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Toros contra la barbarie / Opinión

Antonio Caballero habla de la corrida del domingo y los desmanes que se dieron afuera de
la plaza.
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toros
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ANTITAURINOS
 
TOROS

Por: Redacción EL TIEMPO
 
23 de enero 2017 , 08:36 p. m.
Afuera, la barbarie fanática de los “animalistas sintientes”: pedradas, ladrillazos,
escupitajos, insultos, gritos de “¡asesinos!” a los aficionados que entrábamos a la plaza mal
protegidos por el escuadrón antidisturbios de la policía.
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Dentro, el runrún de euforia contenida de las corridas de expectación: la corrida para


rescatar la plaza de Santamaría de la arbitrariedad de un alcalde demagogo, Gustavo Petro,
que prohibió los toros por un capricho abusivo e ilegal de propietario oficial del coso. Su
sucesor, Enrique Peñalosa, había anunciado que comandaría en persona las hordas
atacantes del antitaurinismo. Al final no se atrevió, aunque sin desdecirse. (Lea
también: Ofrecen recompensa por agitadores en la Santamaría)
¿Y la corrida? Toros bien presentados de Ernesto Gutiérrez, que con la cara y la negrura se
tapaban su enorme sosería. Noblotes: uno hizo hilo con el banderillero Hernando Franco,
‘el Gordo’, ídolo de la plaza por sus gráciles saltos de la barrera, y lo revolcó jugando como
con una pelota. Todos los toreros presentes en el ruedo y en el callejón corrieron a
auxiliarlo. Lo levantaron indemne, escupiendo arena. Con toros que se dejan torear
pensando en otra cosa no es fácil transmitir emoción, y lo cierto es que en la tarde no hubo
mucha, comparada con la expectativa: cinco años sin toros. Pero hubo toros, por fin.

Y toreros. Roca Rey, el jovencísimo peruano que viene triunfando en todas partes, lo hizo
también aquí, donde abrió plaza para su confirmación de alternativa. Muy elegante, bien
plantado en dos largas piernas para un andar solemne.

Y anda mucho: tal vez demasiado. Torea muy bien: tal vez demasiado rápido. Aunque
también sabe hacerlo despacio, como lo mostró en dos soberbias tandas a su segundo toro,
al que le cortó las dos orejas tras un pinchazo en hueso ante el fervor del público y la
generosidad del presidente de la corrida. Pases, como dicen los cronistas cuando un torero
los abruma, “de todas las marcas”. Mucho cambio por la espalda, que es cosa que
enfervoriza a los públicos: Roca Rey ya los conoce, a sus veinte años. Será un gran torero.
Le falta serenarse: quemar fiebre. (También: Lo que pasó en los últimos años con la plaza
de toros La Santamaría)
‘El Juli’: otro que fue niño prodigio. La madurez tranquila, la capacidad sin fallas, el
dominio del toro en cada instante: un toreo sabio y seguro, algo mecánico, que requiere,
para emocionar, la transmisión del toro. Pero no creo que ni con un toro bravo ‘el Juli’ haya
hecho nunca llorar a nadie.
Luis Bolívar, con el pelo canoso y en retroceso sobre la frente, se parece cada día más al
Simón de su apellido: si se dejara las patillas... Y es ya un torero hecho, que le cortó con
autoridad una oreja a su primer toro, el mejor de la tarde. (Además: Grupos animalistas
denuncian que les infiltraron protesta antitaurina)
Una bella tarde azul para reinaugurar la plaza. Una buena corrida, que no llegó a ser
grande. Y afuera, las turbas antitaurinas chillando y gargajeando y apedreando, ciegas y
manipulables, violenta carne de alcaldadas. Es cosa triste que la belleza tenga que ser
defendida por cordones de policía.

ANTONIO CABALLERO

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