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GATTI, Franco, "Los derechos políticos y electorales en el Sistema Interamericano. Derechos Humanos y soberanía electoral" en BLANDO, Oscar (comp.

),

“Reforma política en argentina. Un debate democrático pendiente”, Rosario, UNR Editora, ISBN 978-987-702-219-3, 2017.

LOS DERECHOS POLÍTICOS Y ELECTORALES EN EL SISTEMA


INTERAMERICANO.
DERECHOS HUMANOS Y SOBERANÍA ELECTORAL

Franco Gatti

Introducción
La jerarquización constitucional de los instrumentos internacionales
sobre derechos humanos significó, además de una conmoción en la estruc-
tura del ordenamiento jurídico, una ruptura epistemológica que trajo con-
sigo el desafío de armonización con los estándares globales vigentes en la
materia. De tal modo, el compromiso jurídico lejos está de detenerse en la
ratificación normativa, y a veintitrés años de la reforma constitucional, se
inauguran nuevos ámbitos de discusión.
El Estado argentino ya ha iniciado un atendible progreso en la aplica-
ción del control de convencionalidad, respondiendo al insistente llamado
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y procurando que todos
los órganos estatales armonicen sus prácticas con los criterios vigentes en
la escena regional. Este test, lejos de ser asumido pacíficamente, provoca
controversias permanentes y los límites en su aplicación configuran actual-
mente un eje de disputas jurídicas y políticas.
En ese contexto se inscriben los denominados derechos políticos y
electorales, identificados –sobre todo estos últimos– por el imprescindible
diálogo entre la soberanía estatal y las pautas hermenéuticas forjadas en
el ámbito de los sistemas de protección de derechos humanos. Aquí se in-
cardina la pretensión investigativa de este trabajo, intentando delinear las
alternativas posibles para que la autonomía estatal en términos electorales y
políticos pueda ser ejercida sin atropellos de los estándares internacionales.

I. EL SISTEMA INTERAMERICANO Y LOS DERECHOS POLÍTICOS

1. El reconocimiento histórico
El 30 de abril de 1948, con la firma de la Carta de la Organización de
los Estados Americanos, comenzó a trazarse en nuestro continente un irre-
versible sendero cuyo horizonte estuvo dado por la afirmación y extensión
de los derechos humanos. Además, aquel documento fundante, destacó en
su preámbulo que “la democracia representativa es condición indispensable

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para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”, ratificándolo en su ar-
ticulado mediante la pretensión de comprometer a todos los Estados miem-
bros a “consolidar la democracia representativa” y a “asegurar la solución pa-
cífica de los conflictos”1.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del hombre,
anterior incluso a la Declaración Universal sobre Derechos Humanos, con-
sagró el derecho de toda persona, legalmente capacitada, a tomar parte en
el gobierno de su país, directamente o por medio de sus representantes, y de
participar en las elecciones populares, que serán de voto secreto, genuinas,
periódicas y libres2. Asimismo, previó como contrapartida el deber de toda
persona a votar en las elecciones populares del país del que sea nacional,
cuando esté legalmente capacitada para ello.
El definitivo reconocimiento de los derechos políticos en el escenario
interamericano se completó con la aprobación de la Convención America-
na sobre derechos humanos en 1969. Esta norma incluye en su artículo 23
el derecho de toda persona de participar en la dirección de los asuntos pú-
blicos, de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas
por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre ex-
presión de la voluntad de los electores, y de tener acceso, en condiciones ge-
nerales de igualdad, a las funciones públicas de su país. No es lícito olvidar
que el artículo 27 de la Convención ubica a los derechos políticos dentro de
aquellos no susceptibles de suspensión, en conjunto con las garantías judi-
ciales indispensables para la operatividad de los mismos. La particularidad
del llamado Pacto de San José de Costa Rica está dada por la configuración
de un sistema de protección –integrado por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos– que
permite a cualquier individuo presuntamente lesionado en sus derechos
acceder a la instancia supranacional en busca de una reparación.
La dinámica propia del proceso de integración política y jurídica ha per-
mitido que la voluntad de los Estados se cristalice en productos normativo sig-
nados por una creciente especificidad y orientados a recoger las necesidades
de las coyunturas históricas. Así, en septiembre de 2001 se sancionó la Carta
democrática Interamericana, erigiendo a la democracia representativa como
la “base del estado de derecho y los regímenes constitucionales de los Estados
Miembros de la Organización de los Estados Americanos”, entendiendo que la

1. Carta de la Organización de los Estados Americanos, artículo 2.


2. Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, artículo XX.

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misma “se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y res-
ponsable de la ciudadanía”3. Paralelamente, se destaca allí, entre los elementos
esenciales de la democracia representativa, “el respeto a los derechos humanos
y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción
al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y
basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del
pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separa-
ción e independencia de los poderes públicos4.
Es posible advertir, en efecto, que en las categorías “democracia repre-
sentativa” y “democracia constitucional” se asientan los derechos políticos
y electorales, sobre los que se ha desarrollado cierto consenso en la cultura
jurídica occidental y, por ello, son abrazados por los sistemas internaciona-
les de protección.

2. Las pautas interpretativas de la Comisión Interamericana de Dere-


chos Humanos
Conforme a la amplia competencia que ostenta la Comisión Intera-
mericana, establecida por la Carta de la OEA y por la propia Convención
Americana, ha tenido ocasión de expedirse sobre el sentido y alcance de los
derechos políticos, no sólo en relación a los Estados Partes del Pacto, sino
también refiriéndose a aquellos que sin haberlo ratificado integran la OEA.
En ese sentido, la Comisión ha entendido a los derechos políticos
“como aquellos que reconocen y protegen el derecho y el deber de todos
los ciudadanos de participar en la vida política de su país, son por esencia
derechos que propician el fortalecimiento de la democracia y el pluralismo
político”5. Previamente había definido la existencia de una “relación direc-
ta entre el ejercicio de los derechos políticos y el concepto de democracia
como forma de organización del Estado” y a continuación se refirió a la
necesidad de “garantizar a los ciudadanos y a los grupos políticos organi-
zados el derecho a reunirse públicamente, permitiendo y fomentando un
debate amplio sobre la naturaleza de las decisiones políticas que requieren
las medidas que adoptan los representantes elegidos por los ciudadanos”6.

3. Carta Democrática Interamericana, Artículo 2.


4. Ibídem, artículo 3.
5. CIDH. Informe “Democracia y derechos humanos en Venezuela”, 2009, párrafo 18.
6. CIDH. Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en Perú (2000). Capítu-
lo IV, párrafo 1.

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Los derechos políticos son de importancia fundamental y se relacio-
nan estrechamente con otros derechos que, al ejercerse plenamente, hacen
posible el adecuado funcionamiento de un sistema democrático y plural.
Comprenden un amplio abanico de actividades que, individualmente o de
manera colectiva, aspiran a contribuir en la dirección de los asuntos públi-
cos. El derecho a elegir y ser elegido es uno de los elementos esenciales para
la existencia de la democracia y una de las formas en que los ciudadanos ex-
presan libremente su voluntad y ejercen el derecho a la participación políti-
ca. Este derecho implica que los ciudadanos pueden decidir directamente y
elegir libremente y en condiciones de igualdad a quienes los representarán
en la toma de decisiones de los asuntos públicos7.
En suma, este organismo afirma que los derechos políticos tienen dos
aspectos claramente identificables: “el derecho al ejercicio directo del poder
y el derecho a elegir a quienes deben ejercerlo. Ello supone una concepción
amplia acerca de la democracia representativa que, como tal, descansa en
la soberanía del pueblo y en la cual las funciones a través de las cuales se
ejerce el poder son desempeñadas por personas escogidas en elecciones
libres y auténticas”8.
La elaboración jurídica de la Comisión no se ha detenido en aspec-
tos meramente conceptuales, ahondando en la extensión de los derechos
políticos y las formas apropiadas de interpretarlos de conformidad con la
Convención. En 1999, se manifestó sobre la participación política de las
mujeres, aseverando que “las medidas de acción afirmativa están en pleno
cumplimiento del principio de no discriminación y de las disposiciones
aplicables de la ley de derechos humanos; de hecho, tales medidas bien po-
drían ser requeridas para lograr la igualdad sustantiva de oportunidades.
La consecución de la participación libre y plena de la mujer en la vida po-
lítica es una prioridad para nuestro hemisferio”9. En el mismo año, adoptó
un posicionamiento sobre los “senadores designados” y el cargo de “senador

7. CIDH. Informe Anual 1990-1991, p. 557; CIDH. Segundo Informe sobre la Situación
de los Derechos Humanos en el Perú, 2000, Capítulo IV, Derechos Políticos, A.1. Ver
también en Corte IDH. Caso Castañeda Gutman Vs. México. Excepciones Prelimina-
res, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de agosto de 2008. Serie C No. 184.
8. CIDH. Informe Anual 2002, Capítulo IV, Cuba, párrafo .11
9. CIDH. Informe anual 1999 “Consideraciones sobre la compatibilidad de las medidas
de acción afirmativa concebidas para promover la participación política de la mujer
con los principios de igualdad y no discriminación”, IV. Conclusiones.

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vitalicio”, establecidos en el artículo 45 de la Constitución chilena, indican-
do que “mediante ese tipo de normas se vulneran los derechos humanos a
la participación política en condiciones de igualdad y sin discriminación
(artículos 23 y 24), consagrados en la Convención Americana”10.
Igualmente, la Comisión indicó que en el ámbito interamericano
“debe aplicarse el principio de un voto por persona y, en el marco del sis-
tema electoral de cada uno de los Estados, el voto de un elector debe tener
igual valor que el de otro” y que “la continuidad en el poder, o en el ejercicio
de éste sin plazo determinado y con manifiesto propósito de perpetuación,
son incompatibles con el ejercicio de la democracia”11.
En los últimos años, la Comisión efectuó un seguimiento detallado de
la situación de los derechos políticos en Venezuela, puesto que a pesar de
que dicho Estado denunció la Convención Americana, continúa bajo la ór-
bita de la OEA. Además del ya mencionado Informe 2009, recientemente
ha insistido en destacar su preocupación, subrayando que “la persistencia
de este clima de hostilidad e intolerancia política en Venezuela recrudece el
debilitamiento de las instituciones democráticas, incluyendo las graves de-
nuncias sobre la falta de independencia de los órganos del Poder Público, y
constituye un obstáculo para superar el agudo clima de polarización política
en el país”12. Entre las circunstancias de emergencia, destaca la “persecución
y criminalización de la disidencia política”, la “inhabilitación para ejercer
cargos públicos”, “estigmatización y descalificación de personas percibidas o
identificadas de la oposición” y la puesta en crisis del “derecho a participar en
elecciones populares, con voto secreto, genuinas, periódicas y libres”.
De este modo, se advierte que la Comisión Interamericana ha des-
plegado una consistente labor, tanto en la definición de los alcances de los
derechos políticos en el continente americano, como en el seguimiento de
situaciones de vulneración.

3. Estándares hermenéuticos de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos
A diferencia del frondoso abordaje hecho por la Comisión, la Cor-
te Interamericana se ha expedido en reducidas oportunidades sobre los

10. CIDH. Informe 137/99, Caso 11.863 “Andrés Aylwin Azócar y otros Vs. Chile”, párra-
fo 159.
11. CIDH. Informe anual 1990-1991.
12. CIDH. Informe anual, Capítulo IV, Venezuela, párrafos 67 y siguientes.

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derechos analizados en el presente estudio. Alberto Dalla Vía ensaya algu-
nos argumentos al respecto, afirmando que el predominio de Tribunales
electorales en nuestro continente “influye concretamente en el escaso nú-
mero de sentencias que llegan a ser resueltas por la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, toda vez que las cuestiones son definidas por los
organismos y tribunales electorales nacionales, conforme a parámetros y
estándares compartidos en materia de derecho electoral; situación diferen-
te al caso de Europa en donde no se encuentra institucionalizado este tipo
de tribunales u organismos y, por ende, un mayor número de sentencias
recae en la tarea del Tribunal de Estrasburgo”13.
Recién en el año 2004 se pronunció por primera vez estrictamente
sobre la materia, en el caso “Carpio Nicolle Vs. Guatemala”, aunque sin
demasiada profundización sobre las implicancias de los derechos políticos
en la Convención. Sin embargo, un año después en el marco del caso “Ya-
tama Vs. Nicaragua” señaló que el artículo 23 de la Convención reconoce
los derechos “a la participación en la dirección de los asuntos públicos, a
votar, a ser elegido, y a acceder a las funciones públicas, los cuales deben ser
garantizados por el Esta­do en condiciones de igualdad”14.
En 2006, el Tribunal Interamericano se pronunció acerca de los de-
rechos políticos de la señora Reverón Trujillo, concluyendo que “sufrió un
trato desigual arbitrario respecto al derecho a la permanencia, en condicio-
nes de igualdad, en el ejercicio de las funciones públicas, lo cual constituye
una violación del artículo 23.1.c de la Convención Americana en conexión
con las obligaciones de respeto y de garantía establecidas en el artículo 1.1
de la misma”15. De esa forma, reiteró la pauta de que “el derecho a tener ac-
ceso a las funciones públicas en condiciones generales de igualdad protege
el acceso a una forma directa de participación en el diseño, implementa-
ción, desarrollo y ejecución de las directrices políticas estatales a través de
funciones públicas”16.

13. Dalla Vía, Alberto. “Los derechos políticos y electorales en la jurisprudencia del Tri-
bunal Europeo y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos” en Anales de la
Academia Nacional de ciencias morales y políticas, Buenos Aires, Academia Nacional
de Ciencias Morales y Políticas, p. 10.
14. Corte IDH. Caso Yatama Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparacio-
nes y Costas. Sentencia de 23 de junio de 2005. Serie C No. 127, párrafo 194.
15. Corte IDH. Caso Reverón Trujillo Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Re-
paraciones y Costas. Sentencia de 30 de junio de 2009. Serie C No. 197, párr. 142.
16. Corte IDH. Caso cit., párrafo 139.

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Desde la óptica hermenéutica, el precedente “Castañeda Gutman” se
impone como especialmente atendible, debido a que la Corte reconoció el
valor de la Carta democrática interamericana al admitir que, en el sistema
interamericano, la relación entre derechos humanos, democracia repre-
sentativa y los derechos políticos quedó plasmada en ella. Conjuntamente,
sostuvo “que la nacionalidad es el vínculo jurídico político que liga una
persona a un estado determinado y permite que el individuo adquiera y
ejerza los derechos y responsabilidades propias de la pertenencia a una co-
munidad política”17.
Ilustrando aún más la cuestión, el órgano jurisdiccional del sistema
interamericano exhibió su posicionamiento sobre la importancia de la opo-
sición política en las sociedades democráticas en el caso “Cepeda Vargas
Vs. Colombia”. Destacó que las voces de oposición resultan imprescindibles
para una socie­dad democrática, sin las cuales no es posible el logro de acuer-
dos que atiendan a las diferentes visiones que prevalecen en una sociedad. Por
ello, la participación efectiva de personas, grupos y organizaciones y partidos
políticos de oposición en una sociedad democrática debe ser garantizada por
los Estados, mediante normativas y prácticas ade­cuadas que posibiliten su
acceso real y efectivo a los diferentes espacios deliberativos en términos igua-
litarios, pero también mediante la adopción de medidas necesarias para ga-
rantizar su pleno ejercicio, atendiendo la situación de vulnerabilidad en que
se encuentran los integrantes de ciertos sectores o grupos sociales18.
Más cercano en el tiempo, en el año 2011, la Corte falló en el caso “López
Mendoza Vs. Venezuela” donde se discutía, entre otras cosas, la “imposición
de restricciones al derecho político de postularse a cargos públicos –sufra-
gio pasivo– a presentarse para un puesto de elección popular en ausencia
de una condena penal firme dictada por un juez competente”19. En efecto, la
Corte concluyó que “una restricción impuesta por vía de sanción, debería
tratarse de una condena, por juez competente, en proceso penal. Ningu-
no de esos requisitos se ha cumplido, pues el órgano que impuso dichas

17. Corte IDH. Caso Castañeda Gutman vs. Estados Unidos Mexicanos, Sentencia de 6
de agosto de 2008, Serie C No. 184
18. Corte IDH. Caso Manuel Cepeda Vargas Vs. Colombia. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de mayo de 2010. Serie C No. 213,
párrafo 173.
19. Corte IDH. Caso López Mendoza Vs. Venezuela. Fondo Reparaciones y Costas. Sen-
tencia de 1 de septiembre de 2011 Serie C No. 233, párrafo 95.

271
sanciones no era un juez competente, no hubo condena y las sanciones no
se aplicaron como resultado de un proceso penal, en el que tendrían que
haberse respetado las garantías judiciales consagradas en el artículo 8 de la
Convención Americana”20.
Por lo tanto, la evolución reseñada da cuentas de que los derechos
políticos no constituyen una categoría cerrada ni resuelta de manera de-
finitiva, sino que, como todos los derechos humanos, reclaman una inter-
pretación evolutiva. Éste ha sido el perfil reiterado por la Corte, destacando
que “los tratados sobre derechos humanos son instrumentos vivos, cuya
interpretación tiene que acompañar la evolución de los tiempos y las con-
diciones de vida actuales”21.

II. EL DERECHO INTERNACIONAL Y LA SOBERANÍA ELECTORAL

1. El control de convencionalidad y sus límites


El denominado control de convencionalidad puso de relieve que la
articulación entre el derecho nacional y el derecho internacional de los de-
rechos humanos debía propender al “afianzamiento real y no sólo declama-
do del sistema de derechos y garantías”22. Inicialmente previsto como tarea
ineludible de los tribunales nacionales, el test de convencionalidad amplió
sus horizontes, involucrando actualmente a todos los órganos del estado.
En consecuencia, la legislación, la administración y las decisiones judiciales
ya no pueden dejar de reflejarse en el contenido de la Convención Ameri-
cana sobre Derechos Humanos y también con la interpretación que de ella
haya concretado la Corte Interamericana de Derechos Humanos –además
de otros instrumentos del corpus iuris internacional–.

20. Corte IDH. Caso Cit., párrafo107.


21. Opinión Consultiva OC-10/89 de 14 de julio de 1989. Opinión Consultiva OC-16/99
de 1 de octubre de 1999. Caso de la Comunidad Indígena Yakye Axa. Sentencia de 17
de junio de 2005. Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Sentencia de 8 de julio
de 2004. Caso Juan Humberto Sánchez. Interpretación de la Sentencia sobre Excep-
ciones Preliminares, Fondo y Reparaciones. Sentencia de 26 de noviembre de 2003.
Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni. Sentencia de 31 de agosto de
2001. Caso Barrios Altos. Sentencia de 14 de marzo de 2001. Caso de “La Masacre de
Mapiripán”. Sentencia de 15 de septiembre de 2005. Caso de la Comunidad Indígena
Sawhoyamaxa. Sentencia de 29 de marzo de 2006. Caso de las Masacres de Ituango.
Sentencia de 1 de julio de 2006.
22. Bazán, Víctor. “Justicia constitucional y derechos fundamentales”, Santiago de Chile,
Centro de Derechos Humanos Universidad Nacional de Chile, 2010, p. 18.

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En el año 2006, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sos-
tuvo en el precedente “Almonacid Arellano Vs. Chile” que los jueces y tri-
bunales internos no sólo están obligados a aplicar las normas vigentes de
su ordenamiento jurídico, sino también están sometidos a las disposiciones
consagradas en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y a
las interpretaciones que de éstas haya hecho el Tribunal Interamericano23.
Luego, en el caso “Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú” agregó que
“cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Conven-
ción Americana, sus jueces también están sometidos a ella, lo que les obliga
a velar porque el efecto útil de la Convención no se vea mermado o anulado
por la aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin”24. En
suma, allí se presentó al instituto como un “acto de revisión o fiscalización
de la sumisión de las normas nacionales a la Convención americana sobre
Derechos Humanos y a la exégesis que a este instrumento le da la Corte
Interamericana”25.
El fundamento en virtud del cual se sostiene el mentado test de conven-
cionalidad reside primordialmente en el contenido de los artículos 1 y 2 de la
Convención, es decir en la obligación general de los Estados de respetar los
derechos establecidos en el texto del tratado y en el deber de adoptar las dis-
posiciones legislativas, jurisdiccionales, administrativas y de cualquier otro
carácter para tornar empíricos los propósitos convencionales. Asimismo, ello
queda subrayado en el artículo 27 de la Convención de Viena sobre derecho
de los tratados, pues ordena que no es posible alegar disposiciones de dere-
cho interno para incumplir obligaciones internacionales.
De esta forma, cada vez es más reducido el número de decisiones do-
mésticas susceptibles de escapar los criterios interamericanos, y aquí apa-
recen con su peculiar sustancia los aspectos relativos al régimen electoral
y el ejercicio de los derechos políticos. Pues, en definitiva, el ejercicio de la
soberanía política y el principio de no intervención disputan terrenos con
una ambición creciente de los sistemas internacionales de protección de
derechos humanos.

23. Corte IDH. Caso “Almonacid Arellano y Otros Vs. Chile”. Sentencia del 26 de sep-
tiembre de 2006, Serie C Nº 154.
24. Corte IDH. Caso “Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs.
Perú”. Sentencia del 24 de noviembre de 2006, Serie C Nº 158.
25. Sagüés, Néstor Pedro. “Obligaciones internacionales y control de convencionalidad”,
Santiago de Chile, Centro de Estudios Constitucionales de Chile Universidad de Tal-
ca, 2010, p.120.

273
2. La doctrina del margen de apreciación nacional: un límite al control
de convencionalidad
Es evidente la trascendencia actual del test de convencionalidad y la
insistencia para su instalación en la praxis jurídica, propiciando que nin-
guna manifestación estatal pueda desconocerlo. Igualmente, y acreditado
por la propia voz del Tribunal Interamericano, ha quedado reforzado el ra-
zonamiento por el cual se asevera la necesidad de ejecutar el control sobre
normas, pero también sobre las prácticas y políticas públicas que pudiesen
desoír los mandatos del Sistema Interamericano.
Esta imponente presencia no fue producto de asimilaciones desprovis-
tas de cuestionamientos, los contrapuntos gestados se concentraron princi-
palmente en la repercusión que esta “internacionalización” del ordenamiento
doméstico produce sobre la noción de soberanía nacional. En definitiva, los
rasgos esenciales que Jean Bodin atribuía a la soberanía, entendiéndola como
el “poder absoluto y perpetuo del Estado”, sufrieron las secuelas propias de
la inserción de los Estados en el orden global y de los consensos que allí se
ensayan para trazar criterios lo más uniformes posibles.
Sin embargo, el control de convencionalidad no está libre de limita-
ciones, además de las precisiones enunciadas en cuanto a quiénes lo de-
sarrollan, cuál es el material controlado y cuál aquél en relación al que se
controla, existe una porción de la conducta estatal que –a priori– podría
merecer un análisis diferenciado. Uno de los institutos que traza restriccio-
nes a la intervención del convencionalismo es el denominado “margen de
apreciación nacional”. El mismo “debe ser comprendido como un reducto o
criterio de interpretación y aplicación de los derechos humanos, atribuido
al Estado por parte de los tribunales regionales”26. Su existencia se encuen-
tra justificada por la ausencia de un consenso entre los diferentes Estados
parte dentro de los tratados, lo que torna dificultoso lograr interpretaciones
uniformes sobre las cláusulas de los mismos.
Esta doctrina halla vinculación con la determinación de cuáles son las
limitaciones de la jurisdicción internacional en materia de derechos huma-
nos, contribuyendo a discutir en derredor de su carácter coadyuvante. De
hecho, el pilar del instituto analizado reside en el principio de subsidiariedad,

26. Barbosa Delgado, Franciso R. “Los límites a la doctrina del margen nacional de aprecia-
ción en el Tribunal Europeo y la Corte Interamericana de Derechos Humanos: intervención
judicial en torno a ciertos derechos de las minorías étnicas y culturales”, Bogotá, Revista
Derecho del Estado nº 26, 2011, p. 108.

274
consagrado en el Preámbulo de la Convención americana cuando describe
la naturaleza “coadyuvante o complementaria” que el sistema de protección
convencional posee respecto de la que ofrece el derecho interno de los Esta-
dos. En efecto, se reconoce que en ciertos casos es posible la existencia de
una diversidad de interpretaciones en materia de derechos fundamentales, y
se sugiere que el Tribunal Internacional del que se trate se inhiba en la subro-
gación de las autoridades nacionales para valorar aquellas circunstancias que
permiten configurar las versiones locales de derechos universales. Como lo
sugiere Georges Letsas “la doctrina del margen de apreciación tiene dos fa-
cetas: una sustantiva, relativa al eterno problema de discernir entre las liber-
tades individuales y los objetivos colectivos, y otra estructural, relativa a la
intensidad del escrutinio de los tribunales internacionales sobre la actividad
de los órganos nacionales”27.
Específicamente, el instituto en cuestión deja un margen de libertad a
los Estados: “1) para apreciar las circunstancias materiales que ameritan la
aplicación de medidas excepcionales en situaciones de emergencia, 2) para
limitar el ejercicio de alguno de los derechos con el objeto de resguardar
otros derechos o intereses de la comunidad., 3) para definir el contenido de
los derechos y determinar el modo en que estos se desarrollan en el orde-
namiento interno”28. Por ejemplo, en el ámbito europeo, se ha reconocido
la aplicación del margen de apreciación para limitar el alcance de libertades
comunitarias frente a circunstancias extraordinarias, como por ejemplo un
riesgo para la salud colectiva29, o para definir el alcance nacional de la mo-
ralidad pública30.
No puede desconocerse que si bien fuertes oposiciones a la utilización
de esta doctrina esgrimen que ella esconde un peligro latente, pues flexibili-
za los mandatos internacionales en la interpretación de los derechos huma-
nos, acabaría siendo una actitud teóricamente irresponsable desecharla de

27. Letsas, George. “Theory of interpretation of the European Convention of Human Ri-
ghts, Oxford. Oxford University Press, 2007, p. 80.
28. Nuñez Poblete, Manuel. “Sobre la doctrina del margen de apreciación nacional. La
experiencia latinoamericana confrontada y el THELOS Constitucional de una técnica
de adjudicación del derecho internacional de los derechos humanos”, México D.F,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2012, p.06.
29. Asunto c-172/00, Ferring Arzneimittel GmbH Vs. Eurim-Pharm Arzneimittel
GmbH, 10 de septiembre de 2002.
30. Asunto 34/79, “Regina/Maurice Henn y John Frederick Darby”, 14 de diciembre de
1979.

275
plano. Piénsese, verbigracia, en aquellos Estados donde conviven una mul-
tiplicidad de etnias, o en territorios con prácticas ancestrales y legitima-
das popularmente que sin violar estrictamente derechos humanos exigen
de ellos valoraciones peculiares. De hecho, la matriz epistemológica de la
Corte Interamericana ha sufrido mutaciones con el transcurso del tiempo,
confirmando que la hermenéutica de los derechos humanos no se forja de
una vez y para siempre, y que incluso del propio uso que los Estados hagan
del “margen de apreciación nacional” pueden irrumpir nuevas miradas.

3. El margen de apreciación en la esfera de los derechos políticos y


electorales
En el Sistema Interamericano, “la idea de que el Estado pueda ejercer
un margen de apreciación nacional en la aplicación de la Convención no se
encuentra expresamente reconocido en el texto de la misma .Sin embargo, es
evidente que esta doctrina también tiene aplicación en el sistema interame-
ricano”31. A pesar de esta circunstancia, el Sistema Interamericano ha sido
displicente a la utilización de la referida construcción interpretativa. Entre las
razones de la oposición, suele hablarse de “la juventud del sistema, no propi-
cio para la implementación de una técnica avanzada para democracias con-
solidadas; que causaría una percepción de debilitamiento de la protección
internacional, por su posible utilización tendenciosa ajena al ámbito jurídico;
desconfianza hacia la capacidad de los Estados para proteger de forma efecti-
va los derechos humanos; falta de fe en los derechos nacionales y la necesidad
de un control más garantista por parte de la Corte Interamericana”32. Por
su parte, Benavides Casals33 entiende que “dos son las razones que justifican
que la Corte Interamericana de Derechos Humanos no haya profundizado
particularmente en la teoría del margen de apreciación. Desde un punto de
vista cuantitativo la jurisprudencia de la Corte es considerablemente menor a
la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Por tanto las oportunidades

31. Faúndez Ledesma, Héctor. “El sistema interamericano de protección de derechos hu-
manos Aspectos institucionales y procesales”, 3ª edición, San José, Instituto Interame-
ricano de Derechos Humanos, 2004, p. 57.
32. Úbeda de Torres, Amaya. Democracia y derechos humanos en Europa y en América,
estudio comparado de los sistemas europeo e interamericano de protección de los
derechos humanos, Madrid, Editorial Reus, 2007, p. 538.
33. Benavides Casals, María Angélica. “El consenso y el margen de apreciación en la pro-
tección de los derechos humanos”; Revista Ius et Praxis, 15 (1):295-310, 2009.

276
para pronunciarse al respecto son menores. Y por otro lado la jurisprudencia
de la Corte tiende al universalismo34.
La Comisión Interamericana ha receptado esta doctrina, refiriéndose
estrictamente a los derechos políticos y electorales en el caso “Efraín Mont
Vs. Guatemala”. Allí, cuestión central a la que debió abocarse la Comisión
fue la siguiente:  ¿Es consistente con este artículo de la Convención y sus
complementarios, la condición de inelegibilidad permanente que establece
la Constitución de Guatemala en su artículo 186 respecto a los jefes de mo-
vimientos políticos que rompen el orden  constitucional o asumen la Jefatura
del Estado a raíz de los mismos?35. Y a los efectos del análisis, aseveró que “el
contexto del derecho constitucional guatemalteco e internacional en que se
ubica esta condición de inelegibilidad, es la dimensión apropiada para el aná-
lisis de la Convención en general, y de sus artículo 23 y 32 al caso sub-judice,
y de la cual puede surgir el margen de apreciación permitido por el derecho
internacional”36. Sustancialmente, insistió en “reafirmar el carácter restricti-
vo con que debe utilizar ese margen de apreciación, el cual debe ser siempre
concebido tendiente al refuerzo del sistema y sus objetivos”37.
Vinculado con lo anterior, debe tenerse presente el impacto que posee
procedimiento electoral en la formación democrática de la voluntad de los
órganos del Estado. No hay derechos fundamentales sin procedimientos
democráticos, y por muy compleja que sea la definición de la democra-
cia, es patente que, sin elecciones libres y procedimientos electorales, no
existe. Estamos ante un requisito de mínimos que lleva a comprender la
democracia representativa como un conjunto de reglas de procedimiento38.
En efecto, los sistemas electorales deben responder a una amplia libertad
de configuración normativa de cada legislador doméstico. Toda ley elec-
toral realiza el juicio más político posible, una decisión sobre el modelo
de democracia representativa, y debe sopesar ingredientes muy variados,

34. Corte IDH. Opinión Consultiva “Otros Tratados” Objeto de la Función Consultiva de
la Corte (art. 64 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Con-
sultiva OC-1/82 del 24 de septiembre de 1982. Serie A Nº 1. Párrafo 40.
35. CIDH. Informe N° 30/93, Guatemala, Caso 10.804, “José Efraín Mont Vs. Guatema-
la”, 12 de octubre de 1993, párrafo20.
36. CIDH. Informe Cit., párrafo 24.
37. CIDH. Informe Cit., párrafo 34.
38. Dalla Vía, Alberto Ricardo. “Derechos políticos, normativa electoral y equidad en
los procesos electorales”, Corte Interamericana de Derechos Humanos http://www.
corteidh.or.cr/tablas/r29275.pdf, p. 31.

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histórica y políticamente condicionados, y casi de imposible satisfacción a
un tiempo. He de ahí el desafío por conciliar los estándares internacionales,
muchos de ellos con aspiración de ser entendidos en clave universal, con el
carácter eminentemente local de la normativa electoral.
Frente al problema planteado en el párrafo precedente, la Comisión
afirmó que “debe otorgarse un grado de autonomía a los Estados para or-
ganizar sus instituciones políticas a fin de dar efecto a esos derechos, como
el derecho a la participación política, deja margen a una amplia variedad
de formas de gobierno y ha resaltado que su función y objetivo no es crear
un modelo uniforme de democracia representativa para todos los Estados,
sino determinar si la legislación de un Estado infringe derechos humanos
fundamentales39. En la misma línea argumental la Corte señaló que el Sis-
tema Interamericano “no impone un sistema electoral determinado ni una
modalidad específica para el ejercicio de los derechos a votar y a ser votado.
La Convención Americana establece lineamientos generales que determi-
nan un contenido mínimo de los derechos políticos y permite a los Esta-
dos que dentro de los parámetros convencionales regulen esos derechos de
acuerdo a sus necesidades históricas, políticas, sociales y culturales, las que
pueden variar de una sociedad a otra, e incluso en una misma sociedad, en
distintos momentos históricos”40.
El precedente paradigmático en la materia quizás este dado pro el
caso “Yatama”, donde se discutió la violación de los derechos políticos
–artículo 23 de la Convención– en perjuicio de los candidatos a alcaldes,
vicealcaldes y concejales presentados por el partido político regional in-
dígena Yapti Tasba Masraka Nanih Asla Takanka (comunidad “Yatama”).
Dichas personas fueron excluidas de participar en las elecciones munici-
pales realizadas el 5 de noviembre de 2000 en las Regiones Autónomas del
Atlántico Norte y del Atlántico Sur, como consecuencia de la resolución
emitida el 15 de agosto de 2000 por el Consejo Supremo Electoral de Ni-
caragua. La Corte determinó que “la obligación de garantizar no se cum-
ple con la sola expedición de normativa que reconozca formalmente di-
chos derechos, sino requiere que el Estado adopte las medidas necesarias

39. CIDH. Informe N° 137/99, Caso N° 11.863, Aylwin Azocar y otros c. Chile (Méritos),
párrafos 99 y 76; Informe 98/03 caso 11.204, Statehood Solidarity Committee c.
EEUU, del 29 de diciembre de 2003, párrafo 88.
40. Corte IDH. Caso “Castañeda Gutman Vs. Estados Unidos Mexicanos”; Sentencia de
6 de agosto de 2008, Serie C No. 184, párr. 166.

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para garantizar su pleno ejercicio, considerando la situación de debilidad
o desvalimiento en que se encuentran los integrantes de ciertos sectores
o grupos sociales”41. El caso Yatama vs. Nicaragua, resulta interesante, ya
que supera las lógicas formales de la democracia representativa y toma en
cuenta la realidad multicultural de un país y su posible incidencia sobre
la participación real de la población en el proceso político, integrando
un elemento material a la forma de entender la participación política en
contextos multiculturales42.
Coherente con su criterio restrictivo, en el caso Castañeda Gutman, el
Tribunal manifestó “que ambos casos no compartían las mismas propieda-
des relevantes, toda vez que mientras el requisito consistente en participar
políticamente a través de un partido político para personas pertenecientes
a una comunidad indígena es desproporcionado al traducirse en una forma
ajena a sus usos, costumbres y formas de organización, dicho requisito no
podría considerarse injustificado en el caso del señor Castañeda, en virtud
de que no acreditó representar a una comunidad vulnerable o marginada,
además de que tenía diversas alternativas para postularse como candidato
a la presidencia conforme al sistema electoral mexicano: formar un partido
político, ingresar a un partido político y por la vía interna ser nominado
como candidato, ser postulado como candidato externo de un partido po-
lítico o formar una agrupación política nacional”43.
En definitiva, si bien en el escenario interamericano la aplicación
de la doctrina del margen de apreciación nacional ha sido definitiva-
mente acotada, los pocos ejemplos vigentes pertenecen a la órbita de
los derechos políticos y electorales. La premisa de justificación en el
continente europeo estuvo sustentada en el principio democrático y de
soberanía, permitiendo a los Estados una amplia discrecionalidad en
la materia. En cambio, en el Sistema interamericano se confiere a los
órganos regionales aquella tarea, puesto que en definitiva son quienes

41. Corte IDH. Caso “Yatama con Nicaragua”, 23 de junio de 2005, Serie C Nº 127, párr.
201.
42. Gajardo Falcón, Jaime. “Estudio comparado de la jurisprudencia de la Corte Intera-
mericana de Derechos Humanos y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre
representación política en contextos multiculturales”, Revista de Derecho, Escuela de
Postgrado Nº 5, 2015, p. 195.
43. Pelayo Moller, Carlos María y Vázquez Camacho, Santiago. “El caso Castañeda ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos”, México, Anuario Mexicano de Derecho
Internacional, 2009.

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ostentan la última palabra para dirimir si ese terreno interpretativo sobe-
rano ha sido utilizado conforme a las exigencias de la Convención.

Conclusiones

El breve recorrido delineado sobre las pautas regionales vigentes acer-


ca de los derechos políticos y electorales pone en evidencia una manifiesta
preocupación del sistema de protección por elevar los umbrales de vigencia
y satisfacción. Frente a una tímida regulación de esta categoría de dere-
chos en los instrumentos normativos fundacionales, la voluntad jurídica
latinoamericana motivó la formación de consensos condensados en nuevos
compromisos internacionales y generó un proactivo accionar de los órga-
nos del sistema.
En este contexto de creciente regulación y ampliación de desarrollos
interpretativos, se inscribe la tensión entre los mandatos emanados del es-
cenario internacional y la necesaria autonomía de los Estados para definir,
fronteras adentro, sus mecanismos de participación política y la norma-
tiva electoral en general. Por ello, resulta peculiarmente interesante el rol
conciliatorio del denominado “margen de apreciación nacional”, que sin
permitir la violación de los derechos humanos convencionales, es capaz de
armonizar las necesidades soberanas en la disciplina electoral con los linea-
mientos hermenéuticos regionales, procurando una convivencia jurídica.

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