Está en la página 1de 5

BENZODIACEPINAS

Para hablar sobre la interacción del psicofármaco en trastornos de ansiedad y problemas de


insomnio que son las alteraciones por las que mayormente se recurre al fármaco, hay que
entender primeramente qué sucede a nivel de neurotransmisores en estas alteraciones.
Bueno, conocemos bien los trastornos de ansiedad, donde se presenta un exceso en las
manifestaciones de temores y preocupaciones que incluso llegar a producir reacciones
fisiológicas y un malestar clínicamente significativo y un deterioro en el desempeño vital
del individuo, todo dentro del eje de la preocupación, del temor, en fin, del estado de alerta
ante situaciones generales o específicas que se encuentra en exceso y que carece de control.

Lo que a nivel neuronal se considera que entra en juego en estos trastornos es,
principalmente el neurotransmisor GABA, el principal neurotransmisor inhibitorio del
SNC; se encarga de regular, de inhibir los niveles de excitación de una neurona cuando esta
se encuentra en respuesta ante un estímulo. Se puede considerar un déficit en la producción
o efecto en el SNC de este neurotransmisor dentro de estos trastornos, y es esto mismo lo
que vienen a atender las benzodiacepinas, porque son un agonista de este neurotransmisor.

Ahora bien, al ser un fármaco dentro del grupo de los ansiolíticos, los efectos que produce
van en torno a ese eje; sin embargo las benzodiacepinas se caracterizan por manifestar
diversos efectos: por supuesto se incluye la reducción de las manifestaciones fisiológicas de
la ansiedad, del insomnio, pero también se incluyen efectos como un estado de sedación y
relajación muscular, además de tener un efecto anti convulsionante. Algo muy importante
que quiero destacar de esto es que, al ser un agente químico que viene a producir
alteraciones de esa índole, no se puede llegar a pensar que su consumo va a suprimir causas
cognitivas y del contenido del pensamiento en relación a la ansiedad. ¿Qué quiero decir con
esto? Que el consumo de una benzodiacepina no evitará que tenga pensamientos que
produzcan la ansiedad, no vienen a suprimir la manifestación de estos pensamientos, vienen
es a regular las reacciones fisiológicas producidas por estos mismos pensamientos. Una
persona con una fobia específica que consuma este fármaco no se verá exenta de tener
pensamientos que mantengan el temor al encierro, por ejemplo, sin embargo las reacciones
que normalmente acompañan a este temor en presencia del estímulo se verán notablemente
reducidos; el pulso acelerado, el sudor descontrolado, el temblor, los nudos corporales, todo
esto se viene a reducir muy a pesar de prevalecer el temor original, y esto lo hace mucho
más tolerable y permite al individuo ser funcional.
Aunque, hay que tener ojo con esto, al igual que todos los psicofármacos las
benzodiacepinas tienen sus restricciones; no es un atamel que uno se toma para el dolor de
cabeza y ya. Puesto que tienen propiedades hipnóticas, el consumo de este fármaco por
supuesto entorpece el desempeño psicomotor del individuo, por lo que, una persona que
acostumbra a desplazarse manejando debe tomar previsiones, o de lo contrario no sería el
mejor candidato para su consumo. Otra cosa que hay que tener en cuenta es la
metabolización de estos fármacos en las personas de la tercera edad; si consumen estos
fármacos es recomendable que la latencia entre una dosis y otra sea más extensa de lo que
normalmente se prescribe, porque la eliminación del mismo tarda más y, por ende
permanece más tiempo en el organismo, entonces las dosis se acumulan, y se presentan
eventualidades como adormecimiento muscular, pérdida del foco de atención por estar en
un estado de somnolencia, y cosas que en un examen mental debe tenerse en cuenta, y no
caer por supuesto en el error de adjudicar estas manifestaciones conductuales a afecciones
completamente ajenas al paciente.

Algo muy interesante de las benzodiacepinas es que, dentro de los temas por los que
normalmente entra en discusión este psicofármaco (y bueno, todos los psicofármacos si
nos ponemos a ver) es la cuestión de sus efectos en relación a la dosis. Según los
psiquiatras, las benzodiacepinas tienen la capacidad de sostener el nivel de intensidad de
sus efectos a lo largo de su consumo siempre que se mantengan los mismos niveles de
intensidad de los síntomas que trata; una persona que consume una pastilla en las noches
para conciliar el sueño, siempre que no existan factores que aumenten los síntomas de
insomnio puede mantenerse tranquilamente consumiendo una pastilla por cada noche. Pero
¿qué sucede? Que las benzodiacepinas tienen la particularidad de tener un potencial del
desarrollo de la tolerancia y la dependencia muy elevados, y de eso comentaré algo al
respecto más adelante. Pero lo importante aquí es considerar que, a pesar de que se pueda
pensar que el psicofármaco pierde el efecto tras un tiempo de consumo con la misma dosis,
no se estaría hablando de una ventana terapéutica, sino más de un incremento de intensidad
o de cantidad de síntomas dentro del cuadro clínico; en casos de ansiedad generalizada
pudiera presentarse este caso, tal vez pasado un mes de consumo supongamos que el
paciente está satisfecho con los efecto del fármaco hasta que nota que ante situaciones
particulares o generales le cuesta emitir un discurso, cuando las respuestas comunes eran la
sudoración, la taquicardia, los temblores, etc., y no esto del discurso. Pudiera llegarse a
pensar que el psicofármaco perdió su efecto y que el trastorno está avanzando, pero en
realidad la dosis a la que se somete el paciente fue pensado para una cantidad e intensidad
de síntomas que fue superado al sumarse esto de la incapacidad para hablar. Todo, por
supuesto, desde lo hipotético y para ejemplificar. Esto nos lleva a observar a través de
evaluaciones psicométricas, por ejemplo, las manifestaciones de la ansiedad, y de esa forma
identificamos si efectivamente el cuadro clínico se ha extendido.

Leyendo un poco sobre el historial clínico de ese psicofármaco me encuentro con algo que,
incluso en el gremio de los psicólogos está considerado como un a problemática dentro de
la clínica; porque resulta que este psicofármaco tiene un carácter omnipresente en la
apreciación de pacientes que los psicólogos suelen atender. Y ojo, cuando digo
“omnipresente” no atiendo a ningún deseo de exagerar mi discurso o algo por el estilo, de
hecho es una palabra que en uno de los textos que consulté utilizan para describir el nivel
de presencia de este fármaco entre los pacientes; y no es de extrañar, cuando revisas el
historial clínico y te topas con afirmaciones de psicólogos que, en 15 o 20 años de carrera
se han topado solo con 5 pacientes que no consumen este fármaco te das cuenta de que no
existe falacia al decir que el medicamento tiene mucho de esa cualidad.

Ahora, ¿por qué esto es una problemática? No sería tanto por su carácter omnipresente, sino
por el tema de la tolerancia y dependencia que antes mencioné. El uso de este fármaco se
observa bastante propagado, y uno cae en las sospechas de si su uso se restringe o no a los
propósitos para los que fue fabricado, para el control de las reacciones fisiológicas. Y en
esta misma línea de ideas, uno llega a preguntarse si es desde aquí que se sostiene la crítica
de las benzodiacepinas con respecto a su capacidad para sostener sus efectos en el tiempo;
porque ante un consumo indiscriminado de este fármaco es casi inevitable contemplar el
desarrollo de la dependencia al fármaco y confundirlo con su reducción de eficiencia.
ISRS

Para el caso de los ISRS lo fundamental a saber a nivel clínico (además de que son
principalmente para el tratamiento de la depresión y sus síntomas presentes en otros
trastornos) es que su función es, como su nombre lo explica, inhibir la recaptación de la
serotonina contenida en el espacio sináptico, de manera que se prolonguen sus efectos en el
SN y evitar un déficit en su intensidad de respuesta.

Con respecto a la respuesta terapéutica de los ISRS se conoce que en su mayoría responden
directamente proporcional a la dosis que se consuma, sin embargo se hace una especial
distinción con respecto a la fluoxetina, que es la que presenta una respuesta de tipo ventana
terapéutica, es decir, tras superar un nivel en la dosis, en lugar de aumentar su respuesta,
esta se va disminuyendo.

Sobre sus efectos secundarios, se sabe que los ISRS llegaron como la octava maravilla del
mundo al presentar un avance abismal en el tratamiento de la depresión. Estos actúan desde
la recaptación de serotonina de manera selectiva, produce efectos similares a los ADT con
la excepción de que no presenta los efectos secundarios de este último, hay una reducción
muy notable en cuanto a los efectos secundarios inmersos, y que de hecho esa es una de las
razones por las que sean de primera línea. De hecho, revisando la lista contenida en uno de
los textos que consulté los más relevantes están relacionados con alteraciones
gastrointestinales, del desempeño sexual y del SNC relacionados con el efecto prolongado
de la serotonina. Lo que si hay que decir, es que a pesar de que la lista sea
considerablemente corta, los efectos secundarios son igual de contraproducentes en el
trabajo terapéutico; si hablamos de trastornos de la depresión, el auto concepto es un factor
central en el tratamiento, y si aspectos como un desempeño sexual alterado se suman a la
vida del paciente, lo más seguro es que esto agarre terreno en ese sentido, deteriorando o,
como mínimo obstruyendo el progreso de mejoría.

También hay que tener especial atención en el caso de las alteraciones del SNC, puesto que
entre los que están allí se encuentran el insomnio, la inquietud y la irritabilidad, y aunque el
paciente no asocie directamente estas manifestaciones con su cuadro clínico, evidentemente
existe la posibilidad de que se aqueje de ellos; el paciente no acude a un tratamiento para
que lo saquen de un hoyo y lo metan en otro. Esto lo comento porque, de manera especial
sucede con los pacientes depresivos que al no ver mejorías en su situación actual se frustran
e interrumpen el proceso terapéutico; Aaron Beck le dio especial atención a esto en una de
sus publicaciones, y hasta los momentos es un factor con el que todo psicoterapeuta tiene
que lidiar, y más tratándose de estos pacientes.

Tal vez lo que sea de mayor atención para nosotros como psicólogos es la importancia de
hacer entender al paciente que las reacciones de estos psicofármacos tardan en aparecer tras
su consumo. Normalmente se dice que varía entre dos o cuatro semanas la aparición de los
efectos del fármaco, aunque hay quienes dicen que puede ser hasta seis semanas; y esto
resulta ser un bache que ya a nivel terapéutico adquiere un peso muy importante jugando en
contra nuestra y del mismo paciente; porque entonces está la cuestión de que las
expectativas de gozar de una curación inmediata por parte del paciente choca con la
realidad al notar que pasan los días y nada que mejora. Esta es tal vez la razón principal por
la que los pacientes abandonan el proceso (equiparable con su polo opuesto, donde un día
se perciben completamente curados y creen ya no necesitar del acompañamiento
psicoterapéutico). Y no quiero favorecer las necesidades de un trastorno por encima de
otros, pero considero que del acompañamiento psicoterapéutico en estos casos depende
especialmente la adquisición de estabilidad, por el factor del tiempo que tarda el fármaco
en actuar; lo que fundamenta el trabajo psicoterapéutico en este sentido es un proceso de
psicoeducación ininterrumpido donde el paciente tenga siempre presente que el
psicofármaco tendrá su efecto, pero que no será de inmediato, pero que tampoco debe
determinarlo como un fracaso más.

También podría gustarte