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Señor fuego: La intriga del saber

Había una vez una linda familia conformada por mamá Gloria y papá Rafael,
quienes tenían dos hermosos hijos, el mayor se llamaba Camilo de 9 años, el menor
era Santiago, quien tenía 5 años.

Rafael trabajaba como profesor en varias ciudades y pueblos, lo cual obligaba a la


familia a mudarse de hogar en repetidas ocasiones. Todas las casas en las que
habían vivido hasta el momento tenían algo en común, todas tenían una enorme
chimenea en la sala y una estufa antigua en su cocina, por lo cual, los padres
siempre les hacían la misma advertencia a los niños: “No se acerquen a la estufa ni
a la chimenea” “Si las llegan a tocar, algo muy malo les puede pasar”.

Los niños eran muy obedientes, así que siempre les hacían caso a sus padres sin
protestar, sin embargo, se preguntaban constantemente qué era eso tan malo que
les pudiese pasar si se llegaban a acercar a estos objetos. Cada vez que hacían
esta pregunta, mamá Gloria les respondía: “Simplemente no deben hacerlo, no se
acerquen ni los toquen”, y Rafael insistía en que le hicieran caso a lo que decía
mamá.

Un día tuvieron que mudarse a otra casa en el campo, era muy grande, agradable,
tenía un gran espacio para jugar al aire libre y, al igual que las anteriores casas, esta
tenía una estufa antigua y una enorme chimenea, pero esta chimenea era diferente,
ocupaba casi todo el espacio de la pared, además, se encontraba decorada de una
forma algo particular, con diferentes figuras talladas en piedra y algunos adornos
antiguos. Esto llamó mucho la atención de Camilo, quien quiso acercarse de
inmediato para ver todo más de cerca, sin embargo, recordó las advertencias de sus
padres y prefirió evitar hacerlo.

Una tarde Gloria y Rafael recibieron una llamada importante del trabajo, por lo cual
debían salir de inmediato a cumplir una cita, así que llamaron a una niñera para que
se quedara con los niños mientras les hacían la misma advertencia: “No se
acerquen ni toquen la estufa ni la chimenea, algo malo les puede pasar”. Santiago
se fue a dormir temprano, ya que estaba cansado de tanto jugar en el día y Camilo,
por su parte, se quedó sentado en el sofá de la sala observando detalladamente la
chimenea y todo el fuego que esta producía, mientras que la niñera le preparaba
algo de comer.

Pasaba el tiempo y el fuego de la chimenea crecía y se hacía más llamativo, tanto


que Camilo no soportó la curiosidad y se acercó…

- Fuego -¡Alto!- Se escuchó una voz que le indicaba a Camilo que parara. Pudo
notar que era el fuego quien le hablaba.

- Fuego: -Soy atractivo ¿verdad? -Decía el fuego mientras Camilo, atónito


observaba a través de sus ojos tal suceso.

- Camilo: -¿Eres malo? -Preguntaba el pequeño Camilo.

- Fuego: -No, no soy malo… ni tampoco bueno, soy solo fuego -decía el fuego,
que palabra tras palabra, sus llamas ardían al ritmo de su tono.

- Camilo: -Eres muy atractivo, no puedo parar de verte- decía Camilo mientras
sus ojos fulguraban con el resplandor de las llamaradas.

Era algo nuevo para Camilo, aquel fuego que emanaba de esa chimenea no era
como los demás, era vigoroso y sublime al mismo tiempo, irradiaba el calor sobre
cada rincón de la casa en las noches tan frías, tenía la capacidad de ser imponente
y a la vez tenue, eso dependía de la intensidad con que se encontrara.

Mientras el fuego respondía:

- Fuego: - Lo sé, desde que me descubrieron me he convertido en algo tan


imprescindible para todos que es imposible pensar en un mundo y una vida sin mí…
es más… me considero más importante que el descubrimiento de la rueda, la cual
hace posible que juegues con tus carritos o que las personas se movilicen…

Camilo no lograba comprender la totalidad de las cosas que le decía el fuego, en


parte por que no prestaba su atención al 100% por estar contemplando sus llamas;
después le dijo al fuego:

- Camilo: -¡Mis papás dicen que eres malo! - decía Camilo desafiantemente.

- Fuego: -¿Por qué?- Preguntó el fuego.


- Camilo: -Porque dicen que si me acerco a ti lo único que me harás es daño...-

- Fuego: -¿Recuerdas que te dije que no soy malo ni bueno, que solo soy
fuego?... la verdad es que soy ambas cosas…- Respondía el fuego.

- Camilo: -No entiendo- dijo el pequeño.

- Fuego: -Préstame atención...- dijo el fuego mientras continuaba -...te explico, yo


puedo hacer cosas buenas….-

- Camilo: -¿Qué cosas buenas haces?- respondió el niño.

- Fuego: -... Puedo ofrecer calor al que tiene frío, ayudo al hombre para que
pueda moldear herramientas y construir nuevas cosas, conmigo pueden cocinar
ciertos alimentos que serían imposibles de consumir sin mi existencia, puedo
generar energía, doy luz en la oscuridad….- respondía el fuego.

- Camilo: -Por lo que escucho….eres muy bueno...-

- Fuego: -No te confíes pequeño ...- respondía el fuego con un tono de voz
reflexivo. -...cuando me descontrolo…puedo causar muchísimo daño, destruyo todo
lo que se me atraviesa en el camino, así cómo puedo ayudar a la supervivencia de
los demás y por ende preservar la vida y la existencia… puedo destruir a la vida
misma en menos de nada, soy un aliado de la vida y así mismo de la muerte…-

Después de estas palabras, el pequeño Camilo, perplejo por lo que le acababa de


decir el fuego, comenzó a alejarse un poco.

Al mismo tiempo el fuego decía:

- Fuego: -No soy ni malo ni bueno, soy solo fuego….. no me tengas miedo, tenme
respeto, puedes acercarte claro, pero siempre con prudencia y a una distancia
segura, no te dejes engañar por mi belleza, que por muy hermoso que me vea,
siempre será mejor mantener la distancia.

Camilo escuchó estas últimas palabras del fuego muy atentamente, empezó a
pensar en cada una de ellas y llegaron a su mente algunos recuerdos de las frases
que solía decirle su madre cuando él cuestionaba sobre qué era el fuego: “No se
acerquen a la estufa ni a la chimenea” “Si las llegan a tocar, algo muy malo les
puede pasar”.

Estas palabras siempre habían retumbado en la cabeza de Camilo. Él era un niño


que siempre había sentido mucha curiosidad por el mundo que le rodeaba y siempre
quería aprender más y más, pero estas frases de su madre le habían puesto
siempre entre la espada y la pared, pues ella solo repetía esto, nunca le explicaba el
por qué no debía acercarse. Y ahora, que el fuego en persona le había hablado
sobre él todo era mucho más claro. Cada advertencia tenía sentido. Pero Camilo no
quería quedarse con todo ese conocimiento para él solo, sabía que había sido
afortunado de que el fuego mismo le hubiera contado tantas cosas y quería
comunicarlas al mundo, ¡todos tenían que enterarse de lo que era realmente el
fuego!

Así que, con todas las ganas de enseñarle algo nuevo al mundo, empezó a pensar a
quién podría ir a contarle primero este suceso que había cambiado su vida, y pensó
en su hermano menor Santiago, quien también estaba en un proceso de descubrir lo
que le rodeaba y a quien sus padres tampoco le habían contado todo lo que podía
hacer el fuego. Se dirigió a la habitación de Santiago y empezó a contarle todo lo
que había aprendido, ¡había sido algo impresionante! Camilo había quedado
asombrado, y parecía que Santiago también estaba disfrutando mucho toda la
historia, estaba muy atento y en algunas ocasiones quería saber más de lo que
había pasado, pues todo esto había despertado en él una intriga por seguir
conociendo más y más.

Todo este conocimiento nuevo y las ganas de seguir aprendiendo les dieron muchas
nuevas oportunidades a Camilo y a Santiago, ellos siguieron contándole sobre el
fuego a más niños, pudieron seguir transmitiendo ese conocimiento y llenándose de
experiencias, pues cuando le contaban lo que habían aprendido a los niños y niñas,
muchos de ellos empezaban a contarles que sus padres tampoco los dejaban
acercarse a las chimeneas ni estufas, inclusive los regañaban cuando intentaban
acercarse, pero con todo el saber que estaban compartiendo con ellos ahora
entendían el por qué de todo y todo era mucho más claro para todos. ¡Mediante la
comunicación todos se estaban llenando de conocimientos!. FIN

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