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Módulo: Nuevas miradas, viejos


problemas: revolución, independencia y
guerras civiles en los orígenes de la
nación argentina (1806-1880).

La Revolución de Mayo como mito


de orígenes de la nación argentina.
¡Estimados/as colegas! Estamos muy contentos de comenzar a transitar
este recorrido por parte de nuestra historia con ustedes. Una vez más,
¡bienvenidos/as!

Como vimos en la presentación del módulo y en el reportaje a Gabriel di Meglio, la


Revolución de Mayo puede considerarse como el mito de orígenes de nuestra
nación. Ese lugar de privilegio no es un hecho natural, sino el resultado de una
historia que es también la de las disputas sobre qué es o debe ser la Nación
Argentina. Es por eso que, para comprender el proceso revolucionario y nuestra
forma de relacionarnos con él, primero debemos desandar la historia de sus
representaciones e interpretaciones.

En esta clase vamos a repasar, analizar y discutir algunos momentos relevantes de


esta historia. El recorrido comenzará examinando cómo vivieron y pensaron a la
Revolución sus contemporáneos y la forma en la que fue interpretada durante las
décadas siguientes. Luego nos detendremos en las interpretaciones realizadas por
los escritores románticos como Alberdi y, en particular, en la Historia de Belgrano y
de la Independencia Argentina de Bartolomé Mitre. Si bien es la obra que más
influyó en la construcción de un relato histórico nacional, y por eso ha merecido
todo tipo de calificativos, lo cierto es que, hoy en día, es más comentada y criticada
que leída, por lo que creemos importante analizarla con cierto detalle. Adelantemos
que sus innovaciones decisivas fueron dos: a) plantear que la nacionalidad
argentina se había ido constituyendo durante el período colonial; b) presentar a la
Revolución de Mayo como el momento en el que algunos sectores promovieron su
emancipación. Pero no alcanza con escribir un libro para que sus ideas sean
aceptadas por la sociedad. También son necesarias otras condiciones. Es por eso
que el relato de Mitre recién se convirtió, décadas más tarde, en la interpretación
dominante de la historia argentina, en el marco de profundas transformaciones
sociales, políticas y culturales. Un momento clave, en ese sentido, fueron las
reflexiones y discusiones sobre la identidad nacional suscitadas alrededor de la
conmemoración del Centenario en 1910. Fue entonces, a comienzos del siglo XX,
cuando se terminó de consagrar a la Revolución de Mayo como el hecho fundacional
de la Nación, acompañando los profundos cambios sociales y la expansión de las
instituciones estatales, como las escuelas que se convirtieron en uno de los
principales agentes difusores de esta concepción.

 
 

A lo largo del siglo XX se entablaron numerosas polémicas históricas sobre la


Revolución, que eran también políticas e ideológicas pues derivaban de las
diferentes ideas de nación que tenía cada sector o autor. Pero hasta hace muy
pocos años no se puso en cuestión la relación entre Nación Argentina y Revolución
tal como fue concebida por Mitre. En todo caso, tal como lo hicieron los
historiadores revisionistas a partir de la década de 1930, se propusieron otras
valoraciones de los hechos y sus protagonistas, pero sin modificar su esquema
interpretativo.

En suma, y tal como se puede apreciar cotidianamente en las escuelas y se puso de


manifiesto al conmemorarse su Bicentenario, la Revolución constituye nuestro mito
de orígenes, aunque no todos los sectores coincidan en la valoración de los hechos
y los personajes, ni en su relación con el presente y el futuro de nuestra sociedad.

El concepto de nación

En el módulo hicimos varias veces referencia a la nación, pues se trata de un


concepto clave para entender nuestra historia. Sin embargo, sus usos y significados
fueron variando en los últimos dos siglos. Es por eso que cuando encontramos ese
u otro concepto en los documentos del pasado solemos interpretarlo en forma
anacrónica proyectando su sentido actual.

Les proponemos un pequeño ejercicio: escriban un texto breve con


sus ideas sobre qué es una nación y luego confróntenlas con las
expuestas en el siguiente artículo:

Nación

"Hoy en día predomina una idea de nación regida por el principio de las
nacionalidades: las naciones son comunidades que poseen una
identidad étnica o cultural forjada a lo largo de la historia, y esto les da
derecho a erigir un Estado nacional en su territorio para que las
defienda y las represente.

Se trata de un argumento que, contra lo que suele creerse, no fue


invocado por los revolucionarios criollos para sostener su
independencia, pues ese principio recién comenzó a elaborarse en la
década de 1830. Esto no quiere decir que hacia 1810 no existiera una
idea de nación o que esta fuera irrelevante. De hecho, desde hacía
siglos se utilizaba esa expresión para designar a poblaciones que
compartían rasgos físicos o culturales como lengua, religión o
costumbres. Desde mediados del siglo XVIII también se utilizaba para
referirse a poblaciones sujetas a un mismo gobierno o unas mismas
leyes. Pero ambos sentidos de nación, el político y el étnico, circulaban
por carriles separados: el fundamento del poder político reposaba en el
derecho divino o en la concreción de pactos entre individuos o cuerpos
colectivos.

Los documentos producidos por los criollos antes de la Revolución


permiten apreciar el uso disociado de estas dos ideas de nación.
Mientras que, en términos culturales, podían considerar que formaban

 
 

parte de la nación española o americana (e incluso de la mexicana o


peruana), en términos políticos no cabían dudas: eran miembros de la
nación española. Esto comenzó a cambiar al calor de la Revolución y las
guerras de independencia, cuando algunos pueblos americanos
comenzaron a luchar contra España invocando su derecho a constituir
nuevas naciones. Esta construcción era justificable, precisamente,
porque el concepto político de nación hacía referencia a poblaciones
regidas por un mismo gobierno o unas mismas leyes. Para ese
entonces, además, también se había difundido la idea de que la nación
era una asociación que debía constituirse por la voluntad de sus
miembros, que eran los verdaderos soberanos y no los monarcas. Y es
en virtud de esta concepción que los pueblos rioplatenses podían decidir
que dejaban de pertenecer a la nación española de la que se
consideraban colonias, para pasar a constituir una nueva nación. O
varias naciones, tal como terminó sucediendo, pues el virreinato
rioplatense abarcaba los territorios de lo que, actualmente, constituyen
cuatro naciones que fueron surgiendo durante el siglo XIX tras largas
luchas: Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay".

Fabio Wasserman, en Ñ. Revista de Cultura n° 343, 24/4/2010.

Para profundizar

Les proponemos dos recursos más para profundizar en el análisis del


concepto nación.

El primero es un video en el que la historiadora Nora Souto explica


cómo lo utilizaban los revolucionarios

El segundo es un artículo en el que Nora Souto y Fabio Wasserman


analizan los usos y significados de nación entre 1750 y 1850 en el
espacio rioplatense: “Nación” en Javier Fernández Sebastián
(Dir.), Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de
las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I], Madrid, 2009, pp. 870 a
881. Pueden acceder a través de este link para leerlo en línea o para
descargarlo como PDF.

La ruptura con el pasado y el origen del mito


Como veremos con mayor detalle en la tercera clase, los años previos a la
Revolución fueron de gran incertidumbre para los súbditos de la corona española,
tanto en Europa como en América. Esto se debía a las dificultades políticas y
económicas que afectaban a la monarquía, agravadas por su participación en las
disputas entre Francia e Inglaterra. Este estado de cosas crítico se hizo evidente en
el Río de la Plata entre 1806 y 1807 cuando las tropas regulares y las autoridades
coloniales no pudieron hacer frente a las invasiones inglesas. De ahí en más se
fueron sucediendo hechos impensables, como las abdicaciones de Bayona que, en
mayo de 1808, llevaron a la Corona a José Bonaparte, hermano de Napoleón,
mientras el rey Fernando VII permanecía cautivo. En España se produjeron
alzamientos populares contra la presencia francesa y se crearon juntas que
desconocieron al nuevo monarca y que luego se unieron en una Junta Central, que

 
 

procuró gobernar en nombre de la corona. Mientras tanto, se iba extendiendo la


impresión de que la monarquía no podría subsistir o que no lo haría en las mismas
condiciones, sobre todo en lo referido a su control de América.

En mayo de 1810 llegó a Buenos Aires un barco con noticias que eran esperadas de
un momento a otro: las fuerzas españolas habían sido derrotadas y la Junta Central
se había disuelto. Al igual que en otras ciudades de Hispanoamérica, un sector de la
elite local, que en este caso contaba con el apoyo de las milicias criollas, impulsó la
convocatoria a un Cabildo abierto para decidir qué hacer ante la ausencia de toda
autoridad legítima en la metrópoli. En esa reunión se impuso la tesis según la cual
la soberanía había retrovertido al pueblo. De ese modo, y tras un fallido intento del
Virrey Cisneros para quedarse en el poder, se creó una Junta Provisoria para
gobernar el territorio rioplatense en nombre del pueblo y de Fernando VII. Nadie
había pronunciado esa temida palabra, pero no cabía duda que se trataba de una
revolución y, como se haría evidente en muy poco tiempo, de un corte abrupto con
el pasado colonial y el comienzo de una nueva historia cuyo rumbo también sería
motivo de disputas al igual que su interpretación.

Las Memorias de Saavedra

Varios protagonistas del proceso revolucionario escribieron memorias o


autobiografías dando su versión de los hechos. Cornelio Saavedra murió
en 1829 y, al año siguiente, se publicó su Memoria Autógrafa en la que,
además de defenderse de las acusaciones de sus enemigos y de
reivindicar su actuación, ofrecía una explicación sobre cuáles habían
sido las causas de la revolución:

“La invasión de Napoleón a la España; la destitución del rey Fernando,


sus abdicaciones a favor de su padre el rey Carlos IV, y las de éste en la
dinastía del mismo Napoleón: el reconocimiento que se hizo del nuevo
rey José, hermano de aquél, en la misma Corte de Madrid, y obediencia
que le tributaron los Grandes y Nobles del reino en la mayor parte; la
ocupación de casi toda la Península, excepto Cádiz y la isla de León: el
abandono que experimentamos de aquella Corte cuando se le pidieron
auxilios de tropas y armas para repeler la segunda expedición inglesa y
su insultante contestación de “defiéndanse ustedes como puedan, etc.
etc.”, ¿qué otro resultado habían de tener que el de desenrollar y hacer
salir a luz el germen de nuestra libertad e independencia? Es indudable
en mi opinión, que si se miran las cosas á buena luz, a la ambición de
Napoleón y a la de los Ingleses, en querer ser señores de esta América,
se debe atribuir la revolución del 25 de mayo de 1810... Si no hubieran
sido repetidas éstas, si hubieran triunfado de nosotros, si se hubieran
hecho dueños de Buenos Aires: ¿Qué sería de la causa de la patria,
dónde estaría su libertad e independencia? Si el trastorno del trono
español, por las armas o por las intrigas de Napoleón que causaron
también el desorden y desorganización de todos los gobiernos de la
citada Península, y rompió por consiguiente la carta de incorporación y
pactos de la América con la corona de Castilla; si esto y mucho más que
omito por consultar la brevedad no hubiese acaecido ni sucedido,
¿pudiera habérsenos venido á las manos otra oportunidad más análoga
y lisonjera al verificativo de nuestras ideas, en punto á separarnos para
siempre del dominio de España y reasumir nuestros derechos? Es

 
 

preciso confesar que no, y que fue forzoso y oportuno aprovechar la


que nos presentaban aquellos sucesos. Sí, a ellos es que debemos
radicalmente atribuir el origen de nuestra revolución, y no a algunos
presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de los cafés y
sobre la carpeta, hablaban de ella, mas no se decidieron hasta que nos
vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la
mano resueltos ya a verificarla. (…)”

Cornelio Saavedra, Memoria Autógrafa, en Biblioteca de Mayo, t. II, Buenos


Aires, Senado de la Nación, 1960, p. 1056

Para Cornelio Saavedra, que fue uno de sus principales protagonistas, las causas de
la Revolución había que encontrarlas en la debacle de la monarquía más que en la
existencia de una nacionalidad argentina oprimida o de un sujeto revolucionario que
promoviera su emancipación. Pero no era el único en considerar las cosas de ese
modo: casi todos sus contemporáneos tendían a destacar el carácter azaroso o
providencial del proceso que desembocó en la Revolución de Mayo. Esto no
implicaba desdeñar el papel jugado por quienes decidieron tomar el poder, tal como
lo señalaba Saavedra en suMemoria, pocas líneas después al jactarse de su
actuación y la de sus compañeros. En ese sentido, solía postularse que la
revolución había tenido dos momentos: a) la crisis monárquica que dio pie al
cambio de gobierno; b) la construcción de un nuevo orden y la lucha por la
independencia, circunstancias en las que se habrían destacado los patriotas
revolucionarios ya sea a través de la acción política o de la guerra.

Ahora bien, más allá de cómo interpretaban los contemporáneos a las causas de la
Revolución y su dinámica, cabe preguntarse cómo la vivieron, qué sentido le
atribuían y si este también fue cambiando con el correr de los años.

La creación de una Junta de Gobierno en mayo de 1810 fue consecuencia de la


crisis de la monarquía. Pero ese tan solo fue el principio, pues pronto comenzó a
plantearse que la Revolución debía poner fin a siglos de opresión y crear un nuevo
orden en el que reinaría la libertad y la justicia –y, para algunos, también la
igualdad-, agregándose, poco tiempo después, la independencia como objetivo a
alcanzar en lo inmediato. De ese modo, la Revolución se constituyó en un nuevo
punto de partida histórico y en una fuente de legitimidad política, tal como se
puede advertir en los festejos que desde 1811 realizaron varias ciudades para
conmemorar el 25 de mayo y que, desde 1813, se oficializaron como fiestas mayas.

La Revolución se convirtió así en un mito de orígenes. Pero no de la Nación


Argentina entonces inexistente, sino de la comunidad política (o de las
comunidades políticas) que pudieran constituir los pueblos rioplatenses, pues aún
no estaba definido cómo quedaría el mapa político de los territorios que, hasta
entonces, formaban parte del Virreinato. Como veremos a partir de la tercera clase,
esta indefinición puede atribuirse a la existencia de diversas posiciones e intereses
(políticos, sociales, económicos y regionales) que dieron lugar a disputas y
enfrentamientos entre distintos sectores. Si bien solía culpabilizarse de ese estado
de cosas al atraso legado por siglos de dominio colonial, también comenzó a
plantearse que la Revolución había hecho un aporte decisivo al poner en crisis el
antiguo orden, sin que lograra crearse uno nuevo que fuera legítimo y estable. De
ahí que, con el correr de los años y la profundización de los conflictos, se fueran

 
 

extendiendo algunos juicios críticos sobre la Revolución, aunque esto no hizo mella
en su reivindicación unánime como punto de partida de una nueva historia.

Durante décadas siguió invocándose a la Revolución de Mayo como fuente de


legitimidad por todos los sectores políticos y regionales, mientras que cada uno
culpaba a sus enemigos por haberla traicionado. Es lo que sucedió, por ejemplo en
las décadas de 1830 y 1840, cuando los opositores acusaban al régimen rosista de
querer restaurar el orden colonial traicionando así a la Revolución. Los rosistas, por
su parte, acusaban a sus enemigos de traicionar a la Revolución y a la
independencia por su alianza con Francia e Inglaterra. Más allá de las precisiones
que puedan hacerse sobre estas disputas, lo que aquí interesa es que todos los
grupos coincidían en reivindicar a la Revolución, reforzando así su condición de mito
fundacional y fuente de legitimidad política.

Las Fiestas Mayas

Algunos aspectos de las fiestas mayas se fueron modificando a lo largo


del siglo XIX, tanto por los cambios que se produjeron en la sociedad
como por el sello que le quiso imprimir cada gobierno. Su continuidad
estuvo asegurada por haberse constituido en uno de los medios más
importantes para transmitir a una población mayormente analfabeta las
representaciones e interpretaciones sobre la Revolución y para construir
una identidad en torno a ese proceso que era considerado fundacional.

A continuación compartimos una imagen que representa los festejos


realizados en 1841 en el Buenos Aires rosista:

Fiestas mayas en Buenos Aires en 1841, litografía coloreada de Carlos E. Pellegrini.

Para profundizar en el análisis de esta imagen y de las fiestas mayas,


los invitamos a que lean el documento elaborado en 2010 por la
Dirección de Currícula y Enseñanza del Ministerio de Educación de la
Ciudad de Buenos Aires, titulado Bicentenario. Pasado y presente de

 
 

Buenos Aires en clave de mayo, a partir de la p. 86. El texto está


disponible en:

www.buenosaires.gob.ar/areas/educacion/curricula/pdf/bicentenario1cic
lo.pdf

También los invitamos a compartir un pequeño video en el que el


historiador de la arquitectura Fernando Aliata se refiere a los
monumentos conmemorativos de la Revolución.:

La generación romántica
A fines de la década de 1830, mientras se sucedían los conflictos que enfrentaban
al régimen rosista con sus opositores, comenzó a destacarse un grupo de jóvenes
que adherían a las ideas románticas y que se hizo conocido como la Generación del
37. Este grupo, que estuvo integrado por políticos y escritores como Esteban
Echeverría, Juan B. Alberdi, José Mármol y Domingo F. Sarmiento, promovió
algunas novedades intelectuales que incidieron en las interpretaciones de la
Revolución. La más importante fue colocar en un segundo plano lo que para sus
protagonistas habían sido hechos decisivos aunque algo azarosos. Para los
románticos, por el contrario, se trataba de un proceso que tenía causas más
profundas pues la revolución americana formaba parte de un movimiento
progresivo regido por leyes históricas que guiaban el desarrollo de la humanidad y
el de cada sociedad.

 
 

Las causas de la revolución según Alberdi

En el discurso que pronunció al inaugurarse el Salón Literario en 1837,


Alberdi planteó su desacuerdo con las interpretaciones sobre las causas
de la Revolución hasta entonces vigentes:

“Cada vez que se ha dicho que nuestra revolución es hija de las


arbitrariedades de un virrey, de la invasión peninsular de Napoleón, y
otros hechos semejantes, se ha tomado en mi opinión un motivo, un
pretexto por una causa. (...) No creáis, señores, que de unos hechos
tan efímeros hayan podido nacer resultados inmortales. Todo lo que
queda, y continúa desenvolviéndose, ha tenido y debido tener un
desenvolvimiento fatal y necesario".

"Doble armonía entre el objeto de esta institución, con una exigencia de nuestro
desarrollo social; y de esta exigencia con otra general del espíritu humano”, en
F. Weinberg El Salón Literario, Bs. As., Hachette, 1957, pág. 127.

Alberdi sostenía que la revolución rioplatense formaba parte de ese movimiento


mundial. Sin embargo, también advertía que, en Hispanoamérica, se había
producido cuando aún no estaban dadas las condiciones morales e intelectuales,
diferenciándose así de lo sucedido en Francia y Norteamérica. Y esa era la razón
por la cual los pueblos rioplatenses no habían logrado que la libertad y la
independencia se tradujeran en la creación de un nuevo orden social y político
legítimo y estable. Es por eso que los jóvenes románticos planteaban la necesidad
de una segunda revolución; ahora, en el plano de las ideas y de las costumbres
heredadas de España, que vendría a completar el proceso emancipador y sentaría
las bases para construir una nación democrática, republicana y liberal.

Otra innovación decisiva que promovió la Generación del 37 fue haber colocado a la
nación y a la identidad nacional en el centro de sus reflexiones. En ese sentido, y a
diferencia de lo que proponían otros movimientos románticos, los argentinos
sostenían que estas debían ser creadas casi desde sus cimientos, ya que no creían
que en el pasado colonial o en el de los pueblos originarios hubiera elementos
dignos de ser recuperados. Lo único que valoraban de la historia local era el
proceso revolucionario e independentista, pero también consideraban que su legado
era insuficiente al no haberse podido institucionalizar la libertad conquistada en
esos años. Es por eso que la nación, más que una herencia del pasado que debía
ser continuada, era considerada como un proyecto orientado hacia un futuro que, a
pesar de todas las dificultades, imaginaban promisorio.

La Historia de Belgrano de Mitre


Bartolomé Mitre, que fue uno de los miembros más jóvenes del grupo romántico,
también concebía un futuro promisorio para la Nación Argentina. Pero, a diferencia
de Alberdi y de Sarmiento, sostenía que esta se había prefigurado en el período
colonial y, por eso, había un pasado que debía ser recuperado tal como lo hizo en
la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina que fue reescribiendo entre
fines de la década de 1850 y fines de la de 1880.

 
 

En cada una de sus reescrituras, Mitre fue profundizando su interpretación según la


cual, durante el período colonial, se había ido conformando una sociedad, la
argentina, que estaba destinada a constituirse en una nación republicana y
democrática en un territorio que también le había sido predestinado. De ese modo,
la Revolución no habría sido el fruto de la crisis monárquica ni un acontecimiento
que se produjo cuando aún no había condiciones, sino el resultado de una historia
previa que la había convertido en un hecho necesario que se produjo cuando un
sector de la sociedad cobró conciencia de ese destino y se dispuso a luchar para
alcanzarlo.

Muchas veces se sostiene que Mitre realizó una interpretación simplista del proceso
revolucionario al asignarle un rol protagónico a la dirigencia porteña. Si bien esto
último es cierto, su relato presenta aristas más complejas, pues también le dio
lugar a la participación de los sectores populares y a las provincias. De ese modo, y
aunque no fuera su propósito, habilitó la posibilidad de que su propio texto pudiera
ser utilizado en el futuro para desarrollar interpretaciones que divergían de la suya.

La revolución de mayo según Mitre

Los invitamos a leer algunos pasajes de la edición definitiva de


la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. En el primer
párrafo expone el argumento del libro y, en los siguientes, hace
referencia a la Revolución:

“Este libro es, al mismo tiempo, la vida de un hombre y la historia de


una época. Su argumento es el desarrollo gradual de la idea de la
‘Independencia del Pueblo Argentino’, desde sus orígenes a fines del
siglo XVIII y durante su revolución, hasta la descomposición del
régimen colonial en 1820 (…) Combinando la historia con la biografía
vamos a presentar, bajo un plan lógico y sencillo, los antecedentes
coloniales de la sociabilidad argentina, la transición de dos épocas, las
causas eficientes de la independencia de las Provincias Unidas del Río
de la Plata (…)”.

“Tales fueron, en general, las causas eficientes de la revolución


argentina: el desarrollo armónico de las fuerzas morales y de las
fuerzas materiales, de los hechos y de las ideas, del individuo y de la
sociedad. La acción simultánea de este doble movimiento combinado,
que obra a la vez sobre la parte y sobre el todo, es lo que explica la
relación de los sucesos entre sí, el vínculo que los une, la causa
originaria que los produce y el resultado que es su consecuencia lógica.
Así hemos visto progresar las ideas económicas, al mismo tiempo que
el pueblo se enriquecía por el trabajo; fortalecerse el poder militar de la
sociedad, al mismo tiempo que se desenvolvía el espíritu público en los
nativos: generalizarse las ideas de buen gobierno a medida que se
conquistaban mayores franquicias políticas y municipales; surgir teorías
revolucionarias de gran trascendencia del hecho de la desaparición del
monarca; afirmarse el imperio de la opinión a medida que el pueblo se
ilustraba por la irradiación luminosa de las ideas y sobreponerse
definitivamente los americanos a los europeos, el día en que, con la
conciencia de su poder, adquirieron la plena conciencia de su derecho.

 
 

Esto explica cómo, al empezar el año de 1810, la revolución argentina


estaba consumada en la esencia de las cosas, en la conciencia de los
hombres, y en las tendencias irresistibles de la opinión, que hacían
converger las fuerzas sociales hacia un objetivo determinado. Ese
objetivo era el establecimiento de un gobierno propio, emanación de la
voluntad general y representante legítimo de los intereses de todos.
Para conseguirlo era indispensable pasar por una revolución, y esa
revolución todos la comprendían, todos la sentían venir. Como todas las
grandes revoluciones que, a pesar de ser hijas de un propósito
deliberado, no reconocen autores, la revolución argentina, lejos de ser
el resultado de una inspiración personal, de la influencia de un círculo,
o de un momento de sorpresa, fue el producto espontáneo de
gérmenes fecundos por largo tiempo elaborados, y la consecuencia
inevitable de la fuerza de las cosas. Una minoría activa, inteligente y
previsora dirigía con mano invisible esta marcha decidida de un pueblo
hacia destinos desconocidos y que tenía más bien el instinto que la
conciencia: ella fue la que primero tuvo la inteligencia clara del cambio
que se preparaba, la que contribuyó a imprimirle una dirección fija y a
darle formas regulares el día en que la revolución se manifestó con
formas caracterizadas y fórmulas definidas.

(…)”

B. Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Buenos Aires,


Anaconda, 1950, pp. 19 y 142/3

La obra histórica de Mitre y su lugar en la sociedad

El historiador Fernando Devoto explica algunas de las razones por las


cuales los argentinos piensan su historia a partir de la obra de Mitre:

“En el más largo plazo, cuando fuese imperioso un relato de los


orígenes a los efectos de construir la identidad nacional, emergerán los
extraordinarios méritos y las notables posibilidades de la obra de Mitre,
para convertirse en la imagen del pasado común en la que los
argentinos de muchas generaciones les gustase reconocerse. Por lo
menos dos aspectos de la obra historiográfica de Mitre son igualmente
relevantes para explicar la fortuna de un historiador y de su obra. En
primer lugar su halagüeña (para los argentinos) interpretación del
pasado, en segundo lugar su estilo. Hijo de las cualidades de las
grandes síntesis románticas, la obra de Mitre aspiraba como aquellas a
llegar a muchos públicos diversos, con una historia que tenía una
poderosa línea argumental, que concedía un sentido explícito a los
hechos que narraba, cuyas grandes ideas se encarnaban en personajes
históricos individuales o colectivos. Era, con todo, la capacidad de
aligerar el relato con la creación de efectos dramáticos, en forma de
medallones en torno a acontecimientos o personajes históricos, pero
manteniendo a la vez la ilusión de la historiografía erudita de realidad (y
cierto hieratismo conveniente para un uso de próceres en la pedagogía

 
 

escolar), lo que explica la precisa colocación de su éxito en el marco de


la corporación profesional y de la educación formal.

(…)

La obra de Mitre proveía entonces un relato apto para su uso como


pedagogía escolar y, a la vez, una ejemplificación abundante para el
mismo papel, entresacando episodios que podían usarse para consumo
en los distintos niveles de la enseñanza, a la manera de fábulas
morales. A su vez, el relato general podía y sería consumido por las
élites letradas como una interpretación general del pasado, ella misma
compatible con lecturas tradicionales eruditas o con otras estructurales”

Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina


moderna. Una historia, Bs. As., Siglo XXI, 2002, pp. 12/3

La Historia de San Martín

Además de la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina,


Mitre fue autor de otra obra de gran importancia para construir un relato
histórico nacional y dotar a la sociedad de un panteón de héroes:
laHistoria de San Martín y de la emancipación sudamericana.

Los invitamos a mirar un capítulo del ciclo Impreso en Argentina sobre


este texto:

http://www.encuentro.gob.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=1
02559

El Centenario y la identidad nacional


Entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la sociedad argentina sufrió
cambios profundos. Esto se debió a tres procesos simultáneos que se conjugaron y
se potenciaron: la consolidación del Estado nacional, el desarrollo de una economía
capitalista integrada al mercado mundial y la inmigración masiva. Los grupos
dirigentes entendían que esa nueva sociedad, heterogénea y en proceso de
transformación acelerada, requería de relatos capaces de explicar su desarrollo
histórico y que pudieran integrar a los inmigrantes dotándolos de una identidad
nacional. Como pudimos apreciar, la obra de Mitre cumplía con ambos propósitos.

Cultura e identidad nacional

La construcción de una identidad nacional capaz de homogeneizar a la

 
 

población de un Estado nacional no fue un proceso que solo se produjo


en la Argentina. El filósofo e historiador Oscar Terán pone en un
contexto internacional el proceso de construcción de la identidad
nacional argentina entre fines del siglo XIX y comienzos del XX:

“A partir de 1880 es claro que, desde la élite, comienza a proponerse


un nacionalismo de corte culturalista, esto es, que ser argentino implica
estar dentro de los marcos de las leyes nacionales, pero además y en
especial estar imbuido de una cultura nacional. Este no era un tema
exclusivamente argentino ni de los países jóvenes de la época. Por
distintos motivos, se trató de una tendencia tan extendida que puede
decirse irónicamente que la fabricación de identidades nacionales formó
parte de una tarea internacional. Este es un emprendimiento que nace
en Inglaterra hacia mediados del siglo XVIII y que, en las últimas
décadas del XIX, recorre todo el arco de los países occidentales”

Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales,


1810-1980, Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p. 172

Este movimiento tendiente a construir una identidad nacional tuvo su epicentro en


los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. En el marco de
esa conmemoración, se produjeron varios actos públicos, se recibieron visitantes
ilustres, se publicaron numerosos textos históricos y literarios, se inauguraron
estatuas y monumentos, se realizaron desfiles escolares, cívicos, militares y
religiosos que, en conjunto, reafirmaron a la Revolución como el hecho fundacional
de la Nación y consagraron a esa interpretación como discurso oficial. A la vez, se
extendieron las reflexiones y las discusiones sobre la identidad nacional que ahora
reivindicaba tradiciones que antes no habían sido consideradas en forma positiva
por los intelectuales y los grupos dirigentes, como la hispánica y la criolla e, incluso
en algunos casos, la indígena. Pero no se trataba de una mirada nostálgica hacia el
pasado. Por el contrario, era, por sobre todas las cosas, una celebración de ese
presente y del futuro de grandeza que los sectores dirigentes estaban seguros que
alcanzaría la Nación Argentina.

La primera película argentina: La Revolución de Mayo (1909)

La primera película argumental argentina que se conserva la filmó Mario


Gallo en 1909 y su tema es la Revolución. A través del siguiente link
pueden acceder a una copia que dura poco más de cuatro minutos.

http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=105349

Les proponemos que analicen al film teniendo en cuenta las siguientes


consignas:

• ¿Qué es lo que más les llamó la atención de la película y por qué


razón?
• ¿Con qué interpretaciones pueden vincularla?
• Piensen en los elementos que aparecen en la película y que

 
 

también son recurrentes en los actos escolares.

La revolución en el siglo XX y en el Bicentenario


A partir del Centenario, la interpretación de Mitre sobre la historia nacional y el
lugar asignado dentro de esta a la Revolución de Mayo, no hizo más que extenderse
y afianzarse hasta convertirse en una suerte de sentido común para la sociedad
argentina. Uno de los más importantes agentes de difusión fue el Estado nacional
que lograba, así, mayor legitimidad apelando, para ello y en particular, al sistema
escolar. Ahora bien, si el relato creado por Mitre logró este predominio fue también
por su capacidad para admitir diversos contenidos y orientaciones. Tanto es así que
muchos de quienes se proclamaron contrarios a sus ideas, como lo hicieron los
historiadores revisionistas a partir de la década de 1930, no pusieron en cuestión
su esquema interpretativo que vinculaba a la Revolución con el origen de la Nación.
En todo caso, lo que propusieron fue un cambio en los contenidos, en las
valoraciones de los hechos y los personajes y, en algunos casos, en las miradas
hacia el futuro.

De ese modo, a lo largo del siglo XX, se entablaron numerosas polémicas históricas
que eran también políticas e ideológicas, pues estaban teñidas por las diferentes
ideas sobre la Nación Argentina que tenía cada sector o autor y que trasladaban a
su interpretación de la Revolución. Es por eso que estas disputas tendieron a
organizarse en torno a polos antagónicos que obligaban a tomar partido por uno u
otro: Saavedra o Moreno, Buenos Aires o el interior, movimiento popular o elitista;
origen civil o militar, influencia del pensamiento ilustrado francés o de la tradición
católica española.

Estas u otras alternativas que también se plantearon no cuestionan, sin embargo,


el punto central que tratamos en esta clase: la consideración de la Revolución como
nuestro mito de orígenes vigente hasta la actualidad, tal como se pudo apreciar en
la conmemoración de su Bicentenario.

Consideraciones finales ¿Qué piensan los argentinos sobre la


Revolución de Mayo?
Como pudimos ver a lo largo de esta clase, la forma de entender a la Revolución de
Mayo fue variando con el correr de los años, aunque mantuvo su condición de mito
de orígenes. En las clases siguientes veremos cómo, a partir de la obra
historiográfica de autores como Tulio Halperín Donghi y José C. Chiaramonte, se
produjeron replanteos en las décadas de 1970 y 1980, que pusieron en cuestión
esas interpretaciones.

La conmemoración del Bicentenario promovió numerosas iniciativas que, además


de revisar el proceso revolucionario, también lo hicieron con las formas en las que
fue interpretado durante los últimos dos siglos. Los historiadores Raúl Fradkin y

 
 

Jorge Gelman dirigieron un equipo que editó el libro Doscientos años pensando la
Revolución de Mayo (Buenos Aires, Sudamericana, 2010), en el que se publicó una
selección de fragmentos de las obras más importantes en lo que hace a la
interpretación de la Revolución, precedidos por análisis sobre sus autores y el
contexto político e ideológico en el que las produjeron. En la Introducción proponen
una síntesis de cuál es el pensamiento que tienen los argentinos sobre la
revolución:

“Si intentamos la difícil tarea de reconstruir lo que el ‘argentino medio’ de hoy


(entelequia que promedia a una campesina jujeña con un obrero de una fábrica en
el Gran Buenos Aires o un empresario ‘nacional’ con oficinas en Miami) piensa sobre
la Revolución de Mayo, seguramente encontraríamos una síntesis de los contenidos
básicos que han tenido las fiestas escolares, en las que se exaltaba la intervención
de un pueblo guiado por un grupo de líderes abnegados y preclaros (Belgrano,
Moreno, Saavedra, los infaltables French y Beruti, etc.), que encabezaron un
movimiento para sacar del gobierno local a los ‘españoles’ que explotaban a estas
tierras y a su gente para beneficio de los intereses de un monarca hispano. Ese
relato intentaba que no quedara lugar para la duda y construyó la imagen de la
armonía de un ‘nosotros’ del cual solo quedaban excluidos ‘ellos’, los ‘españoles’ o
‘peninsulares’, pp. 14/5

¿Cómo evalúan esta síntesis? ¿Consideran que es representativa


de lo que piensa la mayoría de los argentinos sobre la Revolución de
Mayo? Los invitamos a reflexionar sobre estos interrogantes.

Actividades

Foro de Presentación

Mientras se van familiarizando con el aula, leyendo la clase y los


materiales sugeridos, los invitamos a presentarse en el foro. Nos
interesa conocerlos, saber dónde viven, cuál es su formación y qué
expectativas tienen con respecto al módulo que comienzan a cursar.

El foro permanecerá abierto durante esta primera semana de


cursada hasta la publicación de la clase 2 el jueves 4 de junio.

 
 

Actividad Nº1

Para realizar esta actividad les proponemos que busquen en sus escuelas
o en su comunidad algún objeto o producción que haga referencia al
proceso revolucionario. Puede ser una estatua, un busto, un cuadro, una
lámina, un mapa, una placa, un libro o un manual que esté en la
biblioteca, el discurso pronunciado en un acto o el acto mismo, textos
escritos por los alumnos, u otra producción que a ustedes les parezca de
interés (si tienen dudas sobre la elección, pueden consultar con sus
tutores). Luego deben subir al mural interactivo una foto del objeto o
producción que hayan elegido (en caso de no poder tomar o subir la foto,
pueden reemplazarla por una descripción), a la que deberán añadir un
breve comentario que lo vincule con alguna/s de las representaciones e
interpretaciones analizadas en la clase 1.

Este trabajo se realizará en una cartelera interactiva.

Foro de consultas: este espacio estará disponible durante toda la


cursada para compartir y resolver las dudas o inquietudes que se
presenten a lo largo de la cursada.

Recursos y lectura recomendada (no obligatoria)


• Cattaruzza, Alejandro, “Mayo, cien años después: acuerdos y conflictos” en
Id. Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión,
1910-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 200, pp. 29-59.
• Folco, María Esther, “Reflexiones sobre los festejos escolares del
Bicentenario en La Pampa” en Quinto Sol n° 14, 2010, pp. 167-191.
Disponible enhttp://sociohistoricos.files.wordpress.com/2011/01/14-
folco.pdf
• Fradkin, R. y Gelman, J. (eds.) Doscientos años pensando la Revolución de
Mayo, Buenos Aires, Sudamericana, 2010.
• Los Historiadores y el Bicentenario, Dos siglos después. Los caminos de la
revolución, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010.
• Wasserman, Fabio, “Una pregunta en dos tiempos. ¿Qué hacer con la
Revolución de Mayo?” en Nuevo Topo. Revista de historia y de pensamiento
crítico nº 5, Bs. As., 2008. Disponible
en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/xix2wasserman.pdf

 
 

Otros recursos
• Colección de daguerrotipos y fotografías sobre la plaza de mayo:
http://www.coleccionwitcomb.educ.ar/sitios/galeriawitcomb/recorriendo/inte
rior?rec_id=121729

• Galería de la Universidad de Córdoba de actos del 25 de mayo del período


1966 al 77: http://bicentenario.unc.edu.ar/galeria-de-fotos/galeria
• Los historiadores y el Bicentenario, Dos siglos después. Los caminos de la
Revolución. Recuperado de:
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=10862
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Cómo citar este texto:

Área de Ciencias Sociales, INFD (2015). Nuevas miradas, viejos problemas:


revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina
(1806-1880): Clase 01: La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la nación
argentina. Especialización docente en la Enseñanza de las Ciencias Sociales en la
escuela primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

 
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