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1998 Telefonica Una Empresa Sin Alma
1998 Telefonica Una Empresa Sin Alma
¡Telefónica es una empresa sin alma! Así la ha definido el señor Domenech, presidente de
Telépolis, en una magnífica entrevista concedida a La Brújula. Debo reconocer que me ha
impactado la frase, tanto por su carga emocional como por su belleza sintáctica, aún cuando
las connotaciones de su significado distan un abismo de la acertada estética de la composición
¡Felicidades señor Domenech! Yo habría dado una de mis teclas, a cambio de que mis torpes
neuronas hubieran tenido la brillantez de decir tanto y tan amargo, con tan pocas palabras y
tan bella frase.
¡Así es! Nadie podría haberlo definido mejor. Telefónica es una desalmada en su fondo y en su
forma -y permitidme vulgarizar la frase para poder seguir refiriéndome a este monopolio, ya
que me resulta muy difícil asociarlo a lo estético-, y así viene demostrándolo con las
intenciones de sus actos y la manera que tiene de maquillarlos. Podría haberlo hecho bien y
ceder a las justas reivindicaciones de los usuarios de Internet, con lo que difícilmente
hubiéramos levantado la voz, a no ser para ensalzar la solidaridad y el compromiso de una
empresa para con el desarrollo tecnológico del país, y el bienestar y defensa de las libertades
del contribuyente, -somos así-, pero ¡claro! ¿qué necesidad tiene Telefónica de hacer esas
concesiones cuando el gobierno le ha ofrecido total inmunidad para realizar cuantos abusos le
venga en gana?
¿Por qué iba a dejar de ganar una peseta aún cuando debe invertir miles de millones en
publicidad para lavar su maltrecha imagen, que le sirven al mismo tiempo para equilibrar un
IVA que le pagamos nosotros? ¡Además!, esto hubiera demostrado sensibilidad y compromiso
social, algo que los poderosos confunden con un signo de debilidad, en tanto en cuanto basan
su imperialismo en el sometimiento de las masas y la anulación del individuo. Telefónica no
necesita caernos simpática, ofrecer un buen servicio al mejor precio, ni mucho menos,
conformarse con los dividendos que le permitan obtener las leyes del libre mercado. Ella no
tiene competencia. Impone su propia ley.
No tiene alma. Como nos ha demostrado no tenerla el gobierno, al igual que sus presidentes y
amigos de la infancia, que parecen haberla vendido a cambio del cumplimiento de una
ambición. Muchos eran los que confiaban en que Aznar se solidarizara con la necesidad social
de entrar de lleno en el progreso tecnológico, y pocos éramos los que desde el principio lo
hemos dudado, basándonos en una cuestión ideológica.
Con respecto al coste de las tarifas, habría que recordar a este señor que seguramente ya tiene
su salario europeizado, que el sueldo de cualquier trabajador español haría el ridículo en
comparación al de cualquier ciudadano europeo, y no digamos norteamericano. Así que creo
que todos le agradeceríamos que en este tema no hiciera agravios comparativos, que le
obligarían a tener que dar muchas explicaciones en materia salarial ¿O se cree Timermans que
Renault -por ejemplo- cerró su fábrica de Vilvoorde ( Bélgica ), porque les gustaban el sol y los
toros? Habrá que recordarle que lo hicieron porque el salario del trabajador belga era muy
superior al del español. Las tarifas españolas tanto en transmisión de voz como en la de datos
son abusivas y presuntamente ilegales. Al igual que están sometidas a los caprichos de un
monopolio y no a la libre competencia.
Timermans termina diciendo : “La definitiva liberalización que tendrá lugar el 1 de diciembre
del presente año hace imprescindible el modificar este escenario. En la actualidad el Ministerio
de Fomento, la Comisión del Mercado de las telecomunicaciones y los operadores están
diseñando un nuevo marco”.
La filosofía del mutismo, tan correctamente utilizada tanto por Villalonga como por nuestro
premier -que nunca sabe y nunca contesta sobre temas que no sean los de España va bien- no
corresponde a ningún interés por el desarrollo de una sociedad informada, sino todo lo
contrario. Esta afirmación de Timermans me parece un insulto a la sociedad en general, y una
falta de respeto a la inteligencia del ciudadano.
Que las grandes empresas puedan permitirse, a costa del sacrificio económico de todos los
contribuyentes, realizar inversiones especulativas aquí y al otro lado del Atlántico, no quiere
decir que España vaya bien. Y tanto abuso tiene un límite.
http://ailatin.tripod.com/alma.htm