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INSTITUCIÓN EDUCATIVA PARROQUIAL

“SEÑOR DE HUAMANTANGA” – 16081


PROPÓSITO:
Leer y analizar los textos de Julio Ramón Ribeyro y Mario
Vargas Llosa para ver los temas y problemas que trataron y relacionarlo
con los problemas sociales de actualidad.
JULIO RAMÓN RIBEYRO (1929-1994)
Julio Ramón Ribeyro nación en Lima, Perú, el 31 de agosto de 1929. Era hijo
de Julio Ribeyro y Mercedes Zúñiga. Fue el primero de cuatro hermanos (un
varón y dos mujeres). En su niñez vivió en Santa Beatriz, un barrio de clase
media limeño y luego se mudó a Miraflores. 
La muerte de su padre lo afectó mucho y complicó la situación económica de
su familia. Estudió en el Colegio Champagnat, e inició los estudios de Derecho,
que abandonó para estudiar Letras en la Universidad Católica del Perú.
Recibió una beca para estudiar periodismo en Madrid. Viajó posteriormente a
París para preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La
Sorbona, en esta época pasó temporadas en Alemania y Bélgica. 
En parís escribió su primer libro Los gallinazos sin plumas. En 1958 regresó al
Perú, y en septiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho, para
ocupar el cargo de profesor y director de extensión cultural de la Universidad
Nacional de Huamanga. En octubre de 1960 regresó a Francia. En París
trabajó como traductor y redactor de la agencia France Presse (1962-72). En
1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado adjunto
ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de
embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). 
Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. En su país fue distinguido
con el Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura
(1993), habiendo sido galardonado también en 1994 con el Premio de
Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, uno de los galardones
literarios de mayor prestigio en el ámbito cultural hispanoamericano.
Se casó con Alida Cordero y tuvieron un único hijo.
Ribeyro es un narrador perteneciente a la Generación del 50, es considerado
uno de los mejores cuentistas hispanoamericanos. Pese a su aparente
conservadurismo formal, sus cuentos fueron una contribución decisiva para
consolidar el paso de la narrativa indigenista a la narrativa urbana en el Perú.
Murió el 4 de diciembre de 1994, días después de obtener el Premio de
Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Cuento:
Los gallinazos sin plumas (1955)
Cuentos de circunstancias (1958)
Las botellas y los hombres (1964)
Tres historias sublevantes (1964)
El próximo mes me nivelo (1972)
Silvio en El Rosedal (1977)
Sólo para fumadores (1987)
Relatos santacrucinos (1992) cuentos que han sido agrupados en la obra La
palabra del mudo.
Novela:
Crónica de San Gabriel (1960)
Los geniecillos dominicales (1965)
Cambio de guardia (1976)
Teatro:
Santiago, el Pajarero (1975)
Atusparia (1981)
También escribió ensayos. 

LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS 


(De Cuentos de circunstancias)
A las seis de la mañana la cuidad se levanta
de puntillas y comienza a dar sus primeros
pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los
objetos y crea como una atmósfera
encantada.
Las personas que recorren la ciudad a esta
hora parece que están hechas de otras sustancias, que pertenecen a un orden
de vida fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en
los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche,
regresan a sus casas envueltos en bufandas y en su melancolía. Los
basureros inician por la avenida Pardo su paso siniestro, armados de escobas
y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía,
policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas
sacando cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de
misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas.
A esta hora el viejo don Santos se pone la pierna de palo y sentándose en el
colchón comienza a berrear:

- ¡A levantarse! ¡Efraín, Enrique! ¡Ya es hora!


Los dos muchachos corren a la acequia del corralón frotándose los ojos
legañosos. Con la tranquilidad de la noche el agua se ha remansado y en su
fondo transparente se ven crecer yerbas y deslizarse ágiles infusorios. Luego
de enjuagarse la cara coge cada cual su lata y se lanzan a la calle. Don
Santos, mientras tanto, se aproxima al chiquero y con su larga vara golpea el
lomo de su cerdo que se revuelca entre los desperdicios.
- ¡Todavía te falta un poco, marrano! Pero aguarda no más, que ya llegará tu
turno.
Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose a los árboles para
arrancar moras o recogiendo piedras, de aquellas filudas que cortan el aire y
hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una
larga calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón.
Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha
dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otras
cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman
una especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad.
Los hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques
o los muladares. Hasta los perros, otros han adquirido sus hábitos, sus
itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria.
Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empiezan su trabajo. Cada
uno escoge una acera de la calle. Los cubos de basura están alineados
delante de las puertas. Hay que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la
exploración. Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresas. Se
encuentran latas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes
muertos, algodones inmundos. A ellos solo les interesa los restos de comida.
En el fondo del chiquero, Pascual recibe cualquier cosa y tiene predilección por
las verduras ligeramente descompuestas.
La pequeña lata de cada uno se va llenando de tomates podridos, pedazos de
sebo, extrañas salsas que no figuran en ningún manual de cocina. No es raro,
sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día Efraín encontró unos tirantes
con los que fabricó una honda. Otra vez una pera casi buena que devoró en el
acto. Enrique, en cambio, tiene suerte para las cajitas de remedios, los pomos
brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras cosas semejantes que
colecciona con avidez.

Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se lanzan


sobre el próximo. No conviene demorarse mucho porque el enemigo siempre
está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientas y tienen que huir
dejando regado su botín. Pero, con más frecuencia, es el carro de la Baja
Policía el que aparece y entonces la jornada está perdida.
Cuando el sol asoma sobre las lomas, la hora celeste llega a su fin. La niebla
se ha disuelto, las beatas están sumidas en éxtasis, los noctámbulos duermen,
los canillitas han repartido los diarios, los obreros trepan a los andamios. La luz
desvanece el mundo mágico del alba. Los gallinazos sin plumas han regresado
a su nido.

EL BANQUETE. - Julio Ramón Ribeyro


Con dos meses de anticipación, don Fernando Pasamano había preparado los
pormenores de este magno suceso. En primer término, su residencia hubo de
sufrir una transformación general. Como se trataba de un caserón antiguo, fue
necesario echar abajo algunos muros, agrandar las ventanas, cambiar la
madera de los pisos y pintar de nuevo todas las paredes.
Esta reforma trajo consigo otras y (como esas personas que cuando se
compran un par de zapatos juzgan que es necesario estrenarlos con calcetines
nuevos y luego con una camisa nueva y luego con un terno nuevo y así
sucesivamente hasta llegar al calzoncillo nuevo) don Fernando se vio obligado
a renovar todo el mobiliario, desde las consolas del salón hasta el último banco
de la repostería. Luego vinieron las alfombras, las lámparas, las cortinas y los
cuadros para cubrir esas paredes que desde que estaban limpias parecían
más grandes. Finalmente, como dentro del programa estaba previsto un
concierto en el jardín, fue necesario construir un jardín. En quince días, una
cuadrilla de jardineros japoneses edificó, en lo que antes era una especie de
huerta salvaje, un maravilloso jardín rococó donde había cipreses tallados,
caminitos sin salida, una laguna de peces rojos, una gruta para las divinidades
y un puente rústico de madera, que cruzaba sobre un torrente imaginario.
Lo más grande, sin embargo, fue la confección del menú. Don Fernando y su
mujer, como la mayoría de la gente proveniente del interior, sólo habían
asistido en su vida a comilonas provinciales en las cuales se mezcla la chicha
con el whisky y se termina devorando los cuyes con la mano. Por esta razón
sus ideas acerca de lo que debía servirse en un banquete al presidente, eran
confusas. La parentela, convocada a un consejo especial, no hizo sino
aumentar el desconcierto. Al fin, don Fernando decidió hacer una encuesta en
los principales hoteles y restaurantes de la ciudad y así pudo enterarse de que
existían manjares presidenciales y vinos preciosos que fue necesario encargar
por avión a las viñas del mediodía.
Cuando todos estos detalles quedaron ultimados, don Fernando constató con
cierta angustia que, en ese banquete, al cual asistirían ciento cincuenta
personas, cuarenta mozos de servicio, dos orquestas, un cuerpo de ballet y un
operador de cine, había invertido toda su fortuna. Pero, al fin de cuentas, todo
dispendio le parecía pequeño para los enormes beneficios que obtendría de
esta recepción.
-Con una embajada en Europa y un ferrocarril a mis tierras de la montaña
rehacemos nuestra fortuna en menos de lo que canta un gallo (decía a su
mujer). Yo no pido más. Soy un hombre modesto.
-Falta saber si el presidente vendrá (replicaba su mujer).
En efecto, había omitido hasta el momento hacer efectiva su invitación.
Le bastaba saber que era pariente del presidente (con uno de esos
parentescos serranos tan vagos como indemostrables y que, por lo general,
nunca se esclarecen por el temor de encontrar adulterino) para estar
plenamente seguro que aceptaría. Sin embargo, para mayor seguridad,
aprovechó su primera visita a palacio para conducir al presidente a un rincón y
comunicarle humildemente su proyecto.
-Encantado (le contestó el presidente). Me parece una magnifica idea. Pero por
el momento me encuentro muy ocupado. Le confirmaré por escrito mi
aceptación.
Don Fernando se puso a esperar la confirmación. Para combatir su
impaciencia, ordenó algunas reformas complementarias que le dieron a su
mansión un aspecto de un palacio afectado para alguna solemne mascarada.
Su última idea fue ordenar la ejecución de un retrato del presidente (que un
pintor copió de una fotografía) y que él hizo colocar en la parte más visible de
su salón.
Al cabo de cuatro semanas, la confirmación llegó. Don Fernando, quien
empezaba a inquietarse por la tardanza, tuvo la más grande alegría de su vida.
Aquel fue un día de fiesta, salió con su mujer al balcón para contemplar su
jardín iluminado y cerrar con un sueño bucólico esa memorable jornada. El
paisaje, sin embargo, parecía haber perdido sus propiedades sensibles, pues
donde quiera que pusiera los ojos, don Fernando se veía a sí mismo, se veía
en chaqué, en tarro, fumando puros, con una decoración de fondo donde
(como en ciertos afiches turísticos) se confundían lo monumentos de las cuatro
ciudades más importantes de Europa. Más lejos, en un ángulo de su quimera,
veía un ferrocarril regresando de la floresta con sus vagones cargados de oro.
Y por todo sitio, movediza y transparente como una alegoría de la sensualidad,
veía una figura femenina que tenía las piernas de un cocote, el sombrero de
una marquesa, los ojos de un tahitiana y absolutamente nada de su mujer.
El día del banquete, los primeros en llegar fueron los soplones. Desde las cinco
de la tarde estaban apostados en la esquina, esforzándose por guardar un
incógnito que traicionaban sus sombreros, sus modales exageradamente
distraídos y sobre todo ese terrible aire de delincuencia que adquieren a
menudo los investigadores, los agentes secretos y en general todos los que
desempeñan oficios clandestinos.
Luego fueron llegando los automóviles. De su interior descendían ministros,
parlamentarios, diplomáticos, hombre de negocios, hombres inteligentes. Un
portero les abría la verja, un ujier los anunciaba, un valet recibía sus prendas, y
don Fernando, en medio del vestíbulo, les estrechaba la mano, murmurando
frases corteses y conmovidas.
Cuando todos los burgueses del vecindario se habían arremolinado delante de
la mansión y la gente de los conventillos se hacía una fiesta de fasto tan
inesperado, llegó el presidente. Escoltado por sus edecanes, penetró en la
casa y don Fernando, olvidándose de las reglas de la etiqueta, movido por un
impulso de compadre, se le echó en los brazos con tanta simpatía que le dañó
una de sus charreteras.
Repartidos por los salones, los pasillos, la terraza y el jardín, los invitados se
bebieron discretamente, entre chistes y epigramas, los cuarenta cajones de
whisky. Luego se acomodaron en las mesas que les estaban reservadas (la
más grande, decorada con orquídeas, fue ocupada por el presidente y los
hombres ejemplares) y se comenzó a comer y a charlar ruidosamente mientras
la orquesta, en un ángulo del salón, trataba de imponer inútilmente un aire
vienés.
A mitad del banquete, cuando los vinos blancos del Rin habían sido honrados y
los tintos del Mediterráneo comenzaban a llenar las copas, se inició la ronda de
discursos. La llegada del faisán los interrumpió y sólo al final, servido el
champán, regresó la elocuencia y los panegíricos se prolongaron hasta el café,
para ahogarse definitivamente en las copas del coñac.
Don Fernando, mientras tanto, veía con inquietud que el banquete, pleno de
salud ya, seguía sus propias leyes, sin que él hubiera tenido ocasión de
hacerle al presidente sus confidencias. A pesar de haberse sentado, contra las
reglas del protocolo, a la izquierda del agasajado, no encontraba el instante
propicio para hacer un aparte. Para colmo, terminado el servicio, los
comensales se levantaron para formar grupos amodorrados y digestónicos y él,
en su papel de anfitrión, se vio obligado a correr de grupos en grupo para
reanimarlos con copas de mentas, palmaditas, puros y paradojas.
Al fin, cerca de medianoche, cuando ya el ministro de gobierno, ebrio, se había
visto forzado a una aparatosa retirada, don Fernando logró conducir al
presidente a la salida de música y allí, sentados en uno de esos canapés, que
en la corte de Versalles servían para declararse a una princesa o para
desbaratar una coalición, le deslizó al oído su modesta.
-Pero no faltaba más (replicó el presidente). Justamente queda vacante en
estos días la embajada de Roma. Mañana, en consejo de ministros, propondré
su nombramiento, es decir, lo impondré. Y en lo que se refiere al ferrocarril sé
que hay en diputados una comisión que hace meses discute ese proyecto.
Pasado mañana citaré a mi despacho a todos sus miembros y a usted también,
para que resuelvan el asunto en la forma que más convenga.
Una hora después el presidente se retiraba, luego de haber reiterado sus
promesas. Lo siguieron sus ministros, el congreso, etc., en el orden
preestablecido por los usos y costumbres. A las dos de la mañana quedaban
todavía merodeando por el bar algunos cortesanos que no ostentaban ningún
título y que esperaban aún el descorcha miento de alguna botella o la ocasión
de llevarse a hurtadillas un cenicero de plata. Solamente a las tres de la
mañana quedaron solos don Fernando y su mujer. Cambiando impresiones,
haciendo auspiciosos proyectos, permanecieron hasta el alba entre los
despojos de su inmenso festín. Por último, se fueron a dormir con el
convencimiento de que nunca caballero limeño había tirado con más gloria su
casa por la ventana ni arriesgado su fortuna con tanta sagacidad.
A las doce del día, don Fernando fue despertado por los gritos de su mujer. Al
abrir los ojos le vio penetrar en el dormitorio con un periódico abierto entre las
manos. Arrebatándoselo, leyó los titulares y, sin proferir una exclamación, se
desvaneció sobre la cama. En la madrugada, aprovechándose de la recepción,
un ministro había dado un golpe de estado y el presidente había sido obligado
a dimitir.
FIN
BIOGRAFÍA DE MARIO VARGAS LLOSA
Mario Vargas Llosa, nació en Arequipa, Perú un domingo, 28 de marzo de
1936. Hijo del hogar conformado por su padre de profesión aviador, Ernesto
Vargas Maldonado y su madre, Dora Llosa Ureta. Durante su infancia vivió en
Bolivia, Piura y Lima.
Su primera obra de teatro, titulada: La huida del Inca; la escribió durante su
estadía en Piura cuando tenía dieciséis años.
Ingresó al Colegio Militar Leoncio Prado en 1950. Después, a la Universidad
Mayor de San Marcos donde se graduó de Bachiller en Filosofía y Literatura.
Por aquella época publica su obra primigenia, Los jefes (cuentos) y viaja a
Francia, en 1958. En donde había ganado el Premio de la Revue Francaise
con su cuento “El Desafío”. De gran intelecto y con habilidades majestuosas en
la redacción; en 1952, comenzó a escribir diversos artículos para el diario, La
Crónica de Lima. Más adelante, al llegar a Francia en 1960, se dedicó a la
literatura y trabajo en la radio.

En 1962, Llosa terminó de escribir cuando vivía en París, su primera novela, La


ciudad y los perros; la misma que lo llevó a ganar el premio, Biblioteca Breve.
Seguidamente continuó publicando maravillosos éxitos literarios entre los que
destacan: en 1966, La casa verde; en 1969, Conversación en la catedral; en
1973, Pantaleón y las visitadoras; en 1977, La tía Julia y el escribidor.
En 1981, La guerra del fin del mundo; en 1986, ¿Quién mató a Palomino
Moreno? Y en 1988, Elogio de la madrastra. Se destacó también como crítico
literario en 1971, con su escrito: García Márquez; historia de un decidió y la
orgía perpetua, en 1975 Flaubert y Madame Bovary y en 1983, Contra viento y
marea.
En octubre de 1982, Vargas Llosa figuró entre los candidatos al Premio Nobel
de Literatura, al lado de Octavio Paz (mexicano), Jorge Luis Borges (argentino)
y Gabriel García Márquez (colombiano); al final, quedó el premio en manos del
autor de Cien años de soledad.

Lanzó su candidatura presidencial del Perú en 1990; pero, Alberto Fujimori, fue


quien resultó electo en dicha contienda. Reanudó entonces, en 1993 su vida
literaria y escribió El Pez en el agua. Publicó posteriormente las novelas: Los
cuadernos de don Rigoberto, La Fiesta del Chivo, El paraíso en la otra esquina,
Travesuras de la niña mala, El sueño del celta y El héroe discreto.
Pero su carrera literaria no está llena solamente de grandes obras que todos
debemos recordar, también se destaca por los premios literarios que durante
su carrera ha recibido como: Premio Príncipe de Asturias de las Letras en
1986, Premio Planeta en 1993; Premio Cervantes en 1995 y el Premio Nobel
de Literatura en 2010.

ÚLTIMAS OBRAS (Narrativa)


2000.- La fiesta del Chivo
2003.- El paraíso en la otra esquina
2006.- Travesuras de una niña mala
2010.- El sueño del celta
2010.- Fonchito y la luna
2013.- El héroe discreto
2014.- El barco de los niños
2016.- Cinco esquinas
Ensayos
2006.- Obra reunida
2009.- Las mil noches y una noche
2015.- Los cuentos de la peste

La ciudad y los perros


Bajo el primitivo título de Los Impostores, La ciudad y los perros obtuvo el
Premio Biblioteca Breve 1962, y el de la crítica de ese mismo año. La novela,
según el miembro del jurado, José María Valverde, “es la mejor novela de
lengua española desde Don Segundo Sombra. La ciudad y los perros narra la
vida del colegio Leoncio Prado, y los perros son los alumnos del primer año de
ese internado militar; es el apodo despectivo que les dan los alumnos de
cursos superiores. El régimen que sigue el colegio, con sus disciplinas
autoritarias, crea una tensión atmosférica precipitada por el hecho de que el
colegio es un gran crisol donde se amalgaman muchachos provenientes de
todas las clases sociales; hijos de obreros que ingresan gracias a una beca,
hijos “de papá” internados para corregir sus tendencias delictuosas, etc. Pronto
comienzan los choques de las individualidades, y a poco todas son tragadas
por el ambiente férreo y disciplinario; apenas si se reconocen los protagonistas:
Alberto, de buenas intenciones, pero hipócrita; el Jaguar, hijo de obreros y
matón, encarnación de las leyes salvajes del hampa. En oposición, y al mismo
tiempo en complicidad con los muchachos, están las autoridades: el capitán
Garrido, personificación del sistema; el teniente Huarina, el burócrata; el
teniente Gamboa, honrado pero metido entre los piñones del engranaje. Y
sobre todo el cadete Arana, a quien todos llaman “el Esclavo”: “Es una
naturaleza intimidada, inhibida, pacifista”.
En ese ámbito ha de surgir la tragedia, la acción: Cavá, uno de los cadetes
más serios, cumple el código de su asociación, denominada Círculo, robando
unos exámenes antes de la fecha en que han de celebrarse. Pronto se
descubre el delito y el colegio queda acuartelado; el que más sufre las
consecuencias de este acuartelamiento es el Esclavo, que tiene la novia en el
centro de la ciudad.
Rápidamente es identificado Cava como autor del robo y todos sospechan del
Esclavo. El Jaguar se vengará de él durante unas maniobras disparándole un
tiro en la cabeza. Los responsables del colegio temen el escándalo. Se
procede a una investigación y termina declarándose el asesinato accidente
para no perjudicar la reputación del colegio. Alberto, que conoce perfectamente
las desfiguraciones mentales del Jaguar lo acusa; pero la investigación se ha
cerrado y todo el mundo trata de apagar los rumores; amenazado por las
autoridades con unos textos escabrosos que enseñarían a sus padres, Alberto
cederá en sus exigencias de justicia.
El teniente Gamboa también deja de apoyarle, porque pone en peligro su
carrera. Este mundo de muchachos tiene su círculo y también su código, un
código infinitamente más riguroso que el que emana de la estructura oficial; en
él, cada joven queda aprisionado por sus instintos perversos; el sadismo, y
todas las formas anómalas de sexualidad: onanismo, bestialismo,
homosexualidad. El Boa, uno de los amigos de Jaguar, es un personaje que
ofrece un ejemplo de sadismo gratuito, tiene relaciones sexuales con una
perra, la Mal papeada, a la que tortura con fruición hasta romperle una pata; la
crueldad es para él una afirmación de cariño. Otra de las características de La
ciudad y los perros es la tensión de violencia que corre por toda la novela.

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA


La obra comienza en el verano del año 1950
cuando Ricardo, el niño bueno, conoce a Lily, la
niña mala, en el barrio de Miraflores, en Perú.

Desde que la conoció, cuando ambos eran unos


adolescentes, se enamoró completamente de ella.
También se dio cuenta, desde que vivían en
Miraflores, que Lily no era quien en verdad decía
ser.
Ricardo siempre quiso vivir toda su vida en Paris y
pronto logró trasladarse hasta aquella ciudad.

Sus primeros años viviendo en Paris fueron difíciles debido a la falta de dinero.
Conoció en Paris a Paúl quien lo ayudó en varias ocasiones y con quien hace
una gran amistad. Paúl abandona sus estudios y empleos por la revolución en
Perú militando en el MIR desde Paris.
Ricardo quería llevar una vida tranquila en Paris y logra trabajar como traductor
en la Unesco para ganarse la vida. Sin embargo, gracias a Paúl, se lleva una
sorpresa al encontrarse con Lily, ahora convertida en la camarada Arlette.

Ricardo hace lo posible para que la camarada Arlette se quede en Paris con él.

Esto no es posible y la niña mala es enviada a Cuba a un entrenamiento


guerrillero. Este encuentro con Lily es el comienzo de una serie de encuentros
y desencuentros con su amor imposible.
Desde Perú, su tío Ataúlfo, con quien mantiene constante comunicación a
través de cartas, le relata los sucesos políticos tan difíciles que se van
desarrollando allí. 
La ambición desmedida, inconformismo y desamor de la niña mala la llevan a
vivir toda clase de experiencias con toda clase de tipos. En sus vivencias va
arrastrando consigo a quien se interponga en su camino, principalmente
Ricardo, quien no deja de amarla y desearla.  
Ricardo se reencuentra con un amigo, Juan Barreto, en Londres quien ahora
se dedica a retratar caballos en Newmarket. Por conducto de él se reencuentra
con Lily, ahora Mrs, Richardson, después de haber abandonado a Mr. Arnoux y
robado sus ahorros.
Después de varios encuentros y citas con Lily, ésta desaparece de nuevo y
pasa mucho tiempo antes de que Ricardo vuelva a saber de ella. En este
tiempo, muere su amigo Juan Barreto, quien había vivido intensamente la
filosofía hippy, a causa del SIDA.
Mediante su amigo Salomón, también traductor de la Unesco, se entera de que
Lily vive ahora en Tokio al lado del señor Fukuda quien tiene negocios turbios
en África.

Ricardo consigue un contrato como traductor en Seúl y decide entonces ir a


Tokio a buscar a Kuriko, la nueva identidad de Lily.
Transcurrieron varios días felices para Ricardo por verse diario con Lily, pero
Ricardo es objeto de una muy mala pasada por parte de Lily y Fukuda. Decide
entonces regresar a Paris.
Después de tiempo, Ricardo recibe una llamada de Lily. Se ven y Ricardo se
da cuenta del mal estado en que se encuentra Lily y de su triste situación. La
situación de Lily era delicada y para poder recibir la atención médica,
finalmente se casaron.

Sin embargo, no le duró mucho el gusto a Ricardo ya que poco después Lily
volvió a huir, como de costumbre.
Desilusionado, desganado, Ricardo estuvo a punto de quitarse la vida, pero un
individuo le salvó. Después de este percance, Ricardo tuvo problemas de
salud, dejó de trabajar en la Unesco y se vio en la necesidad de vender su
casa para saldar algunas deudas, claro está, del tratamiento médico de la niña
mala.
Ricardo decide partir a Madrid con una joven actriz italiana. La niña mala logró
encontrar nuevamente a Ricardo después de varios años. La niña mala ahora
tiene cáncer de mamá que se ha extendido a los pulmones.
Así, Ricardo decide irse con ella para cuidarla en sus últimos días de vida.
Finalmente, Lily muere.

Preguntas sobre Mario Vargas Llosa Y Julio Ramón Ribeyro


1. En su juventud, Mario Vargas Llosa trabajó como
A) profesor B) actor C) periodista. D) dramaturgo E) comerciante.

2. La primera novela publicada por Mario Vargas Llosa fue


A) La casa verde. B) Conversación en la catedral.
C) Pantaleón y las visitadoras. D) La ciudad y los perros.
E) La huída del Inca.
3. Qué obra de Mario Vargas Llosa retrata la dictadura de Manuel A. Odría:
A) La tía Julia y el escribidor B) La guerra del fin del mundo
C) ¿Quién mató a Palomino Moreno?
D) Conversación en La Catedral E) La fiesta del chivo
4. En 1990, Mario Vargas Llosa fue candidato a presidente del Perú
liderando ..., una alianza de partidos de centro derecha.
A) la Coalición Nacional B) el Frente Democrático
C) la Unión Cívica D) el Frente Liberal
E) la Coalición Democrática
5. Sobre Mario Vargas Llosa, señale el enunciado incorrecto.
A) Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
B) Fue simpatizante de la Revolución Cubana y hoy es crítico del régimen
castrista.
C) Su obra El pez en el agua contiene información autobiográfica.
D) Sus primeras novelas fueron publicadas en Lima.
E) Ganó el Premio Nobel de Literatura 2010.
6. La obra que reúne todos los cuentos de Ribeyro es:
A) Alienación B) Lima, hora cero C) Lima, la horrible
D) La palabra del mudo E) Los gallinazos sin plumas 
7. Autor de Alienación:
A) Sebastián Salazar Bondy B) Julio Ramón Ribeyro
C) Enrique Congrains D) Enrique Solari E) Blanca Varela
  
8. Roberto, Queca y José María son personajes del cuento…:
A) Los gallinazos sin plumas B) El profesor suplente
C) Alienación D) Doblaje E) La botella de chicha
 

9. La generación del 50 también fue conocida como:


A) Posmodernidad B) Arielismo C) Generación del 900
D) Realismo Urbano E) Naturalismo
10. No es cuento de Ribeyro:
A) Doblaje B) El niño de junto al cielo
C) Tristes querellas en la vieja quinta D) Una aventura nocturna
E) De color modesto
 
11. No es tema de Ribeyro:
A) Marginalidad B) Racismo C) Escepticismo
D) Indigenismo E) Fracaso
 
12. Es incorrecto sobre Los gallinazos sin plumas:
A) Los dos hermanitos huyen de la casa
B) Enrique y Efraín recogían desperdicios
C) Don Santos golpea frecuentemente al cerdo
D) Pascual es el cerdo hambriento
E) Don Santos maltrata a sus nietos
 
13. Es incorrecto sobre Julio Ramón Ribeyro:
A) Cuentista importante en Perú y Sudamérica
B) Ganó el Premio Juan Rulfo C) Escribió novelas y teatro
D) Sus temas son políticos y de denuncia
E) Sus escenarios son urbanos
 
14. Una de las características de la Narrativa del 50.
A)   Tema de la ciudad moderna a partir de la migración.
B)   Imagen crítica de la urbe.
C)  El personaje es el migrante provinciano.
D)  Describen las peripecias de la clase media.
15. Los nietos de Don Santos, en Gallinazos sin plumas, eran:
A)   Efraín y Roberto           B) Sebastián y Efraín C) Efraín y Enrique
D)  Enrique y Pascual E) Pascual y Pedro
 
16. El cerdo Pascual es la metáfora que encarna a:
A)   La urbe peligrosa B) El hambre C) La bestialidad de los hombres
D)  El bienestar económico E) La gula desmedida
 

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