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1492
Una nueva visión del mundo* **
1 Lo relacionado con el debate citado aquí, puede ser visto en Tono Martínez
(1992), Vargas Llosa (1990), entre otros.
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Figura 1
Mapa mundial, 1364-1372
Fuente: St. Denis de M. F. Santarem, Atlas composé de la mappamonde, chapa 21. Cortesía de la División de Geografía y
Mapas de la Librería del Congreso.
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5 Véase a Wardrop (1987: 82) sobre el debate en torno al concepto de los “goal-trees”
de Jaime Carbonell acerca en la orientación de los comportamientos de la inteligen-
cia humana y “artificial”.
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¿De qué manera podían ser tanto el “hecho glorioso” como las
atroces secuelas del año 1492, efectos bifrontes6 del nuevo modo de
“comprensión subjetiva” y objetivo supraordenado de un estado de
redención racional de su nuevo modo de racionalidad política? Como
respuesta a esta interrogante, propongo que se debe encontrar un
sentido ecuménicamente válido, como una guía imprescindible para
nuestro accionar en el presente que nos afronte con una dimensión de
cambio de mayor alcance que una efectuada en el contexto de cambio
epocal en la Europa Occidental transferido del objetivo ultraterrenal
de la civitas dei al objetivo terrenal de la civitas saecularis.
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7 Observe que también esta concepción sirvió para absolutizar el principio organi-
zador de casta en la sociedad imperial azteca. Ver León-Portilla (1990: 10).
8 Ver Varela (1982) sobre el conjunto de cartas donde Colón rememora la fortaleza
con la que la opinión dominante rechazó su propuesta.
9 Ver Blumenberg (1983), en especial pp. 218-26, donde muestra el proceso por el
cual —mediante Hobbes y otros— el discurso del absolutismo teológico (que fue una
función del telos de redención espiritual y de la economía de la salvación) se transfor-
mó en el nuevo discurso del absolutismo político. Propongo que este último fue una
función del telos de redención racional sobre el que se basó el estado preindustrial.
Aunque él no emplea estos términos, Blumenberg también demuestra cómo, a tra-
vés del concepto malthusiano de la ley de la población, el discurso del absolutismo
económico (y por tanto del telos de redención material) desplazó por su parte, rem-
plazó el del absolutismo político y por consiguiente, a la ética conductual meramente
política por la ética meramente económica. También desarrollé este argumento con
mayor profundidad en, Wynter (1991b).
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10 Ver Wynter (1984: 25), donde se señala que Bartolomé de las Casas, al defen-
der la racionalidad del acto de sacrificio de los aztecas, se anticipó unos 450 años
al argumento de Carbonell con relación al funcionamiento de nuestros modos de
“comprensión subjetiva”. Como expresé en el debate desarrollado en Valladolid en lo
que concierne a la justicia o no de la conquista: “Obviamente no se le puede probar a
los infieles en un breve tiempo o con pocas palabras que sacrificar a los hombres en
nombre de Dios es contrario ala naturaleza. En consecuencia ni la antropofagia ni el
sacrificio humano constituyen justas causas para desatar guerras en ciertos reinos…
Por lo demás, sacrificar a inocentes para la salvación de la comunidad no está en
contra de la razón natural, no es algo abominable ni contrario a la naturaleza. Es un
error que tiene su origen en la razón natural en sí misma”.
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Figura 1.2.
Los cuatro viajes de Colón
Fuente: [N. del E.] Mapa reconstruido en base al original reproducido por William. D. Phillips, Jr y Carla Rahn Phillips, Los Mundos de
Cristóbal Colón (New York: Cambridge University Press).
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Las lecturas de Colón del famoso relato de Marco Polo sobre el Este
habían ayudado a convencerlo de que navegando hacia al oeste, Asia
quedaba a poca distancia de España, y que el viaje por tanto era fac-
tible. (Así, el Caribe siempre sería para él las Indias Occidentales, y la
isla de Japón quedaría justo a la vuelta de la esquina de una u otra de
las islas). Sin embargo, la “fantasía” principal con la cual desafiaría
los modelos categóricos del conocimiento geográfico feudo-cristiano
vino de otras dos fuerzas impulsoras. Una fue su fervor apocalíptico
mesiánico. La otra, aliada a la primera, fue su motivación psicoso-
cial como humilde cartógrafo de nacimiento y ocasional comercian-
te para mejorar su categoría social en las condiciones más relativa-
mente democratizadoras del estatus post-feudal y monárquico.
El modo de virtù basado en la proeza bélica sirvió como el cri-
terio organizador del estatus que había permitido a la nobleza feu-
dal legitimar su papel socialmente exclusivo y hegemónico.13 Sin
13 Ver también Adam Smith (1869). Uso el concepto de virtù especialmente como
europea y específica forma de la cultura de cada criterio orientador de la conducta
humana para óptimos comportamientos. Al igual que Fanon denominé este criterio
el principio sociogénico, el cual es análogo, a nivel de vida humana, con el código de
capacidad inclusiva que funciona a nivel de vida orgánica como principio regulador
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Sin embargo, esta contrapoética del propter nos también era común
al grupo de pensadores humanistas, entre ellos escritores como Fici-
no y Lorenzo Valla. Era, en efecto, la generalización de esta poética
la que debía hacer posible el planteamiento de un modelo de la crea-
ción divina gobernado por reglas, en el cual el propósito o causa de la
Creación tuvo necesariamente que ligar al Creador Divino respecto al
qué en los principios organizativos de su ostensible potentia absolu-
ta, con lo que necesariamente tenía que ocurrir. En este contexto, el
fervor milenario apocalíptico de Colón creía en un inminente retorno
de Cristo para la realización de su reino sobre la tierra, que estaría
divinamente predestinado por este eventual y ya inminente propósi-
to, por tanto esto formó parte de la poética generalizada del propter
nos o contrasistema de representación simbólica. Sobre la base de tal
representación, el orden feudal de la Europa latino-cristiana y su mo-
delo sobrenaturalmente garantizado de la “comprensión subjetiva”
serían transformados en un moderno estado europeo secularizado y
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16 Ver Pagden (1982) para el análisis de los discursos jurídico-teológicos en los cua-
les el concepto de los más humanos (los españoles y los menos humanos (los indios)
—basado en una diferencia representada por naturaleza ordenada por “ley natural”
entre los dos grupos—, fue primero institucionalizada como creencia dominante.
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da, tanto las formas culturales de tal biologización del ser junto con
la implementación de un sistema de instituidas representaciones de
una noción bio-evolutiva del orden —uno definido en la gama de va-
riaciones hereditarias humanas, en lugar de, como ocurría anterior-
mente respecto al universo físico y orgánico—, lógicamente condujo
al nec plusultra que W. E. B. Du Bois fuera el primero en identificar y
definir como línea del color (1903).19 Como su contraparte medieval,
sería la línea habitable/no habitable, celestial/terrestre en el mapa del
universo físico que sirvió para absolutizar la analogía de una tierra
no homogénea y un universo inscrito en la misma, el indudablemen-
te inmutable orden feudal basado en un principio de castas sobre lo
alegado como no homogeneidad divinamente ordenada sobre basa-
mento ontológico entre la línea hereditaria de lo que desciende noble
y los plebeyos (cuyo extremo Otro eran los ordinarios), la línea del
color vino a cumplir una función paralela a nuestro orden mundial
sistémico contemporáneo y su unidad de estados nacionales. Dicha
línea estaba ahora trazada sobre rasgos fisonómicamente diferen-
ciados de forma empírica en las variaciones hereditarias humanas,
dentro de los términos de nuestro modo contemporáneo “de com-
prensión subjetiva”, generado desde el origen narrativo de la evolu-
ción que vino a reocupar durante el siglo XIX, la fisura dejada por el
Génesis (Isaacs, 1983; Landau, 1991), línea del color que sentó una
premisa paralela en términos diferentes, a los que había codificado
el orden cristiano feudal, por línea de castas que diseñaron el uni-
verso físico, así como la geografía terrestre. Esta premisa consiste en
que una diferencia biológica evolutivamente determinada de valioso
sentido genético entre una variación hereditariamente humana selec-
cionada por evolución y por tanto en línea descendente eugenésica
(línea descendente dentro de la Gracia genética); y una serie, en gra-
dos variables, de su no seleccionado y por tanto no genético Otros.
Este concepto, inscrito en las jerarquías globales sistémicas blanco/
no blanco, estaba asentado sin embargo en su forma extrema, en
lo blanco (pueblos no mezclados de ascendencia indoeuropea) y lo
negro (pueblos de total o parcial ascendencia africana) , en oposi-
ción con la variación hereditaria última o fenotipo que vendría a
reocupar el lugar anterior de lo llamado tórrido y el hemisferio occi-
dental dentro de la lógica de la forma contemporánea globalizada y
puramente secular de la cultura judeocristiana de occidente, donde
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del orden escolástico del conocimiento fueron cuestionadas por la agitación general
de la revolución “laica” del humanismo, y por la milenaria variante apocalíptica de
Colón de esta revolución.
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22 Ver The New York Times, “El papa solicita desagravio a los indios brasileños”, 19
de octubre, 1991.
23 El apunte de Colón en las márgenes de su copia de Pierre d’Ailly Imago Mundi se
leía en latín, Zona torida non est inhabitabilis, quia per eam hodie nagivant Portuga-
llenses, imo est populatissima; et sub linea equinoxialis est castrum Mine Serenissimi
regis Portugalie, Quero uidimos (La zona tórrida no es inhabitable porque los por-
tugueses la navegan incluso hasta hoy; de hecho está densamente poblada y bajo el
ecuador está el Castillo de Mina de Su Alteza Serenísima, el rey de Portugal, cons-
trucción que hemos visto).
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