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SOBRE LA ESPECTACULARIZACIÓN DE LA NOTICIA Y LA VERDAD

Víctor Bahamondes

“La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para


los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su
autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción
como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el
fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.” 1

Ver noticias siempre ha sido una suerte de placer burgués, se ve noticieros


para informarse sobre el acontecer noticioso, para informarse de la actualidad
contingente. En el acto de ver noticias se combina el goce de acceder morbosamente
a información (política o policial) con un cierto aire de superioridad y, por otro lado,
un placer cinético que se manifiesta en el montaje y edición de la prensa televisiva:
los diferentes cortes, planos, montajes y bandas sonoras, los cuales cada vez son más
osados se alejan de esta forma de lo que sería un registro documental para así
alcanzar un mayor dramatismo. Por tanto, frente a nuestros ojos están pequeñas
secciones desarticuladas de noticias, cada reportaje no dura más de un par de
minutos. Entonces, tenemos la brutalidad de nuestra época ahí encerrada en nuestras
pantallas, viva y capturada, en ocasiones, en tiempo real; es así como nos
informamos sobre los culebrones políticos del momento o la tendencia de moda en
cuanto a delincuencia. Política y delincuencias, siempre de la mano obedeciendo a
una necesidad mercantil, pero, así también ideológica. He aquí, el espectáculo de la
actualidad noticiosa como artilugio de marketing. Por cada segundo televisivo,
necesariamente, hay un par de gentiles auspiciadores dispuesto a usar su marca para
vender una imagen más sofisticada de sus mercancías.
Observamos, frente a nuestros ojos, canales de noticias repitiendo segundo a
segundo las mismas notas, días enteros. Cambian las imágenes, cambian los

1
Benjamin, W. (1989). Discursos Interrumpidos I, Argentina: Taurus, pág. 57
personajes, el contexto y el territorio, pero siempre están condicionadas bajo los
mismos patrones y estructuras dramáticas. Obedecen al mismo «gesto espectacular»,
como también, espectacularizador, en su capacidad de producir nuevas formas de
espectáculos, los cuales se replican por las redes sociales de la internet ad infinitum.
Entonces, tenemos imágenes disgregadas tal comic u objeto dadaísta. En una
viñeta una noticia, en la otra una imagen de estudio y abajo, en el generador de
caracteres, se nos da una escueta seña de la noticia del momento. Incluso, en
ocasiones, se nos muestra una imagen del estudio con una entrevista y, en una viñeta
aparte, una noticia completamente desconectada de la imagen de fondo y en silencio,
como si fuese música de ascensores ¡La perfecta banda sonora de los centros
comerciales!
Si en tiempos de Benjamin, el cine nos mostraba una realidad desarticulada,
una realidad enajenada de su «continuo espacial», al ser ésta la apariencia de
diferentes tomas y planos independientes (desmembrados), grabados en diferentes
momentos del rodaje que nos dan la ilusión de una continuidad, de un diálogo o
escena de acción, haciéndonos creer está suerte de apariencia espectacular que es
el cine. En nuestros tiempos, vemos a la prensa televisiva que nos muestra una
superficie de la realidad, desarticulada con tomas y planos discontinuos. Escena tras
escena, mostrándonos, en la inmediatez, la noticia del momento completamente
enajenada, desconectada del flujo de aconteceres que configuran la noticia, es decir,
tenemos noticias completamente separadas de la experiencia vivida en el momento
del suceso. Una imagen con anhelo de realidad, que se nos presenta como una
realidad a priori a la cual creemos ciegamente, pero que no nos muestra más que el
plano que la cámara nos quiso mostrar.

“El periódico representa uno de los muchos indicios de tal disminución. Así,
si la prensa se hubiese propuesto que el lector se apropiara de sus informaciones
como parte real de su experiencia, no lo lograría. Pero su propósito es inverso, y sin
duda se logra. Consiste en impermeabilizar los acontecimientos frente al ámbito en
que pudieran afectar a la real experiencia del lector.”2

2
Benjamin, W. (2008). Obras, Libro I/Vol. 2, Madrid: Abada Editores, pág. 211
De esta forma, la prensa nos da una ilusión de realidad espectacularizada,
que no debe ser cuestionada, al ser ésta las imágenes capturadas de una “noticia
real”, el acontecimiento mismo capturado por el aparato técnico; los medios
construyen la verdad, articulándola. Cada canal tiene una línea editorial, la que da
las directrices de la “noticia”, la gracia de ésta es que no se note los intereses detrás
de la noticia, que no se logre percibir, en apariencia, los intereses creados. A menor
manifestación de la línea editorial mayor imparcialidad en la mera superficie, por
consiguiente, más real se cree que es la noticia y más fidelidad adquiere el noticiero
en cuestión. De la misma forma que en el cine, no se debe notar “en apariencia” los
quiebres de una escena a otra, pues la mano del montajista tiene que ser la que
acomoda, con gran pericia y sin sobresaltos, la obra en forma completa. Una mano
invisible va construyendo una narrativa, la que sabemos o creemos, una mera ficción.
No se debe percibir el trabajo técnico e ideológico que la sostiene, de la misma forma
que nos es imperceptible la línea de producción en la mercancía, al estar ésta
completamente enajenada de las relaciones sociales de producción que la produce,
manifestándose de este modo como si tuviera completa autonomía, la noticia del
momento espectacularizada acontece como si tuviera vida propia.
Por cada uno de estos ejemplos hay una fantasmagoría que la sostiene,
fantasmagoría que recurre a diferentes recursos técnicos pero que obedece a los
mismos intereses, es decir, la producción de mercancías en su vorágine por la
reproducción infinita del capital.

II

La reproducción técnica de la imagen, ese momento congelado a una


velocidad determinada que, en tiempos pretéritos, era producto de un notable juego
mecánico entre la apertura de diafragma y la velocidad de obturación, por medio del
cual, pasando un mínimo haz de luz se quemaba la superficie fotosensible del royo
fotográfico, dibujando así la imagen capturada, termina por convertirse en la
cristalización de la imagen. La imagen capturada por el aparato técnico se vuelve la
enajenación del “objeto” capturado, al estar vaciado de la experiencia cualitativa que
contiene la imagen.
La imagen escindida, nos configura un rostro adulterado en su desconexión
con la experiencia vivida de la noticia —el “aura” en palabras de Benjamin—
mostrándonos una imagen intempestiva que poco o nada nos informa del suceso
noticioso. Estableciéndose una relación entre la temporalidad fragmentada en el cine
y cómo esta herramienta técnica se usó para articular la realidad, desde sus orígenes,
como herramienta de propaganda en la segunda guerra mundial. Ya sea, con los
Wochenschau (noticieros) que se mostraban en los cines de la Alemania nazi o el
documental “Triumph des willens”3 de Leni Riefenstahl, en los cuales, el aparato
técnico no sólo “informaba” de una noticia en particular, sino que nos mostraba en
sus tomas, planos, enfoques, tiempos, sonidos y bandas sonoras, una cierta épica.
Como si se tratase de una tragedia griega, en la cual la temporalidad fragmentada
del cine se nos vuelve eterna en su apariencia.

III

Frente a la información mediática, actuamos de manera pasiva, la


espectacularización de la vida a manos de los medios de comunicación, no es más
que un condimento necesario para nuestro disfrute como consumidores. Entonces, no
es que creamos las noticias, sino que queremos creerlas de la misma forma que el
espectador de una película quiere creer la realidad enajenada que se manifiesta frente
a sus ojos. La diferencia es que la noticia rompe la cuarta pared4. Acontece en la
realidad vivida por el espectador, al menos de manera tangente. De esta forma, la
noción de verdad, o más bien, la experiencia real de la notica, es transfigurada por
la manipulación mediática espectacularizada de ésta. Por tanto, la experiencia real
de la noticia, la realidad vivida en este cúmulo de acontecimientos, termina por ser
enajenada en su espectacularización.
De manera similar a la noticia enajenada vemos a los casa-noticias que la
espectacularización de la vida a potenciado. El caza-noticias busca ser, de manera
vivida, “la noticia”, su anhelo es ser la verdad espectacularizada en las noticias, desea
sus merecidos quince minutos de fama que el espectáculo le ha prometido.

3
“El triunfo de la voluntad”.
4
En el teatro, la cuarta pared es la separación entre el espectador y la obra en sí.
“La realidad vivida se halla materialmente invadida por la contemplación del
espectáculo, y al mismo tiempo alberga en sí el orden espectacular, otorgándole su
positiva adhesión. La realidad objetiva se presenta en sus dos dimensiones. Cada
noción fijada de este modo no tiene más sentido que la transición a su opuesto: la
realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca
es la esencia y el sustento de la sociedad actual”5

Si se ve una teleserie o una película se sabe, de antemano, que lo que se está


viendo es una ficción, por tanto, sabemos o deberíamos saber que no se debe creer
lo que se representa en éstas. Por otro lado, los noticieros y todo tipo de prensa, nos
muestran, en apariencia, una realidad que en su mayoría asumimos como “lo
verdadero”, las calles ahí representadas son las calles por las que se camina todos
los días. Entonces, estamos frente a la transfiguración de la realidad, la
transfiguración de la verdad mediante la mediatización de multiplicidades de
imágenes descontextualizadas las cuales nos muestran la apariencia
espectacularizada de ésta, la carcasa vacía del espectáculo, ya lo decía Debord “(…)
En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso” 6.
Toda “verdad” mediatizada es, por consiguiente, una manipulación que
mediante la captura y representación masificada nos hace creer una ilusión estética,
dada como la noticia verdadera, la realidad en forma a priori. El espectáculo es la
eterna verdad a priori que no acepta replica alguna, es el eterno monólogo que nos
dice que debemos ser, que debemos hacer y que debemos creer.

IV

Pero, antes que todo ¿Qué entendemos por verdad? ¿Qué se entiende por la
realidad capturada y enajenada por el aparato técnico? Si nos remitimos a Benjamin,
estaríamos hablando del “aura”, el que se refiere a la experiencia pura, la vida misma
escindida en su captura, lo vivido en el momento capturado. Por otro lado, si vamos
a Platón, tenemos que éste tenía serios problemas con los poetas y artistas, es decir,

5
Debord, G. (2012). La Sociedad del Espectáculo, Valencia: Editorial Pre-Textos, pág. 40
6
Debord, G. Ibíd.
tenía serios problemas con el trabajo de los artistas, la mimesis del medio. Al
considerar que estos falsificaban la realidad, queriendo, inclusive, echarlos de su
Republica ideal por el bien de la comunidad. Un cuadro para él no era más que una
mala copia de una mala copia. Platón, claro está, buscaba la verdad en el mundo
de las ideas, la que está muy lejos de la «realidad espectacularizada» de los canales
de noticias. No obstante, en un punto diametralmente opuesto, como también
antagónico, Nietzsche considera que no hay una verdad pura, no podría haberla, la
relación del significante con el significado no es más que mera especulación estética,
un ejercicio antropomorfo en el que se transfigura el mundo a escala humana,
humanizándolo.

“(…) ¿qué es la verdad? Un ejército móvil de metáforas, metonimias,


antropomorfismos, en breve, una suma de relaciones humanas que fueron poética y
retóricamente intensificadas, traducidas y adornadas y que, luego de un largo uso, a
un pueblo le parecen sólidas, canónicas y obligantes: las verdades son ilusiones de
las que uno ha olvidado que son tales, metáforas que se han desgastados y se han
vuelto sensorialmente débiles, monedas que han perdido su sello y que ahora ya no
son tomadas en consideración como monedas, sino sólo como metal”7

Nietzsche percibe la verdad, o algo similar a ésta, en el mito y el arte, en ese


acto creador del ser humano en el que, nos vamos apropiando, como si de nuestra
propia historia se tratase, de las diferentes singularidades agenciadas8 en las palabras
y verdades humanas. Por consiguiente, la verdad termina siendo modelable, mutable.
Un ejercicio estético que resignifica la verdad, una interpretación estética enajenada
de su valor sagrado. Volviendo a la prensa, en específico, a los noticieros, la verdad
no podría ser el espectáculo a priori, la espectacularización vacía de la realidad, la
imagen enajenada y articulada como mercancía de consumo rápido.
La verdad pasa a ser la apropiación estética y subjetiva de «la sociedad del
espectáculo»9, la articulación, a modo de collage, de la información de las noticias

7
Nietzsche, F. (2018). Verdad y mentira, Valparaíso: Editorial UV, pág. 25
8
En la teoría de Deleuze y Guattari, un agenciamiento es una relación de objetos heterogéneos, una
relación de significantes que se articulan entre sí.
9
Para Guy Debord, «la sociedad del espectáculo» es la completa enajenación la vida, la separación
de la vida en su imagen, mediada por su espectacularización.
espectaculares de la realidad. Es la enajenación de la «espectacularización» de la vida
como acto poético. Articulación condicionada no por el dominio de la mercancía,
sino que, por las vidas mismas de las personas, la verdad pasaría a ser la experiencia
vivida y significada en términos estético. Por tanto, La realidad vivida en el acontecer
noticioso, mediada por el trabajo creativo del ser humano, pasaría a ser, no un canto
a la mercancía y el espectáculo, si no a la vida y sus pasiones.
BIBLIOGRAFÍA

1. Benjamin, W. (1989). Discursos Interrumpidos I, Argentina: Taurus.


2. Benjamin, W. (2008). Obras, Libro I/Vol. 2, Madrid: Abada Editores.
3. Debord, G. (2012). La Sociedad del Espectáculo, Valencia: Editorial Pre-
Textos.
4. Marx, K. (1968), El Capital I, México: Fondo de Cultura Económica.
5. Nietzsche, F. (2018). Verdad y mentira, Valparaíso: Editorial UV.

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