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Anales Del Colegio Invisible
Anales Del Colegio Invisible
I
La Tradición Hermética
Todo esto venía con Thoth mientras iba tomando una apariencia griega. El dios
griego Hermes también había sido un dios de transiciones: un señalador de
fronteras, un guía de almas al Hades, mensajero entre el Olimpo y la tierra,
patrón de mercaderes y ladrones. Cuando se le dió ese nombre a Thoth con el
epíteto de Trismegisto ("Tres Veces Grande"), éste asumió la apariencia de
filósofo–rey, recreando para la época helénica, la memoria de aquellos hombres
divinos o dioses encarnados que habían educado a la raza humana. Existen
resonancias de ellos en toda tierra, como Zoroastro, Fo-hi, Tubalcaín,
Quetzalcoátl, Dionisio, Orfeo, etc.
interior) desde las regiones celestiales a través de las esferas planetarias y surge
a la vida terrena via el vientre materno, llena de potencialidades y tendencias
que son delineadas por su horóscopo natal. Durante la vida el alma trabaja con
estas potencialidades con la esperanza de refinarlas para que emerjan como
virtudes. Si logra su objetivo, al abandonar su cuerpo en la muerte, es luz y,
desembarazada, está lista para ascender (al exterior) a su lugar de origen. Si por
el contrario, las energías se han coagulado en vicios, entonces el viaje
ascendente se tornará difícil y el alma podría permanecer atrapada en la
atmósfera de la tierra, un tormento para ella misma y una ponzoña para sus
compañeras.
Pero sería un grave error suponer que sólo la vida del adepto vale la pena, ya
que únicamente él logra la inmortalidad personal. En un sentido, el objetivo del
adepto es contra la Naturaleza y, como toda ciencia es amoral, podría preservar
personalidades que, desde nuestro punto de vista, son malvadas. (La versión
esotérica del "mito de supervivencia hitleriana" es un caso).
II
Zoroastro
Trismegisto.
Algunos Oráculos sugieren que los Juliani y su círculo también conocían la idea
de la transmutación corporal como medio hacia la inmortalidad. Por ejemplo:
"[El Oráculo] exhorta por lo tanto a que refinemos el Cuerpo (al que
entiende como las Escorias de la Materia) mediante [acciones] divinas, o a
que, desnudándolo, lo elevemos al Eter; o a ser exaltados por Dios a un
lugar Inmaterial e Incorpóreo, o Corpóreo pero Etéreo o Celeste, el que
Elías el Tisbita alcanzó; y antes que él, Enoch, siendo Transportados de
esta Vida a una Condición más Divina, sin abandonar las Escorias de la
Materia, o sus Cuerpos, en un Precipicio. El Precipicio es, como dijimos,
la Región Terrestre. (Comentario al Oráculo 147, traducción de Stanley)
Enoch y Elías, tal como Jesús y (según la doctrina católica) su madre María, no
dejaron tras sí un cuerpo físico después de su muerte. Este es el estado más
elevado de la transmutación alquímica mencionada en el artículo anterior. De tal
manera ha sido transformado en vida el cuerpo físico de una persona, que ha
llegado a no ser distinto del "cuerpo radiante". El alma toma entonces al cuerpo
consigo, adonde quiera que vaya después de dejar la tierra.
siglos. Evidentemente hay aquí toda una ciencia, conocida en el antiguo Egipto
y en el Tibet pero temporalmente en suspenso debido a los límites de la
imaginación occidental. Algún día los físicos teóricos, con sus conceptos sobre
materia, energía y mente, podrán proporcionar la estructura adecuada para
discutir inteligentemente estos fenómenos.
tecnología.
III
Orfeo
Se suele recordar dos cosas acerca de Orfeo: que fue un músico y que descendió
al Submundo en busca de su esposa Eurídice. Su historia es el mito arquetípico
del poder de la música. Con la lira, obsequio de Apolo, Orfeo podía conmover
todo en la creación, desde piedras, árboles y bestias hasta seres humanos,
demónicos y divinos. Armado tan sólo con sus cantos, subyugó a los guardianes
del Hades y persuadió a Plutón y Perséfone de que le permitieran llevar de
retorno a Eurídice.
Ese encantamiento del paisaje es exactamente lo que se dice Orfeo hacía con su
música, lanzando un benigno hechizo sobre la naturaleza y trayendo la paz a los
hombres. Como parte de su misión, reformó el culto de Dionisio (Baco) y trató
de persuadir a sus seguidores de que abandonaran sus sacrificios sangrientos. En
lugar de las orgías dionisíacas, Orfeo fundó los primeros Misterios de Grecia. El
propósito de estos, hasta donde podemos decir, fue transmitir algún tipo de
conocimiento directo que ayudase a enfrentar la perspectiva de la muerte.
"Soy el hijo de la Tierra y del estrellado Cielo. Esto también vosotros lo sabéis.
Me hallo desecado por la sed y estoy pereciendo. Venid, dadme inmediatamente
la fresca agua que mana del Lago de la Memoria".
O, al encontrarse con los que gobiernan el Hades, había que decir: "¡Vengo puro
de entre los puros, Reina del Submundo, Eucles, Euboleus, y todos los otros
dioses! Pues yo también reclamo ser de vuestra raza."
En época romana, la figura del mismo Orfeo se había vuelto trágica. No sólo
perdió a Eurídice por segunda vez, sino que él mismo sufrió una muerte cruel.
Se dice que regresó a su Tracia nativa para intentar reformar a sus habitantes,
pero cayó en desgracia a causa de las Ménades, mujeres seguidoras de los ritos
no regenerados de Dionisio. Gritando para silenciar sus mágicos cantos, lo
descuartizaron miembro por miembro. Pero su cabeza flotó hacia el mar y se
guareció en una roca de las isla de Lesbos, donde continuó cantando. Él mismo
fue absorbido por su padre Apolo, y su lira fue exaltada a las estrellas como la
constelación de Lira.
Con esta versión de su mito, Orfeo ocupó su lugar entre los otros salvadores
sufrientes cuyos cultos eran populares en la Roma cosmopolita: Dionisio, Atis,
Adonis, Hércules, Osiris y Jesús de Nazareth. Estos seres divinos ofrecían una
relación personal con sus devotos que mucha gente encontró más satisfactoria
que los distantes dioses olímpicos. Lo que estaba implicado es que así como
ellos mismos habían sufrido, muerto y regresado a su cielo nativo, así harían sus
seguidores.
Los órficos habían sido los primeros filósofos de Grecia y los ancestros
espirituales de las escuelas pitagórica y platónica, renombradas por su ascetismo
y su creencia en la inmortalidad del alma. Ahora, en el resurgimiento Orfico,
imprimieron sus principios a la nueva religión. A través de una codificación
numérica de palabras claves y frases en el (Nuevo) Testamento griego, la
Cristiandad fué vinculada con la tradición Pitagórica, en la cual la música y el
número eran los primeros principios del universo. Pero este conocimiento no era
para consumo general: era esotérico. El Orfismo fue la primera religión
esotérica en dos aspectos: primero, impuso el sello de los Misterios, de manera
que las enseñanzas impartidas en la iniciación no eran reveladas a extraños;
segundo, dió una interpretación más profunda, simbólica, a mitos existentes
tales como la Teogonía (genealogía de los dioses Greco–Romanos). Desde
entonces, los Misterios y el conocimiento de significados ocultos en las
escrituras han sido dos de las principales marcas del esoterismo.
El impulso Orfico sobrevive hasta hoy, no tanto en la religión sino en las artes,
de las que Apolo es el patrón tradicional y las Musas las inspiradoras. Estas
"artes" eran originalmente disciplinas más próximas en ciertos sentidos a lo que
nosotros llamamos ciencias: incluían historia y astronomía, además de danza,
música, poesía, y drama. Sus efectos eran calculados, hasta en el sentido literal
de estar gobernadas por las matemáticas. Lo cual es obvio en el caso de la
astronomía y la música. Pero la poesía, también, se expresa controlada por el
número rítmico. La danza es movimiento rítmico y geométrico; el drama y la
historia regulan los recuerdos sueltos y los rumores sobre eventos terrenos y
divinos, y los transforman en lecciones morales y filosóficas. Cualquiera que sea
la condición de las artes hoy en día, el papel de las Musas no era originalmente
el de entretener a las personas sino el de civilizarlas, utilizando técnicas
deliberadas y altamente desarrolladas basadas, en su mayor parte, en números.
Esto nos devuelve a las elaboradas matemáticas de Stonehenge y otros
monumentos prehistóricos, y a la visión de John Michell de una civilización
conservada en estado de gracia mediante el incansable cantar de una canción
mántica, su música regida por número y proporción.
por mil quinientos años o más, antes de ser desplazado por tipos más
sofisticados de música y luego descartado totalmente. La reciente popularidad
del canto llano entre una generación que nunca asistió a la iglesia puede ofender
a los tradicionalistas porque la música y su letra son apartadas de su contexto
litúrgico. Pero el resurgimiento del canto llano demuestra que el poder
tranquilizador, curativo y elevador del canto diatónico sin acompañamiento es
sentido por el alma intuitivamente, tal como fuera en tiempos de Orfeo. El hecho
de que se empleara por un tiempo en el culto cristiano y se le dieran palabras en
latín es un asunto secundario.
Landscape, íd. 1991. David Fideler, Jesus Christ, Sun of God; Wheaton, Il USA,
Quest Books 1993 (Ver para este último reseña en Libros).
IV
Pitágoras
Tales cosas habían sido conocidas en esas civilizaciones por cientos de años: sólo
eran nuevas para los griegos.
Lo que hizo de los pitagóricos una escuela y no solo una confraternidad religiosa
fue que también cultivaban su intelecto. Escuchaban las disertaciones con una
paciencia y pasividad que nos asombra –los neófitos debían escuchar a Pitágoras
detrás de una cortina, y guardar silencio por cinco años antes de ni siquiera poder
hacer una pregunta. Aprendían matemáticas, astronomía, y la ciencia del
monocordio. Se trataba de un tipo de sabiduría que sólo podía ser cultivada por
aquéllos que estaban enamorados de ella: cualquiera que no lo estuviera se
aburriría insoportablemente. Como resultado, los pitagóricos no sólo tenían
experiencias espirituales: las comprendían, pasando las destilaciones del corazón
a través del filtro del intelecto.
No es asunto mío defender o atacar esta filosofía, sino sólo aclararla. Ni voy a
tratar de reconciliarla con la doctrina mencionada en el primer artículo de esta
serie (ver I: "La Tradición Hermética"), a saber, que la supervivencia del alma
individual es un fenómeno raro y logrado con mucha dificultad. De todos los
temas sobre los que los más sabios esoteristas suelen tener discrepancias, el del
destino del alma –si se reencarna o no en la tierra–, este es el más espinoso. Tal
vez no existe una sola respuesta universal ya que diferentes almas siguen
diferentes destinos.
que les hará posible, al menos, apuntar hacia estados más allá del humano. Pero
es inútil intentar este vuelo sin antes haber desarrollado las alas de la iniciación.
Este es el significado del mito de Dédalo e Icaro.
útil para cualquier disciplina. La música, cuando se estudia como una ciencia y un
arte provee el eslabón perdido entre la cabeza y el corazón. La astronomía, que en
tiempos pasados siempre incluía la astrología, enlaza los movimientos calculados
de los cuerpos celestes con el carácter humano, el comportamiento y el destino, y
conecta con teorías arcaicas de la vida después de la muerte. (Vemos algo de esto
en la doctrina hermética del ascenso a través de las esferas planetarias). En
resumen la escuela pitagórica se propone desarrollar la participación consciente y
crítica en el drama de la vida y la muerte.
V
La Tradición Platónica
Uno espera que la visión de un cosmos ordenado en jerarquías y unido por amor
esté cerca de la realidad de las cosas. En la revista Lapis Nº 3, David Fideler ha
descrito la mecánica espiritual de tal universo, y su celebración en el arte del
*
Renacimiento. Esta visión es la esencia de la tradición platónica. Como veremos,
provee tanto de una estructura metafísica para la filosofía, como de pautas para
una vida cívica y personal.
por lo semejante. Para conocer la materia hay que tener un cuerpo físico. Para
conocer las cosas inmateriales, hay que tener un alma. Para conocer las Formas,
hay que tener un intelecto superior que sea semejante a ellas. Así, el individuo es
un microcosmos del todo.
Justiniano en 529 había durado más que cualquier institución educativa conocida.
Una filosofía práctica sigue inmediatamente a este sistema. Su principio debe ser
la separación del alma del mundo material y su reinstalación en su propio
dominio. Pero nadie se embarcaría en este difícil y frustrante viaje si no es
inducido a él por un irresistible deseo. El elemento erótico es una parte esencial
de la educación platónica: tal como el amante es atraído a lo amado, así el alma es
atraída a las Formas de la Belleza y el Bien. El deseo carnal es el primer paso en
la escalera de ascenso a través de un cosmos saturado de deseo en cada una de sus
partes. Cada ser en él, empezando por el Uno, emana el siguiente estado de ser,
amándolo como su propio hijo y siendo amado a su vez. Pero una jerarquía sin
amor se vuelve tiranía, ya sea en la persona, la familia o el estado.
En Weimar, donde Johann Wolfgang von Goethe llegó a ser consejero y amigo
del duque Carlos Gustavo (quien gobernó de 1775 a 1828) uno puede decir
Afirmaciones como estas suenan hoy tremendas y vacías. Hay dos buenas
razones. La primera porque vivimos 2.400 años después de Platón, en una época
de cinismo y cansancio del mundo, y no se ha conocido ninguna señal de un
filósofo-rey. La filosofía misma se ha ganado un mal nombre desde que degeneró
del "amor por la sabiduría" en escuelas competitivas de pensamiento, y
finalmente en una serie de poses intelectuales de moda. En lo que respecta a los
frutos de la sabiduría superior, hemos visto suficientes personas "espiritualmente
avanzadas" con evidentes pies de barro, y sabemos que ellos, también, están
sujetos como el resto de nosotros al poder, el dinero, el sexo y el miedo.
Imaginarlos dentro de la política es una perspectiva aterradora. Desconfiamos de
los fascismos, y la república platónica con sus marciales guardianes y rígidos
controles, parece fascista. La democracia nos ha convencido de que nosotros
mismos sabemos lo que es mejor para el cuerpo político, y tenemos el derecho a
elegir líderes que ejecuten nuestras preferencias.
Estas son algunas de las bases del rechazo instintivo al ideal político platónico –
no importa que, también ellas, estén sujetas a la crítica. La segunda razón
principal viene del cristianismo, que empezó por ser anti–jerárquico y
socialmente nivelador. El Jesús del evangelio de Lucas por ejemplo, está siempre
dando preferencia a aquéllos que se hallan en lo más bajo de la pirámide
(mujeres, leprosos, los pobres, samaritanos, etc.) y prometiendo una inversión del
estatus en el Reino de los Cielos. Esto está de acuerdo con la doctrina ya
mencionada, esencial a la filosofía platónica: que todo hombre y mujer es un
microcosmos que no sólo tiene un cuerpo sino también un alma inmortal y la
potencialidad de conocer a Dios, o al Uno. Comparadas con esta herencia común,
Estos son los operadores del sistema ilusorio de la caverna hoy día. Es su interés
mantenernos a la mayoría moderadamente prósperos, satisfechos y mudos. El
espectáculo que se monta es en verdad una bomba demoledora y suficiente para
mantener las mentes de las personas totalmente ocupadas. Bajo estas
circunstancias, es tonto esperar que la caverna sea conducida según los
lineamientos de la República platónica, o el Reino de los Cielos. Estos son
modelos que existen en el mundo de los arquetipos, no en la tierra. Pero no se
necesita ser un gran sabio o místico para haber vislumbrado el mundo de fuera de
la caverna. El serbio que verdaderamente no odia a los bosnios y a los croatas ha
estado allí: ha visto la Forma de su común humanidad. También la persona que
apaga la televisión hastiado, rechazando las imágenes a las que son adictos sus
semejantes. Algo ha avivado la memoria que, por profundamente enterrada que se
encuentre, puede responder a la verdad. Sí sabemos algo de esto, y no estaríamos
leyendo esta revista si no supiéramos de ello; estamos en camino hacia la libertad,
y tenemos la potencialidad de llevar a otros con nosotros, uno por uno.
Traducción: L. H.
NOTA
VI
Los Misterios Romanos
Nada comparable ofrecía la antigua religión de Roma. Esta fue la religión de Jano
y Júpiter, Juno y Marte, y una hueste de dioses y diosas, cada uno de ellos
asociado a una fuerza natural, un lugar o una actividad, y con un modo prescrito
de culto a él asignado. Los antiguos romanos eran extremadamente religiosos,
pero con un cierto animismo, pues el mundo entero se experimentaba como
animado. Cada montaña y lago tenía su espíritu; cada árbol, cada familia, casa,
hogar, estaba habitado por un poder invisible. Todas las actividades estaban
sacralizadas, desde la guerra y la cosecha hasta el parto, la profecía y los hechos
comunes de la vida diaria. Había una manera correcta o incorrecta de realizar
cada acción, y como consecuencia seguiría el éxito o el fracaso.
Los vestigios de esta antigua religión fueron preservados con temor reverente
Ahora bien, si Platón tenía razón, como se trató en el artículo anterior de esta
serie, y el mundo visible no es otra cosa que una sombra de un mundo más real y
perfecto, hay un valor y una profunda verdad en una religión como la que tenían
los antiguos romanos. La sacralización del mundo y de la conducta en la vida es
un perpetuo recordatorio de las realidades inmateriales y de la prioridad de lo
invisible sobre lo visible. Pero en la Roma antigua, en todo caso, esto no condujo
a una actitud de rechazo del mundo: por el contrario, sirvió de soporte moral al
estado durante los difíciles siglos de la República (509-27 antes de la Era
Cristiana), fomentando las virtudes de patriotismo, lealtad familiar, estoicismo, y
dominio de sí mismo por las que los romanos, en su mejor momento, son
célebres.
Si uno asume, como hicieron los antiguos paganos y aún hacen los ocultistas
modernos, que todas las cosas y acciones terrestres tienen sus correspondencias
no materiales, ha de haber entonces una ciencia que las estudia y una tecnología
que las explota. La rama más conocida de esa tecnología es el ritual, que puede
ser religioso (como una misa o un sacrificio), mágico (como una invocación), o
incluso secular (como una reunión popular o un desfile). La mayoría de quienes
participan en rituales creen que sus acciones son una manera de propiciar a los
dioses en los que ponen su confianza. Por ejemplo, el sistema sacrificial del
mundo antiguo ofrecía usualmente la vida de un animal con vistas a obtener un
beneficio específico de la divinidad; y esto fue tan cierto del judaísmo como del
paganismo greco-romano.
Puede que para que una sociedad florezca, tenga que mantener vivo a su egrégor;
y para que esto suceda, el centro emocional y espiritual de la población debe estar
más bien en este mundo que en el próximo. Cuando las personas se vuelven
demasiado interesadas en su propia salvación póstuma, su linaje se hace menos
importante que su destino personal, y el estado y la familia se vuelven un mero
trasfondo para su búsqueda personal, útil o no según el caso. Ni por un momento
sugeriría que el triunfo de la Cristiandad sobre el Imperio Romano fuera un
triunfo de los principios del Rabino de Nazareth: estos habían sido desechados
mucho antes. Pero una religión cuyo fundador mostró un claro desprecio por el
poder, la riqueza, la familia y la jerarquía social no estaba diseñada para apuntalar
un imperio demasiado extendido. Además, como en el caso de las otras religiones
mistéricas, la devoción a un dios o diosa con un solo propósito, emparejado con
la esperanza de unirse con él o ella después de la muerte, disminuyó seriamente la
energía destinada a alimentar el egrégor tradicional. Hacia el final del Imperio
Romano ya nadie creía en los antiguos dioses, y consecuentemente estos
languidecieron.
que se dice que son. Me parece esta una teoría digna de consideración por
cualquiera que pueda admitir que el universo es un lugar muy extraño, y que hay
bastante espacio en él para seres más grandes que el género humano. Si tales
seres existen, es al menos prudente tomarlos en cuenta. Toda civilización, en el
pasado, lo ha hecho a su manera.
Tenemos ahora algo de conocimiento sobre los dos grandes temas, o misterios,
que han ocupado a los colegios invisibles de todos los tiempos y lugares; uno de
ellos es el misterio del individuo: qué es el ser humano y cuáles son sus
capacidades y perspectivas. El punto crucial, al que van dirigidas muchas
prácticas esotéricas y ocultas, es la muerte y posible supervivencia de la
personalidad. Es un misterio porque su comprensión es imposible dentro de los
límites de la mente lógica y la imaginación limitada a los sentidos; pero esto no
quiere decir que no haya una respuesta a ello. Las religiones mistéricas del
mundo antiguo afirmaban haberla encontrado. El segundo tema es el misterio
político: cómo se forman las sociedades, cómo se las energiza, y qué hacen ellas
con esa energía.
Aquí es donde entra el egrégor, junto con los grupos humanos que persiguen
controlarlas y manejarlas. Que en realidad lo hagan es otra cuestión: no estoy
fomentando la teoría de la credulidad ni la de la conspiración, sólo explicando
cómo estos se ven a sí mismos. Antes de la época del escepticismo griego, los
colegios sacerdotales de la Roma Antigua creían ser verdaderamente los
guardianes de la República y los reguladores de las relaciones entre sus dioses y
sus habitantes. Lo mismo puede decirse de Egipto, el antiguo Israel, Persia, la
India Védica, China, y las teocracias de México y Perú. Todas ellas tenían una
teología que no era abstracta o meramente verbal, como lo es hoy día la
disciplina, sino rigurosamente práctica, y controlada por un colegio de sacerdotes
celosamente cerrado.
El siguiente artículo de esta serie examinará algunas de las tensiones entre los
misterios individuales y los políticos, tal como estallaron en la Antigüedad y la
temprana Edad Media.
VII
Gnosis y Gnosticismo
Musurgia universalis
el medio para separarnos de él. El sumo ideal filosófico sería entonces el ascenso
hermético del alma a través de las esferas cósmicas, como se ha descrito en el
primer ensayo de esta serie, el cual desembaraza al alma de todas las malas
tendencias que ha adquirido al haber caído dentro de la materia. Al final del
ascenso, que puede ser realizado por la iniciación y no tan sólo después de la
muerte, el alma purificada recupera su estado prístino y entra en el reino de los
dioses. Pero aún entonces, existe la posibilidad de que el ciclo se vuelva a
realizar, ya que el alma siente una inexplicable lujuria por el cuerpo, y no puede
resistir sumergirse dentro de él si se presenta la oportunidad.
Durante los primeros siglos después de Cristo, cuando se estaban escribiendo los
tratados Herméticos y los Neoplatónicos reavivaban las enseñanzas de Platón,
cierto número de escuelas y sectas aparecieron bajo el estandarte de la Gnosis.
Preferían construir sus mitologías sobre bases judías y cristianas antes que
paganas, y todas compartían la finalidad de recuperar el verdadero conocimiento
y asegurar así la salvación. Una mayoría de estas escuelas compartían asimismo
una cosmología que, más que cualquiera otra cosa, caracteriza lo que llegó a
llamarse Gnosticismo.
Surgiendo dentro del contexto de una cristiandad incómoda con sus orígenes
judaicos, el gnosticismo ofrecía la solución más radical al problema, asignándole
al dios hebreo Jahvé el papel del malévolo Demiurgo. Si Jahvé no había creado
en realidad el mundo físico (y las escuelas gnósticas difieren en este detalle), él y
sus malvados arcontes lo habían tenido no obstante en sus garras por miles de
años, alimentados por la devoción de su pueblo escogido y sus sacrificios de
animales. Todo esto había confirmado su ilusión, o la ilusión que le convenía
mantener en sus seguidores: que él mismo era el Dios Único, Señor del Universo
y hacedor de todas las cosas.
Entonces, continúa el mito gnóstico, vino Jesús, enviado como emisario del
Verdadero Dios para revocar la ley sin sentido de Jahvé y para enseñarle a las
almas escogidas la manera de escapar. Y el camino no era a través del amor, o la
moralidad, sino sólo a través de la gnosis: el conocimiento directo, que el
Demiurgo se ha cuidado en mantener reprimido en nosotros, pero que aún puede
ser inflamado por la chispa de divinidad que yace enterrada en cada uno.
Los Bogomiles ilustran un síndrome común a grupos esotéricos así como a sectas
más exotéricas: una convicción de que ellos tienen un conocimiento más
profundo o más verdadero que las Iglesias establecidas, y que por eso se
distinguen de la engañada masa de la humanidad. Sin embargo, a juzgar por las
definiciones de Platón sobre los niveles de conocimiento, el de ellos fue
solamente una pseudo-gnosis, basada tanto en la opinión y la política como
cualquier otro dogma religioso.
Los Cátaros eran dualistas gnósticos, pero sin el concepto de la gnosis como vía
de salvación. En su lugar practicaban una imposición de manos sacramental.
Aspiraban a una vida sin sexo, vegetariana, a fin de negarle al Demiurgo
cualquier cosa relacionada con la reproducción física y el nacimiento en este
mundo de la materia. Pero, comprendiendo que no todo el mundo es capaz de un
ascetismo, permitieron un cuerpo exotérico para "creyentes" más mundanos
aparte de los "verdaderos cristianos" esotéricos. Los Cátaros también tenían sus
obispos y clero y mantenían a la mayor parte de la región del Languedoc
(Provenza) bajo su influencia. Hasta la cruzada dispuesta contra ellos por el Papa
y los mercenarios del Rey de Francia, el suyo fue uno de los rincones más
civilizados y artísticos de Europa.
como la de Erick von Däniken y sus millones de lectores hayan arrastrado el tema
hasta ese nivel tan bajo de "dioses del espacio exterior", aislándolo así de un
discurso inteligente.
NOTA
* Ver el texto (inglés) que A. McLean ha puesto en su página web: http://www.levity.
com/alchemy/mackay.html (n. d.).
VIII
La Teología Negativa
La Edad Media no conoció ninguna escuela iniciática pública como aquellas que
habían florecido en la Antigüedad. Las hermandades pitagóricas y órficas, la
Academia platónica, los cultos mistéricos Herméticos y el Mitraico –todos habían
desaparecido de Europa junto con el Imperio Romano. Su visión del hombre
como un microcosmos, reflejando en miniatura todo el universo y su origen, y su
propuesta de un camino por medio del cual él podía hacerse divino, estaban casi
perdidas. La nueva religión oficial de la Cristiandad apenas podía tolerar
semejantes ideas, aún entre su propia élite intelectual. El poder de la Iglesia
descansaba en la divinidad de un solo hombre, Jesucristo, y en un camino hacia la
salvación para el resto: aquél de la obediencia.
A pesar de esto, a veces todavía podemos vislumbrar, como una cadena de oro
medio enterrada, el legado de una tradición teosófica Cristiana muy diferente de
la corriente principal. Su energía parece haberse derivado de la experiencia
mística, considerada e interpretada a la luz de la filosofía neoplatónica. Lo que
caracteriza esta tradición es que no afirma nada sobre Dios, más bien niega la
posibilidad de la afirmación. Es la antítesis del tipo de aserción que comienza:
"Así dice el Señor". Resultó muy naturalmente del neoplatonismo, cuando un
escritor griego no identificado, conocido como Dionisio el Areopagita,
reinterpretó los vuelos más altos del misticismo pagano a la luz de la nueva
religión.
Las palabras de los teólogos tienden a ser secas, pero aquí brotan de una
experiencia directa que es, paradójicamente, la no experiencia, porque no hay un
sí mismo separado que lo experimente. Dionisio dice en otra paradoja,
expresándose igual que Plotino: "A través de la inactividad de todos sus poderes
de razonamiento, el místico se une mediante su más alta facultad a Aquello que es
totalmente incognoscible; así, conociendo nada, él conoce Aquello que está más
allá de su conocimiento."
Estas cosas, dice Dionisio, no deben ser reveladas a los no iniciados. De hecho
fueron divulgadas y sirvieron de inspiración a toda la tradición mística cristiana.
Aquí, Meister Eckhart sugiere un análisis tripartito del ser humano, constituido
por espíritu, alma y cuerpo, con el Espíritu (Geist en su alemán –como el Espíritu
Santo en viejos textos ingleses) a la cabeza de la jerarquía. Tal disposición estaba
presente en el platonismo, pero no era parte de la doctrina regular cristiana, que le
permite al hombre sólo un alma y un cuerpo. El término spiritus en latín se utiliza
para denominar al Espíritu Santo, pero de otra manera se aplica a un orden mucho
más bajo de seres y substancias invisibles (nuevamente, comparar los usos de la
IX
Las Catedrales
Si usted ha viajado alguna vez a una de las ciudades de Europa que tienen una
gran catedral tendrá la experiencia de haber visto primero la catedral, desde lejos,
antes de que aparezca la villa. Ella empequeñece cualquier otra contribución
humana al paisaje, y el contraste era aún mayor en la época en que se construyó.
Las torres y agujas señalan al cielo como un símbolo de la aspiración hacia Dios.
Pero también podrían ser vistas como pararrayos, atrayendo las influencias
celestiales desde el éter a la tierra. En ambos sentidos, la catedral, con su gran
tamaño y altura supernatural, da la impresión de aparecer en algún lugar entre el
cielo y la tierra.
En términos cuantitativos, las catedrales góticas son tan asombrosas como las
Pirámides. Sólo en Francia, durante noventa años, desde 1180 a 1270, se vió la
construcción de 80 catedrales y casi 500 abadías. La economía entera del país
estaba dominada por ello. La única comparación hoy día sería con la carrera
armamentista, por la cual la gente de los países tercermundistas sacrifican tanto.
Pero una catedral también producía dinero, atrayendo mercaderes a ferias en los
días de fiesta de la Iglesia, y a las hordas de peregrinos seducidos por las
reliquias. En vez de ser el silencioso santuario, o la trampa turística de hoy,
rebosaba de verdadera vida, sirviendo de bazar, escuela, corte de justicia,
¿Cuál era el propósito último de una catedral gótica? Era un vehículo finamente
ajustado para conducir las almas al cielo. Los que lo concibieron, y los que lo
utilizaron, consideraban mucho más importante el mundo invisible que el mundo
de los sentidos. Sin este conjunto de prioridades, nunca hubieran invertido tanta
energía en el culto de las reliquias, la costumbre del peregrinaje, y las donaciones
generosas para las causas sagradas. La catedral era para ellos una recompensa
temporal a su devoción. Dominando el mundo material, física y económicamente,
como los rascacielos–cañones de Wall Street, ofrecía también (a diferencia de
estos) un goce anticipado de las alegrías de los Cielos.
Hoy día, las catedrales góticas pueden parecer obscuras, iluminadas solamente
por sus vitrales. Pero en comparación con el estilo románico anterior, estaban
inundadas de luz. Esto se lo podemos agradecer a Suger, abad de Saint-Denis,
quien reconstruyó su propia abadía a mediados del sigo XII mientras se
encontraba arrebatado por la mística de la luz de Dionisio, con lo cual dio inicio
al estilo gótico. La intención de Suger era llenar la construcción con la substancia
más divina que existe. El escribió: "Brillantemente reluce aquello que multiplica
el esplendor; y brillante es el trabajo noble a través del cual resplandece la nueva
luz"– esto último también aludiendo a Cristo, la Luz del Mundo.
La iluminación gótica no era la pureza blanca que preferimos hoy, sino los
colores del arco iris que los avances en la fabricación del vidrio habían hecho
posibles. Por primera vez en la historia, las personas pudieron experimentar en
gran escala los efectos de la luz directa a color, en oposición a la luz refleja de las
pinturas, las flores, etc. Experimentos modernos con terapia de luz demuestran
que esta exposición tiene un efecto psicofísico definitivo. Hoy, alguien sensible
que visite las catedrales casi no necesita que se le diga esto, mucho menos
personas para quienes analogías como las de Suger estaban en el centro de su ser.
¿Cómo podrían dejar de pensar en la Nueva Jerusalén, con sus muros compuestos
de doce diferentes piedras preciosas, iluminadas por la luz del Cordero?
Vitral de Chartres
Villard de Honnecourt, s. XII
Los filósofos de Chartres tenían casi tanto respeto por el mito creacional de
Platón como por el del Génesis. Poseía la atracción de ser un sistema racional, el
cual el hombre podía tener la suerte de comprender; esto hacía de Dios un ser
racional. Además, el Libro de la Sabiduría había dicho: "Tú has creado todas las
cosas en número, peso y medida." Así, Dios Padre era a veces representado en los
manuscritos como el Geómetra, trazando el cosmos con un compás. El Misterio
de la Trinidad, decía un maestro de Chartres, es como un triángulo equilátero –
otra imagen frecuente en manuscritos y pinturas. Agrega ingeniosamente que la
relación de Jesús al Padre es como el primer número cuadrado, 1 x 1 = 1:
permanecen en unidad.
abrieron sus muros para abarcar siempre espacios más amplios con vidrios de
color. El arco con dos centros o arco apuntado era su más notable recurso, y el
contrafuerte su seguridad. La tracería del rosetón era su gozo, donde desplegaban
su virtuosismo en las divisiones simbólicas del círculo.
La catedral gótica era un deleite para los sentidos. He dicho poco de cómo era
también un deleite para la mente, mientras los vitrales retrataban a miles de
figuras bíblicas, cada una con su propia historia. Tampoco he mencionado los
programas esculturales que repetían afuera del edificio los temas que los vidrios
mostraban en el interior. No he dicho nada de la misa, el misterio central de la
liturgia cristiana, con su mágica transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo
y sangre de Cristo. Para un creyente, el milagro de la catedral, en toda su
vastedad y belleza, no era nada respecto al milagro diario que acontecía en sus
altares. Además está el tema amado por los redescubridores modernos del gótico:
la cara femenina de la Deidad representada por la Virgen María, cuya adoración
en un santuario como el de Chartres es como un renacimiento de los cultos a las
diosas del mundo antiguo. Pero tomando todo esto en conjunto, podemos ver
cómo las semillas sembradas por pocos platónicos cristianos, ayudados por unos
cuantos expertos en arquitectura y armonía, crecieron para convertirse en uno de
los más grandes ornamentos de la civilización que el mundo jamás ha conocido.
Si hay un Colegio Invisible trabajando para iluminar el mundo, éste puede haber
sido su mayor logro. No sólo sirvió a la elite y a los iniciados sino a toda persona,
conmoviendo a cada uno en el nivel apropiado, desde una cierta superstición en la
que casi no podemos acreditar hoy, pasando a través de todos los grados de
armonización religiosa, hasta las alturas del misticismo devocional.
Anteriormente lo llamé un vehículo finamente ajustado para conducir las almas al
cielo. Esto es válido aún si el único cielo que existe es aquel que hacemos en la
tierra. Traducción: L. H.
X
Las Artes de la Imaginación
¿Cómo haría usted para construir una catedral en una sociedad sin papel y
ampliamente ignorante? Los arquitectos modernos, desde luego, dibujan
diagramas a escala y trabajan cada detalle en papel que luego sirve para
transmitir sus intenciones al constructor. Pero en tiempos antiguos toda la
planificación, desde la ingeniería básica hasta los motivos decorativos, tenía que
hacerse internamente, en la mente del arquitecto. El "secreto masón" del
arquitecto de la antigüedad era que estaba entrenado para construir un edificio
El Arte de la Memoria, conocido por los antiguos, estaba relacionado con estas
prácticas meditativas, pero era específicamente arquitectónico: su técnica básica
era imaginar una construcción, en la cual las imágenes simbólicas de las cosas a
recordar serían puestas consecutivamente en las paredes y en las habitaciones.
En la Edad Media del cristianismo occidental fueron los judíos y los islámicos,
a menudo viviendo pacíficamente a la par, quienes cultivaron tales técnicas y
las artes a ellas asociadas: las matemáticas, la arquitectura y la ingeniería. Estas
pasaron, con el tiempo, al mundo cristiano y vinieron a formar parte de las
enseñanzas secretas de las guildas de masones, cuyas imágenes delatan sus
orígenes por estar sacadas exclusivamente del Viejo Testamento.
Naturalmente los viajes irlandeses pasan hoy por fantasía-ficción, como sucede
con la culminación de todos los "viajes del alma" medievales: la Divina
Comedia de Dante. La erudición racional no conoce ningún intermedio entre
hecho y ficción, y ya que esas islas occidentales, y mucho menos el Infierno, el
Purgatorio y el Paraíso, no existen, lo que allí sucede tiene que haber sido
inventado. Pero los eruditos racionales ignoran típicamente el funcionamiento
de la mente creativa. No conocen esos éxtasis en donde el poeta contempla
"formas más reales que el hombre viviente" que luego trata de captar en verso.
Desde luego, Dante no describe un cosmos judío o musulmán, sino uno basado
en una doctrina cristiana y especialmente escolástica, y muy colorido,
especialmente en el Infierno, por su propia programación personal y política. Su
narración es tan circunstancial, tan vívida, detallada y poéticamente memorable,
que por siglos ha alimentado la imaginación de sus compatriotas. Leer a Dante
o cualquier otro trabajo sobre la imaginación visionaria, es compartir de modo
pasivo esa experiencia, que es todo lo que la mayor parte de nosotros puede
esperar o aun desear. Pero no hay que menospreciar el poder de estos trabajos
de la imaginación. Sus imágenes míticas y símbolos se alojan en nuestras
propias almas y pueblan el mundo interior de nuestros sueños. En la gran
mayoría de los casos, son más fuertes que las personalidades que invaden y
adoctrinan. El cristiano medieval que vivía su vida envuelto en los relatos, los
cantos, la poesía y las imágenes visuales de la fe cristiana no podía ser otra cosa
que un cristiano. Como tampoco podía el musulmán medieval ser otra cosa que
un musulmán. El uno estaba tan convencido de un cielo de santos y ángeles
cantando, como el otro de un jardín del Paraíso lleno de núbiles vírgenes. Cada
uno estaba verdaderamente dispuesto a arriesgar su vida peleando contra el
otro.
¿Qué más puede hacer un visionario, una vez que se ha entregado, en cuerpo y
alma, al poder de la imaginación? No puede poner en duda que el mundo celeste
que le ha sido revelado con tan palpable realidad pudiera no ser el artículo
genuino.
Una posibilidad que no suele ser tenida en cuenta es que estos filósofos-
místicos han encontrado efectivamente una salida de la Caverna de Platón al
Mundo Real (ver el quinto artículo de esta serie, "La Tradición Platónica").
En la filosofía platónica éste es definitivamente un mundo objetivo más real que
el material. ¿Pero cómo explicamos las diferencias impresionantes entre lo que
allí se encuentra dependiendo de cuál sea la religión del filósofo? Mientras que
el filósofo de Platón se encontraba con los dioses griegos, el sufí encuentra
ángeles y "maestros que han ascendido". Los cabalistas pueden explorar, órgano
por órgano y pelo por pelo, el cuerpo macrocósmico de su Dios. Los cristianos
como Dante y Swedenborg probablemente vean el Infierno, como también el
Cielo, y así sucesivamente. Las diferencias son suficientes para que el agnóstico
moderno no-viajero se vuelva completamente escéptico acerca de la objetividad
del Otro Mundo.
Esto es como si cada religión, y aún cada secta, fuera una especie de club
exclusivo. Las mentes de los miembros están llenas, desde la niñez, con cierto
conjunto de ideas y símbolos que estructuran su mundo imaginativo, su filosofía
y sus expectativas de vida después de la muerte. Las catedrales e iglesias
medievales eran depositarias de esas imágenes y símbolos, y medios de
adoctrinamiento en el mejor sentido; pues cuando hay consenso imaginal en una
sociedad, la discordia se reduce al mínimo. Cuando esas personas poco
comunes, dotadas y entrenadas para las prácticas esotéricas se embarcaban en
sus meditaciones, era dentro de ese mismo consenso. Ellos veían, oían, sentían
y olían un ambiente que pudo haber sido nuevo y lleno de maravillas y
sorpresas, pero estaba aún controlado por su fe y expectativas. Sólo cuando el
místico iba más allá de los sentidos internos estaba liberado de lo que había
aprendido a través de los sentidos externos. Entonces, como todos los
estudiantes de misticismo saben, las descripciones se vuelven inseguras: el
místico no puede encontrar palabras para la experiencia. Todo es luz y unidad y
paradojas donde la mente racional no tiene en qué apoyarse.
Traducción: L. H.
XI
Los Nuevos Dioses
Así era en la Edad Media. Idealmente, el Sacro Emperador Romano era el rey
sagrado cuya autoridad era respetada por todos los gobernantes regionales. La
jerarquía de la iglesia, ayudada por las órdenes monásticas, proporcionó el
aparato administrativo. Pero a diferencia de las viejas teocracias, apenas estaba
Una vez, en la Siena tardía medieval, una estatua romana de Venus fue
desenterrada. Esto sucedió en 1345, en una época en la cual el desnudo no se
utilizaba gratuitamente en el arte, sólo cuando el realismo lo requería, como en
las representaciones de Adán y Eva. Este recién encontrado ejemplo del canon
clásico de belleza se montó sobre un pedestal en la plaza y fue admirado por el
pueblo. Pero los dos años que siguieron, estuvieron llenos de catástrofes para la
ciudad. Temiendo que su idolatría había ofendido a Dios y a la Virgen, los
piadosos sieneses bajaron a su Venus y la deshicieron en pedazos pequeños, y
enterraron los restos. Este instructivo relato, contado por Titus Burckhardt en su
libro sobre Siena, ilustra la naturaleza ambigua de las imágenes del mundo
pagano: eran tremendamente atractivas, pero traían consigo un soplo de azufre.
Había una fuerte tradición teológica de que los dioses paganos no eran otros que
los demonios caídos de la banda de Satán, quienes se habían divertido antes de
Eso basta en cuanto a los efectos exotéricos de los nuevos dioses. En el campo
esotérico, tuvieron un efecto igualmente revolucionario.
*
* *
En los círculos más esotéricos de los humanistas muy educados era igualmente
imposible evadir la seducción de la filosofía clásica y el desafío inherente que
ello presentaba para la visión cristiana del mundo. El linaje de sabios paganos
de Pleton, adoptado por Ficino y los humanistas florentinos, abrió una visión
del pasado más lejano que era verdaderamente diferente a la del estrecho
sectarismo del Viejo Testamento. A aquellos egipcios, babilonios, persas,
griegos y romanos ya no se les clasificaba como gentiles, fuera del rebaño de
los elegidos, sino como hijos de Dios, cada uno dotado de sabiduría apropiada a
su tiempo y lugar. Los recién descubiertos textos clásicos podían ser explorados
para instruirse y no meramente por curiosidad y para mejorar en el uso del latín
y griego.
Los habitantes de las viejas ciudades europeas aún viven sus vidas en medio de
la evidencia de esta imaginación dual; la catedral gótica y las iglesias por un
lado, los palacios del Renacimiento con su iconografía contraria, por el otro. Es
una rica, incluso demasiado rica combinación, mezclando dos visiones del
mundo que, con todos los esfuerzos bien intencionados para reconciliarlas,
siguen siendo un acertijo sin resolver en la historia de la consciencia. Moisés y
Homero; César y Cristo; sea que nos guste o no, estas son las raíces gemelas de
nuestra herencia espiritual. Traducción: L. H.
NOTA
* Nota del traductor. El autor se expresa de esta manera de acuerdo con la fachada de la
escuela "tradicionalista" manipulada por Schuon y seguidores. Este error es común en
Estados Unidos, y en general en la lengua inglesa. Así también en Alan Watts: ver el
prefacio de El Arte de Ser Dios, y otros autores. Ver igualmente SYMBOLOS Nº 11-
12, 1996, págs. 253 y ss. Guénon, según sus propios términos, negó tener discípulos y
rehusó la paternidad de cualquier escuela.
XII
El Dilema Filosofal
En todas las generaciones, unos pocos, más que "creer", conocieron algunas
respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad. Su saber resulta
evidentemente difícil de transmitir al resto de nosotros, pero su brillo y su
certidumbre operan ciertamente como un faro y un recordatorio de lo que un
hombre o una mujer pueden ser. Ellos ocupan su sitio en una sociedad ordenada
y tradicional; como Catalina de Siena o Nicolás de Cusa imponen respeto a
reyes y papas, y fijan un modelo de santidad y sabiduría a las que el clero aspira
(si es que no enloquece de celos). Pero, ¿qué hacer cuando el equilibrio
espiritual del mundo se despedaza, como ocurrió en el siglo XV con el cisma de
Oriente y Occidente y el influjo del humanismo; en el siglo XVI, con la
Reforma, la Contrarreforma y las Guerras Religiosas; y en el siglo XVII, con la
caza de brujas, la Guerra de los Treinta Años y la revolución científica?
El "dilema filosofal" de nuestro título consiste en optar por uno de estos dos
campos operativos: por el político o por el personal. Lo podemos expresar así:
"¿Es posible poner remedio al estado de la humanidad en su conjunto, o su
estado es tan crítico que esto sólo es posible en el plano individual?"
No hay que ser excesivamente sabio para que esta pregunta nos perturbe.
Responderla exige un sondeo de nuestras más profundas convicciones acerca de
la naturaleza humana y del lugar que el hombre ocupa sobre la tierra. Por
ejemplo, ¿creemos que la vida sobre la tierra es mero preludio de una vida
mucho más importante que comienza después de la muerte? Si es así, las
Lo genial del grupo rosacruz, deliberadamente o no, consistió en que acertó con
los ingredientes de un mito perdurable. El paroxismo final de las Guerras
Religiosas, la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), interrumpió ese mito,
pero no lo extinguió. Los rosacruces podían pasar en los países protestantes
como una especie de orden jesuítica opuesta: sin coerciones ni dogmas, y
accesible a los poderes ocultos que tanto asustaban a las Iglesias. Sin embargo,
la Pansofía también llegó a ser contraria a lo científico, en el sentido de que
ofreció una opción ante una ciencia que era cada vez más positivista y
materialista.
repercusión social, pero brindan a los individuos, por medio del ocultismo,
enseñanzas y prácticas de mejoramiento personal. Mientras la primitiva
Francmasonería fue caballeresca e iniciática, ahora es secular y filantrópica, sin
perspectiva de transformación personal que vaya más allá del plano ético. Su
influencia, en los Estados Unidos de América, se halla diluida entre muchas
otras fraternidades cuyo contenido tradicional es aún menor. En resumen, los
filósofos que debieron haberse visto obligados a regirnos, o por lo menos, a ser
el poder detrás del trono, hicieron sus maletas y se marcharon. Traducción:
Héctor V. Morel
XIII
El Camino Interior
No hay garantía de que la "Voluntad Divina" sea única y uniforme para todas
las personas y para todos los tiempos. Aparentemente es mucho más probable
que se regocije con la variedad y, nos atreveríamos a decir, con el conflicto.
Pues no hay nada como el conflicto para concentrar nuestras intenciones y
fortalecer nuestra determinación. Es probable que los sabios concuerden de
manera sublime en las cortes celestiales, pero son todo menos uniformes en sus
personalidades terrenas. Tampoco parecen estar acostumbrados a agruparse,
como si hacerlo fuera para ellos casi una pérdida de esfuerzos. Más bien
semejan grandes árboles solitarios, de distintas especies, que protegen y
albergan individualmente a innumerables criaturas menores, y proveen semillas
que pueden llegar a ser tan grandes como ellos o tal vez no.
etcétera) y los teósofos de los siglos XVII, XVIII y XIX. Los escritos de
Boehme son actualmente de muy difícil lectura, pero el simple hecho de su
existencia brilló como un faro a través de las oscuras épocas del "iluminismo"
secular. Aquí se trataba de un artesano y padre de familia –no de un pastor, un
monje, un cardenal o un aristócrata– que fue elegido para desentrañar misterios
profundísimos, y que no vivió la simple creencia conveniente para su posición
social sino que vivió la lúcida consciencia de Dios. El ejemplo de Boehme
demostró que el Cristianismo podía ser más que ética y Escrituras (aunque él
era por demás conocedor de éstas), y más que ritos, esteticismo y sacramentos.
Podía ser una realidad interior más real que todo lo existente en el mundo y más
preciosa que todo lo que el mundo podía enseñar. Tal como él mismo lo dice
refiriéndose a su gran experiencia de 1600: "en ese cuarto de hora vi y aprendí
más que si hubiera estudiado muchos años en una universidad... pues percibí y
reconocí al Ser de todos los seres".
La ortodoxia evita con razón estas expresiones por el daño que pueden causar a
las almas débiles y sugestionables. Pero así como todos los sabios se encuentran
en la cima de la montaña, de igual manera esas expresiones son el lugar en el
que, como Boehme lo sabía bien, se encuentran conjuntamente el Cristianismo
y la Kabbalah, el Hermetismo y la Alquimia, a los que podemos sumar el
Sufismo, el Hinduismo de los Upanishads y el Budismo Mahayana.
La literatura alquímica se propone enseñar cómo hay que trabajar las sustancias
físicas, y un primer nivel interpretativo de sus símbolos constituye un código
precientífico de procedimientos químicos. Los historiadores de la ciencia
mostraron que los textos alquímicos enseñan cómo hay que operar, por ejemplo,
para extraer oro de minerales compuestos valiéndose del antimonio. Pero
especialmente desde 1600, en coincidencia con la teosofía de Boehme y
movimientos afines, aparentemente los textos alquímicos se volvieron cada vez
menos químicos. Autores como Heinrich Khunrath, Cesare della Riviera y
Thomas Vaughan están claramente menos interesados en el trabajo de
laboratorio que en una alquimia espiritual.
métodos. Quienes trabajan con sustancias físicas lo hacen porque esto les
cuadra, pero igualmente el proceso de transmutación humana puede avanzar sin
el tiempo, el espacio y los gastos de un laboratorio bien equipado. De lo
contrario, el pobre Jacob Boehme no habría llegado lejos. Sin embargo, si
podemos dar crédito a lo que leemos, ¿no es extraordinario que las recetas
químicas del Egipto alejandrino, cuando se las interpreta de un modo trabajan
en el laboratorio, y cuando de otro, proporcionan una guía confiable en el
sendero teosófico?