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Por Ar-Nárwen
No, en esos momentos nada era importante. Si tan solo hubiese una forma
de dejar escapar ese dolor interno, tal vez las cosas serían como antes.
Volvería a sonreír como todos los días y se alegraría por pequeñeces como el
ver una estrella durante la noche o contemplar como la Luna, paso a paso,
iba alumbrando cada vez más el cielo nocturno que en estos momentos
observaba.
Una lágrima se formó en sus ojos al verla, extendiendo una mano, cortó una
de las flores y llevándosela a la nariz sintió su suave aroma.
-Espérame –le gritó mientras corría a toda velocidad por la calle- No corro
tan rápido como tú.
La chica paró en seco unos segundos a recobrar el aliento. Su pelo color
castaño oscuro cayó sobre su cara ocultando el color rojo que esta había
adquirido por el calor.
Posó sus claros ojos en un chico de alta estatura que se encontraba unos
metros más allá con triunfante sonrisa en su rostro, la cual acentuaba aún
más el brillo de sus risueños ojos café oscuro.
Su sonrisa, sus ojos, su desordenado pelo, ese tono medio burlón tan
característico suyo, la sensación de sus manos sobre las suyas.
Todo volvía a su mente, su corazón se aceleraba notoriamente cuando
pensaba en él, algunas veces hasta llegó a sentir las características
maripositas que invadían su estómago cuando él le daba una de esas miradas
llenas de ternura tan mágicas que sentía el deseo de detener el tiempo para
poder admirar por siempre esos ojos cafés.
Lentamente una sonrisa comenzó a formarse en sus labios, era la primera
vez en muchas semanas, pero no duró mucho tiempo más ya que fue
reemplazada por una solitaria lágrima que rodó por su mejilla.
Eso no era posible. Ella ya había perdido la sonrisa y esta no volvería nunca
más.
¿Quién era?