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INTERVENCION
PSICOLÓGICA y SALUD:
. CONDUCTAS DE RIESGO
Blanca Mas
(eds.)
DYKINSON . PSICOLOGÍA
ÍNDICE
RELACIÓN DE AUTORES 15
e) diseño de la cubierta,
o, incluyendo fotoco- PRESENTACIÓN 17
ia> de recuperación, sin
1. INTRODUCCIÓN 19
2. CARACTERÍSTICAS BÁSICAS DEL ESTRÉS 20
2.1. Variables situacionales potencialmente estresantes 21
2.2. Características personales relevantes 23
2.3. Respuesta de estrés 28
3. LA RELACIÓN DEL ESTRÉS CON LA SALUD Y EL RENDI-
MIENTO 33
3.1. Estrés y salud 33
3.2. Estrés y rendimiento 35
3.3. Estrés, salud y rendimiento 46
4. INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA OPTIMIZAR LA SALUD
Y EL RENDPMIENTO MEDIANTE EL CONTROL DEL ESTRÉS.. 47
4.1. Intervención centrada en las situaciones potencialmente
estresantes 47
4.2. Intervención centrada en las características personales
relevantes 49
4.3. Intervención para controlar las manifestaciones del estrés. 53
5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 55
1. INTRODUCCIÓN 57
8 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
1. INTRODUCCIÓN 105
ÍNDICE 9
•TEAS DE RIESGO
Arturo Badoí
Doctor en Psi
Elisardo Bec<
Doctor en Ps
postela
José M a Buce
Doctor en Psi
ción a Distan<
Ana M a Buer
Doctora en Ps
María Crespc
Doctora en Ps
Madrid
M a Luisa de 1
Doctora en Ps
Madrid
loar]
'- :-r ::•-:•- - -
Milagros F_zq
Doctora e n P s
Enrique G. Fe
Doctor en Psk
a Distancia (U
Francisco J. Li
Doctor en Ps
Madrid
CAPITULO 1
ESTRÉS, RENDIMIENTO Y SALUD
José M." Buceta
Ana M." Bueno
1. INTRODUCCIÓN
En líneas generales, se asume que el estrés está determinado por la Múltiples siü
interacción entre situaciones potencialmente estresantes (situaciones que tie- pueden tener el
nen la propiedad de provocar estrés, aunque no necesariamente lo pro-
voquen) y características personales relevantes (aquellas que en interacción En general, s
con las situaciones potencialmente estresantes aumentan la probabilidad tener trascender
del estrés). en su vida cotid
adaptarse a ella:
Esta interacción se produce, en primer lugar, en la percepción y valora- difíciles o insoli
ción que la persona hace de las situaciones potencialmente estresantes y, en modas o poco gi
segundo lugar, en la percepción y valoración de los propios recursos para siguientes:
hacer frente a tales situaciones.
• amenazan l
Del resultado de esta interacción dependerán la aparición, la duración y nómica o 1
la intensidad de la respuesta de estrés, así como sus manifestaciones especí- cuestión a
ficas (ansiedad, hostilidad, etc.). alguna tan
Finalmente, como ya se ha señalado, la respuesta de estrés puede tener rrealizaciói
consecuencias favorables o perjudiciales en el rendimiento y la salud de las muy desea
personas que lo padecen (véase la tabla 1.1). y su vida f,
ción de gré
• atenían con
Tabla 1.1. Esquema básico del estrés. cipios éticc
normas o c
SITUACIONES VARIABLES intimidad;
POTENCIALMENTE PERSONALES
ESTRESANTES RELEVANTES • exigen un s
actividad í
1'
MANIFESTACIONES períodos di
DE ESTRÉS do y unos \
1
CONSECUENCIAS DEL ESTRÉS
• implican la
ponsabilidí
poco tiemp
— Rendimiento
— Salud • implican soi
que el com
que ésta co
íntimos, etc
A continuación se señalan las características básicas de los determinantes • plantean pn
del estrés (situaciones potencialmente estresantes y características persona- con una enf
les relevantes) y de sus manifestaciones. Y en el apartado posterior se comen- ren temen te
ta la relación del estrés con el rendimiento y la salud. Una información más blemáticas <
detallada sobre la respuesta de estrés y sus efectos perjudiciales se encuentra
• conllevan la
en el capítulo siguiente.
modo (e.g. e
X'CTAS DE RIESGO ESTRÉS, RENDIMIENTO Y SALUD 21
ninado por la Múltiples situaciones externas a las personas y demandas internas de éstas
dones que fie- pueden tener el potencial suficiente como para provocar estrés.
lmente lo pro- En general, son potencialmente estresantes las situaciones que pueden
en interacción tener trascendencia para las personas, que implican cambios significativos
i probabilidad en su vida cotidiana, o que las obligan a sobrefuncionar para manejarlas o
adaptarse a ellas, todo si son novedosas, inciertas, ambiguas, conflictivas,
x i ó n y valora- difíciles o insolubles, o resultan dolorosas, desagradables, molestas, incó-
stresantes y, en modas o poco gratificantes. Estas situaciones tienen características como las
; recursos para siguientes:
• amenazan la seguridad de las personas (e.g. su seguridad personal, eco-
i, la duración y nómica o laboral), la inversión personal que han realizado en alguna
aciones especi- cuestión concreta (e.g. en un proyecto de trabajo), el cumplimiento de
alguna tarea o compromiso, su autoconfianza, su autoestima o su auto-
rrealización, su imagen ante los demás, la posibilidad de conseguir algo
e s puede tener
muy deseado (e.g. una beca para poder estudiar), su relación de pareja
la salud de las
y su vida familiar, sus relaciones interpersonales, sus fuentes de obten-
ción de gratificación, su desarrollo personal y hasta su dignidad;
• atenían contra principios, valores y creencias fundamentales (e.g. prin-
cipios éticos, creencias como «hay que quedar bien con los demás»), contra
normas o costumbres de funcionamiento personal o contra su propia
intimidad;
BABLES
ENALES • exigen un sobreesfuerzo físico y mental (e.g. tareas que requieren una
EVANTES actividad física intensa, tareas que exigen la máxima concentración,
períodos de actividad sin apenas descanso) y / o un rendimiento eleva-
do y unos resultados satisfactorios;
• implican la toma de decisiones difíciles, la obligación de asumir res-
ponsabilidades y / o riesgos considerables, o la necesidad de actuar en
poco tiempo;
• implican someterse a una evaluación social; es decir, situaciones en las
que el comportamiento de una persona puede ser evaluado por otras
que ésta considera relevantes (familiares, jefes, compañeros, amigos
íntimos, etc.);
h»..
22 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
d de las situacio- tener la suficiente disponibilidad de tiempo y espacio para practicar ejerci-
nanera más obje- cios de relajación (presencia de un recurso), pero quizá no domine los ejerci-
forma optimista, cios de relajación apropiados (falta de una habilidad). Otra enfermera, al con-
ial, puesto que la trario, puede dominar los ejercicios de relajación (presencia de una habilidad),
da de los hechos pero carecer del tiempo o el espacio necesarios para realizar estos ejercicios
udes, así como el (ausencia de un recurso). El tiempo y el espacio para practicar la relajación
lencia, contrapo- no pueden considerarse habilidades, pero sí recursos personales (una enfer-
ie suele estar pre- mera lo tiene y la otra no). Sin embargo, el dominio de ejercicios de relajación
, peso. sí es una habilidad que, como tal, constituye un recurso. Los recursos que no
son habilidades, al no depender enteramente de la persona que de momento
Es va que puede disfruta de ellos, pueden ser inestables, mientras que el mantenimiento de las
nazante y / o esca- habilidades, una vez consolidadas, depende fundamentalmente del compor-
i, pero sí propicia tamiento del que las domina y utiliza asidua o periódicamente.
Epción de control
iso de que se pro- La ausencia de recursos apropiados y habilidades eficaces para afrontar
a b r á mejor a qué las situaciones potencialmente estresantes, dificulta la posibilidad de alcan-
inados recursos o zar uno de los tres objetivos siguientes: solucionar tales situaciones, mane-
problemática, no jarlas adecuadamente aun no eliminándolas del todo, o aliviar su impacto
perjudicial. La acumulación de experiencias pasadas en las que no se hayan
rtedida de lo posi-
podido conseguir estos objetivos, o la simple expectativa de que no se podrán
o cuál es la mejor
alcanzar ante una situación estresante concreta, favorecerán la aparición del
icuentre).
estrés y, una vez presente éste, el hecho real de no poder manejarlo eficaz y
loración más obje- saludablemente, aumentará la probabilidad de sus efectos perjudiciales en el
JTSOS propios para rendimiento y la salud.
v en el cuestiona-
i havan recibido el El desarrollo de recursos ambientales y el entrenamiento de las personas
¿ante de múltiples para que dominen habilidades de afrontamiento, constituyen dos áreas de
trabajo especialmente importantes de la intervención psicológica para el con-
trol del estrés.
o modificar, direc-
gan una influencia
ones, favorecerá la 2.2.5. Apoyos sociales
; eficaz y saludable.
Así mismo, se ha observado que la presencia de apoyos sociales apropia-
dos, fundamentalmente el apoyo social percibido más que el apoyo real, puede
ayudar a amortiguar las experiencias estresantes (véase Sandín, 1995), sin que
todavía se hayan delimitado, con la claridad suficiente, cuáles son los meca-
rursos propios para nismos por los que se produce este efecto y qué tipo de apoyo social es el que
ponde a una caren- debería considerarse apropiado. Probablemente, el apoyo social contribuye a
ilidades de las per- disminuir el estrés por alguna o algunas de las siguientes vías:
ites concretas. • Reduciendo la trascendencia global y por tanto el carácter amenazan-
en emplearse indis- te de las situaciones potencialmente estresantes (e.g. al percibir la per-
dades son recursos, sona que la estima de los que la apoyan no está amenazada por la situa-
>, pensemos en una ción estresante o que, pase lo que pase, seguirá contando con la fuente
e estresantes; puede de gratificación que le proporciona el apoyo).
28 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
puede controlar). De esta manera, disminuyendo el estrés, aumentaría su acti- puede prc
vación general y mejoraría su rendimiento. por ejemp
te». Esta si
que se pre
2.3.2. Manifestaciones relacionadas con un aumento de la activación demostrar
Sinem
En líneas generales, las manifestaciones del estrés relacionadas con el longadam
aumento del nivel general de activación se pueden agrupar bajo tres epígra- aun existu
fes: motivación, ansiedad y hostilidad. comentad;
• La motivación está presente, fundamentalmente, cuando la persona per- ciar el des<
cibe que podría disponer de los recursos adecuados para controlar la deseo (mo
situación estresante, y asume con interés el reto de lograrlo. prepare b i
En este caso, se produce un sobreesfuerzo para encontrar y poner Así, parece d
en funcionamiento tales recursos, predominando el interés controlado tnras a corto pías
por solucionar el problema y la búsqueda de soluciones eficaces. En este dmiíento y la sal
estado, las personas rinden mejor y actúan de forma más saludable; •Bcer un rendimi
aunque el mantenimiento prolongado de este sobreesfuerzo también h s efectos perjuc
puede ser perjudicial a largo plazo, al favorecer un estado de desgaste délos objeri
y, finalmente, agotamiento.
• La ansiedad se caracteriza por el miedo, la preocupación incontrolada y Manifesh
la inseguridad, favoreciendo que la persona evalúe la situación inco-
rrectamente, evite o escape de las situaciones estresantes, dude exage-
radamente sobre lo que debe hacer, se inhiba en lugar de actuar, o actúe fin del nivel d e |
impulsivamente. • ' • ' ; ; ::.~.~:~_
En un primer momento, la ansiedad puede propiciar un estado de • En el caso i
activación favorecedor del rendimiento, pero posteriormente, para que
la persona sea eficaz, debe dar paso al estado de motivación señalado activación j
en el párrafo anterior. Así, una persona que, por ejemplo, esté muy pre- --
ocupada por solucionar un problema grave, inicialmente, gracias a esta r •; ~iz
preocupación, estará más alerta y se pondrá en funcionamiento para ~ r ::-
intentar aliviar este problema (efecto positivo de la preocupación); sin
embargo, más adelante, será más probable que sea eficaz si, aun Enmuc
siguiendo preocupada, consigue que sobre esta preocupación predo- -_ -.'--.:---:
mine el interés controlado por solucionar el problema. Siendo así, en z- ~z- ::>
lugar de estar nerviosa y actuar improcedentemente (evaluando de r - : : • ; ; - •_;
forma incorrecta lo que sucede, inhibiéndose, tomando decisiones z-~z Zr :-r;
impulsivas, etc.), podrá evaluar con objetividad, generar alternativas, - : ; r : ; - :zz
analizar adecuadamente las opciones disponibles y adoptar las deci- sa) y condu
siones más eficaces. Además, funcionando de esta manera, aliviará el --- : ;- I--i
impacto perjudicial del estrés sobre su salud. >z'__z z ~ .1
ntaría su acti- puede propiciar condiciones muy favorables para rendir. Pensemos,
por ejemplo, en un estudiante que suspende un examen «injustamen-
te». Esta situación estresante le provoca rabia y ésta le ayuda a decidir
que se preparará mucho mejor para el siguiente examen con el fin de
tivación demostrar su valía.
Sin embargo, la hostilidad puede afectar la salud si se mantiene pro-
>nadas con el longadamente. Además, en muchos casos, el rendimiento mejorará si,
[o tres epígra- aun existiendo cierta hostilidad, predomina la motivación por el reto
comentada previamente. En el ejemplo anterior, la rabia podrá propi-
i persona per- ciar el deseo de demostrar la valía en un próximo examen, pero es ese
•a controlar la deseo (motivación) y no la rabia, el que favorecerá que este estudiante
prepare bien el examen.
«itrar y poner Así, parece claro, que la ansiedad y la hostilidad, aunque pueden ser posi-
res controlado tivas a corto plazo, en general son manifestaciones perjudiciales para el ren-
acaces. En este dimiento y la salud. Sin embargo, transformarlas en motivación, puede favo-
las saludable; recer un rendimiento elevado más estable, minimizando, al mismo tiempo,
íerzo también los efectos perjudiciales del estrés sobre la salud. Éste debe ser, por tanto, uno
lo de desgaste de los objetivos prioritarios de la intervención psicológica en este ámbito.
dudad, enfado, • El hecho de que una persona disponga de recursos eficaces para hacer
?stá controlada, frente a las situaciones potencialmente estresantes, o que, ya presente
32 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
eto de buscar y mediante el control del estrés, sirvan, al mismo tiempo, para optimizar
ca que el estrés la salud, minimizando el sobreesfuerzo psicológico y físico que conlle-
a la utilización va enfrentarse a las situaciones estresantes sin que disminuyan las posi-
v si la persona bilidades de rendimiento.
ida vez mayor, El dominio de estrategias apropiadas, puede retrasar considerable-
mente el proceso de desgaste que deriva en el agotamiento. Su aplica-
a a situaciones ción, junto al uso de otras estrategias que favorezcan la recuperación
ológico y físico de los sobreesfuerzos que se realicen, ayudará a prevenir este impor-
gastándose pro- tante problema para la salud y el rendimiento.
) se recupera de
vida. Esta consideración, plantea la importancia de desarrollar estrategias Tabla 1.2. (Coi
apropiadas para prevenir y controlar el estrés, evitándose o minimizándose
sus efectos negativos.
Trastornos
Los mecanismos por los que el estrés puede resultar perjudicial para la dermatólogo
salud se comentan ampliamente en otros escritos (e.g. Labrador, Cruzado y
Vallejo, 1987; Sandín, 1995; y capítulo 2 de este libro). En líneas generales, se
produce un sobrefuncionamiento de diversos sistemas del organismo (e.g.
Dolor crónia
rama simpática del sistema nervioso autónomo, sistema somático) y un debi-
cefaleas
litamiento del sistema inmunitario, aumentando la probabilidad de que se
presenten o agraven trastornos como los que se incluyen en la tabla 1.2. La
Trastornos
relación del estrés con algunos de estos trastornos se explica en otras publi- musculares
caciones (véase, por ejemplo, el volumen de Buceta, Bueno y Mas, 2000).
Trastornos
irucodentale
Tabla 1.2. Principales alteraciones de la salud relacionadas con el estrés
(adaptado de Labrador, 1992).
Trastornos
• Hipertensión sexuales
• Enfermedad coronaria (angina de pecho, infarto de miocardio)
Trastornos
• Taquicardia
cardiovasculares
• Arritmias cardíacas episódicas
• Enfermedad de Raynaud
• Asma bronquial - Estrés v F
Trastornos • Síndrome de hiperventilación
respiratorios • Otros: taquipnea, dificultades respiratorias episódicas
(disnea), sensación de opresión torácica perjudicar el rer
escolares, depor
• Gripe, herpes, tuberculosis
Trastornos estrés sobre el n
• Cáncer
inmunológicos general. Así, seg
• SIDA wocar niveles m¡
Artritis reumatoide do al rendirnien
• Hipertiroidismo
Trastornos
• Hipotiroidismo
endocrinos : 2. Nivel de
• Síndrome de Cushing
• Ulcera péptica
• Dispesia funcional
Trastornos • Síndrome del intestino irritable
gastrointestinales • Colitis ulcerosa
• Otros: molestias digestivas, digestiones lentas,
estreñimiento, aerofagia, espasmos exofágicos Para control
Diabetes e hipoglucemia los síntomas qu
manos, sensacic
(Continúa)
7 L 2TAS DE RIESGO ESTRÉS, RENDIMIENTO Y SALUD 35
Tabla 1.3. Relación básica entre estrés, motivación, nivel de activación general El nivel de a<
y rendimiento. afectando su fun
'11 \::-::í-:í
Tabla 1.4. Escala subjetiva de 0-10 puntos para cuantificar el nivel de activación.
EínwddetKtñ
- _ - :: : T . 5
0 1 10 ; T~~: i~
Mínima Máxima de activa
Activación Activación : ~ -~ i. í~í~:
defectuoso que pe
XTAS DE RIESGO ESTRÉS, RENDIMIENTO Y SALUD 37
Así, una persona que se encuentre por debajo de su nivel de activación ópti-
mo (es decir, demasiado relajada) no será capaz de rendir según sus posibili-
dades. Si la activación aumenta hasta alcanzar el nivel óptimo, podrá rendir al
máximo de sus posibilidades. Pero si su activación sobrepasa el nivel óptimo
(demasiado activada) tampoco rendirá como podría hacerlo. Por tanto, es
importante que las personas se encuentren en su nivel de activación óptimo
para que su rendimiento sea mayor; y en gran parte, en el ámbito del rendi-
miento, la intervención psicológica debe perseguir este trascendente objetivo.
Básicamente, el nivel de activación óptimo se caracteriza por un estado
de fluidez física y psicológica que permite rendir al máximo posible sin apa-
rente esfuerzo. En este estado, la persona funciona física y psicológicamente
lo mejor que puede, utilizando sin dificultad sus mejores habilidades en bene-
ficio de su rendimiento.
El nivel de activación óptimo será diferente en función de las caracterís-
ticas individuales de cada persona y del tipo de tarea a realizar. Así, por ejem-
plo, puede variar entre los compañeros de un grupo de trabajo o un equipo
de fútbol y, en general, suele ser más bajo cuando se trata de tareas comple-
jas que exigen mucha precisión que en el caso de tareas más simples que
requieren fundamentalmente esfuerzo. Por tanto, dos personas pueden tener Figura 1.2. Q
niveles óptimos diferentes respecto a la misma tarea (véase la figura 1.1) y,
una misma persona, niveles óptimos diferentes para diferentes tareas (véase
la figura 1.2). Fbr tanto, país
— : — — ;f r.r". iz
••portante, en d<
•lriiliftcar cuál es
" -- : _ ; : ; : a r=
- rr.rr.: :--:
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. Domina I
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NIVEL DE ACTIVACIÓN
tivación ópti-
i sus posibili-
cvirá rendir al
nivel óptimo
Por tanto, es
ación óptimo
ito del rendi-
ente objetivo.
>or un estado
isible sin apa-
oiógicamente
ades en bene-
til. Sin duda sería apropiado que este estudiante aprendiera a identificar cuál Tabla
es su nivel de activación óptimo y, posteriormente, que desarrollase estrate-
gias adecuadas para controlar su activación y situarla en dicho nivel óptimo
Situaciones
(e.g. una técnica de relajación para disminuir la activación más elevada hasta relacionadas cor
situarla en el nivel óptimo). rendimiento
entificar cuál Tabla 1.5. Ejemplo de hoja de registro para aprender a identificar
>llase estrate- el nivel de activación óptimo.
nivel óptimo Situaciones Nivel de
ílevada hasta Síntomas de Nivel de activación
relacionadas con el rendimiento
activación (0-10)
rendimiento (0-10)
;sario, en pri-
síntomas pre-
0-10 puntos
de activación
cados y valo-
íorma podrá
itre sí las dis-
v mejorar, así,
:omo parte de
orregistro rea-
entarios como
jtra; piensa una 3.2.4. Autorregulación de la activación
áio la misma?»
s veces rectifi- A continuación, resultará apropiado entrenar al sujeto para que autorre-
cambiará uno gule su nivel de activación, situándolo y manteniéndolo en el nivel óptimo.
reciso y fiable, Al comenzar este proceso, es conveniente que el psicólogo explore si el suje-
ción. to dispone de estrategias eficaces en su repertorio de habilidades. Si es así, no
será necesario que aprenda nuevas habilidades, debiéndose aprovechar las
distintos nive-
existentes. En caso contrario, será necesario el entrenamiento específico para
l a s concretas,
la adquisición de habilidades.
activación en
reas de rendi- Cuando ya estén disponibles las habilidades pertinentes, el trabajo del psi-
a n d o también cólogo consistirá en organizar mejor la utilización de tales habilidades. Para
g. muy bueno, ello, pueden ser necesarias estrategias como las siguientes:
encuentra una
a identificar el • negociar y acordar con el sujeto cuándo debe emplear las habilidades;
tas en el párra- • ayudarlo a que identifique las señales antecedentes en cuya presencia
deben emplearse tales habilidades;
activación que • utilizar el ensayo en imaginación o en vivo para practicar su uso correcto;
livel de activa-
rivación que se • planificar las situaciones concretas en las que tales habilidades deben
ser empleadas;
42 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
uedan impedir la ros se acercan para preguntarte qué te sucede?»); también hace preguntas
para encontrar las soluciones a tales dificultades («¿cómo podrías mane-
jar esa situación?», «¿qué te parece si les dices algo así como...?»); y si pro-
irzar al sujeto por cede, aporta algunas sugerencias («¿qué te parece si cuando ocurra
> si procede. esto...?»).
mos, por ejemplo, • en una sesión posterior, el psicólogo pregunta a la enfermera cómo le
habilidad) y sufra ha ido aplicando las técnicas; la refuerza por cada paso de la secuencia
i trabajo, en detri- bien realizado («bien, muy bien, eso estuvo muy bien,...») y utiliza la expe-
sta habilidad para riencia para corregir aspectos que se deban mejorar (e.g. «si tenemos en
ivel de activación cuenta lo que ha pasado, parece que en la situación B tienes menos tiempo del
¡uiente manera: que pensábamos para aplicar estas técnicas; debemos cambiar algún detalle para
etas debe emplear poder utilizar estos ejercicios en el tiempo disponible...»).
justo con la mayor
Lógicamente, si el sujeto no dispone de estrategias adecuadas para
breactivada en las
aumentar o reducir su activación, es importante que las aprenda. En este caso,
i lo antes posible,
conviene que, inicialmente, el psicólogo sugiera varias alternativas, y le pro-
;e momento, para
ponga al cliente un breve período de prueba para observar cuál de ellas
Ejercicios de respi-
podría funcionar mejor. Entre las posibles alternativas pueden encontrarse
pensamientos, imágenes, autoinstrucciones, autoafirmaciones, y ejercicios
is para utilizar los específicos de relajación o activación.
[ue perciba los sín-
Por ejemplo, el psicólogo puede indicar al sujeto que para la próxima
de 0-10 puntos, si
sesión haga un listado de pensamientos, imágenes y palabras o frases cortas
primo, ésta será la
que podrían ayudarlo a relajarse o activarse. Paralelamente, puede comenzar
de respiración);
a enseñarle algún ejercicio de relajación que sea aplicable en las situaciones
n para practicar la estresantes que le conciernen.
tfermera se relaja y,
•1 psicólogo, se sitúa En la siguiente sesión se debe aprovechar la información del listado ela-
B o C); una vez allí, borado por el sujeto para decidir qué pensamientos, imágenes, palabras o fra-
ses cortas se podrían emplear a modo de prueba.
sava cómo hace una
los ejercicios de res- Durante la semana posterior, el sujeto tendrá la tarea de emplear estas
nte para poder apli- estrategias (y quizá también, si ya se dominan mínimamente, los ejercicios de
a paso de la secuen- relajación) en situaciones diversas de baja o alta activación, registrando su efi-
dará a la enfermera; cacia mediante una escala de 0-10 puntos. Podrá añadir, además, una valora-
• con el psicólogo; ción global y las observaciones que estime oportunas.
las que aplicará los En la sesión siguiente, psicólogo y cliente, a partir de la información que
\es de los próximos traiga éste, pueden acordar las estrategias que podrían ser más eficaces y
o hace preguntas a dedicar tiempo a perfeccionarlas. Más adelante, podrán iniciar el proceso
erfectamente lo que señalado en el ejemplo de la enfermera.
o utiliza preguntas
3.2.5. Estrategias de afrontamiento
ipedir la aplicación
una breve pausa para Este tipo de estrategias de afrontamiento sirven para autorregular el nivel
iración, tus compañe- de activación, hasta situarlo en el nivel óptimo, cuando las personas obser-
44 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
van que se encuentran por debajo o por encima del nivel de activación que Si las estn
más les conviene en situaciones concretas para rendir en una tarea o, simple- a sí mismc
mente, estar a gusto. Son estrategias cuya aplicación debe adaptarse a las con- tener un \
diciones existentes en la situación en cuestión (tiempo disponible, condicio- moleste y
nes ambientales, etc.). dar situac
por no hal
Normalmente, estas estrategias deben permitir autorregular el nivel de sonas sigí
activación en situaciones que exigen una autorregulación relativamente parecidas,
urgente (el tiempo dependerá de las condiciones de la situación) y en condi- hostilidad
ciones muy específicas. vez en el r
Así, por ejemplo, si se trata de un ejecutivo que debe autorregular su le han avu
nivel de activación durante las reuniones de trabajo con sus clientes, las el reto de 1
técnicas a utilizar tienen que ser aplicables en estas condiciones concretas, en el nivel
por lo que, por ejemplo, sería inadecuado que este ejecutivo aprendiera que establ
técnicas de relajación cuya aplicación exija estar tumbado durante veinte en la tarea
minutos. Sería apropiado, sin embargo, que el ejecutivo aprendiera a uti- Si existe u
lizar, por ejemplo, técnicas de relajación de rápida y discreta aplicación, también 1
autoinstrucciones o pensamientos, que pudiera aplicar con facilidad adecuado i
durante las reuniones con sus clientes, sin apenas interferir en su funcio- lares (prof
namiento laboral.
activación
Es importante, por tanto, elegir, planificar y ensayar bien las estrategias
v fortalezí
de afrontamiento en cada caso particular.
ir — eiií::-
Las estrategias de afrontamiento que sirven para reducir la activación, son
Si el défici
habituales en el ámbito de la salud, al ser el exceso de activación de la res-
:errr<i:r
puesta de estrés uno de los principales problemas (véase el capítulo 2 de este
y tampoa
libro). Por el contrario, las que son útiles para aumentar la activación apenas
: r :i:r ; r
han sido consideradas, recibiendo más atención en campos relacionados con
tamiento),
el alto rendimiento (e.g. el deporte de competición) en los que, con cierta fre-
-- ~-~ii :
cuencia, es importante superar estados de baja activación para conseguir el
•r.;-r:-s
nivel de activación óptimo.
. r M irj
La clave de estas estrategias para aumentar la activación, está en encon- ':.":". .•{Y"'--:"'"*
trar pensamientos, imágenes, autoinstrucciones, autoafirmaciones, palabras-
clave o ejercicios específicos (e.g. tensar o estirar partes del cuerpo, respirar -•- í~ ¿r.a
aceleradamente) que resulten útiles en cada caso particular. En líneas gene- _r -.-n z : .
rales, se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones: -1 - " 1 ~i C-5¿
• Si el déficit de activación procede de una falta de interés por la tarea, el OpdÓTL COI
sujeto debe aplicar una estrategia para aumentar su motivación. Por
ejemplo, puede intentar encontrar algo atractivo en la tarea (aunque
sólo sea un detalle de fondo o de forma), buscar un objetivo inmediato
que sea desafiante, elaborar un plan de actuación que le resulte intere-
sante y / o pensar en las consecuencias positivas, de cualquier tipo, vin-
culadas a un buen rendimiento en la tarea.
XXTAS DE RIESGO ESTRÉS, RENDIMIENTO Y SALUD 45
bien, a través tarde o temprano, afecten su bienestar y su salud. Además, para muchas
ores (e.g. esta- personas (e.g. algunos pacientes que deben reincorporarse a la vida labo-
trices de deci- ral después de sufrir un infarto de miocardio; muchas otras personas,
ídes, etc.) que sin necesidad de ser pacientes, que «sacrifican» su salud en beneficio de
n la presencia su rendimiento), es difícil aceptar que deben poner en práctica estrate-
utilización de gias para potenciar su salud en detrimento de su rendimiento. Para estas
? lo requieren, personas es importante comprender que pueden seguir rindiendo sin
egias (e.g. una renunciar a su salud, y más aún, que si tienen salud podrán rendir mejor
objetivo esta- y durante mucho más tiempo. De esta forma, será mucho más probable
ación). que apliquen las estrategias adecuadas para potenciar su salud.
>s técnicas de Considerando este planteamiento, el estrés es una variable de suma tras-
; intervenir en cendencia, pues influye decisivamente tanto en la salud como en el rendi-
: señala en u n miento. Por ello, el objetivo general de la intervención psicológica en este
ámbito debe consistir en controlar adecuadamente el estrés, con el propósito
de optimizar la salud y el rendimiento, considerando la interacción de éstos.
Lógicamente, según los casos, salud o rendimiento serán más prioritarios en
un momento concreto, y la intervención tendrá que considerar esta prioridad,
pero incluso en esta circunstancia, se podrán adoptar medidas que favorez-
unque en oca- can el fortalecimiento de ambos (e.g. una estrategia para reducir la sobreacti-
odrían ser per- vación que provoca el estrés).
lón óptimo no
, puede contri-
> físico y psico- 4. INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA OPTIMIZAR LA SALUD Y
arión elevada, EL RENDIMIENTO MEDIANTE EL CONTROL DEL ESTRÉS
pensarla cuan-
rendimiento). La intervención psicológica para el control del estrés, con el propósito de
optimizar la salud y el rendimiento, puede tener los siguientes grandes obje-
ivudar mejor a tivos:
, deportiva, de
ú máximo ren- • eliminar o aliviar situaciones potencialmente estresantes;
e planteamien- • potenciar o modificar características personales relevantes (patrones de
lentan a conti- conducta, estilos de afrontamiento, valores, creencias y actitudes influ-
yentes, recursos y habilidades, apoyos sociales);
:ener en cuenta • eliminar o controlar las manifestaciones del estrés cuando se hayan pro-
ifícil conseguir ducido (controlar la activación, eliminar la ansiedad y la hostilidad,
x>r ejemplo, de superar estados de depresión, recuperarse del desgaste del estrés).
ntemente y rin-
manera, hasta
^lud, y su ren- 4.1. Intervención centrada en las situaciones potencialmente estresantes
hospitalario, de sus empleados [situación muy estresante para ellos], puede hacerlo
tres antes de periódicamente con la máxima objetividad, utilizando criterios apro-
a controlarlo piados que sus emplados conozcan previamente);
establecer medidas que ayuden a motivar a las personas que realizan
irtado, suele tareas monótonas y aburridas {e.g. incentivos económicos, planes para-
lelos de desarrollo personal);
escuchar a las personas expuestas a las situaciones estresantes con
a un rano
empatia y «calor humano» (e.g. en el hospital, el personal de enferme-
jrofesor; pro-
ría cuando atiende a los enfermos; en el trabajo, al empleado que tiene
spital de día,
demasiado trabajo);
jmpo del que
ando se com- dirigirse a las personas con cordialidad y respeto, y explicarles con cla-
ridad qué es lo que se pretende de ellas, para favorecer que tengan
:e la persona expectativas de rendimiento realistas y evitar la ambigüedad y / o el
¡ el domicilio conflicto (e.g. en el entorno laboral, al dirigirse el jefe a sus empleados);
optimizar, en definitiva, los elementos del entorno habitual que pueden
uvan a hacer- ser estresantes, incluyendo el comportamiento de las personas cercanas
de la tercera con capacidad de influencia (profesores, familiares, personal sanitario,
spacio perso- entrenadores deportivos, guardias urbanos, directores, compañeros, etc.).
nte (e.g. en el
4.2. Intervención centrada en las características personales relevantes
irgica a la que
mación sobre
En este apartado se ha trabajado más que en el anterior, aunque no en la
le un examen
misma proporción en cada uno de los subapartados que lo componen.
resantes por la En menor medida se han utilizado técnicas como la planificación del tiem-
arse; po (e.g. Bueno y Buceta, 1997), el establecimiento de objetivos, la elaboración
de planes de actuación, la anticipación de posibles dificultades interferentes
tuadamente a y la preparación de planes alternativos (e.g. Buceta, 1998; véase la tabla 1.6),
el uso de matrices de decisiones (véanse los capítulos 7 y 8 de este libro) y téc-
nicas cognitivas como autopreguntas, autoafirmaciones y autoinstrucciones
i estresantes y
dirigidas a aliviar el impacto estresante de situaciones que no se pueden eli-
minar (e.g. «¿qué es lo peor que me puede pasar?», «¿es tan grave?», «¿qué es lo
mental conlle- mejor que puedo hacer?», «tranquilo, ya sabes que esto puede suceder, utiliza el plan
e las situacio- que tenías preparado para este momento», etc.).
ides de exposi-
desarrollar un
Tabla 1.6. Ejemplo de instrumento para preparar el afrontamiento de una situación
potencialmente estresante (adaptado de Buceta, 1998).
ionar, manejar o
;ntal puede con-
Así mismo, evaluar objetiva y racionalmente las situaciones potencial-
¡iendo este apar- mente estresantes y los recursos para enfrentarse a ellas, de manera sistemá-
strés. tica (en la línea señalada en el apartado de los valores, las creencias y las acti-
lente difundidas, tudes influyentes), también debe considerarse una habilidad eficaz para
lia, 1985), la Ino- controlar el estrés. Por ejemplo, puede ser muy útil para una persona que se
:> en Habilidades encuentre ante una situación estresante inesperada o en principio muy impac-
específicamente, tante. La valoración objetiva y racional de esa situación, permitirá, en muchos
ú entrenamiento casos, que esa persona la considere menos amenazante. La valoración objeti-
?n), y el Entrena- va y racional de los recursos propios para manejar la situación, favorecerá que
esa persona adopte las mejores soluciones posibles.
52 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Establecimiento de objetivos
Autoobservación y autorregistro
Autoevaluación subjetiva del nivel de activación y otras experiencias
internas
Evaluación objetiva del propio rendimiento
Autoaplicación de técnicas de relajación y respiración
Práctica en imaginación
Habilidades atencionales
Aplicación de autoafirmaciones, autoinstrucciones y autorrefuerzos
Habilidades para controlar cogniciones disfuncionales
Identificación y consecución del nivel de activación óptimo
Preparación personal para la actuación en la competición y los
entrenamientos
Aplicación de habilidades para la autorregulación y el autocontrol en la
competición y el entrenamiento
habilidades psi- En cuanto a los recursos que no son habilidades (e.g. la disponibilidad de
iples situaciones tiempo, el acceso a actividades reforzantes, etc.), los programas de interven-
ienen una enor- ción comportamental también pueden contribuir a mejorar esta parcela, inclu-
e que los depor- yendo estrategias apropiadas para la solución de problemas reales, la plani-
,- saludable. Y lo ficación del tiempo, la planificación y realización de actividades, el
cusiese de estos establecimiento de acuerdos o contratos conductuales, etc., siempre con el
objetivo de que aumenten las posibilidades de afrontamiento eficaz de las
situaciones potencialmente estresantes.
Esta parcela de la intervención psicológica es sumamente importante y no
ion (Buceta, 1998). debe menospreciarse. El psicólogo debe explorar las posibilidades del entor-
no de su cliente y adoptar las estrategias adecuadas para enriquecer el reper-
torio de recursos de éste.
En líneas generales, la intervención puede tener objetivos como los que 5L REFERE
pertenecen a los apartados anteriores, es decir, eliminar o aliviar situaciones
estresantes y / o modificar características personales relevantes que en cada
caso concreto contribuyan a la aparición del estrés o puedan ayudar a con-
trolarlo (e.g. solucionar un problema concreto, modificar alguna creencia rele-
vante, aprender alguna habilidad de afrontamiento, fortalecer determinados
apoyos sociales, etc.).
También puede dirigirse, directamente, al control de las respuestas espe-
cíficas del estrés (e.g. la activación fisiológica, los pensamientos negativos,
etc.) mediante estrategias apropiadas en cada caso particular (e.g. relajación,
desensibilización sistemática, biofeedback, detención del pensamiento, autoa-
firmaciones, autoinstrucciones, etc.).
En muchos casos, lo apropiado es intervenir, paralelamente, en varios
frentes:
• controlando directamente manifestaciones concretas de estrés;
• eliminando o aliviando situaciones estresantes;
• sustituyendo variables personales que estén aumentando la probabili-
dad del estrés, por otras que, al contrario, contribuyan a reducirla en el
presente y en el futuro.
Resulta obvio, por tanto, que una vez que el estrés está presente, la inter-
vención no debe limitarse a eliminar o aliviar sus manifestaciones, sino diri-
girse, además, a debilitar las variables situacionales y personales que lo favo-
recen; y más aún, a desarrollar condiciones ambientales y características
personales eficaces y saludables que ayuden a mantener, e incluso a mejorar,
los logros de la intervención.
En la misma línea, se sitúa la importancia de reducir el estrés y prevenir
su reaparición dentro de programas de tratamiento de trastornos asociados
ya establecidos (e.g. la hipertensión esencial, el dolor de cabeza, etc.) (véase
el volumen de Buceta, Bueno y Mas, 2000).
En estos casos, el análisis conductual del problema debe determinar si el
estrés es uno de los factores que contribuyen al mantenimiento e incluso al
empeoramiento del mismo, dificultando su tratamiento, deteriorando el bie-
nestar y la calidad de vida de la persona afectada e incrementando la proba-
bilidad de recaídas cuando se produzca algún progreso.
Cuando sea así, se tendrá que intervenir sobre el estrés, según convenga,
considerando los tres apartados señalados previamente: el control de las mani-
festaciones del estrés, la eliminación o alivio de las situaciones estresantes, y la
sustitución de características personales relevantes; aunque, en estos casos, den-
tro de un plan terapéutico en el que estarán presentes otros objetivos diferentes.
CAPITULO 2
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS
María Crespo
Francisco }. Labrador
1. INTRODUCCIÓN
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tiene más allá del límite se producirán serios deterioros a diferentes niveles X. >
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(véase tabla 2.1). <r
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TRASTORNO a
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PSICOFISIOLÓGICO n
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Figura 2.1. Modelo de estrés (Labrador, 1992).
i. ; i
LCTAS DE RIESGO
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 61
es
• Ambigüedad en algún parámetro de la situación estimular (intensidad,
severidad, duración o inminencia...).
• Sobrecarga de los canales de procesamiento (imposibilidad de manejar
T3
e integrar toda la información que llega).
Se pueden señalar una serie de factores que intervienen modulando o ñora para el u
mitigando los efectos negativos del estrés en el organismo. Por lo que se refie- - - - . - ii. '.:- Z
re a las condiciones ambientales, cabe destacar el apoyo social. De modo más ' :--;_- =.
específico, parece que la presencia de una serie de recursos sociales (pareja, z i - _ " - ~-l
familiares, amigos, vecinos...) en el momento de experimentar una situación
estresante reduce considerablemente los efectos nocivos de la misma (sobre
este tema pueden verse las revisiones de Dean y Lin, 1977; Haggerty, 1980;
Thoits, 1982; Turner, 1983; Wallston, Alagna, DeVellis y DeVellis, 1983; Sara-
son y Sarason, 1985; y en nuestro país, Barrón, 1988 y Barrón, Lozano y Cha-
cón, 1988).
Un segundo factor modulador, propuesto por Kanner et al. (1981), es la
presencia de situaciones de carácter positivo que acontecen en la vida coti-
diana (e.g. el placer derivado de manifestaciones de amor, de oír buenas noti-
cias, de un buen descanso...), que actuarían como «amortiguadores» de los
efectos negativos del estrés, aunque sus efectos moduladores distan de estar
contrastados inequívocamente.
Por último, Folkman, Schaefer y Lazarus (1979), señalan la importancia
de lo que ellos denominan recursos utilitarios (e.g. dinero, instrumentación,
acceso a servicios sociales, programas de entrenamiento...), no disponibles en
la misma medida para todas las personas. Así, por ejemplo, para las perso-
nas con recursos económicos es más fácil y efectivo el acceso a asistencias
legales, médicas o de cualquier otro tipo, que pueden facilitar notablemente
la resolución de la situación. •:
ÜCTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 63
Orientación (RO) esta valoración y, en consecuencia, la respuesta del organismo. Esta fase corres-
M.1990). ponde a lo que Lazarus y Folkman (1984) denominan evaluación primaria.
Lazarus y Folkman (1984) distinguen tres tipos básicos de valoración del
RESPUESTA DE
medio y sus demandas: irrelevante, benigno-positiva y estresante. Las eva-
DEFENSA
luaciones estresantes pueden ser a su vez de tres tipos: daño o pérdida, ame-
No habituación naza y desafío. Daño o pérdida hace referencia a aquellos casos en los que el
Constricción individuo ha recibido ya un perjuicio (lesión, pérdida de un ser querido...).
Constricción La evaluación de amenaza se refiere a aquellos casos en los que se prevén
daños o pérdidas, aunque todavía no han ocurrido y se puede tratar de solu-
Incremento cionar o afrontar la situación de manera anticipada. El desafío implica la pre-
Aumento visión anticipada de situaciones de daño o pérdida, como la amenaza, pero a
Aumento diferencia de ésta se acompaña de la valoración de que existe fuerzas o habi-
Aumento lidades suficientes para afrontarlas con éxito y pueden obtenerse ganancias.
Aumento No obstante, la mayoría de los estudios sobre estrés optan, más que por una
Aumento consideración categorial, por la valoración de dimensiones básicas de la eva-
luación de la situación estresante. Entre las dimensiones habitualmente consi-
Aumento deradas destacan: el grado de control sobre el suceso estresante, la severidad,
Disminución significación o intensidad percibida del suceso, la deseabilidad de la situación,
Alej amiento el grado de anticipación o predecibilidad de su ocurrencia o aparición, el grado
de amenaza que representa el suceso para la propia autoestima ...
Las respuestas motrices básicas ante situaciones de estrés pueden ser bien
enfrentamiento (ataque), huida o evitación y, menos frecuentemente, pasividad
o inhibición (colapso). El tipo de respuesta de afrontamiento determinará la
forma de activación del organismo y, en consecuencia, el tipo de recursos que
se utilizarán y las estructuras fisiológicas implicadas, así como los posibles tras-
tornos psicofisiológicos que puedan generarse. La eficacia de estas conductas
vendrá determinada por sus efectos sobre el medio y / o por sus consecuencias
de acuerdo con las leyes del condicionamiento operante. Por ejemplo, las dos
primeras, enfrentamiento y huida, implican intensa activación fisiológica con
una importante liberación de recursos para que el organismo pueda llevar a
cabo, si es necesario, intensas conductas motrices. Esta activación suele tener
poca utilidad en el mundo industrializado, donde habitualmente para superar
situaciones de estrés son más útiles respuestas cognitivas que físicas, y además
presenta la agravante de unir al desgaste del organismo por su puesta en mar-
cha el problema de una acumulación excesiva de productos no utilizados.
ügunos casos queda de un nuevo empleo; sin embargo, esta misma estrategia puede resul-
:a ni general, tar adaptativa para hacer frente a la enfermedad terminal de un ser querido).
riducta llevar Existen numerosas categorizaciones de las estrategias de afrontamiento (casi
er pasivo tra- tantas como instrumentos de evaluación disponibles). Entre ellas, puede desta-
ú tipo de res- carse por su influencia la propuesta por Lazarus y Folkman (1984), que se resu-
el organismo. me en la tabla 2.3. Sin embargo, este tipo de categorizaciones se han mostrado
poco útiles y operativas, por carecer de contrastación inequívoca. Por ello, se tien-
»provocando den a agrupar en estrategias fundamentales, con las que se establece la estructu-
uada por éste ra básica del afrontamiento, configurada por dos polaridades: la que hace refe-
; o no estrate- rencia al objeto de los esfuerzos del afrontamiento (i.e. a qué se dirige el
isí como de la afrontamiento) y que diferencia entre afrontamiento centrado en el problema vs.
en las emociones; y la que indica cómo se realizan esos esfuerzos, distinguiendo
afrontamiento-acercamiento vs. escape-evitación. A éstas se puede añadir una
tercera, referente al tipo de esfuerzo realizado o nivel de respuesta, que diferen-
cia respuestas conductuales vs. cognitivas (véase Crespo y Cruzado, 1997).
lanera de abor- Tabla 2.4. Características conductuales delas personas pertenecientes a los patrones de
diferente forma conducta Tipo-A y Tipo- B (Muñoz et al., 1989).
5n al desarrollo
obrador, 1989). PATRÓN DE CONDUCTA TIPO-A PATRÓN DE CONDUCTA TEPO-B
1. Expresión general de vigor, energía, 1. Expresión general de relajación, calma
e las conductas vigilancia y confianza. y atenta quietud.
uñados hábitos
2. Postura firme y caminar rápido. 2. Postura apacible y caminar
cicio, alimenta-
moderadamente lento.
aciendo al indi-
ecial importan- 3. Voz fuerte y vigorosa. 3. Voz suave usualmente con poco
rcicio físico por volumen.
p e d a l del siste- 4. Habla tensa y respuestas concisas. 4. Respuestas extensas y divagantes.
idos por las res- 5. Habla recortada (fallando en la 5. Sin evidencia de habla recortada.
pronunciación final de las palabras).
6. Habla rápida y aceleración final de 6. Respuestas verbales moderadamente
una frase larga. lentas. Sin aceleración al final de las
frases.
7. Habla explosiva que puede contener 7. Inflexión mínima en el habla
de la activación
maldiciones (pronunciando ciertas general, un poco monótona.
11989). Aunque
palabras con una entonación
iciones de estrés enfa tizada).
e, 1956), actual-
ñsiológicas. Tal 8. Frecuentes interrupciones por 8. Raramente interrumpe al
jes de actuación respuestas rápidas dadas antes de interlocutor.
que el interlocutor haya terminado
su pregunta.
lata en todos los
pueden verse en 9. Habla apresurada en la forma de «sí, 9. Habla no apresurada.
sí» o «um, um» o por movimientos de
ica, así como un
cabeza en respuesta al interlocutor.
Su actuación no
nervioso Simpá- 10. Reacciones vehementes a cuestiones 10. Reacciones no vehementes a
ícho tiempo. Los relacionadas con el tiempo. cuestiones relacionadas con la
ávo de la tensión utilización del tiempo.
51o en ocasiones 11. Uso de las manos para enfatizar su 11. Nunca usa gestos para enfatizar su
ite intensa y / o el conversación. habla.
ion trastorno (e.g. 12. Frecuentes suspiros especialmente 12. Raramente suspira a menos que esté
ipre con carácter relacionados con cuestiones acerca del «hiperventilado» y ligeramente
trabajo. ansioso.
n v necesita unas 13. Hostilidad directa a la entrevista o a
los tópicos de la entrevista. 13. La hostilidad se observa raramente.
a activación de la
secreción de cate- 14. Frecuentes respuestas con exabruptos 14. Ausencia de respuestas enfáticas de
entar y mantener y respuestas enfáticas con una sola una sola palabra.
producidos por la palabra a las preguntas (Le. «sí»,
lero (Usdin, Kret- «nunca»).
Tse en la tabla 2.5.
EJE I EJE II EJE III O
HIPOTALAMO
Y
SN SN MEDULA FACTORES
SOMÁTICO SIMPÁTICO ESPINAL LIBERADORES
¡
m
Z
HIPÓFISIS Q
GLÁNDULA HIPÓFISIS POSTERIOR O
MUSCULATURA ÓRGANO ANTERIOR z
SUPRARRENAL
ESQUELÉTICA DIANA o
(MÉDULA) o
8'
Y Y >
ADRENALINA ACTH TSH HORMONA
NORADRENALINA CRECIMIENTO >
r-
C
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SNA Sistema Nervioso Autónomo
GLÁNDULA n
ACTH Hormona Adrenocorticotrópica TIROIDES o
SUPRARRENAL
TSH Factor Estimulante del Tiroides a
(CORTEZA) m
^- Acción Nerviosa
^- Acción Endocrina J
MINERALOCORTICOIDES TrenYTMi en
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ÓRGANO DIANA 2
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11 I I I I i 11 | I ' I I I II i II i i l |l I N UINO
[~ SISTEMA CIRCULATORIO
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ÓRGANO DIANA
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Figura 2.2. Ejes de activación de la respuesta fisiológica de estrés.
1
l . i b l . i l.'.t. I'llllt IjUllc: efi't toi de in tu lililí ion de los ejes neural, newvendocrino y endocrino.
i
Vasodilatación de los vasos de los
músculos s|/ riego sanguíneo a los ríñones Supresión del apetito
Dilatación de los bronquios \|/ riego sanguíneo al sistema Desarrollo de sentimientos
gastrointestinal fn
Glucogénesis en el hígado asociados a depresión, Z
Contracción del bazo sj/ riego sanguíneo a la piel indefensión, desesperanza y 3
\1/ excreción de orina pérdida de control a
Interferencia en la fabricación de m
Inhibición de la vegija urinaria
Excitación del esfínter proteínas
Pérdida de fosfatos y calcio en el riñon
Inhibición de la digestión
4> peristalsis y tono f* azúcar en sangre
gastrointestinal Bloqueo de respuestas
inflamatorias
Piloerección
Retención de líquidos en el riñon
Eyaculación
i s depósitos de glucógeno en el
Aumento del metabolismo basal
hígado
\p eosinofilos en circulación
72 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
La activación de este eje prepara al organismo para una intensa actividad ir! z - - ~ :
corporal con la que poder responder a cualquier posible amenaza externa, o trasto
bien haciéndole frente (luchando), bien escapando de ella. Everly (1989) aso- ~;~~.-Í=Z ~ il
cia el disparo de este eje a lo que anteriormente Canon (1929) había denomi-
nado la respuesta de «lucha o huida». Por tanto, es un eje que se dispara espe-
cialmente cuando la persona percibe que puede hacer algo para controlar la
situación estresante, sea hacer frente al estresor, sea escapar o evitarlo. Se le
considera, pues, como el eje más directamente relacionado con la puesta en
marcha de las conductas motrices de afrontamiento a las demandas del
medio, siempre que este afrontamiento implique alguna actividad.
La activación mantenida de este eje facilitará especialmente la aparición
de problemas cardiovasculares. De ahí la supuesta relación entre patrón de
conducta Tipo-A (caracterizado por conductas de enfrentamiento activo) y
trastornos cardiocoronarios.
c) Eje endocrino (eje III): puede dividirse en cuatro subejes cuyos efectos
más importantes pueden verse en la tabla 2.5. El primero y más importante es
el eje adrenal-hipofisiario, que responde provocando la liberación de gluco-
corticoides (cortisol y corticosterona), así como la de mineralocorticoides (aldos-
terona y desoxicorticosterona), que facilitan la retención de sal por los ríñones
con la consecuente retención de líquido y un incremento de los depósitos de ir!
glucógeno en el hígado. Una excesiva liberación de estos mineralocorticoides
parece facilitar el desarrollo de problemas como hipertensión, el síndrome de
Cushing o las necrosis de miocardio. Por último, se facilita también la secreción
de andrógenos (testosterona), e incluso puede aparecer un efecto de limitación
en la secreción de catecolaminas por las cápsulas suprarrenales. Paralelamen-
te, la hipófisis anterior libera en sangre diversos opiáceos endógenos (endorfi-
nas), que incrementan la tolerancia al dolor en situaciones de estrés.
Los otros tres subejes implican la secreción de la hormona del crecimien-
to, cuyo papel en la respuesta de estrés no está tan claro, el incremento en la
secreción de las hormonas tiroideas, en especial tiroxina, que aumenta el
metabolismo, y en consecuencia el desgaste general, y la secreción de vaso-
presina, con sus efectos de alteración del funcionamiento de los ríñones y el Zy ~ :
consiguiente incremento en la retención de líquidos, pudiendo así colaborar
al desarrollo de la hipertensión.
El disparo de este tercer eje, más lento que los anteriores y así mismo de
efectos más duraderos, necesita una situación de estrés más mantenida. A
diferencia del eje II, este tercer eje parece dispararse selectivamente cuando
la persona no dispone de estrategias de afrontamiento (coping), es decir, cuan-
do solamente le queda resistir o soportar el estrés. Sus efectos más impor-
tantes tienen que ver con depresión, indefensión, pasividad, no percepción
de control, inmunosupresión y sintomatología gastrointestinal. Parece con-
veniente insistir en que uno de los órganos activados específicamente por el
DLCTAS DE RIESGO
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 73
ntensa actividad disparo del eje endocrino es el propio cerebro, facilitando, en consecuencia,
nenaza externa, patologías o trastornos de corte predominantemente psicológico, como depre-
rerly (1989) aso- sión, ansiedad, miedo...
») había denomi-
se dispara espe-
jara controlar la 3.4. Relación entre los diferentes aspectos implicados en la respuesta de
estrés
o evitarlo. Se le
con la puesta en
Tras analizar por separado los aspectos implicados en la respuesta de estrés,
5 demandas del
se hace necesario integrarlos, dado que el organismo funciona como un todo. Se
ividad.
hará hincapié en cómo se traduce la actuación de los distintos aspectos a nivel
ente la aparición fisiológico, para poder explicar la aparición de trastornos psicofisiológicos.
i entre patrón de
Con respecto al eje neural, la evidencia disponible indica que los indivi-
miento activo) y
duos enfrentados a una situación estresante tienden a revelar patrones de
reactividad fisiológica diferentes si intentan respuestas de confrontación que
jes cuyos efectos si no disponen de ellas. En el primer caso, se produce un incremento de la
las importante es actividad muscular estriada, vasodilatación en los músculos esqueletales,
oración de gluco- gasto cardíaco y presión arterial. Ante situaciones aversivas en las que no se
rorticoides (aldos- dispone de respuesta de confrontación se produce aumento de la vigilancia,
al por los ríñones de la resistencia periférica total y de la presión arterial, así como otras mani-
; los depósitos de festaciones del Sistema Nervioso Simpático acompañadas por una disminu-
ineralocorticoides ción del movimiento esqueletal y de la tasa cardíaca mediada vagalmente
X el síndrome de i Schneiderman y McCabe, 1985).
ubién la secreción
El disparo del eje II depende en gran parte de cómo perciba la persona la
ecto de limitación
situación de estrés (evaluación primaria) y de su capacidad para hacerle fren-
lies. Paralelamen-
te (evaluación secundaria). Si percibe que puede hacer algo para controlar la
lógenos (endorfi-
situación estresora (sea enfrentarse, sea escapar), se pondrá en marcha este
e estrés. eje. Pero si se percibe que no se puede hacer nada, sólo soportar pasivamen-
iría del crecimien- te la situación a la espera de que se termine, se activará en su lugar el eje III.
[ incremento en la Así, Frankenhauser (1980,1986) y Lundberg (1980), han comprobado que las
L que aumenta el situaciones caracterizadas por esfuerzo con distress (alto grado de malestar)
¡ecreción de vaso- producen un incremento de catecolaminas y cortisol (esto es, activación de
ie los ríñones y el los ejes II y III), mientras que las situaciones que implican esfuerzo sin dis-
sido así colaborar mess, se acompañan de un incremento en la secreción de catecolaminas al
tiempo que se suprime la secreción de cortisol (activación del eje II pero no
del eje III); por último, las situaciones que implican distress sin esfuerzo, con-
•es y así mismo de llevan un incremento en la secreción de cortisol (eje III), aunque también
nás mantenida. A ruede haber elevación de catecolaminas.
tivamente cuando
ig), es decir, cuan- Por lo que respecta a la secreción de adrenalina o noradrenalina, Golds-
fectos más impor- tein y Halbreich (1987) señalan notables incrementos en adrenalina asociados
tad, no percepción con atención y vigilancia (vuelo, conducción de coches, estrés mental, hablar
stinal. Parece con- en público...), mientras que la secreción de noradrenalina parece responder
xíficamente por el más a estrés físico y actividad.
74 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Finalmente, parece que el eje III se dispara selectivamente cuando la per- EL DESAR
sona no dispone de estrategias de afrontamiento (coping) en las situaciones de MODELO 1
estrés, tal y como se ha señalado al hablar de la secreción de cortisol. Además,
el máximo incremento de cortisol ocurre ante la primera exposición a un estí-
mulo estresor, con progresiva disminución con exposiciones repetidas (Masón,
1968; Pollard, Bassett y Cairncross, 1976; Ursin, Baade y Levine, 1978).
La hormona del crecimiento (GH) se incrementa con menor frecuencia que
el cortisol, lo que para Goldstein y Halbreich (1987) puede estar en relación
con la intensidad del estímulo (se precisa un estímulo más intenso para pro-
vocar la secreción de GH que para la secreción de cortisol), o bien con el esti-
lo de afrontamiento (siendo la GH específica de un estilo independiente). No
obstante, la interpretación de este hecho se ve notablemente dificultada por
la secreción normal episódica, independiente del estrés.
Aunque existen algunos datos más acerca de la relación entre diversas
hormonas y los aspectos ambientales, conductuales y cognitivos de la res-
puesta de estrés (véase Goldstein y Halbreich, 1987), el panorama es bastan-
te complejo, precisándose más investigación al respecto.
En resumen, las respuestas fisiológicas activadas y los órganos implica-
dos están en función del tipo de estímulo estresor y de la valoración que de
él hace la persona. El mantenimiento de una respuesta de estrés, una vez que
se ha activado, dependerá de que el sujeto siga percibiendo la situación como
estresante y busque una solución. Cuando la situación de estrés ha finaliza-
do, sea por haberla solucionado la persona o por otras causas, o mejor, cuan- „-- "- 2-zT'^í
entre diversas El desarrollo de un trastorno será tanto más probable cuanto mayor sea
tivos de la res- la frecuencia, intensidad y duración de la respuesta de estrés. Pero si la per-
uma es bastan- sona dispone de estrategias eficaces para afrontar las situaciones de estrés,
aunque éstas sean muy frecuentes e intensas, el uso de esas estrategias eli-
minará la situación estresante, reduciendo así mismo la activación fisiológi-
•ganos implica-
ca y cognitiva (cesará la respuesta de estrés), y disminuirá la probabilidad de
loración que de
desarrollo de trastornos. En el caso contrario, cuando no se dispone de estra-
es, una vez que
situación como tegias o estas no consiguen una solución, se mantendrá la hiperactivación, lo
tres ha finaliza- que puede llevar a la aparición de trastornos de diversa índole, de entre los
-,, o mejor, cuan- cuales, los denominados trastornos psicofisiológicos, tales como hipertensión,
•oesta. cefaleas, asma, úlceras, disfunciones sexuales..., son los que han centrado de
manera preferente la investigación en el área.
Un par de factores más parecen importantes en el desarrollo de los tras-
tornos asociados al estrés: a) el patrón de estereotipia de la respuesta de estrés
(cuanto más similar sea la respuesta de activación ante las distintas situacio-
ar la situación de
nes de estrés, más fácil es que se produzca algún deterioro en los órganos
ma amplia gama
implicados en ésta) y b) la predisposición psicobiológica (predisposición gené-
ación de las con-
1 que dichas con- tica o aprendida a desarrollar cierto trastorno).
¡ acuerdo con las
portante tener en
de afrontamiento 6. EVALUACIÓN DEL ESTRÉS
tinción. Por ejem-
elevados niveles Dado que el estrés constituye un proceso complejo de interacción conti-
ara a desarrollar nua entre el sujeto y su medio, en el que están implicados los tres sistemas de
;go de trastornos respuesta, su evaluación ha de incluir los diversos aspectos considerados en
uctas Tipo-A son el modelo anteriormente expuesto. Para una revisión más detallada sobre la
lamente los retos evaluación del estrés pueden consultarse los trabajos de Fernández-Abascal
or...). v Martín (1995a) y Labrador y Crespo (1994).
76 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
1
Conjuntamente con esta escala, Kanner et. al. (1981) elaboraron otra para la evaluación
de acontecimientos diarios de carácter positivo, pero no encontraron relación entre esta segun-
da escala y sintomatología por lo que no la recogeremos en esta exposición, remitiendo al lec-
tor interesado a la fuente original.
X'CTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 77
6.1.2. Autorregistros
6.1.3. Observación
6.1.4. Entrevista
que describen posibles riesgos en una situación. Los factores principales iden-
tificados fueron: amenazas a la autoestima (6 items) y amenazas al bienestar
de un ser querido (3 items). Para la evaluación secundaria, utilizan 4 pre-
guntas (en entrevista o cuestionario) que describen alternativas de afronta-
miento para una situación específica. El sujeto ha de indicar si cada senten-
cia se aplica a la situación especificada.
Cohén, Kamarch y Mermelstein (1983) desarrollaron la Perceived Stress Scale
(PSS), autoinforme de 14 items diseñados para detectar el grado en que los
sujetos encuentran sus vidas imprevisibles, incontrolables y con sobrecarga.
D'Zurilla y Nezu (1990) han desarrollado un cuestionario dirigido a iden-
tificar la forma de seleccionar las respuestas de afrontamiento, el Social Pro-
blem-Solving Inventory (SPSI), con 70 items agrupados en dos escalas: Escala
de Orientación al problema o componente motivacional (que incluye las
subescalas de cognición, emoción y conducta) y la Escala de Habilidades de
Solución de problemas (que comprende definición y formulación del proble-
ma, generación de alternativas de solución, toma de decisiones, e implemen-
tación/verificación de la solución). La primera haría referencia a los procesos
de evaluación (primaria y secundaria), mientras que la segunda se centraría
en la denominada organización de la acción.
b) Entrevista y autorregistro: no existen modelos específicos, pero es evi-J
dente la utilidad, en especial de los autorregistros, para el establecimiento de
relaciones entre eventos y respuestas de estrés.
c) Evaluación en el laboratorio: un procedimiento de evaluación alternati-
vo es presentar al sujeto algunas de estas ocasiones elicitadoras de la res-
puesta cognitiva de estrés en condiciones óptimas para observar cómo res-
ponde, bien mediante procedimientos de role-playing, bien mediante
presentación de problemas a través de ordenador (video-juegos...). No obs-
tante, ha sido una estrategia poco utilizada.
a) Cuestionarios
2
Para un análisis más detallado del tema puede consultarse Crespo y Cruzado (1997) y
Vázquez, Crespo y Ring (2000).
X'CTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 81
3
Se trata de una revisión, ya que la elaboración y validación de la escala se basó en u
estudio preliminar de Derogatis, Lipman y Covi (1973).
"
IUCTAS DE RIESGO EVALUACION Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 85
Evaluación de >
la tasa cardíaca •<
Evaluación ante EE nuevos >
Automática de intensidad C
C
moderada y n
ASPECTOS corta duración o
COGNITIVOS
Evaluación • Folkman et al. (1986a) • Folkman et al *** 0
Primaria y
(1986a)
Secundaria • PSS (Cohén et ai, 1983)
Organización *** 0
• SPSI (D'Zurilla y Nezu, 1990)
Respuestas
• WOC-R (Lazarus y Folkman, En el laboratorio -<
!~)
1986) o el medio
z
• COPE (Carver et al, 1989) natural ante a
ASPECTOS • Stone y Neale acontecimientos
c
Generales • Stone y Neale (1984) *** ;
MOTORES (1984) *** diarios menores
• Billings y Moos (1981) o situaciones de a
• CSI (Amirkhan, 1990,1994) tensión crónica m
• CISS (Endler y Parker, 1990 a y b) mantenida 3
(Continúa) i
• I . ,i , i . , i. i , ,
i i . . i . ,
( ( >|'l'.(< ¿irvi'i elul., IW))
M f f 1 II l i l i n u i l
r
ASPECTOS ++* • Stone y Neale acontecimientos q
Generales Stone y Neale (1984) (1984) *** diarios menores >
MOTORES
Billings y Moos (1981) o situaciones de O
tensión crónica w
CSI (Amirkhan, 1990,1994)
mantenida 2
CISS (Endler y Parker, 1990 a y b) fd
(Continúa) o
,1.1. I
Evaluación
psicofisiológica y
ASPECTOS *** 0 *** () análisis
C
FISIOLóGICOS bioquímico en >
n
situación natural 5
o de laboratorio Z
<<
H
• HSCL (Derogatís et al, 1974 a y b)
• SCL-90-R (Derogatís et al, 1976)
!
• BSI (Derogatís y Spencer, 1982) 55
z
CONSECUENCIAS O • DSP (Derogatís, 1980,1987) Registro diario 3
ALTERACIONES • MBHI (Millón efal.,1982) de síntomas a
• Seriousness of Illness Survey ra
(Wyler et al, 1968) H
cri-
• ESSI (Everly y Sobelman, 1987) en
• ISSI (Henderson
• ISSB ( B a r r e r a et al, 1981)
etal, 1980)
FACTORES MODULADORES: • SSQ (Sarason et al, 1983) • ASSIS (Barrera,
APOYO SOCIAL 1980,1981)
• PSS-Fa/Fr (Procidano y Heller,
1983) • SRS (McFarlane
eífl/.,1981)
() Aunque pueden utilizarse, estas técnicas de evaluación presentan numerosas dificultades de diversa índole.
*** Puede utilizarse este procedimiento para la evaluación de este aspecto, pero no disponemos de pruebas estandarizadas.
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Cambiar el medio
Situaciones duraderas, ¿Es posible cambiar
frecuentes o intensas el medio?
Control de Estímulos
Autocontrol
Administración del Tiempo
Figura 2.3. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con las demandas ambientales.
Inoculación de Estrés
Percepción automática
DS
de amenaza
Exposición
Figura 2.4. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con la evaluación automática inicial de la situación.
tres relacionados
cada vez más próximas a la situación problema, y disponiendo ya de estra-
tegias para hacerle frente, que dicha situación pierda esa inadecuada valora-
ción como amenazante y que el sujeto disponga de respuestas específicas para
afrontarla. Así mismo, podrían utilizarse técnicas para disminuir el valor afec-
tivo de los estímulos, como la Desensibilización Sistemática (DS) u otras téc-
nicas de exposición.
DS
Exposición
Evaluación inadecuada Hipervaloración Solución de Problemas
de las demandas de la
situación
Hipovaloración
Solución de Problemas
Figura 2.5. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con la evaluación de las demandas de la situación.
92 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Reorganización Cognitiva
Hipervaloración Solución de Problemas
Evaluación inadecuada
de los propios recursos
Hipovaloración
Inoculación de Estrés
Figura 2.6. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con la evaluación de los propios recursos.
XXTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL ESTRÉS 93
rpios recursos
Procesamiento
Reorganización Cognitiva
inadecuado del ajuste
situación/recursos
Solución de Problemas
Figura 2.7. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con la selección y organización de la respuesta.
estas técnicas ha sido doble (véase figura 2.9). Por un lado, se pretende redu-
cir el nivel de activación general del organismo, en especial en aquellos
momentos que facilitan el exceso de respuesta. Este objetivo parte del supues-
to de que si el sujeto es capaz de reducir de manera voluntaria su nivel de
activación fisiológica, los problemas debidos al mantenimiento de niveles de
activación elevados pueden obviarse o, cuando menos, disminuirse. Por otro
lado, las técnicas pueden aplicarse para controlar o modificar los niveles de
activación de un determinado órgano diana o de alguna respuesta fisiológi-
ca específica responsable de un determinado trastorno que queremos tratar.
Relajación
Control Respiración
General Biofeedback (activación general)
Activación
fisiológica
inadecuada
Específica Relajación
Control Respiración
Biofeedback (RR específicas)
Figura 2.9. Esquema general para el tratamiento de los problemas de estrés relacionados
con la activación fisiológica.
Por último, cabe destacar que a pesar de la simplicidad del esquema, la rea-
lidad no es tan simple. Los diferentes pasos considerados no siempre se dan de
manera ordenada y secuencial, sino que pueden producirse saltos, vueltas atrás,
detenciones o reiteraciones, haciendo más complejo el proceso. Por tanto, la
aparente linealidad del esquema presentado en las diversas figuras de este epí-
grafe tiene una finalidad meramente didáctica, pero en realidad no es tal, sino
que se produce un continuo de interrelaciones entre los distintos aspectos impli-
cados, con bucles defeedback entre ellos, tal y como se indicó en la figura 2.1.
8. CONSIDERACIONES FINALES
etende redu- se dispone de diversas estrategias que se han mostrado eficaces para abordar
en aquellos la mayor parte de los problemas asociados al estrés.
? del supues- Es más, en los últimos años se ha producido un cambio fundamental en
i su nivel de la conceptualización del estrés y sus trastornos asociados, especialmente los
ie niveles de llamados psicofisiológicos. Este cambio ha supuesto el paso de su conside-
irse. Por otro ración como problemas periféricos (determinados, por ejemplo, por el exce-
os niveles de so de tensión de un determinado grupo muscular), a su conceptualización
s t a fisiológi- como problemas centrales relacionados con el modo en que la persona, como
remos tratar. un todo, hace frente a las demandas del medio. En conscuencia, es el modo
de vida de la persona, en su sentido más amplio (Le. incluyendo sus emo-
ciones, modo de pensar y actuar) lo que determina su estado de salud y
enfermedad.
Desde este nuevo punto de vista se hace evidente la necesidad de consi-
icion derar el estrés como un proceso global en el que se tienen en cuenta las carac-
>n general) terísticas de la situación que desencadena la respuesta, así como la interpre-
tación que el sujeto hace de ellas y el balance que establece entre las
necesidades requeridas por la situación y sus propias capacidades, los patro-
ación nes de activación fisiológica, las conducta que pone en marcha ante la situa-
^ecíficas) ción y las consecuencias de todo ello, tanto a corto como a largo plazo. No se
puede, por tanto, estudiar, evaluar o tratar el estrés considerando u n único
factor (ya sea éste el estresor o cualquiera de las respuestas del individuo). La
res relacionados situación resulta mucho más compleja, por lo que sólo el análisis del conti-
nuo juego de interacciones entre todos estos aspectos puede dar el fruto ape-
tecido a la hora de evaluar o intervenir ante un problema de estrés.
¡quema, la rea-
npre se dan de 9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
s, vueltas atrás,
o. Por tanto, la Amirkhan, J.H. (1990). A factor analytically derived measure of coping: The Coping
ras de este epí- Strategy Indicator. Journal of Personality and Social Psychology, 59,1066-1074.
1 no es tal, sino Amirkhan, J.H. (1994). Criterion validity of a coping measure. Journal of Personality
aspectos impli- Assessment, 62, 242- 261.
i la figura 2.1. Anisman, H., Kokiinidis, L. y Sklar, L.S. (1985). Neurochemical consecuences of stress
contributions of adaptative processes. En S.R. Burchfield (ed.) Stress: Psychologi-
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res: A cross-lagged panel analysis. Journal of Human Stress, 11, 21-26.
Barrera, M. (1980). A method for the assessment of social support networks in com-
cuesta de estrés munity survey research. Connections, 3,8-13.
ie permite dis- Barrera, M. (1981). Social support in the adjustment of pregnant adolescents: Assess-
niten hace fren- ment issues. En B.H. GotÜieb (ed.) Social Networks and Social Support. Beverly Hills:
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iuede producir Barrera, M.Jr., Sandler, I.N. y Ramsay, T.B. (1981). Preliminary development of a scale
asto» excepcio- of social support: Studies on college students. American Journal ofCommunity Psy-
n la actualidad chology, 9,435-447.
CAPITULO 3
ESTRÉS Y PREVENCIÓN CORONARIA
Enrique G. Fernández-Abascal
M." Dolores Martín
\. INTRODUCCIÓN
total de pacientes con diagnóstico de trabajo y admisión realizado por los car-
diólogos, un total de 1431 (46%) pacientes con un inicial diagnóstico de tra-
bajo de angina inestable/depresión del segmento ST, 1205 (39%) con infarto
de miocardio y 445 (14%) con sospechoso síndrome coronario agudo; los refe-
rentes a nuestro país fueron el 50% de pacientes con un inicial diagnóstico de
angina inestable, el 40% con diagnóstico de infarto de miocardio y el 10% con
sospechoso síndrome coronario agudo.
En los últimos años en algunos países se ha conseguido una reducción sig-
nificativa de muertes debidas a esta enfermedad, ello ha sido posible por los
esfuerzos de la prevención primaria y por una disminución de los niveles en
los factores de riesgo (Beaglehole, 1990). Así por ejemplo, en Estados Unidos
se ha producido una disminución del 40% en las tres últimas décadas, y en
Bélgica, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Finlandia han pasado a
tener una tendencia decreciente desde los años 70. Entre 1969 y 1997, en Cana-
dá la tasa de mortalidad declinó cerca del 50% y esto continúa con un pro-
medio del 2% por año (Wielgosz y Nolan, 2000). Por contra, nuestro país se
encuentra entre los que han experimentado uno de los mayores incrementos
durante este tiempo.
lo por los car- de endotelio, en su lugar se aprietan al exterior de la circulación por multi-
óstico de tra- plicación de las células inmediatamente adyacentes a ellas. La reproducción
,) con infarto de células endoteliales exhibe, a su vez, un aumento de la permeabilidad a
^ído; los refe- lipoproteínas de baja densidad, permitiendo la entrada de lípidos del plasma
iagnóstico de en el tejido. Las nuevas células regeneradas se piensa que también liberan
^ v el 10% con sustancias mitogénicas capaces de producir células de músculo liso bajo el
endotelio, para reproducirlas en gran número y promover aún más en estas
células un trastorno del metabolismo de los lípidos y la acumulación de los
reducción sig- mismos. Mientras que la rápida formación de nuevas células endoteliales esta
osible por los aparentemente marcada por el daño arterial y subsecuente alteración del teji-
los niveles en do, la reproducción normal de células (que típicamente tiene una vida media
atados Unidos de seis a ocho años) no resulta de los cambios anteriores. El crecimiento con-
décadas, y en tinuado de placas fibrosas puede llevar a la estenosis arterial, oclusión y a las
han pasado a manifestaciones clínicas de la enfermedad. Es entonces cuando la capacidad
1997, en Cana- de la arteria coronaria para suministrar sangre se ve reducida y así, durante
ia con un pro- una experiencia emocional o un ejercicio fuerte, todo está dispuesto para el
mestro país se desarrollo del dolor anginal o del infarto de miocardio.
s incrementos
Los mecanismos que pueden generar o facilitar la creación de la placa y
sus posteriores complicaciones son de dos tipos: los factores mecánicos, debi-
dos a la hemodinámica, y los factores químicos. Ambos factores pueden ser
potenciados por correlatos comportamentales del sistema nervioso simpáti-
CORONARIA
co y de la actividad adrenocortical (Carruthers, 1969). Los factores mecánicos
tienen su efecto en las bifurcaciones y curvas de las arterias coronarias, en las
a que es la for- : jales el flujo sanguíneo causa turbulencias que facilitan el daño endotelial
jéis. La ateros-
erminada zona consiguientemente la fijación de las placas de ateroma. Así, las elevaciones
lación variable en la afluencia de flujo sanguíneo, como por ejemplo en la hipertensión arte-
arteriolas) con- rial, son facilitadores de la enfermedad coronaria, acelerando el proceso arte-
plejos de calcio riosclerótico. El mecanismo químico actúa principalmente a través de las lipo-
ma)» (García y proteínas; las placas que se crean sobre las paredes arteriorales están formadas
onjunto de sus- principalmente por cristales de colesterol, que proceden de las lipoproteínas
ombos superfi- más concretamente de las lipoproteínas de baja densidad. En estos proce-
>s, hemorragias sos tienen una gran importancia las catecolaminas (epinefrina y norepinefri-
s son los crista- na), que son liberadas en procesos emocionales, especialmente en respuesta
te ateroma oclu- al estrés. Por una parte, elevan el flujo sanguíneo (frecuencia cardíaca y pre-
inguíneo. sión arterial) provocando turbulencias y, por otra, movilizan los lípidos en
mayor cantidad de la que es metabólicamente necesaria, facilitando la agre-
endotelial de la sión de las paredes arteriales y dañando directamente el tejido del corazón.
en la pared. En
lial y formación La isquemia está producida por la deprivación de oxígeno y la elimina-
ite la vida adul- ción inadecuada de los metabolitos, la isquemia del miocardio se debe casi
duce algún tipo siempre a una disminución del flujo sanguíneo a través de las arterias coro-
secuencia de ello narias, por este motivo las manifestaciones clínicas y las consecuencias ana-
ón desnuda. Es tomopatológicas de la isquemia coronaria se denominan indistintamente car-
íesnuda, o íibre diopatía isquémica o enfermedad coronaria.
108 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
de la defi- Las características por las que a un factor de riesgo se le atribuye un papel
udio sobre etiológico, según el Informe del Comité de Expertos de la OMS de 1988 (Plaza
Ginebra en y Grupo de Expertos, 1991), son la presencia de éste antes del comienzo de la
enfermedad, la relación estrecha de la dosis del factor de riesgo con la enfer-
medad, el valor predictivo en poblaciones diferentes, la plausibilidad pato-
génica y la reducción o eliminación de la enfermedad una vez se encuentre
una reducido o eliminado el factor de riesgo.
toti-
ema Veamos cuáles son estos factores de riesgo coronario; dividiéndolos en
úco, tres grandes bloques, en función del peso de sus componentes y el desarro-
439) llo de su estudio, son los siguientes: los factores de riesgo inherentes, los tra-
dicionales y los emocionales.
ijo diversas
; la siguien-
miocardio, 3.1. Factores de riesgo inherentes
»ita. Las tres
sus caracte- Los factores de riesgo inherentes son los que resultan de condiciones gené-
ia aparecen ticas o físicas que no pueden ser cambiadas aunque se modifiquen las condi-
ciones de vida y por lo tanto no son susceptibles de prevención.
ga duración Los principales factores de riesgo inherentes son la edad y el sexo. La gente
> (infarto de de más edad tiene mayor probabilidad de desarrollar enfermedad coronaria
e (isquemia que la gente joven. Jenkins (1988) llega a la conclusión de que en los hombres
.ecuencia de >e da la misma incidencia de enfermedad coronaria que en las mujeres que tie-
•ersistente el
nen quince años más. El sexo es un factor de riesgo que tiene una estrecha rela-
as en la vida
ción con la edad; el estudio Framingham (Framingham Study of Coronan/ Risk)
da de origen
confirma este factor de riesgo; después de 26 años de seguimiento, de las 5127
raras excep-
personas que lo iniciaron, hubo un total de 1240 sucesos coronarios, 752 en
dando lugar
hombres (60%) y 488 en mujeres (40%), pero se indica que esta diferencia no
cordial, alte-
es tan grande como se sugería, y en los sujetos de ambos sexos de edades entre
icas. La angi-
cico, atribui- 75 y 84 años la incidencia es la misma (Lerner y Kannel, 1986).
l en el infarto Existe una gran diferencia, señalada en varios estudios, en la incidencia
pecho, en la de cardiopatía isquémica en los varones y en las mujeres antes de los 50 años,
ga a la muer- i e considera que por debajo de esta edad las mujeres tienen un riesgo diez
de esfuerzo, veces menor que los varones de desarrollar cardiopatía isquémica, esta dife-
rencia va disminuyendo a medida que avanza la edad, siendo la menopau-
sia un punto de inflexión claro en el aumento de dicha incidencia, no obstante
ti 3 todos los autores están de acuerdo en esto, de cualquier modo la meno-
pausia produce numerosas alteraciones metabólicas que podrían poseer cier-
to riesgo aterogénico (Alegría et al., 1991).
xiste un único
En la mayoría de los estudios de estimación de prevalencia de angina rea-
multifactoria-
ctores de ries- zados en diferentes poblaciones se observa que ésta es superior en mujeres
jcen estar aso- que en varones. Esta diferencia se observa en nueve de las diecisiete Comu-
nidades Autónomas españolas (López-Bescós et«/., 1999).
110 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Los datos del estudio Framingham muestran que la relación entre presión
sanguínea y enfermedad cardiovascular es continua, empezando en niveles
por debajo de los típicamente considerados como hipertensos (Levy y Kan-
nel, 1988). Las principales complicaciones cardíacas que presenta la hiper-
tensión son la insuficiencia cardíaca y la cardiopatía isquémica. La prevalen-
cia de la hipertensión se incrementada dramáticamente con la edad en los
hombres y mujeres, y cuando no es tratada adecuadamente está relacionada
con fallo congestivo del corazón, fallo renal, muerte súbita, es decir, con todas
las causas importantes de muerte entre los individuos de más de 65 años (Sto-
ney y Matthews, 1988).
La presión sanguínea no es un suceso estático, sino que es lábil. Algunas
veces su elevación es claramente necesaria, como ocurre durante el ejercicio
físico, para facilitar la actividad metabólica, y no tiene por ello consecuen-
cias patológicas; la dificultad está en decidir cuándo las elevaciones altas de
presión llevan a una consecuencia fatal (Obrist, Light, Langer y Koepke,
1986). La presión arterial es una variable de distribución continua y, por
tanto, el límite a partir del cual se considera a una persona como hipertensa
se establece por convenio. El Comité de Directrices de la Organización Mun-
dial de la Salud y de la Sociedad Internacional de Hipertensión (OMS-ISH)
ha acordado adoptar la definición y clasificación establecidas por el Sexto
Informe de la Junta del Comité Nacional de Detección, Evaluación y Trata-
miento de la Presión Arterial Elevada de los Estados Unidos (JNC VI), así la
hipertensión se define como una presión arterial sistólica de 140 m m H g o
superior y / o una presión arterial diastólica de 90 mmHg o superior, en per-
sonas que no están tomando fármacos antihipertensivos (Subcomité de
Directrices del Comité de Coordinación sobre Hipertensión Leve de la Orga-
nización Mundial de la Salud y la Sociedad Internacional de Hipertensión,
OMS-ISH, 1999).
En la tabla 3.1 se presenta una clasificación de los valores de presión arte-
rial en adultos de más de 18 años; es la clasificación y las denominaciones
propuestas por el Subcomité de Directrices del Comité de Coordinación sobre
Hipertensión Leve de la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad
Internacional de Hipertensión, OMS-ISH (1999).
3.2.3. Obesidad
1999), en una demostrado que los fumadores tienen un nivel más elevado de triglicéridos
?acientes con en plasma que los no fumadores (Goldbourt y Medalie, 1977). Los hallazgos
es que conti- de un estudio norteamericano (véase Castro-Beiras et al., 1990) en el que par-
e los que han ticiparon 361.000 varones a los que se siguió durante un período de seis años,
an dejado de mostraron que en los varones con niveles de colesterol en el tercil superior de
Jidad o rein- la distribución, no fumadores y con presión arterial baja, la mortalidad por
enfermedad coronaria fue del 3.9%; sin embargo en varones con el mismo
nivel de colesterol, fumadores y con presión arterial elevada, el riesgo fue del
a el riesgo de 14.6%, casi cuatro veces superior.
ilación a este
arranado esta Además de estos factores de riesgo, es necesario examinar otros factores,
813 casos de no menos importantes, que influyen en la topografía de la conducta de fumar;
or pasivo fue entre éstos están los acontecimientos estresantes. Epstein y Jennings (1986)
ad coronaria han subrayado tres hipótesis compatibles en las que el consumo de tabaco y
de dosis-res- la presencia de estresores podrían interrelacionarse para incrementar el ries-
ímadores no go de trastornos cardiovasculares en un fumador; dichos argumentos se resu-
cigarros/día men en que la exposición a los estresores puede influir directamente aumen-
nanente con- tando la conducta de fumar, fumar puede incrementar la exposición a
rmedad coro- situaciones de estrés psicológico, ya que fumar reduce la ansiedad subjetiva
>s y medidas, v la sensibilidad a un estímulo aversivo y, por último, el efecto del tabaco y
> que los efec- el estrés en los trastornos coronarios puede ser aditivo o sinérgico, de tal
is son los mis- manera que los fumadores estresados pueden tener un riesgo más alto que
los fumadores no estresados. En definitiva, el estrés puede ser una causa del
consumo de tabaco y, a su vez, fumar parece reducir el estrés o aminorar los
opatía isqué- efectos aversivos de éste.
I los mecanis-
lerente con el Uno de los mecanismos por el que la conducta de fumar y el estrés cró-
ite no inhalan nico incrementan el riesgo coronario se produce vía reactividad cardiovas-
les de cigarri- cular; los efectos del tabaco pueden combinarse con los de los estresores
para incrementar la reactividad cardiovascular (Epstein y Jennings, 1986).
Se ha visto como el tabaco altera la respuesta al estrés, los fumadores pre-
1 tabaco media -íntan incrementos más elevados que los no fumadores en la resistencia
ia de que pro- periférica durante la exposición a situaciones desafiantes (Girdler, Jamner,
ño en el endo- Jarvik, Soles y Shapiro, 1997). Por lo tanto parece que los efectos sinérgicos
uetaria, incre- del estrés y el tabaco pueden aumentar los efectos negativos del tabaco e
le fibrinógeno. incrementar la cantidad y frecuencia de uso del mismo (Steptoe, Wardle,
, y produce un Pollard y Canaan, 1996).
tz, 1988), y el
a formando la
3.2.5. Cafeína
ingre de trans-
ad a la que se El papel de la cafeína como un factor de riesgo de enfermedad coronaria
leí tabaco, hay e hipertensión no ha sido extensamente estudiado. La cafeína es una droga
sinérgicamen- estimulante que tiene un efecto significativo en una variedad de funciones
>s estudios han fisiológicas, incluyendo la activación del sistema nervioso central, cardio-
118 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
)). Como esti- la sistólica, ambas sin llegar a valores de hipertensión, y que la presión arte-
dvidad, redu- rial es más elevada inmediatamente después de la ingestión.
leño (Shapiro,
3.2.6. Actividad física
of Miocardial
entre la inges- Los estudios epidemiológicos prospectivos indican que un estilo de vida
iocardio (Sha- inactivo está asociado con un incremento del riesgo de trastornos coronarios
onfirman una (Berlin y Colditz, 1994). Esta asociación puede ser explicada en parte por la
scular (Shapi- relación entre la falta de ejercicio y los factores de riesgo tradicionales de
enfermedad coronaria (Sebregts et al., 2000).
ie riesgo reco- El ejercicio aeróbico regular reduce el riesgo de cardiopatía coronaria; se
idores de café ha observado que las personas que realizan unos 20 minutos cada día de ejer-
patía isquémi- cicio de intensidad leve o moderada, presentan un riesgo de muerte por car-
diopatía coronaria un 30% inferior al de las personas sedentarias (León, Myers
I han centrado y Connett, 1997).
, Como norma La actividad física diaria puede reducir o prevenir la obesidad. Además,
le influir en la el ejercicio regular está asociado con reducciones en la presión arterial y en
vel alcanzado los niveles de colesterol; se ha encontrado que la actividad física reduce los
de estrés (Lañe niveles de colesterol-LDL y los niveles de triglicéridos, e incrementa los nive-
les de colesterol-HDL (Blumenthal y Emery, 1988; Arakawa, 1996). El ejerci-
la cafeína y el cio regular parece atenuar la reactividad fisiológica a los estresores de labo-
ratorio (Holmes y Roth, 1998).
3r Lañe (1983),
cafeína podría En pacientes con trastornos coronarios el entrenamiento físico, a largo
s significativos plazo, puede mejorar la función ventricular (Giannuzzi et al, 1997). Además,
irdíaca, pero el el ejercicio físico puede tener un efecto psicológico favorable, tal como redu-
p-iificativamen-
cir los sentimientos de depresión y ansiedad, mejorar la calidad de vida y
mejorar el funcionamiento mental (Kugler, Seelbach y Krüskemper, 1994).
üvidad cardio-
ifé no está nece-
fectos. France y 13. Factores de riesgo emocionales
:ína puede inte-
, estresores que Estos factores incluyen los no tan clásicos o tradicionales, como el patrón
io hay estudios de conducta Tipo- A, el constructo de ira y hostilidad, la depresión, la ansie-
la relación cafe- dad, la reactividad cardiovascular y el apoyo social. Es de gran relevancia para
hey (1989). - osotros que aunque en todos los factores de riesgo de estos trastornos hay un
componente conductual importante, tanto en su manifestación como en su ori-
afé, bajo condi- gen, esta enfermedad es una de las más relacionadas con el estilo de vida.
ón ambulatoria.
5n en la presión Los factores de riesgo coronario de naturaleza emocional no se presentan
ca. Green y Suls aisladamente, sino que se influyen mutuamente no pudiéndose delimitar fina-
l sistólica y dias- mente dónde comienza uno y dónde lo hace otro, y a su vez interactúan con
liastólica que en los factores de riesgo tradicionales.
120 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
naria. En estos estudios, como se puede observar, parece ser que la hostilidad
valorada con la Entrevista Estructurada (Rosenman et al, 1964), es el compo-
nente más destacado y fiable como predictor de enfermedad coronaria. No
obstante no parece ser el único; así, Scherwitz, Graham, Grandits y Billings
(1990) reanalizando las entrevistas de 384 sujetos control y 193 individuos que
habían tenido trastornos coronarios durante 7 años de seguimiento en el Múl-
tiple Risk Factor Intervention Trial (Shekelle et al, 1985), encontraron que los
componentes significativamente asociados con incidencia de enfermedad
coronaria fueron las características de énfasis en la voz y latencia de res-
puestas.
Houston et al. (1992) consideran que los individuos que son clasificados
como Tipo-A son heterogéneos en sus características, y no se puede ignorar
que ciertas combinaciones o patrones de componentes puedan predecir ries-
go de enfermedad coronaria; estos autores, reanalizando los datos del WCG5
(Rosenman et al., 1975), encontraron que hay más de un patrón de caracterís-
ticas de Tipo-A que está relacionado positivamente con la incidencia de enfer-
medad coronaria, más de un patrón que no está relacionado y más de un
patrón que está inversamente relacionado. El más relacionado con el riesgo!
coronario, sin ajusfar los análisis para los demás factores de riesgo, es t H
patrón compuesto por las características de voz elevada y hostilidad alta; en!
análisis, tanto ajustados como sin ajusfar, sería un patrón compuesto por la
combinación de competitividad y prisa, sin contener la variable de hostilidad;
este patrón resultó ser el más predictivo y se sugiere que puede representar
una hostilidad encubierta.
Finalmente, el componente de urgencia de tiempo no debería ser desa-
tendido en el diagnóstico del patrón de conducta Tipo-A como componente
que contribuye al incremento de riesgo de trastornos coronarios (Friedman y
Ghandour, 1993).
complejo de actitudes que motivan conductas agresivas dirigi- Z. '-. ~- ~ '" -1515
das a destrozar objetos o injuriar a la gente, (p. 160) Bfa«s*on et al. (1
15 ir.
Spielberger et al. (1983) amplían el concepto de ira introduciendo la dis-
tinción entre estado y rasgo, definiendo ira en función de estos elementos.
Estado de ira es definido como «un estado emocional o condición que cons- . " t -- _ i : : .
3.3.3. Depresión
3.3.4. Ansiedad
íeron más altos procesos adaptativos, reacciones defensivas innatas garantes de la supervi-
o arritmias car- vencia de las personas, no obstante se encuentra tan relacionada con proce-
ón menos seve- sos patológicos que se hace necesario recordar su origen y principal función
ólo ejercen efec- de carácter adaptativo (Fernández-Abascal, 1997).
dad fisiológica La ansiedad y la aflicción también están relacionadas con sucesos cardía-
cos, y el estrés predispone a la enfermedad cardiovascular o precipita los epi-
Tte cardíaca son sodios isquémicos, ataques cardíacos y otros estados patológicos (Niedham-
mte sugiere que mer, Goldberg, Leclerc, David y Landre, 1998).
i la variabilidad Hay importante evidencia epidemiológica recogida a lo largo de un perí-
nrrol barorrefle- odo de 32 años en el estudio de seguimiento Normative Aging Study, en el que
de las plaquetas la preocupación y la ansiedad se encontraron prospectivamente asociados con
ia sustancial de la enfermedad coronaria fatal y la muerte cardíaca súbita (Kawachi, Sparrow,
i infarto de mio- Vokonas y Weiss, 1994; Kubzansky et al, 1997). En este estudio los hombres
spérance y Fra- con síntomas de ansiedad tuvieron un riesgo más elevado de trastornos coro-
ilidad de la fre- narios fatales, especialmente muerte cardíaca súbita (Kawachi et al., 1994).
npático y / o de También hay evidencia que sugiere que la ansiedad podría estar implicada
a posibilidad de en el desencadenamiento de un suceso coronario agudo, en el Determinants
ón con los suce- ofMyocardial Infarction Onset Study la ansiedad (sumada a la ira) se encontró
recta (Lespéran- asociada con un incremento del riesgo de infarto de miocardio; el riesgo rela-
tivo asociado a un episodio de ansiedad en las 0 a 2 horas previas al comien-
>el mediador de zo del infarto fue de 1.6 (Mittleman et ai, 1995).
en la adherencia La ansiedad temprana después de un infarto de miocardio está asociada
disminución de con un incremento del riesgo de sucesos isquémicos y arritmias (Moser y Dra-
sores, que podrí- cup, 1996).
:yNolan,2000).
Existen resultados que encuentran una relación entre la depresión y la
ansiedad en su asociación con los trastornos coronarios. Por ejemplo, Carin-
ci et al. (1997) no confirman el incremento de frecuencia en mortalidad (6
meses) entre pacientes depresivos recuperados de un infarto agudo de mio-
os aspectos, pro- cardio, pero observan que los pacientes que estaban más deprimidos, si al
mes. Una defini- mismo tiempo no eran ansiosos, aumentan claramente la mortalidad; este
1995a): resultado fue independiente de los indicadores de riesgo tradicionales. Herr-
mann et al. (2000) realizaron un estudio para examinar la relación entre la
stas, que depresión y la ansiedad en el pronóstico de pacientes cardíacos; examinaron,
i y apren- durante 5 años, la mortalidad en 5057 pacientes que habían sido enviados al
grado de cardiólogo para una prueba de esfuerzo y que, antes de la prueba, completa-
? motores ron la Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS), se obtuvieron datos de
os y esca- supervivencia de 5017 sujetos, sus datos mostraron que la depresión se aso-
ció con alta mortalidad y que la ansiedad se asoció con baja mortalidad, es
decir, ansiedad y depresión tuvieron un efecto opuesto. Herrmann et al. (2000)
i?ra, parecida a la opinan que la ansiedad generalizada podría ser sospechosa de tener influen-
ncadenante con- cias positivas en la conducta del paciente enfermo, e indican que hay amplia
o un conjunto de evidencia que muestra que los pacientes que presentan ansiedad no fóbica
134 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
liares y conocidos con que uno se asocia. Wellman (1981, p. 173) considera un predictor ir
que «un sistema de apoyo es una red social: una serie de nodos (por ejemplo, los Tipo-B. La \
personas) unidos por una serie de vínculos (por ejemplo, relaciones de apoyo 69% y de los &
emocional)». directo en la rr
cardiovascular
House (1981) centra su análisis en las fuentes y el contenido del apoyo
social. En principio cualquier persona puede ser fuente de apoyo, con más efecto. De aqu
probabilidad lo serán aquellas más próximas; sobre el contenido del apoyo tector en los si
señala cuatro dimensiones: apoyo emocional, de valoración, informacional e A pesar de
instrumental. en la salud físi<
El apoyo social es un factor que ofrece un efecto protector con respecto a efectos (Gerin,
la morbilidad y mortalidad por trastornos cardiovasculares. Varios estudios formulados pe
epidemiológicos realizados en Alameda Country, California (Berkman y eventos vitales
Syme, 1979), Tecumseh, Michigan (House, Robbins y Metzner, 1982) y Dur- timización, de
ham, Carolina del Norte (Blazer, 1982), han encontrado asociaciones signifi- crónica y de pi
cativas entre niveles bajos de apoyo social e incremento de mortalidad y, en los autores qu<
la misma línea,. otros estudios han encontrado una relación muy directa con nández, Torres
trastornos cardiovasculares, incluyendo alta prevalencia de angina de pecho
(Medalie y Goldbourt, 1976) e infarto de miocardio (Reed, McGee, Yano y Kamarck et
Feinleib, 1983). nivel psicofisic
vascular, estos
Cuatro estudios prospectivos han demostrado que las personas que se laboratorio, la
encuentran más aisladas socialmente tienen mayor riesgo de muerte que las
vidad de la fre
personas con mayor implicación social, el riesgo relativo asociado a bajo con-
texto social va de 1.5 a 3.4, dependiendo de las medidas específicas utilizadas tos se encontra
para evaluar las relaciones sociales, y estos efectos aparecen aun cuando están bilidad de apc
ajustadas las variables de sexo, clase social, status y variables bioquímicas agudo; en su ü
(William y Dressler, 1989). de apoyo se caí
sor agudo más
La relación entre apoyo social y patrón de conducta Tipo-A ha sido el foco disponibilidad
de varias investigaciones (e.g. Blumenthal et ai, 1987; Orth-Gomer y Unden, mente el tener
1990), y varios investigadores han sugerido que el contexto en el que trans-
adaptación al <
curre la emoción y la conducta Tipo- A es un determinante del aumento del
riesgo causado por estos factores, por lo que Blumenthal et al. (1987) se sor- La mayoría
prenden de que no se tengan más datos de las interacción entre variables per- tran en uno u (
sonales e influencias medioambientales con relación a la enfermedad coro- reses específic
naria, y más si se tiene en cuenta que el Tipo-A se ve generalmente como una Gomer y Undf
interacción entre los patrones situacionales y las tendencias de respuesta inhe-
para su evalúa*
rentes de estos individuos; estos autores, en un estudio con 113 pacientes de
conceptualizac
34 a 79 años, mostraron que los pacientes Tipo-A con altos niveles de apoyo
social tuvieron significativamente niveles más bajos de enfermedad corona- Sarason, Sri
ria que los Tipo-A con bajo nivel de apoyo social, esta relación no se dio para posibles interrt
los sujetos Tipo-B. rentes escalas <
Orth-Gomer y Unden (1990), en un estudio de 10 años de seguimiento a o se haya imp
150 hombres de mediana edad, encontraron que la falta de apoyo social fue abierta.
OTAS DE RIESGO ESTRÉS Y PREVENCIÓN CORONARIA 137
más utilizados es el Beck Depression Inventory (BDI) (Beck et al, 1961), no obs-
tante una revisión de medidas de ansiedad puede verse en Miguel-Tobal
(1995b) y de medidas de depresión en Vázquez (1995) y Bas y Andrés (1994).
En lo que se refiere al patrón de conducta Tipo-A, los instrumentos de
medida más ampliamente utilizados, y que tienen una mayor capacidad de
predicción del riesgo coronario, son los que se recogen en la tabla 3.6. Entre
ellos, sin duda, la Entrevista Estructurada (Rosenman et ai, 1964) y el Inven-
tario de Actividad de Jenkins (JAS) (Jenkins et al, 1979) son los que acumu-
lan un mayor número de evidencias sobre su efectividad, pero al tratarse de
dos tipos de instrumento diferentes, una entrevista individualizada y un
autoinforme, el instrumento más utilizado en el campo preventivo es el JAS.
INSTRUMENTO REFERENCIA
Entrevista Estructurada Rosenman et al. (1964)
Inventario de Actividad de Jenkins Jenkins et al. (1965) y Jenkins et al. (1979)
Escala de Tipo A de Framingham Haynes et al. (1980)
Escala Valorativa de Bortner Bortner y Rosenman (1967) y Bortner (1969)
quizá el más valido sea la Entrevista Estructurada (Rosenman et ai, 1964) que, Sin embaí
además de proporcionarnos una valoración de Tipo-A, evalúa las dimensiones colectiva, los
de Potencial de Hostilidad, Ira dirigida Hacia Fuera e Ira Hacia Dentro. tido, el tnvenl
lizado para la
hostilidad y 7
Tabla 3.8. Instrumentos de medida de ira y hostilidad. mo, Resentirr
de haber utili
o A, es usar e
INSTRUMENTO REFERENCIA opción acepte
Sin embargo, de nuevo son los autoinformes, que permiten una aplicación
colectiva, los preferidos en el campo de la intervención preventiva; en este sen-
tido, el Inventario de Hostilidad de Buss-Durkee (Buss y Durkee, 1957) es el uti-
lizado para la medida de la hostilidad, y nos proporciona una medida global de
hostilidad y 7 subescalas (Asalto, Hostilidad Indirecta, Irritabilidad, Negativis-
mo, Resentimiento, Sospecha y Hostilidad Verbal). Una alternativa, en el caso
de haber utilizado el Inventario de Actividad de Jenkins para la medida del Tip-
o A, es usar el factor H de este mismo instrumento; esto último, aunque es una
opción aceptable de estimación de la hostilidad, no es la mejor posible.
En relación con la ira medida mediante autoinformes, nos encontramos
con dos grandes instrumentos, el tradicionalmente utilizado, que es el Inven-
tario de Ira de Novaco (Novaco, 1975), y el Inventario de Expresión de la Ira
Estado-Rasgo (STAXI) (Spielberger et al, 1983), que ha centrado en torno suyo
una gran cantidad de investigación y estudios. La diferencia fundamental
entre ambos es, que si bien el primero tiene tras de si una mayor historia clí-
nica de uso, sólo proporciona una puntuación global de ira, mientras que el
STAXI proporciona información sobre 8 escalas de valoración de la ira (S-
Anger, estado de ira; T-Anger, rasgo de ira; T-Anger/T, temperamento airado;
T-Anger/R, reacción airada; AX/Con, control de ira; AX/Out, ira hacia fuera;
AX/ln, ira hacia dentro o supresión de la ira; y, por último, AX/EX, expresión
de ira). Recientemente el STAXI se ha revisado y existe una nueva versión del
mismo llamada STAXI-2 (Spielberger, 1999).
En la tabla 3.9 se recoge la relación entre supresión de la ira (AX/In) y la inci-
dencia de eventos coronarios, que como puede verse, al igual que la hostilidad,
interacrúa con los niveles de presión arterial, convirtiéndose, en el caso de exis-
tir unos niveles de presión elevados, en un importante factor de riesgo, mien-
tras que no aumenta la vulnerabilidad en el caso de valores normotensivos.
IRA
Soporte Social (Barrera, Sandler y Ramsey, 1981) el que proporciona una infor- los esfuerzos di
mación más útil para las aplicaciones clínicas. Además de los cuestionarios o exclusivamente
escalas para evaluar el apoyo social, se han utilizado también entrevistas como la entrada de p
la Interview Schedulefor Social Interaction de Henderson, Duncan-Jones, Byrne modificación di
y Scott (1980) y la Arizona Social Support Interview Schedule de Barrera (1980). la gente a camb
das y colestero
pertensivos, etc
dad coronaria.
Tabla 3.10. Instrumentos de medida de apoyo social.
La interven
INSTRUMENTO REFERENCIA un lado la intei
que debe actúa
estén presente:
Inventario Comportamental de Soporte
Social
Barrera el al. (1981) vención sobre 1
módulo de trai
emocional de i
Lista de Evaluación del Soporte Cohén, Mermelstein, Kamarck y tas acciones en
Interpersonal Hoberman (1985)
la filosofía del
módulos, sino
Escala de Soporte Social Percibido Blumenthal et al. (1987)
pase por los m
Abascal, 1994).
riesgo con su n
En la tabla 3.11 se recoge la relación entre el porcentaje de eventos coro- fieos y los ben
narios y los niveles de apoyo social. Como puede verse, independientemen- zarse a los rest
te del instrumento utilizado para su medida, un bajo apoyo social aumenta cional en el tra
drásticamente la vulnerabilidad a sufrir eventos coronarios.
Por último
efectividad de
de los módulo:
Tabla 3.11. Distribución del riesgo coronario y apoyo social. relacionado ce
específico de <
Apoyo Social Alto Medio Bajo
comunes a otr
Incidencia 13.7% 30.1% 56.2% den encontrar
5.1. Interven
5. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN PREVENTIVA
La alta rel¡
coronaria h a a
La intervención preventiva de la enfermedad coronaria, en función de lo
torno lo hagai
visto hasta ahora, debe atender líos factores de riesgo coronario tradicionales
(elevado colesterol en suero, presión arterial elevada, obesidad y falta de ejer- es que se reali
cicio habitual, y hábito de fumar), pero al tiempo que se realizan esfuerzos y que todos lo
preventivos para reducir estos factores, no deben olvidarse los factores emo- ellos. En esem
cionales (patrón de conducta Tipo-A, ira y hostilidad, y apoyo social) que, tores de riesg
como hemos visto, son de una importancia central. Es necesario señalar que nentes que ha<
ESTRÉS Y PREVENCIÓN CORONARIA 145
quier caso, no debería existir ningún problema para que un sujeto siga a la
vez algunos módulos del programa de prevención de la enfermedad corona-
ria y otros del programa de hipertensión.
En lo que se refiere al hábito de fumar, se utiliza un programa antitabaco
al uso (Lichtenstein, 1982; Echeburúa, 1994). La única indicación a realizar
hace referencia al especial cuidado que debe observarse en este tipo de pobla-
ción en relación a los períodos de síndrome de abstinencia iniciales, debien-
do suavizarse la intervención tanto como sea necesario para no provocar cam-
bios bruscos que puedan afectar el sistema cardiovascular.
En el caso de la dieta, la intervención no difiere en lo esencial de los pro-
gramas de obesidad actualmente desarrollados en Psicología de la Salud, de
los cuales buenos ejemplos pueden ser los de Brownell y Foreyt (1986) o los
de Saldaña (1994). Es necesario poner especial énfasis, no sólo en la reducción
de peso si es que fuera necesaria, sino en el control de la ingesta de alimen-
tos ricos en ácidos grasos saturados (carne, huevos, etc.). En la tabla 3.12 se
recogen los alimentos que presentan habitualmente una mayor relación de
colesterol por cada cien gramos de alimento. Un último aspecto importante,
que debe controlarse especialmente, es el relativo a la ingesta de alcohol, que
debe también ser abordada en caso necesario (Calvo, 1983; Echeburúa, 1994).
Por último, es interesante actuar en lo que se refiere a la realización de ejer-
cicio físico habitual, la forma de actuación no añade nada nuevo respecto a otros
programas de fomento del ejercicio físico (Epstein y Wing, 1980; Haskell, 1984);
solamente recordar el mayor control que debe observarse en esta población res-
pecto de los índices cardiovasculares y de metabolismo. Sin embargo, este
módulo tiene una especial importancia que hay que resaltar y que proviene de
que sus efectos no son exclusivamente específicos, como ocurre con los ante-
riores módulos, sino que los beneficios terapéuticos que se obtienen en él se
generalizan a otros factores de riesgo de la enfermedad coronaria (Blumenthal,
McKee, Haney y Williams, 1980), todo lo cual facilita la obtención de los obje-
tivos generales del programa de intervención y hacen que este módulo sea
especialmente útil para el mantenimiento a largo plazo de los logros obtenidos.
El tipo de beneficios no específicos que pueden obtenerse de una correcta apli-
cación de este módulo pueden ser, un aumento del colesterol HDL, mejorías en
el funcionamiento cardiovascular, pérdida de peso, reducción de los niveles de
presión arterial y reducción del patrón de conducta Tipo-A.
CALORÍAS COLESTEROL
ALIMENTO
(100 gramos) (miligramos)
Jamón 300 90
Conejo 215 90
raron que les había ayudado a controlar su tensión> mientras que el 83% infor- vos en los
maron de que el programa les había ayudado a cambiar su estilo de vida 1979; Lan
Tipo-A de un modo significativo. Además de estos índices subjetivos, se Hart, 198
encontró una reducción de niveles de lípidos en sangre, manifiesta en una 1985).
reducción del 10% en los niveles de colesterol y una disminución del 27% en La Reestn,
los niveles de triglicéridos. En lo que se refiere al objeto central del entrena- cas del Ti]
miento, el Tipo-A, se encontró una reducción significativa en la hostilidad y terior mo
en el apresuramiento temporal (factores H y S del JAS). vención r.
Un enfoque radicalmente distinto es el contenido en el Proyecto de Pre- en los pr<
vención Coronaria Periódica de Friedman et al. (1982, 1986, 1987), desa- kies et al.,
rrollado a lo largo de 5 años en el Hospital Zion de San Francisco. El obje- I El Entren
tivo de este programa es modificar los componentes fisiológicos, ciones de
comportamentales y cognitivos asociados al Tipo-A, utilizando para ello para pra<
un promedio superior a las 100 horas en sesiones repartidas en un período
mediantí
de 3 años. El programa parece obtener sus efectos máximos a partir del pri-
de este ti
mer año de entrenamiento. El estudio realizado con 600 hombres Tipo-A,
del 21%
encontró una tasa de eventos coronarios significativamente menor que el
1978; Jen
aparecido en un grupo control de 300 personas que recibieron un procedi-
1983; Poi
miento educacional convencional sobre la necesidad de reducir factores de
riesgo tradicionales y psicoterapia de grupo para tratar problemas de ansie- I La relajac
dad y depresión. las cuale
Relajack
La duración media de los programas de intervención, por contra de los
efectos b
ejemplos extremos expuestos anteriormente, es de un promedio de 30 horas
y Bloom,
de entrenamiento. Ejemplos de este tipo de programas son: el Programa de
Conducta del Proyecto Montreal, de Roskies, Seraganian, Oseasohn, Hanley et al, 19í
y Collu (1986), que consta de relajación, entrenamiento en habilidades de al., 1985;
comunicación, Reestructuración Cognitiva e Inoculación de Estrés; la Inter- • La Educa
vención Educativa para Tipo-A, de Curtís (1974), que consta de relajación, rol el que Sí
play y manejo de estrés; o la Terapia Multimodal de Comportamiento, de Jenni tradicioi
y Wollersheim (1979), que consta de Reestructuración Cognitiva, desensibili- los factc
zación al estrés y manejo conductual. un 18%
gramas
Independientemente del tipo de programa utilizado, se ha empleado una
Gilí et al
amplia gama de técnicas que se han propuesto como potencialmente útiles
para reducir el riesgo emocional del patrón Tipo-A. En función del metaaná- m ElAfron,
lisis realizado por Nunes, Frank y Kornfeld (1987) sobre los trabajos que pre- nica del
sentan un adecuado control, las técnicas que parecen poseer un efecto pre- de afror
ventivo mayor son: tegias d
• La Educación del Riesgo Tipo-A: es un procedimiento basado en sesiones Los ben
educativas en las que se informa sobre la asociación entre los compor- aportad
tamientos Tipo-A y la enfermedad coronaria. Este tipo de procedi- etal.,Ú
mientos es responsable, por término medio, de un 39% de los efectos Langos*
positivos que se obtienen en los programas de intervención preventi- al, 1985
ESTRÉS Y PREVENCIÓN CORONARIA 149
vos en los que es incluido (e.g. Rahe, Ward y Hayes, 1979; Roskies et al,
1979; Langosch et al, 1982; Levenkron, Cohén, Mueller y Fisher, 1983;
Hart, 1984; Powell, Friedman, Thoresen, Gilí y Ulmer, 1984; Gilí et al.,
1985).
La Reestructuración Cognitiva: dirigida a identificar las cogniciones típi-
cas del Tipo-A y del síndrome emocional de ira y hostilidad, y a su pos-
terior modificación mediante su reestructuración. Este tipo de inter-
vención parece aportar el 37% de los efectos positivos que se obtienen
en los programas de tratamiento (e.g. Jenni y Wollersheim, 1979; Ros-
kies et al, 1979; Hart, 1984; Gilí et al, 1985; Roskies et al, 1986).
El Entrenamiento en Imaginación: técnica que se basa en imaginar situa-
ciones de alta activación y / o de confrontación, las cuales son utilizadas
para practicar habilidades específicas de afrontamiento, desarrolladas
mediante la relajación o la Reestructuración Cognitiva. La aportación
de este tipo de técnicas en los programas de intervención preventiva es
del 21% de los efectos positivos de los mismos (e.g. Suinn y Bloom,
1978; Jenni y Wollersheim, 1979; Langosch et ai, 1982; Levenkron et al,
1983; Powell et al, 1984; Gilí et al, 1985; Roskies et al, 1986).
La relajación: entrenamiento en alguna técnica de desactivación, entre
las cuales las más utilizadas han sido los procedimientos basados en la
Relajación Progresiva y en procedimientos de yoga. El porcentaje de
efectos beneficiosos debidos a este tipo de técnicas es del 18% (e.g. Suinn
y Bloom, 1978; Jenni y Wollersheim, 1979; Roskies et al, 1979; Langosch
et al, 1982; Levenkron et al, 1983; Hart, 1984; Powell et al, 1984; Gilí et
al, 1985; Roskies et al, 1986).
La Educación del Riesgo Coronario: es un procedimiento instruccional en
el que se educa a los sujetos en la relación entre los factores de riesgo
tradicionales y el desarrollo de la enfermedad coronaria, excluyendo
los factores emocionales. Este tipo de intervención es responsable de
un 18% de los efectos positivos que se obtienen con este tipo de pro-
gramas (e.g. Rahe et al, 1979; Levenkron et al, 1983; Powell et al, 1984;
Gilí et al, 1985).
El Afrontamiento Tipo-B: entrenamiento principalmente basado en la téc-
nica del rol play que tiene como finalidad el desarrollo de habilidades
de afrontamiento típicas del patrón de conducta Tipo-B, es decir, estra-
tegias de afrontamiento alternativas a las manifestadas por el Tipo-A.
Los beneficios de este tipo de entrenamiento representan el 15% de los
aportados por los programas de intervención preventiva (e.g. Ibrahim
et al, 1974; Suinn y Bloom, 1978; Rahe ey al, 1979; Roskies et al, 1979;
Langosch et al, 1982; Levenkron et al, 1983; Powell et al, 1984; Gilí et
al, 1985).
150 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Así pues, a la luz de estos datos, un programa de intervención en los fac- 6.2. Evaluí
tores emocionales para la prevención coronaria debe estar compuesto por
una primera fase educacional sobre el riesgo que implica el comportamien- 6.2.1. Fach
to Tipo-A; una reestructuración cognitiva, tanto sobre el Tipo A como sobre
el conglomerado emocional ira/hostilidad; un entrenamiento en una técni- La evah.
ca de desactivación, posiblemente un Entrenamiento Autógeno que, aunque manifiesto i
tenga una menor tradición de uso en los estudios controlados, al incluir una cardiovascu
fase de relajación cardiovascular puede resultar el más indicado para este un 29.4% de
tipo de intervención; por último, una confrontación imaginada utilizando la 27 mujeres.
técnica de desactivación ante situaciones en las que típicamente se utilizaba
afrontamiento Tipo- A. Es decir, el principal objetivo será reducir el uso de
estrategias de afrontamiento activo y su sustitución por estrategias alterna- 6.2.2. Fact
tivas que reduzcan la tensión y los efectos patógenos que conlleva el afron-
tamiento activo. La evah
los sujetos i
En resumen, la prevención de la enfermedad coronaria debe incluir nece-
que es el ni
sariamente intervenciones tanto sobre los factores de riesgo tradicional, como
edad. El coi
sobre los emocionales. Dada la especificidad de los efectos de la intervención
cia; así, los <
en los factores tradicionales, su diseño dependerá de los factores encontrados
carón lo sig
para cada sujeto en la evaluación; sin embargo, la intervención sobre los fac-
casos,los e
tores emocionales, parece tener unos efectos más generales, por lo que el pro-
grama de intervención puede ser, así mismo, más general. En cualquier caso, cordero en
en función de los datos epidemiológicos, etiológicos y de eficacia disponibles, que muy es
es necesario incidir sobre la necesidad de una intervención globalizada que za,el41.2°/<
afecte a los diversos factores de riesgo que presente un sujeto en particular, de combin;
para el que se desarrollará el programa preventivo. casos una <
tabaco moí
ritariamen
6. UN CASO DE INTERVENCIÓN PREVENTIVA tenido algt
forma habi
6.1. Sujetos participantes
Los programas de prevención coronaria suelen tener como unidad de tra- 6.2.3. Fac
bajo alguna comunidad previamente establecida, tal como un centro de tra-
bajo, un grupo social, un centro educativo, etc. Y, sólo de forma excepcional, La eval
se realizan a título individual. El proyecto preventivo que se presenta, está de conduc
enmarcado en un programa de promoción de la salud escolar. El grupo de versión pa
participantes estaba compuesto por 51 alumnos de 8.° de E.G.B. de varios Inventario
colegios acogidos al programa de promoción de la salud. La edad media de resultados
los sujetos era de 14.2 años en el momento de realizar la evaluación inicial. ellos con al
La razón de elegir este segmento de edad, y no uno superior como suele ser En el caso |
más habitual, es que precisamente en ese momento es cuando comienzan a peramentc
desarrollarse determinadas conductas de riesgo que, al no estar aún iniciadas supresión
o establecidas, pueden ser modificacas con mayor facilidad. u n porcenl
AS DE RIESGO ESTRÉS Y PREVENCIÓN CORONARIA 151
crítica y a la evaluación negativa, e hipersensibílidad ante los mismos cuan- bales). Ejerrt]
do ocurren, temor a sentir mucha ansiedad y pasarlo fatal, temor a tener un ción de Char
ataque de pánico. En el estudio de Hofmann, Ehlers y Roth (1995a) el 83% de Por lo qu
las personas con MHP habían tenido ataques de pánico en situaciones de cer bruscame
hablar en público. parece ser fre
Estos temores se ponen de manifiesto en una serie de pensamientos nega- y aparezca he
tivos frecuentes que impiden concentrarse en la tarea; por ejemplo, «seguro et al. (1996) c
que no les interesa lo que voy a decir» (para otros ejemplos, véase la parte infe- de las person
rior de la figura 4.1). Los pensamientos negativos reflejan una serie de erro- los 13 años, i
res cognitivos tales como: valoración no realista de lo que se espera de uno y (1995a) halla:
sobrestimación de la probabilidad de fracaso; sobrestimación de la probabi- 13.1 años. El
lidad e intensidad de la crítica, rechazo, azoramiento; subestimación de las cialmente en
propias capacidades; sobrestimación del grado en que los otros se dan cuen- bien por vez ]
ta de los síntomas de ansiedad; expectativas no realistas sobre las respuestas moción labor
de los otros a los signos de ansiedad; evaluación excesivamente negativa de no se tenía ne
la propia actuación, exageración de los errores y de la ansiedad y minimiza- Al menos
ción de los logros propios; interpretaciones sesgadas y negativas de compor- 34% de la pol
tamientos de los demás, así, percibir crítica y desaprobación donde no las hay MHP. El MH1
o exagerar su grado de intensidad u ocurrencia. dio de Stein I
En el sistema motor pueden considerarse las conductas de escape y evi- de los varone
tación de las situaciones de hablar en público y, cuando la evitación no es poblaciones c
posible, cambios somáticos como tensión muscular elevada y respiración difí- ñas adultas ei
cil y perturbaciones en la actuación (muecas faciales, expresión de miedo, son- derado por ac
risa o risa inapropiada, parpadeo excesivo, inexpresividad facial, voz tensa o difíciles (Han
temblorosa, voz monótona, voz baja, manos temblorosas, manos refrenadas,
gestos de inquietud, tartamudeo, vocalización deficiente, bloqueos de la char- Como se d
la, equivocaciones frecuentes, incoherencias, postura rígida o cerrada, enco- secuencia del
gimiento postural, etc.). Cuando las circunstancias impiden soslayar la situa- laboral o acadi
ción temida, pueden aparecer conductas defensivas tales como beber alcohol nóstico de fot
antes de la charla, leer las notas, evitar totalmente el contacto visual con el eos a hablar e:
público, acabar lo antes posible, etc. comunitaria f
hablar delante
Finalmente, en el sistema autonómico pueden distinguirse reacciones también al hat
como taquicardia/palpitaciones, sudoración, sonrojamiento, malestar gas- personas con 1
trointestinal (e.g. sensación de vacío en el estómago, diarrea), boca seca, difi- o no lo tienen
cultad para tragar, mareo y urgencia urinaria. El rubor es una reacción mucho pequeño de gj
más frecuente en los miedos sociales que en otros miedos y fobias. Las per- españoles de 6
sonas con MHP asignan a estos síntomas una mayor frecuencia e intensidad sabe (1996) en<
que la que observan otras personas en ellos. En ocasiones estos síntomas de por edades, la
ansiedad pueden alcanzar rápidamente una severidad suficiente como para 10-13 años y 6.
ser considerados ataques de pánico. Por último
En cuanto a las habilidades requeridas para hablar en público, son de tipo con los sujeto
cognitivo y motor (contenido verbal, aspectos vocales y otros aspectos no ver- mayor ansieda
TAS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS . 169
smos cuan- bales). Ejemplos de estas habilidades pueden verse en la Escala de Evalua-
r a tener un ción de Charlas presentada en el apéndice 1.
a) el 83% de Por lo que se refiere a la edad de comienzo y curso, el MHP puede apare-
íaciones de cer bruscamente tras una experiencia estresante o humillante, aunque esto no
parece ser frecuente; lo más usual es que se desarrolle de una forma más lenta
ientos nega- y aparezca hacia el final de la niñez o en la adolescencia. En el trabajo de Stein
plo, «seguro et al. (1996) con una muestra comunitaria canadiense de 499 sujetos, el 50%
i parte infe- de las personas con mucho MHP informó que éste había comenzado antes de
?rie de erro- los 13 años, un 75% antes de los 17 y un 90% antes de los 20. Hofmann et al.
;ra de uno y (1995a) hallaron en una muestra clínica que la edad media de comienzo fue
• la probabi- 13.1 años. El problema suele ser crónico, aunque a veces remite total o par-
ación de las cialmente en la vida adulta. La fobia a hablar en público puede aparecer tam-
•e dan cuen- bién por vez primera en la vida adulta cuando, por ejemplo, el cambio o pro-
s respuestas moción laboral obligan a realizar una actividad (hablar en público) que antes
negativa de no se tenía necesidad de hacer.
y minimiza- Al menos un 20-30% de los estudiantes universitarios (Bados, 1992) y un
de compor- 34% de la población comunitaria (Stein et al, 1996) informan tener un gran
le no las hay MHP. El MHP intenso parece más frecuente entre las mujeres; así, en el estu-
dio de Stein et al. (1996), estuvo presente en el 42.4% de éstas contra el 21.8%
•scape y evi- de los varones. Por otra parte, el MHP es uno de los miedos más fuertes en
tación no es poblaciones diversas, tales como universitarios, pacientes ansiosos y perso-
miración difí- nas adultas en general (Bados, 1992). Intervenir o hablar en público es consi-
1
miedo, son- derado por adultos y adolescentes como una de las situaciones sociales más
, voz tensa o difíciles (Harris y Brown, 1982; Stein, Walker y Forde, 1994).
i refrenadas, Como se dijo antes, el 29% de las personas con MHP experimentan a con-
» de la char- secuencia del mismo la suficiente interferencia en su funcionamiento social,
•rrada, enco- laboral o académico o el suficiente malestar intenso como para recibir un diag-
lyar la situa- nóstico de fobia a hablar en público (Stein et ai, 1996). El porcentaje de fóbi-
>eber alcohol cos a hablar en público localizado por estos últimos autores en una muestra
visual con el comunitaria fue del 10%; el 4.6% presentaron el problema sólo a la hora de
hablar delante de un público numeroso, mientras que el 6.4% lo presentaron
e reacciones también al hablar frente a un grupo pequeño de conocidos. Así pues, muchas
nalestar gas- personas con fobia a hablar delante de un gran auditorio no tienen problema,
>ca seca, difi- o no lo tienen suficientemente severo, a la hora de hablar delante de un grupo
cción mucho pequeño de gente conocida. Por otra parte, en un estudio con 243 escolares
>ias. Las per- españoles de 6 a 17 años y de clase media, Bragado, Carrasco, Sánchez y Ber-
e intensidad sabé (1996) encontraron una frecuencia de fobia a hablar en público del 4.1%;
síntomas de por edades, la frecuencia del problema fue del 1.3% a los 6-9 años, 4.8% a los
te como para 10-13 años y 6.3% a los 14-17 años.
Por último, en lo que se refiere a problemas asociados, en comparación
3, son de tipo con los sujetos con poco MHP, aquellos con mucho MHP presentan una
>ectos no ver- mayor ansiedad social, se describen a sí mismos en términos menos favora-
170 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
) e infor- Figura 4.1. Modelo explicativo de las dificultades para hablar en público.
s, ciertas
— Experiencias negativas previas, directas u observadas
nductual — Atribución errónea o asociación accidental
idad a la — Falta de experiencias de hablar en público
len darse — Déficit de habilidades de hablar en público
iscrita. — Predisposición biológica
— Ansiedad social generalizada
3.1. Entrevista
ofrecen programas estándar encaminados a abordar las DHP. Al igual que Los
con otros trastornos, debe obtenerse información sobre los siguientes aspec- tos asp
tos: conductas problemáticas a nivel cognitivo (e.g. expectativas de ridículo), y / o de
motor (e.g. bloqueos) y autonómico (e.g. palpitaciones), incluyendo su inten- en su v
sidad, frecuencia y / o duración; condiciones que agravan o reducen las DHP relaciói
(e.g. número y estatus del auditorio); antecedentes y consecuentes (externos • Invenb
e internos) de las conductas problemáticas; variables organísmicas o caracte- Invente
rísticas personales que pueden influir sobre dichas conductas (e.g. ansiedad dimen
social); interferencia de las DHP en la vida social, académica y / o laboral del charla
cliente; historia del problema; intentos realizados para superar las DHP y
resultados logrados; motivación, expectativas y objetivos del cliente; y recur- • Termo:
sos y limitaciones del mismo (Llavona, 1993). merní
Puede
ción ei
3.2. Cuestionarios • Calific
ción d
Constituyen un segundo procedimiento ampliamente utilizado y pueden
• Cuesti
distinguirse dos tipos. En el primero se encuadran aquellos que proporcio-
Interne
nan información retrospectiva sobre el MHP:
Fue di
• Informe Personal de Confianza como Orador (Personal Repon of Confi- negati
dence as a Speaker; Paul, 1966). Es el más empleado y mide MHP a tra- y lare<
vés de 30 Ítems valorados en una escala verdadero/falso y referidos a sido ai
la charla más reciente, aunque su redacción gramatical hace pensar más esto, a
en una medida de tipo rasgo que de tipo estado. El instrumento origi- hablai
nal puede consultarse en Comeche, Díaz y Vallejo (1995) y una versión tionar
con escala de respuesta 1-6 y haciendo referencia al MHP en general, l a 5,1
en el apéndice 2 de este capítulo. Datos normativos de este último cues- doanl
tionario para población universitaria española pueden consultarse en ladef
Bados (1991) y, para estudiantes de enseñanzas medias, en Méndez, y conc
Inglés e Hidalgo (1999). che et
• Inventario de Rasgo de Miedo a Hablar en Público (Trait Speech Anxiety en pul
Inventory; Lamb, 1972). Consta de 28 items valorados en una dimensión Es conv<
de frecuencia de 1 a 4 y mide el MHP que una persona siente en gene- cionados c<
ral. Puede consultarse en Bados (1991). ansiedad se
Miedo a la
• Informe Personal de Aprensión a la Comunicación (Personal Report of
y Friend, 1(
Communication Apprehension; McCroskey, 1982). Es un cuestionario que
ro/falso y \
trata de medir aprensión a la comunicación en general a través de 24
Leary (1983
items valorados de 1 a 5 según el grado en que se está de acuerdo con
mato de res
ellos. Además de una puntuación total, pueden obtenerse cuatro sub-
característic
puntuaciones según el contexto en el que se da la aprensión a la comu-
puede emp
nicación (discusiones en grupo, reuniones o clases, interacciones diá-
che et al. (V
dicas y hablar en público).
*6 DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS ... 177
3.3. Autorregistros
Son especialmente útiles tanto para recoger datos como para orientar la
marcha del tratamiento. Se puede pedir al cliente que intente realizar en su
medio natural algunas intervenciones en público y que anote, por ejemplo,
la siguiente información: fecha, descripción de la situación y tipo de inter-
vención, duración de esta, nivel de ansiedad antes y durante, pensamientos
tenidos, reacciones somáticas experimentadas y severidad global de éstas,
calificación de la actuación, reacciones de los demás, y lo que le hubiera gus-
tado hacer o hubiera podido mejorar. En un autorregistro empleado en el pre-
tratamiento, postratamiento y seguimiento podrían seleccionarse de tres a
cinco situaciones individualizadas para cada cliente y graduadas en dificul-
tad. Sería útil que en alguna de estas situaciones estuviera(n) presente(s)
algún(os) conocido(s) del cliente para que pudiera(n) registrar aquella parte
de la información mencionada en el párrafo anterior que es accesible a la
observación externa e incluso aspectos más detallados de la actuación a nivel
verbal, vocal y no verbal. Otra posibilidad sería la grabación en minimagne-
tófono por parte del propio cliente.
3.4. Observación
l
LAS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS. 179
dos escalas la, que puede ser llevada a cabo en la propia consulta, puede ser grabada en
y
hobia Scaíe; vídeo para que luego pueda analizarse la actuación del cliente; si la grabación
scala de 0 a no pudiera realizarse, podría emplearse a las personas presentes durante la
cular al lle- charla con el fin de efectuar un análisis más reducido. Otras variantes pro-
r o trabajar puestas han sido dejar 3-5 minutos para preparar un tema asignado (o uno
nde ya hay de tres temas propuestos al cliente) y pedir que el tema sea expuesto a lo largo
a Escala de de 3-5 minutos.
I Mattick y De las medidas observacionales que pueden obtenerse a partir de las
tan evaluar charlas, unas son objetivas y otras implican la calificación de ciertos aspec-
ual supone tos mediante escalas tipo Likert. Las medidas observacionales objetivas supo-
•rial de esta nen la utilización de observadores entrenados, por lo que pueden resultar
ores: ansie- inviables en la práctica clínica. Entre las más empleadas se encuentran las
ío por otros siguientes:
íntomas de
1998). Una • Lista de Verificación Conductual para la Ansiedad de Ejecución (Paul,
I prensa). 1966), la cual enumera 20 supuestos síntomas de ansiedad cuya pre-
sencia o ausencia es registrada durante intervalos sucesivos de 30
segundos. Los 20 síntomas son: caminar de un lado a otro, balancear-
se, arrastrar los pies, temblor de rodillas, movimientos extraños de
brazo y mano (balanceo, rascarse, jugueteo), brazos rígidos, manos refre-
orientar la nadas (en los bolsillos, detrás de la espalda, cruzadas), temblor de
trizar en su manos, ausencia de contacto visual, músculos faciales tensos (tensión,
>r ejemplo, tics, muecas), cara sin expresión, cara pálida, sonrojamiento, humede-
o de inter- cerse los labios, tragar saliva, aclararse la garganta, respirar fuertemen-
isamientos te, sudoración, temblor de voz y bloqueos de la charla o tartamudeos.
il de éstas, • Duración de la charla.
ibiera gus-
3 en el pre- • Porcentaje del tiempo de la charla que el cliente permanece en silencio.
e de tres a Las medidas observacionales de calificación se obtienen a partir de jueces
en dificul- que pueden estar entrenados al respecto, o bien no entrenados si se desean
>resente(s) calificaciones con mayor validez social. Pueden calificarse aspectos verbales
uella parte (e.g. claridad de las ideas, interés y organización del contenido), aspectos
esible a la vocales (volumen, entonación y fluidez), aspectos no verbales (mirada y ges-
ion a nivel tos), la actuación y la ansiedad manifiesta (véase Bados, 1992). Una Escala de
inimagne- Evaluación de Charlas que contempla múltiples aspectos puede verse en el
apéndice 1. Puesto que es difícil que un solo calificador conteste todos los
items de esta escala, pueden repartirse los distintos aspectos entre diversos
calificadores o bien seleccionar sólo aquellos aspectos problemáticos para un
cliente determinado.
Más de treinta intervenciones básicas para las DHP han sido investigadas
hasta el momento, y eso sin tener en cuenta sus posibles variaciones y las
combinaciones entre ellas. La mayoría de estas intervenciones se ha dirigido
a los aspectos cognitivos, motores y / o autonómicos del MHP, mientras que
el resto se han centrado en el déficit de habilidades para hablar en público o
bien en ambos tipos de problemas. Aunque la necesidad de adaptar la inter-
vención a las características del cliente y a su problema específico constituye
una suposición básica, la evidencia en el área de las DHP respecto a este
punto es insuficiente e incluso contradictoria en algunos aspectos; por ejem-
plo, los resultados son incongruentes sobre que haya tratamientos mejores
que otros según el nivel de ansiedad social de los sujetos, el modo en que un
sujeto percibe su ansiedad (cognitivo o somático) o el locus de control.
Existen algunos datos de que la eficacia de distintos tratamientos puede
variar en función de si predominan los componentes mentales o fisiológicos
en el MHP (Bados, 1992). Así, en personas cuyo MHP se manifieste princi-
palmente a nivel somático (objetivamente medido), la respiración controla-
da, la relajación o la desensibilización sistemática serán probablemente más
eficaces que el entrenamiento autoinstruccional o la reestructuración cogni-
tiva, mientras que ocurrirá lo contrario en personas con MHP cognitivo. Así
mismo, se supone que se requerirán intervenciones distintas según el pro-
blema consista en ansiedad, falta de habilidades o una combinación de ambas;
de todos modos, en cualquiera de estos casos la práctica en hablar en públi-
co parece ser un componente importante, si no fundamental.
Dwyer (2000), siguiendo el modelo multimodal de Lazarus, ha presenta-
do datos sugestivos de que se obtienen mejores resultados cuando las técni-
cas aplicadas se eligen en función de las modalidades en que el problema se
manifiesta principalmente (conductual, afectiva, somática, imaginal, cogniti-
TAS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS. 181
Sin embargo, no siempre los tratamientos con más componentes han sido
más eficaces (Weissberg, 1977; Glogower, Fremouw y McCroskey, 1978; Alt-
maier, Ross, Leary y Thornbrough, 1982; Gil, 1983b) y en ocasiones han pro-
ducido peores resultados que intervenciones menos complejas (Meichen-
baum, Gilmore y Fedoravicius, 1971; Dawson, 1982; Bados y Saldaña, 1987a).
Es probable que este efecto negativo, que no ha persistido en los seguimien-
tos realizados, haya sido debido a un tiempo insuficiente de intervención.
La práctica o exposición de hablar en público parece un ingrediente esen-
cial del tratamiento. De hecho, la exposición en vivo combinada con un cier-
to entrenamiento en hablar en público es el único tratamiento que ha sido
investigado con fóbicos sociales que presentaban un gran MHP. Este trata-
miento ha resultado mejor que la lista de espera en autoinformes de MHP y
de fobia social, en calificaciones de ansiedad observada y en medidas de cog-
niciones negativas y de miedo a la evaluación negativa (sin el empleo de inter-
venciones cognitivas), y ha sido igual de eficaz tanto si los clientes presenta-
ban concurrentemente trastorno de personalidad evitativa como si no
184 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Se presentará una intervención para las DHP que combina acuerdo sobre la
conceptualización del problema e intervención a seguir, entrenamiento en res-
piración controlada, reestructuración cognitiva, práctica de hablar en público
(exposición), entrenamiento en hablar en público y un programa de manteni-
miento. La intervención se lleva a cabo en grupo de 5-6 personas, a ser posible
con la ayuda de un coterapeuta; de todos modos, puede ser aplicada también Sesión
individualmente con las adaptaciones pertinentes, las cuales se irán comentan- 1
do. Un esquema de esta intervención, sesión por sesión, puede verse en la tabla
4.1; en total hay 11 sesiones, una por semana, de unas 2 horas de duración (1
hora si el tratamiento es individual). Sin embargo, conviene tener en cuenta que
en la práctica clínica lo importante no es el número de sesiones, sino el alcanzar
las metas implicadas en cada una de ellas, sea cual sea el total de sesiones que
se necesite. Por otra parte, mientras que el componente de exposición parece Sesión
especialmente importante, el mayor o menor énfasis, o incluso el empleo de los 2
demás componentes, dependerá de cómo se presente el MHP en cada cliente
(mayor o menor activación somática interferente objetivamente medida, pre-
sencia de cogniciones interferentes persistentes, mayor o menor déficit de habi-
lidades) y de las características personales de cada uno de ellos. Sesión
3
Sesión 1: Tras las presentaciones y el acuerdo sobre las normas de fun-
cionamiento del grupo (puntualidad, asistencia a todas las sesiones, partici-
pación activa, confidencialidad), se acuerda el orden del día y se suscita una
discusión para establecer lo que les sucede a los clientes cuando tienen que Sesión
4
hablar en público o tienen oportunidad de hacerlo. Se busca identificar las
variables situacionales, personales y los aspectos cognitivos, autonómicos y
conductuales implicados en las DHP, así como las consecuencias de éstas. El
objetivo es llegar a una conceptualización compartida sobre las DHP simi-
c.-;:_-.:
lar a la presentada anteriormente en este capítulo (véase la figura 4.1) y apro-
vechando los ejemplos proporcionados por los clientes. Posteriormente, se
entrega un esquema recordatorio de la conceptualización alcanzada.
El siguiente paso es acordar los objetivos a lograr con la intervención y
señalar que la consecución de los mismos es algo gradual. La meta general es Sesión
ser capaz de hablar en público en diversas situaciones con una ansiedad míni- 6
ma o manejable y una habilidad adecuada. Para conseguir esto se requiere
reducir las reacciones autonómicas exageradas y los pensamientos negativos,
terminar con las conductas de evitación, reducir las perturbaciones durante
Sesiona
la actuación y mejorar las habilidades de hablar en público. A partir de aquí,
se justifica y se describe en general la intervención a seguir. Luego, se indu-
cen expectativas realistas de mejora, basándose en los datos existentes, y se
avisa de que el progreso no será lineal. Sesión
11
Finalmente, y si los datos así lo aconsejan, se comienza el entrenamiento
en respiración controlada. Se trata de aprender a respirar de un modo lento
AS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS ... 187
Tabla 4.1. Resumen de un tratamiento de las dificultades para hablar en público (DHP).
Existen además otras estrategias para hacer frente a un bloqueo, el empleo de las cua-
les dependerá del momento y de la situación. Estas estrategias son las siguientes:
• Emplear otras palabras para decir lo mismo, caso de que no salga una determi-
nada palabra o frase
• Preguntar al público con naturalidad por una determinada palabra que a uno no
le sale y que parece ser importante
• Consultar las notas con naturalidad, caso de que se tengan
• Imaginar la acción o situación correspondientes a aquello que no se recuerda; las
imágenes pueden ayudar a que surjan las palabras deseadas
• Hacer una breve pausa, sin dar muestras de azoramiento, para pensar en la idea
que viene a continuación. Si no se recuerda, hacer algo de lo siguiente:
t/ Parafrasear la última idea mientras se piensa cómo seguir
*/ Hacer una síntesis del punto anterior o de lo dicho hasta el momento
^ Ampliar la última idea o algún punto anterior
S Poner algún ejemplo, contar alguna anécdota o hacer alguna pregunta al
auditorio
•* Omitir lo que no se recuerda y pasar a desarrollar otra idea
^ Reconocer públicamente el olvido y luego pensar en cómo continuar
1/ Emplear un toque de humor
Conviene recordar que un bloqueo siempre puede ocurrir y de hecho ocurre, espe-
cialmente si se tiene poca experiencia, no se ha preparado bien el tema o uno está
cansado o nervioso. Pero la cuestión es tranquilizarse en primer lugar, sin intentar
salir desesperadamente del bloqueo, y pensar luego lo que puede hacerse para con-
tinuar. Concentrarse en que uno ha quedado bloqueado sólo sirve para empeorar
las cosas
Algunas personas plantean que aun disponiendo de estrategias para los bloqueos,
todavía es posible que éstos ocurran y no se sepa salir de ellos. Puede señalarse en
estos casos que la probabilidad es muy baja dado que se empleen bien las estrate-
gias disponibles, pero que, desde luego, la posibilidad existe. Luego, puede prose-
guirse la reestructuración con preguntas tales como: «¿Qué evidencia tiene de que no
sabrá salir del bloqueo? ¿Cuántas veces se ha quedado en blanco y ha logrado continuar?.
Suponiendo que no logrará salir del bloqueo, ¿qué cree que pasará?, ¿cómo reaccionarán los
demás?, ¿qué repercusiones tendrá?, ¿le ayudará alguien a salir del bloqueo?, ¿ha visto algu-
na vez a alguien quedarse en blanco al hablar en público?, ¿cómo ha reaccionado el públi-
co?». A partir de aquí puede plantearse la posibilidad de hacer una encuesta para
ver lo que piensan otras personas y el realizar pequeños bloqueos intencionada-
mente para comprobar qué es lo que sucede.
HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS. 191
antes y después de cada práctica, el cliente lleva a cabo una reestructuración dicho aspectc
cognitiva y, respecto a cada práctica, los clientes completan un autorregistro cicios en solit
en el que apuntan una descripción de la situación de hablar en público y la sona), para la
duración de la intervención, el nivel inicial de ansiedad experimentada (0-10), las de grupo.
los pensamientos negativos tenidos y el grado de creencia (0-100) en los mis- A partir di
mos, los pensamientos alternativos y el grado de creencia en ellos, la creen- na o algunas c
cia en los pensamientos negativos originales y el nivel de ansiedad subse- estas grabacic
cuente, cómo ha reaccionado el auditorio, satisfacción con la propia actuación da que tiene c
(0-10) y, si es el caso, acciones a realizar. Además, como segunda actividad cree que apar
entre sesiones, se encarga al cliente leer unas pautas relativas a la organiza- ductas especí
ción y aspectos de contenido de una charla (véase el apéndice 3). dicción y que
Sesión 6: Se revisan las prácticas en el medio natural, se refuerzan los lo que ve y o]
esfuerzos y progresos, se reestructuran las posibles interpretaciones negati- nórmente, cli
vas no realistas y se buscan soluciones para las dificultades encontradas. Des- cia de los asrx
pués se introduce el entrenamiento en hablar en público. El objetivo no es con- expectativas I
vertir al cliente en un gran orador, sino en proporcionarle unas habilidades tado más frec
mínimas que le den seguridad y confianza y eviten conductas que interfieran tinta es la im
claramente con la comunicación. De aquí que se enfatice a los clientes que es contribuye s<
mucho más importante comunicarse que lograr una ejecución sobresaliente; real fuera ne£
las conductas que no son claramente inadecuadas no se entrenan. o a que el clie
v, después, s*
El primer paso es discutir la información previamente proporcionada
Una vez <
sobre la organización y contenido de la charla para ver si los clientes la han pide que la r
comprendido, la importancia que le otorgan y las repercusiones que creen puede emple
que tendrá su cumplimiento; caso de que haya alguna discrepancia, esto es lo que se ve», *
abordado mediante una discusión en grupo. Las instrucciones pueden ir mo», «me sien
acompañadas de un modelado del aspecto considerado, lo cual es especial- poco, pero los
mente útil en el caso de los aspectos no verbales y vocales o respuestas difí- pasar toda la
ciles de explicar o que no han sido comprendidas. saria para el
Antes de la práctica, el cliente procede igual que en la sesión anterior, pero retroaliment,
recordándose las guías sobre organización y contenido. Luego, realiza la prác- to para aque
tica de hablar en público intentando seguir estas guías. El final de la práctica vos. En esto
sigue también las mismas pautas antes expuestas, pero se comienza con una mejoren did
miento en he
retroalimentación positiva (señalar y elogiar lo que está bien hecho) y correc-
tiva (señalar lo que conviene mejorar y cómo) por parte del cliente y, después, El emple-
del grupo y del terapeuta, sobre la habilidad entrenada y, posteriormente, tual de la re<
sobre otras previamente entrenadas. Tras la retroalimentación de los miem- los pensami
bros del grupo y del terapeuta, conviene solicitar al cliente que haga un resu- mente, estos
men de lo que ha asimilado y que, caso de ser correcto, lo tenga en cuenta en si una persoí
próximas ocasiones. que identific
Si un cliente sigue presentando deficiencias notables en un aspecto con- de creencia (
ductual tras la charla, se le pide repetir una parte de la misma tras la retro- las tipo Like
alimentación correspondiente. Si necesitara seguir trabajando aún más el grado en <
AS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS. 195
ucturación dicho aspecto, esto quedaría reservado para actividades en casa (e.g. ejer-
itorregistro cicios en solitario y / o charlas ante algún compañero del grupo u otra per-
lúblico y la sona), para las siguientes sesiones o para sesiones individuales paralelas a
tada (0-10), las de grupo.
en los mis- A partir de esta sesión puede introducirse la grabación en vídeo de algu-
>s, la creen- na o algunas de las exposiciones en la consulta. El hecho de que el cliente vea
dad subse- estas grabaciones es fundamental de cara a modificar la imagen distorsiona-
a actuación da que tiene de sí mismo. Antes de ver el vídeo, se le pide que imagine cómo
a actividad cree que aparecerá; que prediga el tipo e intensidad de los síntomas y con-
a organiza- ductas específicas que mostrará, puntuando su grado de creencia en la pre-
dicción y que se mire a sí mismo como miraría a un extraño, fijándose sólo en
lo que ve y oye en la cinta, e ignorando explícitamente lo que siente; poste-
ú e r z a n los
riormente, cliente y terapeuta revisan la cinta y el primero valora la ocurren-
nes negati-
cia de los aspectos específicos predichos, el grado en que se han cumplido sus
xadas. Des-
expectativas y la medida en que sigue creyendo en sus predicciones. El resul-
o no es con-
tado más frecuente es que el cliente puede comprobar generalmente cuan dis-
tabilidades
tinta es la imagen que tiene de sí mismo de la que realmente ofrece, lo cual
i interfieran contribuye sobremanera a reducir su ansiedad; si en algún caso, la imagen
;ntes que es real fuera negativa, habría que analizar si se debe a un déficit de habilidades
bresaliente; o a que el cliente está centrado en sus sensaciones y pensamientos negativos
L y, después, se actuaría en consecuencia.
porcionada
;ntes la han Una vez que el cliente ha establecido una autoimagen más precisa, se le
pide que la recuerde cuando la impresión distorsionada le asalte. También
s que creen
puede emplear autoinstrucciones del tipo: «es muchísimo más lo que siento que
acia, esto es
lo que se ve», «siento mucho calor en la cara, pero el rubor que los demás ven es míni-
5 pueden ir
mo», «me siento supernervioso, pero no se nota en absoluto», «a veces me bloqueo un
es especial-
poco, pero los demás o no se dan cuenta o no le dan importancia». No es necesario
mestas difí-
pasar toda la grabación, aunque puede hacerse, sino sólo aquella parte nece-
saria para el fin propuesto. Por otra parte, conviene tener en cuenta que la
aterior, pero retroalimentación audiovisual no será adecuada al comienzo del tratamien-
iliza la prác- to para aquellos clientes que manifiestan claros y diversos aspectos negati-
e la práctica vos. En estos casos, hay que posponer dicha retroalimentación hasta que
riza con una mejoren dichos aspectos mediante la exposición repetida y / o el entrena-
ao) y correc- miento en habilidades.
; y, después, El empleo del vídeo de la forma descrita implica el componente conduc-
eriormente, tual de la reestructuración cognitiva. Es decir, se trata de someter a prueba
le los miem- los pensamientos basándose en evidencia empírica prospectiva. Natural-
aga un resu- mente, estos experimentos pueden realizarse también sin vídeo. Por ejemplo,
ka cuenta en si una persona subvalora su actuación al hablar en público, se le puede pedir
que identifique sus predicciones específicas sobre lo que ocurrirá y su grado
aspecto con- de creencia en ello, que intervenga en público y que después valore en esca-
tras la retro- las tipo Likert diversos aspectos específicos y la globalidad de su actuación,
do aún más el grado en que se han cumplido sus expectativas y la medida en que sigue
196 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
creyendo en sus predicciones. Los mismos aspectos de la actuación pueden Como a<
ser valorados por parte de otros y estas valoraciones ser comparadas con las en su medio
hechas por el cliente. En ambos casos, las valoraciones pueden ser cualitati- que añadir (
vas además de cuantitativas. Una vez discutidos los resultados de un experi- b) lean paúl
mento, el cliente debe extraer las conclusiones oportunas y formular una regla que deben s
que resuma lo que ha aprendido (e.g. «puedo poner fin a un bloqueo si me tran- volumen, er
quilizo y no lucho desesperadamente para salir de él»). tas pueden <
Sesiones
Pueden aprovecharse también las prácticas en el medio natural para lle-
cando situa<
var a cabo experimentos conductuales que permitan al cliente someter a prue-
sarios (no ve
ba si lo que teme es cierto o no. Un experimento puede consistir en hacer algo
to en que le
{e.g. hablar en público, hacer una pausa larga, equivocarse), dejar de hacer
ansiedad al
algo (e.g. una conducta defensiva), observar el comportamiento de otros o
ño o variar
preguntar a otra gente acerca de lo que piensan, sienten o hacen. Los experi-
medios de p
mentos deben permitir someter a prueba si en realidad uno actúa tal como
claramente
piensa o muestra los síntomas que cree. Además, de cara a abordar el miedo
iiario delant
a la evaluación negativa y sus consecuencias, los experimentos deben permi-
paración, tei
tir evaluar los pensamientos de los otros. Existen varias maneras para eva-
luar lo que piensan los otros: gran parte d
es individu;
• Predecir comportamientos específicos que los otros mostrarán caso de sonas distin
que piensen algo y observar si ocurren; por ejemplo, si el público pien- preparación
sa que un orador es aburrido, tenderá a mirarlo menos, a hablar más imaginal, el
entre sí, etc. Sesión Ü
• Hacer ciertas preguntas a los otros para establecer si notaron ciertos sín- que, una ve;
tomas y comportamientos («me parece que me temblaba mucho la voz al unos pocos
hablar, ¿cómo lo viste tú?») y, en caso afirmativo, qué pensaron al res- y teléfono) c
pecto. Esta segunda manera es más directa y amenazante y puede ser seguir así p«
descartada más fácilmente por los clientes. el MHP. Ost
para los tras
• Preguntar a los demás qué piensan sobre ciertos comportamientos en
general (e.g. el que alguien se ponga rojo). Esta encuesta puede ser lle- • Breve
vada a cabo por el cliente y / o por el terapeuta; a diferencia de la ante- justifii
rior, esta es una manera indirecta, ya que no pregunta sobre comporta- • Explic
mientos del propio cliente. zalari
Cuando se lleven a cabo experimentos conductuales, conviene que el bios c<
cliente complete un autorregistro en el que consten: a) fecha y situación, b) Distin
predicción (consecuencias específicas anticipadas, gravedad o intensidad de cial (vi
las mismas, grado de creencia en la predicción), c) experimento (qué se hizo y pen
para someter a prueba la predicción, posibles conductas defensivas emplea- manej
das), d) resultados (consecuencias que ocurrieron realmente, gravedad o pero c
intensidad de las mismas, medida en que se cumplió la predicción) y e) con- tiempí
clusión (qué se ha aprendido y grado de creencia en ello, grado de creencia una fi
en la predicción original). una re
TAS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS ... 197
ón pueden Como actividades entre sesiones se pide a los clientes que: a) practiquen
das con las en su medio natural nuevas situaciones acordadas de hablar en público (habrá
• cualitati- que añadir en el autorregistro una calificación de los aspectos entrenados) y
! un experi- b) lean pautas relativas a otros componentes que vayan a ser entrenados y
ir una regla que deben ser individualizados (preparación de una charla, mirada, gestos,
»si me tran- volumen, entonación, fluidez, ayudas audiovisuales). Muchas de estas pau-
tas pueden consultarse en Bados (1992,1995).
al para lle- Sesiones 7 a 10: Siguen la misma pauta de la sexta sesión. Se van practi-
2ter a prue- cando situaciones más difíciles y se entrenan los aspectos conductuales nece-
¡ hacer algo sarios (no verbales, vocales). Conviene tener en cuenta que llegará un momen-
jr de hacer to en que los clientes se habrán habituado al grupo y este ya no generará
de otros o ansiedad al hablar delante de él. Puesto que es muy difícil aumentar su tama-
Los experi- ño o variar su composición, no hay que olvidar que puede acudirse a otros
a tal como medios de potenciar la ansiedad: grabar en vídeo de modo que la cámara sea
ir el miedo claramente visible, aumentar la formalidad de la situación, hablar sin mobi-
ben permi- liario delante, no permitir el uso de notas, reducir o eliminar el tiempo de pre-
; para eva- paración, tener que hablar de un tema embarazoso o controvertido, hacer que
gran parte del auditorio se muestre indiferente u hostil, etc. Si el tratamiento
es individual, habrá que buscar la colaboración como público de otras per-
án caso de sonas distintas al terapeuta o, si se juzga necesario, acudir a otros medios de
buco pien- preparación para la exposición en el medio natural, tales como la exposición
lablar más imaginal, el empleo de públicos grabados en vídeo y / o la realidad virtual.
Sesión 11: Aunque falta evidencia empírica controlada, se cree conveniente
ciertos sín- que, una vez terminada la intervención formal, se ponga en marcha durante
ho la voz al unos pocos meses un programa de mantenimiento supervisado (por correo
tron al res- y teléfono) que aliente la práctica continuada de hablar en público para con-
- puede ser seguir así perfeccionar las habilidades correspondientes y / o reducir aún más
el MHP. Óst (1989) ha presentado en detalle un programa de mantenimiento
para los trastornos de ansiedad. Este programa incluye:
mientos en
ede ser lie- • Breve revisión con el paciente de los problemas iniciales de éste y de la
justificación, componentes y resultados del tratamiento aplicado.
de la ante-
comporta- • Explicación y justificación del programa de mantenimiento. Se enfati-
ene que el za la necesidad de seguir practicando para mantener o mejorar los cam-
bios conseguidos.
tuación, b)
ensidad de • Distinción entre contratiempo (paso temporal hacia atrás), recaída par-
qué se hizo cial (vuelta parcial y permanente hacia atrás) y recaída total (vuelta total
y permanente hacia atrás). Un contratiempo es un fallo temporal en
as emplea-
manejar una situación en la cual uno había experimentado ansiedad,
¡ravedad o pero que había logrado manejar tras el tratamiento durante bastante
n) y e) con- tiempo; un ejemplo, sería abandonar una situación tras experimentar
le creencia una fuerte ansiedad. Un contratiempo puede transformarse, o no, en
una recaída según como se maneje.
198 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
• Revisión con los clientes de las situaciones de alto riesgo para los con- Pueden cit
tratiempos: experiencias propias o vicarias vividas como muy negati- el tratamiento,
vas (ataques de pánico, bloqueos, ansiedad intensa, críticas), períodos otro es el de UJ
de malestar emocional o estrés. Estar avisado de estas situaciones faci- fobia a hablar
lita su afrontamiento caso de que surjan. tes situacione:
que se bloque
• Elaboración de una lista individualizada de estrategias útiles para algún otro int
afrontar las situaciones de alto riesgo y los posibles reveses o contra-
había conduci
tiempos: recordar que un contratiempo no es una recaída, no dejar que
o tener previsi
el contratiempo se generalice a otras situaciones, revisar las habilida-
incluyó entreí
des aprendidas (respiración, reestructuración), volver a la situación pro-
producción d<
blemática lo más pronto posible (o a una más fácil si es preciso) y seguir
mismos durai
practicándola hasta lograr manejarla con poca ansiedad y sin conduc-
ductas defení
tas defensivas, continuar con la exposición continuada a otras situa-
ciones temidas, buscar apoyo social, solicitar nuevo contacto con el el terapeuta \
terapeuta si lo anterior falla. También puede hacerse un ensayo de con- situaciones Sí
tratiempo en el que el terapeuta expresa los pensamientos negativos vistas con jefí
más importantes del cliente y éste responde de forma más adecuada. que hacerlo te
fue que el che
• Acuerdo contractual, verbal o escrito, entre cliente y terapeuta que espe- emplearon di
cifique las obligaciones de cada uno.
• Revisió
• Compromiso del cliente con una persona significativa respecto a la el resul
exposición continuada a las situaciones temidas. (que lo
• Autorregistro del cumplimiento de actividades de exposición. Este • Enume
autorregistro es enviado al final de cada mes al terapeuta, el cual tele- «hago u
fonea al cliente para discutir brevemente la práctica del mes preceden- buen tri
te. Las actividades de exposición se extienden a lo largo de 6 meses. el traba,
Naturalmente, si una persona no tiene suficiente con las 11 sesiones pro- veces )ia
puestas, habrá que proseguir el tratamiento durante más tiempo. Por otra gos, con
parte, el programa de tratamiento propuesto requerirá modificaciones según der; inv
los casos. Así, cuando el miedo principal sea a sonrojarse, temblar o sudar, de valor
conviene, para empezar, que la meta del tratamiento no sea la eliminación de problerr,
estas reacciones, sino la reducción del miedo a las mismas, que deben ser vis- te com]
tas como susceptibilidades individuales con las que hay que aprender a con- escribí'
vivir. Además, el tratamiento puede incluir, por una parte, la producción deli- ciones
berada de las sensaciones temidas, primero en el grupo y luego en las • Consu
situaciones sociales reales (e.g. para producir la sudoración, beber líquidos ductas
calientes, llevar ropa de abrigo, hacer ejercicio fuerte antes de la exposición)
y, por otra parte, la prevención de las conductas defensivas sutiles (e.g.en el • Actuac
miedo al rubor, dejarse barba, echarse el pelo largo por delante; en el miedo grado
a temblar, mantener las manos en los bolsillos, no coger cosas delante de los familia
otros; en el miedo a sudar, llevar ropa ligera, ponerse al lado de ventanas desesp
abiertas). Finalmente, puede emplearse también un entrenamiento en con- el acep
centración en la tarea, como el de Bógels, Mulkens y De Jong (1997). defens
TAS DE RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS... 199
ara los con- Pueden citarse otros casos para enfatizar la necesidad de individualizar
nuy negati- el tratamiento. Uno de ellos es presentado por Laguna, Healey y Hope (1998),
s), períodos otro es el de un profesor asociado universitario, el cual desarrolló una fuerte
i dones faci- fobia a hablar en público que afectó tanto a sus clases como a otras frecuen-
tes situaciones de hablar en público que su trabajo le requería; su queja era
que se bloqueaba frecuentemente y no sabía salir del bloqueo a no ser que
útiles para
algún otro interviniera o él abandonara temporalmente la situación; esto le
es o contra-
10 dejar que había conducido a evitar todas las situaciones que podía, buscar ayudantes
as habilida- o tener previsto algún modo de escapar de la situación. El tratamiento inicial
tuación pro- incluyó entrenamiento en respiración, estrategias para salir de los bloqueos,
iso) y seguir producción deliberada de éstos al hablar en público y mantenimiento de los
sin conduc- mismos durante un corto espacio de tiempo, así como eliminación de las con-
otras situa- ductas defensivas. El cliente mejoró, pero a los tres meses recayó. Tras esto,
tacto con el el terapeuta pronto descubrió que los bloqueos también afectaban a otras
iayo de con- situaciones sociales (fiestas familiares, reuniones con subordinados, entre-
I negativos vistas con jefes) y que el problema radicaba en una fuerte creencia de tener
adecuada. que hacerlo todo perfectamente (no sólo el hablar en público). El primer paso
fue que el cliente reconociera ésto, lo que no resultó fácil; a partir de aquí, se
ita que espe- emplearon diversas técnicas:
• Revisión histórica. Por medio de ella el paciente vio que su creencia fue
especto a la el resultado de una historia temprana de demostrar a su exigente padre
(que lo minusvaloraba) que él sabía hacer bien las cosas.
isición. Este • Enumerar y sopesar las ventajas y desventajas de la creencia. Ventajas:
el cual telé- «hago un buen trabajo a veces y me siento satisfecho por ello; se me valora el
is preceden- buen trabajo que hago; me sirve para mantener el cargo de responsabilidad en
e 6 meses. el trabajo». Desventajas: «siento una gran ansiedad que me impide muchas
esiones pro- veces hacer las cosas tan bien como puedo; evito hacer cosas para no correr ries-
po. Por otra gos, con lo que pierdo oportunidades y no cometo errores necesarios para apren-
dones según der; invierto demasiado tiempo; otros que no son tan perfeccionistas son igual
?lar o sudar, de valorados que yo y tienen cargos de igual o superior responsabilidad; tengo
minación de problemas con familiares, amigos y compañeros por mi exigencia». El pacien-
eben ser vis- te comprobó que las desventajas pesaban mucho más que las ventajas y
ender a con- escribió sus conclusiones en tarjetas que podía consultar en las situa-
ducción deli- ciones pertinentes.
uego en las
• Consultar a ciertos familiares y amigos lo que opinaban sobre sus con-
ber líquidos
ductas perfeccionistas y de exigencia.
1 exposición)
Lies (e.g.en el • Actuación deliberada en contra de la creencia. Esto implicó reducir el
: en el miedo grado de perfeccionismo al hacer muchas cosas, en la relación con la
elante de los familia y amigos y en el trabajo. Se incluyó también el no intentar salir
de ventanas desesperadamente de los bloqueos que se producían naturalmente, sino
ento en con- el aceptarlos y tranquilizarse, así como la eliminación de las conductas
997). defensivas (escapar de la situación con alguna excusa, hacer que otro
200 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 4.3. Resultados obtenidos por el cliente en los distintos momentos de la evaluación
(pretest = Pre, postest = Pos y seguimiento = S; media y desviación típica (DT) de grupos
de poco y mucho miedo a hablar en público (MHP) y criterio de funcionalidad (CF).
Puntuaciones del Poco MHP Mucho MHP
Variables y amplitud teórica cliente eri: (n = 9) (n = 72) CF
Pre Pos S Media (DT) Media (DT)
Informe Personal de Confianza como
Orador (30-180) 138 86 93 67.67 (9.96) 129.00 (16.79) 90
Inventario de Ansiedad Social
128 122 126 113.56 (38.78) 163.58 (35.29) 139
(56-280)
Termómetro de miedo anticipatorio
10 7 7 4.00 (1.41) 7.57 (1.50) 5
(1-10)
Inventario de Estado de Ansiedad
76 48 40 39.89 (5.78) 65.14 (10.26) 49
(20-80)
Cuestionario de Percepción
169 78 82 41.11 (15.33) 100.51 (33.84) 59
Autonómica (21-210)
% de pensamientos negativos (0-100) 87.5 14.3 0.0 30.3 (14.7) 59.1 (18.0) 43.2
Autocalificación de la actuación (1-10) 1 7 5 6.13 (1.89) 3.26 (1.79) 5
Lista Conductual para la Ansiedad
3.3 1.4 1.1 2.20 (0.73) 2.73 (0.81) 2.4
de Ejecución (0-14)
Lista de Conductas al Inicio y Final
1 6 6 2.33 (1.39) 1.97 (1.10) 2
de la Charla (0-7)
Calificación de aspectos vocales (1-6) 3.0 4.8 5.2 4.00 (0,35) 3.54 (0.59) 3.8
Calificación de aspectos no verbales
2.0 3.2 3.2 2.89 (0,63) 2.44 (0.48) 2.6
(1-6)
Calificación del contenido y
2.8 4.8 5.0 3.89 (0.63) 3.40 (0.74) 3.7
organización de la charla (1-6)
Calificación de la actuación global
4.8 8.0 6.8 6.93 (1.17) 5.49 (1.38) 6.3
(1-10)
Calificación de la ansiedad
4.8 2.6 3.6 3.42 (0,85) 4.94 (1.21) 4.0
manifiesta (1-10)
Medidas obtenidas en clase
Percepción autonómica (10-100) - 27 28 14.00 (4.03) - H 18
Termómetro de miedo anticipatorio
- 5 6 2.11 (1.36) - (-) 3
(1-10)
Termómetro de miedo (1-10) - 4 6 1.89 (0.93) - H 3
Autocalificación de la actuación (1-10) - 6 5 6.44 (0,73) - (-) 6
% de pensamientos negativos (0-100) - 25.0 0.0 16.0 (21.0) - (-) 37.0
Calificación de aspectos vocales (1-6) -- 5.3 4.8 5.02 (0.55) - (--) 4.5
Calificación de aspectos no verbales
(1-6)
-- 4.5 5.3 4.80 (0.57) - H 4.2
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alien, M., Hunter, J.E. y Donohue, W.A. (1989). Meta-analysis of self-report data on
the effectiveness of public speaking anxiety treatment techniques. Communication
Education, 38, 54-76.
3E RIESGO HABILIDADES DE ENFRENTAMIENTO AL ESTRÉS... 209
or social APÉNDICE 1
'can jour-
ESCALA DE EVALUACIÓN DE CHARLAS
nmunity
n. Archi- Cliente: Calificador: Fecha:
Califica los siguientes aspectos de la charla que acabas de escuchar empleando la
l phobia.
siguiente escala:
1 2 3 4 5
ivert ins-
En absoluto Algo A medias Bastante Totalmente
-instruc-
ournal of
ASPECTOS DE CONTENIDO
f speech
Ha hecho una introducción que ha ganado la atención del auditorio ...
ognitive
Ha hecho una introducción que ha informado del tema y / o los puntos
a tratar
iry treat-
Ha expresado sus ideas con claridad
307-314.
Ha empleado ejemplos adecuados e interesantes
La exposición ha estado claramente organizada y estructurada
Ha ido haciendo un resumen claro de cada idea principal y / o parte
d é l a charla
Ha empleado frases adecuadas para conectar las distintas ideas y partes
de la charla
Ha enfatizado las ideas importantes
Ha hecho una exposición francamente interesante
Ha ajustado la cantidad de contenido al tiempo disponible
Ha adaptado la dificultad el contenido al nivel del auditorio
Parecía dominar el tema expuesto
Ha resumido en la conclusión las ideas principales
Ha terminado la charla no de forma repentina, sino con un final claro
y adecuado
ASPECTOS NO VERBALES
ASPECTOS VOCALES
APÉNDICE 2
Nombre: Fecha:
APÉNDICE 3
CAPITULO 5
s palabras o
as, las ayudas CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES
ESPECIALES: ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES
atendido decir SOCIALES CON PACIENTES ESQUIZOFRÉNICOS
• informado o
a llamado a la M." Luisa de la Puente
on los modos
María Crespo
ea central, b)
ción deseada,
specíficas. La
dgunos de los
la conclusión; 1. INTRODUCCIÓN
a declaración
vertida o una
Hasta hace pocas décadas, las personas con esquizofrenia eran confina-
das, en la mayor parte de los casos de por vida, en instituciones psiquiátri-
cas. Dichas instituciones, los manicomios, que normalmente se encontraban
permanece en
situados lejos de los núcleos urbanos, daban cabida a un gran número de
tidad de hacer enfermos en condiciones de vida a menudo deficitarias. En ellos, el enfer-
n comentarios mo no recibía más tratamiento que el estrictamente farmacológico, por lo
que el propio hecho de permanecer aislado y confinado durante períodos
zar con andar prolongados de tiempo favorecía la cronificación y el deterioro de dichos
pacientes.
A partir de los años 60 y debido a la conjunción de diversos factores: el
;pectivamente.
desarrollo de tratamientos farmacológicos más eficaces, las presiones econó-
micas que obligaban a reducir el gasto público, y la presencia de reformas
sociales políticas y legales, se puso en marcha, tanto en América como en
Europa, una política de desinstitucionalización que tenía como objetivo redu-
cir el número de población internada en los hospitales psiquiátricos y rein-
sertar a las personas con trastornos mentales crónicos en la comunidad, evi-
tando así su marginación.
Sin embargo, el paso del tiempo puso de manifiesto la insuficiencia de la
política de desinstitucionalización. No bastaba con abrir las puertas de los
hospitales psiquiátricos y proporcionar al paciente medicinas y asistencia
ambulatoria. Estos pacientes presentan importantes deterioros en su funcio-
namiento personal y social (procesos cognitivos, hábitos de autocuidado, rela-
ciones sociales, capacidades laborales, etc.) que dificultan enormemente su
reinserción en el medio social, lo que genera situaciones de desventaja y mar-
ginación (desempleo, falta de recursos económicos, aislamiento, pérdida de
redes sociales, etc.) que ayudan a cronificar el cuadro. Por ello, además de la
desinstitucionalización, era necesario desarrollar programas de rehabilitación,
cuyo objetivo fuera proporcionar a estos pacientes las habilidades físicas,
emocionales, intelectuales y sociales necesarias para vivir, aprender y traba-
216 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
jar en la comunidad, con el menor apoyo posible por parte de los profesio- coordinac
nales (Anthony, 1979). correctam
v opiniom
De este modo, surge lo que Anthony, Cohén y Farkas (1990) denominan los demáí
la «era de la rehabilitación» y, con ella, comienzan a aparecer una serie de dis- Roder, Brt
positivos comunitarios, conocidos como Unidades de Rehabilitación Psico- social de <
social, que prestan asistencia a las personas con trastornos mentales crónicos la comuni
y, en concreto, esquizofrenia. En estas unidades se desarrollan programas de
rehabilitación, cuyo objetivo es fomentar y enseñar a las personas con esqui- Elenti
zofrenia las habilidades que necesitan para vivir de forma satisfactoria en su déficits y
entorno social. Desde este punto de vista, el entrenamiento en habilidades retos que
sociales, cuyo objetivo es mejorar la competencia social de los individuos, sociales q
constituye un componente fundamental del tratamiento biopsicosocial del nessc*
paciente esquizofrénico (Kopelowicz y Liberman, 1998). de la enf t
los mode
Los primeros trabajos en este ámbito se llevaron a cabo en los años 70,
momento en que se centró la atención no sólo en eliminar, a través de pro-
gramas de contingencias, los comportamientos extraños o bizarros que mos- 11. El r
traban este tipo de pacientes, sino también en promover conductas prosocia-
les, ya que era evidente que uno de los efectos más perniciosos de la El me
hospitalización prolongada en personas con esquizofrenia era la constricción Zubin y!
social en gran parte fomentada por la retirada del entorno social. Potenciar Coons, 1
los repertorios sociales en estos pacientes era vital de cara a hacerlos capaces Xeuchte
para abandonar el hospital y ajustarse a vivir en comunidad (Kopelowicz y lo etioló^
Liberman, 1998). En los años 80 y 90, a medida que la política de desisnstitu- con esqu
cionalización ha ido afianzándose, ha aumentado el interés por conocer los
beneficios que el entrenamiento en habilidades sociales puede aportar a este Dichí
tipo de pacientes, lo que se ha traducido en una gran cantidad de publica- rica al pe
ciones científicas en torno al tema. supueste
tencia dí
como la
miento ó
2. PLANTEAMIENTO DE NECESIDADES Y POSIBILIDADES DE
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Dea<
trastorne
Los déficits en el funcionamiento interpersonal y social del individuo son psicobio
uno de los síntomas característicos de la esquizofrenia, tal y como la define La vi
el DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994). Estos déficits son per- cer el tré
sistentes en el tiempo y con frecuencia anteriores a la aparición de la enfer- funcioní
medad, de hecho constituyen una de las características más sobresalientes del mo...), es
funcionamiento premórbido de estos pacientes (Halford y Hayes, 1993). Por cognitiv
ello, no deben ser considerados sólo una consecuencia de los síntomas de la les
esquizofrenia, ya que están presentes incluso cuando los síntomas positivos
y negativos se encuentran en remisión (Bellack, Morrison y Mueser, 1989). Losí
Han sido descritos como escaso contacto ocular, expresión facial inapropia- tal que t
da, gestos inadecuados, tiempo de respuestas o sincronía deficiente, falta de tanto, si
CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES. 217
persona pueden estar causados por deterioros en uno o más de los estadios facial, utili:
señalados anteriormente, por lo que una correcta evaluación es el paso pre- general se i
vio al desarrollo de cualquier programa de entrenamiento. de las habí
de manera
apenas de
3. EVALUACIÓN DE LAS HABILIDADES SOCIALES EN cognitivos
ESQUIZOFRÉNICOS
nformación sobre sus sentimientos, entablar una conversación con un vecino... Es decir,
a la planifi- estas habilidades tienen como objeto la adquisición, profundización o man-
i utilización tenimiento de relaciones de amistad o familiares.
s parecidas
iteractúa en
es atienden 3.2. Instrumentos para la evaluación de las habilidades sociales en
i del sujeto, esquizofrénicos
1983).
Frente al predominio general de los autoinformes en la evaluación de las
rcamientos habilidades sociales, en el caso de los pacientes esquizofrénicos el método de
nivel inter- evaluación más frecuentemente utilizado es la observación durante role-pla-
•ell, Rabino- ying o tests situacionales. No obstante, el presente apartado revisará los dife-
35). rentes métodos de evaluación utilizados para medir habilidades sociales en
ide): la habi- este tipo de pacientes.
a la adecua-
iades socia-
3.2.2. Entrevista
as habilida- Aunque en ocasiones su utilización se ve muy limitada por la incapaci-
do notables dad o la negativa del paciente a responder las preguntas del entrevistador,
ina concreta las entrevistas estructuradas o semiestructuradas pueden proporcionar una
• interacción información muy valiosa, especialmente en las primeras fases del proceso de
s del mismo evaluación antes de la intervención, sobre problemas generales en el funcio-
issi y Galas- namiento social del paciente. Más frecuentes son las entrevistas con otros sig-
ción del tipo nificativos, especialmente en aquellos casos en los que hay institucionaliza-
o, 2) amigos ción (e.g. entrevistas con los médicos, enfermeras... que se ocupan del
>) figuras de paciente), y / o en los que el propio paciente no puede proporcionar una infor-
ios (e.g. ven-
mación fiable.
rdinados.
1 Liberman et al. (1989) señalan como prerrequisitos para la utilización de
las caracte-
la entrevista con el paciente en la evaluación de las habilidades sociales, el
tar a la inte-
establecimiento de una buena relación (rapport) entre terapeuta-evaluador y
gral...). paciente, así como orientar al paciente respecto al proposito y función de las
de un punto preguntas que va a contestar. En cuanto a las preguntas, según estos autores,
; instrumen- han de ser muy específicas, con objeto de que el paciente describa el proble-
aquellas que ma, las personas implicadas, las situaciones (dónde y cuándo) en que se pro-
• materiales duce y su frecuencia. Así mismo, puede ser útil indagar acerca de los antece-
se ponen en dentes y consecuencias de la intereacción problemática, con objeto de conocer
comprar un las relaciones funcionales de la conducta. En la tabla 5.1 se presenta un resu-
cremento de men de los principales aspectos que han de sondearse en una entrevista en la
danos de los evaluación previa a la planificación de un programa de entrenamiento en
acen posible habilidades sociales. Las preguntas se repetirán para cada una de las áreas en
;a relaciones las que el paciente presente problemas (e.g. interacciones familiares, encuen-
areciendo en tros comerciales, expresar tristeza o desacuerdo, malinterpretar las acciones
ar a la pareja o sentimientos de otros...).
224 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
3.2.2. Autoinformes
Liberman et al. (1989) proponen, como sencillo medio de evaluación, el 3.2.5. Rol
examen de los productos tangibles de las interacciones sociales. En concreto,
estos autores declaran que la revisión de la «cartera» o el «bolso» del pacien- Laspru
te puede proporcionar bastante información sobre su competencia social. Así, más utiliza
por ejemplo, la presencia de un carné de biblioteca o del permiso de condu- co, entre ot
cir indica la posible asistencia del paciente a bibliotecas y su capacidad para cas activas
asistir a las clases necesarias para obtener el permiso de conducir. Del mismo habilidade
modo, la presencia de tarjetas comerciales indican la existencia de contactos ción de pa]
de negocios con otras personas. Las fotos y el contenido de la agenda pro- luativa (ve
porcionarán información sobre contactos con amigos y familiares. Diversos para terpe
carnés pueden mostrar la afiliación del sujeto a grupos y organizaciones. Las conducta (
tarjetas de crédito indican capacidad para relacionarse con instituciones eco- tramiento,
nómicas. Los recibos o tickets de restaurantes, cines..., pueden dar idea de las su actuaci(
actividades del sujeto, etc. En cualquier caso, la información aportada por
estos productos permanentes ha de ser tomada como meramente orientativa Las pn
y siempre ha de contrastarse con algún otro procedimiento de evaluación. estructural
lo haría ha
de este tip
3.2.4. Observación directa entre las c
grabar la <
Aunque de indudable interés, la observación directa presenta numerosas de estand,
dificultades de índole práctica que limitan su aplicación en la evaluación del miten eva
AS DE RIESGO
CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES . 227
ite, y tiene funcionamiento social de los esquizofrénicos. Así, Mueser y Sayers (1992) seña-
, 1981). Las lan, como dificultades específicas en este área de estudio, la imposibilidad de
tativo de la llevar a cabo la observación en una amplia gama de situaciones de interacción
liciones de diferentes, ya que supondría altos costes en esfuerzo y tiempo (no sólo por lo
ífieren a un que respecta a la observación en sí misma, sino también en lo que concierne
e la Segun- al imprescindible entrenamiento previo de los observadores) y, alternativa-
st, y nunca mente, la dificultad de seleccionar situaciones representativas. Por otra parte,
i a los suje- en las situaciones sociales que tienen lugar en los ambientes reales, interviene
> como una gran número de factores extraños no controlados que dificultan el estableci-
eneren tan- miento de comparaciones (e.g. pretratamiento vs. postratamiento).
;n el núme-
En cuanto a su ámbito de aplicación, la observación directa se ha llevado
. De hecho,
a cabo, fundamentalmente, con pacientes institucionalizados o en ambientes
eos genera-
residenciales, utilizando como observadores al personal que se encarga del
s en el reco-
cuidado de los pacientes (e.g. enfermeros, terapeutas...).
s hallazgos
:o por parte Aunque se han desarrollado algunos procedimientos de observación
Dnes de res- estandarizados, en la mayor parte de los casos el terapeuta habrá de desa-
problemas. rrollar sus propias medidas para evaluar las habilidades objeto de modifica-
ción, de acuerdo con las circunstancias y problemas específicos que concu-
rren en su(s) paciente(s).
,
S DE RIESGO CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES ... 229
:onsisten- cada una de las áreas problema del paciente, con pequeñas variaciones entre
ambiente ellas. Así mismo, han de incluirse en la definición de la situación especifica-
i la litera- ciones sobre las características del confederado {e.g. edad, sexo, raza, nivel socio-
y Sayers, cultural...) con el que el sujeto va a interactuar durante las representaciones.
I se com-
Bellack (1983) señala, como aspecto relevante, la dificultad de los items o
ías situa-
situaciones incluidas en el procedimiento, e indica la conveniencia de optar
vos nega-
por un nivel de dificultad intermedio para el grupo específico de sujetos que
posturas
se está evaluando.
3n evocan
leí pacien- Así mismo, este autor, en su revisión sobre los procedimientos de role-pla-
i situacio- ying en la evaluación de las habilidades sociales, recomienda la utilización de
on la coñ- procedimientos y situaciones establecidas sobre la elaboración ad hoc de nue-
uda de las vas medidas para cada estudio. No obstante, esta recomendación estará media-
ente natu- tizada por la correspondencia entre el grupo objeto de estudio y el grupo de
a en repre- referencia para el que fueron desarrolladas las situaciones estandarizadas.
?. lo que el
e hecho el
)). Por otra b) Instrucciones dadas al sujeto
avaluación
instruccio- Las instrucciones han de incluir una descripción detallada de todo el pro-
cedimiento, con objeto de que el sujeto sepa exactamente qué va a pasar. Al
mismo tiempo, durante la presentación de las instrucciones conviene dar al
de su fina-
paciente oportunidad para que haga las preguntas que estime necesario. En
.992): general, las instrucciones han de proporcionar al paciente información sobre
el procedimiento en sí, y sobre los objetivos del mismo (Le. la identificación
de sus habilidades y de sus déficits sociales), haciendo hincapié en la utilidad
de esta técnica. En la tabla 5.2 puede verse un ejemplo de instrucciones dadas
n por parte a los sujetos en un procedimiento de role-playing utilizado para la evaluación
de las habilidades sociales de los pacientes.
o Las instrucciones específicas dependen del fin de la evaluación, ya que la
introducción de cambios en las instrucciones pueden producir grandes varia-
des sociales ciones en las respuestas de los sujetos (ver Bellack, 1983). Así, existen varia-
ciones cuando se pide al sujeto que actúe como habitualmente lo hace, tan bien
como pueda, del modo que considera más adecuado o como cree que respon-
le estos ele- de la gente habilidosa. En concreto, se ha constatado que las instrucciones que
demandan o refuerzan las respuestas efectivas dan lugar a actuaciones más
habilidosas que instrucciones neutras o que solicitan el comportamiento habi-
tual del sujeto. Es más, parece que estas variaciones tienen un mayor efecto
sobre los componentes verbales de la respuesta que sobre los no verbales.
minadas, las
mo sea posi- Otro aspecto a considerar en la elaboración de las instrucciones hace refe-
5u vida y los rencia al «como si» propio de la representación de papeles: el role-playing se
je la evalua- basa en la simulación del ambiente natural del sujeto, la cual requiere que el
playingpara sujeto se «meta dentro» del papel y se implique en la situación. Por ello, las
230 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
d) Representación de papeles
interacciones extensas. En las primeras, las de interacción breve, el narrador ciente calid
describe la situación y, a continuación, el confederado efectúa un comentario nentes de r<
ante el que el sujeto responde. Por consiguiente, en estos casos la interacción e.g. primer
termina tras un único intercambio, lo que, aun facilitando la estandarización
y la puntuación de las respuestas, no se corresponde en absoluto con la mayor
parte de las situaciones sociales que tienen lugar en ambientes naturales 1 . Por e) Evaluac
su parte, en las interacciones extensas se plantea la cuestión de si el confede-
rado debe ajustarse a unas pautas previamentes fijadas, con independencia La evali
de lo que el sujeto diga o haga, o si, por el contrario, debe variar su respues- : i aón prev
ta en función de la reacción del sujeto. La primera alternativa, la de las inte- ta que van
racciones estandarizadas, asegura la consistencia, pero hace que algunos suje- - :.eracion<
tos reciban comentarios totalmente inadecuados a su respuesta. Algunos comen taric
autores proponen que los confederados han de ser entrenados para respon- A su ve
der dentro de un estrecho rango, evitando así la excesiva variabilidad, al mente rela<
mismo tiempo que se asegura la relevancia y pertinencia de sus intervencio- den utiliza
nes (ver Bellack, 1983). En cualquier caso, las interacciones extensas presen- determina*
tan más problemas a la hora de la puntuación o evaluación de la actuación matos, aun
del sujeto durante la representación. catión, ya
Otro aspecto determinante, durante la representación de papeles, es la con- varían a lo
ducta del confederado, en concreto, cuál debe ser el tono afectivo de sus inter- tuación de
venciones (e.g. neutral, entusiasta...), ya que variaciones en este aspecto pue- ción de es<
den evocar reacciones claramente diferenciadas en los sujetos. En este caso, Es más, en
como en tantos otros, la elección del tono afectivo depende de los objetivos encuentra
específicos de la evaluación, aunque siempre ha de describirse cuál fue el tono siado alto
afectivo utilizado, así como evitar variaciones en el mismo a lo largo de las dis- ción de laí
tintas evaluaciones (e.g. pasar del entusiasmo, en las primeras sesiones de eva-
luación, a la indiferencia, e incluso el aburrimiento, en sesiones posteriores).
Tabla 5.4.
Finalmente, habrá de optarse por la utilización, o no, de algún sistema de
grabación durante la representación y, en caso afirmativo, elegir entre graba-
ciones en vídeo o en magnetófono. En general, lo más aconsejable es efectuar
algún tipo de grabación que permita la evaluación de los diferentes compo-
nentes de respuesta (así, se puede pasar la grabación varias veces para pun- INSTE
tuarlos) y, de entre los sistemas de grabación, el de elección será, siempre que
sea posible, el vídeo, ya que permite un posterior análisis de las respuestas
tanto verbales, como no verbales del sujeto. Además, el vídeo presenta la ven- 1.a REPR
taja adicional de permitir dar retroalimentación al sujeto acerca de su actua- Con-
ción, sobre todo cuando el role-playing se está utilizando con una finalidad Ne
tanto diagnóstica, como terapéutica. En cualquier caso, al utilizar el vídeo hay
que tener en cuenta consideraciones técnicas (Le. conseguir imágenes de sufi-
2.a REPE
1
Expresa
Peor aún es la situación en aquellos casos en los que se utilizan presentaciones graba- N
das (en vídeo o audio) de los comentarios de los confederados, por lo que algunos autores desa-
consejan explícitamente este tipo de estrategia (ver Bellack, 1983; Galassi y Galassi, 1976).
"AS DE RIESGO CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES . 233
ú narrador cíente calidad que permitan la posterior evaluación de los distintos compo-
:omentario nentes de respuesta) y determinar a priori la zona de interés de la grabación
interacción (e.g. primeros planos vs. planos generales).
idarización
>n la mayor
urales1. Por e) Evaluación y puntuación de la actuación
el confede-
spendencia La evaluación o puntuación de la actuación del sujeto supone la especifi-
su respues- cación previa de las habilidades concretas o de los componentes de respues-
de las inte- ta que van a ser evaluados, los cuales se determinarán atendiendo a las con-
gunos suje- sideraciones formuladas con anterioridad en este mismo apartado (véanse
a. Algunos comentarios acerca de la controversia molaridad vs. molecularidad).
ara respon- A su vez, la elección del sistema de puntuación a utilizar estará estrecha-
abilidad, al mente relacionado con la(s) conducta(s) objetivo seleccionada(s). Así, se pue-
ntervencio- den utilizar conteos de frecuencia (véase tabla 5.4), medidas de duración, o
tsas presen- determinaciones de la aparición/no aparición de la conducta. Estos tres for-
a actuación matos, aunque simples y bastante objetivos, se ven muy limitados en su apli-
cación, ya que la mayor parte de las respuestas o habilidades que se miden
2S, es la con- varían a lo largo de un continuo {e.g. asertividad, tono de voz...). Para la pun-
de sus inter- tuación de este tipo de respuestas continuas estará más indicada la utiliza-
ispecto pue- ción de escalas tipo Likert, en las que se da una graduación de la respuesta.
•n este caso, Es más, en la mayoría de estas respuestas continuas la actuación óptima se
os objetivos encuentra en un nivel intermedio (e.g. el volumen de voz puede ser dema-
il fue el tono siado alto o demasiado bajo, siendo preferible un nivel intermedio; la dura-
;o de las dis- ción de las intervenciones verbales demasiado larga o demasiado corta...).
ones de eva-
iosteriores).
Tabla 5.4. Ejemplo de un sistema de puntuación de los componentes de conducta para
n sistema de
un procedimiento de role-playing (Mueser y Sayers, 1992).
entre graba-
e es efectuar
ntes compo- Señala cada uno de los pasos que sean efectuados
es para pun- INSTRUCCIONES correctamente por el paciente. Si alguno de los
pasos se ha omitido, se dejará en blanco.
siempre que
is respuestas
senta la ven- 1.a REPRESENTACIÓN 1. Mirar a la persona
2. Explicar tu punto de vista
de su actua- Compromiso y 3. Escuchar el punto de vista de otro y repetirlo
ma finalidad Negociación 4. Sugerir un compromiso
• el vídeo hay
;enes de sufi- 1. Mirar a la persona
2.a REPRESENTACIÓN 2. Hablar con calma y firmeza
Expresar Sentimientos 3. Decir al otro qué te altera
ítaciones graba- Negativos 4. Decir cómo te hace sentir eso
os autores desa- 5. Sugerir cómo evitar que suceda en el futuro
lassi, 1976).
234 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Esta bidireccionalidad de las respuestas hace que en muchas ocasiones hayan -ioral Asser,
de utilizarse sistemas de puntuación bidireccional, como el propuesto por 1975), com
Trower et al. (1978), que aparece en la tabla 5.5, que permiten la obtención de v-16 exprés:
puntuaciones cuantitativas, junto con juicios cualitativos sobre la actuación federado o
del sujeto (i.e. determinación de los excesos vs. déficits). verbales y i
Interaction '.
:an las sigí:
Tabla 5.5. Sistema cualitativo de puntuación bidireccional de los componentes %-ista, enfreí
de conducta para un procedimiento de role playing (Trower et al., 1978). personal, c
rotencial d
0 Volumen normal 1982) desa
asegurar si
(a) Bajo aunque puede oirse sin dificultad
1 rarte de su
(b) Más bien alto pero no desagradable lem So
V
1993) (des
o (a) Demasiado bajo y difícil de oír lEstde rep:
L 2
u (b) Demasiado alto y más bien desagradable os (pa
M —aves de I
E (a) Anormalmente bajo y con frecuencia inaudible cada una: (
N 3 ciación, y c
(b) Anormalmente alto y desagradable
(a) Inaudible
4 32.6. Tes
(b) Extremadamente alto (gritos)
Los tes
0 Frecuencia y patrón normal de miradas observa
sujeto con
(a) Tiende a evitar la mirada, pero no causa una impresión negativa
1 hacer una
(b) Tiende a mirar demasiado, pero no causa una impresión negativa miento pre
M cuiente, es
I (a) Mira demasiado poco. Impresión negativa del pacien
2
R situación £
(b) Mira demasiado. Impresión negativa
A como suce
D (a) Miradas anormalmente infrecuentes. Desagradable
A 3 Estos p
(b) Miradas anormalmente frecuentes. Desagradable manera ex
nen el «en;
(a) Evita por completo la mirada. Muy desagradable de estrateg
4 -uieto en v
(b) Mira continuamente. Muy desagradable
mucho tiei
nes de la e
paciente y
Entre los procedimientos de role-playing más utilizados cabe mencionar los luariones ]
siguientes. El Test Conductual de Comportamiento Interpersonal (Interperso-
nal Behavior Role-Playing Test) de Goldsmith y McFall (1975), que recoge 25 Muese
situaciones interpersonales. El Test Conductual de Asertividad-Revisado (Beha- lidades se*
AS DE RIESGO CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES. 235
mes hayan vioral Assertiveness Test-Revised, BAT-R) de Eisler, Hersen, Miller y Blanchard
rmesto por (1975), compuesto por 32 situaciones (16 que implican expresiones positivas
itención de y 16 expresiones negativas, con variaciones del sexo y la familiaridad del con-
i actuación federado o colaborador); la respuesta del sujeto se evalúa en 12 componentes
verbales y no verbales. El Test de Interacción Social Simulada {Simulated Social
Interaction Test, SSIT) de Curran (1982), que consta de 8 situaciones que abar-
can las siguientes áreas: críticas del jefe, asertividad social durante una entre-
orientes vista, enfrentamiento y expresión de ira, contacto heterosexual, consuelo inter-
78). personal, conflicto y rechazo por parte de un familiar próximo, pérdida
potencial de amistad y recibir cumplidos de un amigo. Así mismo, Liberman
(1982) desarrolló un instrumento que consta de 22 escenas seleccionadas para
asegurar su relevancia para sujetos esquizofrénicos. Recientemente, como
parte de su Batería de Evaluación de la Solución de Problemas Sociales (Social
Problem Solving Assessment Battery), Sayers, Bellack, Wade, Bennet y Fong
(1993) (descrito en Bellack, Sayers, Mueser y Bennett, 1994) han elaborado un
test de representación de papeles diseñado para evaluar la habilidad de los
sujetos (pacientes esquizofrénicos) para resolver problemas interpersonales a
través de la conversación. Este test consta de 6 representaciones de 3 minutos
cada una: dos que implican aserción, dos que suponen compromiso y nego-
ciación, y dos que requieren iniciar una conversación.
Tabla 5.6. Criterios para determinar la capacidad del sujeto para atender y comprender
los distintos elementos del entrenamiento en habilidades sociales (Liberman et al., 1989).
fecha de Respecto a los contenidos entrenados, éstos varían según los autores, pero,
en general, todos ellos incluyen: habilidades conductuales básicas (contacto
ocular, postura, tono de voz...), habilidades conversacionales (iniciar y man-
tener conversaciones, expresar quejas....) y habilidades de solución de pro-
utos sin blemas sociales (percepción correcta de la situación y selección de la respuesta
apropiada) (Trower et al, 1978; Liberman et ai, 1989; Liberman, 1993).
te, camina Desde comienzo de los años 70 se han realizado una gran cantidad de
estudios dirigidos a evaluar la eficacia de estas intervenciones. Las primeras
sruptivas? revisiones realizadas (Hersen y Bellack, 1976; Gomes-Schwartz, 1979; Walla-
ce et al, 1980) informaban de resultados positivos. Sin embargo, pronto se
ersonales
puso de manifiesto que dichas conclusiones debían ser tomadas con cautela,
cimientos
<?ra»?
ya que muchos de los trabajos revisados presentaban problemas metodoló-
gicos (no existencia de grupo control, heterogeneidad diagnóstica por la no
238 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
miento fue la tasa de recaídas, no incluyéndose medidas que permitieran eva- con los sínl
luar el grado de ajuste social y personal de los pacientes. críticas de
al consume
Los resultados de estos estudios, así como los de los trabajos de metaa- etc.). Los r<
nálisis realizados (Benton y Schroeder, 1990; Corrigan, 1991), parecen indicar des espedí
que se producen ciertas mejorías en el funcionamiento de los pacientes esqui- eficaces, pi
zofrénicos cuando se aplica este tipo de tratamiento, sin embargo no está claro diana, que
qué tipo de mejorías. Dado que, por una parte existe mucha confusión res- Hayes et al
pecto al tipo de medidas empleadas en los diferentes estudios para evaluar la tarea de
la eficacia del entrenamiento (en unos casos se utilizan medidas conductua-
les objetivas, derivadas de la observación en situaciones de role-playing o en La relai
interacciones naturales, en otros, medidas de autoinforme, en otros, informes frénicos y <
de personas significativas, en otros, cantidad de sintomatología presentada, rertado el
en otros, tasas de recaídas, etc.). Por otro lado, se sabe poco respecto al grado 1996; McK
de generalización de las habilidades aprendidas a situaciones de la vida real. presencia <
Así mismo, Benton y Schroeder (1990) señalan que existen ciertos aspectos como la pr
que, aunque importantes, no han recibido la suficiente atención hasta la fecha. de este tip<
El primero hace referencia a las características de los entrenamientos realiza- influencia
dos y a la duración de los mismos, ya que, en general, los estudios no espe- ciarse del <
cifican el contenido del entrenamiento, ni su duración; el segundo alude a las
Deent
características de los sujetos entrenados, es posible que ciertas variables como
lizado poi
grado de cronificación y severidad de la enfermedad, presencia de síntomas
Angeles (?
positivos o negativos, tipo de déficits cognitivos, subtipo de esquizofrenia
camente v
que presenta el sujeto, grado de motivación social, etc., sean factores relacio-
esquizofre
nados con la mayor o menor efectividad de dicho entrenamiento; en tercer
recibían ui
lugar, se hace imprescindible desarrollar medidas que evalúen, más directa-
v la otra r
mente, el impacto del entrenamiento en las habilidades perceptivas y cogni-
entrenami
tivas, dado que esto permitiría una mejor evaluación del alcance del mismo.
entrenamii
Los estudios realizados en los años 90 han intentado clarificar algunos de nales dura
estos aspectos. Así, por ejemplo, se han llevado a cabo una serie de trabajos tomas pro
dirigidos a evaluar el efecto que los parámetros de frecuencia del entrena- se desarro
miento (veces por semana) y duración (número de meses del entrenamiento) que se tral
tienen sobre la eficacia del mismo (Dobson, McDougall, Busheikin y Aldous, diente. La
1995; Hayes, Halford y Varghese, 1996). Los resultados indican que el entre- dos años,
namiento en habilidades sociales con pacientes esquizofrénicos resulta más diferencia
eficaz si es intensivo (más de dos veces por semana) y de larga duración (más namiento
de seis meses), si bien, una vez más, se pone de manifiesto que dicho entre- go, los suj
namiento mejora el funcionamiento social del sujeto, pero no disminuye la traron ten
tasa de recaídas cuando se compara con otro tipo de intervención como, por ajuste sod
ejemplo, un tratamiento psicosocial de hospital de día, piscoeducación fami- miento so
liar o grupos de discusión. dades soc
a aparecei
Otro aspecto que ha despertado el interés de los investigadores en esta
década alude a si es mejor enseñar habilidades generales (asertividad, solu- Libera
ción de problemas, etc.) o focalizarse en habilidades específicas relacionadas ocupador
CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES ... 241
con los síntomas y el manejo de la enfermedad (e.g. cómo hacer frente a las
críticas de la familia, cómo manejar los propios síntomas, cómo hacer frente
al consumo de sustancias, cómo hacer frente a la negativa de un compañero,
etc.). Los resultados indican que aquellos programas que enseñan habilida-
des específicas (Marder et al, 1996; Smith, Bellack y Liberman, 1996) son más
eficaces, produciéndose, además, una mayor generalización a la vida coti-
diana, que los que enseñan habilidades más generales (Dobson et al, 1995;
Hayes et al, 1996). Elegir qué habilidades deben enseñarse debe ser fruto de
la tarea de evaluación previa.
La relación existente entre síntomas y déficits cognitivos de los esquizo-
frénicos y eficacia del entrenamiento en habilidades sociales también ha des-
pertado el interés de los investigadores (Douglas y Mueser, 1990; Smith et al.,
1996; McKee, Hull y Smith, 1997). Los resultados ponen de manifiesto que la
presencia de déficits cognitivos (atención, memoria y función ejecutiva), así
como la presencia de síntomas negativos, son un mal predictor de la eficacia
de este tipo de entrenamiento, mientras que los síntomas positivos tienen una
influencia mínima en la habilidad de los pacientes para participar y benefi-
ciarse del entrenamiento en habilidades sociales.
De entre los trabajos realizados en estos últimos años cabe destacar el rea-
lizado por el grupo de investigación de la Universidad de Califiornia-Los
Angeles (Marder et al., 1996), incluido en el listado de tratamientos empíri-
camente validados (Chambles et al, 1998). En este estudio, 80 pacientes con
esquizofrenia, mantenidos con una dosis baja de flufenacina (la mitad de ellos
recibían una dosis suplementaria ante la aparición de síntomas prodrómicos
y la otra mitad placebo), fueron asignados aleatoriamente a un grupo de
entrenamiento de habilidades sociales o a un grupo de terapia de apoyo. El
entrenamiento en habilidades sociales se llevó a cabo en cuatro sesiones sema-
nales durante seis meses, insistiendo, en este período, en el manejo de los sín-
tomas problema y en la administración de la medicación y, posteriormente,
se desarrolló una sesión semanal durante dieciocho meses más, período en el
que se trabajó en solución de problemas y habilidades para la vida indepen-
diente. La evaluación de la eficacia se llevó a cabo cada seis meses a largo de
dos años. Los resultados indicaron que, en este período, ambos grupos no se
diferenciaron en la tasa de síntomas prodrómicos, lo que indica que el entre-
namiento en habilidades sociales no protege contra las recaídas. Sin embar-
go, los sujetos que recibieron el entrenamiento en habilidades sociales mos-
traron tener más habilidades sociales y puntuaron más alto en las escalas de
ajuste social, incluso al año de seguimiento. La mayor mejora en el funciona-
miento social se produjo en el grupo que recibió el entrenamiento en habili-
dades sociales y la dosis suplementaria de flufenacina cuando comenzaban
a aparecer los síntomas prodrómicos.
Liberman et al. (1998) compararon la eficacia de un tratamiento de terapia
ocupacional psicosocial con el entrenamiento en habilidades sociales, lleva-
242 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
5.3. Técnic
Tabla 5.8. Estructura de las sesiones. Se aborc
habilidades
1. Revisión de las tareas para casa
para maxim
• Preguntar al grupo lo que entienden por la habilidad en
cuestión.
2. • Definir la habilidad. 5.3.1. Insti
Presentación y
explicación de la • Ofrecer información sobre la realización correcta de la
habilidad. Escribir en el encerado los aspectos m á s Las insti
habilidad ductas que
(en qué consiste, relevantes a tener en cuenta en la práctica.
• Explicar el papel que d e s e m p e ña la habilidad en la objeto de au
para qué sirve)
interacción social, es decir, para qué sirve, cuándo debe de requisito
usarse... • Dar h
emplc
• Los terapeutas presentan, bien a través de role-playing, bien
a través de vídeo, etc. dos escenas en las que aparece • Explic
implicada la habilidad: una en la que la habilidad se exhibe ejecut
de forma incorrecta y otra en la que la habilidad se exhibe de que si
3. forma correcta. impoi
Presentación
• Se p i d e información al g r u p o de lo que es correcto e
de modelos • La ir:
incorrecto y razones de ello.
to, ev
• Se da información sobre lo correcto e incorrecto d e la
práctica de la habilidad y se presenta otro modelo correcto, m Debei
insistiendo en los aspectos más importantes. sujete
facilit
• Se selecciona aleatoriamente una pareja del g r u p o , el
terapeuta les sugiere una escena en la que está implicada
la habilidad a entrenar y la pareja realiza un role-playing de 5.3.2. El m
ella.
4. • El grupo observa y, una vez finalizado, se le pide feedback. Consish
Ensayo • Posteriormente, el terapeuta da feedback, reforzando los las conduct
conductual aspectos positivos de la actuación y señalando lo que es oportunida
preciso entrenar más. Se vuelven a repetir los aspectos dizaje. Exisi
esenciales a tener en cuenta en la práctica de la habilidad.
ca:
• Se ensayan, por parejas, situaciones diversas hasta un nivel
aceptable de ejecución a juicio del terapeuta. Existt
sirrúli
• Comentarios sobre posibles problemas que p u e d e n cuant
5. aparecer en la práctica. lo del
Tareas para casa • Resumen de los aspectos más relevantes por parte del ficaci
terapeuta. travé
El coi
comp
AS DE RIESGO CONTROL DEL ESTRÉS EN POBLACIONES ESPECIALES... 247
5.3. Técnicas de entrenamiento a utilizar
nejor iden- y con el los miembros del grupo, a los que más adelante se pedirá infor-
mación sobre su ejecución. Esto, siempre que el sujeto no tenga un nivel
alto de ansiedad social, en cuyo caso habría que tomar medidas desti-
e, de conse- nadas a eliminar progresivamente dicha ansiedad antes de incluirlo y
rial o social. exponerlo al resto del grupo.
il sujeto su De nuevo aquí, es importante realizar ensayos repetidas veces, con el
actuación.
fin de asegurar el sobreaprendizaje.
a actuación
Tanto las situaciones de ensayo, como los contextos y los interlocutores
mesto que,
del sujeto deben ser lo más variado posible, con el fin de favorecer la
ir reprodu-
generalización de la conducta a un mayor número de situaciones.
En las sesiones de generalización deben llevarse a cabo las habilidades
ninando los
aprendidas en contextos reales.
jor la situa-
Otro aspecto a tener en cuenta desde el inicio del entrenamiento son las
estrategias de generalización que van a hacer posible que lo aprendido en el
contexto clínico se extienda a otras situaciones. Algunas de ellas ya han sido
comentadas a lo largo de la exposición y podrían resumirse en los siguientes
puntos:
• Realización de ensayos múltiples, en contextos y con situaciones lo más
variadas posible, así como el mayor número de interlocutores distintos
que sea posible, además de entrenarse un número variado de respues-
tas en las mismas situaciones.
• Entrenamiento en otras técnicas que faciliten al sujeto el poner en prác-
tica las conductas aprendidas fuera del contexto clínico (autoinstruc-
ciones, autocontrol, solución de problemas, etc.).
• Planificación de tareas para casa con los propios sujetos, en función de
las posibilidades reales que tengan de llevarlas a cabo y de sus necesi-
dades individuales. Es así mismo importante en este punto establecer
tareas con niveles de dificultad progresivos, en función de los progre-
sos realizados en las sesiones, y un sistema de registro de las mismas.
• Implicación en el entrenamiento del mayor número de personas del
ambiente natural del sujeto y lo más relevantes para él.
• Entrenar comportamientos que estarán apoyados en el ambiente del
sujeto.
• Ir atenuando progresivamente las contingencias de reforzamiento en la
clínica, para aproximarse progresivamente al ambiente natural del sujeto.
• Practicar con los pacientes en situaciones diversas del ambiente natural.
6. CONCLUSIONES
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CAPITULO 6
TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO:
EL ABUSO SEXUAL INFANTIL Y SU TRATAMIENTO
Blanca Mas
(Continúa)
258 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
des y conductas que son funcionales en ese entorno, pero que, en otras situa-
ciones, pueden ser problemáticas; el niño estaría aprendiendo patrones con-
ductuales que, en años venideros, no le serán convenientes. Además, el niño
es forzado a adoptar el sistema de creencias distorsionado de la familia, a
expensas de la validación de sus propias experiencias y percepciones. En esta
misma línea, Friedrich (1996), aunque simpatiza con la idea del diagnóstico
de trastorno por estrés postraumático en estos niños, especialmente por la luz
que arroja sobre la intervención, se lamenta de que el estrés postraumático es
algo que ocurre en la persona, pero que no se vincula con el contexto en el
que ocurre, contexto, que en el caso de los abusos incestuosos, también es
necesario contemplar.
Aun reconociendo las ventajas de la conceptualización de los efectos del
abuso sexual como trastorno por estrés postraumático, no podemos pasar por
alto la polémica que ello supone. Evitar diagnósticos innecesarios que pudie-
ran convertirse en una lacra más para el niño es un loable objetivo, pero entra-
ña el peligro de enmascarar otros trastornos. La conceptualización del abuso
sexual infantil como trastorno por estrés postraumático no explica algunos
de los problemas normalmente relacionados con esta experiencia, como pue-
den ser, la revictimización, la excesiva sexualización del niño, la ideación sui-
cida, el abuso de substancias o las distorsiones cognirivas (creencias sobre uno
mismo o los demás, atribuciones negativas y hostiles, etc.).
En un intento de aclarar los complejos problemas en el diagnóstico de los
niños maltratados, Famularo, Fenton, Kinscheerff y Augustyn (1996) estu-
diaron, en una muestra de 117 niños (6-12 años) que habían sufrido maltrato
infantil, cuales eran los trastornos psiquiátricos que aparecían concurrente-
mente con el trastorno por estrés postraumático. La novedad de su trabajo
radicó en comparar dos grupos de niños, con maltrato o con traumas seve-
ros, para poder así discernir las características únicas del trastorno por estrés
postraumático. Mediante una entrevista psiquiátrica estructurada basada en
los criterios del DSM-III-R (American Psychiatric Association, 1987), encon-
traron que el diagnóstico de estrés postraumático correlacionaba de forma
significativa con: trastorno de atención con hiperactividad, otros trastornos
de ansiedad (pánico, fobia, fobia simple), trastorno psicótico breve o trastor-
no psicótico, presencia de ideación suicida, y una tendencia hacia los trastor-
nos del humor (depresión mayor y distímia). No se encontró correlación entre
trastorno por estrés postraumático y problemas conductuales, negativismo,
trastornos de la conducta alimentaria, enuresis y encopresis. Estos resultados
advierten sobre los problemas de testado de la realidad, que en el trastorno
por estrés postraumático son normalmente breves y reminiscentes del trau-
ma, y alertan sobre diagnósticos y tratamientos impropiados; además, desde
el punto de vista clínico, es crítica la correlación significativa con la ideación
suicida transitoria, pues indica la necesidad de una evaluación e intervención
inmediata sobre la posibilidad de infligirse daño. Otros resultados de este tra-
260 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
bajo también son importantes: la media de edad de los niños que desarrolló r.lancia v e
un trastorno por estrés postraumático era inferior a la media de edad de los ies de sobr
niños que no lo desarrollaron; existía además una diferencia de género, sien- yodarlo a
do más común entre los niños que entre las niñas (como veremos, este dato, ruturo, al s<
no ha sido corroborado en otros estudios); finalmente, no hubo diferencias en iizajes ina
cuanto a raza, educación de la madre o nivel de ingresos. En conjunto estos -.años que r
resultados señalan claramente la importancia de realizar un diagnóstico dife- rrobabilid;
rencial que evalúe estas comorbilidades. i e su vi<
Por otra parte, el trastorno por estrés postraumático va unido, desde su No sab
origen, a la lógica de la compensación, de la ganancia secundaria. En el caso ror estrés ]
de los combatientes, el diagnóstico de estrés postraumático posibilita adqui- ;ue aparee
rir el estatus de «enfermo», siempre preferible al de cobarde, farsante o trai- ¿e la mueí
dor; le convierte en una víctima que sufre las secuelas de la guerra, con la r:én intere
misma dignidad y el mismo derecho a una indemnización que el que perdió a5Í como c
las piernas o la vista; la dignidad recuperada le permite permanecer vincula- ruencia, a
do, sin vergüenza, a su grupo, los excombatientes. Las ganancias secundarias centración
del estrés postraumático en las personas víctimas de abuso son más escurri- Quereí
dizas pero en algunos casos el abuso puede esgrimirse como la razón de los oerteza de
fracasos personales (Salter, 1995) o de los actos delictivos. La ganancia secun-
la aparicic
daria muestra toda su fuerza en la terapia, ya que la recuperación puede sig-
realizar el
nificar, en algunos casos, perder una indemnización y, en otros, comenzar una
íes que pn
vida distinta.
Por último, recientemente estamos asistiendo a una crítica a la propia la
validez del diagnóstico de estrés postraumático precisamente desde un con- 2 DEFE
texto muy similar al que le dio origen: la guerra. Pero esta vez se trata de gue-
rras que han acaecido en Europa, y de personas que sufren la guerra en su Hasta \
propio lugar de origen, en un medio en el que la comunidad entera esta expe- nición, pt
rimentando vivencias semejantes; además, son personas no expuestas a una amplios. E
experiencia brutal y puntual, sino que durante meses o años soportan una nológico, (
amenaza continua. La guerra, desde este punto de vista, no es un aconteci- hay dispa
miento que produce un impacto, es un proceso que exige un trabajo de adap- los diecisf
tación. Esta conceptualización de la guerra se asemeja a la propuesta por Fin- ciocho (W
kelhor (1989) para el abuso sexual, y en especial para los abusos incestuosos
Por oti
y repetidos. En esta situación, el niño vive constantemente bajo la amenaza,
que la peí
y es posible que la amenaza constante que supone el estrés continuado vul-
cinco añoí
nere muchos de los sistemas básicos de adaptación al medio (Silove, 1999).
edad (Lóp
Así mismo, desde la experiencia del trabajo en Bosnia, se reflexiona sobre
El actc
si los síntomas que configuran el trastorno por estrés postraumático (hipera-
amplia, ce
lerta, vivencias de intrusión, evitación y entumecimiento afectivo) se dan en
un porcentaje tan alto de la población, es decir, son tan estadísticamente nor- diferencia
males, que no parece que tenga sentido calificarlos de patológicos. Constitu- te emplee
yen en buena medida respuestas adaptativas ante una situación anómala. Las vale de su
respuestas de evitación cuando la amenaza real continúa presente, la hipervi- te a un nii
TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO. 261
Hasta el momento está siendo difícil unificar los criterios para una defi-
nición, pues los tres términos implicados son de por sí excesivamente
amplios. Existe acuerdo en establecer el límite de edad según un criterio cro-
nológico, descartando otros como desarrollo psicológico o maduración, pero
hay disparidad sobre cuál es esta edad límite. Aunque suele establecerse en
los dieciseis años (Russell, 1986), hay autores que la amplían hasta los die-
ciocho (Wyatt y Newcomb, 1990).
Por otra parte, para que se considere abuso, muchos especialistas exigen
que la persona que abusa sea mayor que la víctima, con una diferencia de
cinco años cuando ésta tenga menos de doce, y de diez años si supera dicha
edad (López, 1994).
El acto, además, tiene que ser abusivo. Por abuso se entiende, de forma
amplia, conductas aberrantes para la sociedad que merecen una sanción. La
diferencia de edad hace que esto se refiera, tanto a las condiciones en que exis-
te empleo de la fuerza o amenazas, como a aquellas en las que el adulto se
vale de su superioridad o responsabilidad para engañar o seducir lentamen-
te a un niño que carece todavía de las capacidades necesarias para evaluar la
262 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
envergadura de la situación y tomar una decisión. Algunos autores no con- 3.1. Car;
sideran como abusos sexuales las relaciones entre iguales cuando no impli-
can coacción (López, 1994), y otros las excluyen del abuso incluso cuando hay La res;
violencia (McComb, Jenstrom y McFarlane, 1980). Finkelhor (1993), uno de producto
los más prestigiosos investigadores en este tema, ha señalado la importancia por un ad
de no omitir estos actos en la definición del abuso. Por último existen algu- según algí
nas definiciones (citado por Finkelhor, 1993) que reducen el abuso sexual al 1988;O'D
perpetrado por cuidadores, excluyendo a los extraños. A pesar de estas diver- Aunqi
gencias, Echeburúa y Guerricoachevarría (2000) plantean dos criterios nece- significad
sarios para que haya abuso sexual infantil: una relación de desigualdad entre mientos e
el agresor y la víctima y la utilización del menor como objeto sexual. lidad de p
Otro problema consiste en delimitar las conductas que constituyen un abuso sex
abuso sexual, y aquí es, sin duda, donde la literatura es más variada. Las con- habiendo
ductas infligidas pueden reunirse en tres categorías jerarquizadas. La prime- veces a ota
ra y más leve la constituye el exhibicionismo; a continuación se encuentran La exp
las molestias o vejaciones que agrupan distintas conductas como tocar, sobar Baca delr
o besar a un niño, especialmente en las zonas del pecho o genitales, así como :escas de c
masturbarlo o utilizarlo para masturbar al adulto; la tercera categoría corres- niño. El us
ponde ya al acto sexual, que puede ser vaginal, anal u oral. se incluye
Situados en este contexto de falta de acuerdos, hemos elegido una defini- su import
ción general y amplia del abuso sexual infantil que es la siguiente: menos fre
dir al niño
Se denomina abuso sexual infantil a la implicación de un la oscurid
niño o adolescente en actividades sexuales que no son aún ple- quién le a¡
namente comprendidas, a las cuales no tiene capacidad para Cuand
consentir o que violan los tabúes sociales de los papeles fami- rrolongac
liares (Kempe y Kempe, 1978). que, aderr
médico pe
Con el objetivo de agilizar la lectura del texto empleamos el término gené- contraído
rico «niño» para todas las posibles víctimas, ya sean del género femenino o con el vin.
masculino, en un tramo de edad que abarca desde el primer día de vida hasta embaraza
los dieciocho años. de estas 1
temáticarr
5O SEXUAL
3.2. Características del niño
íental explo- No esta aún clara la relevancia que posee la edad del niño en el momen-
y sociales de to en que ocurrió el trauma, ahora bien, parece que la edad determina la sin-
lático. tomatología posterior, debido tal vez a los cambios que el desarrollo impone
i parámetros sobre la apreciación del trauma, las estrategias de afrontamiento existentes,
1 de su traba- o la percepción de control sobre los acontecimientos. Así, síntomas como mie-
í. dos específicos, dificultades en la separación y enuresis aparecen normal-
264 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESC I
mente en niños preescolares, mientras que, los niños más mayores o adoles- 3.3. Carac
centes muestran, con mayor frecuencia, depresión y ansiedad. A pesar de las
dificultades para evaluar el trastorno por estrés postraumático en los niños Se sabe
preescolares (por sus limitaciones al hablar sobre sus vivencias internas, con- mentales p.
ductas privadas), se han encontrado síntomas de este trastorno en todos los rita línea, e
grupos de edad que han sufrido una experiencia traumática. las carácter
estructura i
Cuando el acontecimiento traumático ha sido un abuso sexual infantil, las asociados a
reacciones aparecidas han sido similares. Ahora bien, la forma en la que se
Ademáf
realiza la evaluación influye en la sintomatología y severidad encontrada. Así,
puesta d e k
Berliner y Elliot (1996), en su revisión de la literatura, encontraron que, en los
el niño red
estudios realizados con niños, los cuestionarios generales no suelen plasmar
dad familia
diferencias significativas en medidas como depresión, ansiedad o autoesti-
así como la
ma, pero cuando se utilizan tests de personalidad o pruebas proyectivas sí
res que me}
aparecen problemas emocionales; sin embargo, los estudios realizados con sat y Lund]
adolescentes muestran altos grados de depresión y ansiedad en medidas
genéricas. Esta diferencia puede ser tanto debida a una respuesta demorada En trau
a la experiencia traumática como al aumento de la capacidad del adolescen- : ue el cam
te para hablar sobre sus problemas personales. afecta a la r
sibilita des
También se han estudiado las diferencias de género en cuanto a la respues- ; uesta se n
ta. Las niñas retrasan más que los niños la aparición de la sintomatología trau- reacciones
mática, y la internalizan más (Torras, 1997). Al hablar del abuso sexual se pien- rosible inct
sa inmediatamente en niñas, pero no hay que olvidar que el abuso en los niños infantil el c
tiene unas características especiales, como son la edad de comienzo más tardía,
la connotación de homosexualidad presente en muchos de los casos y la explo- Este am
tación sexual, cuyo estudio e influencia no pueden pasar desapercibidos. abuso sexu
quier inten
La salud mental del niño previa a la experiencia traumática es otra varia- en este carr
ble en estudio. Una historia psiquiátrica puede acentuar la sensibilidad a un
trauma o sacar a la luz otros traumas del pasado.
4. EFECT
Entre las variables mediadoras más importantes destacan la evaluación
cognitiva y las estrategias de afrontamiento del niño (Spaccarelli, 1994). Pose- Los nui
er un estilo atribucional global, estable e interno (Wolfe et al., 1989) o utilizar aportado c
el pensamiento mágico como estrategia de afrontamiento puede exacerbar el severas pai
surgimiento de conductas desadaptadas. También los sentimientos de culpa tir, y altera
sobre el acontecimiento contribuyen significativamente al desarrollo del estrés demás (Fai
postraumático en el niño, hecho que se ha encontrado incluso en estudios en el abuso se:
los que se han controlado las variables edad, sexo y naturaleza del abuso lo comete,
(Wolfe et al, 1993). Sus secuela
pió trauma
Por último, algunas características del niño mitigan el efecto del abuso. sexual, soc
Entre ellas, el poseer un coeficiente intelectual alto, habilidad para resolver
problemas interpersonales, esperanza, fantasía, no realizar atribuciones ses- La gran
gadas, así como una buena autoestima (Zimrin, 1986). rición sea d
AS DE RIESGO TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO... 265
les en un hogar. De todas formas, los adultos preocupados por el niño no * ?s bebes m
deben pasar por alto ciertos indicadores. Entre los más claros se encuentran, ven, aden
desde luego, la presencia de señales físicas de golpes o penetración (anal o ren una sen
vaginal), que pueden ir acompañados de dolor; otras señales son la aparición usencia de
en el niño de miedo a los hombres, a su familia... También hay que observar en presencí.
si rehusa el contacto o la ayuda habitual para desvestirse, para la higiene cor- T1 aprend
poral, o si pierde el control de los esfínteres. Por último, tiene especial rele- sexuales, y
vancia la aparición de simpatía hacia los extraños o la presencia de una con- hacer para i
ducta sexual inapropiada para su edad, que puede observarse en juegos, tantes del n
expresiones verbales, dibujos o en una masturbación compulsiva. En adoles- r-or estrés p
centes habrá que mostrar especial atención a las huidas de casa, a la ingesta r, de su c
de alcohol o al consumo de otras drogas. - :uación d
merma el d
del sentido
5. MODELOS EXPLICATIVOS Otros ai
i»e social, la;
Se han desarrollado diversas explicaciones teóricas para las manifesta- que han sui
ciones clínicas del trastorno por estrés postraumático en general y del abuso lado, instn.
sexual en particular. ruado y del
Según la ya clásica Teoría de los Dos Factores de Mowrer (1960), los estí- pío, a travé
mulos neutros presentes (ropa, olores, lugar, pensamiento) se condicionan al ÍBerliner y
miedo y ansiedad que aparecen durante el abuso (El) y se generalizan (condi- Enlace
cionamiento de segundo orden, principios de generalización) a otros estímu-
los estimule
los. La literatura moderna del aprendizaje ofrece diversas posibilidades, no aso-
del peligro,
ciativas, para explicar el aumento de la respuesta condicionada en ausencia de
crama par¡
una nueva experiencia traumática, entre ellas, señalar, por ejemplo, los cambios
traumático
posteriores del valor del estímulo incondicional y la propia percepción de las
entorno an
respuestas condicionadas. Así mismo, los breves contactos con la situación con- mundo se i
dicionada, que se dan en las experiencias de flashback, podían actuar también les de segu
como incubadores de la ansiedad. Por otra parte, las respuestas instrumenta-
conceptual
les que ponen fin a la ansiedad, son reforzadas y mantenidas por la reducción
(Hoier, 199
de ésta. Entre estas respuestas instrumentales destacan las disociaciones, apren-
significado
didas durante el propio abuso como respuestas de evitación, y mantenidas, pos-
significado
teriormente, por la misma función. Las conductas regresivas son, así mismo,
esta transfe
otras formas aprendidas de enfrentarse a la ansiedad. dones y a 1
El modelo de la indefensión aprendida de Seligman (1975), utilizado para presencia c
realizar un paralelismo entre la indefensión y la agresión (Peterson y Selig- la ansiedad
man, 1983), puede explicar algunas de las secuelas cognitivas. el procesal
situación y
Para los seres vivos, la predicción y el control del entorno poseen una
suma importancia. La noción de causalidad, de que unos acontecimientos Elmod
guardan relación con otros, está fuertemente arraigada. Desde muy peque- sido desar
ños, los seres humanos aprenden a controlar e iniciar acciones en los otros; la emocional
risa y el llanto, por ejemplo, son dos potentísimas herramientas con las que to negativi
UAS DE RIESGO TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO. 267
tación, como en la Teoría de los Dos Factores (Mowrer, 1960). Pero ahora, al
reforzamiento negativo se superpone (programas concurrentes) un progra-
ma de reforzamiento positivo para las respuestas deseadas por quien come-
te el abuso, y de castigo o extinción para la resistencia del niño. Esta ausen-
cia de control sobre el acontecimiento aversivo explicaría los déficits asociados
a la indefensión aprendida.
Además, durante el establecimiento de estos aprendizajes el niño forma
reglas (estímulos que especifican las consecuencias). Dentro del análisis expe-
rimental de la conducta, las reglas han sido objeto, en las últimas décadas, de
numerosas investigaciones. Por ellas sabemos que las reglas pueden, entre
otras cosas, regular la conducta, independientemente de los acontecimientos
ambientales, alterar las relaciones funcionales entre los estímulos y las res-
puestas o hacer insensible la conducta a sus consecuencias. Por ello, Hoier et
al. (1992) afirman que las reglas se encuentran entre las respuestas más impor-
tantes al abuso, y son fundamentales para explicar el patrón de respuesta que
aparece a largo plazo. Las características particulares de las relaciones entre
estímulos, respuestas, consecuencias y reglas pertenecen a la historia de cada
niño, y hacia ella hay que dirigir la evaluación para diseñar el tratamiento.
Siguiendo el esquema descrito, estos autores han revisado la literatura de
los efectos del abuso sexual infantil y los han catalogado sobre la base de su
proceso de aprendizaje y función actual. En nuestra opinión, es éste un mode-
lo útil y elegante que conecta con un corpus de conocimientos bien asenta-
dos, que permite entender y analizar los problemas específicos de cada niño
y que puede emplearse tanto en el abuso sexual infantil, como en otros acon-
tecimientos traumáticos.
Por último, habría que señalar las aportaciones más novedosas del mode-
lo de Briere (1996), que son precisamente la importancia que otorga al trau-
ma y a la sintomatología del estrés postraumático en el desarrollo de los pro-
blemas del niño y del adulto, así como el énfasis puesto en el papel de la
descarga emocional en el tratamiento.
Es fundamental situar el abuso sexual en el marco del desarrollo del niño
(Berliner y Elliot, 1996; Friedrich, 1996). El niño tiene que experimentar unos
lazos de apego seguros; muchos procesos posteriores dependen de ello. En
los primeros años de vida se desarrollan las capacidades básicas de identidad
(sentido de la existencia personal), se establece la demarcación «yo-otros» y
se desarrolla la regulación del afecto.
Superando las pequeñas contrariedades diarias en un entorno seguro, el
niño aprende a regular su afecto, va construyendo estrategias cada vez más
sofisticadas de afrontamiento. Sin embargo, cuando el niño se enfrenta a algu-
na forma de maltrato por acción, el desarrollo normal se desorganiza, apare-
cen experiencias invasivas y se ponen en marcha estrategias primitivas de
afrontamiento, normalmente de carácter evitativo. Este estilo de respuesta
DE RIESGO TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO. 269
protege al niño del sufrimiento, pero le priva del desarrollo y aprendizaje nor-
mal relacionado con el vínculo y le separa de las contingencias de reforza-
miento adaptativas aún existentes en el medio.
Por último, el abuso puede producir la sintomatología invasiva del tras-
torno por estrés postraumático, debiendo tenerse en cuenta que el niño puede
tender a evitar la exposición a la situación traumática, o carecer de habilida-
des suficientes para enfrentarse a ésta con eficacia.
para el niño. Es así mismo relevante obtener información sobre las estrategias
de afrontamiento del niño.
Para facilitar la obtención de información podemos valemos, con los más
pequeños, de material de juego que favorezca el dialogo con el niño; mien-
tras que, con los más mayores, son recursos útiles, grabar o escribir sobre lo
que les preocupa y realizar diarios o biografías.
La evaluación inicial del niño tiene que ser general para poder acceder a
un amplio espectro de respuestas. O'Donohue y Elliot (1991) han confeccio-
nado un útil listado para ayudar en la evaluación, que abarca tanto los facto-
res que normalmente son evaluados en clínica infantil, como los que apare-
cen en la literatura como secuelas más comunes del abuso, así como las
respuestas de evitación (disociaciones, despersonalizaciones) y creencias y
responsabilidades sobre el abuso. Así mismo, unidos a la información obte-
nida a través de las entrevistas, pueden ser utilizados el Inventario del Com-
portamiento Infantil (CBCL), en sus versiones para padres y para maestros
(Achenbach y Edelbrock, 1983), el Inventario de Depresión para Niños
(Kovacs, 1983), el Inventario de Ansiedad Estado-Rasgo para Niños (STAI-C;
Spielberger, 1973) o la Escala Magallanes de Adaptación (EMA; García y
Magaz, 1997) (ver Echeburúa y Guerricaechevarría, 2000).
Tabla 6.2. Ejemplos de ítems de la Escala de Impacto de Acontecimientos Traumáticos tras que la co
en el Niño (CITES-R) (Wolfe et al., 1991). inventory (CS
Algunos <
Algunas imágenes de lo que me ha ocurrido me vienen a la cabeza
üzados con ai
Tengo problemas a la hora de dormir porque me asaltan imágenes de lo Impacto/Eveí
que me ha ocurrido
:?m Inventory
Pienso sobre lo que me ha pasado constantemente aunque yo no quiera
Tengo sueños y pesadillas acerca de lo que me ha pasado En ausent
terios diagnc
Muchas cosas me recuerdan lo que me ha pasado
DSM-F7 (Am
A veces quiero llorar cuando me acuerdo de lo que me ha pasado terísticas evol
Intento alejarme de las cosas que me recuerdan lo que me ha pasado don pertinen
Intento no pensar acerca de lo que me ha pasado tes items del
Cuando algo me recuerda lo que ha pasado, intento pensar en otra cosa 1983): dificult
Intento olvidar lo que me ha pasado timientos de
A veces pretendo que esto nunca me ha pasado o que fue un sueño dulas, miedo
tristeza o der.
A veces tengo dificultades recordando lo que ocurrió durante el abuso
sexual tir mucho, de
Una vez
forma más c
severos y do
Tabla 6.3. Ejemplos de ítems de la primera y segunda subescalas del incondicioní
Sexual Abuse Fear Evaluation (SAFE). plejas, convi
difícil y a lan,
ítems de la primera subescala ítems de la segunda subescala
tar los patroi
• Jugar en un sitio de recreo • Decirle que no a un adulto los pueden
modalidade
• Ver a la gente besándose en la • Que alguien en quien confío me lugares son i
televisión mienta bien las pese
• Alguien besándome o abrazándome • Ir a declarar ante el juez No hay c
para enseña:
• Alguien haciéndome cosquillas • Que alguien me culpe injustamente
De la ev;
miento, pen
El Trauma Symptom Checklist for Children (TSCC) diferencia niños que han
avance terar.
sufrido abusos de niños que no los han padecido, y evalúa síntomas como
puede camt
rabia, disociación o preocupaciones sexuales (ver Elliot y Briere, 1994).
entorno, inf<
Para evaluar la existencia de disociaciones podemos utilizar The Child Dis- en el tratam
sociative Checklist (CDC; Putnam, Helmers y Trickett, 1993), que es un instru- habilidades
mento piloto que evalúa niños y adolescentes entre los 6 y los 15 años, mien- tarse a lo lar
TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMATICO . 273
tras que la conducta sexual puede evaluarse mediante el Child Sexual Behavior
Inventor}/ (CSBI; Friedrich et ai, 1992).
Algunos de los cuestionarios confeccionados para adultos pueden ser uti-
lizados con adolescentes, entre ellos: Belief Inventory Revised (BI-R; Jehu, 1988),
Impact ofEvents Scale (ÍES; Horowitz, Wilner y Alvarez, 1979) o Trauma Symp-
totn Inventory (TSI; Briere, 1995).
En ausencia de estos cuestionarios específicos podemos valemos de los cri-
terios diagnósticos del DSM-III-R (American Psychiatric Association, 1987) y
DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994), teniendo en cuenta las carac-
terísticas evolutivas del niño. También se pueden utilizar, para obtener informa-
ción pertinente sobre síntomas del trastorno de estrés postraumático, los siguien-
tes items del Inventario del Comportamiento Infantil (Achenbach y Edlbrock,
1983): dificultades para concentrarse, pensamientos obsesivos o recurrentes, sen-
timientos de culpa, cambios de humor frecuentes, dificultades del sueño, pesa-
dillas, miedos irracionales, no separarse de un adulto, nerviosismo, ansiedad,
tristeza o depresión, inhibición, secretismo, sentimientos de persecución, discu-
tir mucho, dolores de cabeza, dolores de estomago, náusea y vómitos.
Una vez detectados, los problemas específicos deben ser analizados de
forma más detallada. En muchos casos, y en especial en abusos repetidos,
severos y dolorosos, las interrelaciones entre las respuestas condicionadas,
incondicionales y operantes y sus variables controladoras, pueden ser com-
plejas, convirtiéndose la realización de los análisis funcionales en una tarea
difícil y a largo plazo (Hoier, 1991); éstos son sin embargo cruciales para detec-
tar los patrones de respuesta y todos los estímulos relacionados. Los estímu-
los pueden ser privados o externos, y provenir los segundos de diversas
modalidades (olfativas, térmicas). Los temas sexuales, el cuerpo, fechas y
lugares son otras tantas fuentes de posibles estímulos condicionados. Tam-
bién las pesadillas pueden utilizarse para detectar estímulos ansiógenos.
No hay que olvidar evaluar los aspectos positivos del niño y su familia
para enseñarles a reconocerlos y posteriormente potenciarlos.
jetivo (que población clínica adulta, según la cual, los pacientes que sufren abusos son
os, norma- los que suelen presentar una sintomatología más grave y los que con mayor
de las res- frecuencia realizan intentos de suicidio.
,dre, maes- b) Hay que intentar restaurar un desarrollo aceptable e instaurar todos
ie tiempo aquellos comportamientos que, ya sea por causa del propio abuso, ya sea por
tervención, otras razones, no se encuentran en el repertorio del niño. Como el abanico de
n el patrón carencias es muy grande, el trabajo dependerá de las necesidades individua-
foier, 1991). les de cada paciente: desde problemas muy básicos, como desarrollar rela-
ico general ciones de apego adecuadas o enseñar a establecer límites, hasta el desarrollo
enta que si de habilidades de comunicación o escolares.
buso, no es c) El niño y su familia necesitan preparación específica para enfrentar-
se a la intervención legal.
d) Además de lo anterior, obviamente, hay que tratar el trauma, y en ello
INFANTIL es en lo que nos vamos a centrar en este capítulo.
Respecto al tratamiento del trauma, las áreas de actuación primordiales son:
de progra-
actualidad • Intervención sobre los problemas relacionados con la ansiedad.
da, aunque • Discusiones focalizadas en el abuso y la comprensión del niño de lo que
1996). Una ocurrió.
ificar metas
ra clara del • Regulación de la conducta social.
ntre distin- • Educación sexual.
)S integrati-
las tan gra- • Prevención de futuros abusos.
Antes de exponer cada una de estas áreas del tratamiento de los efectos
;s, conviene del abuso sexual infantil, dedicaremos un apartado a las principales caracte-
niño, inde- rísticas y consideraciones a tener en cuenta respecto a la relación terapéutica.
ogía. Como
nfantil apa-
a puede ser 7.1. La relación terapéutica
[ niño. Ade-
IUSO, es con- Dentro del ámbito de la intervención en niños que han padecido abusos
i y control. sexuales, la relación terapéutica constituye un aspecto al que se ha otorgado
especial importancia, dado que proporciona el contexto en el que se van a tra-
liversas ver- tar recuerdos dolorosos.
En general, se han señalado, como principales aspectos a tener en cuenta,
rual no tiene que dicha relación debe promover el respeto, la confianza y los sentimientos
uso, ya que mutuos de unión y empatia (Jehu, 1991b). Además, la relación terapéutica
por su gra- debe servir de oportunidad para realizar una experiencia correctiva sobre las
:on posibles menoscabadas ideas de confianza e intimidad.
sis dirigida
cogida con Es importante que el terapeuta conozca y entienda sus propias dificulta-
276 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
des, sentimientos y reacciones. Por ejemplo, una víctima muy agresiva o físi-
camente desagradable puede desencadenar rechazo, pero una identificación
excesiva con el niño impedirá al terapeuta establecer los límites correctos, tener
una clara perspectiva del problema o llevar adelante el trabajo con los padres.
El trabajo con las víctimas de abusos sexuales requiere un gran dominio
de las habilidades terapéuticas. El terapeuta ha de ser capaz de manejar las
peticiones personales y profesionales del paciente, peticiones que muchas
veces van más allá del trabajo terapéutico; tiene que saber conducir la reme-
moración del abuso sin que el niño vuelva a ser traumatizado, evitando, para
ello, las preguntas innecesarias, sabiendo que sólo es de interés aquella infor-
mación que ayude a superar y controlar la experiencia. Igualmente, el tera-
peuta tiene que estar abierto a lo que oye; el miedo del niño a hablar no puede
hacer eco en el del terapeuta a escuchar (Chaffin, Bonner, Worley y Lawson,
1996). Además el terapeuta tiene que saber evitar patologizar, criticar o ser
invasivo (Briere, 1996). Así mismo, debe ser especialmente cuidadoso en el
respeto que debe al paciente, guiándose siempre por los principios éticos que
deben prevalecer en una relación terapéutica. Salter (1995) ha informado que
alrededor del 28% de pacientes mujeres son víctimas de abuso por parte de
sus terapeutas después de manifestar que sufrieron abusos de pequeñas.
Por último, en la terapia de niños que han sido víctimas de abusos sexua-
les, el terapeuta puede tener que enfrentarse a problemas personales, como
consecuencia de la gravedad del problema y la dificultad de controlarlo. El
terapeuta debe estar bien preparado para trabajar con estos pacientes, evi-
tando que le afecten emocionalmente las experiencias que éstos le transmi-
ten, y comprendiendo la dificultad de la terapia para no sentirse indefenso
ante un progreso terapéutico muy lento.
cometido el abuso y el perdón de quien lo a padecido pueden parecer objeti- 7.4. Intervt
vos terapéuticos deseables, pero, como en las demás facetas del tratamiento «irse a
del abuso sexual, hay que ser precavidos.
Entre los
Nunca, siguiendo los argumentos Salter (1995), puede haber perdón en rencia al de <
contra de los intereses de la víctima. Perdonar es algo personal, nunca situación pu
impuesto ni por el terapeuta, ni por la familia, ni por la religión. No hay que si éste ocurrí
olvidar que, muchas veces, la víctima continua bajo presión social, y que per- tecimiento &
donar puede ser sólo una forma de agradar a otros. La presión sobre los niños
para perdonar puede ser aún mas fuerte que sobre el adulto. Hay que
seguro, reti:
Antes de perdonar se espera que el agresor pida disculpas. En muchos ansiedad (se
casos, este arrepentimiento sincero no va a llegar nunca. Las personas que de otro coloi
cometen abusos sexuales, inmersos en su propio sistema de creencias erró- su ambiente
neas, no son fácilmente susceptibles al cambio; las disculpas p u e d en ser despierta, a
para ellos un nuevo vehículo de manipulación y control. Signos, señas, cla- entrenarlos
ves, que sólo el agresor y la víctima conocen, pueden ser introducidas en el en sus hijos
contexto no verbal de la disculpa, desencadenando imprevistos flashbacks reforzarlas <
afectivos que dejan de nuevo indefensa a la víctima. La propia manipula-
ción del lenguaje en la expresión de la disculpa puede convertirse en una A la hor
reafirmación de antiguos mensajes: que la responsabilidad del abuso es del baño calien
niño, que el daño ya es irreparable, que esta sólo, que su madre no lo defen- la radio en
dió y un largo etcétera. para irse a
noche; entn
Devastador puede ser también, para una víctima que ha crecido en la idea ejercicios d<
de ser querida por la persona que comete el abuso, descubrir en el discurso beber agua
de la disculpa, sin preparación terapéutica, que esa persona nunca albergó Si la ansied
tales sentimientos positivos. en el mome
El terapeuta tiene que tener presente que el binomio disculpa-perdón es tibies, sin e
más complejo de lo que aparece en un análisis superficial, y que en algunas lizar. Tanto
ocasiones puede resultar contraproducente. El perdón en sí mismo no tiene realización
por qué ser un vehículo de crecimiento personal, sino que más bien puede
convertirse en una nueva forma de subyugar y dañar al paciente.
7.5. ínter
Si se llegase a la decisión, basada exclusivamente en el bienestar del niño,
de incluir entre los objetivos terapéuticos las disculpas y el perdón, el pacien- Los pro
te tiene que estar preparado. Preparado para la eventualidad de que nunca rostraumá
lleguen unas disculpas sinceras, preparado para enfrentarse al agresor real, trauma, lo*
no al ideal deseado. El niño tiene que haber aprendido a contrarrestar las todas sus{
señales no verbales, a enfrentarse y a solucionar, sin coste emocional, las tram- traumático
pas y manipulaciones verbales de la persona que ha cometido el abuso. Ade- roblar sus
más, todo el proceso tiene que estar cuidadosamente controlado, en especial
la actuación del agresor, sin requerir, necesariamente, poner en contacto físi- Las pe*
co a éste con la víctima. Por último, al ser una parte del tratamiento, las dis- segunda m
culpas y el perdón deberán producirse exclusivamente en el contexto tera- se vive apa
péutico, con la presencia del terapeuta o los terapeutas. critando, e
TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO... 283
Entre los diversos miedos que pueden aparecer, es necesario hacer refe-
rencia al de «irse a la cama». Para el niño que ha sido víctima de abusos, esta
situación puede ir acompañada de recuerdos sobre el abuso, especialmente
si éste ocurrió en su cama, y de diversos miedos, entre ellos el de que el acon-
tecimiento se repita.
Hay que tomar todas las medidas necesarias para que el ambiente sea
seguro, retirar todos los detalles que contribuyan a elicitar o mantener la
ansiedad (se puede cambiar, por ejemplo, la distribución del cuarto, pintarlo
de otro color, etc.) y distribuir objetos que ayuden al niño a tener control sobre
su ambiente (una lámpara de noche que pueda encender desde la cama si se
despierta, sus muñecos favoritos...). A los padres o cuidadores es necesario
entrenarlos en extinguir las conductas de miedo inadecuadas, en reconocer
en sus hijos ejemplos de conductas asertivas en el manejo de la ansiedad y en
reforzarlas de forma sistemática.
A la hora de irse a dormir debe instaurarse un ritual tranquilizador (un
baño caliente, contar un cuento agradable en voz baja, canciones suaves, oír
la radio en la cama...). El niño tiene que tener unas pautas adecuadas, tanto
para irse a la cama, como para el caso de que se despierte asustado por la
noche; entre estas últimas, las más comunes son: encender la luz, hacer sus
ejercicios de relajación, pensar algo agradable, darse alguna autoinstrucción,
beber agua o zumo que tenga en la mesilla, mirar un cuento o poner la radio.
Si la ansiedad comienza al meterse en la cama, es preciso que el niño realice,
en el momento en que empiece a sentir desasosiego, las conductas incompa-
tibles, sin esperar a que la ansiedad aumente y se haga más difícil de neutra-
lizar. Tanto la conducta de irse a la cama, como dormir sin despertarse o la
realización de las pautas indicadas deben ser reforzadas de forma sistemática.
Los problemas del sueño son uno de los elementos del trastorno por estrés
postraumático en los niños, pero aunque los sueños son importantes para el
trauma, los niños no tienen que soñar necesariamente con él (Terr, 1994), ni
todas sus pesadillas tienen por qué estar vinculadas con el acontecimiento
traumático; otras preocupaciones, inseguridades o miedos pueden también
poblar sus sueños.
Las pesadillas son sueños aterradores que normalmente aparecen en la
segunda mitad del sueño. En ellas, la ansiedasd y el miedo ante la situación que
se vive aparecen en un grado elevado. Las pesadillas pueden despertar al niño
gritando, en un estado de angustia y miedo. Normalmente, en ese momento es
284 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGC
cuando mejor se recuerda el contenido del sueño. Es muy difícil para el niño Como
ser consciente de que en el sueño nada es real y, por tanto, nada puede hacerle maciones
daño. Aunque pocos adultos llegan a ser conscientes en el sueño de que estar. pesadillas
soñando, sí son capaces, al despertarse, de discriminar entre sueño y realidad. rar sus sue
sueño agr,
Es importante incluir el trabajo con las pesadillas en la planificación del enfrentánc
tratamiento. Primero, y de forma obvia, porque éstas constituyen parte de la
sintomatología del niño y le causan malestar; además, porque el contenido En los i
de las pesadillas puede sacar a la luz facetas importantes para la evaluación nido de laf
del niño, que se traducirán en nuevos objetivos terapéuticos y, por último, sueños mi
porque un niño con un sueño de mala calidad, habitado por las pesadillas e quizá sea i
interrumpido por los despertares, probablemente será un niño que vaya acu- Adem;
mulando cansancio, irritabilidad y grados mayores de ansiedad que merma- rrograma
rán su desarrollo (problemas en el colegio, dificultades para concentrarse, ción (sin e
malestar con los compañeros...). como que
En estos casos, es conveniente desarrollar una buena higiene del sueño, santes o d
mediante hábitos saludables que ayuden a mejorar el funcionamiento de los excesiva o
pacientes. miedo a se
nos casos, podrá evaluarse la posibilidad de la evitación, siempre que no coal 7.7. ínter
lleve una merma de la calidad de vida. Si no ha sido posible encontrar eJ
desencadenante del flashback, la parada del pensamiento, las técnicas de con- En este
trol de la activación o el concentrarse y describir, a ser posible en voz alta, d de el niño <
entorno inmediato, ayudan a controlar y reducir el poder estresante de estas provienen
experiencias.
Los peí
La disociación es una forma de conciencia especial en la que eventos que adulta. De
habitualmente están relacionados entre sí, se separan. Se define como una deseo de d
alteración en las funciones integradoras de la identidad, la memoria, la con- cado al ac<
ciencia y la percepción del entorno. La disociación reduce la conciencia de los ;ulpan a s
acontecimientos dolorosos, entumece o atenúa la percepción de los estímu- encontrar
los internos y puede producir una sensación interna de paz. mientos ir
Cuando la disociación se produce durante una situación traumática, tiene social y a i
la función de permitir a las víctimas del trauma separarse de su impacto y ::en, estos
mantener cierto sentido de control, pero si persiste tras esa situación deja de tes (Morrc
ser útil. El niño disociado puede excluir por completo la conciencia de los La eva
acontecimientos negativos, pero la disociación no puede hacer que la infor- - a de ene
mación desaparezca, información que persiste e indica su presencia de otra da por los
manera (e.g. como puntos de vista negativos sobre uno mismo, los otros o el rosible qu
mundo). ció, haya i
Entre las diversas formas de disociación, la más frecuente ante un trauma nestar {«lo
es que la persona se «despegue» de lo que está ocurriendo. Hay un distan- es de tu me
ciamiento del medio que se acompaña de dificultades de concentración, evi- ;a durado
tación de la conciencia y alteración de las funciones somáticas o de las per- m abuso p
cepciones. Además, pueden darse distintos grados de despersonalización (no r u e d e ac¿
reconocerse a uno mismo) y desrealización (no reconocer el entorno). Todo merece el
esto permite crearse la ilusión de que el hecho «no me esta ocurriendo a mí». ble ración
dicotómic
Parece haber una importante relación entre haber sufrido abuso sexual y
otras formas de maltrato en la infancia y tener síntomas disociativos como los El obj<
descritos, ya sea en la infancia, ya sea en la vida adulta. No sabemos si la gra- de víctim
vedad de los síntomas depende de la severidad de la experiencia. edad, lo q
aspectos c
Otra forma de disociación frecuente ante un trauma es la amnesia total o cido) y tic
parcial del hecho, pero actualmente se considera que no suele producirse mulen la'.
amnesia del hecho tras los abusos intrafamiliares en la infancia. que expli*
Estrategias similares a las comentadas para el control de los flasbacks se tro punto
han propuesto para enseñar al paciente a enfrentarse a los recuerdos invasi- capacidac
vos o a las disociaciones: concentrarse en el aquí y ahora, describiendo el v anulacii
ambiente inmediato, tocando objetos cercanos, focalizando la atención en el do para c
cuerpo, en las sensaciones que produce la respiración pausada o hablando man que
con alguien. Otra posibilidad es entrenar en la realización de conductas las explic
incompatibles y distractoras (Jehu, 1991a). sentar al
CTAS DE RIESGO TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO ... 287
En este punto hay que considerar las siguientes cuestiones: ¿cómo entien-
de el niño el abuso?, ¿qué responsabilidad o culpa se atribuye?, ¿de dónde
provienen estas ideas?
Los pensamientos erróneos del niño pueden acompañarlo en su vida
adulta. De forma curiosa parece que según aumenta la edad, aumenta el
deseo de dar una explicación al abuso. Cuando los adultos dan un signifi-
cado al acontecimiento, aunque el significado sea erróneo (e.g. cuando se
culpan a sí mismos), el bienestar psicológico es mayor. La incapacidad de
encontrar una explicación al abuso está asociada, en adultos, a más pensa-
mientos invasivos, a un mayor grado de dolor psíquico, a un peor ajuste
social y a una autoestima más mermada (Silver, Boon y Stones, 1983). Ahora
bien, estos resultados pueden invertirse cuando se explora a los adolescen-
tes (Morrow, 1991).
La evaluación negativa de sí mismo puede surgir del intento de la vícti-
ma de encontrar una explicación a lo acaecido, explicación que estará influi-
da por los mensajes del agresor y de los demás adultos significativos; así, es
posible que la persona que comete el abuso, para ganarse al niño y su silen-
cio, haya ido destilando argumentos que menoscaben su autoestima y bie-
nestar («lo hago por ti», «a ti te gusta», «es lo único que puedes esperar», «la culpa
es de tu madre», etc.). Igualmente, las posibles ganancias (cariño, regalos...) y
la duración del abuso pueden generar ideas de culpa («debí ser responsable de
mi abuso porque duró mucho tiempo, porque nofuiforzada»)(Jehu, 1988). Todo ello
puede acabar en la aceptación del niño de que es inherentemente malo, y
merece el abuso (Karp y Butler, 1996). Briere (1992) ha sistematizado la posi-
ble racionalización cuasilógica del niño, caracterizada por su pensamiento
dicotómico y egocéntrico.
El objetivo principal es pues desculpabilizar y mitigar los pensamientos
de víctima. Al niño hay que explicarle, de forma clara y asequible para su
edad, lo que ocurrió; tiene que comprender, para evitar futuros abusos, qué
aspectos de su conducta pueden acarrearle riesgos (e.g. irse con un descono-
cido) y tiene que aprender a desarrollar las atribuciones adecuadas que esti-
mulen la sensación de control (Foa, Steketee y Rothbaum, 1989). También hay
que explicarle la conducta del agresor; en este sentido, se han propuesto cua-
tro puntos, a saber, interés del adulto en las relaciones sexuales con menores,
capacidad para superar las inhibiciones internas, ausencia de control externo
y anulación de la resistencia del niño, pueden formar un argumento adecua-
do para desarraigar la idea de culpabilidad. Berliner y Wheeler (1987) afir-
man que son erróneas y peligrosas, por fomentar la vulnerabilidad del niño,
las explicaciones del abuso como una forma de amor mal entendido o pre-
sentar al agresor como un enfermo.
288 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
.
DUCTAS DE RIESGO TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO. 293
ilización de los Como el abuso no suele darse de forma aislada respecto a otros proble-
ituaciones por mas, se debe implementar una intervención específica en los problemas de la
iño se encuen- familia; la eliminación del abuso no es necesariamente una condición sufi-
aja correlación ciente para favorecer un óptimo desarrollo (Dunst, Trivette, 1992), por lo que
snte se hace en se hace imprescindible conocer las áreas de funcionamiento adecuado y
de los progra- potenciar un funcionamiento positivo. En los casos necesarios, se puede acon-
sejar que los padres realicen su propia terapia. Hoy en día, existe una dura
polémica sobre si debe considerarse o no, como objetivo del tratamiento, la
ienar a los más reunificación familiar (Finkelhor, 1993).
jrteler, 1990) y
teóricos, crean- Los hermanos de los niños víctimas de abusos sexuales, y en especial los
a, serán contri- que han sufrido abusos cometidos por un familiar, no deberán ser olvidados
en la intervención, pues a ellos también les afecta el conocimiento de lo que
ha ocurrido. Se tienen pocos datos sobre los efectos negativos que el abuso de
ención no colo-
un hermano tiene sobre los demás, pero como comparten el mismo ambiente
son los adultos
familiar inadecuado, sus problemas personales también deben ser atendidos.
íben velar para
8. CONCLUSIONES Avia, M. y V;
Ayuso, J.L. (1
Beck, A.T., R
El g r a n n ú m e r o d e niños q u e sufren abuso s sexuales a c o m p a ñ a d o s , ya d e
Nueva Y<
forma i n m e d i a t a, ya d e forma tardía, d e p r o b l e m a s psicológicos, h a llevado Becker, J.V., í
a la c o m u n i d a d científica a p r e o c u p a r s e p o r esta cuestión. incest. Aí
Berliner, L. i
Las características del niño y su familia antes d e q u e ocurriera el abuso, las
Howells
peculiaridades del a b u s o y las reacciones posteriores d e la familia y persona s
John Wili
cercanas al n i ñ o constituyen los tres hitos fundamentales q u e configuraran la Berliner, L. y
r e s p u e s t a al a c o n t e c i m i e n t o t r a u m á t i c o . C o n o c e r los factores q u e m i t i g a n Child Abi
la aparición d e reacciones adversas es u n a tarea primordial y esperanzadora. Berliner, L. y
J.A. Bulk
Son m u c h o s los problema s q u e a c o m p a ñ a n al hecho d e h a b e r sufrido esta Londres:
experiencia. El trastorno p o r estrés p o s t r a u m á t i c o a y u d a a e n t e n d e r m u c h o s Berliner, L. )
d e los efectos e n c o n t r a d os en las p e r s o n a s q u e h a n sufrido abusos. Entre los Journal o)
n u m e r o s o m o d e l o s q u e explican la persistencia del sufrimiento, destaca n los Bowlby, J. (1'
b a s a d o s e n los n u e v o s principios del aprendizaje d e conductas observables y Briere, J.(19í
p r i v a d a s ; así, es m u y p r o m e t e d o r e s t u d i ar la naturaleza y función d e la sin- Park, CA
tomatología d e estrés postraumático . Briere, J. (19
Resource
D a d o el a m p l i o r a n g o d e posibles p r o b l e m a s , la evaluación d e b e implicar Briere, J. (195
al m a y o r n ú m e r o d e p e r s o n a s y situaciones relacionadas con el niño, y debe- EnJ. Brií
rá e n g l o b a r la exploración global y a m p l i a , con el análisis d e t a l l a d o d e los book on C
p r o b l e m a s particulares. Briere, J. y C
children.
El tratamiento, a u n q u e deberá atender a los problemas específicos d e cada Cahill, C , Ll<
n i ñ o , d e forma general t e n d r á c o m o objetivo el p r o c e s a m i e n t o g e n e r a l del occurred
a c o n t e c i m i e n t o t r a u m á t i c o , sin o l v i d a r realizar u n a e d u c a c i ó n s e x u a l a d e - Chaffin, M.,
c u a d a y prevenir futuros abusos. C u a n d o sea posible, implicar a la familia en cents. Er
el t r a t a m i e n t o constituirá u n a i m p o r t a n t e a y u d a terapéutica. Handboá
Conté, J.R. y
oflnterpt
Conté, J.R. y
9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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CAPITULO 7
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA
LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO
in misfortune: José M." Buceta
Ana M." Bueno
Milagros Ezquerro
Icíar Eraña
Blanca Mas
1. INTRODUCCIÓN
lost, andfound.
Una de las tendencias más significativas del presente siglo respecto a la
prevalencia de los distintos trastornos de la salud es el cambio en la contri-
bución a las tasas de mortalidad de las enfermedades infecciosas vs no infec-
ciosas. Sólo en 1998, las enfermedades no infecciosas contribuyeron a casi el
60% de las muertes y al 43% de la morbilidad global. Basándonos en las ten-
dencias actuales, en el 2020, las enfermedades no infecciosas contribuirán al
73% de la mortalidad y al 60% de la morbilidad (World Health Organization,
2000a).
Las enfermedades no infecciosas, que se perfilan como las principales cau-
sas de muerte, morbilidad y discapacidad en el mundo actual, se relacionan
con un número relativamente pequeño de factores de riesgo comunes y pre-
venibles (la falta de actividad física, el consumo de tabaco y la dieta inade-
cuada). La inactividad física constituye, por tanto, un factor de riesgo de
enfermedad de primer orden y, en contrapartida, la actividad física ejerce un
on children. A papel beneficioso directo sobre la salud, además de aportar beneficios indi-
rectos, a través de su impacto favorable sobre conductas relacionadas con la
dieta y el consumo de tabaco (World Health Organization, 2000b).
Estos datos justifican, sin duda, el interés de todos aquellos esfuerzos diri-
gidos a la prevención y modificación de conductas inadecuadas de ejercicio
físico, así como aquellas otras iniciativas investigadoras que contribuyan a
profundizar en el conocimiento exhaustivo de la epidemiología de las con-
ductas inadecuadas de ejercicio físico, la determinación precisa de los efectos
beneficiosos de la actividad física adecuada en distintas variables de funcio-
namiento físico y psicológico, la definición exacta de las características de la
actividad física asociada a dichos beneficios y al desarrollo de procedimien-
tos de evaluación e intervención eficaces que permitan el logro de los objeti-
vos de prevención y modificación en este campo.
En esta línea, el presente capítulo pretende aportar información acerca del
estado actual del conocimiento científico respecto a los beneficios de la acti-
[NT
300 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
lo a los ancianos, En las National Institutes of Health (NIH) Consensus Statements (1995)
a a mantener, en se apuntan los siguientes principios generales a tener en cuenta a la hora de
rmientos y auto- planificar programas individuales para la adquisición y mantenimiento de
es corporales. conductas saludables de ejercicio físico.
304 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
cios es necesario una actividad continua e intensa (mucha gente, por ejemplo,
no considera el caminar como ejercicio, o no reconoce el beneficio sustancial
que puede derivarse de cortos períodos, de al menos diez minutos, de a c d
vidad de nivel moderado) y, en la misma línea, debería considerarse el efec-
to nocivo, respecto a la adquisición de hábitos saludables de ejercicio físico,
de otras ideas erróneas que las personas pueden tener acerca del objetivo que
se persigue y las dificultades para lograrlo (resulta significativo, a este res-
pecto, el hecho de que un buen número de gente achaque su estilo de vida
sedentario a la falta de tiempo o a la incompatibilidad de la realización de
ejercicio físico adecuado con sus actividades diarias).
En cualquier caso, el tipo apropiado de actividad se determinará más ade-
cuadamente si se tienen en cuenta las preferencias y circunstancias indivi-
duales, ya que este parámetro contribuirá, decisivamente, a elevar la proba-
bilidad de que la conducta adecuada se mantenga a largo plazo. Las personas
sedentarias o mínimamente activas deberían comenzar poco a poco, aunque
ello supusiera, en un principio, la realización de conductas por debajo de lo
requerido para obtener beneficios sobre la salud, pero asumiendo que ese es
el camino para el logro del objetivo final, que también debe resultar alcanza-
ble, mediante la realización, en cada momento, de un nivel asumible de
esfuerzo (e.g. comenzar realizando unos pocos minutos de ejercicio y avan-
zar gradualmente, añadiendo unos minutos más cada día, hasta lograr la
meta personal de treinta minutos diarios de actividad moderada).
persona que pretenda realizar ejercicio físico con continuidad. Una informa-
ción detallada sobre los reconocimientos médicos más habituales puede
encontrarse en manuales de Medicina Deportiva, por ejemplo, en el de How-
ley y Franks (1992) o, en castellano, en el de Ortega (1992).
Además de las medidas que se obtienen en los reconocimientos médicos,
otras medidas sencillas, al alcance de cualquier persona, pueden ser de utili-
dad para la evaluación individualizada, más frecuente, de diferentes aspec-
tos de la forma física.
Una de ellas, para la evaluación específica del estado cardiorrespiratorio
(el apartado de la forma física más relacionado con la salud y el riego de
enfermedades graves) es la tasa cardíaca, variable que ha mostrado una rela-
ción directa con la capacidad de consumo de oxígeno (Blair, 1984; Howley y
Franks, 1992), que puede medirse, de manera sencilla, a través de pequeños
aparatos sujetos a la muñeca como un reloj de pulsera (e.g. pulsómetros como
el «sport-tester») o tomando las pulsaciones del practicante en momentos dife-
rentes, debiéndose hacer como mínimo en tres situaciones: a) en reposo, b)
justo al finalizar un determinado esfuerzo físico y c) un minuto después del
esfuerzo (se pueden medir las pulsaciones durante 10 segundos y multipli-
car el resultado por 6 para obtener una medida de pulsaciones por minuto).
De esta manera, se puede observar el funcionamiento cardiorrespiratorio
en reposo, la aceleración que provoca el esfuerzo y la recuperación conse-
guida tras un minuto de descanso. Para ello, se puede seleccionar un ejerci-
cio-test que conlleve un esfuerzo mantenido durante un tiempo fijo (e.g.
durante 1 minuto hacer 18-20 flexiones de piernas hasta conseguir que los
muslos estén aproximadamente paralelos al suelo; durante 4 ó 5 minutos
subir y bajar rítmicamente de un banco situado a unos 50 centímetros del
suelo, apoyando los dos pies en el banco y en el suelo), y tomarse medidas de
la tasa cardíaca antes, justo después y un minuto después de llevar a cabo el
ejercicio-test, evaluándose la respuesta cardiorrespiratoria del organismo como
consecuencia del esfuerzo realizado. Repitiéndose periódicamente la misma
prueba, y comparándose sus resultados a nivel intrasujeto, se podrá observar
la evolución del cliente en su forma física cardiorrespiratoria, dato de gran
importancia para valorar la eficacia del programa de ejercicio físico.
En la misma dirección, también pueden tomarse medidas conductuales,
realizando pruebas como: a) correr, nadar o andar la máxima distancia posi-
ble en un tiempo determinado (e.g. correr 10-12 minutos; nadar 20 minutos;
andar 30 minutos); b) correr lo más rápido posible una distancia larga (600-
1000 metros); o c) pedalear en una bicicleta ergométrica con un nivel de difi-
cultad medio (que se regula antes de comenzar la prueba) y a una intensidad
moderada fija (medida por el velocímetro de la bicicleta), hasta que ya no se
pueda más, midiéndose al finalizar la prueba el tiempo de pedaleo y la dis-
tancia recorrida.
308 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 7.1. Ejemplo de instrumento que puede utilizarse para recoger y analizar los datoi
de tests específicos sobre la forma física cardiorrespiratoria. En este caso, el ejercicio-test
consiste en correr durante 10' la máxima distancia posible.
TEST-1
TEST-2 TEST-3
antes de
después de 8 después de 16
comenzar el
semanas de semanas de
programa de
práctica práctica
ejercicio
DISTANCIA RECORRIDA (metros)
En reposo antes del
calentamiento
Después de un
calentamiento suave
PULSACIONES Justo después del ejercicio-test
POR MINUTO (intervalo 10"-20")
Y después del ejercicio-test
pulsaciones
(intervalo l'-l '10")
obtenidas en
u n interval o 1'30" después del ejercicio-test
d e 10" x 6 (intervalo 1'30"-1'40")
2' después del ejercicio-test
(intervalo 2'-2T0")
2'30" después del ejercicio-test
(intervalo 2'30"-2'40")
ocho semanas después, dieciseis semanas después, etc.), será necesario mante-
ner constantes las condiciones en las que se realizan éstos (e.g. el tipo de terre-
no sobre el que se corre, la hora del día, el tiempo de descanso previo al test,
los ejercicios previos de calentamiento, el grado de motivación del sujeto, etc.).
En la línea de algunos datos de los reconocimientos médicos, este tipo de
medidas más sencillas, además de servir para observar la evolución de la
forma física cardiorrespiratoria, pueden contribuir a orientar sobre la intensi-
dad del esfuerzo a llevar a cabo en las sesiones de trabajo físico. Si se consi-
dera, por ejemplo, que la intensidad de una sesión debería ser del 60% de la
capacidad máxima, este porcentaje podría delimitarse en términos operativos
a partir de la capacidad mostrada en los ejercicios-test (e.g. en el hipotético caso
de la tabla 7.1, se le podría indicar al cliente que por cada período de 10 minu-
tos corriera el 60% de la distancia recorrida en el test más reciente).
Otros ejercicios-test de este tipo, podrían incorporarse a la evaluación para
medir otros apartados específicos de la forma física (flexibilidad, fuerza y
resistencia muscular). Como ejemplo, explicamos algunos de ellos:
• En una posición previamente determinada (e.g. tumbado con la espal-
da apoyada en el suelo, los brazos en cruz sobre el pecho tocando los
hombros contrarios, las piernas flexionadas por las rodillas y los pies
inmovilizados), observar cuántos abdominales se pueden hacer en un
período de tiempo fijo (e.g. en 30 segundos). Para aumentar el rigor de
la medición, se debe establecer, con la mayor precisión posible, el cri-
terio para considerar que se ha hecho un abdominal (e.g. levantar el
tronco hasta tocar con los antebrazos pegados al cuerpo en los muslos
de las piernas flexionadas). Para obtener más datos, se pueden tomar
medidas en distintos intervalos del período de tiempo fijado (e.g. los
abdominales que el cliente hace en cada período de 10 segundos).
• Colgado de una barra que sujeta con las manos, con los brazos y el
cuerpo completamente estirados y sin apoyar los pies, observar cuán-
tas veces seguidas se puede elevar el cuerpo hasta situar la cabeza por
encima de la barra.
• Sentado con las piernas estiradas y las plantas de los pies apoyadas en
la base de un banco que forma una línea recta con las propias piernas;
sin flexionar las piernas se debe inclinar el cuerpo hacia adelante con
los brazos estirados, intentando llegar con las puntas de los dedos lo
más lejos posible; con una cinta métrica se mide en centímetros la marca
conseguida.
• De pie sobre una pierna y situando la otra pierna estirada horizontal-
mente, totalmente paralela al suelo o haciendo un ángulo que en cual-
quier caso deberá ser siempre el mismo; se debe flexionar el tronco
sobre la pierna levantada manteniendo ambas piernas rectas e inten-
310 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO Es-
fe se hace lo durante 10 minutos de carrera). Puede ocurrir, por ejemplo, que una persona
a métrica se muy motivada después de dos meses de práctica se tome mucho interés en el
odilla, obte- test y haga un esfuerzo mayor que la vez anterior por conseguir un buen resul-
icio anterior. tado; o que un cliente que se considere más eficaz que antes, afronte la prue-
ba con mayor confianza en hacerlo bien, sea más perseverante durante el ejer-
a guía prác- cicio-test y supere mejor los momentos más duros del mismo. También puede
• de pruebas suceder, al contrario, que la persona pierda interés por estos tests o que su esta-
ücos, podrí- do de ánimo y su motivación estén bajos en el momento de realizarlos.
física; sien-
i de especia- Esta problemática, conduce a la conveniencia de conseguir el máximo inte-
ortivos). En rés posible en los ejercicios-test previos al programa de ejercicio físico, y de
mantener alto el interés, y estable el estado de ánimo en los siguientes con-
relación con
troles. Manteniendo estas variables constantes, la observación de mejoras en
uscular y la
el rendimiento físico a través de un conjunto de medidas (distancias recorri-
e convenga
das, abdominales realizados, tasa cardíaca, etc.), indicará que el cliente se está
•der el tiem- beneficiando de la práctica de ejercicio, debiendo considerarse, no obstante,
, o secunda- que a este resultado favorable es probable que contribuyan, conjuntamente,
medidas es la evolución positiva de la forma física y de la autoeficiacia.
I se aplican,
ulares. Así,
• proporcio- 2.2.2. Evaluación de la actividad física cotidiana
s datos nor-
itiendo rea- Como parte de la evaluación inicial de la actividad física, de cara al dise-
que hemos ño de un programa de intervención para el logro de hábitos de ejercicio salu-
dimensión dable, teniendo en cuenta que la actividad física no es sólo ejercicio físico, es
nder, sobre conveniente conocer el nivel y el tipo de actividad física presente dentro del
alizada con funcionamiento cotidiano del cliente; valorando las posibilidades existentes
ilizarse res- de mejora como parte de una vida menos sedentaria. Así mismo, resulta apro-
piado conocer el tipo de actividades cotidianas que realiza, y su ubicación en
cuanto a horarios, lugares, etc., con el fin de decidir, más adelante, el «hueco»
5 puede lle- que puede ocupar el ejercicio físico en el calendario diario.
1 cliente las Un primer paso para evaluar la actividad física diaria, puede consistir en
a otras per- preguntar al cliente por los desplazamientos que realiza y la forma en la que
íe constitu- los lleva a cabo; ¿qué distancia hay desde su casa al lugar de trabajo?, ¿cómo se
progreso y desplaza?, ¿sería viable que lo hiciera andando?, ¿existe alguna dificultad que
utilización se pueda superar?, si fuera viable ¿estaría dispuesto a hacer este desplaza-
:ontribuir a miento andando?; ¿que otros desplazamiento realiza habitualmente?, etc. Tam-
Drtalecer la bién se le puede preguntar por las escaleras que sube y baja, y estudiar la posi-
irtancia de bilidad de aumentar estas conductas; y pedirle datos sobre la movilidad que
:ada clien- tiene durante su ocupación laboral, su tiempo de ocio, su vida familiar, etc.,
explorando la posibilidad de cambio hacia una mayor actividad. No se trata,
[toeficacia todavía, de sugerirle que se desplace andando, suba y baje escaleras y tenga,
ectar algu- en general, más movilidad, sino de saber en qué medida lo hace, para decidir,
recorrida más adelante, si es conveniente y viable, procurar que se produzcan cambios
312 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Regreso a casa;
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314 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO ÍNTER
el fin de calcular el gasto producido (Blair recomienda analizar por separado 2.2.3. Escali
los cinco días laborables y los dos correspondientes al fin de semana). De esta
forma, se puede tener un conocimiento aproximado de las kilocalorías con- Otro aspe
sumidas durante una semana como consecuencia de la actividad física (o ejercicio físici
mejor aún, durante los días laborables por un lado y el fin de semana por te el desarro]
otro), e incluso durante cada día de la semana, dependiendo de la minucio- Pollock, 198Í
sidad que en cada caso concreto se estime más conveniente. A partir de esta ñas que prac
información se podría plantear: ¿en qué medida aumentaría el consumo de interesante rr
kilocalorías del cliente si se produjeran cambios viables en su actividad físi- Con el fi:
ca cotidiana (sin contar el ejercicio físico)?, ¿ qué gasto diario en kilocalorías esfuerzo per
sería el más apropiado?, ¿qué aportación debería hacer la práctica de ejerci- ampliamente
cio físico para conseguir el gasto apropiado? trándose cor
esta escala y
En la tabla 7.3, hemos incluido una adaptación del 7-Day Recall, pudien- la tasa cardí;
do encontrarse más información en el trabajo del propio Blair (1984) o, en cas- gan y Polloc
tellano, en el libro de Blasco (1994).
Las punt
de 6 debe re:
Tabla 7.3. Adaptación del instrumento 7-Day Recall (Blair, 1984), utilizando las suge- una puntúa
rencias del propio autor para una versión abreviada de autoadministración. Si se calculan esfuerzo po;
los datos de un período superior a un día (e.g. los cinco días laborables), se debe registrar la jando difere
actividad media por día (media diaria de horas de sueño, de actividad física moderada, etc.). en la elabor;
diéndole un
1. Ponga el número total de horas durmiendo (por la noche y durante el día) una equival
2. Ponga el número de horas con una actividad física moderada co (e.g. una ]
a 150, etc.). 1
3. Multiplique la cifra del apartado anterior por 4 do corrobor
zo percibidí
4. Ponga el número de horas con una actividad física de intensidad elevada
pudiéndose
5. Multiplique la cifra del apartado anterior por 8 el conjunto
6. Calcule las horas de actividad física suave, restándole al total de 24 horas, Adema;
las horas señaladas en los apartados 1, 2 y 4 percibido y
individualL
24-( )-( )-( ) tuación 15
7. Multiplique la cifra final del apartado anterior por 1.5 minuto, mi
con el clien
8. Para obtener el número de calorías consumidas por día y kilogramo de cil dominai
peso, sume las cifras de los apartados 1,3, 5 y 7 frumento c
ticular, fací
( )+( )+( )+( )
Sin eml
9. Para calcular el número total de calorías consumidas en un día, multipli-
que la cifra del apartado anterior por su peso en kilos
al alcance <
bajar con e
( )x( ) tinuo más
EAS DE RIESGO INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 315
Tabla 7.4. Equivalencias aproximadas entre cuatro medidas con una estrecha relación
lineal: las puntuaciones en la escala de esfuerzo percibido de Borg, la tasa cardíaca durante
el esfuerzo (pulsaciones por minuto), el grado de intensidad del esfuerzo (porcentaje de la
capacidad máxima posible) y las puntuaciones en una escala de esfuerzo percibido de 0-10.
La zona señalada entre dos líneas horizontales abarca los diferentes niveles de esfuerzo que
suelen ser aconsejables en las sesiones de ejercicio físico.
o pueden ser
físico; en con- mo); en el otro extremo, una persona con una tendencia a estimar puntua-
>r de la inten- ciones elevadas de esfuerzo en presencia de pocas pulsaciones, podría suge-
ck inmediato rir la existencia de una baja motivación por la realización de ejercicio, de una
H, aportando mínima capacidad de sufrimiento y perseverancia, o de alguna dificultad no
üadiendo un especificada. Como es lógico, también puede ocurrir, en ambos casos, que la
persona tenga dificultad para estimar su esfuerzo de manera fiable, en cuyo
eal entre las caso se deberá optar entre «invertir» en entrenarla para que domine esta habi-
ien plantear lidad o prescindir de esta variable.
cia a estimar
mes, debería
?n este caso, 2.2.4. Evaluación de la adherencia
5 accidentes
se acentua- Una vez implantado el programa de ejercicio físico, se debe evaluar la con-
! su organis- ducta de adherencia al mismo, incluyendo cuestiones relacionadas con la pro-
318 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
pia conducta, sus antecedentes y sus consecuentes, así como las circunstan-
cias que están presentes cuando no se produce la adherencia o se produce úni-
camente de forma parcial. En definitiva, se deben tener en cuenta los siguien-
tes apartados: a) la asistencia a las sesiones de ejercicio y el grado de
cumplimiento con las tareas correspondientes (conducta de adherencia); b) A
las circunstancias antecedentes en cuya presencia se produce la adherencia (o N
la falta de adherencia, o la adherencia parcial); c) las consecuencias cercanas T
que proporciona la práctica de ejercicio físico (o la falta de adherencia). E
C
En la tabla 7.5, hemos incluido un ejemplo de un autorregistro de datos E
diarios sobre las cuestiones anteriores. Esta hoja de autorregistro, aunque D
incluye muchos subapartados, es un instrumento sencillo y rápido de cum- E
plimentar una vez que el cliente ha sido preparado mínimamente para ello, N
algo que no debe infravalorarse dentro del conjunto de la intervención, si se T
pretende que instrumentos como estos resulten eficaces. E
S
En general, la preparación del cliente para utilizar correctamente el autorre-
gistro, debe incluir: a) la comprensión de lo que se pide exactamente en cada
subapartado; b) el dominio de las escalas subjetivas de 0-10 puntos; c) la com-
prensión del cuándo y el dónde debe rellenar cada apartado de la hoja de regis-
tro; d) la realización de algunos ensayos mediante role-playing o utilizando expe-
riencias reales; e) la obtención del correspondiente feedback por parte del
psicólogo; y f) en colaboración con el psicólogo, la discusión y solución de dudas
y dificultades reales relacionadas con el funcionamiento del instrumento.
Lógicamente, el instrumento debe adaptarse a las necesidades y, sobre
todo, a la viabilidad presentes en cada caso concreto, debiendo eliminarse o
añadirse subapartados según se considere conveniente.
En el ejemplo de la tabla 7.5, los seis primeros subapartados de la hoja de
registro se refieren a circunstancias previas a la sesión que podrían afectar la
conducta de adherencia (uno de ellos completamente abierto para que el C
cliente pueda incluir cualquier circunstancia que le parezca reseñable); como 0
parece obvio, el cliente debe cumplimentar estos subapartados antes del ejer- N
S
cicio en un momento próximo a éste (e.g. en el lugar de trabajo o en casa justo E
antes de salir hacia el gimnasio, dentro del coche en el parking de la instala- C
ción, en el vestuario, etc.), o en el caso de que no asistiera a una sesión pro- ü
gramada, lo antes posible tras la decisión de no asistir. En los dos casos, el E
cliente registrará una información muy valiosa sobre los posibles determi- N
nantes antecedentes de la adherencia y de la ausencia de adherencia. C
I
El siguiente espacio de la hoja de registro, se refiere a las tareas a realizar A
durante la sesión de ejercicio físico y a su cumplimiento. Como es lógico, en S
función de la actividad que se realice, se podrán especificar en mayor o menor
medida estas tareas, aunque en general convendrá resumir aquí el plan de
trabajo previsto para la sesión (e.g. ejercicios de flexibilidad, clase de aerobio;
partido de fútbol-sala; andar 45 minutos a una intensidad del 70%, etc.); pues-
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 319
COA/Dí/CTASDERfESGO
Tabla 7.6. Datos más destacados de la evaluación inicial de un caso hipotético, Tabla 7.6. (Cont
utilizando los apartados que han sido comentados a lo largo del capítulo.
(Continúa)
DUCTAS DE RIESGO INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 323
O
D O
Realizar a. Vi
ejercicio físico s Oí
saludable < C
o
•5-
Realizar -3
o
ejercicio físico
de cualquier manera
K
o 10
01
*-»
•s o
O
Básicamente, el instrumento debe servir para comparar los beneficios y N u
costes a medio/largo plazo de las tres opciones, considerando las diferencias <
s
existentes a corto plazo como parte del inevitable proceso que en cada caso S
O
conduce a las consecuencias a medio/largo plazo. En concreto, parece espe-
o
cialmente relevante que el cliente perciba que existe una relación causal entre o
los costes a corto plazo y los beneficios a medio/largo plazo de la opción del u
<
ejercicio físico saludable (los dos espacios destacados en la tabla 7.8), de forma
que asuma la presencia de estos costes como una inversión favorable que le
acercará progresivamente a la obtención de los beneficios deseados. El desa-
rrollo y fortalecimiento de la percepción de esta relación causal, debe consi-
derarse un elemento decisivo en el proceso del tratamiento, y el uso de la
matriz de decisiones puede contribuir a ello.
Además, la matriz de decisiones puede detectar la existencia de un balan-
ce muy desfavorable entre los beneficios y los costes a corto plazo, sugirien- en
Vi
do la conveniencia de aliviar este problema mediante medidas que ayuden Z
en lo posible a incrementar los beneficios y a reducir los costes. O
1—4
CRITERIOS
¿DEPENDE DE ¿SE DEBEN
¿ES UN PARA DECIDIR
OBJETIVO A FECHA PARA INTERÉS POR UNO MISMO ALCANZAR
OBJETIVO SISE
CONSEGUIR CONSEGUIR EL OBJETIVO ALCANZAR EL ANTES OTROS
ALCANZABLE? CONSIGUE EL
(especificar) EL OBJETIVO (0-10) OBJETIVO? OBJETIVOS?
(0-10) OBJETIVO
(0-10) (SÍ-NO)
(especificar)
clase de aerobic y participar hasta que me canse»;... dos días después: «el obje-
tivo es acudir a la clase de aerobic y permanecer en ella, como mínimo, diez
minutos», etc.), y servirán para que el cliente recuerde cuál es su cometido y
el límite hasta el que debe perseverar en su esfuerzo, proporcionándole, ade-
más, la oportunidad diaria de sentirse eficaz y satisfecho.
En la tabla 7.12, a modo de ejemplo, puede verse el establecimiento inicial
de objetivos correspondiente al caso hipotético citado en anteriores apartados.
Tabla 7.12. Posible establecimiento inicial de objetivos del caso hipotético referido
en este capítulo.
ESPECIFICAR OBJETIVOS
Objetivos a • Reducir peso y mejorar figura corporal
Largo/Medio • Cansarme menos
Plazo • Tener mas energía
• Llegar a pesar 50 kg
• Reducir el porcentaje de grasa corporal al 25%
Replanteamiento • Mejorar en las restantes medidas relacionadas con la figura
de Objetivos a corporal
Largo/Medio • Situar la media diaria de «cansancio» por debajo del 5
Plazo • Situar la media diaria de «energía» por encima del 5
• Realizar ejercicio físico con regularidad para mantener los
logros alcanzados (3 días a la semana durante una hora)
• Reducir progresivamente el peso y el porcentaje de grasa cor-
poral en cada control
• Mejorar progresivamente en los distintos tests sobre la forma
Objetivos física
Intermedios • Mejorar el nivel de actividad diaria (alcanzar un consumo
aproximado de 2.800 kilocalorías)
• Realizar 2/3 días a la semana una tabla de ejercicios de flexibilidad
• Asistir 2 días a la semana a clases de aerobic en un gimnasio
• Realizar un plan de ejercicio físico 2 días a la semana
Objetivos a
• Permanecer 2 semanas sin faltar ni abandonar; después: per-
Corto Plazo
manecer otras 2 semanas; después: í mes; después: 2 meses
10. C
tí
3.2.3. Estrategias para el control de la ansiedad social
11. c
La práctica de ejercicio físico puede resultar estresante por la exposición
que a menudo conlleva ante los demás, en unas condiciones muy particula-
p
res (ropa, tareas a realizar, etc.), y la percepción de sentirse evaluado negati- 12. c
vamente. Estas circunstancias pueden provocar una elevada ansiedad social
JDUCTAS DE RIESGO
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 335
?spués: «el obje- y propiciar q u e m u c h a s persona s ni siquiera intenten hacer ejercicio o aban-
o mínimo, diez d o n e n m u y p r o n t o (Leary, 1992; E k l u n d y Crawford, 1994). Este estrés inter-
5 s u c o m e t i do y personal, tan relevante en este contexto, suele ser m á s probable en p e r s o n a s
ionándole, a d e - insatisfechas con su imagen corporal, en baja forma física, con poca habilidad
p a r a realizar las t a r e as y, d e m a n e r a m á s g e n e r a l , con escasas h a b i l i d a d e s
sociales, u n a elevada a n s i e d a d interpersonal y u n a deficitaria autoestima.
cimiento inicial
iores apartados. La información recogida d u r a n t e la evaluación inicial, m e d i a n t e entrevista
y en caso necesario, a través d e cuestionarios q u e p e r m i t e n la exploración d e
esta variable (véanse tablas 7.13 y 7.14), d e b e servir p a r a detectar la presen-
cia del p r o b l e m a y, c u a n d o el caso lo r e q u i e r a , i m p l e m e n t a r las estrategias
Hético referido
o p o r t u n a s p a r a su alivio.
con la figura 2. Me sentiría incómodo llevando ropa que me hiciera parecer muy delgado
o muy gordo.
jjo del 5
3. Me gustaría no estar tan preocupado por mi apariencia física.
i del 5
•mntener los
4. Hay momentos en los que me preocupa que otras personas evalúen
una hora)
negativamente mi peso o mi apariencia física.
\e de grasa cor-
5. Cuando me miro al espejo me siento bien respecto a mi físico y mi figura.
obre la forma
6. Mostrar las partes de mi figura que no son atractivas me hace ponerme
un consumo nervioso cuando estoy con otras personas.
remana 8. Me siento bien respecto a la imagen ante los demás de mi forma física.
r; después: per-
9. Me sentiría incómodo si supiera que otras personas están evaluando mi
qués: 2 meses
apariencia física.
10. Cuando tengo que mostrar mi figura ante otras personas, soy una persona
tímida.
Tabla 7.14. Relación de items incluidos en la Escala de Ansiedad Social Relacionada con
la Apariencia Física durante las Sesiones de Ejercicio Físico (elaborada a partir de items con
una correlación positiva con la SPAS, en la investigación realizada por Eklund y Crawford
[1994] con mujeres entre 18 y 23 años de edad).
1. Creo que me sentiría incómodo llevando ropa ajustada para hacer ejercicio.
2. Creo que durante las sesiones de ejercicio me preocuparía por mi apariencia
física ante los demás. 3.2.4. Estrai
4. Creo que durante las clases de ejercicio físico pensaría que los demás estarían
juzgando mi apariencia física.
las que aumen- En el tercer caso, se puede intentar que los compañeros de trabajo, los ami-
reforzamiento gos y, sobre todo, los familiares más allegados, colaboren activamente con el
ez mayor, a los interesado, bien participando con él en la misma actividad física, bien asu-
miendo tareas concretas de apoyo, como acompañarlo al gimnasio aunque
cada uno realice allí una actividad diferente, ayudarlo a planificar o a con-
es de aplicación trolar el plan de entrenamiento (e.g. llevar registros), darle palabras de ánimo
y reforzarlo por los logros que consiga, etc.. No es aconsejable, sin embargo,
:reencias y acti- una dependencia de personas que no constituyan apoyos verdaderamente
afrontamiento), estables, pues, al contrario de lo que se pretende, acabarán siendo una difi-
INT
338 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
cuitad añadida más que una ayuda. En líneas generales, el grado de apoyo adherencia
participativo debe corresponder a un planteamiento realista de la disponibi- dan a otra c
lidad de los demás (es decir, no se debe pretender involucrar a otras perso- nable, en si
nas si no es altamente probable que vayan a cumplir su cometido), siendo apropiado (
aconsejable especificar con claridad la responsabilidad concreta de los que se llevarse a fl
involucran en el programa y conseguir su compromiso firme de llevar a cabo En esta <
su cometido (por ejemplo, se pueden aprovechar los contratos conductuales, a res de fácil £
los que nos referimos más adelante, para delimitar lo que el cónyuge del clien- vidades (e.g
te se compromete a hacer para ayudarlo a realizar sus tareas de ejercicio físi- bajo, al que
co). Finalmente, no debe olvidarse el importante apoyo social que pueden facilitar el ac
proporcionar el monitor deportivo y los compañeros de actividad. jan otras act
cliente, inch
físico, const
3.2.5. Estratregias para el control de estímulos antecedentes ocupa.
tener más remedio que ir para no «dejarlo colgado», redactar un contrato con-
ductual con clausulas de penalización en caso de incumplimiento, utilizar a
familiares o amigos que le vayan a buscar al trabajo, etc.)- Lógicamente, cuan-
do los estados de ánimo adversos sean síntomas de alteraciones emocionales
más estables (algo que puede ocurrir, por ejemplo, con pacientes cardíacos
que se sienten inútiles y desarrollan una depresión), el problema será otro y
tales alteraciones deberán abordarse convenientemente con un adecuado plan
de tratamiento.
En éstos y en otros casos, pueden emplearse estrategias cognitivas que
permitan controlar los pensamientos de «autoconvencimiento» para evitar la
sesión de ejercicio {e.g. «estoy cansado, mejor no voy hoy al gimnasio», «por
un día no pasa nada», etc.), tales como la detención del pensamiento o autodiá-
logos (autoinstrucciones, autoafirmaciones, etc.), específicamente diseñados. En
general, los autodiálogos que en cada caso sean eficaces para propiciar la
adherencia (e.g. «recuerda que aunque te encuentres cansado no deberías fal-
tar», «ya sabes que después, una vez allí, te lo pasas muy bien», etc.) podrán
utilizarse como estímulos antecedentes favorables sustituyendo a la activi-
dad cognitiva interferente, y, por tanto, eliminándola.
que la persona tenga suficientes oportunidades para percibir el reforzamien- duales en funciór
to intrínseco que conlleva, por lo que, en un principio este potencial reforza- esta estrategia, nc
miento es probable que no baste para incrementar la ocurrencia de aquélla como podría espe
(es decir, al no producirse la conducta con asiduidad, el interesado no se «dará la adherencia al e
cuenta» de lo gratificante que puede resultar y, como consecuencia de ello, blemente durante
seguirá sin producirse la conducta con la suficiente asiduidad). Este proble- de reforzamiento
ma tiene que resolverse consiguiendo que la conducta se produzca asidua- ca regular, aunqu
mente, necesitándose, para ello, el reforzamiento extrínseco. El objetivo del refor- zamiento {e.g. un
zamiento extrínseco, o ajeno a la propia conducta, es que el cliente que se Los mismos a
inicia en la práctica de ejercicio físico perciba que obtiene estímulos conse-
un programa de
cuentes que le interesan de manera contingente a la conducta de realizar ejer-
valor de un dolai
cicio, de forma que la probabilidad de que persevere en la práctica sea mayor
ta de adherencia
y existan suficientes oportunidades para que perciba el atractivo y la contin-
deportiva en la t
gencia de los estímulos consecuentes intrínsecos.
la valoración rea
Como parece lógico, la utilización de reforzamiento extrínseco resulta par- ticaban ejercicio
ticularmente eficaz con practicantes principiantes interesados en adquirir el an aumentado si
nuevo hábito, pero no tanto, más adelante, para mantenerlo (Knapp, 1988), esporádicamente
si bien su utilización esporádica puede contribuir a incrementar la adheren- nacki(1988) api
cia de personas que ya eran asiduos participantes (Baun y Bernacki, 1988). extrínseco en di
Como observaron Keefe y Blumenthal (1980), en su seguimiento de dos años una conducta q
tras haber aplicado un programa de reforzamiento material extrínseco, la con- fases de ausenci
ducta de adherencia de los practicantes puede depender, en un principio, de biando de proce
la contingencia con los reforzadores extrínsecos, pero, progresivamente, tegia que contri
dependerá más del reforzamiento intrínseco, suponiendo que éste sea perci- suficiente para i
bido y suficientemente valorado por el interesado. frecuencia la pr¿
plan de interveí
Aplicación de reforzamiento extrínseco. En este ámbito consiste, fundamen-
mos a lo observ
talmente, en la utilización de distintas formas de reforzamiento positivo en fun-
ría de los especi
ción de las preferencias y recursos del interesado y del entorno en el que se
to en ausencia c
realiza el ejercicio (gimnasio, casa, con compañía, sin ella, etc.), aunque tam-
bién se puede emplear el reforzamiento negativo (por ejemplo, de acuerdo con Una interés
el cónyuge, se podría establecer que el día que el cliente realiza ejercicio físi- puede ser la ap
co por la tarde, no tiene que hacer las tareas de la casa de esa tarde-noche). reforzador algí
En el marco laboral, Baun y Bernacki (1988) aplicaron reforzamiento positi- cuya realizació:
vo para incrementar la participación en programas de ejercicio físico de los inmediata o mi
empleados de una empresa. En concreto, seis meses después de iniciado el persona puede
programa con campañas publicitarias, incentivos como ser miembro del «club programa favo
de salud» de la empresa, etc., hicieron camisetas de distintos colores y dise- hecho su ejercí
ños que correspondían a diferentes niveles de logro (algo similar a los cintu- dores de la con
rones de distintos colores en el judo), y las emplearon como reforzadores del bien, siempre q
consumo de calorías a través del ejercicio físico. En intervalos fijos de tres tica de ejercicio
meses, evaluaban el nivel de participación y de consumo de calorías duran- un amigo), de í
te el período anterior, y premiaban a los participantes con una camiseta de un que proporcio:
determinado color según lo conseguido (con objetivos de consumo indivi- esta actividad
DUCTAS DE RIESGO INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 345
El feedback inmediato que proporcionan algunas máquinas para la realiza- ma, puede
ción de ejercicio (e.g. las bicicletas ergométricas) u otros instrumentos apro- tancia que s
piados (e.g. u n pulsómetro) sobre variables como la distancia recorrida, la la actividad
velocidad a la que se pedalea, la tasa cardíaca, las calorías que se están con-
sumiendo, etc., puede cumplir una función destacada en el mantenimiento
de la adherencia, sugiriendo, en muchos casos, la conveniencia de utilizar 4. REFER
estos aparatos. Así mismo, el feedback inmediato puede ser proporcionado,
verbal o gestualmente, por el monitor que dirige la práctica, o también por Baun, W.B. >
otras vías que, sin ser tan costosas como los aparatos, pueda autocontrolar el them? Ei
propio interesado (percepción de sensaciones discriminativas, autoevalua- paign, II
ciones, autorregistros, etc.). Biddle, S. (I1
Blair, S.N. (1
Cualquiera de estas vías para la obtención de feedback inmediato puede razzo, S.
resultar apropiada, siempre que la información que reciba el cliente esté rela- handboo
cionada con la conducta a la que corresponde y sea interpretada correcta- Blasco, T. (I1
mente, algo que, como es lógico, requiere que se dedique un tiempo a la for- Borg, G. (19(
mación del interesado. En concreto, será necesario que comprenda: a) la Borg,G.(19
Sports a
relación entre su conducta y el feedback que obtiene (e.g. que la oscilación del
Bouchard, C
velocímetro depende de la velocidad de su pedaleo), b) lo que significan los Health: ]
datos que recibe (e.g. ¿qué significan los aumentos de las pulsaciones?, ¿qué Buceta, J.M.
quiere decir exactamente el monitor que dirige la clase cuando indica «el to depo
brazo más hacia atrás»?, ¿qué debe interpretar cuando haciendo un estira- vidad Fl
miento nota presión sobre una zona muscular?, ¿y cuando autoevalúa un 7 Buceta, J.M
en una escala 0-10 de cansancio o esfuerzo percibido?, etc.), y c) las implica- tivas, es
ciones que tienen esos datos (e.g. ¿debe pedalear más rápido?, ¿debe mante- Control
ner, aumentar o reducir la intensidad de su esfuerzo?, ¿tiene que continuar Buceta, J.M
intentando mover el brazo de otra manera?, ¿debe dejar el estiramiento o debe gico del
seguir en ello?, etc.). miento 1
Colditz, GJ
En cuanto al feedback periódico sobre los efectos no inmediatos y más esta- Sports a
bles de la práctica de ejercicio (entre ellos, lógicamente, los que se refieren al Conference
progreso de los practicantes en relación a los motivos fundamentales por los Otawa:
que decidieron hacer ejercicio), puede ser suficiente evaluar, en las fechas pre- Eklund, R.C
vistas, el cumplimiento de los objetivos que se habían planteado, y realizar cise. Jou
cada cierto tiempo: a) tests sobre la forma física (e.g. dependiendo de las dis- Epstein, L.I
tintas pruebas y de la viabilidad y disposición existentes, cada 1-3 meses al in aerol
Hart, E.A.,
principio y cada 3-6 meses posteriormente), b) evaluaciones especialmente
anxiety
relevantes en cada caso concreto (e.g. cada 3-6 meses sobre el porcentaje de Howley, E.'
grasa en el cuerpo o los centímetros que se pretenden perder), c) reconoci- IL.: Hu
mientos médicos exhaustivos (e.g. una vez al año los practicantes sanos y con Keefe, F.J. \
mayor frecuencia los pacientes cardíacos u otros enfermos) y d) una evalua- tomakj
ción completa del funcionamiento general del interesado (e.g. cada 6 meses/l 11,31-3
año). El conocimiento que aporta una información de este tipo, complemen- Kendziersl
tando la información cotidiana del feedback inmediato y más cercano, además vioralc
de incrementar en muchos casos la percepción de autoeficacia y la autoesti- logy, 15
X>UCTAS DE RIESGO INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA PARA LA PROMOCIÓN DEL EJERCICIO FÍSICO 349
4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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3UCTAS DE RIESGO
CAPITULO 8
ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA
I Journal ofSport LA PROMOCIÓN DE HÁBITOS
ALIMENTARIOS SALUDABLES
Milagros Ezquerro
Las relaciones entre nutrición y salud han alcanzado una relevancia social
considerable, inducida, en gran parte, por la divulgación de los conocimien-
tos que, en las últimas décadas, ofrecen constantes informaciones sobre las
características bioquímicas de los alimentos y su repercusión, tanto en el plano
8). Health Effects nutricional, como en el hedónico o en el funcional.
Aunque algunas aportaciones sobre alimentación han generado contro-
versia entre los expertos, suscitando a su vez una comprensible confusión
entre los legos en la materia, el interés por estas cuestiones parece aumentar
de forma creciente. Un indicador de la atención que ha concitado este asun-
to es la proliferación de publicaciones sobre nutrición, bien de naturaleza cien-
tífica, bien de carácter divulgativo, reflejándose, además, en la publicidad de
la industria alimentaria, que ha enarbolado el estandarte de la salud para vin-
cularlo con los productos que ofrece al consumidor, aunque en este caso, con
propósitos de índole económica, fundamentalmente.
Por otra parte, aunque el estilo alimentario parece implicado en la etiolo-
gía de algunos trastornos, conviene tener presente que, establecer relaciones
causales entre dieta y enfermedad, no es una tarea tan sencilla como detectar
un síndrome de deficiencia alimentaria. Mientras que éstos suelen deberse a
la ausencia de un sólo nutriente, fácil de identificar, en la etiología de las
enfermedades crónicas no contagiosas, interactúan aspectos genéticos, con-
ductuales y ambientales, además de los dietéticos. Por tanto, la morbilidad
atribuible a la alimentación inadecuada tiene un carácter indirecto, como
señalan algunos estudios (e.g. Kushi, Lew y Stare, 1985; EUROPREV, 1998).
En consecuencia, es aconsejable embridar cualquier exceso de celo interven-
cionista, en este contexto, máxime si los fundamentos distan mucho de tener
la solidez necesaria para justificarlo.
No obstante, parece disponerse de suficientes evidencias, para sustentar
la existencia de una relación entre alimentación e incidencia de diversas
enfermedades (e.g. cardiopatía isquémica, accidente cerebrovascular, hiper-
352 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
que ofrece una información amplia, rigurosa y clarificadora, que sin duda la frecuencia
facilitará la comprensión y el manejo básico de estos contenidos. En relación forma de pre
con los problemas específicos de la conducta alimentaria de los niños, puede tríales, etc.), ¡
consultarse el texto de Gavino (1999), que ofrece sugerencias útiles para eva- tes a la hora
luar y modificar el comportamiento en este ámbito. de vista nutr
Sin emba
Además, es muy probable que el psicólogo tenga que integrar su trabajo
omitidas; po
con el de otros profesionales, o contar con la colaboración de personas cerca-
tiempo destii
nas al cliente (e.g. padres, compañeros de piso, amigos, etc.), que desempe-
mismo tiemf
ñan ciertos cometidos psicológicos relevantes, de forma complementaria a los
de comer, el
que le competen a él. Esta cuestión requiere delimitar de forma clara el ámbi-
hedónico de
to de actuación, así como las técnicas y estrategias correspondientes a cada
el hecho de (
una de estas personas.
zos alimenta
El concepto de interdisciplinariedad y las referencias a la intervención bles que coní
paraprofesional suelen constituirse en meros tópicos cuya especificación tien- se acrecienta
de a soslayarse, a pesar de la trascendencia de este asunto. En este sentido,
Estos asp
cabe destacar la contribución de Buceta, Bueno y Mas (2000), que establecen
perfilar el co:
con claridad la distinción entre el trabajo psicológico del psicólogo y el del
ficioso parai
personal sanitario o paraprofesional que colaboran en la prevención o reha- cionamientc
bilitación de trastornos biopsicosociales. La lectura detenida y reflexiva de las
aportaciones de estos autores, sin duda, será una valiosa ayuda para el psi-
cólogo que trabaje en el ámbito de la modificación de la conducta alimenta- 2.1.1. Com
ria, por lo que el tiempo y el esfuerzo destinados a asimilar los contenidos del
texto, se verán compensados satisfactoriamente. En relaci
En el presente capítulo, se propone una visión general de las relaciones dad de alim
entre conducta alimentaria habitual y salud, perfilando los comportamientos explícitame:
más convenientes, y los que pueden constituir un riesgo para el adecuado conocida pe
funcionamiento orgánico y psicológico, y se revisan, sucintamente, las cues- caciones paj
tiones más relevantes en relación con el aprendizaje de la conducta alimen- atañe a los <
taria saludable. En lo que atañe a la intervención, se proponen los procedi- azul, aceite
mientos de evaluación correspondientes, orientados tanto a la recogida de actualidad,
datos necesaria para llevar a cabo el análisis funcional, como a la evaluación mismo, es <
del proceso de modificación de las conductas seleccionadas. Finalmente, se industriales
sugieren algunas estrategias psicológicas que pueden contribuir, eficazmen- as, aumentí
te, a lograr la consolidación de conductas alimentarias saludables. bres, pasta j
A título
general del
2. EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA sición de la
Sin emb
2.1. Delimitación de las conductas alimentarias saludables
de la edad;
antes menc
En general, los expertos en nutrición suelen valorar los hábitos alimenta-
sentido, en
rios, como más o menos saludables, circunscribiéndose a los componentes de
la dieta (e.g. proporción de proteínas, grasas, fibras, lácteos, azúcares, etc.), a tes etapas e
CTAS DE RIESGO
ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 355
En relación con la dieta se sugiere, en general, que ésta integre una varie-
dad de alimentos en pequeñas cantidades, «comiendo poco, de todo», y más
explícitamente, ateniéndose a las propuestas de la dieta mediterránea, bien
conocida por su amplia divulgación. A pesar de su simplicidad, estas indi-
caciones parecen razonables, tanto por su fácil comprensión, como en lo que
atañe a los cambios en la información sobre ciertos alimentos (e.g. pescado
azul, aceite de oliva, legumbres, etc.), prohibidos durante años y que, en la
actualidad, parecen haberse convertido en los paladines de la salud. Así
mismo, es conveniente reducir el consumo de alimentos precocinados o
industriales, la cantidad de proteínas, refrescos, bollería, dulces y chucherí-
as, aumentando, en cambio, la ingesta de verduras y frutas frescas, legum-
bres, pasta y pescado azul.
A título orientativo, en la tabla 8.1, se ofrecen las sugerencias de carácter
general del U.S. Preventive Services Task Forcé (1996) referidas a la compo-
sición de la dieta.
Sin embargo, puesto que las necesidades nutricionales varían en función
de la edad y estilo de vida de cada persona, las recomendaciones generales,
antes mencionadas, habrán de adaptarse a cada grupo de población. En este
sentido, en la tabla 8.2 se proponen algunas orientaciones relativas a diferen-
tes etapas evolutivas y / o situaciones personales.
356 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 8.1. Sugerencias del U.S. Preventive Services Task Forcé (1996) en relación con Tabla 8.2. (Ca
la alimentación.
4. Los ácidos grasos poliinsaturados deben alcanzar el 10% de las calorías diarias.
5. Los ácidos grasos monoinsaturados deben aportar el 15% de las calorías diarias.
6. No deben consumirse más de 2.4 gramos de sodio por día. Adolescenci;
7. Los carbohidratos complejos deben aportar el 55-60% de las calorías diarias.
8. Excepto en las personas para las cuales está contraindicado, se acepta (aunque
no debe aconsejarse) un consumo de 16-24 g de alcohol, por día, en adultos
(2-3 unidades estándar de medida).
9. Consumir entre 20 y 35 g/dia de fibra dietética, combinando fibra soluble e
insoluble. Adultos
10. Asegurar una ingesta diaria de 1.500 mg de calcio, para los adultos (litro y cuar-
to de leche o 10 yogures)
Tabla 8.2. Indicaciones sobre la dieta adecuada en diferentes etapas del desarrollo
vital (Pérez- Cerezal, 1997). Gestación
ETAPA
INDICACIONES ALIMENTARIAS
EVOLUTIVA
El niño debe ingerir cuatro tomas diarias, siendo optativa una últi-
ma, antes de irse a dormir. A partir de los cuatro meses, pueden intro- Lactancia
ducirse frutas y cereales sin gluten, y desde los seis meses, se pueden
De 0 a 2 años
incorporar cereales con gluten, carne y verdura cruda, en forma de
ensalada. A los doce meses se pueden incorporar legumbres, prime-
ro en puré y luego enteras.
Menopausií
La alimentación habrá de ser hipercalórica para cubrir las necesi-
dades derivadas de la actividad energética, e hiperproteica para
cubrir las necesidades plásticas del crecimiento. El niño debe incor-
porarse a la alimentación del resto de la familia, asemejando su ali-
De 2 a 5 años mentación a la de los restantes miembros, tanto en consistencia, como Vejez
en tipo de dieta. A partir de los tres años, el niño debe hacer al menos
dos comidas en familia (desayuno y cena) compartiendo los mismos
alimentos. El desayuno debe ser abundante, evitando los excitantes
y los refrescos.
(Continúa)
IXTAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN... 357
lad física para En esta etapa se pueden incorporar los embutidos y ampliar la
gama de verduras. En cambio, debe moderarse el consumo de azú-
Escolaridad car, caramelos, chocolate, helados, etc., evitándose los refrescos de
cola, los excitantes y, por supuesto, el alcohol. Conviene consolidar
la inclusión de cuatro comidas al día, evitando la ingesta entre éstas.
le las calorías,
lorias diarias. Entre los 13 y los 19 años, los lácteos deben cubrir hasta un litro
ilorías diarias.
de leche al día o su equivalente. Se pueden incrementar las grasas,
sin que ello suponga sustituir los grupos básicos de proteínas, calcio
y vitaminas. La influencia de la publicidad hace que, especialmente
Adolescencia
los deportistas, piensen que deben suplementar su alimentación con
orías diarias. vitaminas, sales minerales e hidrolizados proteicos. Es preferible reco-
epta (aunque mendarles suplementos naturales, como añadir leche en polvo en el
a, en a d u l t o s vaso de leche líquida, o zumo de limón con miel, etc.
tativa una últi- En este período aumentan las demandas en 500 Kcal/día, sien-
, pueden intro- do necesario aumentar la ingesta de leche y derivados en un litro,
Lactancia
ses, se pueden evitando la ingesta de alimentos que puedan dar mal sabor a la
a, en forma d e leche materna (especias, vitaminas, excitantes y alcohol).
mbres, prime-
Se mantienen las pautas relativas al adulto, evitando el exceso
Menopausia de aporte de grasas y asegurando la ingesta de calcio (1.500
brir las necesi- mg/día) para prevenir la osteoporosis.
proteica p a r a
ño debe incor- Conviene vigilar los déficits nutricionales (hierro, calcio, vita-
lejando su ali- mina C, ácido fólico), el riesgo de sobrepeso o la insuficiencia de
;istencia, como
Vejez ñutientes. Las comidas deben ser poco copiosas, de fácil diges-
lacer al menos
tión, no muy condimentadas, y con la consistencia adecuada para
do los mismos
adaptarse a los trastornos dentales.
los excitantes
(Continúa)
358 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
idas entre los ingesta, que suele ser indicado por el pediatra, considerándose normal que
uestiones de los niños en edad escolar incorporen dos o tres comidas ligeras entre las tres
d de la inges- fundamentales: el «bocadillo del recreo», la merienda y el vaso de leche antes
e cada perso- de irse a dormir.
aleza de pro- Respecto a la frecuencia de ingesta de los diferentes tipos de alimentos,
en general, suele aconsejarse el consumo diario de verdura y fruta frescas,
cereales y legumbres, mientras las carnes rojas, dulces y huevos se limitan a
dos o tres de veces a la semana; otros productos, como embutidos y quesos,
pueden ser consumidos en una o dos ocasiones, a lo largo del mes.
taria, ya que
i salud. Ade- 2.2.3. Forma de comer
os comporta-
:uencia. Este Tan importante como la cualidad y cantidad de los alimentos es la forma
de veces que en que éstos son consumidos. Este apartado incluye aspectos tales como: la
alimentos c) velocidad con que se consumen los alimentos (rápidamente, sin apenas mas-
) d) aparición ticar, o de forma excesivamente lenta), el tiempo destinado a cada comida (se
aconseja un período de unos veinte minutos para las comidas principales),
ia en relación las actividades que se llevan a cabo mientras se come (e.g. ver la televisión,
> habitual, ya continuar trabajando, hablar por teléfono, discutir, etc.), la postura (e.g. comer
de pie o sentado), etc.
úco será esca-
En este sentido, cabe destacar el papel que desempeña una correcta mas-
ticación, ya que la digestión, y por tanto la nutrición, se inician en la boca,
•os, pan, cere- mediante la masticación y ensalivación de los alimentos, que constituyen las
i constituyen- únicas conductas voluntarias del proceso nutricional y que tienen una influen-
Por el contra- cia decisiva en las fases posteriores de digestión y asimilación, cuyo funcio-
riita a un café namiento no depende del control voluntario de las personas.
ama de inter-
ne aloja en un Comer despacio, masticando bien los alimentos, no sólo favorece un pro-
ovechando el ceso digestivo correcto, sino que favorece la percepción de señales de sacie-
dad, en mayor medida que una ingesta rápida, como han señalado, entre
equivalente a otros, Wooley y Wooley (1975). Según estos autores, en las personas que
a de esta con- comen rápido se observa un incremento de salivación ante la presencia de ali-
mentos, después de haber realizado una comida, indicando una tendencia a
a de la segun-
percibir las señales de saciedad atenuadas y, en consecuencia, favoreciendo
ie consideran
la conducta de realizar nuevas ingestas.
casi todos los
>ro no si estos Además, en la medida en que se mastican más los alimentos, la lipasa sali-
var —una de las varias enzimas que contiene la saliva— se segrega en mayor
cantidad, ejerciendo sus efectos durante más tiempo. Esto favorece que la
atrición reco-
comida se digiera en mayor propoción en la boca, facilitando el proceso diges-
ones (desayu-
tivo posterior. De esta forma, cuando los alimentos llegan al estómago, se esti-
uirse, un lige-
mula la secreción de lipasa pancreática, pero sólo en la medida en que es nece-
is principales
saria, de forma que cuanto más digerida sea la parte grasa de la comida,
opio ritmo de
360 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 8.3. Algunos ejemplos sobre hábitos nutricionales incorrectos desde el puntode
vista de la salud.
HÁBITOS
ALIMENTARIOS
INCORRECTOS EJEMPLOS
RELACIONADOS
CON:
(Continúa)
ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 363
Comidas de negocios
Comidas de solitarios
El entorno
Utilizar la comida como refuerzo, o castigo («si haces esto
social
te compro una chocolaüna», «te quedas sin postre»)
Modelos de conducta alimentaria, habitualmente, presentes
b) Preferencias y rechazos
los tiempos ticas de los alimentos (e.g. textura, sabor, etc.), presentan, en el ámbito psico-
de la fortu- lógico, algunos datos relevantes que contribuyen a la comprensión de su ori-
• convertido gen y desarrollo y, por tanto, a su modificación.
un determi- Estas cuestiones revisten una especial importancia en relación con la
atólogicas— salud, ya que la tendencia a consumir una dieta poco variada, o a excluir de
ipetecible, e ésta ciertos alimentos, conlleva el riesgo de generar ciertos trastornos orgá-
esibilidad a nicos (e.g. estreñimiento, bajo nivel de hierro, folatos o calcio, etc.), origina-
a población, dos por déficits específicos de algún nutriente.
ien al alcan-
En este sentido, conviene recordar que el ser humano es omnívoro, lo que
implica que su metabolismo no puede obtener todos los nutrientes esenciales
mómico, no a partir de un único alimento, precisándose una gran variedad en su dieta para
que los pro- construir y mantener el funcionamiento orgánico, para obtener la energía nece-
que los que saria para los movimientos musculares y para mantener el calor corporal.
dente, Vare-
ejor que los Aunque la tendencia a seguir una dieta variada parece ser innata en los
izul, verdu- omnívoros, de forma que si la ingesta se reduce a un único alimento se pro-
era de casa, duce el fenómeno de saciación sensorial específica (Le Magnen y Tallón, 1963,
; frecuencia, 1966; Rolls et ai, 1981), que induciría el cambio alimentario, algunas perso-
les desarro- nas pueden experimentar alteraciones en este mecanismo regulador, como
ón de tiem- consecuencia del aprendizaje, dando lugar a preferencias o rechazos especí-
va, la razón ficos en relación con ciertos alimentos.
in de los ali-
El rechazo alimentario está mediado también por ciertos receptores, situa-
dos en la lengua, sensibles a los alcaloides y los ácidos, que detectan los sabo-
I papel que res amargo y agrio, lo que explica la aversión hacia estos sabores, en la mayo-
iples activi- ría de la gente. Esta reacción, controlada por mecanismos troncoencefálicos,
>n múltiples es muy primitiva y sólo permite conocer la naturaleza del alimento cuando
roducto del ya está en la boca, pero el sistema olfatorio proporciona mucha más infor-
=n el propio mación, permitiendo anticipar el sabor antes de haber ingerido el alimento y,
na verdura, sobre todo, el aprendizaje establece vínculos muy estables entre el alimento
i hornearlo, y la experiencia aversiva aparejada con su ingesta.
s —precoci-
le entender La aversión condicionada por el gusto o el olfato es un fenómeno estu-
I a elegir la diado en animales por diferentes autores (e.g. García y Koelling, 1966; Rozin
y Kalat, 1971), pero que también ha sido puesta en evidencia en humanos
(Bernstein, 1978), mostrando que la preferencia o el rechazo de ciertos olores
mo el hecho se aprende (Engen, 1974,1982), tanto a través del condicionamiento clásico,
n bajo coste como del operante; igualmente, desde la perspectiva del apendizaje social,
un niño puede adquirir el rechazo o la preferencia en relación con un olor, o
sabor, concretos, observando las reacciones de sus padres ante éste, además
de las experiencias directas con la ingesta de un alimento y las consecuencias
derivadas de ésta.
simulan en Finalmente, los sabores y olores de los alimentos parecen desempeñar una
caracterís- doble función respecto a la conducta de comer, actuando, por una parte, como
366 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
2 de comer Por otra parte, es fácil encontrar otros muchos desencadenantes de la con-
ducta de ingesta de carácter externo, por ejemplo, la visión de un plato ape-
implicando titoso, el aroma de un asado, la presencia de otras personas comiendo, la con-
• comporta- versación sobre recetas de cocina, sentarse a ver una película, experimentar
s de la con- ansiedad, etc. Por tanto, el aprendizaje parece implicado en la conducta ali-
que el orga- mentaria, cobrando un peso relevante en los seres humanos. La cuestión se
ros, pueden centra, por tanto, en conocer cómo influyen estos elementos, tan diferentes,
>ortamiento sobre la conducta alimentaria de las personas.
fcn. Numerosos estudios han mostrado que la conducta de comer es susceptible
ue necesita de ser condicionada clásicamente, tanto en animales (Weingarten, 1983), como
esaria para en humanos (Birch, McPhee, Sullivan y Jhonson, 1989), de forma que los estí-
idos o man- mulos que se han asociado con la ingesta, actúan como desencadenantes de este
r, implícita- comportamiento. Naturalmente, también puede ocurrir lo contrario, de forma
re o de sed, que ciertos estímulos antecedentes a la comida se vinculen con experiencias
a de haber- aversivas, minimizando la probabilidad de que dicha conducta se inicie.
>, se cesaría Así mismo, las consecuencias que siguen a la conducta alimentaria pue-
laudad. Se den contribuir a que está tienda a aparecer con una mayor frecuencia, o por
\o homeos- el contrario, que disminuya, e incluso, que se extinga.
de ingesta,
des prima- En este sentido, conviene recordar que un reforzador es cualquier estí-
mulo que incrementa la frecuencia de una conducta, de forma que aunque,
aparentemente, las consecuencias sean desagradables (como amenazar, gri-
nducta ali- tar o regañar a un niño cuando escupe la comida), si la conducta persiste, es
ínicos com- evidente que las amenazas, gritos o regañinas habrán desempeñado un papel
ibién, nece- de reforzador, probablemente, porque el niño logra que su madre le preste
an relación atención cuando emite esa conducta, en lugar de atraerla cuando come correc-
tamente. Así mismo, el placer derivado del sabor, textura o temperatura, de
s necesida- cierto tipo de alimentos, puede constituir un poderoso reforzador, pero si se
a los deter- sobreimpone su valor calórico, comer esos productos puede traducirse en un
ja, son sus- estímulo sumamente aversivo para algunas personas.
c) Ocupaciones diarias
[ue las conse- laborales. Por tanto, es fácil que una de sus tareas consista en asesorar o entre-
sobre la salud nar a algunas de estas personas, así como participar en el diseño de progra-
por el contra- mas de prevención. Para que este tipo de colaboraciones sea realmente eficaz,
te, sobre todo el psicólogo deberá delimitar sus propios cometidos de los del resto de los
ficios. profesionales, ya que, aunque también éstos apliquen algunas estrategias psi-
cológicas, podrá ser necesario entrenarlos debidamente para que puedan
-ni tan siquie- actuar de forma eficiente.
rrectas, por lo
dentos poten- En líneas generales, la intervención psicológica en la conducta alimentaria
onar algunos habitual tiene como meta fundamental el desarrollo del autocontrol del clien-
Esta selección te, que constituye el eje en el que se articula el aprendizaje de diferentes recur-
d del progra- sos que lo ayuden a afrontar y resolver los problemas que puedan obstaculizar
mar por modi- el logro de sus objetivos. Tanto si la intervención se plantea de forma indivi-
ir de otro tipo dual, como si se dirige a un grupo más amplio de personas, el autocontrol cons-
ereales o tos- tituirá el punto de referencia común de las distintas estrategias y técnicas opor-
s inversiones tunas para cada problema. Sin embargo, cuando se trabaja en la modificación
de la conducta alimentaria en niños de corta edad, el trabajo psicológico esta-
rá enfocado al entrenamiento de los adultos con quienes conviven los niños,
mportamien- adiestrándolos en la aplicación de técnicas operantes y de modelado.
ibios en otros
• considerada Los programas de intervención psicológica en este contexto pueden orga-
ntes para dis- nizarse en tres fases, enmarcadas por el proceso de evaluación, que precede
•equerir acos- y acompaña a todas las secuencias de la intervención y que, en sí misma,
ama de TV, o puede constituirse en una parte importante de ésta, contribuyendo a desa-
ibios pueden rrollar las habilidades de autoobservación y autorregistro, además de aumen-
ue habrán de tar la percepción de control del cliente. En la tabla 8.4 se presenta una sínte-
sis de los objetivos y estrategias generales de cada fase del programa de
modificación de conducta alimentaria, que serán descritas con más deteni-
deberá domi- miento en sucesivos epígrafes.
ados en fuen-
a dieta no sea La primera fase incluye las acciones orientadas, prioritariamente, a los
>sta cuestión, ámbitos cognitivo y motivacional, necesarios para cimentar la decisión y el
entes. En este compromiso del cliente en su propio proceso de cambio, e implicarlo de forma
lud (Facultad activa en el logro de sus propósitos. La información facilitada al cliente, el
jmental en el ajuste de expectativas, el análisis de los criterios para la toma de decisiones,
>puestas más la selección y establecimiento de objetivos y el aumento de la percepción de
rgético de los control, que constituyen diferentes vías para lograr el estado motivacional
ante el emba- adecuado para que el cliente perciba y valore la modificación de ciertas con-
I deportistas, ductas, considerando el proceso como necesario, beneficioso y posible. Esta
etapa tiene, por tanto, un marcado carácter cognitivo-motivacional.
itación, etc.),
^sicólogo. La segunda fase, agrupa las acciones orientadas a implementar en el clien-
o que trabaje te las habilidades y recursos adecuados para lograr los cambios en el com-
rúales habrá portamiento alimentario, seleccionadas con arreglo a la información deriva-
•os profesio- da del análisis funcional. Este período, guiado por la naturaleza de las
H" relaciones técnicas de Modificación de Conducta, conlleva, de forma inseparable, la apli-
378 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Objetivo general:
Aumentar el autocontrol del cliente en relación con su
comportamiento alimentario.
Estímulos ambientales
Horario y lugar en que se come, presencia o no de otras
que rodean la
personas, estímulos señalizadores y distractores
conducta de comer
Tabla 8.6. Ejemplo de cuestionario para evaluar las conductas alimentarias incorrectas Tabla 8.6. (Con
y su frecuencia.
sas, lácteos, fibra, etc.), que aportan información útil en algunos casos, ya que
las puntuaciones obtenidas facilitan una orientación acerca del grado de ade-
cuación de la ingesta de esos alimentados. En la tabla 8.7 se presenta un ejem-
plo, basado en el propuesto por Thorogood (1996).
Sin duda, instrumentos de esta naturaleza proporcionan una información
bastante específica sobre el tipo de alimentos y la frecuencia de consumo de
éstos, pero no sobre otras cuestiones relevantes, como la forma de comer, el
lugar donde se realizan las comidas etc. Estos datos pueden obtenerse
384 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 8.7. Instrumento para evaluar lafrecuenciade ingesta (adaptado de Thorogood, 1996). circunstanci
tario infantil
Tipo de alimento y/o cantidad de alimento consumido
N.° de veces si el cliente
por semana autorregistr
rregistros, d
Grasas saturadas 1 2 3-5 >5 den aportar
zaje útil de
Queso (excepto requesón y queso fresco) 1 2 6 9 importancia
no olvidar <
Hamburguesas y salchichas 1 2 4 6
autorregistr
que implicí
Carne (cordero, cerdo, ternera) 1 2 6 9
invertir, ini(
Bacon y embutidos (excepto jamón y lomo embuchado) 1 2 5 8 ja en la tabl.
En este <
Yemas de huevo 0 1 3 5 pondientes
nándolo pa
Pavo, pollo o conejo 0 1 3 5 explicado U
Pescado blanco o azul 0 0 1 2
Leche semidesnatada 1 2 4 6
Leche entera 0 1 3 6
Puntuación total: <30, baja ingesta; 30-40, ingesta media; >40 ingesta excesiva.
vgood, 1996). circunstancias que las rodean. Cuando se trata del comportamiento alimen-
tario infantil, los padres habrán de ser entrenados para realizar esta tarea, pero
ie veces si el cliente es un adulto, e incluso un niño mayor, la autoobservacíón y el
semana autorregistro serán mucho más aconsejables y provechosos. Algunos auto-
rregistros, diseñados específicamente para evaluar cuestiones relevantes pue-
3-5 >5 den aportar una información más precisa, además de constituir un aprendi-
zaje útil de cara a aumentar el autocontrol de las personas, aspecto de gran
6 9 importancia en la modificación de la conducta. En este punto es importante
no olvidar que es preciso que el cliente se comprometa a cumplimentar el
4 6
autorregistro durante un período de tiempo de quince días, como mínimo, lo
que implica u n coste que algunas personas podrían no estar dispuestas a
6 9
invertir, inicialmente. Un instrumento de este tipo podría ser el que se refle-
8 ja en la tabla 8.8.
5
En este caso, se facilitaría al cliente el número de hojas de registro corres-
3 5 pondientes a los días necesarios para llevar a cabo la recogida de datos, entre-
nándolo para llevar a cabo esta tarea de forma correcta, después de haberle
3 5 explicado las ventajas de recurrir a este procedimiento.
1 2
6 9 Tabla 8.8. Ejemplo de autorregistro para evaluar, diariamente, algunos aspectos generales
de la conducta alimentaria.
5 8
Nnmbrp Ferha
4 6
Instrucciones: Por favor, anote cada día todos los alimentos que consume en las comi-
3 4 das habituales, meriendas y tapas, registre también las bebidas, tanto el agua como los
refrescos y bebidas alcohólicas y los complejos vitamínicos, dulces y chucherías.
7 17
Grado de Tipo de alimento
0 0 En casa Fuera Hora Cantidad hambre (indicar marca,
(0-10) si es conserva, congelado, etc.)
4 6
3 6
:esiva.
sarse en las
peso, intro-
ara la eva-
as y de las
386 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Los autorregistros aportan información no sólo de la frecuencia con que Las circunste
se consumen ciertos alimentos, sino de las posibles relaciones entre esta cues- relevante en relé
tión y el lugar donde se come, el hambre, la cantidad y los componentes de ciados con la co
la dieta. Estos datos pueden precisarse, progresivamente, incluyendo, por personas, la api
ejemplo, la rapidez con que se consumen los alimentos (ver tabla 8.9) y, en la zan durante la c
misma línea, podrían incorporarsere otros, tales como el grado de apetencia do de ánimo, pa
y de disfrute, el tiempo destinado a comer, el entorno en que se realiza comidas elegida
la comida, los estados de ánimo, las actividades que se realizan durante las trunientos simil
comidas, etc., si esta información fuera necesaria. utilizarse tanto
an aportados p<
estas mismas cu
ticas del cliente
Tabla 8.9. Ejemplo de autorregistro de la conducta alimentaria.
Cuando te ofrece
Cuando estás pr
Cuando estás es
Cuando todavía
Cuando va a sol
Cuando la comii
Cuando llega la
Cuando estás nt
Cuando has teru
Cuando estás ca
Cuando estás al
Como se ha comentado antes, la observación de conductas relacionadas con Cuando ves con
la alimentación constituye un procedimiento insustituible cuando se trata de
evaluar a niños pequeños. En estos casos, los adultos sobre quienes recaiga la Cuando estás vi
tarea de observación y registro, habrán de ser entrenados, previamente, para Con la cerveza c
desempeñar esta labor de forma adecuada. Esta tarea, además de proporcionar Cuando has hec
una información precisa y objetiva, contribuye a modificar algunas apreciacio- Indica las sitúa
nes sesgadas, que con frecuencia hacen los adultos implicados en el potencial comer algo
problema, y puede facilitar la identificación de ciertos comportamientos de
Indica las sitúa
éstos, que intervienen en la consolidación de la conducta alimentaria del niño.
nada, aunque i
Múltiples sugerencias útiles en esta línea pueden encontrarse en Gavino (1999).
DUCTAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN... 387
Las circunstancias que rodean la conducta de comer desempeñan un papel
relevante en relación con ciertos aspectos de ésta. Los estímulos externos aso-
ciados con la comida (e.g. el lugar donde se come, la presencia o no de otras
personas, la apariencia y olor de los alimentos, las actividades que se reali-
zan durante la comida, etc.), el hambre con que se accede a la mesa, o el esta-
do de ánimo, parecen influir en la forma de comer (rapidez, cantidad, tipo de
comidas elegidas, etc.). Estas cuestiones pueden ser evaluadas utilizando ins-
trumentos similares a los que se presentan en las tablas 8.10 y 8.11, pudiendo
utilizarse tanto en adultos como en niños, aunque en este caso los datos serí-
an aportados por los padres o encargados de la observación. Por otra parte,
estas mismas cuestiones pueden plantearse de forma verbal, si las caracterís-
ticas del cliente así lo aconsejan.
Comes de Cuántas
Situaciones maso veces ocurre
de menos a la semana
Tabla 8.11. Ejemplo de instrumento para evaluar la rapidez y cantidad de las comidas
principales.
RAPIDEZ
SITUACIONES CANTIDAD
(0-10)
La hora de la
En casa, sentado a la mesa y acompañado tantes bronca
En casa sentado a la mesa, estando sólo
Una vez identificadas las conductas que podrían considerarse como obje-
tivos del programa, para aumentar su frecuencia o para disminuirla, y detec-
tados los estímulos antecedentes y consecuentes que determinan dicho com-
portamiento, la primera tarea del psicólogo es favorecer la disposición del
cliente a implicarse en el proceso de cambio.
En este sentido, el trabajo psicológico en esta fase de la intervención
desempeña un papel clave en el desarollo de las siguientes y, evidentemen-
te, es fundamental para el logro de los objetivos del programa. Sin la moti-
vación adecuada, tanto en intensidad como en consistencia, sería muy impro-
bable la implicación consciente y activa del cliente en las acciones dirigidas a
modificar su conducta alimentaria de forma estable. Como señala Knapp
(1988), este estado motivacional parece depender de: a) que la persona perci-
ba que es vulnerable a los problemas que se derivan de su conducta alimen-
taria habitual, b) que valore dicha conducta como perjudicial para su salud y
que, en consecuencia, desee modificarla, c) que considere que estos compor-
tamientos habituales son realmente perjudiciales y, en consecuencia, que
CTAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN... 391
desee sustituirlos por otros más saludables, d) que estime que los cambios de
su conducta alimentaria pueden contribuir eficazmente a la reducción de los
riesgos de contraer ciertos trastornos orgánicos y a aumentar su salud y bie-
nestar y e) que se considere capaz de llevar a cabo el programa de modifica-
ción de su conducta alimentaria.
Desde diversos planteamientos teóricos (e.g. Modelo de Creencias sobre
la Salud, Teoría de la Acción Razonada) se ha enfatizado la importancia de
tomar en consideración el papel que desempeñan las actitudes, creencias y
valoraciones de las personas en los cambios de conducta y en la estabilidad
de éstos. En un estudio reciente, Bermúdez y Lasa (1998) han encontrado que
la contribución de la actitud a la modificación de la conducta era menos sig-
nificativa de lo esperado, destacando, en cambio, la relevancia del balance
costes/beneficios y de la percepción de autoeficacia del sujeto, e incluso, que
la percepción de vulnerabilidad parecía incidir sobre los restantes procesos,
especialmente sobre la toma de decisiones, estando mediada, en cualquier
caso, por la percepción del balance costes/beneficios vinculada a dicha deci-
sión.
A pesar de su importancia, estas cuestiones no suelen recibir la atención
que merecen, reduciéndose la actuación psicológica, en muchos casos, a faci-
litar información nutricional y a persuadir al cliente de la conveniencia de
introducir ciertos cambios en su comportamiento alimentario, mediante argu-
mentos más o menos convincentes que, si bien pueden generar una cierta dis-
posición favorable en el cliente, suele ser poco consistente, y muy vulnerable
a las dificultades que plantea la modificación de la conducta habitual, fuer-
temente arraigada en el repertorio de la persona.
Sin embargo, el conocimiento psicológico ofrece múltiples estrategias,
específicamente dirigidas al ámbito cognitivo y motivacional, que pueden ser
de gran utilidad en la modificación de las conductas habituales del cliente.
En este sentido, hay que destacar las aportaciones de Buceta (ver Buceta y
Bueno, 1995; Buceta, Bueno, López-Augustin y Gimeno, 1995; Buceta, 1996;
Buceta, Gutiérrez, Castejón y Bueno, 1996; Buceta, 1998 y el capítulo 7 en este
mismo volumen), en diversos contextos de la intervención psicológica. En
estos y otros trabajos, el autor ha recogido, adaptado y desarrollado nume-
rosas propuestas, de notable utilidad, integrándolas para su aplicación, tanto
en el ámbito de la salud, como en otras parcelas del comportamiento habi-
tual. En concreto, la utilización de matrices de decisión, los procedimientos
para establecer objetivos y la previsión de posibles dificultades que pudieran
interferir en el logro de éstos, suponen una contribución clave, que merece
ser destacada por el papel que desempeñan en el proceso cognitivo-motiva-
cional de la modificación de conducta, especialmente, en esta fase del pro-
grama. Por esta razón, es aconsejable remitirse a las publicaciones antes cita-
das, para profundizar en estas cuestiones, que en este capítulo serán descritas
de forma sucinta.
392 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
nlleva el ries- esta disposición, puede recurrirse a hojas de balance para la toma de deci-
lel programa, siones y matrices de decisiones, cuya natualeza y aplicación han sido descri-
tas por Buceta et al. (1995,1996), recomendando al interesado la consulta de
estas fuentes que pueden resultar de gran ayuda.
as del cambio
placer de una
torno social y
>ortante, equi- a) Hojas de balance
Tabla 8.13. Ejemplo de hoja de balance sobre la posibilidad de desayunar antes de ir a clase.
O
c_>
Puntos Puntos B
+ 53 -15 É
positivos negativos es —
o u
H-.
tu
Vi
a.
en <X¡
tu —
"^
w
H CJ
gica incorporada a principios de los ochenta (Buceta y Rees, 1983) a la modi- cu
<x>
ficación de hábitos, y perfeccionada por Buceta en las décadas siguientes (ver O -z.
: u
Buceta, 1987; Buceta y López de la Llave, 1989; Buceta et al, 1995; Buceta et y
l o
N
Zl
•x!
al., 1996; Buceta, 1998 y capítulo 7 en este mismo volumen), adaptándola a < i
cu
-i
diferentes contextos. Estos instrumentos tienen un extraordinario valor prác- 1M
2-, -
tico, ya que facilitan el proceso de identificación y valoración de las diferen- C 0 —
CS -¡
tes alternativas, propiciando la implicación activa del cliente en el proceso s •A
CU D
decisional. Es, además, una estrategia psicológica que contribuye a desarro- ^ U <fl
llar y estabilizar la motivación del cliente, necesaria para comprometerse con sx. < o
£ U
los cambios conductuales, propiciando la percepción de autocontrol, y cons- ¡J-T
>—1
UJ
tituye una excelente alternativa a la hoja de balance, descrita en el epígrafe
Z
anterior. «*i
lH
tu
00
pa
Ayudado por el psicólogo, el cliente habrá de formular tres o cuatro posi- m
bles objetivos, anotando los beneficios y los costes correspondientes a cada J>
uno de ellos, tanto a corto como a medio/largo plazo. Es importante mante- £
ner el diseño de esta matriz, tal como ha sido propuesta por su autor (ver 1/5
Vi
tabla 7.8 en el capítulo anterior), ya que facilita la percepción intuitiva de la
relación causal entre los costes (a corto plazo) y los beneficios (a medio/largo
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Pasar hambre antes de com-
petir
Comer lo que me Disfrutar de la comida, sin Miedo a no dar el peso
•—*
13
preocuparme Tener que competir en otra
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397
Bajar el rendimiento
398 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Una vez que el cliente ha tomado una decisión sobre la alternativa que
estima más conveniente, en función del balance costes/beneficios, el paso
siguiente supone determinar los objetivos de forma precisa. También en esta
tarea, es crucial la implicación activa del cliente, ya que en la medida en que
perciba dichos objetivos como metas interesantes y posibles para él, será más
probable que se comprometa a llevar a cabo las conductas necesarias para
lograrlas. Por tanto, el establecimiento de objetivos puede contribuir eficaz-
mente a consolidar el estado motivacional del cliente, además de facilitar la
planificación del programa de intervención psicológica y establecer algunos
criterios para evaluar el proceso de intervención conductual.
Algunos objetivos pueden ser muy sencillos de lograr y, no por ello,
menos relevantes para la salud. Por ejemplo, sustituir las grasas saturadas,
TAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 399
¿Hasta qué
¿Es un
Interés por punto
objetivo ¿Se deben alcanzar
Objetivos de realización el objetivo depende de
alcanzable? antes otros objetivos?
(0-10) mí misma?
(0-10) Tabla 8.16. m
(0-10)
Aumentar el c
necesita, previamente, «tener fuerza de voluntad». Por el contrario, el único frutas y verdu
objetivo que no requiere alcanzar previamente otros, que depende exclusi-
vamente de ella misma, y que se valora como muy alcanzable (tomar más fru-
tas y verduras), tiene como contrapartida ser el menos interesante para ella.
En relación con la fuerza de voluntad, puede ser un buen momento para Cenar todos ji
que el psicólogo explique, brevemente, que tal vez no sea tan necesaria como lando tranqu
la gente cree, introduciendo alguna información sobre la existencia de ciertas sin broncas
estrategias psicológicas que permiten sortear ese obstáculo del voluntarismo,
y que, incluso, permiten obtener mejores resultados con menos desgaste per-
sonal. Informaciones de esta índole pueden ser suficientes, en muchos casos, No comer
para desmitificar al gran enemigo de la modificación de hábitos —el déficit mientras veo 1
de fuerza de voluntad— abriendo la perspectiva de que puede ser combati-
do con eficacia por otras vías.
AS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 401
Para contribuir a la elección pueden discutirse todos los aspectos refleja-
dos por el cliente en la hoja de objetivos y, en caso de que esto no fuese sufi-
ciente, podría recurrirse a trabajar con un instrumento como el de la tabla 8.16.
Aunque esta estrategia está destinada, originalmente, a trabajar con los obje-
tivos seleccionados previamente, puede ser oportuno, además, en el sentido
que se ha mencionado.
Tabla 8.16. Ejemplo de instrumento para analizar los objetivos y para prevenir posibles problemas
que puedan interferir en su consecución.
Que otros se pongan a picar delan- Pensar que se van a poner como
No comer chucherías, te de mí focas
mientras veo la TV Que salgan anuncios de «cosas Irme de la sala durante los anun-
ricas» cios
402 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Los datos que aporta el trabajo realizado con este instrumento pueden faci- Tabla 8.17. 1
litar la elección final del interesado que, por ejemplo, podría optar, inicial-
mente, por el primer objetivo (desayuno completo en casa antes de ir a traba-
jar), además de abordar parte del cuarto (aumentar el consumo de frutas y
verduras) ya que, en parte, implica un logro parcial del tercero (reducir el con-
sumo de precocinados y productos industriales), al sustituir algunas comidas
de esta índole por ensaladas y similares. A partir de este momento, conviene
precisar algunas cuestiones relacionadas con los objetivos, especialmente, la
fecha establecida como límite para lograr estas conductas de forma habitual y
los criterios mediante los cuales se evaluará la medida en que se han alcanza-
do. Pero, también conviene especificar aspectos tales como la frecuencia y can-
tidad del consumo de verduras y frutas, o el número de incumplimientos men-
suales que se puden considerar aceptables. Por ejemplo, en lo que atañe al
desayuno, sería razonable aceptar que los domingos fuese más ligero, si se
levanta más tarde por haber trasnochado la víspera, e incluso, que una vez al
mes se omita esta comida por alguna causa extraordinaria.
Retomando el caso del judoka, al que se hizo referencia en la tabla 8.14, el
establecimiento de objetivos requeriría la colaboración del médico deportivo
quien, basándose en el estudio cineantropométrico del cliente, y de la carga de
entrenamiento que soporta, determinará las calorías necesarias para su correc-
to funcionamiento. En la tabla 8.17 se presenta un ejemplo de instrumento que
podría utilizarse, en este caso, para seleccionar y establecer los objetivos, en el Intermedios
que éstos se consideran tanto a corto, como a medio y largo plazo.
También, en este caso, sería aconsejable recurrir a instrumentos similares
al que se presentó en la tabla 8.16, o al propuesto en la tabla 7.10 en el capí-
tulo anterior, que facilita el análisis pormenorizado de los posibles obstácu-
los que pudieran surgir en la consecución de cada objetivo de realización,
junto a las estrategias adecuadas para solventar tales problemas.
El trabajo realizado con instrumentos de esta índole contribuye, eficaz-
mente, a valorar el interés y la viabilidad de los objetivos, y facilita la eva-
luación del programa, al proporcionar criterios especfícos para determinar
hasta qué punto se han alcanzado, o no, las metas propuestas. Inmediatos
Naturalmente, el diseño de estos instrumentos puede y debe adaptarse a
las características de cada cliente, pero, en cualquier caso, habrán de conser-
varse los contenidos esenciales y, sobre todo, la forma de realizar esta tarea,
cuyo propósito fundamental es implicar al cliente de forma activa en la ela-
boración del programa y en su participación en éste.
Por otra parte, este tipo de estrategias proporciona al psicólogo informa-
ción de gran utilidad para comprender mejor la naturaleza de los problemas
de la persona con la que va a trabajar en estrecha colaboración, favoreciendo
la anticipación de dificultades y la prevención del impacto que éstas pudie-
ran tener sobre su cliente.
•UCTAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 403
ito pueden faci- Tabla 8.17. Ejemplo de instrumento para el establecimiento de objetivos de resultado y
de realización, a corto y largo plazo, de un judoka.
a optar, inicial-
es de ir a traba- Objetivos de resultado Objetivos de realización Fecha
LDIO de frutas y
(reducir el con-
gunas comidas Seguir la dieta a diario
lento, conviene Comer en casa, sentado a la
mesa, cuando no salga a compe-
pecialmente, la
tir, al menos en desayuno y cena
>rma habitual y Mantener estabilizado
Permitirme algún lujo (una
se han alcanza- el peso corporal total
pizza, una palmera de chocola- 3
ecuencia y can- A largo plazo entre 77 y 79.5 kg, con
te) sólo una vez, después de ter- meses
limientos men- un % de peso muscu-
minar un campeonato
lo que atañe al lar entre 53.5 y 56.6
No recurrir nunca a vómitos,
las ligero, si se diuréticos o saunas para bajar
que una vez al de peso rápidamente
Seguir entrenando como siempre
la tabla 8.14, el
dico deportivo Seguir la dieta a diario, excepto
- de la carga de Consolidar el control
los domingos (dieta «especial»)
adquirido respecto a
para su correc- Comer en casa, sentado a la
mi forma de comer
strumento que mesa, cuando no salga a compe-
Mantener estabilizado 4
abjetivos, en el Intermedios tir, al menos en desayuno y cena
el peso corporal total semanas
iZO. No recurrir nunca a vómitos,
entre 76 y 79.5 kg, con
diuréticos o saunas para bajar
•ntos similares un % de peso muscu-
de peso rápidamente
lar entre 52.3 y 56.6
'.10 en el capí- Seguir entrenando como siempre
Ales obstácu-
le realización,
as. Observar y apuntar en qué cir-
cunstancias tengo más proble-
ibuye, eficaz- mas (y dónde menos) para con-
:
acilita la eva- trolar mi conducta de comer y
ra determinar Aprender a controlar qué pasa cuando como lo que
no debo 2
Inmediatos mi conducta
alimentaria semanas
Desayunar bien en casa
>e adaptarse a No recurrir nunca a vómitos o
•án de conser- diuréticos para bajar d e peso
zar esta tarea, rápidamente
tiva en la ela- Seguir entrenando como siempre
Aunque las estrategias y técnicas que se han expuesto hasta ahora se pro-
ponen dentro de la primera parte del programa, con unos objetivos concretos,
pueden ser m u y útiles en otros momentos de la intervención y, en algunos
404 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Tabla 8.18. Estrategias generales para favorecer la conducta de desayunar correctamente. Así mismo, pe
después del desa;
Dejar preparado, la víspera, todo lo necesario para el día siguiente (ropa, nado a esos asun
libros, etc.) y, especialmente, la mesa del desayuno con la fruta, mermelada, mentar la técnica
cereales, azúcar, tazas, etc., así como la cafetera, lista para hacer el café capaz de utilizarl
Poner el despertador media hora antes de lo habitual
Si este tipo de
Realizar las tareas de forma ordenada y diligente, pero sin apresuramien- padres constituy
tos (por ejemplo, abrir la ventana y retirar la ropa de la cama para que se
ellos la tarea de c
ventile, antes de ir a la ducha; encender la cafetera para que haga el café,
mientras se viste, etc.) sus hijos adquier,
tido, la forma de
Activar la percepción de sensaciones placenteras (aspirar el aire cuando se
abre la ventana, centrar la atención en el agua de la ducha sobre la piel, el a ellos, la manera
olor del jabón, el tacto de la toalla, etc.) disfrutando con todo ello y, de forma adultos en relacic
especial, con la visión y el aroma de los alimentos cia. No obstante,
Comprobar que se dispone de tiempo para tomar el desayuno con tranqui- no deben insistir
lidad tiempo que les r
Centrar la atención en la textura, sabor, olor y temperatura de los alimen- mochila.
tos, detectando las diferencias entre unos y otros En algunos ca
Evitar las discusiones y las conversaciones estresantes mientras se desayu- mientos de condi
na, posponiéndolas para después de levantarse de la mesa lantando, progre
Si se prevé una jornada dura, puede destinarse un momento a pensar en hambre. En este s<
cómo afrontar los problemas (por ejemplo, mientras baja las escaleras y se ne en el ejemplo
dirige al autobús), pero durante el tiempo del desayuno habrán de dejarse
fuera ese tipo de preocupaciones
Anotar en una hoja el grado de placer percibido durante el desayuno
Tabla 8.19. Ejen
Recordar las sensaciones gratificantes relacionadas con la conducta de desa- mente, en estrategia*
yunar
Una madre
comentó este pi
los porque no h
A pesar de su aparente simplicidad, estas estrategias pueden requerir un tra- Una de sus ami
bajo minucioso por parte del psicólogo que, en algunos casos, tendrá que entre- solución útil, fe
nar al cliente a percibir sensaciones placenteras que habitualmente le pasan inad- decidieron utili
vertidas, o ayudarlo a planificar las acciones para un mejor aprovechamiento de estrategias y
del tiempo. Cuando se precise llevar a cabo un «entrenamiento hedónico», con- cuánto tiempo t
de haberse lev a
viene comenzar por centrar la atención del cliente en sensaciones gratificantes tiempo durante
ajenas a la comida y que preceden a ésta (por ejemplo, el agua de la ducha sobre Los datos a
la piel, el tacto de la ropa limpia, la sensación de vitalidad después de haberse ción, indicaron
espabilidado con la ducha, etc.) y. una vez logrado esto, se continuará con las
• No teníai
percepciones vinculadas a los alimentos, incidiendo en la importancia de detec- braban a
tar las diferencias de sabor, temperatura, textura y aroma de cada uno de ellos. la, para q
Junto a estas percepciones, pueden inducirse pensamientos, imágenes y sensa- • Se levant
ciones, relacionadas con el aumento de vitalidad, energía y bienestar general,
que contribuyan a subrayar los aspectos gratificantes de la conducta.
HXTAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 407
ir correctamente. Así mismo, posponer las discusiones o los pensamientos estresantes para
después del desayuno, requiere, por una parte, establecer el momento desti-
dente (ropa, nado a esos asuntos (si tal cosa resulta imprescindible) y, por otra, imple-
mermelada, mentar la técnica de detención del pensamiento, de forma que el cliente sea
r el café capaz de utilizarla de forma eficaz.
Si este tipo de problema se presenta en los niños, el entrenamiento de los
•esuramien- padres constituye una pieza de crucial importancia, correspondiéndoles a
para que se ellos la tarea de crear las condiciones antecedentes más favorables para que
laga el café, sus hijos adquieran el hábito de desayunar de forma adecuada. En este sen-
tido, la forma de despertarlos, el tono y el ritmo de la voz con que se dirigen
e cuando se
re la piel, el a ellos, la manera en que se ofrecen los alimentos, y la propia conducta de los
y, de forma adultos en relación con el desayuno, desempeñan un papel de gran relevan-
cia. No obstante, también es importante que los padres comprendan por qué
on tranqui- no deben insistir en que los niños se coman todo, y menos, urgiéndoles, al
tiempo que les recuerdan que guarden los lápices y los cuadernos en la
los alimen- mochila.
En algunos casos de falta de apetito matinal puede recurrirse a procedi-
se desayu- mientos de condicionamiento temporal graduales, de forma que se vaya ade-
lantando, progresivamente, el momento en que se perciben las señales de
i pensar en hambre. En este sentido, se podría proceder de forma similar a la que se expo-
caleras y se ne en el ejemplo que se presenta en la tabla 8.19.
i de dejarse
tyuno
Tabla 8.19. Ejemplo de aplicación de intervención psicológica centrada, fundamental-
:ta de desa- mente, en estrategias para modificar el condicionamiento temporal de las señales de hambre.
que la persona siente un hambre voraz, puede ser utilizada, antes del desa-
yuno, facilitando la percepción de apetito.
El reforzamiento directo, social o material, especialmente cuando se admi-
nistra a los niños, suele requerir que los adultos conozcan y dominen la apli-
cación de esta técnica, reservando las palabras de elogio, sonrisas o juguetes,
para después de que el pequeño haya terminado de comer, o utilizándolos en
un programa de aproximaciones sucesivas previamente, diseñado. En las per-
sonas de más edad, a las contingencias externas gratificantes, convendría aña-
dir procedimientos de reforzamiento encubierto.
especialmente cuando las personas se enfrentan a una tarea estresante (e.g. pre-
parar un examen, redactar un informe urgente, etc.). En estas circunstancias
es frecuente la aparición de comportamientos de evitación (levantarse cons-
tantemente, telefonear a múltiples personas, ordenar los papeles, etc.), entre
los cuales se encuentra la «imperiosa necesidad de comer cosas ricas».
En estos casos, pueden actuar como desencadenantes de la ingesta ina-
decuada, tanto los estímulos ambientales (e.g. la mesa de trabajo), como la
percepción de las señales de ansiedad, fisiológicas, cognitivas y motrices, vin-
culándose entre sí de forma consistente. Las estrategias psicológicas para
resolver este problema son similares a las propuestas en la tabla 8.20, pero
puede requerirse la introducción de algunas técnicas adicionales; por ejem-
plo, para controlar la ansiedad, reenfocar la atención sobre la tarea, tal como
se refleja en la tabla 8.21.
tas habilidades. Así, por ejemplo, la planificación del trabajo, estableciendo los
períodos de tiempo asignados a cada parcela de la tarea y los objetivos corres-
pondientes, el aprendizaje de la técnica de detención del pensamiento, seguido
del reenfoque en el objetivo o el entrenamiento en habilidades para controlar la
activación fisiológica, por ejemplo, mediante la respiración. Muy importante es,
también, el adiestramiento para evaluar el rendimiento en el estudio, o en el tra-
bajo que tiene que realizar el cliente, para relacionarlo con su habilidad para con-
trolar sus conductas interferentes, entre las que se encuentra la ingesta impro-
piada, precisándose tener en cuenta el grado de dificultad de la tarea en cuestión,
con objeto de ponderar los logros de forma equilibrada.
En estos y otros muchos casos, en los que el objetivo fundamental de la
intervención se centra en el control de los estímulos antedecentes, suele pre-
cisarse, además, la incorporación de estrategias orientadas a otras cuestiones,
implicadas en el control de la conducta alimentaria, como se ha visto en los
ejemplos anteriores.
Los problemas de conducta alimentaria por exceso han sido tratados por
numerosos autores (e.g. Alemany, 1992; Schmidt y Treasure, 1993; Cervera,
1996; Virgili y Leyes, 1997; Saldaña, 1998) en publicaciones sobre prevención
y tratamiento de la obesidad y trastornos compulsivos de la ingesta; sin
embargo, los déficits han recibido escasa atención, excepto en lo que atañe a
la anorexia y a la modificación del comportamiento alimentario infantil (e.g.
Butterfield, 1974; Méndez y Maciá, 1990; Gavino, 1999), obviando el hecho de
que este problema afecta también a otros sectores de la población (especial-
mente a los ancianos y a las personas que viven solas). En este contexto, el
exceso de fatiga, algunos estados de ánimo y la soledad, constituyen ejem-
plos de factores que pueden contribuir a este tipo de trastorno.
Así, por ejemplo, el agotamiento al final de la jornada parece influir de
forma negativa en la conducta alimentaria de muchas personas, afectando
tanto a la disminución de las señales de hambre, como a la falta de disposi-
ción a meterse en la cocina para preparar una cena saludable, por sencilla que
ésta sea, optando, en cambio, por productos industrialmente cocinados que,
además, suelen consumirse zambullidos en el sofá, delante del televisor y con
una masticación insuficiente. Esta situación se agrava, generalmente, cuando
las personas viven solas y, por tanto, carecen del estímulo social, tan vincu-
lado al hecho de comer. En otros casos, ciertos estados emocionales, espe-
cialmente la ansiedad, influyen de forma notable en el apetito, aunque, como
ya se ha indicado, tal influencia puede manifestarse de formas radicalmente
opuestas: inhibiéndolo o aumentándolo.
•ÜCTAS DE RIESGO
ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN ... 413
Animar a las personas para que aprendan a cocinar recetas sencillas, • haceru
sabrosas y nutritivas, puede constituir una estrategia interesante, que el psi- rencia,
cólogo habrá de reforzar, interesándose por los progresos culinarios de su mo;
cliente y subrayando el aspecto hedónico de esta actividad. En muchas oca- • comen;
siones, esto modifica la percepción de coste, atribuida a las tareas de cocina, rriende
sustituyéndola por la de beneficio, asociado al disfrute de esta actividad y al dos y li
de la propia degustación de lo que se ha preparado.
• condin
En definitiva, algunas estrategias que pueden resultar útiles en este con- zar» aq
texto provienen del conocimiento acumulado por la Psicología en relación cuidar
con la modificación de conducta en otros ámbitos, otras, pueden idearse a
partir de la reflexión sobre la naturaleza del problema en cuestión, permi- • poner,
tiendo incorporar alternativas creativas y útiles. Sin embargo, en este último ta pref<
caso, la clave reside en el propósito específico que se pretenda alcanzar (enfo- • enfatiz
car la atención sobre unos estímulos, en lugar de sobre otros, introducir pen- tos, tar
samientos incompatibles con los que interfieren en el buen funcionamiento
de la persona, activar la conducta, etc.), enmarcándose, en cualquier caso, los • introdi
procedimientos que se desarrollen, en las directrices generales de la inter- bien la
LAS DE RIESGO ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS PARA LA PROMOCIÓN . 415
comportamien- Tabla 8.22. Algunas orientaciones generales para controlar la conducta alimentaria.
:ados mediante
LO de ellos, exis- • Vincular ciertos estímulos con la conducta de comer: sentándose a la mesa
;te contexto; un (en el comedor o en la cocina), a las mismas horas, aproximadamente, y evi-
tando hacerlo en cualquier otro lugar de la casa
• Oganizar las actividades diarias incluyendo el tiempo necesario para dis-
frutar de la comida con tranquilidad, al menos el desayuno y la cena
• Eliminar los estímulos distractores antes de sentarse a comer (juguetes,
revistas, televisor, etc.), sin retirarlos durante la comida como castigo a un
den verse afec- mal comportamiento, pero pudiendo ser utilizados como recompensa pos-
rnar a los hábi- terior, si la conducta de comer ha sido correcta
ía remontar esa • Posponer las discusiones y reprimendas para otro momento, propiciando
:onsiderar sus un clima sereno y distendido
imano las solu- • Dedicar, aproximadamente, unos veinte minutos a las comidas principales,
lades comunes masticando cuidadosamente y centrándose en percibir las características
ibios en el esti- hedónicas de los alimentos y las señales de saciedad, cuando aparezcan
n mantener los • Dejar de comer cuando se perciban las señales de saciedad, sin forzarse a
teración de los terminar el plato de forma ineludible
den afectar las • Cuando la ansiedad, el aburrimiento o el mal humor, desencadenan una
n reciente. Por ingesta excesiva, centrarse en controlar el estado de ánimo, o buscar dis-
v pasan a vivir tracciones placenteras, incompatibles con la conducta de comer, antes de
'lemas alimen- iniciar ninguna comida
que vuelven a • Tener una despensa desprovista de «tentaciones alimentarias» (chocolate,
galletitas, refrescos, etc.), o guardarlas en un lugar de muy difícil acceso o,
por el contrario, tener a mano frutas apetitosas, verduras frescas, frutos
3 de la planifi- secos, jamón serrano y otros alimentos, nutritivos y saludables cuya pre-
'ución oportu- sencia y accesibilidad induzca a su consumo en las personas que tienden a
ntada hacia el comer de forma insuficiente
que éstas dis- • Comer despacio, cortando en pequeños trozos los alimentos y dejando los
roblemas que cubiertos después de cada uno o dos bocados
os saludables. • Comer regularmente cada cuatro o cinco horas, para evitar la sensación de
hambre que pueda desencadenar ingestas excesivas
:ta implica la estas variables supone una parte importante del proceso, pero, como se ha
10, formando comentado antes, estos beneficios tienen lugar a largo plazo y, además, están
ilgunas cues- mediados por otras cuestiones que no resulta fácil controlar.
Así, el cono-
En este sentido, a la evaluación de la salud orgánica, a través de algunos
ie autoobser-
indicadores sensibles a los cambios alimentarios, pueden añadirse otros
ntrolar por sí
a lo largo de aspectos relevantes. Puesto que, el concepto de salud conlleva una dimensión
;in embargo, objetiva y otra subjetiva, no menos importante que la primera, ambas habrán
itaria es pre- de tomarse en consideración. Así, por ejemplo, el control de la presión arte-
^aluación de rial, niveles de folatos, calcio, hierro, etc., los niveles de colesterol total, el
418 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CAPITULO 9
TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE
LAS CONDUCTAS ADICTIVAS
Elisardo Becoña
1. INTRODUCCIÓN
consecuencias que suelen acompañar a éste impidan al principio asumir el pro- ellas. Esta <
blema. Aparte, por los procesos de cambio, se sabe que la persona tiene que personas q
pasar por distintas fases antes de asumir que tiene que hacer un cambio. años consu
tran mal p'
Una vez que la persona ha asumido que tiene que cambiar va a solicitar relevancia
distintos tipos de ayuda. Y es entonces de gran importancia hacerle ver clara- situaciones
mente que precisa ayuda, que tiene que cambiar su conducta por las graves y tos, entre I
evidentes consecuencias que le está produciendo, pero que la persona no ve disponibili
en ese momento (por ejemplo, que lo han despedido del trabajo, que ha teni- adecuadan
do que abandonar los estudios, que tiene conflictos familiares, que lo ha dete- gas, que se
nido la policía, que tiene que ingresar en prisión, que sus relaciones sociales ambiente,
han cambiado y ahora se relaciona sólo con amigos consumidores, etc.). olvidar qu
Superada la fase de negación del problema o minimización del mismo, consumo t
hay que delimitar claramente el problema por el que acude, factores relacio- nativas de
nados y otros problemas que ha causado la dependencia. Esta es la fase de cuencias •
evaluación, que ya se ha expuesto en el punto anterior, es de gran relevancia a las venta
para el tratamiento. Dadoc
dencia de
Dentro ya del tratamiento, éste se va a orientar inicialmente a que la per- nes compc
sona consiga la abstinencia. Aquí va a variar el abordaje según se trate de una un elemen
persona dependiente del alcohol, de la nicotina, de la heroína, de la cocaína, el modelo
del juego o de Internet, pero son más los aspectos comunes que distintos en lo mismo, co
que atañe a las técnicas de tratamiento que utilizaremos con unos o con otros.
de la recaí'
Hoy existen, especialmente en el tratamiento de la dependencia de la heroína,
podemos
junto a los programas orientados a la abstinencia, otros programas de reduc-
pueda vol
ción de daños, fundamentalmente los de mantenimiento con metadona.
Finalrr
En el caso de la heroína la desintoxicación cobra una gran relevancia, por de vida sa
estar presente en las personas dependientes de la misma tanto la dependen- Aunque e
cia física como la psicológica. Para la primera, se desintoxica al organismo de vida ni
mediante una interrupción brusca o paulatina de la sustancia. En la cocaína depender
y drogas de síntesis, como en el juego patológico y casi todas las adicciones medio soc
comportamentales, lo más importante es la dependencia psicológica, de ahí en el estilí
que la deshabituación psicológica se convierte en el aspecto esencial en ellas. y fácil con
Conseguida la desintoxicación, o lo que es lo mismo que la persona deje análisis d<
cobra una
de consumir la sustancia, se pasa al proceso de deshabituación psicológica.
en los pro
Este es el proceso más largo y complejo del proceso adictivo, con la excepción
tores que
de los casos de personas que están en un programa de mantenimiento con
metadona, en cuyo caso ambos procesos van en paralelo.
La deshabituación psicológica pretende conseguir que la persona depen- 3.2. El p
diente de una sustancia o del juego sea capaz de afrontar la abstinencia. Por
A con
ello, en el caso de la dependencia de la heroína y de otras sustancias, se le entre-
cualquier
na, mediante distintas técnicas, en afrontar la vida sin drogas, en poder evitar-
mismas p
las, en rechazarlas y en reorganizar su ambiente de modo que pueda estar sin
XAS DE RIESGO
TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS 429
ellas. Esta es una de las partes más complejas de todo el proceso dado que las
personas que acuden a tratamiento en ocasiones llevan un buen número de
años consumiendo. Además, muchos han descubierto que cuando se encuen-
tran mal pueden ponerse mejor rápidamente consumiendo drogas. De ahí la
relevancia que tiene el entrenamiento en estrategias de afrontamiento ante las
situaciones de riesgo para el consumo. Las drogas producen efectos inmedia-
tos, entre el consumo y su efecto pasan pocos segundos; hay también una gran
disponibilidad de ellas, y la persona sabe como acceder a las mismas. Entrenar
adecuadamente al individuo para que adquiera habilidades para vivir sin dro-
gas, que se encuentre bien subjetiva y anímicamente y que tenga apoyo en su
ambiente, son algunas de las claves del éxito de un tratamiento. No se debe
olvidar que las drogas consiguen no sólo un efecto inmediato, sino que, por el
consumo previo, se han hecho claramente reforzantes. Hay que buscar alter-
nativas de refuerzo para el individuo y para que pueda contraponer las conse-
cuencias negativas del consumo (ya que cuando es adicto sólo ve las positivas)
a las ventajas, a nivel personal, familiar, social, etc., que tiene no consumir.
Dado que sabemos que la recaída es algo íntimamente unido a la depen-
dencia de cualquier sustancia, tanto sea de tipo legal como ilegal, o adiccio-
nes comportamentales, el entrenamiento del sujeto en prevenir la recaída es
un elemento de gran relevancia una vez superadas las fases anteriores. Desde
el modelo de Marlatt y Gordon (1985), y los desarrollos hechos a partir del
mismo, con técnicas efectivas para que la persona no recaiga, la prevención
de la recaída se ha convertido en un componente más del tratamiento. Con él
podemos conseguir que la persona se mantenga abstinente y que, si recae,
pueda volver de nuevo a la abstinencia en el menor tiempo posible.
Finalmente, si la persona cambia su estilo de vida anterior por un estilo
de vida saludable es más probable que mantenga la abstinencia a largo plazo.
Aunque ello es hoy claro, la realidad nos muestra que un cambio en el estilo
de vida no siempre es fácil, especialmente en los adictos a opiáceos, y va a
depender de múltiples circuntancias, tanto del sujeto como de la familia y del
medio social, oportunidades, madurez, etc. Cuando conseguimos un cambio
en el estilo de vida relacionado con la abstinencia, entonces es más probable
y fácil conseguir mantener la abstinencia tanto a corto como a largo plazo. El
análisis de la comorbilidad, relacionado con el cambio en el estilo de vida,
cobra una gran relevancia. Hacer un seguimiento de ella y poder intervenir
en los problemas asociados al consumo de drogas puede ser uno de los fac-
tores que facilitan el mantenimiento de la abstinencia.
alguna técnica específica para adicciones concretas como veremos en un Tabla 9.3. I
punto posterior.
Las fases de un tratamiento para una persona con una adicción incluyen:
demanda de tratamiento, evaluación, tratamiento y seguimiento. A su vez, den-
tro del tratamiento, se distinguen seis fases: desintoxicación o mantenimiento;
deshabituación psicológica o consecución de la abstinencia de la sustancia o
dejar de hacer la conducta; normalización, cambio de estilo de vida anterior y
búsqueda de nuevas metas alternativas a la adicción; prevención de recaídas;
programa de mantenimiento o programa de apoyo a corto, medio y largo plazo;
y, cuando sea necesario, programa de juego controlado (en el caso de adicción
al juego) o programas de reducción de daños (por ejemplo, en la dependencia
de la heroína). Además, en éste como en otros trastornos, debido a los proble-
mas asociados al mismo, el psicólogo tiene que poner en marcha todos los
recursos terapéuticos disponibles que nuestra ciencia nos proporciona.
En la tabla 9.3 se exponen con detalle dichas fases, el objetivo básico a con-
seguir en cada una de ellas, los elementos que debemos considerar y los pro-
cedimientos técnicos necesarios. Se exponen también las técnicas de trata-
miento más importantes que se utilizan, prestando una atención especial a
los aspectos motivacionales antes del tratamiento, a la prevención de la recaí-
da y al mantenimiento a largo plazo.
(Continúa) (Continúa)
432 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Queda
Tabla 9.3. (Continuación)
siga la absti
descartar I
Elementos a considerar: superación de las fases
anteriores, mantenimiento de abstinencia, efec- la realizad
Fase IV los prograr
to de la violación de la abstinencia.
Prevención de con la mete
Procedimientos técnicos: técnicas de prevención De este mo
recaídas
de recaídas (e.g. autoinstrucciones, entrena-
su conducl
miento en solución de problemas, etc.).
A conti
riores.
Objetivo básico: entrenamiento en estrategias de
mantenimiento de la abstinencia a largo plazo
Fase V y en cómo mejorar la calidad de vida.
3.2.1. Inc
Programa de Elementos a considerar: apoyo familiar, visitas
mantenimiento de seguimiento a largo plazo, asistir a asocia-
o de apoyo a
Hoy se
ciones de autoayuda, etc.
corto, medio y las conduc
largo plazo Procedimientos técnicos: entrenamiento en rela- a tratamiei
jación, programación de actividades, procedi- mera o pri
mientos de manejo de estrés, etc. les dan. De
elemento t
TRATAMIENTO
(Miller y F
Objetivo básico: en el caso de dependencia de la
heroína reducir prevalencia de VIH y mejorar Laentr
problemas causados por las drogas; en el juego entre el tei
patológico reducir conducta de juego a un nivel motivaciór
Fase VI que no acarree graves problemas. una adicci
Cuando sea Elementos a considerar: grado de deterioro de la excepción,
necesario: persona, falta de adherencia al tratamiento psi- liar o legal
programa de cológico, problemas psiquiátricos asociados, to en tratai
reducción de aceptación de este tipo de programa. tratamient
daños,
programa de Procedimientos técnicos: intervención mínima, Mucha
juego programa psicoeducativo, educación para la
no tienen i
controlado, etc. salud y prácticas de seguridad ante la transmi-
sión de enfermedades (VIH, hepatitis, etc.), téc- el suficien
nica de control de estímulos, educación sobre de la primí
el juego y las leyes de la probabilidad, educa- blema, o d
ción a nivel familiar, laboral y de tiempo libre. Además, d
lizarlo o ru
tratamient
Objetivo básico: conocer la evolución de la persona después del
alta terapéutica. acudir a la
Tabla 9.5. Algunos conceptos básicos y pasos para implantar el entrenamiento en terapia cogru
solución de problemas. ver cómo se í
La terapií
Un problema o una situación problemática es una situación real más importa
¿Qué es un o imaginaria a la que tenemos que buscar una solución pero Walker, 199&
problema? que n o sabemos como dársela. El resultado suele ser u n
jugador pato
aumento en el nivel de estrés y del afecto negativo.
riedad. Los jv.
del juego que
Los problemas son normales en nuestra existencia. Unas per- va a elaborar
sonas solucionan los problemas mejor que otras. El perfeccio- está basado e
La orientación
nismo, la falta de habilidades, u otras características son barre- ceur parte de
hacia el
ras importantes para solucionar problemas. Por ello, reconocer
problema dad en el jue;
que existen problemas y que tenemos que buscar soluciones a
cognitiva su¡
los mismos es el primer paso para encontrar dichas soluciones.
entrenamien
blecer relacic
Definición y Cuando sabemos que un problema existe debemos definirlo
formulación claramente, de modo operativo, específico y concreto, utili- Para la ce
del problema zando información relevante sobre el mismo. mayoría de 1
sobre el azar,
No se debe aceptar únicamente la solución que se daba hasta el tratamient
ahora al problema. Hay que buscar soluciones alternativas al que los eveni
Generación de
mismo, generando el mayor número posible de ellas. Se reco- la evolución
soluciones
mienda hacer un listado con todas aquellas soluciones que ven- los cambios <
alternativas gan a la mente. La única regla a tener en cuenta es que sean solu- gos y hasta q
ciones concretas y no vagas. juegos. Pregí
particular de
De todas las alternativas de solución propuestas, se elige una, sus errores d
en función del valor de la alternativa para solucionar el pro- estrategias di
blema y de las consecuencias personales, sociales, económicas, en realidad e
Toma de
etc., que la misma implica. La que se seleccione tiene, antes de dice a sí misi
decisiones
ponerse en práctica, que ser una posible solución viable al pro- responda a 1;
blema. Ya seleccionada, se diseñará una táctica concreta para vez de otra?, ¿
ponerla en práctica. mediante la ev
na tragaperras
Puesta en La solución elegida se pondrá en práctica y se comprobará si te un largo pe\
práctica y con ella se soluciona el problema. Se observará si el problema en la ruleta?',
verificación queda resuelto o si es necesario revisar el proceso, en el caso de semana? Elot
de la solución que el resultado no haya sido el esperado. el jugador es
to que es ind
cible más allí
eventos inherentemente impredecibles son esencialmente los mismos que los damente, aun
eventos aleatorios. Así, la explicación del concepto de aleatoriedad sigue foca- ca que la geni
lizándose sobre la mayoría de los eventos cruciales: cada elección es un even- juego, y crea
to independiente. Dado que cada evento es independiente, no puede haber den ser usad;
influencia de un evento sobre el próximo y no hay predecibilidad entre even- Al jugadc
tos. Por lo tanto, desde el momento en que no es posible influir en los even- percepciones
tos, no puede haber estrategias para controlar el resultado del juego. El tera- métodos tale
peuta se centrará en las estrategias usadas por el jugador en su juego cuando juegí
preferido y prestará atención a las estrategias específicas que implican la cre- para elegir sv
encia en una relación secuencial entre resultados o en que las probabilidades y describa en
de resultados específicos puedan ser alteradas. Igualmente, el terapeuta pres- en voz alta» (
tará atención a cualquier verbalización hecha por el jugador que sugiera la grabadas. Al¡
existencia de lazos entre los resultados de los juegos. Se pueden grabar estas veces en unafi
sesiones para captar y analizar todas las verbalizaciones de los pacientes que realmente apu>
sugieren estos nexos entre los resultados de los juegos. Este material graba- la grabación
do es utilizado para incrementar la conciencia del paciente y, más tarde, para trar a los pac
corregir sus percepciones defectuosas. bien se les pi<
Otra manera útil para ilustrar los nexos erróneos inferidos entre eventos las percepcioi
es mediante el lanzamiento de una moneda al aire por parte del paciente. Se tar que el em
le pide que prediga si el siguiente evento será «cara» o «cruz» y que explique Finalmen
y justifique esta elección. Muchos dirán que su elección está basada sobre una decuadas y d
probabilidad 50/50 de cada posible resultado, que es verdaderamente correc- balizaciones <
to. Este ejercicio es llevado a cabo varias veces para demostrar que predecir o, si no han í
«cara» o «cruz» es como un juego simple, y que todos los resultados de la tira- identificarán
da son independientes. Para demostrar la presencia de cogniciones erróneas, adecuación c
durante una sesión de juego el terapeuta escribe seis resultados consecutivos cuadas por v<
de «cara» y los tapa con un papel. De nuevo, se pide al paciente que prediga en las nueva;
el resultado de la siguiente tirada. Después de que su elección ha sido hecha, durante una
los seis resultados «previos» son revelados y se pregunta al paciente si le gus- correctiva pie
taría cambiar su predicción antes de que la moneda sea tirada de nuevo. Para biándolas poi
decidir si cambia su predicción o no, el paciente examinará la serie de resul- sito para pas
tados. Entonces, el terapeuta señala el hecho de que aunque el jugador sabe terapéuticos I
que todo resultado de tirar una moneda es independiente, él espontánea- rrollado una
mente examinó los resultados previos, incluso sabiendo que eran completa- noción a su p
mente irrelevantes. Este simple ejercicio conductual ha probado ser muy útil los eventos d
para demostrar al paciente como esta tendencia a unir eventos irrelevantes
es muy poderosa (ver Ladouceur y Walker, 1998a, 1988b, para una extensa
discusión de este fenómeno).
3.2.6. Entre
La noción de aleatoriedad será explicada en detalle, ilustrada con ejem-
plos de los juegos jugados por el paciente. El error fundamental es la creen- Uno de k
cia de que la información puede ser utilizada para establecer nexos entre cias y de la c<
resultados y para obtener ganancias en las apuestas. Los jugadores errónea- evaluar esta
mente percibirán algunos elementos de habilidad que, si son usados adecua- específicos p
JCYAS DE RIESGO TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS 441
atribuye al estresor, cambiar el estilo de vida para reducir tanto la frecuencia 3.2.8. Cont
como la severidad de los estresores externos y capacitar a los pacientes para
usar estrategias de afrontamiento activas que inhiban o reemplacen las res- En ocasi<
puestas de estrés incapacitantes. asociados di
mas de tipo
Como técnica de intervención general se puede utilizar cualquiera de las más el prob
existentes para este problema, como por ejemplo, el entrenamiento en mane- dependencií
jo del estrés y las técnicas de relajación, las técnicas cognitivas, la bibliotera- blemas asoc
pia, el cambio del estilo de vida, etc. das a la caíc
En la práctica, el entrenamiento en relajación es una técnica ampliamen- Barrett y Da
te utilizada, junto a las de tipo cognitivo, para cambiar las creencias erróne- Cuando
as sobre las causas de la ansiedad o de los elementos estresantes. Cuando el y de la agres
sujeto padece un trastorno de ansiedad específico (por ejemplo, ataques de
roles, el entr
pánico) es necesario aplicar aquellas técnicas específicas que son eficaces para
problemas c
el tratamiento del mismo.
3.2.9. Man
3.2.7. Entrenamiento en habilidades sociales
El consu
A muchas personas con dependencia de distintas drogas, a algunos juga-
sustancia pr
dores patológicos y a individuos con otras adicciones comportamentales se
tivo (evitad
les proporciona entrenamiento en habilidades sociales para mejorar su com-
El consumo
petencia social. Cuando los pacientes carecen de habilidades interpersonales
el condición
e intrapersonales adecuadas, de habilidades para controlar su estado emo-
condicional
cional sin acudir a jugar o a consumir la sustancia y de habilidades para
adaptada sil
manejar su relación de pareja, con los hijos, en el trabajo, etc., este entrena-
eos del man
miento es imprescindible. El entrenamiento en habilidades sociales se con-
tigo positive
vierte de este modo en una parte importante del tratamiento cuando hay un
extinción o
déficit en las mismas (Monti, Rohsenow, Colby y Abrams, 1995). Además, con
ello se conseguirá disponer de una estrategia de prevención de la recaída para Desde le
el futuro. Las situaciones de recaída se dan cuando existe frustración e inca- por abuso o
pacidad de expresar ira, incapacidad de resistir la presión social, estado emo- la droga cor
cional negativo intrapersonal, incapacidad de resistir la tentación intraper- conductuak
sonal, entre otras. propone un
conductuak
La potencial relación entre las pobres habilidades sociales y las activida-
des de juego o consumo es discutida con los pacientes. Es importante reco- Técnicas
nocer que las personas con adicciones pueden necesitar más habilidades alternativas
sociales que las habituales para afrontar sus conflictos de relación. Por ejem- anteriores a
plo, algunos jugadores necesitan entrenamiento en asertividad para mejorar Otra extensi
su habilidad para rechazar las invitaciones de sus amigos a jugar. El juego de tegias de pr
roles puede ser utilizado para mejorar las habilidades de comunicación. Este
entrenamiento se centra en las consecuenicas negativas de jugar y en cómo la La utiliz
carencia de habilidades sociales adecuadas es un factor que contribuye al pro- a otras técn
blema. pacientes qt
DUCTAS DE RIESGO TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS 443
i reducción de Tabla 9.8. Estrategias básicas en las que hay que entrenar al paciente para prevenir
5 de jugar que la recaída.
programas de Evitar situaciones de alto riesgo (especialmente en las primeras semanas des-
i y control de pués de haber conseguido la abstinencia)
lación, deten-
is de refuerzo
Escape (abandonar la situación de riesgo)
acientes iden-
ícaer. Para que
olo, es de gran
dente, o redu-
estrés. • Estrategias cognitivas
• Distracción
íe se encuen-
• Estrategias conductuales
j es un fenó-
; con proble- — Relajación
ireciendo en — Actividad física
nientos sur-
— Conductas alternativas más adecuadas
ivo-conduc-
— Habilidades asertivas
s en marcha
linado, pro-
n t o presen-
Tabla 9.9. Estrategias para afrontar las urgencias y evitar la recaída. aquellos otrc
depresión, ar
• Abandonar la situación
A contim
• Usar habilidades de relajación cognitivo-coi
eos de tipo p<
ESTRATEGIAS • Repetirse afirmaciones automativadoras en voz alta Crespo (1999
CONDUCTUALES
• Apuntar los pensamientos y sentimientos en un diario
aquellos otros trastornos añadidos al del juego, como abuso del alcohol,
depresión, ansiedad, problemas maritales, etc.
A continuación revisamos brevemente los tratamientos conductuales y
cognitivo-conductuales más importantes, junto a otros abordajes terapéuti-
cos de tipo psicológico; el tratamiento farmacológico puede verse en Turón y
Crespo (1999).
los que suele sentir una necesidad irrefenable de entrar y jugar) (Echeburúa
y Báez, 1994; Becoña, 1996a). Posteriormente, el sujeto puede reinstaurar su
vida normal, de tal modo que pueda acudir a los sitios donde antes acudía
pero ahora sin jugar y sin tener las ganas o la necesidad de jugar.
con el concepto que se tenga de recaída, hecho que hoy sugiere que muchos
programas cons l g uen más bien el juego controlado que la total abstinencia
del juego.
Entre otros tratamientos eficaces que se han propuesto para el juego pato-
GStán l0S c o n o c i d o s ba
IQM\° J ° e l nombre de multimodales (Blaszczynski
1993). En ellos se combinan un grupo de técnicas que han mostrado ser efi- 4.2.4. Grupos
caces bien en dichos programas o separadamente cada una de ellas. La ven-
taja de estos programas es que abarcan los tres niveles de respuesta: motor,
cognitivo y psicofisiológico. Igualmente, estos programas incluyen interven-
ción dirigida a los problemas colaterales que en muchas ocasiones tienen los
jugadores patológicos (abuso del alcohol, depresión, ansiedad, problemas
maritales, mala administración del dinero, etc.).
Estos programas se han llevado a cabo tanto en régimen externo, como en
régimen interno en hospitales especializados en el tratamiento de jugadores
patológicos, como es la conocida Unidad de Brecksville, en Cleveland, Ohio,
donde se ha puesto en funcionamiento el primer programa de tratamiento
para jugadores patológicos en Estados Unidos (McCormick, 1993). En este
momento los programas multicomponente son el tratamiento de elección.
También, en ocasiones, se ha insistido en la importancia de la terapia de
grupo o el tratamiento a través de la terapia de grupo. Este tipo de terapia es
muy frecuente en todas las conductas adictivas. Puede ser un componente
más del tratamiento o el componente principal. Distintos autores han suge-
rido que cuando se lleva a cabo terapia de grupo se haga separadamente para
los jugadores patológicos y para sus familiares (González, 1989), especial-
mente para su pareja, dado el nivel de deterioro que suele caracterizar las rela-
ciones entre ambos.
como a mantener la abstinencia y prevenir la recaída. De ahí sugiere una serie La propui
de componentes específicos que debe tener un tratamiento para que lleve a en la línea de
la recuperación del jugador patológico, que son los siguientes: ciados. Con <
que si sólo nc
• Técnicas de control de estímulos para evitar la exposición a señales,
a que el paci
situaciones o contactos con otros jugadores y reducir el riesgo de recaí-
dad, abstinei
da.
• Técnicas de control del estrés para incrementar o mejorar las habilida-
des de afrontamiento apropiadas (e.g. la terapia de relajación puede des- 5. CONCLl
cender la activación y reducir la ansiedad).
Las cond
• Medicación antidepresiva cuando el humor disfórico es primario. trastornos di
• Terapia cognitiva para corregir las creencias, actitudes y expectativas valencia, tar
disfuncionales respecto al juego. Un énfasis básico debería darse a la dependencia
prevención de la recaída. como el n u e
aunque apan
• Terapia marital cuando surge la pérdida de confianza y aparece la sos- un lugar nad
pecha debida a los conflictos creados por el juego. El jugador a menu- que acarrea;
do reacciona con ira por la continua duda y juega como revancha. alarma socia
• Es deseable la devolución de las deudas. Poseer habilidades presu- gas como la 1
puestarias y la aceptación de la responsabilidad de devolver las deu- parte, las a d
das es importante, pero en algunos casos desafortunados la devolución pras compul
no es factible de forma realista. Cuando la presión a cumplir con las ciones que v;
obligaciones financieras es rigurosa, la urgencia a volver a jugar e ir a ocio y tiemp
la «caza» de la pérdidas llega a ser insuperable. ocurría hace
igiere una sene La propuesta de Blaszczynski (1993), como la de otros muchos autores, va
ara que lleve a en la línea de intentar tratar tanto los problemas de juego como los otros aso-
i* ciados. Con ello estamos ante un tratamiento real, que va a ser más efectivo
que si sólo nos centramos en una parte del problema, y que va a llevar no sólo
ción a señales,
a que el paciente deje de jugar, sino a que se mantenga, con más probabili-
•iesgo de recaí-
dad, abstinente a lo largo del tiempo.
ir las habilida-
5. CONCLUSIÓN
ión puede des-
Las conductas adictivas se han convertido en estos años en un grupo de
primario.
trastornos de gran relevancia. Tal relevancia viene motivada por su alta pre-
i expectativas valencia, tanto en adultos como adolescentes. El número de personas con
ería darse a la dependencia de la nicotina y del alcohol, solamente, se cuenta, en un país
como el nuestro, por millones (Becoña y Vázquez, 1998). Otras adicciones,
aunque aparecen en menor grado, como la adicción a drogas ilegales, ocupan
aparece la sos- un lugar nada despreciable, en gran parte debido a los problemas asociados
;ador a menu- que acarrea su consumo, especialmente en la esfera física, aparte de la gran
revancha. alarma social que ha producido, en las últimas décadas, el consumo de dro-
idades presu- gas como la heroína y otras nuevas sustancias (e.g. drogas de síntesis). Por su
olver las deu- parte, las adicciones comportamentales, como el juego patológico, las com-
la devolución pras compulsivas, el sexo compulsivo, la adicción a internet, etc., son adic-
mplir con las ciones que van en paralelo al desarrollo de las sociedades industrializadas, al
I a jugar e ir a ocio y tiempo libre y a una nueva forma de vida, en comparación a lo que
ocurría hace no más de 50 años.
•feriblemente Por suerte, en los últimos años se han hecho grandes esfuerzos y buen
número de investigaciones para conocer mejor este tipo de conductas, bien
de modo general (adicciones), o específicamente (e.g. alcoholismo, depen-
problemas de dencia de la heroína, juego, etc.). Ello ha favorecido el desarrollo de trata-
nque debería mientos, campo donde también se han dado pasos muy importantes en las
?stran depen- últimas décadas. Así, han surgido distintos tratamientos psicológicos y / o far-
adictivos y la macológicos, muchos de ellos con una buena evaluación y eficacia (Labrador,
Echeburúa y Becoña, 2000). Dentro de los tratamientos psicológicos ha des-
e está asocia- tacado el tratamiento cognitivo-conductual, que es el tratamiento de elección
ndo anglosa- para las distintas conductas adictivas, bien en exclusiva (e.g. en el tratamien-
5 de los juga- to del juego patológico, adicción al sexo o internet, cocaína, etc.), o como una
e las esposas parte básica de la intervención (e.g. en la dependencia de la heroína, alcoho-
lismo, etc.). Esto ha sido debido tanto a la eficacia del tratamiento psicológi-
co de tipo cognitivo-conductual, como a su racionalidad y escaso tiempo de
son caracte- intervención, en comparación con otros abordajes terapéuticos. Pero aun así,
sstro medio, hay que saber que, en ocasiones, el tratamiento puede ser largo y lleno de ava-
lamentan en tares, porque la recaída es una de sus características definitorias. Y, de lo que
n un fornato no tenemos hoy duda es de que las conductas adictivas, como hemos insisti-
do (Becoña, 1998), van a mantenerse en el futuro, siendo optimistas, o lo más
460 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
american pastitne.
1. INTRODUCCIÓN
Vnonymous. Bri-
El interés que el comportamiento de fumar suscita entre los profesionales
ivioral treatment de la salud, clínicos o investigadores, se fundamenta en el conocimiento, bien
Iting and Clinícal establecido, de los perjuicios de este hábito para la salud, la calidad de vida
y el bienestar de los individuos, así como de los costes sociales y económicos
patológico. Anua- que representa para la sociedad en general. Ya en los años veinte, encontra-
mos referencias que muestran un incipiente interés sobre este tema; Schwartz
lon Press. (1987) menciona cómo, en una popular publicación americana de la época, se
ofrecían remedios, «absolutamente garantizados», para eliminar en pocos días
el deseo de consumir tabaco en cualquiera de sus formas.
En los años 50 se comenzó a señalar que el hábito de fumar debe ser con-
siderado como un factor de riesgo para la salud; en esta dirección, las prue-
bas disponibles sobre la importancia del problema han crecido de tal forma
que la mayoría de los expertos está de acuerdo en que el tabaquismo consti-
tuye, en los países desarrollados, el primer problema de salud pública sus-
ceptible de prevención (Salieras, 1988a; Holbroock, 1992). Así, puede decirse
que los perjuicios que causa el hábito de fumar sobre la salud, el bienestar y
la calidad de vida de las personas, así como los costes sociales y económicos
que ocasiona este comportamiento, son los aspectos mejor conocidos del con-
sumo de tabaco.
El consumo de tabaco deteriora el aparato respiratorio y favorece el
aumento en la probabilidad de padecer infecciones respiratorias y el incre-
mento en el tiempo de curación. La conducta de fumar contribuye a la apari-
ción de problemas cardiovasculares y se ha asociado a la presencia de algu-
nos tipos de cáncer, pudiendo decirse, por tanto, que fumar disminuye la
esperanza de vida (Holbroock, 1992).
Desde el ámbito de las instituciones, de los investigadores y de los profe-
sionales de la salud, se han abordado numerosos estudios tendentes tanto a
describir y explicar el problema, como encaminados a proponer y evaluar
medidas de prevención y tratamiento (e.g. OMS, 1979; Becoña, 1987; Buceta
464 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
Nicotina
el compor- Consecuencias positivas
hábito que Fisiológico y
Mantenimiento Estímulos del entorno
; la edad en Psicosocial
Terminación de efectos negativos
comporta- (síndrome de abstinencia)
ían al mar-
"cido, entre Salud
Ahorro
Cesación Psicosocial Apoyo social
Autonomía
Estética
Ejemplo para otros
'lejo proce-
fumadores Síndrome de abstinencia
ts que pre- Fisiológico y Frustración y estrés
i en el con- Recaída Presión social
Psicosocial
:omo exfu- Consumo de alcohol
Recaídas en el consumo
466 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
incitadores a la Conociendo por qué comienzan los individuos a fumar podremos dise-
es, quienes ejer- ñar acciones preventivas, pero no encontraremos las pistas de cómo actuar
> (Hansen et al, para que la gente abandone el hábito ya establecido. Para el diseño de pro-
, parece que ese gramas de tratamiento del hábito de fumar, lo que necesitaremos es conocer
er contacto con por qué fuma la gente, por qué las personas se mantienen fumando aunque
los para las pri- conozcan los riesgos a los que se están sometiendo, y aun más, por qué, aun
i el tabaco cons- deseando abandonar el hábito, no consiguen mantenerse abstinentes.
lrededor del 80
i convertirse en
2.1.2. Mantenimiento de la conducta
de consumir el Una vez iniciados en el consumo de tabaco, los fumadores pueden verse
fumar y tienen afectados por una serie de factores, unos del entorno y otros fisiológicos y psi-
Ticia. Esas acti- cológicos, que aseguran la cronificación del hábito. Dentro del grupo de fac-
v o y el mante- tores medioambientales, cabe destacar los aspectos socioeconómicos que
envuelven al producto, y los de disponibilidad, casi ubicua, de la sustancia y
n 1.513 adoles- de la posibilidad de poder consumirla en casi cualquier situación, debido esto,
ue la baja auto- tanto a la sencilla forma en que se consume, como a la permisividad social en
?rtirse en fuma- lo que se refiere a fumar.
íbito de fumar.
?r cómo se con- a) Factores económicos y sociales
pecto fármaco-
entre los com- La influencia de la publicidad, además de ser considerada como un fac-
ponente activo, tor determinante en la adquisición del hábito, puede constituir un elemento
io beneficiosas: facilitador en el mantenimiento de la conducta de fumar, entre otras razones,
i del funciona- por su capacidad como estímulo que incita la respuesta de fumar, y por el
efecto cognitivo que supone presentar el consumo del tabaco obviando las
iguiendo crite- consecuencias perjudiciales asociadas a fumar, facilitando, de esta manera, el
?94). El tabaco, establecimiento de pensamientos distorsionados respecto a la inocuidad de
i, y responde a la droga {«no será tan malo cuando las autoridades, que velan por nuestra salud,
\o de tabaco se permiten que se anuncie y que se venda»).
i sustancia psi-
La accesibilidad material y económica son factores que deben conside-
cos, y la droga
rarse como antecedentes, en el análisis funcional del comportamiento de
uso continua-
fumar (Leventhal y Cleary, 1980), y representan un elemento determinante
oducir depen-
de primer orden en el mantenimiento del hábito. En nuestro país, los puntos
le abstinencia,
de venta de cigarrillos se cuentan por cientos de miles, siendo posible adqui-
manifiesta en
rir tabaco a cualquier hora del día o de la noche; esto, junto al bajo precio del
leseados.
producto, hace que el coste de la respuesta de fumar sea inapreciable.
ógicos, efectos
portante en la
; condicionan- b) Determinantes fisiológicos y psicológicos
la evitación de
as reforzantes En líneas generales, los efectos de la nicotina como sustancia adictiva,
ar. junto a otros estímulos externos e internos que elicitan la conducta, deben ser
468 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
considerados como los antecedentes de la respuesta de fumar, siendo las con- Se pued
secuencias inmediatas al consumo (el placer por un lado y la terminación de liza casi cu
los síntomas de abstinencia por otro) los reforzadores del comportamiento puede fumí
(Leventhal y Cleary, 1980). portamientc
tificante. O
Las explicaciones biológicas sobre el mantenimiento de las personas en el mentan el I
consumo del tabaco, se centran en el papel de la nicotina. El modelo de regu- conlleva el <
lación de nicotina (Schachter et ai, 1977) establece que los fumadores se man- reforzador
tienen fumando con el fin de mantener en su organismo un determinado nivel ciar el place
de esta sustancia. Estos autores llevaron a cabo una serie de estudios con la comida o
fumadores adultos con el fin de proporcionar evidencia para el apoyo del cita- de ánimo ai
do modelo; en uno de los estudios se pidió a un grupo de fumadores que con- tra relación
sumieran cigarrillos bajos en nicotina durante una semana y cigarrillos altos
en nicotina durante otra semana; tal y como se había pensado, de acuerdo con Tambié
el modelo, los sujetos fumaron más cigarrillos bajos en nicotina que altos; fuman com
sobre todo, en el caso de los fumadores que fumaban habitualmente más de los jóvenes
20 cigarrillos al día, los cuales fumaron un 25 por 100 más de cigarrillos bajos to más alto
que de cigarrillos altos en nicotina. En esta dirección, otros investigadores mismo, se I
(Marón y Fortmann, 1987) han encontrado que los fumadores de cigarrillos estrés social
bajos en nicotina no consumen menos nicotina que los que fuman otros ciga- tos informa
rrillos, sino que simplemente fuman más. opiniones c
Pomerleau, Collins, Shiffman y Pomerleau (1993) han revisado algunos Por tañí
estudios recientes sobre los efectos de la nicotina, algunos realizados en el ciados al ce
laboratorio (con animales) y otros con personas fumadoras y otras que nunca aversivos,
habían fumado; estos autores sugieren que puede haber un factor constitu- conducta (i
cional en cuanto a la diferente sensibilidad de las personas a los efectos de la día), en tod
nicotina, y que esta diferencia estaría relacionada tanto con el inicio de las comportan
personas como fumadores, como con el fenómeno de la tolerancia; en este persistente
sentido, parece que son las personas con una alta sensibilidad inicial a la nico- debido a es
tina y que desarrollan una aguda tolerancia, en especial a los efectos tóxicos te cualquie
y aversivos de aquélla, las que con más probabilidad se convierten en fuma- fumar y esl
dores habituales. lo son para
dad de fun
Los resultados de esta línea de investigación muestran de forma clara que
los fumadores consumen tabaco para mantener los niveles de nicotina en su
cuerpo, pero hay razones para pensar que estas explicaciones biológicas pro-
porcionan sólo una parte de la explicación sobre el mantenimiento del hábi- 2.2. Proce
to de fumar (Leventhal y Cleary, 1980). Las personas que dejan de fumar con-
tinúan, frecuentemente, sintiendo el deseo de consumir tabaco (craving), y a 2.2.1. Ent
menudo recaen en el consumo después de haber pasado mucho tiempo
desde que la nicotina ya no se hallaba presente en su organismo. Por ello, la La entr
mayoría de los investigadores reconocen que para explicar de una forma informació
completa el mantenimiento de la conducta de fumar, se necesita recurrir produce la
tanto a esos factores biológicos, como a otros psicológicos y sociales (Sarafi- condicione
no, 1990). conocimiei
UCTAS DE RIESGO EVALUACION Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 469
iendo las con- Se puede fumar en una amplia variedad de situaciones y mientras se rea-
írminación de liza casi cualquier otra actividad. Los numerosos contextos en los que se
iportamiento puede fumar llegan a convertirse en estímulos discriminativos para el com-
portamiento de fumar, en cuya presencia se produce la conducta y resulta gra-
tificante. Cuando los fumadores se encuentran ante estos estímulos experi-
>ersonas en el mentan el deseo de fumar, y es el placer gustativo, manual y respiratorio que
délo de regu- conlleva el encender, el inhalar y el manipular el cigarrillo el que actúa como
iores se man- reforzador del comportamiento; además, al hecho de fumar se pueden aso-
•minado nivel ciar el placer y la relajación producto de la ingestión de alcohol, del final de
estudios con la comida o de tomar café, y se puede percibir que la disminución de estados
poyo del cita- de ánimo adversos, como ansiedad, tensión, aburrimiento o fatiga se encuen-
ores que con- tra relacionada con el consumo del tabaco (Lichtenstein, 1982).
^arrillos altos
t acuerdo con También se han presentado estudios que concluyen que las personas
na que altos; fuman como estrategia de afrontamiento del estrés. Willis (1986) encontró que
nente más de los jóvenes adolescentes fumadores fuman según su nivel de estrés vital; cuan-
;arrillos bajos to más alto sea este nivel más probable será que el adolescente fume. Así
vestigadores mismo, se ha descrito cómo los adultos fuman más en situaciones de mayor
ie cigarrillos estrés social; en el estudio de Gilbert y Spielberger (1987), por ejemplo, los suje-
in otros ciga- tos informaron tener una mayor efectividad y capacidad de expresión de sus
opiniones cuando fumaban durante la interacción que cuando no lo hacían.
ado algunos Por tanto, parece que cada cigarrillo, bien por los efectos placenteros aso-
lizados en el ciados al consumo, bien por la evitación y alivio de síntomas de abstinencia
as que nunca aversivos, puede ser altamente reforzante, y las miles de repeticiones de la
tor constitu- conducta (más de 50.000 al año para una persona que fuma 20 cigarrillos al
efectos de la día), en todo tipo de situaciones, determinan la amplia generalización de este
inicio de las comportamiento, que viene a instaurarse como un hábito bien establecido y
ncia; en este persistente. En cuanto a los estímulos antecedentes que elicitan la conducta,
rial a la nico- debido a esa amplia generalización a que hacíamos referencia, prácticamen-
ectos tóxicos te cualquier evento o situación puede llegar a asociarse con la conducta de
ten en fuma- fumar y estimularla; pero puede asumirse que, aunque muchos antecedentes
lo son para casi todos los fumadores, cada sujeto tiene una mayor probabili-
tna clara que dad de fumar ante determinados estímulos concretos.
icotina en su
ilógicas pro-
ito del hábi- 2.2. Procedimientos de evaluación
2 fumar con-
'craving), y a 2.2.1. Entrevista con el fumador
cho tiempo
L Por ello, la La entrevista conductual de los fumadores tiene como objetivo recoger
? una forma información relevante para la descripción de las circunstancias en las que se
iita recurrir produce la conducta de fumar, para el establecimiento de hipótesis sobre las
ales (Sarafi- condiciones antecedentes y consecuentes que mantienen el hábito y para el
conocimiento de los recursos y habilidades de afrontamiento de los clientes.
470 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
ion en el trata- Conocer de u n modo preciso cuál o cuáles son los estímulos antecedentes,
las variables del organismo, las conductas o respuestas en sus tres niveles (cog-
nitivo, motor y psicofisiológico) y los consecuentes de realizar dicha conducta,
permitirá al clínico diseñar la mejor estrategia de intervención, incidiendo direc-
> de fumadores. tamente sobre la conducta problema y sus antecedentes y / o consecuentes.
cotina
Cuando se emite una conducta están presentes los tres niveles de res-
puesta (motor, psicofisiológico y cognitivo). A nivel motor, la conducta de
fumar p u e d e estudiarse analizando diversos componentes de la misma:
qué fuma (pipa, cigarrillos, puros, etc.), número de cigarrillos, profundi-
dad de cada inhalación, número de inhalaciones, etc. El sistema cognitivo
de la respuesta incluye la conducta verbal (interna o externa), así como la
representación de imágenes; la conducta verbal externa se refiere a los con-
tenidos del lenguaje hablado, mientras que la interna alude a atribuciones,
expectativas, creencias, etc.; por su parte, la representación de imágenes
posibilita reconstruir mentalmente experiencias pasadas, sirviendo en
muchos casos como reforzador encubierto (Becoña y Vázquez, 1998). Por
lo que se refiere al sistema psicofisiológico, como señalan Becoña y Váz-
quez, 1998, en la conducta de fumar está fuertemente relacionado con el
sistema motor; así, suele haber un nivel de nicotina en sangre que, en deter-
478 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
2.3.4. Consecuencias
mente los cigarrillos de una forma fácil y segura» (Pomerleau y Pomerleau, resados acth
1992); en él se ofrece un programa autoaplicado que se desarrolla a lo largo dúos que coi
de 8 unidades que intentan guiar al fumador en el proceso del abandono del tabaco puede
tabaco. Así mismo, Velicer et al. (1993) han presentado un programa de orde- utilidad dep
nador interactivo (sistema experto) de intervención para la cesación del hábi- cas) de la adl
to de fumar. niente ofrece
en un conte>
Las tasas de abstinencia comunicadas por los estudios que han tratado de coste adicior
probar la eficacia de estos procedimientos de autoayuda, son muy variables, sus actividac
abarcando un amplio rango; así, encontramos tasas entre el 0% (Glasgow,
Schaffer y O'Neill, 1981) y el 74% (Daughton, Kass, Fix, Ahrens y Rennard, En este s<
1986) al final del tratamiento; entre el 8% de abstinencia (Glasgow et al., 1981) lugar donde
y el 46% (Daughton et al, 1986) a los seis meses de seguimiento; y hasta del además es u
41% (Daughton et ai, 1986) a los doce meses de seguimiento, aunque en este conducta pv
último estudio el tratamiento incluía, además del manual, el uso de chicles fumar (Daw
de nicotina. rentable apo
sus trabajad»
La gran disparidad en cuanto a los resultados obtenidos con este tipo de tismo labora
enfoque se ha explicado atendiendo a una serie de circunstancias metodoló- tes en este m
gicas que hacen difícil el tratamiento homogéneo de los datos, tales como las de los trabaj,
amplias divergencias entre los estudios en variables como el tamaño y la sas ambiente
diversidad de las muestras, los criterios de admisión de los sujetos, los crite- económicas,
rios de evaluación de la abstinencia y el grado de contacto terapéutico. En aumentado i
cualquier caso, parece previsible que, debido a su fácil aplicación y distribu- acceso a la r
ción, la utilización de los procedimientos de autoayuda aumente en el futuro. para la cesac
Recientemente se están ofreciendo programas para dejar de fumar a tra- cia en térmii
vés de Internet. Así, el Centro para el Control de Enfermedades de los Esta- to de los suj<
dos Unidos (CDC) presenta en su página Web dos tipos de oferta para los ciones de sa!
fumadores: a) información y consejos generales para dejar de fumar y b) un Puede til
programa «hecho a medida» para los que solicitan ayuda para abandonar el ma multicoi
hábito; en este último caso, el fumador cumplimenta y envía un formulario Dawley (198
que incluye datos sociales, familiares, así como otros referidos específicamente co. Los resul
al hábito de fumar (un test de dependencia, listados de motivos para dejar de han sido del
fumar...), a continuación recibe a través del correo electrónico el programa 43% de absti
que ha de seguir (incluyendo las actividades y ejercicios que debe realizar). dono del tab
Aunque según informa el CDC han entrado en esta página más de 200.000 grama en el l
visitantes, todavía no se han ofrecido datos sobre la eficacia del programa minutos, pre
(CDC, 2000). firmaron un
en el que rec
meses, sólo <
3.2. Intervenciones en los marcos laboral y comunitario
Los conc
El modelo de salud comunitaria contempla a los individuos como res- abstinente,
ponsables del mantenimiento y mejora de su salud y como corresponsables comunitario
de la salud de sus conciudadanos (Costa y López, 1986); este papel de inte- materiales s
DUCTAS DE RIESGO
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 483
j y Pomerleau, resados activos puede ser representado por todos y cada uno de los indivi-
Tolla a lo largo duos que constituyen un grupo social. Los programas para el abandono del
1 abandono del tabaco pueden considerarse como actividades de promoción de la salud, y su
irama de orde- utilidad dependerá (además de la oportunidad y de la eficacia de las técni-
ación del hábi- cas) de la adherencia de los sujetos al programa; así, parece que sería conve-
niente ofrecer la psosibilidad de realizar esas actividades en un horario y / o
en un contexto que permita a los sujetos asistir y participar en ellas sin un
han tratado de coste adicional (como tener que desplazarse grandes distancias o abandonar
muy variables, sus actividades laborales, académicas o del cuidado de los hijos y de la casa).
0 0 o' (Glasgow.
i ; Rennarc En este sentido, se puede considerar que el lugar de trabajo no es sólo un
;ow et al, 1981) lugar donde un individuo permanece un tercio de su tiempo diario, sino que
hasta de! además es un lugar en el que la estructura administrativa y las normas de
íunque er. esfc conducta pueden ser adaptadas para disuadir y controlar la conducta de
uso de chicles fumar (Dawley y Dawley, 1989). Además, para las empresas puede resultar
rentable apoyar el desarrollo de programas para dejar de fumar por parte de
sus trabajadores, pues parece que consumir tabaco se relaciona con el absen-
m este tipo de tismo laboral por enfermedades evitables, y aumenta el peligro de acciden-
ias metodolo- tes en este medio; incluso, se puede esperar un aumento en la productividad
tales como las de los trabajadores no fumadores, que cada día más, solicitan de sus empre-
1 tamaño v la sas ambientes de trabajo libres de humo; así, tanto por razones de salud como
?tos, los crite- económicas, el interés de la industria por el problema de fumar cigarrillos ha
•apéutico. En aumentado considerablemente. Así mismo, el marco laboral proporciona el
HI y distribu- acceso a la mitad de la población adulta, por lo que desarrollar programas
? en el futuro. para la cesación del consumo de tabaco en este contexto maximiza la eficien-
fumar a tra- cia en términos de conveniencia, tiempo, accesibilidad, control y seguimien-
> de los Esta- to de los sujetos (Schwartz, 1987), lo que supone una invitación a las institu-
feta para los ciones de salud para intervenir en este medio.
tmar y b) un
bandonar el Puede citarse como ejemplo de intervención en el medio laboral el progra-
i formulario ma multicomponente Smoke Free de Dawley (1982), revisado por Dawley y
deíficamente Dawley (1989), que consta de tres fases: control, disuasión y abandono del taba-
ara dejar de co. Los resultados obtenidos con este programa, a los 4 meses de seguimiento,
1 programa han sido del 56% de abstinencia en un grupo sometido a las tres fases, y del
>e realizar). 43% de abstinencia en otro grupo que sólo pasó por la última de ellas (aban-
de 200.000 dono del tabaco). Igualmente, Dawley y Fassler (1988) desarrollaron otro pro-
programa grama en el medio laboral para dejar de fumar, consistente en una sesión de 90
minutos, precedida por una campaña de disuasión, en la que los participantes
firmaron un contrato con el compromiso de no fumar en seis meses, momento
en el que recibirían un incentivo económico por parte de la compañía-a los seis
meses, sólo el 33% (3 de los 9 participantes) permanecía sin fumar.
Los concursos para dejar de fumar, o mantenerse un tiempo determinado
orno res-
abstinente, son un procedimiento ampliamente e m p l e a r e n Josmedios
onsables
comunitarios y / o laborales. Generalmente incluyen el uso de folleto*TrZf
de inte-
materiales sobre cómo dejar de fumar, t e l é f o n o L e l f o n ^ a d ó Í T ^
484 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
recompensas en metálico u otro tipo de premios. Burling et al. (1989) compa- embargo en
raron la eficacia de un concurso de este tipo como único procedimiento de favorables,
intervención, en el que participaron 29 fumadores, con otro tratamiento que ras, 1988b).'
incluía, además, la ayuda de un programa de ordenador que pretendía con- esté totalme
tribuir a la reducción gradual del consumo, y en el que participaron otros 29 eficaces o ir
sujetos; las tasas de abstinencia, a los seis meses, fueron del 11.54% en el grupo Diverso?
que participó en el concurso y del 21.43% en el que además utilizó el progra- Castro, de I
ma del ordenador. la advertenc
La radio, la televisión, los periódicos e Internet también han sido utiliza- tan eficaces
dos, además de como difusores de campañas preventivas y de intervencio- diovascular
nes sociales/institucionales para cesar en el comportamiento de fumar, como tos abstinen
medios didácticos, ofreciendo programas para dejar de fumar a los ciudada- también res
nos y mostrando, a través de esta vía, procedimientos y estrategias útiles para en este grup
el abandono del tabaco (Schwartz, 1987). Habitualmente, las intervenciones 1992), acón
de este tipo incluyen la distribución entre los telespectadores, los oyentes o co en este g
los lectores, de materiales de autoayuda, así como la producción de docu- lización de
mentos breves televisivos, radiofónicos o periodísticos, sobre cómo llevar a nencia, al a
cabo el proceso de la cesación, que se emiten o publican entre espacios de Reciente
amplia audiencia. Schwartz (1987) ha revisado y evaluado 22 estudios, publi- do una am
cados entre 1969 y 1984, con alrededor de 50 ensayos realizados en los Esta- usuarios de
dos Unidos, Canadá, Suecia, Finlandia, Gran Bretaña y Australia que pre- dad de las '
sentan una variadísima metodología, una dispar procedencia de las muestras de Atenciói
y una amplia gama de propuestas técnicas para la cesación, cuyas tasas de dejar de fui
éxito se sitúan entre el 0.5% y el 1%, a los seis meses de seguimiento, para el programa s
Finish National Televisión Series; el 16%, al año de seguimiento, en el AM-Radio incluye un
Smoking Clinic; y el 16%, tras dos años de seguimiento, obtenidas por el Swiss tamiento e
National Research Program. Concluye este autor que los resultados de estos pro- para sus p¿
gramas resultan muy difíciles de evaluar, por lo que sugiere que aunque el lo que hem
enfoque sea prometedor, estos programas deben considerarse con cautela
hasta que aparezcan estudios que resuelvan, o alivien en gran medida, las Dentro
deficiencias metodológicas existentes. históricam'
ción tanto c
tina, como
a que mud
3.3. Tratamiento según el modelo médico
que el taba
En el ámbito clínico desde el modelo médico, se aborda el problema En elrr
haciendo hincapié en el aspecto fisiológico de dependencia de la nicotina, pro- eos (diazer.
poniendo como métodos de intervención, principalmente, el consejo médico eos y cogn
y la prescripción de sustitutivos de la nicotina con el fin de evitar el síndro- macos act
me de abstinencia. síntomas tí
El consejo médico se fundamenta en que la consulta médica es una de las xígeno; d e
situaciones más favorables que existen para la educación sanitaria de los indi- lización de
lamina, qv
viduos. Esto es especialmente cierto en el caso de las personas enfermas, sin
DUCTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 485
evitar a los exfumadores la sensación de craving. Hoy, esta línea de trata- (1980) mención;
miento se encuentra prácticamente abandonada en el ámbito de las inter- mientos de sensi
venciones médicas, habiendo sido relevada por el interés que ha suscitado el cias, diferentes 1
uso de los agonistas de los receptores nicotínicos, los sustitutos de la nicoti- tienen en comúi
na: los chicles y los parches (Sarafino, 1990). que sin tener en
tan de modificaj
En cuanto a los sustitutivos de la nicotina más utilizados, la prescripción ner el humo, la i
del chicle y de los parches de nicotina está sujeta a algunas controversias. Por elfeedback de me
un lado, se le han atribuido efectos indeseables, como dependencia y algunas bien en los prin<
contraindicaciones (cardiopatía isquémica, úlcera péptica, esofagitis o diabe- para el tratamie
tes) (Schwartz, 1987; Peisker, 1994); por otro, los estudios realizados para pro-
bar su efectividad han sido cuestionados desde el punto de vista metodoló-
gico. Este enfoque ha suscitado multitud de estudios, y aunque parece claro 3.4.2. Técnicas
que el chicle de nicotina es más eficaz que el chicle placebo, los resultados que
se ofrecen no sobrepasan el 15% de sujetos abstinentes al año de seguimien- Aunque se {
to, con una media de 10 semanas de abstinencia continuada tras la cesación fumar se establ*
(Harackiewicz, Blair, Sansone, Epstein y Stuchell 1988); son muchos los auto- dor y el terapeu
res que sugieren que el chicle de nicotina necesita ser prescrito en el contex- tegia como la té
to de programas de tratamiento más amplios para que sea efectivo (Killen, adherencia o el i
Maccoby y Taylor, 1985; Schwartz, 1987). En este marco de programas multi- factor motivadi
componente, la tasa de eficacia se sitúa entre el 12% y el 49% de sujetos abs- monetarios por
tinentes al año, por lo que aunque el chicle de nicotina no es una panacea, donar el consun
podría ser una útil ayuda si se sabe utilizar adecuadamente (Schwartz, 1987); estos procedimi
aun así, se debe considerar que la relación coste-eficacia no aconseja la utili- el 14 y el 38 por
zación del chicle de nicotina por encima de otros procedimientos conductua-
También se
les eficaces.
las respuestas i
Como alternativa a estos enfoques sociales, de autoayuda y médicos, y que la conducta
como resultado de la consideración del papel relevante de los aspectos psi- tanto, si se dése
cológicos y comportamentales en la adquisición y el mantenimiento del hábi- entonces la con<
to de fumar, desde el campo de la Psicología Clínica se vienen ofreciendo condicionar la i
desde antiguo una amplia gama de herramientas psicológicas para el trata- resultados que:
miento del tabaquismo; así, se han propuesto intervenciones basadas en los dedordellO%<
diferentes modelos psicológicos, con resultados diversos en cuanto a su efec- Las técnica?
tividad, encontrándose que la intervención conductual es, en líneas genera- ciones: a) que c
les, la que se ha mostrado más eficaz para la cesación del consumo de taba- intensidad sufi
co, según se concluye en las principales revisiones sobre el tema (Pechaceck desaparecen y :
y Danaher, 1979; Levental y Cleary, 1980; Lichtenstein, 1982; Schwartz, 1987; consecuencias a
Shiffman, 1993). minuye, y c) qu
tivas intrínseca
es mayor y su i
3.4. Estrategias psicológicas
En este sen!
Desde el campo de la Modificación de Conducta, se han empleado diver- de la conducta
sas técnicas para lograr el objetivo de dejar de fumar. Leventhal y Cleary siste en aplicar
DICTAS DE RIESGO EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 487
línea de tráta- (1980) mencionan, entre otras, los procedimientos operantes, los procedi-
te de las inter- mientos de sensibilización y / o desensibilización, los contratos de contingen-
na suscitado el cias, diferentes tipos de procedimientos aversivos, etc. Todas estas técnicas
os de la nicoti- tienen en común su fundamentación en la Modificación de Conducta, aun-
que sin tener en cuenta las peculiaridades de la conducta específica que tra-
tan de modificar; por otro lado, técnicas como la de fumar rápido, la de rete-
na prescripción ner el humo, la de reducción gradual de la ingesta de nicotina y alquitrán o
troversias. Por elfeedback de monóxido de carbono en el aire espirado, se fundamentan tam-
ncia y algunas bién en los principios de la ciencia conductual, pero además son específicas
:
agitis o diabe- para el tratamiento del hábito de fumar.
ados para pro-
nta metodoló-
le parece claro 3.4.1. Técnicas generales
"esultados que
de seguimien- Aunque se puede considerar que en todos los programas para dejar de
"as la cesación fumar se establece, al menos de forma implícita, un contrato entre el fuma-
ichos los auto- dor y el terapeuta (Schwartz, 1987), algunos tratamientos emplean esta estra-
> en el contex- tegia como la técnica terapéutica esencial; unas veces como facilitador de la
xtivo (Killen, adherencia o el mantenimiento de la abstinencia (e.g. Winett, 1973), otras como
gramas multi- factor motivador, como ocurre, por ejemplo, con el empleo de incentivos
ie sujetos abs- monetarios por parte de las empresas para motivar a los trabajadores a aban-
una panacea, donar el consumo de tabaco (e.g. Stitzer y Bigelow, 1982). Mediante el uso de
^wartz, 1987); estos procedimientos se han comunicado tasas de abstinencia al año de entre
)nseja la utili- el 14 y el 38 por 100 (Schwartz, 1987).
JS conductua-
También se ha empleado la desensibilización sistemática para fortalecer
las respuestas incompatibles con fumar, fundamentándose este enfoque en
y médicos, y que la conducta de fumar está frecuentemente asociada a la ansiedad y, por
aspectos psi- tanto, si se desensibiliza a los sujetos a los estímulos que anteceden a fumar,
?nto del hábi- entonces la conducta disminuirá. Otros investigadores sugieren que se puede
n ofreciendo condicionar la relajación como una respuesta alternativa a la de fumar. Los
para el trata- resultados que se han comunicado no son muy alentadores, situándose alre-
asadas en los dedor del 10% de abstinencia a los 6 meses (Schwartz, 1987).
nto a su efec-
Las técnicas aversivas fundamentan su eficacia en tres tipos de suposi-
xieas genera-
ciones: a) que cuando la conducta se presenta con una frecuencia y / o una
amo de taba-
intensidad suficientemente elevadas, los aspectos reforzantes de la misma
a (Pechaceck
desaparecen y se convierten en aversivos; b) que cuando la conducta genera
iwartz, 1987;
consecuencias altamente aversivas, la probabilidad de que se lleve a cabo dis-
minuye, y c) que cuando la aversión se produce debido a consecuencias nega-
tivas intrínsecas a la propia respuesta de fumar, la intensidad de la aversión
es mayor y su mantenimiento y generalización son más probables.
En este sentido, el choque eléctrico ha sido utilizado para la eliminación
)leado diver- de la conducta de fumar con un éxito limitado. Básicamente la técnica con-
hal y Cleary siste en aplicar un choque eléctrico de intensidad variable contingente a la
488 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
alternativa mejor aceptada, en general, por los fumadores que los procedi- para forma
mientos aversivos y que la propuesta de cesación brusca. La reducción gra- cedimientc
dual de ingesta de nicotina y alquitrán es una estrategia que dirige su aten- puesto claí
ción tanto a los factores farmacológicos altamente asociados al consumo de componen 1
tabaco, como a los factores psicológicos del hábito (Lichtenstein y Mermels- criterio de <
tein, 1984). La técnica combina, frecuentemente, el cambio semanal de mar- ya hemos a
cas de cigarrillos, cada vez con menor contenido de nicotina (habitualmente cedimientc
mas más e)
reducciones del 30%, sobre el consumo de la línea base, la primera semana,
nica de fu
del 60% la segunda y del 90% la tercera semana), con el autorregistro del con-
problemas
sumo diario y su representación gráfica semanal (Becoña y Gómez-Duran,
métodos &
1993); esta técnica ha despertado un destacado interés, como demuestran los
numerosos estudios realizados para observar su eficacia (Hughes, 2000). Algunc
tamiento s
Finalmente, una de las últimas técnicas específicas incorporadas a los pro- de interveí
gramas para el tratamiento de los fumadores ha sido elfeedback fisiológico de expertos q
monóxido de carbono (CO). Actualmente, las medidas fisiológicas se han con- miento bie
vertido en procedimientos habituales en la investigación y en el trabajo del (Schwartz,
clínico para el tratamiento de fumadores, debido tanto a la atención multi- presentan
disciplinaria que se le dedica a este problema (lo que ha permitido al psicó- tenimientc
logo el empleo de herramientas procedentes de otras disciplinas), como al
abaratamiento y simplificación de los aparatos empleados. Aunque, al prin- Así, er
cipio, la evaluación de CO en el aire espirado tenía como único fin la confir- vación y e
mación objetiva de la abstinencia y / o la constatación de la reducción gradual entre otro;
del consumo, actualmente puede considerarse una herramienta muy útil en rios, siend
el tratamiento de la conducta de fumar. Generalmente, la técnica, mediante nes de tra
la que se da semanalmente a los fumadores información sobre los valores de ciencia di
CO en el aire espirado, se ha empleado en programas amplios que utilizan autorregis
además otros procedimientos de tratamiento. Según un reciente informe de proporcio
López de la Llave et al. (2000) parece que proporcionar esta información sobre pío, el coi
el monóxido de carbono tiene en los pacientes, principalmente, un efecto alternativ,
motivador por el tratamiento, lo que aumenta la adherencia y en consecuen- porar al p
cia la efectividad del mismo. el humo, i
sensibiliza
De la revisión de los datos anteriores se puede concluir que tanto las téc- fin de fad
nicas generales como las específicas aplicadas al tratamiento de los fuma- mantenirr
dores, ya sea con el fin de proporcionar ayuda para la cesación del consu- programa
mo, o bien para facilitar el mantenimiento de la abstinencia de fumar, una para afroi
vez lograda ésta, cuando se aplican aisladamente presentan una eficacia previnien
insuficiente.
Esteei
la conduc
líos para 1
3.4.3. Programas multicotnponente
péuticos j
individúe
Con el fin de mejorar las tasas de eficacia de los tratamientos de fumado-
ya que un
res, las técnicas conductuales anteriormente mencionadas se han conjugado
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 491
para formar programas multicomponente, que se han revelado como los pro-
cedimientos más eficaces en el tratamiento del hábito de fumar. Se ha pro-
puesto clasificar los programas multicomponente en aquellos que incluyen
componentes aversivos y aquellos que no los incluyen, fundamentando este
criterio de clasificación en el hecho práctico de que el uso de la aversión, como
ya hemos apuntado, no es apto para todos los sujetos y, además, requiere pro-
cedimientos costosos de observación. Hasta cerca de los años 90, los progra-
mas más exitosos eran los que incluían una técnica aversiva, sobre todo la téc-
nica de fumar rápido y la saciación, pero en la actualidad, debido a los
problemas que representa la aplicación de estas técnicas, se tiende a aplicar
métodos eficaces, pero no aversivos.
Algunos ingredientes que deben incluir estos programas para que el tra-
tamiento sea exitoso parecen ser los siguientes: la aplicación de un método
de intervención aceptable por los fumadores, la participación de terapeutas
expertos que dirijan el tratamiento y la inclusión de estrategias de manteni-
miento bien planificadas, en función de las necesidades concretas existentes
(Schwartz, 1987). De una forma general, los programas multicomponente se
presentan en tres fases encadenadas: a) preparación, b) abandono y c) man-
tenimiento (Lichtenstein y Merlmenstein, 1984).
Así, en la primera fase, la de preparación, se intenta aumentar la moti-
vación y el compromiso por parte de los fumadores. Para ello, se utilizan,
entre otros procedimientos, contratos de contingencias y depósitos moneta-
rios, siendo estos últimos recuperables por los clientes a lo largo de las sesio-
nes de tratamiento y de seguimiento. En esta fase los sujetos toman con-
ciencia de la propia conducta y de sus consecuencias mediante los
autorregistros, la representación gráfica del consumo, etc. y, además, se les
proporciona un entrenamiento en técnicas de autocontrol, como por ejem-
plo, el control de estímulos, el manejo del estrés, la relajación, conductas
alternativas a fumar, etc. En la segunda fase, la de abandono, se suele incor-
porar al programa alguna de las siguientes técnicas: fumar rápido, retener
el humo, reducción gradual de ingestión de nicotina y alquitrán, saciación,
í
sensibilización encubierta, contrato con fecha fija de abandono, etc., con el
fin de facilitar la decisión de abandonar el hábito. Por último, en la fase de
mantenimiento de la abstinencia, a la que el sujeto acude ya abstinente, se
programan sesiones en las que se entrena a los exfumadores en habilidades
para afrontar situaciones de alto riesgo, y se les proporciona apoyo social,
previniendo posibles recaídas.
Este enfoque del problema se fundamenta en que, dada la complejidad de
la conducta de fumar y la variedad de las funciones que cumplen los cigarri-
llos para los fumadores, un tratamiento que incluya muchos elementos tera-
péuticos permitirá la adaptación de éstos a las necesidades diferentes de los
ífumado- individuos. Sin embargo, hoy en día se considera que no siempre más es mejor,
onjugado ya que un paquete de tratamiento demasiado complejo puede causar el efec-
492 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
to contrario, y el fumador puede encontrar muchas dificultades para seguir- del humo...);
lo, con lo que la eficacia puede verse comprometida (Lichtenstein y Glasgow, sumo o b) la í
1992). Quizá la clave consista en encontrar la combinación de técnicas más nencia suelen
apropiada a cada caso, en ocasiones con más estrategias y en otras con menos, porcionar al«
pero siempre teniendo en cuenta que las técnicas que se combinen sean real- ayuden para
mente compatibles, que la aplicación de unas no interfiera con la de las otras Parece qu
y, finalmente, que el programa terapéutico se adapte a las necesidades parti- procedimiento
culares de cada cliente. disposición y
Así, los tratamientos multicomponente para dejar de fumar p u e d en afrontar la ab-
incluir diferentes estrategias: diversas técnicas para el autocontrol de la con- te el tratarme
ducta, tales como la autoadvertencia, el control de estímulos y el desarrollo lidades que f
de conductas sustitutivas del fumar (Lichtenstein, 1982), el entrenamiento Sin embaj
en relajación (Glasgow y Rosen, 1978), el control del estrés, el contrato de alta motivad
contingencias (Winett, 1973), así como recomendaciones dietéticas y de ejer- la abstinendc
cicio físico (Ussher, Taylor, West y McEwen, 2000). Así mismo, muchos pro- to de fumar c
gramas de este tipo incluyen la utilización de un manual que proporciona, sumo de cig¡
junto con una visión general de la perspectiva conductual sobre el hábito reduzcan su <
de fumar, instrucciones específicas respecto a las técnicas de autocontrol y centaje de re
frecuentemente, pautas para la asignación de tareas (Glasgow y Rosen, nar totalmei
1978). Finalmente, como se comentó antes, en muchos programas se inclu- menudo el pi
ye la información semanal sobre el CO en el aire espirado (López de la Llave fuman, pero
et al, 2000). personal que
Lichtenstein y Danaher (1978) advierten de que los diferentes compo- tentes entre 1
nentes no deben formar parte de un paquete de tratamiento por el hecho de pia conducta
que hayan sido eficaces cuando se utilizaron de forma individual, sino, más la conducta c
bien, porque se confía en que al combinar varios de estos procedimientos gar a produc
puede producirse un efecto único y más poderoso. Debido a la complejidad produce la re
de la conducta de fumar y a las diferencias individuales entre los fumadores, los clientes i
los programas multicomponente resultan imprescindibles cuando un méto- muy frecuer
do simple no ha demostrado ser suficiente para adaptarse a toda la variedad después del
de problemas y de fumadores.
Con la ir
mas (1983) d
cese gradúa
3.4.4. Cesación brusca versus reducción gradual del consumo
como objeth
Las fases en que se suelen aplicar los programas multicomponente tienen secuencia di
objetivos y actividades específicos; así, en un primer momento suele buscar- mantenimie
se: a) el establecimiento de un compromiso firme con respecto al programa debilitar los
por parte del fumador, b) la evaluación, y en su caso el incremento, de la moti- reforzantes;
vación para dejar de fumar del cliente y c) la determinación del nivel de con- tomas del Sé
sumo de cigarrillos (línea base). En un segundo momento el objetivo será el do el consu
abandono del consumo de tabaco, para lo que se pueden emplear diferentes paciente doi
técnicas (reducción gradual de la ingesta de nicotina y alquitrán, retención día a la cesa
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 493
del humo ...) y seguir dos posibles procedimientos: a) el cese brusco del con-
sumo o b) la reducción gradual de éste. Por último, una vez lograda la absti-
nencia suelen establecerse sesiones de mantenimiento, con la finalidad de pro-
porcionar al exfumador estrategias cognitivas, fisiológicas y sociales que le
ayuden para mantenerse sin fumar.
Parece que el abandono del consumo mediante su cese inmediato es un
procedimiento que puede proponerse a los fumadores que cuentan con buena
disposición y en los que se ha observado que disponen de habilidades para
afrontar la abstinencia; en este caso las actividades que se llevan a cabo duran-
te el tratamiento tienen como objetivo potenciar en los clientes aquellas habi-
lidades que faciliten el logro de mantenerse abstinentes.
Sin embargo, muchas veces los fumadores no reúnen estas condiciones de
alta motivación y / o no cuentan con las habilidades necesarias para afrontar
la abstinencia, en estos casos parece oportuno proceder al abandono del hábi-
to de fumar de una forma paulatina, mediante la reducción gradual del con-
• H
sumo de cigarrillos; con esta finalidad, puede pedirse a los fumadores que
reduzcan su consumo mediante tasas fijas semanales de un determinado por-
centaje de reducción (entre el 10% y el 25%, según los casos), hasta abando-
nar totalmente el consumo de tabaco. Esta forma de proceder plantea a
menudo el problema de que los clientes reducen la cantidad de cigarrillos que
fuman, pero esta reducción se produce más como resultado de su esfuerzo
personal que por efecto de un verdadero debilitamiento de los vínculos exis-
tentes entre los estímulos que elicitan el comportamiento de fumar y la pro-
pia conducta, así como por el debilitamiento de los vínculos que relacionan
la conducta de fumar y las consecuencias placenteras de ésta, es decir, sin lle-
L gar a producirse un verdadero proceso de deshabituación; en otros casos, se
produce la reducción del consumo pero, cuando éste es ya notablemente bajo,
los clientes no se atreven a dar el paso al abandono total; por otro lado, son
muy frecuentes las recaídas en el consumo en los primeros días o semanas
después del abandono.
Tanto las experiencias clínicas como las investigaciones llevadas a cabo En línea coi
con este planteamiento terapéutico vienen obteniendo resultados muy alen- encaminado a 1
tadores, debido posiblemente a la eficacia del tratamiento (e.g. Buceta y Tho- la abstinencia c
mas, 1983; Buceta y Burns, 1984; Buceta y López de la Llave, 1989; López de • Elcompc
la Llave y Buceta, 1996). solidado
deseen o
car tiemt
3.4.5. Conclusiones sobre el tratamiento psicológico para dejar de fumar y Tarvik,
• El c o m p
De todo lo expuesto se puede concluir que el afrontamiento del proble- determir
ma del consumo de tabaco, desde los contextos clínicos o de salud, ha avan- conductí
zado hacia el empleo de unas técnicas de tratamiento cada vez más eficaces del comf
y más específicas que, apropiadamente combinadas dentro de programas mente, e
multicomponente, pueden incrementar la utilidad de los programas de y / o cree
intervención. la condu
También se puede apreciar cómo en los últimos años se viene produ- • El comp
ciendo un cambio en el tipo de técnicas utilizadas; las técnicas aversivas van vínculo
siendo relegadas en favor de otras como el control de estímulos, los contra- tiene lug
tos conductuales, la reducción gradual de nicotina, el apoyo grupal, la rela- facilitar
jación y procedimientos específicos para la prevención de recaídas. Además, vas inco
cada vez es más frecuente la utilización de pruebas objetivas para evaluar la reforzar
abstinencia de los fumadores, entre las que destacan la del nivel de monóxi- creencia
do de carbono en el aire espirado por su sencillez en cuanto a la obtención conduct
de la medida y su mínima intrusión, el análisis de la cotinina salivar por ser tomas d
más precisa y el análisis del tiocianato en saliva, sangre o plasma cuando se • Fumar {
precisan datos sobre la abstinencia a largo plazo (Becoña y Lorenzo, 1989; dencia <
Shiffman, 1993). consum
nencia <
Según la revisión de Schwartz (1987), los mejores resultados obtenidos en
gar este
el tratamiento para dejar de fumar corresponden a los programas multicom-
ponente, en la misma línea de eficacia que han comprobado posteriormente • Sinemr.
otras investigaciones (e.g. Becoña, 1990; Lichtenstein y Glasgow, 1992; Shiff- altamer
man, 1993), pero parece claro que estos programas todavía pueden y deben poderoí
mejorarse. ta refor:
cedente
Parece comprobado y aceptado que las técnicas de los programas multi-
componente deben dirigirse, por un lado, al aumento de la motivación de los • Tenienc
fumadores por la intervención en las distintas fases y al incremento de la per- que un
cepción de autoeficacia; por otro, a la cesación del hábito, es decir a que la ción gr¿
conducta de fumar deje de realizarse; y, finalmente, al mantenimiento de la bajo coi
primer,
abstinencia. De esta forma, los programas de intervención deberían incluir
y unas
estrategias, con una interacción favorable, que se dirijan a cada uno de estos
permar
tres grandes objetivos.
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 495
camente los mecanismos que mantienen los hábitos, es decir, la relación entre
--TE5 los antecedentes, la conducta y las consecuencias, c) destacar la importancia
del papel activo del cliente en el proceso, d) adiestrar al fumador en la utili-
zación de los autorregistros y e) medir, registrar e informar al fumador sobre
per el nivel de CO en el aire espirado.
Con ayuda de los autorregistros se establece la frecuencia con que se fuma,
con el fin de describir topográficamente el comportamiento y de esclarecer
•regias para
los factores que conforman las situaciones antecedentes, así como el grado de
:::::u::a ; - ;
placer percibido como resultado de consumo de cada cigarrillo.
inte los perí- Al final de la primera sesión, y durante todo el tratamiento, se entregan
ia y búsque- al cliente impresos para toda la semana, pidiéndosele que, hasta la próxi-
ma cita, lleve un ejemplar en su paquete de tabaco y que, cada vez que con-
P consegui- suma un cigarrillo, lo refleje en la hoja indicando: la hora, el lugar en el que
:>eríodos de se encuentra, la actividad que está realizando, la presencia o ausencia de
compañía, y el grado de placer que le proporciona fumar ese cigarrillo.
situaciones Para que esta actividad pueda ser llevada a cabo correctamente, conviene
or probabi- explicar al cliente, con precisión, lo que debe hacer, y la importancia de rea-
lizar correctamente estos registros, teniendo en cuenta que de los datos
egias para registrados dependerán las actividades a realizar en las siguientes sesiones
aciones de y fases.
En términos operativos, durante esta fase se puede proceder de la siguien-
onsecuen- te manera: durante la primera reunión se ofrecen las explicaciones mencio-
nar
nadas más arriba y se realizan ensayos de cómo rellenar los registros; además
abüidades se toma una medida de CO en el aire espirado, y se pide al cliente que haga
lente
una lista de las ventajas e inconvenientes de vivir sin fumar; se puede asignar
como «tarea para la semana» que cumplimente los registros y que comente
con familiares y conocidos que se halla realizando un curso para aprender a
vivir sin fumar. Durante la segunda reunión se resuelven, cuando las haya,
las dificultades en el cumplimiento de las tareas, se realizan gráficos de con-
sumo de cigarrillos y se jerarquizan las distintas situaciones de consumo; ade-
amadores más, con el fin de proporcionar información sobre el progreso, puede medir-
ie la línea se el nivel de CO en el aire espirado; así mismo, se comentan las listas de
iticiparse ventajas e inconvenientes. Al final de la sesión se asignan las tareas para casa:
:>ero con- autorregistro del consumo y comentar con los familiares la lista de ventajas e
cliente. inconvenientes de dejar de fumar.
ir el pro-
sntos del 3.5.2. Segunda fase: Descomposición del hábito de fumar
rirá para
compor- Durante esta fase se tiene como objetivo la descomposición del hábito de
¡: a) ofre- fumar mediante el debilitamiento de los vínculos estímulo-conducta-conse-
isí como cuencias; también se debe buscar la modificación de cogniciones relaciona-
car bási- das con la conducta de fumar y, además, se inicia el entrenamiento del fuma-
500 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
dor en habilidades relevantes que pudieran serle útiles ahora o más adelan- b) Estrategias p
te. Con estos objetivos pueden emplearse distintas estrategias que contribu-
yan, primero, al análisis funcional de la conducta y, posteriormente, al trata- • Control de
miento de ésta. ducta de
sentesla
durante 1
a) Análisis funcional las siguie
• En
Mediante la información de los autorregistros, más la que aporta el fuma- en
dor durante las sesiones, se lleva a cabo el análisis funcional de la conducta SUÍ
de fumar, en el que deben considerarse los siguientes aspectos: da
• Estímulos antecedentes: con la información de los autorregistros se • En
identifican los estímulos antecedentes (lugares, actividades, personas al
presentes, etc.) en cuya presencia se produce con mayor frecuencia la m<
conducta de fumar, y se elabora una jerarquía de estímulos que, poste- mi
riormente, será utilizada para la aplicación de la técnica de control del Ot!
estímulo. CO
• Encender algunos cigarrillos durante la sesión, y dejar que se con- Con el <
suman en los ceniceros o entre los dedos del propio paciente. tamiento ai
• Entrenamiento en respuestas alternativas. Para fomentar la aparición de momento c
conductas alternativas a la de fumar pueden realizarse actividades se les pued
como las siguientes: des sociale
• Información sobre el CO en el aire espirado. Se trata de ofrecer a los fuma- durante las
dores información sobre el contenido de CO en el aire espirado, toman- sobre la con
do muestras en cada sesión, y llevando un registro de esta variable para cante como
que el cliente pueda observar las variaciones. Para ello puede emple- anterior; du
arse un analizador de CO como el Micro Smokerlyzer, que es muy senci- lización de
llo de manejo y suficientemente sensible a las variaciones que se vayan La decií
produciendo de semana en semana. que se d e d
• Gráficos del consumo diario. Con la misma finalidad, puede llevarse un clave de la
registro semanal, en forma de gráfico de consumo diario de cigarrillos. su conduct
Sin embargo, el empleo de esta técnica requiere una atención especial cazmente e
debido a que, de acuerdo con los objetivos del tratamiento en esta fase, peuta consi
aunque se busca la reducción del consumo, éste debe producirse como su decisión
consecuencia de la apropiada descomposición del hábito y no como trata única
resultado del esfuerzo personal en reducir el consumo, de forma que bar cómo s<
puede darse el caso de alguna semana en que esta reducción no se pro- persona, ce
duzca; por todo ello, debe quedar bien claro para el fumador que esta fumar.
eventualidad no es contraria a la marcha del tratamiento y que una Durant
línea descendente en el gráfico no siempre es la garantía de que el pro- lugar, disc
ceso está siendo correcto. empezar (
• Anticipación de las ventajas de dejar defamar. La realización de la lista de nar su dui
ventajas e inconvenientes de dejar de fumar, y la discusión de los items fijando la
de esta lista en las sesiones con el terapeuta y en los períodos interse- prueba.
siones con familiares, amigos y compañeros, puede favorecer el interés Cuand
por dejar de fumar y la motivación por el tratamiento. un períod
• Contratos de contingencias. Los contratos de contingencias entre cliente ce el probl
y terapeuta se han empleado frecuentemente como estrategia terapéu- ción o pre
tica (en algunos casos única) en los programas para dejar de fumar; en rol playing
el programa que nos ocupa, la realización de este tipo de contratos Una v<
puede resultar útil, en algunos casos, como elemento facilitador de la debe refoi
adherencia al programa y como factor motivador para la realización de dos, cada
las actividades del tratamiento.
En resumen, durante esta fase del tratamiento se trata de que los fuma-
dores, además de no abandonar la terapia y de mantener su motivación a 3.5.4. Ci
niveles adecuados, aprendan todas aquellas habilidades que resulten nece-
sarias en cada caso particular, sin aplicar un paquete terapéutico general a Una v
todos los clientes. cación de
insistir a 1
de fumar
3.5.3. Tercera fase: Pruebas de cesación y abstinencia nencia, ai
abstinenc
La tercera fase se inicia cuando, de los datos obtenidos mediante los auto- tarlos (ali
rregistros diarios, y a través de los informes y manifestaciones del cliente señalar la
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 505
s fuma-
ación a 3.5.4. Cuarta fase: Mantenimiento de la abstinencia
n nece-
•neral a Una vez que se produce la cesación total, el objetivo es evitar la cronifí-
cación de las posibles recaídas. Para ello, un aspecto importante consiste en
insistir a los clientes sobre las consecuencias que tiene el cese de la conducta
de fumar. Así, se debe informar sobre la posibilidad de síntomas de absti-
nencia, asegurándonos de que el cliente conoce los síntomas del síndrome de
abstinencia de la nicotina, su duración, así como las estrategias para afron-
s auto- tarlos (alimentación, ejercicio, actividades relajantes...). Igualmente, se deben
cliente señalar las consecuencias positivas, a corto y a largo plazo, para la capacidad
506 INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SALUD: CONTROL DEL ESTRÉS Y CONDUCTAS DE RIESGO
respiratoria y los sentidos del gusto y del olfato. Con esta información se 3.6.1. Eficac
busca que los clientes presten atención y observen los cambios positivos, cons-
tatando así, cómo van apareciendo las ventajas que habían anticipado en su Hoy se cu
lista de ventajas e inconvenientes. de estudiar la
dejar de fum;
Por otra parte, es conveniente comentar la posibilidad de que se produz- tein et al. (197
can aumentos de peso (Hall, Ginsberg y Jones, 1986). Aunque la frecuencia zando cuatro
con que aparecen estos aumentos de peso en sujetos que dejan de fumar no tamiento: 1) í
pasa del 25%, es importante tener en cuenta esta posibilidad. A pesar de que solamente, 3)
el sobrepaso también es un factor de riesgo de problemas de salud, en estos de seguimien
momentos se debe restar importancia a esta eventualidad, concluyendo que sin que apare
el objetivo ahora es aprender a vivir sin fumar y que mantener el peso apro- aversivo; tan
piado podrá ser un objetivo para el futuro («si tú has aprendido a vivir sin fumar, rio, como e l :
podrás fácilmente perder peso cuando sea conveniente»). ambos. Com<
boradores, ce
Finalmente, se debe comentar la posible aparición de pensamientos que
do, habiénde
inviten a fumar, y que resten importancia a las consecuencias negativas que
obtenidos al
tiene esta conducta («el señor X tiene 90 años, siempre ha fumado y mira qué bien wartz (1987
está»). Debe buscarse que estos pensamientos sean reestructurados y cam- cia en 12 estt
biados por pensamientos racionales y acordes con el objetivo. el 6% y el 40
Después de esta fase, y aunque ya no se fijen más reuniones con el clien- binación cor
te, puede resultar muy beneficioso para el mantenimiento de la abstinencia 8% y un 67°
que se realice un seguimiento a través de contactos telefónicos periódicos, en 7% y el 52%
los que se resuelvan posibles dudas, se anticipen situaciones de riesgo y se 5 de estos úl
refuerce al cliente por mantenerse abstinente. En cuan
Becoña y Q
tos que fuei
3.6. Eficacia del tratamiento psicológico para dejar de fumar nes de trata
na y alquitr
Cuando se trata de evaluar la eficacia de las intervenciones para dejar retención d
de fumar se han venido empleando diversas estrategias (Schwartz, 1987); del último c
así, en unos casos se ha tomado, como medida de la eficacia, el porcentaje elemento ti
de sujetos que dejan de fumar tras la intervención, pero sin tener en cuen- retención d
ta el período de tiempo durante el cual los sujetos se han mantenido absti- ydelll.Hc
nentes; en otros casos sí se han realizado seguimientos, más o menos largos cia del 30°
(desde un mes hasta varios años), observando también el porcentaje de suje- humo se a
tos que se mantienen sin fumar; en otras ocasiones ha sido el número de nuevo la ex
cigarrillos fumados, antes y después del tratamiento, la variable observada; tegias denl
por fin, en algún otro caso, se ha tomado como medida de eficacia del tra-
tamiento el intervalo de tiempo que los sujetos se han mantenido abstinen- Schwai
tes (e.g. López de la Llave, Buceta y Pérez- Llantada, 1998). Aunque cada evaluaron
una de estas estrategias de evaluación puede ser justificada, la diversidad de 23 ensa
de criterios dificulta, en algunos casos, las comparaciones entre los dife- se situaba
rentes estudios. miento (vé
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 507
Hoy se cuentan por decenas las investigaciones llevadas a cabo con el fin
de estudiar la eficacia de las diferentes técnicas y estrategias específicas para
dejar de fumar; así, por ejemplo, en un estudio llevado a cabo por Lichtens-
tein et al. (1973), se comprobó la eficacia de la técnica de fumar rápido, utili-
zando cuatro grupos de sujetos sometidos a las siguientes condiciones de tra-
tamiento: 1) aire caliente de tabaco y fumar rápido, 2) aire caliente de tabaco
solamente, 3) fumar rápido solamente y 4) atención placebo. A los seis meses
— ^*T- . de seguimiento, los resultados indicaron que el 60% de los sujetos no fumaba,
sin que aparecieran diferencias entre los tres grupos que recibieron tratamiento
aversivo; tan eficaz fue la utilización de la técnica de fumar rápido en solita-
rio, como el aparato de aire caliente de humo de tabaco o la combinación de
ambos. Como consecuencia de estos resultados, tanto Lichtenstein y sus cola-
_ boradores, como otros autores, han venido utilizando la técnica de fumar rápi-
c:<- -
do, habiéndose realizado un gran número de estudios con ella. Los resultados
: obtenidos al aplicar la técnica de fumar rápido, según la evaluación de Sch-
wartz (1987), indican una eficacia que varía entre el 7% y el 62% de abstinen-
cia en 12 estudios con seguimientos de seis meses, y tasas de cesación de entre
el 6% y el 40% en 6 estudios que realizaron seguimiento de un año. En com-
binación con otros procedimientos, la eficacia de esta técnica se sitúa entre un
8% y un 67% en los 21 estudios con un seguimiento de seis meses, y entre el
7% y el 52% en los 10 estudios con un año de seguimiento, encontrándose, en
5 de estos últimos estudios un porcentaje de abstinencia de más del 33%.
En cuanto a la técnica de retención del humo, en un estudio realizado por
Becoña y Gómez-Duran (1993) se llevó a cabo una intervención con 105 suje-
tos que fueron distribuidos en cuatro grupos y asignados a cuatro condicio-
nes de tratamiento diferentes: 1) reducción gradual de la ingestión de nicoti-
:fí:
na y alquitrán, 2) reducción gradual de la ingesta de nicotina y alquitrán más
retención del humo, 3) reducción gradual más retención del humo después
del último cambio de marca de cigarrillos y 4) retención del humo como único
elemento terapéutico. El grupo que recibió únicamente el tratamiento de
retención del humo, obtuvo una tasa de abstinencia del 33% a los seis meses
y del 11.11% al año de seguimiento, claramente inferior a la tasa de abstinen-
cia del 30% a los doce meses, obtenida cuando la técnica de retención del
humo se aplicó junto a la de reducción gradual, lo que parece sugerir de
nuevo la conveniencia de incluir esta técnica en combinación con otras estra-
tegias dentro de los programas de intervención.
Tabla 10.6. Principales resultados de las 138 intervenciones para dejar de fumar 1990; Lichten
revisadas por Schzvartz (1987), con seguimientos realizados a los 12 meses. dios realizadc
tendido conti
%de tes que difei
Rango de
N.°de Mediana estudios con encontrado d
eficacia
Métodos de tratamiento estudios
(% de
del % de resultados cífica de una
revisados abstinencia de eficacia
abstinencia) Dentro d<
> 33%
cas aversivaí
Intervenciones médicas en y Trentadue
16 11-73 43 63
pacientes cardíacos
media de coi
Programas multicomponente 17 6-76 40 65 el tratamient
Saciación* 12 18-63 34 58 que recuper
Intervenciones médicas en
25-76 31
sesiones de
6 50
pacientes pulmonares que fueron s
Fumar rápido y otros procedimientos 10 7-52 30 50 autorregistrí
Chicle nicotina y Modificación de mulos, técni
11 12-49 29 36
Conducta pensa por n<
Contratos de contingencias* 4 10-38 27 25 tamiento d
Reducción de nicotina* 16 7-46 25 44 programa o
Procedimientos educativos 12 15-55 25 25 sujetos distr
Fumar rápido 6 6-40 21 17
ción más la
Autoayuda 7 12-33 18 14 Las tasa
Chicle de nicotina 9 8-38 11 11 para el gruj
Advertencia o consejo médico 12 3-13 6 0 ca de fumar
saciación y
* Estos métodos se presentan asociados generalmente a otras técnicas, por lo que evaluar su eficacia
resulta problemático. Fuente: Schwartz (1987). sujetos de 1.
nica de rurr
rápido esta
Duran (1993), en el que se comparó la eficacia de la técnica de reducción gra- tamiento, I
dual de la ingesta de nicotina y alquitrán con la de retener el humo, utilizan- Por su
do ambas estrategias solas o combinadas, se obtuvieron mejores resultados sujetos, coi
cuando a los sujetos se les aplicaban las técnicas solas: el 45.83% de absti- 17.8 cigarr
nencia en el grupo de reducción gradual y el 27.27% en el de retención del como estra
humo. Los grupos que recibieron una combinación de ambas técnicas sólo depósito d
alcanzaron el 20% de abstinencia al año de seguimiento, lo que parece razo- programa <
nable si consideramos que, probablemente, se trata de técnicas cuyos proce- nencia u n
dimientos de aplicación podrían interferir entre sí. grama fuei
de abando
trato de coi
3.6.2. Eficacia de los programas multicomponente tinencia al
Tambií
Los mejores resultados obtenidos en el tratamiento para dejar de fumar
corresponden a los programas multicomponente (Schwartz, 1987; Becoña, yen técnic
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 509
ner el humo con un programa multicomponente para dejar de fumar. El tra- ción de las mi
tamiento mediante el programa multicomponente constaba de nueve sesio- en habilidad*
nes, de sesenta minutos de duración. Los elementos que incluía este progra- de expectativ
ma fueron: entrenamiento en autocontrol, realización de autorregistros, tratos cond\
práctica de la técnica de fumar rápido, retener el humo, reducción gradual de nencia se en
nicotina y alquitrán, empleo de contratos conductuales y de coste de res- resultados r
puesta, entrenamiento en relajación progresiva, entrenamiento en solución estaban abs
de problemas y programas de ataque al aburrimiento. Los sujetos pudieron de abstinen
optar, inicialmente, por el tratamiento con técnicas de autocontrol o con téc- raron por s<
nicas aversivas. Participaron 10 mujeres, con una media de edad de 22.7 años, cera consig
y que fumaban una media de 18.1 cigarrillos al día antes del tratamiento. La miento, pe
tasa de abstinencia obtenida al final del programa fue del 30%, claramente Curiosamei
inferior al 90% conseguido por el grupo sometido a la técnica de retener el fue el que c
humo. A los seis meses y al año de seguimiento, las tasas de abstinencia del pasando di
grupo tratado con el programa multicomponente seguían siendo desfavora- mientos.
bles, pero el número de recaídas fue sensiblemente inferior, lo que parece indi- Con el I
car que la variedad de técnicas del programa multicomponente, y la posibi- vención de
lidad de elegir entre ellas, puede, quizá, contribuir a una dispersión excesiva que partid
del trabajo terapéutico durante la fase de tratamiento en la que el objetivo es edad de 4:
dejar de fumar, pero, así mismo, puede aportar más soluciones útiles para, sesiones d<
posteriormente, conseguir el mantenimiento de la abstinencia. sesión, qu<
fueron las
La combinación de técnicas aversivas y procedimientos de autocontrol
para tener
parece resultar muy útil para el tratamiento de los fumadores. Los procedi-
de relajad
mientos aversivos se han mostrado eficaces para conseguir la abstinencia a
nica de ret
corto plazo, pero su empleo presenta, además de las dificultades ya mencio-
nadas, una limitación inherente cuando se aplican para la extinción de com- tos habíar
portamientos de tan alta ocurrencia como la conducta de fumar. Además, tres siguie
cuando no se ha previsto la disponibilidad de respuestas alternativas por 2) discusi<
parte de los sujetos, los esfuerzos para la cesación en el consumo obtienen un Cada i
éxito tan sólo temporal (Schwartz, 1987), lo que justifica que se complemen- grupos d(
ten con otras técnicas para el mantenimiento posterior de la abstinencia. suales y k
fono. Á le
En ese sentido, el mantenimiento de la abstinencia ha sido un objetivo cen-
pantes m<
tral en numerosas investigaciones. Davis y Glaros (1986) realizaron un estu-
de tiociai
dio en el que utilizaron un programa multicomponente para la prevención
mente, fu
de recaídas; la muestra estaba compuesta inicialmente por 56 sujetos pero sólo
lidades, c
45 completaron la intervención. Las tres condiciones de tratamiento fueron
33.3% p a
las siguientes: 1) programa multicomponente aplicado durante seis semanas,
tir de los
con una sesión semanal de 90 minutos, fijándose en la quinta sesión la fecha vidualizi
de cesación definitiva, 2) programa multicomponente intensificado, que des de ca
incluía discusiones sobre algunas situaciones problema y 3) programa multi- mantenii
componente intensificado más un programa de entrenamiento en habilida-
des cognitivo-conductuales. Esta última condición, que tenía como objetivo Com<
específico la prevención de las posibles recaídas y la minimización de la dura- y alquitr
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 511
nente. Becoña y Gómez-Duran (1993) compararon tres programas multicom- cuatro fase
ponente en los que la reducción gradual, junto a la retención del humo, fue el composicic
principal componente. Los resultados al final del tratamiento mostraron una ra en que h
tasa de abstinencia del 66.66% en el grupo con reducción gradual de ingesta de cia y, por fi
nicotina y alquitrán, del 57.89% en el grupo de reducción gradual y retención el progran
del humo tras el último cambio de marca, del 33.33% en el grupo de reducción miento rea
gradual y retención del humo, del 31.81% en el grupo de retención del humo y nentes.
del 0% en el grupo control. El resultado obtenido por el primer grupo fue sig- Enotrt
nificativamente mejor que el de los restantes. A los doce meses de seguimien- la Llave et
to las tasas de abstinencia fueron del 45.83% en el grupo en el que se empleó los sujeto?
sólo la reducción gradual, del 21.05% en el grupo de reducción más retención
multicom
del humo después del último cambio de marca, del 19.04% para el grupo de
reducción
reducción gradual más la retención del humo, del 27.27% para el grupo
que sólo utilizó la retención del humo y del 6.25% para el grupo control. ción, a los
consumo
sobre el a
pos la red
3.6.3. Algunos datos sobre la eficacia del programa de intervención miento qi
psicológica para la cesación de la conducta de fumar evaluado
espirado)
Cuando el principal integrante del programa multicomponente ha sido la al que pn
reducción del consumo por descomposición del hábito de fumar se han caso, el !
encontrado resultados muy alentadores; así, en un estudio de Buceta y López miento, a
de la Llave (1989) se aplicó un programa de tratamiento para la eliminación ron trata*
del hábito de fumar a treinta y cinco sujetos. El programa, similar al que se cesar el -J
ha propuesto en este capítulo, incluía entre sus componentes el empleo de
autorregistros, el control de estímulos, la prevención de la respuesta y el entre- Enes
namiento en habilidades diversas, como la relajación, las autoinstrucciones, CO en el
las habilidades sociales y otras habilidades de afrontamiento de utilidad en sujetos c
cada caso individual; las principales características del programa, sin embar- cuanto a
go, consistían en el papel activo de los sujetos, en el trabajo sobre sus expec- líos; los i
tativas con respecto al programa y a su exigencia, y en el proceso de reduc- COsep
ción gradual del consumo como resultado de la puesta en práctica de las final del
distintas estrategias, y no como objetivo independiente del programa fruto back), as
del esfuerzo particular de cada sujeto. Básicamente el objetivo de las estrate- de los qi
gias consistía en descomponer el hábito de fumar debilitando los vínculos además
existentes entre estímulos, respuesta y consecuencias, modificando cognicio- do o qu<
nes relevantes y entrenando a los fumadores en técnicas que les sirvieran para bidofees
enfrentarse con éxito, antes y después de la abstinencia, a las situaciones de rrillos a
riesgo relacionadas con la conducta de fumar. Se partía del supuesto de que Fina
la descomposición del hábito, junto con el fortalecimiento de la inmunidad tamient
de los sujetos mediante la mejora de sus recursos, deberían ser responsables la redu*
de los beneficios terapéuticos a corto y a largo plazo. namieri
El tratamiento fue llevado a cabo por diez terapeutas con experiencia clí- deCO,
medidí
nica y entrenados debidamente para aplicar este programa, y se realizó en
EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DEL TABAQUISMO 513
cuatro fases, una fase introductoria, una segunda de reducción gradual, des-
composición del hábito y entrenamiento en habilidades diversas, una terce-
ra en que los sujetos realizaban pruebas de cesación e iniciaban la abstinen-
cia y, por fin, una cuarta fase de mantenimiento de la abstinencia. Finalizaron
el programa 26 sujetos, de los que el 84% estaban abstinentes; en el segui-
miento realizado a los seis meses el 53% de los sujetos permanecían absti-
nentes.
En otro estudio más controlado (López de la Llave et al, 1998; López de
la Llave et al, 2000), 42 sujetos recibieron un tratamiento para dejar de fumar;
los sujetos fueron divididos en cuatro grupos y tratados con un programa
multicomponente similar en todos sus elementos excepto en el proceso de
reducción y en si recibían o no feedback de CO. En cuanto al proceso de reduc-
ción, a los sujetos de dos de los grupos se les pedía que fueran reduciendo el
consumo semanalmente mediante unas pautas fijas de reducción (del 10%
sobre el consumo registrado cada semana), mientras que en los otros dos gru-
pos la reducción se buscaba como consecuencia de las actividades del trata-
miento que se encaminaban a la descomposición del hábito; los resultados,
evaluados mediante una medida objetiva (monóxido de carbono en el aire
espirado), mostraron una superior eficacia de este último tratamiento frente
al que procedía mediante la reducción gradual indiscriminada; en el primer
caso, el 59% de los participantes lograron la abstinencia al final del trata-
- ,;r ~- 7 miento, al año se mantenían sin fumar el 30%, mientras que de los que fue-
ron tratados con el programa de reducción gradual más tradicional lograron
cesar el 45% y, al año, sólo el 15% permanecían abstinentes.
En este mismo estudio también se planteó la hipótesis de si el feedback de
::: :reí CO en el aire espirado era un elemento útil al tratamiento, de forma que los
hzaá e~ sujetos que recibieran esta información obtendrían mejores resultados en
" _ ~ r '.: - cuanto a la adherencia al programa y en cuanto a la abstinencia de cigarri-
rec- llos; los resultados mostraron que entre los sujetos que recibieron feedback de
ereduc- CO se produjeron unas tasas de abstinencia significativamente más altas al
a de las final del tratamiento (66.6%, frente al 38% entre los que no recibieron feed-
na fruto back), así como que entre estos sujetos la abstinencia al año era superior a la
estrate- de los que no recibieron el feedback de CO (28.5% y 14.2%, respectivamente);
ínculos además, el consumo de cigarrillos entre aquellos sujetos que no habían cesa-
ignicio- do o que habían recaído en el consumo, era inferior si los sujetos habían reci-
anpara bido feedback (8.78 cigarrillos al día) que si no lo habían recibido (14.78 ciga-
)nes de rrillos al día).
de que
Finalmente, se puede destacar que aquellos sujetos que recibieron un tra-
anidad
tamiento similar al que hemos propuesto en el presente capítulo, centrado en
isables
la reducción como consecuencia de la descomposición del hábito y el entre-
namiento en habilidades de afrontamiento, y que además recibieron feedback
cia clí- de CO, obtuvieron los mejores resultados en todas las variables de eficacia
izó en medidas. Así, el 80% de estos sujetos que iniciaron el tratamiento finalizaron
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