, sino que son la
demostración del alcance universal de la propuesta tolteca. Tal como afirma Séjourné, Serpiente
Emplumada es un modelo de la existen-cia humana, cuya eficacia no está limitada por la época, el lugar
o la modalidad simbólica, pues contiene una enseñanza que es tan entendible hoy en día como lo fue
hace mil años.
Quetzalcoatl enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden superior. Él es el
signo que contiene la revelación del origen celeste del ser humano… Es este mismo itinerario el que
sigue el alma: desciende de su morada celeste y entra en la oscuridad de la materia para elevarse de
nuevo, gloriosa, en el momento de la disolución del cuerpo.
El mito de Quetzalcoatl no significa otra cosa. Sus pecados y remordimientos corresponden a la
dolorosa, pero necesaria toma de conciencia de la condición humana; su abandono de las cosas de este
mundo y la hoguera fatal que construye con sus propias manos, señalan los preceptos a seguir para que
la existencia no se pierda: alcanzar la unidad eterna por el desprendimiento y el sacrificio del yo
transitorio. (Pensamiento y Religión en el México antiguo)
Capítulo
12
LA
PROFECÍA
DEL
RETORNO
El aspecto más popular del mito de Ketsalkoatl, fue su promesa de volver a la Tierra. El retorno es un
principio del mito mesiánico, que se justifica en la naturaleza evolutiva de la vida y la sociedad. En
Anawak, dicho principio alcanzó un gran desarrollo, pues fue cimentado en la estructura misma del
calendario, cuya incidencia era determinante en todos los órdenes de la vida. Su marco conceptual era la
creencia de que, tal como afirmaba un refrán nawatl, todo es cíclico:
Así como fueron las cosas, así volverán a ser, en algún sitio, en algún momento. Quienes ahora viven,
otra vez vivirán. (Códice Florentino VI)
Los toltecas no concebían el tiempo como una continuidad rectilínea, sino como la recurrencia de
ciertas causas. Ello se nota en sus mitos creativos, en su enfoque de la historia y en su creencia en cinco
advocaciones de Ketsalkoatl. Aquella teología estaba de tal modo sujeta al principio de la ciclicidad, que
incluso los dioses tenían su momento de exaltación y muerte:
Todo camina y pasa… Porque tiene su fin el observar la trama de las estrellas, desde donde,
custodiándonos, nos miran los dioses – los dioses que están aprisionados en (los ciclos de) las estrellas.
(Chilam Balam de Chumayel)
En consecuencia, el mensaje de los voceros de Ketsalkoatl mutaba. De ahí que, a diferencia de los
cristianos, que sólo aceptan un salvador, los toltecas creyesen en los infinitos retornos de la divinidad.
¡Eternamente se escuchará mi voz proclamando la palabra de la verdad! (Chilam Balam,
Jaculatorias)
La condición de recurrencia se nota incluso en el nombre nawatl de la eternidad,
Semikak, formado de las raíces Sem, uno, e Ikak, estar de pie, lo cual sugiere un
movimiento destinado al recobro de la unidad. Observemos que tal concepto se formaba a
partir de un verbo relacionado con los pies, y por lo tanto, con las huellas y sus
secuencias; en otras palabras: contenía un principio de desarrollo gradual. Por ello, el
signo de Ketsalkoatl era un caracol cuyas puntas se disponían a modo de escalones en
espiral.
A juzgar por la cantidad de veces que los cronistas reflejaron la profecía del retorno,
parece que los mesoamericanos del siglo XVI vivían una verdadera histeria milenarista,
acuciada por las señales generadas a partir de la presencia europea. Se afirma que fue el
propio príncipe de Tula quien prometió regresar:
Topiltzin (N)acxitl Quetzalcoatl dejó a sus gentes en Tollan y se fue por la orilla del
mar. Y al marchar, dejó dicho que algún día volvería a ellos. (Chimalpahim, Relaciones originales de
Chalco Amaquemecan)
Dicen que Quetzalcoatl llegó al mar que llamaban Tlapallan (oriente), y cuando entró en él, no lo
vieron más. Decían que él deseaba que al momento de su partida contuvieran su pena y esperaran su
retorno. Él ascendió al Cielo y se hizo la estrella que es visible antes del amanecer. (Códice Vaticano)
Entre otras doctrinas que les dio, fue que dijesen a los vecinos de Cholula que tuviesen por cierto que
en tiempos venideros, (él) habría... de volver para gobernarlos y conso-larlos. (Las Casas, Los Indios de
México y Nueva España)
Una referencia interesante se conserva en la conversación que cierto noble señor llamado Tsonkos
sostuvo con el emperador Motekusoma, quien se había inquietado por la aparición de unos espíritus.
Tonkos lo consoló diciendo:
¡Oh Señor, no tengáis tristeza por vuestro reino y señorío! Pues está dicho y prometido lo que habrá
de ser en el tiempo venidero, y las profecías hablan (del retorno) de Ce Tecuhtli, el gran señor Ce
Tecuhtli, aquel que fue tenido por Quetzalcoatl. (Tezozomoc, Crónica Mexicayotl)
Aquí encontramos un nombre atípico de Se Akatl, estructurado a manera de una fecha (Se Teku’tli,
uno señor), pero con un signo que sólo existe en la versión calendárica maya: Ahau, señor solar. Su
equivalente nawatl era Shochitl, flor, lo cual forma el apelativo Uno Flor, emparentado con el de
Makuilshichotl, cinco flor.
Otro dato remarcable, es que Ketsalkoatl no era esperado como un ser individual, sino como una
conjunción de personalidades.
Su dios Quetzalcoatl fue a los cielos y les dijo al partir que él regresaría de nuevo y traería a sus
hijos. (Tezozomoc, op. cit.)
He aquí, Nuestro Señor retorna a su origen y nosotros nos vamos con él, pues lo acompañamos a
dondequiera que vaya. Se va Aquel que es viento y tinieblas, pero habrá de volver, volverá a aparecer,
de nuevo vendrá a visitarnos para concluir su camino en la tierra. (Códice Matritense)
La última frase confirma la idea de que este retorno se interpretaba como la conclusión de un ciclo.
Es importante tener en cuenta que la promesa de Ketsalkoatl ha llegado a nosotros, principalmente,
a través de los cronistas cristianos, quienes, con frecuencia, trataron de aplicarla a la llegada de los
españoles, fuese para justificar dicha intrusión o para facilitar la conversión de los nativos. En
consecuencia, y a pesar de su congruencia con el resto de la cosmogonía mesoamericana, hay que
tomarla con ciertas reservas.
Para deslindar el mito tolteca de las influencias políticas y religiosas que recibió, tenemos que
analizarlo en su contexto global, recordando que aquellas creencias son reelaboraciones de ideas
surgidas antes de la llegada de los primeros hombres a América, conservadas también en las religiones
del Viejo Mundo. Emplearemos un recurso propio de Anawak: el calendario. La relación de la profecía
con el calendario puede considerarse un producto auténticamente mesoamericano ya que, por tratarse
de un mecanismo mucho más complejo y exacto que el cristiano, la influencia de los cronistas no pudo
penetrar en este punto. En particular, es muy rica la comparación de los aspectos mesiánicos de este
calendario con sus equivalentes en otras partes de la Tierra.
Al analizar las substituciones religiosas a lo largo de la historia, se nota que tienen un ritmo. Casi
siempre están relacionadas, sea mítica o literalmente, con un período de tiempo redondeado en mil
años. Por tal razón, los antro-pólogos que estudian ese fenómeno le llaman “milenarismo”.
La tradición zoroastriana fue quizás la primera que aplicó el milenio al retorno del Mazdhi, que es como llaman los
persas al mesías. Por influencia persa, los hebreos elaboraron la creencia de que el día de Yahvé dura mil años.
Continuado con esa tradición, Jesús anunció que el Paraclytos o consolador regresaría “al fin del Aion”45, cantidad que el
Apocalipsis fija en mil años y que los drusos aplicaron a su propio mesías, Hakim, aparecido un milenio después de
Cristo. Donde mejor se nota la relación entre los ciclos y los mesías es en el nombre hindú de estos
últimos: Avatar, de la raíz Ava, milenio, ciclo, recurrencia.
La preponderancia del número mil se debe a la forma de contar de los pueblos euroasiáticos, basada
en decenas. El mil es el cubo de diez, y por lo tanto, emblema de la perfección. Pero, como descubrió el
historiador alemán Oswald Spengler, esa cantidad no es meramente simbólica o ideosincrática, ya que las culturas
sufren profundos cambios una vez por milenio, que desencadenan mutaciones religiosas y substitución de
paradigmas46. Este hecho es evidencia de una interactividad: un ciclo sociológico natural cercano al
milenio dio origen a la doctrina milenarista, la cual, a su vez, generó una expectativa que precipitó o
retrasó los acontecimientos, confirmando las profecías.
Los toltecas también descubrieron el milenio, sólo que, como no contaban por decenas, sino por
veintenas, la cantidad de mil años no les era significante, y tuvieron que expresarla con una fórmula
diferente.
Hemos visto que, con frecuencia, los nombres de los voceros de Ketsalkoatl estaban formados por
fechas. ¿Qué indica eso? Que tales “pasos” no ocurrieron en forma errática, sino con arreglo al
calendario de Anawak. Como regalo a los hombres del primer Ketsalkoatl, este mecanismo se
consideraba materia sagrada, pues su prodigiosa exactitud servía para medir los ciclos de los astros-
dioses. Por lo tanto, no es extraño que las profecías mesoamericanas contuviesen fechas concretas.
Uno de los descubrimientos de los astrónomos toltecas, fue una periodicidad que permite conectar un
gran número de sucesos celestes, terrestres y humanos: el lapso de 52 años, formado por la conjunción
del año sagrado de 260 días con el natural de 365. El nombre de este ciclo era Shiu’molpilli, atadura de
años, pero hoy se le conoce como Fuego Nuevo. Una vez conseguido este resultado, los cronólogos
contaron con una herramienta capaz de dar sentido al pasado y predecir el futuro.
La relación del Fuego Nuevo con el mito de Ketsalkoatl se nota en la biografía de Se Akatl, dividida
en cuatro trecenios, que fueron:
1ro. Desde su nacimiento hasta los trece años vivió en su pueblo natal.
2do. A los trece comenzó su entrenamiento monástico.
3ro. A los 26 le eligieron como estadista.
4to. A los 39 comenzó la fase magisterial de su vida, que duró hasta los 52 años.
Ahora bien, la cuenta de 52 años vagos (es decir, sin bisiestos) se adelanta en trece días con respecto
a otros tantos años naturales. Puesto que la cantidad de nombres de días a disposición de este
calendario era 260, era preciso que transcurrieran veinte saltos de a trece días, para que de nuevo
volvieran a coincidir los astros y las fechas. Así surgió el otro gran ciclo de este calendario: la sucesión
45El Aion es un ciclo de la cosmogonía griega similar al Aevo latino, con una duración de mil años.
46Este hecho también fue establecido por el sociólogo ruso P. Alexandrovitch Sorokin, quien descubrió que la
dinámica sociocultural forma ciclos de dos mil años divididos en dos fases, una religiosa y otra científica.
de veinte Fuegos Nuevos o “milenio” tolteca, de 1040 años de duración47.
Un análisis de la historia de Mesoamérica demuestra que esta matriz cronológica ejerció gran
influencia en la sociedad aborigen, regulando las migraciones y guerras, el surgimiento de las culturas,
la nomenclatura calendárica y, sobre todo, la simbología aplicada al culto de la Serpiente Emplumada.
Veamos unos ejemplos:
Según la versión calendárica maya, el presente Quinto Sol comenzó a regir a fines del siglo XXXII
antes de Cristo. La cosmogonía cincelada en las piedras de la ciudad de Palenque parece estar
relacionada con ese asunto, pues señala que el día 16 de Junio del año 3122 antes de Cristo nació un
dios llamado Hunnalye, semilla única de maíz48. Debido a que las cuentas mayas y olmecas comenzaban
por el cero, este ser no recibe número de orden; su nombre sugiere que representaba al entero conjunto
de sus advocaciones.
El ciclo de Fuegos Nuevos inaugurado por Hunnal terminó hacia el siglo XXI antes de Cristo, etapa
en la cual comenzó la cultura olmeca. Por entonces aparecen en el arte las primeras representaciones de
la Serpiente Emplumada y su vocero, rodeados de glifos que permiten identificarlo con Huracán, primer
paso.
Aproximadamente un milenio más tarde, profundos cambios sacudieron la sociedad mesoamericana;
las capital olmeca de San Lorenzo sucumbe tras una guerra posiblemente ritual, la cultura zapoteca se
desliga de la olmeca y construye su propia capital, y surgen los rudimentos de lo que más tarde serían
las grandes civilizaciones de Teotihuacan y los mayas. Si la tesis desarrollada en este libro es correcta,
es por entonces cuando el Popol Vuh coloca la historia de Cabracán, segundo paso.
Hacia el siglo I antes de Cristo tuvo lugar una gran reforma calendárica que dio paso a una nueva
regencia de signos. La cultura olmeca se extinguió, Teotihuacan se transformó en un imperio cultural y
las ciudades-estado mayas entraron en su fase clásica. El nombre de orden del Ketsalkoatl de entonces
fue Yekshitl, tercer paso. Afortuna-damente, podemos ubicar su existencia, gracias a su parti-cipación
en un congreso calendárico que se llevó a cabo en la ciudad de Wewetlapallan, y cuya fecha quedó
registrada:
Hacía 166 años que ajustaron sus años, cuando el Sol y la Luna eclipsó… pasados 305 años, (los
nobles) Chalcatzin y Tlacamihtzin… quisieron alzarse con el reino… Salieron en el año que sigue… (el
cual es) a nuestra cuenta el 439 de la Encarnación de Cristo. (Ixtlilxochitl, Relaciones I.)
Contando retroactivamente, llegamos al año 34 antes de Cristo, fecha que embona muy bien con el
comienzo del auge de la ciudad de Teotihuacan. Un milenio después ocurrió la gesta de Se Akatl
Topiltsin.
Si calculamos el tiempo transcurrido desde la aparición de Hunnal hasta la partida de Topiltzin, y lo
dividimos por la cantidad de retornos de Ketsalkoatl reportados por los cron-istas, encontramos que, en
efecto, existe un módulo cercano a los veinte Fuegos Nuevos entre sus manifestaciones.
Pero donde mejor se muestra la incidencia de las expectativas proféticas en la sociedad
mesoamericana, es en el episodio de la invasión europea. Para comprenderlo, tenemos que penetrar en
otro aspecto de esta cronología: todos sus ciclos eran binarios, se componían de un “día” o fase positiva y
una “noche” o fase negativa. En consecuencia, los 1040 años del ciclo de los Fuegos Nuevos estaban
formados por dos bloques de 520 años, el primero regido por Ketsalkoatl y el segundo por su opuesto
dialéctico, Teskatli-poka. Tales bloques fueron reportados por Ixtlilxochitl, precisamente en el contexto
47 A su vez, la manifestación de los cinco Tonaleke’ formaba paquetes de 5200 años llamados “soles”, que se
agrupaban en grupos de cinco para completar los 26 mil años que tarda la rotación de la eclíptica.
48 Interpretación de la antropóloga Linda Schele.
de la profecía del retorno:
Ese sabio predijo que, transcurridos quinientos doce después de su partida49, habría de venir un
señor, con la voluntad de unos y contra otros, el cual ostentaría señales divinas en su cuerpo.
(Ixtlilxochitl, Primera Relación)
No analizaré por qué esta profecía, dictada hacia el primer siglo antes de Cristo, se cumplió en Se
Akatl exactamente en el doble del tiempo pronosticado. Lo que me interesa es destacar el hecho de que
el período de diez Fuegos Nuevos se relacionaba con el retorno.
Por otra parte, está bien documentada la impresión que ocasionó entre los anawakas la llegada de
los europeos. Los reportes demuestran que los españoles fueron el elemento catalítico de un clima de
tensión religiosa que se había generado desde algunos años antes. Desde el comienzo de la regencia de
Moteku’soma aparecieron señales que presagiaban un cambio, y ese cambio no era bueno, pues el
emperador trató de conjurarlo. Yo opino que ese clima tuvo causas sociales objetivas, y que el factor
detonante fue el calendario, específicamente, la inminencia de la mitad sombría del ciclo de Ketsalkoatl.
Lo extraordinario de esta historia, es que la llegada de Hernán Cortés y sus tropas ocurrió en el año
1519, exactamente 520 años después de la ascensión de Topiltsin. Lo que hoy vemos como un encuentro
político, militar y cultural, los toltecas lo percibieron como la confirmación de su sistema de
interpretación del mundo, pues, para ellos, era imposible que un suceso tan importante como el
reencuentro de los continentes no hubiese sido decretado por la voluntad de Ometeotl. Así lo expresaron
los sabios mexicas a los primeros frailes franciscanos llegados a México:
Entonces un señor de los Quequetzalcoa se levantó, saludó a los sacerdotes y pronuncio un gran
discurso en el cual dijo: Señores, habéis venido a esta tierra con grandes trabajos, os ha permitido llegar
Nuestro Señor, el Humano… De entre las nubes habéis salido, de la niebla del océano, pues el Dueño
del Cerca y el Junto os ha enviado como sus ojos, sus oídos y sus labios. (Coloquio de los Doce)
La última frase significa que los españoles fueron tomados como señales o mensajes de Ometeotl. Lo
cual explica la actitud de los nativos ante la invasión, mezcla de rebeldía y resignación ante las pruebas
de Teskatlipoka.
Por supuesto que en el desarrollo de los acontecimientos también influyó el ambiente político que se
vivía en México por aquella época. En 1519, el reino mexica llevaba cerca de un siglo hostigando a sus
vecinos y practicando la doctrina del sacrificio en una forma cruelmente literal. En particular, generó
mucho rencor el cobro de pesados impuestos para mantener un ejército profesional, y el bloqueo de sal y
otros alimentos a los vecinos tlaxcaltecas. Era obvio que se avecinaba una guerra civil, con españoles o
sin ellos, guerra que la invasión europea precipitó.
Cuando Hernán Cortés entró en Tenochtitlan, las autoridades mexicas, en una política dirigida a
ganar tiempo frente a la amenaza del ejército tlaxcalteca, lo recibieron como embajador de la Serpiente
Emplumada, obsequiándole el uniforme y los atributos sacerdotales. Esta profanación de la fe tuvo
resultados catastróficos, pues algunos pueblos del Altiplano rindieron armas ante el minúsculo ejército
español, mientras que otros se desligaron de la política mexica. En la noche de la batalla decisiva, el 13
de Agosto de 1521, el ejército del general Kuau’temok sólo contaba con la tercera parte de sus activos
regulares.
Frente a tales hechos desconcertantes, algunos historia-dores sostienen que el pueblo de México fue
víctima de una inexplicable ingenuidad, confundiendo a las tropas españolas con los “niños” y los
“santos” que acompañarían a Se Akatl en su regreso. A mi juicio, esta es una interpretación erró-nea.
Por supuesto que los sacerdotes toltecas insertaron la presencia europea en su cosmovisión, pero, al
mismo tiempo, no pudieron dejar de notar que esa señal estaba compuesta por seres humanos comunes
y corrientes, que pedían a gritos agua, comida y mujeres, carentes de escrúpulos morales y con una
despreciable obsesión por el oro. En el encuentro de Moteku’soma con Cortés, a este último se le explicó
49 La diferencia se debe a que Ixtlilxochitl cuenta años de 360 días, 520 de los cuales equivalen a 512 años trópico.
que no debía mirar el rostro del gobernante mexica, lo cual demuestra que no lo tomaron por un dios.
Una prueba de que, lo que percibieron los mesoamerica-nos ante la presencia europea no fue el
retorno de Ketsalkoatl, sino el comienzo de la fase oscura del ciclo, la encontramos en la respuesta que
un mexica dio al cronista Sahagún hacia la década de 1550, en la cual transfiere la promesa del retorno
a un tiempo futuro:
Vendrá el día en que él retornará para conocer de nuevo su estera y su trono. (Sahagún 12.9)
Encontramos la misma convicción en el siguiente texto de Chilam Balam, escrito en la década de
1540:
Los sacerdotes (antiguos) se acabaron, pero no se acabó su nombre, tan antiguo como ellos. Por causa
del período de la locura, por la locura de los (nuevos) sacerdotes, entró en nosotros el cristianismo. Los
cristianos llegaron con el “verdadero” Dios, pero ese fue el principio de nuestra miseria, (pues ellos son)
el Anticristo sobre la tierra, el devorador del pueblo. Mas, llegará el día en que suban hasta Dios las
lágrimas de nuestros ojos y de un golpe baje su justicia sobre el mundo. ¡Verdaderamente, es la
voluntad de Dios que regrese el Músico Celeste para raerlos de la superficie de la tierra! (Chilam
Balam, Libro de los linajes)
La fecha exacta de esta profecía quedó recogida en diversos documentos. Afortunadamente, contamos
tanto con la versión nawatl como con la maya, lo cual nos permite comparar los datos en dos sistemas
cronológicos paralelos, solventando las limitaciones de cada uno de ellos.
La fecha nawatl fue reportada por Ixtlilxochitl (1:20), quien afirma que Se Akatl prometió regresar
“en un año que llevara su nombre”. La fecha Uno Caña se repite cada 52 años, por lo que esta promesa
es ambigua. Sólo cobra sentido si la interpretamos en el contexto del ciclo de los Fuegos Nuevos, pues
únicamente cada 1040 años, la fecha Se Akatl vuelve a caer en un mismo día astronómico. Si contamos
esta cantidad a partir del año natal de Topiltsin, ello nos lleva al pasado 1987, comienzo de un bloque de
52 años que se extenderá hasta el 2039.
Por su parte, la versión maya es más precisa y se conserva en el siguiente texto:
El Katún Cuatro Ahau se asienta en Chichén Itzá. Llegará el quetzal, el ave preciosa, al árbol
dorado. Regresará el vómito de sangre por cuarta vez. Llegará la Serpiente Emplumada a los Itzaes
(“iniciados”). Es la cuarta vez que habla su ciclo, la cuarta vez que retorna al Itzá. (Chilam Balam,
Segunda Rueda de Katunes)
Observemos que la manifestación prometida es el cuarto retorno, es decir, el quinto suceso de la
serie. La llegada del “ave preciosa” al “árbol dorado” es el reencuentro del quetzal y la serpiente, un
suceso que, en la expresiva prosa de Chilam Balam, afectará las entrañas de la tierra como un “vómito
de sangre”.
En cuanto a la fecha, es fácil de descifrar. Los katunes mayas eran ciclos de cerca de veinte años50
que se contaban en paquetes de trece, generando una periodicidad de casi 260 años; de modo que un
katún cualquiera se repite en esa cantidad de tiempo. Si embargo, la combinación de esta profecía con la
nawatl, demuestra que el katún aludido es el que comenzó el pasado 8 de Abril de 1993, cuya conclusión
será el 22 de Diciembre del 2012, en un solsticio de invierno. Esta fecha es particularmente importante,
ya que constituye el epicentro del ciclo Se Akatl 1987-2039, y además, será el fin una gran edad del
calendario maya, de casi 5200 años. Por otra parte, pocos meses antes, en ese mismo año, ocurrirá un
raro fenómeno astronómico relacionado con el ciclo de Ketsalkoatl: el paso de Venus sobre el Sol.
La sincronización de todos estos detalles culturales y naturales, me induce a pensar que el ciclo
predicho por las profecías toltecas está a punto de cumplirse.
Estas son las palabras con que instruyó Ketsalkoatl a los toltecas. Les dijo: He aquí lo que nos dieron a
guardar, la Antigua Palabra, donde se dice que una vida pura es como una turquesa preciosa, un jade
redondo, un dulce canto sin mancha y sin sombra, salido del corazón.
Sería una burla si yo ocultase uno solo de estos consejos, pues ellos son para vivir sobre la tierra y
con ellos nos haremos atentos a todas las cosas.
Es un saber que como espina y viento helado pasará sobre ti, que te arrojará a la tierra y te abatirá,
para que vuelvas a ti.
¿Serás tú el que atienda, el que escuche, el que consiga endiosar su corazón, el que reciba y guarde
adentro, para que te vaya bien, para que alcances la misericordia y vivas sobre la tierra?
II
Dios es Uno. Ketsalkoatl es su nombre. Nada exige. Sólo serpientes y mariposas (cuerpo y alma) le
ofreceréis.
Nuestros padres y abuelos nos exhortaron diciendo que él nos creó, él, cuyas criaturas somos:
Nuestro Señor Serpiente Emplumada. También creó los cielos, el Sol y la divina tierra.
Así fue, en verdad: por su merecimiento y por su sacrificio, él inventó a los hombres y nos hizo seres
humanos. De ese modo llegó a ser el Doble Precioso, Señor y Señora de la dualidad; así transmitió su
aliento y su palabra.
Trece son los cielos, múltiples los planos. Allí vive el Dios verdadero, la esencia del Cielo. De allí
recibimos la vida nosotros, los Merecidos, de allá cae nuestro destino cuando se escurre a la tierra un
niñito.
Porque él lo dijo, porque lo ordenó para sí, por eso existimos. No lo olvides ni de día ni de noche;
invócale en suspiro, en aflicción.
III
En este mundo caminamos por lugares escarpados, un abismo de un lado y un abismo del otro. Si te
mueves para acá o para allá, ¿cómo evitarás caer? Sólo en el medio es posible avanzar.
No te vistas de bordados ni te pongas harapos. No seas presumido, pero tampoco corriente. Que tu
palabra no se corte ni se alargue. No alces tu voz ni la bajes demasiado. No camines deprisa, tampoco
muy lento. Y no tomes nada como regla absoluta.
Evita los extremos, mantente en el medio, porque sólo en el medio existe la condición social, la
condición honorable.
IV
En la infancia, cuando aun está libre la persona, es cuando tiene compasión de ella Nuestro Señor y le
da sus dones. Y es en la infancia, en la edad de la pureza, cuando se merece una buena muerte.
Por eso dicen los viejos que los niñitos, los chicos y las chicas, son los amigos de Señor de la Cercana
Compañía, viven a su lado, junto a él se alegran y Él es su amigo.
Por eso los sabios espirituales, los Merecidos, los ayunadores, tienen mucha confianza en los niñitos,
pues, en verdad, son de corazón bueno, sin mezcla, limpios, atentos, perfectos. Se dice que por ellos
permanece la tierra y ellos son nuestra paz.
El tolteca es sabio, es una lumbre, una antorcha, una gruesa antorcha que no ahuma. Hace sabios los
rostros ajenos, les hace tomar un corazón. No pasa por encima de las cosas: se detiene, reflexiona,
observa.
Un tolteca todo lo saca de su corazón; es abundante, múl-tiple, inquieto, hábil, capaz; a sí mismo se
adiestra, dialogando en su interior, encontrando respuestas. Obra con deleite, hace las cosas con calma,
con tiento, como un artista; compo-ne lo defectuoso y hace convenir lo disperso; ajusta las cosas.
En cambio, el falso tolteca obra al azar, es una burla a la gente; opaca las cosas, les pasa por encima
y las hace sin cuidado; en lugar de crear, imita; defrauda a los demás y es un ladrón.
De este modo os convertiréis en tolteca: si adquirís hábito y costumbre de consultarlo todo con
vuestro propio corazón. Sed toltecas: hombres de experiencia propia.
VI
El maestro es luz, tea, espejo. Suyas son la tinta negra y la roja, suyos los códices. Él mismo es escritura
y sabiduría, camino y guía veraz; conduce a las personas y a las cosas, y es una autoridad en los asuntos
humanos.
Un maestro nunca deja de amonestar; hace sabios los rostros ajenos, nos hace tomar un rostro y
desarrollarlo, abre nuestros oídos, nos ilumina. Es guía de guías y ofrece un camino. De él, uno depende.
Él pone un espejo ante nosotros para que seamos cuerdos y atentos, nos obliga a cobrar identidad. Se
concentra en sus obras, regula su camino, dispone y ordena, aplica su luz sobre el mundo. Conoce lo que
hay en lo alto y en la región de los muertos.
Gracias a él todos somos corregidos, enseñados. Por él, el niño humaniza su querer y recibe una
estricta educación. Conforta el corazón de quienes le rodean, dando ayuda, remedio y curación.
El falso maestro, en cambio es como un médico que ignora su oficio o un hombre sin cordura. Dice
que sabe acerca de Dios, que tiene la tradición y la guarda, pero es sólo vanidad. Es jactancioso, inflado;
es un torrente, un peñascal.
Amante de la oscuridad y los rincones, es un ‘sabio’ miste-rioso, un ‘chamán’ con secretos, un
‘ensoñador’ que roba a su público, pues le despoja de algo. Es un hechicero, pues tuerce los rostros y los
extravía, haciendo que los demás pierdan su identidad. Es falso, pues encubre las cosas, tornándolas
más difíciles de lo que son y destruyéndolas. Hace perecer a quienes le siguen a fuerza de misterios,
acaba con todo.
VII
Conoce ahora al médico. El médico verdadero es sabio, da vida, prueba las hierbas, piedras, árboles y
raíces, ensaya sus remedios, examina, experimenta.
El médico tolteca alivia las enfermedades, da masajes, concierta los huesos, purga a la gente, hace
que se sientan bien, les da brebajes, los sangra, corta, cose, hace reaccionar, cubre con ceniza.
En cambio, el médico falso se burla de su prójimo, y en su burla, mata a la gente con medicinas,
provoca indigestión y empeora las enfermedades.
Es un hechicero, pues se esconde en sus secretos; posee semillas y hierbas maléficas. Es un brujo
que, en lugar de experimentar, echa suertes; mata con sus remedios, empeora, ensemilla, enyerba.
VIII
Y he aquí al padre verdadero: es raíz y principio de linaje de hombres. Bueno es su corazón, recibe las
cosas, es compasivo y se preocupa. De él es la precisión, el apoyo, con sus manos protege. Cría y educa a
los niños, les amonesta y enseña a vivir, les pone delante un gran espejo, una gruesa antorcha que no
ahuma.
Y el hombre maduro: un corazón firme como piedra, un rostro sabio, es dueño de su rostro y de su
corazón. Hábil y comprensivo, buen componedor de textos, es un tolteca de la tinta negra y roja, un
entendido. Dios está en su corazón y diviniza con su corazón las cosas. Dialoga con su propio corazón.
Y el verdadero artista: un conocedor de colores, los aplica. Sabe de matices y armonías; dibuja pies,
caras, les da sombra y relieve, logra efectos. Como tolteca, pinta los colores de todas las flores.”
IX
Acércate al que es modelo y ejemplo, pauta y señal, libro y pintura; al hombre honorable y de buena
fama, a la condición social, la luz, la antorcha, el espejo.
Observa a mis sacerdotes, los Merecidos, los de vida pura, trasparentes, buenos, rectos, dedicados,
limpios de corazón, sin mezcla, polvo ni impureza. Ellos llegan hasta la presencia de Señor de la
Cercana Compañía, le ofrecen incienso, le oran, le ruegan por el pueblo.
Acércate quienes, por todas partes, van haciendo lo excelente, dando brillo, dejando lo bueno,
imponiendo un orden con prudencia, alegría y serenidad; a quienes son cofre y caja, sombra y abrigo,
gruesa ceiba, sabino generoso que da brotes y se yergue poderoso, firme.
Ve con quienes no se ocultaron en el sueño, con quienes no desgarraron su labios (con calumnias);
con quienes llevan en paz, sobre sus brazos y espaldas, a al (pequeñín) que va jugando, se divierte con
tierra y duerme en la redecilla.
En cambio, huye de estos sitios: el festín, el río y el camino. No te detengas allí, porque allí está, allí
habita el gran devorador, (que es) la mujer ajena, el esposo ajeno, la prosperidad, la falda, la camisa
ajena.
Amaos los unos a los otros, ayudaos entre vosotros en la necesidad con la manta, la joya, el salario y el
alimento. Pues no es verdad, no es cierto si despreciáis a quienes os rodean.
Dad limosna a los hambrientos aunque tengáis que quitaros vuestra comida. Vestid al que va en
harapos aunque vosotros mismos quedéis desnudos. Socorred al que os necesita aún a costa de vuestra
vida. Mirad que es una vuestra carne y una vuestra humanidad.
Recordad al anciano, la anciana, el indigente, el desdichado, al que no se alegra, al que no es feliz, al
que tiene pegado el intestino (de hambre), al que no encuentra su casa y vive en confusión, al que
derrama sus lágrimas y muerde sus uñas (de desesperación).
A quienes llevan las manos atadas a la espalda, a quienes en la cárcel de la miseria van penando, a
quienes por los desiertos y los montes se fatigan tras el chile y la sal, las verduras y el agua, a quienes
son engañados en las plazas y tienen los labios resecos.
Poned junto a vosotros a quienes son las manos y los pies del pueblo; no con indiferencia los saludéis
ni con negligencia soportéis recíprocamente vuestras cargas. Pues vosotros sois guerreros águilas,
ocelotes, sois el sostén y el remedio.
XI
En cualquier sitio puedes tropezarte con ellos: un anciano, una anciana, un enfermo, un niño. Por lo
tanto, no tienes excusa.
En cualquier sitio puedes encontrar a quien trabaja, a quien se expresa, a quien está creando algo.
No estorbes entonces ni causes problemas a causa de tu ignorancia.
En cualquier sitio, inadvertidamente, puedes romper una cabeza, violentar a otro, arrojar orina
sobre su rostro, hacer que pierda la palabra con que habla, ignorar un buen consejo.
¡Despierta, ponte atento! No sea que el sueño te lleve y los hombres te apoden ‘Señor ronquidos, bola
soñolienta’.
XII
Bueno es que te mantengas por ti mismo. Crea, trabaja, recoge leña, labra la tierra, siembra nopales;
con eso beberás y vestirás. Pues honra, enaltece el trabajo duro.
Pero, ¡cuídate de las obras mundanas! Porque mucho crece, rápido engorda lo que enferma, lo que
atormenta, lo que fatiga, lo que causa espanto.
Correcto es si junto a ti es dicha la buena palabra, la que no causa daño. Si la transmites, no le
excedas ni le quites: sólo lo justo dirás.
Pero, ¡huye de las palabras vanas, distraídas! Porque sólo pervierten, no son serenamente rectas;
precipitan al hueco a quien las pronuncia, nos llevan a la trampa y al lazo, a la piedra y el palo.
XIII
Con llanto y preocupación hay que recibir la herencia y la fortuna. Pero, cálido es el hogar del pobre, y
están tranquilos su esposa y sus hijos.
¿Naciste noble? Teme por ello; podría embriagarte o hacerte presuntuoso. He aquí lo que nos hace
nobles: tomar la antorcha y el jabón, el chile y la cal, el azadón y la semilla. Esto, en verdad, es linaje y
merecimiento.
Se moderado y austero, verifica que los demás coman primero. Entonces toma agua y lava sus manos
y sus bocas. Que no por ser noble perderás tu nobleza, ni caerán los jades, las turquesas, de tus manos
llenas.
Se dice que hay heredero al trono. He aquí como mostrara su condición: si baja su cabeza y se inclina
con humildad; si mira al pobre con especial consideración; si le infunden respeto su mísero ceñidor, su
manto raído; si al encontrar en el camino una anciana, un anciano, le dice: ‘Padre mío, mi abuela: que la
paz te encamine, que no tropiece tu pie’.
La cortesía, la modestia, la humildad, el llanto, el esfuer-zo, eso te hará noble, amado, enaltecido.
Escucha, ningún soberbio, jactancioso o desvergonzado llegó jamás al reino.
XIV
Conoce los símbolos, las palabras. Canta bien, habla bien, conversa bien, responde bien, ora bien. La
palabra no es algo que se compre.
Conoce la condición honorable, lo que es bueno: no cometas adulterio, no te embriagues, no te
sometas al juego ni al azar; no menciones tu linaje ni tu condición viril; no seas indiscreto ni cobarde; no
procures los primeros lugares.
Que tu corazón no sea tu madre. Que la ceniza esparcida y la encrucijada no te den órdenes. Que tu
deseo no devore tu pie. Que una falda no te mueva ardientemente, pues envilece, desgasta, ensucia.
No obres sin reflexión ni te entregues sin tomar medidas. No comiences tu trabajo sin analizar, y sin
considerarlo serenamente no te impongas. No aceptes lo que no mereces ni reclames lo que no es tuyo, y
no abuses de lo que no has creado.
No te envanezcas de tus propias fuerzas. Que tu entendimiento no sea tu apoyo ni de tu convicción te
jactes. No construyas tu casa sobre tus propias opiniones, pues eres tan sólo un pajarillo, una cuenta de
jade, apenas una pluma.
En cofre ajeno no te metas; en el plato de otro no te reclines. No te invites por ti mismo al convite.
Que tu suerte no dependa del azar. Es peligroso, una trampa.
Si alguno te sobrepasa, vaya delante. En la entrada no seas el primero. Cuando llegue el momento de
hablar, que comiencen los demás. Y si Dios no te señala, no tomes la delantera.
Si te dan aquello de lo que tienes necesidad en último lugar, no te enojes luego. Y si no te dan nada,
agradece por ello. Así lo quiso el cielo: es merecimiento.
No te hagas de rogar ni busques que te ofrezcan. Y no dos veces seas advertido, pues corazón tienes
dentro de ti (para entender).
No busques en exceso una buena apariencia, pues él te acepta así, discretamente. En cualquier sitio,
en cualquier momento, tus adornos y tus joyas podrán arrojarte al torrente.
A la hora de sembrar, no sólo vayas y siembres: prepárate bien, selecciona bien, planta bien, para
que bien eches raíces. Cultiva bien tu sementera, tus campos, tus nopales. Constrúyete allí una casa
buena, firme, con ayuda de todos, y déjala en herencia a aquellos a quienes educas.
Que vean en ti al que enseña y se preocupa, pues el que instruye a otros fundamenta el modo de no
dar vueltas en vano.
XV
Pide con entera humildad, suplica con justicia: he ahí concentrado todo el ritual. Pues satisface,
compensa el labio que se manifiesta en súplica.
¿Es que ya lo sabes todo sobre la tierra? ¿No estás acaso tanteando con los pies? ¿Te conduces a ti
mismo? ¿No eres aún llevado, cargado? Mañana o pasado mañana, ¿quizás llegaremos a saber aquello
que sólo Él y únicamente Él conoce?
Recuerda que te está viendo Nuestro Señor, el que conoce el interior de la piedra y el palo (cuerpo y
alma), el que escudriña el corazón del hombre. ¡Nadie conoce su poder, nadie sabe su peso! ¡No es cierto
que vivamos sobre la tierra!
XVI
Hay un hombre que vive en embriaguez y en sus manos se babea. Ha manchado su cuello, se apresta a
difamar, se apropia de las cosas y da alaridos, pues la hierba y el vino le han atado.
Ese ya no sale por su salida ni vive su propia vida, ya no corre su carrera, no tiene rostro ni orejas,
ya no canta, no dice, no se expresa, a la hora del grito ya no puede gritar, no tiene camino ni conoce el
orden, pues no presta atención a la palabra buena, aquella que eleva, que expresa.
Sólo y sin reflexión vive, moviéndose siempre, cayendo de repente, desgarrado, revolcándose en su
inmundicia, no se levanta en paz ni se acuesta en alegría, como conejo se inquieta, como venado huye.
En ceguedad vive y no sale de ahí, no quiere crecer, solo anhela escabullirse, rechaza con el pie, nada
comprende ni retiene, no es civil, se arroja contra sí mismo, se abandona a las dudas, da golpes, gruñe,
muerde.
Ese violó la voluntad de Nuestro Señor. Por eso ya no extiende su brazo cuando debe extenderlo ni va
al sitio a donde debe ir, no entra a donde debe entrar ni morirá cuando deba morir.
XVII
Cuanto puedas produce, ambiciona las flores de Aquel que te dio la vida, Aquel por Quien vivimos.
Puedes vivir a Su lado en este día que en préstamo has venido a pedirle.
Regresa junto a Él, ten consciencia de tu dueño, pues se duele, se enfada cuando le olvidas y, puesto
que sois uno, devuelve a tu corazón su pena y su olvido.
Busca y reconoce qué es lo que Él quiere de ti sobre la tierra. Como cuando buscamos a tientas, como
cuando pintamos un libro, ve así: con calma pero sin detenerte.
Identifica en qué consisten el infortunio y la desdicha, la inhumanidad y la pérdida, y así no vivas.
Sólo en tu propia paz, en tu prudencia, ve adelante sin vacilación ni duda, para que no entristezcas mi
corazón. Con toda tu atención, serenamente, así vive.
Y no te aflijas por la miseria humana, no te enfermes de pena ni tus entrañas adelgacen, no
desfallezca tu corazón ante lo retorcido, ante lo que no es recto. ¿Es que sólo tibieza, bondad, ha de ser
nuestra suerte?
Sé un guerrero, arrójate al Ser del Cielo, Aquel que nos da vida. Con toda tu fuerza, con todo tu
aliento, átate a lo alto, ve junto a él, arrójate a él. Y ocurrirá que él mismo llegará a ser raíz de tu
existencia.
XVIII
¿Has recibido Su aliento, Su palabra? Guárdalo en tu corazón como un secreto. Que no te aturda, ni
embriague ni te cause orgullo. Ya comprenderéis cómo a nada, a nadie olvida Nuestro Señor.
Entra en la bienaventuranza de Dios. Baja tu cabeza, flexiona tus rodillas, adopta una postura
atenta, acostumbra tus piernas. Resbala, deslízate hacia Nuestro Señor. Y si algo te atormenta, si algo
interfiere tu fluir, disípalo en su dicha y afirma tu vida.
Entra en la presencia del Dueño de la Cercana Compañía, el Humano, el que es Noche y Viento
(invisible e impalpable); ofrécele enteramente tu corazón y tu cuerpo. Concéntrate en Él donde estás,
acércalo a tu rostro, a tu corazón.
Mas aún: disfruta la riqueza de Aquel que te atormenta, Aquel que te hace puro. Su agua de intenso
azul, su fuente de jades, su vaso de turquesa ha depositado en ti para lavar tu alma y tu vida, y
merecerte.
No murmures nada en tu interior, nada digas ni pienses en forma reactiva del yerbazal (de tu
mente), pues dentro del alma y el cuerpo ve y escucha Nuestro Señor. Si en verdad controlas tus
distracciones, él dispondrá algún remedio para tu necesidad.
Concéntrate enteramente en Él. El nombre y la gloria de Aquel que todo lo puede es lo único que
causa gozo. Él reparte su gloria allá, en lo alto, para todos.
Y cuando un hombre bueno lo recibe, Él se vuelve cual un ave excelente, de su cola, de sus alas
brotan padres y madres, brotan aquellos que nos guían en cualquier rincón del Universo en que
existamos.
XIX
Hijo mío, esto que te doy a comer es alimento puro. Lo que es para comer sobre esta tierra, acércalo a tu
rostro. No te hagas semejante a piedra, pues ya sabes que si una piedra es dura, no sólo una vez se le
golpea hasta que se quiebra.
Observa al venado cuando lo persiguen: va asustando, ignora a dónde va: al hueco, a la muerte. Y tú,
¿acaso eres venado para que no sepas a dónde vas? Pues te ha sido mostrado el camino, por tu propia
voluntad te traicionarías si lo pierdes.
Mira: como árbol florido que ya no retoña ni echa brotes - pues sólo reverdece si resiste la helada,
que de otro modo se marchita y seca -, así tú, si no retoñas y echas ramas a la hora del verdor y del
renuevo, por tu propia voluntad te habrás arrojado a la boca de las fieras.
Ahora que Nuestro Señor te ha mostrado su bondad, ahora que dentro de ti se agita, no lo desprecies.
No juegues con un poco en tu interior para devolvérselo luego, hastiado, pensando: ¿en verdad he sido
sanado? Ahora que te has acercado a la riqueza que de su presencia viene, ¿lo ofenderás de nuevo?
¿Volverás a ensuciar tu ser, tu alma?
Con todo, aún cayendo muchas veces, si de nuevo recuerdas a tu Dios y te limpias sinceramente
frente a él, arrojando tu mancha en su presencia, una vez más él tendrá piedad de ti y te mirarán sus
ojos. Ve, disfruta de tu tesoro, que viene del seno de Nuestro Señor.
XX
He aquí mi disposición final, aquello que os identificará como mis seguidores, lo que debéis seguir y
compartir, pues es alimento escogido. Sólo tres consejos deseo encomendaros:
El primero, que busquéis con anhelos hacerlos amigos de aquel que está en todas parte, en todos
cuerpos, pues es noche y viento y Dueño del cerca y el junto. Y en tal empeño, mirad que no os hagáis
orgullosos, desesperados o cobardes, sino humildes de corazón, poniendo toda vuestra esperanza en
Nuestro Señor y atreviéndoos a mantener sus prescripciones.
Lo segundo que debéis recordar: tened paz con todas los hombres, respetad a todos y a nadie
agraviéis. Por nada del mundo avergonzaréis a otro hombre. Calmaos, que digan de vosotros lo que
quieran. Callaos aunque os combatan y no respondáis. Así demostraréis vuestra condición viril y
vuestra nobleza, y todos sabrán que sois dignos representantes míos.
Y lo tercero que os pido es que no perdáis el tiempo que os ha dado Dios sobre este mundo. Ocupaos
en lo que es bueno de día y de noche, no despreciéis el tiempo. Porque no sabéis si volveréis a vivir o si
reconoceréis vuestros rostros allá, donde de algún modo se existe. Aprovechad esta vida.
Basta con esto, que era mi misión. Haced en lo adelante lo que bien os pareciere. Todo hombre que se
atenga a su propio bien allegará para sí la excelencia y conquistará la vida.
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