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APAGAR EL TELEVISOR

“Las nuevas generaciones son más hijas de los


medios de comunicación que de sus propios padres”

No hace falta ser muy perspicaz para percatarse que la sociedad actual en general es
apática a la lectura. Los motivos son varios; el más común, los aparatos tecnológicos 1: la
televisión, la computadora –“redes sociales”- y el celular se han convertido en una telaraña
en la que se encuentra atrapada toda una generación sin siquiera saberlo. El mundo de
los artefactos nos mantiene distraídos, dispersos de las cosas verdaderamente importantes,
nos hacen vivir en un mundo virtual donde todo, hasta las experiencias más nobles como
la amistad, el amor y el juego, es mediado por una pantalla o un teclado. Podríamos
resumir esto en dos palabras: destitución espiritual.

Aquellas personas con poco o ningún deseo por llenar con una afición su tiempo libre
quedan atrapadas en esta red de súper-facilidad informativa que se convierte en su único
alimento intelectual. Hay un interés por todo y por nada, lo cual se traduce en una clara
insatisfacción de fondo, llevando a una bulimia de novedades: muchas imágenes y poca
consistencia, exceso de información y escasa síntesis.

Por lo general estar mucho tiempo delante de una pantalla, sea la que fuere, produce
seres humanos robotizados, pasivos, acríticos y, lo que es más grave, sin inquietudes
culturales. El hombre moderno está definitivamente mediatizado por el mundo de los
artefactos fabricados por él, los cuales le imponen lenguajes y modelos que privilegian la
vulgaridad y la masificación: la actriz, el futbolista, el boxeador por dar algunos ejemplos.
Estos individuos que aparecen una, dos, mil veces en las pantallas van in-formando al
hombre masa que los tiene por prototipo a seguir, dándole una “identidad” que incluye
deseos, ideas, modos de ser y pensar; y muchos creyendo que son originales se convierten
en parte de la masa, la cual no es una cuestión de clase, sino un hecho psicológico, como
ha dejado claro Ortega. Este hombre-masa está dispuesto a ver la televisión, pero nunca a
estampar sus narices contra el vidrio o a contemplar un cielo estrellado ¡Parece no haber
nadie que como el Principito pida con insistencia contemplar una puesta de sol!

1
Es cierto, esto no se puede negar, pero ésta es una fácil coartada, pues el que no se da tiempo para leer,
aunque no existiera ningún aparato tecnológico, tampoco leería.
Lo triste de esto es que la precocidad informática se da cada vez más a temprana edad,
en niños pequeñitos, que abandonan el país soleado de los juegos, la fantasía y la
imaginación al aire libre por los estrambóticos video-juegos, la televisión y la Tablet. Poco
a poco se van enajenando por la excitación luminosa y va empobreciéndose su atención.
No exageramos cuando decimos esto; existen numerosos estudios 2 que comprueban que
el uso indiscriminado de estos aparatos afecta lo más medular de la mente infantil:
bloquea la capacidad de aprendizaje, perturba el desarrollo de su potencialidades
intelectuales y morales, acorta el tiempo de atención y ahoga lo propio del niño: el
asombro. No nos sorprendamos si después de estás “sesiones” prolongadas de luces y
sonidos, que se alternan rápida y constantemente, se aburran, se impacienten y se pongan
nerviosos cuando vuelven al ritmo del mundo real. Sólo hace falta mirar un aula de una
escuela cualquiera: una clase de matemáticas, de historia, de ciencias naturales es lenta y
requiere una actividad intelectual que en muchos casos no se está dispuesto a realizar. A
raíz de ello las escuelas actuales están ataviadas de aparatos tecnológicos (DVD, celulares,
computadoras, etc.), pues parece existir una necesidad de satisfacer los deseos de la
“clientela”.

¿Es real que los aparatos tecnológicos son indispensables? Claro que no. Por el
contrario: “Las pantallas estridentes turban el único aprendizaje sostenible que existe en el niño: el
de descubrir por sí mismo y a su ritmo el mundo por primera vez o de nuevo”3. Lo señalaba
Caponnetto4 hace más de 30 años: “Una cosa es auxiliarse con la máquina o aparatos y otra
cosa es centrar la enseñanza y el aprendizaje en la relación máquina-persona (…), la relación
maestro-discípulo debe salvaguardarse”. Lo que debe ser un apoyo se ha transformado en un
fin en sí mismo, indispensable e incuestionable. Grave error.

Es Giovanni Sartori quien muestra que por medio de la acción de tele-ver –concepto
que se extiende a todos los medios audiovisuales- se va formando un “vídeo-niño”. La
televisión -y los demás medios audiovisuales- es paideia, y va conformado un nuevo
ánthropos: el homo videns. La televisión se convierte en la primera escuela del niño, incluso
antes de saber leer y escribir. Pero el problema aquí no es “lo que ven”, el contenido, sino

2
Los realizados por la Academia Americana de Pediatría (AAP) o los realizados aquí por la Fundación
Argentina del Mañana.
3
L’Ecuyer, C. Educar en el asombro. Plataforma Editorial, 20ª ed., España, 2017, p. 52.
4
Pedagogía y educación. Cruz y Fierro, Bs. As., 1981, p. 200.
el sólo hecho de “ver”. La imagen no contribuye a explicar la realidad de las cosas; el acto
de ver atrofia la capacidad de entender, de hacer conexión de ideas. Es decir cuando la
televisión suple la lectura, produce imágenes y anula conceptos; de este modo mengua la
capacidad de abstracción y con ella la posibilidad de comprender. Cuando este video-niño
llegue a la edad adulta será sordo a los estímulos de la lectura y sufrirá durante toda su
vida una atrofia cultural. 5 Mientras más televisión vea, mientras más use de internet y las
redes sociales más necesidad tendrá de ellas, pues generan una adicción; y a la hora de
enfrentarse a las páginas de un libro deberá esforzarse demasiado para mantener la
concentración y poder comprender lo que allí se dice.

Vaya también una crítica a internet, al homo digitalis, y a la búsqueda de la


instantaneidad y eficiencia que están a un “clic” de distancia.

El verbo “navegar” nunca fue mejor empleado; quienes navegamos por internet
siempre lo hacemos sobre la superficie, vamos a los resúmenes, leemos titulares, todo en
busca de ganancias rápidas. Notemos que Internet no ha modificado tan sólo la manera
de leer, sino también la manera de pensar: “somos lo que leemos” dice Maryanne Wolf, y
agrega que internet debilita la capacidad para leer profunda y detenidamente. Leer on line
nos transforma en meros decodificadores de información. Nuestra capacidad de leer sin
distracciones, de interpretar un texto de manera profunda se encuentra totalmente
erradicada6.

“La paideia del vídeo hará pasar a Internet a analfabetos culturales que rápidamente olvidarán
lo poco que aprendieron en la escuela y, por tanto, analfabetos culturales que matarán su tiempo libre
en Internet, en compañía de ‘almas gemelas’ deportivas, eróticas, o de pequeños hobbies. Para este
tipo de usuario, Internet es sobre todo (…) un espléndido modo de perder el tiempo, invirtiéndolo en
futilidades”7.

5
Cfr. SARTORI, G. Homo videns. La sociedad teledirigida. Taurus, Bs. As., 1998. Aquí sólo hemos querido
rescatar algunos puntos cruciales de esta “adicción de tele-ver”. Para más profundidad leer el libro citado,
sobre todo las pp. 35-40. Por ejemplo la AAP recomienda que en niños de entre 2 y 5 años la exposición a
cualquier tipo de pantalla debe ser no mayor a una hora y que el contenido sea de calidad.
6
Citado por CARR, N. Is Google Making Us Stupid? What the Internet is doing to our brains. En:
https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2008/07/is-google-making-us-stupid/306868/
[Recuperado: 12/10/2018].
7
SARTORI, G. op. cit., p. 57.
Es claro que lo menos que desean estas compañías (Google, por ejemplo) es alentar la
lectura profunda y serena; su objetivo es otro: la recolección de datos para venderlos y
vendernos cosas. Su interés es pura y exclusivamente económico.

Hace más de dos mil años Platón temía que la palabra escrita volviera olvidadizos a los
hombres. Hoy la situación es un tanto peor, la pereza intelectual a la cual llevan estos
aparatos tecnológicos es algo que el divino Platón no se hubiera atrevido a soñar ni
siquiera en sus sueños más osados. El niño, ese soñador empedernido que puede crear
realidades por medio de su imaginación, se ve reducido a un mero espectador que recibe
imágenes que le son impuestas, por lo tanto deja de imaginar, de crear, de pensar. De
aquí que son muchos los que desaniman a utilizar las pantallas de todo tipo durante la
infancia. El ejemplo de Silicon Valley, cuna y epicentro de las invenciones y economía
tecnológica a nivel mundial, es paradigmático. Los padres que trabajan en estas empresas
–Google, Apple, Yahoo, para nombrar algunas- envían a sus hijos a escuelas donde no se
utiliza tecnología8. Por otra parte algunos llaman a destruir el aparato de televisión (y con
él las demás “pantallas”) y restaurar las reuniones familiares en torno a la música y a la
lectura frente al fuego del hogar. Si no queremos ser tan drásticos, al menos
mantengamos la televisión apagada todo el tiempo que sea posible.

8
RICHTELL, M. A Silicon Valley school that doesn’t compute, “New York Time” (versión digital, en español)
22 de octubre de 2011. En: https://www.nytimes.com/2011/10/23/technology/at-waldorf-school-in-
silicon-valley-technology-can-wait.html [Recuperado: 22 de septiembre de 2018].

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