Está en la página 1de 5

Clase nº5

1. Sobre “El Critón”:

El Critón es un diálogo que se distingue del resto de diálogos del primer período de
producción de Platón por una razón muy significativa: muchos de esos diálogos son
aporéticos, es decir, son conversaciones en las que no se llega a una respuesta o resolución
del problema que se debate en ellas. En el Critón, en cambio, se tiene que llegar a responder
en forma definida a las preguntas que surgen cuando uno tiene que elegir entre hacer o no
hacer algo. En el Critón, al igual que en la Apología, Sócrates sostiene que al actuar la
única consideración que importa es si lo que uno va a hacer es o no justo (o como
diríamos hoy, si es moralmente correcto o no lo es). Esto es al parecer lo que Sócrates
expresa al señalar que “no es el vivir lo más importante, sino el vivir bien”. Éste diálogo es
una excelente muestra de la argumentación que había desarrollado Sócrates para inferir la
moralidad o inmoralidad de un acto.

Revisemos los problemas fundamentales que se presentan a través de los argumentos


socráticos a lo largo de “Critón”.

1. Integridad: Llama la atención la integridad de un hombre que prefiere la muerte a


traicionar los principios que ha defendido toda una vida. Integridad es precisamente
actuar en conformidad con las propias convicciones, incluso aunque de esta acción
se sigan consecuencias nefastas para unos, sino por el contrario, que hacer lo justo
siempre trae buenas consecuencias en beneficio propio y de los demás. En ese
sentido Sócrates no sólo actúa con integridad al aceptar su condena, sino con
prudencia, esto es, apuntando a su propio bien.
2. Se ha objetado que, aún cuando la actitud personal de Sócrates es admirable, su
posición filosófica es autoritaria, pues implica una total sumisión del individuo al
Estado. A primera vista, Sócrates estaría dispuesto a morir simplemente por
cumplir, a ciegas, con la ley. En esta concepción no habría lugar para la
desobediencia civil, no habría manera de justificar los actos de quienes piensan en
conciencia que una ley debe ser desobedecida, si es injusta.
3. “Critón” posee elementos que permiten responder a esta dificultad:
- Se dice claramente que la injusticia de que es víctima Sócrates se debe a las
personas y no a las leyes. Esto equivale a sostener que Sócrates considera que el
derecho procesal ateniense es justo y que son los jueces los que hicieron algo
injusto al dejarse llevar por sus prejuicios y sus pasiones en lugar de aceptar los
argumentos que él ofreció. EL FALLO FUE INJUSTO, PERO
PERFECTAMENTE LEGAL.
- En varias ocasiones se dice que el ciudadano debe “persuadir y obedecer” al
Estado. El derecho ateniense no exige una obediencia ciega e inmediata a la
autoridad sino que ofrece la oportunidad de que el ciudadano convenza al
tribunal de que actuó en forma correcta. Si fracasa, empero, en el intento de
persuasión, está obligado a obedecer un veredicto que se ajuste a la ley.

El Critón, por lo tanto, no defiende una concepción autoritaria de la relación entre


el individuo y el Estado, sino que ilustra en forma magistral un teorema central de la ética
socrática: que lo racional es evitar cometer y padecer injusticias, pero si uno tiene que optar
de manera excluyente entre lo uno y lo otro, entonces es preferible padecer una injusticia a
cometerla. Cometer una injusticia es siempre vergonzoso y malo para el agente, padecerla,
no lo es.

En éste temprano diálogo platónico aparece con fuerza la idea de la justicia como
resultado de la realización de la vida humana al amparo de las leyes, es más, la justicia sólo
es posible dentro del recto orden de la polis ateniense (al menos para un ateniense, como lo
era Sócrates). A partir de esta versión de Platón, podríamos sostener con razón–contra las
interpretaciones sofísticas- que las leyes no son producto del temor por parte de los débiles
de recibir injusticias, ni tampoco la expresión de la conveniencia de los más fuertes (los que
están en el poder) sino, y muy por el contrario, son precisamente la garantía de que el orden
representado por las mismas sea estrictamente moral, esto es, que no guarde ninguna
relación con la conveniencia o el bien de ningún individuo en particular. Las leyes son
esencialmente justas, puesto que sólo gracias a ellas (y no a pesar de ellas) pueden los
hombres llevar una vida satisfactoria.

Sin embargo, en éste diálogo no se define aún claramente, que sea justicia, virtud o
vida buena, no se explicita la naturaleza del vínculo entre el bien propio de la ciudad y el
bien propio de los individuos, ni tampoco se distingue entre la autoridad de la ley y la
autoridad propia del ejercicio del gobernante. Sobre estos temas y otros Platón se extenderá
en obras como La República, El Político y Las Leyes, aún cuando en varios de estos puntos
pareciera no haber una opinión clara y definida.

2. Sobre “El político”

Resulta evidente que en el trazado de la República –donde se bosquejan las


condiciones para el establecimiento de la Ciudad Ideal- se dejan de lado muchos aspectos
relevantes (algunas de tipo práctico, otras de tipo teórico) como el tipo de constitución o el
tipo de leyes (si restringen sólo a la ciudadanía o también a los gobernantes) más adecuado
al ideal platónico de justicia.

Sin embargo, esto parece carecer de relevancia hasta cierto punto, puesto que –como
se dirá en el Político- la diferencia fundamental entre las constituciones no consiste en
cómo están distribuidos los derechos políticos o si el gobierno se guía por la ley o por la
violencia; ya que la condición de ser un político depende del conocimiento, la distinción
fundamental se da entre aquellas sociedades cuyos gobernantes poseen el conocimiento
necesario y aquellas cuyos gobernantes no lo poseen.

Se podría objetar que la ley es esencial para una comunidad correctamente


ordenada, y que las leyes sólo pueden ser cambiadas con el consentimiento de la gente. Sin
embargo, Platón argumenta que las leyes son inevitablemente toscas e inapropiadas porque
las condiciones humanas son variables y no uniformes. Ningún doctor, por ejemplo, se
permitiría estar limitado por sus anteriores decisiones en circunstancias que han cambiado;
pero no es una prueba de falta de competencia en la medicina si el paciente se opone al
nuevo régimen. De la misma manera, el auténtico político no necesita para nada la ley ni el
consentimiento de sus súbditos.
Pero en defecto de un único gobernante que comprenda lo que es ser un político, la ley,
basada en la experiencia, es mejor que un gobierno arbitrario; y es posible intentar imitar,
por medio de las leyes, el tipo de sociedad que el auténtico político crearía. Puesto que la
gente no cree en la existencia de hombres en quienes se puede confiar para que gobiernen
sin ley, hacen uso de la ley, y así crean muchos males.

Pero, ¿qué entiende Platón por la Ley?

Está relacionado con 3 cosas:


1. Debe ser algo de lo que un monarca puede prescindir. (con esto probablemente no
se refiere a leyes ordinarias, como leyes sobre asesinato o robo), sino leyes
constitucionales, esto es, que ponen límites al poder de los gobernantes.
2. Está relacionada con el consentimiento general. (nomos (ley) en griego significa
también “costumbre mantenida en sociedad”)
3. Es uniforme. Siendo la ley universal, no permite la variabilidad del hombre

Sin embargo, más allá de éstas indicaciones, al parecer, no hay nada claro en Platón sobre
el significado de Ley, puesto que no hay claridad sobre si se refiere a leyes ordinarias,
constitucionales o si éstas tienen o no el consentimiento de la comunidad. Lo que si afirma
-en varios pasajes- es que los gobiernos con leyes son muy inferiores a los que no las
tienen. Esto por dos razones:
1. Un gobierno sin leyes, o con muy pocas, implica que cada ciudadano, en virtud de
haber recibido una recta educación, sabe cómo debe comportarse, sin necesidad de
que existan leyes escritas. (Una constitución es más perfecta en tanto posee menos
leyes; un gobierno será más justo de manera proporcionalmente inversa a la
cantidad de gobernantes).
2. El gobernante puede y debe imponer la decisión correcta incluso en contra de la
voluntad popular, y para esto muchas veces debe pasar por alto costumbres
ancestrales y tradiciones constitucionales.

En resumen:

El consentimiento no es el principio esencial para gobernar bien, puesto que la dirección


correcta siempre debe ser impuesta, pero, en la práctica, puesto que no pueden conseguirse
personas que determinen competentemente la dirección correcta, el consentimiento es
importante.

Es posible interpretar que Platón sólo quiere dar a entender que la “ley” (en el sentido de
limitaciones de la comunidad al gobierno) no sería importante si la gente concediera
autoridad absoluta al filósofo, pero que es importante puesto que no se la concederán.

3. Ley y Moralidad. La función educativa de las leyes.

No para todo lo que la ley prescriba resulta adecuado el tono seco y lacónico de los códigos
como tales: lo mejor es que a cada disposición preceda un proemio que sirva para
recomendar la adopción y preparar los espíritus al cumplimiento mediante previa
convicción. Por ejemplo, cuando se trate de los matrimonios, no bastará con establecer una
ley que obligue a casarse entre los treinta y los treinta y cinco años, sino que se hará
necesaria otra en que la misma obligación esté más ampliamente explicada e ilustrada con
razonamientos morales (así como en música antes de seguir la pauta hay un momento para
afinar los instrumentos).

Conclusión

Resumiendo las ideas básicas sobre el pensamiento platónico en materia moral, política y
jurídica, podemos señalar que:

1. Plantea que la categoría básica que orienta la vida teórica y práctica del hombre - a
nivel individual y social- es la Idea de Bien, y que la acción moral es posible sólo en
virtud de su conocimiento. De ahí que la ética, en tanto una reflexión sobre las
condiciones que permitan un recto comportamiento y una vida satisfactoria, sea
materia de conocimiento. Sólo porque sabemos qué es lo bueno y lo conveniente, es
que podemos obrar convenientemente en cada caso (Ejemplo: sólo podemos actuar
justamente porque conocemos la idea de justicia, etc).

2. La aproximación humana al Bien Supremo –y con ello al bienestar individual y


social, sólo es posible gracias a una vida virtuosa, esto es, una vida guiada por la
moderación, la valentía, la templanza, la prudencia, y sobre todo, por la Justicia.

3. Platón entiende por Justicia: “que cada uno haga lo que le corresponde y no se
ocupe de lo que no le corresponde”. La justicia no tiene que ver con el acatamiento
de reglas o leyes por parte de los ciudadanos, sino más bien, es una cierta condición
espiritual según la cual lo peor de nosotros (o de la ciudad) obedece a lo mejor, vale
decir, que lo pasional, corporal y mortal obedezca a la razón inmortal (lo más divino
que tenemos).

4. De aquí se sigue que el bien depende de que cada uno conozca cómo llevar a cabo
una vida satisfactoria, y si se ignora, se seguir los consejos de quienes si lo saben, a
saber, los gobernantes, que según Platón debieran ser los filósofos, puesto que su
modo propio de vida (reflexiva y alejada de los placeres mundanos) los dispone
naturalmente a la virtud, y los vuelve incapaces de cometer actos bajos.

5. Si él o los gobernantes cumplieran con la idealidad requerida (virtuosos,


desinteresados, y principalmente, conocedores del Bien y de la naturaleza humana),
lo óptimo sería que impusieran su voluntad o sus leyes arbitrariamente a la ciudad
(en el supuesto de que su voluntad siempre corresponde, no a su interés personal,
sino a lo que hubiese elegido la ciudad como su mayor bien), esto es, sin necesidad
del consentimiento ciudadano. Sin embargo, dado que es muy difícil que alguien
reúna tales condiciones, Platón reconoce que es importante la existencia de leyes
establecidas de común acuerdo.

También podría gustarte