Está en la página 1de 6

El camino hacia la guerra de la

Independencia
Tras el desencuentro inicial, la España absolutista hizo frente común
con la Francia revolucionaria. Los planes de Napoleón lo cambiaron
todo y desembocaron en la guerra de la Independencia.

HISTORIA Y VIDA
23/11/2018 10:18Actualizado a 12/09/2019 15:05

La guerra de la Independencia rompió abruptamente la larga alianza entre


Francia y España. La colaboración entre los dos países se remontaba a
principios del siglo XVIII, cuando Felipe V pasó a ocupar el trono
hispano. A partir de entonces, los Borbones de ambos lados de los
Pirineos unirían esfuerzos contra Gran Bretaña, el enemigo común.

Mientras París trataba de neutralizar al rival que le disputaba la


hegemonía europea, Madrid buscaba defender su imperio americano de
las ambiciones inglesas. Los conocidos como Pactos de Familia
concretaron una cooperación no exenta de desconfianzas.

La Revolución Francesa iba a perturbar de forma radical este sistema


de relaciones. Francia pasaría a ser una república liberal, enemiga por
definición de las monarquías absolutas. España, una de ellas, debía,
supuestamente, movilizarse contra las nuevas ideas. Sin embargo, la
geopolítica apuntaba a la continuidad de los pactos con Francia. Varios
estadistas españoles, en una demostración de pragmatismo, se
pronunciaron en este sentido. Comenzaba así una política titubeante que,
con la llegada de Napoleón al poder, desembocaría en la guerra de la
Independencia.

 
1. La alianza que salió mal

Tras un breve y desastroso conflicto contra los revolucionarios en el


Rosellón, España firmó el Tratado de San Ildefonso, que le valió
a Manuel Godoy, el favorito de Carlos IV, el título de Príncipe de la Paz.
En esos momentos, Europa vivía un turbulento enfrentamiento entre
Francia y Gran Bretaña que se iba a prolongar hasta 1815, con la derrota
de Napoleón Bonaparte en Waterloo. Para nuestro país, la neutralidad
habría sido lo idóneo, pero las circunstancias forzaron a tomar partido en
favor de Francia.

El desastre naval en la batalla de Trafalgar contra los británicos.


 
2. Contra el enemigo común

Los aliados franco-españoles se enfrentaron en repetidas ocasiones contra


el enemigo común. La marina española sufrió sucesivas derrotas ante
los británicos, que culminaron con el desastre de Trafalgar. La crisis
naval vino acompañada de la económica, al obstaculizarse las rutas con
América: el bloqueo de los barcos ingleses supuso un serio descalabro
para el comercio ultramarino. Inglaterra, por su parte, no dejaba de
presionar en ultramar. En 1806 y 1807, sus invasiones del virreinato del
Río de la Plata fracasaron, pero no tanto por la oposición de las
autoridades locales como por la resistencia popular.

3. Las promesas de Napoleón

El reino lusitano sería castigado así por su negativa a secundar el bloqueo


continental contra los británicos. Una parte de su territorio se destinaría a
la infanta María Luisa de Borbón en compensación por la pérdida de
Etruria, reino italiano que Napoleón había suprimido. El tercio sur del
país vecino –el Algarve y el Alentejo– pasaría a constituir un reino cuyo
monarca sería el propio Godoy. Pero las verdaderas intenciones de
Bonaparte no eran las recogidas en el Tratado de Fontainebleau. Buscaba
la incorporación de España a la constelación de territorios regidos por su
familia. Había explotado las ambiciones de Godoy, ofreciéndole una
corona, para invadir España de forma subrepticia.

Retrato de Manuel Godoy, el príncipe de la paz.


 TERCEROS
4. Invasión a la troyana

Antes de que estuviera cerrado el acuerdo que permitía a sus tropas cruzar
los Pirineos como aliados de la monarquía española, las primeras
unidades francesas ya atravesaban el Bidasoa. El número de soldados
imperiales sobrepasaba con mucho los señalados en el tratado. A ello se
añadió, a comienzos de 1808, la entrada de fuerzas galas por la frontera
con Cataluña. Era una invasión en toda regla, pero la monarquía
española no reaccionó.

El ejército napoleónico ocupó rápidamente las vías de comunicación y las


plazas más importantes de la mitad norte peninsular. Los militares
españoles permanecieron pasivos, con algún episodio de resistencia
aislado, como el ocurrido en el castillo de Pamplona, que los franceses
tuvieron que tomar a la fuerza.

5. El rechazo a Godoy

Las intrigas de los partidarios de Fernando, príncipe de Asturias y


cabeza de la oposición Godoy, habían convertido el aire de la corte en
irrespirable. Al rechazo de la nobleza hacia el valido, un advenedizo que
había alcanzado la grandeza, se sumaba la inquina popular, que le tenía
por un aprovechado con escasas dotes de gobierno, preocupado en
exclusiva por extender su poder y sus riquezas. La animadversión del
pueblo no era ajena a la actitud de una parte del clero, que veía en ciertas
medidas reformistas un ataque a sus privilegios estamentales.
Retrato de Fernando VII.
 
6. El motín de Aranjuez

En medio del hervidero de rumores en que se había convertido Madrid, la


familia real viajó a Aranjuez, donde los adeptos al príncipe Fernando
orquestaron un motín con el propósito de provocar la destitución del
valido. Pero los acontecimientos se precipitaron, y con la caída de
Godoy se produjo también la abdicación de un Carlos IV aterrorizado por
el escenario. Ello representaba la proclamación como rey del príncipe de
Asturias.

Ante los fastos para recibir al nuevo monarca, la presencia de tropas


extranjeras pasó casi desapercibida. Todavía en el mes de abril, los
franceses eran considerados aliados en los círculos oficiales.

Sin embargo, entre las clases populares y en algunos sectores del Ejército
tomaba cuerpo un sentimiento de indignación cada vez mayor hacia
quienes empezaban a contemplar como invasores. A lo largo de ese
mes, los altercados entre hispanos y galos abonaron el terreno para el
estallido de la sublevación madrileña del 2 de mayo contra los franceses.
El motín de Aranjuez.
 TERCEROS
7. Los planes del Emperador

Pese a los sucesos de Aranjuez, la estrategia gala de ocupación de la


península seguía en pie. La proclamación de Fernando VII alteró los
planes de Napoleón para anexionarse la península. El Emperador convocó
en la ciudad francesa de Bayona a Fernando VII y a sus padres decidido a
conseguir la Corona de España para su hermano José.

En Bayona, Napoleón les hizo saber que sus planes para España pasaban
por el cambio de dinastía: los Bonaparte sustituirían a los Borbones en
el trono. En el castillo de Marracq tuvo lugar una de las páginas más
negras de la monarquía española, con dos de sus reyes, padre e hijo,
acusándose mutuamente ante un soberano extranjero. Finalmente, ambos
renunciaron a sus derechos, por lo que José Bonaparte pudo convertirse en
José I de España. Sin embargo, la mayoría de sus súbditos le consideraron
un monarca impuesto, un intruso. Para los españoles, Fernando VII era
el legítimo rey. De ahí que se dispusieran a tomar las armas por él.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 552 de la


revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a
redaccionhyv@historiayvida.com.

También podría gustarte