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Arqueología del valle de Atríz

(Nariño, Colombia)
Arqueología del valle de Atríz
(Nariño, Colombia)

Felipe Cárdenas Arroyo

ALZANI EDITORE
Cárdenas Arroyo, Felipe
Arqueología del Valle de Atríz (Pasto, Nariño) / Felipe Cárdenas Arroyo ––Alzani Editore: Pinerolo (TO), Italia,
2020. 253 pág., + 115 figuras (fotos, mapas y diagramas) + 26 tablas.

ISBN 978-88-8170-633-4

1. Arqueología prehispánica. – 2. Nariño, valle de Atríz, Colombia. – 3. Cerámica prehispánica, valle de Atríz,
Colombia. 4. Fauna arqueológica, valle de Atríz, Colombia. 5. Metalurgia y artefactos líticos arqueológicos, valle
de Atríz, Colombia. 6. Cronología arqueológica del valle de Atríz, Colombia.

© Felipe Cárdenas Arroyo


felipeca2@aol.com

Todos los derechos reservados


Esta publicación no puede ser reproducida, total ni parcialmente por ningún medio inventado o por inventarse, sin
premiso previo escrito del autor.

Cubierta anterior: Plato Tuza hallado en Maridíaz. Cubierta posterior: Volcán Galeras visto desde el valle de Atríz
(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo). Guarda: Prospección en Bomboná (Fotografía de Felipe Díaz del
Castillo)

Impreso por Alzani Editore


Pinerolo (TO), Italia

iv
Dedicado a todos los líderes y lideresas sociales,
afrocolombianos, afrocolombianas, indígenas,
campesinos, campesinas, ambientalistas y personas diversas
asesinados en Colombia por el solo hecho de defender su cultura,
su tierra, su libertad de expresión y su derecho a la vida,
abandonados a su suerte por el Gobierno Nacional

v
Contenido

Dedicatoria v

Agradecimientos ix

Introducción 1

Capítulo 1 La arqueología del valle de Atríz 9

Capítulo 2 Excavaciones en Maridíaz 21

Capítulo 3 Excavaciones en Mijitayo y Catambuco 51

Capítulo 4 Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz 67

Capítulo 5 El sistema alfarero del valle de Atríz 73

Capítulo 6 Análisis de restos de arqueofauna en Maridíaz 95


Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal Contreras

Capítulo 7 Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz 133


Lina María Campos Quintero

Capítulo 8 Análisis de los líticos de Maridíaz 153


Ileana Catherine Pardo Báez y Manuel D. Martínez Cortés

Capítulo 9 Análisis de una muestra de ceniza – Tumba BMT-52 183


Manuel D. Martínez Cortés

Capítulo 10 Análisis de antropología física 195


Felipe Cárdenas Arroyo

Capítulo 11 Comentarios finales 209

Referencias 223

Anexos 241

vi
Índice de mapas

Mapa 1 Zonas fisiográficas de Nariño 6


Mapa 2 Cortes oeste-este y sur-norte del Macizo Colombiano 7
Mapa 3 Suelos y climas del área quillacinga 7
Mapa 4 Localización de los tres sitios arqueológicos excavados en
el valle de Atríz 8

Índice de figuras

Figura 1.1 Algunas poblaciones quillacingas, pastos y abades del siglo XVI 19
Figura 2.1 Cuencos con base del Complejo Tuza excavados por Sergio
Elías Ortíz en 1930 24
Figura 2.2 Cuenco con base del Complejo Tuza representando un posible
sacrificio humano 24
Figura 2.3 Plano del cementerio arqueológico de Maridíaz 29
Figura 2.4 Tipos de estructuras de tumbas halladas en el cementerio
quillacinga de Maridíaz 30
Figura 2.5 Maridíaz: BMT-27. Dibujo en planta de la bóveda y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 44
Figura 2.6 Maridíaz: BMT-39, 39A, 39B. Dibujo en planta de la bóveda y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 45
Figura 2.7 Maridíaz: BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB, XXIVC. Dibujo en
corte de cuatro bóvedas que comparten un mismo pozo y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 46
Figura 2.8 Cerámica de Maridíaz 47
Figura 2.9 Cerámica de Maridíaz 48
Figura 2.10 Cerámica de Maridíaz 49
Figura 2.11 Cerámica de Maridíaz y banquito de madera 50
Figura 3.1 Mijitayo, petroglifo hecho por punteado 52
Figura 3.2 Jenoy, petroglifo labrado en una pared de roca 52
Figura 3.3 Panorama del sitio arqueológico Mijitayo 52
Figura 3.4 Mijitayo Corte 1 Niveles 1 y 2 55
Figura 3.5 Mijitayo Corte 1 Niveles 3 y 4 56
Figura 3.6 Mijitayo Corte 1 Nivel 5 y perfil 57
Figura 3.7 Panorámica del sitio arqueológico Catambuco 58
Figura 3.8 Sitio arqueológico Catambuco: basurero, tumbas y
recolección superficial 59
Figura 3.9 Catambuco Zona 1: basurero y tumbas 60
Figura 3.10a Catambuco Zona 2 Tumba 1: planta y corte 62
Figura 3.10b Catambuco Zona 2 Tumba 1: Cuencos decorados con base 62
Figura 3.11 Catambuco Zona 2 Tumba 2: planta y corte 63
Figura 3.12 Catambuco Zona 2: cuencos con base decorados hallados
durante labores agrícolas 64
Figura 5.1 Sistema alfarero del valle de Atríz: Mijitayo: bordes por tipo 89
Figura 5.2 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Carmelito
y Negro 90
Figura 5.3 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Rojo y Crema 90
o Habano

vii
Figura 5.4 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de cuencos
tipo Naranja 91
Figura 5.5 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de vasijas aquilladas 91
Figura 5.6 Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos y platos 92
Figura 5.7 Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos con base y
sin base decorados 92
Figura 5.8 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de ollas globulares 93
Figura 5.9 Sistema alfarero del valle de Atríz: vasijas antropomorfas 93
Figura 6.1 Ajuar funerario de la tumba BMT-9 104
Figura 6.2 Bivalvos excavados en Maridíaz 112
Figura 6.3 Bivalvos excavados en Maridíaz 113
Figura 6.4 Gasterópodos excavados en Maridíaz 114
Figura 6.5 Gasterópodos excavados en Maridíaz 115
Figura 6.6 Cuencos con base decorados con motivos de venados 117
Figura 6.7 Cuencos con base decorados con motivos de primates 121
Figura 6.8 Cuencos con base decorados con motivos de guacamayas 123
Figura 6.9 Cuenco con base decorado con motivos de garzas 124
Figura 6.10 Cuencos con base decorados con motivos de aves 125
Figura 6.11 Cuenco con base decorado con las extremidades de anuros 126
Figura 6.12 Mamíferos excavados en Maridíaz 131
Figura 6.13 Mamíferos excavados en Maridíaz 132
Figura 8.1-8.4 Colgante piritizado 135
Figura 8.5-8.8 Muestra lítica BMT-0001 159
Figura 8.9-8.10 Cuarzo hialino 161
Figura 8.11-8.12 Cuarzo hematoideo 163
Figura 8.13-8.14 Costra ferruginosa 164
Figura 8.15 Material no consolidado 166
Figura 8.16-8.19 Colgante denso fosfatizado 168
Figura 8.20-8-21 Colgante de basalto 171
Figura 8.22-8.24 Raspador de cornubiana 174
Figura 8.25-8.26 Raspador de anfibolita 175
Figura 8.27 Hacha de dacita 177
Figura 8.28-8.30 Aumentos del hacha de dacita 178
Figura 8.31-835 Origen geológico de los materiales líticos 180-181
Figura 9.1 Vasija globular rota con ceniza 183
Figura 9.2 Muestras de ceniza sin pulverizar 188
Figura 9.3 Muestras de ceniza – fracción gruesa 189
Figura 10.1 Desgaste de las superficies oclusivas BMT-V 201
Figura 10.2 Extensa formación de cálculo dental 201
Figura 10.3A Cráneos normales y cráneos con deformación artificial
excavados en Maridíaz 204
Figura 10.3B Cráneo con señales de traumatismo excavado en Maridíaz 205
Figura 10.4 Cráneo con deformación craneal y sutura metópica 205
Figura 10.5 Tumba BMT-G 207

viii
Agradecimientos

Son debidos agradecimientos a muchas personas e instituciones que con su apoyo


hicieron posible estos proyectos arqueológicos.

Primero, a mi esposa Cristina Martina, quien con su paciencia y apoyo permanente


me ha facilitado el tiempo para redactar este libro y salir a terreno. A Alejandro
Bernal Vélez por su trabajo de digitalización de las gráficas, mapas y dibujos que
aparecen en este libro, pero especialmente por su inquebrantable amistad, apoyo y
sugerencias durante más de veinte años. En Pasto van mis más sinceros
agradecimientos a Claudia Afanador y a su familia por abrir las puertas de su hogar
para mi, facilitar mi movimiento en Nariño y compartir conmigo muchos días de
trabajo de campo y años de amistad. A Felipe y María Eugenia Díaz del Castillo por
su colaboración desinteresada, su interés por la arqueología de su departamento y por
su sincera amistad. A la Hermanas Carmen Isabel Valencia, Aura Elisa Romo y a la
comunidad de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada y Museo Madre
Caridad Brader y a Margoth Yadira Romo por su colaboración y uso de la colección
en Maridíaz. Su amabilidad y atenciones conmigo serán siempre recordadas y
agradecidas. De igual modo a los profesores de la Universidad Mariana, Roberto
García Castaño y Enrique Cuásquer Naranjo, por compartir sus dibujos y datos de sus
excavaciones en el cementerio de Maridíaz. Un agradecimiento especial al señor
Felipe Maigual, propietario del terreno que excavamos en Catambuco, por su ayuda
en las labores de campo y por poner a nuestra disposición todos los materiales
hallados en su terreno durante sus labores agrícolas, y a la comunidad de religiosos de
San Felipe Neri por permitir las excavaciones en Mijitayo.

Con inmenso cariño recuerdo a Olguita Díaz de Massoldi del Museo del Oro de Pasto
quien siempre fue mi punto de referencia durante tantos años, y a Carmen H. Perini,
entonces directora del Centro Cultural, quien se encargó de abrirme todas las puertas
necesarias para poder investigar en Nariño. De igual manera al Museo del Oro en
Bogotá y a la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales por su apoyo y
ayuda constantes durante más de 30 años, incluyendo casi todas las fechas de
radiocarbono obtenidas en Maridíaz: Clemencia Plazas, María Alicia Uribe, Roberto
Lleras y Roberto Otríz han colaborado y apoyado mi trabajo en Nariño y por ello les
estoy inmensamente agradecido. También en el Museo del Oro de Bogotá, gracias a
Lina María Campos Quintero por su cuidadoso y excelente análisis de algunas piezas
metálicas de Maridíaz, cuyo trabajo aparece en este libro en el Capítulo 7 y a Héctor
García por atender pacientemente a todas mis solicitudes de datos e información de
los archivos del Museo.

En el Icanh, mis agradecimientos van primero a Ana María Groot, quien siendo
directora del Instituto me envió por primera vez a Nariño en comisión y me ofreció
siempre su colaboración, apoyo y conocimientos sobre el área. A Gilberto Cadavid
Camargo, por su compañía y ayuda en las primeras semanas de terreno y a Myriam
Jimeno por continuar con el apoyo inicial para las investigaciones en Nariño. Más
recientemente, a Víctor González, Fernando Montejo, Ángela Escobar, Deyanira
Méndez y Álvaro Bermúdez por su ayuda desinteresada, su amistad y compañía en
las largas jornadas de laboratorio.

ix
A Catherine Pardo Báez y Manuel D. Martínez Cortés de la Universidad Nacional de
Colombia por sus excelentes análisis de objetos líticos y cenizas halladas en las
tumbas de Maridíaz y que aparecen en los Capítulos 8 y 9 de este libro; y al
Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia, en especial a
los laboratorios de microscopía óptica, técnicas petrográficas, y al de microscopios de
investigación. En la Universidad Externado de Colombia, mi agradecimiento para
Diana Rocío Carvajal Contreras por su análisis de los restos de arqueofauna hallados
en Maridíaz y su subsiguiente ayuda y disponibilidad para responder a mis preguntas.
Los resultados de dichos análisis aparecen en el Capítulo 6.

Agradezco al Departamento de Antropología de la Universidad de Los Andes por


darme espacio de investigación paralelo a mis actividades académicas como docente.

Finalmente, gracias al pueblo nariñense que aun cree en su cultura tradicional, una de
las más ricas y hermosas del país, y que lucha día tras día para que no desaparezca
frente al embate salvaje de los grandes intereses económicos que solo le han llevado
violencia y miseria a un departamento que merece solo bienestar.

INTRODUCCIÓN

Este libro trata de la arqueología del valle de Atríz, en el altiplano de Pasto. El valle
fue ocupado en la época prehispánica por la etnia de los quillacingas, indígenas que
siguieron viviendo allí varios siglos después de la invasión española pero ya con su
cultura totalmente transformada. El territorio que ocuparon puede considerarse como
uno de tierras muy fértiles gracias, en parte, a la mineralización de los suelos por el
depósito de cenizas volcánicas y a la abundancia de agua. Los datos arqueológicos que
presentamos aquí dan apenas una idea aproximada de lo que pudo ser esta etnia en el
pasado prehispánico porque la destrucción de sitios arqueológicos en esta área en
particular, y en todo el departamento de Nariño en general, ha sido inmensa. Dado que
las sociedades humanas del pasado estaban estrechamente relacionadas con el medio
ambiente, hacemos aquí una breve reseña de las características ambientales de la región
porque es importante conocer las condiciones naturales en las cuales vivieron esas
personas, por lo menos para tener una idea general. Claramente, el medio de hoy es muy
diferente a como era hace más de 500 años, pero ciertas condiciones climáticas y
geológicas siguen siendo muy similares a las del pasado.

El medio ambiente del departamento de Nariño es muy diverso. Cuenta con tres
provincias fisiográficas: 1) la llanura del Pacífico; 2) la montaña nariñense; 3) el
piedemonte amazónico (IGAC, 2014: 35) (Mapa 1). Sabemos que las tres fueron
ocupadas en tiempos prehispánicos, pero no conocemos bien cómo se integraron entre sí
desde el punto de vista sociocultural. Las rutas de comercio e intercambio aún no han
sido bien estudiadas en este territorio. La variedad ambiental y su consiguiente
diversidad de fauna y flora seguramente incidieron en las estrategias adaptativas que
adoptaron sus habitantes, y buena parte del paisaje actual que observamos es
consecuencia de la actividad humana que desde hace siglos se lleva cabo en esta amplia
zona. Específicamente, los quillacingas ocuparon sobre todo la provincia fisiográfica de
montaña nariñense.

En este trabajo, concentramos la atención en el valle de Atríz que fue el centro


geográfico del territorio quillacinga, y que forma parte del macizo andino. Este gran
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo

macizo ocupa una extensión de aproximadamente 160 kilómetros de occidente a oriente,


y 220 de sur a norte. El recuadro en el corte B del Mapa 2 señala el territorio ocupado
por esta etnia al momento de la invasión española, desde el cañón del río Guáitara hasta
un poco más al este del valle de Sibundoy. En 1558, el visitador Tomás López definió
cinco áreas o territorios que por entonces ocupaban los quillacingas (Ramírez de Jara,
1996: 39 y Mapa 2): (1) Los quillacingas del valle de Pasto (o de Atríz) ocuparon el área
objeto de nuestras excavaciones arqueológicas. Los suelos del valle son de origen
volcánico y son muy fértiles por la mineralización, mientras que el clima es frío y seco
(Mapa 3 #1). Este es un clima sano y bueno para el cultivo, que en aquella época ofrecía
también cacería de animales medianos, como venados. Para 1558 –22 años después del
primer contacto con los españoles– Tomás López hizo referencia a 23 poblaciones
indígenas en el valle (Calero, 1991: 108) donde censó 1853 indios tributarios, es decir,
una población nativa aproximada de 5560 habitantes. Considerando para entonces la
elevada mortalidad de la población indígena que podría ser alrededor del 35% como
consecuencia de dos decenios de invasión española, la población quillacinga asentada en
el valle de Atríz antes del contacto pudo ser superior a los 7500 habitantes nativos. (2)
Los quillacingas camino de Quito, donde hoy se encuentran Consacá y Yacuanquer.
Tomás López hace referencia apenas a 5 pueblos (Op. cit.: 107) y en ese mismo año de
1558 reportó 814 indios tributarios, o 2442 habitantes nativos. El territorio corresponde a
la subregión del cañón seco del río Guáitara (IGAC, 2014: 177) que en nuestro Mapa 3
se identifican con los números 2 y 3. Son suelos de buen contenido orgánico. El rango de
temperatura en esta parte va de muy fría a cálida y diferencias de altura entre 2400 y
1500 metros, es decir, que sus habitantes tenían acceso a una diversidad de ecosistemas
donde podían cultivar desde papas hasta yuca. El Mapa 3 indica esa variedad de suelos y
climas, pero la arqueología debe aún responder a preguntas sobre el tipo de control
político que los quillacingas ejercían aquí y qué tipo de sistema de producción tenían.
Según Balanzátegui, el cañón del río Guáitara en territorio pasto (es decir, su ribera
occidental) podría considerarse como un territorio multiétnico (Balanzátegui, 2007: 17).
Esta es una propuesta muy interesante porque dicha región era, en efecto, un área de
frontera entre pastos y quillacingas donde el intercambio comercial era bastante activo,
como lo veremos más adelante por los datos que nos suministran los objetos líticos y de
metalurgia. Según las condiciones ambientales, es muy probable que se tratara de un
manejo vertical de pisos ecológicos que podría explicarse mediante el modelo que
propuso Murra en 1972 (Murra, 2014b). (3) Los quillacingas camino a Popayán. Tomás

2
Arqueología del valle de Atríz Introducción

López menciona 6 poblaciones para este sector (Calero, 1991: 107) con 842 indios
tributarios, o 2526 habitantes nativos. Para ir a Popayán se salía por el noroccidente, por
Genoy, para salir abajo a Sandoná y de allí hasta el valle del Patía (Mapa 3 #4). La
región es de montaña media y montaña baja con clima templado seco y seco cálido en el
cañón del Guáitara, hasta cálido y húmedo por el Patía. De nuevo, vivían aquí con
alguna variedad climática. Desde el punto de vista del intercambio, esta ruta también fue
importante porque por ella se comerciaba la sal. (4) Los quillacingas camino a
Almaguer, Tomás López menciona 10 pueblos con 2820 tributarios (Op. cit.), o 8640
habitantes nativos. Según los documentos, era la población más numerosa de las cinco
áreas quillacingas en 1558 y en apenas los doce años transcurridos entre la visita de
Tomás López y la de García de Valverde, la población nativa disminuyó en 51% (ver
datos en Calero, 1991, p. 107). Casi todo este territorio corresponde a la subregión de
montaña media con clima templado seco, templado húmedo y frío húmedo (Mapa 3 # 7-
9). (5) Finalmente los quillacingas de montaña, localizados hacia el valle de Sibundoy.
Tomás López menciona cinco poblaciones y un total de 2300 indios tributarios, o 6900
habitantes nativos (Op. cit.). Las únicas excavaciones arqueológicas realizadas hasta
ahora en esta región de montaña son las de Cadavid y Ordóñez en Tajumbina (1992) y
Patiño en Aguapamba, corregimiento de La Laguna (1995). Esencialmente, estos grupos
habitaban las subregiones de alta montaña y montaña media (Mapa 3, hacia La Cocha)

Como puede verse, el territorio quillacinga era bastante extenso: iba desde el cañón
del río Guáitara como límite occidental donde se asentaban los grupos camino a Quito y
camino a Popayán, hasta el piedemonte oriental que baja hacia selva tropical, donde
según los documentos del siglo XVI quedaba su límite oriental y se asentaban los grupos
llamados por los españoles “de la montaña”. El límite norte se establecía en el río Mayo,
donde se asentaban los grupos camino a Almaguer, y en el río Patía donde estaban los
grupos camino a Popayán. Geográficamente, el centro del territorio era el valle de Atríz,
pero no sabemos si también era el centro político con influencia sobre las otras cuatro
regiones. Hemos visto que el territorio con mayor población era el de los quillacingas
camino a Almaguer (casi el 34% más de habitantes que en el valle de Atríz a pesar de
contar con 10 poblaciones menos), por lo que no se puede descartar que hubiese sido un
centro de administración política. Según las pocas investigaciones arqueológicas
realizadas hasta la fecha, parece que la región del macizo andino fue la más densamente
poblada en tiempos pre y post-hispánicos y es donde se encuentra el 95% de las

3
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo

manifestaciones culturales de los complejos cerámicos Capulí, Piartal y Tuza, con


hallazgos ocasionales de otros tipos de cerámica originarios de otros lugares. Esos
territorios de mayor densidad demográfica corresponden hoy a suelos buenos para el
cultivo y temperaturas que van de templadas a frías por lo que parece acertado inferir
que su productividad en tiempos prehispánicos fue suficiente para mantener a una
población de buen tamaño. En las crónicas y documentos los españoles nunca
manifestaron la falta de alimentos ni que no tenían “con qué proveerse”, tan común en
los textos tempranos, o que tuvieron que pasar dificultades por falta de recursos. De
acuerdo con la documentación que Calero extrae de la visita de Tomás López de 1558, el
número total de indios tributarios para las cinco áreas quillacingas era de 8629, es decir,
aproximadamente una población 25,887 indígenas quillacingas. Calculando de nuevo
una disminución promedio de 35 o 40% en 22 años desde el primer contacto, se podría
especular que la población indígena quillacinga total en 1536 –año en el que entraron
por primera vez en contacto con los españoles– era de aproximadamente 35 mil o 36 mil
habitantes nativos.

El paisaje del valle de Atríz

Las excavaciones arqueológicas que hemos adelantado para este trabajo


corresponden a lugares del valle de Atríz propiamente dicho. Este valle se encuentra a
una altura de 2594 msnm encerrado por una serie de montañas que sobrepasan los 3000
msnm. Podemos decir que los quillacingas ocuparon elevaciones entre los 1500 y 3000
metros donde tenían a su disposición gran variedad de suelos y climas como queda
antedicho (Mapa 3). La característica geomorfológica más sobresaliente que domina el
paisaje de este altiplano es el volcán Galeras cuya altura alcanza los 4276 msnm
(Inderena 1989: 69; Díaz del Castillo, 2005: 29). Abarca los municipios de Pasto,
Sandoná, La Florida, Consacá y Yacuanquer, todos ellos lugares de habitación
quillacinga. El origen de este complejo volcánico es relativamente reciente en la historia
de la cordillera de los Andes (Díaz del Castillo, 2017: 17), lo que explica su reiterada
actividad en los últimos años. El cráter del Galeras se encuentra apenas a una decena de
kilómetros en línea recta del centro de la ciudad de Pasto, es un punto central del
territorio, y seguramente fue un referente del mundo socioreligioso quillacinga, como lo
son comúnmente los accidentes orográficos sobresalientes para las comunidades
indígenas.

4
Arqueología del valle de Atríz Introducción

El vulcanismo y la sedimentación son las principales fuerzas que han dado origen a
los suelos del valle de Atríz. Su composición geológica es de areniscas, tobas, arcillas y
aglomerados (IGAC, 1982: 4-5) con cenizas volcánicas superficiales y profundas. Las
vertientes del Galeras y el valle de Atríz propiamente dicho cuentan con tierras muy
fértiles. Los colores de los horizontes son oscuros y la capa vegetal es profunda. De
interés para la arqueología es que los suelos inorgánicos son de comportamiento
friccionante-cohesivo, de espesor mayor a los 10 m, consistentes de limo arcilloso. Su
resistencia a la compresión en promedio es de 40 tn-m2 (Guerrero Rodríguez, 1987), lo
cual ha sido un factor primordial para que las estructuras de las tumbas quillacingas tanto
del valle de Atríz como de Catambuco se encuentren todavía en buen estado.

En las alturas del volcán hay algunas lagunas, por ejemplo laguna Negra, laguna
Mejía y laguna Verde (Mapa 4). Estas lagunas dan origen a varias quebradas y
riachuelos que, junto con otros nacimientos de aguas, fueron fuentes importantes para el
cultivo y el consumo humano tanto en el pasado como en el presente. El área particular
que nos ocupa (los sitios de Mijitayo, Catambuco y Maridíaz), era irrigada por
quebradas como Juanambú, Mijitayo y Midoro (Mapa 4); y quebradas como Rosales, El
Chilco, Payarones, El Volcán, San Francisco y Los Saltos (entre otras muchas) que
eventualmente vierten sus aguas al río Pasto.

La vegetación en las alturas corresponde al bosque andino nublado y en las cimas la


vegetación es característica de páramo y superpáramo. Sin embargo, a partir de los 3000
msnm hacia abajo, el paisaje se encuentra totalmente cambiado por la actividad humana
desde tiempos prehispánicos. Actualmente las tierras de las laderas se emplean en su
totalidad para el cultivo, gracias a la fertilidad de los suelos. Una buena parte de las
tierras está en manos de campesinos que trabajan el minifundio desde el siglo XIX,
concentrándose en productos como cereales, principalmente cebada y trigo, pero
también la papa y hortalizas. Justamente debido a la actividad agrícola, han salido a la
luz muchos sitios arqueológicos, especialmente tumbas. Seguramente muchas evidencias
de antiguas casas de habitación y basureros han sido destruidas. Desafortunadamente,
debido a que nunca se implementaron programas de educación para la población tanto
rural como urbana sobre la importancia del pasado arqueológico de Nariño, hoy la
situación de saqueo del patrimonio arqueológico de la Nación es lamentable.

5
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo

El paisaje actual de los sitios arqueológicos que trabajamos en este informe consiste
de parcelas sembradas, donde el bosque nativo ha desaparecido por completo. Los pocos
árboles que se ven no son de especies autóctonas sino pinos y eucaliptos. El Santuario de
Fauna y Flora del Galeras y otras reservas naturales más pequeñas son el último reducto
de unas pocas especies nativas de flora y fauna de esta región que podrían ayudar a
comprender mejor cómo era el medio ambiente en el tiempo de los quillacingas.

Mapa 1. Provincias fisiográficas de Nariño

1. Llanura del Pacífico; 2. Montaña nariñense; 3. Piedemonte amazónico.


Los quillacingas ocuparon la Zona 2. (Elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

6
Arqueología del valle de Atríz Introducción

Anden Aluvial

V. Doña Juana
Llanuras bajas
A Colinas terciarias
msnm Vertientes externas

Gualmatán
Túquerres

R. Guáitara
Vertientes interandinas

V. Azufral
4.500 Altiplanos
4.000

Ospina
Conos volcánicos
3.500 Cañones
3.000 Llanura amazónica
2.500

R. Telembí
2.000
O. Pacífico

R. Patía
1.500
1.000
500
0 A=O-E
B=S-N
B

V. Azufral
V. Cumbal

V. Galeras

Sibundoy
msnm

Valle de
4.500

Pasto
ECUADOR

R. Guáitara
4.000
3.500
3.000

R. Caquetá
2.500
2.000
1.500
1.000
500
0

Mapa 2. Cortes oeste-este (A) y sur-norte (B) del Macizo Colombiano. El recuadro
en el Corte B señala el territorio ocupado por los quillacingas (Dibujo de Felipe Cárdenas
Arroyo; elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

Mapa 3. Suelos y climas del área quillacinga


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo; elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

7
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo

77°32' 77°28' 77°24' 77°20' 77°16' 77°12'


N

R. Pasto
illo
horr
1°16'

Q. C
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V. GALERAS
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Q. C
1°08'
Q. Pagola

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Límite reserva V. Galeras

Ma
La
Ríos y Quebradas
Q.
Lagunas
Poblaciones
0 1 Km 5 Km
YACUANQUER Sitios Arqueológicos
1°04'

Mapa 4. Localización de los tres sitios arqueológicos excavados en el valle de Atríz


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo; elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

8
CAPÍTULO 1

La arqueología del valle de Atríz

El valle de Atríz como área arqueológica

El valle de Atríz –el altiplano donde hoy se encuentra la ciudad de Pasto– estuvo
ocupado desde antes de la invasión española por una etnia que en arqueología y
etnohistoria se conoce con el nombre de quillacinga. Esta etnia se asentó en el valle
propiamente dicho, en las laderas de las montañas que lo circundan, en las zonas altas
hacia la laguna de La Cocha, el cerro Patascoy, el valle de Sibundoy (Ramírez de
Jara, 1992: 30), el cañón del río Guáitara aproximadamente hasta su desembocadura
en el río Patía y hacia el norte hasta el curso del río Mayo (Op. cit.: 31; Ortiz, 1946a:
912-913). El nombre “quillacinga” aparece muy temprano en documentos y crónicas
del siglo XVI, pero no como grupo étnico sino como un término general para referirse
a los territorios al norte de Quito aún no conquistados por los españoles, incluyendo
todos aquellos que hoy consideramos como ocupados antiguamente por la etnia de los
pastos1. La primera vez que aparece el nombre quillacinga es en 1535, en el Libro
Primero de Cabildos de Quito, con referencia a los “términos”, o límites de la
jurisdicción de Quito: “… por la vya de quillacinga hasta el rrio grande de
quillacinga…” (Libro Primero de Cabildos de Quito, 1535 [1934]: 107). Sergio Elías
Ortiz escribe que la primera referencia a quillacinga, como nombre de provincia, se
encuentra en el mismo Libro Primero (Ortiz 1946a: 911) lo que efectivamente es así2,
casi un año después de la primera mención. Esta referencia y otras más se dan en
1536 y 1537 por mano del escribano Gonzalo Díaz por declaración de Sebastián de
Belalcázar ante el Cabildo de dicha ciudad, cumpliendo la orden de Francisco Pizarro
de salir en expedición de conquista hacia territorios desconocidos para los españoles
al norte de Quito. Vale recordar que las primeras entradas españolas a territorio
quillacinga fueron desde el sur, diez años antes del viaje de Cieza de León quien

1
Para otro análisis sobre el origen del nombre quillacinga véase también Hooykaas, 1991.
2
La transcripción dice a la letra: “Don françisco Piçarro Adelantado capitán general e gouernador por
su magestad en estos rreynos de la nueva castilla etc por cuanto en nonbre de su magestad provey de
my teniente de la villa de san francisço de quito al capitan Sebastian de benalcaçar e por se aver pasado
como se paso a la conquista de quyllaçinga e condelumarca la dicha villa quedo sin capitan e ni
teniente…” etc. (Libro Primero de Cabildos de Quito [1536] 1934, pp. 167-168).
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

arribó por el norte. En la segunda instancia, Díaz reitera que Belalcázar “… ha


conquistado y pacificado esta provincia de quito y las de mas de quillacinga…”
(Libro Primero de Cabildos de Quito [1537] 1934, pp. 273), que claramente nos
indica que se trataba de “provincias” o territorios. Luego, en una provisión real de
1538 que se refiere al mandato que Francisco Pizarro dio Belalcázar de seguir más
hacia el norte de Quito se lee que Belalcázar salió a “… descubrir, conquistar y poblar
las provincias de Quito y Quiasinga…” (Friede, 1957, DIHC, Vol. V p. 7). En estos
años tempranos de la conquista, no se habla pues de la etnia de los quillacingas sino
de territorio o provincia. Es claro que los españoles usaron el nombre que escucharon
en Quito y con ese nombre bautizaron a la etnia que ocupaba parte del altiplano de
Nariño. Por eso no sabemos cómo se autodenominaban los quillacingas.

En un trabajo muy bien documentado sobre este tema del origen del nombre
quillacinga, Álvaro Gómezjurado aclara que el “… vocablo quillacinga era un
término de contenido político administrativo, carente de todo significado étnico, con
el cual se designaba, exclusivamente, a los territorios situados al norte del Carchi o río
Grande de Quillacinga3, independientemente de cuál fuese su ubicación geográfica o
de las naciones indígenas que los habitaran” (Gómezjurado, 1999: 22). Así, el nombre
quillacinga como grupo étnico parece haber sido, según el citado autor, un error de
Gonzalo Pizarro quien en 1540 designó con ese término a los grupos nativos que
habitaban al norte y oriente de los ríos Carchi y Guáitara, pero excluyendo a los
pastos (Gómezjurado, 1999: 20). De ahí en adelante, Cieza de León y todos los demás
autores que se basaron en su obra, asumen que quillacinga era el nombre de esta etnia,
el cual ha llegado hasta nuestros días. Es importante aclarar la etimología de este
término desde el punto de vista histórico, visto que hay muchos textos que lo
relacionan con el uso de narigueras en forma de medialuna. Por ejemplo, Garcilaso de
la Vega escribe: “… los Quillacenca; quiere decir: nariz de hierro, porque se
horadaban la ternilla que hay entre las ventanas de las narices…” (1976 [1609]: 167
T.2) haciendo alusión a las narigueras en forma de media luna, visto que en quechua
killa significa “luna” y “mes” (Laime, 2007: 44). De datos como este se han hecho
interpretaciones que proponen que los quillacinga “adoraban la Luna” y que usaban
narigueras en forma de media luna y por eso se autodenominaban así (por ejemplo


3
Río Carchi

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Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1

Ortíz, 1946a: 911). Ante estas ideas es importante tener cautela, porque por una parte,
Garcilaso escribe tarde en la historia —su crónica del Perú apenas viene publicada en
España en 1609— y hace referencia permanentemente a Cieza de León quien, como
vemos, ya introduce el equívoco sobre el nombre étnico de estos indígenas y que
Garcilaso reproduce; y Guamán Poma de Ayala también menciona a los quillacingas
como “Quillay Cinca” (1987 [1613] [113], p. 108 y [1082], p. 1156) en referencia a la
conquista que Huayna Cápac adelantó en territorio cara, al norte de Quito, y sus
primeras incursiones en territorio de los pastos del Carchi. Pero también es un autor
tardío y, teóricamente, Huayna Cápac no siguió más al norte de territorio étnico pasto.
Si esta simbología hubiera sido cierta, es extraño que excavadas más de 80 tumbas en
el valle de Atríz y visitadas varias colecciones de objetos hallados allí mismo, se
encuentren tan pocas narigueras en forma de media luna, que además era una figura
muy común en toda la orfebrería precolombina.

De otro lado, Emiliano Díaz del Castillo y el sacerdote Justino Mejía y Mejía
pensaban que el nombre de esta etnia habría sido más bien hatunllata o hatunllacta
(Díaz del Castillo, 2017: 31; 1987: 19). Esta idea también es difícil de comprobar. La
palabra es de origen quechua y sabemos que la presencia de vocablos y toponímicos
quechuas en Nariño son de origen tardío, que llegan y permanecen en estos territorios
por la llegada de indios de servicio traídos por los españoles desde el Perú y Ecuador,
puesto que es claro que el avance y asentamiento efectivo del imperio incaico no pasó
más allá del norte de Quito, a pesar de las recientes propuestas de algunos
investigadores que creen ver la penetración incaica en territorio nariñense en el
contexto del Qhapaq Ñan, o camino inca. Incluso el mismo Sergio Elías Ortíz lo
pensaba así (1960) y Gregorio Hernández de Alba sigue a Cieza de León en el sentido
de que el inca Huayna Cápac llegó hasta el río Angasmayo (Guáitara) en territorio de
los pastos (1946: 919); lo cierto, sin embargo, es que, hasta la fecha, las evidencias
arqueológicas y etnohistóricas no respaldan la idea de una presencia física inca en
territorio nariñense. En este sentido, es muy lógica la observación de Bernal de que
las fronteras no se deben entender como una línea fija sino como espacios fronterizos
“…dentro del cual se alternaban sectores de dominación efectiva con un mundo
andino no sometido pero relacionado de alguna manera con los incas” (Bernal, 2020:
8, 12). El adjetivo hatun en quechua hace referencia a algo “grande, principal,
enorme” (Aulex, 2005); y hatun llaqta significa ciudad, pueblo grande (Op. cit.), o

11
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

como lo define Laime Ajacopa (2007: 34): “s. jatun llaqta: Ciudad. Núcleo urbano de
población densa”. De asumir la posibilidad de este término, pensaríamos que también
se hacía referencia a una provincia grande que en el contexto que nos ocupa, sería
aquella –o aquellas— localizadas al norte de Quito. Como ya se ha propuesto, pastos
y quillacingas juntos podían sumar alrededor de 235.000 habitantes. Una referencia a
esta provincia de hatunllata se encuentra también en la misma fuente cuando
Belalcázar dice ante el cabildo en 1537 que se encuentra de salida para el norte: “…
est[á] de partida para yr a fundar la villa viçiosa de la provinçia de hatunllata…”
(Libro Primero de Cabildos de Quito [1537] 1934, pp. 283). Por eso, es pertinente
cuestionarnos sobre esta inferencia porque estaríamos buscando el verdadero nombre
de la etnia “quillacinga” de nuevo en la lengua quechua. Según mi interpretación de
todo lo anterior, este grupo humano tuvo una auto denominación que desconocemos,
y ningún cronista, conquistador o escribano de la época de la conquista de los
primeros años de penetración en el sur (1524-1536) y de la fundación de ciudades
como Pasto y Popayán, registró este nombre, convirtiendo más bien el nombre
quechua de una provincia, o espacio de frontera, en gentilicio o denominación étnica.

Lingüísticamente, los quillacingas hablaban su propio idioma (Calero, 1991: 49)


llamado por algunos investigadores coche (o cotche) (Castellví, 1999; Hernández de
Alba, 1946: 922; Muñoz Cordero, 1999: 73). La etnografía actual considera que la
etnia de los kamsá del valle de Sibundoy sería descendiente de los antiguos
quillacingas (Ramírez de Jara, 1996: 43) y, por ende, la lengua kamsá sería la más
cercana a la lengua quillacinga. Hooykaas (1991: 50) subraya que fue seguramente
Rafael Sañudo quien primero sugirió una relación lingüística entre el idioma que
hablaron los quillacingas y el kamsá; y el hecho de que los quillacingas no entendían
el quechua queda demostrado por la solicitud que hizo en 1593 el entonces obispo de
Quito fray Luis López de Solís a dos frailes para que tradujeran el catecismo y el
confesionario a las lenguas pasto y quillacinga. Escribe Sergio Elías Ortíz que “En el
obispado de Quito había ‘… diversidad de lenguas que no tienen ni hablan la del
Cuzco ni Aymara…’ dispuso que se tradujese ‘…el catecismo y confesionario de las
propias lenguas…’ y encomendó este trabajo y cuidado a ‘… Fr. Francisco de Jerez y
a Fr. Alonso de Jerez… para la lengua de los pastos… y a Andrés Moreno de Zúñiga
y Diego de Bermúdez… la lengua Quillacinga’” (Ortíz, 1937d: 548). Este documento
jamás se ha hallado y quedan incluso dudas si la tarea encomendada fue llevada a

12
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1

buen término. Se demuestra con esto que los quillacingas como grupo étnico eran
ajenos al quechua y que su nombre quechua es un error histórico.

José Narciso Jamioy hace una explicación muy interesante sobre la lengua kamsá
y cómo ella expresa la identidad étnica y la autodenominación kamsá, cuando escribe
que los indígenas “…. siempre se identifican como Kamuentsa Yentsáng, que
significa los ‘Hombres de aquí mismo’” (Jamioy, 1999: 240). Quizá el verdadero
nombre étnico de los quillacingas habría que buscarlo a partir de estudios lingüísticos
del kamsá y de otros documentos etnohistóricos que desconocemos.

Según los documentos históricos a disposición, la autodenominación étnica de


estos indígenas no era ni quillacinga ni hatun llaqta. Este no es el primer error
histórico sobre una denominación étnica porque nuestra etnohistoria está llena de
ellos; pero baste la discusión al menos sólo para aclarar que la etimología de este
nombre viene con una carga quechua que nada tuvo que ver con las gentes que
habitaban el territorio al momento de la invasión española, puesto que ni siquiera
entendían el idioma de los incas. Es muy probable que los incas invadirían los
territorios de los pastos y quillacingas una vez cimentada su invasión del Carchi, tarea
compleja que requería no sólo de varias victorias militares sino de un largo trabajo de
reculturización quechua de las sociedades caranqui fuertemente arraigadas en su
territorio y con identidad y jerarquización política sólidas. Independientemente de que
hubieran llegado o no los españoles al Perú, para que los incas llegaran a dominar el
altiplano del sur de Colombia tenían primero que resolver su fraccionamiento político
interno que, con Pizarro o sin él, los arrastraba hacia a una confrontación de guerra
civil de grandes proporciones. Antes de treinta o cuarenta años no hubieran logrado
vencer, dominar y asentarse entre pastos y quillacingas —y en esas llegó la invasión
española.

Pedro Cieza de León fue uno de los cronistas presenciales que dejó sus
impresiones sobre estos indígenas durante la primera mitad del siglo XVI. Cieza pasó
por el valle de Atríz en 1547 –nueve o diez años después de las primeras entradas de
los españoles —escribiendo sus impresiones sobre los quillacingas y sus vecinos, los
pastos. Según sus observaciones, había una población bastante grande:

13
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

“Y concluyendo con esta villa de Pasto, digo que tiene más indios naturales subjetos
a sí que ninguna ciudad ni villa de toda la gobernación de Popayán, y más que Quito
y otros pueblos del Perú”. (Cieza de León, 1962 [1553]: 111)

En realidad, Cieza pasó por allí cuando ya los españoles habían ocupado las
fértiles tierras del valle y habían empezado a reacomodar y mover a los indios en
repartimientos, primero, y después en encomiendas; de modo que este dato no
necesariamente significa que la población aborigen fuese originalmente tan grande
con respecto a los pueblos indígenas sujetos a Quito o el Perú. Sin embargo, el
número de habitantes seguramente sí era importante, hecho que queda atestiguado por
la cantidad de sitios arqueológicos que se han encontrado bien sea mediante
excavaciones científicas o por hallazgos fortuitos y guaquería y los estudios de
población que hace Calero (1991). Su análisis del número de tributarios en el
territorio quillacinga con base en las visitas varias de Tomás López en 1558, García
de Valverde en 1570, Francisco Centellas en 1582, García de Ortega en 1590 y otros
documentos posteriores, confirma que el número posible de indígenas quillacingas era
importante (Op. cit.: 87). Como ejemplo para relacionar el párrafo de Cieza con datos
etnohistóricos, Tovar también presenta un cuadro donde estima la población pasto de
1536 en más de 200 mil habitantes (Tovar, 1993: 72), un número no indiferente de
personas en comparación con el estimado de 35 mil o 36 mil quillacingas que
mencioné en la introducción.

Cieza no fue muy benévolo en sus palabras al describir a los quillacingas,


presentándolos como cosa de poca monta y que comían carne humana (Op. cit.: 112).
Hasta el momento, no tenemos pruebas arqueológicas de que los quillacingas
practicaran la antropofagia como lo sugiere Cieza y las excavaciones arqueológicas
que realizamos en el cementerio indígena de Maridíaz sí demuestran que había
algunos individuos de mayor estatus político o religioso y que se trataba de una
sociedad jerarquizada. Además, como veremos más adelante, el análisis de los
materiales excavados sugiere que estos grupos del altiplano tenían redes comerciales
de intercambio activas mediante las cuales se procuraban bienes que provenían desde
la costa pacífica y de fuentes geológicas ubicadas al oeste de Pasto y sus alrededores,
territorios ocupados por las etnias de los pastos y abades de donde llegaban rocas de
varios tipos usadas luego para fabricar cuentas para collares y colgantes, como
también cobre para fabricar objetos metálicos, indicando que sí existía una actividad

14
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1

económica de intercambio de productos. Con todo, la crónica de Cieza no deja de ser


importante porque deja entrever ciertas prácticas que seguramente no habían
cambiado en los escasos diez u once años transcurridos a partir del contacto inicial de
los quillacingas con los europeos y tiene la ventaja de venir de un testigo directo. Pero
su lectura se debe hacer con atención, porque la arqueología no siempre corrobora su
historia.

La referencia más temprana que he hallado sobre materiales arqueológicos en el


valle de Atríz es un reporte en un periódico del siglo XIX llamado La Primavera (ca.
1869-1871), donde se muestran unos grabados de “artefactos cerámicos de los
aborígenes de Pasto” realizados por Higinio Muñoz. Luego, en la década de 1930,
Sergio Elías Ortíz adelantó excavaciones arqueológicas en el campo deportivo de la
Escuela Normal Superior (Ortíz, 1937b). En sus propias palabras, “… se dio con otra
necrópolis de grandes proporciones, de donde se han sacado hasta la fecha de esta
nota un considerable número de objetos de cerámica, entre ellos vasos pintados, urnas
funerarias, instrumentos de música, máscaras, etc., junto con dos estatuas de piedra
intentando figurar, una de ellas, el motivo que pudiéramos llamar: El mascador de
coca” (Ortíz, 1937c: 232). También están sus excavaciones arqueológicas en “El
Cerrillo” o Maridíaz (1937a, 1937c), sobre las cuales haremos referencia en más
detalle en el siguiente capítulo.

En épocas más recientes, el valle de Atríz ha sido investigado arqueológicamente


por Groot (1991), quien excavó en Jongovito; Bernal (2011) quien excavó en
Jongovito y en terrenos del ICA en Pasto; y Cárdenas Arroyo y Bernal (2019) con sus
excavaciones en Jongovito. Las excavaciones realizadas por Cárdenas Arroyo en
Maridíaz, Catambuco y Mijitayo son objeto de este informe.

En los recorridos que uno hace por diferentes lugares del valle de Atríz y sus
alrededores, y de acuerdo, además, con los informes orales de los campesinos de la
región, se confirma la presencia de considerable material arqueológico que proviene
principalmente de tumbas de pozo rectangular con cámara lateral –un tipo de
estructura funeraria típica de esta región (ver p. ej., Figs. 3.10a y 3.11). Sin embargo,
la actividad incontrolada de la guaquería que ha sufrido esta parte de Nariño durante
décadas es alarmante. La guaquería en Pasto es mencionada por fray Juan de Santa
Gertrudis ya en el siglo XVIII, quien además fue uno de los primeros en describir las

15
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

tumbas indígenas de Nariño (Ortiz, 1973: 5). Sergio Elías Ortíz también manifiesta su
preocupación cuando escribe en un informe de comisión para el Icanh que Nariño ha
estado “… sometido en todo tiempo a la explotación destructora de la guaquería
incontrolable” (Ortíz, 1973: 6). Desafortunadamente, poco a cambiado desde
entonces.

Hoy es difícil encontrar tumbas arqueológicas que estén intactas y los sitios de
habitación indígenas representados por restos de viviendas, talleres o basureros en el
valle propiamente dicho y las lomas que lo circundan, casi no se encuentran. Los que
hubo alguna vez han desaparecido bajo el desarrollo urbano de Pasto. De estos
potenciales lugares de habitación, ninguno fue excavado o reseñado y ya es
información perdida para la historia. El desarrollo urbano de la ciudad en los últimos
30 años ha sido vertiginoso, tanto que se puede descartar cualquier tipo de
investigación científica a nivel de arqueología regional en el valle propiamente dicho,
porque prácticamente ya no quedan áreas sin construir, excepto en las laderas de las
montañas que, igualmente, empiezan a urbanizarse en algunas partes de modo
desordenado, y en otras en forma de conjuntos residenciales de varias casas o
edificios de habitación construidos encima de sitios arqueológicos. Los materiales
arqueológicos que salieron del suelo como resultado de estas obras de arquitectura e
ingeniería, hoy forman, en el mejor de los casos, parte de colecciones privadas que no
contienen ningún tipo de información contextual para los objetos. Por lo tanto, toda
investigación de arqueología científica que se lleve a cabo de ahora en adelante en
este valle será, por fuerza, de sitio. Las interpretaciones que se pretendan hacer a nivel
regional –entendiendo como región el valle de Atríz– tendrán que basarse en
comparaciones entre esas eventuales excavaciones locales y la información limitada
que se pueda extraer de las colecciones privadas.

Este trabajo presenta información de excavaciones arqueológicas realizadas


totalmente en el área del valle de Atríz (Mapa 4). Los sitios de los cuales me ocupo
aquí son Maridíaz (o El Cerrillo), actualmente ocupado por predios de la escuela
primaria del Liceo de La Merced de la comunidad de hermanas franciscanas; Mijitayo
I, en las faldas del volcán Galeras en terrenos de propiedad de los padres religiosos de
San Felipe Neri; y por último Catambuco I y II, también en las faldas del Galeras que
miran hacia Pasto, vereda Huertecillas, de propiedad del señor Felipe Maigual.

16
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1

Sitios arqueológicos

El interés principal de este trabajo fue localizar, excavar y caracterizar


arqueológicamente los sitios que se encuentran en el territorio de los quillacingas en
el valle de Atríz y las laderas de montaña que los circundan. De acuerdo con los
documentos etnohistóricos de los siglos XVI y XVII, se sabe con certeza de la
existencia de varias poblaciones quillacingas, o comunidades como las llama Moreno
Ruiz (1970) en esta área. De dichas poblaciones tenemos información histórica, más
o menos extensa, a partir de mediados del siglo XVI, cuando fueron mencionadas
por Cieza de León durante su paso fugaz por allá en 1547, por Tomás López en su
visita de 1558, García de Valverde durante una visita realizada en 1570-71, y fray
Gerónimo Descobar y Francisco Centellas, ambos en 1582. Sin embargo, éstas no
son las únicas referencias al territorio, pero sí las más completas. Como se señalaba
arriba, las noticias anteriores a 1540 suelen ser confusas porque estos lugares apenas
comenzaban a ser penetrados por los españoles, quienes se enfrascaron en un
sinnúmero de conflictos, denuncias ante la corona, detenciones y asesinatos entre
ellos mismos porque no se sabía a ciencia cierta de la extensión y límites de las
tierras que desde España otorgaba el rey a sus invasores. Algunos, incluso,
cambiaban los nombres de fundaciones con el fin de confundir a la corona para sacar
provecho personal, a la vez que acusaban a otros de querer usurpar territorios que
supuestamente les pertenecían4. La confusión sobre quién fue el fundador de Pasto es
un buen ejemplo de estas intrigas políticas. Así, el mapa de las poblaciones
quillacingas que se publica aquí (Figura 1.1) se basa, en primera instancia, en la
información proveniente de estas fuentes, pero también de otros documentos de
historiadores cuyos trabajos son de invaluable ayuda (Rivet, 1999 [1949]; Moreno
Ruiz 1970; Afanador, 1977; Díaz del Castillo 1987, 2017; Groot 1991; Hooykaas,
1991; Calero 1991; Gómezjurado, 1999; Cárdenas Arroyo, 1999). Además de García
de Valverde y de Tomás López, otras visitas importantes al territorio en cuestión
fueron ya en el siglo XVII, como las de Diego de Armenteros en 1606, Luis de
Quiñones en 1616, Diego de Inclán Valdés entre 1638 y 1639, y Antonio Rodríguez
San Isidro en 1668 (Calero, 1991: 66). Las poblaciones quillacingas de las que


4
El caso de Pascual de Andagoya quien aparentemente cambió el nombre de Cali por el de Lile (o Lili)
y el de Ancerma por San Juan, es un ejemplo de esta práctica (Véase Díaz del Castillo, 2017, p. 18)

17
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

tenemos noticia ya han sido ampliamente mencionadas en los trabajos arriba citados
que los lectores pueden consultar y no es necesario repetirlas aquí. Otra información
importante se encuentra en el Libro de Cabildos de San Juan de Pasto (1573-1579),
documentos transcritos por Don Emiliano Díaz del Castillo (1995), y las
transcripciones de documentos de Hermes Tovar (1993) que son de obligada
consulta.

Los sitios arqueológicos excavados que se presentan en este trabajo están en


lugares que correspondieron a tres poblaciones quillacingas: Mijitayo (también
escrito como Maxitayo o Mapitayo en documentos varios), Catambuco, y Pandiaco
(también Pandiyacu), este último un barrio de Pasto donde se localiza el sitio
arqueológico Maridíaz.

18
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1

Quillacingas N
Pastos
CAUCA
Abades

(Escala aproximada) NARIÑO

atía
Aminda R .P
R. Mayo
Panga
R. J
uan
ra

amb
uaíta

ú
Tabiles
asto
R. G

R. P

Juan Ambú Guajanzangua


Sacampús Matituy
Buesaco
Chuguldí
Mocoxondunque Chachagüí
Patasinoy
Pacual Sandoná Jenoy Mijitayo
Ancuya Pandiaco
Yascual Catambuco
Consacá Obonuco
Mallama Chapales Pejendino
Sibundoy
Yacuanquer La Cocha
Túquerres
Mocondino
Zapuys Imúes Tangua
Sacandonoy
Muellamués Iles Funes
Guachucal
Chapal
Cumbal Gualmatán
Pupiales Puerres
Pastás Males
O

Ipiales
R. Guamues

AY
M

ECUADOR
TU
PU

Figura 1.1. Algunas poblaciones quillacingas, pastos y abades del siglo XVI
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

19
CAPÍTULO 2

Excavaciones en Maridíaz

Localización y contexto arqueológico

“El Cerrillo”, sitio mejor conocido con el nombre de “Maridíaz”1, es una loma
natural que se eleva al noreste del volcán Galeras, en el valle de Atríz. A inicios del
siglo XX, esta loma estaba dentro del llamado “valle de Pandiaco”, nombre que
correspondía a un asentamiento indígena quillacinga. Hoy la loma se encuentra en
plena ciudad de Pasto, totalmente ocupada por los edificios de la Universidad
Mariana, en el barrio que lleva el nombre de Pandiaco. Específicamente, el sitio
arqueológico son tumbas que están debajo de la escuela primaria de La Merced.
Ambas instituciones educativas pertenecen a la comunidad de monjas franciscanas.

Muñoz Cordero publicó un trabajo muy completo sobre Pandiaco (1999). Escribe
que en 1665 se le hace entrega a la señora María Rodríguez de Guzmán de “… tierra
de 8 fanegas… en el Valle de Pandiaco, que llaman el pedazo de tierra de ‘El
Cerrillo’” (Muñoz Cordero, 1999: 85), según documento del Archivo Notarial de
Pasto del citado año. Luego, del mismo Archivo Notarial de Pasto No. 2, Libro de
Protocolos de 1723, f.76, transcribe que en el año de 1723 “Maridías” era el nombre
de una estancia (Muñoz Cordero, 1999: 90), es decir una hacienda, de donde
seguramente proviene el nombre que tiene ahora. También se refiere a El Cerrillo
como “… el cementerio de los mayores… donde se encontraba un pequeño
asentamiento indígena: Pandiyacu” (Op. cit.: 73). Según la historiadora, Pandiaco se
convierte en encomienda en 1558 (Op, cit.: 74). Transcribe de un documento
encontrado en el Archivo Histórico de Pasto: “… el pueblo de Pandiaco que es en este
valle de Quillacingas…” (Op. cit.) y que los indígenas “… tributaban tejidos de
mantas de algodón, chaquiras, alpargatas, cinchas, así como la elaboración de piezas
de cerámica, petacas y esteras”. (Op. cit.). Desde el citado año de 1558 hasta la

1
Además de El Cerrillo, a este lugar se le conoce con varios nombres: “La Arboleda”, “Necrópolis del
Cerrillo”, “Loma de Maridíaz” y “Bosque de Maridíaz”. Para efectos de esta investigación, el sitio
arqueológico queda referido simplemente como “Maridíaz”. El código de identificación de los materiales
es la abreviatura BMT (Bosque-Maridíaz-Tumba).
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

década de 1940, cuando se escrituran lotes en Pandiaco (Muñoz Cordero, 1999: 107)
y se acaban los resguardos (López Garcés, 1996: 237), contamos en el trabajo de
Muñoz Cordero por lo menos 17 propietarios de terrenos en Pandiaco, incluso 35
años de tenencia por los jesuitas (de 1732 a 1767, año de su expulsión). Lo más
curioso, sin embargo, es que en todos esos años no se hace referencia al cementerio
quillacinga, excepto el que hace la citada historiadora al “cementerio de los mayores”.
Sergio Elías Ortíz también confirma que el cementerio estaba en territorio de
Pandiaco: “…El Cerrillo… se levanta en medio del valle de Pandiaco…” (Ortíz,
1937a: 142). Es también curioso que ni los mismos nariñenses sabían de la existencia
de este cementerio: “Hasta la fecha indicada… [1930]… nadie habría podido suponer
que el montículo en cuestión fuese una verdadera necrópolis antigua…” (Ortíz,
1937a: 143).

Según Sergio Elías Ortíz, por los años de 1920 el terreno de El Cerrillo era de
propiedad de un señor de nombre Francisco Muriel (Ortíz 1937a: 143) y fue adquirido
más adelante mediante compra por la comunidad de hermanas franciscanas, en la
persona de la Madre Caridad Brader (Margoth Yadira Romo, comunicación personal,
2018). Se encuentra sobre la avenida de la calle 18, entre carreras 33 y 34 con un área
total del terreno de 5720m2. En el año del hallazgo y primeras excavaciones (1987), la
parte que hoy ocupa la escuela no se había construido aún y el lote de entonces estaba
cerrado con un muro de ladrillo de 3,50 m de altura sobre la calle 18. Sobre la calle 19
existe un talud de aproximadamente 10 m de altura tomando como referencia el nivel
de la calle. La inclinación del talud era casi vertical y su parte superior estaba cubierta
de hierba y helechos. Abajo, la parte inferior estaba descubierta y los ingenieros
reportaron entonces que podían observarse pequeñas cuevas que no habían afectado la
estabilidad del talud (Guerrero Rodríguez, 1987). Tal vez se referían a algunas
bóvedas de tumbas arqueológicas ya guaqueadas hacía mucho tiempo. En la
superficie del lote también se veían algunas depresiones que se formaron al extraer
material para hacer ladrillos y tejas en épocas pasadas –una actividad económica que
había en el valle de Atríz y en Pandiaco, y que incluso hoy sigue en los cerros
circundantes. El espesor de la capa vegetal variaba entonces entre 0.60 m y 1.00 m
siendo mayor en la parte inferior del lote. En la parte más alta se encontraron las
perforaciones de las tumbas indígenas, que en total abarcan un área de 1052 m2
aproximadamente.

22
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Excavaciones previas

La única información que se conoce sobre investigaciones arqueológicas en este


sitio es la suministrada por Sergio Elías Ortíz (1937a). Ortíz excavó una tumba de
pozo con cámara lateral en El Cerrillo en el año de 1930 y publicó un informe corto
sobre los hallazgos en el año de 1937. Parece que más tumbas fueron abiertas con el
concurso de otras personas que lo acompañaban, pero de aquellas excavaciones no
existe algún tipo de informe. Se limita a anotar que “…dieron pobre rendimiento ya
que sólo se trataba de restos humanos, casi reducidos a polvo, y algunas ollas muy
rudimentarias” (Ortíz 1937a: 143). Sin embargo, la tumba que es objeto del informe
señalado reviste interés por el tipo de ajuar funerario que fue encontrado allí y porque
el mismo Sergio Elías Ortíz estaba presente, lo que garantiza la fidelidad de los datos.
Más adelante, en las conclusiones, veremos cómo la información obtenida de esta
tumba complementa algunos datos sobre jerarquización social entre los quillacingas
que inferimos de nuestras excavaciones. Según el reporte de 1937, a 11 metros 20 cm
de profundidad se halló la bóveda donde había por lo menos cinco piezas de cerámica.
El investigador no dice exactamente cuántas piezas en total fueron encontradas allí,
pero describe cinco de ellas en algún detalle. Por lo demás escribió que se “…
encontraron varios platos, vasijas y ocarinas en desorden” (Op. cit.: 147). De las cinco
piezas mencionadas, dos eran lo que hoy clasificamos como cuencos con base del
complejo cerámico Tuza (Fig. 2.1) ambos decorados en la parte interna. Una tercera
vasija es de forma globular, pero tiene modelada por fuera una figura que parece ser
humana. Este tipo de representación iconográfica es del Complejo Capulí (Op. cit.:
143). Lo más interesante, sin embargo, son las otras dos piezas. Se trata de un hombre
amarrado a un poste, árbol o leño a quien otro hombre le está disparando con arco y
flechas. Este tipo de representación es muy inusual en la arqueología nariñense y de
no ser porque las piezas fueron excavadas y reportadas por una persona tan confiable
como Sergio Elías Ortíz, hoy cabrían dudas sobre su autenticidad. Sin embargo, el
tema sacrificial sí ha sido observado en dibujos hechos en otras piezas del complejo
Tuza, como por ejemplo en un cuenco con base de la colección del Museo del oro en
Pasto en el que se representan personas o cadáveres siendo devorados por aves de
rapiña (Fig. 2.2); y López presenta un motivo muy similar en una pieza Tuza
ecuatoriana en la que se ve un ave aparentemente picándole la cabeza a una figura
antropomorfa (López, 2014: 89, Fig. 9). Reichel Dolmatoff (1965: 160) mencionó el

23
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

sacrificio de víctimas atadas a un poste a quienes se les lanzaban flechadas desde


abajo entre los muiscas. Del paradero de aquellas piezas excavadas por Ortíz nada se
sabe. Dicho investigador nunca estuvo en posesión de ellas, siendo que eran de
propiedad del señor Luis Aurelio Guerrero, según parece un banquero de la ciudad de
Pasto. Las dos piezas que formaban parte de la representación sacrificial se
reprodujeron en esa misma publicación de 1937 en fotografías no muy claras,
atención de Enrique Mosquera Wallis, cuya colección de precolombinos fue
entregada al Museo de la Universidad del Cauca (Ortíz, 1973: 8).

Figura 2.1. (a, b) Cuencos con base del


Complejo Tuza excavados por Sergio
Elías Ortíz en 1930 (1937a: 147, 148).
(Digitalización de Felipe Cárdenas Arroyo)

Figura 2.2 Cuenco con base del


Complejo Tuza que muestra bien sea
un sacrificio humano o aves de rapiña
que devoran un cuerpo. (Fotografía:
Museo del Oro, Banco de La República –
Pasto)

24
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Historia del hallazgo en 1987

Las excavaciones arqueológicas realizadas en El Cerrillo (Maridíaz) se llevaron a


cabo en dos temporadas diferentes. La primera fue en el año de 1987 y comprendió
las excavaciones de tumbas arqueológicas encontradas casualmente en predios de las
hermanas franciscanas durante el inicio de la construcción de una escuela primaria. En
esta primera temporada, se excavaron solamente aquellas tumbas que fueron halladas
por personal académico adscrito a la Universidad Mariana, sin la participación del
Instituto Colombiano de Antropología, de la Fundación de Investigaciones
Arqueológicas Nacionales o del Museo del Oro. Ninguna otra institución nacional o
extranjera vinculada con la ciencia arqueológica tuvo parte en las labores de terreno de
las 92 tumbas que fueron excavadas en 1987.

El trabajo que adelantó entonces la Universidad Mariana tiene mérito. Debido a su


intervención directa, pudo salvarse alguna información arqueológica de la pérdida total,
considerando que la obra de infraestructura que se realizaba era grande, con máquinas
de tipo buldócer que removían enormes cantidades de tierra en un área considerable
de terreno. Inevitablemente, muchas tumbas fueron saqueadas durante los primeros días
del hallazgo, pero al darse cuenta de la magnitud del sitio arqueológico, la institución
responsable tomó medidas para asegurar el lugar y ejercer mayor control. Los trabajos
arqueológicos que siguieron por cuenta de la Universidad Mariana se hicieron con la
mejor intención, pero carecieron del rigor científico que exige la arqueología por la
ausencia de profesionales en este campo. Sin embargo, considerando que en el valle
de Atríz prácticamente nunca se ha dado aviso a las autoridades del Icanh cuando se
encuentran sitios arqueológicos, con la consecuente pérdida total de contextos
arqueológicos y objetos, el caso de Maridíaz resulta una excepción, y esto es positivo.
La razón principal por la cual se ha perdido irremediablemente buena parte de la
historia prehispánica de las comunidades quillacingas que habitaron en el valle de
Atríz, es porque los urbanizadores, inversionistas y contratistas del desarrollo urbano
de Pasto, han desatendido el mandato de la ley de patrimonio que exige denunciar
ante las autoridades nacionales y ante el Instituto Colombiano de Antropología e
Historia el hallazgo fortuito de bienes arqueológicos en áreas donde se adelantan
obras de infraestructura. A su vez, las autoridades políticas y de policía son totalmente

25
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

displicentes ante la destrucción del patrimonio arqueológico de Nariño y de la


Nación2.

En el mes de febrero de 1988, el Instituto Colombiano de Antropología3 recibió una


denuncia sobre un hallazgo arqueológico importante en la ciudad de Pasto. De acuerdo
con las versiones de los diarios nacionales y locales, se trataba de un cementerio
indígena muy grande4.

De inmediato, la entonces directora del Instituto Colombiano de Antropología, Ana


María Groot, envió una comisión de evaluación encargada al autor de este trabajo,
quien a los pocos días recibió también el apoyo del arqueólogo Gilberto Cadavid.
Sobre el terreno pudimos constatar la importancia del cementerio para el conocimiento
de la arqueología quillacinga, pero también desmentir las noticias exageradas sobre
riquezas y metales preciosos que se estaban sacando de las tumbas. De hecho,
realizada una revisión completa de la colección de objetos excavados, hoy bajo la
tenencia del Museo Hermana Caridad Brader de la Universidad Mariana en Pasto, se
constató la ausencia total de objetos de orfebrería o de cualquier tipo de joyería en las
tumbas, como también fue constatado por Sergio Elías Ortíz en la década de 1930
durante las excavaciones en El Cerrillo relatadas arriba y como lo confirman las
crónicas tempranas de los siglos XVI y XVII en el sentido de que estos indígenas no
poseían oro ni riquezas en metales o piedras preciosas. Los pocos objetos metálicos
hallados en las excavaciones son en su totalidad de cobre, muy pequeños y en muy
mal estado de conservación. Esta información se presenta en el Capítulo 7 en un
informe realizado por Lina María Campos del Museo del Oro de Bogotá.

Cuando se hizo presente en Instituto Colombiano de Antropología, algunos maestros


de la Universidad Mariana ya habían adelantado excavaciones en las tumbas, guiados
más que todo por el interés de preservar los objetos de los ajuares funerarios. Alguna
información acerca de la disposición de las tumbas y la distribución de los artefactos

2
Artículo 12 de la Ley 163 de 1959; Artículos 63 y 72 de la Constitución Política de Colombia de
1991.
3
En esos años el nombre del Instituto no había cambiado aún por el actual de Instituto Colombiano de
Antropología e Historia. Pertenecía entonces a Colcultura, porque aún no existía el Ministerio de
Cultura.
4
El Tiempo, Febrero 12 de 1988; Febrero 14 de 1988; Febrero 15 de 1988; El Derecho (Pasto),
Febrero 17 de 1988; Febrero 18 de 1988; Febrero 19 de 1988; Diario del Sur, Febrero 19 de 1988.

26
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

dentro de ellas fue rescatada. El total de tumbas abiertas por el personal adscrito a la
Universidad Mariana fue de 92, número considerable en términos arqueológicos para un
solo cementerio indígena.

Los materiales hallados dentro de estas tumbas corresponden principalmente a


vasijas de cerámica (ollas globulares, cuencos decorados y cuencos sin decorar, platos
decorados con base anular, y también platos sin decoración, ollas lenticulares, jarros y
vasijas compuestas. En Maridíaz se encontraron cinco tipos cerámicos diferentes de
los cuales hablaremos en detalle en el Capítulo 5, cuentas de collar de diferentes tipos
(concha, semilla, hueso), pocos objetos de metal básicamente de cobre, algunos pocos
objetos líticos, madera, hueso y restos humanos en mal estado de conservación. Se
encontraron restos de fibras vegetales entramadas que seguramente eran esteras sobre
las cuales colocaban a los muertos. Vale reiterar que en el cementerio de Maridíaz no
se hallaron objetos de oro ni de ningún otro material precioso.

Limitaciones de la muestra arqueológica

La información que proviene de la primera temporada de excavaciones –es decir,


aquella de 1987 que estuvo a cargo de algunos maestros de la Universidad Mariana–
presenta algunas limitaciones interpretativas. De las 92 tumbas que corresponden a
esa primera temporada, hemos tratado de salvar la mayor cantidad de información que
nos ha sido posible, y por fuerza nos basamos únicamente en los datos e informes que
nos suministraron los encargados del rescate por parte de la Universidad. Muchas piezas
arqueológicas que aparecen anotadas en los dibujos de las tumbas no se encuentran en
la colección; y, viceversa, muchas piezas que están en la colección marcadas con su
código no aparecen contextualizadas en los planos y dibujos que nos fueron entregados.
Por ello, la interpretación del sitio tiene limitaciones. En cuanto al análisis general, el
número de tumbas que conforman el universo estadístico de la muestra para este libro
se limita a 76. De las 92 tumbas excavadas por los maestros de la Universidad, 23
fueron saqueadas por personas desconocidas (Tumbas No. 2, 3, 6, 7, 11, 12, 18, 29,
30, 32, 35, 42, 46, 51 de la Zona I; Tumbas I, II, X, XI, XV, XXIX, XXXI, XXXIII y
XXXIV de la Zona 2). Por eso, de las 92 tumbas originalmente intervenidas
solamente usaremos los contextos arqueológicos de 64, más las 12 tumbas excavadas
por el Icanh para un total de 76. A pesar de todo, el informe que aquí se presenta es

27
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

valioso porque suministra datos sobre una serie de patrones funerarios, sobre la cerámica
quillacinga del valle de Atríz5, sobre objetos de intercambio y comercio y sobre
jerarquización social.

Las excavaciones del Icanh

A partir del año 1988, el Instituto Colombiano de Antropología y la Fundación de


Investigaciones Arqueológicas Nacionales del Banco de La República, financiaron
dos temporadas de trabajo de campo en Maridíaz con el fin de excavar una muestra de
tumbas que fuese suficientemente indicativa del estado absoluto en el que se
encuentran las tumbas de este cementerio. Su finalidad fue la de servir de muestra
sobre la cual cotejar la información de las otras tumbas que nos fue entregada. Este
ejercicio fue importante. Excavamos 12 nuevas tumbas en un sector que aún no había
sido alterado por las máquinas excavadoras.

Contexto arqueológico

Sergio Elías Ortíz llamó a esta loma “necrópolis de El Cerrillo” (1937a) por un
buen motivo. Toda la parte alta de la loma fue un cementerio indígena. En las
excavaciones que realizamos durante la segunda temporada (1988-1990) y en las
prospecciones y revisión que hicimos de aquellas excavaciones realizadas en 1987, no
se encontraron evidencias de basureros, talleres ni sitios de vivienda. Terminadas las
excavaciones arqueológicas, se hallaron en total 104 tumbas indígenas en la parte más
superior de la loma. Es probable que aún queden algunas tumbas sin abrir hacia el
sector occidental de la loma, pero considerando la cantidad de información que
presentamos en este trabajo, no es necesario ni aconsejable realizar más excavaciones.
Las tumbas son de pozo rectangular y cámara lateral, con profundidades que oscilan
entre 1,30 m y 8,50 m, aunque en el informe de Sergio Elías Ortíz se reseña una
tumba de 11,20 m. de profundidad. Algunos restos óseos fueron recuperados, pero la
mayoría se encontraban en mal estado de conservación. Sin embargo, algunos fueron
susceptibles de análisis de antropología física que se presenta en el Capítulo 10. La


5
En el plano del cementerio faltan las tumbas 35 de la Zona 1, y I y XV de la Zona 2. Estas no
aparecen localizadas en el plano que nos fue entregado por los profesores que hicieron el plano inicial.
Las tres son tumbas saqueadas.

28
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

distribución de estas 104 tumbas se presenta en el plano de la Figura 2.3. Allí se


muestran cuatro zonas excavadas: las Zonas 1, 2 y 3 fueron las excavadas por la
Universidad Mariana. La Zona 1 se numeró con números arábigos consecutivos
precedidos del código de sitio BMT. Por ejemplo, la Tumba 7 va rotulada BMT-7; la
Zona 2 con números romanos consecutivos, por ejemplo, la Tumba 20 va rotulada
BMT-XX; las cinco tumbas de la Zona 3 van rotuladas con números arábigos por
ejemplo BMT-1-Z3; finalmente la Zona 4 (o Zona-Icanh) corresponde a las
excavaciones del Icanh y se rotulan con una letra, por ejemplo BMT-H. En dicha
gráfica se indica también el tipo de cerámica que se halló en cada una de las tumbas
mediante el uso de códigos.

Como lo muestra claramente el plano, el cementerio ocupaba toda la cima de la


loma de Maridíaz. Desafortunadamente, no sabemos si existieron viviendas aquí
mismo porque las labores de remoción de tierra para la construcción de los edificios
de la escuela borraron cualquier evidencia que pudiera existir de antiguas viviendas u
otro tipo de estructuras de superficie. Los trabajos de Sergio Elías Ortíz en la década
de 1930 tampoco mencionan que se hubiesen hallado estructuras que no fueran
tumbas.

Figura 2.3. Plano del cementerio arqueológico de Maridíaz, modificado del plano dibujado por
Roberto García Castaño y Enrique Cuásquer Naranjo de la Universidad Mariana

29
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Las tumbas

En este cementerio se identificaron tres estructuras diferentes de tumbas que se


caracterizan por seis formas distintas. Por estructura entiendo el tipo de construcción
de la tumba con dos componentes, que son el pozo de acceso y la cámara (o bóveda)
lateral. Estas estructuras pueden ser de una sola cámara (E1); de dos o más cámaras
en el mismo nivel (E2); y de dos o más cámaras unas arriba de otras compartiendo un
mismo pozo (E3). Por forma entiendo aquella de la cámara lateral vista en planta. En
el caso de Maridíaz, se identificaron seis formas, o variantes, de cámaras: (F1)
circular; (F2) ovalada; (F3) elipsoidal; (F4) alargada; (F5) rectangular; y (F6)
“mocasín”. Buscamos entender si existe alguna relación entre la forma de las
bóvedas, su profundidad desde la superficie y los materiales enterrados allí. Hay que
subrayar que desde el aspecto de diseño, estas bóvedas casi nunca son simétricas ni
fueron hechas con mucha precisión.

Figura 2.4. Tipos de estructuras de tumbas halladas en el cementerio quillacinga de Maridíaz

Desafortunadamente, el 12% del total de tumbas halladas en Maridíaz fueron


destruidas por las máquinas excavadoras o por las personas que las saquearon. Por

30
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

consiguiente, tendremos en cuenta solamente las 72 tumbas restantes para nuestro


análisis. La Figura 2.4 muestra gráficamente estas estructuras.

Este sitio arqueológico hubiese sido ideal para entender las variaciones de un
cementerio quillacinga. Desafortunadamente, estamos ante un contexto muy alterado
por todas las razones expuestas anteriormente y, por fuerza, nuestra interpretación de
los datos estadísticos que hemos tratado de obtener presenta limitaciones.
Intentaremos de todos modos aproximarnos a una idea global de lo que este
cementerio nos puede enseñar. Las formas y las profundidades de estas tumbas son
datos confiables porque pudimos constatarlos directamente en el terreno. La
profundidad es una variable que podría indicar diferencias de jerarquía social, como
parece ser el caso en los cementerios de los pastos conocidos hasta el momento (Uribe
1977-78), donde se hallaron tumbas hasta de 22 y 33 metros de profundidad en Las
Cruces, municipio de Ipiales (Op. cit.: 119-120) con ajuares ricos; idea que se
refuerza con las excavaciones realizadas en Miraflores, municipio de Pupiales, donde
las tumbas que excavaron después Uribe y Lleras (1982-83) eran de poca profundidad
y con ajuares relativamente pobres. En los casos mencionados, la inferencia se puede
hacer directamente porque el contraste entre ambos tipos de enterramiento es
evidente.

Sin embargo, el caso de Maridíaz no parece corresponder al modelo anterior. Aquí


las tumbas son menos profundas, siendo la más profunda la tumba BMT-23 de 8.50
metros desde la superficie, representada por 6 objetos en su ajuar; mientras que la
tumba BMT-27 de 5.70 metros de profundidad cuenta con 13 objetos en su ajuar
donde se encontraron objetos de los complejos Tuza y Piartal juntos en la misma
bóveda. A simple vista, no parece haber marcadas diferencias entre las variables
profundidad y número de objetos. Para determinar si existe alguna tendencia a indicar
que las tumbas más profundas contienen los ajuares más ricos, se hizo un conteo del
número total de objetos por tipo de estructura funeraria. La correlación estadística se
calculó teniendo en cuenta el promedio de profundidad por cada tipo de tumba y el
promedio del número de objetos hallados en cada cámara por cada tipo de tumba. Los
datos se presentan en la Tabla 2.1. Como es de esperar, la correlación resultante es
sumamente baja (0.16), por lo que no se puede proponer que en este cementerio las
tumbas más profundas eran las más ricas o que correspondieran a personas de mayor
jerarquía.

31
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Tabla 2.1. Profundidades y número de objetos por tipo de tumba


cementerio quillacinga de Maridíaz

Tipo de tumba n 𝑋 Profundidad ds 𝑌 No. de Rango de


(en metros) objetos profundidades
E1F1 4 3.40 1.26 1.25 2.40-5.40
E1F2 34 4.30 1.60 4 1.30-6.50
E1F3 12 3.70 1.33 3.8 1.50-5.70
E1F4 5 5.40 2.32 4.5 1.80-8.50
E1F5 1 3.60 - 3 3.60
E1F6 4 4.10 0.21 5.7 4.0-4.50
E2F1 0 0 - 0 0
E2F2 1 1.60 - 1 1.60
E2F3 3 4.50 0.26 3.5 4.10-4.70
E2F6 1 4.70 - 7 4.70
E3F1 1 2.30 - 8 2.30
E3F2 3 4.60 0 5.7 4.60
E3F4 2 2.80 0.75 8 2.80

Al hacer un análisis agrupando las tumbas según el número de objetos hallados en


las bóvedas y según las profundidades de esas tumbas, pero no con base en los tipos
de estructuras definidos, observamos que el comportamiento de los datos varía muy
poco. Definimos 5 grupos de datos según el número de objetos en las bóvedas y
calculamos el error estadístico para cada grupo. Seguidamente, calculamos un error
estadístico único con los resultados de los cinco grupos para una ds = 0.52. De nuevo,
un valor muy bajo que nos hace pensar en una relación bastante homogénea entre la
profundidad de las tumbas y el número de objetos que contienen. Aquí vale reiterar
que el conteo total de objetos de las tumbas no es exacto, pero de todos modos estos
números nos dan una idea general de la distribución de objetos.

Lo anterior es apenas una aproximación a un contexto global difícil de analizar.


De hecho, una excepción a esta interpretación es la tumba que excavó Sergio Elías
Ortíz en 1930 en este mismo cementerio, tumba que según su informe (1937a: 142)
midió 11,20 m de profundidad y donde fueron halladas las piezas de cerámica que
representan un sacrificio humano –una iconografía bastante singular nunca observada
en esta región del altiplano. Lo que sí estaría indicando diferencias entre personas o
jerarquía social de algún tipo, es el número de objetos contenidos en cada una de las
bóvedas y la clase de cerámica que compone el ajuar (p. ej., decorada o sin decorar),
independientemente de la profundidad del entierro, hipótesis que ya habíamos
planteado en otro trabajo (Cárdenas Arroyo, 1996: 53). Los objetos especiales que no

32
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

son recurrentes, también podrían ser un indicador de diferenciación social, cuando se


consideran no aisladamente sino dentro del contexto más o menos complejo del ajuar
funerario. Por ejemplo, las tumbas que solo contenían cerámica decorada del
Complejo Piartal, o la Tumba BMT-50 la única con un banquito de madera. Se
presentan a continuación ejemplos de estas tumbas como modelos para ilustrar el
cementerio de Maridíaz en su conjunto ante la imposibilidad de describir todas las 72
unidades.

Ejemplos de tumbas

Tumba BMT-27: Esta tumba es la más rica de todas. Tiene una profundidad de
5.70 m desde la superficie y la bóveda ocupa un área de aproximadamente 2.5 m2.
Los restos óseos humanos se hallaron en muy mal estado de conservación pero se
observa que el cuerpo fue colocado hacia el fondo de la bóveda encima de lo que
pudo ser una especie de estera hecha con fibras. El ajuar que acompañaba a este
individuo es importante no sólo por tratarse de la tumba con mayor número de objetos
de cerámica (13), sino por la elaborada decoración de dichas piezas. De estas 13
piezas, cuatro son cuencos Tuza finamente decorados, una es una vasija globular muy
alisada y hermosamente decorada en la superficie externa del complejo Piartal, una es
un objeto largo que en su parte superior remata en una figura antropomorfa que
podemos asociar con el complejo Piartal (ver por ejemplo Echevarría 1995, Cuadro 4;
Jijón y Caamaño 1997, p. 168, Fig. 19), una es una copa decorada Piartal que
detallamos más adelante por su iconografía particularmente elaborada (pieza BMT-
27.12), otra un cuenco con base con decoración interna del Complejo Piartal, tres son
pequeñas vasijas globulares sin decoración y un cuenco con base sin decoración, y
por último un volante de uso. Faltan en la muestra de la colección otro tipo de objetos,
como cuentas de collar o restos de fauna que son comunes en las demás tumbas, lo
mismo que piezas metálicas. Atribuimos esto a problemas de saqueo del sitio, porque
parece extraño que una de las tumbas más importantes de este cementerio carezca de
este tipo de objetos.

Como podrá verse, un ajuar de esta índole no es el común denominador de este


sitio arqueológico, por lo que inferimos que se trataba de la tumba de una persona de
cierta jerarquía social. El área de la cámara también es mucho más grande que el área
que tienen el común de las tumbas (ver Figura 2.5)

33
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Tumba BMT-39, 39A, 39B: Esta es una tumba con tres bóvedas comunicadas por
el mismo pozo, todas al mismo nivel de profundidad (Estructura Tipo E2). Tiene una
profundidad de 4.60 m desde la superficie y las bóvedas ocupan cada una un área
aproximada de 2.00 m2. Tratándose de una tumba de cámara triple, hubiese sido
importante saber mediante una excavación cuidadosa si las tres fueron usadas
simultáneamente para enterrar a tres personas relacionadas entre sí bien fuese por
razones de parentesco biológico, o por razones de parentesco social.
Infortunadamente, tampoco contamos con muestras de los restos óseos de las
personas enterradas allí, que se hubieran podido someter a análisis paleogenéticos. Lo
que sí se puede inferir —aunque subrayo que aquí estoy tan solo especulando sobre
una posibilidad— es que las tres bóvedas presentan diferentes cantidades y calidades
de objetos de cerámica que podrían estar representando a tres individuos
pertenecientes a diferentes rangos sociales. Si los datos que fueron recuperados
originalmente son correctos, la bóveda BMT-39 podría considerarse la principal de
las tres por contener once objetos, incluyendo un cuenco con base estilo Tuza; le
siguen BMT-39A con cuatro objetos, uno de los cuales es un cuenco con base estilo
Piartal; y finalmente BMT-39B con tres objetos, todos sin decoración. (ver Figura
2.6).

Tumba BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB: Esta es una tumba con cuatro bóvedas
comunicadas por el mismo pozo, pero a diferencia de la anterior las cuatro bóvedas se
hallaron en tres niveles diferentes (Estructura tipo E3). La bóveda de XXIV se halló a
3.50 m de profundidad desde la superficie, la bóveda XXIVB a 2.53 m y la bóveda
XXIVA a 2.18 m. La primera y la última ocupan un área de aproximadamente 3.15
m2, y la B de apenas 1.3 m2. Los contextos de estas bóvedas desafortunadamente no
están bien reseñados. Sin embargo, la tumba llama la atención por una vasija
subglobular (BMT-XXIVB.2) decorada con incisiones en triángulo, que vistas desde
arriba forman una estrella (Fig. 2.9c). Esta cerámica podría ser amazónica (ver p. ej.,
Zeidler 1983) y no pertenece a ninguno de los tres complejos cerámicos tradicionales
de Nariño. La Tumba BMT-36 contenía otra vasija semejante a ésta, las dos únicas de
este tipo halladas en el cementerio (Fig. 2.9b). También se hallaron en esa bóveda seis
vasijas más, todas sin decorar. En la bóveda A se hallaron dos varas largas de madera
que se deshicieron y que tal vez formaron parte de alguna estructura donde se colocó
el cadáver, acompañado de caracolitos. En la bóveda XXIV se halló un área con

34
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

restos de lo que fue una estera, también donde fue colocado el difunto, cuentas de
collar y dos volantes de uso. De lo que vemos de este contexto, la bóveda de XXIV
habría sido la principal por ser la más grande; sin embargo, la mayor parte de los
objetos fueron hallados en la bóveda B, la más pequeña, de nuevo reforzando la
hipótesis de que en este sitio la profundidad no parece ser un indicador de mayor
jerarquía social. (ver Figura 2.7).

Tumba BMT-C: Esta es una tumba de una sola bóveda de forma ovalada
(Estructura tipo E1F2). La bóveda se halló a 2.60 m de profundidad desde la
superficie, y tiene un área de aproximadamente 0.80 m2. Esta área es tan pequeña que
seguramente la tumba fue usada para enterrar a una persona muy anciana o a un niño.
Por la cantidad de piezas en el ajuar —siete, cuatro de ellas volantes de uso— podría
tratarse de la tumba de una mujer anciana. Desafortunadamente, los restos óseos se
hallaron totalmente deshechos. El contenido de esta tumba representa el común
denominador de las tumbas que componen esta necrópolis, casi todas sin cerámica
decorada.

Interpretación

Podemos apenas especular un poco con base en la información fragmentaria que


poseemos del cementerio de Maridíaz. En este lugar no observamos un patrón claro
de distribución espacial de las tumbas como sí lo observó Uribe en las tumbas de los
pastos en Pupiales (1977-78; 1986). En aquellas, las tumbas de los principales eran
muy profundas (más de 15 metros), de bóvedas múltiples con muchas piezas de
cerámica decorada, botijuelas grandes, considerable cantidad de piezas de oro, y a
veces hasta con 14 personas enterradas en una misma tumba (Uribe, 1986: 33).
Además, esas tumbas ocupaban el centro del área de cementerio, mientras que las
tumbas con ajuares menos opulentos y pobres ocupaban la periferia (Op. cit.).
Aparentemente, este tipo de disposición en el espacio refleja el orden social jerárquico
muy marcado que existió entre los pastos. Sin duda, el trabajo de las piezas de
orfebrería halladas en esas tumbas es de un nivel muy alto (Plazas, 1977-78) y la
cantidad enterrada como ajuar también considerable, lo que respalda dicha idea.

35
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Maridíaz es diferente. Ya dijimos que la profundidad de las tumbas en este


cementerio no determina necesariamente diferencias de jerarquía social.
Estadísticamente, nuestros datos tienden hacia un comportamiento bastante uniforme
y una correlación muy baja entre profundidad y número de objetos. Más bien es el
número de objetos y el tipo de objetos lo que nos indica la jerarquía social entre los
quillacingas del valle de Atríz. La distribución espacial de estas tumbas, a diferencia
de los cementerios pasto, tampoco parece obedecer a un patrón particular. Las tumbas
que contenían más materiales o materiales poco corrientes (por ejemplo, banquito de
madera chonta (Fig. 2.9d), sólo cerámica Piartal, cerámica de posible origen
amazónico, etc.,) no se hallaban en el centro de la necrópolis y junto a ellas podía
haber tumbas muy sencillas con apenas una o dos ollitas simples sin decoración.
Podemos decir, entonces, que estas variables (profundidad y lugar de enterramiento)
no son lo suficientemente evidentes en Maridíaz y tampoco estadísticamente
significativas como para proponer que reflejan el orden social quillacinga.

Una variable de estas tumbas que sí podría indicar diferencias a nivel de jerarquías
es el número de bóvedas que tiene una estructura. En Maridíaz se hallaron 104 tumbas
(número total entre excavadas científicamente y saqueadas). De estas, solamente siete
(6.7%) tenían bóvedas múltiples; y de éstas, fueron saqueadas cuatro (57%). Como
podrá verse, el panorama es desolador por la información que se perdió. Sin embargo,
si tenemos en cuenta que apenas el 6.7% del total de este cementerio eran tumbas
múltiples, podemos pensar que es un dato sugerente en cuanto a que posiblemente
este tipo de tumbas indican diferenciación social. Las descripciones de las tres tumbas
con materiales ya las hemos suministrado en los párrafos anteriores (BMT-39, BMT-
XXIV, BMT-XXXI).

De lo anterior se infiere que los quillacingas eran una sociedad jerarquizada en la


que había varias jerarquías de caciques. Sin embargo, en comparación con los pastos,
parecería que la jerarquización política y/o religiosa de los quillacingas no había
alcanzado un nivel de concentración de poder en algunos individuos como sí habría
ocurrido entre los pastos. Esta idea se basa en las diferencias que se observan tanto en
el patrón espacial de las tumbas en los cementerios como también de la cantidad y
calidad de los objetos enterrados en las bóvedas. Era, esencialmente, una sociedad
jerarquizada emergente.

36
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

La cerámica de Maridíaz

Los objetos de cerámica hallados en las tumbas del cementerio arqueológico de


Maridíaz son de varios tipos: vasijas, platos, cuencos, jarros, ocarinas, piezas
antropomorfas, piezas zoomorfas y volantes de uso. Dentro del contexto de la
arqueología del Área Septentrional Andina6, específicamente de la región del Carchi
en el Ecuador y del Macizo Colombiano en Nariño, esta cerámica pertenece a los
complejos Capulí, Piartal y Tuza. Aparte de estos tres complejos, en Maridíaz se
hallaron dos vasijas subglobulares de cerámica posiblemente provenientes de las
tierras bajas amazónicas. Lo que denominamos complejos Capulí, Piartal y Tuza, son
las piezas que presentan bien sea decoración mediante pintura negativa o positiva, o
mediante modelado generalmente representando figuras zoomorfas y antropomorfas.
También hay unas formas muy específicas de vasijas que se han asignado
tradicionalmente a alguno de los complejos. Por ejemplo, las vasijas aquilladas son
consideradas Piartal, tengan o no decoración (Fig. 5.5 a-c; ver también Uribe Alarcón
1977-78, p. 170 Fig. 60) y también platos muy planos con una base pequeña y baja
(Fig. 5.6 a, j). Queremos hacer énfasis en que los nombres de estos tres complejos
cerámicos hacen referencia a la cerámica decorada. Sin embargo, en este cementerio
como también en los cementerios de los pastos, la cerámica decorada no aparece casi
nunca sola sino casi siempre acompañada de cerámica negra, carmelita o roja sin
ningún tipo de decoración. Hoy por hoy, no tenemos estudios que asocien esta
cerámica no decorada específicamente con alguno de los tres complejos porque casi
todas las piezas son indistinguibles desde el punto de vista de la forma, con algunas
notables excepciones como la que acabamos de mencionar. ¿A qué complejo
pertenecen entonces? ¿Sirven acaso para diferenciar etnias, o debemos considerar que
esta cerámica sin ningún tipo de decoración y con formas universales que se repiten
tanto en territorio pasto como en territorio quillacinga, son una manifestación de

6
El concepto de Área Septentrional Andina fue definido por un grupo internacional de arqueólogos
durante el Coloquio Internacional de Arqueología que se celebró en Guayaquil en octubre de 1982, en
homenaje al arqueólogo ecuatoriano Carlos Zevallos Méndez. Esta gran área va prácticamente desde el
desierto de Sechura en el Perú, al sur, hasta el curso alto y medio del río Calima, en Colombia; y desde
Salinas (provincia de Santa Elena), en el Ecuador, hasta Puyo, en el Ecuador, e Ipiales, en Colombia.
Está dividida en cuatro subáreas: Norte, Sur, Oeste y Este. En cuanto respecta a las manifestaciones
arqueológicas de patos y quillacingas, hablamos de Área Septentrional Andina Norte (que comprende
el valle de Atríz en Pasto, el cañón del río Guáitara y las tierras al oeste de dicho río, como Iles, Funes,
etc.), y Área Septentrional Andina Este (que incluye el norte del Carchi, incluso hasta el valle de
Sibundoy y Mocoa en el Putumayo). Detalles en el Suplemento 1 de la Gaceta Arqueológica Andina de
Noviembre de 1982.

37
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

cultura material compartida por ambos grupos? En el capítulo sobre el sistema


alfarero del valle de Atríz hacemos un estudio estadístico que nos ayuda a definir por
lo menos las formas de estas piezas y que nos demuestra que la cerámica simple, no
decorada, de estos territorios es uno de los rasgos compartidos entre las dos etnias que
nos ocupan.

El Complejo Tuza en Maridíaz

El complejo de cerámica Tuza está representado en Maridíaz por cuatro formas de


objetos: (1) Cuencos con base decorados mediante la aplicación de pintura positiva
roja o carmelita, sobre un fondo habano/amarillo (en general, alrededor de 7.5 YR 3/4
light brown) en la parte interna del cuenco (Fig. 2.9a, b; y Fig. 5.7). Casi siempre
presentan una combinación de líneas y motivos figurativos de animales7 como garzas,
aves de cola y pico largo, otras aves que podrían ser buitres, primates de cola prensil y
venados (Fig. 2.8b, e, f). Del género Odocoileus también se hallaron restos óseos en
las tumbas BMT-VII y BMT-IX. Sin embargo, generalmente el complejo Tuza se
caracteriza especialmente por sus dibujos de personas, sobre todo en aquellos cuencos
hallados en el Carchi y en Pupiales con representaciones que se han interpretado
como caciques o guerreros (ver p. ej., Jijón y Caamaño 1997, pp. 309; Uribe Alarcón
1977-78, p. 184), pero en el cementerio de Maridíaz no se halló ninguno de estos
cuencos Tuza con representaciones antropomorfas.

Otros de estos cuencos tienen decoraciones geométricas en líneas horizontales


siempre en la parte interna, por lo general cortadas por líneas verticales formando
secciones, triángulos y diseños en ángulos rectos, o con la estrella de ocho puntas
(Fig. 2.8a; 3.10(7). En algunos se dibuja una figura de animal en el centro y en otros
simplemente se dibujaron las líneas alrededor del cuenco (Fig. 2.8d). (2) Un “jarro”
pequeño de 12.4 cm de alto con 2 asas y base anular decorado con pintura positiva
roja a rayas directamente sobre el fondo de engobe carmelito. La decoración se hizo
adelante y atrás, pero no en los lados. Uribe clasifica este tipo de forma como
exclusiva Tuza (1977-78, p. 170) (Fig. 2.9e). (3) Cuencos sin base decorados por
dentro con pintura positiva (Fig. 2.9a, b) y platos pequeños (p. ej., Fig. 3.10 a 3.12) de

7
Remito al lector a los trabajos de Edgar E. Rodríguez Bastidas (1990 y 1992) sobre la identificación
de la fauna en piezas arqueológicas de Nariño.

38
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

apenas 16 cm de diámetro con una franja de pintura positiva roja de 2 cm alrededor


(2.5 YR 4/6) (Fig. 2.9c). (4) Ocarinas en forma de caracol, con superficies muy
brillantes y hermosamente decoradas con motivos geométricos (Fig. 2.9d).

El Complejo Piartal en Maridíaz

El complejo de cerámica Piartal está representado en Maridíaz por lo menos por


siete formas de objetos: (1) Cuencos con base decorados mediante la aplicación de
pintura positiva roja o carmelita muy oscura con diseños muy densos de líneas que
forman cuadrículas pequeñas en la parte interna del cuenco (Fig. 2.9f), o también con
diseños como estrellas (Fig. 2.9g; Ver también Rojas et al., 1992, p. 89 Fig. 68). Este
diseño en el cuenco de Maridíaz en cuestión tiene gran semejanza con algunos
diseños amazónicos que se hacían en las malokas hasta el siglo pasado (ver por
ejemplo Reichel-Dolmatoff 1978: 37) y que estaban estrechamente relacionados con
el uso de alucinógenos8 (Cárdenas Arroyo 1998a: 41). (2) Un plato casi plano
ligeramente cóncavo, con una base anular muy baja (Fig. 2.10a; 5.6g; Comparar por
ejemplo con Uribe Alarcón 1977-78, p. 183 y Echeverría 1995, Cuadro 4-Carchi Fig.
s). El plato está decorado por dentro con un diseño que recuerda a las hojas de
helecho apenas abriendo. Puede tratarse de una abstracción de la cola de un primate o
puede compararse de nuevo con motivos amazónicos muy comunes en las tierras
bajas. Es de todos modos un diseño abstracto difícil de interpretar. (3) Una copa de
base compuesta con una decoración interna muy compleja (Fig. 2.7(12)). La base
(Fig. 5.6c) recuerda las formas de algunas vasijas Piartal halladas en el Carchi (Jijón y
Caamaño 1997, p. 165 Fig. 104) y además es un sonajero. El área decorada de la copa
viene dividida en cuatro sectores mediante dos líneas en cruz. En uno de estos se ven
cuatro personas tomadas de la mano y visten aparentemente el tradicional poncho. A
derecha e izquierda de estas personas hay dos secciones a su vez divididas en dos
partes, decoradas con triángulos y puntos que también se observan en muchas
ocarinas tanto del Complejo Piartal como Tuza. En el cuarto sector se observa la
típica formación escalonada, puntos y rayas comunes del complejo Piartal.
Naturalmente, hay cualquier número de maneras de interpretar esta iconografía. Diría


8
Un diseño casi idéntico se encuentra en una pieza quimbaya de la colección del Icanh (39-I-2241).
Parece la representación de un manguaré con asa y doble vertedera, decorado con una estrella en rojo
sobre negro.

39
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

a modo de especulación, que los cuatro personajes podrían ser señores o caciques,
aunque al momento no hay elementos sólidos para afirmarlo. Los demás espacios
podrían estar representando territorios o parcialidades. Esta copa fue hallada en la
tumba más elaborada y rica de Maridíaz (BMT-27) junto con tres objetos más del
Complejo Piartal que no se repiten en ninguna de las otras tumbas del sitio y cuatro
vasijas sin decoración. La forma inusual de esta copa y sus motivos pintados
seguramente hablan de algún aspecto de la organización social quillacinga, en la cual
el individuo enterrado allí cumplía alguna posición jerárquica importante. Otro
cuenco con una base sonajera y con decoración geométrica particular se ilustra en la
Figura 2.9h, i. (4) Cuencos sin base decorados en la parte interna con pintura positiva
(Fig. 2.10c, d). Hay dos en la colección, ambos encontrados en la misma tumba
(BMT-47). Los dos motivos decorativos recuerdan, de nuevo, ciertos diseños muy
comunes en la cestería y en la cerámica amazónica (Cárdenas Arroyo, 1998b, p. 11).
(5) Una vasija aquillada decorada con motivos típicos Piartal de líneas en “zigzag” y
rombos cuadriculados que se encuentran en un vértice (Fig. 2.10b). (6) Una figura
antropomorfa ya mencionada anteriormente que recuerda muy de cerca a las figuras
humanas modeladas sobre los cántaros Piartal (p. ej., Jijón y Caamaño 1997, p. 168,
Fig. 119). No tiene base de apoyo, tratándose de un objeto largo en punta que
seguramente venía apoyado dentro de otra vasija o colocado en la tierra (Fig. 2.10e).
Sostiene en las manos un plato, seguramente representando la acción de compartir una
bebida como chicha, un alimento o tal vez yajé, una actividad común entre las
comunidades indígenas. Estos platos o cuencos pequeños cumplen justamente esas
funciones. (7) Finalmente, un caracol grande en cerámica (Fig. 2.10f) de 24.2 cm x 15
cm x 12.4 cm., el significado del cual no es fácil de interpretar, aparte de que
seguramente se usaba como decorativo . No es un instrumento musical.

El Complejo Capulí en Maridíaz

Se limita a dos piezas: un pequeño cuenco decorado en pintura negativa, y


alrededor del borde cuatro figuritas modeladas de primates (Fig. 2.11a) y una vasija
globular antropomorfa con cara, brazos y piernas modeladas que Sergio Elías Ortíz
excavó en 1930 (Ortíz, 1937a: 143).

40
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Vasijas antropomorfas en Maridíaz

Aparte del objeto cerámico antropomorfo Piartal de la tumba BMT-27, en el


cementerio de Maridíaz se excavaron 6 pequeñas vasijas de cerámica de color natural
negro/carmelito oscuro con representaciones antropomorfas modeladas (Fig. 5.9a-c, f-
h). Hasta la fecha, este tipo de iconografía no se ha asociado específicamente ni con el
Complejo Tuza ni con el Complejo Piartal. El Complejo Capulí se caracteriza por
piezas antropomorfas de cerámica que representan personas de cuerpo completo,
modeladas, casi siempre sentadas en un banquito y a veces con una protuberancia en
la boca que representa el mambeo de coca, decoradas en pintura negativa negro sobre
rojo. Ese tipo de figuras Capulí son técnica y figurativamente diferentes de estas
pequeñas vasijas de Maridíaz, halladas también en Catambuco. Las representaciones
de las caras se asemejan más a la estatuaria lítica del norte de Nariño (Cárdenas
Arroyo, 1989-90) que a la cerámica antropomorfa Capulí. Dos de estas seis piezas
(Fig. 5.9a, c) fueron excavadas por nosotros y sabemos por ello que no estaban
asociadas con cerámica decorada Piartal ni Tuza. Otras dos aparecen reseñadas como
provenientes de tumbas que contenían cerámica Tuza (Fig. 5.9b, g), y de las dos
restantes, una fue hallada en la Tumba BMT-20 junto con 5 vasijas de cerámica sin
decoración (Fig. 5.9f); la otra fue hallada en la Tumba BMT-XII y aparece como el
único objeto en el ajuar (Fig. 5.9f, h). La vasija antropomorfa excavada por Ortíz en
1930 está asociada con cerámica Tuza (Ortíz, 1937b: 147, 148), pero es una pieza
Capulí.

En una recopilación fotográfica de cerámica nariñense (Rojas y Pérez, 1992), los


autores presentan dos piezas antropomorfas de estilo parecido a las que hemos hallado
en Maridíaz, clasificándolas dentro del Complejo Capulí (Fig. 39 p. 86 y Fig. 47 p.
87). No se da información sobre la proveniencia de esas dos piezas ni de su contexto
arqueológico. Desde el punto de vista de la técnica decorativa, la Figura 39 tiene
pintura negativa negro sobre rojo (Op. cit.), por lo que su clasificación bajo Capulí
tiene sentido. La Figura 47 presenta un engobe ocre (Op. cit.) pero la superficie
parece estar erosionada, lo que dificulta una apreciación más certera. Desde el punto
de vista comparativo de la iconografía, estas piezas y las piezas antropomorfas de
Maridíaz sí tienen parecido; pero difieren desde el punto de vista del tratamiento de la
superficie y cuidado de manufactura. Diría a manera de hipótesis, que no es

41
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

indispensable asociar estas piezas con alguno, o ambos, de los complejos cerámicos
tradicionales de Nariño. Técnicamente no tienen ninguna relación. Aunque en
Maridíaz tres de siete de esas piezas se hallaron en tumbas que también contenían al
menos una pieza Tuza, el dato no es suficiente para asociarlas al Complejo Tuza. En
este punto, vale solamente especular que se trataba de piezas seguramente especiales,
pero mientras no hallemos contextos inalterados que podamos ubicar sobre el espacio
geográfico de Nariño, es mejor no avanzar propuestas sobre su significado o su
pertenencia a alguno de los complejos cerámicos tradicionales.

Valga resaltar que en la colección de Maridíaz excavada por los maestros de la


Universidad, así como en las tumbas que excavamos durante la comisión del Icanh,
no se encontraron ánforas, jarrones, jarras ni botijuelas, formas que son comunes tanto
en el Complejo Piartal como en el Complejo Tuza; y tampoco piezas típicas del
Complejo Capulí, aparte de la vasija ya reseñada.

¿Cerámica amazónica en Maridíaz?

En Maridíaz se hallaron dos vasijas de cerámica atípicas que no pertenecen a


ninguno de los tres complejos tradicionales de Nariño (Fig. 2.11b, c). Fueron halladas
en las tumbas BMT-36 y BMT-XXIVb (Fig. 2.7). La primera tumba tenía 4,20 m de
profundidad y había siete vasijas de cerámica, chaquiras de Spondylus sp., cuentas de
semillas y ceniza que fue el resultado de una quema durante el ritual de enterramiento.
La segunda tenía una profundidad de 3,50 m y cinco vasijas de cerámica todas sin
decorar. Además de estas dos vasijas, las dos tumbas comparten el hecho de tener,
cada una, más vasijas de la media para el cementerio y dos vasijas grandes
seguramente para contener chicha. Una vasija casi idéntica a estas dos fue excavada
en Tajumbina, Municipio de La Cruz (Nariño) por Cadavid y Ordóñez (1992: 82), no
dentro de una tumba sino en un contexto que parece ser una ofrenda separada. Los
autores la clasifican como atípica y sugieren su posible proveniencia de las tierras
bajas. Uribe Alarcón halló una cerámica casi idéntica a la de Maridíaz y Tajumbina en
su prospección del curso medio del río Guamués, en el Putumayo (1980-81: 263-267)

Este tipo de vasijas incisas y sus formas tampoco son comunes en la región de
Tumaco ni en el norte de Nariño (Cauca o Valle del Cauca). Aparte del material

42
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

referido por Uribe, la cerámica más parecida que he podido encontrar es amazónica, y
no es arqueológica sino etnográfica. Sin embargo, su similitud con estas dos piezas de
cerámica de Maridíaz es muy cercana y es interesante compararlas. La cerámica de
comparación fue reseñada por James Zeidler entre los achuares del Oriente
ecuatoriano. En su trabajo de etnoarqueología en el caserío de Pumpuentza localizado
entre los ríos Makuma y Wichimi (Provincia de Morona Santiago), Zeidler encontró
unas vasijas que los indígenas denominan ichinkian (Zeidler, 1983: 176) que se usan
para cocinar y también para almacenar materiales para tejer. Agrega que representan
apenas el 10% del total de las vasijas que hay en la casa. Los dibujos de Zeidler (Op.
cit.: 182) muestran la cercanía entre estas piezas, las dos halladas en Maridíaz y la
cerámica de Tajumbina y el Guamués.

Tabla 2.2. Porcentajes de tumbas con cerámica decorada y sin decorar por tipos

Tipo Número Porcentaje


de tumbas
Piartal 2 2.63%
Tuza 10 13.15%
Piartal y Tuza 2 2.63%
Antropomorfa 6 7.89%
Sin decorar 54 71.05%
Foránea 2 2.63%
Total 76 100%

43
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 2.5. Maridíaz: BMT-27. Dibujo en planta de la bóveda y materiales correspondientes


al ajuar disponibles en la colección El dibujo de la esquina superior izquierda es un
detalle de la decoración que tiene la copa BMT-27.12. (Elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)

44
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Figura 2.6. Maridíaz: BMT-39, 39A, 39B. Dibujo en planta de la bóveda


y materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección.
(Elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)

45
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 2.7. Maridíaz: BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB, XXIVC. Dibujo en corte de cuatro bóvedas
que comparten un mismo pozo y materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección.
(Elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)

46
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Figura 2.8. Cerámica de Maridíaz


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

47
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 2.9. Cerámica de Maridíaz


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

48
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2

Figura 2.10. Cerámica de Maridíaz


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

49
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 2.11. Cerámica de Maridíaz y banquito de madera


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

50
CAPÍTULO 3

Excavaciones en Mijitayo y Catambuco

Mijitayo: localización y contexto arqueológico

El sitio de Mijitayo (o Maxitayo como se nombra en documentos tempranos) se


encuentra en las faldas del volcán Galeras, muy cerca a la ciudad de Pasto (Mapa 4).
Actualmente son terrenos bastante extensos de propiedad de la comunidad de padres
religiosos de San Felipe Neri, arriba de donde hoy funciona el colegio San Felipe
Neri. El lugar fue detectado al encontrarse fortuitamente restos óseos humanos
asociados con cerámica indígena. Las evidencias culturales aparecen superficialmente
(25-30 cm) y se detectó también la presencia de un petroglifo grabado mediante
punteado sobre una roca grande que está sobre la superficie (Fig. 3.1). Este petroglifo
es en forma de “S”, diseño muy similar a otro petroglifo que reseñamos en el
corregimiento de Genoy, municipio de Villamaría, en el kilómetro 8 de la vía a
occidente (Cárdenas Arroyo, 1988) (Fig. 3.2), brevemente mencionado también por
Cabrera (1966, p. 392 y Lám. 12-P). Estos petroglifos podrían cumplir la función de
mojones o marcadores territoriales ancestrales y cuya distribución en territorio
quillacinga aún está por estudiarse. El terreno presenta una gruesa capa de ceniza
volcánica. El suelo se ha aprovechado para siembras, especialmente de cebada. Son
tierras muy fértiles desde la época en que eran trabajadas por los quillacingas, pues la
acción volcánica ha contribuido a la mineralización de los suelos.

La morfología del terreno es levemente inclinada, y algunas partes circundantes


son más planas pues se utilizan con mayor frecuencia en faenas agrícolas. Por este
motivo pensamos que podría tratarse potencialmente de un área de asentamientos. Se
observan también una serie de amontonamientos de rocas que forman unos "túmulos".
Algunos campesinos creen que son tumbas de gran riqueza, pero verdaderamente sólo
se trata de rocas amontonadas tras la limpieza de los terrenos para permitir el paso del
arado. Se encuentran eso sí fragmentos de cerámica que han sido movidos de su
posición original.
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 3.1. Mijitayo, petroglifo Figura 3.2. Genoy, petroglifo labrado en una pared
hecho por punteado (Fotografía de roca (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
de Felipe Cárdenas Arroyo)

El sitio está en la vertiente nororiental del Galeras con vista directamente sobre
Pasto, que se domina desde esta altura (aprox. 2700 msnm). El sitio arqueológico que
intervenimos es poco profundo, donde hallamos un entierro humano directamente
asociado con el material excavado, aunque no tenía una estructura de pozo y cámara
lateral. Es probable que por ello se tratara de la tumba de una persona muy pobre y de
cronología tardía, muy semejante a la tumba que excavamos en la región del Guáitara,
en San Rafael, de fecha colonial (Cárdenas y Bernal, 2019).

Figura 3.3. Panorámica del sitio arqueológico Mijitayo (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)

52
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

Contexto arqueológico

En este sitio se realizaron dos pozos de sondeo. Uno resultó en un área


culturalmente estéril, mientras que en el segundo se evidenció un número de
fragmentos de cerámica, aparentemente pertenecientes a alguna vivienda.
Desafortunadamente, por las condiciones del terreno fue difícil establecer la
verdadera naturaleza de los materiales. Sin embargo, dada la total ausencia de restos
de arqueofauna y dado que Mijitayo fue, efectivamente, una población quillacinga,
tendemos a pensar que esta cerámica era, en efecto, parte de alguna vivienda pero que
hoy es imposible de recuperar arqueológicamente. Esta área fue excavada en 2 m x 2
m hasta 60 cm de profundidad. A este nivel, se tocaba una capa arcillosa dura y
terminaba completamente la evidencia de materiales culturales.

Al igual que los fragmentos cerámicos, el enterramiento que hallamos aquí en


Mijitayo está muy cerca de la superficie. La Tumba 1 es una inhumación directa en el
suelo, sin la estructura de tumba de pozo y cámara lateral que son típicas de Nariño, y
está directamente asociada con la cerámica. En otras palabras, esta persona fue
enterrada en el mismo lugar donde se encuentran los desechos de uso diario, sin
ningún tipo de ajuar funerario y sin un espacio claramente sagrado, o votivo.
Probablemente este caso, como también el que excavamos en el Guáitara (Op. cit.) es
un ejemplo arqueológico de descomposición social muy marcada y de un cambio muy
duro de la economía de las comunidades indígenas del valle de Atríz en épocas
tardías, ya con varios años de dominación colonial española acumulados. Los
indígenas, muy pobres, seguramente no tenían para entonces los medios para
procurarse un entierro en tumbas de pozo y cámara lateral ni objetos que pudieran
usar como ofrenda, puesto que dejar una vasija de barro enterrada significaba
deshacerse de un objeto valioso usado en la vida doméstica diaria. También puede
estar indicando un cambio radical del concepto funerario y ritual hacia prácticas más
occidentalizadas; o tal vez es un reflejo del control colonial de las prácticas
aborígenes que poco a poco entraban en desuso. Otro caso similar es el de la tumba
hallada en la finca “Armenia” en Jongovito (Cárdenas y Bernal, 2019: 262).

La excavación de esta área se codificó como Corte (MIJ C-l), lo mismo que la
excavación del área sin materiales culturales (MIJ C-2). Se excavó por niveles

53
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

arbitrarios de acuerdo con la distribución de los artefactos mismos. Puesto que se trata
de un área de utilización continua donde no se formaron pisos culturales claramente
diferenciados, los materiales aparecen dispuestos en profundidad a poca distancia
unos de otros. De esta forma, se establecieron en el contexto arqueológico 5 niveles
arbitrarios de recolección de material que se ilustran en las Figuras 3.4 a 3.6.

La capa vegetal en el Corte MIJ C-l iba de 0 a18cm en promedio (ver perfil Fig.
3.6). El primer fragmento cerámico apareció a 14 cm de profundidad, es decir
prácticamente en la base de la formación inicial de la capa vegetal, lo que nos sugiere
de nuevo una cronología tardía para este sitio. En los dibujos de planta y cortes se
observa claramente la distribución espacial en área y profundidad de la cerámica,
como también de los restos óseos humanos, el material lítico, conchas de
gasterópodos y algunos restos de carbón vegetal. El grosor total de la capa cultural de
MIJ C-l es 60 cm desde superficie (tomando como referencia datum-0 sobre
superficie). La inclinación del terreno no afectó la excavación puesto que la pendiente
es poca. Se excavaron en total cinco niveles, numerados consecutivamente de 1 hasta
5, siendo 1 el más superficial y 5 el más profundo. Puesto que este no es un sitio
estratificado, no existe una distancia significativa entre uno y otro nivel sino, por el
contrario, representa una ocupación única —o utilización— si se quiere. La cerámica
del nivel más inferior no difiere en nada de la cerámica del nivel superior,
representando una distribución normal de los tipos a lo largo del corte arqueológico.
En el último nivel reseñamos la presencia de un metate y de una mano de moler.
Aparte de estas dos piezas de roca, no se hallaron otros artefactos líticos y apenas 5
huesos muy pequeños de fauna no diagnósticos. No contamos con fechas de
radiocarbono para este sitio.

54
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 1

0.25-0.29

A1 B1

0.20-0.25

0.14-0.19

A2 B2

0.09-0.13
0.00 dt. 0

Cerámica Líticos
50 cm

Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel

N
MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 2

0.29-0.34

A1 B1

A2

0.25-0.28
A2 B2

0.14-0.24

Figura 3.4. Mijitayo Corte 1 Niveles 1 y 2


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

55
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 3

A1 0.35-0.45 B1

A2 B2
X

X
X
X dt. 0
0.29
Cerámica Líticos
50 cm

Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel

N
MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 4

0.346-0.55
A1 B1

A2 B2

Figura 3.5. Mijitayo Corte 1 Niveles 3 y 4


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

56
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 5

A1 B1

Metate y mano

A2 B2

Entierro-1
dt. 0

Cerámica Líticos
50 cm

Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel

N
PERFIL 45°NE-224°SW

A1-B1 A2-B2
dt. 0
Capa vegetal 10
20
Capa de ceniza y 30
tierra metate
40
50
60
Capa esteril culturalmente

45° NE Entierro

A1 B1

A2 B2 50 cm
224° SW

Figura 3.6. Mijitayo Corte 1 Nivel 5 y perfil


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

57
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

Catambuco: localización y contexto arqueológico

Figura 3.7. Panorámica del sitio arqueológico Catambuco


(Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)

El sitio arqueológico que hemos denominado Catambuco (CTB) se localiza en el


corregimiento del mismo nombre, en la vereda Huertecillas, en las lomas que circundan a
la ciudad de Pasto. El terreno es de propiedad de un agricultor nativo de la zona, el Sr.
Felipe Maigual. Catambuco era una población quillacinga (Afanador, 1977: 20; Rivet,
1999 [1946]: 325;) cuyo nombre ha permanecido hasta nuestros días. Tuvimos noticia de
la presencia de restos arqueológicos durante las caminatas y prospecciones que
realizamos por estos sitios en busca de posibles basureros arqueológicos y sitios de
habitación, por la comunicación oral de los habitantes de la zona. En toda esta área hay
una buena cantidad de restos arqueológicos, pero desafortunadamente se encuentra muy
alterada. Además, el sitio propiamente dicho se ubica en un terreno llano de suelos
fértiles que se usa principalmente para la agricultura. Estas actividades agrícolas han
modificado considerablemente el paisaje y sobre todo han alterado totalmente los
primeros 40-45 cm de suelo, por lo que es muy difícil hallar basureros o restos de sitios
de habitación inalterados. Localizamos la presencia de tumbas, casi todas saqueadas. De
todos modos, además de la información acerca de las excavaciones que adelantamos en
este lugar, presentamos la información correspondiente a las piezas de cerámica que
fueron halladas por los dueños del terreno durante sus actividades de siembra. El sitio se

58
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

encuentra a 2700 msnm.

Las evidencias culturales se conocían desde hacía algún tiempo. En Catambuco


realizamos una recolección superficial bastante amplia y el análisis de estos materiales se
presenta en conjunto con aquellos excavados en Mijitayo (Capítulo 5). También se
excavó un área pequeña, poco profunda y muy alterada por las actividades agrícolas (Fig.
3.8), con la esperanza de que se tratara de un basurero o piso de vivienda.
Desafortunadamente, el piso cultural está completamente alterado por lo que resulta
imposible saber cuál era su verdadero uso. Debajo de esta área con fragmentos
cerámicos, aparecieron una serie de tumbas poco profundas, de pozo y cámara lateral
(Fig. 3.9). Este sitio corresponde a la Zona 1 compuesto por el Corte 1 y tres tumbas:
Z1T1, Z1T2 y Z1T3 de las cuales las tumbas 2 y 3 estaban saqueadas. Se procedió con la
excavación sistemática de la Tumba 1.

Tumba excavada (cerámica Tuza decorada y sin decoración)


Tumba excavada (ollas globulares sin decoración) ZONA-3
Tumbas guaqueadas (cerámica Tuza, Piartal y sin decoración) Zona de recolección superficial.
Material revuelto por arado.

T3 T1

T4

T2

ZONA-2

Tumbas ZONA-1
N
Corte-1.
¿Posible zona de vivienda? T3
0 15 m T1 T2

Figura 3.8. Sitio arqueológico Catambuco: basurero, tumbas y recolección superficial


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

59
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

A diferencia del enterramiento excavado en Mijitayo, la Tumba 1 de la Zona 1 es de


pozo con cámara lateral a una profundidad de 1.44 m y en ella se hallaron restos óseos
humanos en muy mal estado de conservación. Se trata de un individuo adulto, pero la
condición del material no permite ninguna otra inferencia. Debido a las condiciones de
los huesos, fue imposible establecer datos sobre edad y sexo. El ajuar consiste de dos
ollas globulares de cerámica negra, sin decoración. No había platos, cuencos, ni cuencos
con base decorados que son tan comunes en esta región y que sí hallamos en la Zona 2.
Como inferencia, me atrevo a proponer que la presencia de esta tumba en un área donde
también se halla una buena cantidad de fragmentos de cerámica utilitaria en los niveles
inmediatamente superiores, podría estar sugiriendo que algunas personas se enterraban
bajo el piso de su casa de habitación, una práctica que hasta la década de 1960
observaban los kwaiker (Osborn, 1967: 99) y que también sugiere Uribe con base en sus
excavaciones en Miraflores (1977-78).

TUMBA-1

TUMBA-3
Capa vegetal (guaqueada)
Piso cultural
A1 B1 C1
Pozo

A2 B2 C2

TUMBA-3
0.60m

(guaqueada)
TUMBA-1

1.30m
N

Figura 3.9. Catambuco Zona 1: basurero y tumbas


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

60
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

Obsérvese en el plano que había dos tumbas más en esta misma área, muy cercanas, y
que posiblemente fueron hechas debajo de esta vivienda o viviendas. Las dos ollas
globulares se encontraron prácticamente encima de los restos óseos, por lo que parece
que se colocaron muy cerca del cuerpo del difunto. En otros ejemplos que excavamos
observamos el mismo patrón. El contexto de la planta superior y la excavación de la
tumba se ilustran en la Figura 3.9.

La Zona 2 corresponde a un sector grande de terreno, a una distancia de 100 metros


del basurero de la Zona 1 (Fig. 3.8). Aquí se encontraron 4 tumbas de pozo rectangular
con cámara lateral, un poco más profundas que las halladas en la Zona 1. De estas 4, dos
estaban guaqueadas (T3 y T4), pero podemos al menos suministrar dibujos de las piezas
de cerámica halladas en ellas. Los únicos contextos asociados que podemos estudiar son
entonces la Tumba 1 de la Zona 1, y las Tumbas 1 y 2 de la Zona 2. El análisis en
conjunto de los fragmentos cerámicos provenientes de la recolección superficial y de la
excavación del Corte 1 de la Zona 2 se presenta en Capítulo 5 (Sistema alfarero del valle
de Atríz).

La Tumba 1 de la Zona 2 tenía 2.90 metros de profundidad desde la superficie (Fig.


3.10a). En ella excavamos 10 piezas de cerámica consistentes en 4 ollas globulares
(Números 1, 3, 4 y 9 en el dibujo); 5 cuencos Tuza con base (Números 2, 5, 6, 7 y 10 en
el dibujo); y 1 cuenco con base sin decorar (Número 8 en el dibujo). De nuevo, los restos
óseos humanos estaban en muy mal estado. La Tumba 2 de la Zona 2 carecía de cerámica
decorada, consistiendo solo de 5 vasijas globulares (Fig. 3.11).

61
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

0.60m

0.60m
Capa vegetal Pozo

Relleno tierra
oscura 5YR-6/4

8 10
4

5 9
7 Laja
2 3
2.90m

Relleno tierra
clara 10YR-8/3 6
1

0.66m
0.50

1.20m

0 0.50 m



Figura 3.10a. Catambuco Zona 2 Tumba 1: planta y corte (Dibujo de
Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).

Figura 3.10b. Catambuco Zona 2 Tumba 1: Cuencos decorados con base


(Dibujo y elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)

62
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

0.60m

0.60m
Capa vegetal Pozo

Relleno tierra
oscura 5YR - 6/4 1
5
2
Restos óseos

1.10m
Craneo 3 desintegrados

Relleno tierra
clara 10YR - 8/3
3.30m

0.60m

1.48m

Figura 3.11. Catambuco Zona 2 Tumba 2: planta y corte


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

La falta de material óseo humano para análisis es muy desafortunada, porque sin esa
información resulta muy difícil tratar de entender las razones que explicarían las
diferencias de ajuar funerario entre estas dos tumbas. Por una parte, la Tumba 1 tenía 5
vasijas hermosamente decoradas mientras que la Tumba 2 ninguna. Tal vez si se hubieran
podido obtener datos sobre el sexo de los ocupantes se hubiera podido especular acerca
del papel jugado por el género en los enterramientos quillacingas, pero esto no es posible.
De las dos tumbas guaqueadas contamos con varias vasijas decoradas, pero la falta total

63
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo

de contexto arqueológico no nos permite asociarlas con algún tipo de estructura de tumba
en términos de representación de la vida social. Todos los motivos decorativos de los
platos son del Complejo Tuza (Fig. 3.12), incluso aquellos provenientes de las dos
tumbas guaqueadas. En términos generales, sin embargo, sí es posible decir algo sobre
estas diferencias, teniendo en cuenta el contexto más amplio del cementerio de Maridíaz
con el cual comparar estos materiales de Catambuco. Ciertamente, los ajuares disímiles
están indicando algún tipo de diferenciación social, ya sea por razón de género, de oficio,
de estatus sociopolítico o de edad. Las vasijas globulares no decoradas y de tamaño
relativamente grande, siempre muestran señales de uso y de haber sido expuestas al fuego
sobre fogones. Son vasijas que representan la vida cotidiana. Las vasijas globulares
pequeñas no muestran señales de haber sido expuestas al fuego y por lo general se hallan
rellenas con pequeños huesecillos de ranas, cuyes o aves. Son vasijas que representan la
vida espiritual. Los platos decorados, cuencos, y cuencos decorados con base tampoco
muestran señales de uso diario. No están nunca carbonizados. Son vasijas que representan
la vida espiritual, pero seguramente también son iconográficas.

Figura 3.12. Catambuco Zona 2: cuencos con base decorados hallados durante labores agrícolas
(Dibujo y elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)

64
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3

De los resultados obtenidos en estos dos sitios podemos sugerir que en Catambuco la
cronología indica una ocupación humana ya en el siglo IX AD (Capítulo 4) con la
presencia de cerámica Piartal en esa época, y posiblemente de cerámica Tuza. Las
diferencias entre ajuares funerarios de las tumbas en Catambuco indicarían que para
entonces ya existía algún tipo de jerarquización social en el área del valle de Atríz y que
la cerámica decorada tuvo seguramente un uso diferencial en la sociedad que siguió por
lo menos durante 7 siglos más. También es posible que estos entierros se hubieran
realizado bajo el piso de las viviendas, como lo estarían indicando los fragmentos de
cerámica hallados en el piso cultural inmediatamente superior de la Tumba 1 de la Zona
1.

Mijitayo parece representar un asentamiento tardío, tal vez parte del pueblo repartido
del siglo XVI, porque el entierro hallado en medio de un basurero, sin ningún tipo de
estructura funeraria y sin ajuar, estaría indicando una sociedad transformada bajo el
dominio español.

65
CAPÍTULO 4

Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz

Los datos de radiocarbono y de termoluminiscencia que tenemos para el valle de


Atríz no constituyen una cronología para esta área. Por cronología se entiende un modelo
de tiempo que sea explicativo de los sucesos y los procesos que tuvieron lugar en las
sociedades del pasado y que nos aclara la secuencia de cambios sociales que ocurrieron
en un lugar específico con el paso del tiempo. Llegar a este punto requerirá de muchas
investigaciones y de muchas fechas bien contextualizadas. Nosotros presentamos las seis
fechas que se conocen hasta ahora para sitios arqueológicos de este valle, considerado por
la arqueología y la historia como espacio de habitación de la etnia quillacinga. No
podemos pretender más por el momento.

En la Tabla 4.1 se presentan estas fechas con toda la información pertinente. Usamos
la convención internacional BP para referirnos a la fecha convencional de radiocarbono
en años antes del presente; calAD para referirnos a las fechas calibradas en años
calendario después de Cristo usando el programa SHCal13 para el hemisferio sur (Hogg,
et.al., 2013); y AD para referirnos a fechas relativas con referencia al año 0-BP (1950)
después de Cristo. Esta última es de uso corriente y a pesar de que es una referencia
estándar que los laboratorios asumen como convención, sugiero que se preste más
atención al rango que resulta de las curvas de calibración. Este rango es más confiable
como referencia para la interpretación.
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

Tabla 4.1 Fechas de radiocarbono para el valle de Atríz

σ13
Sitio Código de Laboratorio Fecha calAD Material C Fecha
(ppm)
excavación y número de convencional SHCal13 AD
14C BP con ref.
muestra (92-95%)
a BP-0
Jongovito1 P-6 Beta-39576 1450 ± 100 421-860 carbón n/d 500
Catambuco2 CTB-Z1 UW-3907 TL-1130 ± 170 647-1235 cerámica n/a 820
Piartal
Maridíaz BMT-G Beta-452851 620 ± 30 1310-1424 hueso -10.2 1330
humano
Maridíaz BMT-22.10 Beta-452849 580 ± 30 1324-1440 hueso -9.7 1370
humano
Maridíaz BMT-31.13 Beta-34827 230 ± 70 1511-1622 carbón -25.5 1720
(2a prueba) BMT-31.13 vegetal -25.5 1570
Beta-452850 380 ± 30 1463-1629 carbón
vegetal
Maridíaz BMT-V.1 GX-15474-G 335 ± 100 1432-1813 hueso -8.9 1615
humano
1
Fecha obtenida por Groot (1991: 129) en Jongovito, vereda Cruz Loma.
2
Fecha de termoluminiscencia.
n/d = no disponible; n/a = no aplicable

Los siguientes laboratorios procesaron las fechas mostradas en esta tabla:


Beta = Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory, Miami (FL), Estados Unidos
GX = Geochron Laboratories, Chelmsford (MA), Estados Unidos
UW = Luminescence Laboratory, University of Washington, Seattle (WA), Estados Unidos

Contexto de las muestras

A continuación presentamos los contextos arqueológicos de donde provienen las


muestras fechadas en este trabajo.

1. Beta-39576 1450 ± 100 BP (421-860 calAD)


Esta es la fecha más temprana para el valle de Atríz. Fue obtenida por Groot (1991: 129)
en el corregimiento de Jongovito, municipio de Pasto, en la vereda Cruz Loma. Este sitio
está aproximadamente a 2 km del sitio de Catambuco que se describe en este trabajo y de
donde se obtuvo la segunda fecha más temprana para esta área (ver siguiente aparte). La
muestra es de carbón vegetal obtenida en un corte arqueológico a una profundidad de
0.65 m de profundidad en un estrato que Groot describe como “… muy rico en vestigios
culturales: tiestos, restos de huesos y artefactos líticos” (Op. cit.). En efecto, la muestra es
muy buena porque fue tomada en un estrato inalterado por el arado y los materiales

68
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 4

cerámicos asociados corresponden a cerámica del Complejo Piartal (Op. cit.:139). Las
formas que ilustra Groot (p. 156) son casi iguales a las formas que ilustran Cárdenas y
Bernal (2019: 264) para Catambuco (sitio Armenia), muy cerca de Jongovito.

2. UW-3907 1130 ± 170 BP (647-1235 calAD)


Esta es la segunda fecha más temprana para el valle de Atríz. Fue obtenida por el autor en
Catambuco (Zona 1) de una tumba alterada. La fecha es por termoluminiscencia sobre un
fragmento de un cuenco con base del Complejo Piartal. Desafortunadamente no tenemos
el contexto arqueológico, pero la validez de la fecha se sustenta en dos consideraciones:
(1) se obtuvo directamente de un fragmento cerámico del complejo Piartal, por
consiguiente la fecha refleja la antigüedad de esa pieza de cerámica Piartal; (2) la pieza
fue hallada accidentalmente en Catambuco, vereda Huertecillas, en una tumba de pozo y
cámara lateral durante labores agrícolas, por consiguiente la fecha refleja la antigüedad
de una tumba arqueológica que contenía por lo menos esa pieza de cerámica Piartal.

3. Beta-452851 620 ± 30 BP (1310-1424 calAD)


Esta fecha fue obtenida por el autor en el cementerio arqueológico de Maridíaz, de un
fragmento de hueso humano proveniente de la tumba BMT-G. La tumba fue excavada
sistemáticamente por el autor y en ella se hallaron (a) un plato pequeño de cerámica sin
decorar (ø20cm), (b) una vasija globular pequeña Tipo Negro (Fig. 5.8e) y una cucharita
para inhalar rapé posiblemente de hueso de venado. El cráneo presenta deformación
artificial fronto-occipital (Fig. 10.5). Esta cerámica corresponde a piezas que se
encuentran asociadas tanto al Complejo Piartal como al Complejo Tuza. En este contexto,
la fecha confirma la edad prehispánica del cementerio de Maridíaz.

4. Beta-452849 580 ± 30 BP (1324-1440 calAD)


Esta fecha fue obtenida por el autor en el cementerio arqueológico de Maridíaz, de una
muestra de hueso humano proveniente de la tumba BMT-22. Asociados a estos huesos en
la tumba excavada se hallaron (a) un cuenco de cerámica sin decorar (ø20.5cm) Tipo
Crema o Habano (Fig. 5.3), (b) una vasija globular pequeña Tipo Negro (Fig. 5.8e), y una
pequeña vasija antropomorfa negra (Fig. 5.9b). También se hallaron 16 cuentas de

69
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

Spondylus sp., y 53 cuentas de semillas. Por lo tanto, esta fecha está directamente
asociada con la cerámica antropomorfa de Nariño, las conchas de Spondylus sp., y vasijas
que se encuentran asociadas tanto al Complejo Piartal como al Complejo Tuza. En este
contexto, la fecha reitera, como la anterior, la edad prehispánica del cementerio de
Maridíaz.

5. Beta-34827 230 ± 70 BP (1511-1622 calAD)


Beta-452850 380 ± 30 BP (1463-1629 calAD)
Estas dos fechas fueron obtenidas por el autor en el cementerio arqueológico de Maridíaz,
de una muestra de carbón vegetal proveniente de la tumba BMT-31. Había una gran
cantidad de carbón en la bóveda producto de una quema relacionada con el ritual de
entierro. Dado que la primera muestra dio un resultado tardío (siglo XVI), se decidió
confirmar el resultado con una segunda muestra exactamente del mismo material. La
segunda prueba confirma la fecha tardía, aunque el rango de calibración sugiere una
probabilidad baja (17.6%) de que la fecha sea prehispánica. Asociadas al carbón en esta
misma bóveda se hallaron (a) 4 vasijas globulares Tipos Negro, Rojo y Carmelito (Figs.
5.2 y 5.3), (b) 2 cuencos con base Piartal (Fig. 5.6h), (c) 1 jarro Tuza, dos volantes de
huso, (d) una ofrenda de muchos pequeños gasterópodos terrestres, y (e) dos esqueletos
muy deteriorados. En este contexto, la fecha sugiere un tiempo cercano a la conquista
pero más probablemente es una fecha ya del siglo XVI. La cerámica asociada es Piartal y
Tuza y el entierro es doble.

6. GX-15474-G 335 ± 100 BP (1432-1813 calAD)


Esta fecha fue obtenida por el autor en el cementerio arqueológico de Maridíaz, de una
muestra de hueso humano proveniente de la tumba BMT-V. Asociados a estos huesos se
hallaron dos pequeñas vasijas globulares de Tipo Negro. El rango de calibración es muy
amplio, tal vez debido al error estándar que es grande. Sin embargo, la probabilidad es
mayor de que la fecha más acertada se encuentre a mediados del siglo XVI. La fecha en
este contexto confirma el uso del cementerio de Maridíaz muy cerca del arribo de los
españoles al valle de Atríz en 1536, o poco después.

70
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 4

Interpretación

Con las fechas a nuestra disposición podemos sugerir lo siguiente:


La cerámica del Complejo Piartal ya estaba presente en el valle de Atríz entre los
siglos V y VI de nuestra era en Jongovito. Esta cerámica sigue estando presente en el
valle de Atríz en Catambuco entre los siglos VII y IX en contextos funerarios. En
Jongovito existían asentamientos indígenas ya en los siglos V o VI de nuestra era, dato
que queda confirmado por la presencia de cerámica y de restos de actividades humanas
como lo demuestran los basureros excavados. En Catambuco también hubo
asentamientos como lo indican las excavaciones, pero desafortunadamente los pisos
culturales están alterados. Por el momento, la fecha que tenemos de 820 AD para este
sitio es para tumbas.

Por asociación de fecha tomada directamente de hueso humano, se puede inferir que
el cementerio de Maridíaz estuvo en uso por lo menos desde los siglos XII o XIII de
nuestra era. Esta es la fecha más antigua hasta ahora para este cementerio indígena. Para
la misma época, se puede decir que ya se usaban cucharitas para inhalar rapé y se
practicaba la deformación craneal artificial. No tenemos cerámica decorada Piartal o
Tuza directamente asociada con esta fecha, solo dos pequeñas piezas sencillas de
cerámica sin decorar que normalmente aparecen también en otras tumbas que sí tienen
cerámica claramente identificada como Piartal y/o Tuza.

Por asociación de fecha y artefactos en el mismo contexto funerario, se infiere que las
cuentas de Spondylus sp., para fabricar collares ya se conocían en el valle de Atríz por los
menos a partir de los siglos XIII o XIV de nuestra era. Las pequeñas vasijas
antropomorfas que se encuentran en diferentes sitios arqueológicos de Nariño se asocian
directamente con esta fecha por haberse hallado dentro de una tumba junto a los restos
óseos de la persona enterrada aquí, es decir, siglos XIV a XV de nuestra era.

Las fechas más tardías indican que la cerámica de los complejos Piartal y Tuza es
contemporánea en el valle de Atríz en el siglo XV, pero seguramente lo era desde mucho

71
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

antes. Tenemos fechas tempranas directas para la cerámica Piartal, pero no fechas
directas tempranas para la cerámica Tuza. Habrá que esperar otros resultados que nos
permitan asociar directamente fechas radiocarbónicas o de termoluminiscencia con
cerámica Tuza para afirmar su antigüedad con toda certeza. En términos generales, sin
embargo, su contemporaneidad es bastante evidente en contextos como la tumba BMT-
27. Por razonamiento lógico, podemos sugerir que el complejo Tuza estaba presente en el
valle de Atríz en épocas muy anteriores al siglo XV.

Las dos fechas nuevas obtenidas para Maridíaz (Beta-452849 y Beta-452851)


permiten proponer que el cementerio es por lo menos 200 años más antiguo que lo
planteado originalmente (Cárdenas Arroyo, 1989: 30). En líneas generales, habría sido
utilizado por lo menos durante 300 años. Sin embargo, su uso en los primeros años de la
invasión española y colonia temprana resulta una incógnita. La avidez de oro de los
españoles era intensa y una de las fuentes de saqueo fueron las tumbas aborígenes.
Aunque los quillacingas no eran un pueblo rico de oro, un cementerio de grandes
proporciones como éste de Maridíaz –toda una loma, en fin, una necrópolis– parece haber
pasado inadvertida. No se hace mención alguna a Maridíaz como cementerio en ninguna
de las fuentes tempranas: ni Cieza, ni los visitadores del siglo XVI Tomás López, García
de Valverde, Gerónimo Descobar, ni Francisco Centellas; y tampoco los visitadores del
XVII mencionan ni siquiera casualmente esta loma. Las primeras noticias de que la loma
era un cementerio indígena las suministró Sergio Elías Ortíz (1937a), aunque ya se sabía
desde 1930 puesto que la referencia de 1937 es apenas la fecha de publicación de su
informe. Sus excavaciones fueron en 1930 y ya para entonces se habían guaqueado
algunas tumbas.

72
CAPÍTULO 5

El sistema alfarero del valle de Atríz

El sistema alfarero de Mijtayo, Catambuco y Maridíaz corresponde a la cerámica


típica que se encuentra en toda el área del valle de Atríz. Parte de esa cerámica son
unas ollitas globulares antropomorfas que parecen tener alguna relación figurativa
con algunas piezas Capulí y que hasta ahora no se han incluido en ninguno de los tres
complejos cerámicos tradicionales de Nariño. Tienen mucho parecido con la
estatuaria lítica del norte de Nariño. La presencia de fragmentos de cerámica
decorada del Complejo Tuza en Mijitayo en contexto de basurero es un
porcentaje muy bajo (apenas el 1,9% de la muestra), mientras que la gran mayoría
de fragmentos corresponde a cerámica utilitaria con señales de uso. En Catambuco,
el porcentaje de fragmentos decorados en contexto de basurero es ligeramente
superior, correspondiendo apenas al 3,5% del total de fragmentos excavados. En las
excavaciones realizadas por Bernal (2011) en la Granja Experimental de
Obonuco, en Pasto, el porcentaje de cerámica de pasta porosa que consideramos
sea especialmente de uso doméstico diario, es mucho más alto que el porcentaje
de cerámica de pasta compacta y fina. En ese sitio, el total de fragmentos de
cerámica sin decorar alcanza el 81,32% (Bernal 2011, p. 111). Se reitera, pues, el
hecho de que la cerámica decorada de estas regiones tenía un uso
principalmente funerario.

Por otra parte, en el contexto de tumbas donde se hallaron piezas completas, en


Catambuco el porcentaje de cerámica decorada es de 40%, en Maridíaz 18.2% y en
Mijitayo 0. Téngase en cuenta que el valor porcentual que damos para Catambuco
considera tres tumbas con 15 piezas en total (6 decoradas), y Maridíaz con 72 tumbas
con 214 piezas en total y apenas 39 decoradas. Esta diferencia tan marcada entre
ambos sitios podría explicarse porque en Maridíaz hubo muchas tumbas
saqueadas y seguramente la cerámica decorada era la más atractiva de llevar.
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

En términos generales, el sistema alfarero arqueológico del valle de Atríz se


compone de piezas que fueron fabricadas mediante la técnica de espirales y con un
modelado un tanto burdo. Por burdo entiendo que las vasijas no siempre son
simétricas, y muchas incluso son inestables cuando se las coloca sobre superficies
planas. Muchas de estas piezas no fueron bien terminadas, y muy pocas tienen
siquiera engobe, con la excepción de los platos y cuencos decorados Piartal y Tuza.

La clasificación tipológica que hemos realizado sigue una línea de trabajo que ya
han establecido otros investigadores trabajando en el valle de Atríz. Particularmente,
se basa en los criterios publicados anteriormente por Groot (1991), Bernal (2011) y
Cárdenas y Bernal (2019).

Los principales criterios tipológicos que se seguirán en este trabajo para la


clasificación de la cerámica son el color de la superficie y la textura de la pasta (ver
Groot 1991, Bernal 2011). Además de color y textura, es importante considerar en
el análisis de la cerámica nariñense el acabado de la superficie teniendo en cuenta
dos variables, como se hizo para San Agustín, donde Llanos estableció las
categorías iniciales de cerámica "con Baño o Engobe" y "sin Baño o Engobe" (Llanos
1988). La diferencia entre baño y engobe que presenta Groot (1991: 136) es
interesante. El problema en Nariño, sin embargo, es que en ocasiones resulta difícil
distinguir bien entre ambas en algunos fragmentos debido a la erosión de las
superficies. Aún así, trataremos de hacer uso de este modo de clasificar en la
medida que lo permitan los materiales. De esta forma, definimos aquí cinco tipos
principales que corresponden casi idénticamente a rasgos de las arcillas observados
en tipos ya sugeridos anteriormente para Nariño (Rojas de Perdomo 1974; Uribe
1976; 1977-78; Groot 1991; Bernal 2011; Cárdenas y Bernal 2019). Son los
siguientes: Negro, Rojo, Crema o habano (indistintamente), Carmelito, Naranja.
Aclaro que aquí estamos hablando del color de la arcilla una vez cocida. La
variable color debido a pintura aplicada para decorar una pieza se tendrá en
cuenta aparte.

Aquí debemos puntualizar algunos aspectos con referencia a clasificaciones


anteriores. Si bien en el pasado se empleó el nombre de la localidad donde se

74
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

encontraba la cerámica como término principal de definición de un tipo, dicha


práctica limita el uso interpretativo que se le puede dar a los tipos cerámicos, porque
los restringe a un área geográfica particular. Una revisión de la literatura publicada
para Nariño hasta el año de 2019 revela que para todo el altiplano se han definido
26 tipos cerámicos, más cuatro subtipos. De estos 26 tipos, los investigadores
asociaron cuatro (4) tipos con el Complejo Tuza, cinco (5) con el Complejo Piartal
y seis (6) con el Complejo Capulí. Once (11) de los 26 no tienen asociación definida
por sus investigadores, tratándose seguramente de la cerámica que no tiene
ningún tipo de decoración. Esta proliferación de tipos cerámicos genera mucha
confusión, pero especialmente hace creer que existen más variantes de las que
realmente hay.

Si observamos el material recolectado en los últimos 40 años, parece que de esos


26 tipos y 4 subtipos, por lo menos 25 tipos (el 96%) y todos los 4 subtipos, se
pueden considerar en términos generales como Capulí, Piartal o Tuza, solo que
esto deja por fuera de consideración a toda la cerámica sin decoración. Por esto
pienso que en el estudio de estos materiales debemos observar la variabilidad de
motivos, técnicas y formas alfareras dentro de rangos que nos permitan establecer qué
tanto se diferencian unos de otros. Tal vez así podremos explicar con más
investigaciones los procesos culturales que dieron origen a tal variabilidad. La
creación de nuevos tipos cerámicos (v.gr., bautizar con el nombre de lugares de
hallazgos) nos aleja de ese objetivo. De tal modo, pensamos que lo más conveniente
es incluir los materiales descritos para Nariño en los cinco grandes grupos de color
de la superficie como queda antedicho, y en un segundo nivel las características
de baño, engobe, pulido, brillo, etc., o su ausencia, por ejemplo fragmentos y piezas
burdas, ásperas, sin acabado.

A continuación, se presentan las categorías de color de la superficie


recurrentes en la cerámica del valle de Atríz: Negro, Crema o habano, Carmelito,
Rojo y Naranja (valga anotar que este último tipo es prácticamente un rojo pálido
(10R en la escala de Munsell, con intensidades cromáticas entre 2 y 4, y valores entre
4 y 5). Igualmente hay fragmentos en la tonalidad 2,5 YR, no propiamente naranja,
pero preocuparnos de tal especificidad es inútil en términos de la información

75
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

que nos puede suministrar la cerámica.

Finalmente, se establecen los colores superpuestos, bien sea por pintura positiva o
negativa, o por baños o engobes secundarios. Así, se incluyen aquí categorías como
"Rojo/Crema". Esta categoría en particular no puede tomarse como un tipo cerámico
primario, porque dentro de él se encuentra también cerámica Carmelito
Oscura/Crema, lo cual la haría acreedora de un tipo separado para sí, siguiendo el
criterio clasificatorio tradicional. Las características o atributos formales de cada uno
de estos grupos cerámicos para el valle de Atríz son las siguientes:

7. TIPOS CERAMICOS DEFINIDOS


7.1 Tipo Negro
A) Pasta:
Color: El color de la pasta en el tipo negro varía, aun cuando esta variación no es
considerable. En términos generales, se encuentra en la tonalidad de 10YR con
intensidades cromáticas que oscilan entre 2, 3 y 4; valores de 5 a 6, es decir, gris
claro, carmelito claro y carmelito amarilloso claro.
Textura: Compacta.
Cocción: Atmósfera oxidante, con cocción completa y buena. Ningún fragmento
presenta núcleo oscuro.
Técnica de manufactura: Espirales.

B) Superficie:
Color: Esencialmente Negro. La superficie de esta cerámica tiene un ligero viso de
color rojo, y por ello se encuentra en la tonalidad 10R 2.5/1 (negro rojizo) y 10Y 3/2
(negro). Algunos fragmentos presentan restos de hollín por su exposición al fogón
post-cocción, lo que refuerza la propuesta de que esta cerámica negra es de función
utilitaria.
Tratamiento: Buen terminado de las superficies, tanto internas como externas.
Algunos fragmentos presentan engobe mientras que otros apenas se les recubrió con
un baño de arcilla.
Textura: Lisa.

76
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

C) Formas:
Bordes: Evertidos. En la muestra no se encontraron otras formas de bordes (Fig. 5.1:
20-22; Fig. 5.2: g, i).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: La serie de vasijas negras del valle de Atríz está compuesta por ollas
globulares (Fig. 5.2: e, h) y ollas lenticulares (Fig. 5.5: a-c). Varían
considerablemente de tamaño. Pueden ser muy pequeñas entre 6 cm y 12 cm de
diámetro hasta grandes, sobrepasando 35 cm de diámetro (Fig. 5.2: d)
Bases: Redondeadas.
Espesor de las paredes: Entre 4mm y 8mm.

D) Decoración:
La cerámica negra del valle de Atríz se puede clasificar en dos grupos: en uno las
piezas no tienen ningún tipo de decoración, como aquellas ilustradas en la Figura
4.2: d-i. A este tipo de cerámica corresponden el 34% de las vasijas. El segundo
grupo es el conformado por una cerámica que ya hemos descrito anteriormente
(Cárdenas 1989-90; 1989) y que presentamos de nuevo en este trabajo (Fig. 4.9).
Hasta el momento, ésta no se relaciona en cuanto a decoración se refiere con los
demás complejos cerámicos tradicionales, aunque recuerda lejanamente a la cerámica
Capulí.

E) Frecuencia: No decorada 34.8%; Decorada 5.5%.

7.2 Tipo Rojo


A) Pasta:
Color: El color de la pasta en este tipo de cerámica se encuentra entre 2.5YR 6/4 y
2.5YR 6/6 o 6/8. Es carmelito rojizo claro y rojo claro.
Textura: Compacta.
Cocción: Atmósfera oxidante, buena cocción en general. Algunos fragmentos parecen
haber sido expuestos al fuego menos tiempo que otros.

B) Superficie:
Color: La cerámica roja del valle de Atríz se encuentra en un 85% dentro de la

77
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

tonalidad de 2.5YR, variando de intensidad cromática entre 6 y 8 con valores entre 3,


4 y 5. Las partes decoradas de rojo tienen valores de 10R 4/8 y 2.5YR 4/8.
Tratamiento: Se observan dos tipos de tratamiento de la superficie: el primero es un
engobe rojo que corresponde a los colores arriba mencionados. Esto hace de la
cerámica que sea muy lisa y bien terminada. El segundo tipo de tratamiento es un
baño, también de color rojo, pero mucho más delgado que un engobe.
Textura: Lisa

C) Formas:
Bordes: Evertidos y rectos (Fig. 5.1: 1-7).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Las formas de cuerpos que se pudieron reconstruir a partir del material
disponible son ollas globulares con cuellos bajos (Fig. 5.3: b) y otras con ángulos muy
marcados (Fig. 5.3: a). En este tipo también se ven cuencos sin base, algunos con
decoración interna (Fig. 5.3: g; Fig. 4.7), y algunos cuencos con base anular con
decoración geométrica en color rojo oscuro (Figs. 5.6: h y 4.7)
Bases: Redondeadas y anulares (estas últimas corresponden a platos).
Espesor de las paredes: Entre 4mm y 8mm.

D) Decoración:
Algunos fragmentos del material excavado presentan decoración con pintura positiva
roja sobre el borde superior y el labio. Un fragmento indica motivos lineares hacia el
centro de la vasija (Fig. 5.7).

7.3 Tipo Crema o habano


A) Pasta:
Color: El color de la pasta en este tipo Crema se encuentra casi en un 95% en la
tonalidad l0YR 6/3 y 6/4 (carmelito pálido y carmelito amarilloso claro), y 7.5YR 4/4
(habano opaco).
Textura: Compacta.
Cocción: En atmósfera oxidante, muy buena y completa.

78
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

B) Superficie:
Color: El color de la superficie de lo que ha dado en denominarse "Tipo Crema" es el
más variable de todos los tipos definidos para Nariño. En la serie de Mijitayo,
Catambuco y Maridíaz pudimos establecer los siguientes: (a) 2.5YR 6/4 carmelito
rojizo claro; (b) 2.5YR 4/4 carmelito rojizo; (c) 2.5YR 5/4 carmelito rojizo; (d) 5YR
6/6 amarillo rojizo; l0YR 5/4 carmelito amarilloso; (e) 5YR 5/4 carmelito rojizo; (f)
7.5YR 5/4 carmelito. Estos colores del Tipo Crema tienen por lo general otros
colores agregados por pintura positiva, que a veces son también crema o rojos. De
allí el calificativo de "Rojo/Crema", pero ya hemos expuesto anteriormente que esto
debe reconsiderarse porque no es el color de la arcilla sino el color de la
decoración (Fig. 5.7).
Tratamiento: Los fragmentos decorados por lo general tienen un engobe o baño bien
terminado.

C) Formas:
Bordes: Rectos y evertidos (Fig. 5.1: 8-13).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Las formas de los cuerpos más corrientes en este tipo son los cuencos, los
platos con base anular baja (Fig. 5.6: j) y las ollas globulares medianas y pequeñas
(Fig. 5.3: h-l).
Bases: Anulares para platos y redondeadas para ollas y cuencos.
Espesor de las paredes: Entre 3mm y 5mm.

D) Decoración:
Los fragmentos encontrados fueron decorados con la técnica de pintura positiva. Los
diseños no son del todo identificables debido a lo fragmentario del material, pero
aquellos que hemos reconstruido indican que se trata de elementos geométricos y
líneas (Fig. 4.7). Las zonas de decoración son el borde y la superficie interna de la
vasija. Externamente solo se decoró una franja muy delgada del borde. En piezas
completas se observan representaciones de fauna tropical, como aves y monos, así
como también venados tanto en Catambuco como en Maridíaz (Fig. 2.8, 3.10b,
3.12)

79
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

7.4 Tipo Carmelito


A) Pasta:
Color: El color de la pasta en este tipo es de dos colores: (a) gris oscuro-negro; (b)
carmelito. En el primer caso determinamos por la tabla Munsell núcleos de
tonalidades 7.5YR 2/0 y 3/0. Estos son la consecuencia de una cocción incompleta.
En el segundo caso, la pasta tiene un color 7.5YR 5/4 carmelito.
Textura: Compacta.
Cocción: Se presentan dos tipos: (1) en atmósfera reducida, formando núcleos muy
oscuros; (2) en atmósfera oxidante sin formación de núcleo.

B) Superficie:
Color: El color de la superficie de este tipo resulta casi invariablemente dentro de la
tonalidad 7.5YR 4/2 carmelito oscuro.
Tratamiento: Baño y terminado poco cuidadoso.
C) Formas:
Bordes: Evertidos y rectos (Fig. 5.1: 14-19).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Los cuerpos en este tipo son ollas globulares grandes y pesadas, como
también unos "platones" de cerámica muy gruesa (Figura 5.2: a-c)
Bases: Redondeadas.
Espesor de las paredes: Entre 3mm y 5mm

D) Decoración:
No tiene.

7.5 Tipo Naranja


A) Pasta:
Color: El color de la pasta en este tipo es de tonalidad 10R 5/4 rojo pálido. Como
anotábamos anteriormente, este "Tipo Naranja" no es realmente naranja, sino rojo
pero suficientemente diferenciable del Tipo Rojo como para merecer una categoría
aparte.
Textura: Compacta.
Cocción: Atmósfera oxidante bastante completa.

80
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

B) Superficie:
Color: La superficie de esta cerámica puede clasificarse dentro de aquellos colores del
10R entre 3/2 y 4/4.
Tratamiento: Engobe y baño.

C) Formas:
Bordes: Rectos. En Catambuco y Mijitayo no hallamos material diagnóstico, pero
el número de piezas halladas en Maridíaz y en la finca “Armenia” de Jongovito
(Cárdenas y Bernal 2019) ilustran este tipo de forma de borde como patrón
general (Fig. 5.6: 6, 9). Otros bordes son más abiertos (más o menos 120º)
cuando se trata de platos pandos (Fig. 5.6: 7 j).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Platos y cuencos con base anular (Fig. 5.6: h-j)
Bases: Anulares.
Espesor de las paredes: Entre 3,5mm y 5mm.

D) Decoración:
Presenta pintura positiva en el borde interno.
El Tipo Naranja aparece en las tumbas y basureros de Catambuco, en el basurero
de Mijitayo y en las tumbas de Maridíaz. Está representado en platos pintados y en
cuencos con base mediante la técnica de pintura positiva.

7:6 Acercamiento al estudio de las formas de las piezas de cerámica de Nariño.

La mayoría de las piezas de cerámica halladas en el cementerio de Maridíaz y


en los sitios que excavamos en Catambuco, son piezas completas. Esto es una
ventaja analítica y por ello podemos considerar atributos como forma y
decoración como elementos básicos de clasificación, además del anterior análisis
tipológico. Con base en el criterio de forma, se definieron once formas diferentes
en estos dos sitios arqueológicos, que podemos hacer extensivas para el valle de
Atríz: (1) ollas globulares; (2) ollas globulares antropomorfas; (3) ollas
lenticulares; (4) cuencos con base; (5) cuencos sin base; (6) platos con base; (7)

81
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

platos; (8) jarros; (9) ocarinas; (10) objetos misceláneos1 (pueden ser
zoomorfos, fitomorfos o indefinidos); (11) volantes de huso. De estas 11 formas,
ocho pueden tener pintura, lo que facilita su clasificación bajo alguno de los tres
complejos cerámicos tradicionales. De las piezas estudiadas, las formas número
2, 10 y 11 no tenían ningún tipo de pintura.

(1) Ollas globulares. Ollas que tienen un rango de altura entre 4.9 cm y 27.2 cm.
Cuerpo redondo, bases redondeadas o planas. Bordes evertidos. Componen la
mayor parte de la muestra. Fueron hechas mediante espirales y cocidas en
atmósferas oxidantes, muy probablemente encima de madera y hojas. Las
superficies son de color negro, carmelito, rojo y habano aunque predominan el
negro y el carmelito. Poco o ningún tipo de tratamiento de la superficie, aparte
de alisado o pulido, a excepción de una vasija del Complejo Piartal hallada en la
tumba BMT-27 que ya fue descrita en el Capítulo 2 (Fig. 2.5.13). Promedio de
grosor de las paredes es de 5.8 mm, fuertes y resistentes. Casi todas presentan
manchas de hollín por estar expuestas al fuego, excepto las más pequeñas cuyo
uso seguramente era para beber o guardar materia seca. Estas vasijas son muy
parecidas a las halladas en Pupiales (Uribe Alarcón 1977-78), sobre todo al tipo
Miraflores Negro Pulido. Pueden hallarse en contexto junto con cerámica de los
complejos Piartal y/o Tuza, o solas (Fig. 5.2, 5.3, 5.8)

(2) Ollas globulares antropomorfas. Se trata de vasijas globulares pequeñas de 10
cm de ancho x 8 cm o 10 cm de alto en promedio (a veces pequeñitas de apenas 3.8
cm de alto), con representaciones antropomorfas. Tienen los brazos saliendo de los
costados de la vasija con las manos colocadas bajo la quijada o sobre la mitad del
cuerpo. La cara, en la parte superior cerca del borde, puede ser de forma triangular o
trapezoidal, con representaciones de ojos, nariz y boca en una combinación de
incisiones y apliqué. Algunas recuerdan la estatuaria menor del norte de Nariño.
En otras los ojos se colocaron directamente sobre el borde de la vasija. Esta es
una cerámica negra oscura sin pintura o acabado particularmente cuidadoso de
la superficie. En el Capítulo 2 ya hemos elaborado una corta discusión sobre su


1
Esta categoría presentada por Groot (1991: 111) es muy útil porque en Nariño siempre se encuentran
objetos difíciles de describir o cuya función no es muy evidente.

82
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

posible contexto con respecto a los complejos Capulí, Piartal y Tuza (Fig. 5.9)

(3) Ollas lenticulares. Forma Piartal por excelencia, por lo menos en la
arqueología de Nariño. Normalmente tienen un rango de altura entre 7 cm y 27
cm, aunque a veces se encuentran unas muy pequeñas, pero no es la norma. Se
caracterizan por tener un ángulo periférico marcado en la pare media del cuerpo
de la vasija (Fig. 5.5: a-c). Se hicieron por rollos y la textura de la pasta es
compacta. Para el sitio “Armenia” del valle de Atríz (Cárdenas Arroyo y Bernal
Vélez, 2019) describen un buen número de vasijas lenticulares y su decoración.
En las excavaciones que referimos en este nuevo informe, se hallaron 4, de las
cuales solamente una está decorada con pintura positiva hallada en la Tumba
BMT-XXXI, ya descrita en el Capítulo 2 (Fig. 2.10b)

(4) Cuencos con base. Después de las ollas globulares, esta es tal vez la forma
más común en la arqueología de Nariño (Fig. 5.4; Fig. 5.6: h-i). Aparece en los
tres complejos cerámicos tradicionales con algunas variaciones. En el sistema
alfarero del valle de Atríz, las piezas que se encuentran decoradas son del
Complejo Tuza y del Complejo Piartal, a veces encontrándose juntas en la misma
tumba (por ejemplo, BMT-27). Las bases son anulares y bajas (Fig. 5.4; Fig. 5.6: b,
d). La pasta es por lo general muy compacta y muy fina, lo que la caracteriza de
los demás tipos. Superficie con engobe, sobre la cual se realizaron los diseños.
Espesor alrededor de 4 mm. Motivos decorativos predominantemente
geométricos y en líneas (Fig. 5.7). Algunas piezas tienen simetría de punto
alrededor del cual se pintaron líneas rojas o carmelitas; otras son de simetría
radial. Varias tienen motivos zoomorfos como ya se ha descrito en el capítulo
anterior.

(5) Cuencos sin base. Como su nombre lo indica, son cuencos redondeados, a
veces casi como platos (Fig. 5.6: f-g). La textura de la pasta es compacta. La
superficie por lo general está pulida. Algunos están decorados con motivos Tuza
y otros con motivos Piartal. En toda la serie del valle de Atríz a la que hacemos
referencia en este trabajo y en anteriores (Op. cit., 2019), sólo hemos encontrado
un cuenco sin base del Complejo Capulí (BMT-44.4). No todos los cuencos sin

83
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

base tienen decoración. Hay varios de pasta burda cuya función era seguramente
utilitaria. Los más grandes pudieron servir para tostar hojas de coca, como es
corriente en algunas comunidades indígenas del país.

(6) Platos con base. Este tipo de pieza es más característica del Complejo Piartal,
aunque también se encuentra con decoración Tuza. Son casi planos, levemente
cóncavos, y por lo común presentan diseños decorativos poco comunes; es decir,
no se decoraron con simetría radial ni de punto, sino que se eligieron diseños
bastante abstractos. No es una forma frecuente en estos contextos funerarios,
por lo que podría considerarse como un marcador que estaría indicando algún
tipo de categoría social de algunos individuos o de jerarquías (Fig. 5.4: a; Fig. 5.6:
j).

(7) y (8) Platos y jarros. Los platos son pequeños, rara vez decorados –si lo están,
apenas tienen una franja de color rojo o carmelito oscuro alrededor del borde– y
su terminado es más bien tosco (Fig. 5.6: e). En las tumbas se encuentran a veces
con restos óseos muy pequeños de animales, o debajo de una vasija globular
pequeña que contiene una cucharita de madera o de hueso. Los jarros (Fig. 2.9e)
casi no se encuentran en esta serie del valle de Atríz, limitándose a un solo
ejemplo en Maridíaz y a un fragmento en Mijitayo.

(9) (10) y (11). Ocarinas, piezas varias y volantes de huso. Las ocarinas son más
o menos frecuentes en el sistema alfarero del valle de Atríz. Algunas fueron
hermosamente decoradas con pintura positiva roja o carmelito sobre fondos
claros (habano/amarillo), muy esmaltadas y por consiguiente brillantes. Algunas
se clasifican como Piartal y otras como Tuza; pero debido a sus motivos tan
abstractos, tales determinaciones siempre se prestan para confusiones. Las
ocarinas halladas en la región de Pupiales presentan más motivos figurativos por
lo que resulta más fácil asociarlas con Tuza. Otras halladas en el valle de Atríz no
presentan ningún tipo de decoración, aunque casi siempre son muy esmaltadas.
Las piezas varias que representan diferentes objetos pueden ser caracoles
grandes (Fig. 2.10f) o incluso piezas antropomorfas votivas como ya se ha
indicado antes. Los volantes de huso son comunes. Se podría inferir que los

84
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

volantes son objetos que se asocian con el trabajo de la mujer, pero


desafortunadamente la condición de los restos óseos en estas tumbas no permite
llevar a cabo un análisis formal de estimación de sexo que serviría para
comprobar o rechazar esta posibilidad. Un común denominador, sin embargo, es
que en esta parte tales volantes de huso nunca están decorados, contrario a otras
regiones del país donde se invertía mucho trabajo en crear diseños geométricos
en ellos (por ejemplo en territorios quimbaya o muisca).

Generalidades sobre las formas de las ollas globulares

Uno de los problemas que siempre ha tenido el estudio de materiales cerámicos


arqueológicos es la definición y la descripción de formas de vasijas. Este tema es
bastante subjetivo y se presta para confusiones. Varios autores (Whallon 1982;
Orton et al., 1993; Hodder 1979) abordaron el tema de la forma desde la estadística
con el fin de producir algún sistema que permita establecer relaciones numéricas que
faciliten definir la silueta de una pieza. El trabajo de Whallon (1982) ha sido
importante para nosotros porque trabaja con base en dimensiones lineales de una
vasija de cerámica, como su altura, diámetro del cuerpo, diámetro de la boca, etc.
Estas medidas son susceptibles de analizarse estadísticamente por regresión y
correlación. Esta aproximación numérica permite definir algunas formas,
haciendo que los términos que se les asigne sean menos subjetivos.

Hemos aplicado experimentalmente una parte de esta metodología a las vasijas


globulares obtenidas en nuestras excavaciones con resultados interesantes. Para
dichas vasijas determinamos seis medidas lineales:

1. Altura máxima: Medida que se toma desde la base inferior de la vasija hasta el
borde superior.
2. Altura media: Medida que se toma desde la base inferior de la vasija hasta el punto
medio determinado instrumentalmente en el cuerpo de la vasija.
3. Altura media hasta el cuello: Medida que se toma desde el punto medio de la vasija
hasta la boca.
4. Diámetro del cuello: Medida que se toma de extremo a extremo del cuello.

85
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

5. Diámetro del cuerpo: Medida que se toma de extremo a extremo del cuerpo en su
punto más amplio.
6. Diámetro de la boca: Medida que se toma de extremo a extremo de la boca.

Para saber si existe una relación significativa entre cualesquiera dos de estas
medidas, calculamos una correlación. Puesto que en estos cálculos debe haber
siempre una variable independiente, escogimos la altura máxima como dicha variable
(identificada por el valor X), siendo todas las otras dimensiones las variables
independientes (identificadas en cada caso por el valor Y). La fórmula de
correlación empleada es:

ΣXY – [(ΣXΣY)/n]
C =
√(ΣX2 – [(ΣX)2 /n])( ΣY2- [(ΣY)2/n])

Al aplicar la fórmula a las diferentes dimensiones lineales, los resultados demuestran


que todas las correlaciones son altas y significativas, siendo la más baja aquella entre
el diámetro de la boca y la altura máxima de la vasija (0.89168), y aún así sigue
siendo una correlación alta.

Con todo, el cálculo de la correlación no es suficiente para hacer la definición de


las formas de las vasijas. Sin embargo, era indispensable demostrar matemáticamente
que sí es factible definir formas con base en estas medidas, y por ello el cálculo
anterior es la base sobre la cual podemos justificar nuestro razonamiento.

BMT OLLAS GLOBULARES COEFICIENTES DE CORRELACION


A.MAX 1,00000
A.MED 0,97591 1,00000
A.SUP 0,99441 0,97942 1,00000
Ø. CUE 0,91118 0,92660 1,00736 1,00000
Ø. CRP 0,96165 0,96060 1,05479 0,96496 1,00000
Ø. BOC 0,89168 0,91266 0,97703 0,92211 0,9282 1,00000
A.MAX A.MED A.SUP ø. CUE ø. CRP ø. BOC

86
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

Con el fin de establecer cuál de estas relaciones lineales es la más acertada para
definir las formas, se realizaron los cálculos de regresión y sus respectivas
distribuciones gráficas. Estas regresiones se calcularon con base en la fórmula:

r = ΣXY – [(ΣXΣY)/n]
ΣX2 - [(ΣX)2/n]

En tres de los cinco casos se observa que los valores aumentan


correspondientemente (diámetro del cuello, altura media al cuello y altura media, con
respecto a la altura máxima), mientras que en los otros dos (diámetro del cuerpo y
diámetro de la boca con respecto a la altura máxima) los valores difieren. En el caso
del diámetro del cuerpo, el gráfico de regresión indica que a mayor altura máxima es
proporcionalmente menor el diámetro del cuerpo, y a menor altura máxima es
proporcionalmente mayor el diámetro del cuerpo –es decir, cuanto más baja la
vasija, más ancha. Esta diferenciación nos hizo escoger esta relación para identificar
las posibles formas de vasijas porque se observa mayor variabilidad. Una vez
definidas la correlación y la regresión, calculamos un índice entre ambas medidas (es
decir, el valor porcentual de una con respecto a la otra), utilizando una relación del
siguiente tipo:

Altura máxima x 100


Diámetro del cuerpo

El cálculo de todos los datos disponibles para este índice (sobre un universo de
101 vasijas) nos permitió establecer 3 categorías con base en las cuales
proponemos las siguientes tres definiciones para formas de vasijas globulares en
el valle de Atríz. Subrayo que esta es apenas una aproximación y que ciertamente
observaremos variaciones dentro de cada forma. La intención es sólo
suministrar algunos términos que nos permitan referirnos formalmente a las
vasijas globulares según su variación, algo más que simplemente “vasija
globular”.

87
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

1. Entre X - 74.99 = Vasijas anchas.


2. Entre 75.00 – 80.00 = Vasijas redondeadas
3. Más de 80.00 = Vasijas estrechas

Con base en este razonamiento, podemos concluir que las típicas vasijas
globulares que se encuentran en Nariño pueden agruparse en tres formas básicas de
acuerdo con un índice numérico al cual se llega después de un cálculo de regresión y
correlación estadístico. Del total de la muestra estudiada, los porcentajes son: anchas
17.7% (Fig. 5.8: a, b, e); estrechas 19.7% (Fig. 5.8: c, d, f); redondeadas 62.3% (Fig.
5.8: e-f). Esto se cumple para los tipos rojo, habano, carmelito y negro.

Generalidades sobre la cerámica del valle de Atríz

El primer aspecto que debemos reiterar es la presencia simultánea de


cerámicas de los complejos Piartal y Tuza en contextos compartidos. En Maridíaz
se hallaron tumbas que contenían ambos tipos, por ejemplo las tumbas BMT-27
y BMT-XXXI. En términos temporales, podemos decir que los dos complejos en el
valle de Atríz son contemporáneos. La cerámica que tradicionalmente asociamos
con los complejos Piartal y Tuza se identifica con piezas que están decoradas
mediante pintura positiva carmelita, roja o negra sobre crema o habano. Esta
base de tono claro tiende más que todo a ser ligeramente amarilla. Es una
cerámica más fina que las otras, en mayor proporción en cuencos con base,
seguidos de cuencos sin base. El número de vasijas globulares decoradas es
mínimo. Prácticamente toda esta cerámica pertenece a los tipos Naranja y Crema
o Habano. Su contexto primario son las tumbas y su aparición en contexto de
basureros es muy bajo. Las otras formas de vasijas, platones, platos y jarras de
cerámica burda de los tipos Negro, Carmelito, Rojo y Habano comparten varias
formas. Las ollas globulares están presentes en todos estos cuatro tipos. Los
cuencos sin base sin decoración casi siempre son de cerámica de los tipos Crema
o Habano, o Tipo Rojo. Estas piezas son de cerámica utilitaria, sobre todo las más
grandes. Según lo que se observa en las pocas comunidades indígenas del país
que aún conservan el uso de ollas de barro, estas vasijas grandes habrían servido
para preparar y contener chicha, sobre todo aquellas en las que las superficies

88
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

fueron alisadas y engobadas porque retienen mejor los líquidos. Las más porosas
habrían servido para cocinar y para contener alimentos mientras que formas
como las “cazuelas” (p. ej., Fig. 5.3: l) pudieron usarse para tostar hojas de coca.

Toda esta cerámica de uso diario, burda, que no tiene clasificación ni como
Piartal ni como Tuza, en realidad es un rasgo compartido por todas las
comunidades del altiplano. En términos de pastos y quillacingas, esta cerámica la
usaron ambos grupos étnicos y se encuentra asociada a la cerámica Piartal, Tuza,
ambas o sola. Algunas pocas formas, sin embargo, sí se asocian con el Complejo
Piartal exclusivamente, como lo son las vasijas lenticulares y los platos pandos
con base muy baja. En definitiva, lo que podemos inferir de la cerámica para
identificar diferenciación social o jerarquías sociales entre los quillacingas se
debe basar en tres consideraciones: 1) su decoración; 2) su asociación con otros
materiales en contextos funerarios (incluso otra cerámica) y la complejidad de
las tumbas; 3) número de piezas.

Figura 5.1. Sistema alfarero del valle de Atríz: Mijitayo: bordes por tipo
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

89
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 5.2. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Carmelito y Negro
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

Figura 5.3. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Rojo y Crema o Habano
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

90
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

Figura 5.4. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de cuencos tipo Naranja
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

Figura 5.5. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de vasijas aquilladas
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

91
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo

Figura 5.6. Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos y platos


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

Figura 5.7. Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos con base y sin base decorados
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo)

92
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5

Figura 5.8. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de ollas globulares
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo)

Figura 5.9. Sistema alfarero del valle de Atríz: vasijas antropomorfas


(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)

93
CAPÍTULO 6

Restos de arqueofauna en Maridíaz


Felipe Cárdenas Arroyo
Diana Rocío Carvajal Contreras

Durante las excavaciones arqueológicas realizadas en Maridíaz se recuperó una


muestra de restos de fauna arqueológica. Algunos restos se hallaron dentro de las
tumbas pero desafortunadamente muchos fueron hallados por fuera de ellas, apartados
de su contexto original. De todos modos, la identificación de estos animales es
importante porque nos ayuda a entender mejor la relación que los quillacingas
tuvieron con la fauna. Esta información es útil para estudiar aspectos de la dieta
prehispánica quillacinga y aspectos de su vida ritual. Esta muestra comprende
materiales óseos, dentales y restos de conchas provenientes del contexto funerario de
la necrópolis de Maridíaz. También se incluyen las representaciones de fauna pintada
en cerámica y algunas piezas modeladas. En este capítulo se hace un reconocimiento
de los materiales y se analizan las principales características anatómicas y
taxonómicas de la muestra con el fin de realizar un acercamiento a la selección de
taxones en la medida de lo posible.

Es claro que el medio ambiente actual en el área del valle de Atríz donde se
realizaron las excavaciones arqueológicas es muy diferente a como era en los siglos
XII a XVII D.C., rango cronológico en el que se ubican nuestros sitios arqueológicos.
Hoy, el bosque primario del valle ha sido totalmente intervenido y el grado de
deforestación es alto (IGAC 2014: 400). Esto desplazó a las especies nativas que los
quillacingas conocieron. Afortunadamente, el departamento de Nariño cuenta con 20
áreas protegidas (Op. cit.: 390-391), de las cuales mencionaremos tres que nos
interesan directamente por su cercanía geográfica con los sitios excavados. Estas son
el Santuario de Fauna y Flora del Galeras, la Red de Reservas Naturales de
Mapachico, y la Red de Reservas Naturales de La Cocha, todas ellas en tierras altas.
Las especies de fauna que se encuentran hoy en el Santuario de Fauna y Flora del
Galeras son “el venado de páramo, venado conejo, chonto o canosperros, danta de
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

páramo, conejos, cusumbos, raposa, guagua de páramo. Entre los anuros se cuentan
tres especies de bufónidos, pequeñas ranas caminadoras, dos especies de ranas
marsupiales y dos pequeños microteidos” (Op. cit.: 390). Además, de las 23 especies
de anfibios y reptiles en la zona altoandina de Colombia, el Santuario del Galeras
conserva el 70% de ellas (Op. cit.). Sobre estos animales volveremos al final del
capítulo donde se verá cuáles están representados en las colecciones de arqueofauna
excavadas en las zonas altas de Nariño y cuáles se representan en la cerámica y la
orfebrería prehispánicas.

En términos generales, el departamento de Nariño cuenta con una gran diversidad


de fauna debida a los diferentes ambientes determinados por su geografía, como se
explica en el primer capítulo. En el departamento habitan más de 240 especies de aves
(Corponariño 2008: 147), entre las cuales se cuentan más de 50 especies endémicas;
25 géneros con 35 especies de reptiles, destacándose las familias Colubridae e
Iguanidae con 6 géneros y 26 especies; 177 especies de mamíferos; y 4 géneros y 110
especies de anfibios. Información más detallada se encuentra en las publicaciones de
Corponariño (2008, 2013) y del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (2014) donde
se presentan las diversas especies existentes según las diversas regiones
biogeográficas del departamento.

Para la arqueología del suroccidente de Colombia, los estudios de arqueofauna se


basan en dos tipos de evidencias: restos de animales hallados en excavaciones
arqueológicas o en sitios guaqueados, y representaciones plásticas de animales en
cerámica, metales, madera, hueso o conchas. El interés por las representaciones
plásticas de fauna en el Área Septentrional Andina viene de tiempo atrás. Max Uhle
ilustraba ya en 1930 un cuenco decorado Tuza del Carchi con dos primates (Uhle
1930: 40, Fig. 5) proponiendo su origen estilístico en Mesoamérica. Sánchez
Montañés (1972: 76) en su estudio sobre las figurinas de la costa de la provincia de
Esmeraldas y norte de la provincia de Manabí, Ecuador, menciona los trabajos de
D’Harcourt y Ferdon de la década de 1940 y el de Emilio Estrada en 1957 sobre el
tema en esa misma región. Esta autora trabajó con piezas de la colección del Museo
de América, Madrid y de colecciones privadas. Su trabajo es importante porque
suministra, primero, un resumen de las especies actuales que viven en hábitats de
manglares, océano y áreas del interior (Op cit.: 79-80) lo que nos suministra un

96
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

contexto ambiental fundamental para entender la presencia de las especies que fueron
modeladas en cerámica o en metales por los indígenas. En su trabajo identifica tres
clases: mamíferos, de los cuales se refiere a marsupiales, primates y carnívoros (Op
cit.: 81); aves, refiriéndose a la clase de las aquilladas (Op. cit.: 86); y reptiles,
haciendo mención solo al orden saurofidios (Op. cit.: 90). La falta de ejemplares de
peces y de invertebrados en la colección puede deberse a la limitación de la muestra
museológica con la cual trabajó. Lo mismo ocurre con el trabajo de Cadena y
Bouchard que reportamos en las siguientes líneas. El trabajo de Sánchez Montañés
también hace algunas precisiones acerca de identificaciones taxonómicas realizadas
por Uhle, Fredon y D’Harcourt (Op cit.: 81). Plazas (1977-78) muestra en su trabajo
sobre orfebrería del altiplano nariñense representaciones de ranas, aves, primates,
lagartos y cascabeles en materiales provenientes de Ipiales, Guachucal, Consacá y
Pupiales (Op cit., Láminas 3, 4, 5, 9 y 10). Otro estudio sistemático sobre la cerámica
zoomorfa del Ecuador y Nariño proveniente de la costa pacífica que nos suministra
información taxonómica es el de Cadena y Bouchard (1980). Estos autores identifican
un buen número de géneros y especies, por ejemplo tiburones, caimanes, sapos,
tortugas, ofidios, aves, primates y otros mamíferos (Cadena y Bouchard 1980,
Láminas I a XI). Cadena y Bouchard trabajaron con las colecciones del Instituto
Colombiano de Antropología en el Museo Nacional en Bogotá, y del Banco Central
del Ecuador en Quito. Años más tarde, Rodríguez Bastidas publicó dos trabajos muy
completos (1990, 1992) en los que tiene en cuenta no solo las piezas modeladas
zoomorfas de cerámica sino también los platos y cuencos pintados con figuras de
animales y las representaciones zoomorfas en la orfebrería nariñense. En estos
trabajos se concentra en la fauna de la costa y de la sierra. Más recientemente, Uribe
Taborda (2016) dedica un volumen completo al estudio de piezas zoomorfas de
cerámica de la cultura costeña Guangala del Ecuador (ca. 500 AC a 500 DC) que
también es importante para los arqueólogos de las tierras altas andinas porque muchos
animales de hábitats costeros, incluso piezas zoomorfas de cerámica de animales de
tierras bajas y costeras, llegaron por comercio e intercambio a las tierras altas de la
cordillera. En Colombia se han publicado trabajos de arqueozoología muy
importantes por investigadores como Elizabeth Ramos, Germán Peña, Diana R.
Carvajal y María Pinto. Todos, sin embargo, se concentran en la región del Caribe y
en el altiplano cundiboyacense, razón por la cual no se usarán para este informe pero
que son aportes muy valiosos para la arqueología colombiana y suramericana.

97
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

Por otro lado, Rodríguez Bastidas (1990, 1992) adelantó su trabajo con piezas de
cerámica de colección del Museo del Oro de Bogotá, del Museo Arqueológico del
Banco Popular en Bogotá, Cali y Cúcuta, y en Pasto con piezas del Museo Zambrano
y el Museo Madre Caridad Brader de Maridíaz (1992: 25). Identificó en ellas un
rango amplio de animales, tanto de ambientes de costa y tierras bajas, como de
montaña. Identificó bivalvos como por ejemplo del género Anadara (Op. cit.: 32) –
posiblemente Anadara tuberculosa, cuyo nombre vernáculo en el Pacífico
colombiano es “piangua”, mencionada también por Cubillos para la región de
Tumaco (1955:133)– otra pieza que adscribe a Strombus galeatus (Rodríguez
Bastidas 1992: 34), ejemplar en cerámica muy parecido a uno hallado en la tumba
BMT-XXXI de Maridíaz (Fig. 2.10f), varias representaciones de conchas del
subgénero Fasciolaria (Op. cit.: 34-35) y otra del género Heraplex (Op cit.: 35) en
forma de ocarina. Estas reproducciones en cerámica, a veces tan bien logradas que los
zoólogos de hoy pueden identificarlas incluso a nivel de especie, demuestran la
importancia que tuvieron los animales en la vida social de los antiguos pobladores de
Nariño.

Materiales y métodos

La muestra se compone de restos arqueológicos de fauna que comprenden


materiales de huesos, dientes y conchas asociados a los contextos funerarios del
cementerio de Maridíaz. El total de la muestra estudiada consiste de 783 elementos.
Los restos se analizaron en el Laboratorio de Arqueología de la Universidad
Externado de Colombia. El procedimiento básico consistió en limpiar parcialmente
los materiales de sedimentos con un cepillo suave, separar los sedimentos usando una
malla de 0.0065 mm y luego rotular el material con marquillas. Para ello se llevaron a
cabo distintos procesos que se describen a continuación.

Todos los bivalvos y univalvos (gasterópodos) de la muestra se describieron


tafonómica y taxonómicamente. Los restos de univalvos y bivalvos se analizaron
usando la siguiente literatura malacológica: Cruz-Soto y Jiménez (1994), Keen

98
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

(1971), y Skoglund (2001, 2002), como referencias para la identificación de los


moluscos de la Provincia Panámica1.

La cuantificación de datos en el presente estudio incluye el NMI (número mínimo


de individuos) y el NISP (número de especímenes identificados2) para cada grupo
taxonómico (Claassen, 1998; Giovas, 2009; Reitz & Wing, 2008). El NISP registra el
número de bivalvos y univalvos enteros o fragmentados no diagnósticos (cuerpos de
gasterópodos). En los bivalvos, el NMI se calcula contando las valvas derechas e
izquierdas, o valvas superiores e inferiores, y los especímenes emparejados para
tomar así el número más alto de los tres. El NMI en gasterópodos se calcula mediante
el conteo de características morfológicas diagnósticas tales como el ápice, la columela
y el opérculo. De igual modo, se toma el número más alto. Como ocurre con los restos
de vertebrados, el NISP de invertebrados se ve afectado por la recuperación
diferencial, la agregación, las prácticas culturales, la preservación diferencial y el
tamaño de las muestras, entre otras razones. El NMI en invertebrados se ve también
afectado por el tamaño de las muestras y la dificultad para calcularlo (Giovas, 2009).
La arqueofauna de vertebrados en Maridíaz fue cuantificada usando el número de
especímenes identificados (NISP), que incluye los huesos completos y fragmentados
para cada taxón específico (Ringrose, 1993). El número mínimo de individuos (NMI)
se determinó así para cada grupo taxonómico (ver Tabla A3 en el Anexo 1).

Cada hueso de la muestra de Maridíaz fue identificado a través de puntos


anatómicos hasta el nivel taxonómico más bajo posible, utilizando como referencia la
colección comparativa de esqueletos vertebrados de La Universidad Externado de
Colombia. Los huesos fueron clasificados por clase e identificados taxonómicamente.
Luego fueron registrados según elemento esquelético, parte, porción, peso, y sus
características tafonómicas como fragmentación, combustión, marcas de cortes u otras
modificaciones (Blasco, 2008; Lyman, 1994; Reitz & Wing, 2008). El término cf.
(confer) se usa cuando la identificación de un material se aproxima lo suficiente a un
taxón, pero no se ha podido realizar una dilucidación más exhaustiva por su estado de
conservación o por la ausencia de diferentes taxones en la colección de referencia.

1
Se refiere al área zoogeográfica del Pacífico que va desde la Baja California hasta Ecuador. También
conocida como Región Panameña
2
Number of Identified Specimens – NISP por su sigla en inglés.

99
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

Adicionalmente a la colección de referencia, se usaron los manuales de France


(2008), Peña (1995), Peña y Pinto (1996), Olsen (1968, 1982) y White (2012). Se
utilizó una lupa-lámpara y un estereoscopio óptico Leica ZOOM-2000 para observar las
características de los restos. Todos los datos de registro de estos materiales se
presentan al final en la Tabla A1 en el Anexo 1.

Resultados y Análisis

En términos generales, los restos estudiados pertenecen a los subfilos


invertebrados y vertebrados. Dentro de los invertebrados se identificaron dos clases:
bivalvos y gasterópodos. Dentro de los vertebrados se identificaron tres clases:
mamíferos, anfibios y aves. A partir de la identificación taxonómica de las muestras,
fue posible identificar 16 restos correspondientes a la clase de los gasterópodos (2.04
% del total de restos estudiados), 12 restos a la clase de los bivalvos (1.53 %), 302 a la
clase de los mamíferos (38.56 %), 424 a la clase de los anfibios (54.15 %), 12 restos a
la clase de las aves (1.53 %) y 17 restos agrupados como subfilo vertebrados (2.17
%), cuya carencia de rasgos morfológicos diagnósticos no permite asociarlos a
ninguna de las tres clases anteriores de vertebrados. El total de restos de la muestra
estudiada es de 783 elementos.

1. Invertebrados
1.1 Bivalvos
1.1.1 Anadara cf. similis
Con respecto a las dos clases de moluscos, se identificaron algunos taxones.
Dentro de los bivalvos, se identificaron 3 fragmentos del género Anadara que, como
se anotaba arriba, fue también reportado por Cubillos para la región de Tumaco
(1955: 131) e identificado por Rodríguez Bastidas en piezas de cerámica de
colecciones (1990: 10; 1992: 32). Los 3 fragmentos de Maridíaz (BMT-14.2a-c)
podrían tratarse de Anadara cf. similis (Fig. 6.2 a, b). El cuarto fragmento (BMT-07)
no se pudo especificar. A. similis y A. tuberculosa son dos especies de bivalvos cuyo
hábitat es el manglar. Actualmente, las dos son especies económicas importantes para
los habitantes del Pacífico colombiano (Cano Otalvaro et. al., 2012) y su presencia en
contextos arqueológicos queda demostrada en Tumaco y en el valle de Atríz. Sin

100
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

embargo, esto no significa que fuesen especies importantes para la alimentación de


los indígenas de los altiplanos. Su bajo número en contextos arqueológicos y la
ausencia total de señales de consumo de productos marinos en los análisis de isótopos
estables que llevamos a cabo en los restos óseos humanos de Maridíaz, nos hace
sugerir que su presencia en territorios altiplánicos se debió al uso de las conchas como
objetos decorativos. De hecho, ambos fragmentos presentan perforaciones circulares
artificiales para usarlos como colgantes, lo que confirmaría esta idea. No podemos
precisar de qué parte de la costa pacífica provienen. El trabajo sobre estas dos
especies publicado por Cano Otalvaro et al., (2012) explica las diferencias
morfométricas que existen entre ellas y su distribución geográfica. Seguramente con
una muestra arqueológica más grande y en mejor estado de conservación, se podría
tratar de especificar sus lugares de origen en la costa para intentar construir un mapa
de rutas de intercambio.

1.1.2 Pinctada mazatlanica


Un segundo género de bivalvo identificado en la serie arqueológica de Maridíaz
es Pinctada mazatlanica, concha comúnmente conocida como “ostra perlera de
Panamá” (Homkrajae, 2016: 207), o madreperla. Como lo indica su nombre común,
este bivalvo es un productor de perlas cuyo hábitat se encuentra desde el sur de la
provincia mexicana de Baja California hasta las costas peruanas y las islas Galápagos
(Op. cit.). Se halla en aguas poco profundas (entre 3 y 30 m). De nácar grueso, las
conchas de P. mazatlanica fueron apreciadas por los indígenas prehispánicos no solo
por sus perlas sino por su belleza como elemento decorativo, hallándose incluso
algunas en el Templo Mayor de Tenochtitlán (Velásquez Castro, 1999). El fragmento
identificado en Maridíaz (BMT-16.15a) (Fig. 6.2 c) y otros similares de la colección
tienen orificios en los márgenes superiores para usar las conchas como colgantes. Lo
mismo que las conchas de Anadara, las de P. mazatlanica sirvieron un propósito
decorativo en las comunidades quillacingas del valle de Atríz. En sus excavaciones en
Los Frailes, Provincia de Manabí (Ecuador), Mester (1985) excavó un taller de la
cultura manteño dedicado a la elaboración de objetos usando como materia prima
Pinctada mazatlanica y Pteria sterna (otro bivalvo productor de perlas). El área de la
cultura manteño ocupaba desde la bahía de Caráquez hasta la desembocadura del río
Guayas (Stothert 2001: 303) y su cronología se establece al día de hoy entre 800 D.C
hasta la invasión española en 1532 (Carter 2008: 49). En sus excavaciones, Mester

101
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

halló también buriles hechos de horsteno3 que se usaron para trabajar las conchas.
Llaman la atención algunos de los colgantes hechos de madreperla en ese taller
(Mester Op. cit.: 109) por su forma tan cercana a pequeños colgantes hechos en roca
hallados en Maridíaz. Las piezas labradas y perforadas de P. mazatlanica encontradas
en Maridíaz tuvieron que ser adquiridas mediante intercambio y comercio porque no
hay ninguna evidencia de que se trabajaran conchas marinas en los altiplanos, y hasta
la fecha no se sabe de talleres arqueológicos de conchas en la región del Pacífico
colombiano por lo que, por ahora, el lugar de procedencia original de conchas
trabajadas halladas en el altiplano apunta a los talleres que existieron en las costas de
Ecuador y Perú, o uno de los talleres hallados en la costa pacífica panameña.

1.1.3 Fam. Arcidae


De la Familia Arcidae –a la cual pertenece también el género Anadara que se
acaba de describir arriba– se hallaron en Maridíaz varias conchas (Fig. 6.2 d, e), pero
por su estado de conservación no es posible identificarlas a nivel de género. Son
bivalvos que viven tanto en aguas poco profundas como en aguas profundas y su
distribución es mundial con unas 200 especies identificadas. En el Pacifico, sin
embargo, se extienden por toda la Provincia Panámica y se encuentran en las costas
del sur de Colombia y norte del Ecuador. Los dos ejemplares de la colección no
tienen perforaciones para usarse como colgantes. Es probable que estas conchas
tuvieran también otros usos, bien sea decorativos o votivos.

1.1.4 Pitar cf. lupanaria4


Un tercer género de bivalvo hallado en Maridíaz corresponde a Pitar cf.
lupanaria. Es una valva completa de 4.5 cm de longitud y presenta sus típicas espinas
(Fig. 6.3 a). Este género se encuentra en hábitats de sedimentos arenosos y limo-
arenosos, en aguas poco profundas, distribuido a lo largo de la Provincia Panámica. El
género contiene gran número de especies, pero lupanaria tiene su hábitat en el
Pacífico oriental, incluyendo las costas de Colombia, Ecuador y Perú. Lo que hace
muy atractivas a estas conchas son sus espinas que le dan un aspecto muy particular.
P. lupanaria han sido halladas en contextos arqueológicos como ofrenda en el
Templo Mayor de Tenochtitlán (Kennett et al., 2008:107). La presencia de este

3
Es el mismo chert, o lidita, nombres que se usan corrientemente en arqueología.
4
Identificación taxonómica de Frederic Marin, Universidad de Borgoña (Franche-Compté) (Francia).

102
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

género en el cementerio arqueológico quillacinga de Maridíaz es otro ejemplo de las


redes comerciales que se extendían desde la costa Pacífica de Colombia y Ecuador
hasta el altiplano. Desafortunadamente, el ejemplar de nuestra muestra fue hallado
fuera de contexto y no sabemos si provenía de una de las tumbas principales.

1.1.5 Spondylus sp.


El cuarto género de bivalvo que se halló en la muestra de Maridíaz corresponde a
Spondylus. Hay cinco pequeños fragmentos de colgantes de concha de este género y
varias cuentas o chaquiras redondas. Los colgantes tienen forma de “espátulas” planas
con longitudes que van desde 1.8 cm la más pequeña, hasta 3.5 cm la más grande.
Algunas de estas conchas tienen el borde superior roto, pero se alcanzan a ver parte de
los agujeros que fueron abiertos para usarlas como colgantes de collar (Fig. 6.3 b, c).
Tres de estos cinco colgantes muestran una mancha de coloración verdosa, debida a la
oxidación de un objeto metálico con el que estaban en contacto. En efecto, en la
Tumba BMT-9 de donde provienen estas piezas, se halló una argolla metálica cuyo
contenido principal es cobre, con menos de 5% de plata y apenas trazas de hierro y
oro5. La tumba era una estructura de tipo E1F5 (apenas 6.8% del total) de 4 m de
profundidad y con un ajuar de 5 vasijas globulares, sin cerámica decorada Piartal o
Tuza. Las cuentas redondeadas, o chaquiras, son 25 y seguramente formaban parte de
un collar (Fig. 6.3 d). En el altiplano andino de Nariño se han reportado cuentas de
collar fabricadas con conchas de Spondylus en Pupiales (Uribe 1986: 37, 42). Con
este hallazgo en Maridíaz queda confirmada su presencia en las tierras altas
nariñenses.

Figura 6.1. Ajuar funerario


de la tumba BMT-9 que
acompañaba a los colgantes
de Spondylus sp. (Fotografía
de Felipe Cárdenas Arroyo)

5
Ver el análisis de objetos metálicos en el Capítulo 7.

103
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

El género Spondylus en arqueología ha adquirido un estatus casi mítico. El


inagotable interés y la fascinación con estas hermosas conchas cuando se encuentran
en contextos arqueológicos se debe a buenas razones. Por una parte, su color rojizo y
su forma, a veces con espinas, sobresale entre muchas conchas por su belleza. Por
otra, es el objeto de intercambio de bienes suntuarios por antonomasia para los
arqueólogos andinos y su hallazgo en tierras alejadas del mar trae a colación el tema
del comercio a larga distancia. Las conchas de este género fueron incluso tema de
mitos entre los incas (Rostworowski 2015: 173-174).

1.2 Gasterópodos
1.2.1 Semicassis centicuadrata
Esta es una especie de gasterópodo marino. El fragmento de la muestra de
Maridíaz es un labio en apariencia de tiza (Fig. 6.4 a). Los miembros de este género
viven lejos de la costa, en el océano Pacífico, aunque también se reportan Semicassis
centicuadrata en Bahía Málaga en el Valle del Cauca en la localidad de “Los
Chorros” en aguas poco profundas y arenosas (López de Mesa y Cantera 2015: 2, 13).
Otros reportes de S. centicuadrata en el Pacífico colombiano incluyen sitios como
Guapi y Timbiquí en el Cauca, y los parques naturales nacionales de Gorgona (Cauca)
y Sanquianga (Nariño) (eol.org/pages/29748005). En el Ecuador se han reportado en
el área de Esmeraldas y mar adentro, más o menos frente a la Reserva Ecológica de
Mache Chindul (Op. cit.). Estas conchas no son muy grandes y son de colores
blanco/rojizo/anaranjado. Las conchas completas son muy atractivas, aunque el
ejemplar hallado en Maridíaz es tan solo un fragmento de labio por lo cual pensamos
que seguramente estos fragmentos eran trabajados en los talleres costeros, para luego
ser intercambiados a lo largo de las redes comerciales que comunicaban a la cordillera
con la costa. Desafortunadamente, la tumba de donde proviene esta pieza tan
importante fue totalmente saqueada (BMT-XXXIII), por lo que no tenemos idea del
tipo de ajuar que la acompañaba. Queda el hecho de que se reporta esta especie de
gasterópodo marino por primera vez en el altiplano nariñense en un sitio arqueológico
funerario.

1.2.2 Olivella sp. y Oliva sp.


Olivella y Oliva son dos géneros de gasterópodos marinos. Su hábitat son las
aguas tropicales y subtropicales poco profundas, de fondos arenosos, y se encuentran

104
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

ampliamente extendidos por el Pacífico. Se cuentan cientos de especies. Hay registros


actuales de la presencia de conchas del género Olivella en Colombia en la región de
Tumaco, y en el Ecuador en Esmeraldas, Manta y Santa Helena. Estas conchas son
pequeñas pero muy lisas, brillantes, y algunas tienen diseños de colores lo que
seguramente era su atractivo principal. El contexto arqueológico de las dos conchas
de Olivella sp. halladas en Maridíaz es la Tumba BMT-50. Su profundidad era de
6.10 m y el área de la bóveda aproximadamente 3 m2. Se hallaron allí 2 vasijas
globulares –una grande colocada en el extremo de la cabeza, la otra cerca de la
entrada– y un banquito de madera chonta (Fig. 2.11 d). Se encontraron dos raspadores
de piedra (4 cm y 3.1 cm de largo), un hacha de piedra, cabello humano, restos de la
estera donde fue colocado el cuerpo, 35 caracolitos (gasterópodos terrestres colocados
como ofrenda), 101 piezas de concha de mar todas perforadas para servir de cuentas
de collar, 6 cuentas de piedra caliza, tres cuentas de semillas, una cuenta de forma
alargada perforada posiblemente del género Strombus (ver siguiente aparte) y las
cuentas de Olivella (Fig. 6.4 c, d) cerca de donde debió estar el tórax. Esta tumba
relativamente compleja en comparación con las tumbas más sencillas de Maridíaz,
presenta tres elementos foráneos muy importantes: el banquito de madera chonta, las
conchas marinas de Olivella sp., y Strombus sp y un hacha de dacita. Lo anterior se
puede interpretar como la tumba de una persona de cierta posición jerárquica.

La cuenta de Oliva sp. (Fig. 6.4 b) fue hallada en la Tumba BMT-16. Esta tumba
medía 4.30 m de profundidad y su ajuar consistía de una ollita globular pequeña sin
decoración, un cuenco pequeño de forma compuesta sin decorar de apenas 4 cm x 6
cm, un volante de huso, y un pequeño sonajero metálico de forma oval cuyo principal
contenido es cobre, con menos de 5% de hierro y apenas trazas de plata y estroncio6.
Además se contaron 10 conchas completas y 14 fragmentos de conchas marinas. Las
conchas marinas cuentan entre 2 y 3 perforaciones artificiales en el extremo superior
de la cuenta. Una de ellas es la cuenta de Strophocheilus doliarius descrita abajo. Se
halló también un fragmento de cucharita de hueso y un colgante circular lítico sin
terminar (ver Capítulo 8). Es un contexto menos elaborado que los otros que
contenían conchas marinas, pero esto no debe extrañar. De hecho, el comercio de

6
Ver el análisis de objetos metálicos en el Capítulo 7.

105
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

conchas no necesariamente movía objetos exclusivos de las élites. Sobre este punto
volveremos en la discusión al final.

1.2.3 cf. Strombus


En la colección de Maridíaz, el género Strombus estaría representado por una
pequeña cuenta de 2.4 cm de longitud con una perforación circular de 3 mm en la
parte superior (Fig. 6.4 g) y una concha casi completa de 15.5 cm de largo y 7.8 cm
de alto (Fig. 6.4 e, f). Estas identificaciones no son 100% certeras. Para la cuenta de
collar, la identificación se basa en su textura que es similar a otras cuentas de
Strombus conocidas. La identificación de la concha grande se sugiere por su aspecto
general, aunque la superficie está erosionada. Este género está representado por
centenares de especies en los diferentes mares del mundo. Para el Pacífico oriental,
dos de las especies más conocidas son S. galeatus y S. gracilior. Uribe Alarcón
muestra una de estas conchas de S. galeatus hallada en una tumba en Las Cruces
(Pupiales) (1977-78: 134, 177 Lam. 20). Las conchas de Strombus son cónicas,
pesadas y tienen una espira corta. Se caracterizan especialmente por presentar el labio
externo muy extendido. Rodríguez Bastidas sugiere que un caracol de cerámica de
una colección privada podría ser una representación de S. galeatus (Rodríguez
Bastidas 1992: 34). En Maridíaz se halló una concha grande de cerámica parecida a la
mencionada por el citado autor (ver Fig. 2.10 f) pero resulta difícil sugerir alguna
asociación taxonómica para esta pieza.

1.2.4 Strophocheilus doliarius y cf. Familia Bulimulidae


La familia Strophocheilidae, gasterópodos terrestres, se encuentra exclusivamente
en América del Sur (Birckolz et al., p.1561). En Maridíaz hallamos cuatro muestras:
tres conchas completas de Strophocheilus doliarius [BMT-16.15c, 16.15d, BMF-07]
(Fig. 6.5 a, b). Esta especie vive en un hábitat de bosque montano y su distribución se
encuentra en la región andina de Colombia y Ecuador, siendo su sitio tipo Paramba,
Provincia del Carchi, en Ecuador (Breuré y Mogollón 2016: 16), pocos kilómetros al
occidente de Tulcán e Ipiales. Es una especie capaz de vivir en ambientes
considerablemente fríos de bosques de montaña, propios de los ecosistemas andinos
(Wilson & Reeder 2005). La segunda muestra es un fragmento que se identificó
solamente a nivel de género (Strophocheilus sp.). En nuestras excavaciones, los restos
hallados de Strophocheilus aparecieron siempre en contexto de tumbas. No los

106
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

encontramos en los basureros de Mijitayo ni Catambuco, tampoco en excavaciones


previas en el Guáitara (Cárdenas y Bernal 2019), y tampoco en las excavaciones
realizadas en Ipiales (Cavelier et al., 2019); de modo que hasta el momento su
contexto es funerario. Sin embargo, estos animales también pudieron ser consumidos
como alimento. En cuanto al gasterópodo terrestre BMT-52.1, podría tratarse de un
ejemplar de la familia Bulimulidae, algunos de los cuales tienen su hábitat en las
zonas tropicales y subtropicales de Suramérica y pueden ser relativamente grandes
(15 a 20 cm). El ejemplar que fue hallado en Maridíaz (Fig. 6.5 c, d) tiene de especial
que estaba relleno de ceniza, material que hemos hallado en otras tumbas de este
cementerio bien sea en conchas o en cerámica. Sobre esto se tratará en el Capítulo 9
donde se analiza la composición química de la ceniza.

1.2.5 Otros fragmentos de gasterópodos sin identificar


Quedan sin identificar tres pequeños fragmentos de gasterópodos. BMT-9.14b es
un fragmento de opérculo labrado en forma de cuenta plana. La superficie es muy lisa
y presenta concreciones debido al proceso de tafonomía. Está roto en dos partes. Su
forma se parece a las cuentas de Spondylus en forma de espátula que mencionamos en
el aparte 1.1.5. BMT-14.2e son 29 pequeñas cuentas circulares, algunas fusionadas
por concreción tafonómica.

Resumen breve sobre los restos de invertebrados

En términos generales, para el análisis de los restos de la arqueofauna de


invertebrados se tuvieron en cuenta cuatro aspectos: tafonomía, partes
identificadas/elaboración, hábitat de los taxones y comparación con trabajos previos.

Tafonomía Los procesos tafonómicos influyen en el proceso de identificación. Casi


todos los restos de bivalvos y gasterópodos presentaban disolución ácida y bioerosión
que exponen las capas internas de carbonato y les da a los especímenes apariencia de
“tiza”. A veces es fácil confundir fragmentos de estos materiales de concha con piedra
caliza. De otra parte, los suelos son ácidos y por eso los restos óseos humanos en
Maridíaz se encontraron en tan mal estado de conservación. Casi todos los restos que
estaban por fuera de vasijas o en contacto directo con el suelo se descompusieron
mucho. También algunos objetos culturales son agentes de descomposición química

107
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

dentro de las tumbas. Por ejemplo, en las cuentas trapezoidales de Spondylus sp., y en
el pendiente de caracol Oliva sp., con perforación circular, se identificó una
coloración verde en la superficie. Esta coloración fue causada por el contacto de las
conchas con una argolla de cobre en el caso de BMT-9.14a y con un sonajero de
cobre en el caso de BMT-16.15. Los gasterópodos BMT-49.1 y BMT-52.2 se hallaron
prácticamente enteros. Con todo, se identificaron nueve géneros de invertebrados y
cinco especies. Aquí cabría tan solo recalcar que el agente tafonómico más grave de
todos es la guaquería.

Partes identificadas y elaboración En los bivalvos se identificaron valvas y


fragmentos de valvas que carecían de rasgos morfológicos diagnósticos. En esos
casos se hace referencia a ellos como “cuerpos”. Esos rasgos diagnósticos se
perdieron cuando los artesanos modificaron las conchas para hacer adornos, cuentas y
pendientes. En los gasterópodos se identificaron fragmentos no diagnósticos del
cuerpo, un posible opérculo y labios. También había individuos completos, por
ejemplo las tres conchas de Strophocheilus doliarius, la concha de Strombus sp., y
una valva de Pitar cf. lupanaria. Estos gasterópodos y bivalvos se usaron para hacer
colgantes y cuentas, dificultando su identificación taxonómica debido a los cortes, el
pulido o alisado de las superficies y las perforaciones. Las perforaciones de orificios
para colgar las piezas se destacan en un fragmento de Pinctada mazatlanica,
perforaciones circulares en una valva de Anadara cf. similis, y en los caracoles
Olivella sp., y Oliva sp., además de dos cuentas circulares de un gasterópodo sin
identificar y un pendiente en forma de “colmillo” hecho de Strombus sp. Anotamos
que en algunas conchas, por ejemplo BMT 14.2a y 14.2c, hay hasta dos y tres
orificios artificiales por concha.

Hábitat de los taxones En el Pacífico, el gasterópodo Semicassis centicuadrata se


encuentra lejos de la costa, aunque también se reporta en Bahía Málaga, en el Valle
del Cauca, por lo que su presencia en contextos arqueológicos no necesariamente
implica su obtención mediante la navegación mar adentro. Vive en arenas de aguas
poco profundas. Las conchas de Strombus sp., que habitan en fondos marinos de poca
profundidad, se desarrollan en fondos arenosos y limo-arenosos donde crece el pasto
marino Thalassia testudinum. El bivalvo Pinctada mazatlanica también vive en aguas
poco profundas y el Spondylus sp., en los substratos rocosos del Pacifico (Keen

108
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

1971). Todas estas especies son relativamente sencillas de obtener por pescadores
experimentados y sabemos que los habitantes prehispánicos de la costa pacífica de
Suramérica lo eran.

Comparación con trabajos previos En las tierras altas de Carchi e Imbabura en


Ecuador, y en Nariño en Colombia, se han hallado objetos de conchas marinas y
terrestres en contextos arqueológicos. Tal vez el trabajo más temprano es el magnífico
volumen de Verneau y Rivet (1912) en el que encontramos referencias a objetos
fabricados en concha casi idénticos a los que hemos hallado en Maridíaz. Estos
autores publicaron una lista de las especies de conchas que lograron identificar, sobre
todo para sitios arqueológicos en la Provincia de Azuay (por ejemplo sitios como
Monay, Girón, SigSig, Jordán, Sinincay y Chordeleg). Sin embargo, con fines
comparativos y por cercanía geográfica, el lugar que nos interesa especialmente es El
Ángel, en la provincia de Carchi, pocos kilómetros al sur de la frontera colombo-
ecuatoriana, que pertenecía al cacicazgo prehispánico de Tuza (Landázuri 1990: 69,
71). Verneau y Rivet reportan 11 objetos fabricados de Spondylus sp., 2 de Oliva
peruviana y 6 de Mytilus sp (Verneau y Rivet 1912, Plancha XVII). Los dos primeros
géneros se encuentran también en Maridíaz en forma de cuentas y colgantes casi
idénticos a los descritos por Verneau y Rivet. Las cuentas de Spondylus sp., pequeñas
y redondas, son las mismas que estamos reportando nosotros en este trabajo y las
mismas que reporta Uribe para Pupiales (1977-78). Los dos colgantes de Oliva
peruviana que reportan Verneau y Rivet (Op cit., #21 y #25), son iguales, si no
idénticos, a nuestro colgante de Oliva sp., BMT-16.15b.

En las excavaciones realizadas por Sergio Elías Ortíz en la década de 1930, se


menciona el hallazgo de conchas en el sitio “Las Bodegas”, municipio de Buesaco
(Ortíz 1938b). En Pupiales, además de las antedichas cuentas de Spondylus sp., Uribe
reporta la presencia de conchas de tres especies diferentes de gasterópodos marinos
(Fasciolaria princeps, Melongena patula y Strombus sp.) y de cuentas hechas de
coral (Uribe 1988: 42). En la década de 1990, en el sitio de Aguapamba,
corregimiento de La Laguna a 2861 msnm, Patiño excavó una tumba de 5 metros de
profundidad en la que encontró “…una concha de nácar (proveniente de la costa

109
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

pacífica)…”7 (Patiño 1995: 123, 124). En diversas colecciones privadas y públicas se


pueden ver un buen número de conchas de bivalvos y de gasterópodos. Para
mencionar sólo dos de estas colecciones por su número y calidad del trabajo artesanal
realizado en las piezas, la colección del Museo del Oro del Banco de la República en
Pasto es sobresaliente. Allí se pueden ver varios pendientes o colgantes de Spondylus
sp., y de Oliva sp., además de un ejemplar completo perteneciente a la familia
Strombidae. Igualmente, se exhiben objetos de concha de bivalvos en las que se
tallaron figuras antropomorfas en el mismo estilo que muestran las pequeñas vasijas
globulares antropomorfas que se describieron en el capítulo sobre la cerámica, lo que
hace pensar que algunas fueron modificadas en el altiplano. Igualmente, la colección
de orfebrería precolombina del Museo Nacional del Banco Central del Ecuador
guarda varias piezas zoomorfas en oro, dos de las cuales son pertinentes a nuestra área
geográfica de estudio: una representación de concha marina en oro laminado y
repujado de La Tolita-Tumaco (MNBC 1995, p. 11, Fig. 8) y una orejera de oro
laminado con motivos zoomorfos engastada con cuentas circulares fabricadas de
Spondylus (MNBC 1995, p. 29, Fig. 33).

7
La concha nacarada de Maridíaz es P. mazatlanica. No sería aventurado suponer que la hallada por
Patiño perteneciera a algún género de conchas nacaradas y que, como lo sugiere el autor, llegara de la
costa pacífica.

110
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

Tabla 6.1. Resumen de restos arqueológicos de invertebrados hallados en Maridíaz

Clase Familia Género Especie Mar (M) No. Forma


Tierra
(T)
cuentas en forma de
Spondylidae Spondylus - M 5 “espátula” con
perforaciones
artificiales

fragmento de cuerpo
Margaritidae Pinctada mazatlanica M 1 con perforación
artificial
Bivalvos

Arcidae Anadara cf. similis M 3 valvas con 2 o 3


perforaciones
artificiales

cuerpos gruesos y
Arcidae - - M 2 pesados, no tienen
perforaciones
artificiales

valva completa, sin


Veneridae Pitar cf. lupanaria M 1 perforaciones
artificiales
Strophochelidae Strophocheilus doliarius T 4 conchas completas,
sin perforaciones
artificiales

Strophochelidae - - T 1 fragmento roto

cf. Bulimulidae - - T 1 concha completa


Cassidae Semicassis centicuadrata M 1 fragmento de labio,
Gasterópodos

sin perforaciones
artificiales

Olivellidae Olivella - M 3 cuerpos pequeños, sin


perforaciones
artificiales

Olividae Oliva - M 1 cuerpo con perfora-


ciones artificiales

Strombidae cf. Strombus - M 1 fragmento con perfo-


ración artificial
cf. Strombus - M 1 concha completa
cf. Gasterópoda

fragmentos labrados
en forma de espátula,
- - - M 3 de superficie muy lisa

111
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

(a) Anadara cf. similis BMT-14.2c; (b) Anadara cf. similis BMT-14.2a. Obsérvense los pequeños
orificios circulares artificiales en el umbo de ambas conchas (± 1 mm) para su uso como colgantes
(Fotografía (a) de Felipe Cárdenas Arroyo; (b) de Diana Carvajal)

(c) Pinctada mazatlanica


BMT-16.15a. Fuente: fotografía
de Diana Carvajal.

(d, e) Familia Arcidae: BMT-XVIII y BMT-17.13. Obsérvese el orificio circular artificial en el


bivalvo de la izquierda para su uso como colgante (± 5 mm). (Fotografía (d) de Felipe Cárdenas Arroyo;
(e) de Diana Carvajal)

Figura 6.2. Bivalvos excavados en Maridíaz

112
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

(a) Pitar cf. lupanaria BMF-c1. Fuente: fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo

(b, c) Spondylus sp. BMT-9.1. En (b) se observa en el borde superior dónde estaban los orificios para
ensartar las cuentas; (d) Spondylus sp. BMT-14.2 cuentas o “chaquiras” para collares o pulseras.
Fuente: fotografías (b, d) de Felipe Cárdenas Arroyo; (c) de Diana Carvajal.

Figura 6.3. Bivalvos excavados en Maridíaz

113
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

(a) Semicassis centicuadrata BMT-XXXIII; (b) Oliva sp., BMT-16.15; (c, d) Olivella sp., BMT-
50a; (e, f) cf. Strombus BMT-49.1; (g) cf. Strombus BMT-50b. (Fotografías (a, c, d) de Diana Carvajal,
(b, e, f, g) de Felipe Cárdenas Arroyo)

Figura 6.4. Gasterópodos excavados en Maridíaz

114
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

(a, b) Strophocheilus (Eurytos) doliarius; (c, d) cf. Fam. Bulimulidae. Fuente: fotografías (a) de
Diana Carvajal; (b-d) de Felipe Cárdenas Arroyo.

Figura 6.5. Gasterópodos excavados en Maridíaz

115
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

2. Vertebrados
2.1 Mamíferos
2.1.1 Odocoileus sp.
Dos cucharitas de hueso halladas en dos tumbas de Maridíaz fueron hechas con
huesos de venado, en este caso del género Odocoileus sp., (BMT-VII.2 y BMT-IX.2).
En ambos casos fueron hechas con parte de la epífisis de metapodio proximal –el
hueso más distal de las extremidades que se encuentra antes de los huesos
sesamoideos. La forma de “cuchara” se logró removiendo el tejido esponjoso y luego
se pulieron los bordes (Fig. 6.12 a-c). Además de estos dos fragmentos trabajados de
hueso de venado, en Maridíaz se hallaron 16 cucharitas más de hueso que no han sido
analizadas taxonómicamente. Mencionaremos una proveniente de una de las tumbas
que excavamos sistemáticamente durante la comisión del Icanh por tener el contexto
arqueológico intacto. Se trata de la Tumba BMT-G. Se halló un esqueleto humano en
posición decúbito dorsal, con piernas flexionadas y las manos sobre el pecho
sosteniendo un plato pando, encima del cual se hallaba una vasija globular pequeña y
dentro de la vasija la cucharita (Fig. 10.5). El cráneo mostraba deformación craneal
artificial oblicua.

Restos de cérvidos en excavaciones arqueológicas del altiplano nariñense han sido


reportados por Groot para La Esperanza (Municipio de Iles) y para el corregimiento
de Jongovito (Municipio de Pasto) (Groot, 1991: 86, 88). Para el Municipio de
Ipiales, (Cavelier et. al, pp. 72, 80) identifican apenas un fragmento de cérvido en una
muestra de 760 fragmentos consolidados de fauna. La información que suministra
Groot es muy interesante porque logra identificar tres especies de cérvidos: Pudu
mephistophiles o venado pequeño, Odocoileus virginianus o venado mediano –más
conocido como venado cola blanca– y Hippocamelus antisensis o venado grande
(Groot 1991: 86, 88). El sitio de Jongovito (vereda Cruz Loma) es vecino a Pasto y lo
consideramos dentro del complejo cultural del valle de Atríz, y allí Groot identificó
Odocoileus virginianus. Hoy en los alrededores solamente hay cérvidos en el
Santuario de Fauna y Flora del Galeras, entre ellos el Pudu mephistophiles (IGAC,
2014: 390) que Groot identifica en sus excavaciones y que es un cervatillo muy
pequeñito; el venado de páramo, o Odocoileus virginianus, (Op. cit.) y Mazama
rufina (IGAC, 2014: 404) que hasta el momento no ha sido identificado en series
arqueológicas del altiplano nariñense pero que podría estar presente en los centenares

116
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

de fragmentos de mamíferos grandes no identificados en nuestras excavaciones. Cabe


anotar que estas especies que aún están vivas tienen desafortunadamente muy alta
probabilidad de extinción según el informe citado del Instituto Geográfico Agustín
Codazzi.

Sobre el tema de los venados, hacemos referencia a los dibujos de cérvidos en los
cuencos decorados de cerámica hallados en Maridíaz. Dos cuencos con base, ambos
encontrados en la Tumba BMT-27 parecen conformar con las características
anatómicas de Odocoileus virginianus. Esta especie fue identificada por Rodríguez
Bastidas (1992: 86) en los cuencos pintados Tuza ilustrados por Uribe Alarcón (1977-
78: 157). Rodríguez Bastidas se basa en la representación de las “…astas
proporcionalmente grandes y bien ramificadas…” (Op. cit.: 85) para identificar esta
especie. En la Figura 6.6 de abajo reproducimos dos dibujos de los dos cuencos
hallados en Maridíaz.

Figura 6.6. Cuencos con base decorados con motivos de venados, posiblemente Odocoileus cf.
virginianus BMT-27.14 (izq.) y BMT-27.15 (der.) (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)

Llama la atención el hallazgo de Groot de la especie Hippocamelus antisensis en


el municipio de Iles. De acuerdo con Gazzolo et. al (2016), el rango geográfico de
esta especie de cérvido grande va desde el norte del Perú hasta el norte de Argentina
(Op. cit.: 1). Asumiendo que esto sea cierto sensu stricto, la presencia de esta especie
en Iles tendría que explicarse por alguna actividad de intercambio o que en el pasado
su hábitat se extendía más al norte, hasta los andes colombianos. Habría que esperar

117
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

el hallazgo de más restos de este animal en la zona andina del sur de Colombia para
tener una idea más clara. De todos modos, es importante anotar con respecto a los
cérvidos que su presencia en restos arqueológicos del altiplano nariñense es
sumamente baja, sobre todo en contexto de basureros. En los basureros excavados por
Groot en la Región Central, Región Sur y Subregión Sur del altiplano (Groot 1991),
los basureros excavados por Cavelier et. al., en los alrededores de Ipiales (Cavelier et.
al., 2019) y los basureros que excavamos en Catambuco y Mijitayo que presentamos
en el Capítulo 3, dichos restos son mínimos. En Maridíaz las cucharitas fabricadas de
metapodio de cérvidos han aparecido en contexto de tumbas, al igual que los platos
pintados con imágenes de cérvidos.

2.1.2 Cavia porcellus


Los roedores del género Cavia, son comúnmente conocidos en los altiplanos
nariñenses como “cuyes”. En el cementerio de Maridíaz se encuentran los huesos
colocados dentro de pequeñas vasijas globulares como ofrenda. En la serie
arqueozoológica de este cementerio, los roedores son los mamíferos más
frecuentemente representados entre los restos óseos (Fig. 6.12 d, e). Curiosamente, a
diferencia de otros animales, en Maridíaz no aparecen hasta el momento
representaciones de cuyes en la cerámica. Sin duda la cavia fue una fuente importante
de carne para los quillacingas y sigue siendo un plato típico de Nariño. Groot (1991:
85, 88) reporta Cavia porcellus en sus excavaciones en La Esperanza (municipio de
Iles) y en Jongovito (municipio de Pasto). El gran número de restos arqueológicos, la
señal de la fracción de carne que obtuvimos de los análisis de isótopos estables para
los restos óseos humanos de Maridíaz (cerca de 45% de ingesta de carne), su facilidad
de reproducción, su estrecha relación con los humanos compartiendo su mismo
hábitat –los cuyes muchas veces son criados en las mismas casas de habitación– y la
permanencia en el tiempo del consumo de Cavia en todas las tierras altas de
Colombia, Ecuador y Perú, confirman su importancia como fuente fundamental de
alimento en la dieta prehispánica y colonial quillacinga. También tuvo importancia
comercial, si atendemos a la mención que hace Rappaport de que los cuyes se usaban
aun en la década de 1980 como bien de intercambio por algodón y gallinas en Cumbal
(Rappaport, 1988: 43)

118
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

2.1.3 Didelphis cf. marsupialis y cf. Caluromys


La especie Didelphis marsupialis se encuentra distribuida desde América del
Norte y América Central hasta Suramérica (Chero et. al, 2017: 560). De la familia
Didelphidae se identificaron en Maridíaz el género Didelphis cf. marsupialis con base
en fragmentos maxilares, mandibulares, una falange distal (BMT-XXII.4) y una
vértebra lumbar (BMT-44c) (Fig. 6.13 a, b). Posiblemente tenemos también el género
Caluromys con base en dos fragmentos de fémur y un fragmento de un radio (BMT-
XXII.4) (Fig. 6.13 c, d). Además de las anteriores muestras, hay en la colección 4
fragmentos que se asocian a la familia Didelphidae pero sin identificación específica.
Para el caso de Colombia y, específicamente en Nariño, es probable que existieran
Didelphis marsupialis y Didelphis pernigra. Para la región andina de Nariño, el
IGAC reporta la presencia actual de Didelphis albiventris con una alta probabilidad
de extinción (IGAC, 2014: 405). El género Caluromys en Suramérica cuenta con tres
especies, dos de las cuales (C. derbianus y C. lanatus) podrían encontrarse en áreas
tropicales y subtropicales del departamento. La tercera especie (C. Philander) se
encuentra distribuida más al norte y oriente del continente en Venezuela, Brazil y las
Guyanas. El nombre vernáculo para estos animales es zarigüeya, y se les conoce con
varios nombres populares como raposa, fara, zorrochucho y runcho.

Vale anotar aquí un tema importante sobre estos animales y su interacción con
humanos. Durante milenios, los animales han sido vectores de enfermedades
infecciosas con graves consecuencias para la salud humana, como lamentablemente lo
hemos comprobado en la época actual a nivel global. Los roedores, como las
zarigüeyas y los cuyes, son animales que conviven y comparten ambientes caseros
con humanos, casi siempre en ambientes encerrados, como lo hemos visto y
comprobado directamente en ciertas áreas del Ecuador y de Nariño. Didelphis
marsupialis, en particular, es uno de los reservorios de algunas enfermedades
parasitarias (Grisard et al., 2000: 795). Por ejemplo, Trypanosoma cruzi es causante
de la enfermedad de Chagas, enfermedad que ha sido identificada en momias
humanas de la cultura Chinchorro de Chile desde 3000 años a.C., (Guhl, et al., 1999)
y Didelphis marsupialis es uno de sus reservorios. El consumo de carne cruda o de
alimentos contaminados por excrementos permite su adquisición por vía oral (Guhl,
et. al., 2014: 605) y este es un tema que ha sido tratado por paleoparasitólogos. Los
estudios arqueológicos sobre la dieta alimenticia que incluye recursos animales deben

119
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

tener también en cuenta el posible impacto que estas especies tuvieron en la salud de
las poblaciones prehispánicas. En el arte cerámico, tenemos dos representaciones de
Didelphis marsupialis identificadas por Cadena y Bouchard (1980, Lámina VII, Nos.
1 y 2) en dos piezas La Tolita-Tumaco de la colección del Museo del Banco Central
del Ecuador; y una representación de Didelphis sp., identificada por Rodríguez
Bastidas (1992, Pág. 70 Fig. 73) en una pieza La Tolita-Tumaco de la colección del
Museo Arqueológico del Banco Popular.

2.1.4 Bos taurus


La vaca o el toro (familia Bovidae). Hasta el momento, no se conocen otros casos
en el altiplano nariñense de entierros arqueológicos con restos de bóvidos. El
cementerio de Maridíaz fue usado por lo menos durante tres siglos: del siglo XIV al
siglo XVII (ver Capítulo 4 sobre cronología). Las primeras entradas españolas fueron
en 1536, desde Quito, y el valle de Atríz fue ocupado por los invasores rápidamente.
Cuando Cieza de León pasó por Pasto 10 u 11 años más tarde (en 1547), escribió que
“Los españoles tienen en todo este valle sus estancias y caserías, donde tienen sus
granjerías…” (Cieza de León, 1962 [1553]:114). Las “caserías” eran las habitaciones,
o las casas de los colonos, y por “granjerías” se refiere al negocio de trabajar la tierra.
Es decir que en poco menos de una década desde que llegaron los primeros españoles,
ya estaban bien establecidos trabajando la tierra. Esto supone la presencia de ganado
bovino tradicional (bueyes, vacas, toros) en el valle de Atríz. La muestra que tenemos
es un fragmento de cuerno proximal hallado en la tumba BMT-44. Presenta un corte
transversal perfecto hecho con un instrumento metálico, pero no se observa ningún
tipo de talla ni trabajo artesanal. Junto se halló otro fragmento de un mamífero grande
no identificado. Resulta interesante hallar un fragmento de cuerno de vaca en una
tumba quillacinga.

2.1.5 Primates
En ninguno de los tres lugares donde realizamos excavaciones sistemáticas se
hallaron restos óseos de primates. Sin embargo, observamos representaciones pintadas
de primates en dos cuencos con base, uno encontrado en Maridíaz y el otro en
Catambuco. El cuenco hallado en Maridíaz proviene de la tumba BMT-38.1 (Fig. 6.7
a). A pesar de tratarse de un diseño abstracto, es fácil ver que se trata de un primate
con una característica morfológica muy clara, cual es la de una cola muy larga

120
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

semejante a las colas prensiles. Este primate ha sido identificado por Rodríguez
Bastidas en una pieza de orfebrería de la colección del Museo del Oro (1992: 75, Fig.
85 y 76, Fig. 86) sugiriendo que podría tratarse de Ateles sp., comúnmente llamado
mono araña. En nuestro caso podría tratarse del mismo primate o de un mono
aullador, Alouatta sp. En el segundo ejemplo (CTB-Z2) (Fig. 6.7 b) observamos dos
pequeños primates en actitud de trepar. Es difícil asignarles un taxón.

a b
Figura 6.7. Cuencos con base decorados con motivos de primates: (a) posiblemente Ateles sp.
(BMT-38.1). (b) Sin identificación taxonómica CTB-Z2 (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)

Recordemos que Groot halló restos óseos de Alouatta seniculus en Jongovito en


contexto de basurero (1991: 88) a 2800 msnm. Los micos son un alimento muy
preciado para los indígenas del Amazonas, algo que no se consume todos los días, por
lo que su presencia en el altiplano es significativa desde el punto de vista comercial y
social. Por eso están representados en el arte.

2.1.6 Otros fragmentos de mamíferos sin identificar


Se hallaron 111 fragmentos óseos de roedores sin especificar. Entre ellos, hay
restos de un posible Oryzomys –un género de ratones semiacuáticos que puede
alcanzar el tamaño de una rata, y un posible Sigmodon –género al que pertenece el
ratón común. Restos de Oryzomys sp., fueron hallados también por Uribe Alarcón en
Miraflores (1977-78: 152). Es probable que un buen porcentaje de los demás restos
correspondan a cuyes. En general, de la Clase Mamíferos que no pudieron asociarse
siquiera a nivel taxonómico de familia, contamos 75 fragmentos de huesos largos, 23

121
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

fragmentos de huesos craneales, 3 fragmentos de maxilares y 11 fragmentos de


vértebras. Para una relación detallada ver la Tabla A1 en el Anexo 1.

2.2 Aves
Los restos óseos de aves hallados en las excavaciones se limitan a la muestra del
cementerio de Maridíaz. Se contaron en total apenas 11 huesos, ninguno de los cuales
se logró especificar taxonómicamente. En nuestras excavaciones en Ipiales (Cavelier
et. al. 2019), apenas se identificaron cinco fragmentos óseos de aves que tampoco se
especificaron taxonómicamente; y los demás arqueólogos que han trabajado en la
zona del altiplano (Uribe Alarcón 1977-78, Groot 1991, Bernal 2011, y Cárdenas y
Bernal 2019) tampoco reportan restos de aves en sus excavaciones. En Nariño, como
se mencionó al inicio, las aves presentan actualmente al menos 50 especies
endémicas. Fueron animales importantes para los quillacingas toda vez que aparecen
representadas en los platos pintados y en el arte cerámico tridimensional. En la región
andina de montaña nariñense, el IGAC (2014: 404) reporta algunas especies que
pudieron ser las que conocieron los quillacingas, aunque casi todas están hoy en
peligro de extinción. Con el fin de ilustrar este tema, mencionaremos aquí aquellas
especies que el IGAC registra para los hábitats de montaña andina: colibrí, perdiz de
Nariño, gorrión, pato de páramo, pato silvestre, pato pico de oro, cóndor de los Andes
y rey gallinazo.

Dirijamos la atención a las representaciones de aves en los platos pintados hallados en


Maridíaz y en Catambuco. En Catambuco (Zona 2), en un cuenco con base hallado en
una tumba destruida durante labores agrícolas, se observan por lo menos 26 aves
guacamayas (familia cf. Psittacidae). Apenas se ven cuatro claramente porque la
pintura está erosionada y las figuras borradas (Fig. 6.8 a). Estas aves también fueron
identificadas en una pieza de colección privada por Rodríguez Bastidas como Ara sp.,
(1992: 62, Fig. 61), y observamos dos ejemplos más: un fragmento cerámico ilustrado
por Uribe Alarcón (1977-78: 81, Fig. 12) excavado en un basurero en San Luis
(Ipiales) y un cuenco con base completo en la colección del Museo Zambrano en
Pasto, que reproducimos aquí (Fig. 6.8 b). Las aves de este género se caracterizan por
una cola larga de plumas de colores muy vivos. Estas plumas eran muy importantes
en el mundo ritual, como lo siguen siendo hoy en el Putumayo, Amazonas, Vaupés,
Caquetá y en toda la región amazónica. Su presencia en la cerámica Tuza sugiere

122
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

seguramente su importancia como aves exóticas que con toda probabilidad se usaron
en ceremonias solo por personas autorizadas para ello, como se observa actualmente
en el Amazonas y el Putumayo donde aún se conserva su uso. El contexto de la
plumería es muy especial y por ello la presencia de estas aves en la cerámica del
altiplano no es fortuita. Al presente, el IGAC informa de la presencia de loros
(Amazona sp., de la misma familia Psittacidae) tanto en la llanura del Pacífico como
en el piedemonte amazónico, como especies con muy alta probabilidad de extinción
(IGAC, 2014: 405).

a b

Figura 6.8. Cuencos con base decorados con motivos de guacamayas: (a) posiblemente familia
Psittacidae. CTB-Z2; (b) Museo Zambrano de Pasto (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)

Un segundo tipo de ave representada en un cuenco con base podría pertenecer a la


familia Ciconiidae (Fig. 6.9). Estas son aves semiacuáticas de patas y pico largos.
Rodríguez Bastidas identifica estas aves en un cuenco con base casi idéntico al
nuestro perteneciente a una colección privada. Sugiere su taxonomía como Jabiru
mycteria, o garzón soldado (1992: 54, Fig. 45). La única diferencia es que en nuestra
pieza no se representó la bolsa gular, pero por lo demás las aves son idénticas. Otra
posible representación de garzas la observamos en un dibujo de una nariguera de
tumbaga publicado por Plazas (1977-78, Fig. 4 No. 30) proveniente de Miraflores
(Pupiales).

123
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

Figura 6.9. Cuenco con base decorado con


motivos de garzas, posiblemente de la familia
Ciconiidae. BMT-031. (Dibujo de Felipe Cárdenas
Arroyo)

Actualmente, el IGAC reporta la presencia de garzas Ardea cinerea en el


piedemonte amazónico como especie con alta probabilidad de extinción (IGAC 2014:
405). Sin embargo, actualmente hay otras especies de garzas en Nariño. Como dato
curioso, en el año 2016 los habitantes de Túquerres se quejaron ante el gobierno
municipal por la invasión de garzas en el Parque Bolívar. Para desalojarlas sin
hacerles daño, intervino Corponariño8.

En Maridíaz se hallaron otros tres cuencos con base decorados con motivos de
aves y un cuenco con base en Catambuco, también con motivos de aves (Fig. 6.10)

8
Ver noticia en el Diario del Sur, 11 de agosto de 2016.

124
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

a b

c d

Figura 6.10. Cuencos con base decorados con motivos de aves. Arriba: (izq.) BMT-26.2, (der.)
BMT-17.7; Abajo: (izq.) BMT-XXVII.2, (der.) CTB-2 T1-10 (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)

2.3 Anfibios
En cuanto a los anfibios, en el cementerio de Maridíaz se hallaron un total de 424
fragmentos óseos, todos en una misma tumba: BMT-IX. Los restos se encontraron
dentro de dos pequeñas vasijas globulares. De este total, 300 huesos o fragmentos de
hueso apenas se pueden asociar con la Clase Amphibia y 124 se pudieron clasificar
dentro del Orden Anura (ranas). Al momento de escribir este trabajo estamos a la
espera de resultados más detallados sobre estas muestras. Podemos solamente indicar
que Uribe Alarcón halló en San Francisco, Municipio de Carlosama, restos de seis
ranas en una vasija de cerámica dentro de una tumba, que fueron identificadas con el
género Eleutherodactylus (Uribe Alarcón 1977-78: 152). Al presente, el IGAC
reporta la presencia de Eleutherodactylus repens o rana de lluvia del Galeras, en la
región de montaña nariñense (IGAC, 2014: 404), y variedad de anuros que viven en el
Santuario de Fauna y Flora del Galeras, por ejemplo: “…tres especies de bufónidos,

125
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

pequeñas ranas caminadoras, dos especies de ranas marsupiales…” (Op. cit.: 390).
Las ranas aparecen representadas con frecuencia en la cerámica Capulí. Rodríguez
Bastidas identifica una posible representación de una rana del género Pipa en una
vasija Capulí de la colección del Banco Popular (1992: 43-44 Fig. 23) y también en
dos vasijas pequeñas Capulí de una colección privada (Op. cit., Fig. 24).

Es muy interesante la observación que hace Rodríguez Bastidas sobre la


característica anatómica de las “manos” palmadas que tienen los anuros. Este
investigador identifica en una vasija Piartal una figura pintada que claramente es un
anuro (1992: 41, Fig. 20) cuyas extremidades delanteras palmadas se observan con
todo detalle. Esa misma representación figurativa la observa de nuevo en dos
petroglifos en los alrededores de Genoy (Op. cit.: 41, Fig. 21; 42, Fig. 42)
acompañada de figuras estilizadas que podrían ser de anuros. Pero, de hecho, la
representación en la vasija pintada de la Figura 20 del citado autor es indiscutible.
Con base en esto, me atrevo a proponer que el diseño del cuenco con base hallado en
una tumba de Catambuco durante actividades agrícolas es un diseño que se basa en
las extremidades palmadas de anuros, iguales sino idénticas, a las que identificó
Rodríguez Bastidas en su trabajo (Fig. 6.11).

Figura 6.11. Cuenco con base decorado


posiblemente representando las extre-
midades palmadas de un anuro. CTB-
Z2. (Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo)

126
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

Resumen breve sobre los restos de vertebrados

En términos generales, para el análisis de los restos de la arqueofauna de


vertebrados se tuvieron en cuenta los mismos cuatro aspectos considerados para los
invertebrados: tafonomía, partes identificadas/elaboración, hábitat de los taxones y
comparación con trabajos previos.

Tafonomía La mayoría de los elementos de las clases de los mamíferos, anfibios y aves
se encuentran completos y los que apenas están parcialmente representados presentan
fracturas irregulares, debido a acciones ocurridas después del entierro, por el proceso
de abandono, exposición a los elementos o almacenaje. Sin embargo, se identificaron
fragmentos craneales de roedores, especialmente del género Cavia, que podrían estar
indicando la modificación de los huesos debido a su consumo, recordando que los
restos provienen de un contexto funerario, no de un basurero de desechos
alimenticios. Este dato es importante porque en registros arqueológicos y
experimentales se menciona la fragmentación del cráneo durante su consumo
(Martínez Polanco 2016: 522). Por tanto, cabe la posibilidad de que estos roedores no
fueron enterrados completos al momento de la inhumación pero cabría preguntarse si
acaso fueron consumidos durante el ritual de entierro y luego dejados dentro de la
tumba con las demás ofrendas. En términos generales, los restos óseos expuestos a
agentes naturales dentro de las tumbas, como acidez del suelo, humedad y actividad
de organismos descomponedores, dificultan su identificación taxonómica.

Partes identificadas y elaboración En los vertebrados hallados en Maridíaz, solo hay tres
especímenes con evidencia de exposición al calor: un fragmento de un mamífero sin
identificar y dos artefactos (cucharas) hechas en huesos de Odocoileus sp.
Recordamos que se hallaron 16 cucharitas más que no han sido identificadas
taxonómicamente, pero que bien podrían ser de cérvidos o de otros mamíferos. El
fragmento de cuerno de Bos taurus presenta un corte perfecto con una herramienta
metálica. Entre los mamíferos se identificaron costillas, fragmentos de cráneo, cuerno,
molares, incisivos, caninos, hueso epipúbico, escápula (omóplato), esternón, falanges
distales, fémur, ilión, húmero, mandíbula, maxilar, metapodiales, radio, tibia, ulna
(peroné) y vértebras. La información completa se presenta en la Tabla A1 del Anexo
1.

127
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

Hábitat de los taxones En cuanto a los ambientes explotados, por la presencia de


taxones como Didelphis marsupialis, Caluromys sp., Odocoileus sp., Cavia porcellus
y los anfibios, se infiere que son animales de ambientes húmedos de selva tropical y
de bosque templado, capaces de sobrevivir en diversos hábitats, incluso espacios
relativamente áridos o muy fríos de bosque de montaña propios de los ecosistemas
andinos (Wilson & Reeder 2005). Los venados son un ejemplo de un animal que se
adapta a hábitats diversos y que seguramente eran cazados en diferentes pisos
térmicos. Pero también tenemos la evidencia de especies que indican su proveniencia
de áreas más apartadas. Tal es el caso de las guacamayas y de los primates, cuyo
hábitat son las zonas cálidas tropicales, tanto de las llanuras del Pacífico como de la
selva del Amazonas.

Comparación con trabajos previos En excavaciones previas en el altiplano de Pasto y


en el altiplano de Ipiales se hallaron restos de Cavia porcellus (Groot, 1991: 85, 88).
Uribe Alarcón no reporta Cavia en sus excavaciones en viviendas, basureros ni
tumbas en Ipiales y Pupiales, mientras que en Ipiales, Cavelier et. al., (2019: 73)
reportan solo un 1.32% de mamíferos pequeños, sin taxones definidos, dentro de los
cuales podrían hallarse restos de Cavia. Tratándose de una de las especies más
consumidas en los altiplanos, es extraña su ausencia en los lugares mencionados. Por
otro lado, Uribe Alarcón reporta restos de camélidos del género Lama en la
excavación del basurero de San Luis SL-2 en el municipio de Ipiales (Uribe Alarcón
1978-79: 116) y Cavelier et. al., (Op. cit.) reportan un porcentaje alto del género
Lama en Ipiales (42.89% de la muestra), Lama cf. pacos (0.26% de la muestra), Lama
cf. glama (0.13%) y un 32% de mamíferos grandes sin taxones específicos dentro de
los que podría haber más camélidos. En Maridíaz no se identificaron restos de
camélidos. En la cerámica Tumaco y Capulí sí se representaron camélidos (Rodríguez
Bastidas, 1992: 87) y hemos visto la representación de venados y primates en la
cerámica de Maridíaz, Catambuco y Pupiales.

128
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

Tabla 6.2. Porcentaje de restos identificados en Maridíaz por clase taxonómica

Clase Número Porcentaje


Anfibios 424 54.15 %
Mamíferos 302 38.56 %
Gasterópodos 16 2.04 %
Bivalvos 12 1.53 %
Aves 12 1.53 %
Subfilo vertebrados 17 2.17 %
sin identificar
Total 783 100 %

En resumen, los resultados presentados en este capítulo indican que la clase más
representada en Maridíaz es la de los anfibios seguida por la clase de los mamíferos.
Los gasterópodos y los bivalvos se encuentran muy distantes, representando apenas el
2.04% y el 1.53% respectivamente del total de la muestra. Este número tan bajo tal
vez refuerza la idea de que se trataba de objetos especiales, posiblemente de uso
suntuario o que solamente un porcentaje reducido de la población estaba en
condiciones de obtener o con derecho de usar. Los hábitats principales de casi todas
las especies de mamíferos halladas aquí corresponden a ambientes andinos. Esto nos
lleva a pensar que buena parte de la explotación de recursos faunísticos se llevó a
cabo de manera local, en tanto que los invertebrados marinos implican relaciones con
ambientes de la costa pacífica. Los cortes y las alteraciones que presentan algunos de
estos restos óseos hallados en las tumbas indicarían que no fueron usados con fines
alimenticios sino para hacer artefactos como cucharas, pendientes, adornos y cuentas.
Cabe preguntarse, sin embargo, si algunos de estos animales sí se consumían como
parte del ritual del entierro. Estos restos no se hallaron en articulación anatómica
dentro de las tumbas y varios indicios –especialmente en los cráneos de Cavia–
parecen apuntar hacia el desmembramiento de los animales antes de ser enterrados, lo
que podría sugerir su consumo ceremonial. La presencia de ceniza en vasijas rotas
colocadas a propósito dentro de algunas bóvedas (Fig. 9.1) estarían indicando que
restos de animales fueron cocidos durante el ritual funerario para su consumo (ver
Capítulo 9).

129
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

Tabla 6.3. Resumen de restos arqueológicos de vertebrados hallados en Maridíaz

Clase Familia Género Especie No. Notas

Caviidae Cavia porcellus 31

Cavia sp. 83
Mamíferos

Bovidae Bos torus 1

Didelphidae Didelphis cf. marsupialis 10

Cervidae Odocoileus sp. cucharas para


rapé
Anfibios

- - - 300 anfibios

- - - 124 anuros
Aves

- - - 12

130
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6

(a, b) Odocoileus sp.BMT-IX.2 y BMT-VIII.2; (c) indeterminado BMF-001. Cucharas


posiblemente para el consumo de rapé (Fotografías (a, b) de Diana Carvajal; (c) de Felipe Cárdenas Arroyo)

(d, e) Cavia porcellus.BMT-17.13a y BMT-XXII.10 (Fotografías (d, e) de Diana Carvajal)

Figura 6.12. Mamíferos excavados en Maridíaz

131
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.

(a, b) Didelphis cf. marsupialis.BMT-XXII.4. Fragmentos de maxilar (a) y mandíbula (b).


(Fotografías de Diana Carvajal)

(c, d) Caluromys sp.BMT-XXII.4 (Fotografías de Diana Carvajal)

Figura 6.13. Mamíferos excavados en Maridíaz

132
CAPÍTULO 7

Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz


Lina María Campos Quintero

De 26 artefactos metálicos hallados en Maridíaz, cuatro fueron analizados con los


equipos del Museo del Oro con el fin de caracterizar tanto las morfologías a nivel
microscópico y las aleaciones usadas para determinar las técnicas de manufactura, las
procedencias de los metales y los procesos de deterioro, como también los tipos de
artefactos que solían ser. Desafortunadamente por circunstancias logísticas de
movilización, los otros artefactos no fueron analizados, aunque algunos de ellos
cuenten con mejores condiciones de conservación. Aquí se reporta el estudio de un
cascabel con su posible badajo (BMT-028), un fragmento de un posible resorte (BMT-
XXV.2) y un aro (BMT-X.4)

Figura 7.1. Artefactos analizados del sitio Maridíaz. (arriba) BMT-028 cascabel y badajo; (abajo
izq.) BMT-X.4; (der.) BMT-XXV.2. (Fotografías de Lina María Campos Quintero)
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero


El Museo del Oro dispone normalmente de tres instrumentos para el análisis de sus
artefactos y dos de ellos fueron usados para el estudio de estos fragmentos,
particularmente el equipo de fluorescencia de rayos x portátil (pXRF por sus siglas en
inglés) Niton XL3 GOLDD de Thermoscientific con ánodo de plata, para el análisis de
composición química, y un microscopio digital Dino-lite, para la observación
microscópica.

Dado el estado de corrosión de los artefactos, fue importante que el equipo de


restauración del Museo1 realizara la apertura de ventanas de sondeo de 1 cm2 con un
bisturí para observar la superficie metálica original que yace bajo la capa de
concreciones de productos de corrosión y tierra. El tiempo de análisis usado con el
equipo de pXRF fue de 60 segundos, con voltaje de 45 keV y se realizaron análisis
puntuales con el colimador de 3 milímetros en el caso de los artefactos del sitio de
Maridíaz, y de dos a tres análisis puntuales cuyos resultados se promediaron, para los
cascabeles del Museo del Oro. Se usó la configuración del módulo de precious metals
del equipo, ya que el objetivo era leer la proporción de oro, plata y cobre,
principalmente, y de otros elementos en menores proporciones si los hubiera. La
presencia o ausencia de todos los elementos fueron confirmadas con la lectura de los
espectros.

Para comparar el grado de exactitud y precisión que se puede esperar del equipo en
condiciones ideales, se reportan en el Anexo 3.1 tres lecturas del material de referencia
Fluxana 0734-16a. Es importante tener en cuenta para cada caso el sesgo en las lecturas
que son generados por tres factores: las superficies no planas, la ausencia de cámara al
vacío y la profundidad de penetración del rayo. En primer lugar, las geometrías propias
de los artefactos analizados inciden en el ángulo de fluorescencia de los rayos X que
percibe el detector. Por lo tanto, una superficie redonda puede ligeramente desviar
dicho ángulo y generar análisis menos exactos o precisos. En segundo lugar, aunque el
pXRF es una herramienta portátil que permite análisis no invasivos de artefactos
arqueológicos, hay que tener en cuenta que al no tener una cámara de vacío, la señal
puede ser absorbida por el aire. Finalmente, es preciso señalar que el pXRF es una
técnica de análisis superficial cuyo tubo emite unos rayos X que, dependiendo de la


1
Compuesto por las restauradoras María de la Paz Gómez, Laura Jiménez, y Adriana Escobar.

134
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

densidad del material, del número atómico, masa atómica del elemento y del voltaje de
aceleración usado para el bombardeo de rayos X, puede por ejemplo generar una
penetración de casi de 16 a 19 µm para oro, 22 a 34 µm para plata y de 7 a 9 µm para
cobre, en una matriz de oro (Plaza, 2018: 88). Por esta razón, se debe tener precaución
en la lectura de los análisis y evitar que lo que se estén interpretando sean los elementos
de corrosión o una capa de dorado o plateado del artefacto, pero no la aleación central.
Se recomiendan futuros análisis de composición química de secciones transversales de
los artefactos con un Microscopio de Barrido Electrónico que tenga acoplado un
detector de Espectroscopia por Dispersión de Energía (MED-EDS).

El Microscopio digital permitió la observación a distintos aumentos de los


productos de corrosión y de la topografía de los artefactos a nivel microscópico.

Resultados y discusión

Análisis BMT-028 (cascabel)


Diferente a la mayoría de los cascabeles de la serranía nariñense que son de forma
aperada, este cascabel tiene forma alargada hacia los lados y sus agujeros se encuentran
en una superficie poco prominente en relación a su cuerpo. Dos referentes cercanos de
forma son la pieza O08192 de la colección del Museo del Oro y el cascabel BMT-16.10
encontrado en el sitio de Maridíaz. El fragmento de cascabel que aquí se describe y
analiza mide 4 cm de ancho por 2,5 cm de alto (Fig.7.1 arriba izq).

Figura 7.2. (izq.) Pieza O08192 de la colección del Museo del Oro; (der.) Cascabel BMT-16.10 de
Maridíaz (Fotografía de Clark Manuel Rodríguez (izq.) y Felipe Cárdenas Arroyo (der.)

135
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero




Cascabeles elaborados con la técnica de cera perdida con núcleo han sido reportados
en distintas regiones de la América prehispánica. Para hacer un cascabel con esta
técnica, se debe elaborar primero el badajo, en caso de que sea metálico o de otro
material, recubrirlo de una mezcla de arcilla, arena y polvo de carbón vegetal que
servirá para modelar la forma del volumen interno, y luego, después de secar la mezcla,
se recubre con una capa de cera de abejas y se le unen unos hilos también en cera que
se conectarán a un alimentador central por donde fluirá el metal. Encima de esta capa
de cera, se vuelve a aplicar una mezcla similar de arcilla, probablemente refractaria,
arena y carbón que servirá para cerrar el molde. Con la cocción del molde en un horno,
la cera se derrite y se retira. El vacío que deja dicha cera será por donde se vierta la
aleación del cascabel. Después de fundido el cascabel, se abre el molde y se retiran los
alimentadores y el núcleo.

Sin embargo, luego de analizar el cascabel BMT-028, observamos que hay


remanentes vitrificados del núcleo en el interior. Además de su apariencia, se confirmó
dicha observación con un análisis de difracción de rayos X que buscaba solo establecer
la presencia de ciertas fases. Este análisis mostró que el material es un silicato en alto
estado de vitrificación, transformación propia de las arcillas que son silicatos de
aluminio hidratados con otros elementos, y arenas, que son en gran medida sílice puro,
expuestas a altas temperaturas. El hecho de que parte de este núcleo permanezca en el
interior podría sugerir que este cascabel nunca fue usado: con la percusión interna del
badajo, habría despegado las concreciones remanentes del núcleo.

136
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

Figura 7.3. Remanente de núcleo vitrificado como evidencia de la técnica de elaboración


(Fotografía de Lina María Campos Quintero)

Para saber la composición de la aleación usada en la elaboración del cascabel, se


usó el equipo de fluorescencia de rayos X portátil (pXRF). Como queda descrito
anteriormente, la fluorescencia de rayos X portátil es una técnica que permite el análisis
superficial, pero ¿es la composición de la superficie representativa de aleación general
del objeto? La composición que reporta el equipo del cascabel BMT-028, luego de la
limpieza mecánica, es de 0,10 %p/p de plata y 99,85 %p/p de cobre. Aunque este
análisis parece indicar que se trata del uso de cobre para la elaboración de un cascabel
con contenidos naturales de plata, también se debería tener en consideración la
posibilidad de que el cascabel pudo ser plateado o dorado por oxidación y que la capa
de este enriquecimiento pudo perderse tras la reoxidación del contenido de cobre, que
tiende a migrar a la superficie como productos de corrosión en forma de óxidos,
carbonatos o hidróxidos. Es preciso decir que la técnica de fluorescencia de rayos X
portátil no es adecuada para el análisis de elementos livianos que componen la
corrosión porque tienen energía más baja que puede ser reabsorbida por la muestra o
por el aire. Sin embargo, con el ánimo de comparar el análisis de la superficie despejada

137
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero


de corrosión y la corrosión, se hizo un análisis sobre esta última que mostró
principalmente mayor contenido de plata (0,16 %p/p Ag) y menor contenido de cobre
(99,37 %p/p Cu). La lectura también mostró la presencia de otros elementos como el
hierro (0,35 %p/p Fe), rodio, rutenio, paladio y cadmio, que se encuentran por debajo
de 0,02 %p/p cada uno, pero por encima del límite de detección de estos elementos. La
similitud de las composiciones de la superficie despejada de corrosión y la superficie
corroída manifiesta la dificultad de asegurar que, en efecto, la primera lectura es la
composición real de la aleación del cascabel. Por ello también se decidió realizar el
análisis de composición química a siete cascabeles de la serranía nariñense de la
colección del Museo del Oro para tener un referente de comparación.

Tras la observación macroscópica se podría decir que cuatro de estos cascabeles


tienen superficies doradas (O22512, O23749, O22364 y O21261), dos
predominantemente cobrizas (O27895 y O24511) y una plateada (O25203).

O27895 O22512 O23749 O22364

O24511 O25203 O21261

Figura 7.4. Cascabeles analizados de la serranía nariñense de la colección del Museo del Oro
(Fotografías de Clark Manuel Rodríguez)

La exposición de la aleación central rica en cobre de los cascabeles y el deterioro


del dorado o el plateado no se manifiestan con homogeneidad en la superficie, por lo
tanto se llevaron a cabo entre dos y tres análisis por color y se promediaron los

138
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

resultados. Evidencia de esta heterogeneidad se puede constatar en el análisis de la


pieza O25203 que mostró una desviación estándar de 6,84 del contenido de plata y 5,84
de cobre para los análisis que se hicieron, en apariencia, sobre la superficie plateada
(Tabla 7.1).

Tabla 7.1. Composición normalizada para oro, plata y cobre de cascabel O25203 de la colección
del Museo del Oro. Resultados en %p/p.


Ag Au Cu
Núm. reg. Área analizada
Datos normalizados
Área plateada 22,68 12,28 65,05
Área plateada 34,21 10,12 55,66
O25203
Área plateada 22,08 11,54 66,38
σ 6,84 1,10 5,84

Teniendo en cuenta la observación anterior, en la Tabla 7.2 se presentan los


resultados normalizados para los elementos oro, plata y cobre presentes en los
cascabeles. Las casillas color gris claro indican el número de referencia de cascabeles
en apariencia cobrizos, las casillas en color gris oscuro, los cascabeles en apariencia
dorados y la casilla blanca, el cascabel en apariencia plateado. Se hicieron análisis sobre
las superficies doradas y plateadas y sobre las superficies cobrizas, que al parecer en
muchos casos presentan alteración cromática entre negra y roja que probablemente
indica que tienen corrosión.

El análisis de los cascabeles O22512, O23749, O22364 y O21261 evidencia una
diferencia en el contenido de cobre donde la superficie dorada tiene entre 3,61 y 49,54
%p/p menos de este elemento. Para los dos últimos cascabeles la diferencia no es
sustancial y podría estar indicando una lectura también del dorado, en vez de la aleación
central, asumiendo que la composición de lo que aquí se llama área con corrosión, es
cercana a la aleación metálica, como se ha visto en el análisis del cascabel excavado
BMT-028 y el O27895. Por otro lado, el cascabel O24511 que había sido clasificado
como cobrizo, arrojó una composición de 15,21 %p/p de oro, indicando que
posiblemente perdió el dorado superficial. Vale la pena resaltar que en el análisis del
área cobriza sin aparente corrosión, muestra una proporción de los elementos bastante
similar al cascabel O27895 que se ha clasificado como cascabel en cobre sin dorado ni

139
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero


plateado. Esto sugiere que, dependiendo del lugar donde se lleve a cabo el análisis, se
puede llegar a la interpretación de que es un cascabel dorado o plateado, o no.

Tabla 7.2. Composición normalizada para oro, plata y cobre de algunos cascabeles de la colección
del Museo del Oro. Resultados en %p/p. Los colores de la columna izquierda indican las hipótesis
iniciales sobre si los cascabeles fueron elaborados solo en cobre (gris claro), si tuvieron un dorado
(gris oscuro) o si fueron plateados (blanco).

Ag Au Cu
Núm. reg. Área analizada
Datos normalizados
Área cobriza 0,07 0,03 99,90
O27895
Área con corrosión 0,06 0,04 99,90
Área con corrosión 3,55 30,04 66,41
O22512
Área dorada 7,06 76,07 16,87
Área dorada 3,00 40,41 56,59
O23749
Área cobriza 2,78 24,43 72,79
Área cobriza 10,69 77,02 12,29
O22364
Área dorada 7,77 83,55 8,68
Sin corrosión 0,04 0,18 99,78
O24511
¿Área dorada? 0,08 15,21 84,71
O25203 Área plateada
26,32 11,32 62,36
Área cobriza 5,29 49,22 45,49
O21261
Área dorada 4,25 54,25 41,50

Ante la ausencia de un área cobriza expuesta en el cascabel plateado O25302, no


fue posible hacerle un análisis de comparación, por tanto se asume que esta lectura
corresponde posiblemente a la capa superficial de plateado. Con el fin de saber si el
cascabel BMT-028 es en efecto cobrizo o si por el contrario perdió una capa de
plateado, a continuación, se compara en el siguiente diagrama ternario el contenido de
cobre de las superficies expuestas de los cascabeles dorados, el cascabel cobrizo y el
excavado BMT-028

140
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

Figura 7.5. Diagrama ternario del análisis del contenido de cobre en áreas expuestas/cobrizas de
los cascabeles de la colección del Museo del Oro y del cascabel BMT-028.

Este diagrama muestra que el contenido de cobre de todos los cascabeles dorados
es de por lo menos 24,43 %p/p en áreas cobrizas, mientras que la composición
normalizada para oro, plata y cobre de artefactos como el O27895, que
presumiblemente no estuvo dorado, se solapa con la del cascabel BMT-028, indicando
que tal vez este tampoco lo estuvo. Sin embargo, es preciso decir, por un lado, que el
análisis de una sección metalográfica podría a futuro confirmar o no esta hipótesis ya
que permitiría observar restos del dorado/plateado, si lo tuviera, o restos de la estructura
propia de un metal recocido, como evidencia de dorado por oxidación. Por el otro,
aunque es improbable, también es posible que el contenido de oro pueda ser invisible
al pXRF teniendo en cuenta la complejidad de una muestra altamente corroída.

141
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero


El uso de cobre sin alear ha sido ampliamente reportado en piezas procedentes de
contextos de orfebrería asociados a tumbas de los pastos en la serranía nariñense, como
los cascabeles aperados de la colección del Museo del Oro que estudiamos aquí. Sin
embargo, teniendo en cuenta que la morfología de este cascabel (BMT-028) es diferente
y que se encontró en un contexto funerario en el valle Atríz, surgen varias preguntas
entorno al lugar de su posible elaboración: ¿el cascabel fue fabricado por la gente que
se enterró allí o fue adquirido por intercambio? Cieza de León subraya en su crónica la
pobreza de los quillacingas (1962[1553]: 111) lo que hasta ahora es corroborado por la
arqueología, en contraposición con la abundancia de objetos de metal que había entre
los pastos.

Un dato que podría aclarar el origen de los artefactos metálicos encontrados en el


cementerio prehispánico de Maridíaz sería indagar sobre la procedencia de la materia
prima. No se han reportado hasta el momento hallazgos asociados a la reducción de
menas de cobre en Nariño y por tanto un campo infinito de posibilidades se abre sobre
si se obtenía cobre nativo o de mena. Por un lado, información registrada por el Museo
del Oro en un mapa de depósitos de cobre (Arias, 2005) sugiere la disponibilidad de
manifestaciones de este metal entre los municipios de Tangua y Funes, y en el Cerro de
Patascoy. Por otro lado, David Scott (2012: 56) reporta depósitos de cobre nativo que
ocurren en cuarzo diorita y pórfidos, indicando alteración hidrotérmica y capas de
enriquecimiento secundario, en Quebrada Piedrancha (Mallama), lugar que coincide
con el de las fuentes geológicas de algunos de los artefactos líticos hallados en el
cementerio.

Aún así, como lo muestra el trabajo de Dussubieux y Walder (2015) en su


investigación, es posible establecer si los artefactos fueron elaborados en cobre nativo
o cobre reducido de mena, a partir de los análisis de elementos traza. En ese caso, el
cobre nativo de la región Alta de los Grandes Lagos, en Estados Unidos, tiene muy
bajos niveles de impurezas, reflejados en concentraciones de plomo <38 ppm, de níquel
y antimonio entre 180 ppm y 30 ppm. El contenido de plata ocurre como inclusiones
en el arsénico de máximo 820 ppm, en el cobre nativo, pero también ocurre en menas
de cobre, para ese caso de estudio.

142
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

La investigación de Dussubieux y Walder (Op. cit.), al hacer comparaciones entre


los resultados de las mismas muestras con los instrumentos de pXRF y LA-ICP-MS2,
concluye que dado que es necesario un método con buena sensibilidad para reportar un
gran rango elementos traza, el equipo de pXRF solo puede tomarse como confiable
cuando sus resultados, sobre una misma muestra, se pueden contrastar con otro equipo
con mejores límites de detección como el LA-ICP-MS. Lo que posiblemente sí se puede
decir cualitativamente, según su estudio, es que dado que para unas muestras no se están
encontrando elementos, además del cobre, en concentraciones mayores, se puede
argumentar que fueron elaboradas con cobre nativo. Caso similar es el del cascabel
BMT-028. Tras el análisis de David Scott de dos cascabeles con la técnica de ICP-MS
que fueron elaborados exclusivamente en cobre (ver Anexo 3.2), se reportó una gran
cantidad de elementos traza que no es posible comparar con estos resultados. A pesar
de esto, se puede argumentar que dado que no aparecen elementos en concentraciones
mayores a 0,05 %p/p3, a excepción de la plata, muy probablemente el pXRF en este
caso también nos permite afirmar que el cobre usado para este cascabel es cobre nativo
y no reducido de mena. Así mismo, la concentración de plata del cascabel BMT-028
(0,1 %p/p) es cercana al rango que reporta Scott en sus análisis de cobre nativo (entre
0,2 %p/p y 0,3 %p/p). Otros elementos como el arsénico o el oro aparecen por encima
del 0,2% p/p, pero con concentraciones desiguales. Mientras que para el fragmento de
cascabel 1 (ver Anexo 3.2) hay una concentración de 1590 ppm de oro y nada de
arsénico, para el fragmento del cascabel 2 hay solo 718 ppm de oro y 1570 ppm de
arsénico. Así que con menor influencia de la corrosión, tal vez podríamos esperar que
aparecieran estos elementos también en el cascabel BMT-028.

Tabla 7.3. Composición química del cascabel BMT-028, llevado a cabo con equipo de pXRF.
Resultados en %p/p

Cd Ag Pd Rh Ru Cu Fe
Cascabel Ventana limpia Nd 0,10 Nd Nd Nd 99,85 Nd
BMT-028 Corrosión (al lado) 0,02 0,16 0,02 0,02 0,01 99,37 0,35


2
Ablación de láser acoplada a la espectrometría de masas con fuente de plasma de acoplamiento
inductivo.
3
Límite de confianza establecido para el equipo del pXRF del Museo del Oro. Resultados por debajo de
eso, deben ser tomados con cautela y aquí se omiten.

143
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero


Por otro lado, en uno de los orificios superiores del cascabel sobresale una fibra que
aparentemente es un pseudomorfo textil, es decir, que mantiene una estructura
mineralizada de lo que solía ser una fibra textil, en este caso tal vez de un hilo de donde
pendía el cascabel. Por su morfología y la forma como se divide, sugiere que
probablemente se trataba de una fibra vegetal. Esto debe confirmarse con un
especialista que realice un análisis microscópico (con mayores aumentos) de una fibra
sencilla.

Figura 7.6. Imagen con microscopio digital de fibra adherida a cascabel BMT-028
(Fotografía de Lina María Campos Quintero)


Análisis de fragmento de BMT-028

Con el código de BMT-028 se registró también un material metálico amorfo, con


tendencia redondeada, que podría ser el badajo del cascabel anteriormente descrito.
Tiene una textura porosa en la superficie, probablemente derivada de la fundición del
metal. Presenta productos de corrosión seguramente asociados al cobre como malaquita
y cuprita, y concreciones ocasionales que pueden provenir de sales presentes en la
superficie.

144
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

Figura 7.7. (izq.) Imagen del material BMT-028 tomada con el microscopio digital; (der.)
Productos de corrosión sobre la superficie del material BMF-028 (Fotografías de Lina María Campos
Quintero)

Varios análisis de composición se llevaron a cabo sobre superficies limpias, pero es


muy probable que haya sido inevitable leer los productos de corrosión. La composición
de este artefacto es similar a la del cascabel, incluyendo hierro procedente posiblemente
de los elementos presentes en el medio de enterramiento. Dados los sesgos de los
análisis, es difícil asegurar que el badajo fue elaborado con la misma aleación del
cascabel.

Tabla 7.4. Composición química en %p/p de artefacto BMF-028 (badajo)

Ag Cu Fe
BMF-028 (badajo) Metal al descubierto 0,18 99,62 0,21


Análisis BMT-XXV.2 (resorte)

Debido a la fragilidad del fragmento por corrosión casi completa, un pequeño trozo
del extremo se desprendió durante la manipulación. El desprendimiento de este trozo
permitió ver en sección la existencia de lo que parecen ser tres hilos. Uno de ellos mide
aproximadamente 1,06 mm.

145
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero

Figura 7.8. (arriba) Sección transversal de BMT-XXV.2 donde se perciben los tres hilos metálicos
que componen el artefacto; (abajo) Imagen en planta de los productos de corrosión del artefacto
BMT-XXV.2 (Fotografías de Lina María Campos Quintero)

Los tres hilos parecen estar rodeados de una capa de corrosión de malaquita y
cloruro de cobre y posiblemente de cuprita, aunque la presencia de esta última debería
confirmarse con un análisis metalográfico. No fue posible realizar una ventana de
análisis en este fragmento debido a la pérdida del contenido de cobre metálico del
artefacto, ahora transformado probablemente en su mayoría en carbonatos y óxidos,
hacia la superficie. Estos productos hacen parte de las características estructurales y
físicas del artefacto.

146
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

Aunque en sección transversal el microscopio deja ver los tres hilos posiblemente
aún metálicos en su núcleo, su diámetro es menor que el diámetro del colimador del
pXRF de 3 milímetros y por tanto no es posible hacer un análisis con este instrumento.
Por esta razón se recomienda montar una muestra en un bloque de resina y llevar a cabo
un análisis con Microscopio de Barrido Electrónico con Detector de espectroscopia por
Dispersión de Energía (MED-EDS).

El diámetro en sección de cada uno de los hilos coincide con el diámetro


aproximado de los hilos del artefacto BMT-X.6 (ver Figura 7.9), que fue recuperado
también en el sitio Maridíaz. Esto implicaría que los hilos no están unidos entre sí, sino
que son tres giros del mismo hilo que se recoge en espiral en forma de resorte. Estos
resortes se han interpretado como adornos para el cabello.

Figura 7.9. Pieza BMT-X.6. Escala de 1.0 cm. (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)

Análisis BMT-X.4

Este es un fragmento de aro de aproximadamente 4 milímetros de grosor. Diferente


a los otros artefactos, no se encuentra altamente corroído, salvo una pátina oscura
dominante que genera una alteración cromática de la superficie y algunas manchas
ocasionales de productos de corrosión asociados a carbonatos de cobre (Gómez, 2016).

147
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero

Figura 7.10. Artefacto BMT.X.4 .2 (Fotografía de Lina María Campos Quintero)

Luego del análisis de composición química llevado a cabo con el equipo de


fluorescencia de rayos X portátil en tres áreas distintas del aro, dos análisis elaborados
sobre áreas limpias y uno sobre un área no limpia, el resultado muestra que el aro fue
elaborado en cobre probablemente nativo, igual que el cascabel.

Tabla 7.5. Composición química en %p/p de artefacto BMT-X.4.

Ag Pb Au Cu
Ventana limpia 0,48 0,34 0,90 98,28
BMT-X.4
Área no limpia (por debajo) 0,43 0,31 0,97 98,29

Diferente al cascabel BMT-028, este artefacto presenta una concentración de casi


1% p/p de oro, que de acuerdo con los análisis de David Scott, podría provenir de
contenidos naturales de este elemento en el cobre; sin embargo, no hay que descartar la
idea de que el aro conserve los elementos fantasmas de un dorado. De todas formas, es
usual encontrar cobres nativos que están enriquecidos tanto en oro, como en plata, por
los largos procesos de erosión. Así que en este caso el aro pudo haber sido elaborado
en un cobre argentífero nativo, con contenido de oro y plomo, este último
probablemente asociado a la plata.

Teniendo en cuenta la porosidad superficial del aro y la uniformidad de grosor en


el fragmento se sugiere que el aro seguramente fue elaborado inicialmente por
fundición, recocido y luego posiblemente redondeado con dos superficies planas,

148
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

teniendo en cuenta las estrías longitudinales que muestra, resultado del desplazamiento
y superposición del metal. Es preciso hacer un análisis metalográfico para confirmar
esta afirmación. La temperatura de fundición tuvo que ser cercana al punto de fusión
del cobre, 1083°C. La composición de este artefacto muestra los elementos que podrían
posiblemente esperarse también para el cascabel BMT-028, si este último estuviera
menos corroído. La forma anular de este artefacto es similar a la de narigueras y orejeras
de la colección del Museo del Oro procedentes de Pupiales. No obstante, teniendo este
artefacto una forma tan genérica, su estilo no debe tomarse como indicio de lugar de
elaboración.

Algunos objetos de metalurgia hallados en Maridíaz


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)

Figura 7.11. BMT-8.4 y BMT-17.12 Narigueras metálicas con productos de corrosión de cobre
sobre la superficie. Narigueras como estas suelen tener bien sea una capa de plateado o de
dorado, que posiblemente en este caso fueron erosionadas por la corrosión.

149
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero

Figura 7.12. BMT-16.10 y BMT-23.4 Cascabeles metálicos con badajo


Figura 7.13. BMT-II.9 Cascabel metálico con Figura 7.14. BMT-XVI.7 Cascabel
badajo y con productos de corrosión de cobre metálico altamente corroído, con badajo

150
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7

Figura 7.15. BMT-X.5 Aro metálico martillado Figura 7.16. BMT-X.6 Resorte metálico usado
posiblemente como adorno para el cabello

Figura 7.17. BMT-23.6 Resortes metálicos usados posiblemente como adorno para el cabello

151
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero

Figura 7.18. BMT-8.4 Resorte metálico con productos de corrosión de cobre


152
CAPÍTULO 8

Análisis de los líticos de Maridíaz

Ileana Catherine Pardo Báez


Manuel D. Martínez Cortés

En este capítulo se presentan los resultados de los análisis petrográficos y


geoquímicos realizados en diez muestras de roca provenientes del cementerio
arqueológico quillacinga de Maridíaz. La interpretación de estos resultados en
conjunto con la revisión bibliográfica de la geología de las posibles zonas en las que
estuvo presente esta cultura nos permitió encontrar afinidades entre los materiales que
componen las muestras y unidades geológicas (como formaciones, grupos,
mineralizaciones, etc.). Así se determinaron áreas geográficas con mayor probabilidad
de proveniencia.

La aplicación de la geociencia a las investigaciones en ciencias humanas aporta


información útil que abre nuevas perspectivas para comprender mejor ambas áreas del
conocimiento. En este caso particular, cuando se trata de determinar la proveniencia
de una roca a partir de una pequeña muestra alóctona, la tarea es bastante compleja
porque involucra variables geológicas y arqueológicas. Además, por tratarse de bienes
de interés cultural, es muy importante elegir con atención la combinación de métodos
analíticos en virtud de preservar los objetos porque algunos métodos pueden ser
destructivos. Hay que tener en cuenta que según su aplicación, la precisión al
determinar el área fuente del material puede variar. Desde el punto de vista geológico,
esta determinación involucra conocer y comprender el tipo de roca y los cambios que
haya tenido con el paso del tiempo, desde su formación hasta el momento de su
análisis. Para ello es necesario conocer la composición química y mineralógica de la
muestra, realizar un análisis textural a escala macroscópica y microscópica, y
establecer relaciones de campo, entre otras cosas (Toselli, 2010).
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

La región comprendida en este estudio presenta una complejidad geológica


considerable debido al levantamiento de la cordillera de Los Andes, desarrollándose
litologías e historias geológicas diferentes. En la zona existen hacia el occidente del
valle de los ríos Cauca y Patía, rocas de afinidad composicional oceánica
(pertenecientes a las unidades geológicas Grupos Dagua y Diabásico) y hacia el
oriente del valle rocas de afinidad continental. Estas rocas fueron afectadas en el
Mioceno por la actividad orogénica principal Andina, origen del vulcanismo de la
Cordillera Central (Van Houten, 1976). Dichos eventos y los procesos geológicos
derivados (actividad hidrotermal, diferenciación magmática, etc.) han afectado las
rocas circundantes, permitiendo la acumulación de depósitos propios de estos
ambientes, entre ellos depósitos de tipo económico (metales preciosos). A
continuación se presenta la descripción petrográfica de cada muestra acompañada de
fotografías. Después la asociación mineralógica que se deduce, teniendo en cuenta
detalles de los minerales, los resultados de los análisis geoquímicos y petrográficos
con cifras presentadas en tablas y gráficas, y finalmente la interpretación sobre el tipo
de material rocoso, los procesos geológicos que pudieron haber intervenido y las
unidades geológicas relacionadas. Al final del capítulo, se presentan una serie de
imágenes basadas en modelos de elevación del terreno, delimitando las zonas
geográficas relacionadas con mayor probabilidad de proveniencia de los líticos.

Metodología

En primer lugar, se realizaron análisis petrográficos macroscópicos para


identificar las características y propiedades distintivas de las rocas y minerales. En la
determinación del tipo de material rocoso, los análisis geoquímicos fueron utilizados
para respaldar las hipótesis sobre el contenido mineral inferido en la observación
macroscópica y aportar información sobre lo no visible. Estos resultados fueron de
gran ayuda para determinar las asociaciones minerales, afinidad magmática y/o
paragénesis, el grado y tipo de alteración, etc. Los métodos geoquímicos se describen
en al Anexo 2. Adicionalmente, la recopilación de información geológica, geoquímica
y geoeconómica de los departamentos de Nariño, Chocó, Cauca, Putumayo, Valle del
Cauca y el norte de la República del Ecuador, nos permitió́ establecer las
correlaciones litológicas con la posible (o posibles) unidades geológicas para cada
muestra. La ubicación geográfica se estableció utilizando la información de

154
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

cartografía geológica actualizada al año 2015 georreferenciada con imágenes


satelitales.

Análisis petrográficos y geoquímicos

1. Muestra BMT-22.7 Colgante piritizado

Figura 8.1. Muestra BMT-XXII.7 Figura 8.2. Minerales pirita (Py), cuarzo (Qz),
Pátina de oxidación en pirita (Py)ox

Figura 8.3. Mineral de alteración, Limonita (Li) Figura 8.4. Mineral esfalerita (Sf)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez

Descripción petrográfica Material pétreo mineralizado, modificado culturalmente. Se


observan fracturas milimétricas, algunas rellenas de cuarzo (Figura 8.1). Combinamos
el análisis macroscópico y los resultados de fluorescencia de rayos X en una muestra
no pulverizada realizando cuatro disparos: tres con FRX calibrado para metales
(Tabla 8.1) y uno con calibración estándar. Así, determinamos la siguiente asociación
mineral:

155
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

Pirita: Cubre casi la totalidad de la superficie. Color amarillo latón pálido, brillo
metálico, dureza mayor de 5 en la escala de Mohs, presentando por sectores una
pátina de oxidación más oscura y rojiza (Figura 8.2). Registra una huella negra
verdosa y un olor a azufre. La composición química de este mineral es FeS2, la cual
aporta significativamente a los contenidos totales de hierro (70% en promedio) y
azufre (8% en promedio) registrados para los puntos analizados en el FRX. Este
sulfuro de hierro también puede contener pequeñas cantidades de níquel.

Cuarzo: Se presenta rellenando las vetillas (1 a 6 mm de grosor), tiene dureza de 7 en


la escala de Mohs, es de tipo lechoso con texturas masivas y crustiformes (Figura
8.2). La formula química es SiO2, la cual aporta a la cantidad de silicio total registrada
(Tabla 8.1).

Limonita: Mineral color marrón, brillo mate, olor a hierro, hábito botroidal (Figura
8.3), el cual aparece sobre la pirita en forma de óxido producido por alteración
meteórica de la misma. Fórmula química FeO(OH)·nH2O.

Esfalerita: Color rojizo, brillo resinoso, dureza baja (3-4 en la escala de Mohs) y
presentándose en pequeños cristales cúbicos (Figura 8.4). La composición química de
este mineral es ZnS, pudiendo contener pequeñas cantidades de manganeso. Su
ocurrencia es aislada en la muestra, pero suficiente para mostrar niveles de zinc
(aprox. 0.14%) en el FRX.
Apatito: Fórmula química Ca5 [(F,Cl,OH) (PO4)3]. Se concluye que se encuentra en la
roca por asociación mineral y por los niveles de fósforo totales registrados (12.7%)
para los puntos de la muestra analizados.

Arsenopirita: Se concluye que hay pequeñas cantidades de este mineral por


asociación mineral y por los porcentajes de 0.3% a 2.9% en contenido de arsénico
(Tabla 8.1) Fórmula química FeAsS.

Calcopirita: Se observan porcentajes de 0.012% en contenido de cobre registrados en


la muestra (Tabla 8.1) el cual, según composición general, se asocia con este mineral.
Fórmula química CuFeS2.

156
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

Alunita: Sulfato de aluminio con fórmula KAI3(SO4)2(OH)6, por asociación se


determina que los contenidos elementales de este mineral contribuyen al porcentaje
total de aluminio (3.426%) así́ como para el potasio (0.417%) registrados en la
muestra.

Titanita: Silicato de titanio y calcio con formula química CaTiSiO5. Se registra un


porcentaje total de titanio en el análisis de 0.061%, que es asociado a este mineral.

Tabla 8.1. Porcentajes de composición química del colgante BMT-22.7

Elemento Disparo 1: Disparo 2: Disparo 3: Promedio ds


pirita vetilla Qz pátina (n = 3)
Si 0,000 11,479 2,813 4,764 5,983
S 5,048 1,932 0,760 2,580 2,216
Ca 0,641 3,173 0,685 1,500 1,449
Fe 93,496 78,031 95,083 88,870 9,420
Zn 0,411 2,409 0,350 1,057 1,171
As 0,404 2,975 0,390 1,229 1,513
Total 100,000 100,000 100,000

Interpretación Los minerales identificados y la manera como se presentan en la


muestra indican un origen hidrotermal. La asociación mineralógica encontrada es
resultado de la precipitación de soluciones acuosas calientes en zonas que se disponen
alrededor de intrusiones subvolcánicas (USGS, 2012). Estos yacimientos
hidrotermales consisten en un conjunto de vetas de cuarzo y diseminaciones ricas en
metales y sulfuros.

El arsénico, registrado en los análisis geoquímicos, es un elemento que


generalmente se relaciona con yacimientos de oro de filón que, junto con la
asociación mineralógica (pirita + arsenopirita + cuarzo + esfalerita), indican que la
muestra está asociada a este tipo de yacimientos (Corneli & Cornelius, 1998). La
alunita (sulfato de aluminio) se forma en condiciones de bajo pH <3-4. La titanita es
un mineral accesorio de las rocas ígneas ácidas e intermedias (p. ej., granitos,
granodioritas, dioritas y sienitas), mientras que elementos como el fósforo (en el
apatito) indican fases minerales con componente volátil magmática. En conjunto, esto
sugiere que los fluidos que dieron origen a esta mineralización fueron ácidos

157
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

(contenido de SiO2 >65%). En esta muestra la pirita está muy bien conservada, lo que
indica que no ha sido transportada naturalmente por medio fluvial ni expuesta a fuerte
meteorización; sin embargo, se ha oxidado y ha estado en una mínima presencia de
humedad después de aflorar en superficie produciendo óxidos de hierro hidratados.
Teniendo en cuenta este criterio, se presenta la probabilidad de que la muestra haya
sido tomada in situ.

Al occidente de Nariño se encuentra el Distrito Minero de Mallama - Cumbitara


donde actualmente se explotan metales preciosos y básicos (principalmente oro), que
incluye a los municipios de Mallama (o Piedrancha), Guachavés (o Santa Cruz),
Samaniego, La Llanada, Sotomayor y Cumbitara. Según Gonzáles et. al., “La
alteración hidrotermal identificada en el área de estudio se encuentra relacionada a
eventos magmáticos y se presenta en los contactos intrusivos de la Granodiorita de
Piedrancha con las rocas encajantes del Grupo Diabásico…” (González et. al., 2002:
136). “En los municipios de Guachavés y Piedrancha se encuentran filones auríferos
que rellenan fisuras en brechas volcánicas y andesitas basálticas. Las venas contienen
pirita, arsenopirita, esfalerita, calcopirita y galena en ganga de cuarzo” (Op. cit.: 131).
La unidad geológica Granodiorita de Piedrancha es un cuerpo intrusivo de tipo ácido,
y la asociación mineral resultado de la alteración hidrotermal coincide con la
asociación hallada en la muestra BMT XXII.7 (Figura 8.31).

158
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

2. Muestra BMT-0001Fragmento de colgante sulfatado

Figura 8.5. Muestra BMT 0001 Figura 8.6. Mineral pirita (Py) y vetilla de cuarzo (Qz)

Figura 8.7. Mineral yeso (Y) sobre la Figura 8.8. Cristales de sulfato de yeso (Y) y azufre (S)
pirita (Py) sobre pirita
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Fragmento de roca modificado culturalmente, que muestra


una fuerte alteración de sus minerales. Se identificaron los siguientes minerales
mediante análisis macroscópico, apoyado además en los resultados obtenidos
mediante DRX en la muestra pulverizada:

Pirita: Presente casi en toda la muestra. Tiene un hábito compacto granular, color
amarillo latón pálido, brillo metálico (Figuras 8.6 y 8.7). En el resultado de DRX se
observa un contenido de 84.5% aproximadamente de este mineral con respecto al
total. Sin embargo, esta se conserva mejor en la parte interior de la muestra porque en
superficie la pirita está muy alterada presentando sulfatación (Figura 8.8).

Yeso: Se presenta en cristales pequeños de textura fibrosa, brillo vítreo, incoloro a


blanco, tenacidad muy frágil y dureza 2 en la escala de Mohs. Este sulfato de calcio
hidratado se observa superficialmente sobre la pirita como producto de la oxidación e

159
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

hidratación de esta por agentes atmosféricos (Figuras 8.7 y 8.8). Formula química
CaSO4.2H2O.

Azufre: Se presenta junto al yeso igualmente como producto de alteración atmosférica


(Figura 8.8). Tiene color amarillo, brillo resinoso, dureza de 2 en la escala de Mohs,
tenacidad frágil y presenta su fuerte olor característico.

Cuarzo: De tipo lechoso y masivo, el cual se presenta rellenando vetillas de hasta 2


mm de grosor (Figura 8.6). Se encuentra en aproximadamente 8% de la composición
total de la muestra, con composición química SiO2.

Titanomagnetita: Variedad titanífera de magnetita, con fórmula química


Fe2+(Fe3+,Ti)2O4, perteneciente al grupo de la espinela. Se considera mineral
accesorio por el porcentaje registrado en la muestra (2.9%).

Bernalita: Es un hidróxido de hierro con formula química Fe(OH)3. Porcentaje en la


muestra de 4.6%.

Interpretación La muestra tiene una alta sulfuración, prácticamente toda la muestra se


ha alterado a pirita a causa de un fluido hidrotermal enriquecido en sulfuros.
Generalmente, la acción del agua sulfurada sobre la pirita genera la sulfatación del
yeso. Por su parte, la bernalita se relaciona con fuentes de actividad hidrotermal o
sulfurosa con pH de 3.6 o menos (Cornelis & Cornelius, 1998) y la titanomagnetita se
encuentra como accesoria en rocas ígneas, generalmente asociada a pirita. Esto
sugiere que el material procede de una región con actividad volcánica. Las vetillas de
cuarzo son producto de un cuerpo intrusivo de tipo ácido, pero son muy delgadas lo
que supondría lejanía al centro de este. La asociación mineral revela que la muestra
proviene de una zona de alteración metasomática generada por la intrusión de este
cuerpo ígneo.

La mayor afinidad se encuentra hacia el suroriente de la unidad geológica


Granodiorita de Piedrancha en contacto con la unidad Grupo Diabásico, en la zona de

160
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

influencia de las corrientes hídricas provenientes del Cerro Azufral que, según
Lesmes et. al., (2004), están cargadas de sulfuros (Figura 8.32).

3. Muestra BMT-22.7 Cuarzo hialino

Figura 8.9. Muestra BMT-22.7 Figura 8.10. Iridiscencia en el cuarzo


(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Material traslúcido con un brillo vítreo que se puede


apreciar con mayor claridad en los planos de clivaje, los cuales reflejan su estructura
interna hexagonal con una tendencia a presentar una pirámide trigonal en su corona
(Figura 8.9). Tiene una dureza de 7 en la escala de Mohs y una fractura tipo
concoidea. Es un cuarzo de variedad cristal de roca, presenta iridiscencia y una huella
incolora. Se observa una macla de intercrecimiento posiblemente con otro cuarzo. En
la Gráfica 1 se muestra un diagrama propuesto por Swamy & Saxena (1994, en
Toselli 2010), del sistema sílice donde se muestra el límite superior de presión (P) y
temperatura (T) a las cuales la sílice pura (SiO2) podría formarse en la naturaleza. En
el diagrama quedan expresados polimorfos solidos de sílice y fase liquida, con sus
correspondientes campos de estabilidad y sus fases minerales representativas. Este
cuarzo pertenece a la fase alpha (α), la cual cristaliza a baja temperatura (≤ 1200° C)
dependiendo de la profundidad (hasta 2 Gpa), en un periodo de tiempo de
enfriamiento prudente.

161
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

Gráfica 8.1. Diagrama de fases P –


T para SiO2. Muestras BMT 22.7
(negro) y BMT 20.10 (blanco)
ubicadas en fase ∝ de cristalización
(Swamy & Saxena, 1994. Tomada
de Toselli 2010)

Interpretación La pureza de este fragmento monomineral indica que proviene de un


magma en sus últimas etapas de diferenciación (Toselli, 2010). Esta clase de
mineralización tan pura se presenta comúnmente en cuerpos tabulares (diques, silos,
lacolitos, etc) provenientes de cámaras magmáticas en estadios terminales de
enfriamiento, que aprovechan fracturas preexistentes para inyectarse. El fragmento
carece de texturas de deformación, con lo cual se deduce un origen postectónico
(emplazamiento durante episodios orogénicos), lo cual, adicionalmente, relaciona al
plutón de origen con una epizona (Grubenmann, 1904 en Toselli, 2010) de
profundidades inferiores a 10 kilómetros y temperaturas inferiores los 300°C., el cual
puede fracturar la roca caja en múltiples ramificaciones. Allí los fluidos presentan
burbujas liberadas a baja presión. Los efectos de iridiscencia presentes en el cristal
son consecuencia de las diversas microfracturas internas producto de fenómenos de
interferencia entre la luz incidente y las burbujas de gas (Cornelis & Cornelius, 1998).
Los cuerpos tabulares se presentan, generalmente, en series o conjuntos de diversas
familias y en cercanías a cuerpos plutónicos más grandes y profundos. Este fragmento
se relaciona a una roca hipoabisal con alto contenido de cuarzo (ej: cuarzolitas,
monzo y sieno granitos, granodioritas, tonalitas) que encajó en rocas susceptibles a
ser fracturadas.

Diques relacionados a un conjunto de fracturas y diaclasas con diferentes


orientaciones e inclinaciones, asociados con la Granodiorita de Piedrancha, se

162
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

reportan en el sureste del municipio de Piedrancha (Gonzales et al., 2002). Estos


intruyen en una zona de rocas de mayor fragilidad pertenecientes al Grupo Diabásico
de material con afinidad oceánica (Figura 8.33). Dicha fragilidad determina menor
susceptibilidad a que sea contaminado el cuerpo intrusivo, lo que permite la
formación de cristales con pureza como la que presenta esta muestra.

4. Muestra BMT-20.10 Cuarzo hematoideo

Figura 8.11. Muestra BMT-20.10 Moldeado Figura 8.12. Diferentes tonalidades rojizas
oblongo por transporte fluvial
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Fragmento de canto rodado, sin aristas, el cual adquirió su


morfología oblonga y superficie pulida por moldeado debido a transporte natural
fluvial (Figura 8.9). Se compone de cuarzo con inclusiones de óxidos de hierro en su
variedad hematites (SiO2: 46.7% de sílice y 53.3% de oxigeno), presenta un brillo
vítreo y propiedades alocromáticas (variedad de color debido a impurezas), una
dureza de 7 en la escala de Mohs y una fractura tipo concoidea. Este es un cuarzo de
la variedad “hematoideo” que se caracteriza por tener tonos desde blancos,
anaranjados a pardos rojizos dados por la presencia de los óxidos de hierro en su
composición (Figura 8.10).

Interpretación Su origen se relaciona con procesos ígneos de diferenciación en las


últimas etapas de enfriamiento magmático y por ende de cristalización (Según series
de reacción de Bowen), con lo cual se considera que proviene de un magma
extremadamente ácido en composición formándose un cuarzo tipo α (Gráfica 1). Estas
mineralizaciones generalmente se evidencian en intrusiones félsicas (ricas en

163
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

feldespatos y sílice) de rocas de composición ácida a manera de diques y/o silos


compuestos enteramente de cuarzo (Toselli, 2010). El hierro es generalmente
aportado por contaminación cortical a medida que el fluido fundido asciende por la
corteza terrestre. Es probable que el aporte de hierro al fluido magmático haya sido
por rocas volcánicas de composición básica, las cuales tienen altos contenidos en este
elemento. Estas condiciones de formación, junto con su relación composicional,
presenta una importante afinidad con cuerpos tabulares intrusivos asociados a la
unidad geológica Granodiorita de Piedrancha, los cuales aprovecharon fracturas
preexistentes y diaclasas en rocas básicas, probablemente, del Grupo Dagua
(Figura 8.31)

5. Muestra BMT-VII Costra ferruginosa

Figura 8.13. Muestra BMT-VII Figura 8.14. Detalle alteración de óxidos


(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Material metálico fuertemente magnético con color que


varía entre los tonos negro y castaño rojizo. Presenta minerales relacionados con
óxidos e hidróxidos de hierro que se acompañan por otro material disgregado color
amarillo crema (Figura 8.13). La concentración de minerales de arcilla puede estar
reflejando ese color. Adosado a este metal se encuentra un fragmento que se compone
de arena tamaño muy fina, la cual esta aparentemente consolidada. El contacto entre
los minerales de tamaño arena muy fina y los óxidos de hierro es neto con borde
irregular. Los resultados de los análisis de FRX en muestra pulverizada arrojaron la
siguiente asociación mineral:

Goethita: Se presenta con hábito botroidal, color pardo oscuro a pardo amarillento. En
algunas zonas toma una coloración rojiza (Figura 8.14), brillo mate, dureza mayor de

164
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

5 en la escala de Mohs, huella castaño oscuro. Es un óxido de hierro con fórmula


química αFeO.OH.

Magnetita: Se identifica en la muestra por su fuerte magnetismo, es de color negro


con brillo metálico e iridiscente. Dureza mayor de 5 en la escala de Mohs. Su fórmula
química es Fe3O4, pero puede contener pequeñas cantidades de magnesio, manganeso
y titanio. La muestra metálica venía acompañada de material areno-arcilloso, que
igualmente se analizó con FRX, lo que aportó información de contenidos de aluminio
(25.6%) y silicio (40.2%) principalmente. Esto nos indica una importante cantidad en
aluminio-silicatos, lo cual puede relacionarse a un importante aporte terrígeno a partir
de rocas de afinidad continental.

Interpretación La forma como se dan estos depósitos de óxidos e hidróxidos de hierro


en la naturaleza varía. Se descarta que esta muestra haya sido el resultado de un
precipitado que tuvo lugar en aguas continentales bajo condiciones oxidantes (p. ej.,
lago o laguna), y condiciones fuertemente ácidas, ya que para ello sería mayor la
cantidad de materia orgánica que interactuaría con el metal (raíces, organismos,
materia carbonosa, etc.) según USGS (1962). La génesis de este metal se inclina hacia
la deposición en forma de costras ferruginosas en contactos entre rocas sedimentarias
que son expuestas a procesos meteóricos que lixivian el hierro y lo depositan
combinado con el oxígeno y el agua en óxidos e hidróxidos (Geología de Sevilla,
2013). Se alcanza a distinguir una incipiente estratificación lo cual respalda que la
muestra es de origen sedimentario.

La zona donde se presentan este tipo de características y que permiten asociar una
mayor probabilidad de proveniencia para este material es donde se encuentra la
unidad geológica Formación Mosquera, en su parte inferior (Figura 8.33). Allí́ se
reporta la concentración de óxidos e hidróxidos en los contactos entre arenitas y
lodolitas (Ruíz, 2002).

165
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

6. Muestra BMT-DES-009 Material no consolidado

Figura 8.15. Muestra BMT-DES-009


(Fotografía de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Material poco consolidado de aspecto terroso, color negro


con brillo opaco, que al triturar sobre porcelana deja un rastro color negro-verdoso.
Bajo la lupa (30x) se aprecian pequeños fragmentos minerales con brillo metálico. El
material emana un fuerte olor a azufre. Los minerales identificados en muestra
pulverizada con análisis de DRX se muestran a continuación:

Melanterita: Es un sulfato de hierro hidratado con formula química Fe2+SO4·7H2O,


de dureza 2 en la escala de Mohs y tenacidad frágil. Se registra en la muestra un
contenido de 48.2%.

Gibbsita: Es una variedad mineral de hidróxido de aluminio con fórmula química


αAl(OH)3. Puede formarse en entornos hidrotermales y metamórficos. Su porcentaje
en la muestra es de 18.9%.

Danalita: La danalita es un silicato de berilio y hierro sulfuroso con fórmula:


Fe24Be3(SiO4)3S y con presencia en un 8% en la muestra. Se produce en asociación
con pirita. Se forma en las rocas ígneas de baja sílice y pegmatitas.

Hidrogrosularia: Es un silicato (7% de la muestra analizada) con fórmula química


Ca3Al2(SiO4)3-x(OH)4x donde x está entre 0 y 1.5. Normalmente se forma en rocas

166
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

sedimentarias silíceas (Cornellis & Cornelius, 1998), sometidas a metamorfismo de


contacto por la proximidad de una cámara magmática.

Nontronita: Mineral con fórmula química Na0.3(Fe3+)2(Si,Al)4(OH)2.nH2O.


Filosilicato perteneciente al grupo de la esmectita, que puede aparecer en rocas
basálticas sometidas a alteración hidrotermal.

Pirita: Sulfuro de hierro de composición química FeS2. Se encuentra en variedad de


ambientes geológicos, incluido el hidrotermal. La muestra tiene 5.5% de este mineral.

Estelerita: Es un mineral poco común, silicato de aluminio y calcio hidratado con


fórmula química CaAl2Si7O18 · 7(H2O).

Interpretación La relación mineralógica encontrada corresponde a un ambiente


volcánico con actividad hidrotermal donde además se encuentran involucrados
materiales de composición básica y sedimentarios silíceos. El origen relacionado a
rocas de composición básica se determina por la presencia de minerales como la
danalita, cuya proveniencia es típicamente de rocas ígneas bajas en sílice, la estelerita
que comúnmente se encuentra rellenando venas en basaltos y la nontronita que viene
de rocas basálticas sometidas a alteración hidrotermal que, junto con la presencia de
gibbsita (mineral cuya génesis se da en zonas de actividad hidrotermal), es evidencia
de que la muestra pasó por este proceso de alteración. Además, la melanterita, mineral
secundario muy frágil con un porcentaje casi equivalente a la mitad de la muestra
analizada, es resultado de la oxidación de sulfuros de hierro, como pirita y marcasita,
debido a la acción de la humedad en el entorno cercano a la superficie, en zonas de
mineralización enriquecidas en sulfuros. Este mineral suele hallarse al interior de
minas en zonas de sulfuración.

La hidrogrosularia es producto de las condiciones dadas por un metamorfismo de


contacto, generalmente en rocas sedimentarias silíceas, originado por proximidad a
una cámara magmática. Esto se interpreta como una intercalación de material silíceo
con las rocas básicas volcánicas y se descartan las calizas por la ausencia de
carbonato y el bajo contenido en calcio registrado. Esta muestra ha presentado

167
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

alteración hidrotermal que dejó como resultados minerales secundarios poco


competentes, lo que permitió́ que la posterior interacción con la intemperie y con la
humedad, aunque mínimas, haya sido efectiva desarrollándose como un regolito a
partir de rocas de la composición mencionada.

La unidad geológica con la que se encontró́ mayor afinidad composicional e


historia geológica coincidente con los procesos que formaron el material es el Grupo
Dagua en la zona de contacto con la intrusión de la Granodiorita de Piedrancha, en un
ambiente de baja humedad, posiblemente una cavidad subterránea. El criterio más
específico sobre la ubicación de esta muestra es el de la composición, por tanto, se
señala toda el área de influencia de la unidad geológica mencionad (Figura 8.32)

7. Muestra BMT-16.10 Colgante denso fosfatizado

Figura 8.16. Muestra BMT-16.10 Figura 8.17. Marcas de pulimento (izq.) y óxidos
de hierro (der.)

Figura 8.18. Vetillas de cuarzo, grosor menor Figura 8.19. Mineral goethita (Gh). Junto a él un
de 1 mm pequeño cristal esférico de lepidocrocita
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

168
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

Descripción petrográfica Roca densa, maciza, color gris oscuro a gris – verdoso.
Presenta una pátina de alteración color marrón rojizo, de brillo sedoso a graso con
hábito esferoidal (apenas distinguible a simple vista) y vetillas de cuarzo dentro de las
cuales hay cristales de pirita. Sobre la superficie de la muestra se presentan marcas
aparentemente por pulimiento (Figura 8.17) que resaltan el brillo metálico del mineral
subsuperficial y su color verde-amarillento. La cantidad de fósforo (P) presente en la
muestra es inusualmente alto, registrando un 31 % promedio (la concentración
aproximada en la corteza terrestre es de 0,27 % en forma de P2O5). A partir de
descripción mineralógica a escala macroscópica y apoyados en los resultados de FRX
(dos disparos en calibración estándar para muestra no pulverizada) se identifican los
siguientes minerales:

Goethita: Color pardo oscuro, hábito botroidal (Figura 8.19), dureza de 5 en la escala
de Mohs, huella pardo-amarillenta y fuerte olor a hierro. Fórmula química αFeO.OH,
aportando un 15% al porcentaje total de hierro registrado en los disparos. Asociado a
este mineral se hayan pequeñas mineralizaciones esféricas color amarillo rojizo, las
cuales corresponden a lepidocrocita. Se formó en condiciones de oxidación por la
meteorización de minerales con contenido de hierro.

Pirita: Su existencia posiblemente se debe a la presencia de fluidos enriquecidos en


sulfuros que interactuaron con la roca que albergaba la muestra. Fuera de las vetillas
de cuarzo, este mineral se halla superficialmente en una débil pátina zonal. La
presencia de este mineral no es significativa, lo que se demuestra en los bajos niveles
de azufre (aprox. 4% en promedio) registrados por el equipo de fluorescencia.

Cuarzo: Evidente en las vetillas con grosor inferior a 1.5 mm (Figura 8.18). Es de tipo
cristalino, masivo, dureza de 7 en la escala de Mohs. En estas vetillas se debe
encontrar gran parte de la sílice registrada para la muestra (23% en promedio), aunque
también se presenta en la roca huésped.

Apatito: Se infiere su presencia por asociación mineral junto con los niveles
registrados de calcio y fósforo en los resultados de FRX. Su fórmula química es Ca5
[(F,Cl,OH) (PO4)3].

169
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

Variscita: Fórmula química (AlPO4.2H2O). Se determina la presencia de este mineral


por los niveles de fósforo registrados en los disparos de FRX evidentes en las
Greaficas 6 y 7. Junto a este mineral, también es posible hallar strengita
(FePO4.2H2O).

Interpretación En la interpretación del tipo de roca se tienen en cuenta los valores


inusuales de fósforo (31% en promedio). Para alcanzar estas concentraciones, es
bastante probable que la muestra haya sido sometida a 2 o más procesos (químico,
biológico y/o mecánico) de enriquecimiento en este elemento. Según McKelvey
(1967), las fosforitas que resultan de procesos sucesivos podrían contener hasta el
30% de P2O5. Las fosforitas sedimentarias usualmente se asocian a shales
carbonáceos y fosfáticos, fosforitas y chert (roca sedimentaria con alto contenido en
SiO2). Cuando los fosfatos solubles se acumulan sobre rocas ígneas los minerales de
fosfato son alumínicos (variscita) o ferro-alumínicos (strengita). Esta roca fosfatizada
sufrió alteración hidrotermal, al parecer de bajo grado, en cercanías a un complejo
volcánico de composición intermedia a ácida. Esto se evidencia por la presencia de
pirita, a que no está alterada de forma penetrante, sino que se encuentra “roca fresca”
de alta densidad y a las intrusiones en forma de vetillas de cuarzo. Adicionalmente, la
ausencia de magnesio presente en la muestra permite descartar una roca ígnea con
afinidad basáltica.

En cercanías a la población de San Francisco, Putumayo, Cathcart & Zambrano


(1969), reportan capas de rocas fosfatadas asociadas con chert, shale, arenitas y
calizas, probablemente del Cretácico Tardío. La descripción realizada por estos
autores se acerca a lo hallado en esta muestra, con lo cual se concluye que la unidad
geológica con la que se encuentra mayor afinidad es el Grupo Villeta en cercanías al
complejo volcánico ubicado en el límite entre los departamentos de Nariño y
Putumayo (Figura 8.34).

170
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

8. Muestra BMT-XXXI.1 Colgante de basalto

Figura 8.20. Muestra BMT-XXXI.1 Figura 8.21. Piroxenos con su color negro (PXN) y
serpentina con su tono verdoso (S)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Roca ígnea con textura afanítica (cristales muy pequeños
para ser distinguibles a simple vista), índice de color melanocrático (minerales
oscuros en 70-90% en volumen), color negro–verdoso. A causa del pulimiento que
presenta la muestra en superficie se alcanzan a observar una serie de minerales que
muestran pequeños escalonamientos relacionados con el clivaje. Una de las caras
presenta una incipiente, pero característica pátina de alteración que consiste de óxidos
e hidróxidos de hierro. Utilizando análisis de identificación macroscópica y apoyados
en los resultados de los 4 disparos (uno con calibración estándar y tres en calibración
para metales (Tabla 8.2) en el análisis de fluorescencia de rayos X, fueron
identificados los siguientes minerales:

Piroxeno (posiblemente augita): Minerales color negro vistos claramente con un


aumento de 60x. Tiene un brillo vítreo, cristales prismáticos cortos y una dureza de 5
en la escala de Mohs. Los rangos de porcentajes de composición química en los
cuatro puntos de la muestra analizada, registrados en el FRX fueron:

Magnesio (0.3% a 1%), Calcio (0.9% a 2.3%), silicio (3% a 68%), Aluminio (0.6 a
17%) que podrían asociarse a la composición de este mineral.
Plagioclasas: Cristales de brillo vítreo a resinoso con dureza de 6 en la escala de
Mohs. Se alcanzan a observar cristales de plagioclasa dentro de un piroxeno, lo cual
indica una textura subofítica, típica de rocas subvolcánicas básicas (Vernon, 2004).

171
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

Los porcentajes totales composicionales de Aluminio (0.6 a a17%), Calcio (0.9% a


2.3%) y silicio (3% a 68%) pueden estar relacionado con este mineral.

Serpentina: Se presenta en granos finos diseminados en toda la muestra. Los que


presentan tonalidades verdes y brillo graso, dureza de 3 aproximadamente en la escala
de Mohs predominan en la roca y se considera como mineral de alteración de las
plagioclasas y/o los piroxenos. Este mineral tiene una composición aproximada a
Mg3Si2O5(OH)4.

Olivino: Se observa en pequeños cristales granulares, muy ocasionales, brillo vítreo y


color verde pálido. Por su bajo porcentaje, se determina que el mineral se encuentra
como accesorio en la muestra. Su fórmula química es (Mg, Fe)2SiO4.

Titanita: Se trata de un titano silicato cálcico (SiO4)CaTiO, donde también se puede


encontrar el hierro en pequeñas cantidades. Es un mineral accesorio bastante común
en las rocas ígneas.

Apatito: Este mineral es de origen ortomagmático (cristalizan minerales con puntos de


fusión elevados) presentándose como mineral accesorio de la mayoría de las rocas
ígneas (Toselli, 2010). Se halla también en filones de origen hidrotermal.

Interpretación En la Tabla 8.2 se puede observar que la muestra de roca presenta una
desviación estándar baja (DESV < 1), lo cual indica homogeneidad en el material. El
hierro es el elemento que más presenta desviación debido a la presencia de las pátinas
de alteración observadas en un costado. Las importantes cantidades en hierro y el
reducido porcentaje en sílice, además de los contenidos en titanio y calcio, indica una
roca de naturaleza básica (Toselli, 2010). El óxido de mayor presencia es el SiO2, lo
cual corrobora la existencia de silicatos asociados a elementos ferromagnesianos. El
contenido en K2O (1,263%), y el de Al2O3 (17,396%) puede estar directamente
relacionado con la alteración de algunos minerales a fases más estables bajo
condiciones atmosféricas. Los minerales presentes en la muestra, la textura y grado de
cristalinidad, y su índice de color, permiten clasificar la muestra como una roca ígnea
efusiva de composición basáltica.

172
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

Tabla 8.2. Porcentajes de composición química FRX BMT-XXXI.1

Elemento Costado Costado Costado Promedio ds


alterado alterado alterado (n = 3)
Disparo 1 Disparo 2 Disparo 3
Mg 0,350 0,291 0,323 0,323 0,030
Al 0,604 0,576 0,598 0,593 0,015
Si 3,355 3,386 3,275 3,338 0,057
P 0,765 0,575 0,556 0,632 0,116
K 2,341 2,095 2,027 2,154 0.165
Ca 2,258 1,472 1,435 1,722 0,465
Ti 3,467 3,105 3,076 3,216 0,218
Mn 1,317 1,489 1,649 1,485 0,166
Fe 77,332 79,288 79,101 78,574 1,079
Ni 2,322 2,278 2,385 2,328 0.054
Cu 1,355 1,300 1,297 1,317 0,032
Sr 2,533 2,185 2,265 2,328 0,183
Zr 2,001 1,960 2,008 1,990 0,026
Total 100,000 100,000 100,000

La unidad geológica que tiene mayor afinidad con esta muestra es el Grupo
Diabásico (Figura 8.33), específicamente las unidades conocidas como diabasas y
basaltos de Balboa (diabasas y basaltos, lavas almohadilladas, lavas picríticas y tobas)
descritas en Murcia & Cepeda (1991a).

9. Muestra BMT-50.14 Líticos pequeños

Muestra A: Cornubiana
Descripción petrográfica Roca masiva, color gris oscuro, brillo graso (Figura 8.23).
Aparentemente preserva una estructura de laminación cruzada (Figura 8.24); sin
embargo, la partición de esta muestra se da con fractura de tipo concoidea (Figura
8.23) y presenta alta tenacidad. Se observan granos finos (diámetro de grano menor
0.125 milímetros) con la lupa de aumento 60x y una incipiente alteración meteórica
en superficie.

173
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

Figura 8.22. Muestra BMT-50.14(a) Figura 8.23. Fractura concoidea

Figura 8.24. Aparente laminación cruzada


(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Interpretación Según los resultados del análisis de DRX en muestra pulverizada, el


material analizado registró un 63.7% de cuarzo (SiO2), 4.6% de microclina
(KAlSi3O8), 4.1% de diópsido (CaMgSi2O6) y 3.3% de anortita. La particularidad
textural y mineralógica de la muestra analizada indica que ha sufrido cambios en su
estructura y que combina composiciones tanto de afinidad oceánica como de afinidad
continental. Esto, junto con su textura masiva, granoblástica de grano fino, con
preservación en la estructura de laminación cruzada y por la fractura concoidea,
permiten clasificar la muestra como una cornubiana. El tipo de metamorfismo que
genera este tipo de rocas es el de contacto, el cual se da en la zona de la aureola de
alta temperatura alrededor de un cuerpo ígneo intrusivo, en la roca intruida. La clorita,
mineral con fórmula química (Mg,Fe)3(Si,Al)4O10(OH)2·(Mg,Fe)3(OH)6, registrado en
un 24.3% de contenido en la muestra analizada, es producto de este metamorfismo de
bajo grado.

Gracias a que los cambios ocasionados por este tipo de metamorfismo son
relativamente pequeños, con los análisis obtenidos se puede inferir que el protolito o

174
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

roca preexistente era una roca sedimentaria pelítica (con tamaño de grano fino)
enriquecida en cuarzo, con un aporte volcánico de composición básica. Gonzales et al.
(2002) reportan un cuerpo rocoso de la siguiente manera “Rocas silíceas y pelíticas
con aporte volcánico y estructura esquistosa que serían correlacionables con la
Formación Cisneros (Op cit.: 53). Además, se menciona el evento causante del
metamorfismo en estas rocas: “La intrusión de la Granodiorita de Piedrancha en las
rocas del Grupo Dagua produjo una aureola de contacto de espesor variable, 500 -
1.500 m (MMAJ - JICA, 1981), caracterizada por la presencia de cornubianitas de
bajo grado de metamorfismo (Op cit.: 55). “Litológicamente se encuentran rocas que
varían en su estructura de laminadas o masivas (limolitas silíceas) a pizarras ricas en
micas blancas y materia orgánica, pero en el campo no es posible determinar su
continuidad para cartografiarlas independientemente” (Op. cit.: 54). Así, se
correlaciona el material analizado con la unidad silícea-pelítica “Formación K2das”
en nomenclatura de Gonzales et al., (2002: 53) perteneciente al Grupo Dagua (Figura
8.35)

Muestra B: Anfibolita

.14(b) Figuras 8.25 y 8.26. Franja de alteración color ocre alrededor de la vetilla de cuarzo (Qz)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica Fragmento de roca color negro-verdoso (zona fresca)


tendiendo hacia un verde-amarillento hacia la parte más alterada, en donde se
distingue una franja de oxidación que bordea una microfractura rellenada (vetilla) de
cuarzo, no mayor a 1 mm de ancho, que atraviesa la muestra (Figura 8.26). En torno a
dicha franja se aprecia la mayor concentración de unas pequeñas mineralizaciones con

175
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

hábito esferoidal, color azul cielo y brillo mate, bastante frágiles, y los cuales se les
asocia origen por intemperismo. A partir del análisis mineralógico macroscópico,
junto con los análisis de DRX en muestra pulverizada, se determinó la siguiente
asociación mineral:
Plagioclasa (Albita–Andesina): Se registró un 47.7% de este mineral. La presencia de
este mineral se establece en un rango composicional que tiene un enriquecimiento en
calcio.

Pargasita: Su fórmula química es NaCa2(Fe4Al)(Si6Al2)O22(OH)2. Se presenta,


generalmente, de color verde oscuro indicando una recristalización a alta temperatura
(Miyashiro, 1973), semitraslúcido y de brillo vítreo.

Clorita: Se presenta como pequeñas escamas color verde pálido (Figura 8.25). Su
presencia se asocia a la alteración de los minerales ferromagnesianos presentes,
especialmente a la ferro-pargasita.
Cuarzo: Aparece rellenando microfracturas que atraviesan la muestra.

Interpretación La alta cantidad del anfíbol cálcico pargasita y la de plagioclasa del


tipo albita, sugiere que probablemente la muestra proviene de una roca de tipo
metamórfico el cual tuvo una recristalización a altas temperaturas en facies anfibolita,
ya que este tipo de anfíbol ocurre en metabasitas en facies epidota – anfibolita y facies
anfibolita (Miyashiro, 1973). Adicionalmente se podría apoyar la hipótesis del
protolito (roca madre) ígneo de composición básica, por la asociación plagioclasa –
pargasita, la cual se da en ambientes volcánicos (Mineral, 2001).

La unidad geológica con la que se encuentra mayor correlación litológica es el


Complejo Metamórfico La Cocha–Rio Tellez, el cual se compone migmatitas,
esquistos, ortoneises y anfibolitas, esencialmente cuarzofeldespáticos con hornblenda
y biotita, además de plagioclasa (Nuñez, 2003). Este aflora en cercanías a la Laguna
de La Cocha (Figura 8.34).

176
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

10. Muestra BMT-47.5 Hacha de dacita

Figura 8.27. Muestra BMT-47.5


(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)

Descripción petrográfica A nivel macroscópico, se observa que la muestra de roca


consiste principalmente de minerales oscuros embebidos en un conjunto de minerales
leucocráticos (>90% de tonos claros) que asemejan a parches blancos irregulares.
Sobre la superficie de la muestra se aprecia que hay un conjunto de estructuras casi
concéntricas a manera de flujo con apariencia amigdalar, y un conjunto de minerales
dispuestos en agregados esféricos diminutos manifestando oxidación de hierro, color
marrón, brillo sedoso, aspecto terroso y que se distribuyen irregularmente en gran
parte de la roca con una notable preferencia de ocurrencia sobre las texturas
concéntricas. La roca tiene una alta tenacidad, lo que indica que aparentemente fue
sometida a procesos de silicificación.
En algunos sectores se logra apreciar un brillo metalizado color verde azulado que se
asocia a hidróxidos de hierro. Adicionalmente se observa un mineral color verde
manzana con una forma subhedral (forma semiregular) con un alto relieve, dureza
inferior a 5 en la escala de Mohs y posee una huella color dorado; es considerado
como mineral accesorio ocupando menos del 1% en volumen de la muestra.

Análisis sección delgada Roca holocristalina (>90% cristales), inequigranular, de


textura microporfirítica, matriz con microcristales de arcilla (Illita-Smectita y
caolinita), color gris (PPL), que presenta un mosaico de colores de interferencia
(XPL) donde los pequeños cristales presentan formas alargadas, tabulares o fibrosas y

177
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

que se disponen de manera caótica (Figura 8.28). Sobre esta matriz se observan
parches color café y de aspecto terroso que corresponden a la caolinita, mineral de
arcilla producto de alteración de feldespatos alcalinos. Ambos, matriz y parches cafés,
corresponden a casi el 60% en volumen de la sección. Como minerales accesorios se
presentan epidotas color amarillo verdoso (PPL), sin pleoroismo, de forma subhedral,
el cual presenta una extinción nula. Además, es posible la presencia de hornablenda
diseminada, pero no se pudo determinar con precisión por el tamaño diminuto de los
cristales.

Figura 8.28. Microfotografía Aumento 10x. Izq: (nicoles paralelos, PPL) Clorita (Cl) color verde
rellenando una microfractura que pone en contacto la estructura opaca (op) con la matriz
compuesta de minerales de alteración (Cn). Der: Misma imagen bajo nicoles cruzados (XPL). Se
distingue la extinción en mosaico de la clorita y la matriz compuesta predominantemente de
sericita.

Figura 8.29. Aumento 10X. Se distingue la forma a manera expansiva de la estructura compuesta
por minerales opacos las cuales pueden presentarse por rápido enfriamiento en eventos volcánicos
submarinos (Vernon, 2004) . (Fotografías de Manuel D. Martínez Cortés)

178
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

Figura 8.30. Lupa binocular. Se aprecia con mayor detalle las estructuras concéntricas las cuales se les
atribute un origen volcánico submarino (Fotografía de Manuel D. Martínez Cortés)

Tabla 8.3. Porcentajes de composición de minerales


presentes en la sección delgada de BMT-47.5

Minerales % Forma Características


Principales
Cuarzo (15%) Subhedral - Anhedral Presenta bordes corroídos y en algunos
cuarzos se aprecia una ligera extinción
ondulante (Figura 8.29)
Plagioclasa N/A Minerales alterados a arcillas
Feldespato alcalino N/A Minerales alterados a arcillas
Opaco (15%) N/A Estructura amigdalar de tipo concéntrico
Accesorios
Óxidos (Fe 2%) Subhedral Aparece como pequeños cristales organizados
de manera caótica en la muestra
Epidota (1%) Subhedral Minerales accesorios. Se concentran hacia la
zona que presenta mayor cantidad de sericita
Alteración
Clorita (10%) Euhedral / 1 mm Mineral de alteración con colores de
interferencia anómalos. Aparece rellenando
microfracturas y diseminado por la sección
delgada (Figura 8.28)
Sericita Illita-Smectita N/A Pequeños cristales con colores de interferencia
(48%) de segundo orden. Este se encuentra como
mineral de alteración de minerales máficos,
vidrio volcánico, piroxenos
Caolinita (10%) N/A Pequeños parches color gris oscuro. Estos se
presentan como alteración de feldespatos

Interpretación Se trata de una roca ígnea efusiva (origen volcánico) de composición


básica a intermedia. La clasificación, tras normalizar los minerales primarios
registrados en la Tabla 8.3 y posteriormente utilizando el triángulo QAP para rocas
volcánicas, dio como resultado una dacita (Q=20,4%; P=65,7%; A= 13,7%). Esta roca

179
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.

fue sometida a procesos hidrotermales presentando alteración tipo sericítica o filítica


donde los minerales preexistentes se modificaron adaptándose a nuevas condiciones
de pH y temperatura, siendo característico el reemplazo de minerales ígneos primarios
(plagioclasas, feldespatos, biotita, micas, anfíboles, piroxenos) y vidrio por cuarzo,
sericita (illita-smectita), clorita, epidota, óxidos y posiblemente sulfuros (USGS,
2012). Los parches color blanco son indicativos de un metasomatismo débil (Figura
8.27). Los colores de interferencia anómalos de la clorita harían suponer un
enriquecimiento en Mg, lo cual ubicaría la muestra hacia la periferia de un sistema
porfirítico. Esto también indicaría una posible interacción entre agua marina fría y
lavas al momento de su cristalización (GAC, 2014).

La unidad geológica que presenta la mayor afinidad con esta muestra de roca es el
Grupo Diabásico, Conjunto superior (Kv), el cual está compuesto de diabasas,
basaltos, lavas almohadilladas, lavas picríticas y tobas. En el río Numbí, en cercanías
al contacto entre la Cuarzodiorita de Tallambí y el Grupo Diabásico, Velásquez y
Parra (2002) reportan un tramo de aproximadamente 150 m con microamigdalas en
una matriz hipocristalina con abundantes cristales de opacos y cuarzo, que se
encuentra ampliamente distribuido en fajas de dirección N-NE (Figura 8.35).

Posible origen geológico de los líticos

Figura 8.31 Figura 8.32

A BMT-20-10 Cuarzo hematoideo A BMT-DES-009 Material no consolidado


B BMT XXII.7 Colgante piritizado B BMT 0001 Fragmento de colgante sulfatado

180
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8

Figura 8.33

A BMT-XXXI.1 Colgante de basalto


B BMT-VII Costra ferruginosa
C BMT-22.7 Cuarzo hialino

Figura 8.34

A BMT-50.14b Anfibolita
B BMT 16.10 Colgante fosfatado


Figura 8.35

A BMT-50.14a Cornubiana
B BMT-47.5 Hacha de dacita

181
CAPÍTULO 9

Análisis de una muestra de ceniza


Tumba BMT-52
Manuel D. Martínez Cortés

En este capítulo se presenta el resultado del análisis de unas cenizas encontradas


en la tumba BMT-52 de Maridíaz. Se buscó determinar si el material fue quemado
y, dado el caso, tratar de identificar si fue algún tipo de biomasa (animal o vegetal) o
si, por el contrario, se trata de cenizas o suelos volcánicos que son típicos de esta
zona del país. Las muestras fueron tamizadas y separadas según su tamaño de
partícula en fracción gruesa (MP2; >75 mm) y fracción fina (MP3; <75 mm). Para la
fracción gruesa se realizó observación en lupa binocular donde se buscó determinar si
existen componentes orgánicos y que porcentaje tienen comparados con la materia
inorgánica. La fracción más fina se utilizó para determinar la composición
mineralógica mediante DRX (difracción de rayos X), mientras que la composición
elemental se obtuvo mediante un método llamado EDX (espectrometría de rayos X).

Figura 9.1. Fragmento de vasija globular de cerámica donde se hizo la quema. Seguramente se
hizo por fuera de la tumba porque dentro de la cámara la poca cantidad de oxígeno hubiera evitado
la combustión. Se observan algunas fibras vegetales que no quemaron del todo, tal vez porque se
enterró la vasija antes de concluir toda la combustión. (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés

Se hallaron altas concentraciones en silicio (SiO2), fósforo (P2O5) y calcio (CaO),


mientras que la muestra tenía bajas concentraciones en azufre (SO3), potasio (K2O) y
titanio (TiO2). Las concentraciones de aluminio (Al2O3) y magnesio (MgO) fueron
muy variables entre las dos muestras. En cuanto al componente mineral, se determinó
el predominio de fosfatos cálcicos (brushita, hidroxiapatito y monetita) y minerales
asociados a actividad volcánica (plagioclasa – anortita y hornblenda).

Generalidades

Las cenizas son utilizadas en la industria de los alimentos y en la de


biocombustibles de una manera muy amplia, ya sea para determinar la calidad de lo
que consumimos o la cantidad de energía que puede ser liberada en un proceso de
combustión. La biomasa es una mezcla heterogénea de materia orgánica (ingredientes
estructurales y minerales orgánicos compuestos principalmente de celulosa,
hemicelulosa y lignina) y, en menor medida, materia inorgánica (minerales,
mineraloides y materia amorfa). Su combustión genera un producto policomponente,
heterogéneo y variable incluyendo en primer lugar materia inorgánica, compuesta de
constituyentes minerales cristalinos y semicristalinos, subordinadamente materia
orgánica carbonizada, y por último algunos fluidos asociados con ambos, materia
orgánica e inorgánica (Vassilev et al., 2013).

Caracterizar la materia inorgánica y obtener su composición es importante para


establecer qué tipo de componentes estuvieron presentes en la combustión, ya que
existen diferencias composicionales notables que ambas industrias han documentado
con el fin de mejorar sus procesos. Sin embargo, es indispensable tener en cuenta
que dichos procesos son controlados y se tiene información que complementa la
reconstrucción, como pérdidas por volatilización, observación directa en el cambio de
fases minerales, entre otros, los cuales, reducen notablemente la incertidumbre en el
proceso de reconstrucción. Para la interpretación de las muestras de ceniza halladas
en esta tumba arqueológica, el nivel de detalle y precisión están controlados por los
siguientes factores:

184
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9

1) Grado de alteración mineralógica y composicional debido a la exposición que


tuvieron las cenizas a la humedad atmosférica y posible interacción con el suelo
durante el tiempo que estuvieron depositadas: Debido a que las cenizas son
higroscópicas (absorben humedad) es muy probable que haya existido una hidratación
y por consiguiente una alteración mineral.

2) Quema de varios tipos de biomasa al mismo tiempo: Si al momento de la


combustión se quemaron por ejemplo animales y madera al mismo tiempo, los
resultados composicionales podrían disfrazar este hecho.

3) Tratamiento de las cenizas durante la combustión: Si las cenizas fueron


trasportadas en el momento de la quema de un lugar a otro pudo haber pérdida de
material, o si por el contrario el material se quemó en el mismo lugar de depósito.

4) Método de recolección y transporte de las cenizas: Si hubo mezcla de las cenizas


del recipiente en una misma bolsa o por el contrario fueron separadas.

Varios estudios de análisis composicional de cenizas y comportamiento de la


biomasa durante procesos de combustión han sido realizados, principalmente por la
industria de biocombustibles y alimentos. Estos incluyen la quema de materiales de
origen animal y vegetal, además de carbón mineral y desechos industriales,
obteniéndose así una amplia base de datos con lo que se han podido determinar las
diferencias composicionales que existen entre los distintos tipos de biomasa. Una
relación completa de esos estudios se encuentra en el Anexo 3.

Comportamiento de la ceniza durante la combustión.

Las transformaciones fisicoquímicas durante la combustión de la biomasa


muestran que la materia orgánica y la inorgánica se transforman siguiendo el
siguiente patrón: En la materia orgánica (MO), inicialmente hay volatilización y
quema de gases combustibles junto con la carbonización y formación de oxalatos,
nitratos, cloruros, hidróxidos, carbonatos, sulfatos y materia inorgánica amorfa de
estabilidad baja a intermedia. Posteriormente viene la formación de silicatos, fosfatos

185
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés

y óxidos más estables a la vez que hay disolución de minerales refractarios seguido de
cristalización y formación de fundidos y vidrio. Por último, en procesos de
postcombustión (transporte y almacenamiento de las cenizas), hay transformación de
nuevos minerales y fases formadas a especies estables en temperatura y presión
ambiente como silicatos, hidróxidos, fosfatos, sulfatos, carbonatos, cloruros, nitratos,
debido principalmente a la hidratación, hidroxilación y carbonación por CO2 en el
aire.

La materia inorgánica (MI) durante la combustión sufre efectos exotérmicos


asociados con: 1) descomposición, deshidratación y deshidrioxilación (quitar OH’s)
de ciertos carbonatos, sulfatos, hidróxidos y silicatos; 2) reacciones endotérmicas
(oxidación de sulfatos e hidratación hidroxilación de algunos óxidos y 3) evaporación.

En la biomasa animal, principalmente en los huesos quemados, los cambios de las


estructuras cristalinas comienzan con la deformación del colágeno entre los 100°C y
300°C y formación de cristales semejantes al vidrio entre los 400°C y 600°C
(Vassilev et al., 2013). Entre los 700°C y 800°C los cristales de hidroxiapatito no
son homogéneos y aparecen redondeados y cúbicos con superficies granulares sobre
los 900°C (Castillo et al., 2013). Shipman et al., (1984) y Piga et al., (2009),
encontraron relaciones entre el contenido de hidroxiapatito y el aumento de la
temperatura, siendo mayor el tamaño y la concentración de este mineral a medida que
es mayor. Berglien et al., (2008) fueron capaz de usar los picos del hidroxiapatito
determinados mediante DRX, para identificar restos comunes, tales como madera,
carbón y yeso.

Metodología

Tamizado y separación. La separación de la muestra se realizó según tamaños de


grano con tamiz de malla de 0,075 mm (75 micras). Las partículas con diámetros
mayores a 0,075 mm se consideran como material de fracción gruesa, mientras que
lo inferior a ese diámetro, es material fino. (+) Análisis morfológico de los
fragmentos en lupa binocular de 30x y 60x. Tras la separación, la fracción gruesa fue
observada en lupa binocular con aumentos de 60X y 30X.

186
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9

Composición mineralógica y elemental. Análisis DRX y ED-FRX. Se analizaron dos


(2) muestras para identificación y cuantificación de fases minerales y composición
elemental presentes mediante DRX y ED-XRF (Tabla 1).

Tabla 9.1. Procedimientos realizados a la muestra MP-2 y MP-3. RP: Random Power

MUESTRA XRD XRF


RP Rutina arcillas Identificación Cuantificación
MP-2 Sí No Sí Sí Sí
MP-3 Sí No Sí Sí Sí

Descripción del procedimiento DRX. El procedimiento de laboratorio consistió en la


toma de las muestras y su pulverización mediante un mortero de ágata con el fin de
evitar impurezas de otros materiales. Ambas fracciones son nuevamente tamizadas y
se toman alrededor de 2gr de la fracción a 70 µm. Esta fracción en polvo es
adquirida en un rango de barrido entre 2,5 y 70 °2θ con la ayuda del equipo
Bruker D2 Phaser. Este rango de barrido permite la identificación de la gran mayoría
de los planos cristalinos presentes en casi todos los minerales conocidos.

Descripción del procedimiento. ED-FRX. Se analizaron dos (2) muestras mediante


rutina en crudo y polvo homogenizados y dispuestos en capsulas con fondo de
película delgada de polipropileno de 4µm para identificación y cuantificación de
elementos químicos presentes los cuales se expresan en óxidos por porcentaje y
elementos menores en partes por millón (ppm)1.

Resultados

Tamizado y análisis morfológico de partículas. Tras tamizar la muestra y separarla en


las fracciones fina y gruesa, se observa que salen partículas volátiles con un fuerte
olor a hierro. La muestra de fracción gruesa (MP-2) presenta una composición
heterogénea y algunas impurezas. Al observar la fracción gruesa bajo aumento de

1
Instrumentos utilizados. EQUIPO: BRUKER Tracer GeoQuant IV y BRUKER D2 Phaser. TUBO:
Objetivo de Rh con Voltaje máximo de 40 KV. DETECTOR: 10mm2 XFlash SDD, resolución típica
145eV a 100.000 cps. VACÍO: Bomba portátil para aumentar la sensibilidad en la detección de
elementos ligeros. ENERGÍA: 15 KV - 55µA y 40KV – 5.7 µA Análisis y comparación de los resultados
con bases de datos.

187
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés

60x y 30x, se observan granos que se encuentran entre el tamaño de arena fina (0,25
- 0,125 mm) y fragmentos de arena media (0,50 - 0, 25 mm), con cuatro tipos de
grano con características diferentes, los cuales corresponden a:

1. Fragmentos blanquecinos tamaño arena fina, supremamente alterados y frágiles,


fracturándose con una pequeña presión con el depilador (Gráfica 9.2). Cantidad
aproximada (45%).

2. Fragmentos subangulares tamaño arena fina. En ocasiones también en forma


alargada y astillosa de aproximadamente 2 mm de largo en la gama de color terracota
(algún amarillo quemado pasando por ocre y hasta marrón). Son frágiles, se
fragmentan y pulverizan con una pequeña presión con él depilador. Cantidad
aproximada (30%).

3. Partículas carbonizadas de tamaño entre arena fina y arena media, color negro,
opacas y tendencia a formas angulares. Cuando se ponen en un papel marcan
huella negra (Fig. 9.1). Cantidad aproximada (20%).

4. Partículas magnéticas color negro – negro azulado que se asemeja al de la


magnética. Brillo vítreo y morfología entre sub redondeadas y subangulares con
tamaño de partícula arena muy fina. Cantidad aproximada (5%)

Figura 9.2. Muestras de ceniza sin pulverizar – aumento de 60x


(Fotografías de Manuel D. Martínez Cortés)

188
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9

Figura 9.3. Muestra de ceniza fracción gruesa – aumento de 30x. Diámetro del campo 10mm
(Fotografías de Manuel D. Martínez Cortés)

Adicionalmente se observaron astillas de madera y pedacitos de pasto seco que


bien puede ser contaminación de la muestra al momento de la recolección,
almacenamiento y/o transporte.

Difracción de rayos X (DRX) Composición mineralógica. Los difractogramas


obtenidos para la muestra de partículas de fracción gruesa (MP-2; Gráfica 9.1) y
fracción fina (MP-3; Gráfica 9.2) indican que en la composición mineralógica de
ambas predominan los fosfatos cálcicos, siendo la brushita el mineral con mayor
porcentaje peso, seguido del hidroxiapatito y la monetita. Por otro lado, también se
identificaron minerales típicos de rocas ígneas tales como la plagioclasa y la
hornblenda.

Gráfica 9.1. Difractograma obtenido para la muestra de ceniza fina (MP-2)

189
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés

Gráfica 9.2. Difractograma obtenido para la muestra de ceniza fina (MP-3)

Tabla 9.2. Composición mineralógica obtenida mediante análisis de DRX


para las muestras de ceniza fina (MP-2) y ceniza gruesa (MP-3).

% MINERAL
MUESTRA Hornablenda Anortita Hidroxiapatito Brushita Monetita
MP-2 5.2 23.5 13 50.2 8.1
MP-3 3.3 24.5 20.1 42.6 9.5

Brushita: Ca(HPO4).2H2O. Asociado a depósitos de guano o materia orgánica con


alto contenido en fósforo (mindat.org). En procesos de combustión no suele ser
típico, por lo que se infiere su presencia a procesos de hidratación de otros fosfatos.

Anortita: Ca(AlSi2O8). Mineral perteneciente al grupo de las plagiocalasas siendo


ésta la más cálcica de la serie Albita – Anortita. Asociación petrográfica a rocas
ígneas de composición básica a intermedia de origen plutónico o volcánico.

Hidroxiapatito: Ca5(PO4)3(OH). Biomineral con más del 50% volumen y 70% peso
de los huesos de los mamíferos. En los procesos de combustión, a medida que
aumenta la temperatura aumenta también el tamaño de estos cristales (fuente
Mindat.org, 2018)

Monetita: Ca(HPO4). Mineral común en la mineralización de huesos y dientes. Este

190
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9

fosfato bicalcico tiene una alta solubilidad. El material en polvo absorbe agua de la
atmósfera y forma brushita (fuente Mindat.org, 2019)

Hornblenda: Ca2(Mg, Fe, Al)5(Al, Si)8O22(OH)2. Mineral típico de anfibolitas y


otras rocas ígneas. Poco común en procesos de combustión.

Análisis ED-FRX. Composición elemental en óxidos mayores y elementos traza. Para


ambas muestras (MP-2 y MP-3), los óxidos que más predominan son SiO2, P2O5, y
CaO conformando casi el 84.43% peso de la muestra de fracción gruesa y
96.79% peso de la muestra de fracción fina. Las diferencias composicionales
entre ambas son evidentes en el caso del Al2O3 y el MgO los cuales aparecen en la
muestra de fracción gruesa y son totalmente ausentes en la fracción fina (Tabla 2). Se
obtuvo una alta concentración de zinc (Zn) y una concentración de 0.0% en óxidos de
azufre (SO3) para ambas muestras, lo cual pudo deberse a la volatilización de este
elemento.

En cuanto a los elementos traza, hay ausencia de elementos como el cromo (Cr),
circonio (Zr), niobio (Nb), cadmio (Cd), bario (Ba) y torio (Th). Por otro lado, resalta
la presencia de uranio, niquel (Ni) y elementos de tierras raras como el itrio (Y), en la
muestra de fracción fina (1.1. ppm), mientras que esos mismos elementos son
ausentes en la fracción gruesa.

Discusión

En ambas fracciones de muestra analizadas son notales la alta concentración de


fosfatos de calcio representados por los minerales Brushita Ca(HPO4).2H2O,
Hidroxiapatito Ca5(PO4)3(OH) y Monetita Ca(HPO4), junto con minerales de afinidad
ígnea-volcánica como la anortita Ca(AlSi2O8) y la hornblenda Ca2(Mg,Fe,Al)5(Al,
Si)8O22(OH)2. Es notable también la diferencia composicional entre ambas fracciones
de la muestra (Al2O3, Mg,U, entre otros) aunque ambas coinciden en la ausencia de
azufre (S). Se pudo observar material carbonizado en bajas proporciones, lo cual
puede ser un indicio de que la muestra si pudo haber experimentado combustión
requiriendo algún tipo de combustible de origen animal o vegetal.

191
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés

Según Richardson (2017), los fosfatos de calcio tienden a aumentar sus


concentraciones en los procesos de combustión de restos animales, mientras que
otros elementos se volatilizan junto con los enlaces de carbono con oxígeno (CO y
CO2). Este proceso se da a altas temperaturas en las cuales ya habría carbonización y
calcificación de los huesos (Symes et al., 2014), sin embargo no fueron observados
materiales fundidos tales como vidrio o minerales amorfos para aseverar que si se
alcanzaron temperaturas por encima de 400°C, temperatura a la cual ya empieza a
fundirse la materia inorgánica (Vassilev et al., 2013). Por otro lado, los suelos
derivados de cenizas volcánicas (andisoles), donde se halló la muestra, tienen un alto
poder de fijación de fósforo (P) y en su fracción de arcilla dominan minerales
como la colofana y la imogolita, provenientes de la meteorización de materiales
piroclásticos recientes y que constituyen variedades de carbonato ricos en fluroapatito
o hidroxiapatito en concentraciones mucho más bajas que las reportadas en los
análisis.

Se podría sugerir que el escenario que mejor se ajusta a lo que sucedió con las
muestras es la combustión de biomasa animal por encima de los 300°C y que estuvo
posteriormente en contacto con suelos de origen volcánico, típico de la zona donde se
encontró la muestra. Esto también coincidiría con las concentraciones de zinc (Zn) y
las bajas concentraciones de azufre (S) lo cual no es típico en cenizas volcánicas. Sin
embargo, no se pudo determinar la presencia de materiales orgánicos que hayan
servido de combustible para la quema.

Conclusiones

La muestra está muy alterada. Esto se pudo concluir dada la alta presencia de
fosfatos de calcio hidratados, que en este caso corresponde a la brushita como
producto de alteración de la monetita.

El porcentaje de material carbonizado fue bajo, sin embargo, la presencia de estos


fragmentos indica que se alcanzaron temperaturas para la carbonización de la
materia orgánica. No se halló evidencia de material fundido por lo que no se cree que

192
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9

se hayan alcanzado altas temperaturas (mayor a 400°C).

La alta cantidad de hidroxiapatito y monetita se asocia a la quema de


fragmentos óseos de mamíferos, ya que ambos minerales conforman
estructuralmente los huesos y dientes de estos animales, por lo cual, existe mayor
probabilidad que esto haya ocurrido. Esto puede ser apoyado por la cantidad de
fragmentos astillosos que se pudieron observar bajo la lupa binocular a 30 aumentos
(Fig. 9.2).

Las muestras tienen minerales que se asocian a suelos y cenizas de origen


volcánico (anortita y hornblenda), por lo cual se considera que existe una alta afinidad
al complejo volcánico de la región, aunque la ausencia de azufre no es típico de estos
escenarios.

Otro escenario posible es la contaminación de las cenizas por filtración de


componentes derivados de abonos orgánicos que suelen ser utilizados para aportar
calcio y retener mayor cantidad de fosforo en los suelos. El tamaño de la muestra
puede ser significativo al momento de realizar los análisis. Para un análisis más
completo se requiere una mayor cantidad de muestra, ya que los análisis son de tipo
destructivo.

193
CAPÍTULO 10

Análisis de antropología física


Felipe Cárdenas Arroyo

En general, los restos óseos humanos hallados en el cementerio de Maridíaz


estaban en mal estado de conservación. El número total de restos susceptibles de
suministrar alguna información fue de 21 individuos y con ellos apenas pudimos
realizar algunos pocos análisis. De estos individuos encontramos apenas fragmentos
de esqueleto y siete cráneos incompletos; por lo tanto la información que arrojaron es
muy limitada. Por ejemplo, resultó prácticamente imposible estimar el sexo y la edad
por la ausencia de todas las características sexuales que normalmente se pueden
observar en los huesos. De los 21 individuos estudiados, apenas pudimos estimar el
sexo de seis (29%) y la edad de uno (4.8%). La edad de los otros individuos se estimó
simplemente como “adulto” y su sexo biológico como “indeterminado”. Cuatro de los
21 individuos estaban representados apenas por fragmentos que se usaron como
muestras para el análisis de isótopos estables, pero no se pudieron usar para obtener
ningún otro tipo de información por ser material no diagnóstico. Sobre los restos
óseos de Maridíaz existe un trabajo bastante extenso (Burbano-Delgado, 2007). Ese
estudio se basó en el análisis de 32 individuos (once más que la muestra que
presentamos en este trabajo) y se concentra principalmente en patologías dentales.
Dicho autor presenta una tabla muy completa de estas patologías (Op. cit.: 22), por lo
que se debe consultar para tener mayores detalles.

A pesar de tratarse de un material tan fragmentario, se pudo por lo menos analizar


la dieta mediante la aplicación de isótopos estables y la observación de algunas piezas
dentales. Aquí se presentan los siguientes datos: 1. análisis de la dieta prehispánica; 2.
patrón de desgaste dental; 3. variación de la forma del cráneo y deformación craneal
artificial; 4. evidencias de golpes y fracturas; 5. algunos caracteres no métricos. La
Tabla 10.4 resume los restos óseos hallados en Maridíaz y los análisis que se pudieron
realizar en ellos.
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

1. Análisis de la dieta prehispánica

En un trabajo anterior (Cárdenas Arroyo, 2002: 47-48), hice mención sobre los
datos de isótopos estables obtenidos en los restos óseos humanos del cementerio
arqueológico de Maridíaz. Aquí presento los datos procesados a partir de las muestras
de hueso y su interpretación1.

Tabla 10.1. Valores de isótopos estables en


restos óseos excavados en las tumbas arqueológicas de Maridíaz

13C 13C 15N


No. apatita colágeno colágeno Spacing Edad/Sexo
Muestra
Ican BMT-A –5.6 –10.7 +7.0 5.1 adulto/indeterminado
Ican BMT-E –5.1 –9.6 +8.1 4.5 adulto/femenino
Ican BMT-F –6.0 –10.0 +7.1 5.1 adulto/masculino
Ican BMT-G –6.0 –10.8 +7.1 4.8 adulto/masculino
Ican BMT-J –7.1 –11.8 +7.4 4.7 adulto/femenino
Ican BMT-K –3.7 –8.9 +9.1 5.2 adulto/masculino
BMT V.1 –4.6 –8.9 n/a 4.3 na
BMT V.7 –5.3 –9.3 +8.7 4.0 na
BMT 2.15 –4.9 –8.6 +8.6 3.7 na
BMT 19 –5.1 –8.6 +8.5 3.5 na
BMT 22 -9.7 +10.7 - adulto/indeterminado
BMT 26 –4.3 –9.2 +8.2 4.9 20-30/masculino
BMT XII –5.6 –9.6 +8.1 4.0 na
BMT 1 –7.2 –12.7* +10.0 –
BMT 1.2 –6.4 –17.8* +6.7 –
(z3)
BMT 2.2 –5.7 –12.1* +6.5 –
(z3)
* Muestras excluidas del análisis por baja calidad del pseudomorfo de colágeno.

d13
Con referencia a estos valores isotópicos, el valor de la media de Ccol de
9.7±0.9 estaría indicando que el grueso de los vegetales consumidos por esta
población eran plantas de tipo C4 que interpretamos como maíz principalmente. La
d15
lectura de los valores de N de 8.0±1.0 se encuentra aproximadamente en el límite
superior de lo que produciría una dieta mixta de carne y vegetales, seguramente sin
ningún tipo de contribución de productos de mar en la dieta. De hecho, estos dos
valores son los esperados para una dieta altamente dependiente de productos
agrícolas, especialmente maíz. Estos valores ni siquiera permiten especular sobre
alguna posibilidad de componentes marítimos en la dieta de esta población


1
En ese trabajo se encuentra una explicación completa del método, por lo que no es necesario repetirlo
aquí.

196
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

quillacinga. Teniendo en cuenta que en este cementerio se encuentran pruebas


concretas de contactos con la costa pacífica por la presencia de un número importante
de conchas marinas, resulta curioso que los productos de mar no estén representados
en la dieta, según la lectura de los valores de nitrógeno.

Sobre los valores obtenidos en la fracción mineral del hueso (apatita) diré que la
d13 d13
diferencia (spacing) entre Ccol y Cap representa las fracciones de dieta vegetal y
animal en la alimentación. Un valor máximo de 8.0 se consideraría representativo de
una dieta “puramente” vegetal; por lo tanto, el valor real de 4.4 es un valor
intermedio, sugiriendo que 55% de la dieta era vegetal y 45% de origen animal
(carne), especialmente Cavia sp., (que comúnmente llamamos cuy). Como ya lo
hemos explicado en el Capítulo 6, los restos óseos de Cavia porcellus y de Cavia sp.,
están ampliamente representados e identificados en la muestra arqueológica de
Maridíaz y su consumo continúa hasta nuestros días como uno de los alimentos más
típicos de la región andina nariñense, siendo incluso un bien de intercambio en
algunas partes del altiplano en décadas recientes, como por ejemplo en Cumbal
(Rappaport, 1988). Falta información arqueológica sobre restos de animales grandes
de cacería, como venados. Sabemos por las excavaciones arqueológicas de Uribe
Alarcón (1978-79), Groot (1991) y Cavelier et. al. (2019) de la presencia de restos
óseos de cérvidos en el altiplano, pero en realidad su número es demasiado bajo para
intentar cualquier interpretación sobre su importancia en la dieta de las poblaciones
quillacingas. A la espera de información arqueológica más concluyente, podemos solo
interpretar la información de Cieza de León en el sentido de que “En aquellos
llanos2… hay muchos venados, conejos, perdices, palomas, tórtolas, faisanes y pavas”
y que “…los indios toman de aquella caza mucha” (Cieza de León [1962/1553]: 114).
Sí podemos asegurar que la dieta animal en el valle de Atríz está representada en
buena parte por el consumo cuyes. Los productos de mar están virtualmente ausentes
de la dieta en este lugar, a pesar de que sí hay conchas de bivalvos y gasterópodos
pero cuya presencia parece ser eminentemente de tipo jerárquico o ceremonial, dado
que se hallan únicamente en contextos funerarios. Hasta el momento, no se han
hallado conchas marinas en contextos de basureros en esta área del altiplano.


2
Se refiere a los altiplanos, incluido el valle de Atríz.

197
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

2. Patrón de desgaste dental

Limitaciones de la muestra De los 21 individuos que conforman nuestra muestra


de estudio, pudimos usar 13 para analizar el patrón de desgaste de los dientes. En
vida, los 13 individuos analizados debieron tener en total 416 piezas dentales. De
estas solamente se hallaron 164 piezas (39.42%), es decir, se perdieron postmortem
252 piezas dentales. En esta serie ósea apenas pudimos identificar la pérdida
antemortem de 8 piezas dentales, es decir, el 4.9% sobre el total de piezas dentales
presentes. El mal estado del hueso circundante no permitió establecer las razones por
las cuales se perdieron esos dientes.

Por lo general, una de las principales causas de la pérdida antemortem de los


dientes es la enfermedad periodontal por mala higiene en la que incide mucho la
formación de cálculo dental (Fig. 10.2). Los dientes se aflojan y se caen. Sobre este
punto, Burbano-Delgado anota para Maridíaz que 17 individuos de una muestra de 32
(el 53%) presentan señas de haber sufrido enfermedad periodontal (Burbano-Delgado,
2007: 22); un porcentaje que pudo, incluso, ser más alto en el pasado. Hoy se observa
en la población rural de los altiplanos nariñenses una salud dental precaria, con
frecuente pérdida de piezas dentales. Piezas congénitamente ausentes fueron 4 en un
mismo individuo (BMT-V), los molares 2 y 3 mandibulares, izquierdo y derecho. El
grado de desgaste de las superficies oclusivas fue estimado usando como referencia el
trabajo de Hillson (1996: 232). En la Tabla 10.2 se presentan estos datos completos.

Al analizar estadísticamente los datos sobre desgaste dental, se observan algunas


tendencias. Queremos ser enfáticos en que esta muestra es demasiado pequeña para
sacar conclusiones definitivas, pero pensamos que el manejo de los datos por lo
menos ayuda a dar una idea, aunque superficial, del uso de la dentición entre los
quillacingas del valle de Atríz. Hemos dividido la dentición en tres grupos: G1
corresponde a los incisivos y caninos, G2 a los premolares, y G3 a los molares.
Hemos calculado los promedios de desgaste para cada grupo para ver las diferencias
entre ellos, porque cada tipo de diente tiene una función diferente en la masticación
(Tabla 10.3). La tendencia es a desgastar las superficies desde los dientes anteriores
hacia los posteriores, cosa que se confirma en este caso. Los números así lo
demuestran. Incisivos y caninos maxilares muestran mayor grado de desgaste en

198
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

general, seguidos de los premolares y finalmente los molares. En general, la misma


tendencia se observa en la mandíbula. Los incisivos no solamente son los dientes más
desgastados, sino que muestran un patrón de desgaste muy fuerte en la superficie
lingual (posterior). Como se puede observar en la Figura 10.1 el tipo de desgaste que
muestra el individuo BMT-V no se debe al movimiento mecánico de la masticación
sino al uso de la dentición delantera como una herramienta, observación que también
hace Burbano-Delgado (Op. cit.: 24). El desgaste tan avanzado del esmalte en la cara
lingual y la forma particular cóncava que dejó en estos dientes sugiere que esta
persona pudo estar trabajando con ellos con materiales duros o fibrosos durante
muchos años de su vida.

Tabla 10.2. Estimación de los grados de desgaste dental de las superficies oclusivas en restos
humanos de las tumbas arqueológicas de Maridíaz (estimación según Hillson, 1996)

Individuo Maxilar derecho Maxilar izquierdo

M3 M2 M1 PM2 PM1 C IL IC IC IL C PM1 PM2 M1 M2 M3


BMT- A 1 1 AP 3 AP 3 4 AP AP AP 4 4 AP AP 3 1
BMT- E AP AP AP AP 8 8 AP AP AP AP A 5 1 3 3 1
BMT- F 3 4 5 5 5 4 5 5 5 5 5 5 5 5 3 1
BMT- G 3 AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT- H 7 7 AP 7 7 AP AP AP AP AP AP 8 8 AP 3 AP
BMT- I AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT- J AP 1 3 8 3 5 AP 5 5 AP 5 3 3 AP 3 AP
BMT- K AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP A
BMT-1 AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP 3
BMT-2 1 3 3 3 3 5 5 AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT-19 AP 1 3 1 1 1 AP 3 AP AP AP 4 AP 3 4 AP
BMT-22 AP AP AP AP AP AP AP AP AP 8 8 5 5 AP 7 AP
BMT-V AP 3 8 5 5 4 5 5 5 5 5 4 8 5 1 AP

Individuo Mandíbula derecha Mandíbula izquierda

M3 M2 M1 PM2 PM1 C IL IC IC IL C PM1 PM2 M1 M2 M3


BMT-A AP AP 4 3 3 4 4 4 4 4 3 3 3 4 AP AP
BMT-E AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT-F AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT-G AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT-H 7 AP AP 4 4 4 4 4 5 5 4 4 4 AA AA AP
BMT- I AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT- J AP 3 3 3 3 4 5 5 5 5 5 3 3 3 3 AP
BMT- K AA AA 7 AA AA AP AP AP AP AP 5 AP 4 5 AA AA
BMT-1 AP 3 AP 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 AP AP AP
BMT-2 AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP 1 1
BMT-19 AP 3 AP 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 AP AP AP
BMT-22 AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP AP
BMT-V CA CA 5 4 4 5 5 7 5 5 5 4 4 4 CA CA

AA = Ausente Antemortem; AP = Ausente Postmortem; CA = Congénitamente Ausente. Estimaciones basadas en


la tabla de Hillson (1996, p. 232). Total de piezas dentales perdidas antemortem = 8; Total de piezas dentales
perdidas postmortem = 252; Total de piezas dentales disponibles para estudio = 164.

199
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

En general, el grado de desgaste de estos pocos dientes que tenemos disponibles


para análisis parece sugerir que estos indígenas estaban comiendo alimentos fibrosos
o abrasivos, además del consumo de maíz procesado que es un alimento blando. Las
únicas dos caries que hallamos se localizan en el cuello y la raíz, lo que comúnmente
sucede cuando la abrasión del esmalte es tal que los espacios interdentales se abren
más permitiendo la acumulación de comida cerca del cuello y facilitando la formación
de las caries de raíz. Pero además, es probable que el uso de la dentición como
herramienta haya incidido bastante en el grado de desgaste. Tenemos que considerar
también la masticación de coca con cal, una de las prácticas más abrasivas a que están
expuestos los dientes de los nativos por acción de las hojas fibrosas y la cal que es
áspera. En la Tabla 10.3 se presentan los promedios de desgaste de las superficies
oclusivas.

Tabla 10.3. Promedio desgaste dental de las superficies oclusivas

maxilar derecho maxilar izquierdo


n 𝑋 ds n 𝑋 ds Promedio Hillson (1996)
G1 5 5.40 1.30 8 4.92 1.90 5.16
G2 8 4.75 1.56 7 4.36 2.08 4.55

G3 9 3.31 1.36 8 3.35 1.89 3.33

mandíbula derecha mandíbula izquierda


n 𝑋 ds n 𝑋 ds Promedio Hillson (1996)
G1 7 4.48 0.52 6 4.45 0.73 4.46
G2 7 3.71 0.45 6 3.66 0.47 3.68
G3 5 3.40 1.35 7 4.57 1.68 3.98

200
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

Figura 10.1. Desgaste de las superficies oclusivas. Individuo BMT-V (Fotografías de Felipe Cárdenas
Arroyo)

Figura 10.2 Extensa formación de cálculo dental BMT-22 (Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)

3. Variación de la forma del cráneo y deformación craneal artificial

De los restos óseos de 21 individuos disponibles para estudio, había 7 cráneos


incompletos (33.3%). La forma de estos cráneos vistos en norma lateral es variable.
Parte de esta variabilidad se puede explicar como dimorfismo sexual; por ejemplo, el
cráneo BMT-E (femenino) comparado con los cráneos BMT-F y K (masculinos) (Fig.
10.3A, B). Pero también vemos que la forma de los dos cráneos masculinos varía. De
nuevo, la muestra es demasiado pequeña, pero habría que preguntarse la razón de esta
variabilidad. Desafortunadamente, no ha sido posible estimar el sexo biológico de
estos individuos excepto de 6, lo que no constituye una muestra estadística muy
confiable. Los dos individuos de sexo femenino (BMT-E y BMT-J) no son
comparables macroscópicamente porque BMT-J tiene apenas el esqueleto facial y

201
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

falta toda la bóveda craneal. A falta de esta información, solo se puede hacer una
comparación visual que permite evidenciar dimorfismo sexual y variabilidad por sexo
que podría entenderse mejor con análisis paleogenéticos.

En esta pequeña muestra de 7 individuos, 3 tienen deformación craneal artificial


(el 42.9%): BMT-G, BMT-I, BMT-V. Los tres son de sexo masculino. BMT-G tiene
deformación fronto-occipital (Fig. 10.3A(c)). BMT-I parece ser también fronto-
occipital, pero falta buena parte del hueso frontal que no nos permite estar totalmente
seguros de que este fuese el tipo de deformación practicado (Fig. 10.3A(d)). BMT-V
presenta deformación occipital (Fig. 10.4). En Tajumbina, los cuatro cráneos
disponibles para análisis presentaban deformación craneal artificial y todos eran
masculinos (Cadavid y Ordóñez, 1992). De nuevo, el hecho de que en esta muestra
sean los hombres quienes presentan deformación craneal artificial haría pensar que
esta práctica hubiera sido dictada por algún tipo de norma social que incumbía al sexo
masculino, pero esto no puede considerarse como una generalidad. No encontramos
ninguna razón por la cual la deformación craneal artificial no se practicara también
entre las mujeres, como aún ocurría a finales del siglo XIX entre algunos grupos
nativos de Norteamérica. Reiteramos que la muestra es demasiado pequeña para hacer
una generalización de este tipo.

Veamos entonces los contextos arqueológicos de donde provienen estos tres


cráneos. Las tumbas BMT-G y BMT-I son poco profundas (2.10 m y 2.20 m). La
tumba BMT-V tiene 5.30 m. Sus ajuares son más bien pequeños, todos con 1 o 2
ollitas globulares, y una sola (BMT-I) con un cuenco con base sin decorar. Esta
misma tumba tenía una ocarina, un colgante lítico, una concha marina de género y
especie sin identificar y la ollita globular que tiene decoración antropomorfa (ver Fig.
5.9a). En la tumba BMT-V también se halló una pequeña concha marina. La tumba
BMT-I es un poco más elaborada que las otras dos, pero sin embargo lo que las
caracteriza a todas es que su ajuar es escaso comparado, por ejemplo, con tumbas
como la BMT-27, BMT-39 o BMT-XXXI; pero para esas tumbas, no sabemos si las
personas que fueron enterradas allí tenían o no deformación craneal artificial. No hay
noticias en los cronistas ni en documentos tempranos que hagan mención de la
deformación craneal entre los quillacingas. Hay una diferencia notable de ajuar y
tamaño entre las tumbas más ricas y las tumbas de individuos con deformación

202
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

craneal; pero al no existir información sobre esta característica en las tumbas


principales, no podemos compararlas. Si se asume que la deformación craneal
artificial era un símbolo de diferenciación social, como lo ha sugerido Boada para los
muiscas del valle de Samacá (Boyacá) (Boada, 1988: 135), entonces podríamos
especular que algunos individuos quillacingas que se deformaban el cráneo podían
gozar de algún estatus jerárquico no muy alto en la escala social, dada la relativa
pobreza de sus ajuares funerarios. Podrían ser guerreros, visto que uno de ellos
(BMT-G) tiene una fractura de hundimiento en el hueso frontal (Fig. 10.3A(c)); pero
nos quedan dudas sobre la real función social de esta práctica. Hay que recordar que
la deformación craneal artificial se iniciaba cuando los individuos eran apenas niños
muy pequeños. ¿Significa esto que su posición jerárquica o su oficio estaban
predeterminados desde su nacimiento, o se trataba tan solo de una cuestión estética,
como también reflexiona Boada? (Op. cit.).

4. Evidencias de golpes y fracturas

Dos individuos muestran golpes fuertes en el cráneo. Como se acaba de


mencionar, BMT-G tiene una fractura de hundimiento en el hueso frontal que no
causó mayores daños a la persona y tampoco fue la causa de su muerte. BMT-K
muestra tres lesiones: dos fracturas de hundimiento en el frontal de 1.3 cm y de 1.5
cm (Fig. 10.3B(g)), y una lesión perfectamente circular de 2 cm localizada en el hueso
parietal derecho, muy cerca de la sutura escamosa (Fig. 10.3B(f)). El arma que
produjo esta lesión pudo ser una especie de lanza cilíndrica que causó la muerte
inmediata de esta persona, puesto que atravesó completamente el hueso, penetrando el
cerebro por el lóbulo temporal. No hay ninguna señal de regeneración ósea (ver p. ej.,
Merbs y Christensen, 1980: 17-H; 69-H). Este diagnóstico se fundamenta en lo
siguiente: a) la lesión es perfectamente circular consistente con un arma cilíndrica, por
ejemplo una lanza (ver p. ej., Aufderheide et al., p. 41); b) no hay señales de la acción
de roedores alrededor del hueso que hubieran podido crear este agujero; c) el periostio
circundante no está erosionado ni el hueso desecho o frágil en esa área; d) una lesión
por arma penetrante en esta área del temporal es mortal, porque esta es una de las
regiones más sensibles de la cabeza, por lo tanto tiene sentido hallar una lesión de
combate en ese lugar; e) esta tumba fue hallada intacta por nosotros y los restos

203
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

fueron excavados por nosotros in situ, por lo que el orificio no puede ser posterior al
hallazgo.

Los golpes en el cráneo que dejan huellas de un arma contundente confirman los
datos en las crónicas y documentos tempranos en el sentido de que las poblaciones
prehispánicas estaban permanentemente confrontándose bélicamente. Pero también es
posible que algunas de estas lesiones fuesen causadas durante la celebración de juegos
y competencias. En las noticias tempranas los españoles describieron algunos de estos
“juegos”. En realidad, se trataba de confrontaciones serias que acababan por ocasionar
muertos y heridos graves.

Figura 10.3A. Cráneos (a) BMT-E; (b) BMT-F;


(c) BMT-G y (d) BMT-I con deformación artificial
(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)

204
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

Figura 10.3B. Cráneo BMT-K: (e) Lesión circular causada por arma de penetración; (f) dos
fracturas de hundimiento causadas por otro tipo de arma (¿macana?)
(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)

Figura 10.4. Cráneo BMT-V con deformación occipital y sutura metópica


(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)

205
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo

Tabla 10.4. Restos óseos de Maridíaz y los análisis realizados

Individuo Isótopos Dentición Morfología Cálculo Caracteres Craneometría Postcráneo


estables craneal dental no
métricos
BMT-A ✓ ✓ n/d n/d n/d
BMT-B n/d n/d n/d n/d n/d
BMT-C n/d n/d n/d n/d n/d
BMT-D n/d n/d n/d n/d n/d
BMT-E ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ n/d
BMT-F ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
BMT-G ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
BMT-H n/d ✓ n/d ✓ ✓ n/d n/d
BMT-I n/d ✓ ✓ n/d n/d
BMT-J ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
BMT-K ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
BMT-1 ✓* ✓ n/d n/d n/d
BMT-2 ✓ ✓ n/d n/d n/d
BMT-19 ✓ ✓ n/d n/d n/d
BMT-22 ✓ ✓ n/d ✓ n/d n/d
BMT-26 ✓ n/d n/d n/d n/d
BMT-1- ✓* n/d n/d n/d n/d
Z3
BMT-2- ✓* n/d n/d n/d n/d
Z3
BMT-V ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ n/d
BMT-V.7 ✓ n/d n/d n/d n/d
BMT-XII ✓ n/d n/d n/d n/d

n/d = no diagnóstico; * = resultado no diagnóstico

5. Algunos caracteres no métricos

Como caracteres no métricos se registraron 3 perlas de esmalte, todas en terceros


molares maxilares, y una sutura metópica no consolidada.

Recapitulando, los restos óseos hallados en Maridíaz sugieren una población que
basaba su subsistencia en una dieta mixta de vegetales –especialmente maíz– y carne
–especialmente de cuy– aunque estudios de polen y de macrorrestos vegetales pueden
suministrar información acerca de otros productos vegetales que eran
complementarios. Dado el mal estado de los restos, no podemos saber si hubo alguna
diferencia en la dieta de hombres y mujeres, ni si los ocupantes de las tumbas más
importantes se alimentaban de manera diferente al resto de la población. La dentición
parece haber sido mala, lo que se infiere por la presencia de caries y cálculo dental. A
falta de mayor información. solo podemos especular que la pérdida de dientes debido

206
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10

a la enfermedad periodontal y la posible formación de abscesos por caries avanzadas


pudo ser un factor que incidió en la salud general y en la mortalidad de estas
poblaciones debido a las infecciones que ocasionan. Algunos individuos se
deformaban el cráneo artificialmente, pero los contextos de sus tumbas no parecen
indicar que se tratara de personas particularmente importantes en el ámbito político.
De acuerdo con los datos muy escasos que poseemos para los quillacingas sobre este
tema, parecería que fueron los hombres quienes llevaban cráneos deformados, pero
sería errado plantear esta generalización como un hecho. La limitación de la muestra
no permite asociar esta práctica cultural de manera definitiva con los hombres y falta
hallar datos en otras excavaciones arqueológicas que permitan saber mediante una
estadística confiable si esto fue o no fue así. Sí tenemos evidencia de golpes fuertes y
contusiones debido a confrontaciones físicas entre individuos, incluso del uso de
armas penetrantes como lanzas. Estudios futuros deben tratar de obtener material óseo
humano susceptible de análisis paleogenéticos, especialmente cuando se trata de
tumbas con bóvedas múltiples para entender si existía algún tipo de parentesco entre
individuos enterrados en una misma estrcutura.

Figura 10.5. Tumba BMT-G. La flecha indica la cucharita de hueso


(Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)

207
Comentarios finales

El valle de Atríz ha estado ocupado por lo menos desde el siglo VI AD. Las dos
fechas más tempranas que tenemos para el área provienen de Jongovito (500 AD) y
Catambuco (820 AD), ambos lugares ubicados en los cerros que rodean el valle
propiamente dicho. Las dos fechas están asociadas directamente con cerámica del
Complejo Piartal, la más temprana obtenida en un contexto de basurero y la otra en un
contexto funerario (ver Capítulo 4). Las evidencias arqueológicas indican que esta es
una cerámica bien desarrollada, de modo que no es de extrañar que la presencia de
grupos humanos en esta zona del altiplano sea incluso anterior al siglo VI AD. Según
el planteamiento de Cárdenas y Bernal (2019: 197), estos sitios arqueológicos
corresponden al Período Intermedio, entre los años 0 a 1499 AD.

Según la asociación que se puede plantear para Catambuco entre la fecha de


termoluminiscencia de 820 AD (cal 647–1235 AD) y los patrones funerarios, se
puede suponer la existencia de una sociedad jerarquizada ya en el siglo IX AD, si
asumimos que las diferencias entre ajuares funerarios son un indicador de
diferenciación social. Desafortunadamente, no tenemos datos sobre las personas que
fueron enterradas allí porque los restos óseos estaban totalmente desintegrados y,
como bien lo subraya Lyon (1995: 380), “… si queremos discutir sobre prestigio,
rango social, relaciones sociales etc., con base en patrones funerarios, debemos
conocer tanto como sea posible sobre las personas que fueron enterradas”. No siendo
esto posible, nuestra aproximación al tema de la organización jerárquica de los
quillacingas es apenas hipotética. No contamos con variables fundamentales, como lo
son la edad y el sexo de los individuos enterrados, pero algunos elementos que
indican diferenciación social sí son observables.

En la Zona 2 de Catambuco, la Tumba 1 tenía un ajuar funerario compuesto por 4


vasijas globulares sin decoración, 5 cuencos Tuza decorados con base y un cuenco
con base con pintura negra y superficie muy pulida. La Tumba 2 de esa misma zona
tenía un ajuar de 5 vasijas globulares negras y carmelito oscuro sin decoración y
ningún cuenco o plato decorado. ¿Por qué esta diferencia? Parecería que en este caso
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

el atributo que llamamos “decoración” y el número de piezas son los que definen o
identifican parcialmente los conceptos de jerarquía y de diferencia social cuando se
comparan estas dos tumbas.

Lo mismo sucede en el cementerio de Maridíaz, que como ya hemos visto, tiene


una antigüedad de por lo menos 700 años y, según los datos disponibles a la fecha de
esta publicación, un uso continuo de por lo menos 285 años (entre 1330 y 1615 AD).
Hay tumbas en Maridíaz que parecen reflejar la jerarquía social de sus ocupantes por
el número de piezas que conforman el ajuar funerario, el tipo de piezas enterradas en
cada tumba (por ejemplo, cerámica decorada, cerámica sin decorar, cerámica
foránea), y el número de bóvedas que comparten un mismo pozo de acceso. A
diferencia de las tumbas de los pastos en las que claramente se lee la jerarquía social
por su profundidad, por la complejidad de los ajuares funerarios que contienen oro, y
en algunas partes por la distribución simétrica de las tumbas desde las más ricas en el
centro de los cementerios hasta las más pobres ubicadas en la periferia, los
quillacingas expresaron estas diferencias de otro modo. En Maridíaz, la jerarquización
social también es evidente por el rango de variación de ajuares funerarios: en unos
apenas se enterró una pequeña olla sin decoración y nada más; en otros, dos o tres
piezas de cerámica acompañadas de chaquiras o conchas, y aquellos en los que se
enterraron más de 14 o 15 piezas de cerámica muy elaborada, cuentas de collar de
conchas marinas del género Spondylus y siete géneros más, o cuentas de semillas,
restos de animales e incluso banquitos de madera chonta.

El problema es saber cuáles jerarquías sociales están representadas en estas


tumbas y, desafortunadamente, no es posible responder a esta pregunta porque el
cementerio de Maridíaz estaba muy alterado. Cieza de León sí menciona que había
señores principales (1962: 112) y que los señores recibían honras al morir (Op. cit.:
113), pero nunca llega a describir con detalle cómo eran esos señores, cómo vivían o
cuál era su rango de acción política. Tampoco es seguro que su uso del término
“señores” sea correcto cuando se refiere a los quillacingas. Los señoríos en el mundo
andino eran organizaciones político-administrativas con jerarquías sociales y control
territorial bien definidas –por ejemplo los pastos (Rappaport 1988b; Landázuri, 1990,
1995; Bernal, 2000; Balanzátegui 2007)– pero el mismo cronista es enfático en
afirmar la pobreza de los indígenas quillacingas, lo que resulta contradictorio con un

210
Arqueología del valle de Atríz

señorío. Dada la escasez de información precisa de este cronista sobre el tipo de


gobernantes nativos que tenían los quillacingas, es importante el llamado a la
prudencia que hace Tovar al momento de interpretar estas sociedades sin tener en
cuenta las diferencias que existieron entre señores, caciques, caciques principales,
etc., (Tovar, 1993: 44). Aquí sólo podemos decir que la arqueología del cementerio de
Maridíaz y las tumbas excavadas en Catambuco corroboran la existencia de jerarquías
sociales entre los quillacingas, pero no nos permiten elaborar en más detalle. De
hecho, en los años de la colonia temprana y décadas subsiguientes, los repartimientos
y las encomiendas fueron organizadas por los españoles aprovechando la estructura
social precolombina (Calero, 1991: 73) colocando a un cacique a la cabeza de cada
unidad productiva –cuando había cacique– y si no lo había, los españoles nombraban
uno (Op. cit.: 74). Los datos parciales que nos ofrece este cementerio arqueológico
podrían hacernos repensar la interpretación que hace Calero leyendo a Cieza de León
en el sentido de que, a pesar de que existía estratificación social entre los quillacingas,
“… no había distinción de riquezas ya que todos tenían pocas posesiones” (Calero,
1991: 50). Tumbas como la BMT-27 tienden a sugerir que tal vez sí había individuos
que acumulaban más riqueza y, por ende, más poder político. Esto solo se podrá
aclarar en la medida en que la arqueología encuentre contextos funerarios inalterados
y la etnohistoria documentos más detallados sobre el tema.

En cuanto a los tres individuos que presentan deformación craneal artificial, dos
de esas tumbas estaban intactas y fueron excavadas por nosotros (Capítulo 10). Sus
ajuares son sencillos, sin objetos que sobresalgan por su elaboración, decoración o
diferencia marcada de utillaje. Por ejemplo, en ninguna de las dos se hallaron cuentas
de collar, que son tan comunes en otras tumbas. Solamente la Tumba BMT-I tenía dos
ornamentos (una concha pequeña y un colgante lítico) mientras que en la Tumba
BMT-G no se halló ninguno. Ante la ausencia de información sobre deformación
craneal artificial en las demás tumbas del cementerio de Maridíaz y de las tumbas de
Catambuco y Mijitayo, resulta casi imposible contextualizar a los individuos que
presentan esta característica cultural con el resto de la población de Maridíaz. Las
crónicas no mencionan la deformación craneal artificial entre los quillacingas, pero
esta se observa también en cuatro cráneos excavados en Tajumbina por Cadavid y
Ordóñez (1992).

211
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

Resumiendo, la existencia de jerarquías sociales o de estratificación social entre


los quillacingas vistas desde la arqueología, sugiere a grandes rasgos lo siguiente: 1.
En el valle de Atríz la jerarquización o diferenciación social se observa por la
cantidad de objetos que hacen parte del ajuar funerario; 2. La jerarquización o
diferenciación social también se observa por la presencia o ausencia de cerámica
decorada (pintada) tanto Piartal como Tuza y su cantidad relativa; 3. La
jerarquización o diferenciación social se observa por el tipo de estructura de tumba,
siendo las estructuras de tres o más cámaras funerarias compartiendo un mismo pozo
de acceso menos frecuentes pero aparentemente con ajuares que sobresalen por su
diferencia de atributos o por su cantidad; 4. La diferenciación social para la mayoría
de la población (por ejemplo diferencias de género, edad, oficio) se observa por la
cantidad de objetos sencillos que hay en las tumbas (p. ej.: una vasija sencilla sola, o
tres vasijas sencillas y un colgante, o dos vasijas y tres volantes de huso, etc); 5. En el
cementerio de Maridíaz la profundidad de las tumbas no refleja necesariamente
jerarquización o diferenciación social.

Intercambio y comercio

Hablar de intercambio y comercio con base en la información obtenida en las


excavaciones realizadas en estos tres sitios arqueológicos presenta varias
complicaciones. Por un lado, por intercambio y comercio se entiende la llegada y la
salida de bienes del área. Cuáles bienes eran entregados por los quillacingas a cambio
de otros bienes es información que no se encuentra en los contextos arqueológicos
locales. Los productos quillacingas de que tenemos noticia se mencionan en las
crónicas y documentos a partir de mediados del siglo XVI. Algunos eran productos
básicos, como maíz, papa, ullucos que seguramente se comerciaban en tiempos
prehispánicos e incluso bien entrada la colonia. Otros que claramente fueron de
intercambio eran las mantas de algodón y las chaquiras (o cuentas) (Calero 1991: 81),
y esteras o petacas (Cordero, 1999: 74). Estos objetos producidos a base de fibras
vegetales se siguen haciendo y usando tradicionalmente para fabricar cestos o
canastas en algunas poblaciones nariñenses (López Garcés, 1996: 241). Bernal (2020)
también menciona productos importantes como algodón, coca y sal como bienes de
intercambio. Esto, sin embargo, lo asumimos con base en información etnohistórica
que sobreponemos al tiempo arqueológico, porque sabemos que eran productos que

212
Arqueología del valle de Atríz

los indígenas tributaban a sus encomenderos. Tenemos solamente la seguridad de la


llegada de algunos bienes que, sin lugar a dudas, eran originarios de lugares
localizados por fuera del espacio geográfico del valle de Atríz a los cuales haremos
referencia enseguida.

La actividad comercial fue intensa a lo largo de toda la costa pacífica. El alcance


geográfico del movimiento de productos que se comerciaban, primero a lo largo de la
costa para luego penetrar al interior, llegaba por lo menos tan lejos como el Cusco,
según informó Pascual de Andagoya sobre su entrada de 1522 haciendo referencia a
la costa desde el golfo de San Miguel (Panamá) hasta las costas del norte del Chocó
que exploraba por primera vez: “… en esta provincia supe y uve relación ansí de los
Señores como de mercaderes e ynterpretes quellos tenyan de toda la costa de todo lo
que después se ha visto hasta el Cuzco particularmente de cada provincia la manera y
la gente della porque estos alcanzavan por bia de mercadurya mucha tierra…”
(Andagoya, 1993[1540?]: 139). Sirva la anterior cita para ilustrar la dimensión del
comercio a larga distancia que tenía lugar en la costa del Pacífico y que de alguna
manera tiene que ver con los restos de conchas marinas halladas en el valle de Atríz.
Está también la famosa noticia de Bartolomé Ruíz de la balsa cargada de conchas que
se intercambiaban por objetos elaborados en oro y plata y finas telas y vestidos
avistada frente a la costa ecuatoriana en 1526 (Rostworowski, 2015: 177; Murra,
2002: 243; Caillavet 1998: 76, 82; Norton, 1986: 137). Diferentes investigaciones
arqueológicas realizadas en la costa pacífica han sacado a la luz varios talleres
especializados en la manufactura de objetos de conchas marinas, por ejemplo en
Ecuador en Los Frailes, provincia de Manabí (Mester, 1985), Chanduy, provincia de
Manabí (Marcos, 1981), El Azúcar, provincia de Guayas (Masucci, 1995); Perú,
Cabeza de Vaca en Tumbes (Vilches, 2013), Pampa Grande, Lambayeque (Shimada,
1994); y Panamá, Cerro de Juan Díaz (Mayo y Cook, 2005) reafirman la gran
antigüedad y la importancia de las conchas marinas en la economía andina y costera.

En el Capítulo 6 hemos hecho un análisis detallado de los materiales marinos


hallados en las tumbas de Maridíaz. Reportamos 4 géneros de bivalvos (Spondylus,
Pinctada, Anadara y Pitar) y 4 géneros de gasterópodos (Strombus, Semicassis, Oliva
y Olivella); y por informes de otras excavaciones arqueológicas, sabemos que las
conchas de mar llegaron hasta Tajumbina (Cadavid y Ordóñez, 1992: 104) y La

213
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

Laguna (Patiño, 1994: 123, 124), parte oriental de territorio quillacinga. Pero ¿por
dónde llegaban estos objetos hasta las tierras altas? y sobre todo ¿por qué se
encuentran en el valle de Atríz? Podrían haber existido varias rutas, seguramente
todas muy difíciles de atravesar por la aspereza de la vertiente occidental de la
cordillera de los Andes, tanto en el Ecuador como en Colombia, pero una hipótesis es
que los objetos trabajados de concha y a veces las conchas completas pudieron llegar
a centros de comercio en la sierra desde donde salían mercaderes por caminos
serranos a comerciarlas. Caillavet, leyendo a Guaman Poma de Ayala, identifica uno
de estos puertos serranos como Tomebamba (hoy Cuenca, Ecuador) como “… el
punto de origen de importación de la concha” (Caillavet, 1998: 78). Que Cuenca fuese
un centro serrano de importación de conchas marinas resulta muy importante. El
trabajo de Caillavet se concentra en el movimiento de las conchas desde allí hacia el
sur (hacia el Perú con la meta de llegar al Cusco, donde el Inca recibía los caracoles
aun vivos según Guaman Poma [1987(1613), Tomo A: 354]); pero podríamos pensar
que también salían de allí mercaderes hacia el norte, en dirección a Quito, y de allí
posiblemente hasta territorio pasto y quillacinga. Este tipo de movimiento
longitudinal sur-norte por la sierra también ha sido propuesto por Bernal en el
contexto del Qhapaq Ñan en Colombia (Bernal, 2020) donde el camino parece seguir
paralelo al curso del río Guáitara.

En el Capítulo 6 mencionamos seis sitios arqueológicos en la provincia


ecuatoriana de Azuay, algunos localizados muy cerca de Cuenca, donde Verneau y
Rivet (1912) identificaron un buen número de objetos labrados de conchas. Las
pequeñas chaquiras redondas son idénticas a las halladas en Maridíaz, lo mismo que
los colgantes trabajados en conchas de Spondylus y de Oliva peruviana. A la espera
de más datos concretos, sugiero a modo de hipótesis que una de las vías por las que
pudieron llegar conchas de mar trabajadas hasta los altiplanos de Nariño fue desde el
sur, por caminos serranos, partiendo de Cuenca.

Otras vías posibles tal vez fueron más cercanas a los altiplanos nariñenses.
Hablando de nuevo de Pascual de Andagoya, el español escribió que cerca de la isla
de Gallo, localizada un poco al sur de la desembocadura del río Patía, los bergantines
podían navegar de río en río por la cantidad que hay y porque muchos están
conectados. Dice que todos esos ríos están poblados y que no se puede andar por

214
Arqueología del valle de Atríz

tierra, pero que los indígenas “… andan en sus canoas que no ay camynos por tierra,
son ricos y de mucha contratación de sal y de pesquerya, la tierra adentro…”
(Andagoya, 1993[1540?]: 177). Lo que deja entrever esta cita es que seguramente el
Patía era una ruta de movimiento de gente y de bienes, entre los cuales obviamente la
sal era de primordial importancia, pero también las pesquerías, categoría que podría
incluir conchas marinas. Más al norte, Cieza hace mención de un camino entre la
costa y la sierra por el río Dagua (Cieza, 1962: 101) y dice que en Cali “… los indios
habían sal por rescate, de una provincia que se llama los Timbas, que está cerca del
mar” (Op. cit.: 117). La etnografía y la etnohistoria juntas también son útiles para
acercarnos a este tema. El trabajo de Rappaport en la zona de Cumbal (Rappaport,
1988b) permite especular acerca de las posibles redes comerciales y rutas de
intercambio que estaban controladas por señores pastos y que seguían en uso incluso a
finales del siglo XX. Por ejemplo, la citada investigadora escribe que “Mientras que
los cumbales se acuerdan de haber conseguido sal de bloque o de cono de Barbacoas,
los habitantes de la montaña la recibían a través de negociantes negros que llegaban
con sal de bola desde Salinas, Imbabura”, y que “…a veces estos negociantes
cargaban la sal hasta El Ángel y San Gabriel, y los indígenas de la sierra la traían a
Mayasquer” (Op. cit.: 43). Es decir, toda el área entre los volcanes de Cumbal y
Chiles pudo ser un paso entre las tierras altas y las llanuras del Pacífico por donde se
pudieron comerciar productos como la sal y las conchas marinas, y seguramente
también otros bienes suntuarios como plumería y alucinógenos, y otros de uso
corriente. Los caminos de contacto entre los pueblos asentados en la costa pacífica y
sobre el curso de los ríos de la llanura del Pacífico con los pueblos de la sierra,
seguramente eran varios. Pensamos que las conchas llegaban a las tierras altas por
varios caminos. Falta detallar estas rutas y sobre todo las modalidades de intercambio.
Lo que sí sabemos con seguridad es que las conchas se usaban para hacer cuentas de
collares, colgantes labrados, y muchas veces llegaban las conchas completas.

Gracias a los análisis líticos adelantados por Catherine Pardo y Manuel Martínez
que se presentan en el Capítulo 8, podemos especular un poco acerca del posible
intercambio y comercio de objetos líticos entre los quillacingas del valle de Atríz –
localizado en la unidad geológica denominada Cordillera Centro Oriental (IGAC,
2014: 55)– y los pastos de Mallama, Chapales, Yascual, Ancuya, Guachavés en la
unidad geológica denominada Cordillera Occidental (Op. cit.); y posiblemente

215
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

también con los abades de Sacampús, Tabiles, y el territorio donde hoy se encuentran
Sotomayor y La Llanada. Igualmente, fue posible el intercambio con los pastos
asentados en los cursos altos de los ríos San Juan y Nulpe de donde proviene un hacha
de dacita (Figs. 8.27 y 8.35). Algunos líticos parecen provenir de territorio quillacinga
hacia el valle de Sibundoy, específicamente alrededor de San Francisco en la unidad
geológica Centro Oriental (Op. cit.); y del norte del mismo territorio quillacinga
alrededor de Taminango y la Unión, unidad geológica de la Depresión del Patía (Op.
cit.).

Los objetos líticos hallados en Maridíaz se pueden clasificar como decorativos,


herramientas o materia prima. Los decorativos son colgantes, casi siempre de forma
ovalada (Fig. 8.1, 8.15, 8.16, 8.20) de una dimensión aproximada de 7 cm x 6 cm, que
provienen de territorio pasto y abad, pero también del mismo territorio quillacinga.
Sabemos que el origen de los materiales que componen a estos colgantes es de esas
regiones (Fig. 8.31 a 8.34), pero no podemos saber si fueron intercambiados como
objetos ya fabricados, o si lo intercambiado fue la materia prima. Hasta la fecha, el
único depósito o basurero lítico arqueológico conocido en Nariño fue el excavado por
Cadavid y Ordóñez en Tajumbina (1992: 109) en el que se hallaron pequeñas
estatuas, lascas y manos de moler pero no evidencias de trabajo de objetos líticos
ornamentales ni hachas. Las herramientas halladas en Maridíaz corresponden a una
pequeña hacha de dacita de 9.7 cm de largo (Fig. 8.27), cuyo material es originario
del sur del departamento, cerca de la frontera con Ecuador en territorio pasto; un
pequeño raspador bifacial de doble filo de 4 cm de largo (Fig. 8.22) proveniente de la
misma área que el hacha; y un pequeño raspador de anfibolita (Fig. 8.25) de 3 cm de
largo, proveniente del área de La Cocha. Como materias primas sin huellas de
modificación cultural se hallaron una pequeña roca de cuarzo hialino (Fig. 8.9)
proveniente de territorio pasto o abad y un pequeño canto rodado de cuarzo
hematoideo (Fig. 8.11) proveniente de territorio pasto, lado occidental del río
Guáitara. La presencia de todos estos objetos en contextos funerarios –incluso las
pequeñas rocas sin modificar– resaltan su importancia como objetos de intercambio y
como objetos cuya función debió ser relevante para la persona que los tenía. La
presencia de materia prima de origen distante y sin modificar, sugiere de alguna
manera que los quillacingas podían haber tallado algunos objetos de piedra, por
ejemplo cuentas de collar o pequeños colgantes, y que la razón por la que se

216
Arqueología del valle de Atríz

colocaban dentro de la tumba era la misma por la cual le colocaban alimentos,


animales y chicha; es decir, le dejaban materia prima para que la trabajara, así como
le dejaban comida para que se alimentara. Reitero que en las visitas a los pastos y
quillacingas en el siglo XVI se menciona que uno de los objetos que los indígenas
debían tributar a los encomenderos eran las chaquiras.

En cuanto a la presencia de los pocos objetos metálicos hallados, los análisis


adelantados por Lina María Campos del Museo del Oro que se presentan en el
Capítulo 7, indican que son hechos de cobre principalmente. La propuesta es que se
trata de cobre nativo, es decir un cobre no combinado, que una de sus posibles fuentes
de extracción también se encuentra en la región de Mallama (territorio pasto), la
misma de donde provienen algunos de los artefactos líticos. Es interesante este dato
porque reafirma de alguna manera que esa región pudo ser suministradora de materias
primas tanto líticas como metálicas. También se adelanta la idea de que el cobre podía
provenir del área de Funes (territorio pasto) y de Tangua y el cerro Patascoy (ambos
en territorio quillacinga). Esta información hace pensar que la materia prima pudo ser
tanto adquirida por intercambio con los pastos, como explotada por los mismos
quillacingas de la montaña. Los datos que sugieren la adquisición de líticos y metales
dentro del mismo territorio quillacinga plantean la importancia de estudiar en detalle
los posibles tipos de intercambio comercial intraétnico en este territorio. Este tipo de
intercambio es igualmente importante que el intercambio interétnico y puede ayudar a
entender mejor las estructuras de poder que había dentro de la misma etnia quillacinga
y cómo se beneficiaban del intercambio con otros centros de poder político y
comercial internos. Tal vez esta sea la clave para comprender el desarrollo de los
señoríos y de las diferencias internas entre distintos niveles cacicales.

En Maridíaz se halló una cerámica totalmente diferente a los complejos Capulí,


Piartal y Tuza. Su decoración es incisa y ungular en líneas y triángulos, no tiene
engobe ni baño ni ningún otro tipo de tratamiento de la superficie, a excepción de las
incisiones. El hallazgo de Cadavid y Ordóñez de este idéntico tipo de cerámica en sus
excavaciones en Tajumbina que ya hemos mencionado en el Capítulo 2 y su contexto
arqueológico particular –fue hallada en un posible santuario/ofrenda, y no en una
tumba– y el tipo de estructura compleja en la que fueron halladas en Maridíaz, indican
su posible relación con individuos de jerarquía importante dentro de la sociedad.

217
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

Claramente, esta cerámica no es originaria de los altiplanos y hemos sugerido su


posible proveniencia de las tierras bajas amazónicas por su parecido cercano con la
cerámica observada en el Oriente de Ecuador por Zeidler y por un diseño en
Tajumbina que recuerda los diseños en líneas en zig-zag de la cerámica de los siona.
Uribe Alarcón también reporta esta cerámica en el curso medio del río Guamués
(1980-81), reforzando así la hipótesis de que su origen se halla en las tierras bajas. No
sabemos qué posición ocupaban estos individuos en la sociedad quillacinga, o si eran
siquiera quillacingas. La cantidad de estas piezas halladas hasta ahora en territorio
quillacinga es muy baja, y por ello tal vez no es seguro considerarlas como objetos de
intercambio y comercio. De hecho, vienen de otra región, y podrían ser objetos que
usaban individuos extranjeros que vivían temporalmente en territorio quillacinga
(¿comerciantes?) o que se establecían allí para cumplir funciones de tipo político por
un tiempo (¿algo así como mitimaes?). La posibilidad de que existieran individuos de
la élite que no necesariamente vivían en un lugar pero que sí lo frecuentaban, ha sido
planteado por Balanzátegui para los pastos de Chilmá en el Carchi (Balanzátegui,
2007: 69) con base en la diferenciación que se observa en la cerámica. Presento estas
ideas a modo especulativo, pues solo con una muestra más amplia será posible
entender bien su presencia en el altiplano. De todos modos, esta cerámica sobresale
por su marcado contraste con todos los demás tipos cerámicos hallados hasta ahora en
territorio quillacinga y apunta hacia contactos con grupos asentados en tierras bajas.

Algunos animales representados en la cerámica del valle de Atríz tienen su hábitat


natural en ecosistemas que no son altiplánicos. Estas representaciones sugieren
contactos con las tierras bajas y la relevancia de ciertas especies animales para
algunos segmentos sociales, tal vez para su uso como objetos suntuarios para caciques
y personas encargadas de ritos y ceremonias. En el caso de los primates, hemos
explicado en el Capítulo 6 que, aparte de su figuración en la cerámica, un fragmento
de hueso de Alouatta seniculus fue hallado por Groot en Jongovito en contexto de
basurero. Justamente la poca cantidad hallada refuerza la idea de que estas especies
pertenecían a un contexto especial de la sociedad quillacinga. Otro animal
representado frecuentemente es la guacamaya, de nuevo una especie de tierras bajas
que bien podría provenir del lado amazónico como también de las llanuras del
Pacífico. De estos animales no se han hallado huesos en excavaciones arqueológicas
pero en la cerámica Tuza se representan con frecuencia personajes con tocados muy

218
Arqueología del valle de Atríz

elaborados, posiblemente representando plumas. El parecido de ciertos motivos


decorativos que aparecen una y otra vez en territorios de los pastos y de los
quillacingas, hacen pensar en centros de producción alfarera donde se fabricaban estas
piezas que tenían un uso especialmente funerario. ¿Podríamos considerar que la
cerámica decorada Piartal y Tuza era un producto comercial, como lo fueron las
conchas marinas? Los diseños figurativos tan recurrentes en los cuencos Tuza –
personajes con bastones de mando en las manos, tocados muy elaborados en la
cabeza, guacamayas y venados– que se encuentran desde el Carchi hasta el norte y
oriente de Nariño tanto en territorio pasto como quillacinga, parece sugerir que eran
adquiridos en sitios que se dedicaban a su producción. Esto, por supuesto, es apenas
una idea que se debe comprobar mediante un estudio cuidadoso de las arcillas y los
materiales usados para pintar las piezas, y es un razonamiento que refuerza propuestas
previas en el sentido de que estos dos complejos cerámicos representan rasgos
culturales compartidos por etnias diferentes (Cárdenas Arroyo, 1989, 1992, 1995).

En términos de contexto funerario, Maridíaz también indica que no siempre se


enterraba a los muertos bajo el piso de las casas de habitación. El sitio era una
necrópolis, que fue su función principal1. Esto contrasta de nuevo con los pastos
arqueológicos y con los kwaiker de la década de 1960. Sin embargo, no significa que
los entierros quillacingas no se practicaran bajo las habitaciones por regla general,
simplemente que existían áreas dedicadas como cementerios. El caso de la Tumba 1
de la Zona 1 de Catambuco podría tratarse de un entierro bajo un piso de vivienda
(ver Capítulo 3). No se trata tampoco de una práctica postcolonial, puesto que la fecha
más antigua hasta ahora para el sitio es del siglo XIV A.D. El problema para entender
cuál era la práctica funeraria más generalizada entre estos indígenas es que las
superficies de terreno están muy alteradas, y tanto la agricultura como la guaquería
han destruido las evidencias de los sitios de habitación. De todos modos, a pesar de la
pérdida del estrato superior de tierra de Maridíaz como evidencia arqueológica, queda
el hecho de que el sitio nos deja alguna información sobre jerarquización social vista
a través del contexto funerario, de los restos de objetos de uso suntuario y del
comercio tanto a larga distancia como también el comercio local. Los pequeños

1
El cementerio quillacinga de Maridíaz ha sido interpretado como un lugar relacionado con
observaciones astronómicas prehispánicas. No entro en mérito en este tema, remitiendo directamente a
lectores y lectoras interesados al extenso trabajo publicado por Quijano Vodniza y González Martínez
(2012) sobre esta interpretación de la necrópolis.

219
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

cascabeles de cobre con badajo que se han hallado en las tumbas seguramente se
usaban atados en los pies y en las manos en danzas como sugiere Zúñiga para
cascabeles idénticos hallados en Miraflores (Zúñiga, 1973: 17, 21).

En varias tumbas se hallaron restos de cenizas colocadas en fragmentos de vasijas


de cerámica o a veces directamente en el suelo. Muestras de estas cenizas fueron
analizadas por Manuel Martínez (Capítulo 9) y de ellas se puede sugerir que
provienen de materia orgánica, incluso de restos de animales de mamíferos. Este dato
es muy interesante porque nos remite al ritual o ceremonial funerario. Parece que al
momento del entierro se realizaban quemas de algunos materiales, y tal vez se
quemaban presas de animales para consumirlas en ese momento. Los restos de fauna
hallados en las bóvedas estaban dentro de pequeñas vasijas de barro representando
varios individuos. Es claro que no se enterraban completos ni vivos a estos animales,
sino sus restos. Es difícil reconstruir el evento mismo del entierro, pero parece seguro
proponer que en esa ceremonia había algún tipo de celebración que incluía el
consumo de alimentos, posiblemente también el consumo de chicha, y que se
realizaba una quema de materias orgánicas cuyas cenizas se dejaban adentro de la
bóveda. El significado de todo esto es difícil de interpretar.

La arqueología del valle de Atríz deja más preguntas que respuestas. Esto, sin
embargo, es importante, porque tales preguntas se pueden plantear en términos de
hipótesis de trabajo para abordar temas específicos. Las siguientes son algunas de las
propuestas que quedan después de este trabajo y que se deben confirmar con
investigaciones subsiguientes:

1. Entre los quillacingas poseer cerámica decorada fue un indicador de jerarquía


social. Esto se observa arqueológicamente por su presencia en contextos funerarios y
por su cantidad relativa en las tumbas. Su presencia contrasta marcadamente con la
mayoría de las tumbas que no contienen ninguna pieza de cerámica decorada. Otro
indicador de jerarquía social fueron las tumbas con varias bóvedas compartiendo un
mismo pozo de acceso.

2. Entre los quillacingas, el nivel de jerarquía o posición social entre el común de la


población se observa arqueológicamente por la cantidad de objetos de cerámica sin

220
Arqueología del valle de Atríz

decoración y otros artefactos del ajuar funerario. Dentro del común de la población
también había diferencias sociales.

3. Los quillacingas del valle de Atríz obtenían algunos materiales líticos cuya materia
prima provenía de territorio pasto y de territorio abad. También los obtenían del
territorio de los quillacingas de la montaña. Obtenían conchas marinas de varios
géneros taxonómicos (por lo menos ocho) por comercio e intercambio, algunas
trabajadas y otras enteras sin modificar. Estas conchas enteras se hallan en las tumbas
por lo que se infiere su función como objeto, y no como materia prima para fabricar
objetos.

4. Los quillacingas del valle de Atríz basaban el 55% de su dieta alimenticia en


plantas (especialmente maíz, pero también otros productos como tubérculos) y 45%
en carne, de la cual el “cuy” fue una fuente importante de proteína animal.

La arqueología y la etnohistoria confirman que pastos y quillacingas fueron etnias


diferentes, que hablaban dos idiomas distintos no relacionados entre sí ni con el
quechua. La cerámica de los complejos Piartal y Tuza se encuentran en ambos
territorios y fueron un rasgo de cultura material compartida entre ambas etnias. No se
puede decir lo mismo de la cerámica del Complejo Capulí. En las tumbas de pastos y
quillacingas se encuentran a veces unas pocas piezas Capulí, como ocasionalmente se
pueden hallar piezas de cerámica La Tolita-Tumaco en la cordillera, como fue un
hallazgo fortuito que pudimos constatar en Consacá (María Eugenia Díaz del Castillo,
comunicación personal). Todo lo anterior apunta hacia una sociedad nativa que tenía
una jerarquización política emergente y tal vez en proceso de complejización al
momento del arribo de los españoles. Esta es una visión que contrasta con la descrita
por Cieza de León de una sociedad de poca monta. De hecho, los quillacingas
ocupaban un territorio físico no indiferente, rico en recursos naturales, con tierras
muy fértiles y una densidad de población seguramente importante como lo indican la
cantidad de restos arqueológicos y las primeras visitas realizadas a partir de mediados
del siglo XVI. El movimiento de productos, algunos de ellos de tipo suntuario (por
ejemplo conchas marinas, primates, guacamayas y plumería, y posiblemente
alucinógenos como lo dejan entrever varias cucharitas de hueso de venado para
aspirar rapés) son indicios de una sociedad que comerciaba por fuera de su centro de

221
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo

control territorial, pero también localmente, o intraétnicamente. Parece poco probable


que una sociedad sedentaria y jerarquizada no participara de una economía
precolombina de mercado, como lo sugiere el cronista. Como queda escrito arriba,
subrayaría que en los quillacingas vemos una sociedad en estado de complejización
emergente, que necesitaba afianzarse política y militarmente en su territorio mediante
relaciones amistosas con sus vecinos los pastos, de donde seguramente provenía la
cerámica decorada. Además, sus posibles relaciones comerciales con los abades les
garantizaría cierta protección sirviéndoles como una especie de zona amortiguadora o
de barrera contra los sindaguas, grupos muy guerreros y aparentemente caníbales.

Sugiero que empecemos a ver a la sociedad quillacinga a través de la evidencia


arqueológica y documental, porque la visión de Cieza de León ha bloqueado nuestra
capacidad de comprenderla como una sociedad más compleja de lo que pensamos que
era.

222
REFERENCIAS

Afanador H., Claudia


1977 Reseña histórica del valle de Atríz. Bogotá: Universidad de Los Andes, tesis
de grado (inédita).

Andagoya, Pascual de.


1993 [1540?] “Relacion que da el adelantado de Andaboya en las tierras y provincias
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26, R-5 (9). En: Hermes Tovar Pinzón. 1993. Relaciones y visitas a los
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ANEXOS
Anexo 1

Tabla A1. Restos de arqueofauna hallados en tumbas arqueológicas – Maridíaz

Sitio Clase Taxón Hueso Porción No. Tamaño Lado Tafonomía Edad Comentarios

BMT 9.14a Bivalvo Spondylus sp. cuerpo mar. inf. 1 32 mm n/a color verde, n/a Por textura y grosor parece una cuenta trapezoidal de Spondylus
concreción muy pulida como las del Museo del Oro. Coloración verdosa por
contacto con cobre durante la descomposición natural.
BMT 9.14b Gasterópodo Gasterópodo opérculo n/a 1 27 mm n/a concreción n/a Fragmentado en dos partes.
Bivalvo Anadara cf. valva n/a 3 43 mm der disolución n/a Dos perforaciones circulares en el umbo (3mm C/u). A modo de
similis ácida pendiente.
BMT 14.2e Gasterópodo – n/a n/a 2 5; 7 mm n/a disolución n/a Dos cuentas circulares con perforación circular difícil ver
(?) ácida taxonomía muy pulidas. Por disposición estructural tal vez
gasterópodo marino. Chaquiras
BMT 16.15a Bivalvo Pinctada cuerpo n/a 2 73.1 mm n/a disolución n/a Fragmento de cuerpo con posible perforación circular. Vive en
mazatlánica ácida aguas poco profundas. Nácar muy grueso.
BMT 16.15c Gasterópodo Strophocheilus cuerpo n/a 2 57 mm n/a disolución n/a Aún conserva perióstraco. No hay modificación.
(Eurytus) ácida
doliarius
BMT 16.15b Gasterópodo Oliva sp. cuerpo columela 1 21 mm n/a n/a n/a Se cortó para remover la espira (sierra), perforación circular (2mm)
y muesca cerca al canal sinfonal. Se observa perióstraco y un tinte
verde (cobre o plomo?).
BMT 17.3 Bivalvo Arcidae cuerpo mar. inf 2 65 mm n/a bioerosión, n/a Difícil Asignar taxón no hay elemento diagnóstico, concha masiva
concreción & de 4mm espesor. Depresiones circulares por perforaciones de
disolución esponja?
ácida
BMT 17.13a Mammalia Cavia porcellus mandíbula cuerpo 1 15 mm izq. n/a juvenil Individuo de la mitad del tamaño del individuo de la colección de
referencia que pesó 907,185 gramos. Cuerpo de la mandíbula se
observan 3 molares. The Biology of the Guinea Pig editado por
Joseph E. Wagner. Posible Cavia porcellus
BMT 17.13a Mammalia Cavia porcellus molar n/a 1 7 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus incisivo n/a 1 15 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 11 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11. Se ve alveolo para incisivo
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus cúbito medial 1 18 mm der. n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11. No se observa parte proximal
(tróclea, proceso oleacráneo)
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus cúbito distal 1 8 mm der. n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 44a Mammalia Bos taurus cuerpo proximal 1 144 mm n/a n/a n/a Corte simétrico por instrumento de metal. Diámetro del cuerno 6
cm aproximadamente.
BMT 44c Mammalia Didelphis cf. vért. lumb. completa 1 7 mm n/a n/a juvenil
marsupialis
BMT 50a Gasterópodo Olivella sp cuerpo columela 3 10 mm n/a disolución n/a Se ve perióstraco. Fracturas postdeposicionales
ácida
BMT 50.11 Gasterópodo Strombus? n/a cuerpo 2 23 mm n/a n/a n/a Cuenta colmillo con fractura posdeposcional. Cuenta tipo colmillo
con perforación circular de 3mm. Por textura es similar a cuentas
hechas de Strombus en Panamá. Ver Museo del Oro
BMT 52.1 Gasterópodo cf. Bulimulidae cuerpo completo 1 110 mm n/a n/a n/a Concha rellena do ceniza
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible incisivo fragmentos 50 ±2 mm n/a n/a n/a
Cavia porcellus
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible maxilar medial 8 ±14 mm n/a n/a n/a Se pudo identificar por “cicatrices” de los alveolos dentales posible
Cavia porcellus Cavia.
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible cráneo ocular 1 8 mm n/a n/a n/a Ni se pudo lateralizar posible Cavia sp
Cavia porcellus
BMT VIII.2 Mammalia Odocoileus sp metapodio proximal 1 20 mm n/a cucharita n/a Cucharita hecha con la parte de la epífisis, se “removió” tejido
artificial esponjoso, luego bordes fueron pulidos. Similar a descritos por
Roca 2009
BMT IX.2 Mammalia Odocoileus sp metapodio proximal 1 35 mm n/a n/a Cucharita hecha con la parte de la epífisis, se “removió” tejido
esponjoso, luego bordes fueron pulidos. Rota en tres fragmentos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio-cúbit completo 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno-etm completo 3 2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 2 2 mm izq. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) proótico completo 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) dentario medial 3 3 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero distal 2 3 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero distal 1 3 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) exo-occip frag. 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur distal 1 4 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) front- completo 1 4 mm izq. n/a n/a
parietal
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) atlas completo 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm izq. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 1 3 mm izq. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 1 3 mm der. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero proximal 1 3 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) hueso diáfisis 34 ±3 mm n/a n/a n/a Huesos muy fragmentados, no se identifican rasgos morfológicos.
largo
BMT IX.2 Vertebrata Vertebrata cráneo cráneo 5 ±2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) tibia- proximal 1 ±2 mm n/a n/a n/a
peroné
BMT IX.2 Mammalia cf. Didelphidae diente completo 1 2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno- completo 3 2 mm n/a n/a n/a
etm.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) parasfenoi completo 1 2 mm n/a n/a n/a
des
BMT IX.2 Amphibia Amphibia hueso diáfisis 300 ±2 mm n/a n/a n/a Posible Anura , huesos muy fragmentados para identificar rasgos
largo morfológicos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 6 ±4 mm izq. n/a n/a Por lo menos seis individuos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 5 ±4 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno- competo 2 ±2 mm n/a n/a n/a Por lo menos dos individuos
etm.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) vértebra completo 32 ±2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) escápula completo 3 ±2 mm der. n/a n/a Tres individuos
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 6 2 mm izq. n/a n/a Por lo menos seis individuos
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 2 2 mm der. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero completo 2 2 mm izq. n/a n/a Por lo menos dos individuos
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero completo 2 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) tibia- distal 2 2 mm n/a n/a n/a
peroné
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula n/a 1 31 mm der. n/a subadulto Faltan cóndilos. Es un tercio del tamaño del ejemplar de la
colección de referencia . Posible Cavia porcellus
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 20 mm izq. n/a subadulto Tiene incisivo
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 15 mm der. n/a subadulto
BMT XX Mammalia Cavia porcellus incisivo n/a 2 10 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fg. molar corona 7 5 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fémur completo 1 29 mm der. n/a subadulto Falta la epífisis distal.
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fémur distal 1 6 mm izq. n/a subadulto Sólo epífisis distal.
BMT XX Mammalia Rodentia costilla completa 3 6 mm n/a n/a n/a Difícil asignar a Cavia, son muy pequeñas.
BMT XX Ave Ave tibiotarso distal 1 25 mm der. n/a n/a Falta epífisis proximal.
BMT XX Mammalia Rodentia vert. cerv. proc. 1 6 mm n/a n/a n/a Falta centrum.
espinoso
BMT XX Mammalia Rodentia vert. caud. proc. 1 6 mm n/a n/a n/a Falta centrum.
espinoso
BMT XX Ave Ave coracoides completo 1 8 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia escápula proximal 1 9 mm der. n/a n/a Falta porción distal.
BMT XX Mammalia Cavia porcellus molar corona 6 10 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus incisivo corona 2 13 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula craneal 2 25 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula craneal 1 10 mm der. n/a n/a fragmento conserva un incisivo
BMT XX Mammalia Rodentia cráneo cóndilos 2 10 mm izq-der. n/a n/a pertenecen al mismo individuo
BMT XX Vertebrata Vertebrata hueso diáfisis 12 ±5 mm n/a n/a n/a
BMT XX Ave Ave coracoides completo 1 15 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Didelphidae Ilión completo 1 25 mm izq. n/a n/a
BMT XX Ave Ave fémur distal 1 30 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia? esternón cuerpo 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT XX Ave Ave hueso diáfisis 1 20 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia escápula proximal 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Mammalia hueso diáfisis 1 30 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia húmero distal 1 6 mm der. n/a n/a
BMT XX Ave Ave cúbito distal 1 12 mm der. n/a n/a
BMT XX Ave Ave tibio-tarso proximal 1 13 mm izq. n/a n/a
BMT XX Ave Ave peroné distal 1 12 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia metapodio completo 1 4 mm n/a n/a subadulto
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis cf. dentario medial 2 43 mm der. n/a n/a Se identificó por los alveolos que no presentan dientes.
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis maxilar medial 5 27 mm der. n/a n/a Fragmentos corresponden a un mismo individuo.
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis falange completa 1 4 mm n/a n/a n/a
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia cráneo fragmentos 17 ±20 mm n/a erosionados n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia cráneo fragmentos 6 ±20 mm n/a “blanqueados” n/a Posible calcinación ósea
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia hueso diáfisis 13 ±20 mm n/a erosionados n/a
largo
BMT XXII.4 Mammalia Didelphidae falange completa 2 5 mm n/a n/a n/a
distal
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia hueso fragmentos 60 ±10 mm n/a erosionados n/a
largo
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia maxilar medial 3 30 mm der. erosionados n/a Mamífero pequeño
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia vértebra cuerpo 10 9 mm n/a erosionados n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia vértebra completa 1 10 mm n/a n/a n/a Mamífero mediano
tórax
BMT XXII.4 Ave Ave carpo- proximal 1 10 mm der. erosionado n/a
metacarpo
BMT XXII.4 Mammalia Rodentia? metatarso proximal 4 3 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia tibia proximal 1 18 mm der. n/a n/a
BMT XXII.4 Ave Ave tibia-tarso proximal 1 20 mm der. n/a n/a
BMT XXII.4 Ave Ave falange completo 1 20 mm n/a n/a n/a
med.
segundo
ded.
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys fémur proximal 1 52 mm der. n/a n/a Identificación por libro de Olsen
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys fémur distal 1 32 mm der. n/a n/a Identificación por libro de Olsen
BMT XXII.4 Ave Ave cúbito proximal 1 19 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys radio diáfisis 1 42 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia cf. Didelphidae epipúbico? completo 1 35 mm izq. n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. mandíbula proximal 8 30 mm der. n/a n/a 1/3 menor que la muestra de referencia, mismo individuo
fragmentado presente cerca de la sínfisis mentoniana,
fragmentación postdeposicional.
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. molar corona 6 10 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. incisivo corona 7 13 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia cf. Cavia cráneo óptica 3 5 mm der. n/a n/a Hay que recordar que en Pasto al comer cuy se tritura la cabeza
porcellus
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia húmero semicomp. 1 35 mm izq. n/a subadulto Posible Sigmodon sp
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia hueso larg. diáfisis 30 5 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia incisivo corona 1 5 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia húmero distal 1 10 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia vért. cerv. centrum 1 2 mm n/a n/a n/a falta lámina y proceso espinoso
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia cráneo Frag. 6 4 mm n/a n/a n/a
BMT XXXIII Gasterópodo Semicassis labio labio 1 84.9 mm der disolución n/a Fragmento de labio apariencia de tiza. Los miembros del género
centiquadrata ácida viven lejos de la costa. Esta especie vive en la arena en agua poco
profunda.

Tabla A2. Restos de arqueofauna hallados fuera de contexto – Maridíaz

Sitio Clase Taxón Hueso Porción No. Tamaño Lado Tafonomía Edad Comentarios
BMF 07 Gasterópodo Strophocheilidae cuerpo umbilicus 1 65 mm n/a disolución n/a Dos fragmentos sin modificación.
ácida
BMF 07 Bivalvo Anadara sp cuerpo cuerpo 1 55 mm izq. disolución n/a No presenta umbo o margen inferior. Tiene una perforación
ácida circular en margen izquierdo
Tabla A3. Resumen de la muestra de Maridíaz con el número de especímenes identificados (NISP) y su frecuencia

BMT Amphibia % Ave % Bivalvo % Gasterópodo % Gasterópodo? % Mammalia % Vertebrata % Total


NISP NISP NISP NISP NISP NISP NISP NISP
14.2a 1 0.1 1
14.2e 2 0.3 2
07 1 0.1 1 0.1 2
16.15a 1 0.1 1
16.15b 1 0.1 1
16.15c 1 0.1 1
17.13 1 0.1 1
17.13a 6 0.8 6
44a 1 0.1 1
44b 1 0.1 1
44c 1 0.1 1
50.11 1 0.1 1
50a 3 0.4 3
9.14a 1 0.1 1
9.14b 1 0.1 1
IX.2 424 2 0.3 5 431
VI.16 59 7.6 59
VII.2 1 0.1 1
XX 6 0.8 13 1.7 12 1.6 31
XX? 2 0.3 26 3.4 28
XXII.10 64 8.3 64
XXII.4 4 0.5 130 16.8 134
XXXIII 1 0.1 1
Total 424 54.9 12 1.6 5 0.6 8 1.0 3 0.4 303 39.2 17 2.2 773
Anexo 2

Mineralogía

Métodos de análisis geoquímico en los artefactos minerales de Maridíaz

1. Difractometría de rayos X (DRX): Es la interacción de un haz de rayos X en una


muestra (preferiblemente pulverizada) donde el ángulo de difracción de las ondas, que
depende de la distancia interatómica, es característico para cada mineral. Este ángulo
permite identificar los contenidos mineralógicos mayores al 5% en la roca al compararse
con bases de datos establecidas universalmente para los minerales.
Equipo utilizado: Difractómetro D2 PHASER. Marca BRUKER.

2. Fluorescencia de rayos X (FRX): Consiste en analizar la radiación característica de


cada elemento generada por un átomo, al ser este excitado y movilizado por efecto de un
disparo de rayos-X. Los análisis de FRX determinan elementos en su estado puro siempre
y cuando tengan número atómico mayor al del elemento magnesio (12Mg). Software
usado: Geocuant.
Equipo utilizado: Equipo portátil Tracer IV-SD. Marca BRUKER.
El haz de rayos x penetra unas micras sobre la muestra, generalmente esta se pulveriza
para homogenizar el material y así tener resultados que abarquen una composición total.
El equipo utilizado también permite analizar muestras de tamaño pequeño sin pulverizar,
esta opción se usó en los líticos en los que se buscó preservación, en estos casos la
química elemental identificada será la que se encuentra en superficie y en un punto
seleccionado sobre la muestra con un diámetro menor a un centímetro, por lo que se
realizó más de un disparo para muestras no homogéneas.

Para la muestra BMT 47.5 se realizó una sección delgada que consiste en llevar la roca
hasta un espesor de 30 micras y con el uso de un microscopio petrográfico de luz
polarizada observar características ópticas propias de minerales y rocas. Es la técnica
petrográfica más precisa para conocer el tipo de roca que compone la herramienta lítica.
Anexo 3

Tabla A3 Análisis de composición química con el pXRF Niton XL3 GOLDD del material de referencia
Fluxana 0734-16a.

Reading No Ag Au Zn Cu
1155 7,10 33,03 9,99 49,64
1156 7,13 33,16 9,98 49,56
1157 7,13 33,17 9,94 49,56
Mean 7,12 33,12 9,97 49,59
Given 7,09 33,41 10,68 48,82
SD (p) 0,02 0,08 0,02 0,05
Coefficient of variation
%(RSD) 0,25 0,24 0,24 0,10
absolute % 0,03 -0,29 -0,71 0,77
relative% 0,46 -0,87 -6,65 1,57

Tabla A4 Análisis de composición química de dos fragmentos de cascabel de la serranía nariñense


realizados por David Scott (2012). La técnica usada fue Espectrometría de Masas con Plasma Acoplado
Inductivamente (ICP-MS). Resultados reportados en ppm.

Al Sb As Ba Bi Co Cu Dy Ge Au La Ir Pb Mg Mo Nd Ni Pd Pt Rh Ru Se Ag Sr Te Sn W Y Zn
Fragmento de cascabel 1 5 Nd Nd 0,4 Nd 0,3 Matríz 0,4 1590 Nd 0,8 7,4 Nd 2,6 Nd 13 1,2 36,2 2,4 0,2 Nd 2440 Nd 1,3 17 2,5 Nd Nd
Fragmento de cascabel 2 23 43 2570 121 1,6 3 Matríz 0,3 0,4 718 0,4 Nd 7,3 10 Nd 0,2 90 0,8 Nd 2,2 Nd 291 3130 11,6 9,6 Nd 0,6 0,3 3
Anexo 4

Análisis de las cenizas halladas en la tumba BMT-52: métodos y estudios de apoyo

En estudios realizados en biomasa vegetal, Michalik & Wilczynska (2012), trabajaron


con 8 especies (paja, cáscara de girasol, oliva, corteza de haya, palma y maíz)
encontrando variaciones importantes en los contenidos de sílice (Si), potasio (K),
fósforo (P), Calcio (Ca) y magnesio (Mg). Los contenidos de SiO2 son relativamente
altos en la ceniza de paja, teniendo una concentración superior al 66% a 475°C y 73% a
800°C y muy baja en cascaras de girasol, siendo menor a 2.4% a 800°C, mientras que en
el maíz era de 8.3% a 475°C y 10.6% a 800°C. Estos valores podrían indicar que el
contenido de SiO2 varía considerablemente según la especie vegetal que se queme. Por
otro lado, la variación del K2O en girasoles a 800°C va desde 27.6% a 31.4%, mientras
que en el maíz la variación esta entre 24% y 26%. En la ceniza de residuos de Oliva,
este mismo elemento llega a oscilar entre 22.9% y 25.6%. Respecto al P2O5, este óxido
llega a tener concentraciones muy altas en varios tipos de cenizas de biomasa. En el maíz
alcanza el 36% y 42% (475°C y 800°C, respetivamente), mientras que en las cenizas
de palma, varía entre 21.6% y 32.6%. Los óxidos de calcio (CaO) y el contenido de
MgO excede el
10% en cultivos como el maíz, la paja y la palma (Michalik & Wilczynska, 2012)

Una investigación más completa fue llevada a cabo por Vassilev et al., (2013), donde
analizaron el comportamiento de 86 variedades de biomasa durante la combustión,
pudiendo observar las transformaciones de fases minerales en la materia orgánica e
inorgánica y clasificar la biomasa de acuerdo con su diversidad biológica, fuente y origen
en seis grupos principales:

1. Madera y asociados (coníferas, angiospermas y gimnospermas, incluidos sus residuos)


2. Agricultura y Herbaceos (Anuales o perennes, semillas, fibras, entre otros)
3. Biomasa acuática
4. Residuos animales y humanos
5. Desechos industriales de biomasa y biomasa contaminada
6. Mezcla de biomasas.

En dicha investigación se indican las posibles formaciones, transformaciones y


reacciones fisicoquímicas de la ceniza de biomasa durante la combustión, transporte y
almacenamiento. Además, se pudo establecer que la ceniza de biomasa es comúnmente
enriquecida en Mn > K > P > Cl > Ca > Na > Mg y pobre en Al > Ti > Fe > Si > S. Los
elementos mayores identificados en la ceniza de biomasa (CB) normalmente incluyen
vidrio, silvita, calcita, leucita, silicatos de K – Ca, carbón, feldespatos, cuarzo, ahhidrita,
akerita, caolinita, siderita, cristobalita, arcanita, hematita, ilita, cal y portlandita. Los
fosfatos, carbonatos y cloruros, junto con vidrio y materiales amorfos inorgánicos son
característicos de las cenizas porque juegan un rol más significativo en casi toda la
combustión de los productos de biomasa, en comparación con otras clases minerales
durante la formación de la ceniza. Por otro lado, silicatos, oxihidróxidos y sulfatos no
son típicos de las cenizas porque no juegan un papel tan importante en la combustión de
la biomasa.

En cuanto a estudios realizados en biomasa animal donde se quemaron cerdos y


madera (vs) madera (caracterizada previamente), Richardson (2017), midió la
concentración de elementos químicos para observar especies químicas indicadores
como calcio, magnesio y elementos traza que ayuden a determinar si los residuos de una
ceniza pueden ser utilizada para determinar la presencia de cadáveres humanos en
procesos de combustión. Ella encontró que 3 elementos predominan en la combustión de
organismos animales mamíferos: el fosforo (P), el sodio (Na) y el zinc (Zn); así como
dos minerales: periclasa (MgO) e hidroxiapatito [Ca5(PO4)3(OH)]. Esto también pudo
ser corroborado por análisis realizados en otros mamíferos, donde se determina que el
hidroxiapatito responde de manera diferente al calor dependiendo de la especie y que
existen similitudes en los restos humanos, cerdos y perros (Beckett et al., 2011).

En una segunda parte de los experimentos realizados por Richardson (2017), cerdos
fueron quemados en ambientes controlados donde se concluyó que la volatilización del
nitrógeno y azufre incrementa a altas temperaturas, y por lo tanto sus cantidades relativas
disminuirían en la ceniza, mientras que a altas temperaturas, el fosforo residual y otros
elementos incrementarían en su concentración. Además, en el proceso de carbonización
son liberados elementos distintos al carbono de los compuestos orgánicos, los cuales se
volatilizan y/o forman otros enlaces, apartando el carbono.

Es importante también tener en cuenta que la composición química de la biomasa no


solo responde a la vegetación sino también a las condiciones del suelo y composición de
los detritos derivados del suelo, la atmósfera, entre otros (Michalik & Wilczynska, 2012),
es decir, que suelos con altos contenidos en calcio, azufre o fosforo pueden repercutir en
la composición de la ceniza tras la combustión, por lo cual se hace indispensable tener en
cuenta este factor. A fin de cuentas, varios autores llegan a la conclusión de que la
composición mineralógica de la biomasa resulta muy variable, siendo la mayoría son
altas en fosfatos de K y Mg, otras ricas en carbonatos (calcita, fairchildita, kuthahorita),
suflatos (arcanita) y otros componentes como cuarzo y cristobalita y óxidos de hierro
(Michalik & Wilczynska, 2012), mientras que el contenido de azufre (SO3) tiende a
tener un patrón poco consistente durante los procesos de combustión, incrementando
eventualmente a altas temperaturas (Richardson, 2017). El fosforo, en cambio,
incrementa a medida que la temperatura aumenta mientras que otros elementos se
volatilizan.

Metodología usada

Tamizado y separación. La separación de la muestra se realizó según tamaños de grano


con tamiz de malla de 0,075 mm (75 micras). Las partículas con diámetros mayores a
0,075 mm se consideran como material de fracción gruesa, mientras que lo inferior a
ese diámetro, es material fino. (+) Análisis morfológico de los fragmentos en lupa
binocular de 30x y 60x. Tras la separación, la fracción gruesa fue observada en lupa
binocular con aumentos de 60X y 30X.
Composición mineralógica y elemental. Análisis DRX y ED-FRX. Se analizaron dos (2)
muestras para identificación y cuantificación de fases minerales y composición elemental
presentes mediante DRX y ED-XRF (Tabla 1).

Tabla 4.1. Procedimientos realizados a la muestra MP-2 y MP-3. RP: Random Power

Descripción del procedimiento DRX. El procedimiento de laboratorio consistió en la


toma de las muestras y su pulverización mediante un mortero de ágata con el fin de evitar
impurezas de otros materiales. Ambas fracciones son nuevamente tamizadas y se toman
alrededor de 2gr de la fracción a 70 µm. Esta fracción en polvo es adquirida en un
rango de barrido entre 2,5 y 70 °2θ con la ayuda del equipo Bruker D2 Phaser. Este
rango de barrido permite la identificación de la gran mayoría de los planos cristalinos
presentes en casi todos los minerales conocidos.

Descripción del procedimiento. ED-FRX. Se analizaron dos (2) muestras mediante rutina
en crudo y polvo homogenizados y dispuestos en capsulas con fondo de película delgada
de polipropileno de 4µm para identificación y cuantificación de elementos químicos
presentes los cuales se expresan en óxidos por porcentaje y elementos menores en partes
por millón (ppm).

Instrumentos utilizados. EQUIPO: BRUKER Tracer GeoQuant IV y BRUKER D2


Phaser. TUBO: Objetivo de Rh con Voltaje máximo de 40 KV. DETECTOR: 10mm2
XFlash SDD, resolución típica 145eV a 100.000 cps. VACÍO: Bomba portátil para
aumentar la sensibilidad en la detección de elementos ligeros. ENERGÍA: 15 KV - 55µA
y 40KV – 5.7 µA Análisis y comparación de los resultados con bases de datos.

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