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—Robert G. Ingersoll
—Revelation 12:7-12
LA BATALLA DE CORCOVADO
Ella miró arriba y vio a Lawrence encerrado en una feroz lucha con su adversario. Su
espada cayó al suelo. Encima de él surgía una blanca, y brillante presencia. Era tan
brillante que era enceguecerá, como mirar directo al sol. Era el Lightbringer. La
Estrella de la Mañana.
Su sangre se congeló.
“Schuyler!”, la voz de Oliver era ronca. “Mátalo!”.
Schuyler levantó la espada de su madre, viendo el destello de la luz de la luna, un
largo, pálido y mortífero tiro. Levantado en la dirección del enemigo. Corrió con toda
su fuerza y clavó su arma en el corazón.
Y falló.
ARCHIVOS DE AUDIO:
Depósito de Historia
DOCUMENTO CLASIFICADO:
que esta sospechosa es hija del actual Regis. No revelar la lista de sospechosos al Regis
hasta que todo este confirmado.
Sospechoso inicial, Dylan Ward, aún anda suelto; paradero: desconocido.
CAPÍTULO 1
La temprana y amarga fría mañana de Marzo, Schuyler Van Alen entró por las puertas
de vidrio de la Escuela Duchesne, sintiéndose aliviada mientras caminaba por la
entrada dominada por un imponente Sargento John Singer en los retratos de los
fundadores de la escuela. Ella dejó la capucha de su elegante parca de piel sobre su
grueso cabello oscuro, prefiriendo el anonimato en vez del intercambio de saludos
casuales de otros estudiantes.
Era extraño pensar que la escuela como un refugio, un escape, un lugar que miraba
para ir. Por tanto tiempo, Duchesne, con sus brillantes suelos de mármol y extensa
vista del Central Park, había sido nada menos que una cámara de torturas. Ella tenía
pavor de caminar por la gran escalera, se sentía miserable en sus inapropiadas y
odiadas salas de clase, y hasta lograba menospreciar las magníficas baldosas terrazzo
en el comedor.
Schuyler en la escuela a menudo se sentía fea e invisible, aunque sus profundos ojos
azules y su delicada apariencia de muñeca de porcelana ocultaban eso. Toda su vida,
sus adinerados compañeros de clases la trataban como loca, una paria – no deseada e
intocable. Incluso si su familia era uno de los más antiguos e ilustres nombres en la
historia de la ciudad, los tiempos han cambiado. Los Van Alen, una vez un clan de
orgullo y prestigio, se había reducido y marchitado a lo largo de los siglos, por lo que
ahora estaban prácticamente extintos. Schuyler era uno de los últimos.
Por un tiempo, Schuyler había esperado que el regreso de su abuelo del exilio
cambiaría eso – que la presencia de Lawrence en su vida significaría que no iba a estar
más sola. Pero esas esperanzas fueron arrojadas cuando Charles Force la alejó de la
gastada arenisca café en Riverside Drive, el único hogar que conocía.
“Te vas a mover o tengo que hacer algo?”.
Schuyler sobresaltada. Ella no había notado que ella estaba de pie aturdida en frente
de su casillero. El timbre señalaba el comienzo del día. Detrás de la parada Mimi Force,
su nueva compañera de hogar.
No importaba cuan fuera de lugar se sentía Schuyler en la escuela, no había
comparación con el frío ártico que ella sentía a diario en la gran casa de los Force al
otro lado del Museo Metropolitano. En el Duchesne, no tenía que oír a Mimi gruñendo
sobre cada segundo de su día. O al menos solo sucedía unas cuantas horas. No le
impresionaba que el Duchesne se sintiera tan acogedor últimamente.
Aunque Lawrence Van Alen era ahora el Regis, cabeza de los Sangre Azul, él había sido
impotente al detener el proceso de adopción. El Código de los Vampiros estipulaba
una estricta adherencia a las leyes humanas, para mantener seguros a los Sangre Azul
de una vigilancia no deseada. En su última voluntad y testamento, la abuela de
Schuyler la había declarado un menor emancipado, pero en un astuto movimiento, los
abogados de Charles Force habían protestado sus principios en las cortes de los Sangre
Roja. La corte estuvo a su favor, y Charles había sido nombrado el albacea de la
herencia, ganando a Schuyler como parte del paquete.
“Y bien?”, Mimi seguía esperando.
“Oh. Uh. Lo siento”, dijo Schuyler, agarrando su libro y corriéndose.
“Lo siento está bien”, dijo Mimi con sus ojos verde esmeralda y dándole a Schuyler una
mirada despectiva. La misma mirada que le dio a Schuler en la mesa de cena la pasada
noche, y la misma mirada que le dio a Schuyler cuando chocaron en el pasillo esa
mañana. La mirada que decía: qué haces aquí? No tienes derecho de existir.
“Qué te he hecho?”, susurró Schuyler, metiendo un libro a su bolso.
“Salvaste su vida!”.
Mimi fulminó con la mirada a la llamativa cabeza roja que había hablado.
Bliss Llewellyn, la texana trasplantado y ex acólita de Mimi, la fulminó con la mirada de
vuelta. Las mejillas de Bliss estaban tan rojas como su cabello. “Ella te salvó el pellejo
en Venecia, y ni siquiera tienes la decencia de ser agradecida!”. Hace un tiempo Bliss
había sido la sombra de Mimi, feliz de seguirla en cada directriz, pero la confianza se
había quebrado entre ambas ex amigas desde el último ataque del Sangre Plateada,
cuando Mimi había sido revelada como servicial, como una ineficaz conspiradora. Mimi
había sido condenada a arder en llamas, hasta que Schuyler fue a su ayuda para el
juicio de sangre.
“Ella no salvó mi vida. Simplemente dijo la verdad. Mi vida nunca estuvo en peligro”,
contestó Mimi mientras corría su cepillo plateado por su fino cabello.
“Ignórala”, le dijo Bliss a Schuyler.
Schuyler sonrió, sintiéndose valiente ahora que ella la había apoyado. “Es difícil
hacerlo. Es como fingir que el calentamiento global no existe”. Ella pagaría más tarde
por ese comentario, ella lo sabía. Habría guijarros en su cereal para el desayuno.
Alquitrán en sus sábanas, o la más nueva molestia – la desaparición de otra de sus
cada vez más escasas posesiones. Ella ya había perdido el medallón de su madre, sus
guantes de cuero, y una copia doblada de El Juicio de Kafka, inscrito en la primera
página con las iniciales “J.F.”.
Schuyler sería la primera en admitir que el segundo dormitorio para huéspedes en la
mansión de los Force (el primero continuaba reservado para visitas de dignatarios) era
difícilmente el armario bajo las escaleras. Su habitación estaba hermosamente
decorada y suntuosamente designada con todo lo que una chica quiere: una cama
tamaño queen con edredón acolchado, armarios repleto de ropa de diseñador, un
“No lo quiero llenándote la cabeza con mentiras”, le había dicho Charles. “Él puede
mandar en el Aquelarre, pero él no tiene poder en mi casa. Si me desobedeces, te
prometo que lo lamentarás”.
La segunda regla de vivir con los Force era que estaba prohibido relacionarse con
Oliver. Charles estaba enfurecido cuando descubrió que Schuyler había convertido a
Oliver (su Conducto designado), en su conocido humano. “Primero que todo, eres
demasiado joven. Segundo, es odioso. Desagradable. Los Conductos son sirvientes.
Ellos no son – ellos no cumplen con los servicios de los conocidos humanos. Debes
tomar un nuevo humano inmediatamente y cortar toda relación con este chico”.
Si estuviera presionada, admitiría a regañadientes que Charles probablemente estaba
en lo correcto. Oliver era su mejor amigo, y ella lo había marcado como su propiedad,
tomó su sangre en la de ella, y hubo consecuencias por sus acciones. A veces ella
deseaba poder regresar a la forma en que ellos eran antes de que todo se volviera tan
complicado.
Schuyler no tenía idea de por qué Charles le importaría a quien ella convertía en
conocido familiar de todos modos, ya que los Force suprimían la antigua práctica de
mantener humanos Conductos. Pero ella siguió las reglas al pie de la letra. En la
medida en que todos podían ver, ella no tenía contacto absoluto con Lawrence, y se
abstuvo de realizar el Beso Sagrado con Oliver.
Había tantas cosas en su nueva vida que podía y no podía hacer.
Pero había algunos lugares donde las reglas no se aplicaban. Un sitio donde Charles no
tenía poder. Un sitio donde Schuyler podía ser libre.
Para eso eran los lugares escondidos.
CAPÍTULO 2
A Mimi le gustaba el sonido de los tacos sobre el mármol. Sus charoles Jimmy Choos
hacían un satisfactorio click, click, clack que hacía eco por todo el vestíbulo de la Torre
Force. La brillante nueva oficina central del imperio de los medios de comunicación de
su padre comprendía varios edificios en el medio del centro de Manhattan. Los
relucientes bancos del elevador regularmente devolviendo una multitud de “Forcies” –
los apuestos empleados de la organización de medios de comunicación Force –
directores de diseño, directores de moda, directores de estilo de vida, marchándose a
sus reuniones de almuerzo en Michael o subiéndose a autos que los escoltarán a varias
citas alrededor de la ciudad. Era un grupo bien vestido, con similares rostros ceñidos,
como si sus agendas perpetuamente ocupadas no les dejaran tiempo para sonreír.
Mimi armonizaba.
Ella solo tenía dieciséis, pero mientras caminaba entre la multitud, pasando el
vestíbulo y dentro del oscuro hueco que ocultaba un elevador que solo podía tener
acceso mediante una clave secreta e irreproducible, ella se sentía increíblemente
vieja. Recordó cuando la Torre Force que originalmente había sido bautizada como el
Edificio Van Alen. Por años había estado como una mera fundación de tres plantas, ya
que su planeada torre no hubiese sido nunca construida a no ser después del Crash de
1929 y de la Gran Depresión. Solo el último año la compañía de su padre finalmente
completó la construcción de acuerdo con los antiguos planes y bautizando el edificio
con un nuevo nombre.
Mimi miraba alrededor y discretamente enviaba una fuerte sugerencia a cualquiera
que pudiera estar cerca. Ella encontró el pomo de la puerta y puso su dedo en la
cerradura, presionándolo tanto que salía sangre. La sangre del análisis en la cerradura
no era lo último en tecnología de seguridad, pero si un antediluviano. Su sangre había
sido analizada y comparada a los archivos de ADN del Depósito; una coincidencia que
confirmaría que solo un verdadero Sangre Azul estaba de pie en la entrada. La sangre
no podía ser duplicada y tampoco extraída. La sangre de vampiro desaparece dentro
de minutos al estar expuesta al aire.
Las puertas se abrieron silenciosamente, y Mimi tocó para bajar. Lo que los Sangre
Roja no sabían era que en 1929, el edificio había sido construido completamente –
excepto que fue ampliado hacia abajo en lugar de hacia arriba.
De hecho la torre era un “centro de todo” – una estructura construida bajo la tierra,
con túneles bajo el centro del planeta, en vez de arriba hacia el cielo. Mimi observaba
mientras los pisos descendían. Iba cincuenta, luego cien, luego doscientos, luego
trescientos pies bajo la superficie. En el pasado, los Sangre Azul habían vivido bajo
tierra para esconderse de sus agresores Sangre Plateada. Ahora Mimi comprendía a lo
Translated by Dana Alexia
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que se había referido Charles Force cuando comentó despectivamente que Lawrence y
Cordelia tendrían a los vampiros “humillados en cuevas otra vez”.
Finalmente el elevador se detuvo y la puerta se abrió. Mimi asintió al Conducto en el
escritorio. El Sangre Roja parecía un topo ciego, viéndose como si no hubiese visto el
sol en un largo tiempo. Como las falsas leyendas perpetuadas sobre los vampiros, Mimi
pensó con regocijo.
Ella podía sentir la custodia, las fuertes protecciones establecidas alrededor del área.
Esto se suponía ser uno de los refugios más secretos y seguros de los Sangre Azul.
Lawrence disfrutó una enormidad en la brillante, y llamativa nueva torre que había
sido construida en la cima. “Nos estamos escondiendo a plena vista!”, se rió entre
dientes. El Depósito de Historia había sido recientemente cambiado a algunos pisos
más abajo. Desde el ataque, la guarida bajo el club había sido abandonada. Mimi aún
se sentía culpable de lo que había sucedido ahí. Pero no fue su culpa! Ella no quiso
causar ningún daño. Ella solo quería a Schuyler fuera del camino. Quizás ella había sido
ingenua. No había necesidad de persistir ahora en ese pensamiento.
“Buenas tardes, Madeleine”, una mujer elegantemente vestida en un elegante traje
Chanel la saludó cortésmente.
“Dorothea”, asintió Mimi, siguiendo a la vieja bruja hacia la sala de conferencia. Ella
sabía que varios miembros del Cónclave no eran entusiastas en su acceso al círculo
íntimo. Ellos estaban preocupados de que ella aún era demasiado joven y no estaba en
control con todos sus recuerdos, la totalidad de su sabiduría de todas sus vidas
pasadas. El proceso hacia un completo Sangre Azul auto realizado comienza durante la
transformación a los quince, y continúa hasta el fin de uno de los Años del Ocaso (o
aproximadamente a los veintiún años de edad), cuando el caparazón humano se
entrega completamente, revelando finalmente el vampiro debajo. A Mimi no le
importaba lo que ellos pensaran. Ella estaba ahí para cumplir una obligación, y si ella
no recordaba todo, ella recordaría lo suficiente.
Ella estaba ahí porque Lawrence había ido a la mansión de los Force una noche, poco
después de que ellos regresaran de Venecia, para hablar con Charles. Mimi había oído
toda la conversación. Cuando Lawrence había asumido como Regis, Charles
voluntariamente había resignado su puesto en el Cónclave, pero Lawrence le insistía
que lo reconsiderara.
“Ahora necesitamos toda nuestra fuerza. Te necesitamos, Charles. No nos des la
espalda”, la voz de Lawrence era baja y grave. Él tosió varias veces, y el olor de tabaco
dulce de su pipa había llenado el pasillo de la oficina de su padre.
Charles era inflexible. Él había sido humillado y rechazado. Si el Cónclave no lo hubiese
tenido, él no tendría el Cónclave. “Por qué me necesitan cuando ellos te tienen,
Regis”, bufó Charles, como si siquiera decirlo era desagradable.
“Iré”.
Lawrence solamente levantó una ceja al descubrir a Mimi de pie al frente de ellos.
Charles tampoco se veía demasiado sorprendido. Encontrando una forma de abrir las
puertas siempre había sido uno de los talentos de Mimi, incluso cuando era pequeña.
“Azrael”, murmuró Lawrence. “Lo recuerdas?”.
“No todo. No aún. Pero si te recuerdo… Abuelo”, dijo Mimi con una sonrisita.
“Eso es suficiente para mí”, Lawrence sonrió en una forma que no era demasiado
distinta de la propia sonrisa de Charles. “Charles, está decidido. Mimi puede tener tu
puesto en el Cónclave. Ella te informará, como tu representante. Azrael, puedes irte”.
Mimi estaba a punto de alegar, hasta que se dio cuenta que había sido encantada para
dejar el estudio sin darse cuenta. Ese viejo bobo era inteligente. Pero nada iba a
detenerla de poner su oreja contra las puertas.
“Ella es peligrosa”, dijo Lawrence suavemente. “Estaba sorprendido al saber que
habías llamado a los gemelos para este ciclo. Era realmente necesario?”.
“Como tu dijiste, ella es fuerte”, suspiró Charles. “Si hay una batalla por delante, como
tu nos quieres hacer creer a todos, Lawrence, la necesitarás a tu lado”.
Lawrence resopló. “Si ella se mantiene fiel”.
“Siempre lo ha sido”, dijo Charles bruscamente. “Y ella no es la única entre nosotros
que una vez amó a la estrella de la mañana”.
“Un grave error que todos cometemos”. Asintió Lawrence.
Charles dijo suavemente. “No, no todos”.
Mimi flotó lejos de la puerta. Ella había oído todo lo que necesitaba oír.
Azrael. Él la había llamado por su verdadero nombre. Un nombre que estaba grabado
dentro de su consciencia, dentro de sus huesos, de su sangre. Qué era ella excepto por
su nombre? Cuando estás vivo miles de años, tomando un nuevo apodo después de
otro, los nombres se vuelven como un papel de regalo. Algo decorativo al cual
respondías. Tomar su nombre en este ciclo, por ejemplo: Mimi. Era el nombre de una
socialite, una mujer frívola que pasaba sus días llevando al límite las tarjetas de crédito
y que solo le importaban los tratamientos de spa y cenas con invitados.
Ocultaba su verdadera identidad.
Para ella era Azrael. Ángel de la Muerte. Ella trajo oscuridad a la luz. Era su regalo y su
maldición.
Ella era un Sangre Azul. Como Charles había dicho, una de las más fuertes. Charles y
Lawrence habían estado conversando sobre el fin de los días. La Caída. Durante la
guerra con Lucifer, debía ser Azrael y su gemelo, Abbadon, quienes voltearon la marea,
quienes cambiaron el curso de la última batalla. Ellos habían traicionado a su príncipe y
unido a Michael, arrodillándose a la espada de oro. Ellos habían sido fieles a la luz,
aunque ellos estaban hechos de oscuridad.
Lo de ellos había sido un abandono crucial. Si no hubiese sido por ella y Jack, quien
podría decir quien hubiese ganado? Sería Lucifer el rey de todos los reyes en un trono
celestial si ellos no lo hubiesen abandonado? Y qué hubiesen ganado ellos de todos
modos, sino que esta vida interminable en la tierra. Este ciclo interminable de
reparación y absolución. Por quien y para qué compensar? Sabrá Dios siquiera que ya
no existen? Alguna vez ellos recuperaron el paraíso que habían perdido?.
Había sido útil? Mimi se preguntaba mientras tomaba asiento en el Cónclave, ahora
solo informando lamentaciones entre sus pares.
Ella miró donde Dorothea Rockefeller estaba mirando. El horror casi la tambaleó.
Dentro de la guarida más protegida, y más segura de los Sangre Azul, y sentado al lado
de Lawrence en un puesto de honor, no había otro más que si no el desvergonzado ex
Venator, el traidor Sangre Plateada, Kingsley Martin.
Él agarró su mirada y apuntó dos dedos en la forma de una pistola en su dirección. Y
Kingsley siendo Kingsley, sonrió pretendiendo accionar el gatillo.
CAPÍTULO 3
Aunque, los vampiros no tenían familia en el sentido de los Sangre Roja: ellos eran los
ex hijos de Dios, inmortales, sin verdaderos padres.
Forsyth era apenas su “padre” para este ciclo. Tal vez sea lo mismo con Allegra. Ella se
abstuvo de contarle a Schuyler su descubrimiento. Schuyler era protectora con su
madre, y Bliss era demasiado tímida para afirmar una conexión con una mujer que
nunca ha conocido. Aun así, ella sentía un parentesco con Schuyler desde que
encontró la fotografía.
“Aún sigues teniendo esas – ya sabes, pérdidas de conciencia?”, preguntó Schuyler.
Bliss negó con la cabeza. Las pérdidas de conciencia se detuvieron al mismo tiempo
que comenzaron las visiones. Ella no sabía cual era peor.
“Sky, has pensado en lo de Dylan?”, preguntó con indecisión.
“Todo el tiempo. Desearía saber lo que le sucedió”, dijo Schuyler, apartando su
sándwich y comiendo una parte al mismo tiempo: pan primero, luego una bola de
atún, luego una mordida de lechuga. “Lo extraño. Él era un buen amigo”.
Bliss asintió. Ella se preguntaba como podía abordar el tema. Ella había estado
ocultando por demasiado tiempo un enorme secreto. Dylan, quien todos habían dado
por muerto, quien había sido tomado por un Sangre Plateada, quien desapareció
completamente… había regresado, estrellándose en su ventana hace dos semanas y
contándole las historias más escandalosas. Desde la noche en que él había regresado,
Bliss no sabía qué creer.
Dylan tenía que estar completamente chiflado. Loco. Lo que él había dicho esa noche.
No tenía sentido, pero él estaba convencido en que era la más sagrada verdad. Ella
jamás podría disuadirlo en eso, y últimamente él estaba amenazando con hacer algo.
Justo esa mañana él estaba seriamente trastornado. Desvariado. Gritando como un
loco. Fue difícil de observar. Ella le había prometió que ella haría….ella haría… qué
haría ella? No tenía idea.
“Bliss Llewellyn?”.
“Aquí”, respondió Bliss, poniéndose de pie y metiendo su portafolio debajo de su
brazo.
“Estamos listos. Disculpa la espera”.
“No hay problema”, dijo ella, dándoles la sonrisa más profesional. Ella siguió a la chica
dentro de una ventilada habitación en la parte de atrás. Bliss tenía que caminar en lo
que parecía el largo de una cancha de fútbol para alcanzar la pequeña mesa donde
estaba sentado el diseñador.
Siempre era así. A ellos les gustaba mirarte caminar, y después de que digas hola, ellos
te pedían que te dieras vuelta y caminaras otra vez, Rolf estaba audicionando para su
Semana de la Moda, y a su lado estaba sentado su equipo: una bronceada mujer rubia
usando gafas oscuras, un delgado hombre afeminado, y varios asistentes.
“Hola Bliss”, dijo Rolf. “Esta es mi esposa, Randy, y él es Cyrus, está ensamblando el
espectáculo”.
CAPÍTULO 4
“Te he extrañado”. Los labios de Oliver contra su mejilla eran tibios y suaves, y
Schuyler sintió un dolor agudo en su estómago ante su profundo afecto.
“Yo también”, susurró de vuelta. Eso era cierto. Ellos no habían estado así de juntos
hace dos semanas. Y mientras ella quería presionar sus labios contra su cuello y hacer
que sucediera naturalmente, pero ella se detuvo. Ella no lo necesitaba ahora, y ella
estaba cautelosa de hacerlo en como podía hacerla sentir. La Caerimonia Osculor era
una droga – tentadora e irresistible. Le daba mucho poder. Demasiado poder sobre él.
Ella no podía. No aquí. No ahora. Más tarde. Quizás. Por otro lado, no era seguro. Ellos
estaban en el armario de suministros fuera de la sala de copiado. Cualquiera podía
entrar y atraparlos juntos. Ellos se habían encontrado, como siempre lo hacían, entre
el primer y segundo timbre después del cuarto periodo. Ellos solo tenían cinco
minutos.
“Estarás ahí… esta noche?”, preguntó Oliver, con su voz ronca en su oído. Ella quería
correr sus dedos por su grueso cabello color caramelo, pero ella se contuvo. En lugar
presionó su nariz contra un lado de su cabeza. Él olía tan limpio.
Como habían sido amigos durante tanto tiempo sin ella saber a que olía el cabello de
él? Pero ahora lo sabía: como el césped después de la lluvia. Él olía tan bien que podía
llorar. Ella le había fallado en todas formas. Él nunca podría perdonarla si realmente él
entendiera lo que ella le había hecho.
“No lo sé”, contestó Schuyler, vacilante. “Lo intentaré”, ella quería decepcionarlo lo
más gentil posible. Ella miró a su cordial y apuesto rostro, sus tibios ojos avellana con
salpicadas de café y dorado.
“Promételo”, la voz de Oliver era fría. “Promételo”. Él la presionó fuertemente contra
él, y ella estaba sorprendida de su fuerza. Ella no tenía idea que los humanos podían
ser tan fuertes como los vampiros cuando surgía la ocasión.
Su corazón se hizo trizas. Charles Force estaba en lo correcto. Ella debía alejarse de él.
Alguien iba a salir herido, y ella no podía soportar pensar en Oliver sufriendo por ella.
Ella no valía la pena. “Ollie, sabes que yo – ”.
“No lo digas. Solo ve”, dijo él toscamente, y la dejó ir tan rápido que casi ella perdió el
equilibrio. Luego él se marchó tan rápido, dejándola sola en la oscura habitación,
sintiéndose extrañamente privada.
Más tarde Schuyler se movía rápidamente por las oscuras y lluviosas calles, un cúmulo
de plata en su nuevo impermeable. Ella podía tomar un taxi, pero no había ninguno en
la lluvia, y prefería caminar – o, deslizarse. A ella le gustaba hacer ejercicios con sus
músculos vampíricos, como cuan rápida podía ser cuando fijaba su mente en ello. Ella
caminaba toda la distancia de la isla como un gato; ella se movía tan rápido que estaba
seca. No había una gota de agua sobre ella.
El edificio era uno de esos nuevos apartamentos con vidrios deslumbrantes diseñados
por el arquitecto Richard Meier en la esquina de Perry Street y West Side Highway.
Relucían como el cristal en el confuso y oscuro crepúsculo. Schuyler nunca se cansaba
de mirarlo, era tan hermoso.
Schuyler se deslizó por las puertas principales, aprovechando su velocidad vampírica
que la volvía invisible al guardia y a los otros residentes. Pasó del elevador, prefiriendo
usar sus talentos de otro mundo y subir las escaleras, subiendo de a cuatro, cinco, a
veces diez escalones al mismo tiempo. En segundos ella estaba en el penthouse.
Estaba tibio en el apartamento, y las luces de la calle iluminaban todo, desde el suelo
hasta el cielo, las ventanas. Ella presionó el botón para inmediatamente correr las
cortinas. Ellos la habían dejado abiertas otra vez, expuestas – era increíble como su
lugar secreto estaba ubicado en uno de los edificios más visibles en Manhattan.
La ama de llaves había puesto troncos en la chimenea, entonces Schuyler hizo un
rápido fuego, fácil mientras presionaba otro botón. Las llamas aumentaban y
derrotaban la madera. Schuyler observaba como ardían; luego, como si estuviera
viendo su futuro en las llamas, puso su cabeza en sus manos.
Qué hacía ella ahí?.
Por qué había ido?.
Estaba mal, lo que ellos hacían. Él lo sabía. Ella lo sabía. Ellos se habían dicho que iba a
ser la última vez. Como si ellos fueran capaces de soportarlo. Ambos estaban
extasiados y afligidos ante la perspectiva de su reunión.
Schuyler se entretenía vaciando el lavaplatos y dejándolos en la mesa. Encendiendo
velas. Conectó el estéreo a su iPod, y pronto la voz de Rufus Wainright hacía ecos en
las paredes. Era una canción de anhelo – su favorita.
Ella contemplaba el baño, sabiendo que su bata colgaba de un gancho en el armario.
Había tan poca evidencia de sus presencias en el lugar – unos cuantos libros, un par de
ropas, un par de cepillos de dientes. Esto no era un hogar, esto era un secreto.
Ella se miró en el espejo – su cabello estaba desordenado y sus ojos estaban brillantes.
Él llegaría pronto. Por supuesto que lo haría. Él había sido el que insistió.
La hora designada pasó, aún no llegaba. Schuyler puso sus dedos contra su pecho,
intentando luchar con la creciente ola de decepción.
Ella estaba a punto de quedarse dormida cuando había una sombra en la terraza.
Schuyler levantó la mirada expectante, sintiendo una mezcla de anticipación y una
profunda y permanente pena. Su corazón latía a millones de millas por minuto. Incluso
si ella lo veía cada día, siempre sería como la primera vez.
“Hola, tu”, dijo una voz. Y el chico apareció de las sombras.
Pero él no era el que ella esperaba.
ARCHIVOS DE AUDIO:
Depósito de Historia
DOCUMENTO CLASIFICADO:
ACTUALIZACIÓN SOBRE DYLAN WARD: El equipo de Long Island reportó ver al sujeto
huyendo de la casa Ward en Shelter Island. Han enviado refuerzos para traerlo de
regreso.
CAPÍTULO 5
La reunión fue convocada de manera regular. La secretaria tomó lista. Todas las
familias antiguas estaban representadas, las siete originales (Van Alen, Cutler, Oelrich,
Van Horn, Schlumberger, Stewart, y Rockefeller) aumentaron para dar cabida a los
Llewellyn, los DuPont (representados por una nerviosa Eliza, que era la última sobrina
de Priscilla), los Whitney, y los Carondolet. Esos eran los miembros del Cónclave– la
reunión de la elite de los Sangre Azul. Aquí era donde las decisiones por la raza, por el
futuro del clan, eran tomadas.
Mimi estaba fuera de sí. Lawrence llevó a cabo la reunión como si no hubiese ningún
problema, como si un traidor no estuviese sentado a su lado. Era exasperante! Había
sido Kingsley quien había llamado al Sangre Plateada, Kingsley quien organizó el
ataque en el Depósito. Kingsley quien había sido la mente maestra detrás del
encubrimiento, y ahí estaba, sentado en la mesa como si le perteneciera.
En la superficie, el Conclave estaba tan calmado y plácido y desconcertado como
nunca, aunque Mimi podía detectar un ligero malestar, el más débil olor de discordia
dentro de la fila. Por qué Lawrence no decía nada? El viejo bobo estaba parloteando
sobre el mercado sub-prime y los recientes eventos desastrosos en Wall Street. Ah,
finalmente…. Lawrence se volteó hacia Kingsley. Por último una explicación.
Pero no. Lawrence de manera casual declaró que Kingsley había reportado un archivo,
y cediendo el piso al supuesto Venator, un hablador de verdades, un miembro de la
policía secreta de los vampiros.
Kingsley saludó a la mesa con una severa sonrisa. “Miembros del consejo…y ehm,
Mimi”, comenzó. Él estaba tan perversamente apuesto como nunca, pero desde que él
había sido desenmascarado como un Venator , él se veía mas viejo. Ya no más un joven
rebelde, pero si serio y sombrío en un abrigo oscuro y corbata.
Varios miembros del Conclave intercambiaron cejas levantadas, y el canoso Brooks
Stewart tuvo un ataque de tos lo bastante severo para que Cushing Carondolet lo
golpeara varias veces en la espalda. Cuando el jaleo se calmó, Kingsley continuó sin
comentar.
“Traigo noticias graves. Hay un disturbio en el continente Sudamericano. Mi equipo ha
detectado malas señales que apuntan a un posible infractio”.
Mimi entendía la palabra del lenguaje sagrado – Kingsley estaba hablándoles de una
ruptura. Pero ruptura de qué?.
“Qué ha sucedido?”, Dashiell Van Horn quería saber. Mimi lo reconoció como el
inquisidor durante su juicio.
“Grietas en la fundación de Corcovado. Algunos reportes de desapariciones de
Miembros del Conclave. Alfonso Almeida no ha regresado de su usual estancia en los
Andes. Su familia está preocupada”.
Esme Schlumberger resolpló. “Alfie le gusta perderse en la selva cada año. Dice que lo
mantiene cerca de la naturaleza. No quiere decir nada”.
“Pero en Corcovado – eso es un problema”, dijo Edmund Oelrich, quien era ahora jefe
de los Guardianes desde la muerte de Priscilla.
“Con lo que sabemos de los Sangre Plateada – como uno era capaz de infiltrarse en el
Depósito por si solo – nada puede ser posible”, dijo Kingsley.
“Efectivamente”, concedió Daniel Van Horn, regulando sus gafas.
Lawrence asintió. “Todos lo saben, por supuesto, por los rumores de que los Sangre
Plateada huyeron a Sud América antes de haber desaparecido. Los Sangre Azul se
quedaron en el norte, y algunos creyeron que los Sangre Plateada se dirigieron al sur
para reagruparse. Por supuesto, nunca hemos tenido alguna evidencia de esto…”.
Varios miembros del Conclave se retorcieron visiblemente. Desde el ataque en el
Depósito, ellos tuvieron que admitir que Lawrence, el ex marginado, había estado en lo
correcto todo este tiempo. Que los guardianes intencionadamente habían ignorado las
señales, atascaron sus cabezas en la arena como un grupo de avestruces, demasiado
miedosos para aceptar la verdad: los Sangre Plateada, los demonios del mito, sus
antiguos enemigos, habían regresado.
“No teníamos evidencia alguna hasta ahora”, asintió Kingsley. “Pero al parecer las
sospechas de Lawrence estaban correctas”.
“Si Corcovado está comprometido, no puedo enfatizar en cuan grave es el peligro en el
que estamos”, dijo Lawrence.
“Pero no ha habido…muertes?”, preguntó Eliza DuPont con una voz tímida.
“Ninguna de la que tengamos conocimiento”, confirmó Kingsley. “Uno de los jóvenes,
una tal Yana Riberio, también está desaparecida. Pero su madre cree que se fugó con
su novio a un improvisado fin de semana en Punta del Este”, dijo él con una sonrisa.
Mimi se mantenía en silencio; ella era la única miembro que aún no aportaba en la
discusión. En Nueva York, no ha habido muertes o ataques desde la noche en el
Depósito. Ella se sentía frustrada de no poder recordar por qué Corcovado era tan
importante – obviamente todos en el Conclave sabían por qué, pero ella no. Era
molesto no tener todos sus recuerdos.
La palabra no significaba nada para ella. Y ella jamás preguntaría a alguien que
significaba tampoco – ella tenía demasiado orgullo. Quizás ella podía ir con charles
para que la iluminara, aunque al parecer después de su dimisión del Conclave él tenía
poco interés en nada más que guardar un puesto en su salón, estudiando
minuciosamente libros antiguos y fotografías, y escuchando las amortiguadoras
grabaciones de una antigua cinta magnética.
“Mientras se haya demostrado el ataque en el Depósito, los Sangre Plateada ya no son
más un mito del que podamos elegir ignorar. Debemos actuar rápidamente. Corcovado
debe mantenerse”, declaró Lawrence.
Qué rayos estaba hablando Lawrence? Mimi deseaba saberlo.
CAPÍTULO 6
El chico caminó hacia la luz, su rostro estaba iluminado por el fuego. Él tenía los
mismos – los mismos ojos tristes, el mismo cabello negro desordenado. Él llevaba la
misma polera sucia y vaqueros que Schuyler recordaba que él llevaba puesto la última
vez que lo había visto.
“Dylan! Pero como? Qué sucedió? Donde has estado?”, ella corrió a abrazarlo, con una
extasiada sonrisa en su rostro. Dylan! Vivo! Él no era esperado, pero él era muy
bienvenido. Ella tenía tantas preguntas que hacerle: qué le sucedió la noche en que
desapareció? Como había escapado de los Sangre Plateada? Como era posible de que
él haya sobrevivido?.
Tan pronto ella se acercó a él, se dio cuenta de que algo estaba bastante mal. El rostro
de Dylan estaba nefasto, enojado. Sus ojos estaban desenfocados y al borde de la
histeria.
“Qué sucede?”.
Con la velocidad de un rayo, Dylan empujó a Schuyler con su mente, un empujón
telepático – AZOTE! – pero Schuyler era más rápida y esquivó el golpe de su mente.
“Dylan! Qué estás haciendo?!”, ella levantaba sus manos para protegerse, como si ella
pudiera protegerse con una barrera física.
AZOTE! Otro más. Esta vez la sugestión la envió al balcón.
Schuyler ahogó, su cerebro se sentía como si fuera a explotar por la presión con la que
estaba luchando.
Huyó a la terraza, sin ser capaz de detener la sugestión para tomar el mando de sus
sentidos. Ella miró por sobre su hombro. Dylan estaba justo detrás de ella. Él se veía
maniático y cruel, como si estuviera poseído por alguna fuerza maligna.
“Por qué estás haciendo esto?”, chillaba, mientras él enviaba otro jalón, una orden
atroz.
SALTA!
Si. Ella debe cumplir, ella debe obedecer – Salta! – si, ella lo hará, pero si no es
cuidadosa, y ella no tiene tiempo para estar… ella podría perder su equilibrio… ella
podría… Oh Dios, qué pasa si Lawrence está equivocado? Qué pasa si ella no es
inmortal? Ella es mitad humano después de todo… qué pasa si no sobrevive? Qué pasa
si, a diferencia de los otros Sangre Azul, el ciclo del sueño y descanso y reencarnación
no le pertenece a ella. Qué pasa si esta vida es todo lo que ella tiene? Pero es muy
tarde para preocuparse de eso ahora – ella no tiene opción. SALTA! Ella no puede ver a
donde va, se está meneando y escarbando por adquisición… él está justo detrás de ella,
entonces ella va a…
Ella saltó de la terraza, volando…
No hay tiempo, no hay tiempo para pelear por otra cornisa, no hay tiempo para
agarrar la baranda… la acera inminente…
Schuyler se preparó para el impacto y aterrizar con sus pies. Sobre sus botas.
CATAPLÚM!. Justo en el medio de un grupo apiñado con estilo en frente del
restaurante Perry St. Los Neoyorkinos abandonaron los elementos porque ellos
fumaban.
Y en un flash, Dylan estaba justo detrás de ella. Tan rápido, él era bastante rápido…
Luego se apoderó una poderosa coacción: esto no era una simple sugestión – esto era
un control cerrado. Aplastante. Esto era lo que Lawrence le había dicho que era el
poco conocido quinto factor del encantamiento. El Consummo Alienari. Perdida
completa de una mente a otra.
Para los Sangre Roja, alienari significaba una muerte instantánea. Para los vampiros,
causaba una irrevocable parálisis – la mente absorbida en la que la voluntad de uno
era completamente subsumida. Lawrence le había dicho que tomando la sangre y los
recuerdos de compañeros vampiros, realizando la Caerimonia Osculor con su propia
especie, no era la única cosa por la que los Sangre Plateada eran conocidos. Ellos
tenían muchas otras torturas y trucos bajo la manga. Ellos no drenaban a todas sus
víctimas; algunos de ellos los dejaban vivir porque ellos eran más útiles a los Sangre
Plateada como peones.
Schuyler sentía una pesadez mientras la fuerza del alienari se establecía en… ella
estaba a punto de sucumbir; era mucho más fácil rendirse que luchar… ella se sintió
débil bajo su agarre… qué quedaría de ella si él tenía éxito? Ella pensó en su madre,
viva pero no viva, ese sería su destino? Ella estaba mareada, se balanceaba; pronto se
acabaría. Pero entonces ella encontró algo en el oscuro efluvio - como una cola, la cola
del encantamiento – y ella era capaz de aislar la señal, capaz de descubrir qué parte
estaba intentando controlarla, y ella se retorció, como luchando con un caimán –
aventándose sobre su cabeza – y pronto ella tomo el mando, y ella estaba inclinándolo
a su voluntad, y –
Dylan está gritando – él es el que está sufriendo – él es el que está apoyado contra la
pared, incapaz de moverse mientras su mente mantiene la de él en su agarre. Ella
puede sentirlo, puede sentir el mando de su dominio, ávidamente exultando su triunfo.
Ella lo está apretando – todo su ser – con su mente. Es como un tornillo –
Ella lo está matando…
Pronto él ya no será él… más que una extensión de su voluntad…
Hasta que…
“SCHUYLER! DETENTE!”.
“NO LO HAGAS!”.
“SCHUYLER!”, un bramido.
Su nombre. Alguien estaba gritando su nombre. Oliver. Le decía que se detuviera.
Schuyler liberó su agarre, pero no completamente. Ella aún estaba aguantando una
mano, y a unos veinte pies de distancia, Dylan estaba clavado a la muralla. Agarrado
ahí por su mente. Él estaba balbuceando. No podía respirar.
“POR FAVOR!”, esta vez era la voz de una mujer. Bliss.
Ahí. Lo soltó.
Dylan se hundió en el suelo.
CAPÍTULO 7
Bliss corrió lo más rápido que pudo. Ella había visto todo. Ella estaba en el taxi y lo vio
todo: el salto de Schuyler, Dylan tras ella, la persecución, el revés. Ella había sido
testigo de la angustia de Dylan y del dominio de Schuyler.
Oh Dios, no dejes que lo haya matado.
“Dylan!”, Bliss se arrodilló a su lado. Él estaba tendido boca abajo sobre la acera,
entonces ella lo volteó delicadamente y lo tomó en sus brazos. Él estaba tan delgado…
solo piel y huesos bajo esa polera. Ella lo sostuvo tiernamente como una cría de pájaro.
Él estaba dañado y patético, pero él era suyo. Lágrimas corrían por sus mejillas.
“Dylan!”.
Cuando ella llegó a su casa después de su reunión go-see y él no estaba ahí para
encontrarse como lo habían planeado, ella supo inmediatamente que algo estaba mal.
Ella llamó a Oliver y le dijo que se juntaran en el edificio Perry Street lo más pronto
posible. Dylan había estado diciendo todo este tiempo que iba a hacer algo, y ahora lo
hizo. Afortunadamente, Bliss sabía donde encontrarlo porque ella sabía el secreto de
Schuyler y a donde iba a estar esa noche.
Dylan abrió sus ojos. Él retrocedió cuando vio a Bliss, y luego se volteó hacia Schuyler y
gruñó en un profundo y resonante estruendo, “Argento Croatus!”.
“Estás loco?”, preguntó Schuyler, Oliver se cruzó protectoramente. Ella no podía
creerlo que había escuchado. Dylan le había dicho Sangre Plateada. Qué estaba
sucediendo? Qué le sucedía? Por qué su voz sonaba de esa forma?.
“Dylan, detente. Sky – él no sabe lo que está diciendo”, dijo Bliss nerviosa. “Dylan, por
favor, no tienes sentido”.
Dylan se desconectó, sus pupilas se dilataron rápidamente como si una linterna le
estuviera alumbrando en los ojos. Luego comenzó a reír en un alto chillido.
“Sabías que él había regresado y no me lo dijiste”, dijo Schuyler, y la acusación se
mantuvo en el aire entre ellos.
“Si”, Bliss respiró fuerte. “No quise decirte porque…” porque se lo dirías al Conclave.
Harías que se lo llevaran. Y si, él cambió. Él es diferente. No es el mismo. Algo terrible e
indescriptible le ha sucedido. Pero aún lo amo. Tu me entiendes, cierto? Tu, que
esperaste en un apartamento por un chico que no llegó.
Schuyler asintió. Las dos se entendían sin hablar. Era una forma vampírica.
“Aún así, él no puede estar así; tenemos que buscarle ayuda”. Schuyler se acercó a los
dos.
“No me toques”, gruñó Dylan. De pronto, se levantó y agarró a Bliss por la garganta,
sus dedos huesudos presionaban violentamente su pálido cuello.
“Si no vas a ayudarme, entonces eres uno de ellos”, dijo amenazadoramente,
intensificando su agarre.
Bliss comenzó a llorar. “Dylan…no lo hagas”.
Schuyler gritó con todas sus fuerzas a Dylan, pero Oliver la contuvo. “Espera”, dijo él.
“Espera – no puedo dejar que te haga daño otra vez…”.
Mientras tanto, Dylan presionaba más y más a Bliss con su mente, su furia era
implacable, su poder solo más espantoso en su temeridad. Bliss cayó de rodillas. No
habría gimnasia telepática por su parte.
Ahora era el turno de Schuyler de gritar. Schuyler se volteó a rogarle que se detuviera.
Dylan no lo tomó en cuenta, y golpeó la mejilla de Bliss con su otra mano. Él se inclinó,
con su boca sobre su cuello. Schuyler pudo ver como sus colmillos aparecían. Estaban a
punto de extraer sangre.
“No…Dylan…por favor”, susurró Bliss. “No…”.
“Déjame ir”. Schuyler se quitó de encima a Oliver. Bliss observaba como su amiga
frenéticamente preparaba un encantamiento que rompería el agarre de Dylan.
Pero justo antes Schuyler pudo enviar la coacción, los brazos de Dylan se sacudieron y
cayó al suelo por voluntad propia, liberando abruptamente a su víctima. Bliss se arrugó
en el suelo, marcas violetas de sus dedos florecían sobre su cuello.
Dylan puso su cabeza entre sus rodillas y sollozaba.
“Qué rayos sucedió?”, lloraba, y finalmente él tenía una voz que Bliss reconocía. Por
primera vez esa noche, Dylan sonaba como él.
CAPÍTULO 8
lo suficiente para despertar los sentidos y dejarlos resollando para el próximo arreglo
gastronómico.
Ellos habían entrado esa tarde para encontrar el lugar plagado de Sangre Azul, lo que
era un tanto inesperado ya que los vampiros solo comían para entretenerse; pero
aparentemente hasta aquellos que no necesitaban sustento apreciaban tener un
cosquilleo en sus paladares. Un par de miembros del consejo, miembros eméritos del
Cónclave - Margery y Ambrose Barlow – ocupaban una mesa en la esquina. Mimi vio
que Margery se había quedado nuevamente dormida, como lo había hecho entre cada
plato. Pero el camarero, que parecía como si él estuviera acostumbrado, simplemente
la despertaba cada vez que llevaba algo nuevo a la mesa.
“Entonces como estuvo la reunión?”, preguntó Jack casualmente, bajando la cuchara y
asintiendo al ayudante de camarero que había acabo.
“Interesante”, dijo ella, tomando un sorbo de su copa de vino. “Kingsley Martin
regresó”.
Jack se veía sorprendido. “Pero él…”.
“Lo sé”. Mimi se encogió de hombros. “Lawrence no lo explicaría. Aparentemente hay
una razón, pero es demasiado importante para compartirla con el Conclave. Lo juro, él
organizó esa cosa como si fuera el siglo diecisiete. Es una farsa tener ‘miembros con
derecho a voto’. Él no pide nuestra opinión en nada. Él hace lo que se le antoja”.
“Él debe tener una buena razón para hacerlo”, dijo Jack, sus ojos se iluminaban
mientras el camarero traía nuevas exquisiteces. Él se veía decepcionado al descubrir
que solo era una porción de ensalada de papas. Mimi frunció el ceño también. Ella
estaba esperando fuegos artificiales gastronómicos, no un plato de picnic. Pero una
mascada cambió su parecer. “Esta es…la… mejor ensalada de papas… en el mundo”.
Jack concordó, mientras enérgicamente devoraba la suya.
“Esto es lindo, cierto?”, dijo Mimi, indicando el salón y la vista del Central Park. Ella
extendió su mano y tomó la mano de él.
Casi ser asesinados en Venecia había sido probablemente la mejor cosa que había
sucedido en su relación. Enfrentado con la posibilidad de perder a su gemelo para
siempre, Jack se volvió leal hasta el alma.
Ella aún recordaba como él la había abrazado la noche anterior al Juicio de Sangre. Su
rostro había envejecido repentinamente por la preocupación. “Tenía tanto miedo.
Tenía tanto miedo de perderte”.
Mimi había progresado lo suficiente para disculpar sus infracciones. “Jamás, amor mío.
Estaremos juntos para siempre”.
Después de eso, no hubo más conversaciones sobre Schuyler. Aunque la pequeña rata
se había mudado a su hogar, Jack permanecía frío e indiferente. Él nunca le hablaba,
apenas la miraba. En la medida que Mimi podía decir, en secreto investigaba su mente
cuando su guardia estaba baja, él nunca pensó en Schuyler. Ella era simplemente una
irritante huésped. Como una mancha que no se podía borrar.
Quizás ella había logrado lo que quería después de todo. Ella no había sido capaz de
deshacerse de Schuyler, pero el ataque que había dado resultado en asegurar el amor
de su gemelo vampiro.
“Langosta a la mantequilla”, murmuró el camarero, silenciosamente puso dos nuevos
platos. “Entonces estaba pensando, que podríamos invitar a todos al vínculo”, dijo
Mimi, entre mordiscos. Jack gruñó.
“Oh, lo sé. Te gusta del modo anticuado, solo los dos a la luz de la luna, bla, bla, bla.
Pero recuerdas Newport? Ahora eso era una fiesta. Y ya sabes, tener el Four Hundred
en el vínculo es la forma de hacerlo ahora. Escuché que Daisy Van Horn y Toby Abeville
realizaron su vínculo en Bali. Era un ‘vínculo de destino’”. Mimi se reía
disimuladamente.
Jack le hizo señas al camarero para otra botella de vino. “Ya sabes, la mayoría de los
Sangre Roja estos días esperan hasta que tienen treinta años para casarse. Cual es el
apuro?”, preguntó, en lo que se refiere a la suprema satisfacción del séptimo – o era el
octavo? – plato: un bol con sopa de arvejas.
“Bueno, mi sangre es azul, amigo mío”. Mimi dijo con desprecio. Cierto, los Sangre
Roja sabían que debían esperar un tiempo ridículamente largo para sus vínculos, para
aquellos que tenían simplemente bodas terrenales. Los humanos rompían sus votos
matrimoniales cada día sin ninguna consecuencia. Esta era una situación celestial.
Mientras era una tradición para los gemelos vampiros realizar el vínculo en sus
cumpleaños número veintiuno, Mimi no vio ninguna razón para esperar hasta ese
momento, y no había nada en el Código que dijera que no podían hacerlo antes.
Mientras más pronto realizaran sus votos, mejor.
Cuando el juramento era intercambiado, sus almas se moldearían a la otra. Nada podía
interponerse entre ellos. Ellos podían volverse uno en esta vida, como ellos tenían en
las otras. Una vez que el vínculo haya sido sellado, no podía romperse en el ciclo.
Schuyler se volvería nada más que un recuerdo distante. Jack olvidaría cualquier
sentimiento que haya sentido por ella. El vínculo trabajaba en formas misteriosas e
irrevocables. Mimi lo había visto en vidas anteriores – como su gemelo suspiraba por
Gabrielle (quien ahora era Allegra Van Alen en este ciclo) en su juventud, pero una vez
que dijo sus votos, él ni siquiera recordaba el nombre de Gabrielle. Azrael sería la única
estrella oscura en su universo.
“No deberíamos graduarnos de la secundaria primero?”, preguntó Jack.
Mimi no había escuchado. Ella ya estaba planeando hacerse un vestido a la medida
para su vínculo. “O no sé, quizás podríamos fugarnos a México, qué opinas?”.
Jack sonrió, y continuó tomando su sopa.
CAPÍTULO 9
Sucedía que para Schuyler la última vez que ella había estado en Odeon, había estado
con Oliver y Dylan. Fue hacía un año – Dylan había sido transferido recientemente a
Duchesne, y el chofer de Oliver los había llevado al centro de la ciudad. Ellos habían
recorrido las calles, entraban y salían de compras y tiendas de libros y tiendas de
discos, golpeando tarros de boticarios y sus palmas fueron leídas por una mujer gitana
en la acera. Luego al final del día, ellos habían entrado a un restaurant, a una de las
cómodas, sillas forradas en cuero rojo y comieron moules frites mientras Dylan
ordenaba cervezas con su identificación falsa y les contaba historias siendo echado a
patadas de cada preparatoria en el pasillo del noreste.
Dylan les contaba otra nueva historia ahora, Bliss estaba silenciosamente sentada a su
lado.
Él les estaba contando lo que le había sucedido.
Ahora que él no estaba intentando matarla, Dylan no parecía tan espeluznante, tan…
loco y desorientado. Ahora se veía tan delgado, como un gato dejado afuera en la
lluvia mientras sus dueños estaban de vacaciones. Sus ojos estaban caídos, y había
contusiones negras en sus pómulos. Su piel se veía ictérica y tenía cortes – pequeños
cortes en sus antebrazos, como si hubiese caminado por vidrio. Quizás lo hizo.
Oliver puso un brazo alrededor de Schuyler. Después de lo que había sucedido, él
había ido más allá de la preocupación de quien los viera juntos. Y por primera vez
Schuyler estaba de acuerdo. A ella le gustaba que la mano de él estuviera ahí. Como
sintiéndose protegida. Su mente se distanció al apartamento vacío en Perry Street.
Pero se concentró en Dylan.
“En realidad no recuerdo mucho. Ya saben, me escapé. Fui a la antigua casa de los
Ward, en Shelter Island… hice un refugio ahí. Pero al final la bestia me alcanzaba. No
recuerdo mucho de qué sucedió, pero logré arrancarme otra vez, y esta vez obtener
alguna ayuda”.
“Venators”, él continuó en un tono atemorizado. “Saben sobre ellos, cierto?”.
Ellos asintieron. También sabían que uno había sido enviado al Duchesne. Bliss les
contó sobre como había regresado Kingsley Martin. Su padre había estado en la
reunión del Conclave esa tarde. Pero Schuyler no prestó atención a las noticias; ella
quería saber qué le había sucedido a Dylan.
“De todos modos, ellos me dejaron quedar con ellos, tuvieron precaución de mí
mientras me recuperaba. Uno de los SP me agarró bastante feo en el cuello. Pero los
Venator dijeron que estaba bien, que no había sido ‘corrupto’, ya saben… ‘convertido’
en uno de ellos. De todos modos” – miró con cautela a Schuyler – “escuché sus
ARCHIVOS DE AUDIO:
Depósito de Historia
DOCUMENTO CLASIFICADO:
CAPÍTULO 10
“Estás seguro que estarás bien?”, Bliss miró alrededor de la sucia habitación de hotel.
Ella nunca había estado adentro. Dylan siempre había insistido en que se encontraran
en el vestíbulo del Hotel Chelsea. El hotel había conocido mejores días. Estaba
deteriorado y se estaba viniendo abajo, uno de los monumentos antiguos de Nueva
York con un pasado literario y escandaloso. El Chelsea era donde el heroinómano Sid
Vicious supuestamente apuñaló a Nancy Spungen, donde Dylan Thomas murió
alcohólico. También era el lugar que inspiró a Bob Dylan en “Sara” (“Despierto por días
en el Hotel Chelsea…”) y donde Allen Ginsberg escribió alguno de sus poemas.
Ella caminó alrededor de la habitación, mirando la lluviosa calle por las persianas. La
primera noche que él había regresado a ella, ella había estado horrorizada y feliz de
verlo. Ella nunca había creído que él había muerto, ero aun estaba asombrada de
descubrir que estaba vivo.
Esa noche ella le había rogado que se quedara cerca, pero él había insistido en
quedarse en este hotel. Él se sentía más seguro en el centro decía, y se había
estremecido ante el pensamiento de pasar otra noche en una de esas lujosas suites de
hotel cinco estrellas donde el Conclave lo tenía encerrado mientras era investigado por
la muerte de Aggie Carondolet.
La noche que él había regresado, ella había querido estar cerca de él, sentir su cuerpo
cerca del suyo. Ella había sentido un parentesco cercano a él sabiendo que él era como
ella, un vampiro, más que un simple Sangre Roja que ella podía vaciar. Antes que él se
fuera, ellos habían tenido… no una relación del todo, pero más que un coqueteo. Ellos
habían estado a punto de comenzar algo… ella aún recordaba el sabor de su piel, la
sensación de sus manos bajo su polera.
Pero Dylan no había mostrado ningún interés en reanudar donde habían quedando.
Mientras él no la rechazara abiertamente, ella aún sentía un rechazo románticamente.
Esa primera noche, ella había intentado poner sus brazos a su alrededor, y él la abrazó
con impaciencia, rápidamente lo dejó ir como si tocarla lo repeliera. Él había exigido
que debían buscar a Schuyler y enfrentarla, y Bliss había pasado horas disuadiendo su
plan. Ellos habían discutido, y ella lo dejó en este hotel, donde él había estado
escondido desde…
En esta sucia, y apestosa suite. Acaso no tenían personal d elimpieza? Por qué esto
estaba permitido? Periódicos amontonados hasta la cintura, botes de basura vacíos,
cenizas derramadas con colillas de cigarrillos.
“Lamento el desorden”.
Ella tomó asiento en una esquina sobre un sofá escocés que estaba cubierto con
restos del Times del domingo. De pronto ella se sintió tan cansada. Ella había estado
Translated by Dana Alexia
~ 36 ~
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esperando su regreso, soñando en eso durante tanto tiempo – y ahora él estaba aquí,
pero nada era como ella se lo había imaginado. Todo estaba mal, mal, mal. Él había
intentado herir a Schuyler; él había intentado herirla.
Como si él supiera lo que ella estaba pensando, Dylan habló. “Bliss, no sé que me pasó
ahí. Sabes que nunca… nunca…”.
Bliss asintió bruscamente. Ella quería creerle, pero la energía de su fuerza de voluntad
en su mente aún vibraba. Él le había hecho eso, cortarla con un cuchillo – uno mental,
pero eso no reducía el filo del cuchillo.
Dylan se sentó a su lado sobre el sofá y la empujó hacia él. Qué estaba haciendo?
Ahora él quería besarla? Ahora él quería que estuvieran juntos? Cuando no hizo nada
más que hacerle creer que él no quería eso?.
Ella tenía que estar de acuerdo con Schuyler y Oliver. Dylan era peligroso. Él había
cambiado. Estaba corrupto? Se había convertido en un Sangre Plateada? Él había
tomado a Aggie, cierto? Después de su encuentro en el Odeon ellos habían dejado a
Dylan en el asiento trasero de un taxi, y Bliss había tenido una rápida charla con
susurros con Sky y Ollie.
“Él no puede estar solo”.
“Me quedaré con él”, les prometió.
“Ten cuidado. Él no es el mismo”.
“Él no está sano”.
“Lo sé”, admitió Bliss.
“Qué vamos a hacer?”.
“Tendremos que ingeniárnosla. Siempre lo hacemos”. Ese era Oliver. Siempre
optimista.
Y ahora ahí estaba ella, en este sucio y apestosa habitación, con el chico que una vez
había amado tanto que su corazón había sufrido por meses después de su
desaparición.
Dylan se quitó su chaqueta. Era de nylon, era un cortaviento beige claro, del tipo que
vendían en bodegas donde podías comprar hasta cansarte en el mismo pasillo de la
ropa interior. Ella recordó sutilmente una chaqueta de cuero ensangrentada en la
basura. Lo que sea que le haya sucedido a eso? Incinerada.
“Qué haces?”, preguntó, queriendo parecer enojada pero sintiendo una ráfaga, y
mareado entusiasmo. Él era tan diferente de los chicos Sangre Roja que había tenido.
Mimi estaba en lo cierto – había algo en estar con tu propia especie que hacía fluír la
sangre de una manera diferente.
Él se acercó a su mejilla. “Bliss…” el modo en que dijo su nombre, tan suavemente, tan
íntimamente, su tibio aliento en su oreja.
“Quédate conmigo”, dijo él. Antes de incluso poder protestar con poco entusiasmo, él
se había maniobrado con destreza para caer sobre el sofá, sus rodillas bajo las de él,
sus muslos presionando contra los de ella, sus manos entrelazadas en su cabello, y ella
corría sus manos por todo su pecho – lo tenía esquelético, pero había una dureza en
sus músculos que no había estado ahí antes – luego su lengua estaba en la boca de
ella… y era tan dulce… ella podía sentir las lágrimas de sus ojos bajando por su mejilla,
y él las besaba… Dios, ella lo había extrañado… él la había herido, pero quizás herirías a
los que quieres?.
Él hurgó el dobladillo de su polera, y ella lo ayudó a sacarla; él enterraba su rostro en el
hueco bajo su cuello, y de pronto él saltó, como si quemara.
“Aún tienes esa cosa”, dijo él, retrocediendo lo más que podía, flexionando contra el
otro extremo del sofá, lejos de ella. “Palma Diabolos…”. Él estaba hablando en una
lengua que ella no podía entender.
“Qué?”, ella preguntó, aún mareada por sus besos. Aún sintiéndose borracha con su
esencia. Ella miró hacia donde él apuntaba.
El collar. La Ruina de Lucifer. La esmeralda colgaba en una cadena sobre su corazón. De
alguna forma ella nunca se lo reresó a su padre. De alguna forma lo había convertido
en una costumbre usarlo en cualquier ocasión.
La consolaba saber que estaba ahí. Cuando la tocó, ella se sintió… mejor. Segura. Más
como ella.
Dylan se veía afligido. “No puedo besarte con esa cosa alrededor de tu cuello”.
“Qué?”, Bliss pasó su polera por su cabeza.
Él continuaba pareciendo como si hubiese sido envenenado. “La has llevado puesta
todo este tiempo. Por eso no podía… sabía que había una razón”. Luego él estaba
parloteando otra vez. En una lengua diferente. Esta vez sonaba como Chino.
Bliss se puso la polera. Él era increíble. Ella había sido una completa idiota. De acuerdo,
entonces quizás ella había prometido a Schuyler y Oliver que lo mantendría vigilado,
pero no era como si él estuviera en peligro. Él sabía que Schuyler no era una Sangre
Plateada. Además, él era lo suficientemente mayor para cuidarse solo.
Ciertamente ella no iba a quedarse ahí ningún segundo más. Ella estaba humillada. No
tenía idea qué sentía él por ella. Él era ardiente y frío. Un minuto él estaba
despojándole su ropa, y el siguiente minuto estaba muerto de vergüenza como si su
cuerpo fuera la cosa más desagradable que él había visto. Ella estaba cansada de ese
juego.
“Te vas?”, preguntó Dylan mientras ella agarraba sus cosas y se dirigía hacia la puerta.
“Por ahora”.
Él la miró tristemente. “Te extraño cuando te marchas”.
Bliss asintió como si él le hubise dicho algo inofensivo sobre el clima. Dylan podía
llevarse su mirada de perro faldero y su sexy voz a otra parte. Ella quería estar sola.
CAPÍTULO 11
Oliver guardó su tarjeta de crédito en el bolsillo e intentó tomar otro sorbo de su trago
vacío. “Estaba camino a encontrarme contigo en el Mercer cuando Bliss llamó. Ella dijo
que estabas justo aquí, en Perry Street. Pensé que era extraño, ya que habíamos
acordado que nos encontraríamos en el Mecer, como siempre, pero ella dijo que
estaba segura que estabas ahí. De todos modos, qué hacías en ese edificio? ”.
Schuyler no lo miraría a los ojos. “Cosas de modelaje. Linda Farnsworth tiene un lugar
para que los modelos se encuentren. Bliss y yo vamos algunas veces para pasar el rato
con un par de chicas. No me di cuenta de la hora. Lamento dejarte esperando”.
“Bueno, um, ya que no logramos encontrarnos como lo habíamos planeado,
quieres…”.
Era más fácil rechazarlo esta vez, ya que ella ya había tomado su decisión. Schuyler
sacudió su cabeza. “No, tengo que regresar en mi toque de queda. Estoy lo bastante
atrasada, y si Charles descubre – ”.
“Maldito Charles”. Tiró un mondadientes por la mesa y cayó al suelo. “Quiero decir,
Dios, a veces estoy tan cansado de toda esta mierda”.
“Ollie – ”.
“Solo quiero que estemos juntos”, dijo él, mirando nuevamente al techo. “Quiero
decir, sé que no es posible. Pero por qué no? Por qué debemos seguir las antiguas
leyes? De todos modos, por qué le importaría a alguien?”, cuistionó, con la voz
nerviosa.
Schuyler se movió para tomar las manos de él en las suyas. “Lo hago, Ollie, sabes que
lo hago”. Él era su aliado, su cómplice, su consciencia y su consuelo.
El rostro de Oliver se transformaba en una mirada de mayor felicidad y satisfacción. Él
le sonreía a ella, y Schuyler esperaba con todo su corazón de que él nunca descubriera
la verdad.
CAPÍTULO 12
Era tarde cuando Mimi y Jack finalmente se salieron tambaleándose por si mismos. La
cuenta por su comida estaba en el rango de cuatro ceros, no es que Mimi se haya
sorprendido. Ella estaba tan acostumbrada a pagar exorbitantes precios por todo en su
vida, que a veces se quejaba cuando descubría que algo era más barato de lo que
esperaba. “Qué piensan ellos, que soy pobre?”, lloriqueaba. “Que no puedo pagar una
agua FIJI?”.
Jack la reprendió por su extravagancia. “Es el error de los nuevos millonarios, ya sabes,
que creen que tener un montón de dinero es lo mismo que tener una infinita suma de
dinero”.
Mimi lo miró incrédula. “Me acabas de llamar nueva millonaria?”.
Jack espetó una risa mientras entraban al elevador. “Supongo”.
“Bastardo!”, Mimi fingió estar terriblemente ofendida. “Nuestro dinero es tan antiguo
como el establecimiento de la seguridad social. La bancarrota está fuera de discusión.
Estamos muy bien de dinero”.
“Eso espero. No dijiste que Lawrence reportó un enorme bajón en los ingresos? Y lo he
escuchado en la última evaluación inversionista. FNN está unos cuantos puntos abajo.
No son buenas noticias”.
Ella fingió un enorme bostezo. “No me aburras con detalles. No estoy preocupada”.
Ellos salieron a la noche. Al otro lado de la calle, caballos enganchados a taxis cabriolé
esperaban a despistados turistas. Estaba frío – elúltimo rastro de invierno. Vestigios de
la más reciente tormenta de nieve permanecía en la forma de un amarillento y
agrietado hielo en la cima de los cubos de basura y en las aceras.
Jack levantó su mano, y un elegante Bentley negro tan largo como un coche fúnebre se
detuvo en la curva.
“A casa?”, preguntaba Mimi mientras se deslizaba en el asiento.
Jack se inclinó, con su brazo descanzando en la orilla de la puerta. “Te veré en un rato.
Le dije a Bryce y Jamie que nos encontraríamos en el club”.
“Oh”.
Él acarició con sus labios su mejilla. “No me esperes despierta, de acuerdo?” luego
ceró la puerta y golpeó elegantemente la ventana. “Llévala a casa, Sully”.
Mimi se despedía con su por el cristal polarizado, su buen humor se evaporaba
mientras lo observaba caminar por el otro lado de la calle tomando un taxi y
dirigiéndose al centro.
“A casa, señorita Force?”, se volteó Sully.
Ella estaba a punto de asentir. Estaba cansada. Casa sonaba como una buena idea.
Aunque ella estaba un poco molesta de tener que ir a casa sola. Le dio vueltas a la idea
de seguirlo, pero Jack había sido demasiado dedicado últimamente… no había nada
para sospechar…
Él siempre se reunía con Bryce Cutting y Jamie Kip en el club…chicos ridículos. Y por
otro lado, ella había estado observándolo como un halcón las últimas semanas, desde
Venecia, y se había sentido culpable porque no encontraba nada. Por qué estaba tan
preocupada de todos modos?.
Pero ella tenía que ser honesta con ella misma. Ella estaba preocupada. “No aún, Sully.
Veamos hacia donde va”.
El chofer asintió. Él ya había oído esta solicitud antes.
“Asegúrate que no nos vea”.
El auto siguió el rastro del taxi dirigiéndose al sur en la Autopista West Side. El Bloque
122 estaba cerrado, y los nuevos clubes del momento, el Dante Inn, estaba ubicado
más lejos del centro, en West Village, en el sótano de uno de esos nuevos edificios de
cristal enseguida de la autopista. El lugar estaba siendo rentado a alguna celebridad.
El auto se detuvo en la entrada, una cuerda de terciopelo enganchada entre dos
salidas de emergencia y custodiadas por un hombre alto en un gabán negro. El Dante
Inn era un lugar más pequeño, menos llamativo que el Bloque 122, pero hasta más
exclusivo. Jack salió y desapareció adentro.
Mimi se inclinó hacia atrás alegremente. “Está bien, vamos”. Ella observaba mientras
una limusina blanca circulaba en frente de ellos. Dios, la gente es tan chabacana. Y Jack
la llamaba nueva millonaria?.
Ella intentó ver si podía reconocer a la escandalosa gente de la lomusina – tendría que
ser de un actor famoso, porque él llebava puesto un sombrero tirolés como un idiota –
cuando ella vio algo más: alguien salió de las sombras y se deslizó por las puertas
principales del edificio. Una figura en un impermeable plateado, con cabello oscuro.
No.
No podía ser.
No podía ser Schuyler Van Alen. O si? Por supuesto que lo era.
Mimi sintió su corazón apretado. Era demasiada coincidencia. Jack estaba en el club
que estaba ubicado en el sótano del mismo edificio en el que Schuyler había entrado.
No podía ser. Su mente echó a correr; se había perdido algo? Pero él había sido tan
indiferente, tan frío con Schuyler. Él no podía estar encaprichado, o si?.
Él se queja demasiado.
Mimi nunca había sido una admiradora de Shakespeare, ni siquiera durante su vida,
pero ella recordaba las líneas importantes. Este definitivamente era el invierno de su
descontento.
Ella sabía, sin tenerlo confirmado, que no importaba que especie de fachada levantaba
Jack al mundo, que especie de mentiras le dijo, había un lugar secreto en su corazón
que ella no podía leer o descifrar. Un lugar secreto que estaba dedidado a otra
persona. Un lugar secreto habitado por Schuyler Van Alen.
Por raro que parezca, Mimi no se sentía traicionada, o afligida, o devastada. Ella casi
sentía una pesada pena. Ella se había esforzado tanto por ayudarlo. Ella había
intentado mantenerlo leal a ella.
Como podía actuar sin miedo de una represalia? Él conocía las leyes tan bien como
ella. Él sabía lo que estaba en juego. Él sabía lo que podía perder.
Oh, Jack. No me hagas hacerte daño. No dejes que nos separen de esta forma. No me
hagas perseguirte.
CAPÍTULO 13
bestial. Había sido una sorpresa: ella había asumido a que él olería como hielo – como
nada – y le gustó que él oliera grueso y verdadero. Él no era un sueño.
Ella sabía que lo que hacían estaba mal. Lawrence le había advertido que los vínculos
vampíricos no debían ser disueltos. Jack había jurado a otra. Ella se había prometido a
si misma parar con esto, pero también le había prometido a Jack que siempre estaría
para él. Ellos eran tan felices juntos. Ellos se pertenecían. Aún ellos no hablaban sobre
el pasado o el futuro. Solo esto existía, esta pequeña burbuja que habían creado, este
pequeño secreto. Y quién sabía cuanto tiempo tenían?.
Cuando ella estaba en sus brazos, sentía lástima por Mimi.
Había comenzado justo después de que ella se estableciera en ese palacio dorado de
mármol que los Force llamaban hogar. El lugar era parte fortaleza y parte Versalles.
Había habitaciones y antesalas llenas con magníficas antigüedades finas y teatralmente
manifestadas. Océanos de costosas telas envolvían las ventanas, y un silencioso grupo
de sirvientes se movían alrededor de la casa, sacando el polvo, limpiando,
ofreciéndoles a sus ocupantes té o café en bandejas de servicio de plata.
Ella se había sentado sobre la cama princesa en su habitación designada, golpeando un
abollado baúl que era el único vestigio de casa que ella se había permitido traer.
Lawrence había prometido que él la sacaría de algún modo, que ella pronto regresaría
a su legítimo hogar. Él sabía que Charles no lo dejaría tener contacto con ella, entonces
acordaron que usarían a Oliver como un (ella sonrió un poco) conducto entre ellos.
Lawrence la llevó a la casa de los Force. La ayudó a llevar sus maletas a la puerta
principal, donde un mayordomo enguantado las recibía. Muy pronto, su abuelo se fue,
y Schuyler estaba sola de nuevo.
Charles le había dado un rápido paseo por la casa: la brillante piscina olímpica en el
sótano, las canchas de tenis en el tejado, el gimnasio, el sauna, la habitación Picasso
(llamada porque contenía una de las dos obras maestras Les Demoiselles d’Avignon del
tamaño del estudio). Él le había dicho que se sintiera cómoda, para utilizar todo lo de
la cocina. Luego estableció sus reglas. Schuyler tuvo que haber estado demasiado
enojada y molesta para hacer más que un silencioso movimiento de cabeza a todo.
Entonces decidió golpear su baúl. Estúpido baúl. Estúpido baúl con la cerradura rota.
Estúpido y feo baúl que era una de las cuantas cosas que ella se había quedado que
pertenecían a su madre. Era una maleta de viaje vieja de Louis Vuitton, de las que,
cuando la pones vertical y la abres, muestra un pequeño guardarropa. Ella lo golpeó
otra vez.
Hubo un suave golpe en su puerta, y luego la puerta se abrió.
“Crees que puedes…ehm… bajar el ruido un poco? Estoy intentando leer”, dijo Jack,
viéndose perplejo.
“Oh! Lo lamento”. Ella dejó de golpear el baúl. Se preguntaba cuando iba a ver a sus
primos. Los complicados vínculos de las familias vampiro aún la eludían, pero ella sabía
que ella y Jack no tenían técnicamente un lazo sanguíneo, aunque Charles era su tío.
Algún día ella le iba a preguntar a Lawrence como se registraba todo. “Qué estás
leyendo?”.
“Camus”, dijo él, sosteniendo una copia de The Stranger. “Lo has leído?”.
“No, pero me gusta la canción de The Cure. Ya sabes, la que está basada en ese libro?”.
Él negó con la cabeza. “Nop”.
“Creo que está en Three Imaginary Boys. Su primer álbum. Robert Smith, él también es
un gran lector. Probablemente un existencialista como tu”, se burló.
Jack se inclinó contra la muralla y cruzó sus brazos, contemplándola pensativamente.
“Odias estar aquí, cierto?”.
“Se nota mucho?”, preguntó Schuyler, tirando las largas mangas de su sweater sobre
sus manos.
Él se rió. “Lo siento”.
“Lo sientes”.
Él puso el libro bajo el tocador. “No está tan mal”.
“De verdad? Qué hay de bueno en eso?”.
“Bueno, primero, estoy aquí”, dijo él, acercándose para sentarse a su lado en la cama.
Él levantó una pelota de tenis que salía del baúl. Ella lo llevó para practicar sus
lecciones vampíricas. Lawrence quería que se concentrara en la habilidad de mover
objetos en el aire, algo que aún no se especializaba. Jack la lanzó al aire, agarrándola
con destreza. Luego la bajó. “A menos, ya sabes, que quieras que me vaya”.
Él estaba sentado muy cerca de ella. Ella recordó como había corrido hacia él la
primera noche que fue atacada, cuan apasionado había estado al descubrir la verdad
sobre los Croatan, y luego cuan profundo la había decepcionado cuando la dejó a un
lado. Y luego recordó algo más. Algo que ella no podía dejar de pensar desde que
extrajo la sangre de Mimi y absorbió sus recuerdos.
“Tu fuiste – esa noche del baile de máscaras – fuiste tu quien…”, Schuyler suspiró, y en
respuesta a su pregunta, él la besó. El beso era el tercero que habían intercambiado
(ella mantenía la cuenta), y mientras él respiraba en ella y ahuecaba sus anchas manos
en su rostro, todo en su vida subió hasta entonces parecía secundario y ordinario.
No había nada para qué vivir más que esta pura, y celestial sensación. La primera vez
que ellos se besaron, ella vislumbró los recuerdos de Jack sobre una chica que se veía
como ella pero no era ella. La segunda vez, ella no tenía idea que él era el chico detrás
de la máscara, pero esta vez eran solo los dos. Jack no estaba besando a alguien que
creía que conocía antes, y Schuyler no estaba besando a alguien que no conocía. Ellos
simplemente se estaban besando.
“Jaaaaack! Jaaaaaaaack!”.
“Mimi”, dijo Jack. Él desapareció tan rápido de la habitación que era como si se
hubiese vuelto invisible.
Cuando Mimi asomó su cabeza en la habitación de Schuyler, ella estaba sentada
golpeando el baúl nuevamente. “Oh. Tu. Has visto a Jack?”.
1
Una broma donde la víctima tiene hecha perfectamente la cama, pero cuando se acuesta las piernas
llegan solo a la mitad porque la sábana esta doblada.
CAPÍTULO 14
Bliss llegó tarde al Lexington Armor. El Rolf Morgan mostraba qué estaba programado
para comenzar a las nueve de la noche, y ella se suponía que debía estar ahí a las seis
para el cabello y el maquillaje, pero ya eran las ocho y media. Ella esperaba que el
diseñador no la asesinara, aunque porbablemente él ya la había dado por perdida, y
ella había llegado para encontrarse con algna otra modelo vistiendo el vestido de
encaje negro que se suponía que ella debía usar esa noche.
Ella no quiso llegar tarde, pero su última visión la había dejado desorientada. Ella había
estado cepillándose los dientes, y cuando miró al espejo, el mismo hombre apuesto de
sus sueños con traje blanco la estaba mirando.
“Jesus!”.
“Díficilmente”. El hombre se rió como si fuese la cosa más divertida que había oído en
su vida. Su cabello, Bliss notó, que era del color exacto del oro fundido. Sus ojos eran
tan azules como el cielo claro de la mañana. Había un olor en la habitación a azucenas
en primavera, pero había un olor empalagoso que cubría algo podrido. Como cuando
su madrastra, BobiAnne, olía cuando se ponía demasiado perfule después de dejar el
gimnasio en vez de bañarse.
Bliss decidió que debía ser valiente. “Quién eres?”.
“Soy tu”.
“Me estoy volviendo loca, cierto? Por qué estás aquí?”, Bliss cerró la llave del agua e
intentó mantener firme su respiración. “Qué quieres?”.
El hombre dorado con traje blanco buscó en el bolsillo de su abrigo u sacó un
anticuado reloj de bolsillo que colgaba de una cadena de oro. “Tiempo”.
Cuando Bliss miró de nuevo al espejo, él se había ido. Ella había pasado la siguiente
hora mirando el vidrio, esperando que apareciera de nuevo. Solo cuando ella
finalmente se soltó se dio cuenta que estaba muy atrasada.
Pero cuando revisó su teléfono celular, no había ningún mensaje furioso de la
encargada de modelos, ni discursos ansiosos sobre como al diseñador le daba un
ataque porque ella no estaba ahí. Ella estaba doblemente confundida de encontrar la
entrada del espectáculo completamente vacía, a salvo de unas cuantas miserables
víctimas de la moda envueltas en negro, siendo sujetadas por policías. Esta era la
semana de la moda?.
Donde estaba el loco carnaval de directores y fotógrafos, celebridades y estilistas, la
elegancia y moda, multitudinaria, empujándose entre otros, presionando y empujando
para entrar al espectáculo de Rolf Morgan? El espectáculo de Rolf era el boleto más
grande de la temporada y la invitación más difícil de conseguir. Y ahora, aquí estaba,
treinta minutos antes de la hora del espectáculo y no había nadie alrededor.
Translated by Dana Alexia
~ 49 ~
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“Él siempre llega tarde. El año pasado en Brannon Frost dejó el espectáculo sin verlo,
ella estaba muy molesta por dejarla esperando”, les contó Sabrona. Brannon Frost era
la directora Sangre Azul de Chic, la revista más poderosa del mundo. Brannon
chasqueó sus dedos, y de pronto todo el guardarropa estaba fuera de estilo.
Chasquido! Volumen y protuberancia. Chasquido! Cintura de avispa y pantalones para
flacas. Chasquido! Cambios y serie de tacones! Chasquido! Ganchillo y plataformas!
Chasquido!.
“Medianoche? Eso es en tres horas!”, se quejó Bliss. Qué se suponía que iban a hacer,
solo esperar? Ella notó que algunas de las modelos jugaban cartas, aunque la mayoría
estaba en sus teléfonos celulares y BlackBerries.
“Champaña?”, ofreció Sabrina, levantando una botella grande de Laurent-Pierre y
vertiéndolo en dos copas para Bliss y Schuyler sin esperar sus respuestas. Esa era la
respuesta paraa esperar: beber, fumar, y esperar. Como una concesión de las últimas
las-modelos-demasiado-delgadas para esperar, había una propaganda ilusoria de
galletas pasadas y queso mohoso para proporcionar comidas “saludables” para las
chicas. Seguro! Las modelos viven sobre gas: humo y aire.
“De todos modos, por lo que pasó el año pasado, esta vez llamaron a todos los
directores de Chic, Mine, y Jeune y les dijeron que fueran por un trago o a cenar y
regresaran en un rato”.
Bliss asintió. “Entonces quienes son las personas de afuera?”.
“Nadie”.
Entendido. Por supuesto que todas las personas importantes debieron ser advertidas,
pero para los escalones menores, ellos tienen que valerse por sí mismos. Ella metió su
bolso debajo del mostrador y estaba a punto de hacerle una pregunta a Schuyler,
cuando un hombre acosado – finalmente alguien que parecía y actuaba como ellos
habían tenido que simular en un espectáculo en unas cuantas horas – cayendo sobre
las modelos en la sala de espera.
“Bliss! Ahí estás. Necesitamos arreglarte el cabello y maquillarte”.
Bliss hojeaba el último número de Arena Homme, fumó unos cuantos cigarrillos, y
bebió demasiado champaña mientras un estilista le cortaba el cabello y del mismo
modo su tenso asistente cepillaba su cabello en una enorme nube de creación, y un
dulce maquillista untaba masilla. Siempre le asombrava cuan poco esfuerzo resultaba
modelar. Todo lo que tenía que hacer era sentarse ahí. Luego tenía que ponerse de
pie. Luego caminar. Y eso era todo. Por supuesto, uno tenía que ser
impresionantemente bella para hacer que todo “funcione”. Aún así, no era suficiente
ser sorprendentemente apuesta. Las mejores modelos tenían un aire seguro de
languidez y misterio que era innato en sus personalidades. Solo había una Kate Moss,
después de todo.
Cuando el equipo de belleza estaba satisfecho con su trabajo, dos impacientes
estudiantes de diseño, que eran parte del largo ejército voluntario que cargaba con la
actual labor física y hacían que la semana de la moda ocurriera, abordándola al lado.
“Tenemos que ponerte tu primer conjunto. Rolf quiere verlo”.
Los dos estudiantes ayudaron a Bliss con el ajustado vestido negro de encaje. Uno de
ellos tiraba y amarraba las cintas en la espalda mientras el otro ayudaba a Bliss en un
par de de botas de terciopelo hasta el tobillo que se entrecruzaban al frente. El vestido
abrazaba cada curva, y el cucú negro de encaje prestaba al vestido una cargada
sensualidad. El corpiño descendía tan abajo en el frente, que Bliss se ruborizaba en
cuanta piel ella estaba mostrando.
“Qué es eso?”, preguntó uno de los estudiantes, apuntando al brillante collar de
esmeralda que se acurrucaba en su escote.
“Es mío”.
“No sé si a Rolf le irá a gustar”, dijo el otro estudiante indeciso.
Bliss se encogió de hombros. No le importaba lo que quería Rolf. Ella nunca se lo
sacaría.
CAPÍTULO 15
Ella dejó a Jack y tomó su camino entre la multitud. Rolf la saludó con un abrazo de oso
y una ducha de cumplidos. Mimi aceptó el homenaje y generosamente le deseó un
buen espectáculo. Ella saludó a varias de otras Sangre Azul de su círculo social: Piper
Crandall en un espantoso vestido amarillo, y Soos Kemble, quien alegaba por ser
relegada a la segunda fila. Mimi divisó a varias engreídas Sangre Roja. Lucy Forbes
arrulló sobre el nuevo conjunto de Mimi de Rolf Morgan que el diseñador le había
enviado esta mañana para que lo usara para su espectáculo. Luego ella divisó el objeto
que ella odiaba al otro lado de la habitación.
Schuyler estaba dejando que sus vestidoras se preocuparan de su conjunto: Mimi
pensó para si misma que compraría el traje si Schuyler no hubiese sido la primera en
usarlo.
Sin vacilación se acercó a Schuyler. Quizás ella podría cortar esta cosa de raíz; quizás
aún haya esperanza de que nada resulte con el pequeño y estúpido flirteo de Jack.
“Schuyler, tienes un segundo?”, preguntó.
Schuyler envió a sus vestidoras a otro lugar, amontonándose en una tranquila esquina.
“Qué sucede?”.
Mimi decidió ir directo al grano. “Sé que es lo que sucede entre tú y mi hermano”.
“A qué te refieres?”, Schuyler intentó verse calmada, pero Mimi podía sentir su
alarma. Ella estaba en lo cierto. Maldición ella estaba en lo cierto. La desgraciada ni
siquiera intentó negarlo. Los dos estaban juntos. Cuan lejos habían ido? El corazón de
Mimi se desplomó. Ella se había dicho a si misma que jamás se sentiría celosa de un
molesto y pequeño chucho. Pero el rostro desafiante de Schuylerla hizo sentirse de lo
contrario.
Schuyler nos e veía escarmentada, o débil, o avergonzada. Ahí estaba la llorona
mestiza quien salta cuando dice “Buu!”, ahí estaba la chica con el amor no
correspondido del gran Jack Force. Mimi vio a Schuyler muy claramente. Ella se veía
como una chica que estaba segura de su amor. Una chica que sabía que tenía su
corazón en sus manos. Por un momento Mimi intensamente deseaba que un Sangre
Plateada hubiese arrastrado a Schuyler al infierno.
“Tienes alguna idea de lo que le estás haciendo a Jack?”.
“De qué estás hablando?”.
Mimi agarró fuertemente el brazo de Schuyler. “Piensa en tu madre. Por qué crees que
Allegra está en coma? Por qué crees que ella es inmortal pero no muere? Ella es inútil
y está destruida. Quieres eso para él?”.
“No metas a mi madre en esto”, advirtió Schuyler, quitándose la mano de Mimi. “No
sabes nada sobre mi madre”.
“Oh. Pero lo sé. He vivido mucho más que tú”. El rostro de Mimi cambió, y por un
momento, Schuyler vio imágenes de todas las mujeres en la historia que Mimi había
sido; la reina egipcia, la noble francesa, la resitente peregrina, la azafata de Newport –
todas impresionantemente bellas, todas con los mismos ojos verde frío.
CAPÍTULO 16
El año pasado durante su presentación de otoño, Rolf Morgan hizo que la audiencia
caminara por la pasarela mientras las modelos se sentaban en la primera fila y fingían
tomar notas. El truco encantó tanto a la prensa de moda que lo entusiasmaron a poner
a prueba otro giro divertido. Este año el espectáculo sería correr hacia atrás,
comenzando con la reverencia del diseñador y los trajes de noche y finalizando con la
ropa deportiva.
Mientras la banda tocaba una retumbante interpretación de “Space Oddity”, Rolf salió
corriendo al escenario para ensordecedores aplausos. Él regresó cargando un arreglo
floral, radiante y energizado. Schuyler observaba como Cyrus, el productor ejecutivo
espástico de Rolf, llevó a Bliss hasta el frente de la línea. El vestido negro de encaje
debería ser el final del espectáculo, y por lo tanto, en la ecuación hacia atrás, el que
abre el espectáculo. Schuyler le dio a Bliss un movimiento de ánimo con la mano. Ella
sabía que su amiga aún estaba ligeramente intimidada por la pasarela, y Bliss se veía
como un potro nervioso, sus manos tiritaban ligeramente mientras descansaban en sus
caderas.
Bliss regresó unos minutos después, una amplia sonrisa de alivio sobre su rostro. “Es
una locura allá afuera!”, le dijo efusivamente a Schuyler antes de ser retirada
rápidamente para cambiarse para su segunda tenida.
Schuyler le regresó la sonrisa a Bliss, pensando que se alegraría cuando haya
terminado, cuando finalmente ella se puso su ropa – una polera de hombre de Oxfors
que actualmente era su favorita, sobre un par de pitillos negros y botas con punta de
pezuña de cabra que ella había recogido en una tienda de reventa.
Las chicas en sus vestidos de baile gótico salieron por la pasarela, y Cyrus le indicó que
fuera al principio. Ella era la siguiente. “Recuerda, cuando llegues al final, una pose,
dos pose, Bam! Y luego regresas”.
Schuyler asintió. Ella tomó un respiro profundo y caminó en el escenario. Salió por la
pasarela como si estuviera caminando sobre la luna. Ibas desde la sucia realidad de las
bambalinas, rodeada por cotilleos y alfileres de seguridad y un heroico desastre de
percheros y asalto de cubos de basura, a las brillantes luces blancas del escenario y el
cegador flash de cientos de cámaras.
La atmósfera era eléctrica, una ruidosa cacofonía de histeria reservada para los
mejores conciertos de rock – gritos y aplausos desde laúltima fila energizando a la
banda a tocar más rápido y fuerte, y las modelos para asumir sus más arrogantes
fachadas. Schuyler jamás había notado el rostro sonriente de los directores o de las
celebridades sensuales en primera fila; ella estaba demasiado ocupada
concentrándose en poner un pie en frente del otro y no hacer el ridículo.
Translated by Dana Alexia
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Ella encontró el lugar marcado al final de la pasarela y automáticamente hizo las poses
requeridas, voltearse a la izquierda y rotar su cadera hacia adelante, y voltearse a la
derecha poco después. Y justo mientras estaba a punto de hacer una media vuelta
para regresar, su mente se abrió en un urgente, y forzado envío. Era un odio
incoherente y salvaje. La inesperada intensidad era suficiente para detener a Schuyler
en medio paso, y ella se pasmó por el peso de ello, tropezándose con sus tacones y
causando que los miembros de la primera fila jadearan audiblemente.
Schuyler se sintió desorientada y quebrada. Alguien – o algo – había entrado
salvajemente a su mente. Ella lo reconoció inmediatamente como una manipulación,
pero esta era más fuerte y más malvada que la que ella había experimentado con
Dylan. Era una entrada sin autorización imperdonable, y ella se sintió violada, desnuda,
y terriblemente asustada. Ella tenía que salir de ahí.
No había tiempo para hacer la salida apropiada. Schuyler saltó del escenario,
aterrizando en el medio de la fosa de los fotógrafos. Ella sabía exactamente donde
tenía que ir ahora.
“Lo siento!”, le dijo al desafortunado fotógrafo aficionado el cual su pie ella había
aplastado.
Ella voló entre la multitud, para la confusión de la multitud y el deleite de alguien más,
que pensó que era parte del espectáculo.
Desde bambalinas ella escuchó, “Hey! A donde cree que va? Vuelve acá!”.
Mañana habría una historia en el tabloide sobre la modelo que arrancó de la pasarela
del espectáculo de Rolf Morgan, pero Schuyler no estaba preocupada por los medios o
por la encargada de las modelos o por Rolf.
Qué fue eso? Pensó, su corazón se sentía como si habría explotado de miedo mientras
corría por la autopista West Side, moviéndose más rápido que el tráfico hubiese
permitido. Quién fue ese? El enfermizo, y profanador sentimiento se reducía
ligeramente en el momento en que llegó a la gastada y antigua arenisca café en
Riverside Drive. No se veía tan débil como lo era antes, gracias a la reciente renovación
de Lawrence. Sus gradas de piedra fueron recientemente barridas, el graffiti en las
puertas había sido vuelto a pintar, y las gárgolas habían sido restauradas para su
antigua dignidad.
Cuando ella entró al estudio de su abuelo él estaba inclinado, empacando unos
expedientes en un maletín de cuero con grapas. Schuyler notó que él había envejecido
en el mes que habían estado separados. Su cabello leonino estaba con reflejos grises, y
había nuevas líneas alrededor de sus ojos.
Lawrence era un Enmortal, un vampiro excepcional que no descansaba, no iba con el
ciclo regular de reencarnación. Él ha mantenido su mismo caparazón físico por siglos.
Él tiene la habilidad de verse tan joven como Schuyler, pero esa noche él parecía como
si llevara el peso de mil años. Él se veía, por primera vez desde que Schuyler lo conoció,
viejo. Él no se veía como un hombre del siglo veintiuno. Él se veía como si hubiese
estado ahí cuando Moisés se había propuesto separar el río.
“Schuyler, qué sorpresa tan placentera”, dijo él, aunque él no se veía sorprendido de
verla.
“A donde vas?”, ella preguntó en respuesta, cuando vio su estropeada maleta
amarrada con una correa y repleta, al lado de su escritorio.
“Río”, dijo él. “Hubo un enorme terremoto; has visto los noticieros?” preguntó
Lawrence, haciendo señas a la televisión que recientemente había instalado en su
oficina. Las cámaras mostraban una ciudad envuelta en llamas, edificios colapsados en
pilas de escombros.
Schuyler dijo una rápida oración al ver la devastación. “Abuelo, algo me ha sucedido.
Hace solo unos minutos atrás”. Ella describió la sensación, el sentimiento que tenía en
la presencia de una increíble mala intención. Fue solo por un breve momento, pero fue
lo suficiente para sentirse contaminada en cada poro de su ser.
“A si que lo sentiste también”.
“Qué fue?”, se estremeció Schuyler. “Era… repulsivo”, dijo ella, aunque repulsivo era
una palabra demasiado débil para la incipiente hostilidad que había experimentando.
Lawrence le movió la mano para que tomara asiento mientras él continuaba revisando
sus papeles. “En tu lectura, te has encontrado con el capítulo de Corcovado?”.
“Se que está en Río… en Brasil”, dijo ella indecisa. Ella no había progresado mucho en
las tareas de Lawrence. Era ridículo para ella, pero sintió que su abuelo en parte era
cupable por su situación, y en petulancia ella desestimó sus sugerencias de repasar su
historia Sangre Azul. Él la había presionado para leer copias de antiguos textos alguna
vez olvidados – la historia del Croatan que había sido expurgado de los archivos
oficiales hasta ahora.
Si Lawrences estaba molesto, no lo demostraba. En lugar de eso explicó
pacientemente, como el profesor de universidad que había sido una vez. “Corcovado
es un lugar de poder, una fuernte de energía, el bivio fundamental del cual los
vampiros extraemos fuerza sobre la Tierra. Nuestra inmortalidad proviene de una
armónica conexión hasta la primordial esencia de vida, un regalo que hemos retenido
desde entonces de nuestro destierro”.
En la pantalla, la cámara mostraba la famosa estatua del Cristo Redentor colgando
sobre la ciudad en su pedestal en la Montaña Corcovado. Schuyler se maravillaba que
aún estuviera en pie mientras que los edificios alrededor de toda la ciudad habían sido
reducidos a escombros.
“El terremoto. El envío que experimenté. Está conectado, cierto? Esa es la razón por la
cual vas?”, preguntó ella, sabiendo que estaba en lo correcto.
Su abuelo asintió pero no entregaría más detalles. “Es mejor si no sabes exactamente
como”.
“Me imagino que te vas esta noche?”, preguntó Schuyler.
Lawrence asintió. “Me encontraré primero con el equipo de Kingsley en Sao Paulo.
Luego iremos a Corcovado juntos”.
“Y el Conclave?”.
“Ellos están comprensiblemente preocupados, pero es mejor si no saben demasiados
detalles d emi viaje. Sabes mis dudas sobre el Conclave, lo que Cordelia y yo siempre
hemos sospechado”.
“Que una de las grandes familias nos han traicionado”, dijo Schuyler, observando
mientras su abuelo meticulosamente organizaba su corbata. Lawrence siempre se
vestía formalmente para cada ocasión.
“Si. Pero no sé como. Y no sé por qué. Por supuesto, nuestras dudas nunca han sido
confirmadas, y ciertamente nunca hemos tenido alguna evidencia de tal traición. Los
últimos ataques confirmaron que de alguna forma, uno o mñas de los Sangre Plateada
habían sobrevivido, y regresaron para alimentarse de nosotros. Quizás porque el
Príncipe Oscuro aún camina en esta tierra”.
Schuyler se estremeció. Siempre cuando Lawrence hablaba de Lucifer, ella sentía como
si su sangre se volvía hielo. Había maldad incrustada hasta en su nombre.
“Ahora, Schuyler, debo despedirme de tí”.
“No! Déjame ir contigo”, dijo Schuyler, levantándose de su asiento. Ese oscuro, terrible
y odioso rencor. Su abuelo no podía enfrentar a esa cosa – lo que sea que fuera – solo.
“Lo siento”. Lawrende negó con su cabeza y deslizó su billetera a su bolsillo del abrigo.
“Debes quedarte aquí. Eres fuerte, Schuyler, pero eres muy joven. Y aún estás bajo mi
cuidado”.
Corrió las persianas y se puso un antiguo impermeable. Anderson, su Conducto,
apareció en la puerta. “Listo, señor?”.
Lawrence recogió sus bolsos. “No te ves tan decepcionada, nieta. No es solo por tu
seguridad que debes continuar en Nueva York. Si hay alguna cosa que puedo hacer por
tu madre, es mantenerte a salvo de algún daño, y tan lejos de Corcovado como sea
posible”.
ARCHIVOS DE AUDIO:
Depósito de Historia
DOCUMENTO CLASIFICADO:
“Grabación silenciosa. Dos voces distintas son oídas: Venator Martin y Charles Force,
Regis”.
CAPÍTULO 17
Cuando Bliss crecía, su familia vivía en una de esas mega-mansiones que eran ubicuas
al Río Oaks, un suburbio adinerado de Houston. Su cada era la personificación del
“Exceso Tejano”, con veintiocho mil metros cuadrados. Bliss solía bromear que debía
tener su propio código postal. Ella nunca se había sentido cómoda en él, y prefería el
viejo rancho de sus abuelos en lugar del salvaje Oeste de Texas. A pesar de sus raíces
yankee, su familia era considerada laEstrella Solitaria de la aristocracia – su dinero
hecho en petróleo, ganado, y bueno… mayormente petróleo. La historia que a los
Llewellyn les gustaba contar era como la familia patriarca había escandalizado a su
familia de categoría social superior al dejar los estudios en Yale para trabajar en un
campo de petróleo. Él rápidamente había aprendido como funcionaba todo,
acaparando miles de acres de tierra rica en petróleo para volverse el barón del
petróleo más afortunado en todo el estado. Era suerte o debido a su habilidad
vampírica, se preguntaba ahora Bliss.
Forsyth era el hijo más joven del hijo más joven. Su abuelo era un rebelde que se había
quedado en el Este después del internado, se caso con su dulce Andover, una
debutante en Connecticut, y levantó a su hijo en su familia en el apartamente de la
Fifth Avenue, hasta que la mala suerte sobre el stock del mercado mandó a la familia
de regreso a la hacienda de Texas.
Su abuelo había sido una de sus personas favoritas. Él había conservado su acento
tejano incluso después de estar años en el Noreste, y tenía un irónico y fresco sentido
del humor. Le gustaba decir que el no pertenecía a ninguna parte y por lo tanto
pertenecía a todas partes. Él era nostálgico con respecto a su vida en Nueva York, pero
él se había atrincherado y tomado el mando del negocio de la familia cuando nadie
más quería el rancho, prefiriendo en lugar de eso mudarse a las ciudades de Dallas o
San Antonio. Ella deseaba un pap-pap amarrado; cual era el punto de ser un vampiro si
tenías que vivir el tiempo de una vida humada de todos modos, y luego tener que
esperar a ser llamada nuevamente para el próximo ciclo?.
Bliss había crecido entre varios primos, y hasta que se mudó a Nueva York y cumplió
quince, siempre había asumido que no había nada particularmente especial o
interesante en ella. Tal vez era ignorancia intencionada. Había señales, ella se dio
cuenta después: sus primos mayores insinuaban el “cambio”, risitas sospechosas de los
recién iniciados, su padre rotando secretarias quienes, ahora ella comprendía, servían
como sus humanos conocidos. Solo recientemente se le ocurrió a Bliss cuan raro era
que nadie nunca hablara de su verdadera madre.
BobiAnne era la única madre que ella había conocido. Bliss tenía una incómoda
relación con su chabacana, y sobreprotectora madrastra, quien la llenaba de afecto
Translated by Dana Alexia
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mientras ignoraba a su propia hija, la hermanastra de Bliss, Jordan. BobiAnne, con sus
pieles y diamantes y sus combinaciones ridículas, había intentado duramente
reemplazar la madre que Bliss nunca tuvo, y Bliss no podía odiarla por eso. Por otro
lado, ella no podía amarla tampoco por eso.
Forsyth se había casado con BobiAnne mientras Bliss aún estaba en la cuna, y Jordan
nació cuatro años después. Una niña silenciosa y extraña, quien era más regordeta que
la forma esbelta de Bliss, pastosa para el cutis marfil de Bliss, y difícil en comparación
al temperamento sin problemas de Bliss. Bliss no podía imaginar una vida sin su
hermana menor, y manifestar una protección fiera siempre cuando BobiAnne se
burlaba o insultaba a su propia progenie. Por su parte, Jordan adoraba a su hermana
cuando ella no estaba burlándose de ella. Era una relación normal de hermanas – llena
de burlas y riñas, y reforzada por una fiel y permanente lealtad.
Uno siempre daba por sentado las cosas más importantes en la vida, pensó Bliss,
cuando unos días después del espectáculo de modas ella tomó un taxi hasta la parte
más alta de Manhattan. Ella indicó al conductor hasta el hospital Columbia-
Presbyterian.
“Es familiar?”, preguntó el guardia en el escritorio de la recepción, entregándole una
hoja de visitantes para que ella firmara.
Bliss vaciló. Ella tocó la fotografía escondida en el bolsillo de su abrigo para la suerte.
Era similar a una que su padre mantenía en su billetera, una copia de la que ella
encontró en la caja de joyas y que ahora sostenía en sus manos.
“Si”.
“Último piso. Última habitación al final del pasillo”.
Ella deseaba que alguien la acompañara, pero no podía pensar en nadie a quien
pudiera preguntarle. Schuyler le exigiría una explicación, y Bliss no era capaz de darle
una excusa razonable. “Um, creo que podemos ser hermanas?”, sonaba demasiado
absurdo.
En cuanto a Dylan, Bliss lo había empujado todos los pensamientos de él al final de su
mente. Ella sabía que tenía que vigilarlo, especialmente ahora que se había dejado de
contactarla, pero estaba demasiado enojada y humillada para regresar a esa horrenda
habitación en el Hotel Chelsea. Los extraños tics que ella había observado: el habla
nasal, la risa alta, el extraño parloteo de idiomas que solo la hacían estar más
temerosa. Bliss sabía que se hacía ilusiones, pero no podía hacer más que esperar que
las cosas quizás volvieran a la normalidad.
Ella había prometido a Schuyler y a Oliver que lidiaría con eso – entregarlo al Comité y
al Conclave – pero hasta el momento seguía buscando excusas para no hacerlo. Hasta
había decidido no sentirse más atraída por él, pero no podía encontrar en su corazón
para delatarlo.
Ella tenía otras cosas de qué preocuparse, aunque ella sabía que no iba a encontrar
alguna respuesta en el hospital. Allegra estaba en coma, después de todo. Y era inútil
intentar plantear el asunto con su padre.
Toda su vida, le habían dicho que su madre había muerto cuando ella era pequeña. Esa
“Charlotte Potter” había sid una profesora que su padre conoció durante su primera
campaña política, cuando él postuló para miembro del Congreso. Ahora Bliss se
preguntaba si Charlotte Potter había existido. Ciertamente no había álbumes de bodas,
tampoco chucherías, ni herederos para indicar si tal mujer se había caso con su padre.
Por el largo tiempo ella lo había asumido porque BobiAnne no quería recuerdos de la
ex Sra.Llewellyn.
Ella no sabía nada sobre la familia de su verdadera madre, y con sus profundos
recuerdos vampíricos, ella podía retroceder al tiempo cuando ella preguntó por
primera vez a su padre cual era el verdadero nombre de su madre. Ella tenía cinco
años, y su padre le había leído un cuento para dormir. “Charlotte Potter”, le dijo
alegremente. “El nombre d etu madre era Charlotte Potter”.
Bliss había estado encantada. “Justo como la Web de Charlotte!”, chilló. Y su apellido
era justo como la mujer que había escrito todos esos libros en las estanterías, Beatrix
Potter.
Más y más, Bliss sospechaba que su padre lo había inventado. El otro día cuando ella
mencionó el nombre a Forsyth, él simplemente se veía en blanco.
Bliss caminó hasta el final del pasillo y encontró la habitación. Ella empujó la puerta
abierta y entró.
La habitación de Allegra Van Alen estaba tan fría como cámara frigorífica. La mujer
dormía en la camaque no s emovía. Bliss se acercó con indecisión al lado d ela cama,
sintiéndose como una intrusa. Allegra se veía tranquila, sin edad, sin arrugas en su
rostro. Ella era como una pincesa en un ataúd de vidrio: bella y en calma.
Ella pensó que cuando finalmente vio a Allegra sentiría algo – sabría con certeza si
estaba relacionada con ella o no. Pero no hubo nada. Bliss tocó el collar escondido bajo
su polera por comodidad, luego lo sacó para ponerlo en la mano de Allegra, sintiendo
su piel de papel. Ella cerró sus ojos e intentó ingresar a sus vidas pasadas, sus
recuerdos, para ver si ella tenía algún conocimiento de Gabrielle.
En destellos ella captaría el vislumbre de alguien que se veía conocido, que podía ser
ella, pero Bliss no estaba segura. Al final, la mujer en la cama era tan extraña como la
enfermera en el pasillo.
“Allegra?”, susurró Bliss. Parecía atrevido llamarla “madre”. “Soy yo. Soy…Bliss. No sé
si te acuerdas de mi, pero creo que puedes ser mi…”, de pronto Bliss se detuvo. Sintió
un dolor en su pecho, como si no pudiera respirar. Qué estaba haciendo ella ahí? Tenía
que marcharse. Tenía que irse inmediatamente.
Ella tenía razón; ella no encontraría respuestas. Nunca sabría la verdad. Su padre
nunca le contaría, y Allegra no podía.
CAPÍTULO 18
Las reuniones del Comité nunca comenzaban a tiempo, así que Mimi no s epreocupó
cuando su llamada con su planificador del vínculo salía un poco más larga de lo que
ella había planeado. Desde que Lawrence se había instalado como Regis, las reuniones
tenían menos y menos que ver con la planeación social y recaudación d efondos y más
que ver con, en su opinión, lecciones vampíricas completamente redundantes.
Edmund Oelrich, el macho cabrío senil del Conclave quien era elnuevo jefe de los
Guardianes, no trabajaba tan eficientemente como Priscilla Dupont, y era
completamente ignorante del hecho de si ellos querían asegurar las sillas honorarias
para el ballet de la gala anual de la primavera en Mayo, ellos debieron haber enviado a
revisar el terreno semanas atrás. Como era, todas las antiguas Primeras Damas no
estaban disponibles, y la esposa del gobernador estaba sumergida en el último
escándalo de su esposo. A este ritmo ellos tendrían que ponerse cómodos para la
novia del alcalde, quien no estaba ni remotamente a la moda o interesada en hacer
trabajo social bajo la apariencia de ascender de clase.
Mimi entró a la biblioteca del Duchesne, encontró un asiento al fondo, y le dio un
golpecito al dispositivo Bluetooth en su oído como una excusa para no saludar a sus
amigos. Ella pensó que las lecciones del Comité era una completa pérdida de tiempo.
Ella había estado experta en todas sus habilidades desde la transformación, y le
molestaba que otros vampiros fueran tan lentos. Hoy se suponía que ellos debían
aprender más sobre mutatio, la habilidad para cambiar en los elementos: fuego, agua,
aire. Mimi suspiró. Ella ha estado desapareciendo entre la niebla desde que tenía once.
Ella se había “desarrollado” tempranamente, como ellos dicen.
“Disculpa, puedes repetir eso otra vez?”, preguntó ella, moviendo el pequeño receptor de
plata metido en su oreja. “Crees que podemos tenerla en la Casa Blanca? No?”.
La firma que ella había contratado, Elizaveth Tilton Events, recientemente había
orquestado cinco días de gran espectáculo en Cartagena, donde Don Alejandro
Castañeda, el Sangre Azul heredero de la fortuna de dulces-y-tragos de su padre, se
había vinculado con su vampiro gemelo, Danielle Russell, una reciente graduada de
Brown. Mimi y Jack habían representado a la familia, y Mimi ha estado un poco
ofendida cuando la conversación en la cena de ensayo era acerca de cuan
extraordinario habóa sido todo. El padrino de la boda había anunciado que “el próximo
vínculo será en la luna, ya que nadie más irá más arriba de eso!”-
Mimi estaba segura de intentarlo.
“Querida”, arrulló Lizbet Tilton. “Lo lamento, pero con la nueva administración, el Rose
Garden es impensable. No creo que aportemos lo suficiente para la campaña. Pero
debe haber otro lado más que te gustaría tenerlo”.
“Qué hay de Buckingham entonces?, estoy segura que mi padre puede llamar en
favor”.
Lizbet se rió con ganas. “Cariño, en qué siglo estás? Confundiste tus vidas pasadas?
Aunque eres de la Realeza, ese grupo del clan jamás nos perdonará por marcharnos.
Por otro lado, ellos son terriblemente estrictos en estos días. Incluso Charles y Camila
tuvieron que casarse fuera”.
Mimi hizo pucheros. “Bueno, supongo que podemos hacerlo en la isla”, dijo ella,
notando que Schuyler y Bliss habían entrado a la sala. Mimi envió una rápida orden y
causó que Schyler se tropezara de pronto. Ja. Alguien de seguro no estaba haciendo
sus lecciones de occludo. La mente de Schuyler estaba tan abierta como el viento.
“Te refieres al lugar de tu padre en Sandy Cay?”, preguntó Lizbet. “Eso sería fabuloso”.
Los Forces tenían su propia isla privada en las Bahamas. “Todos podrían volar en avión
por el fin de semana, y si no tienen alas nosotros podemos alquilar uno. Hicimos eso
para Alex y Dani en Colombia”.
Mimi no quería que su vínculo fuera como el de alguien más.
“Qué hay de Italia?”, sugirió Lizbet. “En uno de los palacios ancestrales? Aún tienen ese
lugar en Tuscany?”.
“Ehm, no. Italia no. Malos recuerdos?”, reprendió Mimi, mirando al grupo que la
estaba mirando. El jefe de los guardianes y el resto de los miembros senior del Comité
finalmente habían llegado, y las lecciones estaban a punto de comenzar.
“Cierto. Disculpa”.
“Sabes”, dijo Lizbet pensativa, “con todo el alboroto de todos vinculándose en todas
partes, nadie ha hecho en décadas un vínculo de cinco estrellas en Nueva York”.
“Aquí? En casa?”, Mimi frunció el ceño. Eso no sonaba para nada especial.
Al frente, Edmund Oelrich estaba hojeando unos papeles en el pódium y saludando a
una mujer bien conservada quien inventó el comité senior.
“Saint John el Divino es una fabulosa catedral gótica. Puedes usar una cola más larga
que la Princesa Di. Y podemos conseguir el coro de niños de Harlem. Sería
adecuadamente angelical”.
Mimi consideró la sugerencia. De hecho era una iglesia hermosa, le dijo a Lizbet, y
podrían tener la recepción en el Templo de Dendur en el Museo Metropolitano
después. Charles era un miembro del consejo de administración del museo y ha sido
particularmente generoso ese año. Ella le hizo señas a Jack, quien recién entraba por la
puerta. Su hermano se unió a ella y le dio una sonrisa rápida.
“Con quién hablas?”, articuló con los labios.
“A si que, estamos en la misma página? Saint John? Y luego en el Met?”, preguntaba
Lizbet. “Y decías que quieres invitar a todo el Four Hundred, correcto?”.
“Hecho y hecho!”dijo Mimi con satisfacción. Ella alejó su teléfono y le sonrió a su
hermano. Ahora que ella sabñia su secreto, ella notó que él veía a todas partes de la
sala menos hacia la esquina donde Schuyler estaba sentada.
El compinche de Schuyler, ese molesto humano Oliver, llegó poco después. Esa era
otra parodia – dejar que los humanos entren a sus reuniones exclusivas. Charles nunca
lo habría permitido durante su ocupación. Pero Lawrence dejó en claro que él
esperaba que los Conductos se sometieran también a nuestro entrenamiento, y qué
mejor forma para aprender sobre su llamado que unirse al Comité.
Mimi sintió tenso a Jack a su lado. Oliver había besado a Schuyler en la mejilla. Eso era
interesante. Ella usaba su sentido vampírico para dirigir su atención hacia el cuello de
Oliver. Ella reveló inmediatamente las marcas de mordida. Eran indetectables para el
ojo humano, pero brillaban a la vista d elos vampiros. A si que. La pequeña mestiza
convirtió a su mejor amigo en un humano conocido.
Bueno.
Le dio una idea a Mimi. Si Schuyler no iba a darse por vencida con su pequeño affaire
con Jack, entonces ella podía forzarla a hacerlo.
Oliver podía llegar a ser útil.
Mimi tendría que actuar rápido. Ella le había dicho a Lizbet que quería que su vínculo
fuera realizado en tres meses.
CAPÍTULO 19
A diferencia de Mimi, Bliss disfrutaba de la nueva agenda del Comité. A ella le gustaba
descubrir y usar sus habilidades vampíricas, en lugar de simplemente memorizar
aurridos hechos sobre su historia, o escribir sobres y criticar proveederos de eventos
extravagantes que ella no esperaba asisitir. Las lecciones hacían bombear su sangre.
Ella estaba contentísima al encontrarse experta en algunas de las tareas más difíciles,
como el mutatio, por ejemplo.
Los miembros del Comité senior le habían pedido a los miembros más jóvenes que se
organizaran en grupos de a dos o tres mientras ellos practicaban la delicada arte de la
metamorfosis.
“Todos los vampiros deben ser capaces de cambiar a humo, o aire, o niebla; aunque la
mayoría de nosotros puede transformarse en fuego y agua también. Como pueden
saber, la Conspiración vio que las falsas leyendas sobre nuestra gente perpetuadas en
la historia de los Sangre Roja eran basadas en una pizca de verdad”. Dorothea
Rockefeller, su conferencista invitada, se reía entre dientes mientras decia eso. La
Conspiración era una gran fuente de entretención para el Comité.
“Ellos también pensaron que sería apropiado si los humanos se les daba a entender
que nuestra especie solo podía transformarse en murciélagos o ratas u otra criatura de
la noche. De esa forma los Sangre Roja se calmarían en un falso sentido de seguridad
durante las horas diurnas. Y mientras es cierto que aquellos de nosotros que tienen la
habilidad de cambiar de forma pueden escoger esas repulsivas formas físicas, la
mayoría de nosotros no lo hace. De hecho, nuestra señorita Gabrielle eligió una
paloma como su mutatus. Si ustedes son unos de los que pueden transformarse a
voluntad, encontrarán una forma que se adapte a sus habilidades. No se sorprendan
cuando es una que ustedes no esperan”.
Bliss era una de las cuantas afortunadas. Ella encontro que podía cambiar de chica a
humo y al revés, y luego intentó otras formas – un cbaallo blanco, un cuervo negro, un
mono araña – antes de ponerse cómoda en la forma de una leona dorada.
Pero Schuyler simplemente se paró en el medio de la sala, volviendose más y más
frustrada con cada intento fallido. “Quizás es porque soy mital humana”, suspiró
cuando otro intento al forzar su materia a cambiar en una diferente configuración
resultó en su simple caída sobre el suelo, aún ella.
“Oye, qué hay de malo con ser humana?”, preguntó Oliver, observando con
fascinación mientras Mimi Force se transformaba en un ave fénix, una columna de
fuego, y una serpiente roja en el espacio de tres segundos. “Guau – ella es buena”.
“Deja de lucirte”, dijo Bliss entre dientes. “No te preocupes por ella. Y deja de reírte,
Ollie. Estás distrayendo a Schuyler!”, Bliss intentó no ser demasiado petulante sobre su
éxito, pero estaba satisfecha al saber que Schuyler no era genial en todo.
“Mira, esto es lo que tienes que hacer. Debes visualizar tu meta. Tienes que ser la
niebla. Piensa en la niebla. Deja que tu mente se vaya a blanco. Puedes sentirlo – lo
tenue – comienza en el borde de tu piel, y luego…”.
Schuyler obedientemente cerró sus ojos. “De acuerdo, estoy pensando en niebla.
Entrada dorada, San Francisco. Pequeñño gato caminando. No lo sé… no pasa nada”.
“Sshhhhh”, la amonestó Bliss. Ella ya podía sentir comenzar la transformación, podía
sentir cambiar todos sus sentidos, podía sentir todo su ser desaparecer en una suave
nube gris. Ella estaba divirtiéndose imaginando como podía usar este nuevo talento,
cuando ella tuvo otra visión. Le dio de golpe. La cruda imagen era como un puñetazo
en la barriga.
Dylan.
Si él antes se veía simplemente despeinado, ahora estaba peor. Su ropa estaba en
andrajos, su polera rasgada en tiras, sus vaqueros desgarrados y su cabello salvaje. Él
se veía como si no hubiese comido o dormido en semanas. Él estaba parado en frente
de la entrada de la escuela, moviendo los barrotes y desvariando como un loco.
“Qué sucede?”, preguntó inmediatamente Schuyler cuando Bliss se estimuló.
“Dylan. Está aquí”.
Eso era todo lo que ella necesitaba decir.
Los tres salieron de la reunión del Comité, ignorando las miradas curiosas de los otros
miembros, dejando la biblioteca, y bajando rápidamente las escaleras. Su velocidad
vampírica significaba que Schuyler y Bliss adelantaran a Oliver, quien jadeaba mientras
intentaba alcanzarlas.
Duchesne estaba ubicado en una tranquila esquina de la calle Ninety-sixth, a la vuelta
de la escuela preparatoria. Desde que era media tarde, las calles estaban
prácticamente desiertas, a salvo de una o dos nanas llevando un coche hacia el parque.
El chico que estaba de pie en el medio de la acera sacudiendo violentamente la
entrada se veía como un profeta de antaño, una devolución para el tiempo de los
predicadores y pontificadores, cuando hombres andrajosos advertían sobre el Fin del
Mundo. Casi no hubo señal del chico adolescente que había querido crecer para tocar
guitarra como Jimi Hendrix y había sido el instigador de innumerables travesuras.
“ABOMINACIÓN!”, gritó en cuanto los vio.
“es mi culpa”, llorqiqueó Bliss, casi cayendo en lágrimas al ver a Dylan. “Sé que prometí
que iba a decirle al Cónclave de él, pero no pude. Y tampoco lo vigilé… lo dejé y lo
ignoré… solo quería que él se fuera. Todo es mi culpa”.
“No, es mi culpa”, dijo Schuyler. “Iba a contarle a Lawrence, pero –”.
“Es nuestra culpa”, dijo Oliver firmemente. “Tuvimos que hacer algo con él, pero no lo
hicimos. Miren, tenemos que sacarlo de aquí. La gente va a comenzar a hacer
preguntas”, dijo él mientras una mujer anciana caminaba con un poodle cruzando la
calle y dio unas miradas misteriosas en su dirección. “No queremos que la policía se
involucre”.
De pronto Dylan arremtió hacia ellos, con sus garras entre los barrotes y haciendo
gárgaras en un lenguaje que ellos no entendían.
Schuyler apenas esquivó su alcance. “Tenemos que atraparlo antes que use su
encantamiento contra nosotros otra vez”.
Bliss inmediatamente se transformó en una leona dorada. Vaya aspecto que tenía –
una criatura acechadora y despiadada. Ella saltó sobre la entrada y sujetó a Dylan,
quien le rugía. “Engendro del demonio! TRAIDORA!”, decía entre dientes.
Bliss lo arrinconó contra las barras de fierro y mostró sus dientes. Ella se sentó en sus
patas traseras y lo empujaba con sus gigantes patas doradas. Dylan se encogió y se
quejó, cubriéndose su cabeza con las manos.
“Ella lo tiene!”, gritó Oliver, haciendole señas a Schuyler para que fuera al costado de
Schuyler.
Schuyler corrió al lado de Bliss. Ella miró a Dylan a los ojos. Vio la furia, rabia, y
confusión. Ella se tamableó. No había un monstruo. Esto era un animal herido.
Pero Oliver no dudó. “SCHUYLER! HAZLO! AHORA!”.
“Dormi!”, ordenó, y movió su mano en frente del rostro de Dylan.
Dylan se desplomó en el suelo. Bliss se convirtió en ella y se arrodilló a su lado.
“Él dormirá hasta que se le ordene despertar”, les dijo Schuyler.
Oliver se arrodilló al lado de Bliss, y ellos estaban listos para hacer una improvisada
camisa de fuerza con el sweater de Dylan. Las líneas en su rostro lentamente se
suavizaron. Dormido, él se veía dócil y tranquilo.
“Tenemos que llevarlo al Comité; esto ha ido demasiado lejos”, dijo Oliver. “Sé que no
quieres hacerlo, Bliss, pero es lo mejor para él. Quizás pueden ayudarlo”.
“Ellos no ayudan a los Sangre Plateada – los destruyen. Tú lo sabes”, le dijo Bliss
amargamente.
“Pero quizás…”.
“Lo llevaré a mi padre”, decidió Bliss. “Puedo ser capaz de defender su caso con
Forsyth. Conseguir piedad con Dylan porque es mi amigo. Él sabrá qué hacer”.
Schuyler asintió. Forsyth estaría dispuesto a lidiar con Dylan. Mientras tanto, los Roll-
Royce de los Llewellyn arrancaban por la cuneta. Ellos ataron a Dylan en el asiento
trasero y lo apretaron al lado de Bliss.
“Él estará bien”, aseguró Schuyler.
“Si”, dijo Bliss auqnue ella sabía que ninguno de ellos lo creía. El auto se puso en
marcha, y ella levanto su mano para decir adiós. Oliver devolvió la despedida, mientras
que Schuyler simplemente se veía afectada. Finalmente el auto dobló en la esquina y
ella ya no pudo verlos.
CAPÍTULO 20
Schuyler no quería darle ninguna falsa esperanza a Bliss, pero pensó que sería cruel si
dijera lo contrario. “Estoy segura que harán lo mejor para él”.
Bliss suspiró. “Si”.
Ellas hicieron planes para ir a visitar a Dylan en unos cuantos días, y Schuyler sijo adiós
en la eighty-six para alcanzar el autobus de la fifith avenue.
Toda la semana ella había forzado pensamientos sobre la advertencia de Mimi. Estaba
diciendo la verdad? Estaba poniendo a Jack en peligro? Ella hubiese querido
preguntarle a Lawrence sobre el asunto, pero ella estaba demasiado avergonzada. Que
le había dicho su abuelo? Debes haber notado que él está interesado en ti. Gracias a
Dios que tu no lo estás en él. Sería un desastre para ustedes dos.
Como podía decirle a su abuelo que estaba equivocado. Que ella si correspondía a los
sentimientos de Jack Force. Que fue débil y patética cuando Lawrence creyó que ella
era tan fuerte. Ella podía no serlo. Se dijo a sí misma que no podía molestarlo con tal
ridiculez como el amor de su vida, mientras él estaba afuera lidiando con un problema
tan grave y serio como la posible destrucción de la existencia de los Sangre Azul. Ella
estaba comenzando a preocuparse por Lawrence. No había recibido mensaje de él en
días.
Su abuelo había sido cauteloso al usar los significados normales de comunicación, y
una vez que el llegó a Río había dependido exclusivamente de telepatía para estar
comunicados y hacerle saber que todo estaba bien. Por el momento él solo se había
quejado por el clima (vaporoso) y la comida (demasiado picante). Él no había tocado el
problema de Corcovado, y Schuyler no sabía si eso era bueno o malo.
No había habido oportunidad de preguntarle a Jack sobre las nefastas predicciones de
su hermana. No habían podido encontrarse desde la noche del ataque de Dylan. Mimi,
Schuyler lo sabía, estaba acaparando todo su tiempo libre.
Cuando ella llegó a la casa, Jack estaba en la sala de estar, convesando con su padre.
Charles estaba en su bata de baño. El ex líder de los Sangre Azul ahora pasaba sus días
en su estudio. Él ni siquiera parecía como si se hubiera duchado ese día. Schuyler sintió
lástima y molestia. Él le había causado demasiado dolor. Ella tuvo que evitar a todos
los que quería por culpa de él. Ella creyó en sus amenazas, pero últimamente parecía
como si Charles fuera una amenaza para si mismo. Pero luego se dio cuenta que si
Charles no la hubiese traído a su casa, quizás ella y Jack jamás hubiesen tenido la
oportunidad de descubrir lo mucho que se gustaban.
“Hola”. Jack sonrió. “Volviste temprano”.
“Tomé el autobus esta vez”, dijo ella, dejando las cosas de su escuela en una mesa
cercana. Ella aún no se sentía cómoda en su casa, pero por otra parte, ella estaba
cansada de andar a puntillas por el lugar como si ella no perteneciera ahí.
“Hola, Schuyler”, gruñó Charles.
“Charles”, dijo ella fríamente.
El ex Regis ajustó la correa de su bata y se arrastró a su estudio, dejándolos solos.
“Está ella aquí?”, preguntó Schuyler, mirando alrededor del opulento espacio que era
la sala de estar de los Force. Decorado en un exuberante estilo francés victoriano, la
sala estaba estrechamente lleno de antiguedades raras, arte familiar, y lujosos
géneros. Sus sentidos le decían a Schuyler que Mimi no estaba en el lugar. Pero quien
sabía.
“No. Está en una especie de degustación”, contestó.
Schuyler se sentó a su lado sobre un “sofá del beso” de terciopelo dorado del siglo
dieciseis y nombrado así porque una pareja tenía que sentarde lado a lado mirándose
a la cara. “Jack”. Ella miró a su rostro. El rostro que ella tanto amaba. “Quiero
preguntarte algo”.
“Dispara”, dijo Jack, estirando sus piernas y corriendo su largo brazo sobre el borde del
sofá a si que sus dedos descansaban ligeramente sobre los hombres de ella. Ella sintió
cosquillas con su menor toque.
“Es cierto que el vínculo entre tú y –”.
“No quiero hablar del vínculo”, dijo Jack, cortándola y retirando su brazo. Su rostro se
volvió frío, y por un momento ella vio un destello de su verdadera naturaleza, vió el
ángel oscuro que era. El ángel que había traído destrucción al Paraíso, el que sonaría la
trompeta del Apocalipsis cuando se acercara. Él era el rostro de Abbadon, el
amenazador, el golpe del martillo, el soldado más peligroso en el ejército del
Todopoderoso.
“Pero quiero saber –”.
“Shhh”. Jack se volteó hacia ella y presionó una mano en su mejilla. “Solo no…”.
“Pero Mimi…”, justo cuando Schuyler dijo su nombre, ella sintií una presencia en la
entrada principal. Mimi había llegado, o estaba a punto de hacerlo. Más rápido que un
pestañeo, o al máximo de la velocidad vampiro, Schuyler dejó la sala de estar y corrió a
su dormitorio, cerrando la puerta detrás de ella.
Cuando Mimi entró segundos después, trayendo varias bolsas de compras con ella,
encontro a Jack leyendo un libro.
Schuyler y Jack no estuvieron solos nuevamente esa noche. Toda la familia se reunió
para su cena obligatoria unas cuantas horas más tarde. Una vez a la semana, Trinity
Burden, su madre, exigía que los niños estuvieran en casa para unirse a sus padres
para la cena. Schuyler una vez había soñado por una familia nuclear, por una vida que
incluyera una madre amorosa, un padre atento, y hermanos con quienes burlarse en la
carne y patatas.
Por supuesto, los Force no eran nada como eso.
Las comidas en casa eran servidas en el antiguo comedor, sobre una mesa tan larga e
intimidante, que cada persona estaba sentada a unos buenos dos pies de distancia del
otro. Cada entrada era servida por un mayordomo en una bandeja de plata, y el menú
jamás variaba – siempre era frances, siempre era costoso y complicado, y siempre era
perfectamente delicioso. Aún Schuyler extrañaba los sensatos chapuceros de Hattie en
la cocina, y y la extrañaba por lo simple, y nada pretencioso que eran sus platos de
macarrón con queso o patata asada que no requería un vino tinto con descuento y un
acento para pronunciar.
La conversación era añeja o no existía. Charles continuaba perdido en su propio
mundo, mientras Trinity intentaba captar a los gemelos en su charla superficial sobre
sus vidas. Jack era cortés mientras Mimi simplemente era cortante. Al menos alguien
más que Schuyler pensaba que esas cenas eran una farsa y una pérdida de tiempo.
“Entocnes, Jack y yo tenemos un anuncio”, dijo Mimi, cuando llegó el postre, unos
flameantes duraznos. “Hemos decidido la fecha de nuestro vínculo”.
Schuyler intentó componer su rostro pero encontró que no podía más que mirar a
Jack, quien se veía tan impasible como siempre. Su vínculo! Tan pronto…
Mimi estiró su brazo para tomar la mano de su hermano.
“Es un poco pronto, no creen?”, preguntó Trinity, viéndose preocupada. “Tienen un
montón de tiempo”.
Si, Schuyler pensí. Montón y montón de tiempo. Posiblemente para siempre.
Charles tosió. “Recuerda que la edad es una ilusión entre nosotros, Trinity. Estás
comenzando a pensar como un Sangre Roja. Mientras más pronto sea el vínculo, más
fuertes serán. Un brindis es una orden. Por los gemelos”.
“Por nosotros!”, alardeó Mimi, chocando su copa contra la de Jack. El cristal sonó
como una campana profunda.
“Por los gemelos”, susurró Schuyler. Ella bebió pero encontro que no podía tragar el
vino en su copa.
Más tarde esa noche Schuyler soñó que recibía un mensaje de Lawrence. El envío era
más fácil en estado de sueño, explicó él. No era tan escandaloso para los sentidos, y
dormida su mente no tenía distracciones. “Corcovado está estable. Todo está bien”.
CAPÍTULO 21
Contratar a Lizbet Tilton fue la mejor decisión que podía tomar, pensó Mimi,
felicitándoce por su inteligencia. Lizbet era muy organizada, y en un una pequeña
orden las sedes estaban cerradas en las fechas solicitadas, los contratos preparados,
presupuestos equilibrados, depósitos hechos. Más temprano esa tarde Trinity y Mimi
habían repasado la combinación de colores y los menús con el proveedor y el
diseñador de interiores. Todo estaba operando como reloj; aunque ustedes pensarán
que era como un reloj del juicio final, la forma en que Jack estaba actuando.
“Sabes de que se trata esto?” preguntó él, encontrándose con Mimi en la sala de estar
de Trinity la tarde siguiente.
Su “madre” – Mimi siempre pensaba en la palabra en citas, ya que Trinity era más su
madre que Jack era su hermano – había requerido su presencia antes de la cena. Ella
había dado a entender que quería conversarles sobre algo importante respecto a su
vínculo.
“Tengo un presentimiento”. Mimi sonrió. Alborotando el cabello de Jack, y en
respuesta él puso una mano sobre su cintura y la acercó ahcia él. Ellos siempre habían
sido cariñosos, y aunque ella estaba consciente de su continua hipocresía, no podía
endurecer su corazón contra él. Jack no había estado de acuerdo en realizar el vínculo
tan pronto en el ciclo, pero por otra parte, él no había hecho nada para detenerlo.
Quizás el coqueteo con Schuyler era simplemente eso. Jack solo la estaba usando
como una entretención. Un plato de acompañamiento. Mimi desde luego lo
comprendía. Ella había encontrado a un apetitoso nuevo conocido humano, y había
sido tan voraz en su apetito que el otro día casi mata al chico. Él estaría bien; nada más
que descansar y una semana alejado de una vampiresa rubia que no pudiera curarse.
Mimi miró alrededor con aprobación. La oficina de Trinity en su hogar era famoso
entre su serie por ser el más espléndido e impecable. Envuelto en las paredes de
terciopelo donde retratos de tamaño natural de aristócratas del siglo diecisiete – y
dieciocho por Vigée-LeBrun y Winterhalter. Había un piano Erard en la esquina – el
mismo que Chopin usó para componer sus estudios. La bonheurs du jour, una pequeña
y elegante mesa donde Trinity escribía sus tarjetas de agradecimiento (“Bravo!” era su
típica exhortación después de asusutir a cenas de amistades) era originalmente
encargada por el Gran Trianon.
Mimi decidió que cuando ella viniera con su enorme herencia, y ella y Jack compren su
porpio lugar en 740 Park, ella podría contratar al mismo decorador.
Unos minutos después, Trinity entró a la habitación sosteniendo dos largas cajas de
ébano con filigrana de oro. Los sentidos de Mimi cambiaron, sus recuerdos se
apresuraron, y de pornto ella sabía por qué estaban ahí. “Pero donde está Charles?”,
lloriqueó. “No podemos hacerlo sin él, cierto?”.
“Lo intenté, querida. Pero él no dejará su estudio. Él solo…”, Trinity sacudió sus
hombros ligeramente. Mimi comprendió que su madre se adherió a un rígido código
de etiqueta. Tan afligida como podía estar por la condición de su esposo, ella jamás
admitiría o mostraría alguna manifestación de desesperación. Ella era una mujer que
no estaba equipada fundamentalmente para hacer una escena.
La deterioración de Charles desde que perdió su posición como Regis en el Aquelarre
era algo que los Force nunca hablaban. Los frustaba y aproblemaba, pero no había
nada que pudieran hacer al respecto. Asumieron que Charles simplemente lo superaría
en un día. Mientras tanto, la compañía y todas sus acciones corrían por una tabla de
eficiencia alta de directores,, que habían dejado de inquietarse mientras su presidente
y fundador jamás asistiría a otra reunión.
“Está bien”, le aseguró Jack a su gemela. Él también sabía qué iba a suceder y no podía
disimular el entusiasmo en su voz. “No lo necesitamos”.
“Estás seguro?”, preguntó Mimi, viéndose decepcionada. “Pero sin la bendición del
Arcangel…”.
“Será igual de certera”, aseguró Jack. “Nada puede cambiar su poder. Su poder viene
de dos de nosotros”. Él asintió hacia Trinity. “Comenzamos, madre?”.
En respuesta, Trinity inclinó su cabeza. “Estoy honrada en realizar el rito”. Ella cerró la
puerta tranquilamente y atenuó las luces. Las cajas sobre la mesa emanaban un brillo
suave y vago.
“Lamento mi juicio apresurado en la precipitación de su vínculo. Estaba equivocada,
perdónenme. Quizás es solo que estoy entristecida que yo ya ni pueda vincularme otra
vez con mi gemelo”.
Mimi conocía la historia de Trinity. Trinity era Sandalphon, el Angel del Silencio. Ella
perdió a su gemelo por los Sangre Plateada durante la batalla en Roma. Trinity se casó
con Charles solo en el sentido de los Sangre Roja cuando su gemela, Allegra, había roto
su vínculo. Era un matrimonio de conveniencia, nada más. Trinity llevaba el luto del
ángel Salgiel.
Trinity abrió las cajas. Adentro había acurrucadas dos fundas de espadas incrustada en
joyas. Espadas que usarían bajo sus prendas en el vínculo. Espadas que ahora serían
capaces de usar en la pelea contra los Croatan.
Ella levantó la primera espada aún en su funda y se volteó a Jack. “Arrodíllate,
Abbadon”.
Jack se levantó de su silla y caminó para estar en frente de Trinity. Se arrodilló ante
ella, con su cabeza inclinada.
Trinity levantó la espada sobre su cabeza. “Con la autoridad de los Cielos conferida en
mí, yo, Sandalphon, concedo sobre ti todos los derechos y privilegios aplicables a esto
como el verdadero propietario de Eversor Orbis”.
Destroza-Mundo.
Luego golpeó el hombro izquierdo y derecho de Jack con la espalda. “Levántate,
Abbadon de la Oscuridad”.
Jack se levantó con una sonrisa en su rostro como si aceptara su espada. Trinity sonrió
orgullosa. Luego se volteó a Mimi.
“Arrodíllate, Azrael”.
Mimi tomó un momento para ponerse en posición, debido a sus tacones altos. Trinity
levantó la segunda espada y otra vez la elevó sobre su cabeza.
“Con la autoridad de los Cielos conferida en mí, yo, Sandalphon, confiero sobre ti todos
los derechos y privilegios aplicables a esto como el verdadero propietario de Eversor
Lumen”.
Destructor de la Luz.
Mimi sintió la espada golpeando ligeramente sus hombros. Luego se puso de pie con
una ancha sonrisa en su rostro. Se volteó a Jack, quien asintió. Juntos los gemelos
desenfundaron sus espadas y las levantaron en el aire, apuntándolas a los Cielos.
“Aceptamos estas armas como nuestros derechos divinos. Forjados en el Cielo,
arrojadas a la Tierra, son nuestros encargados en nuestra búsqueda por la Salvación”.
Trinity se les unió mientras ellos terminaban la letanía de las Espadas.
“Úsenlas solamente en la más terrible necesitas”.
“Manténganlas escondidas de los enemigos”.
“Úsenlas solo para matar”.
Mientras ellos revibían sus espadas en cada vínculo a lo largo de los siglos, no la habían
desenfundado realmente en un milenio. Los Sangre Plateada habían sido derrotados, o
eso era lo que ellos creían. Mimi miró asombrada la brillante arma en su mano. Ella
recordaba su peso y el filo de su cuchilla. Recordando el terror que había traído a sus
enemigos.
Ella notó como Abbadon sostenía la suya delicadamente, con cariño. La espada era una
extensión de ellos. Única, irremplazable, inolvidable. Las espedas de los vampiros
cambiaban de forma, color y tamaño. Cuando necesitaban que se volvieran más
anchas como hachas o más angostas como alfileres.
En el vínculo, ella la llevaría en su cadera, bajo la enagua de seda que le daría la forma
a su vestido.
Trinity regresó las luces a su brillo normal. “De acuerdo”. Asintió como si ellos
hubiesen terminado de conversar sobre algo pequeño y trivial en lugar de haber
completado algo asombroso y que cmabiaba la vida. En la luz de la tarde, con el sonido
de taxis alejándose a toda velocidad por las avenidas y los bip metálicos de la máquina
de fax de Trinity (recibiendo otra copia de un fragmento de prensa en la cual ella había
escrito), era difícil imaginar el mundo tan primitivo, escondiendo peligros. Como
resignarse a un mundo con mensagería instantánea y veinticuatro horas de canales de
noticias con el mundo de acero y sangre.
Pero eso era lo que su gente hacía: ellos evolucionaban, se adaptaban, sobrevivían.
“Genial, huh?”, preguntó Jack, meintras se alegaban de su madre y tomaban cmainos
separados.
“Puedes apostarlo”, Mimi asintió, metiendo la caja de ébano bajo su brazo. Corrió a su
habitación y la empujó al final de su armario detrás de su estante de zapatos.
Estaba atrasada para Pilates. Si ella iba a ser la novia más bella del Aquelarre, debería
apresurarse a llegar al estudio de su entrenador. Tenía brazos que esculpir.
Mayo 9 , 1995
Querido Forsyth,
CAPÍTULO 22
Era la primera vez que ellos se saltaban la escuela en todo el semestre. Los estudiantes
del Duchesne se les permitía saltarse varias clases por año; la escuela era tan
progresista que incluso la rebelión estaba escrita en el cirriculum. Algunos chicos,
como Mimi Force, llevaban esta política hasta sus límites, pero la mayoría ni siquiera
sacaba ventaja de ello. La escuela estaba llena de esforzados que pronto se quedarían
en una clase que un golpe de suerte metiéndose en la hiedra. Cada día contaba.
“Ustedes saben que esto puede arruinar mi GPA”, se quejaba Oliver mientras miraba
por sobre su hombro para cambiar de camino y adelantar a un Honda que estaba
conduciendo bajo el límite de velocidad.
“Relájate alguna vez, de acuerdo?”, reprendió Schuyler. “Todos los seniors han estado
saltando clases desde que obtuvieron sus cartas de aceptación”. Oliver podía ser tan
aguafiestas a veces. Siempre siguiendo las reglas. Era un total nerd cuando se refería a
lo académico.
“Si, acaso no vas a ir a Harvard?”, preguntó Bliss.
“College parece ser una cosa tan rara, cierto?”, reflexionó Schuyler.
“Sé a lo que te refieres. Antes de descubrir lo del Comité, pensé que podía ir Vassar,
sabes? Especializarme en Historia del Arte o algo por el estilo”, dijo Bliss. “Me gustaba
la idea de estudiar el arte Renacentista Norteño, y luego trabajar en un museo o
galería”.
“A qé te refieres con ´me gustaba la idea´?”, preguntó Schuyler.
“Si, no crees que suceda?”, preguntó Oliver, revisando las estaciones de radio. Amy
Winehouse cantaba sobre como no quería ir a rehabilitación (“No! No! No! No!”).
Schuyler encontró la mirada de Oliver, y sonrieron.
“Chicos, eso no es para nada gracioso. Apágala o cámbiala”, amonestó Bliss. “No lo sé.
No creo que vaya al college. A veces siento como si no tuviera futuro”, dijo, girando su
collar.
“Oh silencio”, dijo Schuyler, volteándose para poder hablar directamente con Bliss
mientras Oliver encontraba algo más apropiado en la radio satelital. “Por supuesto que
vas a ir al college. Todos lo haremos”.
“De verdad crees eso?”, preguntó Bliss, sonando esperanzada.
“Completamente”.
La conversación cayó en una pausa después de unos minutos, y Bliss se quedó
dormida. En el asiento delantero, Schuyler escogía la música, Oliver la dejaba ser DJ
esta vez. “Te gusta esta canción?”, preguntó, cuanto se quedó en una estación tocando
una canción de Rufus Wainwright.
“A ti no?”, preguntó, sintiendo como si hubiese sido agarrada con las manos en la
masa. Era la misma canción que ella y Jack siempre ponían. Ella pensó que podía
escaparse con escucharla en el auto. Oliver teía un poco de reflejo emo en él. A ella le
gustaba burlarse de sus gustos musicales.
“Crees que me gustaría, cierto? Pero no es así”.
CAPÍTULO 23
Cuando Bliss despertó de sus iesta, Oliver y Schuyler estaban hablando bruscamente
en el asiento delantero. “De qué están discutiendo?”, preguntó, restregando sus ojos.
“Nada”, dijeron a coro.
Bliss aceptó su reticencia sin preguntar. Esos dos siempre le ocultaban secretos,
incluso cuando no querían hacerlo.
“De acuerdo, entonces supongo que podemos detenernos para comer”, dijo
finalmente Schuyler. Ah, a si que de eso se trataba. Esos dos peleaban por todo. Se
había vuelto peor desde que Oliver se convirtió en el conocido humano de Schuyler.
Ellos actuaban más como un viejo matrimonio que antes. En la superficie, al menos,
fingían que su amistad era exactamente la misma. Lo que estaba bien con Bliss; ella no
sabía si realmente podía soportar la demostración pública de afecto de Schuyler-Ollie.
“Solo estoy diciendo que no le vamos a hacer boen a Dylan si llegamos hambrientos”,
Oliver se encogió de hombros.
Se estacionaron en el aparcamiento, uniéndose a cansados viajeros a la máquina
expendedora y el patio de comidas.
Oliver observó que uno de las novedades de crecer como chicos de ciudad era que
todos eran adictos a las cadenas de comidá rápida suburbano. Mientras ninguno de
ellos jamás consideraría ir a un McDonald’s en Manhattan – esos lugares eran
básicamente ad-hoc para refugio de personas sin hogar – una vez que salieron de los
límites de la ciudad, las reglas cambiaron, y a nadie le importaba comer costosos
emparedados panini y ensaladas orgánicas. Provocando agrandar comidas.
“Dios, me siento mal”, dijo Bliss, bebiendo el último sorbo de su malteada.
“Creo que voy a vomitar”, declaró Oliver, arrugando el envoltorio de su hamburguesa
grasienta y limpiándose las manos con varias servilletas.
“Siempre es entretenido comer estas cosas. Pero después…”, agregó Schuyler, aunque
aún estaba comiendo papas fritas.
“Después siempre te sientos como si fueras a vomitar. O que tu colesterol aumentó
como cohete”, dijo Bliss, haciendo una morisqueta.
Estaba tranquilo cuando subieron al auto y sintieron los soporíferos efectos de su
comida pesada. Una media hora después, el GPS sonó “SALIDa A LA DERECHA EN
QUINIENTOS METROS”, y Oliver siguió las señales por la vía de acceso y por la calle
hasta un estacionamiento. Ellos habían llegado.
El centro de rehabilitación estaba impecable. Se veía más como un resort de cinco
estrellas, donde las celebridades iban a esconderse por un finde semana, en lugar de
un complejo de tratamiento costoso para sacar vampiros a flote. Ellos vieron un grupo
practicando tai chi sobre el césped, otros realizando poses de yoga, y otros grupos
sentados en el césped en un círculo.
“Grupo de terapia”, susurró Bliss mientras seguían su camino hacía la puerta principal
del edificio central. “Le pregunté a Honor como era aquí, y ella dijo que hay un montón
de terapia de regresión”.
Ellos fueron recibidos en la entrada por una delgada mujer bronceada en una polera
blanca y pantalones blancos. El efecto era menos clínico y más a la moda – como un
ashram de New Age.
“En que puedo ayudarles?”, preguntó la mujer de manera agradable.
“Estamos aquí para visitar a un amigo”, dijo Bliss, quien se había convertido en vocero
del trío.
“Nombre?”.
“Dylan Ward”.
La asesora revisó el computador y asintió. “Tienen permiso del senador para visitar a
este paciente?”.
“Yo soy su, ehm , hija”, dijo Bliss, mostrándole a la mujer su ID.
“Genial. Él está en el campus norte, en una casa privada. Sigan el camino fuera de la
puerta, verán señales”. Les entregó pegamentos de visitante. “Las horas de visitas es
hasta las cuatro. La cafetería está en el edificio principal. Es el Día Internacional – creo
que es Vietnamita. Les gusta el pho?”.
“Acabamos de comer”, dijo Oliver, y Bliss pensó que ella sintió una pizca de una
sonrisa enb las palabras de Oliver. “Pero gracias”.
“Parece ser agradable aquí”, dijo Schuyler mientras caminaban por el follaje.
“El Comité hace un buen trabajo, les otorgaré eso. Nada más que lo mejor para los
vampiros”. Oliver asintió y se puso un par de gafas oscuras de sol.
Bliss no podía creer cuan calmado y organizado estaba todo. Aquí era donde ellos
ponían a los Sangre Azul aproblemados? Quizás ella cometió un error en esconder a
Dylan por tanto tiempo. Quizás realmente ellos puedan ayudarlo aquí. Ella comenzó a
sentirse menos tensa y más optimista. Varios pacientes los apuntaban mientras
pasaban.
La habitación de Dylan era una de las casas más lindas, con una cerca blanca y rosales
creciendo en las ventanas. Una enfermera estaba sentada en una antesala.
“Él está durmiendo. Pero déjenme ver si quiere visitas”, les dijo. Ella desapareció en la
habitación principal, y pudieron escuchar su conversación en un suave y gentil tono
hacia Dylan.
“Él está listo”. La enfermera sonrió y les indicó que eran bienvenidos para entrar.
Bliss exhaló y no se dio cuenta que estaba sosteniendo su respiración todo este
tiempo. Dylan ciertamente se veía mejor. Estaba sentado en la cama, había color en
sus mejillas, y no se veía tan delgado o demacrado. Su cabello negro habñia sido
cortado a si que no caía en lacios mechones sobre su rostro, y él estaba bien afeitado.
Se veía casi como su antigua persona, como el chico que tocaba guitarra de aire
durante la capilla solo para molestar a los profesores.
“Dylan! Gracias a Dios!”, lloró. Ella estaba feliz de verlo mucho más sano.
Él le sonrió con simpatía.
“Te conozco?”, preguntó él.
CAPÍTULO 24
“El pasado a veces puede cegarnos de lo que está sucediendo hoy”, dijo el jefe de los
Guardianes al comenzar su lectura. “Es por qué hemos estado en rechazando la
existencia de los Sangre Plateada por tanto tiempo. Porque nuestro pasado nos dijo
que ellos ya no eran una amenaza. Porque el pasado nos cegó ante su existencia.
Hemos olvidado como eran los primeros días de nuestra historia. Hemos olvidado la
Gran Guerra. Sobre nuestros enemigos. Nos hemos vuelto suaves y satisfechos.
Atiborrándonos en los Sangre Roja y volviéndonos obesos y flojos e ignorantes”.
Algo sutil para decir cuando su chaleco estaba tirante en los botones, pensó Schuyler.
Era otro Lunes. Otra reunión del Comité. Una aburrida también, ya que hoy no
practicarían el mutatio.
Sentados al lado de ella, Bliss y Oliver miraban tan aburridos como ella se sentía. La
visita a las Transiciones habían sido muy inquietantes para todos ellos, afectando
mayormente a Bliss. Schuyler no sabía que esparaban ver ellos, pero ciertamente no
esperaban encontrar los recuerdos y la personalidad de Dylan borrados por completo.
Seguro, Dylan no parecía como si estuviera a punto de noquearlos con un
encantamiento mental o comenzar a soltar acusaciones sobre uno de ellos siendo un
subordinado de satán, pero no se parecía para nada a él tampoco. Era como si fuese
una persona completamente diferente. Él era afable, simpático, y completamente
aburrido.
Ninguno de sus doctores estaban cerca para contestar alguna pregunta, y la enfermera
no les diría nada excepto que Dylan, hasta donde podía decir, estaba “bien”. Él era
obediente al ir a todas las sesiones de terapia y “progresando”.
Schuyler sabía que Bliss se culpaba a sí misma, pero no había nada que ellos pudieran
hacer. Ninguno tenía idea de como arreglar lo que sea que le haya sucedido a Dylan.
Ella había intentado consolar a Bliss lo más que pudo. Ella sabía cuan terrible se
sentiría ella si hubiese visto a Jack de esa forma. Si la mirara como si no la conociera. Y
ahora, eso era exactamente lo que iba a suceder una vez que se vinculara con Mimi. Él
se olvidaría completamente de Schuyler, olvidaría lo que se quieren.
Schuyler intentó prestar atención a lo que el Guardián Oelrich estaba diciendo. Era una
información importante, pero no tenía paciencia para ello en este momento. Sentado
justo frente a ella estaban los gemelos Force. Ella los observó entrar al salón juntos,
sintiéndose ofendida al ver a Jack riéndose de algo que le decía su hermana.
Aunque, por supuesto él tenía que fingir. La atmósfera en la casa era frenética con los
preparativos para el vínculo. Diferentes paquetes llegaban cada día, y varías personas
llamaban. La planificadora del vínculo de Mimi, Lizbet Tilton, llegó con un grupo de
fotógrafos, estilistas, floristas, y “artistas de paisaje auditivo” (las palabras exactas para
Translated by Dana Alexia
~ 86 ~
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el DJ que iba a asumir después que se despidiera la orquesta a las dos de la mañana)
para que Mimi los aprobara.
Schuyler se sentía mal solo al escucharlos hablar sobre el evento. No solo porque el
evento en cuestion la alejaría para siempre de Jack, sino porque la forma en que Mimi
actuaba, ustedes pensarán comos I nadie se hubiese vinculado antes. La próxima
ceremonia tenía sus ventajas – Mimi estaba tan ocupada que su pequeño robo y sus
maliciosas travesuras finalmente habían cesado.
A veces Schuyler extrañaba tanto a Jack que sentía un vacío en su estómago que se
sentía como si jamás estuviera lleno. Ella deseaba que él no tuviera que esconder lo
que sentía por ella. Ella tenía que recordarse a sí misma que todo era un acto, pero a
veces su indiferencia parecía tan real que era difícil consolarse con recuerdos de sus
encuentros privados. A veces se sentía como si sus recuerdos fueran meras fantasias,
especialmente cuando ella lo veía en los pasillos de la escuela, o cuando él apenas
reconocía su presencia en su propia casa…
Hasta que otro libro fuera deslizado por su puerta, una señal de que era seguro
juntarse. La última vez había sido un delgado libro de poesía. John Donne. Esa noche
ella tuvo que sonreír y bromear sobre su anticuado gusto. Él le había preguntado que
tipo de poesía prefería, y ella le contó.
Arriba del atril, Edmund Oelrich continuó su lectura. “Uno de los trucos de los Croatan
es usar la ilusión para manipular a sus enemigos. No deben caer en el truco del ojo.
Deben usar su vista interna para ser capaces de ver lo que realmente está en frente de
ustedes. Usen el animadverto y sus recuerdos pasados para tomar una verdadera
decisión bien fundada”.
Él le pidió a Mimi que le entregara los papeles para la tarea de lectura de la semana.
Mimi se deslizó por el salón entregando las hojas con grapas. Cuando llegó a la mesa
de Schuyler, deliberadamente botó todos los libros de Schuyler al suelo.
“Oops!”, dijo falsamente.
Schuyler recogió sus libros con el ceño fruncido. Ella había tenido bastante de Mimi
para toda la eternidad. Ella se preguntaba como los otros vampiros la aguantaban. Si
ella tenía que pasar el resto de sus vidas lidiando con esa bruja, ella con mucho gusto
dejaría que los Sangre Plateada se la llevaran.
Ella seguía ceñuda mientras leía por encima. Luego sus ojos se abrieron. En la parte
superior de la página leyó: Vínculos vampíricos, una Historia.
Varios miembros se rieron por lo bajo de emoción y vergüenza, y Schuyler se ruborizó.
Ella notó a Oliver hojear el documento con un aire meditabundo, mientras Bliss
garabateaba en los márgenes.
Él jefe guardián aclaró su garganta antes de dirigirse nuevamente a su audiencia.
“Quiero hablarles hoy sobre los vampiros gemelos. A su edad, hay bastante interés en
este tema, y pienso que finalizaría esta reunión en una nota más placentera. Ustedes
están familiarizados con el vínculo. Cada uno de nosotros tiene un alma gemela que
fue formada en nuestro pasado celestial. Al paso de los siglos, pasamos cada ciclo
buscando nuestro gemelo para que podamos vincularnos al otro una vez más en una
nueva vida”.
Todo el color se extrajo del rostro de Schuyler al escuchar las palabras del guardián.
“A veces es difícil reconocer a nuestro espíritu gemelo en una caparazón física
diferente. O, como en algunos casos aislados, el gemelo de uno no ha sido llamado
para el mismo ciclo una y otra vez, y de esa manera se pierden en el tiempo. Hay
historias de amores que se han buscado en vano al pasar de los años, nunca
encontrando a su gemelo”.
Justo en frente de ella, Mimi comenzó a masajear la nuca de Jack.
“Como sea, esos son casos bastante extraños. Ya que solo hay cuatrocientos de
nosotros, no es muy difícil encontrar a la otra persona. Esta feliz reunión usualmente
resulta en un corto noviazgo y una presentación pública en el Baile Four Hundred. El
vínculo debe ser renovado durante cada ciclo. Renovar el vínculo renueva el espíritu de
vida que fluye en nuestras venas. Es uno de los misterios eclesiásticos. Pero quizás el
vínculo es donde todas las leyendas sobre el amor verdadero y romance en este
mundo provienen. Los Sangre Roja incluso tienen su propio nombre para aquello:
‘alma gemela’. Ellos han tomado varias de nuestras tradiciones y prácticas. Su
ceremonia de matrimonio es directamente derivada de nuestra comunión vampírica“.
“Encontrar a tu vampiro gemelo es una de las fases más felices y provechosas del ciclo
de uno. Sé que varios de ustedes ya han encontrado a los suyos, y los felicito. El vínculo
es una parte integral de nuestras vidas. Nos nutre y fortalece. Estamos incompletos sin
nuestro gemelo; somos la mitad de nosotros mismos. Solo cuando encontramos a
nuestro espíritu gemelo y nos vinculamos recuperamos todos nuestros recuerdos y
jeredamos nuestro potencial máximo”.
Schuyler no necesitaba escuchar o leer nada más. Ella miró a Mimi y Jack. Vio como la
luz enfrentaba su hermoso cabello platinado, cuan hermosos se veían los dos sentados
juntos. Vio con nueva comprensión como los dos se complementaban y equilibraban al
otro en cada atributo: la falta de sinceridad atenuada de Mimi con la elocuencia de
Jack, su agresividad controlada por el temperamento de él. Eran dos mitades de una
misma persona. Un par que combinaba. Schuyler sintió instintivamente que era una
parte de Jack que continuaría permanentemente inaccesible a ella; había una otredad
de él que ella jamás podría alcanzar.
Ella sabía que era raro para espíritus gemelos nacer en la misma familia en un ciclo,
pero no era insólito, y ha sido menos problema en el pasado, cuando faraones y
emperadores rutinariamente se casaban con sus hermanas.
En el evento que ocurría en la edad moderna, había un hechizo que evitaba que los
Sangre Roja notaran algo extraño. Mimi Force seguiría siendo Mimi Force después del
vínculo, excepto que los Sangre Roja asumirían que era porque ella era la esposa de
Jack y no su hermana. Los recuerdos eran fácilmente cambiables, la verdad maleable.
Schuyler vio a Jack voltearse a Mimi con una tierna mirada en su rostro. Por su parte,
Mimi simplemente se ruborizaba.
Todo al mismo tiempo, Schuyler sintió una tristeza profunda y dolorosa. Era
desesperado pensar que tendría alguna oportunidad real de felicidad duradera con
Jack.
Debía haber alguna forma, pensó desesperadamente. Debe haber una forma de
romper el vínculo y ser libre de amar a quienquiera que uno desee.
La hay.
Se sobresaltó. Por un momento había pensado oír la voz de Jack en su cabeza. Pero no
lo escuchó nuevamente. Aún así, ella sabía que pasaría. No lo había imaginado. De
pronto se sintió más ligera, y más optimista.
Aún debe haber esperanza para los dos.
CAPÍTULO 25
Bliss nunca entendió el encaprichamiento de Schuyler con Jack Force y deseaba que su
amiga dejara ese fantasma particular. Nada bueno podía salir de ello. Aunque Bliss era
un nuevo miembro del Comité y estaba comenzando a aceptar los caminos de su
especie, siempre había entendido una cosa: no debes fastidiar el vínculo. El vínculo era
algo serio. Nada separaría a Jack y Mimi; nada se suponía que debía entrometerse
entre ellos. Era imposible hasta pensar de otra manera. Bliss pensó que Schuyler
siempre lo tomaba demasiado a la ligera, lo que era raro para una chica que su propia
madre fue la primera de su raza en romper el vínculo y vivir (si pueden llamar a eso
vivir), con las consecuencias. Pero como ellos dicen, el amor es ciego.
Pero ella no dijo “te lo dije” después de la lectura. Bliss no era de ese tipo de amiga.
Tampoco de las que hablaban mientras se retiraban de una reunión del Comité. Oliver
se había marchado rápidamente, retirándose antes que la reunión haya acabado,
mientras Schuyler estaba deprimida y callada camino a casa de la escuela. Bliss no le
preguntó si ella aún se encontraba con Jack en ese apartamento del centro de la
ciudad – un secreto que un día Schuyler había soltado inocentemente, varios meses
atrás, cuando ella le dijo a Bliss sobre la llave que encontró en un sobre con una
dirección, el cual había sido deslizado bajo su puerta. Al día siguiente, cuando Schuyler
llegó a la escuela exaltada y distraída, Bliss tuvo que sumar dos más dos.
Bliss culpaba a Jack Force. Él debió saberlo. Él tenía acceso a la sabiduría de su pasado,
mientras que Schuyler era un espíritu nuevo, tan ciega y tonta como un Sangre Roja. Él
debió haber dejado a Schuyler.
Ambos padres de Bliss estaban en casa cuando ella llegó, lo cual la sorprendió.
BobiAnne usualmente tenía sus tratamientos de celulitis a esa hora, y Forsyth se
suponía que estaba en Washington por la semana. Ella puso su llave en la bandeja de
plata de la mesa principal y fue al vestíbulo, atraída por las voces discutiendo.
Sonaba como Forsyth y BobiAnne estuvieran gritándose. Pero Bliss prontamente se dio
cuenta que solo era su audición vampírica que la hacía verlo de esa forma. En realidad,
ellos solo estaban susurrando.
“Estás seguro que lo tienes completamente asegurado?”, esa era BobiAnne, sonando
más agitada de lo que Bliss en su vida la había escuchado.
“Positivo”.
“Te dije que te lo llevaras lejos”.
“Y te dije que eso no sería seguro”, dijo Forsyth bruscamente.
“Pero quien lo haría? Quien sabe que lo tenemos? Él ni siquiera se ha dado cuenta que
está perdiendo…”.
Hubo una risa vacía. “Tienes razón. Está destrozado. Está acabado. Todo lo que él hace
es llorar y estudiar minuciosamente viejos álbumes de fotos, o escuchar viejas cintas.
Trinity está al lado de sí misma. Es patética. No hay forma de que él lo sepa”.
“Entonces quien?”.
“Conoces mis sospechas”.
“Pero ella es solo una niña”.
“Ella es más que eso. Lo sabes”.
“Pero como podemos estar seguros?”.
“No podemos”.
“A menos…”.
Sus voces se apagaron, y Bliss subió sigilosamente la escalera hasta su dormitorio. Ella
se preguntaba de qué estaban hablando. Sonaba como si hubiesen perdido algo. Su
mente le enseñó el collar que llevaba puesto. Jamás lo había regresado a su padre
después de la noche del baile Four Hundred. Pero él jamás se lo había pedido de
regreso. No podía ser el collar, porque BobiAnne la había visto usarlo el otro día y
comentó cuan bien se veían con sus ojos.
Ella dejó sus cosas en su dormitorio y recogió el teléfono. Dylan había estado en su
mente todo el día después de la visita. Ella no podía creer que ni siquiera la recordara.
Ella no sabía si era mejor reír o llorar cuando pensó en él. Bliss cambió sus ropas de la
escuela y se puso algo más cómodo. Se metió a la cocina, donde encontró a Jordan
haciendo una tarea en la encimera.
“Qué sucede?”, preguntó Jordan, levantando la vista de sus libros. La chica tenía todos
los honores de su clase – algo que Bliss no consiguió hasta que su sangre vampiro le
diera un puntapié.
“Nada”, Bliss negó con su cabeza.
“Es sobre ese chico, cierto? Tu amigo?”, preguntó Jordan.
Bliss suspiró y asintió.
Ella estaba aliviada cuando su hermana no la presionó para hablar de ello. En lugar de
eso, Jordan partió su barra de Toblerone en dos. Era el dulce favorito de Jordan, y lo
reservaba en su dormitorio porque BobiAnne siempre arengaba sobre su peso.
“Gracias”, dijo Bliss, dando una mascada. El chocolate era dulce y delicioso como si se
derritiera en su lengua. Bliss estaba emocionada. Su pequeña hermana intentaba
hacerla sentir mejor de la única forma que ella sabía hacerlo. “Necesitas ayuda con
algo?”, preguntó, como una forma de decir que agradecía su considerado gesto.
“Nop”. Jordan negó con su cabeza. “De todos modos eres un caso perdido en
matemáticas”.
“Cierto”. Bliss se rió. Tomó el control remoto hacia la pequeña tv de plasma colgada en
la encimera. “Te molesta?”, preguntó, revisando los canales.
“Nah”.
CAPÍTULO 26
Una reunión de emergencia del Conclave fue convocada, y al final de eso Mimi estaba
sorprendida de encontrar a Bliss esperando afuera de las puertas. “Qué haces aquí?”,
preguntó, lanzando su bolso de gimnasia a su hombre. Ella había estado en el medio
de la sesión de dos horas de cardio antes de dirigirse a la Torre Force. Ella no había
tenido tiempo para cmabiarse o verse presentable. Su cabello aún estaba pegado a su
sudada frente.
“Forsyth me recogió de la escuela, y cuando recibió el citatorio, me trajo con él”, dijo
Bliss. “Qué sucede?”.
“Tu padre no te dijo?”, dudó Mimi, usando una muñequera afelpada para secar la
humedad de su mejilla.
“Algo que ver con la espada dorada?”, preguntó Bliss.
Mimi se encogió de hombros sin confirmar la suposición de Bliss. Ella estaba
especialmente molesta con Bliss, quien siempre había asumida que ella era más una
perdedora que una reina del baile de graduación en el gran plan de las cosas. los
críticos de moda y los que vestían a la moda no parecían comprender por completo a
la amazona de cabello rojizo. Después de abrir el espectáculo de Rolf Morgan, Bliss
había concertado más campañas publicitarias que nunca. Su rostro estaba en todas
partes – en carteleras, sobre los taxis. Ella era ineludible.
Mimi perdonaría la fama y gloria repentina – Dios sabe que eso es lo que le sucede a
todos en Nueva York – pero no podía perdonar a Bliss por elegir partes, especialmente
desde que estaba en el lado equivocado. Todos en la escuela sabían que Bliss y
Schuyler eran amigas. Mimi encontró denigrante que Bliss, una chica que no tenía la
aptitud social para insistir en el Duchesne sin la aprobación de Mimi, había dado vuelta
su espalda al grupo de moda para quedarse con el andrajoso grupo de inadaptados.
Ella no quería compartir la información con ella, pero la oportunidad para mandarla
dentro del estatus a su ex amiga era demasiado para que Mimi se resistiera. “Es la
espada de Michael”, explicó. “La Cuchilla de la Justicia”.
“Qué hay con eso?”.
“Está perdida. Charles citó a reunión tan pronto en cuanto descubrió que había
desaparecido”. Mimi había llegado al Conclave para encontrar a su padre en la
cabecera de la mesa. Charles había estado furioso. Él estaba seguro que alguien del
Conclave la había tomado, y comenzó la asamblea acusando a varios miembros de
robo.
Bliss miró alrededor a los miembros, quienes abandonaban la reunión susurrando en
grupos. “Por qué es importante?”.
“Duh. No lo recuerdas? Es la espada del Arcangel. Hay solo dos en el mundo. Gabrielle
tiene la otra, por supuesto – ya sabes, Allegra – pero nadie sabe donde desapareció
cuando ella DESERTÓ. Ha estado perdida por décadas. Pero la de Charles, de Michael…
él la mantenía en una cerradura a prueba de sangre en su estudio. Pero alguien lo
traspasó. Se ha ido. Él está seguro que el Croatan la tiene”, explicó Mimi. La cerradura
a prueba de sangre era la seguridad más poderosa que los Sangre Azul tenían en su
arsenal. Solo la sangre de un Arcangel puede abrirla. Era un misterio imposible. Con
Allegra en coma, no había más sospechosos.
“Qué tiene que ver con los Sangre Plateada?”, Bliss quería saber, mientras chupaba la
venda que cubría su pulgar. Ella se había despertado una mañana y se encontró
sangrando. Raro. Quizás se había astillado en el sueño?.
“Solo la espada de un Arcangel puede matar a otro Arcangel. No puedo creer que no
sepas eso, Bliss”, la regañó Mimi. “No has hecho tus lecturas?”.
“Pero por qué Charles querría matar a Allegra?”.
“Allegra no. Dios, tengo que explicartelo todo? Si Lucifer está afuera – ya sabes, el
Príncipe de la Oscuridad? Lucifer es un ex Arcangel. Es la única cosa que puede
matarlo. Las espadas normales de los Sangre Azul – las obtienes antes de ser
vinculado, por cierto, o no recuerdas eso tampoco? Estas solo trabajan contra
cualquier viejo Sangre Plateada. Pero la espada de Michael es la única que puede
matar a Lucifer”.
“Y ahora ha desaparecido”.
“Si. Apesta. Charles realmente la va a perder si la espada le sucede algo durante su
cuidado”, suspiró Mimi. Se veía realmente mal para su padre. Ella podía sentir que
habían miembros del Conclave que sospechaban de este “robo”. Pero por qué Charles
robaría su propia espada? Ellos creían que Michael, Puro de Corazón, consortaría con
los Sangre Plateada?.
Bliss miró alrededor por su padre. Forsyth aún estaba en la sala, probablemente
hablando con Charles. “A si que quién piensan que la robó?”.
“No tienen idea; aunque Charles dijo que Kingsley fue la última persona que lo visitó
en su estudio. Sé que jamás debieron confiar en ese perdedor. De todos modos, el
equipo de Kingsley está incomunicado en Río. No pudieron contactarlo con telepatía. Y
Lawrence tampoco ha aparecido. Es un caos”, dijo Mimi un poco alegre.
“Espero que no piensen que Dylan está detrás de esto. Él no puede ser”, dijo Bliss
nerviosamente.
“De qué estás hablando?”, preguntó Mimi. “Dylan? Por qué tendría que estar
involucrado? Que no desapareció hace un par de meses? Él es como, historia”. Mimi
débilmente recordaba la historia de cómo Dylan rompió la ventana de Bliss antes de
ser atrapado por un Sangre Plateada. Bliss había estado sin consuelo durante días, y
Mimi había intentado consolar a Bliss recordándole que ese monstruo pudo habersela
llevado también. Ella era afortunada de estar viva. El Conclave envió un equipo a
investigar y localizar el paradero de Dylan, pero los Venators no encontraron nada.
“No lo sabes?”, dijo Bliss.
“Saber qué?”.
“Dylan regresó y está en rehabilitación”.
“Estás segura que estamos hablando del mismo tipo. Dylan – tu muerto ex y el chico
que mató a Aggie? El que se convirtió en un Sangre Plateada?”, exigió Mimi. Bliss no
era la más lista de la clase. Una chica que aún vestía vestidos de la última temporada
en mayo era totalmente despitada, hasta Mimi estaba preocupada.
“Si”.
“Por qué sabría de esto?”, preguntó Mimi.
“Estás en el Conclave. Lo entregué a Fprsyth. Él dijo que le haría saber al Conclave, así
todos podrían tomar una decisión. Él dijo que los miembros del consejo decidieron
enviarlo a Transiciones”.
Mimi negó con su cabeza, viendose perpleja. “No. Tu padre jamás lo mencionó en una
reunión. No haríamos tal cosa”, ella miró a Bliss como si estuviera loca. Cuan extraño
era que Forsyth ocultara algo como eso al Conclave.
“Eso es extraño, por qué me mentiría?”.
“Quien sabe?”, Mimi estudió a Bliss. “Dylan de verdad regreso? Estás segura?”.
Bliss asintió. “Lo visitamos la semana pasada”.
“Llévame con él. Le haré saber a Forsyth que necesito hacer un reporte de Dylan para
el Conclave”.
LA ESTRELLA HOUSTON
ANUNCIO DE NACIMIENTO
CAPÍTULO 27
Porque Mimi quería ver a Dylan inmediatamente, decidieron visitarlo el día siguiente,
lo que significaría saltarse clases nuevamente. No es que a Bliss le importara
demasiado. Sus calificaciones era la cosa más alejada en su mente. Esa noche, Bliss no
le preguntó a su padre por qué él no le dijo al Conclave sobre Dylan. Ella estaba
cautelosa en hacerle saber que ella sabía que él estaba manteniéndole secretos.
Forsyth debió tener sus razones, pero de alguna forma Bliss tenía el presentimiento
que no compartiría su secreto.
La siguiente tarde Bliss le hizo un regalito a Dylan. Ella sabía que él estaba recibiendo el
mejor cuidado que el dinero pudiera comprar, pero Transiciones no tendría el CD más
nuevo de inbdie-rock o una copia de Absolute Sandman. Ella pensó que quizás si él
tenía un par de sus cosas favoritas, podría hacerlo recordar quien era, y en tándem, lo
que Bliss quería para él. Ella no quería rendirse. Incluso había decidido dejar de sentir
rechazo sobre lo que sucedió cuando ellos se enrollaron esa fatídica noche. Quizás
Dylan perdiendo el control con ella era solo parte de su enfermedad.
Jordan caminaba por la entrada y echó un vistazo en el dormitorio de Bliss. “Vas a ir a
Saratoga otra vez?”, preguntó.
“Si. Mimi quiere ir a ver a Dylan por el Conclave. Y su doctor va a estar ahí hoy.
Finalmente podré preguntarle qué le sucede”, explicó Bliss, doblando una nueva
chaqueta de cuero que había encontrado su estilista en Barneys y la metió a la bolsa
de compras.
Su hermana entró y se sentó en la cama, observando el paquete de Bliss. “Oye… quería
preguntarte… sabes como lo hacías para tener tus perdidas de conciencia?”.
“Uh-huh”, Bliss asintió, decidiendo en contra, llevar el oso Teddy en una “recuperada”
polera que compró en un impulso con una tarjeta de compras. Dylan definitivamente
pensaría que era cursi. Él siempre se reía de ella por tener tantos animales sobre su
cama.
“Aún las tienes?”.
Bliss se detuvo y pensó en ello. Las pérdidas de conciencia solían venir con una
regularidad desconcertante. Ella se desmayaría y despertaría en otro lugar
completamente diferente al donde ella había estado, sin conocimiento de cómo llegó
ahí. “No. Y no he tenido pesadillas en meses”.
“Eso es bueno”, dijo Jordan, viendose aliviada.
Pero Bliss no había terminado de hablar. “Es como, si las tuviera ahora durante el día.
Como el otro día – vi esta cosa rara. Estaba sosteniendo mi cepillo y me convertí en
eso, como una serpiente dorada. Se me pusieron los pelos de punta”.
Jordan palideció. “Serpiente dorada?”.
“Si”.
“Y el otro día miré al cielo, y vi ese dragón de siete cabezas. Me volví loca”.
“Sucede a menudo?”, preguntó Jordan.
Bliss se encogió de hombros. “Algo así. Le pregunté a papá de eso. Dijo que todo
era…”.
“Parte de la transformación”, intervino Jordan.
“Si”. Bliss terminó de empacar. Su teléfono celular sonó. Mimi estaba abajo con el
auto, esperando. Jordan aún estab de pie ahí, con una extraña expresión en su rostro.
Ella se veía como si estuvieramos luchando con una decisión. “Qué pasa?”, preguntó
Bliss.
“Nada”. Jordan negó con la cabeza. “Diviertete visitando a tu amigo”.
Bliss no había pasado el rato con Mimi en meses, y al principio pensó que sería
incómodo entre ellas, pero ella había olvidado cuan egocéntrica podía ser Mimi Force.
Mimi charlaba fácilmente durante el camino, charlando sobre su nuevo reparto de
humanos conocidos, que incluía a los chicos más apuestos de Collegiate y Horace
Mann, junto con un chico universitario o dos, también como sus planes para el verano:
un programa intensivo de inmersión China en Beijing, ya que ella quería exponer
fluidez lingüística para su solicitud de ingreso a Stanford el próximo año.
“No es gracioso? El chino es el único idioma que no está en mis recuerdos. Huh. Me
quedo con Wah y Min, ya sabes esos gemelos chinos que conocimos en el baile Four
Hundred?”, se rió Mimi.
Cuando llegarona Transiciones, Dylan estaba solo en su habitación, viendo tv.
“Hola…Bliss… cierto?”, preguntó, apagando la tv. “Y tu eres?”.
“Mimi”. Ella lo miró con dureza. “De verdad no nos recuerdas?”.
“La recuerdo a ella”, dijo Dylan con timidez. “Ella me ha visitado unas veces”.
“Te traje un par de cosas”, dijo Bliss, entregándole una gran bolsa de regalos.
“Genial”, dijo Dylan, revisando la bolsa. “Para qué es esto?”, preugntó, sosteniendo la
chaqueta de cuero negro.
Bliss se sintió avergonzada. “Yo…ehm… solías tener una…”.
“No, es…. Dios, es genial”. Dylan se la puso. Él se veía tan apuesto con ella como con la
antigua. Él le sonrió, y su corazón latía rápidamente. Él siguió revisando la bolsa y sacó
una caja de iPhone.
“Pensé que quizás quieras una”, dijo Bliss. “Espero que no te moleste. Ya programé mi
número en él”.
“Bliss”, preguntó Mimi. “Nos podrías dejar a solas por un rato? Me gustaría hacerle
algunas preguntas a Dylan”.
“Seguro”.
Bliss dejó la habitación. Unos minutos después, Mimi abrió la puerta. Ella miraba a
Bliss con una mezcla de lástima y desprecio. “Y bien?”, preguntó Bliss.
“Parece como si realmente no tuviera recuerdos”, dijo Mimi.
“Te lo dije”.
“Es increíble. Es como si fuera una pizarra en blanco”.
“Dices eso como si fuera algo bueno”. Bliss fulminó con la miradaa Mimi y entró a la
habitación.
“Qué quería saber ella?”, le preguntó a Dylan.
Dylan se encogió de hombros. “No mucho… solo unas cosas raras – y algo sobre unos
vaqueros o algo así. De verdad no entiendo lo que era ella depsués. Le dije que ni
siquiera sabía mi nombre cuando desperté”.
“De verdad no tienes idea quien soy?”, preguntó Bliss, sentándose al lado de Dylan en
la cama.
Él miró abajo al libro de cómic que estaba hojeando y lo dejó a un lado. Luego levantó
su mano y tomó la de ella. Ella estaba sorprendida y lo miró con miedo… con
optimismo…
Dylan frunció el ceño y finalmente dijo. “No sé quien eres. Pero sé que cada vez que te
veo, me siento mejor”.
Bliss apretó su mano y él se la apretó. Se sentaron sosteniendo sus manos por un largo
tiempo. Hasta que Mimi golpeó en la puerta para hacerle saber a Bliss que el doctor de
Dylan estaba listo para verlas.
Mientras caminaban al edificio principal. Mimi se sacó sus gafas de sol y torció la visa a
la figura caminando hacia la casita de Dylan. “Oye, ese no es Oliver Hazard-Lo que
sea?”.
“Si”, dijo Bliss. Oliver le había dicho que podía visitar a Dylan después de clases.
Aparentemente salía bastante para hacerle compañía a Dylan. Los dos jugaban ajedrez.
Dylan puede haber perdido su memoria, pero él no había perdido su habilidad para
matar a Oliver en el juego, Oliver le había contado.
“Espera. Quiero conversar con el un poco”, dijo Mimi, dirigiéndose a su dirección.
Bliss se preguntaba de qué rayos Mimi querría hablar con Oliver. Los dos se
despreciaban mutuamente. Pero ellos estaban demasiado lejos para poder escuchar.
Ella notó que cuando Mimi regresó, ella se veía extremadamente satisfecha, incluso
más de lo usual.
En cuanto a Oliver, Bliss no tuvo oportunidad de mirarlo. Lo que sea que Mimi le haya
dicho lo conmocionó bastante, él nunca debió visitar a Dylan ese día.
CAPÍTULO 28
Ella escuchó el auto antes de que doblara en la esquina. Un suave ronroneo de motor
que crecía a un enorme rugido. Se detuvo en el callejón atrás del edificio Perry Street.
Un convertible Jaguar gris plateado XKE 1961, elegante y maravilloso como una bala,
con Jack Force al volante.
Schuyler entró al auto, admirando su clásica terminación, sus indicadores antiguos de
plata y simples mecanismos anticuados. Jack se puso en marcha y el auto rugió por la
autopista.
Ellos tendrían solo un par de horas juntos, pero era suficiente – aunque, por supuesto,
nunca sería suficiente.
Cada día se acercaba cada vez más el vínculo.
Ella había espiado las invitaciones, y había una para ella. Al principio había estado
sorprendida, luego se dio cuenta que era una forma de Mimi para hacerla saber donde
estaba ella. El otro día le había dado un vistazo a Mimi en su vestido del vínculo.
Schuyler no sabía quien era la más tonta – ella o la chica en el vestido blanco. Ambas
estaban enojadad por estar enamoradas del mismo chico.
Jack era el tonto, pensó Schuyler, observándolo maniobrando con habilidad por la
calle. Un tonto loco. Pero ella lo amaba, Dios cuanto lo amaba. Ella solo deseaba no
tener que esconderse, que pudieran declarar su amor al mundo. La otra noche ella le
había dicho que estaba cansada de esconderse en un lugar. Tanto como el
apartamento proporcionado como escape, también era una prisión.
Schuyler anhelaba estar con él en otro lugar, incluso por una noche. En respuesta Jack
le deslizó una nota esa mañana diciéndole que lo encontrara en el crepúsculo en la
ubicación designada. Ella no tenía idea lo que estaba planeando, pero la pequeña
sonrisa que ahora jugaba en el borde de sus labios insunuaban una sorpresa
maravillosa.
Jack condujo el auto por el puente a Nueva Jersey. En unos cuantos minutos
ellosentrarían a un aeródromo privado en Teterboro, donde un jet los estaba
esperando.
“No puede ser verdad”. Schuyler se rió y aplaudió con sus manos cuando vio al
aeroplano.
“Dijiste que querías escaparte”. Sonrió Jack. “Qué tal Tokio? O Londres? Seoul? Me
siento como barbacoa. Madrid? Bruges? Donde te gustaría ir esta noche? Esta noche el
mundo es tuyo, como yo”.
Schuyler no preguntó donde estaba Mimi; no le importba y no quería saberlo. Si Jack
iba a arriesgarse, entonces ella no necesitaba preugntar.
“Vienna”, decidió Schuyler. “Hay una pintura ahí que siempre he querido ver”.
A si que esto es ser como uno de los vampiros más ricos y poderosos del mundo, pensó
Schuyler, mientras seguía a Jack dentro de la Osterreichische Galerie en el palacio
Belvedere. El museo estaba cerrado por la noche, pero cuando ellos llegaron a la gran
puerta de entrada un guardia de seguridad los saludó, y el encargado los guió por la
galería.
“Esta es la que estaba buscando?”, preguntó el encargado, apuntando a la pintura
oscura en el medio del salón.
“Si”. Schuyler tomo un respiro y miró a Jack para tranquilizarse. En respuesta él apretó
su mano.
Ella se acercó a la pintura. Ella tenía un poster desteñido de la misma imagen en su
dormitorio. La realidad la dejaba pasmada. Los colores eran mucho más vibrantes y
atractivos, frescos y vivos. Egon Schiele siempre había sido uno de los artistas favoritos
de Schuyler. Siempre se sintió atraída por sus retratos – esas duras, y tortuadas líneas,
las figuras demacradas, la elocuente tristeza aplicada tan gruesa como la pintura.
Era llamado simplemente El Embrujo, y representaba a un hombre y una mujer con sus
cuerpos entrelazados. Había una energía feroz en la pieza, y Schuyler sentía como si
ella pudiera sentir la intensa conexión de la pareja. Y la pieza era lejos de lo romántico.
Estaba cargada de angustia, como si las dos personas de la pintura supieran que su
abrazo era el último.
Había una melancolía en su arte – no era para todos. En la clase de expresión de arte
de Schuyler todos estaban enamorados de la obra maestra de Gustav Klimt The Kiss.
Pero Schuyler pensó que gustarle esa pintura era demasiado fácil; era una decoración
de residencia, una típica elección segura.
Ella prefería locura y tragedia, soledad y tormento. Schiele había muerto joven, quizás
por su corazón roto. Su profesor de arte siempre les hablaba de “calidas de arte
redentor y transformador”, y mientras estaba en frente de la pintura Schuyler
comprendía totalmente lo que significaba.
Ella no tenía palabras para lo que estaba sintiendo. Sintió la mano de Jack en la suya –
tan fría y seca, y se contaba como la chica más afortunada del mundo.
“A donde ahora?”, preguntó Jack mientras abandonaban el museo.
“Tú elige”.
Jack levantó una ceja. “Detengámonos por un café. Tengo un gusto por la torta
Sacher”.
Ellos cenaron en el tejado de un edificio y observaban el amanecer en el horizonte.
Una de las ventajas de se vampiro era que era fácil ajustarse a la agenda nocturna.
Schuyler no necesitaba tantas horas de sueño como las que solía necesitar, y por las
noches cuando se reunía con Jack, difícilmente dormían.
“Es esto lo que querías?”, preguntó Jack, inclinándose sobre la pequeña mesa
desvencijada y echándole más vino.
CAPÍTULO 29
El doctor de Dylan era semejante aun oso, con una barba completamente poblada y
una forma de caminar inclinada y con pesadez. Vistanlo con un traje rojo y envíenlo
bajo la chimenea, pensó Bliss, sin confiar en poner toda su fé en el hombre torpe,
aunque él era un destacado Hematólogo y venía de una antigua familia Sangre Roja de
Conductos de confianza.
“Mi secretaria me dijo que son amigas de Dylan Ward. Sé que han estado intentando
comunicarse conmigo. Me disculpo por el retraso en responderles. Ha sido una
semana bastante ocupada. Alguien escabulló a un conocido humano en uno de los
dormitorios, y casi fue un baño de sangre”, se estremeció. “Pero no se preocupen,
todo está bajo control por ahora”. El doctor sonrió.
“Seguro”. Bliss asintió y tomó asiento al otro lado de su escritorio. “Somos sus amigas.
Gracias por atendernos”.
“No soy su amiga. Estoy aquí para averiguar qué está sucediendo con él para el
Conclave”, dijo Mimi bruscamente. “Soy un Guardián”.
Él levantó una ceja. “Te ves joven para tu edad”.
Mimi sonrió. “Cuando piensas en ello, todos lo hacemos”.
“Quiero decir, para alguien en tu posición”, dijo nervioso, tosiendo y revolviendo
papeles en su escritorio.
“Vaya al punto, Doctor. No vine aquí para debatir las políticas del Conclave. Qué
sucede con ese caso perdido?”.
El Dr. Andrews abrió el expediente en frente de él e hizo una mueca. “Dylan parece
tener una forma de desorden post- traumático de estrés. Lo hemos inscrito en varias
terapias de regresión para ayudarlo a recobrar sus recuerdos. Pero hasta el momento
no ha hecho alguna conexión a nada. Ni siquiera recuerda lo que le sucedió hace cien
años o lo que le sucedió hace un mes”.
Era justo a lo que Bliss temía. Dylan era como un bote desamarrado, sujeto a nada y a
nadie. “Entonces él solo tendrá amnesia para… siempre?”.
“Difícil de decir”, dijo el doctor vacilante. “No nos gusta fomentar falsas esperanzas”.
“Pero por qué”, dijo Blis, sintiéndose extremadamente inquieta, “Por qué sucedió?”.
“La mente hace eso algunas veces; borra todo en orden de función. Para embotar la
fuerza de un trauma reciente”.
“Él lo ha pasado mal”, susurró Bliss.
“Ataque de un Sangre Plateada y todo eso”. Asintió Mimi.
Él doctor consultó su expediente nuevamente. “Eso es algo interesante. Como le dije al
Senador Llewellyn, en la medida que podemos determinar, no hay señales de
corrupción de Sangre Plateada en su sangre. Él fue atacado, sí, y torturado
gravemente, pero estamos escépticos de que él haya realizado la Caerimonia con otro
compañero vampiro. No completó el proceso. O déjenme acalrarlo: él ni siquiera lo
comenzó”.
Bliss quedó perpleja. “Pero…”.
“Esoe s ridículo”, dijo Mimi rotundamente. “Todos sabemos que Dylan asesinó a Aggie.
Ella estaba drenada por completo. Y él era el único sospechoso. Incluso se lo confesó a
Bliss”.
“Lo hizo”, concordó Bliss.
Dr. Andrews negó con su cabeza. “Tal vez fue engañado, o manipulado para pensar
que él era uno de ellos. Nuestras conclusiones son completamente definitivas”.
“Forsyth sabía esto? Que Dylan era inocente?”, preguntó Mimi con dureza.
El doctor asintió. “Lo llamé tan pronto en cuanto llegaron los exámenes”.
Mimi rió con una risa sarcástica. “Si Dylan no es un Sangre Plateada y no tomó a Aggie,
eso quiere decir que probablemente él no estaba mintiendo cuando me dijo que no
sabía donde estaban los vaqueros que ella me había pedido prestado”.
“De qué estás hablando?”, preugntó Bliss, con su mente dando vueltas.
“Olvídalo”. Mimi se encogió de hombros. Se puso de pie, y Bliss la siguió. “Muchas
gracias por reunirse con nosotras, doctor. Ha sido de gran ayuda”.
Bliss no podía concentrarse. Sus dedos temblaban mientras abotonaba su abrigo.
Golpeó su rodilla con la mesa y casi tropieza.
Dylan era inocente.
Él noe ra un Sangre Plateada o a punto de convertirse en uno.
Él era una víctima.
Por meses, todos en la comunidad habían creído en la culpabilidad de Dylan en el
asesinato de Aggie Carondolet. Que él había despachado a las otras víctimas, atacado a
Schuyler, y herido mortalmente a Cordelia. Él le había dicho a Bliss que había hecho
esas cosas. y ella le había creído.
Pero qué sucede si él solamente estaba encubriendo a alguien más? Qué sucede si solo
estaba haciendo pensar que estaba infectado?.
Y si no había sido Dylan quien hizo todas esas cosas, entonces quien?.
CAPÍTULO 30
Era de noche cuando Schuyler dejó el paartamento en Perry Street. Su rostro aún
estaba colorado de los besos de Jack, sus mejillas y labios eran un prometedor rojo
profundo. Como todo en Nueva York, Schuyñer estaba rebosante de salud. Un beso
por un beso por un beso, pensó, aún confundida por su noche en Vienna. Ellos habían
regresado y arreglado para su escondite para una ducha y cambiarse de ropa.
Jack se marchó primero – saliendo inadvertido por la puerta del lado – y ella había
esperado la media hora necesaria antes de salir.
Ella sonreía suavemente para sí misma, intentando calmar su cabello salvaje en un
inesperado viento, cuando vio a alguien que no esperaba ver.
Él estaba de pie al otro lado de la calle, mirándola con una mirada de horror y
consternación. Una mirada en los ojos de Oliver y ella supo que él sabía. Pero como?
Como pudo saberlo? Ellos habían sido tan cuidadosos manteniendo su amor en
secreto.
La pena estaba en todo su rostro que era demasiado para aguantar. Schuyler sintió las
palabras atrapadas en su garganta mientras cruzaba la calle para estar en frente de él.
“Ollie… no es…”.
Oliver le lanzó una mirada de odio, se dio vuelta, y comenzó a caminar, luego salió
corriendo.
“Oliver, por favor, déjame explicarte…”.
En un destello, ella estaba de pie en frente de él. Él podía correr, pero no podía dejarla
atrás. “No hagas esto. Háblame”.
“No hay nada que decir. Lo vi marcharse, y luego, justo como ella dijo, esperé media
hora, y luego tú te marchaste. Estabas con él. Me mentiste”.
“Yo no – no es eso – Oh Dios, Oliver”. Los sollozos tomaban forma, Schuyler sintió su
tristeza y furia inundándola. Si solo él la golpeara, si solo él la azotara – hacer algo en
vez de estar de pie ahí viéndose tan devastado que ella solo podía sentirse más
devastada.
Comenzó a llover. Nubes de tormente se abrían en lo alto, y caían las primeras gotas
de lluvia, luego les caía encima. Ellos se iban a empapar.
“Tienes que elegir”, dijo Oliver, mientras la lluvia se mezclaba con lágrimas que caían
por sus mejillas. “Estoy cansado de ser tu mejor amigo. Estoy cansado de ser tu
segunda opción. Ya no aceptaré eso. Es todo o nada, Schuyler. Tienes que decidir. Él o
yo”.
Su mejor amigo y Conducto, o el chico que amaba. Schuyler sabía que sucedería esto
algún día. Que tendría que perder a uno para tener al otro. Que este juego traería
consecuencias. Que no continuaría con lo que tenía – con un amor vampiro y un
conocido humano, sin darse cuenta de ello. Ella le había mentido a Oliver, le mintió a
Jack, le mintió a todos, incluyéndose ella misma. Pero sus mentiras finalmente la
atraparon.
“Eres egoísta, Schuyler. Jamás debiste haberme convertido en tu conocido humano”,
dijo Oliver impasible. “Pero dejé que ocurriera porque me preocupé por ti. Estaba
preocupado en qué te sucedería si no lo hacía. Pero tú – si alguna vez te importé, si
alguna vez pensaste en mí, debiste haber tenido la decencia de contenerte. Sabías
exactamente lo que siento por ti, y de todos modos me utilizaste”.
Él tenía razón. Schuyler asintió sin habla mientras la lluvia caía a mares sobre su
cabello y sus ropas, sus prendas se empaparon. Oliver siempre había sido el más
sensible de los dos. Él se había enamorado de su mejor amiga, la había amado desde la
primera vez que se conocieron, la llevó en el corazón durante años, pero si ella no
hubiese realizado la Caerimonia, no hubiese bebido su sangre, no hubiese dejado su
huella en su alma, quizás algún día él hubiese dejado de sentir ese sentimiento por
ella.
Si hubiese encontrado a otro conocido humano, si hubiese escogido a otro chico, el
enamoramiento de Oliver pudo haber marchitado en un suave y no vinculante afecto.
Oliver habría sido capaz de madurar, amar a una chica Sangre Roja, tener su propia
familia algún día. Pero ella lo hizo suyo. Ella había sellado su afecto con esa primera
mordida tentadora. El Beso Sagrado lo marcó como su pertenencia.
Ella había actuado con egoísmo, innecesariamente, imprudentemente.
Él no tuvo más opción que amarla. Incluso si él la dejaba ahora, jamás amaría a otra
persona; siempre estaría solo.
Él estaba condenado, y ella maldijo a ambos con su debilidad.
“Lo lamento”. Los ojos de Schuyler estaban repletos de lágrimas. No habría otra forma
de hacerlo correcto.
“Si lo lamentas, lo dejarás. Jack jamás será tuyo, Schuyler. No como yo que soy tuyo”.
Ella asintió, llorando amargamente, secando sus lágrimas y su nariz goteando con una
manga húmeda. Ella sabía que se veía tan desdichada como se sentía.
Oliver se ablandó. “Vamos, salgamos de la lluvia. Vamos a agarrarnos un resfrío”. Llevó
gentilmente a Schuyler a refugiarse a una tienda con toldo.
“Eres demasiado bueno conmigo”, susurró Schuyler.
Oliver asintió. Él sabía qué era amar a alguien que no le correspondía – o no podía –
amarle. Pero no tenía otra opción. Ninguno la tenía.
CAPÍTULO 31
“Sky, te ves fatal. Qué sucede?”, preguntó Bliss, encontrando a Schuyler taciturna en la
entrada de su habitación. Los ojos de Schuyler estaban rojos del llanto, y estaba
limpiándose la nariz con un pañuelo.
“Tu criada me dejó entrar. Espero que no te moleste. Están tus padres por aquí?”,
preguntó Schuyler, aún lloriqueando.
“No. Están en alguna campaña de recaudación de fondos. Lo que es nuevo. Entra. No
es que les importe de todos modos. Sabes que les agradas”, dijo Bliss. Tan pronto ella
lo dijo, Bliss se dio cuenta que no estaba seguro de que eso fuera cierto. Sus padres
jamás mostraron algún interés en sus amigos. Ellos aún asumían que ella pasaba el
rato con Mimi Force. Eso demuestra cuan despistados eran. Ni siquiera han conocido a
Schuyler u Oliver.
“Estás bien?”, preugntó Bliss.
Schuyler negó con su cabeza. Siguió a Bliss hasta su dormitorio y se subió a la cama,
apoyándose en las almohadas y cerrando sus ojos. “Oliver me odia”, dijo ella con un
extraño llanto mientras restregaba sus ojos. “él vio… a… los dos… Jack y…”.
“Lo sabe”. Bliss asintió. A si que eso era lo que Mimi le dijo a Oliver esa tarde.
En repsuesta, Schuyler agarró la afelpada almohada y se la puso detrás de su cuello.
“Si”.
Bliss suspiró. Recogió el control remoto de la tv y comenzó a revisar los programas
grabados. “Viste el último episodio de The Beach?”.
“No, pónlo”, animó Schuyler. El invento de “reality show” sobre vidas de tres frívolas y
extrañamente fascinantes rubias de Los Angeles era su favorito.
“Entonces como lo descubrió?”, preguntó Schuyler, manteniendo sus ojos en la
pantalla. Luego pausó la imagen y se volteó a Schuyler. “Aunque, supongo que no
importa. Sabías que al final lo haría”.
“Lo sé”, dijo Schuyler. “Desearía que no me miraras de esa forma. Sé lo que estás
pensando”.
“No he dicho nada”.
“No tienes necesidad de hacerlo”.
Bliss frotó la espalda de Schuyler. Ella era comprensiva, pero Schuyler sabía lo que
estaba haciendo cuando se enrolló con Jack. Ella había alejado a un amigo, y para qué
– Jack Force? Qué le vio de todos modos?.
“Mira, debo decirte algo: Mimi y yo visitamos a Dylan hoy”, dijo Bliss. Ella repitió todo
lo que el doctor le dijo.
Schuyler estaba asombrada y confundida. “Entonces si no fue Dylan quien mató a
Aggie y a todos los demás – quien fue?”.
“Quien sabe?”.
“Alguien más sabe de esto? Que no lo hizo?”.
“Alguien más que Mimi y yo? Si. Forsyth”, dijo Bliss. Ella se dio cuenta que de alguna
forma últimamente no podía permitirse llamarlo “Papá”. “Dr. Andrews dijo que lo
llamó una vez que llegaron los exámenes”.
“Pero tu padre no te mencionó nada?”.
“Ni una palabra”.
“O al Conclave?”.
“Mimi dijo que Forsyth no les contó sobre Dylan”, dijo Bliss, sintiéndose más y más
avergonzada por las acciones de su padre.
“Me pregunto por qué…”.
“Quizás el quería ayudarme”, dijo Bliss a la defensiva. “Él sabía que el Conclave querría
destruír a Dylan, a si que se los ocultó”.
“Pero Dylan no es un Sangre Plateada”, dijo Schuyler. “Y jamás lo fue. Asi que no hay
amenaza que pueda ser destruido. Ellos realizaron el examen, y lo pasó. Oye, qué hay
con la maleta?”, preguntó, indicando a la Tumi con ruedas empacada a la mitad a los
pies de la cama de Bliss.
“Oh si, nos vamos”.
“A donde?”.
“Río. Forsyth dijo que Nan Cutler llamó a una reunión de Conclave importante, les dijo
que tu abuelo necesitaba ayuda, y ahora todos van”.
“Qué tipo de ayuda?”, exigió Schuyler.
“Oye – no te preocupes”, dijo Bliss, viendo la expresión de pánico en el rostro de su
amiga. “Estoy segura que todo está bien”.
“No he escuchado a Lawrence en bastante tiempo”, admitió Schuyler. “He estado tan
enganchada con Jack que ni siquiera lo he notado. Qué más dijo Forsyth?”.
Bliss fue reacia para decirlo, pero decidió que Schuyler tenía derecho a saberlo. “No
estoy cien por ciento segura, pero sonaba como si Lawrence estaba en una especie de
problema”.
“Qué tipo de problema?”.
“Ojalá pudiera decirte. Todo lo que sé es que esta mañana Forsyth nos dijo a todos que
íbamos a Río. Asuntos del Conclave”, apuntó el control remoto en dirección de la
pantalla de la tv y adelantó los comerciales.
El show comenzó, y Bliss metió la mano bajo su cama y le entregó a Schuyler una bolsa
de sus papas fritas jalapeñas favoritas. “De todos modos no te preocupes por Ollie. Ya
volverá en sí. Sabes que lo hará”.
“No lo sé. De verdad creo que me odia, Bliss. Me dijo que era él o Jack. Que tenía que
escoger”.
“Y qué dijiste?”.
“Nada”, Schuyler parpadeaba intentando controlar las lágrimas. “No puedo elegir.
Sabes que no puedo”. Lanzó la bolsa vacía y golpeó una almohada. “Todo está mal”.
Bliss mantenía un ojo en la tv y el otro en su amiga. Sinceramente ella acordaba con el
juicio de Schuyler. Todo se sentía podrido. Era como cómo Forsyth no había sido
directo con ella sobre Dylan. Algunas veces se sentía como si todos estuvieran
mintiendo sobre todo.
Después de unos minutos de ver a la estrella principal del programa romper con su
novio por enésima vez, Schuyler habló. “Sabes, no he oído nada de Lawrence desde
que ha estado allá, excepto esos deseos de que el clima estuviera más frío. Si
realmente está en peligro, no crees que me habría dicho algo? Quizás enviarme un
mensaje?”.
“Quizás no quiere preocuparte”, dijo Bliss. “Probablemente lo está haciendo para
protegerte. Si algo malo sucede en Corcovado, él dijo que quería que te mantuvieras
lejos de ahí”, le recordó.
“Supongo”. Schuyler jugaba con una borla en su almohada.”Pero se siente extraño,
sabes? Quiero decir, Lawrence no confía en nada con el Conclave. No desde
Plymouth”, dijo ella. “Por qué los llamaría ahora?”.
“Qué piensas?”, preguntó Bliss. Ella notó que había una mirada decidida en los ojos de
Schuyler. Al menos la chica finalmente dejó de llorar por esos chicos. Esta era la
Schuyler que ella conocía y admiraba.
“Voy a ir para allá. Si Lawrence está realmente en peligro, debo ayudarlo. D eotro
modo no podré vivir tranquila conmigo misma”.
bien, sabes. Estar tan cerca de ella. Pero no era eso. Eramos amigos. Estábamos juntos.
Me gustaba del modo en que piensa. Como el sonido de su risa. Como se vestía en esas
capas oscuras. De qué se estaba escondiendo?.
Si pensaba que era bella? No soy ciego, cierto? Por supuesto que pensé que era bella.
Pero era más que eso – me gustaba que ella vistiera esa horrible sombra azul en los
ojos que los chicos no notan cosas como el maquillaje, pero lo hacemos – y que se
corría al final del día. Ella tendría esos enormes ojos de mapache, y ella no lo hubiese
notado… no lo sé. Estaba encantado.
Pero no sentía esto por ella en ese entonces. Ni siquiera en octavo grado cuando
tuvimos que ir al baile de Sadie Hawkins juntos y ella me pidió ser su cita, y pasamos
toda la noche sentados en una esquina riéndonos de todos. No bailamos, y ella vestía
ese espantoso y ancho vestido. No, no estaba enamorado de ella entonces.
Me enamoré de ella cuando descubrió que era un vampiro. Solo hace unos meses
atrás. Cuando aceptó su herencia y no se acobardó de su destino. Porque saben quién
suponía ser, cierto? O sea, la hija de Gabrielle. Asunto difícil. Ella es tan fuerte que me
asusta. No estaba mintiendo cuando le dije eso a ella.
Entonces, si – otra vez, me estas preguntando por qué lo hice. Por qué la dejé tomar
mi sangre, dejarla que me marcara como su propiedad. Hacer toda esa cosa “familiar”.
Y todas esas cosas.
Ni siquiera sé por qué me molesté con esos reportes. De todos modos, quién los
escucha?.
De todos modos, supongo que la verdad del asunto era que no quería que ella lo
haciera con alguien más. No quería compartir. Ella ya era tan diferente a mi, ya
cambiaba. Ella es diferente. Ella va a vivir para siempre, mientras yo solo voy a estar
por aquí una vez.
Quería aferrarme.
Porque sí, la amo.
La amaba cuando ella vino a mí esa noche en el Banco. Cuando me estaba buscando y
estaba tan aliviada al verme. Cuando aceptó todo lo que le dije, y no enloqueció tanto
cuando le dije lo que sabía. Que era su Conducto.
Ese es el por qué tomo el siguiente avión a Río tras ella. Si, Bliss me dijo lo que iba a
suceder. Piensas que la dejaría ir sola? Estás bromeando, cierto?.
Pero si crees que caminé a esto a ciegas, estás equivocado. Sabía que ser su conocido
humano no cambiaría nada. Sabía que hasta si ella sabía que estaba enamorado de
ella, no cambiaría lo que ella sentía por mi.
Sabía que perdería al final.
Qué pienso de Jack Force? No lo hago. No pienso mucho en él. Solo otro chico que
cree que es el regalo de Dios en la Tierra. En su caso, probablemente es literal. Pero,
saben – es irrelevante para mí. No lo tomo en cuenta. Incluso si terminan juntos., lo
que dudo demasiado dado a la fuerza de este vínculo en particular – Mimi no bromea,
no fastidiaría a Azrael – pero incluso si Schuyler aún lo ama, o piensa que lo hace, no
importa.
Porque Jack va a dejarla un día, sé que lo hará. Él es demasiado para Schuyler. No son
el indicando para el otro. Cualquiera puede ver eso.
Y cuando él la abandone, yo estaré ahí.
No importa cuanto tiempo tarde, estaré ahí para ella.
Esperando.
Así que creo que Schuyler se equivoca. Creo que soy un chico bastante romántico
después de todo.
CAPÍTULO 32
Solo pronunciar el nombre del aeropuerto de Río – Gaelao – podía introducirla a una
atmósfera lista para el Carnaval, pensó Schuyler. Gahhhhlaaaaeonnn. Ahora entendía
por qué tanta gente viajaba a este país: hasta el nombre de su aeropuerto prometía
seductoras y misteriosas aventuras.
Schuyler, sin embargo, se sentía lejos de un romance de cualquier tipo. No podía dejar
de pensar en Jack sin pensar en Oliver. Era demasiado doloroso. Escaparse de los Force
había sido fácil: ella salió por la puerta. Charles estaba escondido en su estudio de
nuevo, Trinity estaba fuera en un spa solo para chicas, mientras Mimi estaba viajando
a Río con el Conclave. Jack continuaba en Nueva York. La otra noche le dejó otro libro
bajo su puerta. Una copia de Anna Karenina. Pero no fue a encontrarse con él. Ella ni
siquiera tuvo el valor de llevar el libro con ella en el vuelo de nueve horas.
No durmió nada durante el viaje, y el asiento estrecho no ayudaba en nada. Schuyler
solo había viajado con Cordelia u Oliver y su familia. Con su abuela ellos habían
tomado pequeños aeroplanos con hélice hasta Nantucket, y Oliver solo viajaba en
primera clase. Ella una vez pensó en si misma como una chica fuerta que no necesitaba
una vida con lujos, un error bastante común hecho por aquellos que jamás
experimentaron una vica con inconvenientes.
El avión finalmente aterrizó, y Schuyler recuperó su bolso del contenedor y arrastró sus
pies hasta el inicio de la fila. El aeropuerto era decepcionante, para nada la vida de la
promesa mágica de su apodo. La aduana y los espacion de inmigración eran largos y
abiertos, pero la decoración era fría, utilitaria, anticuada, e institucional. Para nada
linda, sensual, o lo que sea que Schuyler había asumido que le daría la bienvenida
cuando llegara. Estaba vacío y silencioso. Ella esperaba una fiesta, y se encontró con el
Kremlin.
Schuyler entendió que la ciudad era considerada bastante peligrosa, y mantuvo una
mirada cautelosa. Lawrence aún estaba frustrantemente inalcanzable. Los últimos
mensajes que le envió no habían sido contestados, y Schuyler no podía bloquear su
señal. Siguió a la multitud hasta el frente del terminal. Bliss le había aconsejado tomar
un taxi, pero con el poco dinero que llevaba, decidió afrontarlo tomando unos de los
buses desvencijados que llevaban a áreas centrales a lo largo de las playas y se
detenían alrededor de los principales hoteles.
El bus estaba lleno de ruidosos mochileros australianos, y Schuyler encontró un asiento
en el frente entonces podía mirar por la ventana. El viaje desde el aeropuerto era
confuso, mientras la autopista tenía varias curvas, incluyendo pasar por unos cuantos
túneles, lo la la dejaba sin sentido de dirección. De vez en cuando Schuyler vio
magníficos acantilados de rocas con musgo y colinas cubiertas con vegetación tropical,
encima de la costa de arena amarillenta y agua azul. También vislumbró las históricas
favelas – los barrios urbanos del país que salpicaban los acantilados y las laderas.
Repercuciones de la evidencia del terremoto estaba en todas partes, desde lotes
cubiertos de basura llenos con pájaros carroñeros hasta montones de escombros que
salpicaban el paisaje.
Entre las vistas de la montaña y el mar ella vislumbró altísimas torres, edificios de
acero y vidrio que no fueron afectados por el desastre. En el camino también notó
varios autos fuera del camino de la autopista, detenidos por policías altamente
armados en alguna especie de inspección.
Todo era exótico y bello y feo al mismo tiempo. Finalmente los nombres en las señales
de las calles se veían familiares: Ipanema, Copacabana, Leblon. Vio la famosa estatua
de Jesús con sus brazos extendidos como si abrazara la ciudad, Cristo Redentor, O
Cristo Redentor, en la cima de Corcovado. Ella estaba disfrutando la vista mientras el
bus traqueteaba por la ruta, cuando de pronto su motor murió.
El conductor maldecía efusivamente mientras empujaba a un lado del camino.
Schuyler estaba confundida, especialmente cuando el chofer pidió a los pasajeros
desembarcar a lo largo de la autopista, y llevar su equipaje con ellos.
“De nuevo lo msimo”, se quejaba uno de los desgarbados australianos.
“Ocurre demasiado?”, preguntó.
“Todo el tiempo”, le dijeron.
El conductor les aconsejó tomar un descanso y regresar en una hora mientras
intentaba reparar el motor. Afortunadamente no fueron demasiado lejos del
boulevard principal. A lo largo de la orilla había pavimentado un sendero con
incrustaciones de conchas de mar en un mosaico, lleno de personas que hacen footing,
paseando, con patines, y coches. Schuyler encontró una tienda de jugos cerca y
compró un zumo. El calor tropical la estaba haciendo sentir marchita.
Pero cuando regresó al lugar designado una hora después, el bus que la llevaba, junto
con los bulliciosos australianos, se había marchado. Estaba sola. Su molestia estaba
compuesta por un destello de incertidumbre cuando notó una pareja de jóvenes
aunque – delgados chicos con pies descalzos en oantalones cortos y poleras de Chicago
Bulls caminando hacia ella. Ellos miraron a la turista con ropa negra delgada.
“Turista?”.
Ella sabía que no tenía nada que temer, pero no quería arruinar su cubierta. Los chicos
se acercaban más. Solo entonces notó a uno de ellos que sostenía una botella
quebrada.
Y justo cuando pensó que tendría que comenzar a defenderse sola, un brillante auto
negro se estacionó. Se veía a prueba de balas, con ventanas oscurecidas.
Ahora qué? Schuyler pensó que solo encontraría más problemas.
Luego una de las ventanas bajó. Schuyler estaba segura que jamás se había sentido tan
feliz de ver al chico adentro.
CAPÍTULO 33
El Hotel Palace Copacabana era uno de los destinos favoritos de Mimi. Ella había
viajado muchas veces a Río por el Carnaval y siempre se quedaba en la misma
habitación de la esquina. No tenía idea por qué Nan Cutler trajo al Conclave a
Sudamérica, pero no preguntó. Por otro lado, no era como si ella fuese a dejar escapar
la oportunidad de no ir a la escuela.
Jack no había expresado interés en acompañarla, y ella no presionó con el tema. Una
vez que estén vinculados, viajarían juntos por el mundo. Lo extrañanaba, pero también
estaba entusiasmada al estar sola en una nueva ciudad.
Dejó su toalla sobre la tumbona ubicada en la terraza privada del techo fuera de su
habitación. El Conclave había sido invitado a cenar en Casa Alameida, una villa en las
colinas, en la noche. Las Almeidas habían sido parte del contingente Sangre Azul que
se mudó a Brasil en 1808, cuando la familia real Portuguesa y varios nobles habían
huído de, en lugar de pelear, el conquistador Napoleón. Se mudaron de los asientos en
el patio d elos reyes a una colonia, haciendo de Río su primera capital no europea de
un país europeo.
Por supuesto, una vez que se refugiaron jamás regresaron, y declararon a Brasil
independiente, y al príncipe, emperador. Pero cuando el país se declaró república en
1889, los Sangre Azul de la ciudad se retiraron y concentraron en lo que mejor hacían:
renacer.
Mimi admiraba lo que los Sangre Azul Brasileros habían hecho con su ciudad, y se
recordó de invitarlos a la Gala de Primavera. Las familias realmente deberían
conocerse mejor, pensó. Tantos de ellos viviendo tan lejos del otro ahora. Por
supuesto las cabezas de varios Comités se reunirían con los miembros antiguos del
Aquelarre en Nueva York cada año, pero de lo contrario ellos casi no tenían contacto
con el otro.
Se tendió boca abajo sobre la toalla y desamarró las tiras de su bikini.
Un chico musculoso de la piscina se acerco, su oscura piel y cabello destacaba contra
su traje de baño blanco. “Caipiriña?”.
“Seguro”. Mimi se apoyó en sus codos y no se molestó en cubrirse.
La mirada indiferente de él – casi realmente detestable, la forma en que él le miraba su
pecho, agitaba los sentidos de ella. Ella siempre estaba en una caza por un nuevo
conocido humano, y cuando está en Río…
CAPÍTULO 34
En la medida en que Bliss se preocupada de poder quedarse en Río para siempre. Toda
la tarde deambuló por las hermosas playas de la ciudad, vistiendo traje de baño que
había adquirido en la tienda del hotel cuando el que trajo la hacía verse demasiado
puritana para esta ciudad.
Se estaban quedando en el fabuloso Hotel Fasano en Ipanema, y aunque Bliss
disfrutaba tomar sol sobre la terraza cubierta, ansiaba caminar por la costa sola.
BobiAnne le había pedido que llevara a Jordan con ella, y las hermanas se estaban
divirtiendo nadando en el océano y las personas observando. Las brasileras usan
pequeños bikinis, sin importar su silueta o tamaño; era liberal y un tanto horroroso al
mismo tiempo. La americana en Bliss creía que las abuelas no debieran usar tangas.
Aún así, realmente estaba comenzando a disfrutar, relajándose en el clima seductor y
olvidando que estaban en Río por algún asunto bastante serio. Ella había escuchado a
Forsyth conversando con Nan Cutler, y sonaba como si Lawrence estuviera en un
verdadero problema. Sus padres no dijeron nada, pero era obvio que estaban
incómodos y ansiosos. Forsyth seguía hablando bruscamente con cada pequeña cosa,
e incluso BobiAnne estaba al límite. Bliss se preguntaba si Schuyler tuvo suerte en
contactarlo.
Bliss no había sido capaz de convencer a su familia de traer a Schuyler con ellos.
(“Absolutamente no”, dijo su padre. “Ella es la pupila de Charles y no creo que le de
permiso”). Entonces hizo la siguiente mejor cosa y le dio a Schuyler el dinero suficiente
de su cuenta personal para conseguir un pasaje. Schuyler probablemente ya estaba en
la ciudad, pero se suponía que debía llamar a Bliss en cuanto llegara, y hasta el
momento no había sabido nada de ella. Esperaba que Schuyler estuviera bien. Río no
era el lugar para que chicas jóvenes viajen solas.
Intentó llamar nuevamente a Dylan, pero no había repsuesta. Los dos habían tenido el
hábito de hablar cada noche y comunicarse durante el día. Ella sabía cuando él hacía
yoga, cuando tenía terapia, y a qué hora almorzaba. Le molestaba que él no le hubiese
respondido ninguno d elos mensajes. Donde estaba?.
Marcó el número principal del centro y le preguntó al encargado.
“Dylan?”, la voz de la terapista era alegre. “Se marchó el otro día”.
“De verdad?”. Esas eran noticias para Bliss. Dylan ni siquiera había mencionado que
era apto para salir. “Sabe quien lo retiró?”.
“Veamos…”, hubo un sonido de papeles revueltos. “Dice que fue dado de alta por el
Senador Llewellyn”.
Bliss se sintió inquieta. Obviamente su padre no le había mencionado nada de esto.
Quizás era momento de enfrentarlo sobre lo que ella sabía, pero pensar que tenía que
CAPÍTULO 35
una persona crédula, y tuvo que haber tenido una buena razón para confiar
nuevamente en Kingsley, especialmente después de lo que sucedió en Venecia.
Pero aún así…
Ella estaba preocupada.
Cerró sus ojos y pensó en su abuelo. Se imaginó su cabello leonino, su porte
aristocrático.
El envío fue regresado inmediatamente.
Qué haces aquí? Exigió Lawrence enfadado. Obviamente estaba muy molesto, y peor,
sonaba perfectamente bien.
Salvarte? Envió Schuyler con indecisión.
Hubo un sonido como un resoplido telepático.
Encuéntrame en el Palace bar. En una hora.
***
Lawrence estaba vestido con su usual tweed y pesadas lanas cuando lo encontraron en
el bar en el Cpacabana Palace. Su rostro estaba rojo, y el sudor caía por su frente.
Schuyler pensó que no se quejaría demasiado del clima si se vistiera de acuerdo a eso.
“Se suponía que te quedaras en Nueva York”, dijo Lawrence severamente mientras
saludaba. Tomaron asiento en el bar y Lawrence ordenó una ronda de tragos. Un
Bellini para él y piña colada para su nieta y su Conducto. Incluso si el alcohol no
afectaba a los vampiros, a Lawrence le gustaba acatar las reglas de los Sangre Roja y
fruncir el ceño sobre los tragos para “menores”.
“Pero abuelo… escuché que estabas en problemas”. Ella se retorció en su asiento. Se
sentía aliviada que Lawrence estuviera bien, pero la mirada dura de su abuelo hacía
que sus recientes acciones se sintieran impulsivas y tontas. Más y más parecía que su
viaje fue innecesario e innecesariamente dramático.
“Esas son noticias para mi”, dijo Lawrence, sacando su pipa.
“Pero por qué no devolviste mis envíos?”, preguntó Schuyler. “Me preocupé”.
Lawrence chupó su pipa antes de contestar. “No los escuché. No he escuchado nada
de ti hasta hoy”, dijo él, soltando el humo al aire.
La mesera regresó con sus tragos, y chocaron sus vasos. “Aquí no se fuma, señor”, le
dijo.
“Por supuesto que no”, guiñó Lawrence mientras continuaba fumando, jugando con un
cenicero de plata sobre la mesa.
La mesera se vio confundida y se marchó, solo otra víctima del encantamiento.
Lawrence se volteó a Schuyler. “Has practicado los ejercicios que te enseñé?
Concentrarte en localizar mi espíritu?”.
“Si, por supuesto”, dijo Schuyler un poco impaciente.
Oliver interrumpió. “Los mensajes telepáticos están encriptados, cierto? Puede alguien
– no lo sé – trastornarlos? O borrarlos de alguna forma?”.
“Así no es como funciona”, dijo Schuyler. “No son como correos electrónicos enviados
por una red. Usando el encantamiento es una línea directa para la consciencia de
alguien. No pueden… meterse en él. Cierto abuelo?”.
“No estoy seguro. Puede que tengas un punto, jovencito”, dijo Lawrence pensativo
mientras bebía su trago. “Usar la telepatía depende de las habilidades de un vampiro
para intervenir en el ‘otro mundo’, lo que los humanos llaman paranormal. La fuente
de nuestro poder viene de la gran división, el lugar donde nuestras fronteras usuales
entre los mundos material y espiritual se caen”.
“Y eso es Corcovado; el cruce está aquí”dijo Schuyler.
“Si”, dijo su abuelo, las líneas de su ceño fruncido se profundizaron.
“Y Kingsley? Lo has visto?”, preguntó Schuyler.
“Estamos en contacto”.
“Entonces él tampoco está desaparecido”.
Su abuelo se vio perplejo. “No. Hemos estado en contacto todo el tiempo”.
Schuyler negó con su cabeza. “Es solo… que oímos…”, dijo débil. “Que tú y Kingsley…
olvídalo”.
Lawrence continuó mirando misterioso mientras golpeaba la base de su trago.
Oliver se retiró de la mesa para contestar su teléfono celular, y Schuyler tomó la
oportunidad para preguntarle a su abuelo algo que la estaba aproblemando por
semanas. Pero la respuesta no fue lo que ella esperaba.
Lawrence miró directamente a su nieta, bajo sus arqueadas cejas. “No hay otro
camino. Suponiendo que Jack rompa su vínculo, no hay recurso para él. Va en contra
de nuestras leyes. El Código de los Vampiros. Si su gemela invoca el pacto, habrá un
juicio. Si es encontrado culpable, será condenado. Quemado. Si elige huir en vez de
enfrentar el juicio, su propia gemela debe traero para hacer justicia”.
La respiración de Schuyler se atragantó en su garganta. “Pero Allegra… ella está viva”.
“Allegra está prácticamente muerta por sus propias manos. Charles sostuvo que la
sentencia no podía ser cumplida mientras estuviera inconsciente. Pero una vez que
despierte, está sujeta a las leyes, como también él”.
“Entonces por qué sigue esperando que ella despierte algún día?”, preguntó Schuyler,
pensando en Charles arrodillado al lado de la cama de su madre.
“Charles se rehúsa a reconocer el rompimiento del vínculo. Pero lo tendrá que hacer.
Si ella despierta, el Aquelarre insistirá en un juicio”.
“Pero tú eres el Regis. Puedes salvarla”, insistió Schuyler. Puedes salvar a Jack.
“Nadie está por encima del Código, Schuyler. Ni siquiera tu madre”, dijo Lawrence, y
Schuyler podía jurar que escuchó angustia en su voz.
“Entonces Jack perderá su vida de una forma u otra”.
Lawrence aclaró su garganta y sacó las cenizas de su pipa en un cenicero de cristal. “Si
él rompe el vínculo, incluso si consigue escapar del juicio, su espíritu será reducido. No
hay muerte para nuestra especie, pero estará completamente consciente de su
parálisis. Afortunadamente él nunca ha estado tentado en romper sus votos. Abbadon
es coqueto y pícaro, pero es leal a su corazón. Él no cortará el vínculo con Azrael tan
fácilmente. Pero Schuyler, dime, por qué todo este interés?”.
“Estamos aprendiendo sobre eso en las reuniones del Comité, eso es todo, abuelo”.
Por eso era que Jack jamás quiso hablar de eso. Porque no hay forma de escapar del
vínculo. Le había mentido. Una mentira nacida del amor. No había esperanza para los
dos. Él estaba se estaba arriesgando resistiéndose a eso.
Mimi tenía razón. Mimi decía la verdad.
Sin el vínculo Jack jamás sería el vampiro que quería llegar a ser. Sería la mitad de él,
debilitándose y destruyendose. Sucedería lentamente por los siglos, pero ocurriría.Su
espíritu moriría. Y si no lo cosneguía, las leyes lo harían. Mimi lo cazaría. El Conclave lo
condenaría para ser quemado. Por amar a Schuyler él arriesgaba su alma. Mientras
más continuaran reuniéndose, más peligro se le rpesentaba a él.
Debía terminarse.
Ella pensó melancólicamente en su último encuentro. Esa noche de ensueño llena de
arte y poesía, cuan apuesto y valiente se veía cuando hablaba de romper el vínculo. Lo
que arriegaría por estar con ella. Las pinturas de Schiele le vinieron nuevamente a su
mente. Había una razón por la cual ella le encantaba tanto. Dos amores, abrazándose,
como si fuese el último. Justo como en “The Break” de Anne Sexton, la historia de
Schuyler era una de un corazón destrozado.
No habría más noches al lado del fuego. No más libros deslizándose bajo su puerta. No
más secretos.
Adiós Jack.
Tan difícil como sería, tanto como destruiría su voluntad para incluso vivir, Schuyler
sabía lo que tenía que hacer.
Tendría que decir otra mentira.
Una mentira que lo liberaría.
CAPÍTULO 36
Dolor.
Dolor abrasador.
Como si alguien estuviera sosteniendo un atizador caliente en su corsazón. Estaba
hirviendo, quemaba. Ella podía sentir supiel volverse roja, luego negra, podía oler el
humo elevándose desde su carne friéndose. Esto no era nada como el ataque en el
Depósito. Ella no sobreviviría a esto.
Bliss se arrancó del miasma de dormir, forzada a si misma a despertar. Despierta!
Despierta! Era como estar sofocada y destrozada al mismo tiempo. Pero ella rescataba
el poder que tenía, y lo reunió con todo su esfuerzo, toda su fuerza, y exitosamente se
sacó el dolor.
Hubo un estrépito y un grito.
Ella pestañeó despertando y sentándose en el sofá. Ella había tomado una siesta en su
suite después de regresar de la playa. Aún estaba intentando dar sentido a lo que
había ocurrido cuando la puerta se abrió y sus padres aparecieron en la entrada.
En la oscuridad ella vio a Jordan tendida en un abollado rincón del suelo, sosteniendo
algo brillante y reluciente en su mano.
Sus padres evaluaron la situación rápidamente, casi profesionalmente, como si
hubieran esperado que algo así sucediera.
“Rápido, BobiAnne, aún está aturdida. Has el hechizo”, dijo Forsyth mientras
comenzaba a abrigar a su hija pequeña con el edredón del hotel y frazadas.
“Qué está sucediendo? Qué están haciendo?”, preguntó Bliss aturdida. Las cosas
estaban sucediendo demasiado rápido para su comprensión.
“Mira”, dijo Forsyth, sacando una pequeña cuchilla de la mano de Jordan y
aventándosela a su esposa. “Robó la bóveda”.
Bliss intentó dar sentido a todo, pero el pensamiento lógico la eludía en un estado
mareado y desorientado. Se estaba volviendo loca, o Jordan solo intentó matarla?.
Se estremeció cuando su madrastra puso una mano sobre su frente. “Está tibia”, le dijo
a su marido. Luego levantó la blusa de Bliss y examinó su pecho. “Pero creo que está
bien”.
Forsyth asintió, arrodillándose para rasgar las sábanas de Bliss para poder amarrar el
edredón que mantenía a Jordan ajustada.
Pensando que el dolor venía de la piedra esmeralda, Bliss miró abajo a su pecho. Se
sentía como si la piedra ardiera sobre su piel, marcándola. Pero cuando la tocó, estaba
tan fría como nunca. Su piel abajo estaba suave e ilesa. Luego lo entendió. La
esmeralda la había salvado del arma que había intentado atravesar su corazón.
“Está bien”, anunció BobiAnne después de revisar las pupilas de Bliss y su pulso.
“Buena chica. Nos diste un gran susto”, dijo, buscando en sus bolsillos por sus
Marlboro Light.
BobiAnne encendió un cigarrillo y chupó profundamente hasta que formó una larga
columna de ceniza. Bliss notó que el rostro de su madrastra estaba perfectamente
arreglado para una fiesta, y sus padres estaban vestidos con ropas formales de fiesta.
“Qué sucede? Por qué me atacó Jordan?”, preguntó Bliss, finalmente encontrando voz
y volteándose hacia su padre.
Tomó unos minutos para que él respondiera. La reputación de Forsyth Llewellyn en el
senado era como un moderador facilitado, alguien que estaba dispuesto a negociar
con el otro lado, para traer concenso para las acciones beligerantes. Su suave encanto
texano entraba hábil durante las batallas partidarias en la legislatura.
Bliss pudo ver que él estaba poniendo en marcha su encanto en ella. “Cariño, tienes
que darte cuenta que Jordan es diferente a nosotros”, dijo Forsyth, asegurando el
paquete que sostenía a su hermana menor. “Ella no es uno de nosotros”.
“Uno de nosotros? A qué te refieres?”.
“Lo entenderás con el tiempo”, le aseguró.
“Hemos sido obligados a hacernos cargo de ella. No tuvimos opción!”, se rió BobiAnne,
con una amargura progresiva en su voz. “Cordelia Van Alen nos obligó. Esa vieja bruja
metiche”.
“Jordan no es de esta familia”, añadió el padre de Bliss.
“De qué están hablando?”, lloró. Era demasiado. Todos estos secretos y mentiras,
estaba harta de eso. Estaba harta de ser mantenida en la oscuridad sobre todo. “Se
todo sobre Allegra!”, declaró d epronto, con una mirada desafiante.
BobiAnne le dio una mirada a su esposo que decía, “Te lo dije”.
“Sabes qué de Allegra?”, preguntó Forsyth, con una mirada de inocencia en su rostro.
“Encontré esto…”, Bliss buscó en su bolsillo y les mostró la fotografía con la inscripción,
la que llevaba con ella todo el tiempo. “Me mentiste. Me dijiste que mi madre se
llamaba Charlotte Potter. Pero jamás hubo una Charlotte Potter, cierto?”.
Forsyth vaciló. “No – pero no es lo que crees”.
“Entonces dime”.
“Es complicado”, suspiró. Sus ojos vagaban en la vista panorámica de la playa, sin
querer encontrarse con la mirada de ella. “Un día cuando estés lista, te lo contaré.
Pero no ahora”.
Era exasperante. Su padre estaba haciéndolo otra vez: evadiendo sus preguntas,
haciendo la táctica obstruccionista con ella. Protegiéndola de la verdad.
“Qué hay con Jordan?”, preguntó.
“No te preocupes. No te volverá a hacer daño”, dijo Forsyth con dulzura. “Vamos a
enviarla a algún lugar seguro”.
“La vas a enviar a Transiciones?”.
CAPÍTULO 37
“Era del hotel”, explicó Oliver, regresando a la mesa. “Alguien se marchó, y una
habitación quedó disponible. Me preguntaron si quería tomarla. Así que tienes una
habitación”, le dijo a Schuyler, con su rostro neutral.
“Gracias”, dijo ella, intentando hacer que su voz sonara lo más normal posible, incluso
si había un agujero donde debería estar su corazón. Pero expulsó de su cabeza todos
los pensamientos sobre Jack; más tarde… lloraría más tarde.
“Entonces por qué el Conclave está aquí, Lawrence?”, preguntó Oliver. “Es por
Leviathan?”.
“El Conclave está aquí?”, preguntó Lawrence con dureza.
“Oh! Olvidé mencionarlo – si. Están aquí. Todos”, dijo Schuyler. “Creo que llegaron
anoche”.
Lawrence reflexionaba sobre su último trozo de información mientras bebía su trago.
Como si ella tuviera la habilidad vampírica de su especie, la mesera reapareció con
otro cocktail en su codo. “Más piña coladas?”, preguntó, haciendo señas a los vasos
medio vacíos.
“El mío que sea whiskey”, tosió Oliver.
“Que sean dos”, añadió Schuyler rápidamente, pensando que se arriesgaría más tarde
a la censura de su abuelo. “Quién es Leviathan?”, preguntó, volteándose a Oliver.
Alrededor de ellos el bar comenzaba a llenarse con bronceados turistas entrando por
el happy hour, y una banda de samba tocaba en un ambiente entusiasta.
“Si hubieses realizado tus lecturas, nieta, sabrías la respuesta a esa pregunta”.
Contestó Lawrence.
“Leviathan es un demonio”, explicó Oliver.
“Uno de los Sangre Plateada más poderosos de todos los tiempos”, dijo Lawrence. “El
hermano del Príncipe de la Oscuridad. Su segundo al mando”.
Schuyler se estremeció. “Pero qué tiene que ver él?”, deseaba que la música no fuera
tan fuerte. El sonido feliz y lleno de vida estaba en escueto contraste con el asunto
oscuro de su conversación.
“Corcovado es la prisión de Leviathan”, contestó Lawrence. “Es el único lugar en la
tierra que puede mantenerlo encerrado. Él era demasiado fuerte para asesinarlo, y
estaba demasiado arraigado en la tierra para ser llevado de vuelta al infierno. Cuando
fue capturado fue encarcelado en piedra bajo la estatua del Redentor. Tu propia
madre lo derrotó”.
Entonces eso era lo que Lawrence le estaba escondiendo la noche que se marchó. La
protegía de la verdad y no te contó todo sobre Corcovado. Leviathan. Ese odio visceral
que había sentido el día del espectáculo de moda. Si hubiese prestado más atención a
sus libros pudo haberlo averiguado más pronto. Pero había estado tan distraída…
“Si. Ese era él esa noche del terremoto”, confirmó Lawrence. “Él es la razón por la cual
Circovado está protegido por la elite Venator. Siempre hemos mantenido una fuerte
presencia aquí”.
“Ahora lo entiendo”, dijo Schuyler. “Me refiero a por qué viniste aquí”.
Lawrence asintió. “Cuando Kingsley primero trajo las noticias sobre las extrañas
desapariciones en Río, estaba un poco desconcertado. Después del terremoto, me di
cuenta que tendría que tomar cartas en el asunto y asegurarme que Corcovado
continuara fortalecido. Prometí que no dejaría la ciudad hasta que estuviera seguro
que la amenaza – si es que había alguna – estuviera completamente desarmada”.
“Luego hace unas semanas, los Venators me confirmaron que Yana, la vampiro joven
que había estado perdida, simplemente se había ido de vacaciones a la playa con su
novio, justo como lo pensó su madre. Mientras tanto el equipo de Kingsley traía a
Alfonso Almeida, el àtriarca perdido del clan Sudamericano, después de una intensiva
búsqueda en los Andes. Aparte de estar congelado e inhabilitado de leer un mapa, él
se encontraba bien”.
“Entonces como te dije en mis mensajes, todo estaba estable. No hubo una ruptura”.
“Leviathan?”, preguntó Oliver.
“Atrapado por la eternidad por lo que puedo ver”, dijo Lawrence desdeñoso.
“Pero el envío… el terremoto”, discutió Schuyler, intentando hablar por encima del
sonido ensordecedor de la multitud y los incesantes tambores de samba.
“Simples síntomas en su lucha para liberarse de las cadenas. Nada que Leviathan no
haya intentado antes. Pero no vale la pena. Corcovado lo mantendrá encerrado por
siempre”. Él golpeó la mesa con su vaso, como si enfatizara su punto.
“Entonces por qué el Conclave cree que Corcovado está en peligro?”, preguntó.
“Es por eso que están aquí?”.
Schuyler asintió.
“No lo sé. Pero Nan debe tener sus razones; el Regente jamás debería actuar sin una
causa”. Lawrence acabó su trago. “Pero si lo pienso, quizás Kingsley tenga razón”, dijo
suavemente para sí mismo.
“Kingsley!”, rebatió Schuyler. “Como puedes confiar en él? Tú mismo dijiste que jamás
hay que confiar en superficies brillantes. Kingsley es tan hábil como ellos llegaron”.
“De hecho Kingsley ha probado su lealtad al Conclave por encima y más allá de sus
deberes. No hables de él tan irrespetuosa, nieta”, dijo Lawrence severamente.
“Esa maniobra que hizo en el Depósito? Así es como probó su lealtad?”.
“Kingsley solo hacía lo que se le pidió que hiciera. Él seguía las órdenes de su Regis”.
“Quieres decir que Charles le dijo que invocara al Sangre Plateada?”, Schuyler estaba
que se reía de la indignación- Michael era un Arcangel. Él jamás sería capaz de tal
traición.
“Hay una razón para todo. Tal vez hasta para esta llegada repentida de los miembros
del consejo a esta ciudad”, conjeturó Lawrence.
“Sabes, los Almeidas darán una cena esta noche”, interrumpió Oliver. “Para todo el
Cónclave”. Miró su reloj. “Creo que ya comenzó”.
Lawrence señaló por la cuenta. “Muy bien. Quizás encontraremos nuestras respuestas
ahí. Por lo menos, los Almeidas harán una maravillosa fiesta”.
CAPÍTULO 38
Hubo un fuerte golpe en la puerta, y Bliss notó como sus padres saltaron al sonido.
Forsyth dio unos rápidos pasos y miró por el ojo de la cerradura. “Está todo bien”,
declaró, abriendo la puerta. Una severa y elegante mujer con un mechón blanco en su
cabello negro entró a la habitación, seguido por dos sirvientes.
Bliss siempre había sentido algo de miedo por la Guardián Cutler. La miembro del
cosnejo había sido una de los que había probado su mente en busca de la corrupción
de Sangre Plateada. Aún recordaba la inquietante sensación de ser juzgada.
“Donde está la Observadora?”, preguntó Nan Cutler.
BobiAnne indicó el paquete al final de la habitación.
“La dejaste inmóvil?”.
Forsyth asintió. “Si. Va a pasar un buen tiempo antes que despierte”.
“La encontramos con esto”, dijo BobiAnne, entregándole a la Guardián el arma de
Jordan.
“Necesitamos encontrar una forma para destruirla; es demasiado peligrosa para
nosotros usarla”, dijo Forsyth. “Creo que ese hechizo fue lo suficiente para mantenerla
en la bóveda, pero obviamente ella va a ser capaz de romperlo. Ella se pasa de lista”.
“Si es que hay alguna forma de destruirla”, dijo Nan. “No es susceptible al Fuego
Negro”.
“Serás capaz de manejarlo?”, preguntó Forsyth.
“No te siguieron?”, BobiAnne quería saber.
Bliss observaba mientras la nefasta Guardián negaba con la cabeza. “No, no nos
seguirán. Nos aseguraremos de eso. Es increíble que ella haya esperado todo este
tiempo para hacer su movida. Pero no se preocupen, me aseguraré que no sea más
una amenaza para nosotros”. Ella miró con desdén en dirección al edredón. “Cordelia
Van Alen fue imbécil como siempre para pensar que enviar una Observadora a tu
familia resolvería algo”.
“Entonces ella sospechaba?”, preguntó BobiAnne.
“Por supuesto que sospechaba”, dijo Forsyth bruscamente. “No le des demasiado
crédito, Nan. Ese pájaro era fuerte. Ella sabía que algo se tramaba”.
“Una lástima que su pequeño asesino haya sido tan ineficaz como ella”, señaló Nan, y
sus sirvientes recogieron el paquete y abandonaron la habitación.
Bliss no tenía idea de lo que estaban hablando, pero estaba desesperada por
averiguarlo. Qué sospechaba Cordelia Van Alen?.
“Debemos apurarnos”, dijo BobiAnne a su esposo. “La cena comienza en una hora”.
Forsyth asintió.
“Qué sucede? A donde van?”, preguntó Bliss, luchando contra las lágrimas de
frustración. “A donde se llevan a Jordan?”, ella se preguntaba qué había provocado a
su hermana menor a hacer algo tan loco. Pero sus padres se rehusaron a explicarle o
decirle algo más que los enigmáticos comentarios que hacían.
Se fueron para la gran cena donde los Almeida, como si nada hubiese sucedido.
BobiAnne incluso le dijo a Bliss que podía ordenar lo que quisiera.
Ella tuvo que aceptarlo.
Jordan se había ido.
Su hermana menor, quien solía seguirla, intentando emularla en cada movimiento. A
los cinco años Jordan quería un gran cabello rizado como su hermana, y forzaba a las
criadas a usar un rizador en sus obstinados mechones lisos, así su cabello se asemejaría
al de su hermana. Jordan, quien la llamaba “Biss” cuando era bebé porque no podía
pronunciar correctamente su nombre. Jordan, quien le había ofrecido chocolate y
consuelo el otro día. Bliss encontró que había lágrimas en sus ojos.
Bliss comprendió que jamás volvería a ver a Jordan.
Por qué esas lágrimas?. Una baja y comprensiva voz preguntó.
Estoy triste.
Jordan intentó herirte Bliss.
Lo sé. Pero era mi hermana. Mi amiga.
Qué clase de amiga te da dolor?.
De pronto Bliss recordó como se habría sentido si ella la hubiese cortado en dos. Había
experimentado más dolor que jamás había sentido en su vida. Jordan había hecho eso.
Le había apuntado al corazón. Había intentado matar a Bliss con esa arma – algo
brillante y dorado, como una espada.
Pero era diferente a la espada que su padre mantenía en su estudio. La espada de
Forsyth fue usada durante el ataque al Depósito – cuando el Sangre Plateada mató a
Priscilla Dupont – era de un amarillo dorado sin brillo. La espada que Jordan usó
emanaba una luz blanca.
Nan Cutler había dicho que no podía ser detruida, y Bliss de pronto recordó las
palabras de Mimi: La Espada de la Justicia está perdida. Acaso su padre tenía la espada
de Michael? La única cosa en el mundo que podía matar a Lucifer? La espada del
Arcangel? Y si fuera asi, por qué Jordan la usó en contra de ella? Bliss sintió comenzar
un dolor de cabeza.
No tuve opción, le había dicho su hermana esa tarde.
Por qué no?.
Bliss gradualmente dejó de sentir tanta lástima por Jordan. Ella comenzó a sentir alivio
de que se la hayan llevado. Donde sea que se la hayan llevado, Jordan merecía estar
ahí. Bliss esperaba que fuera un calabozo oscuro y profundo, donde Jordan pudiera
pensar por la eternidad sus crímenes.
Excelente, dijo la voz dentro de su cabeza. Ella la reconoció ahora. Sonaba como el
caballero en traje blanco. El que la llamó “Hija”.
Enonces otra vez más pudo ver, pero no podía ver. Iba a desmayarse. Si, estaba
sucediendo ahora mismo. Intentó aferrarse en su visión, intentó luchar, pero la misma
voz dentro de su cabeza dijo, “Déjate ir”.
Y Bliss se dejó ir.
Encontró que era un dulce alivio para rendirse.
CAPÍTULO 39
Mimi escogió un maravilloso vestido pequeño Valentino para usarlo en la cena. Era
blanco y negro sin tirantes, con un corpiño ajustado que acentuaba su delgada cintura.
Una ancha cinta negra y un dramático moño de encaje añadiento la pizca justa de
despreocupación femenina. Ella lo había comprado del espectáculo de costura y lo
cmpró en Brasil, porque sabía que tendría una dura competencia con todos esos
Almeida y Lima y Ribeiro – brasileros fastidiosamente hermosos con guardarropas
exitosos. Ella aún no entendía qué hacían todos en Río. Algo sobre Lawrence, por
supuesto. Y Kingsley no estaba muy segura. Nan Cutler, esa bruja arrugada, había sido
un poco imprecisa con todo el asunto. Pero esa era la forma de ser del Conclave: no
preguntaban a sus líderes. Nan Cutler era Regente, y si ella quería a los miembros del
consejo en Brasil, entonces los miembros del consejo estarían allí.
Un detalle de seguridad la recogió del hotel y la llevó a la extendida villa. Mimi pensó
que era irónico que mientras los anfitriones de la enorme mansión ordenaran una gran
vista de la ciudad, esas horribles cabañas pequeñas que vio en el camino,
precariamente posadas sobre los bordes del acantilado, probablemente tenían hasta
una mejor vista.
Ella había esperado un enorme jaleo, y estaba sorprendida que solo los miembros del
Conclave eran esperados. Los Brasileros usualmente hacían enormes fiestas, con
bailarines de samba y festividades durante toda la noche. Pero esta noche era una
noche tranquila, y Mimi cortésmente habló con unos guardianes y la intimidante
esposa de Alfonso Almeida, Dona Beatrice, antes de encontrar su asiento para la cena.
El primer plato fue servido, una tibia y rica sopa de champiñones que consistía de un
claro caldo servido sobre un montón de paté de champiñón. Mimi dio un sorbo
indecisa. Estaba delicioso. “Entonces Edmund, sobre nuestra sede del comité para
nuestra gala de primavera”, dijo ella, volteándose hacia su compañero de la cena a su
derecha. Ella había esperado conocer a más brasileros apetitosos en la cena, pero ya
que no debía haber ninguno, se acomodó para abordar algún asunto no resuelto del
Comité.
“Acaso la novia del anfitrión te rechazó?”, preguntó Edmund, limpiando ligeramente
las comisuras de su boca con una sevrilleta.
Mimi hizo una mueca. “No hemos preguntado. No puedes estar hablando en serio. Ella
es tan desaliñada. Además, ella no tiene interés en el ballet, sabes”.
Edmund Oelrich se rió entre dientes mientras bebía su vino, luego repentinamente
comenzó a asfixiarse. Ella asumió que su comida se había ido por el camino equivocado
cuando la sangre comenzó a salir a chorros por su boca. Mimi gritó. La Guardián Jefe
Avanzó lentamente su camino fuera del comedor hacia el pasillo, tomando el camino
hacia una salida. Por el momento ella estaba escapanda inadvertida. Hasta que se dio
cuenta que no era así.
“Azrael”. La voz era fría y mortífera.
Mimi se volteó para ver a Nan Cutler detrás de ella, sosteniendo una espada hacia su
barbilla. La Guardián había perdido su disfraz de bruja vieja – se veía tan joven como
Mimi, e infinitamente fuerte. Su cabello blanco ahora era dorado brillante, y el mechón
negro una brillante línea negra.
“Tú!”, acusó Mimi. Pero los Cutler eran uno de los siete originales. Una de las familias
más antiguas y respetadas. Nan Cutler era Harbonah. El Angel de la Aniquilación. Ellas
habían luchado juntas, lado a lado durante la primera inquisición, cuando Michael
estaba al mando de un ejército celestial y había diezmado a los vampiros enemigos
renegados. “Pero por qué?”, preguntó, volteándose rápidamente y desenvainando su
espada, lanzando lejos la espada de Nan.
En repsuesta, Nan se puso en guardia, rebanando el aire donde Mimi había estado de
pie.
Sus ojos destellaron. “No tienes que estropearte”, dijo, lanzándose hacia adelante.
Mimi gruñó, defendiéndose rápidamente en el contraataque.
“Puedes unirte a nosotros. Unirte a tus hermanos y hermanas que aún están luchando
la batalla”.
La bruja estúpida piensa que me uniría a su lado? Después de todo lo que Abbadon y
yo pasamos para asegurar esta frágil paz que encontramos en la Tierra? Pensó Mimi.
“Eres una de nosotros. No perteneces a la Luz. No es tu verdadera naturaleza.
Portadora de la muerte”.
Mimi se rehusó a contestar y en lugar de eso se concentró en localizar la vulnerabilidad
de Nan. Pelearon por la habitación, la cual estaba llena de humo oscuro.
Ellos están quemando la casa, pensó Mimi, con pánico. Quemándola con fuego negro,
lo único que podía detruir al Sangre Azul… la inmortal sangre azul que corre en sus
venas. Destruir la sangre, destruir al vampiro… sus recuerdos perdidos para siempre.
La verdadera muerte para su especie.
Nan cortó el brazo de Mimi con su espada, su arma finalmente sacó sangre.
Perra!.
Eso duele!
Mimi olvidó sentir miedo, y saltó hacia adelante sin pensar en su seguridad. Dio un
grito de guerra, uno que se le vino a la mente únicamente en ese instante. Uno que el
mismo Michael usó para congregar a su ejército para la batalla.
“NEXI INFIDELES!”, gruñó. Muerte a los desleales! Muerte a los Traidores! Ella era
Azrael. Dorada y aterradora. Su cabello y rostro y espada llameaba con una luz
incandescente.
Y con un poderoso alcance partió a la falsa Guardián en dos.
Luego se tambaleó hacia atrás. El humo negro estaba llenando sus pulmones. Tenía
que salir de ahí. Sintió su camino hacia la puerta principal y la abrió – justo cuando un
hombre de cabello negro estaba entrando desde el otro lado. En segundos agarró un
cuchillo que iba hacia su garganta.
Su corazón se detuvo.
El hombre sosteniendo su cautivo era Kingsley Martin.
El traidor Sangre Plateada.
Esto era su muerte.