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Ataraxia Kleos
Ataraxia Kleos
Ataraxia y Kleos
En el mundo griego
Bogotá
30 de marzo de 2012
Introducción.
Encendía de día un candil y decía:
“Voy buscando un hombre”.
Diógenes1
4
Friedrich Nietzsche, “La Genealogía de la Moral”, (Madrid: Alianza Editorial, 2005) tratado primero.
Capitulo I
La Mitología y la Conciencia
Sin embargo, la caída del imperio, caballeros,
Es algo monumental y no puede combatirse fácilmente.
Está dictada por una burocracia en aumento, una recesión de la iniciativa,
Una congelación de las castas, un estancamiento de la curiosidad… y muchos
factores más.
Asimov5
El que el origen mitológico del mundo griego no supusiera realmente una creación
de orden divino, sino una organización de fuerzas las cuales, en el paso del caos
al cosmos, conformaron todo un sistema conceptual donde la eternidad y la
infinitud, eran, al mismo tiempo, necesarias e imperfectas. De la misma manera, el
universo7 y la cosmología8 griegos no tienen, ni principio, ni fin; una vez un hombre
moría, su espíritu y su renombre (Kleos), permanecían eternamente. No existe,
por lo menos en la tradición que nos fue legada, una concepción griega de un “fin
del mundo” o de un devenir ulterior que responda a la negación, que el mundo
griego expone, en su firme creencia de que lo infinito, lo eterno y lo inmortal, son
negaciones del ser en algún sentido, pues, en el mejor de los casos, no pueden
existir, sino en un plano arquetípico ideal 9 que esta unido de manera misteriosa
con la realidad material.
Así, los dioses griegos, son dioses con y sin forma, al mismo tiempo; pueden
cambiar de forma, porque no tienen una forma definida sino como fuerzas y
nociones de la naturaleza, tanto humana como física. La pregunta por el
significado real del poder y formas divinos, esta delimitada por la noción de
realidad y perdurabilidad de los poderes sempiternos. Los dioses en la cultura
griega, son dioses cambiantes, y el cambio es esencial para su existencia, sin
embargo, son dioses que beben y comen, néctar y ambrosia, para asegurar su
permanencia. Sin embargo, no pueden morir ni pueden ser aniquilados realmente
por otra fuerza, de tal manera que, al presentarse una afrenta, el perdedor es
enviado al tártaro, como castigo por su sublevación. Los dioses son infinitamente
poderosos, capaces de hacer cosas realmente imposibles, pero, perduran aun
cuando el néctar y la ambrosia no sustentan sus existencias. 10
5
Isaac Asimov, “Fundación”, (Bogotá: Círculo de Lectores, 1989), pp. 34-35.
6
David Hume, “The Natural History of religion”, Seccion IV.
7
Wolfhart Henckmann, “Teoría de la Cosmovisión natural en Scheler”, Revista Δαι´μων n° 32, pp. 79-94.
8
Mircea Eliade, “El Mito del Eterno Retorno”, (Buenos Aires: Emecé, 2001), pp. 15-17.
9
Mircea Eliade, “El Mito del Eterno Retorno”, (Buenos Aires: Emecé, 2001), pp. 7-15.
10
Publio Ovidio, “Las Metamorfosis”, (Barcelona: Editorial Bruguera, 1983).
Tales dioses, con tan singular relación entre el eterno subsistir de los dioses, los
hombres y los titanes, aunque sea una existencia a medias, del Daimon como
reminiscencia o como Neuma en el Hades, eternamente debilitada por la muerte,
no es la misma relación de los dioses Nórdicos, con hombres y Jötuns, donde la
muerte del primer Gigante de la escarcha (hrímþursar) es el pasto sobre el cual se
conforma el mundo como lo conocemos. 11 En el mundo griego, los titanes, al ser
derrocados, no son destruidos y muertos, sino que son deformados, heridos y
desterrados al tártaro para siempre, pero, su existencia, no es eliminada ni
anulada en sentido alguno; los Nórdicos, al imaginar la conformación del universo,
conjeturaron que Odín, Vili y Vé mataron al gigante Ymir y, con las parte de su
cuerpo, conformaron el mundo. De igual manera, el Ragnarök, el ocaso de los
dioses nórdicos, acabara el universo de manera total; 12 pero, en la concepción
griega, un final nunca es descrito.
Por tal razón, entre los griegos se da un afán de dos órdenes, y, ese afán, es
comprensible para cualquiera que elija cualquiera de los dos. Por una parte, un
afán cierto de conocimiento, siempre esta presente en el devenir griego, un deseo
de conocimiento casi morboso por el futuro les impelía a preguntar a la Pitonisa,
en el oráculo de Delfos, por sus destinos singulares y colectivos. Pero es
interesante que, la Pitonisa, al transmitir el sagrado mensaje de Apolo, nunca deja
de responder Dionisiacamente con acertijos y aforismos. El otro camino, un
camino que, como en Aquiles no deja de tener presente ese conocimiento; es la
búsqueda de gloria. Los dos caminos, aparentemente tan similares en algunos
aspectos, y tan distantes en otros, son, en realidad, dos caras de una misma
moneda. La búsqueda de conocimiento, por conocimiento, que, en el caso griego,
es siempre una pregunta por el futuro o el destino individual; tiende a ser, de
alguna manera, una concepción del destino personal como un destino social, un
ocupar un lugar dentro de un sistema social. El deseo de gloria es, de manera
sutil, un poco más individual, pero no prescinde propiamente del factor social, por
que busca inmortalidad, no como sombra en un inframundo, sino como recuerdo
glorioso y reconocimiento de su Ethos personal en otros hombres.
11
Mircea Eliade, “El Mito del Eterno Retorno”, (Buenos Aires: Emecé, 2001), pp. 7-12.
12
Véase: la Edda en Prosa de Snorri Sturluson.
13
Thomas Carlyle, “Los Héroes”, (Barcelona: Ediciones Orbis, 1985.), pp. 31-75.
Capitulo II
La Lámpara de Diógenes en Delfos
El Hombre es la medida de todas las cosas.
Protágoras14
Para que los individuos pudiesen alcanzar la excelencia, y, con ello, hacer una
labor en la sociedad, era necesario que los individuos que ostentasen poder,
tuviesen unos conocimientos. Esta realidad, común a todas las civilizaciones, se
hace más patente en los griegos, los cuales no se preocupan solamente de
enseñarle a administrar el poder a los Aristócratas, puesto que, al impartirles la
educación, le enseñan a relacionarse con otros hombres, como iguales. Al debatir
y luchar hombro a hombro, uniendo los escudos, los griegos nos demuestran su
carácter igualitario, sin embargo, no dejan de ser hombres que respetan el
conocimiento y la praxis de artes dirigentes, que no pueden ser aprendidas en un
solo día, necesitan leyes y dirigentes aptos 17 que los guíen a una organización y
convivencia justas.
19
Conrad Vilanou, “De la Paideia a la Bildung.” Revista portuguesa de educación vol. 14 2001.
20
Werner Jäger, “Paideia: los ideales de la cultura griega”, (México: Fondo de cultura Económica, 2001) pp.
20-28.
Bibliografía
Eliade, Mircea. El Mito del Eterno Retorno. Buenos Aires: Emecé. 2001.