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La mente no puede considerarse separada del cerebro, como tampoco del cuerpo y del entorno (tanto físico
como social). En consecuencia, se la debe pensar como una unidad conceptual indivisible.
El cerebro
La unidad anatómica y funcional del sistema nervioso, en todos los cordados, es la neurona.
En el hombre, la enorme mayoría de ellas se encuentra localizada en su encéfalo, aunque no debe
olvidarse que están desparramadas por todo el cuerpo. Se estima que el cerebro humano contiene
alrededor de 100 mil millones de neuronas y que cada una de ellas puede establecer hasta 50.000
sinapsis con sus vecinas. Esto significa que el número total de combinaciones podría ascender
hasta 5 mil billones (50.000 sinapsis x 100 mil millones de neuronas), aunque hay que aclarar
que la red no está totalmente conectada y que los contactos no son continuos, sino intermitentes
[Moriello, 2005, p. 20].
1
También conocido como problema cuerpo-alma, materia-espíritu, cuerpo-mente, materia-conciencia, físico-
psíquico, cerebro-conducta [García García, 2001, p. 276].
2
Al igual que otras unidades conceptuales complementarias como materia-energía, corpúsculo-onda, estructura-
proceso o individuo-sociedad [Rodríguez Delgado, 1997, p. 41].
La mente
La mente no es únicamente el asiento de la parte cognitiva (razonamientos, creencias,
opiniones, supuestos), sino también de la parte afectiva (sentimientos, emociones, pasiones,
instintos) y de la parte conativa (deseos, motivaciones, intenciones, metas). Si bien –por razones
de análisis– se las separa artificial y abstractamente, las tres “dimensiones” coexisten y son
complementarias. Se trata de una totalidad, un único proceso complejo, aunque el desarrollo de
cada una puede ser paralelo y aunque cada situación y contexto particular puede favorecer la
expresión dinámica predominante de una de ellas por sobre las otras. Por otra parte, la mente no
es algo exclusivamente humano, sino más bien un producto de la evolución biológica. En efecto,
es el resultado de un proceso enormemente largo de complejización creciente que se produjo en
los sistemas nerviosos de las diferentes especies que evolucionaron sobre la Tierra [García
García, 2001, p. 171] [Capra, 1994, p. 97]. Así, los animales simples tienen mentes simples y los
animales más complejos tienen mentes más complejas.
Hay coincidencia en afirmar que la mente es lo que el cerebro hace, aunque no es cualquiera
de las cosas que hace, como –por ejemplo– regular la temperatura interna [Pinker, 2001, p. 51].
Sin embargo, también se debe tomar en cuenta al resto del organismo (el cuerpo), al ambiente
físico y social que le rodea [Damasio, 1996, p. 230] y a la historia personal del individuo. Es
decir, la mente no tiene únicamente una parte evolutiva y otra biológica, sino también una física,
otra social3 y otra histórica. Asimismo, no es posible concebirla como una entidad
“desencarnada” (aislada de un cuerpo), ni “des-situada” (descontextualizada de un entorno).
3
El entorno físico es tetradimensional (incluye tres dimensiones espaciales y una temporal). El espacio social, en
cambio, es multidimensional (involucra lo cultural, lo científico, lo religioso, lo legal, lo político, lo económico,
etc.).
El cuerpo
El sistema cerebro-mente forma parte del cuerpo y ambos se integran íntimamente a lo largo
de la vida del individuo5: es el proceso de “desarrollo”. Éste, a través de la corporeidad, se
entrelaza intrínsecamente con el proceso de aprendizaje, ya que el organismo se desarrolla y
aprende al mismo tiempo. Según el neurocientífico portugués Antonio Damasio, “el cuerpo
proporciona una base referencial para la mente” [Damasio, 1996, p. 208], ya que aporta un
contenido indispensable de los mecanismos de la mente.
El cuerpo físico es una excelente herramienta para relacionarse con su entorno próximo y
tener una variada gama de experiencias. Juega un importante rol para que el individuo logre
dicha interacción, sobre todo cuando el entorno físico cambia continuamente como consecuencia
del movimiento de otros individuos. Incluso, algunos filósofos cognitivos (Dreyfus, Johnson,
Lakoff) afirman que la forma corporal es crítica tanto para el pensamiento como para el lenguaje
humano: el hombre piensa y habla en términos de su cuerpo; usa su modelo corporal como
referencia, como punto central de su atención. Y las categorías de la experiencia y del
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Pero no sólo durante ese período (ontogenia), sino que lo viene haciendo desde hace incontables milenios
(filogénesis).
El entorno físico
Pero si el cerebro-mente y el cuerpo se influencian mutua e intensamente, el conjunto cerebro-
mente-cuerpo también interactúa constante y activamente con su entorno (tanto físico como
social) [Damasio, 1996, p. 93]. Son inseparables e interdependientes; como el sólido y el
espacio, el sonido y el silencio, la figura y el fondo... Es el entorno quien termina de “esculpir”
al encéfalo: cada estímulo y cada experiencia influye en la creación y destrucción de las sinapsis
y los circuitos neuronales. De esta forma, y aunque todos los seres humanos tengan una
estructura cerebral similar (producto de la programación genética), las circunstancias particulares
y el contexto de cada persona, hacen que cada individuo sea único. Así, la cuaterna cerebro-
mente-cuerpo-entorno opera en forma sistémica e integrada: no puede separarse la actividad y el
desarrollo del cerebro de la mente…, ni del cuerpo o del contexto.
En definitiva, el tener un cuerpo físico implica necesariamente estar inmerso en un entorno
físico: un cuerpo no tiene sentido si no está inserto dentro de un contexto, si no se sitúa dentro de
un entorno, si no está entramado con una circunstancia. Es más, el cuerpo debe “acoplarse
estructuralmente” con su entorno a fin de interactuar con él.
El entorno social
Si bien el complejo cerebro-mente-cuerpo se vale fundamentalmente de sus sistemas
perceptivos y motores para interaccionar con su entorno físico, para relacionarse con su entorno
social necesita del “lenguaje” y de los medios de comunicación (ambos son interdependientes).
De esta manera, se organiza y modela por su entorno más inmediato: primero los padres; más
tarde los parientes, vecinos, educadores y amigos; y luego por los libros, los periódicos, las
revistas, la radio, el teléfono, la televisión, Internet, otras culturas, etc.
El lenguaje incumbe –ante todo– a las relaciones entre las cosas y los conceptos. Cada palabra
no sólo transforma el estado de la red conceptual de la persona, sino que contribuye, además, a
construir o a remodelar su misma topología [Lévy, 2000, p. 35]. Su finalidad es permitir la
comunicación. Es el medio principal con el que los sistemas vivientes (y también los
Bibliografía
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10° reimpresión.
2. Capra, Fritjof (1994): Sabiduría Insólita. Conversaciones con personajes notables. Barcelona,
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5. García García, Emilio (2001): Mente y Cerebro. Madrid, Editorial Síntesis.
6. Lévy, Pierre (2000): Las tecnologías de la inteligencia. Buenos Aires, Editorial Edicial.
7. Lewontin, Richard (2000): Genes, organismo y ambiente. Barcelona, Editorial Gedisa.
8. Maturana, Humberto y Varela, Francisco (2004): De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la
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10. Morin, Edgar (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
11. Pinker, Steven (2001): Cómo funciona la mente. Barcelona, Ediciones Destino.
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13. Taylor, Gordon (1979): El cerebro y la mente. Barcelona, Editorial Planeta.
14. Varela, Francisco; Thompson, Evan y Rosch, Eleanor (1997): De cuerpo presente. Barcelona,
Editorial Gedisa, 2° edición.