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Cuento para retroflexión

Había una vez un niño que se llamaba Pablito, que iba por el mundo, jugando,
divirtiéndose, bailando, comiendo golosinas, él no le hacía daño a nadie pues solo
se dedicaba a ser niño, un día cuando estaba jugando su tío le empezó a decir
que jugarían un juego que a él no le gustó, porque sería un juego secreto que solo
sería entre Pablito y su tío, en este juego, Pablito tenía que hacer cosas que no le
gustaban, y el tío decía que tenía que ser un secreto entre ellos, y que no debía
decirle a sus papás.
Pablito al principio no entendía nada, pero con el tiempo ya no le gustaba jugar a
los juegos de su tío, así que se empezó a molestar tanto que agarró una piedra y
la llevaba en su mano todo el tiempo, Pablito había decidido que cada vez que
alguien le dijera algo, así lo hiciera enojar o no, le arrojaría la piedra, no se había
dado cuenta que era un método violento, pero sonaba que funcionaría, y estaba
decidido a usarlo con quien se le acercara.
Sucedió que se cruzó con un amigo que lo invitó a jugar, Pablito sin saber de qué
se trataba el juego agarró la piedra y se la aventó a su amigo, le hizo un gran
chichón, su amigo lloró y decidió que no sería más amigo de Pablito.
Después de un tiempo, cada vez jugaba con sus amigos, terminaba muy enojado
y no sabía porque, además cuando el tío le proponía jugar él se sentía molesto y
se daba cuenta que no le gustaba pero que debía seguir guardando el secreto o el
tío les haría cosas malas a sus papás.
Cada vez que jugaba con su tío o con otros niños, Pablito ya estaba tan enojado
que les aventaba la piedra pero tenía que ir a recogerla y eso le daba mucha
flojera, por lo que mejor decidió atarla a un lazo de un metro, y así volvió a salir a
la calle, este método le ayudó a que la piedra no se alejara demasiado y no tuviera
que ir a recogerla, pero pronto comprobó que ese nuevo método también le traía
problemas, ya que al estar tan enojado y aventar la piedra a todos sus conocidos
ya amigos, cada uno de ellos debía estar a menos de un metro para que la piedra
le llegará, y por otro lado, después de arrojarla tenía que recoger el lazo con el
que estaba amarrada, que muchas veces se enredaba y eso le traía más trabajo
porque gastaba mucho tiempo en desenredarla, además que lo hacía enojar.
Entonces Pablito decidió inventar una nueva manera de amarrar la piedra, ahora
sería con un resorte, así podría lanzarla una y otra vez y regresaría sola, pensó.
Al salir a la calle, uno de sus amigos lo invitó a jugar y Pablito sin pensarlo le
aventó la piedra, pero al lanzarla no le dio a su objetivo y pasó algo terrible, la
piedra rebotó justo en su cabeza, ya que tenía el resorte.
Pablito volvió a intentarlo y en un segundo intento la piedra rebotó nuevamente
hacía él y se volvió a pegar por no medir bien la distancia y porque, por el resorte
la piedra regresó hacía él.
Hizo un tercer intento y volvió a suceder lo mismo, la piedra regresaba con la
piedra y volvía a golpearlo.
En un cuarto intento, al decidir aventar la piedra a otra niña, se dio cuenta que no
era una buena idea, y en el último momento decidió no aventarla, y con el
esfuerzo volvió a pasar lo mismo, la piedra fue a dar de nuevo en su cabeza, se
hizo un chichón que era taaaan grande y que además hacía que le doliera la
cabeza, que Pablito decidió que no volvería a aventar la piedra a nadie, ya que se
dio cuenta que todos los golpes que tiraba regresaban siempre para él mismo.
Esto quiere decir que el enojo que tenemos hacia los demás siempre se dirige a
nosotros mismos, es como un boomerang que regresa hacia uno mismo, la piedra
que va cargada de enojo, aunque al principio va dirigida hacia algo o alguien
externo, siempre regresa hacia uno mismo, al principio parece un buen método,
pero la verdad es que es una agresión hacia nosotros mismos.
Hay personas que en vez de permitir que el enojo vaya hacia el exterior y se dirija
directamente a las personas con las que sienten enojo, como Pablito con su tío,
dirigen el enojo a todos, sin darse cuenta de que solo les hace daño.
Es como la piedra que regresa siempre y nos pega, se vuelve contra nosotros
mismos a través de conductas reales de autoagresión o emociones y sentimientos
como la tristeza o la culpa.
Hay que aprender a decir lo que nos pasa, expresar lo que sentimos, esa es la
única manera de librarse de las emociones y sacarlas fuera, transformadas en una
acción. Sino lo único que conseguimos tarde o temprano es enojarnos con
nosotros mismos.
Pablito, después de darse cuenta que la piedra sólo le hacía daño y le hacía más
grande el chichón, encontró una pluma, con la que decidió escribir a todas
aquellas personas que le hicieran daño y los motivos por los que se sentía así,
habló con sus papás acerca del juego que el tío le hacía jugar y que lo hacía
sentirse muy mal, lo papás regañaron al tío y le dijeron a Pablito que siempre
podía hablar con ellos y expresarles lo que sea que estuviera pasando para que
fuera un niño feliz.

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