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GRACIELA REYES
Montesinos
Barcelona
1994
Pg. 89-144
4 El hablante en la gramática
el lenguaje sirve o bien para transmitir información sobre el mundo, o bien para
exhibir los sentimientos, emociones, o actitudes del hablante. Así, se distinguen dos
funciones básicas del lenguaje, que han recibido diferentes denominaciones: función
representativa y función expresiva (Bühler), referencial y emotiva (Jakobson), ideativa e
interpersoflal (Halliday). La función ideativa (o representatiVas o referencial) sirve para
la expresión de contenidos que provienen de nuestras representaciones sobre el mundo y
la interpersoflal (o expresiva, o emotiva) permite la expresión de actitudes personales y
la configuración de las relaciones entre los hablantes.
Tanto los lingüistas como los filósofos del lenguaje han dado siempre más
importancia al primer miembro de la dicotomía, la función ideativa, considerando que la
función básica del lenguaje es transmitir información sobre el mundo; la transmisión de
sentimientos, modos y actitudes se ha considerado secundaria, o, al menos, marginal.
Los estudios recientes de pragmáticas especialmente los más empíricos, dedicados al
análisis de la conversación, se interesan, en cambio, por los aspectos expresivos o
interpersonales del lenguaje, lo que ha dado lugar al estudio de partículas o expresiones
que parecen carecer de todo significado (como bueno, oh, etc.), y de significados no
referenciales cuya función es contribuir al establecimiento de las relaciones entre los
interlocutores, afianzar la coherencia discursiva o mostrar la actitud del hablante ante su
proposición, en lugar de transmitir información de tipo factual. Entre estos significados
interpersonales deben incluirse los que derivan de lo que Halliday llama la mcta-
función textual del lenguaje, que permite al lenguaje construir textos, es decir,
manifestarse en forma oral o escrita; la metafunción textual es imprescindible para que
se cumplan las otras dos (cfr. «Language structure and language function», 1970).
Muchos elementos gramaticales presentan variossignificados que se derivan de
más de una función: pueden servir para transmitir información y para mostrar la actitud
del hablante, o para transmitir información y también contribuir a la textualización del
mensaje, etc.
Ciertos adverbios de modo, por ejemplo, no solamente modifican al predicado de
la oración. Supóngase que se usa la expresión evidentemente en un enunciado como
Evidentemente, este asunto va de mal en peor. Evidentemente significa que algo está
claro, pero subjetivamente claro: claro para el hablante. El hablante que usa la expresión
evidentemente admite de forma implícita que lo que dice está sujeto a duda o puede
estar, o estuvo, o estará, sujeto a duda: que no es evidente por sí mismo, porque si fuera
evidente no tendría que afirmar que lo es para él. El adverbio evidentemente (y otros
semejantes como sin duda, etc.) sirve, en efecto, para restringir una afirmación,
mostrando una actitud del hablante ante esa afirmación, una restricción de tipo
epistemológico, equivalente a algo como ‘Yo saco la conclusión de que es así, aunque
tuve razones para no creerlo, o aunque usted, mi interlocutor, no lo crea o no lo vea así
‘. El significado «literal» de evidentemente, como viene, por ejemplo, en el diccionario
(‘tan claro que resulta indudable o innegable ‘, en María Moliner, Diccionario de uso
del español) no basta para explicar su valor de uso. Este valor está relacionado con el
hecho
—cevidentemente» pragmático— de que una expresión quiere decir más de lo que
significa literalmente o fuera de los textos. En este caso, sucede que si algo fuera de
verdad «evidente» para todos, no habría que afirmar que lo es para el hablante: el
hablante «se mete» en el texto cuando dice evidentemente, por lo
La gramática a posteriori
Desde esta perspectiva posmoderna, la gramática, tal como la conciben las teorías lingüísticas estándares, se vuelve
cuestionable. Quizá podamos empezar con el gesto característico heideggeriano-derridiano de poner gramática sous râture
gramatica. En lugar de formas con contexto, como quiere el análisis del discurso, tendremos textos con formas, y la
contextualidad será reemplazada por la textualidad. Estructura y gramática en general, en lugar de concebirse como presentes a
priori, emergerán de repeticiones concretas en el discurso. [...] La repetición y el uso de fórmulas se relacionan con la
«exterioridad” de Wittgensteifl y con la noción de Derrida de los actos de habla como «injertos». […] Mis propios trabajos sobre
lo que he llamado «gramática emergente» insisten en que la gramática emergente debe verse no como otra variedad de gramática
o como el mero antecedente histórico de una «gramática de presencia» sincrónica, sino como una estructuración permanente un
movimiento continuo hacia la estructura, sólo parcialmente completado. La gramática emergente es un conjunto de regularidades
que están alcanzando popularidad en la comunidad lingüística y que se extienden a través de diferentes articulaciones y
colocaciones. 1...] La estructura, en este sentido, es parásita de los textos (tomo la metáfora de J. Hillis Miller); la estructura surge
de los textos y por lo tanto o bien se transmite a otro texto o bien muere [ …]
La gramática es, pues, un devenir más que un ser. Su inestabilidad no es el suplemento de una esencia estable, sino parte
de su naturaleza. La lingüística puede responder a esta concepción de la gramática sin dejar que sus métodos se vuelvan una
pálida imitación de la crítica literaria: puede hacerlo creando proyectos propios. Ya podemos ver cómo la vieja semántica
estructuralista es reemplazada por el estudio de la naturaleza y trayectorias características del cambio semántico en relación con la
textualjdad. También se observan los efectos del postestructuralismo en la enseñanza de las lenguas extranjeras. [...] Aprender una
lengua extranjera entraña no tanto internalizar reglas gramaticales cuanto adquirir y expandir un repertorio de estrategias para
crear textos. [...]
En el estudio de la gramática emergente, es decir, de la «gramatización», la lingüística se acerca implícitamente a las
suposiciones subyacentes de la teoría literaria pos- moderna. Al reconocer la naturaleza fragmentaria y temporal de la estructura,
[...] la lingüística puede responder a esas nuevas y poderosas fuerzas, absorberlas, desarrollarlas.
Paul Hopper, «Discourse Analysis: grammar and critical theory in the 1980’» (1988), pp. 22-23.
cual nos resultaría extraño que en un libro de geometría se definiera el triángulo
diciendo: Evidentemente, el triángulo es una figura de tres lados, ya que esta frase pone
en duda la verdad general de la definición. Una expresión de ese tipo sólo podría usarse
—aparte ironías o juegos— por razones didácticas, para cerrar un razonamiento sobre el
triángulo, ya que evidentemente y otros adverbios semejantes implican que el hablante
hace un razonamiento, saca conclusiones de ciertos datos, presuponiendo algo así como
«por lo que se ve, puede concluirse que».
Tómese ahora la expresión ya que. Es una conjunción causal como porque, pero su
función argumentativa es peculiar: presenta la causa como un hecho conocido, ya
afirmado antes en el discurso, es decir, no sólo apunta al mundo, sino también al
discurso. Obsérvese la diferencia entre porque y ya que en los siguientes ejemplos:
No jugaron el partido porque llovía.
No jugaron el partido, ya que llovía.
Mientras porque liga dos hechos sobre los cuales estoy informando (que no
jugaron, que llovía), ya que (o puesto que) liga también dos hechos, pero de uno de ellos
(que llovía, o sea, la causa del no jugar) no informo realmente, sino que lo menciono
como algo ya conocido o ya dicho en la conversación. Para comprobar la verdad de la
lluvia en No jugaron porque llovía hay que examinar el mundo (constatar que llovía
realmente); para comprobar la verdad de ya que llovía debo mirar primero el discurso:
¿es verdad que en esa conversación se había mencionado la lluvia?, ¿de dónde procede
la información sobre la lluvia? Sólo secundariamente podemos buscar la
correspondencia entre lo dicho y el mundo, es decir, averiguar el valor de verdad de la
proposición.
Por eso ya que puede servir para atribuir palabras o pensamientos al interlocutor.
Supóngase un diálogo como el siguiente:
A- Ya que te gusta cocinar, cocina tú.
B- Yo jamás he dicho que me guste cocinar.
En todos estos casos, el imperfecto señala la acción, proceso o estado que sucede
en el pasado del hablante, y que éste presenta en transcurso: los imperfectos de estos
enunciados expresan el valor referencia! básico del imperfecto, ‘pasado en transcurso’.
El hablante puede usar ese significado, o, quizás, abusar de ese significado, para
expresar otras cosas. Para expresar, por ejemplo, sus escrúpulos epistemológicos.
La expresión de la incertidumbre sobre el conocimiento de lo que se enuncia está
codificada en muchas lenguas mediante formas especiales. Estas lenguas poseen
partículas, o morfemas, para indicar que el hablante no tiene experiencia directa de lo
que afirma: que lo sabe de oídas, por ejemplo. Los estudiosos de las lenguas indígenas
de América observaron el fenómeno hace muchos años y llamaron a esas partículas
evidentials o, más específicamente, quotatives, cuando servían para indicar que lo
afirmado procedía del testimonio oral o escrito de otro y no de la observación directa
del hablante (el quotative o «citativo» es el tipo más frecuente de evidencial). El español
carece de morfemas especiales, de modo que si queremos advertir que lo que decimos
nos lo dijo otro y así, por ejemplo, no responsabilizar- nos enteramente de su verdad o
falsedad, podemos indicarlo explícitamente:
Pero si venía, puede ser que no haya llegado a venir, que no haya venido,
salvo que el contexto sea más explícito. De modo que el imperfecto es idóneo para
el discurso indirecto, donde la verdad de lo que se traslada verbalmente depende
de una fuente verbal y no, completamente, del hablante.
A falta de otras partículas ad hoc, el imperfecto español puede indicar
evidencialidad. La misma función desempeñan otras formas verbales (el
pluscuamperfecto, el condicional), pero con menos frecuencia, al menos en
español.
En todos los ejemplos que hemos visto hasta aquí, el valor pragmático
(intertextual) del imperfecto se puede atribuir a escrúpulo epistemológico del
hablante, que hace depender lo que dice de una fuente implícita, con el fin de
salvaguardar su responsabilidad. Pero la relación intertextual. real y verificable o
sólo inventada, puede realizar funciones distintas, que tienen que ver con la
relación entre hablante e interlocutor. El hablante puede establecer una relación
intertextual por razones retóricas: para hacer un cumplido, para expresar afecto o
aprobación, para ser cortés.
Supóngase que queremos mostrar sorpresa ante la llegada inesperada de un
amigo. Al abrir la puerta y verlo podemos decir algo como
If 1 had money, 1 would buy it. ‘Si tuviera (literalmente: tuve) dinero, lo
compraría’.
En español el imperfecto, que indica pasado y además acción en suspenso, se
desliza más fácilmente que el pretérito simple hacia el terreno de lo irreal, y así lo
prueban sus numerosos empleos modales.
Las gramáticas suelen consignar estos usos modales como excepciones,
peculiaridades, «metáforas»: el valor recto, literal del imperfecto es indicar pasado
en transcurso, y todos los usos subjetivizados son traslaciones metafóricas, figuras
del imperfecto, propias de la lengua literaria o de la conversación. Esta visión
tradicional sigue prevaleciendo, aunque las descripciones modernas hayan
abandonado la dicotomía valor literal/valor metafórico.
Los estudios más recientes (cfr. nota 5) proponen que el imperfecto tiene
valores temporales y además valores modales, que no serían metafóricos (ya que
la metáfora entraña dependen cia lógica respecto de los valores temporales), sino,
más bien, «secundarios», es decir, no prototípicos. Es interesante notar que estos
valores secundarios, todos ellos subjetivos, no referenciales, ya existían en latín
clásico: unos y otros significados del imperfecto han coexistido durante siglos,
pese a que el paradigma verbal tenía juegos completos de formas para expresar
solamente modalidad. En el español moderno la modalidad se expresa con el
subjuntivo, presentado siempre en las descripciones gramaticales como el modo de
la irrealidad, el deseo, la volición o las representaciones verbales; el indicativo, a
su vez, sirve para expresar «realidad». El subjuntivo sería el modo de la
subjetividad, el indicativo el de la objetividad.
No es así, sin embargo, porque en el paradigma del indicativo hay un sector
propenso a modalizarse con cierta frecuencia; este sector está formado por el
imperfecto, los futuros y los potenciales o condicionales. Las formas subrayadas
en las oraciones siguientes pertenecen al modo indicativo, y sin embargo indican
modalidad (epistémica o deÓntica):
Serán las diez (ahora).
No contesta. Se habrá marchado ya.
Serían las diez cuando llegó.
No contestaba. Se habría marchado ya.
¿Me dejarías el lápiz?
En la primera oración, por ejemplo, podemos ver que el valor referencial
típico del futuro, que es expresar posterioridad respecto del presente, ha
desaparecido: el futuro simple indica aquí modo (el hablante hace una conjetura,
enuncia una posibilidad), y no tiempo futuro. La modalización del futuro es un
fenómeno tan importante, por su difusión y frecuencia, que algunos lingüistas
dudan ya de que el futuro indique básicamente temporalidad.
Parece claro que la modalización de las formas verbales, y en particular la
del imperfecto, que sirve, según los casos, a la función textual o a la expresiva, o a
ambas a la vez, es un proceso de subjetivización. En este proceso el significado
básico, relativamente objetivo, da lugar a significados secundarios de tipo
subjetivo. La expresión que acabo de usar, «da lugar», indica una dirección y
posiblemente una relación de causalidad, según la cual unos significados permiten
la creación de otros significados: el significado temporal ‘pasado’ permite la
extensión ‘inactual, irreal’, por ejemplo. Esto parece implicar que el hablante, en
algún nivel de su consciencia, sabe que, cuando dice por ejemplo Qué hermosa
eras, está usando un tiempo de pasado y haciéndolo servir para dar realce al
presente, y no para referir- se al pasado, o no del todo. Del mismo modo, el
hablante que dice Si hubiera sabido esto no venía, en lugar de Si hubiera sabido
esto no habría venido, «tiene consciencia» de que en el primer caso habla en parte
como si contara algo pasado y quizás irreal, y de que en cierto modo está
aplicando ese pasado al presente.
La noción gramatical de «distanciamiento» que ha servido para explicar los
usos modales del imperfecto, implica que el hablante «sabe» que el imperfecto,
ante todo y sobre todo, indica pasado, y entonces, con algún mínimo grado de
deliberación, traslada ese significado a un contexto aparentemente discrepante,
donde la discrepancia crea un nuevo sentido. El hablante «aleja» la acción, o «se
aleja» él mismo del presente, recurriendo metafóricamente al pasado. La palabra
«distanciamiento» no debe sugerimos abstención, desaparición del hablante: por el
contrario, al transferir el significado temporal pasado a la situación de habla
presente el hablante se manifiesta en la gramática, expresando una actitud ante el
contenido de su enunciado, es decir, expresando modalidad.
Siempre dentro de esta visión del fenómeno, puede observar- se que en otros
usos modales del imperfecto no hay distanciamiento:
4.5. Egocentrismo
Los complementos a las seis, el sábado, hace dos años remiten la acción,
directa y específicamente, a un momento del pasado. En todos estos casos se
puede usar también el pretérito simple, preferible para muchos hablantes (Hoy me
levanta a las seis, Vinieron a vernos el sábado, Se casaron hace dos años). Sin
embargo, el uso del perfecto en enunciados como éstos es normativo, y muy
frecuente en ciertas zonas dialectales del español. Algunos lingüistas interpretan
estos usos como un deslizamiento hacia significados menos subjetivos. El hablante
desconecta la forma verbal de su presente (el del hablante) y la remite solamente a
un momento definido del pasado, con lo que el perfecto adquiere un significado
idéntico al del pasado simple, y puede sospecharse que acabará por desplazarlo de
la lengua hablada.
La des-subjetivización consiste en eliminar del perfecto el valor ‘relevancia
presente’, que involucra fuertemente al hablante, ya que indica que éste quiere
incluir la acción dentro de la esfera de interés inmediato, quiere resaltar,
precisamente, que la acción es relevante en el aquí y ahora de su enunciación.
Si el significado ‘relevancia presente’ se pierde y el perfecto pasa a indicar
solamente ‘pasado’, esta forma se habrá «ohjctivizado». Nótese, sin embargo, que
el hablante no «aleja» la acción de su presente, sino que, más bien, la acerca:
explota el valor ‘relevancia presente’ para dotar de valor actual a acontecimientos
situados en el pasado. Este análisis sólo puede justificarse si se toman en
consideración los contextos de uso de los perfectos supuestamente
«objetivizados».
Hemos visto antes que la subjetivización del imperfecto cantaba sucede en el
discurso informal, en la conversación. La supuesta objetivización del perfecto
sucede también en el discurso oral. La lengua escrita, en efecto, retiene el valor
‘relevancia presente’ del perfecto, y es reacia a frases como Hoy me he levantado
a las seis. Este tipo de construcción es frecuente, en cambio, en el lenguaje
coloquial. Para ilustrar este uso, transcribo a continuación un fragmento de una
charla informal; la hablante es de Madrid y cuenta lo que le ha sucedido esa
mañana (su relato tiene lugar a la hora de la cena):