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María Alejandra Chicangana Sánchez

Master en Hábitat Sustentable, 11.12.2020,


Habitat y sustentabilidad [Carolina Cruz / Alejandro Moreno]
Pontificia Universidad Javeriana, Cali.
Facultad de Creación y Habitat
Julián Londoño [estudiante evaluador].

Diseñando futuro.
La conciencia ciudadana y su transversalidad alrededor del crecimiento sustentable.

Resulta evidente que la pandemia ha traído consigo un espacio de reflexión


contradictorio y extraño. Lo que socialmente se había propuesto como una lucha o
subversión contra el sistema; ganancia presumiblemente colectiva en las calles de la
ciudad de finales del siglo pasado, hoy parece confinarnos, —más si cabe—, al espacio
doméstico y sobre todo particular de la casa como forma reducida de esa nueva ciudad
que nos está aconteciendo.

A través del paseo, como espacio para la reconquista y la consciencia de la pérdida de la


libertad (De Certeau, 2008) o de la lucha militante propuesta por Félix Guattari en Las
tres ecologías (1990:31), la defensa, desde el «socias», de la ciudad como ecosistema
micro-político se ha transformado en algo fluido y desdibujado. Es inevitable darse
cuenta dónde quedaron anclados esos discursos postmodernos con respecto de la ciudad
contemporánea. Sin embargo, la esperanza de todos nosotros, como colectivo, las
diferentes voces (Francisco, 2015; Ballarini, et al. 2020) al respecto, muestran desde la
observación y a propósito de la incertidumbre actual algunos trazados posibles que
venían fraguándose desde las última década.

La ciudad debe ser proyectada como un hábitat colectivo, y ese «diseño», no puede o no
debe ser abordado de espaldas a lo social y lo colectivo. Este primer argumento enfoca,
en cierto sentido, acciones que por cotidianas no dejan de ser importantes en esta
construcción plural; por ejemplo el parque ciclístico dentro de Cali ha crecido de forma
considerable lo que en buena medida debería de repercutir en una mejora de la
movilidad pero también alrededor de la preservación atmosférica y el medio ambiente.
Este tipo de acciones particulares —debemos tomar consciencia desde el espíritu
colectivo y como ciudadanía— ponen en marcha pequeños cambios a nivel comunitario
y de forma holística, operan sobre las propias personas y también sobre la construcción
de esa ciudad que en un futuro estamos construyendo.
Diseñar ese hábitat citadino es responsabilidad de todos nosotros como comunidad. Si
bien la posmodernidad trajo consigo un contexto de individualidad, que en estos
momentos nos sitúa en la cresta de la ola, la consciencia individual como constructora
de entornos es una de las reflexiones que tienen que cobrar importancia.

La individualización no significa atomización, aislamiento, soledad, desconexión ni el


final de todo tipo de sociedad; significa, más bien, el proceso de desvinculación y de re-
vinculación de nuevas formas de vida en la sociedad industrial. Individualización se entiende
como forma social: se desintegran las certezas de la sociedad industrial y se buscan nuevas
certezas. Aparecen, además, nuevas interdependencias, incluso globales. La individualización y la
globalización son dos aspectos de ese proceso (Orozco, 2016).

Orozco plantea un cambio de paradigma, más allá de las certezas y arroja una cuestión
que es nodal para comprender nuestra responsabilidad como ciudadanos: todo está
conectado, incluso más allá de un ambiente local en lo regional, nacional o
internacional. Esa conexión nos lleva a pensar en torno al segundo argumento, la ciudad
como territorio es una construcción compleja donde confluyen identidades, discursos,
culturas y políticas. En ese complejo entramado lo real, como diría Rem Koolhaas,
(Vergara, 2010) pone en tensión lo ideal con ese «teatro del mundo» global que
intentamos dibujar, a la vez que plantea un desafío en lo que Vergara denomina:
Territorio inteligente. Periferia y centro, el urban sprawl, no deja de ser el gran reto,
sobre todo en este paradigma pandémico donde los registro entre lo periférico, —como
forma política y hegemónica de la cultura burguesa— no pueden dejarnos indiferentes a
la hora de repensar los éxodos contemporáneos. Sí la comunidad piensa en un sistema
complejo de relaciones, desde una bicicleta a una papelera, desde un viaducto a un
mercado, cobran sentido.

Como tercer argumento, la interactuación de los colectivos no puede estar desconectada


del impacto y responsabilidad ambiental que debe asumirse como patrón de equilibro
entre el desarrollo urbano y sus múltiples conexiones con sus entornos.

Las conexiones entre humanos pero también las conexiones de los centros y sus
periferias, anticipan una idea a futuro interesante: toda construcción de ese territorio
ideal que llamamos ciudad, no puede ser entendida desde políticas y reflexiones
marginales, extremistas y/o periféricas.
El fortalecimiento del liderazgo de la comunidad civil debe ser la base del paradigma en
ese desarrollo; la sensibilidad, las fórmulas participativas, la propia idiosincrasia local
son claves a la hora de implementar los proyectos colectivos; al abordar, de manera
constante, ese «ideal» constructivo debemos de convencernos de la «ganancia» que de
forma autosuficiente estamos definiendo. Como apuntan Lezama y Domínguez
(2016:156)

La sociedad empieza a percibir el daño y el riesgo ambiental no porque no existieran antes,


sino porque culturalmente se halla, en esa nueva etapa, habilitada
con otra mirada, con otra sensibilidad para percibirlos y para convertirlos en objeto
de preocupación.

La preocupación de los diferentes colectivos a propósito del medio ambiente ha ido en


aumento en las últimas décadas; sólo hace falta una mirada general para ver la oferta de
master, cursos y talleres que se nos ofertan desde una diversidad inaudita de
instituciones y medios. Pero no existe un solo patrón o manera de proceder en este
asunto del cuidado, impacto y responsabilidad en torno al medio ambiente si bien
entendemos que éstos pasan por una puesta en común y una consciencia individual de
cada colectivo y de cada ciudadano.

Todos para Cali, Cali para todos.

En Latinoamérica, bajo la emergencia de países y ciudades, en pleno desarrollo


económico y social es complejo hablar de parámetros consistentes; si bien ciudades
como Medellín en Colombia o Santiago en Chile son pioneras en esa emergencia, no
debemos olvidar que esta parte del mundo —olvidada por muchas décadas— está en
pleno proceso de consolidación frente a países desarrollados tanto en Europa como en
Asía o Norteamérica.

En el caso concreto de Cali, como entorno pero también como ecosistema de relaciones,
las problemáticas urbanísticas y medioambientales son notables y eminentemente
complejas. El tráfico rodado, la contaminación
de sus cuencas hídricas se suman a la degradación del centro histórico y muchos de sus
asentamientos periféricos. Unidos a la inminente burbuja inmobiliaria que en los
últimos años viene afectando el desarrollo de la propia ciudad y su entorno se han
detectado grandes espacios de deficiencia en sus infraestructuras viarias y de servicios y
sobre todo un aumento progresivo en el abandono de las identidades y las propias
características etnográficas y culturales de una parte importante de la población.

Ese mundo cosmopolita narrado por la postmodernidad desde finales de los años
ochenta (Vattimo, 1998) ha dado paso a un pensamiento progresista que se apoya
precisamente en las minorías y en la defensa de sus reivindicaciones, —legítimas por
otro lado—, colectivas. Racismo, clasismo, homofobia, delincuencia organizada o
sexismo, son sólo algunas problemáticas que deambulan dentro de lo social en el mundo
contemporáneo. Muchas de estas problemáticas buscan su amplificación en el espacio
territorial latino, al mismo tiempo, que colonizan espacios de trato pretendidamente
igualitarios sin apenas ser conscientes que esos «guetos» nos están pasando factura.
Paris o Atlanta son sólo pruebas de ese desarrollo social insostenible que crea bolsas de
marginación —no tiene por qué ser despreciativa— justo allí donde nos creíamos
infranqueables, en los centros de las ciudades. En algunos sentidos, aún salvando la
distancia, Cali está asumiendo un desarrollo inmobiliario que puede causar un profundo
daño a ese sentimiento de (des)arraigo y culturización que posee desde que en décadas
pasadas sustituyera, en términos de desarrollo, a Palmira como centro neurálgico en el
Suroccidente colombiano. Actualmente, crisol de cultural y eje vertebrador en las
comunicaciones con el Pacífico y el Sur del país necesita una profunda revisión
sistémica a la hora de acometer reformas integrales y sobre todo, ser políticamente
consciente de sus valores medioambientales y topográficos a la hora de desarrollar
marcos tanto sociales como de expansión. Al ser la tercera ciudad, en términos
demográficos, dentro de Colombia, planteamientos erróneos o en superficie provocarían
en el medio/largo plazo una crisis de identidad cultural y social,
y por ende, una atmosfera de extremos entre polos divergentes de la ciudad.

El policentrismo, adoptado durante los últimos años en ciudades de Europa, es un


modelo complicado de aplicar en muchas ciudades de Latinoamérica pero podría ser
una solución no tan alejada en la búsqueda del diálogo
que desde el centro y atravesado por el eje vertebrador sur/norte podría aplicarse a la
ciudad. Ese diálogo descentralizador buscaría que los sistemas actuales, con profundos
asentamientos ilegales o anárquicos en las fronteras de comunas, como la veinte o la
cinco, sean incorporados al plan estratégico global contemplando un desarrollo y
expansión más ordenado
e interconectado.
Las nuevas formas del habitar contemporáneo, en la certeza de que el territorio y la
identidad no pueden disociarse del ejercicio colectivo y de ciudadanía, podría ser un
planteamiento convergente y definitorio en esta nueva construcción.

El centro caleño como modelo problemático e integrador

La comuna trece y concretamente la propuesta urbanística que se está planteando en San


Pascual viene determinada por muchos de los asuntos que hemos desarrollado con
anterioridad. Somos conscientes que acometer una reactivación de las infraestructuras y
las edificaciones en un centro tan deteriorado como el que presenta la comuna trece no
es tarea fácil. Bajo la denominación de Ciudad Paraíso, la escala de nuestra propuesta
viene determinada por un planteamiento ético y estético que bien podría ser leído desde
el concepto de permeabilidad. Esa permeabilidad está fundada en los recursos urbanos y
su diseño como una experiencia escotada [super-manzana abierta] que amplifica la idea
del compartir, del espacio como transitividad y sobre todo, como un mercado exterior a
la experiencia de
su habitabilidad.

Si desde los espacios colectivos podemos conseguir el diálogo la propuesta cobrará


sentido no sólo formal si no conceptual, más allá de su diseño.
El diálogo, como hemos dicho anteriormente, abre la posibilidad de construcción y de
conexión interrrelacional que contribuiría a crear puentes de entendimiento a diferentes
problemáticas socio-políticas y económicas que se dan en el centro de la ciudad.

Si atendemos a su polisemia el centro de Cali, puede ejercer a propósito de San Pascual,


de un epicentro en el que estudiar y articular modelos para acometer las multiplicidad de
fenómenos y problemáticas que se dan en el resto de la ciudad. No, como un epicentro
radial si no más como un modelo de difusión, que tendría como idea inicial la
discontinuidad y lo fragmentario y que puede funcionar como un estudio previo a esa
ciudad-región confuso que pretende acontecernos y que en cierta manera utiliza la
diversidad cambiante y adaptativa de los ciudadanos para conformar un dentro
y un fuera.

Si como hemos dicho la comunicación y la conexión parece inundarlo todo, no estaría


demás pensarnos como centro(s) sin centro, construidos como pequeños ecosistemas
fracturados pero conectados por aquello que entendemos debe ser prioritario en
cualquier acometer constructivo,
los ciudadanos como red de esa colectividad que llamamos Cali.

Fuentes referenciales

De Certeau, M. (2008) Andar la ciudad;


http://www.bifurcaciones.cl/007/colerese/bifurcaciones_007_reserva.pdf [consultado 04.12.2020]
Guattari, F. (1990) Las tres ecologías. Valencia, España:Pre-Textos

Ballarini, F; Bonnin, J. E.; Curzel, F. y Peirone, L. (2020) Ecología: la pandemia, el ambiente y un futuro
incierto. https://chequeado.com/el-explicador/ecologia-la-pandemia-el ambiente-y-un-futuro-incierto/
[consultado 08.12.2020]

Lezama, J. L. y Domínguez, J. (2016) «Medio ambiente y sustentabilidad urbana»; en: Papeles de


Población, vol. 12, núm. 49, julio-septiembre, 2006, pp. 153-176 Toluca, México: Universidad
Autónoma del Estado de México, https://www.redalyc.org/pdf/112/11204906.pdf [consultado
06.12.2020]

Orozco, H. (2016) Utopías de la ciudad: la construcción del sentido urbano desde los colectivos.
Guadalajara, México: Iteso.

Vattimo, G. (1998). «Epílogo. La responsabilidad de la filosofía: a propósito del ocaso de Occidente»; en


Cruz, M. & Vattimo, G. (Eds). Pensar en el siglo. Madrid, España: Santillana.

Vergara, A. (2010) Territorios Inteligentes. https://www.ecoticias.com/sostenibilidad/25616/medio-


ambiente-definicion-noticias-contaminacion-cambio-climatico-calentamiento [consultado 06.12.2020]

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