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El Critón es un diálogo que se distingue del resto de diálogos del primer período de
producción de Platón por una razón muy significativa: muchos de esos diálogos son
aporéticos, es decir, son conversaciones en las que no se llega a una respuesta o resolución
del problema que se debate en ellas. En el Critón, en cambio, se tiene que llegar a responder
en forma definida a las preguntas que surgen cuando uno tiene que elegir entre hacer o no
hacer algo. En el Critón, al igual que en la Apología, Sócrates sostiene que al actuar la
única consideración que importa es si lo que uno va a hacer es o no justo (o como
diríamos hoy, si es moralmente correcto o no lo es). Esto es al parecer lo que Sócrates
expresa al señalar que “no es el vivir lo más importante, sino el vivir bien”. Éste diálogo es
una excelente muestra de la argumentación que había desarrollado Sócrates para inferir la
moralidad o inmoralidad de un acto.
En éste temprano diálogo platónico aparece con fuerza la idea de la justicia como
resultado de la realización de la vida humana al amparo de las leyes, es más, la justicia sólo
es posible dentro del recto orden de la polis ateniense (al menos para un ateniense, como lo
era Sócrates). A partir de esta versión de Platón, podríamos sostener con razón–contra las
interpretaciones sofísticas- que las leyes no son producto del temor por parte de los débiles
de recibir injusticias, ni tampoco la expresión de la conveniencia de los más fuertes (los que
están en el poder) sino, y muy por el contrario, son precisamente la garantía de que el orden
representado por las mismas sea estrictamente moral, esto es, que no guarde ninguna
relación con la conveniencia o el bien de ningún individuo en particular. Las leyes son
esencialmente justas, puesto que sólo gracias a ellas (y no a pesar de ellas) pueden los
hombres llevar una vida satisfactoria.
Sin embargo, en éste diálogo no se define aún claramente, que sea justicia, virtud o
vida buena, no se explicita la naturaleza del vínculo entre el bien propio de la ciudad y el
bien propio de los individuos, ni tampoco se distingue entre la autoridad de la ley y la
autoridad propia del ejercicio del gobernante. Sobre estos temas y otros Platón se extenderá
en obras como La República, El Político y Las Leyes, aún cuando en varios de estos puntos
pareciera no haber una opinión clara y definida.
Sin embargo, esto parece carecer de relevancia hasta cierto punto, puesto que –como
se dirá en el Político- la diferencia fundamental entre las constituciones no consiste en
cómo están distribuidos los derechos políticos o si el gobierno se guía por la ley o por la
violencia; ya que la condición de ser un político depende del conocimiento, la distinción
fundamental se da entre aquellas sociedades cuyos gobernantes poseen el conocimiento
necesario y aquellas cuyos gobernantes no lo poseen.
Sin embargo, más allá de éstas indicaciones, al parecer, no hay nada claro en Platón sobre
el significado de Ley, puesto que no hay claridad sobre si se refiere a leyes ordinarias,
constitucionales o si éstas tienen o no el consentimiento de la comunidad. Lo que si afirma
-en varios pasajes- es que los gobiernos con leyes son muy inferiores a los que no las
tienen. Esto por dos razones:
1. Un gobierno sin leyes, o con muy pocas, implica que cada ciudadano, en virtud de
haber recibido una recta educación, sabe cómo debe comportarse, sin necesidad de
que existan leyes escritas. (Una constitución es más perfecta en tanto posee menos
leyes; un gobierno será más justo de manera proporcionalmente inversa a la
cantidad de gobernantes).
2. El gobernante puede y debe imponer la decisión correcta incluso en contra de la
voluntad popular, y para esto muchas veces debe pasar por alto costumbres
ancestrales y tradiciones constitucionales.
En resumen:
Es posible interpretar que Platón sólo quiere dar a entender que la “ley” (en el sentido de
limitaciones de la comunidad al gobierno) no sería importante si la gente concediera
autoridad absoluta al filósofo, pero que es importante puesto que no se la concederán.
No para todo lo que la ley prescriba resulta adecuado el tono seco y lacónico de los códigos
como tales: lo mejor es que a cada disposición preceda un proemio que sirva para
recomendar la adopción y preparar los espíritus al cumplimiento mediante previa
convicción. Por ejemplo, cuando se trate de los matrimonios, no bastará con establecer una
ley que obligue a casarse entre los treinta y los treinta y cinco años, sino que se hará
necesaria otra en que la misma obligación esté más ampliamente explicada e ilustrada con
razonamientos morales (así como en música antes de seguir la pauta hay un momento para
afinar los instrumentos).
Conclusión
Resumiendo las ideas básicas sobre el pensamiento platónico en materia moral, política y
jurídica, podemos señalar que:
1. Plantea que la categoría básica que orienta la vida teórica y práctica del hombre - a
nivel individual y social- es la Idea de Bien, y que la acción moral es posible sólo en
virtud de su conocimiento. De ahí que la ética, en tanto una reflexión sobre las
condiciones que permitan un recto comportamiento y una vida satisfactoria, sea
materia de conocimiento. Sólo porque sabemos qué es lo bueno y lo conveniente, es
que podemos obrar convenientemente en cada caso (Ejemplo: sólo podemos actuar
justamente porque conocemos la idea de justicia, etc).
3. Platón entiende por Justicia: “que cada uno haga lo que le corresponde y no se
ocupe de lo que no le corresponde”. La justicia no tiene que ver con el acatamiento
de reglas o leyes por parte de los ciudadanos, sino más bien, es una cierta condición
espiritual según la cual lo peor de nosotros (o de la ciudad) obedece a lo mejor, vale
decir, que lo pasional, corporal y mortal obedezca a la razón inmortal (lo más divino
que tenemos).
4. De aquí se sigue que el bien depende de que cada uno conozca cómo llevar a cabo
una vida satisfactoria, y si se ignora, se seguir los consejos de quienes si lo saben, a
saber, los gobernantes, que según Platón debieran ser los filósofos, puesto que su
modo propio de vida (reflexiva y alejada de los placeres mundanos) los dispone
naturalmente a la virtud, y los vuelve incapaces de cometer actos bajos.