Entre los sucesos más devastadores que se pueden producir en los lugares de trabajo, los incendios, registran antecedentes que ocupan uno de los primeros lugares por la frecuencia en que han ocurrido, los daños a la propiedad que han originado y las lesiones personales y muertes ocasionadas. Todos los años, y en todos los países del mundo, se producen incendios catastróficos que terminan con el trabajo, el salario y la vida de muchos empleados.
Los incendios producidos por una causa humana no
pueden ser considerados "acto de Dios" (esto es, acontecimientos fuera del control del ser humano), como sí lo son otras catástrofes naturales, tales como los tsunamis, terremotos e inundaciones. Los incendios debido a "causas humanas" pueden ser evitados por "causas humanas". Tan simple como eso. En cualquier lugar de trabajo hay muchas fuentes de ignición que pueden originar un incendio en diversas situaciones. Sería cosa de nunca acabar tratar de mencionar todas las fuentes posibles. Una simple colilla mal apagada, unas cajas de cartón almacenadas incorrectamente cerca de un calentador o una herramienta eléctrica cuyo cordón está en malas condiciones, pueden ser el origen de un incendio.
Los incendios no se previenen tan sólo con aparatos y
tecnologías sofisticadas, sino inculcando en cada trabajador la responsabilidad necesaria para que hagan de su parte todo lo posible por no ser la causa de uno. Al fin y al cabo, cuando se produce un incendio en un lugar de trabajo las consecuencias más trágicas suelen recaer sobre el personal. Por esa razón, nadie se puede permitir el lujo de actuar irresponsablemente con una fuente de ignición. Cada empleado, desde el gerente hasta el último empleado, necesita proteger su trabajo, su salario y su vida. Un solo accidente, quizás originado por una simple chispa, puede ser la causa originaria de un incendio devastador.