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PRIMERAS ENTREVISTAS:

- ¿Qué aspectos en común plantean Freud, Aulagnier y Miller con respecto a las
entrevistas preliminares y cuál es el aporte singular de cada autor?

¿Qué aspectos en común plantean Freud, Aulagnier y Miller con respecto a las
entrevistas preliminares y cuál es el aporte singular de cada autor?

Los tres autores dedican en su obra un espacio para teorizar acerca de las entrevistas
preliminares, y hablan de la concepción de “deseo” o” demanda” por parte del paciente a la
hora de someterse al tratamiento. Siendo esta como una piedra angular a la hora de
considerar o no al sujeto como “analizable”. La entrevista preliminar es el espacio en el cual
se realizará un diagnóstico diferencial prototipo, donde escuchando la singularidad del
sujeto, el analista se da aun tiempo para ver qué hay detrás de ese cuadro sintomático.

La primera entrevista suele cumplir un papel privilegiado por su carácter espontáneo. Se


ubicaría antes del inicio (en el sentido formal, debido a que la transferencia se pone en
juego entre la relación paciente-terapeuta desde el primer encuentro) de la terapia
psicoanalítica.

El analista no debe tomarse mucho tiempo, ya que un sujeto puede estar dispuesto a hacer
de nuestra persona el soporte de sus proyecciones con mucha carga afectiva, y si
decidimos no atenderlo, podría vivirlo como un rechazo. Para Freud este “periodo de
prueba” ya se encuentra dentro del marco del psicoanálisis y por ende responde a las
mismas reglas. Brinda como consejo un período de una o dos semanas. Esto se debe a que
interrumpir la terapia en esta primera fase ahorra en el paciente el sentimiento de que
existió un “Intento de curación infortunado”.

Para Miller el paciente llega al analista con una demanda basada en una autoevaluación de
sus síntomas, y pide un aval del analista sobre la misma. A este mecanismo lo llama
avaluación. Si bien se debe tomar la demanda del sujeto, la misma puede contener un
deseo escondido. Aceptarlo o rechazarlo ya es un acto analítico, pero es recomendable
aplazar el inicio del tratamiento. Pero a diferencia de Freud y Aulagnier, no postula que
siempre este periodo va a ser momentáneo, y podría haber casos de “preliminar
permanente”. La regla general para Miller será la de recusar la demanda o avanzar con
máximo cuidado ante el reconocimiento de los fenómenos elementales.

Aulagnier habla de una posible “psicosis de transferencia” haciendo referencia al término


“neurosis de transferencia” freudiano. Es por esta razón que el rechazo toma una dimensión
más profunda, ya que, en casos de tener un paciente en estado de pre psicosis no
identificado, se podría producir una descompensación o un desencadenamiento psicótico.
La posibilidad del despierte del cuadro por la intervención analítica es una opinión teórica
que comparte con Miller. Es por esta razón que ambos autores postulan la necesidad de un
riguroso “pre-diagnostico”. En palabras de Miller, hay casos en los que la diferenciación de
las estructuras es difícil. Por eso es importante que el analista utilice la a contratransferencia
de manera operativa en la experiencia analítica

La consulta está motivada por “algo”. Para Miller ese algo hasta ese momento funcionaba
como solución para el sujeto, pero ya no funciona, y distingue que esa consulta no siempre
coincide con la aparición de un síntoma. Es fundamental ubicar por qué se produce ahora
ese pedido de ayuda. Ofrecer esa escucha puede convertirse en una serie de entrevistas
preliminares.

Para Aulagnier un sujeto es analizable si está dispuesto a vérselas con su propio conflicto
psíquico y sus síntomas. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer de las
entrevistas preliminares, hagan esperar que se pueda poner luz al conflicto inconsciente, y
logren modificaciones orientadas a reforzar la acción de Eros a expensas de Tánatos.
Aulagnier propone que nos formulemos una pregunta ¿Me puedo formar una idea del
destino que este sujeto reservará, en el curso de la experiencia y posteriormente, a los
descubrimientos, develamientos, construcciones que ha de aportarle el análisis?

A su vez también conceptualiza “Los movimientos de apertura”. Estos son en función de lo


que el analista prevé y anticipa sobre la relación transferencial futura. Todo analista deberá
tener en cuenta la intensidad y la cualidad de los afectos movilizados en el paciente. El
analista persigue un objetivo bien preciso: elegir la apertura más idónea para reducir, en la
transferencia que se habrá de establecer, los efectos de los movimientos de resistencia, de
huida, de precipitación en una relación pasional que aquella siempre tiene la posibilidad de
provocar.

El “Juicio de inaplicabilidad” no es una etiqueta nosográfica. Para la autora, esto ocurre ya


que este diagnóstico preliminar en realidad responde más a un “auto-diagnóstico” sobre las
propias capacidades del analista en investir y preservar una relación transferencial con el
paciente (sea neurótico, psicótico o fronterizo). Las entrevistas preliminares entonces,
tienen la utilidad de proporcionar los elementos necesarios en un tiempo estipulado para
que se produzca éste ejercicio de auto-interrogación.

Articular los conceptos: primeras entrevistas- demanda de análisis – abstinencia y


transferencia.
Freud en el texto “Sobre la iniciación del tratamiento” sostiene la necesidad de realizar
entrevistas preliminares con el fin de establecer un periodo de prueba para poder concluir si
un sujeto es apto o no para el psicoanálisis. Freud sostenía que los pacientes con estructura
psicótica no eran aptos para ser analizados por la terapia psicoanalítica ya que no eran
capaz de realizar transferencia ya que no han atravesado el complejo de Edipo y no están
inscriptos en la castración: la falta estructural en la neurosis que permite que el sujeto salga
a buscar en otros aquello que le falta. Sostiene que en estas entrevistas preliminares es
necesario informarle al paciente que el psicoanálisis requiere de lapsos mas prolongados de
los que otras psicoterapias requiere.
Piera Aulagnier sostiene que es necesario realizar entrevistas previas a la instalación de la
transferencia con un fin diagnóstico. Estas entrevistas no deben de extenderse por un largo
tiempo, ya que puede ocurrir que el paciente proyecte a la persona del analista mucha
carga afectiva y si se decide que no se lo atenderá lo puede vivir como un rechazo y la
existencia de un perseguidor. Este rechazo puede ser crucial si pensamos una estructura
psicótica, por que puede desencadenar la psicosis. Sostiene la noción de analizabilidad que
hace noción de la conjetura que hace un analista sobre la posibilidad o no de que un sujeto
sea capaz de realizar un trabajo analítico. Esto quiere decir, que este dispuesto a verselas
con sus propios conflictos
psíquicos y sus síntomas. También es fundamental establecer un encuadre, en donde se
establezca la frecuencia semanal, el horario, como será el dialogo, el uso o no del diván,
realizar una apertura idónea permite reducir en la transferencia los efectos de la resistencia.
Miller sostiene que la persona que nos va a ver al consultorio es un sujeto que le gustaría
ser un paciente. A veces ocurre que la persona solo consulta y esa demanda, necesaria
para el análisis, se deberá de construir. Entonces, el paciente llega motivado por algo, con
una pregunta respecto a sus síntomas y a que lo aqueja. Así se puede establecer que la
consulta es aquella que llega al analista cuando el paciente pide un turno, el pedido tiene
relación con el motivo explícito de consulta: aquello que lo aqueja, su síntoma, y la
demanda se construye a lo largo del periodo de las entrevistas preliminares. Desde el
primer momento se pone en juego la ética, ya que se trabaja con sujetos, por eso sostiene
que las entrevistas preliminares ya son un acto analítico en sí mismo. Tales son
fundamentales para que el analista pueda autorizar la demanda de análisis y avalarla, no
tienen un tiempo establecido determinado, hasta sostiene que puede durar daños
estableciéndose una preliminar permanente. El primer momento de la practica se denomina
avaluación clínica que tiene como objetivo realizar un diagnostico preliminar en donde el
analista deberá de concluir algo acerca de la estructura del sujeto para ver si puede o no
aceptar la demanda. Esto tiene una importancia vital al momento de poder discernir si se
trata de una psicosis por que la posición del analista puede llegar a desencadenarla. En
caso de que se esté con la sospecha, lo que se debe de buscar son los fenómenos
elementales presentes en la clínica, Miller los denomina “la firma clínica”. Estos pueden
darse del orden de la irrupción de voces, el discurso del otro, en fenómenos que conciernen
al cuerpo, del lenguaje como también a experiencias inexpresables en el testimonio del
paciente que se remiten a una certeza absoluta dirigidos hacia el propio paciente.
Rubinstein sostiene que las conjeturas diagnosticas en el psicoanálisis no tienen la función
de poner una etiqueta a un tipo clínico, es mas que un sistema clasificatorio descriptivo. Lo
importante de dar cuenta de la estructura es poder dar cuenta de aquellas reglas
recurrentes, del ordenamiento que organiza aquello que aparece y ver que posición tiene el
sujeto ante su estructura.
Junto a los diferentes autores desarrolle y fundamente: “No podemos acrecentar demasiado la
cantidad de las primeras entrevistas preliminares sin correr el riesgo de que nuestra negativa se
produzca demasiado tarde, con menoscabo de economía psíquica del sujeto” (Aulagnier,
Capitulo 3, página 169).
Teniendo en cuenta la cita de Aulagnier (1992) podemos relacionar la misma con el texto de
Freud “La iniciación del tratamiento” quien ya en el año 1913 advierte que las entrevistas
prolongadas con el enfermo antes de dar inicio al tratamiento analítico y la existencia de una
relación de amistad entre el médico y el enfermo determinan ciertas consecuencias
desfavorables, el enfermo se puede presentar ante el médico en una actitud de transferencia
ya establecida. Freud sostiene que solo podrá encargarse de los enfermos de manera
provisoria, por una o dos semanas, abogando por un análisis de prueba que determine la
indicación o contraindicación del tratamiento. Este periodo de prueba se diferencia del
análisis propiamente dicho dejando hablar al enfermo sin que el analista suministre
interpretaciones ni realice intervenciones más que las precisas para la continuación del relato.
En relación a cuándo se debe comunicar las interpretaciones al analizado, el momento es
nunca antes de haberse establecido en el paciente (una) la transferencia (aprovechable). Se
debe adoptar desde el principio una actitud de interés y empatía ya que si nos mostramos
rígidos o moralizantes como otras personas cercanas a él, destruiremos la posibilidad de
vencer las primeras resistencias y lograr una transferencia positiva (revisar estos conceptos,
la positiva erótica es resistencial, en la pregunta 2 está bien, pero acá no).
Aquellos analistas que realicen interpretaciones y diagnósticos rápidos, independientemente
(de) que sus deducciones sean acertadas o no, provocarán resistencias muy fuertes en los
pacientes y el resultado terapéutico será nulo y lo abandonarán. Incluso en estadios más
avanzados del tratamiento, no se debe interpretar hasta que el paciente no esté próximo a
descubrir la solución (¿qué se entiende por solución?) de su síntoma por sí mismo.
Además ésta iniciación del tratamiento con un período de prueba tiene una motivación
diagnóstica, el analista podrá observar manifestaciones del paciente que le determinen o no
llevar adelante el tratamiento. Si el analista no lo hiciera, el psicoanalista incurrirá en una
falta de carácter práctico, impondrá al enfermo un esfuerzo inútil y desacreditará su terapia.
En un tratamiento de ensayo, prolongado algunas semanas, puede ya tener ocasión de
observar manifestaciones sospechosas que le determinen a no llevar más adelante el mismo.
Pero no puede afirmarse que tal ensayo nos facilite siempre un diagnóstico seguro; es tan
sólo una precaución más.
Al igual que Freud Aulagnier, en su texto “Entrevistas Preliminares y movimientos de
apertura” (1992) también sugiere que no es conveniente tomarse mucho tiempo en las
entrevistas preliminares ya que el tiempo que se dispone para hacer una indicación de
análisis, para decidir si aceptamos ocupar el puesto de analista con el sujeto, para elegir los
movimientos de apertura debe ser acotado. “No se puede acrecentar demasiado la cantidad
de las entrevistas preliminares, sin correr el riesgo de que nuestra negativa se produzca
demasiado tarde”. La problemática psíquica de un sujeto puede escapar de nuestro método y
aún puede estar contraindicado, cuando sin embargo ese mismo sujeto está dispuesto a hacer
muy rápido de nuestra persona el soporte de sus proyecciones con mayor carga afectiva. Una
vez instalado ese mecanismo proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda
probabilidad, como la repetición de un rechazo, la confirmación de la existencia de un
perseguidor, la reapertura de una herida. Reacciones que pueden tener un efecto
desestructurante y provocar la descompensación o desencadenamiento.
También menciona que hay y una diferencia entre el tiempo de interpretación y el tiempo de
decidir si queremos ocupar el puesto de analista. El analista debe preguntarse si tiene interés
en proponerse como tal, debe realizar un autodiagnóstico sobre su capacidad de investir y de
preservar una relación transferencial con la singularidad del sujeto a quien se enfrenta, más
allá del síntoma. Se puede estar siempre en entrevista y no entrar en el análisis, el paciente
tiene que implicarse con su síntoma. Se debe reservar una libertad muy grande al tiempo de la
interpretación. No podemos prever cuando ésta se hará posible, ni que trabajo de preparación,
de elaboración hará falta para que el sujeto pueda apropiarse de ella.
Aulagnier también destaca la importancia de realizar entrevistas diagnosticas previas a la
instalación de la transferencia para ver si el sujeto es analizable o no, si está dispuesto a
vérselas con el conflicto inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los
síntomas que señalan el fracaso de las soluciones que él había elegido y creído eficaces.
Deberán proporcionarle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen puerto ese
trabajo de autointerrogación.
A diferencia de Freud y Aulagnier, Miller en el texto “Introducción a un discurso del
método psicoanalítico” (2005) plantea que las entrevistas preliminares no tienen tiempo
definido y son un principio Lacaniano. El analista puede darse el tiempo que considere
necesario en estas sesiones estas no tienen una estructura estándar y el analista no dará
comienzo al análisis hasta que estime necesario.
Plantea tres niveles de entrada al análisis: la Avaluación clínica, la Localización subjetiva y la
Introducción al inconsciente. Menciona que el primer paso en el análisis es la Avaluación
clínica, la cual está constituida por las entrevistas preliminares las cuales dejaran ver la
estructura clínica del paciente. Si se refiere a una neurosis, una psicosis o una perversión. Se
avala o no que este sujeto sea paciente, siendo capaz de reconocer cuál es su diagnóstico
inicial y la estructura clínica que está en juego.
Miller subraya como importante tener en cuenta que hay que identificar si el sujeto al que nos
enfrentaremos en un presicótico ya que el análisis podría desencadenarlo por lo que el
analista debe tener un saber extenso de esta estructura y evitar el análisis de estos sujetos. En
este caso habla de recusar la demanda, es decir prolongar el momento de las entrevistas
preliminares antes de interpretar.

Transferencia:

transferencia repetición, resistencia

El concepto de transferencia es fundamental dentro de la clínica psicoanalítica. La


transferencia aparece como una condición de la neurosis y no del tratamiento, en donde el
sujeto debe de haber atravesado el complejo de Edipo y estar inscripto en la castración, ya
que esa falta hace que el sujeto vaya a buscar aquello que le falta en los encuentros con
otros, incluido en analista. Freud en Sobre la dinámica de la transferencia (1912) la define
como “Todo ser humano por efecto de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe
en su infancia adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa,
o sea para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como
para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado un clisé que se repite” (pp. 97).
Solo un sector de las mociones recorrió el pleno desarrollo psíquico quedando disponible en
la conciencia, pero otro ha sido demorado en el desarrollo y permanecen en el inconsciente.
Cuando hay una necesidad de amor no satisfecha, la persona vuelca ambas mociones
hacia la nueva persona que aparece, en este lugar se puede ubicar entonces al analista
quedando inserto en las series psíquicas que ha formado el paciente hasta ese momento.
Se puede ubicar una transferencia positiva y una transferencia negativa en relación con el
tinte del sentimiento. La transferencia positiva se puede descomponer en dos, por un lado,
los sentimientos tiernos que son susceptibles de conciencia y por el otro las mociones
eróticas inconscientes y dentro de la transferencia negativa se ubican los sentimientos
hostiles hacia el analista. Tal puede ser motor u obstáculo dentro del tratamiento
psicoanalítico. La transferencia de mociones amistosas y tiernas, permiten que avance el
análisis siendo motor de la cura, ya que permite la posibilidad de que el paciente asocie
libremente, consulte y hable mientras de que la transferencia positiva de mociones eróticas
y la transferencia negativa en relación con los sentimientos hostiles se ubican como
obstáculo. Lo que ocurre es que la resistencia se sirve de la transferencia como la
herramienta más poderosa. En relación con la concepción del aparato psíquico se puede
ubicar que se encuentra un núcleo patógeno que esta recubierto por representaciones
concéntricas, como si fuesen capas de cebolla, a medida que en el tratamiento a partir de
los hilos lógicos el analista se va acercando al núcleo patógeno, aparece un estallido de la
resistencia y es un obstáculo por que el paciente en vez de recordar lo que hace es repetir
prototipos infantiles, es decir, repetir en acto aquello reprimido. Justamente la transferencia
como obstáculo señala un acercamiento al conflicto inconsciente, repitiendo sus
inhibiciones, actitudes inviables, rasgos patológicos de carácter y los síntomas. Estos
imagos infantiles tanto maternos como paternos se vuelcan sobre el analista con un
marcado sentimiento de actualidad. La cura debe de realizarse en abstinencia, es decir, no
satisfacer la demanda del paciente y poder gobernarla así en vez de repetir el paciente
puede recordar.

transferencia repetición y lo reprimido, relación


1. Estos conceptos son esenciales para la técnica psicoanalítica y el tratamiento. La transferencia opera
como un tipo específico de desplazamiento, donde ocurre la sustitución simbólica de una persona allegada
al paciente, por la figura del analista, esta es una pieza de repetición del pasado olvidado, el analista debe
estar preparado para esa compulsión a la repetición durante el análisis. Esta repetición aumentara cuanto
mayor sea la resistencia al recordar. Lo que se repite es lo reprimido, el analizado no recuerda lo olvidado,
sino que lo actúa, lo repite sin saber en sus síntomas. La cura empieza con una repetición desde las
fuentes de su reprimido.
Freud entiende que los afectos transferenciales originalmente orientados hacia otras personas significativas
(principalmente durante la infancia) del paciente, pero que en la vida adulta son transferirlos a otros
escenarios, en especial en la relación analítica, convirtiéndose en un instrumento principal y en la condición
necesaria para poder conducir el tratamiento. Sólo mediante la experiencia transferencial pueden ser
vencidas las resistencias psíquicas del paciente, logrando que aquello reprimido o inconsciente sea
finalmente dilucidado y aceptado por el paciente. La transferencia no sólo enmarca la relación entre el
psicoanalista y el paciente, sino que también representa un lugar central para la cura.
Para explicar por qué la transferencia es también resistencia, Freud separa la transferencia positiva de la
negativa. La positiva tiene dos partes: una cargada de sentimientos amistosos y tiernos, susceptibles de
conciencia, y otra parte erótica e inconsciente. Estas partes se encuentran enlazadas, donde la tierna
aparece a expensas de un debilitamiento de la erótica. La transferencia negativa hacia el analista implica
mociones hostiles, basadas principalmente en la relación ambivalente con figuras parentales, aunque no de
forma exclusiva. Tanto la parte positiva erótica como con la transferencia negativa son las que forman la
resistencia en el análisis. Por otro lado, la parte tierna de la transferencia positiva es la que lleva al éxito de
la cura. A medida que se avanza y se acerca a ciertos contenidos inconscientes, aparece la resistencia
como obstáculo del tratamiento. Lo que sucede en ese punto es que el paciente interrumpe la cadena
asociativa en lo verbal y comienza a actuarlo, a reeditarlo en la transferencia, porque esta es su forma de
recordar. Es tarea del analista despegarse de ese lugar en el que es puesto y tratar de reconducir esa
transferencia para volver a encauzar esa repetición hacia el recuerdo para poder tramitar lo que en su
momento no fue posible.
El paciente se defiende el en presente con lo mismo que se defendía en el pasado. Repite sus inhibiciones,
actitudes inviables, rasgos patológicos de carácter, los síntomas. El analista debe estar preparado para esa
compulsión a la repetición durante el análisis. Esta repetición se hará más probable cuanto mayor sea la
resistencia al recordar. Si la transferencia es positiva, se accederá más fácilmente a lo reprimido, pero si se
vuelve hostil y se necesita de la represión, mas se sustituirá el recordar por el actuar. Mediante un logrado
manejo de la transferencia se permite y se tolera este despliegue. Así, estos viejos síntomas adquieren un
valor transferencial, cambiando la neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia, sobre la cual se
puede intervenir y es susceptible de ser curada.
Defina el concepto de Transferencia y distinga las vertientes de motor y obstáculo en la
clínica psicoanalítica.

La trasferencia es un concepto central en el desarrollo de la psicoterapia psicoanalítica, el


cual sufrió una serie de avances en su descripción teórica desde sus primeras apariciones.
Dentro de la obra Freudiana hay una separación cronológica de la misma, en la cual Freud
realiza una conceptualización más teórica y otra basada en la experiencia clínica. La
Transferencia es el proceso por el cual se actualizan los deseos inconscientes en objetos. Y
tienen que ver con deseos infantiles vividos con un sentimiento de actualidad.

La trasferencia comienza a aparecer en los escritos de Freud en el marco de la primera


tópica freudiana, con la presente influencia de la teoría energética en el desarrollo teórico de
la misma, siendo definida como un falso enlace y luego como un desplazamiento de
valores. Es tras la aparición en su consultorio de distintos pacientes, como por ejemplo
Dora, que Freud reformula la concepción de transferencia y la tiñe con la experiencia
clínica. Ubica la transferencia como “reimpresiones”. Reproducciones de fantasmas y
emociones que deben ser develados y hechos conscientes en el análisis. A su vez plantea
que hay una sustitución de una persona conocida, por la figura del analista. De esta forma
se revive la relación del sujeto, fundamentalmente, con sus figuras parentales, otorgando el
carácter de ambivalencia que caracteriza la relación. La ttransferencia se conceptualiza
como un Clisé, que se repite y es reimpreso a lo largo de la vida del paciente. Ese Clisé se
conforma por el efecto conjugado de lo innato y los influjos recibidos en la infancia. Freud
considera que esto es un fenómeno universal presente en todos los seres humanos. El
analista pasa a ser parte de esa serie de asociaciones del paciente.

Para Freud la trasferencia no siempre fue algo positivo. Inicialmente la consideraba como
una resistencia por su cercanía con el núcleo patógeno del síntoma en el sujeto. Si el S
tiene que recordar cosas que pasaron en su vida, es resistencia, y se opone al recuerdo.
Pero luego re teoriza este concepto, y la trasferencia pasa a ser el motor indiscutible del
proceso analítico, ya que permite la actualización de la neurosis infantil. En la conferencia
27 Freud habla de las neurosis narcistas y la ineficacia del método analítico para tratarlas,
debido a que no se genera este vínculo con el analista, quien es ignorado por el paciente.
En los casos de demencias paranoides o precoces, tampoco se puede establecer este
vínculo. Freud encuadra dentro de “neurosis de trasferencia” aquellos cuadros que pueden
encontrar la cura a su padecimiento en el tratamiento psicoanalítico, ya que pueden realizar
un vínculo transferencial con el analista.

La Transferencia es artificial y se crea en el tratamiento analítico y reproduce la neurosis del


paciente. Para que tengamos una neurosis es necesario que suceda un proceso de
introversión de la libido. La cura analítica, irá tras ella, la perseguirá y buscará encontrarla.
En ese momento entraran en conflicto dos fuerzas opuestas dentro del campo analítico.
Quedaría la ecuación: el deseo del analista de liberar la libido versus las fuerzas que
causaron la regresión de la libido, las pulsiones, que se elevarán como resistencia al trabajo
analítico.

En la conferencia 27 Freud diferencia dos tipos de transferencia, la trasferencia de


sentimientos positivos, donde ubica la trasferencia de mociones tiernas y de mociones
eróticas, y la trasferencia de mociones negativas, donde se encuentra las trasferencias
hostiles. Solo la trasferencia tierna es motor del análisis, las otras dos funcionan como
obstáculo para la clínica.

En el caso de la transferencia erótica, el sujeto puede incluso mostrar indicios de cura. Este
tipo de transferencia puede ser arrastrada por el paciente cuando comienza un nuevo
proceso terapéutico con otro analista, y en ella puede anidarse la resistencia. La
trasferencia erótica no es exclusiva de pacientes femeninos, también los hombres pueden
presentarla.

Freud acentúa que las dificultades más serias para el analista, son aquellas vinculadas con
el manejo de la transferencia. La respuesta que propone frente a la trasferencia erótica va a
tener que ver más con la técnica analítica que con la moral y la ética, planteando la
abstinencia por parte del analista como solución.

Describa la dinámica de la transferencia y relacione con el principio de abstinencia. Defina


el concepto de la transferencia y su articulación con la resistencia y la repetición:

Para Freud la transferencia es condición fundamental para que el sujeto sea apto para el
psicoanálisis, ya que solo aquellos pacientes que pueden realizar transferencia pueden ser
analizables, la clínica de la psicosis en el psicoanálisis se comienza a pensar a partir de
Lacan respecto al mecanismo patognomónico: la forclusión del nombre del padre. Se puede
pensar que la transferencia aparece como condición de la neurosis misma, ya que, un
sujeto puede actualizar las mociones inconscientes infantiles en otras personas y
principalmente en la figura del analista si se está inscripto en el complejo de Edipo, es decir,
si esta atravesado por la castración: una falta estructural que permite que el sujeto vaya a
buscar aquello que le falta en los encuentros con los otros, incluido el analista. Es decir que
cuando hay una necesidad de amor no satisfecha, la persona vuelca las mociones en la
nueva persona que aparece, insertando al analista en las series psíquicas que ha formado
hasta ese momento. Freud define la transferencia como una especificidad determinada que
el sujeto adquiere en la infancia para el ejercicio de su vida amorosa y que da por resultado
un clisé que se repite.
Los componentes de la transferencia son en relación con el tinte del sentimiento, ubicando
una transferencia positiva que puede ser de sentimientos amistosos o tiernos susceptibles
de conciencia, como también de sentimientos eróticos inconscientes y la transferencia
negativa que se remite a los sentimientos hostiles. La transferencia tiene dos caras: motor y
obstáculo. La transferencia motor es aquella que posibilita el análisis, que permite que el
paciente pueda seguir la regla fundamental de la asociación libre, parte del método
analítico, que se remite a que el paciente diga todo aquello que se le viene a la cabeza, sin
una selección previa, es decir que promueve el trabajo analítico: que el paciente pueda
recordar. La transferencia motor solamente es la transferencia positiva de sentimientos
amorosos o tiernos susceptibles de conciencia. En cambio, la transferencia como obstáculo
es la transferencia positiva de sentimientos eróticos inconscientes y la transferencia
negativa de sentimientos hostiles. Es obstáculo por que la resistencia se sirve de la
transferencia y la emplea a su favor, lo que obstaculiza es el recuerdo del material
reprimido, el paciente en vez de recordar lo que hace es repetir en acto. Lo que repite son
sus inhibiciones, actitudes inviables, rasgos patológicos de
carácter y los síntomas como un episodio actual que se reedita vía transferencia. Muñoz
ubica que en la obra Freudiana el término “agieren” que se emplea en 1914 hace referencia
a una resistencia al recuerdo, así lo reprimido no retorna por la vía del recuerdo, sino por la
vía de la acción.
Es importante relacionar la dinámica de la transferencia con el concepto que tenia en ese
entonces Freud sobre el aparato psíquico: un núcleo patógeno ubicado en el centro
rodeado por capas concéntricas, como si fuesen capas de cebolla o estratificaciones. A
medida que en el trabajo analítico, a partir de los hilos lógicos de la asociación libre, nos
vamos acercando al núcleo patógeno lo que estalla es la transferencia obstáculo: como
resistencia siendo estratos de resistencia creciente. La posición del analista va a ser la
abstinencia, es decir, que la cura analítica se realice en privación sin añoranza y sin deseo,
y el manejo de la transferencia va a ser fundamental para poder detener la compulsión de
repetición –en esta época la compulsión de repetición es de lo reprimido en términos
secundarios, recién en 1920 con mas allá del principio de placer va a ser compulsión de
repetición de lo no ligado – y que el paciente pueda seguir la regla analítica fundamental de
la asociación libre posibilitando el recuerdo. Se la debe de volver una repetición inocua así
se puede tramitar vía palabra.

2-Justifique y desarrolle junto al material bibliográfico: “En cualquier otro tratamiento


sugestivo, la transferencia es respetada cuidadosamente: se la deja intacta; en el analítico,
ella misma es objeto de tratamiento y es descompuesta en cada una de sus formas de
manifestación. (Freud, pagina 412, en 28° conferencia. La terapia analítica)
Freud plantea en varios textos la importancia de la transferencia en el análisis. En 1912 en
“Sobre la Dinámica de la Transferencia” sostiene que la transferencia se produce en una
cura psicoanalítica y alcanza su consabido papel durante el tratamiento analítico. Todo ser
humano, por efecto de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe de su infancia,
adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, para las
condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas
que habrá de fijarse. Solo un sector de esas mociones determinantes de la vida amorosa ha
recorrido pleno desarrollo psíquico; ese sector está vuelto hacia la realidad objetiva,
disponible para la personalidad conciente, y constituye una pieza para esta última. Otra parte
de las mociones libidinosas han sido demoradas en el desarrollo, esta apartada de la
personalidad conciente y de la realidad objetiva, y solo tuvo permitido desplegarse en la
fantasía o bien ha permanecido por entero de lo inconsciente, siendo entonces no consabida
para la conciencia de la personalidad. Y si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha
de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a volcarse con unas
representaciones-expectativa libidinosa hacia cada nueva persona que aparezca, y es muy
probable que las dos porciones de su libido, la susceptible de conciencia y la inconsciente,
participen de tal acomodamiento. La investidura libidinal aprontada en la expectativa de
alguien que está parcialmente insatisfecha se vuelve hacia el médico. Esa investidura se
atendrá a modelos, se anudara a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión.
Responde a los vínculos del imago paterno, materno o de un hermano varón.
Dos puntos que poseen interés para el psicoanálisis. En primer lugar, la transferencia resulta
más intensa en personas neuróticas bajo análisis que en otras, no analizadas; en segundo
lugar, sigue constituyendo un enigma porque en el análisis la transferencia nos sale al paso
como la más fuerte resistencia al tratamiento, siendo que, fuera del análisis, debe ser
reconocida como portadora de efecto salutífero, como condición del éxito.
Freud hace una distinción entre la transferencia positiva y negativa. Subdivide a su vez la
positiva en dos transferencias, de sentimientos tiernos que son concientes y la de sentimientos
eróticos que es inconsciente. La transferencia negativa es la hostil.
La transferencia tierna (positiva y conciente) que es la que promueve el trabajo analítico.
Ubica en la transferencia como obstáculo y resistencia a la transferencia hostil (negativa) y a
la transferencia de mociones eróticas reprimidas (positivas e inconcientes).
En la Conferencia 27 “La transferencia” (1914) plantea que la transferencia surge desde el
comienzo del tratamiento y por un tiempo es la fuerza motor más importante en el
tratamiento. Sostiene que la transferencia como resistencia brota de una represión; la
resistencia es producida por una contrainvestidura que se efectuó para reprimir la moción
chocante. La resistencia, pertenece al yo. Esta resistencia se resigna y se recoge la
contrainvestidura, cuando se posibilite al yo el conocimiento por medio de interpretación.
Los síntomas del paciente son resultado de una lucha entre lo anímico normal y los motivos
que quieren mantener la contrainvestidura y los que están prestos a resignarla. Los primero
son motivos nuevos, los segundos viejos. Los síntomas son satisfacciones sustitutivas de la
tendencia libidinosa de la pulsión, y a la vez también le genera displacer, porque la padece.
El efecto terapéutico del psicoanálisis consiste en hacer conciente lo inconciente, cancelar la
represión, eliminar la condición de formación del síntoma y mudar el conflicto patógeno en
conflicto normal que tiene que hallar la solución.
En el texto “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (1915) Freud pone el
acento en que las dificultades más serias del análisis tienen que ver con el manejo de la
transferencia. Desarrolla particularmente la transferencia como resistencia de las mociones
eróticas reprimidas (positivas e inconciente) y cuando esta se vuelve obstáculo para el
análisis. Una de estas resistencias tiene que ver con el amor de transferencia hacia el analista
y esta se manifiesta para inhibir la continuidad de la cura. Aquí el analista debe discernir que
el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica y propone que
la cura debe realizarse en abstinencia, es decir no satisfaciendo la demanda de amor de los
pacientes y no salirnos del lugar de analistas. Si en caso contrario el amor de la paciente fuese
correspondido sería un triunfo para la paciente y una derrota para la cura; ya que la paciente
logra repetir, actuar en la vida aquello que solo debería recordar y reproducir como material
psíquico.
Freud también menciona como obstáculo o resistencia correspondientes al amor de
transferencia en el análisis, a las ausencias reiteradas de los paciente (como expresando un
desplante hacia el analista), a los cambios de horarios de los pacientes (buscando que los
analistas siempre tengan un lugar para ellos) y dificultades en el pago (vinculadas con
cuestiones sexuales).
En la conferencia 28 “La terapia analítica” (1916) Freud diferencia entre sugestión
hipnótica y psicoanálisis: la terapia hipnótica buscara tapar algo de la vida anímica; el
psicoanálisis la saca a luz y remueve. La primera utiliza la sugestión para prohibir síntomas y
refuerza la represión, la segunda llega hasta los conflictos por los cuales nacieron, los
síntomas y elimina la represión.
Para la finalización de la cura analítica la trasferencia tiene que ser desmontada; y si entonces
se mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la superación de las resistencias y en
la transformación del interior del enfermo.
Freud sostiene que el trabajo terapéutico se descompone en dos fases: en la primera, toda la
libido es esforzada de los síntomas a la trasferencia; y la segunda, se libra una batalla en torno
a ese nuevo objeto y otra vez se libera de él la libido.
La tarea terapéutica consiste, entonces, en desasir la libido de sus provisionales ligaduras
sustraídas al yo, para ponerla de nuevo al servicio de este. La libido está ligada a los
síntomas, que le procuran la satisfacción sustitutiva, la única posible por el momento. Para
solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su génesis, hasta el conflicto del cual
nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de
fuerzas impulsoras que en su momento no estaban disponibles. La pieza decisiva del trabajo
se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la “trasferencia”, se crean versiones nuevas
de aquel viejo conflicto, versiones en las que el enfermo querría comportarse como lo hizo en
su tiempo, mientras que uno, reuniendo todas las fuerzas anímicas disponibles, lo obliga a
tomar otra decisión. La trasferencia se convierte entonces en el campo de batalla en el que
están destinadas a encontrarse todas las fuerzas que se combaten entre sí. Toda la libido, así
como toda resistencia contra ella, converge en una única relación, la relación con el médico;
es inevitable entonces que los síntomas queden despojados de libido. En lugar de la
enfermedad propia del paciente, aparece de la trasferencia, producida artificialmente: la
enfermedad de la trasferencia; en lugar de los diversos tipos de objetos libidinales irreales,
aparece un único objeto, también fantaseado: la persona del médico.
Cuando la libido vuelve a ser desasida de ese objeto provisional que es la persona del médico,
ya no puede volver atrás a sus objetos primeros, sino que queda a disposición del yo. Los
poderes contra los cuales se libró batalla en el curso de este trabajo terapéutico son, por un
lado, la repugnancia del yo hacía ciertas orientaciones de la libido, repugnancia que se
exteriorizó como inclinación a reprimir, y, por el otro, la pertinacia o viscosidad de la libido,
que no quiere abandonar los objetos que una vez invistió.

¿Cómo pueden articularse los conceptos de Transferencia, Repetición y Resistencia?


Freud define a la transferencia como un proceso en donde los deseos inconscientes,
sentimientos, vínculos antiguos del paciente, se actualizan sobre la figura del médico. Cómo
una palestra donde repetir todo pulsionar patógeno. Es decir, es algo que corresponde a
otro momento y que se repite, insiste cómo si se tratara de algo nuevo. Lo conceptualiza
cómo un Clisé, que según sus dichos en el texto “Sobre la dinámica de la transferencia”
(1912), está compuesto por disposiciones innatas e influjos recibidos en la temprana edad,
que dan cómo resultado una particular forma para las condiciones de amor que se
establecerán. Estas mociones determinantes para la vida cuentan con dos caras, una
consciente y otra inconsciente. La cara consciente es la que ha hecho un recorrido psíquico
pleno pudiendo ser utilizada en el despliegue de su personalidad en la realidad objetiva,
mientras que la cara inconsciente ha sufrido una demora en el desarrollo, lo que trae cómo
consecuencia su estadía en el plano inconsciente del sujeto y a nivel de la clínica, se
manifiesta cómo una repetición en acto que se vuelca en la figura del analista pero no
exclusivamente, hay transferencia en todos los ámbitos y vínculos a lo largo de la vida. Esta
repetición está cargada de imagos fraternales y se vivencia cómo algo actual, pero
corresponde, cómo ya se mencionó, a un tiempo pasado.
Freud diferencia entre transferencia positiva (tierna y erótica) y negativa (hostil) y es a partir
de aquí que se puede pensar el concepto de resistencia. El menciona que la transferencia
va a ser el mayor motor de la cura ya que, gracias a la repetición, se puede acceder a los
conflictos inconscientes, sin embargo, también puede oficiar cómo una resistencia a la
misma. Freud vislumbro que la transferencia positiva tierna funcionaba cómo motor del
análisis y por ende favorecedor de su camino al éxito, sin embargo también encontró que la
transferencia negativa hostil y la positiva erótica, por su parte, resultaban en resistencias
que impedian el óptimo curso del tratamiento. En la clínica se pueden observar las
manifestaciones de dichas resistencias que obstaculizan, cuando el paciente tiene baches
en el discurso, se producen largos silencios y se ha dejado de asociar libremente, ahí es
donde se podria decir que estan en juego las mociones reprimidas de las que se habla
anteriormente, las cuales van a crear la transferencia cómo resistencia. Esta transferencia
aparece cuando el analista se acerca a algún elemento reprimido, cuando dicho elemento
intenta ser develado y el paciente en vez de recordar, va a repetir y direccionar la cura al
fracaso, pero es trambien gracias a esa repeticion que vamos a poder trabajar lo que se
actualiza de lo reprimido en la transferencia. Es así cómo el analista queda introducido en
una serie en donde el paciente comienza a repetir, lo que el analista debe hacer frente a ello
es despegarse de esta figura y ligarlo al recuerdo, sustituir su neurosis por una neurosis de
transferencia y desde allí estas repeticiones llevan luego al despertar de los recuerdos, que
vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad. Las dos formas de transferencia
cobran la misma importancia, ya que ambas pueden cooperar para encontrar el éxito en el
tratamiento. 

Defina transferencia y articule con la regla de abstinencia.

Podemos empezar a definir la transferencia, como aquel proceso/ desplazamiento en el


que los deseos inconscientes se actualizan sobre objetos. Aquel clisé construido en la
infancia, resulta en una placa estereotipada que establece modos/metas singulares de
satisfacción pulsional. Estas se repiten con marcado sentimiento de actualidad invistiendo
ciertos objetos, entre ellos el analista. Es usual/posible que se reviva la situación del sujeto
con sus figuras parentales y la ambivalencia pulsional que caracteriza dicha relación.

Siguiendo los planteos de Freud, la transferencia puede ser caracterizada según su tinte
afectivo como positiva: tanto aquella que encuadre aspectos tiernos y se nutra de mociones
pulsionales que hayan atravesado completo desarrollo psíquico, quedando disponibles a la
conciencia y la realidad. O bien, erótica, empujada por mociones libidinales de curso
interrumpido y anclaje inconsciente. En lo que respecta a la transferencia negativa, refiere a
sentimientos hostiles, también de carácter inconciente.

La transferencia en análisis opera como motor del análisis en tanto se apoya en las
mociones tiernas que permiten establecer un vínculo, confianza y habilita al desarrollo del
relato, así como la asociación libre. Por otro lado, la transferencia se ubica como resistencia
necesaria, en tanto se manifiestan mociones hostiles o eróticas que obstaculizan la
asociación o detienen el discurso. En esta instancia, el paciente en vez de recordar repite
en acto; constituyéndose como un beneficio (para qué instancia?) en tanto indica
proximidad al conflicto inconciente. A mayor proximidad al núcleo patógeno mayor será la
resistencia. Así, se hacen presentes de forma actual, permitiendo captar los elementos del
conflicto infantil; en la actualización vía transferencia se reproduce la neurosis infantil que
está en el núcleo de la actual (neurosis de transferencia).

En este punto el analista deberá obrar en concordancia con la regla de abstinencia, donde
la primera respuesta a la transferencia, debe ser abstenerse de responder a aquello que se
le solicita al analista mediante la transferencia. Así, el analista no satisface la demanda del
analizante por medio de subrogados y además mantiene cierto monto de falta que mantiene
el funcionar psíquico en pos de evitar la paralización de la cura. (No queda claro. La
abstinencia refiere a que se deje subsistir necesidad y añoranza en el paciente como fuerza
pulsionante del trabajo analítico). Por otro lado, satisfacer la demanda del analizante seria
favorecer la repetición en detrimento de la rememoración. Entonces se deberá hacer
manejo de la transferencia intentando reconducir la repetición al recuerdo; no desviarse del
objetivo analítico, apuntando a resolver por vía psíquica lo que quiere desplegarse por vía
motora. Finalmente recordamos que en el momento en que el analista interviene como
(PERSONA del analista) sujeto, se pierde el lugar del analista como función y se cancela la
posibilidad del análisis.

Freud ubica a la transferencia al mismo tiempo como motor y obstáculo para la cura.
Desarrolle esta afirmación articulándola al concepto de resistencia.

Desarrollo:

El concepto de transferencia en Freud evoluciona de una pura repetición de la vida infantil


del sujeto a una forma de relación, que busca satisfacer deseos anteriores, y que resulta ser
una única forma de interactuar hasta entonces, pero que es susceptible de actualizarse,
reeditarse e incluso de modificarse. Lo inconsciente es definido por lo infantil, y lo infantil es
reactualizado bajo condiciones actuales del sujeto y ello es llevado a la consulta, sin que
sea una mera repetición sino más bien una tendencia a un clisé, a una forma de vínculo
instaurada. Y en esa repetición que se vive en análisis, están presentes necesidades,
demandas, afectos, deseos y mecanismos de defensa que buscan mantener la situación
actual del psiquismo.

La transferencia es un concepto propuesto para designar el dispositivo que se organiza en


la situación analítica, que permite la asociación libre y el análisis propiamente dicho, no se
provoca sino que tiene lugar en análisis, y es lo que permite la interpretación. Es entonces
la garantía del tratamiento y de la interpretación; refiere a esos momentos en los que se
captura al sujeto en el análisis, es la captura del inconsciente en el discurso del sujeto.

Ahora bien, Freud habla de dos vertientes de la transferencia, la corriente positiva (tierna-
erótica) y la negativa (hostil) donde se juega la ambivalencia del amor y del odio y que son
proyectadas hacia la figura del analista, transfiriéndole fenómenos vividos en el pasado,
generalmente relacionado con imagos parentales de su infancia.

La transferencia positiva es aquella en la que los afectos proyectados hacia el analista son
amistosos o relacionados con el amor. Este tipo de transferencia es deseable si no es muy
potente, pero si se vuelve demasiado intenso resulta perjudicial, ya que desemboca en
enamoramiento romántico, obsesivo y una erotización extrema de la relación terapéutica
que de ninguna manera hay que satisfacerla ya que sería muy perjudicial para el paciente: a
eso Freud llama regla de abstinencia.

La corriente tierna es la que se considera motor del tratamiento analítico porque es la que
permite que el paciente continúe en análisis, es la que inspira cierta confianza en el
paciente con la persona del analista. Esta ha devenido tierna porque de alguna manera se
le cambio su meta sexual hacia fines de otro tipo, es una transferencia sublimada. Las
mociones eróticas y la transferencia negativa basada en sentimientos de odio y aversión
hacia el analista, pertenecen al inconsciente, y son obstáculos al tratamiento, sin embargo,
constituyen dos polos que se crean en análisis reproduciendo punto por punto la neurosis
del paciente.

La transferencia inevitablemente implica una direccionalidad al Otro: el paciente no solo le


dirige preguntas al analista (quien tiene un “saber supuesto” por el paciente), sino que
despliega su neurosis frente a él, asocia libremente, “se pone a trabajar” y produce enlaces
para encontrar la respuesta a la pregunta que le plantea su síntoma. A esto se refiere Freud
cuando habla de la transferencia como “motor”, es la que tiene acceso al inconsciente. Es
así como la transferencia se vuelve un factor positivo que motoriza la cura, en tanto
proporciona un modo de confrontar la propia historia del paciente en la relación presente
con el analista.

En tal caso, mientras el paciente asocie y no se detenga en las asociaciones, es decir,


pueda desplegar su neurosis frente al analista aparece la transferencia como motor. Sin
embargo, sucede que la transferencia se opone al recuerdo, en vez de recordarlo en
palabras, el paciente lo actúa como si fuera un suceso actual y esta es la única manera que
el analista tiene para captar los elementos del conflicto infantil, para conocer lo reprimido,
gracias a la actualización por vía de la transferencia.
De allí la importancia de la repetición. Esto es, aun diciendo siempre lo mismo, en la
repetición emerge algo de lo diferente. Concretamente la repetición aparece como una
forma de recordar: “…durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de
esta compulsión de repetir; uno comprende, al fin, que esta es su manera de recordar”
(Freud, 1914, p. 152). La repetición no puede entenderse únicamente como el
comportamiento en el presente de algo que se hizo en el pasado, sino que debe leerse
como irrupción de algo nuevo. Sin embargo, vale decir que mientras mayor sea la
resistencia, mayor será la sustitución del recordar por el repetir.

Ahora bien al acercarnos al núcleo patógeno, la transferencia se vuelve resistencia y en


consecuencia produce un cierre del inconsciente. En otras palabras, en el mismo momento
en que están a punto de ser develados algunos contenidos reprimidos especialmente
importantes, y en los cuales existe una mayor proximidad al conflicto inconsciente, la
transferencia aparece bajo la forma de resistencia, que supone el silencio, y la detención de
ocurrencias y asociaciones. El tratamiento analítico consistiría entonces, en ir venciendo las
resistencias que obturan el acceso al material mnémico que se encuentra rodeando el
núcleo patógeno, y que es preciso reelaborar.

En resumen la transferencia como obstáculo surge al mismo tiempo en que están por ser
develados ciertos contenidos reprimidos importantes. De esta manera, la transferencia
aparece como una forma de resistencia y marca a su vez la proximidad del conflicto
inconsciente. Es por eso que Freud mismo señala la contradicción que surge del concepto
de transferencia en la medida en que, por un lado se observa una resistencia de
transferencia y, por otro, constituye tanto para el sujeto como para el analista un modo
privilegiado de acceso a lo inconsciente, es decir, constituye el motor de la cura.

Contratransferencia:

Freud en las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica plantea por primera vez el
concepto de contratransferencia, definiéndola como una innovación técnica que atañe a la
persona del analista: aquellas influencias del paciente sobre los sentimientos inconscientes
del analista. Sostiene que la contratransferencia es un obstáculo que debe ser removido a
partir del propio análisis para poder dar cuenta de los puntos ciegos del analista. Así, es
necesario reducir todas las manifestaciones contratransferenciales para que la situación
analítica no quede saturada como una pura pantalla proyectiva de la transferencia del
paciente. En concordancia con la posición de Freud de la contratransferencia como
obstáculo, Lacan realiza una critica a quienes emplean a la contratransferencia como una
guía para las intervenciones y las interpretaciones en análisis, ya que lo que producen son
interpretaciones choque. El análisis no debe de ser de
yo a yo en el eje imaginario, sino que se debe de intervenir desde el eje simbólico, dando
lugar a la palabra de revelación que remite a la verdad y el deseo de sujeto.
Una posición distinta es la del psicoanalista Argentino Rafael Paz quien sostiene que la
contratransferencia se debe de usar como un instrumento y no posicionarla como un
obstáculo, ya que el inconsciente del analista detecta algo del inconsciente del paciente.
Adhiere al pensamiento del psicoanálisis de la escuela inglesa, propuesto por Paula
Heiman, quien sostiene que la contratransferencia es una reacción emocional del terapeuta
a su paciente siendo una de las herramientas mas importantes para la exploración del
inconsciente. Este posicionamiento hace referencia a una de las metáforas que emplea
Freud respecto a que el inconsciente del analista debe de acomodarse al de su paciente
como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono. Rafael paz define a la
contratransferencia como la activación de vínculos y fantasías primarias reconocibles por
sus efectos suscitada en el analista a partir de lo manifestado por el analizante, tal es un
emergente intrínseco y constante de la estructura. No es ni circunstancial ni excepcional,
sino que es parte y producto de la situación analítica que se configura. Lo que puede ocurrir
si se la evita es que se deja de lado una masa de material potencial reprimido que es
pertinente e importante para el análisis, que solamente surge de esta forma. El inicio
siempre es en dificultad, pero el transcurso de la contratransferencia va a depender del
manejo y la forma en que se tramite en el análisis. Debe de emplearse como un instrumento
de forma controlada ya que si no podría perturbar la trama sublimatoria simetrizante cuando
tanto los lugares del analista y del analizado son diferentes y no son simétricos.
Korman ubica el concepto de “transferencias cruzadas” sosteniendo que en el campo
analítico se encuentra el discurso del paciente y del analista operando sobre la transferencia
con su propia condición de sujeto. Toda intervención e interpretación que realiza el analista
no va a estar totalmente separado de su posición somo sujeto, se van a poner en juego sus
deseos, sus síntomas y sus fantasmas. Sostiene el paradigma de borramiento, relacionado
a las reglas del método analítico (abstinencia y atención parejamente flotante) son un ideal y
se puede alcanzar de manera asintótica. Esto tiene que ver, justamente, que es indisociable
la función del analista y su condición como sujeto. El analista no debe de ocupar el “lugar de
muerto” ni ser solo un espejo ya que el concepto de transferencias cruzadas se remite a que
ambos están en el campo transferencial, sin confundir los lugares que ocupan tanto el
analista como el paciente el cual no es simétrico. Korman sostiene que lo fundamental es
que el analista este advertido sobre esto, principalmente reconocerlo, así poder limitar y
controlar sus influencias. Mientras mas se la niega, mas en juego se puede poner.

2- Explique la contratransferencia desde los diferentes autores vistos.


Comenzaré introduciendo el tema con la conceptualización que hace S. Freud de la
contratransferencia. El la define cómo la influencia del paciente sobre los sentimientos
inconscientes del analista, algo que lo perturba en su posición. Es por ello que, para él,
constituye un obstáculo en el análisis que debe ser removido y propone cómo “solución” que
el analista realice su propio análisis para así desactivar el bagaje emocional que acarrea y
que, eventualmente, puede interferir en la terapia. Por otra parte y en la misma línea se
encuentra J. Lacan, quien apoyándose en la teoría de Freud, postulaba que el analista no
debe ceder a los sentimientos que produce el paciente, es decir, la contratransferencia, pero
debe poder usarla adecuadamente en su práctica. El postula que la contratransferencia
genera interpretaciones de “yo a yo”, interpretaciones que equiparaba al mecanismo de la
proyección. El fundamento que sostiene este postulado tiene que ver con que el “yo a yo”
trabaja, según el esquema L, sobre el eje de lo imaginario, donde no puede más que
desplegarse lo que él denomina, palabra vacía. Este discurso regido por la palabra vacía no
produce nada, ya que se mantiene en un nivel superficial, donde se trata de semejante a
semejante, en relación a esto, Lacan menciona: “Desde el momento que se pone a dos
sujetos en el mismo campo, los sentimientos son siempre recíprocos” (1953). Ubicarse en
ese lugar imaginario, al analista no le produce ningún tipo de beneficio ni avance en el
trabajo analitico con el paciente, ya que para que ello sea posible debe colocarse en el eje
simbólico que es donde se despliega la palabra plena, susceptible de interpretaciones y
análisis. Por su parte, R. Paz propone otra forma diferente de pensar la contratransferencia,
la define como: “La activación de vínculos y fantasías primarias reconocible por sus efectos,
suscitado en el analista por lo dicho por el analizado en un proceso analitico” (1995). El
hace referencia a ella no cómo un obstáculo, sino cómo un “instrumento posible de
operación clínica”. Si bien reconoce que se inicia cómo una dificultad, también dice que si la
tomamos cómo algo a eliminar, hay un material que está destinado a no aparecer, lo que
arroja cómo consecuencia el posible fracaso del tratamiento, depende de cómo el analista la
dirija. Para él, la contratransferencia es propia de la situación analitica, por lo tanto,
inevitable. Es una complicación fecunda. R. Paz también se refiere a ella cómo un indicio,
ahí donde en el analista se genera un malestar es donde está el indicio y no hay que
pasarlo por alto, ya que el mismo puede constituir una pieza en el entramado psíquico del
paciente.
Para terminar tenemos a V. Korman, quien teoriza acerca de la idea de las transferencias
cruzadas. Él postula que en el campo analitico se encuentra el discurso del paciente pero
también el del analista, ambos forman parte del campo transferencial y es en ese encuentro
que se genera algo singular, propio del enlazamiento de ambas subjetividades. En el trabajo
hacia la dirección de la cura influye y es fundamental que se reconozca la implicación
subjetiva del analista y todo lo que lo constituye cómo sujeto. Es por ello que en la
transferencia se ponen en juego ambos inconscientes, del paciente y del analista, lo cual no
debería representar un obstáculo, siempre y cuando se maneje adecuadamente. Sin
embargo, sí puede constituir un problema si el analista, niega la existencia de esta propia
implicancia, por que cuando más se la desconoce, más se emplea en la clínica. Concebir al
analista cómo “puro” y negar que en análisis también se juega algo de su subjetividad es
creer en una posición del analista que es ideal y por lo tanto no existe, no es posible ocupar
siempre el “lugar del muerto”.

La contratransferencia puede ser motor u obstáculo para la cura. Relacione esta afirmación
con la importancia del análisis del analista, como Freud lo plantea en “Análisis terminable e
interminable”.
Ante las vicisitudes y dificultades en el manejo de la transferencia, Freud introduce el
concepto de contratransferencia para referirse a la transferencia no trabajada del lado del
analista hacia su paciente. Define entonces a la contratransferencia como el conjunto de
reacciones personales indebidas ante las dificultades que un analista puede tener frente a la
transferencia manifiesta del paciente, transferencia de parte del analista que generalmente
es debida a conflictos inconscientes no analizados previamente.

Al entender la contratransferencia como la transferencia misma del analista que, sin haber
sido del todo tramitada se manifiesta en sentimientos, pulsiones, deseos, temores,
fantasías, actitudes, ideas o defensas por parte del analista hacia la transferencia del
paciente, estas pueden obstaculizar la dirección de la cura, razón por la que se establece un
requisito en la formación del analista: someterse a un análisis personal previo al inicio de la
práctica del psicoanálisis, con el fin de evitar que sea un obstáculo en el proceso analítico
de sus pacientes, y con ello deja clara la exigencia de que cada analista se aboque
previamente al conocimiento de su propio inconsciente.

Para Freud la contratransferencia aparecía cuando los sentimientos del analista emergían
como respuesta a la transferencia del paciente y condicionaban su intervención, en este
sentido constituían un obstáculo para el tratamiento. El hecho de que el analista tuviera
sentimientos hacia sus pacientes no era el problema, sino no manejarlos adecuadamente
en la abstinencia. Consideró la contratransferencia como una especie de resistencia frente a
los afectos que le eran transferidos y que despertaban en el analista una serie de conflictos
inconscientes no analizados, como un obstáculo que podía alterar tanto la escucha como la
comunicación hacia el paciente: podía no escuchar lo que se dice, o escuchar e ignorar,
tergiversar lo escuchado, angustiarse ante lo escuchado; o bien, podía dejar de comunicar
algo necesario, intervenir de manera confusa o revelar en sus comunicaciones
manifestaciones de su propio inconsciente que nada tiene que ver con el proceso analítico
del paciente.

En el ejercicio del psicoanálisis, para Freud, el no descubrimiento de las manifestaciones


contratransferenciales obstaculiza el tratamiento, no hay avance posible hacia su objetivo,
sólo dos personas en la misma situación, obnubiladas cada una por sus propias
limitaciones. Freud mismo lo señala en “Análisis terminable e interminable”: (…) el analista,
a consecuencia de las particulares condiciones del trabajo analítico, será
efectivamente estorbado por sus propios defectos para asir de manera correcta las
constelaciones del paciente y reaccionar ante ellas con arreglo a fines. Por tanto
tiene su buen sentido que al analista se le exija como parte de su prueba de aptitud, una
medida más alta de normalidad y de corrección anímicas. Si bien la perfecta normalidad
psíquica no existe, el análisis del analista previo a su ejercicio en la profesión le
permitirá la abstención necesaria para la conducción de un nuevo análisis y aunque no le
garantiza ninguna perfecta normalidad psíquica, si le permite estar más atento a los
posibles errores contratransferenciales de los que no se está exento y que hablan de la
necesidad del analista de continuar el trabajo de su inconsciente.

Haber atravesado por un proceso analítico da al analista un marco de referencia


distinto y una escucha que le permite relacionarse con el paciente sólo desde la
transferencia. Ejercer el psicoanálisis implica un período formativo previo, en el cual el
candidato a analista además de pasar por la experiencia misma de la transferencia en la
búsqueda del saber inconsciente, ha de llegar hasta el final de análisis para poder
convertirse en analista, ya que, el que haya aprendido bastante de su experiencia, de sus
propios errores y haya dominado los puntos débiles de su propia personalidad, le
posibilitará el éxito en la cura de sus futuros analizantes. Sabiendo que el inconsciente es
inagotable y que un análisis llegado a su final no se realiza de modo completo, llegó a
considerar en el mismo texto la importancia de que los analistas se reanalizaran cada
cinco años para trabajar los conflictos inconscientes no resueltos del todo y así
evitar ser obstáculo en el proceso analítico. “Todo analista debería hacerse de nuevo
objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin avergonzarse por dar
ese paso. Ello significaría entonces, que el análisis propio también, y no sólo el
análisis terapéutico de enfermos, se convertiría de una tarea terminable en interminable”.

Si bien, la transferencia tuvo para Freud la doble vertiente de herramienta y obstáculo, la


contratransferencia fue considerada desde su inicio únicamente como un obstáculo al
proceso del análisis de los pacientes. Son los autores más contemporáneos, como por
ejemplo Rafael Paz, que plantean la utilización de la contratransferencia como un
instrumento y no como un obstáculo. Lo que propone es que el inconsciente del analista
detecta algo del inconsciente del paciente y por eso debe ser trabajado durante el análisis.

Rafael Paz, afirma que definir a la contratransferencia como la respuesta del analista a la
transferencia del analizado, implicaría dejarla en un segundo plano. Pensada de ese modo
podría ser sólo circunstancial o presentarse ocasionalmente en el tratamiento,
obstaculizando la atención flotante del analista es decir corriéndolo de su lugar.
Oponiéndose a Freud, sostiene que son “emergentes intrínsecos y constantes de la
estructura básica del campo transferencial” (1995). Es decir que lejos de encapsularlas
como restos inacabados o puntos ciegos irresueltos del análisis del analista, Paz propone
pensarlas como componentes primarios e inherentes, y no secundarios y circunstanciales
dentro del tratamiento. Propone utilizarla de manera “controlada”.

Asumirlas, dice, permitiría implementarlas como instrumentos posibles en la clínica. Si la


entendemos como aquello que debe ser evitado, rechazado, suprimido o desalojado, mucho
del material del inconsciente operable en un análisis quedaría condenado a no aparecer
perdiéndose una parte de la riqueza del trabajo. Define Paz a la contratransferencia como
“la activación de vínculos y fantasías primarias, reconocibles por sus efectos, suscitada en
el analista a partir de lo manifestado por el analizado en un proceso analítico constituído o
en vías de gestación” (1995). Esto supone que la contratransferencia no es circunstancial, ni
esporádica, ni excepcional. Se presenta como un elemento constante, sistemático y propio
del análisis.

Si bien es cierto que la contratransferencia se inicia como un problema, ya que el analista


es sorprendido perdiendo momentáneamente su lugar, dependerá de cómo se la tramite,
para que no lo sea. Es una dificultad, pero no algo a eliminar, por el contrario, es algo a
trabajar. Por eso si se la entiende como aquello a eliminar parte del material se perdería
inexorablemente.

CONTRA TRANSFERENCIA DIFERENTES AUTORES


2. Para Freud la contra transferencia es un obstáculo, es necesario reducir en todo lo posible las
manifestaciones contra transferenciales del analista por medio de su análisis personal, es un punto ciego
del analista. La manera tradicional de pensar la contratransferencia es la respuesta del analista a la
transferencia del analizado, esto trabaría el sostenimiento de la atención flotante. puede hacer obstáculo a
la escucha si uno está escuchando y algo le hace enigma, lo perturba y deja de escuchar a su paciente.
Para Lacan la contra transferencia es la función del ego del analista, la suma de todos los prejuicios del
analista, cuando la relación con el paciente se da en el eje imaginario (de ego a ego). El lugar del analista
es en el eje simbólico que es acá desde donde interviene. Acá es donde hay palabra plena. En el seminario
I de Lacan de 1958, critica “siento, luego interpreto” que se había puesto de moda. Interpreten a partir de la
contratransferencia: guiarse para la interpretación misma x las manifestaciones contra transferenciales
Rafael Paz toma la contratransferencia como instrumento de trabajo para la clínica, es la activación de
vínculos y fantasías primarias, reconocible por sus efectos, suscitada en el analista a partir de lo
manifestado por el analizado en un proceso construido o en vías de gestación. Es un emergente intrínseco
y constante de la estructura del campo transferencial. Tiene que ver con la identificación proyectiva que
sale del paciente hacia el analista, esta no es circunstancial, ni excepcional. Debe ser analizada y
elaborada. El destino que el movimiento tenga obedecerá a factores que dependen del modo en que se
tramite, recién ahí es usable la contratransferencia. La neutralidad se reconstruye una y otra vez como
resultante necesario del proceso. Es estructurante del campo del analista ya que constituye mediante la
reiteración de experiencias de pérdida y recuperación de su apertura, a sedimentar su identidad.
Su hipótesis de base es que el inconsciente del analista entiende el inconsciente del paciente. Utiliza de
manera controlada las manifestaciones de la contratransferencia en la situación analítica. La respuesta
emocional del analista a su paciente dentro de la situación analítica representa una de las herramientas
más importantes para su trabajo. La contratransferencia del analista es un instrumento de investigación
dirigido hacia el inconsciente del paciente.
El texto de Rafael Paz, “Preliminares acerca de la contratransferencia” lo que él plantea es considerarla
como un emergente intrínseco del campo transferencial (ya no como algo que eventualmente pueda
suceder). Si se capta algo por esta vía, es porque no va a aparecer por la libre asociación.
Korman prefiere decir transferencias cruzadas, toma al analista como parte del campo analítico, este está
saturado por el discurso del paciente, pero el analista esta también formando parte del mismo campo. En
cada momento operamos sobre la transferencia con todo aquello que hemos ido decantando, de nuestra
historia, no podemos borrarnos completamente. El espacio analítico queda configurado por el paciente y el
analista, nuestras transferencias como analistas también están en juego. El dispositivo analítico, hay que
adecuarlo a cada analizante y adaptarlo también a la medida del analista. Trípode análisis, supervisión,
formación teórica.
Utiliza el concepto de transferencia cruzada o subjetividad del analista, para tener en cuenta que es algo
que existe y poder hacer algo con ellas, no para darle rienda suelta a la subjetividad.

contratransferencia desde dif autores

Freud en “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica” (1910) plantea por primera
vez el concepto de contratransferencia, como cierta innovación técnica que atañe a la
persona del analista. La define como aquellas influencias del paciente sobre los
sentimientos inconscientes del analista. Lo que ubica Freud es que las manifestaciones
contratransferencias se deben de reducir lo más posible a partir del autoanálisis por que es
considerado un obstáculo al análisis y la labor interpretativa: “Quien no consiga nada con
ese autoanálisis puede considerar que carece de aptitud para analizar enfermos” (Freud,
1910, pp.136) Entonces se debe exigir el vencimiento de la contratransferencia, en donde
se ponen en juego aquellos puntos ciegos del analista, para que la situación analítica quede
estructurada como una pantalla proyectiva de la transferencia del paciente. Otra posición
es la del psicoanalista Argentino Rafael Paz quien en su artículo “Preliminares sobre la
contratransferencia” (1995) define a la contratransferencia como la activación de vínculos y
fantasías primarias reconocible por sus efectos suscitada en el analista a partir de lo
manifestado por el analizante. Su pensamiento se encuentra en concordancia con lo
propuesto por la escuela inglesa, específicamente por Paula Heimann (1950) quien la ubica
como una reacción emocional del terapeuta a su paciente, siendo una herramienta
importante para la exploración de su inconsciente. Rafael Paz ubica que las
manifestaciones contratransferenciales son emergentes intrínsecos y constantes de la
estructura básica del campo transferencial y que, si tal se evita, lo que ocurre es que se deja
de lado una masa enorme de material potencial reprimido pertinente para el análisis que
solo aparece de esta forma. El inicio siempre es en dificultad, pero el curso de la
contratransferencia va a depender del modo en que se tramite. Es importante emplearla
como instrumento de forma controlada, ya que podría perturbar la trama sublimatoria y de
contención pasional con una perturbación de la personalización simetrizante, es decir
ubicarse desde un yo a yo, cuando en realidad son dos lugares diferentes el del analista y el
analizado, y va a ser de inconsciente a inconsciente. Una tercera forma de trabajar con la
contratransferencia tiene que ver en emplearla como una guía para las interpretaciones, es
decir que a partir de las propias manifestaciones contratransferenciales el analista va a
interpretar. Lacan va a criticar esta tercera forma de trabajar con la contratransferencia, ya
que sería ubicarse en el plano de lo imaginario (de yo a yo) cuando en realidad el lugar del
analista debe ser en el eje de lo simbólico, es decir en el lugar del Otro (A). Lo que se busca
en el análisis es la revelación de la palabra plena, es decir aquella que porta la verdad del
sujeto. Por último, Korman (1996) lo que propone es que en el campo analítico esta el
discurso del paciente y el analista se encuentra operando sobre la transferencia con su
propia condición de sujeto. Habla de transferencias cruzadas, ya que toda interpretación
que realice el analista no puede ser despojada de los propios deseos, síntomas y
fantasmas. “La transferencia involucra a ambos no va solo del paciente al analista, sino
también del analista al analizante” (Korman,1996, pp. 75). El paradigma de borrarse como
sujeto es un ideal el cual se alcanza de forma asintótica. Hay una implicancia de la
subjetividad del analista, siendo imposible disociar la persona y la función del analista, lo
importante es saber que juega un papel importante para poder controlarlo ya que cuando
más se la niega más en juego se pone.

Defina qué es la contratransferencia.

Desde la perspectiva de Freud, podemos definir la contratransferencia como la influencia


del paciente sobre los sentimientos inconscientes del analista, todas aquellas reacciones
inconscientes que surjan en el analista ante el analizante o su transferencia. Freud adhiere
a la concepción de la contratransferencia como obstáculo a la tarea de análisis. Esta se
constituye como un agente perturbador de la técnica de la atención flotante, a lo que Freud
propone como solución, la elaboración de la contratransferencia mediante el propio análisis.
El objetivo es reducir la ecuación? personal del analista, siendo menester transitar por un
análisis propio para tramitar y anoticiarse de sus propios complejos; evitando que estos
interfieran en su tarea. Toda represión no tramitada constituye un punto ciego en la
percepción analítica, y entorpece el ideal de tabula rasa, superficie proyectiva de
transferencia.

Una segunda postura, relativa a los planteos de Rafael Paz, consiste en utilizar de forma
controlada las manifestaciones de contratransferencia en el trabajo analítico; considerando
a estas manifestaciones como constantes intrínsecas del campo transferencia. El autor
sostiene que estas activaciones de vínculos y fantasías primarias, son una masa potencial
de material a explorar; siempre cuidando no dañar la trama sublimatoria de contención
establecida en la escena analítica. Así, la contratransferencia, en primera instancia se ubica
como una dificultad, pero su porvenir depende del manejo del analista, sin olvidar que el uso
tiene que ser controlado y tomar carácter de indicio.

Una tercer postura consistiría en guiarse para la interpretación apoyándose en las


emociones experimentadas frente al analizante, concibiendo cierta resonancia “de
inconsciente a inconsciente”. Lacan, sostiene que esta práctica no se condice con la tarea
analítica, entendida como el análisis y elaboración de los contenidos inconscientes.
Ubicando este tipo de intervenciones en el eje imaginario (a-a’), dando lugar a
interpretaciones de yo a yo, cuando el objetivo sería operar desde el campo simbólico.
Lacan, comulga con la postura primera de reducir la contratransferencia, considerándola
función del ego del analista, almacigo de los prejuicios del analista y contraproducente para
la cura.

Finalmente mencionamos la postura de Korman, quien plantea el concepto de


transferencias cruzadas, ubicando ambos, analista y analizado en el campo transferencial
con sus deseos y posiciones subjetivas; sosteniendo que si bien el ideal esta puesto en “La
función”, esta no es independiente quien la encarna, siendo imposible borrarse
completamente como sujeto y librarse del funcionamiento inconsciente. En tanto se ignore
la influencia de lo subjetivo, más riesgo a que opere nuestra subjetividad.

Intervenciones en psicosis:

La psicosis es una de las tres estructuras psíquicas propuestas por J. Lacan. Tiene
la particularidad de que la Metáfora Paterna no opera, ergo, el significante de la falta
no es inscripto en el inconsciente del sujeto, quedando así a disposición “de un Otro
que lo goza en posición de objeto” (E. Fernandez, 2005, p. 113). En otras palabras,
hay forclusión, rechazo, del significante Nombre del Padre en el registro simbólico,
por lo cual permanece en lo real, lugar desde el que retorna y reaparece: el sujeto se
siente invadido, que se le viene encima como una verdad y que no tiene
herramientas para afrontar. A su vez, los procesos fundamentales de la constitución
subjetiva, alienación y separación, están alterados. La separación, que daría lugar a
la división del sujeto y el objeto a, por lo general no tiene lugar; de esta forma, no
hay orden ni organizador del discurso o del cuerpo, generando que el sujeto, en
algunos casos y en un primer intento de restitución y estabilización, delire. A su vez,
no hay metáfora ni metonimia, en cambio, hay holofrase, literalidad y certeza.
La ley no ejercida desde el Otro, puede ser incluida ortopedicamente por el
encuentro con un semejante que otorgue un valor de cambio a través de su acción.
Es decir, que nuestro trabajo como analistas es lograr una estabilización posible en
el sujeto psicótico, a partir de un determinado lugar en el que somos llamados a
ocupar por el paciente: testigo, secretario o escuchante. Dicho de otra forma, el lugar
que puede ocupar el analista no depende de su mero querer o sus exclusivas
maniobras, sino de aquellos puestos ofrecidos como posibles por la estructura del
paciente.

Según C. Soler, tras el estallido de una elación delirante, el analista es


llamado por el paciente a “suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente
percibido de la forclusión” (C.Soler, 1991, p.8). De esta forma, en un primer
momento, el analista es exigido a ocupar el lugar de oráculo: como aquel del saber
en lo real. Es así como el sujeto psicótico ofrece el sitio de perseguidor, de aquel
que todo lo sabe y que al mismo tiempo goza, lugar del Otro de la voluntad de goce
que toma al sujeto como objeto, tal como Schreber ubicó a Dios.
La autora afirma que es necesario correrse de este lugar propuesto por el paciente
para evitar la erotomanía mortífera, de forma que, a esta solicitud es pertinente
responder con silencio de abstención, dando lugar a que el analista sea
considerado, en cambio, como testigo: aquel que no sabe y no goza, presentando un
lugar, vacío, en el que el sujeto podrá colocar el testimonio (delirio). De esta forma,
al ofertar nuestra ignorancia quedamos ubicados como testigo, como un “secretario
del alienado” a palabras de J. Lacan, dado que participamos en cierta operación de
escritura que supone un establecimiento del saber. Asimismo, quedaríamos
ubicados en el lugar de aquel que escucha, comprende y se apiada en vez de aquel
que persigue, suple y/o compite con las voces que hablan.
Por otra parte, es necesario generar una orientación de goce limitativa que funcione
como prótesis de la función faltante, es decir del significante primordial que ordena;
una torsión que supone una suplencia en acto de la Ley Paterna. Esta orientación
consiste en decir que no, poner un obstáculo. El analista de esta forma, apuntala la
posición del propio sujeto, dejando como única opción el tener que hacerse cargo de
su propia regulación del goce.

P. Aulagnier por su parte, afirma, tal como Soler, aunque con otro término,
que debemos posicionarnos en el lugar del escuchante invistiente. De esta forma,
dado que los discursos delirantes no hayan ni tienen destinatario, al incluir una
nueva escucha y posicionarse el analista como el oído del que habla, hay una
transformación en el discurso, que permite que ahora al poder oírse, el propio
paciente puede oír. Así, esta escucha nueva garantiza que el Otro pueda oír e
investir: el investimiento de la escucha del analista es condición de una función en el
propio sujeto de ser escuchante de su propio discurso, y de esta forma se crea un
nuevo espacio y tiempo de no repetición.

En conclusión, los autores proponen que, como analistas, podemos ocupar


tres lugares distintos: el del Otro que goza, convirtiéndonos así en perseguidores, el
Otro absoluto que totaliza saber y goce; el Otro como semejante, es decir aquél que
encarna una barrera para el goce invasivo y ofrece un objeto de terciaridad; o el Otro
como destinatario, es decir, aquel que aloja el testimonio del sujeto y pasa a ser el
testigo, el secretario del alienado o el semejante.
De esta forma, frente a un paciente psicótico, no se intenta interpretar el
discurso delirante, sino que como analistas tenemos el trabajo de acompañar e
intentar construir lo que no fue dado, generando un lugar de terciaridad y un límite
que posibilite un acotamiento del goce. Es decir, que desde un lugar de respeto y
escucha invistiente, se trata de acotar, orientar e intentar generar un orden simbólico
que posibilite la estabilización y construcción del delirio para generar tranquilidad en
el sujeto.
B) Lugar del analista y posibles intervenciones en psicosis: desarrollar y articular
tomando 2 autores de los vistos en la cursada. Ubicar algún ejemplo en el caso E
(subido en la clase 4).

Debido a que en la estructura psicótica la metáfora paterna no operó, el significante de la


falta no ha sido inscripto en el inconsciente del sujeto, quedando este así a merced de un
Otro que lo goza en posición de objeto. La relación entre ese individuo y el Otro no está
mediatizada por un fantasma que engendre al sujeto como dividido. Tanto el lugar del
analista, como las posibles intervenciones, donde se sabe más lo que no hay que hacer con
un paciente psicótico, que lo que sí es posible, van a estar marcadas por estas
características,

El tesoro del psicótico es su delirio. Fernández lo contextualiza como intento de restitución y


de curación. La metáfora delirante es el portavoz de una verdad que encuentra un texto. Es
por esto que Fernández no recomienda una intervención que amordace el delirio, ya que
este es un intento por parte del paciente de restituir aquello que lo vuelva a anudar, es él
mismo el que intentará con sus recursos estabilizarse

Aulagnier (1992) habla del lugar en el que se coloca el analista y el lugar en el que el
analista es ubicado por el paciente “como”. El paciente puede ubicar al analista en el lugar
de lo ya conocido; el lugar del objeto omnipotente y el lugar del perseguidor. Esta última
ubicación es conflictiva para el desarrollo del tratamiento ya que no permite utilizar esas
experiencias para que el sujeto pueda percibir la diferencia entre el perseguidor proyectado
y el personaje que lo escucha.

Por su parte el analista intentará ubicarse en el lugar de lo no experimentado todavía o el


lugar del escuchante insistente. Esa apertura que debe encontrar, debe ser compatible con
la singularidad del otro jugador y con sus propios movimientos de apertura. La apertura de
la partida en la psicosis es un abanico limitado por las exigencias metodológicas, ya que el
sujeto con psicosis no cree poder encontrar jugadores diferentes a los ya conocidos. Para el
psicótico, dice Aulagnier, si el pasado es responsable de su presente, lo es en la medida en
que su presente ya ha sido decidido por su pasado; todo ha sido ya anunciado, previsto,
predicho, escrito.

El analista no puede ni debe oponerse a ese mecanismo proyectivo, sino que debe intentar
probarle al sujeto que, en ciertos momentos, podemos también estar «en otro lugar». Y él
investimento del encuentro y de la relación por parte del psicótico tiene como condición
primera su encuentro con una función de él mismo, recuperada, que es su función de
escuchante de su propio discurso.

Fernández resalta la vital importancia de la singularidad del caso. Cada sujeto tiene una
historia y un cuadro con características específicas.

Hablar de las intervenciones posibles dentro del tratamiento de las psicosis implica varias
puntuaciones previas. Es necesario discriminar qué psicosis (parafrenia, paranoia, etc.) y
qué psicótico estamos tratando. El intento de situar con la mayor precisión un diagnóstico
nos lleva a ubicar la falla del desnudamiento de la estructura, y es allí donde debemos
pensar una intervención posible.

A su vez es importantísimo determinar en qué momentos operamos. Antes del


desencadenamiento, en el desencadenamiento o después del brote. Cada momento es
distintos e inflexivo.

El último punto a tener en consideración es en qué momento de la transferencia


implementamos cada intervención. Cualquier intervención que pensemos tiene que esperar
el momento donde cumpla una función para el paciente. Como analista buscamos
instalarnos en el eje a-a’, pero la cualidad y la coloratura que podamos adquirir la pondrá, la
cambiará, la reinventará el paciente cada vez.

Fernández sitúa las intervenciones en las psicosis en grupos que apuntan a producir el
efecto de subjetivación. Por un lado, ubica las que apuntan al tejido de lo imaginario y
prestan representación. Por el otro aquellas que se dirigen a situar un adentro-afuera como
construcción de una intimidad y como diferencia. Y por último las que operan como
separación del Otro y que tienen como función privilegiada la de servir como negación.

La negación es ubicada como un proceso fundamental de la constitución subjetiva. En las


psicosis “vemos” cómo ha sido alterada la constitución del narcisismo en un espejo que no
ha reflejado la metáfora fálica. Y en lugar de la constitución de S1 y S2, el S dividido y el
objeto a cómo resto de la división, encontramos la certeza y el increencia paranoica. La
salida de la alienación es el poder decir no al juicio de atribución que le viene del Otro. Y
esto lo podemos encontrar en los delirios. Los delirios son trabajos de significación, de
interpretación, de dar sentido a lo que irrumpe desquiciando al sujeto.

Ninguna de estas intervenciones debe hacerse desde la lógica de lo neurótico, ya que no


estamos ante dicha estructura. Las intervenciones deben enfocarse en producir algún
remedo de lazo social a partir del delirio, acotándolo para que deje de ser la teoría que
explica todo lo que le sucede al sujeto en su vida, pero no buscando eliminarlo.
Caso E:

“E”: “los médicos saben todo y Ud. También” (…) -Analista: “Yo solo sé de Ud. las
cosas que me cuenta, hay otras que no me cuenta y yo no puedo saberlas”.

En este caso podemos ver como el sujeto coloca al analista en la figura de la autoridad, de
la cual este debe correrse. La intervención analítica le otorga al paciente la posibilidad de
refutar al otro, corriéndose del lugar de potencial perseguidor o figura omnipresente que
todo lo ve, siendo lo otro el saber médico o la figura de los médicos. Utilizando lo que Soler
denomina “silencio del testigo”, el analista le plantea a E que solo puede saber lo que E le
comenta, y nada más, corriéndose de ese lugar de observador omnipresente y buscando
ubicarse en un área de escucha. A su vez coloca a E en la función de escuchante de su
propio discurso.

“E” se muestra sorprendido y con gesto de alivio y dice: “tiene razón, por un lado,
dependo y por el otro no” (…) “E” tomaba nuevamente la medicación y ni la doctora
ni las pastillas aparecían como preocupación en sus dichos. (…)

Entre el psicótico y el Otro no hay ni denegación simbólica ni, por lo tanto, gramática. Sino
una lógica sin ninguna posibilidad de oponerse al Otro. Frente al planteo de que él decide si
toma o no la medicación, el analista le otorga a E la posibilidad de negación. Esta
intervención podría estar ubicada en la orientación del goce, ya que “hace valer” al paciente.
Más adelante vemos en el paciente un comenzó a construir su delirio, a depurarlo y
reducirlo. Este proceso culminará con la ubicación de su mujer como perseguidora,
reduciendo el delirio paranoide. Esto pondría limites en el sujeto y posibilitaría la
organización del yo fracturado.

“Si Ud. estuvo toda su vida al lado de alguien que es culpable de todos los males
que le pasan, ¿qué haría? ¿Seguiría soportando ese calvario?”.

Aquí el analista responde con abstinencia, no recurriendo a contestaciones que podrían


apresurar al sujeto a tomar decisiones que no correspondan para la mejoría, ni incentivando
a que no las tome.

El paciente vuelve a trabajar y comienza a venir con escritos, con poesías.


Trabajamos en las entrevistas sobre lo escrito. Él plasmaba en el papel su ser y su
padecimiento, algunos recuerdos de su familia y se comienza a indagar sobre su
historia familiar.
Esta intervención logra historiar al paciente, permitiéndole construir algo que surja de él en
forma de relato, y a su vez la estabilización. Uno de los tipos de estabilización teorizados
por Fernández se ubica cuando el paciente con psicosis puede producir o hacer circular un
objeto que, proviniendo de él, circule para otros con valor de cambio y reconocimiento.

– posición del analista en psicosis y neurosis.

La posición del analista va a ser distinta si se piensa la clínica de la psicosis o si se piensa


la clínica de la neurosis, ya que son distintas estructuras con características específicas. En
la obra freudiana se pueden diferenciar tres grandes periodos respecto a la noción de
psicosis: un
primero periodo antes de 1900 relacionado al mecanismo de defensa, estableciendo a la
psicosis alucinatoria en donde se proyecta la representación junto al afecto hacia el exterior.
Un segundo momento en 1910 cuando introduce la noción de narcicismo, en donde la
proyección deja de ser el mecanismo patognomónico. La nosografía que establece en este
periodo son las neurosis actuales, las psiconeurosis de transferencia y las psiconeurosis
narcisistas. El último periodo es a partir de 1924, en donde diferencia neurosis y psicosis a
partir de las tres instancias de la segunda tópica freudiana: Yo, Ello y Super Yo. La psicosis
resulta de un conflicto entre el yo y el mundo exterior. Freud sostenía la imposibilidad del
abordaje de la psicosis por parte del psicoanálisis, ya que no se podía establecer
transferencia.
Belucci ubica que fue Lacan quien instituye un abordaje posible para las psicosis en la
clínica psicoanalítica a partir de establecer el mecanismo específico o patognomónico de la
estructura. En el momento previo a toda simbolización lo que ocurre en la psicosis es una
forclusión – verwerfung – del significante primordial: el Nombre del Padre. Aquello que fue
forcluido de lo simbólico, no retorna como el retorno de lo reprimido, sino que retorna en lo
real. Esto tiene consecuencias tanto en el plano de la significación, el goce, el cuerpo y el
lenguaje. El significante del Nombre del Padre es considerado la carretera principal que
permite polarizar a otros significantes, introduciendo un ordenamiento en el linaje, en la
serie de generaciones con una función de corte. Al no estar inscripto, en el psiquismo del
sujeto no se produce la metáfora paterna y la inscripción normativa de la castración. El
sujeto queda arrojado a ser el objeto de goce de la madre, de otro absoluto que sabe y lo
goza. El sujeto vive como el objeto del tormento de ese saber gozoso del Otro, un exceso
de goce en lo real.
Tal como ubica Elida fernandez, es fundamental hacer un diagnóstico diferencial con
precisión respecto a la estructura para poder ubicar la falla del desanudamiento. Si es una
estructura psicótica se debe de discriminar de que psicosis se trata, en qué momento de la
evolución de la psicosis se opera y determinar en qué momento de la transferencia se sitúa
el analista. Colette Soler ubica que el paciente con estructura psicótica le va a demandar al
analista que haga de oráculo, que se posicione como el que sabe y el que goza, pero si el
analista se posiciona en este lugar lo que ocurre es que puede devenir una erotomanía
mortífera. Debe de haber una abstención por parte del analista cuando existe una demanda,
como también posicionarse en lugar de testigo presentando un vacío en donde el sujeto
pueda colocar su testimonio, dando lugar a su discurso. Tal como ubica Lacan el lugar del
analista debe ser el del secretario del alienado sin dialectizar su discurso ni interpretar, ya
que, si el sujeto neurótico habita el lenguaje, el sujeto psicótico es poseído por él. Ante el
exceso de goce, el analista debe de posicionarse
como un orientador de goce, en el lugar de prótesis a la prohibición faltante por la forclusión
del Nombre del Padre, pudiendo decir que no y negativizando el exceso de goce.
Piera Aulagnier conceptualiza cuales son los lugares que el paciente con estructura
psicótica ubica al analista: lugar de lo ya conocido, de perseguidor y de objeto omnipotente.
Por eso lo que debe de ofrecer la terapia analítica es aquello no experimentado todavía. Lo
que se debe de formar es una escucha invistente, siendo un oído para el sujeto que habla,
convirtiendo el relato del paciente en un discurso que uno puede oír y el mismo pueda oír.
También es importante trabajar con el delirio, ya que como ubica Fernandez, los delirios
mismos son un trabajo de dar un sentido a aquello que irrumpe en el sujeto. La función del
analista ante el delirio va a ser el de acotarlo y depurarlo, para que ya no sea la teoría que
explica todo lo que le sucede en la vida al sujeto. Por último, es importante traer lo que
sostiene Atozi respecto a que se debe de apostar en el trabajo analítico que el sujeto con
una estructura psicótica pueda inscribir su nombre como propio, sea capaz de producir un
significante que lo nombre con el cual suplir su carencia original y le permita hacer un lazo
social.
El sujeto con estructura neurótica esta atravesado por la castración: una falta estructural.
Esta falta es la que motiva la búsqueda en cada uno de los encuentros que tenga el sujeto,
incluido el analista. En la clínica de la neurosis, el sujeto acude al análisis por un saber que
se le escapa sobre aquello por lo que sufre. Es decir que llega al tratamiento con una
pregunta sobre su padecimiento y supone que el saber lo va a tener el analista, por eso el
lugar del analista es el de Sujeto Supuesto Saber, pero en el transcurso del análisis lo que
debe de ocurrir es una inversión de ese saber invitando que el paciente pueda encontrar las
respuestas, ya que hay un saber no sabido.

3- Explique las diferencias de la posición del analista en la clínica de la neurosis y la


psicosis articulándolo con las características de la estructura. Pueden hacer alusión a
algún material clínico trabajado.
La posición que adopte el analista con respecto al paciente va a estar determinada en
primera instancia por la estructura del mismo. Partiendo del supuesto de que estamos frente
a un paciente de estructura subjetiva neurótica, sabemos que estamos ante la presencia de
un sujeto en donde operó la castración, el sujeto quedó privado de la madre cómo objeto de
amor, por lo tanto se inscribió la falta en el aparato psíquico. Falta que funcionara cómo el
motor del deseo para ir constantemente en busca de algo con lo cual anular esa falta. Es
con este escenario con el que se topa el analista cuando está frente a la neurosis
estructural. El paciente llega al consultorio con un enigma, pide por un saber no sabido que
supone que lo tiene el analista, pretende que él le de eso que le falta y ahí es donde lo
coloca cómo “sujeto supuesto saber”. Cuando en realidad él es el dueño de ese saber no
sabido. Para vislumbrar algo de ese enigma es necesaria la transferencia y es así donde se
desplegará el discurso que más tarde dará lugar a la intervención del analista con
interpretaciones, por ejemplo. En cambio, cuando de estructura psicótica se trata, la
posición del analista es bien diferente. El analista debiera poder ubicarse, ya no cómo
“sujeto supuesto saber”, sino cómo un otro barrado. Esto se debe a que, en la psicosis, no
opera la castración, desde Lacan se puede decir que el significante del nombre del padre
está forcluido, por lo tanto el sujeto queda en posición de objeto que es gozado por un Otro.
Esto cambia bastante “las reglas del juego”. Intentar hacer uso de la interpretación aquí no
es viable, ya que lo simbólico es lo que se encuentra en falla, la interpretacion no tiene lugar
en un sujeto donde el goce no esta reprimido. En el campo de las psicosis es importante
tener en cuenta la singularidad, no hay un manual de procedimiento a seguir, es el caso por
caso. Se trata de la escucha, hay que poder captar algo de la historia del sujeto que no
logra escribir, pero no es lo mismo que historizar, indagar en el pasado del sujeto y buscar
respuestas de ese modo no llevará a ningún camino fructífero, ya que hay vacío.
Siguiendo con las posiciones que puede adoptar el analista, C. Soler menciona la del
“oráculo”, es decir, destinado a sustituir ese vacío de la forclusión, el lugar del perseguidor
aquel que sabe y que al mismo tiempo goza, coloca al analista cómo un Otro. Pero si el
analista se posiciona en ese lugar, es inevitable que aparezca la erotomanía o persecución,
está destinado al fracaso. La posición que si dará sus frutos es la que denomina “testigo”,
ya que es un sujeto al que se supone un no saber, no gozar y presenta así un vacío que el
paciente puede llenar con su testimonio. Cómo intervenciones posibles ubica el silencio de
abstención y la orientación del goce. Para cerrar quisiera ubicar, rápidamente, algo de esto
en el caso L. Se puede ver en varias oportunidades cómo el terapeuta se ubica en el lugar
de sujeto sin un saber, cuándo hace intervenciones cómo: “¿Que es un pináculo?, que no lo
se bien”. Aquí se ve claramente cómo desde ese no saber, da lugar al paciente a que
despliegue algo de su singularidad.

¿Qué posición podrá ocupar el analista en la cura de las psicosis? Desarrolle al menos tres
posibles posiciones, tomándolas de diferentes autores trabajados.

En este caso se tomaran tres autores propuestos como material de lectura: Jacques
Lacan, Piera Aulagnier y Colette Soler.
Tomando a Lacan en el Seminario 3 -etapa del predominio de lo simbólico- la psicosis seria
la falta de la inscripción de un significante primordial en lo simbólico, lo que supone una falla
estructural en la incorporación del sujeto a este registro. Este significante fundamental es el
significante del Nombre del Padre. Es a partir de definir y comprender la psicosis como una
estructura clínica y ubicar las consecuencias subjetivas de la forclusión del nombre del
padre, que le es posible a Lacan establecer y delimitar la función del analista en el
tratamiento de un sujeto psicótico que, en este primer tiempo de su enseñanza, consiste en
ser el “Secretario del Alienado”. La premisa necesaria para que el analista esté en
condiciones de ocupar este lugar es poner en juego una herramienta fundamental: su
escucha, para alojar, justamente, el testimonio del sujeto. Es una posición ética, de asumir
el sujeto en su singularidad y aprender de las invenciones que ha encontrado por sí mismo
para tratar esa falla estructural, ese vacío en el que falta el significante del Nombre del
Padre. Para el analista se trata de como ocupar ese lugar vacío. En la psicosis, el saber
está del lado del sujeto y el analista debe saber ocupar dicho lugar, que es muy distinto de
no hacer nada: la posición de secretario del alienado. Es lo contrario de lo que hace el
neurótico en la transferencia, donde le atribuye el saber al analista.
Ser el secretario del sujeto psicótico implica que el analista tome la posición de ser el testigo
de la inquietante relación del sujeto con el Otro. Ser el testigo también del trabajo que hace
el sujeto en la Metáfora delirante, de reinstaurar un S2 que le permita otorgarle una
significación a la experiencia enigmática vivida en el desencadenamiento; le posibilita volver
a instaurar un orden en el mundo y en su relación con el Otro de modo que el Otro quede a
una distancia prudente y que el mundo sea un lugar vivible para el sujeto. Entonces,
secretario del alienado es la posición del analista que refiere Lacan de cómo escuchar al
sujeto psicótico. Él refiere que “por perturbadas que pueden ser sus relaciones con el
mundo exterior, quizás su testimonio guarda de todos modos su valor”. Ser su secretario es
hacer un vacío para que el psicótico deje allí el testimonio de su locura.
Por otro lado, Piera Aulagnier propone que la relación terapéutica en la psicosis se trata de
construir “ciertos blancos por primera vez que habían existido en su historia”, hacer sensible
al sujeto a lo que dentro de la relación terapéutica no se repite, lo no experimentado
todavía. El analista se encontrará con alguien que se ha visto obligado a sostener una figura
–materna o paterna– de la cual no ha recibido un pilar significante, a cambio de lo cual ha
debido mantener una idealización de la misma: siendo imposible ir contra ese Otro –sostén
de su precaria subjetividad–. Esa figura deviene así en la de un Otro absoluto, que no ha
sido destituido de su poder sobre el sujeto, de su poder de significación, de significar lo que
la realidad es. Es un Otro inexorable, sin deseo. La transferencia se verá afectada por este
modo del Otro: el analista podrá ser objeto inexorable, persecutorio, derivado del abuso de
poder del cual fue objeto el sujeto, al no ser reconocido como tal.
En cuanto a la posición que el analista debiera ocupar para sostenerse en su función,
Aulagnier señala que para que la psicosis solo sea potencialidad, es decir que no se
desencadene la crisis, el sujeto debe poder contar con un “Otro (…) que muestre cierta
complicidad y proximidad con los pensamientos y teorías delirantes”. Lugar al cual será
proyectado el analista, quien “deberá asumir la función de la voz única que le garantice al
sujeto la verdad de su enunciado acerca de su origen”. La posibilidad de tratamiento
dependerá de que el analista pueda sostenerse en esta posición de escuchante. La
escucha, que permite hallar un sentido en el sinsentido, o encontrar otro/s al de la certeza
delirante, ligados ambos a la historia del sujeto, es lo que puede permitir abrir una zona de
no repetición y de probarle al sujeto que en ciertos momentos el analista está en “otro lugar”
no experimentado todavía; y favorecer, por lo tanto, que el sujeto pase de la reminiscencia a
la historización –construcción analítica mediante–.
Por último, Aulagnier sostiene que el encuentro analítico incluye una dimensión afectiva del
lado del analista. Confundir la abstinencia con una neutralidad desafectivizada sería
proponer un encuentro analítico al estilo de un como sí. La noción de escucha invistiente
que propone enfatiza la importancia de la investidura de la palabra del paciente como
zócalo imprescindible para cualquier despliegue ulterior y valora la incidencia del valor del
placer durante el proceso terapéutico. Este es un modo, también, de intentar poner en
evidencia que se trata de otro tipo de relación de las ya conocidas por el sujeto. Si la
experiencia del placer es condición inaugural necesaria para la complejización psíquica,
también el encuentro analítico debe contar con una prima de placer como soporte del
trabajo psíquico que se realiza. La cura, entendida por esta autora como simbolización
historizante, requiere entonces de un analista que, operando en abstinencia, se encuentre
comprometido con el proceso singular subjetivante de cada encuentro terapéutico.
Encuentro en el cual la investidura de la palabra del paciente, del pensamiento y la
simbolización de la historia singular es crucial para el proceso analítico.

Por último, Soler utiliza el caso de la estabilización de una psicosis bajo transferencia para
explicar cuál es el lugar que puede ocupar un analista en tales casos. En palabras de la
autora, “el analista es llamado a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente percibido
por la forclusión”. Es decir el analista es llamado a constituirse como suplente y hasta como
competidor de las voces que hablan de ella y que la dirigen. Algo así como quedar situado
en el lugar del perseguidor, de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza. El peligro
entonces está en que el analista no quede instalado en este lugar. La autora refiere tres
lugares posibles en que puede ser colocado el analista por el sujeto psicótico: que sea
tomado como el Otro de la voluntad de goce; ser tomado bajo el significante del Ideal; o el
de semejante o testigo. El analista no se debe posicionar en el lugar de Sujeto Supuesto al
Saber, sino que por el contrario debe orientar el goce del paciente para intentar causar un
trabajo de elaboración. En tanto se oscila entre un silencio testigo (silencio de abstención), y
un apuntalamiento del límite del goce.

Quedarse ubicado como testigo, es decir, en el lugar de la escucha, testimoniando lo que el


sujeto tiene para decir, es aquella posición que Lacan denominó como “secretario del
alienado”, en el sentido de dar un espacio al testimonio del psicótico. El analista aloja el
discurso y aporta una escucha, en tanto su posición no se reduce a la de intérprete. El
analista está allí presente permitiendo al sujeto hablar de su vida y de sus sensaciones,
absteniéndose de ocupar el lugar del Otro, y ofreciendo ese lugar vacío de goce al alojar su
testimonio. El secretario no sabe ni goza, hace lo que le dicen, “nos haremos sus
secretarios, (…) tomaremos su relato al pie de la letra”. Entonces el analista como testigo en
la clínica de las psicosis, es el modo de entrada para tomar nota del agujero estructural e
intentar “apuntalar” el goce agobiante.

En la psicosis, la forclusión del significante del nombre del padre sume al paciente en un
uso metonímico del lenguaje. El analista, al permitir este despliegue, sostiene al paciente.
Es decir, este ofrecimiento del analista supone que hay un sujeto que tiene algo más para
decir, que hay un resto que se resiste y no se deja atrapar. Sin embargo, no debemos
intentar interpretarlo: “La interpretación no tiene cabida alguna cuando se está ante un goce
no reprimido. Sólo se interpreta el goce reprimido. Aquel que no lo está sólo puede
elaborarse”. Es así como el analista debe ubicarse en el límite entre despliegue y desborde,
con intervenciones que permitan cierta regulación del goce: que no sea excesivo, pero
tampoco eliminarlo.

Bibliografía

● Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo . [Apartado: La apertura


de partida en la psicosis. pp. 178-185]. Buenos Aires: Amorrortu editores.
● Lacan, J. (1984). Seminario 3. Las psicosis. [Capítulo 16, apartado 1. pp. 294-299. Capítulo
20, apartado 1. pp. 356-361]. Buenos Aires. Paidós.
● Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis . [Apartado: ¿Qué lugar para el analista? pp. 7-
14]. Buenos Aires. Ediciones Manantial.

Desarrolle la posición del analista en el caso Eduardo apoyándose en el material bibliográfico


y piense 3 intervenciones (pueden pensar las que observen en el caso o pensar alguna nueva)
para articular con las trabajadas por Élida Fernández.
La posición del analista en el caso Eduardo es la de escuchar al paciente desde su
singularidad, tomar el relato del paciente y reconstruir con él lo que fue sucediendo. El
analista se ubica desde la ignorancia, del no saber, permitiendo que el paciente le cuente que
le sucede. El analista es destinatario del padecimiento de Eduardo, hay alguien que lo escucha
y puede guardar su secreto, es llamado como Secretario del alienado por Lacan, Testigo por
Soler y Escuchante por Aulagnier.
Lacan en su texto “Secretarios del alienado” (1984) (¿cuál texto es?, Lacan trabaja ese
concepto en el Seminario III) sostiene ser el secretario del alienado es la posición del analista
que hace referencia a como escuchar al sujeto psicótico. Refiere que “por perturbadas que
puedan ser sus relaciones con el mundo exterior, quizás su testimonio guarde de todos modos
su valor”. Ser secretario es hacer un vacío para que el psicótico deje allí el testimonio de su
locura. Ubicarse como otro Otro y no como Otro (otro) del Otro, ya que daría lugar a ser
tomado como el Otro gozador.

Soler en “Que lugar para el analista?” (1991) dice: ser testigo “es poco y es mucho”. Es
mucho escuchar como secretario, no sabiendo, no gozando y especialmente alojando la
singularidad del sujeto. Es poco si no alcanza civilizar al exceso de goce en lo real, resultante
por la forclusión del Nombre del padre. Por lo tanto, orientar el goce, ya que el sujeto
psicótico toma a su cargo “solitariamente” la elaboración de lo retornos en lo real para
intentar hacerlo soportable. A esto Soler lo llama el trabajo de la psicosis, a diferencia de la
transferencia en la neurosis, por el autotratamiento al goce no reprimido en la psicosis, las
soluciones que inventa sin otro, en contracara a la transferencia que si puede establecer un
neurótico en su análisis con un “Otro hecho objeto”, es una estructura donde se puede ubicar
el significante Nombre del Padre articulado en la cadena, lo que funciona como limitación al
goce.
Las intervenciones del analista no tienen que ver la asociación libre ni con dar
interpretaciones, ya que quien da la interpretación delirante en la psicosis es el propio
paciente. Tampoco hay un saber sobre los efectos de las intervenciones sino que estas se ven
a posteriori. No hay un saber hacer sobre eso que se escucha, sino que el analista deberá tener
la formación necesaria, el análisis propio y la creatividad con cada paciente para alentar
aquello que se escucha o construir con él mismo para que pueda armar subjetividad.

Con respecto a las intervenciones del analista Fernández E. “Estabilizaciones y suplencias”


(2005) clasifica tres tipos de intervenciones en la psicosis:
1-Las que apuntan al tejido de lo imaginario y prestan representaciones.
2-Las intervenciones que apuntan a diferencias un adentro (intimo) de un afuera (publico)
3-las intervenciones que tienen como función la de servir como negación ante otro.
También propone tres intervenciones respecto del delirio:
1-Intervenciones que sitúan una contradicción o imposibilidad, cuya finalidad es la de
intentar generar un punto de inconsistencia que pueda hacer vacilar al paciente. Con respecto
al caso de Eduardo aquí podemos mencionar cuando en la tercera entrevista toma el diario
que traía su padre y comienza a leer y señalar distintos artículos, referidos a robos, estafas,
ladrones y dice saber que están referidos a él y que son mensajes indirectos a su persona.
Aquí se podría realizar una intervención preguntándole al paciente ¿Usted cometió alguno de
esos delitos?. Esta intervención apuntaría a limitar el goce, ubicando cierta imposibilidad en
el delirio.
2-Intervenciones que produzcan un remedo, cuya finalidad es de realizar lazo social a partir
del delirio. Aquí podemos mencionar cuando en la segunda entrevista Eduardo le dice al
analista “Acá también me persiguen” ¿Por qué me persiguen? ¿Hice algo malo? “Usted lo
sabe porque es una de ellos”. Aquí podríamos realizar una intervención preguntándole al
paciente ¿Usted por qué cree que yo sé? Si usted hizo algo malo y no lo sabe ¿Por qué yo
debería saberlo?. Esta intervención se puede pensar para poner un límite desde lo simbólico
al goce del otro, para organizar el yo y el otro, para que el sujeto pueda armar lazo, para
demostrarle al paciente que el analista puede estar en otro lugar que no sea el de perseguidor
y ocupe otra posición diferente para armar otro tipo de relación.
3-Intervenciones que acoten su delirio, cuya finalidad tiene que ver deje de ser la teoría que
explica todo lo que le sucede al sujeto en su vida. En el caso Eduardo cuando este empieza la
tarea de escribir sobre lo que pasó ¿Quiénes lo habían perseguido? ¿En qué forma lo habían
perseguido? Y luego le pide al analista que escriba lo que él va recordando porque a él “le
faltan palabras” podemos pensar esta intervención donde la temática de la persecución queda
circunscripta al relato en las sesiones.

Señale las distintas posibles intervenciones en el tratamiento de las psicosis y desarrolle


dos de ellas a partir del caso clínico Eduardo.

En primera instancia, podemos considerar la posición del analista como una intervención
en si misma; es menester no ocupar el lugar del Otro absoluto, aquel Otro dueño del saber.
Ubicar este lugar seria perpetuar la condición del paciente como objeto del goce del Otro;
hay que abstenerse de ocupar ese lugar de saber que se nos ofrece. Tal como se
ejemplifica en el caso Eduardo: “…me pide que yo le diga al padre que lo de la persecución
es cierto…”. Colette Soler, propone ocupar el lugar de otro Otro, un testigo porta un no
saber, en calidad de vacío, en el que el paciente podrá depositar el testimonio de su
padecimiento. Desde este lugar se habilita la escucha, como movimiento fundacional en el
tratamiento, una escucha que inviste el discurso del individuo poniéndolo en como sujeto; y
habilita un terreno en el que auxiliado por la escucha pueda discernir lo que él piensa de lo
que es forzado a pensar; tal como la describe Piera Aulagnier. En la misma línea Belucci
hace referencia a situarse en una ignorancia radical, dando lugar al saber que trae el
paciente, que aporta sobre lo particular de su padecer y poder delinear lo particular del
trabajo en que nos embarcamos. En este punto cabe destacar que toda intervención es
singular para cada individuo y es una apuesta, en tanto no se puede saber a priori el devenir
de una intervención; subsiste cierta incertidumbre a pesar de contar con lineamientos
generales que prescriben a donde apuntar y qué no hacer. Detallamos dentro del “qué no
hacer” en el tratamiento de la psicosis a la interpretación, en primera instancia porque no
sirve, dado que no opero la represión, puede llevar al analista a ubicar la posición de un
Otro del saber y finalmente porque en esta estructura dicha tarea queda del lado del
paciente.

También, la figura del secretario del alienado, propone la participación del analista
en una operación de escritura e historización del calibre de una construcción; trabajando
con aquel material propio que trae el paciente, la trama argumentativa del delirio, será el
material para armar subjetividad. Tal como vemos en el caso: “Accedo y empiezo a escribir
el relato que Eduardo (con sus palabras) va haciendo de lo ocurrido”. Aquí, el analista
presta algo de lo simbólico, acompaña en una tarea de ordenamiento del relato que a su
vez organiza el campo transferencial. En esta construcción se van circunscribiendo las
circunstancias, aportando coordenadas a las que el sujeto se pueda remitir; aquí el relato
tiene carácter de elemento tercero. Se instaura cierta legalidad que limita el goce del Otro y
proporciona una/otra versión posible en la que se pueda reconocer. En este movimiento se
intenta trabajar dentro del delirio para acotarlo y evitar que se le vuelva persecutorio; la idea
es aportar algo que de algún modo supla la carencia estructural de ley y ordenamiento y
posibilite cierta historización. Hay tantas intervenciones como singularidades, le toca al
analista poner el cuerpo, formación e inventiva para poder construir subjetividad con el
paciente y lo que trae como propio.

reglas fundamentales del método PSA:

Defina y desarrolle desde Freud


El psicoanálisis se basa en el supuesto de una exploración del inconsciente, que no se
reduce a la mera aplicación de la teoría, sino que se basa en el método analítico como
invariantes que implican tanto al analista como al sujeto. Miller sostiene que en la práctica lo
que son las cuestiones técnicas en realidad son cuestiones éticas por que nos dirigimos a
un sujeto, entonces el método analítico no es un patrón, sino que son principios. Freud va a
establecer, por un lado, las cuatro invariantes que conforman el método analítico que
atañen al analista y al analizado y por otro, consejos que tienen que ver con el encuadre
que se debe de dar en todo análisis. La regla fundamental en el psicoanálisis va a ser la
asociación libre por parte del analizado, que tiene que ver con que el sujeto diga todo
aquello que se le ocurre, sin una selección previa ni critica, que hable sin filtrar material. La
asociación libre se relaciona directamente a que el inconsciente pueda interrumpir el
discurso del sujeto, una discontinuidad en el querer decir, el discurso va a estar
determinado por el inconsciente y nos va a permitir saber de los conflictos del sujeto. La
contracara de esta regla fundamental para el analista va a ser la atención parejamente
flotante: escuchar el relato con la misma atención, sin seleccionar ni fijarse en nada
particular del discurso del paciente. Es decir que el analista debe de abandonar
las memorias inconscientes, por eso Freud en los consejos que brinda desautoriza cualquier
recurso auxiliar como lo es el tomar apuntes, por que lo que se realiza es una selección del
material del paciente. Para que esto ocurra es necesario que haya una posición de
neutralidad, es decir, que no intervenga la persona del analista sino el analista en su
función, no se debe de emitir ningún juicio de valor. Freud sostiene que se debe de trabajar
como un cirujano a la hora de realizar una cirugía, dejando de lado todos los afectos. Es
importante dar cuenta como ubica Korman que este paradigma de borramiento como sujeto,
solamente se alcanza de forma asintótica, no se puede ocupar totalmente el “lugar del
muerto” que ubicaba Lacan respecto a la posición del analista, ya que es imposible una
disociación completa entre la función de analista y sujeto. Lo importante es tener en cuenta
que se puede poner en juego la propia subjetividad en al análisis ya que al reconocerlo se
puede limitar. El fundamento del método psicoanalítico se relaciona con el concepto que
tenía Freud del aparato psíquico: en el centro un núcleo patógeno el cual se encuentra
cubierto por representaciones ubicadas en forma concéntrica, como si fuesen capas de
cebolla. El trabajo del analista va a ser ir accediendo a ese núcleo patógeno a partir de los
hilos lógicos, como un aspecto dinámico del aparato psíquico que surgen con la regla
fundamental de la asociación libre por parte del sujeto.

¿Cómo se define el método analítico? Explique sus invariantes y aquellas variables que lo
atraviesan.

El método analítico es definido a partir de la clínica, especialmente psicoanalítica, siendo S.


Freud pionero, quien mediante sus años de experiencia en la práctica con pacientes, dio luz
a este método cómo instrumento para el tratamiento de los padecimientos psíquicos. El ya
mencionado tiene cómo propósito general develar la estructura que subyace al síntoma, es
decir, develar el conflicto que es el responsable de la producción del síntoma. Este conflicto
productor de psicopatología, está profundamente relacionado con la vida afectiva del sujeto
y esto se logra sacar a la luz mediante el discurso, en la asociación libre que haga el
paciente, es así cómo el propio sujeto junto con el analista van a otorgarle resignificaciones
a cuestiones que hasta el momento parecen nimias y es gracias al manejo de la
transferencia que es esto posible, y ese saber no sabido del paciente cobra protagonismo.
El metodo analitico cuenta con 4 reglas fundamentales para su efectividad que deben
mantenerse invariables y que posibilitan la instalación y el manejo de la transferencia. Son
las siguientes:
Asociación libre: Se le pide al paciente que diga, en sesión, todo lo que se le venga a la
mente, sin omitir nada ni hacer juicios previos sobre lo que le acontece en el pensamiento.
Puede comenzar apoyándose en alguna situación concreta o simplemente
espontáneamente. A partir de allí el analista podrá pesquisar algo del orden de lo
sintomático en el discurso del sujeto.
Atención flotante: Este punto tiene que ver exclusivamente con el analista, el mismo debe
prestar igual atención a cada momento del discurso, sin dejarse tomar por algún suceso en
particular que en el momento le haya llamado la atención, abandonando sus memorias
inconscientes. Para que esto sea posible de manera adecuada, se sugiere que el analista
debe realizar su propio análisis con el fin de “despojarse” del bagaje afectivo-conflictivo que
pueda interferir en el análisis con su paciente.
Neutralidad: El analista debe tener una posición de frialdad afectiva para con el paciente,
para que sus propios afectos no entren en juego y obstaculicen el libre despliegue
discursivo del paciente. No se deben hacer juicios de valor ni dar opiniones personales que
estén teñidas de sentimiento por parte del analista. 
Abstinencia: Este último punto tiene que ver con la demanda que trae el paciente, el analista
no debe posicionarse cómo la respuesta a ella, es decir, no debe satisfacerla, ni entrar en
un juego de roles en donde el analista cumple un rol que es propuesto por el paciente.
Para finalizar, las variantes que encontramos en el método analitico tienen que ver con que
se tiene que tener en cuenta el caso por caso, existen diferentes contextos socio-
económicos, cómo diferentes instituciones que reciben a los pacientes, los costos de las
sesiones, los tiempos y duración, etc. Todo ello es variable y tiene que ver con que cada
caso representa una problemática diferente no sólo subjetiva sino también relacionada con
el contexto de donde viene el paciente.

La clínica psicoanalítica encuentra como eje central la subjetividad de quien padece y la


escucha del discurso del mismo.El sujeto es quien, sin saber, lleva en sí el saber necesario
para liberarse de su padecimiento.

A lo largo de la obra de Freud podemos ver el desarrollo de sus técnicas de intervención, y


cómo lidia con las resistencia de sus pacientes. Para ello determina los métodos para el
ejercicio del psicoanálisis estableciendo algunas reglas para el desarrollo de la técnica,
basadas en la determinación inconsciente. Tres de estas reglas aplican para, podría
decirse, encuadrar el accionar del analista y son :La atención flotante, la neutralidad y la
abstinencia. A su vez Freud enumera una cuarta regla que aplica para el paciente: La
asociación libre.

La “asociación libre” es el núcleo duro del método psicoanalítico y la regla analítica


fundamental. Freud basó esta regla teniendo en cuenta que pidiéndole a alguien que diga lo
que se le viene a la cabeza, iba a tener algún sentido, aunque a primera escucha pareciera
que no, por la infiltración de los deseos y fantasías inconscientes. La misma refiera a
permitir que el paciente enuncie un discurso sin restricciones ni selecciones previas,
basándose en el desarrollo libre. De este modo, en el discurrir del hilo lógico, irán
apareciendo esas “rupturas”.

La atención flotante es la contrapartida de la asociación libre para el analista. Y consiste


en la escucha de la totalidad del discurso del paciente con la misma atención parejamente
flotante, sin seleccionar nada del mismo. Debido a que el inconsciente no se regula a
voluntad, se harà presente en el discurso como una “discontinuidad” en el querer decir.
Como un corte en el discurso. La aparición del inconsciente a través de formaciones del
inconsciente implica una nueva forma de coherencia lógica, con sus propias leyes. Para
ello es necesaria la posición de “atención parejamente flotante” del analista, que permitirá
poder escuchar ese decir más de lo que se dice.

Bibliografía

-Freud, S. (1893-95). Sobre la psicoterapia de la histeria. [Estudios sobre la


histeria.Apartado 3. Volumen II pp.289-309]. Buenos Aires: Amorrortu editores.

-Simoes, Gilberto: Clase del 2001.

-Freud, S. (1915-1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. [Conferencia 23:


Loscaminos de la formación de síntoma. Volumen XVI pp.326-343]. Buenos Aires:
Amorrortu editores.

-Freud, S. (1915-1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. [Conferencia 17:


Elsentido de los síntomas. Volumen XVI pp. 235- 239]. Buenos Aires: Amorrortu editores.

-Miller, J. A. (2005). Introducción al método psicoanalítico. [Capítulo II: Diagnóstico


psicoanalítico y localización subjetiva. pp.29-58]. Buenos Aires: Paidós.

-Galende, E. (1990). Psicoanálisis y Salud mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica.
[Capítulo 6: Los tratamientos analíticos en las instituciones. pp. 263-272]. Buenos Aires:
Paidós

-Freud, S. (1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. [Volumen XII.


pp.107-120].

-Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento. [Volumen XII. pp. 121-144]. Buenos
Aires: Amorrortu editores.

El método analítico es el modo de operacionalizar la teoría freudiana. Tomando del trabajo


de interpretación los sueños donde teoriza que el lenguaje aparece desconectado de su
significación original pero nunca es sin sentido y que lo importante es el relato. Donde
haciendo asociar al paciente se llega a los pensamientos latentes. El método analítico
permite que se instale y se maneje la transferencia. Se posiciona al analista en un lugar de
supuesto saber entregado por el paciente. Este método tiene 4 invariantes.

Por su parte, el analizado deberá seguir la regla fundamental del psicoanálisis. La


asociación libre, se le pide que hable sin filtrar nada, referir todo cuanto se le ocurra, sin
críticas ni selección. Para así acceder de manera compleja al núcleo patógeno.

Dentro del marco del análisis hay que tomar en cuenta tres invariables desde el lado del
analista.

La atención flotante donde el analista no debe fijarse en nada en particular y prestar a todo
lo que uno escucha la misma “atención parejamente flotante”. Debe abandonar por
completo sus memorias inconscientes, los nombres, fechas, detalles, recuerdos,
ocurrencias y producciones patológicas de cada paciente. Si uno inclina su atención,
empieza a escoger entre el material ofrecido y es guiado por expectativas e inclinaciones
propias. El psicólogo deberá usar el propio inconsciente como órgano receptor del
inconsciente del paciente.

Neutralidad la cual exige al psicoanalista frialdad de sentimiento, el analista como función.


Se deben dejar fuera los valores y creencias del analista, estos no tienen lugar. No omitir
juicios de valor, el paciente está atento a nuestras opiniones. El analista no debe filtrar sus
pensamientos u opiniones ya que no somos nosotros como persona ante el paciente, sino
que se cumple un rol, una función.
Además de la Abstinencia. El analista no debe intervenir desde sus sentimientos. No debe
otorgarle al paciente una satisfacción sustitutiva, no tiene que otorgarle el amor que está
pidiendo, que busco en su figura paterna y ahora busca en un otro, en sus vínculos y en sus
relaciones afectivas. Llamada transferencia cuando es dirigida al analista, la cual es el
motor del tratamiento, es necesario dejar subsistir la angustia.

Al mismo tiempo hay variables, la clínica cambia permanentemente, tanto dentro del
consultorio y con las preferencias del analista que se van modificando a través del tiempo.
Como el uso del diván, los pacientes y sus problemas, la posición de espaldas del analista,
el valor que se cobra, la presencialidad, tiempo de la sesión y la existencia de obras
sociales o prepagas.

método

La clínica psicoanalista es una psicoterapia distinta a otras, ya que se basa en el supuesto


de una exploración del inconsciente para poder modificar los síntomas. No se va a reducir a
la mera aplicación de una teoría, sino que, se basa en el método psicoanalítico. Son
invariantes y consejos que implican tanto al analista como al sujeto. Lo que hay en la
práctica entonces no son patrones, sino son principios que tienen que ver con la ética
dentro del que hacer del analista (Miller, 1997). La asociación libre es la regla analítica
fundamental instituida para el analizado, en donde se le pide que diga todo aquello que se
le ocurra, sin critica ni selección previa del contenido. Al principio parece que el contenido
carece de sentido, pero en realidad está determinado por el inconsciente. Lo fundamental
es que vaya habiendo rupturas en el discurso del paciente. La contracara de esta regla
fundamental que implica al analista va a ser mantener la atención parejamente flotante, es
decir, no fijarse en nada en particular y prestar atención a todo lo que uno escucha. Por eso
uno de los consejos que ubica Freud es que desautoriza todo recurso auxiliar como el tomar
apuntes. Cuando uno se fija en un fragmento particular lo que hace es seleccionar a partir
de las propias expectativas e inclinaciones “Abandonarse entero a sus memorias
inconscientes” (Freud, 1912). Para esto es necesario una posición de neutralidad, tal como
la que tiene un cirujano a la hora de realizar una cirugía, dejando de lado todos los afectos.
Esa frialdad de sentimiento crea condiciones ventajosas, por un lado, para el cuidado de la
propia vida del analista y por el otro para brindarle un buen tratamiento al paciente. Se
debe de abstenerse, esto se remite a que la cura analítica se realiza en la privación sin
responder o apaciguar las necesidades y añoranzas pulsionales del paciente. El
fundamento del método psicoanalítico se relaciona con el concepto que tenía Freud sobre el
aparato psíquico organizado en relación con un núcleo patógeno el cual se encuentra
cubierto por representaciones concéntricas como si fuesen capas de cebolla. El trabajo del
analista va a ser ir accediendo a ese núcleo patógeno a partir de los hilos lógicos del
discurso del paciente, en donde la transferencia va a actuar por un lado como motor, pero
por otro lado como resistencia a medida que se acerca al núcleo patógeno. Es necesario
que se establezca la transferencia para iniciar un análisis, es decir, que haya una
reactualización de los vínculos tempranos del sujeto sobre la figura del analista, un cliché
que se repite de manera regular.
psiquiatría y psicoanálisis:

Consigna: Explique la importancia de la conferencia N° 16 de Freud “Psicoanálisis y


Psiquiatría” para poder pensar el desempeño del psicoanálisis.
En esta conferencia, Freud explica por qué la teoría psicoanalítica afirma que los fenómenos
neuróticos, a diferencia de la psiquiatría, tienen un sentido que es posible encontrar a través
de su interpretación.
Freud va a decir que hay acciones que realizan las personas que a simple vista parecen que no
tienen ningún sentido, pero sostiene que si prestamos atención y observamos los pequeños
detalles, es decir las acciones sintomáticas, estas tienen mucho en común con los síntomas,
los actos fallidos y el sueño. Toma como ejemplo una acción sintomática que había
observado en muchos pacientes, que al entrar al consultorio dejaban la puerta abierta y que en
este caso inconscientemente estaban manifestando su desprecio por el psicoanalista, no tiene
pacientes en la sala de espera y por lo tanto nadie me va a escuchar, y la conciencia del
paciente ignora el proceso.
Para Freud estas acciones sintomáticas, tienen un determinismo, no son intrascendentes, no
son contingentes, sino que poseen un motivo tienen un sentido y propósito, y anotician un
proceso anímico más importante, quien lo hace ignora por que lo hace y por lo tanto esta
acción sintomática es inconsciente. Convoca al trabajo psicoanalítico para poder prestar
atención a los detalles que van a dar cuenta del porqué de la causa de esa acción y con eso
poder diferenciarse de la psiquiatría.
Freud interroga el lugar de la psiquiatría y el del psicoanálisis. Dice que no hay una
contradicción ni oposición, sino que se complementan. Desde la psiquiatría no se va más allá
del diagnóstico y pronóstico y lo explica a partir de un determinismo hereditario y desde el
psicoanálisis se podría identificar que proviene de afectos reprimidos que tienen un sentido y
responden a una determinación, le da importancia de la vivencia.
La psiquiatría no le da importancia a esta acción sintomática, es algo indiferente y lo que se
presenta como importante es el síntoma. En cambio la concepción psicoanalítica es la
expresión directa de la observación y resultado de su procesamiento.
La psiquiatría no hace observaciones en profundidad en cambio la concepción psicoanalítica
de los fenómenos neuróticos se apoya en acciones sintomáticas. Para el psicoanálisis la
acción sintomática tiene y debe ser interpretado ya que conlleva un sentido y propósito.
interpretación y construcción:

Diferencie Interpretación de Construcción, y de acuerdo al texto subido al práctico


A sobre el tema, ¿como relacionarìa la Interpretación con el Sujeto Supuesto al
Saber?
En el tratamiento analítico se utilizan las intervenciones del analista para facilitar el trabajo
asociativo del paciente. Como cada paciente posee una historia y experiencia única, una
subjetividad propia, no hay reglas que marquen cuál es la intervención adecuada para cada
sujeto. Por eso, Freud nombra dos intervenciones generales, aplicables a todos los sujetos
neuróticos. Estas son la interpretación y la construcción: la primera planteada en 1914, hace
referencia a lo que el analista puede entablar con un elemento singular de las asociaciones
que realiza el paciente, aporta un sentido distinto; en cambio, la construcción refiere a que
el analista le presente al paciente un recuerdo de su prehistoria que había olvidado. La
interpretación puede ser una pregunta puntual, o una citación de lo que dijo el paciente para
entender qué quiso decir, no tiene por que ser un parlamento; por otro lado, la construcción
puede ser una conjetura, una hipótesis, a partir del cual se le detallan algunos recuerdos.
En cuanto a las construcciones erróneas, Freud plantea que no traen problemas al
tratamiento ya que el paciente las dejará pasar sin prestarle atención. Sin embargo, las
construcciones correctas hacen que el paciente traiga al análisis una nueva asociación. Por
otro lado, es importante aclarar que las interpretaciones sólo deben hacerse cuando la
transferencia está planteada en el tratamiento analitico ya que, solo si esto ocurre, el
paciente le demandará un saber al analista, al Otro, al Sujeto Supuesto de Saber. Pero
Lacan afirma que el analista no debe responder desde esta posición que le otorga el
paciente para no aplastar aquello que lo interroga, es decir, que analista no rechaza ese
lugar pero trabaja para correrse de allí ya que las interpretaciones de los analistas intentan
que los pacientes puedan llegar a entender y darse cuenta cual es su posición (paciente) en
relación al Otro. En otras palabras, las interpretaciones producirán un efecto de
desplazamiento del amor de transferencia al encuentro con la verdad de cada paciente. De
esta forma es que se irá produciendo un entramado entre el lugar que le da el paciente al
analista, es decir, el de sujeto supuesto de saber, la no respuesta a la demanda, y la
continuidad de las asociaciones del paciente.
En conclusión, el analista debe dirigir sus intervenciones hacia lo que resiste, es decir, a la
posición que tiene el paciente en relación al Otro, ya que el inconsciente a través de sus
manifestaciones, como un sueño, chistes, lapsus o el síntoma, realiza la primera
interpretación del deseo del sujeto.

INTERPRETACION EN PSICOSIS Y QUE ES


3. La neurosis y la psicosis son generadas por los conflictos del yo con las diversas instancias que lo
gobiernan, un malogro en la función del yo. Donde la Neurosis de Transferencia corresponde al conflicto
entre el yo y el ello, la Neurosis Narcisista al conflicto entre el yo y el super yo, y finalmente la Psicosis al
conflicto entre el yo y el mundo exterior.
La etiología para el estallido de una psicosis sigue siendo la frustración, el no-cumplimiento de uno de
aquellos deseos de la infancia, en este caso externa. El efecto patógeno depende de lo que haga el yo en
tensión conflictiva. Si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al ello, o si es
avasallado por el ello y así se deja arrancar de la realidad. Pero esta situación se complica por la existencia
del super yo, quien reúne en si influjos del ello tanto como del mundo exterior y la meta de todo querer
alcanzar que el yo se reconcilie con sus múltiples vasallajes.
En las Psicosis, la interpretación no tiene lugar, ya que la posición de intérprete en esta estructura es
ocupada por el sujeto. Ya que no existe aquello “no dicho”. Por otro lado interpretar puede llevar al analista
a encarnar el Otro del saber, que es también el Otro del goce. Es entonces frente a la imposibilidad de
interpretar, que tiene lugar la construcción. En palabras de Bellucci, ésta proveerá de un marco, de la
localización de la circunstancia; que permita al sujeto describir cómo, cuándo y dónde sucedió determinado
acontecimiento. La construcción permite un relato, brindando así la posibilidad de armar otra versión posible
de la realidad, intentando situar al delirio como un no-todo, que alivia la existencia del sujeto.
Es importante destacar, que hay múltiples intervenciones posibles que pueden aplicarse estudiado el caso
en particular. Es necesario tener en cuenta que el tratamiento en la psicosis consiste en la producción de
una salida, ahí donde la estructura no lo aporta. El sin salida es consecuencia directa de la forclusión de la
ley del Padre, que no garantiza la exogamia y es el analista el que acompañará al paciente en esa
operatoria. Lacan orienta las intervenciones en torno a la escucha del sujeto, a la consideración del relato
del paciente tal cual lo dice, respetando el propio uso de la palabra y su relación con ella a la hora de
dialectizar su discurso. Si se sabe escucharlo, se logrará atender la relación estrecha del sujeto respecto al
lenguaje en sus diversos órdenes y poder intervenir
En posición del analista en la neurosis. El propósito del trabajo analítico es mover al paciente para que
vuelva a cancelar las represiones de su desarrollo temprano y las sustituya por unas reacciones que
corresponderían a un estado de madurez psíquica. Freud utiliza la interpretación, se refiere a lo que uno
emprende, una ocurrencia, una operación fallida, etc.
Tomando el lugar del analista en la psicosis. Piera Aulagnier, ubica al analista en el lugar de testigo que no
interpreta sino como el “escuchante”. El sujeto se siente rechazado, y es el analista quien valora y da un
lugar a ese delirio. La escucha permite separar de nuevo lo que él piensa de lo que lo fuerzan a pensar.
Esta posición de escuchante-invistiente permite que el sujeto pueda tener una sospecha sobre la existencia
de una relación que pudiera no ser la repetición idéntica de la ya vivida.
Colette Soler propone como posible intervención, la orientación del goce “hacer de límite”. Se trata de
intervenciones limitativas que intentan remendar la prohibición faltante, por lo que supone la suplencia en
acto de la ley paterna. Será esta función limitativa la que direccionará al sujeto hacia otros caminos
posibles, permitiéndole desplegar algún otro relato. La autora menciona que la interpretación no tiene
cabida alguna, ya que se está ante un goce no reprimido. Un primer modo de intervención fue el silencio de
abstención y esto cada vez que el analista es solicitado como el Otro primordial (como saber en lo real).
Este silencio, esta negativa a predicar sobre su ser, posibilita abrir camino hacia la construcción del delirio,
la cual produce un efecto tranquilizador en el sujeto.
La posición de testigo es un sujeto al que se le supone no saber, no gozar y presentar, por lo tanto, un
vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio. Un segundo tipo de intervención es la orientación del
goce. Es una limitativa que intenta hacer de prótesis a la prohibición faltante. La tercera intervención va a
hacer lugar a la construcción del delirio y a su depuración y reducción.

Explique las diferencias de la posición del analista en la clínica de la neurosis y la psicosis


articulándolo con las características de la estructura. Pueden hacer alusión a algún material
clínico trabajado.

) Hay una diferencia respecto al lugar que ocupa el analista según las características de las
estructuras clínicas. Por un lado, Freud sostenía una imposibilidad de abordar la psicosis
por el psicoanálisis, a diferencia de la neurosis ya que podía establecerse transferencia. Tal
como ubica Belucci (2015) respecto a el abordaje de la psicosis desde el psicoanálisis: “Fue
Lacan quien lo instituyo como posible”. Lacan sostiene que el mecanismo de la psicosis es
la forclusión de un significante principal: el Nombre del Padre (NP). La función de este
significante es ser capitón del orden, significante de la ley, carretera principal que polariza a
las significaciones, en consecuencia, no hay una inscripción de la experiencia normativa de
la castración quedando ubicado el sujeto como objeto de goce de la madre. La estructura se
puede dar cuenta en la clínica a partir de los fenómenos elementales, como lo son el delirio,
las alucinaciones y los fenómenos que aparecen respecto al lenguaje: si la neurosis habita
el lenguaje, la psicosis es habitada por el lenguaje. Se establece una relación directa,
masiva e inmediata de tipo narcisista en donde el sujeto con estructura psicótica se dirige
hacia el analista a fin de hacerse reconocer como portador de una verdad. Un lugar que es
posible para el analista es el de testigo. Tal como ubica Soler (1991) esto significa ser un
sujeto al que no se le supone un saber y esto permite que pueda colocar allí su testimonio.
El analista se debe de mostrar como barrado, esto supone una inversión del saber y pone
en juego la falta del lado del analista quedando ubicado en el eje imaginario, como un
semejante o escuchante. Es importante “Donar la propia ignorancia, volverla operativa”
(Belucci,G. 2015, pp. 2). Para poder dar cuenta de esta posición, se puede articular con el
“Caso L”, un señor de 42 años con estructura psicótica que tiene ideaciones delirantes con
contenido persecutorio. La analista ante el delirio no interpreta ya que la interpretación es
una intervención adecuada en la neurosis, sino que escucha y aloja su relato como
testimonio, dando muestra de interés y esto ordena el campo transferencial, lo cual se
puede dar cuenta con la contestación de L: “No tengo nada, no tengo a nadie, solo esta
relación en la que usted me escucha”. Se debe salir del lugar del Otro como omnipotente,
perseguidor y el que goza, para pasar a ser un compañero de ruta, como testigo imparcial
del relato y del discurso delirante del sujeto. Otro de los lugares que debe de ocupar el
analista es el del apuntalamiento del limite del goce del Otro. Las intervenciones desde este
lugar tienen la función de intentar remendar la prohibición faltante, una suplencia de la ley
paterna. La acotación del goce se puede ubicar en el caso L en relación con como la
analista interviene respecto a que H, su esposa, iba a ir al hospital a destruir el último
bastión. Al ubicar al hospital lo que establece es un límite: “acá estamos en un hospital, no
se puede hacer cualquier cosa” como también lo que hace es posicionarse desde la
complicidad, proponiendo otra alternativa y conmoviendo la certeza de la ideación delirante,
una de las características de la estructura psicótica. Otra de las intervenciones que le
permite al sujeto rescatar otra versión posible, como una salida alternativa a su delirio es
cuando la analista hace preguntas como: “¿No hay otra manera de ser hombre?” ante la
certeza de que la única forma de ser hombre es siendo militar. Estas intervenciones
permiten una construcción por fuera del goce, rescatando la subjetividad, ubicando aquello
que represente al sujeto y que le dé un nombre propio más allá del Otro gozador, del delirio
(Atzori, 2017).

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