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Arqueologia Del Valle de Atriz Narino Co
Arqueologia Del Valle de Atriz Narino Co
(Nariño, Colombia)
Arqueología del valle de Atríz
(Nariño, Colombia)
ALZANI EDITORE
Cárdenas Arroyo, Felipe
Arqueología del Valle de Atríz (Pasto, Nariño) / Felipe Cárdenas Arroyo ––Alzani Editore: Pinerolo (TO), Italia,
2020. 253 pág., + 115 figuras (fotos, mapas y diagramas) + 26 tablas.
ISBN 978-88-8170-633-4
1. Arqueología prehispánica. – 2. Nariño, valle de Atríz, Colombia. – 3. Cerámica prehispánica, valle de Atríz,
Colombia. 4. Fauna arqueológica, valle de Atríz, Colombia. 5. Metalurgia y artefactos líticos arqueológicos, valle
de Atríz, Colombia. 6. Cronología arqueológica del valle de Atríz, Colombia.
Cubierta anterior: Plato Tuza hallado en Maridíaz. Cubierta posterior: Volcán Galeras visto desde el valle de Atríz
(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo). Guarda: Prospección en Bomboná (Fotografía de Felipe Díaz del
Castillo)
iv
Dedicado a todos los líderes y lideresas sociales,
afrocolombianos, afrocolombianas, indígenas,
campesinos, campesinas, ambientalistas y personas diversas
asesinados en Colombia por el solo hecho de defender su cultura,
su tierra, su libertad de expresión y su derecho a la vida,
abandonados a su suerte por el Gobierno Nacional
v
Contenido
Dedicatoria v
Agradecimientos ix
Introducción 1
Referencias 223
Anexos 241
vi
Índice de mapas
Índice de figuras
Figura 1.1 Algunas poblaciones quillacingas, pastos y abades del siglo XVI 19
Figura 2.1 Cuencos con base del Complejo Tuza excavados por Sergio
Elías Ortíz en 1930 24
Figura 2.2 Cuenco con base del Complejo Tuza representando un posible
sacrificio humano 24
Figura 2.3 Plano del cementerio arqueológico de Maridíaz 29
Figura 2.4 Tipos de estructuras de tumbas halladas en el cementerio
quillacinga de Maridíaz 30
Figura 2.5 Maridíaz: BMT-27. Dibujo en planta de la bóveda y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 44
Figura 2.6 Maridíaz: BMT-39, 39A, 39B. Dibujo en planta de la bóveda y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 45
Figura 2.7 Maridíaz: BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB, XXIVC. Dibujo en
corte de cuatro bóvedas que comparten un mismo pozo y
materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección 46
Figura 2.8 Cerámica de Maridíaz 47
Figura 2.9 Cerámica de Maridíaz 48
Figura 2.10 Cerámica de Maridíaz 49
Figura 2.11 Cerámica de Maridíaz y banquito de madera 50
Figura 3.1 Mijitayo, petroglifo hecho por punteado 52
Figura 3.2 Jenoy, petroglifo labrado en una pared de roca 52
Figura 3.3 Panorama del sitio arqueológico Mijitayo 52
Figura 3.4 Mijitayo Corte 1 Niveles 1 y 2 55
Figura 3.5 Mijitayo Corte 1 Niveles 3 y 4 56
Figura 3.6 Mijitayo Corte 1 Nivel 5 y perfil 57
Figura 3.7 Panorámica del sitio arqueológico Catambuco 58
Figura 3.8 Sitio arqueológico Catambuco: basurero, tumbas y
recolección superficial 59
Figura 3.9 Catambuco Zona 1: basurero y tumbas 60
Figura 3.10a Catambuco Zona 2 Tumba 1: planta y corte 62
Figura 3.10b Catambuco Zona 2 Tumba 1: Cuencos decorados con base 62
Figura 3.11 Catambuco Zona 2 Tumba 2: planta y corte 63
Figura 3.12 Catambuco Zona 2: cuencos con base decorados hallados
durante labores agrícolas 64
Figura 5.1 Sistema alfarero del valle de Atríz: Mijitayo: bordes por tipo 89
Figura 5.2 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Carmelito
y Negro 90
Figura 5.3 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Rojo y Crema 90
o Habano
vii
Figura 5.4 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de cuencos
tipo Naranja 91
Figura 5.5 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de vasijas aquilladas 91
Figura 5.6 Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos y platos 92
Figura 5.7 Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos con base y
sin base decorados 92
Figura 5.8 Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de ollas globulares 93
Figura 5.9 Sistema alfarero del valle de Atríz: vasijas antropomorfas 93
Figura 6.1 Ajuar funerario de la tumba BMT-9 104
Figura 6.2 Bivalvos excavados en Maridíaz 112
Figura 6.3 Bivalvos excavados en Maridíaz 113
Figura 6.4 Gasterópodos excavados en Maridíaz 114
Figura 6.5 Gasterópodos excavados en Maridíaz 115
Figura 6.6 Cuencos con base decorados con motivos de venados 117
Figura 6.7 Cuencos con base decorados con motivos de primates 121
Figura 6.8 Cuencos con base decorados con motivos de guacamayas 123
Figura 6.9 Cuenco con base decorado con motivos de garzas 124
Figura 6.10 Cuencos con base decorados con motivos de aves 125
Figura 6.11 Cuenco con base decorado con las extremidades de anuros 126
Figura 6.12 Mamíferos excavados en Maridíaz 131
Figura 6.13 Mamíferos excavados en Maridíaz 132
Figura 8.1-8.4 Colgante piritizado 135
Figura 8.5-8.8 Muestra lítica BMT-0001 159
Figura 8.9-8.10 Cuarzo hialino 161
Figura 8.11-8.12 Cuarzo hematoideo 163
Figura 8.13-8.14 Costra ferruginosa 164
Figura 8.15 Material no consolidado 166
Figura 8.16-8.19 Colgante denso fosfatizado 168
Figura 8.20-8-21 Colgante de basalto 171
Figura 8.22-8.24 Raspador de cornubiana 174
Figura 8.25-8.26 Raspador de anfibolita 175
Figura 8.27 Hacha de dacita 177
Figura 8.28-8.30 Aumentos del hacha de dacita 178
Figura 8.31-835 Origen geológico de los materiales líticos 180-181
Figura 9.1 Vasija globular rota con ceniza 183
Figura 9.2 Muestras de ceniza sin pulverizar 188
Figura 9.3 Muestras de ceniza – fracción gruesa 189
Figura 10.1 Desgaste de las superficies oclusivas BMT-V 201
Figura 10.2 Extensa formación de cálculo dental 201
Figura 10.3A Cráneos normales y cráneos con deformación artificial
excavados en Maridíaz 204
Figura 10.3B Cráneo con señales de traumatismo excavado en Maridíaz 205
Figura 10.4 Cráneo con deformación craneal y sutura metópica 205
Figura 10.5 Tumba BMT-G 207
viii
Agradecimientos
Con inmenso cariño recuerdo a Olguita Díaz de Massoldi del Museo del Oro de Pasto
quien siempre fue mi punto de referencia durante tantos años, y a Carmen H. Perini,
entonces directora del Centro Cultural, quien se encargó de abrirme todas las puertas
necesarias para poder investigar en Nariño. De igual manera al Museo del Oro en
Bogotá y a la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales por su apoyo y
ayuda constantes durante más de 30 años, incluyendo casi todas las fechas de
radiocarbono obtenidas en Maridíaz: Clemencia Plazas, María Alicia Uribe, Roberto
Lleras y Roberto Otríz han colaborado y apoyado mi trabajo en Nariño y por ello les
estoy inmensamente agradecido. También en el Museo del Oro de Bogotá, gracias a
Lina María Campos Quintero por su cuidadoso y excelente análisis de algunas piezas
metálicas de Maridíaz, cuyo trabajo aparece en este libro en el Capítulo 7 y a Héctor
García por atender pacientemente a todas mis solicitudes de datos e información de
los archivos del Museo.
En el Icanh, mis agradecimientos van primero a Ana María Groot, quien siendo
directora del Instituto me envió por primera vez a Nariño en comisión y me ofreció
siempre su colaboración, apoyo y conocimientos sobre el área. A Gilberto Cadavid
Camargo, por su compañía y ayuda en las primeras semanas de terreno y a Myriam
Jimeno por continuar con el apoyo inicial para las investigaciones en Nariño. Más
recientemente, a Víctor González, Fernando Montejo, Ángela Escobar, Deyanira
Méndez y Álvaro Bermúdez por su ayuda desinteresada, su amistad y compañía en
las largas jornadas de laboratorio.
ix
A Catherine Pardo Báez y Manuel D. Martínez Cortés de la Universidad Nacional de
Colombia por sus excelentes análisis de objetos líticos y cenizas halladas en las
tumbas de Maridíaz y que aparecen en los Capítulos 8 y 9 de este libro; y al
Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia, en especial a
los laboratorios de microscopía óptica, técnicas petrográficas, y al de microscopios de
investigación. En la Universidad Externado de Colombia, mi agradecimiento para
Diana Rocío Carvajal Contreras por su análisis de los restos de arqueofauna hallados
en Maridíaz y su subsiguiente ayuda y disponibilidad para responder a mis preguntas.
Los resultados de dichos análisis aparecen en el Capítulo 6.
Finalmente, gracias al pueblo nariñense que aun cree en su cultura tradicional, una de
las más ricas y hermosas del país, y que lucha día tras día para que no desaparezca
frente al embate salvaje de los grandes intereses económicos que solo le han llevado
violencia y miseria a un departamento que merece solo bienestar.
INTRODUCCIÓN
Este libro trata de la arqueología del valle de Atríz, en el altiplano de Pasto. El valle
fue ocupado en la época prehispánica por la etnia de los quillacingas, indígenas que
siguieron viviendo allí varios siglos después de la invasión española pero ya con su
cultura totalmente transformada. El territorio que ocuparon puede considerarse como
uno de tierras muy fértiles gracias, en parte, a la mineralización de los suelos por el
depósito de cenizas volcánicas y a la abundancia de agua. Los datos arqueológicos que
presentamos aquí dan apenas una idea aproximada de lo que pudo ser esta etnia en el
pasado prehispánico porque la destrucción de sitios arqueológicos en esta área en
particular, y en todo el departamento de Nariño en general, ha sido inmensa. Dado que
las sociedades humanas del pasado estaban estrechamente relacionadas con el medio
ambiente, hacemos aquí una breve reseña de las características ambientales de la región
porque es importante conocer las condiciones naturales en las cuales vivieron esas
personas, por lo menos para tener una idea general. Claramente, el medio de hoy es muy
diferente a como era hace más de 500 años, pero ciertas condiciones climáticas y
geológicas siguen siendo muy similares a las del pasado.
El medio ambiente del departamento de Nariño es muy diverso. Cuenta con tres
provincias fisiográficas: 1) la llanura del Pacífico; 2) la montaña nariñense; 3) el
piedemonte amazónico (IGAC, 2014: 35) (Mapa 1). Sabemos que las tres fueron
ocupadas en tiempos prehispánicos, pero no conocemos bien cómo se integraron entre sí
desde el punto de vista sociocultural. Las rutas de comercio e intercambio aún no han
sido bien estudiadas en este territorio. La variedad ambiental y su consiguiente
diversidad de fauna y flora seguramente incidieron en las estrategias adaptativas que
adoptaron sus habitantes, y buena parte del paisaje actual que observamos es
consecuencia de la actividad humana que desde hace siglos se lleva cabo en esta amplia
zona. Específicamente, los quillacingas ocuparon sobre todo la provincia fisiográfica de
montaña nariñense.
2
Arqueología del valle de Atríz Introducción
López menciona 6 poblaciones para este sector (Calero, 1991: 107) con 842 indios
tributarios, o 2526 habitantes nativos. Para ir a Popayán se salía por el noroccidente, por
Genoy, para salir abajo a Sandoná y de allí hasta el valle del Patía (Mapa 3 #4). La
región es de montaña media y montaña baja con clima templado seco y seco cálido en el
cañón del Guáitara, hasta cálido y húmedo por el Patía. De nuevo, vivían aquí con
alguna variedad climática. Desde el punto de vista del intercambio, esta ruta también fue
importante porque por ella se comerciaba la sal. (4) Los quillacingas camino a
Almaguer, Tomás López menciona 10 pueblos con 2820 tributarios (Op. cit.), o 8640
habitantes nativos. Según los documentos, era la población más numerosa de las cinco
áreas quillacingas en 1558 y en apenas los doce años transcurridos entre la visita de
Tomás López y la de García de Valverde, la población nativa disminuyó en 51% (ver
datos en Calero, 1991, p. 107). Casi todo este territorio corresponde a la subregión de
montaña media con clima templado seco, templado húmedo y frío húmedo (Mapa 3 # 7-
9). (5) Finalmente los quillacingas de montaña, localizados hacia el valle de Sibundoy.
Tomás López menciona cinco poblaciones y un total de 2300 indios tributarios, o 6900
habitantes nativos (Op. cit.). Las únicas excavaciones arqueológicas realizadas hasta
ahora en esta región de montaña son las de Cadavid y Ordóñez en Tajumbina (1992) y
Patiño en Aguapamba, corregimiento de La Laguna (1995). Esencialmente, estos grupos
habitaban las subregiones de alta montaña y montaña media (Mapa 3, hacia La Cocha)
Como puede verse, el territorio quillacinga era bastante extenso: iba desde el cañón
del río Guáitara como límite occidental donde se asentaban los grupos camino a Quito y
camino a Popayán, hasta el piedemonte oriental que baja hacia selva tropical, donde
según los documentos del siglo XVI quedaba su límite oriental y se asentaban los grupos
llamados por los españoles “de la montaña”. El límite norte se establecía en el río Mayo,
donde se asentaban los grupos camino a Almaguer, y en el río Patía donde estaban los
grupos camino a Popayán. Geográficamente, el centro del territorio era el valle de Atríz,
pero no sabemos si también era el centro político con influencia sobre las otras cuatro
regiones. Hemos visto que el territorio con mayor población era el de los quillacingas
camino a Almaguer (casi el 34% más de habitantes que en el valle de Atríz a pesar de
contar con 10 poblaciones menos), por lo que no se puede descartar que hubiese sido un
centro de administración política. Según las pocas investigaciones arqueológicas
realizadas hasta la fecha, parece que la región del macizo andino fue la más densamente
poblada en tiempos pre y post-hispánicos y es donde se encuentra el 95% de las
3
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo
4
Arqueología del valle de Atríz Introducción
El vulcanismo y la sedimentación son las principales fuerzas que han dado origen a
los suelos del valle de Atríz. Su composición geológica es de areniscas, tobas, arcillas y
aglomerados (IGAC, 1982: 4-5) con cenizas volcánicas superficiales y profundas. Las
vertientes del Galeras y el valle de Atríz propiamente dicho cuentan con tierras muy
fértiles. Los colores de los horizontes son oscuros y la capa vegetal es profunda. De
interés para la arqueología es que los suelos inorgánicos son de comportamiento
friccionante-cohesivo, de espesor mayor a los 10 m, consistentes de limo arcilloso. Su
resistencia a la compresión en promedio es de 40 tn-m2 (Guerrero Rodríguez, 1987), lo
cual ha sido un factor primordial para que las estructuras de las tumbas quillacingas tanto
del valle de Atríz como de Catambuco se encuentren todavía en buen estado.
En las alturas del volcán hay algunas lagunas, por ejemplo laguna Negra, laguna
Mejía y laguna Verde (Mapa 4). Estas lagunas dan origen a varias quebradas y
riachuelos que, junto con otros nacimientos de aguas, fueron fuentes importantes para el
cultivo y el consumo humano tanto en el pasado como en el presente. El área particular
que nos ocupa (los sitios de Mijitayo, Catambuco y Maridíaz), era irrigada por
quebradas como Juanambú, Mijitayo y Midoro (Mapa 4); y quebradas como Rosales, El
Chilco, Payarones, El Volcán, San Francisco y Los Saltos (entre otras muchas) que
eventualmente vierten sus aguas al río Pasto.
5
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo
El paisaje actual de los sitios arqueológicos que trabajamos en este informe consiste
de parcelas sembradas, donde el bosque nativo ha desaparecido por completo. Los pocos
árboles que se ven no son de especies autóctonas sino pinos y eucaliptos. El Santuario de
Fauna y Flora del Galeras y otras reservas naturales más pequeñas son el último reducto
de unas pocas especies nativas de flora y fauna de esta región que podrían ayudar a
comprender mejor cómo era el medio ambiente en el tiempo de los quillacingas.
6
Arqueología del valle de Atríz Introducción
Anden Aluvial
V. Doña Juana
Llanuras bajas
A Colinas terciarias
msnm Vertientes externas
Gualmatán
Túquerres
R. Guáitara
Vertientes interandinas
V. Azufral
4.500 Altiplanos
4.000
Ospina
Conos volcánicos
3.500 Cañones
3.000 Llanura amazónica
2.500
R. Telembí
2.000
O. Pacífico
R. Patía
1.500
1.000
500
0 A=O-E
B=S-N
B
V. Azufral
V. Cumbal
V. Galeras
Sibundoy
msnm
Valle de
4.500
Pasto
ECUADOR
R. Guáitara
4.000
3.500
3.000
R. Caquetá
2.500
2.000
1.500
1.000
500
0
Mapa 2. Cortes oeste-este (A) y sur-norte (B) del Macizo Colombiano. El recuadro
en el Corte B señala el territorio ocupado por los quillacingas (Dibujo de Felipe Cárdenas
Arroyo; elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
7
Introducción Felipe Cárdenas Arroyo
R. Pasto
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Ríos y Quebradas
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8
CAPÍTULO 1
El valle de Atríz –el altiplano donde hoy se encuentra la ciudad de Pasto– estuvo
ocupado desde antes de la invasión española por una etnia que en arqueología y
etnohistoria se conoce con el nombre de quillacinga. Esta etnia se asentó en el valle
propiamente dicho, en las laderas de las montañas que lo circundan, en las zonas altas
hacia la laguna de La Cocha, el cerro Patascoy, el valle de Sibundoy (Ramírez de
Jara, 1992: 30), el cañón del río Guáitara aproximadamente hasta su desembocadura
en el río Patía y hacia el norte hasta el curso del río Mayo (Op. cit.: 31; Ortiz, 1946a:
912-913). El nombre “quillacinga” aparece muy temprano en documentos y crónicas
del siglo XVI, pero no como grupo étnico sino como un término general para referirse
a los territorios al norte de Quito aún no conquistados por los españoles, incluyendo
todos aquellos que hoy consideramos como ocupados antiguamente por la etnia de los
pastos1. La primera vez que aparece el nombre quillacinga es en 1535, en el Libro
Primero de Cabildos de Quito, con referencia a los “términos”, o límites de la
jurisdicción de Quito: “… por la vya de quillacinga hasta el rrio grande de
quillacinga…” (Libro Primero de Cabildos de Quito, 1535 [1934]: 107). Sergio Elías
Ortiz escribe que la primera referencia a quillacinga, como nombre de provincia, se
encuentra en el mismo Libro Primero (Ortiz 1946a: 911) lo que efectivamente es así2,
casi un año después de la primera mención. Esta referencia y otras más se dan en
1536 y 1537 por mano del escribano Gonzalo Díaz por declaración de Sebastián de
Belalcázar ante el Cabildo de dicha ciudad, cumpliendo la orden de Francisco Pizarro
de salir en expedición de conquista hacia territorios desconocidos para los españoles
al norte de Quito. Vale recordar que las primeras entradas españolas a territorio
quillacinga fueron desde el sur, diez años antes del viaje de Cieza de León quien
1
Para otro análisis sobre el origen del nombre quillacinga véase también Hooykaas, 1991.
2
La transcripción dice a la letra: “Don françisco Piçarro Adelantado capitán general e gouernador por
su magestad en estos rreynos de la nueva castilla etc por cuanto en nonbre de su magestad provey de
my teniente de la villa de san francisço de quito al capitan Sebastian de benalcaçar e por se aver pasado
como se paso a la conquista de quyllaçinga e condelumarca la dicha villa quedo sin capitan e ni
teniente…” etc. (Libro Primero de Cabildos de Quito [1536] 1934, pp. 167-168).
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
En un trabajo muy bien documentado sobre este tema del origen del nombre
quillacinga, Álvaro Gómezjurado aclara que el “… vocablo quillacinga era un
término de contenido político administrativo, carente de todo significado étnico, con
el cual se designaba, exclusivamente, a los territorios situados al norte del Carchi o río
Grande de Quillacinga3, independientemente de cuál fuese su ubicación geográfica o
de las naciones indígenas que los habitaran” (Gómezjurado, 1999: 22). Así, el nombre
quillacinga como grupo étnico parece haber sido, según el citado autor, un error de
Gonzalo Pizarro quien en 1540 designó con ese término a los grupos nativos que
habitaban al norte y oriente de los ríos Carchi y Guáitara, pero excluyendo a los
pastos (Gómezjurado, 1999: 20). De ahí en adelante, Cieza de León y todos los demás
autores que se basaron en su obra, asumen que quillacinga era el nombre de esta etnia,
el cual ha llegado hasta nuestros días. Es importante aclarar la etimología de este
término desde el punto de vista histórico, visto que hay muchos textos que lo
relacionan con el uso de narigueras en forma de medialuna. Por ejemplo, Garcilaso de
la Vega escribe: “… los Quillacenca; quiere decir: nariz de hierro, porque se
horadaban la ternilla que hay entre las ventanas de las narices…” (1976 [1609]: 167
T.2) haciendo alusión a las narigueras en forma de media luna, visto que en quechua
killa significa “luna” y “mes” (Laime, 2007: 44). De datos como este se han hecho
interpretaciones que proponen que los quillacinga “adoraban la Luna” y que usaban
narigueras en forma de media luna y por eso se autodenominaban así (por ejemplo
3
Río Carchi
10
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1
Ortíz, 1946a: 911). Ante estas ideas es importante tener cautela, porque por una parte,
Garcilaso escribe tarde en la historia —su crónica del Perú apenas viene publicada en
España en 1609— y hace referencia permanentemente a Cieza de León quien, como
vemos, ya introduce el equívoco sobre el nombre étnico de estos indígenas y que
Garcilaso reproduce; y Guamán Poma de Ayala también menciona a los quillacingas
como “Quillay Cinca” (1987 [1613] [113], p. 108 y [1082], p. 1156) en referencia a la
conquista que Huayna Cápac adelantó en territorio cara, al norte de Quito, y sus
primeras incursiones en territorio de los pastos del Carchi. Pero también es un autor
tardío y, teóricamente, Huayna Cápac no siguió más al norte de territorio étnico pasto.
Si esta simbología hubiera sido cierta, es extraño que excavadas más de 80 tumbas en
el valle de Atríz y visitadas varias colecciones de objetos hallados allí mismo, se
encuentren tan pocas narigueras en forma de media luna, que además era una figura
muy común en toda la orfebrería precolombina.
De otro lado, Emiliano Díaz del Castillo y el sacerdote Justino Mejía y Mejía
pensaban que el nombre de esta etnia habría sido más bien hatunllata o hatunllacta
(Díaz del Castillo, 2017: 31; 1987: 19). Esta idea también es difícil de comprobar. La
palabra es de origen quechua y sabemos que la presencia de vocablos y toponímicos
quechuas en Nariño son de origen tardío, que llegan y permanecen en estos territorios
por la llegada de indios de servicio traídos por los españoles desde el Perú y Ecuador,
puesto que es claro que el avance y asentamiento efectivo del imperio incaico no pasó
más allá del norte de Quito, a pesar de las recientes propuestas de algunos
investigadores que creen ver la penetración incaica en territorio nariñense en el
contexto del Qhapaq Ñan, o camino inca. Incluso el mismo Sergio Elías Ortíz lo
pensaba así (1960) y Gregorio Hernández de Alba sigue a Cieza de León en el sentido
de que el inca Huayna Cápac llegó hasta el río Angasmayo (Guáitara) en territorio de
los pastos (1946: 919); lo cierto, sin embargo, es que, hasta la fecha, las evidencias
arqueológicas y etnohistóricas no respaldan la idea de una presencia física inca en
territorio nariñense. En este sentido, es muy lógica la observación de Bernal de que
las fronteras no se deben entender como una línea fija sino como espacios fronterizos
“…dentro del cual se alternaban sectores de dominación efectiva con un mundo
andino no sometido pero relacionado de alguna manera con los incas” (Bernal, 2020:
8, 12). El adjetivo hatun en quechua hace referencia a algo “grande, principal,
enorme” (Aulex, 2005); y hatun llaqta significa ciudad, pueblo grande (Op. cit.), o
11
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
como lo define Laime Ajacopa (2007: 34): “s. jatun llaqta: Ciudad. Núcleo urbano de
población densa”. De asumir la posibilidad de este término, pensaríamos que también
se hacía referencia a una provincia grande que en el contexto que nos ocupa, sería
aquella –o aquellas— localizadas al norte de Quito. Como ya se ha propuesto, pastos
y quillacingas juntos podían sumar alrededor de 235.000 habitantes. Una referencia a
esta provincia de hatunllata se encuentra también en la misma fuente cuando
Belalcázar dice ante el cabildo en 1537 que se encuentra de salida para el norte: “…
est[á] de partida para yr a fundar la villa viçiosa de la provinçia de hatunllata…”
(Libro Primero de Cabildos de Quito [1537] 1934, pp. 283). Por eso, es pertinente
cuestionarnos sobre esta inferencia porque estaríamos buscando el verdadero nombre
de la etnia “quillacinga” de nuevo en la lengua quechua. Según mi interpretación de
todo lo anterior, este grupo humano tuvo una auto denominación que desconocemos,
y ningún cronista, conquistador o escribano de la época de la conquista de los
primeros años de penetración en el sur (1524-1536) y de la fundación de ciudades
como Pasto y Popayán, registró este nombre, convirtiendo más bien el nombre
quechua de una provincia, o espacio de frontera, en gentilicio o denominación étnica.
12
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1
buen término. Se demuestra con esto que los quillacingas como grupo étnico eran
ajenos al quechua y que su nombre quechua es un error histórico.
José Narciso Jamioy hace una explicación muy interesante sobre la lengua kamsá
y cómo ella expresa la identidad étnica y la autodenominación kamsá, cuando escribe
que los indígenas “…. siempre se identifican como Kamuentsa Yentsáng, que
significa los ‘Hombres de aquí mismo’” (Jamioy, 1999: 240). Quizá el verdadero
nombre étnico de los quillacingas habría que buscarlo a partir de estudios lingüísticos
del kamsá y de otros documentos etnohistóricos que desconocemos.
Pedro Cieza de León fue uno de los cronistas presenciales que dejó sus
impresiones sobre estos indígenas durante la primera mitad del siglo XVI. Cieza pasó
por el valle de Atríz en 1547 –nueve o diez años después de las primeras entradas de
los españoles —escribiendo sus impresiones sobre los quillacingas y sus vecinos, los
pastos. Según sus observaciones, había una población bastante grande:
13
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
“Y concluyendo con esta villa de Pasto, digo que tiene más indios naturales subjetos
a sí que ninguna ciudad ni villa de toda la gobernación de Popayán, y más que Quito
y otros pueblos del Perú”. (Cieza de León, 1962 [1553]: 111)
En realidad, Cieza pasó por allí cuando ya los españoles habían ocupado las
fértiles tierras del valle y habían empezado a reacomodar y mover a los indios en
repartimientos, primero, y después en encomiendas; de modo que este dato no
necesariamente significa que la población aborigen fuese originalmente tan grande
con respecto a los pueblos indígenas sujetos a Quito o el Perú. Sin embargo, el
número de habitantes seguramente sí era importante, hecho que queda atestiguado por
la cantidad de sitios arqueológicos que se han encontrado bien sea mediante
excavaciones científicas o por hallazgos fortuitos y guaquería y los estudios de
población que hace Calero (1991). Su análisis del número de tributarios en el
territorio quillacinga con base en las visitas varias de Tomás López en 1558, García
de Valverde en 1570, Francisco Centellas en 1582, García de Ortega en 1590 y otros
documentos posteriores, confirma que el número posible de indígenas quillacingas era
importante (Op. cit.: 87). Como ejemplo para relacionar el párrafo de Cieza con datos
etnohistóricos, Tovar también presenta un cuadro donde estima la población pasto de
1536 en más de 200 mil habitantes (Tovar, 1993: 72), un número no indiferente de
personas en comparación con el estimado de 35 mil o 36 mil quillacingas que
mencioné en la introducción.
14
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1
En los recorridos que uno hace por diferentes lugares del valle de Atríz y sus
alrededores, y de acuerdo, además, con los informes orales de los campesinos de la
región, se confirma la presencia de considerable material arqueológico que proviene
principalmente de tumbas de pozo rectangular con cámara lateral –un tipo de
estructura funeraria típica de esta región (ver p. ej., Figs. 3.10a y 3.11). Sin embargo,
la actividad incontrolada de la guaquería que ha sufrido esta parte de Nariño durante
décadas es alarmante. La guaquería en Pasto es mencionada por fray Juan de Santa
Gertrudis ya en el siglo XVIII, quien además fue uno de los primeros en describir las
15
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
tumbas indígenas de Nariño (Ortiz, 1973: 5). Sergio Elías Ortíz también manifiesta su
preocupación cuando escribe en un informe de comisión para el Icanh que Nariño ha
estado “… sometido en todo tiempo a la explotación destructora de la guaquería
incontrolable” (Ortíz, 1973: 6). Desafortunadamente, poco a cambiado desde
entonces.
Hoy es difícil encontrar tumbas arqueológicas que estén intactas y los sitios de
habitación indígenas representados por restos de viviendas, talleres o basureros en el
valle propiamente dicho y las lomas que lo circundan, casi no se encuentran. Los que
hubo alguna vez han desaparecido bajo el desarrollo urbano de Pasto. De estos
potenciales lugares de habitación, ninguno fue excavado o reseñado y ya es
información perdida para la historia. El desarrollo urbano de la ciudad en los últimos
30 años ha sido vertiginoso, tanto que se puede descartar cualquier tipo de
investigación científica a nivel de arqueología regional en el valle propiamente dicho,
porque prácticamente ya no quedan áreas sin construir, excepto en las laderas de las
montañas que, igualmente, empiezan a urbanizarse en algunas partes de modo
desordenado, y en otras en forma de conjuntos residenciales de varias casas o
edificios de habitación construidos encima de sitios arqueológicos. Los materiales
arqueológicos que salieron del suelo como resultado de estas obras de arquitectura e
ingeniería, hoy forman, en el mejor de los casos, parte de colecciones privadas que no
contienen ningún tipo de información contextual para los objetos. Por lo tanto, toda
investigación de arqueología científica que se lleve a cabo de ahora en adelante en
este valle será, por fuerza, de sitio. Las interpretaciones que se pretendan hacer a nivel
regional –entendiendo como región el valle de Atríz– tendrán que basarse en
comparaciones entre esas eventuales excavaciones locales y la información limitada
que se pueda extraer de las colecciones privadas.
16
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1
Sitios arqueológicos
4
El caso de Pascual de Andagoya quien aparentemente cambió el nombre de Cali por el de Lile (o Lili)
y el de Ancerma por San Juan, es un ejemplo de esta práctica (Véase Díaz del Castillo, 2017, p. 18)
17
La arqueología del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
tenemos noticia ya han sido ampliamente mencionadas en los trabajos arriba citados
que los lectores pueden consultar y no es necesario repetirlas aquí. Otra información
importante se encuentra en el Libro de Cabildos de San Juan de Pasto (1573-1579),
documentos transcritos por Don Emiliano Díaz del Castillo (1995), y las
transcripciones de documentos de Hermes Tovar (1993) que son de obligada
consulta.
18
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 1
Quillacingas N
Pastos
CAUCA
Abades
atía
Aminda R .P
R. Mayo
Panga
R. J
uan
ra
amb
uaíta
ú
Tabiles
asto
R. G
R. P
Ipiales
R. Guamues
AY
M
ECUADOR
TU
PU
Figura 1.1. Algunas poblaciones quillacingas, pastos y abades del siglo XVI
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
19
CAPÍTULO 2
Excavaciones en Maridíaz
“El Cerrillo”, sitio mejor conocido con el nombre de “Maridíaz”1, es una loma
natural que se eleva al noreste del volcán Galeras, en el valle de Atríz. A inicios del
siglo XX, esta loma estaba dentro del llamado “valle de Pandiaco”, nombre que
correspondía a un asentamiento indígena quillacinga. Hoy la loma se encuentra en
plena ciudad de Pasto, totalmente ocupada por los edificios de la Universidad
Mariana, en el barrio que lleva el nombre de Pandiaco. Específicamente, el sitio
arqueológico son tumbas que están debajo de la escuela primaria de La Merced.
Ambas instituciones educativas pertenecen a la comunidad de monjas franciscanas.
Muñoz Cordero publicó un trabajo muy completo sobre Pandiaco (1999). Escribe
que en 1665 se le hace entrega a la señora María Rodríguez de Guzmán de “… tierra
de 8 fanegas… en el Valle de Pandiaco, que llaman el pedazo de tierra de ‘El
Cerrillo’” (Muñoz Cordero, 1999: 85), según documento del Archivo Notarial de
Pasto del citado año. Luego, del mismo Archivo Notarial de Pasto No. 2, Libro de
Protocolos de 1723, f.76, transcribe que en el año de 1723 “Maridías” era el nombre
de una estancia (Muñoz Cordero, 1999: 90), es decir una hacienda, de donde
seguramente proviene el nombre que tiene ahora. También se refiere a El Cerrillo
como “… el cementerio de los mayores… donde se encontraba un pequeño
asentamiento indígena: Pandiyacu” (Op. cit.: 73). Según la historiadora, Pandiaco se
convierte en encomienda en 1558 (Op, cit.: 74). Transcribe de un documento
encontrado en el Archivo Histórico de Pasto: “… el pueblo de Pandiaco que es en este
valle de Quillacingas…” (Op. cit.) y que los indígenas “… tributaban tejidos de
mantas de algodón, chaquiras, alpargatas, cinchas, así como la elaboración de piezas
de cerámica, petacas y esteras”. (Op. cit.). Desde el citado año de 1558 hasta la
1
Además de El Cerrillo, a este lugar se le conoce con varios nombres: “La Arboleda”, “Necrópolis del
Cerrillo”, “Loma de Maridíaz” y “Bosque de Maridíaz”. Para efectos de esta investigación, el sitio
arqueológico queda referido simplemente como “Maridíaz”. El código de identificación de los materiales
es la abreviatura BMT (Bosque-Maridíaz-Tumba).
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
década de 1940, cuando se escrituran lotes en Pandiaco (Muñoz Cordero, 1999: 107)
y se acaban los resguardos (López Garcés, 1996: 237), contamos en el trabajo de
Muñoz Cordero por lo menos 17 propietarios de terrenos en Pandiaco, incluso 35
años de tenencia por los jesuitas (de 1732 a 1767, año de su expulsión). Lo más
curioso, sin embargo, es que en todos esos años no se hace referencia al cementerio
quillacinga, excepto el que hace la citada historiadora al “cementerio de los mayores”.
Sergio Elías Ortíz también confirma que el cementerio estaba en territorio de
Pandiaco: “…El Cerrillo… se levanta en medio del valle de Pandiaco…” (Ortíz,
1937a: 142). Es también curioso que ni los mismos nariñenses sabían de la existencia
de este cementerio: “Hasta la fecha indicada… [1930]… nadie habría podido suponer
que el montículo en cuestión fuese una verdadera necrópolis antigua…” (Ortíz,
1937a: 143).
Según Sergio Elías Ortíz, por los años de 1920 el terreno de El Cerrillo era de
propiedad de un señor de nombre Francisco Muriel (Ortíz 1937a: 143) y fue adquirido
más adelante mediante compra por la comunidad de hermanas franciscanas, en la
persona de la Madre Caridad Brader (Margoth Yadira Romo, comunicación personal,
2018). Se encuentra sobre la avenida de la calle 18, entre carreras 33 y 34 con un área
total del terreno de 5720m2. En el año del hallazgo y primeras excavaciones (1987), la
parte que hoy ocupa la escuela no se había construido aún y el lote de entonces estaba
cerrado con un muro de ladrillo de 3,50 m de altura sobre la calle 18. Sobre la calle 19
existe un talud de aproximadamente 10 m de altura tomando como referencia el nivel
de la calle. La inclinación del talud era casi vertical y su parte superior estaba cubierta
de hierba y helechos. Abajo, la parte inferior estaba descubierta y los ingenieros
reportaron entonces que podían observarse pequeñas cuevas que no habían afectado la
estabilidad del talud (Guerrero Rodríguez, 1987). Tal vez se referían a algunas
bóvedas de tumbas arqueológicas ya guaqueadas hacía mucho tiempo. En la
superficie del lote también se veían algunas depresiones que se formaron al extraer
material para hacer ladrillos y tejas en épocas pasadas –una actividad económica que
había en el valle de Atríz y en Pandiaco, y que incluso hoy sigue en los cerros
circundantes. El espesor de la capa vegetal variaba entonces entre 0.60 m y 1.00 m
siendo mayor en la parte inferior del lote. En la parte más alta se encontraron las
perforaciones de las tumbas indígenas, que en total abarcan un área de 1052 m2
aproximadamente.
22
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
Excavaciones previas
23
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
24
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
25
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
26
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
dentro de ellas fue rescatada. El total de tumbas abiertas por el personal adscrito a la
Universidad Mariana fue de 92, número considerable en términos arqueológicos para un
solo cementerio indígena.
27
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
valioso porque suministra datos sobre una serie de patrones funerarios, sobre la cerámica
quillacinga del valle de Atríz5, sobre objetos de intercambio y comercio y sobre
jerarquización social.
Contexto arqueológico
Sergio Elías Ortíz llamó a esta loma “necrópolis de El Cerrillo” (1937a) por un
buen motivo. Toda la parte alta de la loma fue un cementerio indígena. En las
excavaciones que realizamos durante la segunda temporada (1988-1990) y en las
prospecciones y revisión que hicimos de aquellas excavaciones realizadas en 1987, no
se encontraron evidencias de basureros, talleres ni sitios de vivienda. Terminadas las
excavaciones arqueológicas, se hallaron en total 104 tumbas indígenas en la parte más
superior de la loma. Es probable que aún queden algunas tumbas sin abrir hacia el
sector occidental de la loma, pero considerando la cantidad de información que
presentamos en este trabajo, no es necesario ni aconsejable realizar más excavaciones.
Las tumbas son de pozo rectangular y cámara lateral, con profundidades que oscilan
entre 1,30 m y 8,50 m, aunque en el informe de Sergio Elías Ortíz se reseña una
tumba de 11,20 m. de profundidad. Algunos restos óseos fueron recuperados, pero la
mayoría se encontraban en mal estado de conservación. Sin embargo, algunos fueron
susceptibles de análisis de antropología física que se presenta en el Capítulo 10. La
5
En el plano del cementerio faltan las tumbas 35 de la Zona 1, y I y XV de la Zona 2. Estas no
aparecen localizadas en el plano que nos fue entregado por los profesores que hicieron el plano inicial.
Las tres son tumbas saqueadas.
28
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
Figura 2.3. Plano del cementerio arqueológico de Maridíaz, modificado del plano dibujado por
Roberto García Castaño y Enrique Cuásquer Naranjo de la Universidad Mariana
29
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
Las tumbas
30
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
Este sitio arqueológico hubiese sido ideal para entender las variaciones de un
cementerio quillacinga. Desafortunadamente, estamos ante un contexto muy alterado
por todas las razones expuestas anteriormente y, por fuerza, nuestra interpretación de
los datos estadísticos que hemos tratado de obtener presenta limitaciones.
Intentaremos de todos modos aproximarnos a una idea global de lo que este
cementerio nos puede enseñar. Las formas y las profundidades de estas tumbas son
datos confiables porque pudimos constatarlos directamente en el terreno. La
profundidad es una variable que podría indicar diferencias de jerarquía social, como
parece ser el caso en los cementerios de los pastos conocidos hasta el momento (Uribe
1977-78), donde se hallaron tumbas hasta de 22 y 33 metros de profundidad en Las
Cruces, municipio de Ipiales (Op. cit.: 119-120) con ajuares ricos; idea que se
refuerza con las excavaciones realizadas en Miraflores, municipio de Pupiales, donde
las tumbas que excavaron después Uribe y Lleras (1982-83) eran de poca profundidad
y con ajuares relativamente pobres. En los casos mencionados, la inferencia se puede
hacer directamente porque el contraste entre ambos tipos de enterramiento es
evidente.
31
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
32
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
Ejemplos de tumbas
Tumba BMT-27: Esta tumba es la más rica de todas. Tiene una profundidad de
5.70 m desde la superficie y la bóveda ocupa un área de aproximadamente 2.5 m2.
Los restos óseos humanos se hallaron en muy mal estado de conservación pero se
observa que el cuerpo fue colocado hacia el fondo de la bóveda encima de lo que
pudo ser una especie de estera hecha con fibras. El ajuar que acompañaba a este
individuo es importante no sólo por tratarse de la tumba con mayor número de objetos
de cerámica (13), sino por la elaborada decoración de dichas piezas. De estas 13
piezas, cuatro son cuencos Tuza finamente decorados, una es una vasija globular muy
alisada y hermosamente decorada en la superficie externa del complejo Piartal, una es
un objeto largo que en su parte superior remata en una figura antropomorfa que
podemos asociar con el complejo Piartal (ver por ejemplo Echevarría 1995, Cuadro 4;
Jijón y Caamaño 1997, p. 168, Fig. 19), una es una copa decorada Piartal que
detallamos más adelante por su iconografía particularmente elaborada (pieza BMT-
27.12), otra un cuenco con base con decoración interna del Complejo Piartal, tres son
pequeñas vasijas globulares sin decoración y un cuenco con base sin decoración, y
por último un volante de uso. Faltan en la muestra de la colección otro tipo de objetos,
como cuentas de collar o restos de fauna que son comunes en las demás tumbas, lo
mismo que piezas metálicas. Atribuimos esto a problemas de saqueo del sitio, porque
parece extraño que una de las tumbas más importantes de este cementerio carezca de
este tipo de objetos.
33
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
Tumba BMT-39, 39A, 39B: Esta es una tumba con tres bóvedas comunicadas por
el mismo pozo, todas al mismo nivel de profundidad (Estructura Tipo E2). Tiene una
profundidad de 4.60 m desde la superficie y las bóvedas ocupan cada una un área
aproximada de 2.00 m2. Tratándose de una tumba de cámara triple, hubiese sido
importante saber mediante una excavación cuidadosa si las tres fueron usadas
simultáneamente para enterrar a tres personas relacionadas entre sí bien fuese por
razones de parentesco biológico, o por razones de parentesco social.
Infortunadamente, tampoco contamos con muestras de los restos óseos de las
personas enterradas allí, que se hubieran podido someter a análisis paleogenéticos. Lo
que sí se puede inferir —aunque subrayo que aquí estoy tan solo especulando sobre
una posibilidad— es que las tres bóvedas presentan diferentes cantidades y calidades
de objetos de cerámica que podrían estar representando a tres individuos
pertenecientes a diferentes rangos sociales. Si los datos que fueron recuperados
originalmente son correctos, la bóveda BMT-39 podría considerarse la principal de
las tres por contener once objetos, incluyendo un cuenco con base estilo Tuza; le
siguen BMT-39A con cuatro objetos, uno de los cuales es un cuenco con base estilo
Piartal; y finalmente BMT-39B con tres objetos, todos sin decoración. (ver Figura
2.6).
Tumba BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB: Esta es una tumba con cuatro bóvedas
comunicadas por el mismo pozo, pero a diferencia de la anterior las cuatro bóvedas se
hallaron en tres niveles diferentes (Estructura tipo E3). La bóveda de XXIV se halló a
3.50 m de profundidad desde la superficie, la bóveda XXIVB a 2.53 m y la bóveda
XXIVA a 2.18 m. La primera y la última ocupan un área de aproximadamente 3.15
m2, y la B de apenas 1.3 m2. Los contextos de estas bóvedas desafortunadamente no
están bien reseñados. Sin embargo, la tumba llama la atención por una vasija
subglobular (BMT-XXIVB.2) decorada con incisiones en triángulo, que vistas desde
arriba forman una estrella (Fig. 2.9c). Esta cerámica podría ser amazónica (ver p. ej.,
Zeidler 1983) y no pertenece a ninguno de los tres complejos cerámicos tradicionales
de Nariño. La Tumba BMT-36 contenía otra vasija semejante a ésta, las dos únicas de
este tipo halladas en el cementerio (Fig. 2.9b). También se hallaron en esa bóveda seis
vasijas más, todas sin decorar. En la bóveda A se hallaron dos varas largas de madera
que se deshicieron y que tal vez formaron parte de alguna estructura donde se colocó
el cadáver, acompañado de caracolitos. En la bóveda XXIV se halló un área con
34
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
restos de lo que fue una estera, también donde fue colocado el difunto, cuentas de
collar y dos volantes de uso. De lo que vemos de este contexto, la bóveda de XXIV
habría sido la principal por ser la más grande; sin embargo, la mayor parte de los
objetos fueron hallados en la bóveda B, la más pequeña, de nuevo reforzando la
hipótesis de que en este sitio la profundidad no parece ser un indicador de mayor
jerarquía social. (ver Figura 2.7).
Tumba BMT-C: Esta es una tumba de una sola bóveda de forma ovalada
(Estructura tipo E1F2). La bóveda se halló a 2.60 m de profundidad desde la
superficie, y tiene un área de aproximadamente 0.80 m2. Esta área es tan pequeña que
seguramente la tumba fue usada para enterrar a una persona muy anciana o a un niño.
Por la cantidad de piezas en el ajuar —siete, cuatro de ellas volantes de uso— podría
tratarse de la tumba de una mujer anciana. Desafortunadamente, los restos óseos se
hallaron totalmente deshechos. El contenido de esta tumba representa el común
denominador de las tumbas que componen esta necrópolis, casi todas sin cerámica
decorada.
Interpretación
35
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
Una variable de estas tumbas que sí podría indicar diferencias a nivel de jerarquías
es el número de bóvedas que tiene una estructura. En Maridíaz se hallaron 104 tumbas
(número total entre excavadas científicamente y saqueadas). De estas, solamente siete
(6.7%) tenían bóvedas múltiples; y de éstas, fueron saqueadas cuatro (57%). Como
podrá verse, el panorama es desolador por la información que se perdió. Sin embargo,
si tenemos en cuenta que apenas el 6.7% del total de este cementerio eran tumbas
múltiples, podemos pensar que es un dato sugerente en cuanto a que posiblemente
este tipo de tumbas indican diferenciación social. Las descripciones de las tres tumbas
con materiales ya las hemos suministrado en los párrafos anteriores (BMT-39, BMT-
XXIV, BMT-XXXI).
36
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
La cerámica de Maridíaz
37
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
38
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
8
Un diseño casi idéntico se encuentra en una pieza quimbaya de la colección del Icanh (39-I-2241).
Parece la representación de un manguaré con asa y doble vertedera, decorado con una estrella en rojo
sobre negro.
39
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
a modo de especulación, que los cuatro personajes podrían ser señores o caciques,
aunque al momento no hay elementos sólidos para afirmarlo. Los demás espacios
podrían estar representando territorios o parcialidades. Esta copa fue hallada en la
tumba más elaborada y rica de Maridíaz (BMT-27) junto con tres objetos más del
Complejo Piartal que no se repiten en ninguna de las otras tumbas del sitio y cuatro
vasijas sin decoración. La forma inusual de esta copa y sus motivos pintados
seguramente hablan de algún aspecto de la organización social quillacinga, en la cual
el individuo enterrado allí cumplía alguna posición jerárquica importante. Otro
cuenco con una base sonajera y con decoración geométrica particular se ilustra en la
Figura 2.9h, i. (4) Cuencos sin base decorados en la parte interna con pintura positiva
(Fig. 2.10c, d). Hay dos en la colección, ambos encontrados en la misma tumba
(BMT-47). Los dos motivos decorativos recuerdan, de nuevo, ciertos diseños muy
comunes en la cestería y en la cerámica amazónica (Cárdenas Arroyo, 1998b, p. 11).
(5) Una vasija aquillada decorada con motivos típicos Piartal de líneas en “zigzag” y
rombos cuadriculados que se encuentran en un vértice (Fig. 2.10b). (6) Una figura
antropomorfa ya mencionada anteriormente que recuerda muy de cerca a las figuras
humanas modeladas sobre los cántaros Piartal (p. ej., Jijón y Caamaño 1997, p. 168,
Fig. 119). No tiene base de apoyo, tratándose de un objeto largo en punta que
seguramente venía apoyado dentro de otra vasija o colocado en la tierra (Fig. 2.10e).
Sostiene en las manos un plato, seguramente representando la acción de compartir una
bebida como chicha, un alimento o tal vez yajé, una actividad común entre las
comunidades indígenas. Estos platos o cuencos pequeños cumplen justamente esas
funciones. (7) Finalmente, un caracol grande en cerámica (Fig. 2.10f) de 24.2 cm x 15
cm x 12.4 cm., el significado del cual no es fácil de interpretar, aparte de que
seguramente se usaba como decorativo . No es un instrumento musical.
40
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
41
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
indispensable asociar estas piezas con alguno, o ambos, de los complejos cerámicos
tradicionales de Nariño. Técnicamente no tienen ninguna relación. Aunque en
Maridíaz tres de siete de esas piezas se hallaron en tumbas que también contenían al
menos una pieza Tuza, el dato no es suficiente para asociarlas al Complejo Tuza. En
este punto, vale solamente especular que se trataba de piezas seguramente especiales,
pero mientras no hallemos contextos inalterados que podamos ubicar sobre el espacio
geográfico de Nariño, es mejor no avanzar propuestas sobre su significado o su
pertenencia a alguno de los complejos cerámicos tradicionales.
Este tipo de vasijas incisas y sus formas tampoco son comunes en la región de
Tumaco ni en el norte de Nariño (Cauca o Valle del Cauca). Aparte del material
42
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
referido por Uribe, la cerámica más parecida que he podido encontrar es amazónica, y
no es arqueológica sino etnográfica. Sin embargo, su similitud con estas dos piezas de
cerámica de Maridíaz es muy cercana y es interesante compararlas. La cerámica de
comparación fue reseñada por James Zeidler entre los achuares del Oriente
ecuatoriano. En su trabajo de etnoarqueología en el caserío de Pumpuentza localizado
entre los ríos Makuma y Wichimi (Provincia de Morona Santiago), Zeidler encontró
unas vasijas que los indígenas denominan ichinkian (Zeidler, 1983: 176) que se usan
para cocinar y también para almacenar materiales para tejer. Agrega que representan
apenas el 10% del total de las vasijas que hay en la casa. Los dibujos de Zeidler (Op.
cit.: 182) muestran la cercanía entre estas piezas, las dos halladas en Maridíaz y la
cerámica de Tajumbina y el Guamués.
Tabla 2.2. Porcentajes de tumbas con cerámica decorada y sin decorar por tipos
43
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
44
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
45
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
Figura 2.7. Maridíaz: BMT-XXIV, XXIVA, XXIVB, XXIVC. Dibujo en corte de cuatro bóvedas
que comparten un mismo pozo y materiales correspondientes al ajuar disponibles en la colección.
(Elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)
46
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
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Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
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Arqueología del valle de Atríz Capítulo 2
49
Excavaciones en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo
50
CAPÍTULO 3
Figura 3.1. Mijitayo, petroglifo Figura 3.2. Genoy, petroglifo labrado en una pared
hecho por punteado (Fotografía de roca (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
de Felipe Cárdenas Arroyo)
El sitio está en la vertiente nororiental del Galeras con vista directamente sobre
Pasto, que se domina desde esta altura (aprox. 2700 msnm). El sitio arqueológico que
intervenimos es poco profundo, donde hallamos un entierro humano directamente
asociado con el material excavado, aunque no tenía una estructura de pozo y cámara
lateral. Es probable que por ello se tratara de la tumba de una persona muy pobre y de
cronología tardía, muy semejante a la tumba que excavamos en la región del Guáitara,
en San Rafael, de fecha colonial (Cárdenas y Bernal, 2019).
Figura 3.3. Panorámica del sitio arqueológico Mijitayo (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
52
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
Contexto arqueológico
La excavación de esta área se codificó como Corte (MIJ C-l), lo mismo que la
excavación del área sin materiales culturales (MIJ C-2). Se excavó por niveles
53
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
arbitrarios de acuerdo con la distribución de los artefactos mismos. Puesto que se trata
de un área de utilización continua donde no se formaron pisos culturales claramente
diferenciados, los materiales aparecen dispuestos en profundidad a poca distancia
unos de otros. De esta forma, se establecieron en el contexto arqueológico 5 niveles
arbitrarios de recolección de material que se ilustran en las Figuras 3.4 a 3.6.
La capa vegetal en el Corte MIJ C-l iba de 0 a18cm en promedio (ver perfil Fig.
3.6). El primer fragmento cerámico apareció a 14 cm de profundidad, es decir
prácticamente en la base de la formación inicial de la capa vegetal, lo que nos sugiere
de nuevo una cronología tardía para este sitio. En los dibujos de planta y cortes se
observa claramente la distribución espacial en área y profundidad de la cerámica,
como también de los restos óseos humanos, el material lítico, conchas de
gasterópodos y algunos restos de carbón vegetal. El grosor total de la capa cultural de
MIJ C-l es 60 cm desde superficie (tomando como referencia datum-0 sobre
superficie). La inclinación del terreno no afectó la excavación puesto que la pendiente
es poca. Se excavaron en total cinco niveles, numerados consecutivamente de 1 hasta
5, siendo 1 el más superficial y 5 el más profundo. Puesto que este no es un sitio
estratificado, no existe una distancia significativa entre uno y otro nivel sino, por el
contrario, representa una ocupación única —o utilización— si se quiere. La cerámica
del nivel más inferior no difiere en nada de la cerámica del nivel superior,
representando una distribución normal de los tipos a lo largo del corte arqueológico.
En el último nivel reseñamos la presencia de un metate y de una mano de moler.
Aparte de estas dos piezas de roca, no se hallaron otros artefactos líticos y apenas 5
huesos muy pequeños de fauna no diagnósticos. No contamos con fechas de
radiocarbono para este sitio.
54
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
0.25-0.29
A1 B1
0.20-0.25
0.14-0.19
A2 B2
0.09-0.13
0.00 dt. 0
Cerámica Líticos
50 cm
Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel
N
MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 2
0.29-0.34
A1 B1
A2
0.25-0.28
A2 B2
0.14-0.24
55
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
A1 0.35-0.45 B1
A2 B2
X
X
X
X dt. 0
0.29
Cerámica Líticos
50 cm
Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel
N
MIJITAYO CORTE 1 NIVEL 4
0.346-0.55
A1 B1
A2 B2
56
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
A1 B1
Metate y mano
A2 B2
Entierro-1
dt. 0
Cerámica Líticos
50 cm
Huesos Carbón X
Gastrópodos Curva de Nivel
N
PERFIL 45°NE-224°SW
A1-B1 A2-B2
dt. 0
Capa vegetal 10
20
Capa de ceniza y 30
tierra metate
40
50
60
Capa esteril culturalmente
45° NE Entierro
A1 B1
A2 B2 50 cm
224° SW
57
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
58
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
T3 T1
T4
T2
ZONA-2
Tumbas ZONA-1
N
Corte-1.
¿Posible zona de vivienda? T3
0 15 m T1 T2
59
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
TUMBA-1
TUMBA-3
Capa vegetal (guaqueada)
Piso cultural
A1 B1 C1
Pozo
A2 B2 C2
TUMBA-3
0.60m
(guaqueada)
TUMBA-1
1.30m
N
60
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
Obsérvese en el plano que había dos tumbas más en esta misma área, muy cercanas, y
que posiblemente fueron hechas debajo de esta vivienda o viviendas. Las dos ollas
globulares se encontraron prácticamente encima de los restos óseos, por lo que parece
que se colocaron muy cerca del cuerpo del difunto. En otros ejemplos que excavamos
observamos el mismo patrón. El contexto de la planta superior y la excavación de la
tumba se ilustran en la Figura 3.9.
61
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
0.60m
0.60m
Capa vegetal Pozo
Relleno tierra
oscura 5YR-6/4
8 10
4
5 9
7 Laja
2 3
2.90m
Relleno tierra
clara 10YR-8/3 6
1
0.66m
0.50
1.20m
0 0.50 m
Figura 3.10a. Catambuco Zona 2 Tumba 1: planta y corte (Dibujo de
Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez).
62
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
0.60m
0.60m
Capa vegetal Pozo
Relleno tierra
oscura 5YR - 6/4 1
5
2
Restos óseos
1.10m
Craneo 3 desintegrados
Relleno tierra
clara 10YR - 8/3
3.30m
0.60m
1.48m
La falta de material óseo humano para análisis es muy desafortunada, porque sin esa
información resulta muy difícil tratar de entender las razones que explicarían las
diferencias de ajuar funerario entre estas dos tumbas. Por una parte, la Tumba 1 tenía 5
vasijas hermosamente decoradas mientras que la Tumba 2 ninguna. Tal vez si se hubieran
podido obtener datos sobre el sexo de los ocupantes se hubiera podido especular acerca
del papel jugado por el género en los enterramientos quillacingas, pero esto no es posible.
De las dos tumbas guaqueadas contamos con varias vasijas decoradas, pero la falta total
63
Excavaciones en Mijitayo y Catambuco Felipe Cárdenas Arroyo
de contexto arqueológico no nos permite asociarlas con algún tipo de estructura de tumba
en términos de representación de la vida social. Todos los motivos decorativos de los
platos son del Complejo Tuza (Fig. 3.12), incluso aquellos provenientes de las dos
tumbas guaqueadas. En términos generales, sin embargo, sí es posible decir algo sobre
estas diferencias, teniendo en cuenta el contexto más amplio del cementerio de Maridíaz
con el cual comparar estos materiales de Catambuco. Ciertamente, los ajuares disímiles
están indicando algún tipo de diferenciación social, ya sea por razón de género, de oficio,
de estatus sociopolítico o de edad. Las vasijas globulares no decoradas y de tamaño
relativamente grande, siempre muestran señales de uso y de haber sido expuestas al fuego
sobre fogones. Son vasijas que representan la vida cotidiana. Las vasijas globulares
pequeñas no muestran señales de haber sido expuestas al fuego y por lo general se hallan
rellenas con pequeños huesecillos de ranas, cuyes o aves. Son vasijas que representan la
vida espiritual. Los platos decorados, cuencos, y cuencos decorados con base tampoco
muestran señales de uso diario. No están nunca carbonizados. Son vasijas que representan
la vida espiritual, pero seguramente también son iconográficas.
Figura 3.12. Catambuco Zona 2: cuencos con base decorados hallados durante labores agrícolas
(Dibujo y elaboración de Felipe Cárdenas Arroyo)
64
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 3
De los resultados obtenidos en estos dos sitios podemos sugerir que en Catambuco la
cronología indica una ocupación humana ya en el siglo IX AD (Capítulo 4) con la
presencia de cerámica Piartal en esa época, y posiblemente de cerámica Tuza. Las
diferencias entre ajuares funerarios de las tumbas en Catambuco indicarían que para
entonces ya existía algún tipo de jerarquización social en el área del valle de Atríz y que
la cerámica decorada tuvo seguramente un uso diferencial en la sociedad que siguió por
lo menos durante 7 siglos más. También es posible que estos entierros se hubieran
realizado bajo el piso de las viviendas, como lo estarían indicando los fragmentos de
cerámica hallados en el piso cultural inmediatamente superior de la Tumba 1 de la Zona
1.
Mijitayo parece representar un asentamiento tardío, tal vez parte del pueblo repartido
del siglo XVI, porque el entierro hallado en medio de un basurero, sin ningún tipo de
estructura funeraria y sin ajuar, estaría indicando una sociedad transformada bajo el
dominio español.
65
CAPÍTULO 4
En la Tabla 4.1 se presentan estas fechas con toda la información pertinente. Usamos
la convención internacional BP para referirnos a la fecha convencional de radiocarbono
en años antes del presente; calAD para referirnos a las fechas calibradas en años
calendario después de Cristo usando el programa SHCal13 para el hemisferio sur (Hogg,
et.al., 2013); y AD para referirnos a fechas relativas con referencia al año 0-BP (1950)
después de Cristo. Esta última es de uso corriente y a pesar de que es una referencia
estándar que los laboratorios asumen como convención, sugiero que se preste más
atención al rango que resulta de las curvas de calibración. Este rango es más confiable
como referencia para la interpretación.
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
σ13
Sitio Código de Laboratorio Fecha calAD Material C Fecha
(ppm)
excavación y número de convencional SHCal13 AD
14C BP con ref.
muestra (92-95%)
a BP-0
Jongovito1 P-6 Beta-39576 1450 ± 100 421-860 carbón n/d 500
Catambuco2 CTB-Z1 UW-3907 TL-1130 ± 170 647-1235 cerámica n/a 820
Piartal
Maridíaz BMT-G Beta-452851 620 ± 30 1310-1424 hueso -10.2 1330
humano
Maridíaz BMT-22.10 Beta-452849 580 ± 30 1324-1440 hueso -9.7 1370
humano
Maridíaz BMT-31.13 Beta-34827 230 ± 70 1511-1622 carbón -25.5 1720
(2a prueba) BMT-31.13 vegetal -25.5 1570
Beta-452850 380 ± 30 1463-1629 carbón
vegetal
Maridíaz BMT-V.1 GX-15474-G 335 ± 100 1432-1813 hueso -8.9 1615
humano
1
Fecha obtenida por Groot (1991: 129) en Jongovito, vereda Cruz Loma.
2
Fecha de termoluminiscencia.
n/d = no disponible; n/a = no aplicable
68
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 4
cerámicos asociados corresponden a cerámica del Complejo Piartal (Op. cit.:139). Las
formas que ilustra Groot (p. 156) son casi iguales a las formas que ilustran Cárdenas y
Bernal (2019: 264) para Catambuco (sitio Armenia), muy cerca de Jongovito.
69
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
Spondylus sp., y 53 cuentas de semillas. Por lo tanto, esta fecha está directamente
asociada con la cerámica antropomorfa de Nariño, las conchas de Spondylus sp., y vasijas
que se encuentran asociadas tanto al Complejo Piartal como al Complejo Tuza. En este
contexto, la fecha reitera, como la anterior, la edad prehispánica del cementerio de
Maridíaz.
70
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 4
Interpretación
Por asociación de fecha tomada directamente de hueso humano, se puede inferir que
el cementerio de Maridíaz estuvo en uso por lo menos desde los siglos XII o XIII de
nuestra era. Esta es la fecha más antigua hasta ahora para este cementerio indígena. Para
la misma época, se puede decir que ya se usaban cucharitas para inhalar rapé y se
practicaba la deformación craneal artificial. No tenemos cerámica decorada Piartal o
Tuza directamente asociada con esta fecha, solo dos pequeñas piezas sencillas de
cerámica sin decorar que normalmente aparecen también en otras tumbas que sí tienen
cerámica claramente identificada como Piartal y/o Tuza.
Por asociación de fecha y artefactos en el mismo contexto funerario, se infiere que las
cuentas de Spondylus sp., para fabricar collares ya se conocían en el valle de Atríz por los
menos a partir de los siglos XIII o XIV de nuestra era. Las pequeñas vasijas
antropomorfas que se encuentran en diferentes sitios arqueológicos de Nariño se asocian
directamente con esta fecha por haberse hallado dentro de una tumba junto a los restos
óseos de la persona enterrada aquí, es decir, siglos XIV a XV de nuestra era.
Las fechas más tardías indican que la cerámica de los complejos Piartal y Tuza es
contemporánea en el valle de Atríz en el siglo XV, pero seguramente lo era desde mucho
71
Fechados radiocarbónicos para el valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
antes. Tenemos fechas tempranas directas para la cerámica Piartal, pero no fechas
directas tempranas para la cerámica Tuza. Habrá que esperar otros resultados que nos
permitan asociar directamente fechas radiocarbónicas o de termoluminiscencia con
cerámica Tuza para afirmar su antigüedad con toda certeza. En términos generales, sin
embargo, su contemporaneidad es bastante evidente en contextos como la tumba BMT-
27. Por razonamiento lógico, podemos sugerir que el complejo Tuza estaba presente en el
valle de Atríz en épocas muy anteriores al siglo XV.
72
CAPÍTULO 5
La clasificación tipológica que hemos realizado sigue una línea de trabajo que ya
han establecido otros investigadores trabajando en el valle de Atríz. Particularmente,
se basa en los criterios publicados anteriormente por Groot (1991), Bernal (2011) y
Cárdenas y Bernal (2019).
74
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
75
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
Finalmente, se establecen los colores superpuestos, bien sea por pintura positiva o
negativa, o por baños o engobes secundarios. Así, se incluyen aquí categorías como
"Rojo/Crema". Esta categoría en particular no puede tomarse como un tipo cerámico
primario, porque dentro de él se encuentra también cerámica Carmelito
Oscura/Crema, lo cual la haría acreedora de un tipo separado para sí, siguiendo el
criterio clasificatorio tradicional. Las características o atributos formales de cada uno
de estos grupos cerámicos para el valle de Atríz son las siguientes:
B) Superficie:
Color: Esencialmente Negro. La superficie de esta cerámica tiene un ligero viso de
color rojo, y por ello se encuentra en la tonalidad 10R 2.5/1 (negro rojizo) y 10Y 3/2
(negro). Algunos fragmentos presentan restos de hollín por su exposición al fogón
post-cocción, lo que refuerza la propuesta de que esta cerámica negra es de función
utilitaria.
Tratamiento: Buen terminado de las superficies, tanto internas como externas.
Algunos fragmentos presentan engobe mientras que otros apenas se les recubrió con
un baño de arcilla.
Textura: Lisa.
76
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
C) Formas:
Bordes: Evertidos. En la muestra no se encontraron otras formas de bordes (Fig. 5.1:
20-22; Fig. 5.2: g, i).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: La serie de vasijas negras del valle de Atríz está compuesta por ollas
globulares (Fig. 5.2: e, h) y ollas lenticulares (Fig. 5.5: a-c). Varían
considerablemente de tamaño. Pueden ser muy pequeñas entre 6 cm y 12 cm de
diámetro hasta grandes, sobrepasando 35 cm de diámetro (Fig. 5.2: d)
Bases: Redondeadas.
Espesor de las paredes: Entre 4mm y 8mm.
D) Decoración:
La cerámica negra del valle de Atríz se puede clasificar en dos grupos: en uno las
piezas no tienen ningún tipo de decoración, como aquellas ilustradas en la Figura
4.2: d-i. A este tipo de cerámica corresponden el 34% de las vasijas. El segundo
grupo es el conformado por una cerámica que ya hemos descrito anteriormente
(Cárdenas 1989-90; 1989) y que presentamos de nuevo en este trabajo (Fig. 4.9).
Hasta el momento, ésta no se relaciona en cuanto a decoración se refiere con los
demás complejos cerámicos tradicionales, aunque recuerda lejanamente a la cerámica
Capulí.
B) Superficie:
Color: La cerámica roja del valle de Atríz se encuentra en un 85% dentro de la
77
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
C) Formas:
Bordes: Evertidos y rectos (Fig. 5.1: 1-7).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Las formas de cuerpos que se pudieron reconstruir a partir del material
disponible son ollas globulares con cuellos bajos (Fig. 5.3: b) y otras con ángulos muy
marcados (Fig. 5.3: a). En este tipo también se ven cuencos sin base, algunos con
decoración interna (Fig. 5.3: g; Fig. 4.7), y algunos cuencos con base anular con
decoración geométrica en color rojo oscuro (Figs. 5.6: h y 4.7)
Bases: Redondeadas y anulares (estas últimas corresponden a platos).
Espesor de las paredes: Entre 4mm y 8mm.
D) Decoración:
Algunos fragmentos del material excavado presentan decoración con pintura positiva
roja sobre el borde superior y el labio. Un fragmento indica motivos lineares hacia el
centro de la vasija (Fig. 5.7).
78
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
B) Superficie:
Color: El color de la superficie de lo que ha dado en denominarse "Tipo Crema" es el
más variable de todos los tipos definidos para Nariño. En la serie de Mijitayo,
Catambuco y Maridíaz pudimos establecer los siguientes: (a) 2.5YR 6/4 carmelito
rojizo claro; (b) 2.5YR 4/4 carmelito rojizo; (c) 2.5YR 5/4 carmelito rojizo; (d) 5YR
6/6 amarillo rojizo; l0YR 5/4 carmelito amarilloso; (e) 5YR 5/4 carmelito rojizo; (f)
7.5YR 5/4 carmelito. Estos colores del Tipo Crema tienen por lo general otros
colores agregados por pintura positiva, que a veces son también crema o rojos. De
allí el calificativo de "Rojo/Crema", pero ya hemos expuesto anteriormente que esto
debe reconsiderarse porque no es el color de la arcilla sino el color de la
decoración (Fig. 5.7).
Tratamiento: Los fragmentos decorados por lo general tienen un engobe o baño bien
terminado.
C) Formas:
Bordes: Rectos y evertidos (Fig. 5.1: 8-13).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Las formas de los cuerpos más corrientes en este tipo son los cuencos, los
platos con base anular baja (Fig. 5.6: j) y las ollas globulares medianas y pequeñas
(Fig. 5.3: h-l).
Bases: Anulares para platos y redondeadas para ollas y cuencos.
Espesor de las paredes: Entre 3mm y 5mm.
D) Decoración:
Los fragmentos encontrados fueron decorados con la técnica de pintura positiva. Los
diseños no son del todo identificables debido a lo fragmentario del material, pero
aquellos que hemos reconstruido indican que se trata de elementos geométricos y
líneas (Fig. 4.7). Las zonas de decoración son el borde y la superficie interna de la
vasija. Externamente solo se decoró una franja muy delgada del borde. En piezas
completas se observan representaciones de fauna tropical, como aves y monos, así
como también venados tanto en Catambuco como en Maridíaz (Fig. 2.8, 3.10b,
3.12)
79
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
B) Superficie:
Color: El color de la superficie de este tipo resulta casi invariablemente dentro de la
tonalidad 7.5YR 4/2 carmelito oscuro.
Tratamiento: Baño y terminado poco cuidadoso.
C) Formas:
Bordes: Evertidos y rectos (Fig. 5.1: 14-19).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Los cuerpos en este tipo son ollas globulares grandes y pesadas, como
también unos "platones" de cerámica muy gruesa (Figura 5.2: a-c)
Bases: Redondeadas.
Espesor de las paredes: Entre 3mm y 5mm
D) Decoración:
No tiene.
80
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
B) Superficie:
Color: La superficie de esta cerámica puede clasificarse dentro de aquellos colores del
10R entre 3/2 y 4/4.
Tratamiento: Engobe y baño.
C) Formas:
Bordes: Rectos. En Catambuco y Mijitayo no hallamos material diagnóstico, pero
el número de piezas halladas en Maridíaz y en la finca “Armenia” de Jongovito
(Cárdenas y Bernal 2019) ilustran este tipo de forma de borde como patrón
general (Fig. 5.6: 6, 9). Otros bordes son más abiertos (más o menos 120º)
cuando se trata de platos pandos (Fig. 5.6: 7 j).
Labios: Redondeados.
Cuerpos: Platos y cuencos con base anular (Fig. 5.6: h-j)
Bases: Anulares.
Espesor de las paredes: Entre 3,5mm y 5mm.
D) Decoración:
Presenta pintura positiva en el borde interno.
El Tipo Naranja aparece en las tumbas y basureros de Catambuco, en el basurero
de Mijitayo y en las tumbas de Maridíaz. Está representado en platos pintados y en
cuencos con base mediante la técnica de pintura positiva.
81
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
platos; (8) jarros; (9) ocarinas; (10) objetos misceláneos1 (pueden ser
zoomorfos, fitomorfos o indefinidos); (11) volantes de huso. De estas 11 formas,
ocho pueden tener pintura, lo que facilita su clasificación bajo alguno de los tres
complejos cerámicos tradicionales. De las piezas estudiadas, las formas número
2, 10 y 11 no tenían ningún tipo de pintura.
(1) Ollas globulares. Ollas que tienen un rango de altura entre 4.9 cm y 27.2 cm.
Cuerpo redondo, bases redondeadas o planas. Bordes evertidos. Componen la
mayor parte de la muestra. Fueron hechas mediante espirales y cocidas en
atmósferas oxidantes, muy probablemente encima de madera y hojas. Las
superficies son de color negro, carmelito, rojo y habano aunque predominan el
negro y el carmelito. Poco o ningún tipo de tratamiento de la superficie, aparte
de alisado o pulido, a excepción de una vasija del Complejo Piartal hallada en la
tumba BMT-27 que ya fue descrita en el Capítulo 2 (Fig. 2.5.13). Promedio de
grosor de las paredes es de 5.8 mm, fuertes y resistentes. Casi todas presentan
manchas de hollín por estar expuestas al fuego, excepto las más pequeñas cuyo
uso seguramente era para beber o guardar materia seca. Estas vasijas son muy
parecidas a las halladas en Pupiales (Uribe Alarcón 1977-78), sobre todo al tipo
Miraflores Negro Pulido. Pueden hallarse en contexto junto con cerámica de los
complejos Piartal y/o Tuza, o solas (Fig. 5.2, 5.3, 5.8)
(2) Ollas globulares antropomorfas. Se trata de vasijas globulares pequeñas de 10
cm de ancho x 8 cm o 10 cm de alto en promedio (a veces pequeñitas de apenas 3.8
cm de alto), con representaciones antropomorfas. Tienen los brazos saliendo de los
costados de la vasija con las manos colocadas bajo la quijada o sobre la mitad del
cuerpo. La cara, en la parte superior cerca del borde, puede ser de forma triangular o
trapezoidal, con representaciones de ojos, nariz y boca en una combinación de
incisiones y apliqué. Algunas recuerdan la estatuaria menor del norte de Nariño.
En otras los ojos se colocaron directamente sobre el borde de la vasija. Esta es
una cerámica negra oscura sin pintura o acabado particularmente cuidadoso de
la superficie. En el Capítulo 2 ya hemos elaborado una corta discusión sobre su
1
Esta categoría presentada por Groot (1991: 111) es muy útil porque en Nariño siempre se encuentran
objetos difíciles de describir o cuya función no es muy evidente.
82
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
posible contexto con respecto a los complejos Capulí, Piartal y Tuza (Fig. 5.9)
(3) Ollas lenticulares. Forma Piartal por excelencia, por lo menos en la
arqueología de Nariño. Normalmente tienen un rango de altura entre 7 cm y 27
cm, aunque a veces se encuentran unas muy pequeñas, pero no es la norma. Se
caracterizan por tener un ángulo periférico marcado en la pare media del cuerpo
de la vasija (Fig. 5.5: a-c). Se hicieron por rollos y la textura de la pasta es
compacta. Para el sitio “Armenia” del valle de Atríz (Cárdenas Arroyo y Bernal
Vélez, 2019) describen un buen número de vasijas lenticulares y su decoración.
En las excavaciones que referimos en este nuevo informe, se hallaron 4, de las
cuales solamente una está decorada con pintura positiva hallada en la Tumba
BMT-XXXI, ya descrita en el Capítulo 2 (Fig. 2.10b)
(4) Cuencos con base. Después de las ollas globulares, esta es tal vez la forma
más común en la arqueología de Nariño (Fig. 5.4; Fig. 5.6: h-i). Aparece en los
tres complejos cerámicos tradicionales con algunas variaciones. En el sistema
alfarero del valle de Atríz, las piezas que se encuentran decoradas son del
Complejo Tuza y del Complejo Piartal, a veces encontrándose juntas en la misma
tumba (por ejemplo, BMT-27). Las bases son anulares y bajas (Fig. 5.4; Fig. 5.6: b,
d). La pasta es por lo general muy compacta y muy fina, lo que la caracteriza de
los demás tipos. Superficie con engobe, sobre la cual se realizaron los diseños.
Espesor alrededor de 4 mm. Motivos decorativos predominantemente
geométricos y en líneas (Fig. 5.7). Algunas piezas tienen simetría de punto
alrededor del cual se pintaron líneas rojas o carmelitas; otras son de simetría
radial. Varias tienen motivos zoomorfos como ya se ha descrito en el capítulo
anterior.
(5) Cuencos sin base. Como su nombre lo indica, son cuencos redondeados, a
veces casi como platos (Fig. 5.6: f-g). La textura de la pasta es compacta. La
superficie por lo general está pulida. Algunos están decorados con motivos Tuza
y otros con motivos Piartal. En toda la serie del valle de Atríz a la que hacemos
referencia en este trabajo y en anteriores (Op. cit., 2019), sólo hemos encontrado
un cuenco sin base del Complejo Capulí (BMT-44.4). No todos los cuencos sin
83
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
base tienen decoración. Hay varios de pasta burda cuya función era seguramente
utilitaria. Los más grandes pudieron servir para tostar hojas de coca, como es
corriente en algunas comunidades indígenas del país.
(6) Platos con base. Este tipo de pieza es más característica del Complejo Piartal,
aunque también se encuentra con decoración Tuza. Son casi planos, levemente
cóncavos, y por lo común presentan diseños decorativos poco comunes; es decir,
no se decoraron con simetría radial ni de punto, sino que se eligieron diseños
bastante abstractos. No es una forma frecuente en estos contextos funerarios,
por lo que podría considerarse como un marcador que estaría indicando algún
tipo de categoría social de algunos individuos o de jerarquías (Fig. 5.4: a; Fig. 5.6:
j).
(7) y (8) Platos y jarros. Los platos son pequeños, rara vez decorados –si lo están,
apenas tienen una franja de color rojo o carmelito oscuro alrededor del borde– y
su terminado es más bien tosco (Fig. 5.6: e). En las tumbas se encuentran a veces
con restos óseos muy pequeños de animales, o debajo de una vasija globular
pequeña que contiene una cucharita de madera o de hueso. Los jarros (Fig. 2.9e)
casi no se encuentran en esta serie del valle de Atríz, limitándose a un solo
ejemplo en Maridíaz y a un fragmento en Mijitayo.
(9) (10) y (11). Ocarinas, piezas varias y volantes de huso. Las ocarinas son más
o menos frecuentes en el sistema alfarero del valle de Atríz. Algunas fueron
hermosamente decoradas con pintura positiva roja o carmelito sobre fondos
claros (habano/amarillo), muy esmaltadas y por consiguiente brillantes. Algunas
se clasifican como Piartal y otras como Tuza; pero debido a sus motivos tan
abstractos, tales determinaciones siempre se prestan para confusiones. Las
ocarinas halladas en la región de Pupiales presentan más motivos figurativos por
lo que resulta más fácil asociarlas con Tuza. Otras halladas en el valle de Atríz no
presentan ningún tipo de decoración, aunque casi siempre son muy esmaltadas.
Las piezas varias que representan diferentes objetos pueden ser caracoles
grandes (Fig. 2.10f) o incluso piezas antropomorfas votivas como ya se ha
indicado antes. Los volantes de huso son comunes. Se podría inferir que los
84
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
1. Altura máxima: Medida que se toma desde la base inferior de la vasija hasta el
borde superior.
2. Altura media: Medida que se toma desde la base inferior de la vasija hasta el punto
medio determinado instrumentalmente en el cuerpo de la vasija.
3. Altura media hasta el cuello: Medida que se toma desde el punto medio de la vasija
hasta la boca.
4. Diámetro del cuello: Medida que se toma de extremo a extremo del cuello.
85
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
5. Diámetro del cuerpo: Medida que se toma de extremo a extremo del cuerpo en su
punto más amplio.
6. Diámetro de la boca: Medida que se toma de extremo a extremo de la boca.
Para saber si existe una relación significativa entre cualesquiera dos de estas
medidas, calculamos una correlación. Puesto que en estos cálculos debe haber
siempre una variable independiente, escogimos la altura máxima como dicha variable
(identificada por el valor X), siendo todas las otras dimensiones las variables
independientes (identificadas en cada caso por el valor Y). La fórmula de
correlación empleada es:
ΣXY – [(ΣXΣY)/n]
C =
√(ΣX2 – [(ΣX)2 /n])( ΣY2- [(ΣY)2/n])
86
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
Con el fin de establecer cuál de estas relaciones lineales es la más acertada para
definir las formas, se realizaron los cálculos de regresión y sus respectivas
distribuciones gráficas. Estas regresiones se calcularon con base en la fórmula:
r = ΣXY – [(ΣXΣY)/n]
ΣX2 - [(ΣX)2/n]
El cálculo de todos los datos disponibles para este índice (sobre un universo de
101 vasijas) nos permitió establecer 3 categorías con base en las cuales
proponemos las siguientes tres definiciones para formas de vasijas globulares en
el valle de Atríz. Subrayo que esta es apenas una aproximación y que ciertamente
observaremos variaciones dentro de cada forma. La intención es sólo
suministrar algunos términos que nos permitan referirnos formalmente a las
vasijas globulares según su variación, algo más que simplemente “vasija
globular”.
87
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
Con base en este razonamiento, podemos concluir que las típicas vasijas
globulares que se encuentran en Nariño pueden agruparse en tres formas básicas de
acuerdo con un índice numérico al cual se llega después de un cálculo de regresión y
correlación estadístico. Del total de la muestra estudiada, los porcentajes son: anchas
17.7% (Fig. 5.8: a, b, e); estrechas 19.7% (Fig. 5.8: c, d, f); redondeadas 62.3% (Fig.
5.8: e-f). Esto se cumple para los tipos rojo, habano, carmelito y negro.
88
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
fueron alisadas y engobadas porque retienen mejor los líquidos. Las más porosas
habrían servido para cocinar y para contener alimentos mientras que formas
como las “cazuelas” (p. ej., Fig. 5.3: l) pudieron usarse para tostar hojas de coca.
Toda esta cerámica de uso diario, burda, que no tiene clasificación ni como
Piartal ni como Tuza, en realidad es un rasgo compartido por todas las
comunidades del altiplano. En términos de pastos y quillacingas, esta cerámica la
usaron ambos grupos étnicos y se encuentra asociada a la cerámica Piartal, Tuza,
ambas o sola. Algunas pocas formas, sin embargo, sí se asocian con el Complejo
Piartal exclusivamente, como lo son las vasijas lenticulares y los platos pandos
con base muy baja. En definitiva, lo que podemos inferir de la cerámica para
identificar diferenciación social o jerarquías sociales entre los quillacingas se
debe basar en tres consideraciones: 1) su decoración; 2) su asociación con otros
materiales en contextos funerarios (incluso otra cerámica) y la complejidad de
las tumbas; 3) número de piezas.
Figura 5.1. Sistema alfarero del valle de Atríz: Mijitayo: bordes por tipo
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
89
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
Figura 5.2. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Carmelito y Negro
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
Figura 5.3. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas tipos Rojo y Crema o Habano
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
90
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
Figura 5.4. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de cuencos tipo Naranja
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
Figura 5.5. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de vasijas aquilladas
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo, elaboración de Alejandro Bernal Vélez)
91
El sistema alfarero del valle de Atríz Felipe Cárdenas Arroyo
Figura 5.7. Sistema alfarero del valle de Atríz: cuencos con base y sin base decorados
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo)
92
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 5
Figura 5.8. Sistema alfarero del valle de Atríz: formas de ollas globulares
(Dibujo de Felipe Cárdenas Arroyo)
93
CAPÍTULO 6
Es claro que el medio ambiente actual en el área del valle de Atríz donde se
realizaron las excavaciones arqueológicas es muy diferente a como era en los siglos
XII a XVII D.C., rango cronológico en el que se ubican nuestros sitios arqueológicos.
Hoy, el bosque primario del valle ha sido totalmente intervenido y el grado de
deforestación es alto (IGAC 2014: 400). Esto desplazó a las especies nativas que los
quillacingas conocieron. Afortunadamente, el departamento de Nariño cuenta con 20
áreas protegidas (Op. cit.: 390-391), de las cuales mencionaremos tres que nos
interesan directamente por su cercanía geográfica con los sitios excavados. Estas son
el Santuario de Fauna y Flora del Galeras, la Red de Reservas Naturales de
Mapachico, y la Red de Reservas Naturales de La Cocha, todas ellas en tierras altas.
Las especies de fauna que se encuentran hoy en el Santuario de Fauna y Flora del
Galeras son “el venado de páramo, venado conejo, chonto o canosperros, danta de
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
páramo, conejos, cusumbos, raposa, guagua de páramo. Entre los anuros se cuentan
tres especies de bufónidos, pequeñas ranas caminadoras, dos especies de ranas
marsupiales y dos pequeños microteidos” (Op. cit.: 390). Además, de las 23 especies
de anfibios y reptiles en la zona altoandina de Colombia, el Santuario del Galeras
conserva el 70% de ellas (Op. cit.). Sobre estos animales volveremos al final del
capítulo donde se verá cuáles están representados en las colecciones de arqueofauna
excavadas en las zonas altas de Nariño y cuáles se representan en la cerámica y la
orfebrería prehispánicas.
96
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
contexto ambiental fundamental para entender la presencia de las especies que fueron
modeladas en cerámica o en metales por los indígenas. En su trabajo identifica tres
clases: mamíferos, de los cuales se refiere a marsupiales, primates y carnívoros (Op
cit.: 81); aves, refiriéndose a la clase de las aquilladas (Op. cit.: 86); y reptiles,
haciendo mención solo al orden saurofidios (Op. cit.: 90). La falta de ejemplares de
peces y de invertebrados en la colección puede deberse a la limitación de la muestra
museológica con la cual trabajó. Lo mismo ocurre con el trabajo de Cadena y
Bouchard que reportamos en las siguientes líneas. El trabajo de Sánchez Montañés
también hace algunas precisiones acerca de identificaciones taxonómicas realizadas
por Uhle, Fredon y D’Harcourt (Op cit.: 81). Plazas (1977-78) muestra en su trabajo
sobre orfebrería del altiplano nariñense representaciones de ranas, aves, primates,
lagartos y cascabeles en materiales provenientes de Ipiales, Guachucal, Consacá y
Pupiales (Op cit., Láminas 3, 4, 5, 9 y 10). Otro estudio sistemático sobre la cerámica
zoomorfa del Ecuador y Nariño proveniente de la costa pacífica que nos suministra
información taxonómica es el de Cadena y Bouchard (1980). Estos autores identifican
un buen número de géneros y especies, por ejemplo tiburones, caimanes, sapos,
tortugas, ofidios, aves, primates y otros mamíferos (Cadena y Bouchard 1980,
Láminas I a XI). Cadena y Bouchard trabajaron con las colecciones del Instituto
Colombiano de Antropología en el Museo Nacional en Bogotá, y del Banco Central
del Ecuador en Quito. Años más tarde, Rodríguez Bastidas publicó dos trabajos muy
completos (1990, 1992) en los que tiene en cuenta no solo las piezas modeladas
zoomorfas de cerámica sino también los platos y cuencos pintados con figuras de
animales y las representaciones zoomorfas en la orfebrería nariñense. En estos
trabajos se concentra en la fauna de la costa y de la sierra. Más recientemente, Uribe
Taborda (2016) dedica un volumen completo al estudio de piezas zoomorfas de
cerámica de la cultura costeña Guangala del Ecuador (ca. 500 AC a 500 DC) que
también es importante para los arqueólogos de las tierras altas andinas porque muchos
animales de hábitats costeros, incluso piezas zoomorfas de cerámica de animales de
tierras bajas y costeras, llegaron por comercio e intercambio a las tierras altas de la
cordillera. En Colombia se han publicado trabajos de arqueozoología muy
importantes por investigadores como Elizabeth Ramos, Germán Peña, Diana R.
Carvajal y María Pinto. Todos, sin embargo, se concentran en la región del Caribe y
en el altiplano cundiboyacense, razón por la cual no se usarán para este informe pero
que son aportes muy valiosos para la arqueología colombiana y suramericana.
97
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
Por otro lado, Rodríguez Bastidas (1990, 1992) adelantó su trabajo con piezas de
cerámica de colección del Museo del Oro de Bogotá, del Museo Arqueológico del
Banco Popular en Bogotá, Cali y Cúcuta, y en Pasto con piezas del Museo Zambrano
y el Museo Madre Caridad Brader de Maridíaz (1992: 25). Identificó en ellas un
rango amplio de animales, tanto de ambientes de costa y tierras bajas, como de
montaña. Identificó bivalvos como por ejemplo del género Anadara (Op. cit.: 32) –
posiblemente Anadara tuberculosa, cuyo nombre vernáculo en el Pacífico
colombiano es “piangua”, mencionada también por Cubillos para la región de
Tumaco (1955:133)– otra pieza que adscribe a Strombus galeatus (Rodríguez
Bastidas 1992: 34), ejemplar en cerámica muy parecido a uno hallado en la tumba
BMT-XXXI de Maridíaz (Fig. 2.10f), varias representaciones de conchas del
subgénero Fasciolaria (Op. cit.: 34-35) y otra del género Heraplex (Op cit.: 35) en
forma de ocarina. Estas reproducciones en cerámica, a veces tan bien logradas que los
zoólogos de hoy pueden identificarlas incluso a nivel de especie, demuestran la
importancia que tuvieron los animales en la vida social de los antiguos pobladores de
Nariño.
Materiales y métodos
98
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
1
Se refiere al área zoogeográfica del Pacífico que va desde la Baja California hasta Ecuador. También
conocida como Región Panameña
2
Number of Identified Specimens – NISP por su sigla en inglés.
99
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
Resultados y Análisis
1. Invertebrados
1.1 Bivalvos
1.1.1 Anadara cf. similis
Con respecto a las dos clases de moluscos, se identificaron algunos taxones.
Dentro de los bivalvos, se identificaron 3 fragmentos del género Anadara que, como
se anotaba arriba, fue también reportado por Cubillos para la región de Tumaco
(1955: 131) e identificado por Rodríguez Bastidas en piezas de cerámica de
colecciones (1990: 10; 1992: 32). Los 3 fragmentos de Maridíaz (BMT-14.2a-c)
podrían tratarse de Anadara cf. similis (Fig. 6.2 a, b). El cuarto fragmento (BMT-07)
no se pudo especificar. A. similis y A. tuberculosa son dos especies de bivalvos cuyo
hábitat es el manglar. Actualmente, las dos son especies económicas importantes para
los habitantes del Pacífico colombiano (Cano Otalvaro et. al., 2012) y su presencia en
contextos arqueológicos queda demostrada en Tumaco y en el valle de Atríz. Sin
100
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
101
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
halló también buriles hechos de horsteno3 que se usaron para trabajar las conchas.
Llaman la atención algunos de los colgantes hechos de madreperla en ese taller
(Mester Op. cit.: 109) por su forma tan cercana a pequeños colgantes hechos en roca
hallados en Maridíaz. Las piezas labradas y perforadas de P. mazatlanica encontradas
en Maridíaz tuvieron que ser adquiridas mediante intercambio y comercio porque no
hay ninguna evidencia de que se trabajaran conchas marinas en los altiplanos, y hasta
la fecha no se sabe de talleres arqueológicos de conchas en la región del Pacífico
colombiano por lo que, por ahora, el lugar de procedencia original de conchas
trabajadas halladas en el altiplano apunta a los talleres que existieron en las costas de
Ecuador y Perú, o uno de los talleres hallados en la costa pacífica panameña.
3
Es el mismo chert, o lidita, nombres que se usan corrientemente en arqueología.
4
Identificación taxonómica de Frederic Marin, Universidad de Borgoña (Franche-Compté) (Francia).
102
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
5
Ver el análisis de objetos metálicos en el Capítulo 7.
103
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
1.2 Gasterópodos
1.2.1 Semicassis centicuadrata
Esta es una especie de gasterópodo marino. El fragmento de la muestra de
Maridíaz es un labio en apariencia de tiza (Fig. 6.4 a). Los miembros de este género
viven lejos de la costa, en el océano Pacífico, aunque también se reportan Semicassis
centicuadrata en Bahía Málaga en el Valle del Cauca en la localidad de “Los
Chorros” en aguas poco profundas y arenosas (López de Mesa y Cantera 2015: 2, 13).
Otros reportes de S. centicuadrata en el Pacífico colombiano incluyen sitios como
Guapi y Timbiquí en el Cauca, y los parques naturales nacionales de Gorgona (Cauca)
y Sanquianga (Nariño) (eol.org/pages/29748005). En el Ecuador se han reportado en
el área de Esmeraldas y mar adentro, más o menos frente a la Reserva Ecológica de
Mache Chindul (Op. cit.). Estas conchas no son muy grandes y son de colores
blanco/rojizo/anaranjado. Las conchas completas son muy atractivas, aunque el
ejemplar hallado en Maridíaz es tan solo un fragmento de labio por lo cual pensamos
que seguramente estos fragmentos eran trabajados en los talleres costeros, para luego
ser intercambiados a lo largo de las redes comerciales que comunicaban a la cordillera
con la costa. Desafortunadamente, la tumba de donde proviene esta pieza tan
importante fue totalmente saqueada (BMT-XXXIII), por lo que no tenemos idea del
tipo de ajuar que la acompañaba. Queda el hecho de que se reporta esta especie de
gasterópodo marino por primera vez en el altiplano nariñense en un sitio arqueológico
funerario.
104
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
La cuenta de Oliva sp. (Fig. 6.4 b) fue hallada en la Tumba BMT-16. Esta tumba
medía 4.30 m de profundidad y su ajuar consistía de una ollita globular pequeña sin
decoración, un cuenco pequeño de forma compuesta sin decorar de apenas 4 cm x 6
cm, un volante de huso, y un pequeño sonajero metálico de forma oval cuyo principal
contenido es cobre, con menos de 5% de hierro y apenas trazas de plata y estroncio6.
Además se contaron 10 conchas completas y 14 fragmentos de conchas marinas. Las
conchas marinas cuentan entre 2 y 3 perforaciones artificiales en el extremo superior
de la cuenta. Una de ellas es la cuenta de Strophocheilus doliarius descrita abajo. Se
halló también un fragmento de cucharita de hueso y un colgante circular lítico sin
terminar (ver Capítulo 8). Es un contexto menos elaborado que los otros que
contenían conchas marinas, pero esto no debe extrañar. De hecho, el comercio de
6
Ver el análisis de objetos metálicos en el Capítulo 7.
105
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
conchas no necesariamente movía objetos exclusivos de las élites. Sobre este punto
volveremos en la discusión al final.
106
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
107
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
dentro de las tumbas. Por ejemplo, en las cuentas trapezoidales de Spondylus sp., y en
el pendiente de caracol Oliva sp., con perforación circular, se identificó una
coloración verde en la superficie. Esta coloración fue causada por el contacto de las
conchas con una argolla de cobre en el caso de BMT-9.14a y con un sonajero de
cobre en el caso de BMT-16.15. Los gasterópodos BMT-49.1 y BMT-52.2 se hallaron
prácticamente enteros. Con todo, se identificaron nueve géneros de invertebrados y
cinco especies. Aquí cabría tan solo recalcar que el agente tafonómico más grave de
todos es la guaquería.
108
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
1971). Todas estas especies son relativamente sencillas de obtener por pescadores
experimentados y sabemos que los habitantes prehispánicos de la costa pacífica de
Suramérica lo eran.
109
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
7
La concha nacarada de Maridíaz es P. mazatlanica. No sería aventurado suponer que la hallada por
Patiño perteneciera a algún género de conchas nacaradas y que, como lo sugiere el autor, llegara de la
costa pacífica.
110
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
fragmento de cuerpo
Margaritidae Pinctada mazatlanica M 1 con perforación
artificial
Bivalvos
cuerpos gruesos y
Arcidae - - M 2 pesados, no tienen
perforaciones
artificiales
sin perforaciones
artificiales
fragmentos labrados
en forma de espátula,
- - - M 3 de superficie muy lisa
111
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
(a) Anadara cf. similis BMT-14.2c; (b) Anadara cf. similis BMT-14.2a. Obsérvense los pequeños
orificios circulares artificiales en el umbo de ambas conchas (± 1 mm) para su uso como colgantes
(Fotografía (a) de Felipe Cárdenas Arroyo; (b) de Diana Carvajal)
112
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
(a) Pitar cf. lupanaria BMF-c1. Fuente: fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo
(b, c) Spondylus sp. BMT-9.1. En (b) se observa en el borde superior dónde estaban los orificios para
ensartar las cuentas; (d) Spondylus sp. BMT-14.2 cuentas o “chaquiras” para collares o pulseras.
Fuente: fotografías (b, d) de Felipe Cárdenas Arroyo; (c) de Diana Carvajal.
113
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
(a) Semicassis centicuadrata BMT-XXXIII; (b) Oliva sp., BMT-16.15; (c, d) Olivella sp., BMT-
50a; (e, f) cf. Strombus BMT-49.1; (g) cf. Strombus BMT-50b. (Fotografías (a, c, d) de Diana Carvajal,
(b, e, f, g) de Felipe Cárdenas Arroyo)
114
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
(a, b) Strophocheilus (Eurytos) doliarius; (c, d) cf. Fam. Bulimulidae. Fuente: fotografías (a) de
Diana Carvajal; (b-d) de Felipe Cárdenas Arroyo.
115
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
2. Vertebrados
2.1 Mamíferos
2.1.1 Odocoileus sp.
Dos cucharitas de hueso halladas en dos tumbas de Maridíaz fueron hechas con
huesos de venado, en este caso del género Odocoileus sp., (BMT-VII.2 y BMT-IX.2).
En ambos casos fueron hechas con parte de la epífisis de metapodio proximal –el
hueso más distal de las extremidades que se encuentra antes de los huesos
sesamoideos. La forma de “cuchara” se logró removiendo el tejido esponjoso y luego
se pulieron los bordes (Fig. 6.12 a-c). Además de estos dos fragmentos trabajados de
hueso de venado, en Maridíaz se hallaron 16 cucharitas más de hueso que no han sido
analizadas taxonómicamente. Mencionaremos una proveniente de una de las tumbas
que excavamos sistemáticamente durante la comisión del Icanh por tener el contexto
arqueológico intacto. Se trata de la Tumba BMT-G. Se halló un esqueleto humano en
posición decúbito dorsal, con piernas flexionadas y las manos sobre el pecho
sosteniendo un plato pando, encima del cual se hallaba una vasija globular pequeña y
dentro de la vasija la cucharita (Fig. 10.5). El cráneo mostraba deformación craneal
artificial oblicua.
116
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
Sobre el tema de los venados, hacemos referencia a los dibujos de cérvidos en los
cuencos decorados de cerámica hallados en Maridíaz. Dos cuencos con base, ambos
encontrados en la Tumba BMT-27 parecen conformar con las características
anatómicas de Odocoileus virginianus. Esta especie fue identificada por Rodríguez
Bastidas (1992: 86) en los cuencos pintados Tuza ilustrados por Uribe Alarcón (1977-
78: 157). Rodríguez Bastidas se basa en la representación de las “…astas
proporcionalmente grandes y bien ramificadas…” (Op. cit.: 85) para identificar esta
especie. En la Figura 6.6 de abajo reproducimos dos dibujos de los dos cuencos
hallados en Maridíaz.
Figura 6.6. Cuencos con base decorados con motivos de venados, posiblemente Odocoileus cf.
virginianus BMT-27.14 (izq.) y BMT-27.15 (der.) (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)
117
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
el hallazgo de más restos de este animal en la zona andina del sur de Colombia para
tener una idea más clara. De todos modos, es importante anotar con respecto a los
cérvidos que su presencia en restos arqueológicos del altiplano nariñense es
sumamente baja, sobre todo en contexto de basureros. En los basureros excavados por
Groot en la Región Central, Región Sur y Subregión Sur del altiplano (Groot 1991),
los basureros excavados por Cavelier et. al., en los alrededores de Ipiales (Cavelier et.
al., 2019) y los basureros que excavamos en Catambuco y Mijitayo que presentamos
en el Capítulo 3, dichos restos son mínimos. En Maridíaz las cucharitas fabricadas de
metapodio de cérvidos han aparecido en contexto de tumbas, al igual que los platos
pintados con imágenes de cérvidos.
118
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
Vale anotar aquí un tema importante sobre estos animales y su interacción con
humanos. Durante milenios, los animales han sido vectores de enfermedades
infecciosas con graves consecuencias para la salud humana, como lamentablemente lo
hemos comprobado en la época actual a nivel global. Los roedores, como las
zarigüeyas y los cuyes, son animales que conviven y comparten ambientes caseros
con humanos, casi siempre en ambientes encerrados, como lo hemos visto y
comprobado directamente en ciertas áreas del Ecuador y de Nariño. Didelphis
marsupialis, en particular, es uno de los reservorios de algunas enfermedades
parasitarias (Grisard et al., 2000: 795). Por ejemplo, Trypanosoma cruzi es causante
de la enfermedad de Chagas, enfermedad que ha sido identificada en momias
humanas de la cultura Chinchorro de Chile desde 3000 años a.C., (Guhl, et al., 1999)
y Didelphis marsupialis es uno de sus reservorios. El consumo de carne cruda o de
alimentos contaminados por excrementos permite su adquisición por vía oral (Guhl,
et. al., 2014: 605) y este es un tema que ha sido tratado por paleoparasitólogos. Los
estudios arqueológicos sobre la dieta alimenticia que incluye recursos animales deben
119
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
tener también en cuenta el posible impacto que estas especies tuvieron en la salud de
las poblaciones prehispánicas. En el arte cerámico, tenemos dos representaciones de
Didelphis marsupialis identificadas por Cadena y Bouchard (1980, Lámina VII, Nos.
1 y 2) en dos piezas La Tolita-Tumaco de la colección del Museo del Banco Central
del Ecuador; y una representación de Didelphis sp., identificada por Rodríguez
Bastidas (1992, Pág. 70 Fig. 73) en una pieza La Tolita-Tumaco de la colección del
Museo Arqueológico del Banco Popular.
2.1.5 Primates
En ninguno de los tres lugares donde realizamos excavaciones sistemáticas se
hallaron restos óseos de primates. Sin embargo, observamos representaciones pintadas
de primates en dos cuencos con base, uno encontrado en Maridíaz y el otro en
Catambuco. El cuenco hallado en Maridíaz proviene de la tumba BMT-38.1 (Fig. 6.7
a). A pesar de tratarse de un diseño abstracto, es fácil ver que se trata de un primate
con una característica morfológica muy clara, cual es la de una cola muy larga
120
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
semejante a las colas prensiles. Este primate ha sido identificado por Rodríguez
Bastidas en una pieza de orfebrería de la colección del Museo del Oro (1992: 75, Fig.
85 y 76, Fig. 86) sugiriendo que podría tratarse de Ateles sp., comúnmente llamado
mono araña. En nuestro caso podría tratarse del mismo primate o de un mono
aullador, Alouatta sp. En el segundo ejemplo (CTB-Z2) (Fig. 6.7 b) observamos dos
pequeños primates en actitud de trepar. Es difícil asignarles un taxón.
a b
Figura 6.7. Cuencos con base decorados con motivos de primates: (a) posiblemente Ateles sp.
(BMT-38.1). (b) Sin identificación taxonómica CTB-Z2 (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)
121
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
2.2 Aves
Los restos óseos de aves hallados en las excavaciones se limitan a la muestra del
cementerio de Maridíaz. Se contaron en total apenas 11 huesos, ninguno de los cuales
se logró especificar taxonómicamente. En nuestras excavaciones en Ipiales (Cavelier
et. al. 2019), apenas se identificaron cinco fragmentos óseos de aves que tampoco se
especificaron taxonómicamente; y los demás arqueólogos que han trabajado en la
zona del altiplano (Uribe Alarcón 1977-78, Groot 1991, Bernal 2011, y Cárdenas y
Bernal 2019) tampoco reportan restos de aves en sus excavaciones. En Nariño, como
se mencionó al inicio, las aves presentan actualmente al menos 50 especies
endémicas. Fueron animales importantes para los quillacingas toda vez que aparecen
representadas en los platos pintados y en el arte cerámico tridimensional. En la región
andina de montaña nariñense, el IGAC (2014: 404) reporta algunas especies que
pudieron ser las que conocieron los quillacingas, aunque casi todas están hoy en
peligro de extinción. Con el fin de ilustrar este tema, mencionaremos aquí aquellas
especies que el IGAC registra para los hábitats de montaña andina: colibrí, perdiz de
Nariño, gorrión, pato de páramo, pato silvestre, pato pico de oro, cóndor de los Andes
y rey gallinazo.
122
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
seguramente su importancia como aves exóticas que con toda probabilidad se usaron
en ceremonias solo por personas autorizadas para ello, como se observa actualmente
en el Amazonas y el Putumayo donde aún se conserva su uso. El contexto de la
plumería es muy especial y por ello la presencia de estas aves en la cerámica del
altiplano no es fortuita. Al presente, el IGAC informa de la presencia de loros
(Amazona sp., de la misma familia Psittacidae) tanto en la llanura del Pacífico como
en el piedemonte amazónico, como especies con muy alta probabilidad de extinción
(IGAC, 2014: 405).
a b
Figura 6.8. Cuencos con base decorados con motivos de guacamayas: (a) posiblemente familia
Psittacidae. CTB-Z2; (b) Museo Zambrano de Pasto (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)
123
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
En Maridíaz se hallaron otros tres cuencos con base decorados con motivos de
aves y un cuenco con base en Catambuco, también con motivos de aves (Fig. 6.10)
8
Ver noticia en el Diario del Sur, 11 de agosto de 2016.
124
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
a b
c d
Figura 6.10. Cuencos con base decorados con motivos de aves. Arriba: (izq.) BMT-26.2, (der.)
BMT-17.7; Abajo: (izq.) BMT-XXVII.2, (der.) CTB-2 T1-10 (Dibujos de Felipe Cárdenas Arroyo)
2.3 Anfibios
En cuanto a los anfibios, en el cementerio de Maridíaz se hallaron un total de 424
fragmentos óseos, todos en una misma tumba: BMT-IX. Los restos se encontraron
dentro de dos pequeñas vasijas globulares. De este total, 300 huesos o fragmentos de
hueso apenas se pueden asociar con la Clase Amphibia y 124 se pudieron clasificar
dentro del Orden Anura (ranas). Al momento de escribir este trabajo estamos a la
espera de resultados más detallados sobre estas muestras. Podemos solamente indicar
que Uribe Alarcón halló en San Francisco, Municipio de Carlosama, restos de seis
ranas en una vasija de cerámica dentro de una tumba, que fueron identificadas con el
género Eleutherodactylus (Uribe Alarcón 1977-78: 152). Al presente, el IGAC
reporta la presencia de Eleutherodactylus repens o rana de lluvia del Galeras, en la
región de montaña nariñense (IGAC, 2014: 404), y variedad de anuros que viven en el
Santuario de Fauna y Flora del Galeras, por ejemplo: “…tres especies de bufónidos,
125
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
pequeñas ranas caminadoras, dos especies de ranas marsupiales…” (Op. cit.: 390).
Las ranas aparecen representadas con frecuencia en la cerámica Capulí. Rodríguez
Bastidas identifica una posible representación de una rana del género Pipa en una
vasija Capulí de la colección del Banco Popular (1992: 43-44 Fig. 23) y también en
dos vasijas pequeñas Capulí de una colección privada (Op. cit., Fig. 24).
126
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
Tafonomía La mayoría de los elementos de las clases de los mamíferos, anfibios y aves
se encuentran completos y los que apenas están parcialmente representados presentan
fracturas irregulares, debido a acciones ocurridas después del entierro, por el proceso
de abandono, exposición a los elementos o almacenaje. Sin embargo, se identificaron
fragmentos craneales de roedores, especialmente del género Cavia, que podrían estar
indicando la modificación de los huesos debido a su consumo, recordando que los
restos provienen de un contexto funerario, no de un basurero de desechos
alimenticios. Este dato es importante porque en registros arqueológicos y
experimentales se menciona la fragmentación del cráneo durante su consumo
(Martínez Polanco 2016: 522). Por tanto, cabe la posibilidad de que estos roedores no
fueron enterrados completos al momento de la inhumación pero cabría preguntarse si
acaso fueron consumidos durante el ritual de entierro y luego dejados dentro de la
tumba con las demás ofrendas. En términos generales, los restos óseos expuestos a
agentes naturales dentro de las tumbas, como acidez del suelo, humedad y actividad
de organismos descomponedores, dificultan su identificación taxonómica.
Partes identificadas y elaboración En los vertebrados hallados en Maridíaz, solo hay tres
especímenes con evidencia de exposición al calor: un fragmento de un mamífero sin
identificar y dos artefactos (cucharas) hechas en huesos de Odocoileus sp.
Recordamos que se hallaron 16 cucharitas más que no han sido identificadas
taxonómicamente, pero que bien podrían ser de cérvidos o de otros mamíferos. El
fragmento de cuerno de Bos taurus presenta un corte perfecto con una herramienta
metálica. Entre los mamíferos se identificaron costillas, fragmentos de cráneo, cuerno,
molares, incisivos, caninos, hueso epipúbico, escápula (omóplato), esternón, falanges
distales, fémur, ilión, húmero, mandíbula, maxilar, metapodiales, radio, tibia, ulna
(peroné) y vértebras. La información completa se presenta en la Tabla A1 del Anexo
1.
127
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
128
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
En resumen, los resultados presentados en este capítulo indican que la clase más
representada en Maridíaz es la de los anfibios seguida por la clase de los mamíferos.
Los gasterópodos y los bivalvos se encuentran muy distantes, representando apenas el
2.04% y el 1.53% respectivamente del total de la muestra. Este número tan bajo tal
vez refuerza la idea de que se trataba de objetos especiales, posiblemente de uso
suntuario o que solamente un porcentaje reducido de la población estaba en
condiciones de obtener o con derecho de usar. Los hábitats principales de casi todas
las especies de mamíferos halladas aquí corresponden a ambientes andinos. Esto nos
lleva a pensar que buena parte de la explotación de recursos faunísticos se llevó a
cabo de manera local, en tanto que los invertebrados marinos implican relaciones con
ambientes de la costa pacífica. Los cortes y las alteraciones que presentan algunos de
estos restos óseos hallados en las tumbas indicarían que no fueron usados con fines
alimenticios sino para hacer artefactos como cucharas, pendientes, adornos y cuentas.
Cabe preguntarse, sin embargo, si algunos de estos animales sí se consumían como
parte del ritual del entierro. Estos restos no se hallaron en articulación anatómica
dentro de las tumbas y varios indicios –especialmente en los cráneos de Cavia–
parecen apuntar hacia el desmembramiento de los animales antes de ser enterrados, lo
que podría sugerir su consumo ceremonial. La presencia de ceniza en vasijas rotas
colocadas a propósito dentro de algunas bóvedas (Fig. 9.1) estarían indicando que
restos de animales fueron cocidos durante el ritual funerario para su consumo (ver
Capítulo 9).
129
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
Cavia sp. 83
Mamíferos
- - - 300 anfibios
- - - 124 anuros
Aves
- - - 12
130
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 6
131
Restos de arqueofauna en Maridíaz Felipe Cárdenas Arroyo y Diana Rocío Carvajal C.
132
CAPÍTULO 7
Figura 7.1. Artefactos analizados del sitio Maridíaz. (arriba) BMT-028 cascabel y badajo; (abajo
izq.) BMT-X.4; (der.) BMT-XXV.2. (Fotografías de Lina María Campos Quintero)
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
El Museo del Oro dispone normalmente de tres instrumentos para el análisis de sus
artefactos y dos de ellos fueron usados para el estudio de estos fragmentos,
particularmente el equipo de fluorescencia de rayos x portátil (pXRF por sus siglas en
inglés) Niton XL3 GOLDD de Thermoscientific con ánodo de plata, para el análisis de
composición química, y un microscopio digital Dino-lite, para la observación
microscópica.
Para comparar el grado de exactitud y precisión que se puede esperar del equipo en
condiciones ideales, se reportan en el Anexo 3.1 tres lecturas del material de referencia
Fluxana 0734-16a. Es importante tener en cuenta para cada caso el sesgo en las lecturas
que son generados por tres factores: las superficies no planas, la ausencia de cámara al
vacío y la profundidad de penetración del rayo. En primer lugar, las geometrías propias
de los artefactos analizados inciden en el ángulo de fluorescencia de los rayos X que
percibe el detector. Por lo tanto, una superficie redonda puede ligeramente desviar
dicho ángulo y generar análisis menos exactos o precisos. En segundo lugar, aunque el
pXRF es una herramienta portátil que permite análisis no invasivos de artefactos
arqueológicos, hay que tener en cuenta que al no tener una cámara de vacío, la señal
puede ser absorbida por el aire. Finalmente, es preciso señalar que el pXRF es una
técnica de análisis superficial cuyo tubo emite unos rayos X que, dependiendo de la
1
Compuesto por las restauradoras María de la Paz Gómez, Laura Jiménez, y Adriana Escobar.
134
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
densidad del material, del número atómico, masa atómica del elemento y del voltaje de
aceleración usado para el bombardeo de rayos X, puede por ejemplo generar una
penetración de casi de 16 a 19 µm para oro, 22 a 34 µm para plata y de 7 a 9 µm para
cobre, en una matriz de oro (Plaza, 2018: 88). Por esta razón, se debe tener precaución
en la lectura de los análisis y evitar que lo que se estén interpretando sean los elementos
de corrosión o una capa de dorado o plateado del artefacto, pero no la aleación central.
Se recomiendan futuros análisis de composición química de secciones transversales de
los artefactos con un Microscopio de Barrido Electrónico que tenga acoplado un
detector de Espectroscopia por Dispersión de Energía (MED-EDS).
Resultados y discusión
Figura 7.2. (izq.) Pieza O08192 de la colección del Museo del Oro; (der.) Cascabel BMT-16.10 de
Maridíaz (Fotografía de Clark Manuel Rodríguez (izq.) y Felipe Cárdenas Arroyo (der.)
135
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
Cascabeles elaborados con la técnica de cera perdida con núcleo han sido reportados
en distintas regiones de la América prehispánica. Para hacer un cascabel con esta
técnica, se debe elaborar primero el badajo, en caso de que sea metálico o de otro
material, recubrirlo de una mezcla de arcilla, arena y polvo de carbón vegetal que
servirá para modelar la forma del volumen interno, y luego, después de secar la mezcla,
se recubre con una capa de cera de abejas y se le unen unos hilos también en cera que
se conectarán a un alimentador central por donde fluirá el metal. Encima de esta capa
de cera, se vuelve a aplicar una mezcla similar de arcilla, probablemente refractaria,
arena y carbón que servirá para cerrar el molde. Con la cocción del molde en un horno,
la cera se derrite y se retira. El vacío que deja dicha cera será por donde se vierta la
aleación del cascabel. Después de fundido el cascabel, se abre el molde y se retiran los
alimentadores y el núcleo.
136
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
137
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
de corrosión y la corrosión, se hizo un análisis sobre esta última que mostró
principalmente mayor contenido de plata (0,16 %p/p Ag) y menor contenido de cobre
(99,37 %p/p Cu). La lectura también mostró la presencia de otros elementos como el
hierro (0,35 %p/p Fe), rodio, rutenio, paladio y cadmio, que se encuentran por debajo
de 0,02 %p/p cada uno, pero por encima del límite de detección de estos elementos. La
similitud de las composiciones de la superficie despejada de corrosión y la superficie
corroída manifiesta la dificultad de asegurar que, en efecto, la primera lectura es la
composición real de la aleación del cascabel. Por ello también se decidió realizar el
análisis de composición química a siete cascabeles de la serranía nariñense de la
colección del Museo del Oro para tener un referente de comparación.
Figura 7.4. Cascabeles analizados de la serranía nariñense de la colección del Museo del Oro
(Fotografías de Clark Manuel Rodríguez)
138
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Tabla 7.1. Composición normalizada para oro, plata y cobre de cascabel O25203 de la colección
del Museo del Oro. Resultados en %p/p.
Ag Au Cu
Núm. reg. Área analizada
Datos normalizados
Área plateada 22,68 12,28 65,05
Área plateada 34,21 10,12 55,66
O25203
Área plateada 22,08 11,54 66,38
σ 6,84 1,10 5,84
139
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
plateado. Esto sugiere que, dependiendo del lugar donde se lleve a cabo el análisis, se
puede llegar a la interpretación de que es un cascabel dorado o plateado, o no.
Tabla 7.2. Composición normalizada para oro, plata y cobre de algunos cascabeles de la colección
del Museo del Oro. Resultados en %p/p. Los colores de la columna izquierda indican las hipótesis
iniciales sobre si los cascabeles fueron elaborados solo en cobre (gris claro), si tuvieron un dorado
(gris oscuro) o si fueron plateados (blanco).
Ag Au Cu
Núm. reg. Área analizada
Datos normalizados
Área cobriza 0,07 0,03 99,90
O27895
Área con corrosión 0,06 0,04 99,90
Área con corrosión 3,55 30,04 66,41
O22512
Área dorada 7,06 76,07 16,87
Área dorada 3,00 40,41 56,59
O23749
Área cobriza 2,78 24,43 72,79
Área cobriza 10,69 77,02 12,29
O22364
Área dorada 7,77 83,55 8,68
Sin corrosión 0,04 0,18 99,78
O24511
¿Área dorada? 0,08 15,21 84,71
O25203 Área plateada
26,32 11,32 62,36
Área cobriza 5,29 49,22 45,49
O21261
Área dorada 4,25 54,25 41,50
140
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Figura 7.5. Diagrama ternario del análisis del contenido de cobre en áreas expuestas/cobrizas de
los cascabeles de la colección del Museo del Oro y del cascabel BMT-028.
Este diagrama muestra que el contenido de cobre de todos los cascabeles dorados
es de por lo menos 24,43 %p/p en áreas cobrizas, mientras que la composición
normalizada para oro, plata y cobre de artefactos como el O27895, que
presumiblemente no estuvo dorado, se solapa con la del cascabel BMT-028, indicando
que tal vez este tampoco lo estuvo. Sin embargo, es preciso decir, por un lado, que el
análisis de una sección metalográfica podría a futuro confirmar o no esta hipótesis ya
que permitiría observar restos del dorado/plateado, si lo tuviera, o restos de la estructura
propia de un metal recocido, como evidencia de dorado por oxidación. Por el otro,
aunque es improbable, también es posible que el contenido de oro pueda ser invisible
al pXRF teniendo en cuenta la complejidad de una muestra altamente corroída.
141
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
El uso de cobre sin alear ha sido ampliamente reportado en piezas procedentes de
contextos de orfebrería asociados a tumbas de los pastos en la serranía nariñense, como
los cascabeles aperados de la colección del Museo del Oro que estudiamos aquí. Sin
embargo, teniendo en cuenta que la morfología de este cascabel (BMT-028) es diferente
y que se encontró en un contexto funerario en el valle Atríz, surgen varias preguntas
entorno al lugar de su posible elaboración: ¿el cascabel fue fabricado por la gente que
se enterró allí o fue adquirido por intercambio? Cieza de León subraya en su crónica la
pobreza de los quillacingas (1962[1553]: 111) lo que hasta ahora es corroborado por la
arqueología, en contraposición con la abundancia de objetos de metal que había entre
los pastos.
142
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Tabla 7.3. Composición química del cascabel BMT-028, llevado a cabo con equipo de pXRF.
Resultados en %p/p
Cd Ag Pd Rh Ru Cu Fe
Cascabel Ventana limpia Nd 0,10 Nd Nd Nd 99,85 Nd
BMT-028 Corrosión (al lado) 0,02 0,16 0,02 0,02 0,01 99,37 0,35
2
Ablación de láser acoplada a la espectrometría de masas con fuente de plasma de acoplamiento
inductivo.
3
Límite de confianza establecido para el equipo del pXRF del Museo del Oro. Resultados por debajo de
eso, deben ser tomados con cautela y aquí se omiten.
143
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
Por otro lado, en uno de los orificios superiores del cascabel sobresale una fibra que
aparentemente es un pseudomorfo textil, es decir, que mantiene una estructura
mineralizada de lo que solía ser una fibra textil, en este caso tal vez de un hilo de donde
pendía el cascabel. Por su morfología y la forma como se divide, sugiere que
probablemente se trataba de una fibra vegetal. Esto debe confirmarse con un
especialista que realice un análisis microscópico (con mayores aumentos) de una fibra
sencilla.
Figura 7.6. Imagen con microscopio digital de fibra adherida a cascabel BMT-028
(Fotografía de Lina María Campos Quintero)
Análisis de fragmento de BMT-028
144
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Figura 7.7. (izq.) Imagen del material BMT-028 tomada con el microscopio digital; (der.)
Productos de corrosión sobre la superficie del material BMF-028 (Fotografías de Lina María Campos
Quintero)
Ag Cu Fe
BMF-028 (badajo) Metal al descubierto 0,18 99,62 0,21
Análisis BMT-XXV.2 (resorte)
Debido a la fragilidad del fragmento por corrosión casi completa, un pequeño trozo
del extremo se desprendió durante la manipulación. El desprendimiento de este trozo
permitió ver en sección la existencia de lo que parecen ser tres hilos. Uno de ellos mide
aproximadamente 1,06 mm.
145
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
Figura 7.8. (arriba) Sección transversal de BMT-XXV.2 donde se perciben los tres hilos metálicos
que componen el artefacto; (abajo) Imagen en planta de los productos de corrosión del artefacto
BMT-XXV.2 (Fotografías de Lina María Campos Quintero)
Los tres hilos parecen estar rodeados de una capa de corrosión de malaquita y
cloruro de cobre y posiblemente de cuprita, aunque la presencia de esta última debería
confirmarse con un análisis metalográfico. No fue posible realizar una ventana de
análisis en este fragmento debido a la pérdida del contenido de cobre metálico del
artefacto, ahora transformado probablemente en su mayoría en carbonatos y óxidos,
hacia la superficie. Estos productos hacen parte de las características estructurales y
físicas del artefacto.
146
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Aunque en sección transversal el microscopio deja ver los tres hilos posiblemente
aún metálicos en su núcleo, su diámetro es menor que el diámetro del colimador del
pXRF de 3 milímetros y por tanto no es posible hacer un análisis con este instrumento.
Por esta razón se recomienda montar una muestra en un bloque de resina y llevar a cabo
un análisis con Microscopio de Barrido Electrónico con Detector de espectroscopia por
Dispersión de Energía (MED-EDS).
Figura 7.9. Pieza BMT-X.6. Escala de 1.0 cm. (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
Análisis BMT-X.4
147
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
Ag Pb Au Cu
Ventana limpia 0,48 0,34 0,90 98,28
BMT-X.4
Área no limpia (por debajo) 0,43 0,31 0,97 98,29
148
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
teniendo en cuenta las estrías longitudinales que muestra, resultado del desplazamiento
y superposición del metal. Es preciso hacer un análisis metalográfico para confirmar
esta afirmación. La temperatura de fundición tuvo que ser cercana al punto de fusión
del cobre, 1083°C. La composición de este artefacto muestra los elementos que podrían
posiblemente esperarse también para el cascabel BMT-028, si este último estuviera
menos corroído. La forma anular de este artefacto es similar a la de narigueras y orejeras
de la colección del Museo del Oro procedentes de Pupiales. No obstante, teniendo este
artefacto una forma tan genérica, su estilo no debe tomarse como indicio de lugar de
elaboración.
Figura 7.11. BMT-8.4 y BMT-17.12 Narigueras metálicas con productos de corrosión de cobre
sobre la superficie. Narigueras como estas suelen tener bien sea una capa de plateado o de
dorado, que posiblemente en este caso fueron erosionadas por la corrosión.
149
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
Figura 7.13. BMT-II.9 Cascabel metálico con Figura 7.14. BMT-XVI.7 Cascabel
badajo y con productos de corrosión de cobre metálico altamente corroído, con badajo
150
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 7
Figura 7.15. BMT-X.5 Aro metálico martillado Figura 7.16. BMT-X.6 Resorte metálico usado
posiblemente como adorno para el cabello
Figura 7.17. BMT-23.6 Resortes metálicos usados posiblemente como adorno para el cabello
151
Análisis arqueometalúrgico de Maridíaz Lina María Campos Quintero
152
CAPÍTULO 8
Metodología
154
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.1. Muestra BMT-XXII.7 Figura 8.2. Minerales pirita (Py), cuarzo (Qz),
Pátina de oxidación en pirita (Py)ox
Figura 8.3. Mineral de alteración, Limonita (Li) Figura 8.4. Mineral esfalerita (Sf)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez
155
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
Pirita: Cubre casi la totalidad de la superficie. Color amarillo latón pálido, brillo
metálico, dureza mayor de 5 en la escala de Mohs, presentando por sectores una
pátina de oxidación más oscura y rojiza (Figura 8.2). Registra una huella negra
verdosa y un olor a azufre. La composición química de este mineral es FeS2, la cual
aporta significativamente a los contenidos totales de hierro (70% en promedio) y
azufre (8% en promedio) registrados para los puntos analizados en el FRX. Este
sulfuro de hierro también puede contener pequeñas cantidades de níquel.
Limonita: Mineral color marrón, brillo mate, olor a hierro, hábito botroidal (Figura
8.3), el cual aparece sobre la pirita en forma de óxido producido por alteración
meteórica de la misma. Fórmula química FeO(OH)·nH2O.
Esfalerita: Color rojizo, brillo resinoso, dureza baja (3-4 en la escala de Mohs) y
presentándose en pequeños cristales cúbicos (Figura 8.4). La composición química de
este mineral es ZnS, pudiendo contener pequeñas cantidades de manganeso. Su
ocurrencia es aislada en la muestra, pero suficiente para mostrar niveles de zinc
(aprox. 0.14%) en el FRX.
Apatito: Fórmula química Ca5 [(F,Cl,OH) (PO4)3]. Se concluye que se encuentra en la
roca por asociación mineral y por los niveles de fósforo totales registrados (12.7%)
para los puntos de la muestra analizados.
156
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
157
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
(contenido de SiO2 >65%). En esta muestra la pirita está muy bien conservada, lo que
indica que no ha sido transportada naturalmente por medio fluvial ni expuesta a fuerte
meteorización; sin embargo, se ha oxidado y ha estado en una mínima presencia de
humedad después de aflorar en superficie produciendo óxidos de hierro hidratados.
Teniendo en cuenta este criterio, se presenta la probabilidad de que la muestra haya
sido tomada in situ.
158
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.5. Muestra BMT 0001 Figura 8.6. Mineral pirita (Py) y vetilla de cuarzo (Qz)
Figura 8.7. Mineral yeso (Y) sobre la Figura 8.8. Cristales de sulfato de yeso (Y) y azufre (S)
pirita (Py) sobre pirita
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)
Pirita: Presente casi en toda la muestra. Tiene un hábito compacto granular, color
amarillo latón pálido, brillo metálico (Figuras 8.6 y 8.7). En el resultado de DRX se
observa un contenido de 84.5% aproximadamente de este mineral con respecto al
total. Sin embargo, esta se conserva mejor en la parte interior de la muestra porque en
superficie la pirita está muy alterada presentando sulfatación (Figura 8.8).
159
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
hidratación de esta por agentes atmosféricos (Figuras 8.7 y 8.8). Formula química
CaSO4.2H2O.
160
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
influencia de las corrientes hídricas provenientes del Cerro Azufral que, según
Lesmes et. al., (2004), están cargadas de sulfuros (Figura 8.32).
161
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
162
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.11. Muestra BMT-20.10 Moldeado Figura 8.12. Diferentes tonalidades rojizas
oblongo por transporte fluvial
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)
163
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
Goethita: Se presenta con hábito botroidal, color pardo oscuro a pardo amarillento. En
algunas zonas toma una coloración rojiza (Figura 8.14), brillo mate, dureza mayor de
164
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
La zona donde se presentan este tipo de características y que permiten asociar una
mayor probabilidad de proveniencia para este material es donde se encuentra la
unidad geológica Formación Mosquera, en su parte inferior (Figura 8.33). Allí́ se
reporta la concentración de óxidos e hidróxidos en los contactos entre arenitas y
lodolitas (Ruíz, 2002).
165
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
166
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
167
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
Figura 8.16. Muestra BMT-16.10 Figura 8.17. Marcas de pulimento (izq.) y óxidos
de hierro (der.)
Figura 8.18. Vetillas de cuarzo, grosor menor Figura 8.19. Mineral goethita (Gh). Junto a él un
de 1 mm pequeño cristal esférico de lepidocrocita
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)
168
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Descripción petrográfica Roca densa, maciza, color gris oscuro a gris – verdoso.
Presenta una pátina de alteración color marrón rojizo, de brillo sedoso a graso con
hábito esferoidal (apenas distinguible a simple vista) y vetillas de cuarzo dentro de las
cuales hay cristales de pirita. Sobre la superficie de la muestra se presentan marcas
aparentemente por pulimiento (Figura 8.17) que resaltan el brillo metálico del mineral
subsuperficial y su color verde-amarillento. La cantidad de fósforo (P) presente en la
muestra es inusualmente alto, registrando un 31 % promedio (la concentración
aproximada en la corteza terrestre es de 0,27 % en forma de P2O5). A partir de
descripción mineralógica a escala macroscópica y apoyados en los resultados de FRX
(dos disparos en calibración estándar para muestra no pulverizada) se identifican los
siguientes minerales:
Goethita: Color pardo oscuro, hábito botroidal (Figura 8.19), dureza de 5 en la escala
de Mohs, huella pardo-amarillenta y fuerte olor a hierro. Fórmula química αFeO.OH,
aportando un 15% al porcentaje total de hierro registrado en los disparos. Asociado a
este mineral se hayan pequeñas mineralizaciones esféricas color amarillo rojizo, las
cuales corresponden a lepidocrocita. Se formó en condiciones de oxidación por la
meteorización de minerales con contenido de hierro.
Cuarzo: Evidente en las vetillas con grosor inferior a 1.5 mm (Figura 8.18). Es de tipo
cristalino, masivo, dureza de 7 en la escala de Mohs. En estas vetillas se debe
encontrar gran parte de la sílice registrada para la muestra (23% en promedio), aunque
también se presenta en la roca huésped.
Apatito: Se infiere su presencia por asociación mineral junto con los niveles
registrados de calcio y fósforo en los resultados de FRX. Su fórmula química es Ca5
[(F,Cl,OH) (PO4)3].
169
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
170
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.20. Muestra BMT-XXXI.1 Figura 8.21. Piroxenos con su color negro (PXN) y
serpentina con su tono verdoso (S)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)
Descripción petrográfica Roca ígnea con textura afanítica (cristales muy pequeños
para ser distinguibles a simple vista), índice de color melanocrático (minerales
oscuros en 70-90% en volumen), color negro–verdoso. A causa del pulimiento que
presenta la muestra en superficie se alcanzan a observar una serie de minerales que
muestran pequeños escalonamientos relacionados con el clivaje. Una de las caras
presenta una incipiente, pero característica pátina de alteración que consiste de óxidos
e hidróxidos de hierro. Utilizando análisis de identificación macroscópica y apoyados
en los resultados de los 4 disparos (uno con calibración estándar y tres en calibración
para metales (Tabla 8.2) en el análisis de fluorescencia de rayos X, fueron
identificados los siguientes minerales:
Magnesio (0.3% a 1%), Calcio (0.9% a 2.3%), silicio (3% a 68%), Aluminio (0.6 a
17%) que podrían asociarse a la composición de este mineral.
Plagioclasas: Cristales de brillo vítreo a resinoso con dureza de 6 en la escala de
Mohs. Se alcanzan a observar cristales de plagioclasa dentro de un piroxeno, lo cual
indica una textura subofítica, típica de rocas subvolcánicas básicas (Vernon, 2004).
171
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
Interpretación En la Tabla 8.2 se puede observar que la muestra de roca presenta una
desviación estándar baja (DESV < 1), lo cual indica homogeneidad en el material. El
hierro es el elemento que más presenta desviación debido a la presencia de las pátinas
de alteración observadas en un costado. Las importantes cantidades en hierro y el
reducido porcentaje en sílice, además de los contenidos en titanio y calcio, indica una
roca de naturaleza básica (Toselli, 2010). El óxido de mayor presencia es el SiO2, lo
cual corrobora la existencia de silicatos asociados a elementos ferromagnesianos. El
contenido en K2O (1,263%), y el de Al2O3 (17,396%) puede estar directamente
relacionado con la alteración de algunos minerales a fases más estables bajo
condiciones atmosféricas. Los minerales presentes en la muestra, la textura y grado de
cristalinidad, y su índice de color, permiten clasificar la muestra como una roca ígnea
efusiva de composición basáltica.
172
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
La unidad geológica que tiene mayor afinidad con esta muestra es el Grupo
Diabásico (Figura 8.33), específicamente las unidades conocidas como diabasas y
basaltos de Balboa (diabasas y basaltos, lavas almohadilladas, lavas picríticas y tobas)
descritas en Murcia & Cepeda (1991a).
Muestra A: Cornubiana
Descripción petrográfica Roca masiva, color gris oscuro, brillo graso (Figura 8.23).
Aparentemente preserva una estructura de laminación cruzada (Figura 8.24); sin
embargo, la partición de esta muestra se da con fractura de tipo concoidea (Figura
8.23) y presenta alta tenacidad. Se observan granos finos (diámetro de grano menor
0.125 milímetros) con la lupa de aumento 60x y una incipiente alteración meteórica
en superficie.
173
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
Gracias a que los cambios ocasionados por este tipo de metamorfismo son
relativamente pequeños, con los análisis obtenidos se puede inferir que el protolito o
174
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
roca preexistente era una roca sedimentaria pelítica (con tamaño de grano fino)
enriquecida en cuarzo, con un aporte volcánico de composición básica. Gonzales et al.
(2002) reportan un cuerpo rocoso de la siguiente manera “Rocas silíceas y pelíticas
con aporte volcánico y estructura esquistosa que serían correlacionables con la
Formación Cisneros (Op cit.: 53). Además, se menciona el evento causante del
metamorfismo en estas rocas: “La intrusión de la Granodiorita de Piedrancha en las
rocas del Grupo Dagua produjo una aureola de contacto de espesor variable, 500 -
1.500 m (MMAJ - JICA, 1981), caracterizada por la presencia de cornubianitas de
bajo grado de metamorfismo (Op cit.: 55). “Litológicamente se encuentran rocas que
varían en su estructura de laminadas o masivas (limolitas silíceas) a pizarras ricas en
micas blancas y materia orgánica, pero en el campo no es posible determinar su
continuidad para cartografiarlas independientemente” (Op. cit.: 54). Así, se
correlaciona el material analizado con la unidad silícea-pelítica “Formación K2das”
en nomenclatura de Gonzales et al., (2002: 53) perteneciente al Grupo Dagua (Figura
8.35)
Muestra B: Anfibolita
.14(b) Figuras 8.25 y 8.26. Franja de alteración color ocre alrededor de la vetilla de cuarzo (Qz)
(Fotografías de Ileana Catherine Pardo Báez)
175
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
hábito esferoidal, color azul cielo y brillo mate, bastante frágiles, y los cuales se les
asocia origen por intemperismo. A partir del análisis mineralógico macroscópico,
junto con los análisis de DRX en muestra pulverizada, se determinó la siguiente
asociación mineral:
Plagioclasa (Albita–Andesina): Se registró un 47.7% de este mineral. La presencia de
este mineral se establece en un rango composicional que tiene un enriquecimiento en
calcio.
Clorita: Se presenta como pequeñas escamas color verde pálido (Figura 8.25). Su
presencia se asocia a la alteración de los minerales ferromagnesianos presentes,
especialmente a la ferro-pargasita.
Cuarzo: Aparece rellenando microfracturas que atraviesan la muestra.
176
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
177
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
que se disponen de manera caótica (Figura 8.28). Sobre esta matriz se observan
parches color café y de aspecto terroso que corresponden a la caolinita, mineral de
arcilla producto de alteración de feldespatos alcalinos. Ambos, matriz y parches cafés,
corresponden a casi el 60% en volumen de la sección. Como minerales accesorios se
presentan epidotas color amarillo verdoso (PPL), sin pleoroismo, de forma subhedral,
el cual presenta una extinción nula. Además, es posible la presencia de hornablenda
diseminada, pero no se pudo determinar con precisión por el tamaño diminuto de los
cristales.
Figura 8.28. Microfotografía Aumento 10x. Izq: (nicoles paralelos, PPL) Clorita (Cl) color verde
rellenando una microfractura que pone en contacto la estructura opaca (op) con la matriz
compuesta de minerales de alteración (Cn). Der: Misma imagen bajo nicoles cruzados (XPL). Se
distingue la extinción en mosaico de la clorita y la matriz compuesta predominantemente de
sericita.
Figura 8.29. Aumento 10X. Se distingue la forma a manera expansiva de la estructura compuesta
por minerales opacos las cuales pueden presentarse por rápido enfriamiento en eventos volcánicos
submarinos (Vernon, 2004) . (Fotografías de Manuel D. Martínez Cortés)
178
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.30. Lupa binocular. Se aprecia con mayor detalle las estructuras concéntricas las cuales se les
atribute un origen volcánico submarino (Fotografía de Manuel D. Martínez Cortés)
179
Análisis de los líticos de Maridíaz Ileana C. Pardo B. y Manuel D. Martínez C.
La unidad geológica que presenta la mayor afinidad con esta muestra de roca es el
Grupo Diabásico, Conjunto superior (Kv), el cual está compuesto de diabasas,
basaltos, lavas almohadilladas, lavas picríticas y tobas. En el río Numbí, en cercanías
al contacto entre la Cuarzodiorita de Tallambí y el Grupo Diabásico, Velásquez y
Parra (2002) reportan un tramo de aproximadamente 150 m con microamigdalas en
una matriz hipocristalina con abundantes cristales de opacos y cuarzo, que se
encuentra ampliamente distribuido en fajas de dirección N-NE (Figura 8.35).
180
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 8
Figura 8.33
Figura 8.34
A BMT-50.14b Anfibolita
B BMT 16.10 Colgante fosfatado
Figura 8.35
A BMT-50.14a Cornubiana
B BMT-47.5 Hacha de dacita
181
CAPÍTULO 9
Figura 9.1. Fragmento de vasija globular de cerámica donde se hizo la quema. Seguramente se
hizo por fuera de la tumba porque dentro de la cámara la poca cantidad de oxígeno hubiera evitado
la combustión. Se observan algunas fibras vegetales que no quemaron del todo, tal vez porque se
enterró la vasija antes de concluir toda la combustión. (Fotografía de Felipe Cárdenas Arroyo)
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés
Generalidades
184
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9
185
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés
y óxidos más estables a la vez que hay disolución de minerales refractarios seguido de
cristalización y formación de fundidos y vidrio. Por último, en procesos de
postcombustión (transporte y almacenamiento de las cenizas), hay transformación de
nuevos minerales y fases formadas a especies estables en temperatura y presión
ambiente como silicatos, hidróxidos, fosfatos, sulfatos, carbonatos, cloruros, nitratos,
debido principalmente a la hidratación, hidroxilación y carbonación por CO2 en el
aire.
Metodología
186
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9
Tabla 9.1. Procedimientos realizados a la muestra MP-2 y MP-3. RP: Random Power
Resultados
1
Instrumentos utilizados. EQUIPO: BRUKER Tracer GeoQuant IV y BRUKER D2 Phaser. TUBO:
Objetivo de Rh con Voltaje máximo de 40 KV. DETECTOR: 10mm2 XFlash SDD, resolución típica
145eV a 100.000 cps. VACÍO: Bomba portátil para aumentar la sensibilidad en la detección de
elementos ligeros. ENERGÍA: 15 KV - 55µA y 40KV – 5.7 µA Análisis y comparación de los resultados
con bases de datos.
187
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés
60x y 30x, se observan granos que se encuentran entre el tamaño de arena fina (0,25
- 0,125 mm) y fragmentos de arena media (0,50 - 0, 25 mm), con cuatro tipos de
grano con características diferentes, los cuales corresponden a:
3. Partículas carbonizadas de tamaño entre arena fina y arena media, color negro,
opacas y tendencia a formas angulares. Cuando se ponen en un papel marcan
huella negra (Fig. 9.1). Cantidad aproximada (20%).
188
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9
Figura 9.3. Muestra de ceniza fracción gruesa – aumento de 30x. Diámetro del campo 10mm
(Fotografías de Manuel D. Martínez Cortés)
189
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés
% MINERAL
MUESTRA Hornablenda Anortita Hidroxiapatito Brushita Monetita
MP-2 5.2 23.5 13 50.2 8.1
MP-3 3.3 24.5 20.1 42.6 9.5
Hidroxiapatito: Ca5(PO4)3(OH). Biomineral con más del 50% volumen y 70% peso
de los huesos de los mamíferos. En los procesos de combustión, a medida que
aumenta la temperatura aumenta también el tamaño de estos cristales (fuente
Mindat.org, 2018)
190
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9
fosfato bicalcico tiene una alta solubilidad. El material en polvo absorbe agua de la
atmósfera y forma brushita (fuente Mindat.org, 2019)
En cuanto a los elementos traza, hay ausencia de elementos como el cromo (Cr),
circonio (Zr), niobio (Nb), cadmio (Cd), bario (Ba) y torio (Th). Por otro lado, resalta
la presencia de uranio, niquel (Ni) y elementos de tierras raras como el itrio (Y), en la
muestra de fracción fina (1.1. ppm), mientras que esos mismos elementos son
ausentes en la fracción gruesa.
Discusión
191
Análisis de una muestra de ceniza Tumba BMT-52 Manuel D. Martínez Cortés
Se podría sugerir que el escenario que mejor se ajusta a lo que sucedió con las
muestras es la combustión de biomasa animal por encima de los 300°C y que estuvo
posteriormente en contacto con suelos de origen volcánico, típico de la zona donde se
encontró la muestra. Esto también coincidiría con las concentraciones de zinc (Zn) y
las bajas concentraciones de azufre (S) lo cual no es típico en cenizas volcánicas. Sin
embargo, no se pudo determinar la presencia de materiales orgánicos que hayan
servido de combustible para la quema.
Conclusiones
La muestra está muy alterada. Esto se pudo concluir dada la alta presencia de
fosfatos de calcio hidratados, que en este caso corresponde a la brushita como
producto de alteración de la monetita.
192
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 9
193
CAPÍTULO 10
En un trabajo anterior (Cárdenas Arroyo, 2002: 47-48), hice mención sobre los
datos de isótopos estables obtenidos en los restos óseos humanos del cementerio
arqueológico de Maridíaz. Aquí presento los datos procesados a partir de las muestras
de hueso y su interpretación1.
d13
Con referencia a estos valores isotópicos, el valor de la media de Ccol de
9.7±0.9 estaría indicando que el grueso de los vegetales consumidos por esta
población eran plantas de tipo C4 que interpretamos como maíz principalmente. La
d15
lectura de los valores de N de 8.0±1.0 se encuentra aproximadamente en el límite
superior de lo que produciría una dieta mixta de carne y vegetales, seguramente sin
ningún tipo de contribución de productos de mar en la dieta. De hecho, estos dos
valores son los esperados para una dieta altamente dependiente de productos
agrícolas, especialmente maíz. Estos valores ni siquiera permiten especular sobre
alguna posibilidad de componentes marítimos en la dieta de esta población
1
En ese trabajo se encuentra una explicación completa del método, por lo que no es necesario repetirlo
aquí.
196
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
Sobre los valores obtenidos en la fracción mineral del hueso (apatita) diré que la
d13 d13
diferencia (spacing) entre Ccol y Cap representa las fracciones de dieta vegetal y
animal en la alimentación. Un valor máximo de 8.0 se consideraría representativo de
una dieta “puramente” vegetal; por lo tanto, el valor real de 4.4 es un valor
intermedio, sugiriendo que 55% de la dieta era vegetal y 45% de origen animal
(carne), especialmente Cavia sp., (que comúnmente llamamos cuy). Como ya lo
hemos explicado en el Capítulo 6, los restos óseos de Cavia porcellus y de Cavia sp.,
están ampliamente representados e identificados en la muestra arqueológica de
Maridíaz y su consumo continúa hasta nuestros días como uno de los alimentos más
típicos de la región andina nariñense, siendo incluso un bien de intercambio en
algunas partes del altiplano en décadas recientes, como por ejemplo en Cumbal
(Rappaport, 1988). Falta información arqueológica sobre restos de animales grandes
de cacería, como venados. Sabemos por las excavaciones arqueológicas de Uribe
Alarcón (1978-79), Groot (1991) y Cavelier et. al. (2019) de la presencia de restos
óseos de cérvidos en el altiplano, pero en realidad su número es demasiado bajo para
intentar cualquier interpretación sobre su importancia en la dieta de las poblaciones
quillacingas. A la espera de información arqueológica más concluyente, podemos solo
interpretar la información de Cieza de León en el sentido de que “En aquellos
llanos2… hay muchos venados, conejos, perdices, palomas, tórtolas, faisanes y pavas”
y que “…los indios toman de aquella caza mucha” (Cieza de León [1962/1553]: 114).
Sí podemos asegurar que la dieta animal en el valle de Atríz está representada en
buena parte por el consumo cuyes. Los productos de mar están virtualmente ausentes
de la dieta en este lugar, a pesar de que sí hay conchas de bivalvos y gasterópodos
pero cuya presencia parece ser eminentemente de tipo jerárquico o ceremonial, dado
que se hallan únicamente en contextos funerarios. Hasta el momento, no se han
hallado conchas marinas en contextos de basureros en esta área del altiplano.
2
Se refiere a los altiplanos, incluido el valle de Atríz.
197
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo
198
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
Tabla 10.2. Estimación de los grados de desgaste dental de las superficies oclusivas en restos
humanos de las tumbas arqueológicas de Maridíaz (estimación según Hillson, 1996)
199
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo
200
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
Figura 10.1. Desgaste de las superficies oclusivas. Individuo BMT-V (Fotografías de Felipe Cárdenas
Arroyo)
Figura 10.2 Extensa formación de cálculo dental BMT-22 (Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)
201
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo
falta toda la bóveda craneal. A falta de esta información, solo se puede hacer una
comparación visual que permite evidenciar dimorfismo sexual y variabilidad por sexo
que podría entenderse mejor con análisis paleogenéticos.
202
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
203
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo
fueron excavados por nosotros in situ, por lo que el orificio no puede ser posterior al
hallazgo.
Los golpes en el cráneo que dejan huellas de un arma contundente confirman los
datos en las crónicas y documentos tempranos en el sentido de que las poblaciones
prehispánicas estaban permanentemente confrontándose bélicamente. Pero también es
posible que algunas de estas lesiones fuesen causadas durante la celebración de juegos
y competencias. En las noticias tempranas los españoles describieron algunos de estos
“juegos”. En realidad, se trataba de confrontaciones serias que acababan por ocasionar
muertos y heridos graves.
204
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
Figura 10.3B. Cráneo BMT-K: (e) Lesión circular causada por arma de penetración; (f) dos
fracturas de hundimiento causadas por otro tipo de arma (¿macana?)
(Fotografías de Felipe Cárdenas Arroyo)
205
Análisis de antropología física Felipe Cárdenas Arroyo
Recapitulando, los restos óseos hallados en Maridíaz sugieren una población que
basaba su subsistencia en una dieta mixta de vegetales –especialmente maíz– y carne
–especialmente de cuy– aunque estudios de polen y de macrorrestos vegetales pueden
suministrar información acerca de otros productos vegetales que eran
complementarios. Dado el mal estado de los restos, no podemos saber si hubo alguna
diferencia en la dieta de hombres y mujeres, ni si los ocupantes de las tumbas más
importantes se alimentaban de manera diferente al resto de la población. La dentición
parece haber sido mala, lo que se infiere por la presencia de caries y cálculo dental. A
falta de mayor información. solo podemos especular que la pérdida de dientes debido
206
Arqueología del valle de Atríz Capítulo 10
207
Comentarios finales
El valle de Atríz ha estado ocupado por lo menos desde el siglo VI AD. Las dos
fechas más tempranas que tenemos para el área provienen de Jongovito (500 AD) y
Catambuco (820 AD), ambos lugares ubicados en los cerros que rodean el valle
propiamente dicho. Las dos fechas están asociadas directamente con cerámica del
Complejo Piartal, la más temprana obtenida en un contexto de basurero y la otra en un
contexto funerario (ver Capítulo 4). Las evidencias arqueológicas indican que esta es
una cerámica bien desarrollada, de modo que no es de extrañar que la presencia de
grupos humanos en esta zona del altiplano sea incluso anterior al siglo VI AD. Según
el planteamiento de Cárdenas y Bernal (2019: 197), estos sitios arqueológicos
corresponden al Período Intermedio, entre los años 0 a 1499 AD.
el atributo que llamamos “decoración” y el número de piezas son los que definen o
identifican parcialmente los conceptos de jerarquía y de diferencia social cuando se
comparan estas dos tumbas.
210
Arqueología del valle de Atríz
En cuanto a los tres individuos que presentan deformación craneal artificial, dos
de esas tumbas estaban intactas y fueron excavadas por nosotros (Capítulo 10). Sus
ajuares son sencillos, sin objetos que sobresalgan por su elaboración, decoración o
diferencia marcada de utillaje. Por ejemplo, en ninguna de las dos se hallaron cuentas
de collar, que son tan comunes en otras tumbas. Solamente la Tumba BMT-I tenía dos
ornamentos (una concha pequeña y un colgante lítico) mientras que en la Tumba
BMT-G no se halló ninguno. Ante la ausencia de información sobre deformación
craneal artificial en las demás tumbas del cementerio de Maridíaz y de las tumbas de
Catambuco y Mijitayo, resulta casi imposible contextualizar a los individuos que
presentan esta característica cultural con el resto de la población de Maridíaz. Las
crónicas no mencionan la deformación craneal artificial entre los quillacingas, pero
esta se observa también en cuatro cráneos excavados en Tajumbina por Cadavid y
Ordóñez (1992).
211
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
Intercambio y comercio
212
Arqueología del valle de Atríz
213
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
Laguna (Patiño, 1994: 123, 124), parte oriental de territorio quillacinga. Pero ¿por
dónde llegaban estos objetos hasta las tierras altas? y sobre todo ¿por qué se
encuentran en el valle de Atríz? Podrían haber existido varias rutas, seguramente
todas muy difíciles de atravesar por la aspereza de la vertiente occidental de la
cordillera de los Andes, tanto en el Ecuador como en Colombia, pero una hipótesis es
que los objetos trabajados de concha y a veces las conchas completas pudieron llegar
a centros de comercio en la sierra desde donde salían mercaderes por caminos
serranos a comerciarlas. Caillavet, leyendo a Guaman Poma de Ayala, identifica uno
de estos puertos serranos como Tomebamba (hoy Cuenca, Ecuador) como “… el
punto de origen de importación de la concha” (Caillavet, 1998: 78). Que Cuenca fuese
un centro serrano de importación de conchas marinas resulta muy importante. El
trabajo de Caillavet se concentra en el movimiento de las conchas desde allí hacia el
sur (hacia el Perú con la meta de llegar al Cusco, donde el Inca recibía los caracoles
aun vivos según Guaman Poma [1987(1613), Tomo A: 354]); pero podríamos pensar
que también salían de allí mercaderes hacia el norte, en dirección a Quito, y de allí
posiblemente hasta territorio pasto y quillacinga. Este tipo de movimiento
longitudinal sur-norte por la sierra también ha sido propuesto por Bernal en el
contexto del Qhapaq Ñan en Colombia (Bernal, 2020) donde el camino parece seguir
paralelo al curso del río Guáitara.
Otras vías posibles tal vez fueron más cercanas a los altiplanos nariñenses.
Hablando de nuevo de Pascual de Andagoya, el español escribió que cerca de la isla
de Gallo, localizada un poco al sur de la desembocadura del río Patía, los bergantines
podían navegar de río en río por la cantidad que hay y porque muchos están
conectados. Dice que todos esos ríos están poblados y que no se puede andar por
214
Arqueología del valle de Atríz
tierra, pero que los indígenas “… andan en sus canoas que no ay camynos por tierra,
son ricos y de mucha contratación de sal y de pesquerya, la tierra adentro…”
(Andagoya, 1993[1540?]: 177). Lo que deja entrever esta cita es que seguramente el
Patía era una ruta de movimiento de gente y de bienes, entre los cuales obviamente la
sal era de primordial importancia, pero también las pesquerías, categoría que podría
incluir conchas marinas. Más al norte, Cieza hace mención de un camino entre la
costa y la sierra por el río Dagua (Cieza, 1962: 101) y dice que en Cali “… los indios
habían sal por rescate, de una provincia que se llama los Timbas, que está cerca del
mar” (Op. cit.: 117). La etnografía y la etnohistoria juntas también son útiles para
acercarnos a este tema. El trabajo de Rappaport en la zona de Cumbal (Rappaport,
1988b) permite especular acerca de las posibles redes comerciales y rutas de
intercambio que estaban controladas por señores pastos y que seguían en uso incluso a
finales del siglo XX. Por ejemplo, la citada investigadora escribe que “Mientras que
los cumbales se acuerdan de haber conseguido sal de bloque o de cono de Barbacoas,
los habitantes de la montaña la recibían a través de negociantes negros que llegaban
con sal de bola desde Salinas, Imbabura”, y que “…a veces estos negociantes
cargaban la sal hasta El Ángel y San Gabriel, y los indígenas de la sierra la traían a
Mayasquer” (Op. cit.: 43). Es decir, toda el área entre los volcanes de Cumbal y
Chiles pudo ser un paso entre las tierras altas y las llanuras del Pacífico por donde se
pudieron comerciar productos como la sal y las conchas marinas, y seguramente
también otros bienes suntuarios como plumería y alucinógenos, y otros de uso
corriente. Los caminos de contacto entre los pueblos asentados en la costa pacífica y
sobre el curso de los ríos de la llanura del Pacífico con los pueblos de la sierra,
seguramente eran varios. Pensamos que las conchas llegaban a las tierras altas por
varios caminos. Falta detallar estas rutas y sobre todo las modalidades de intercambio.
Lo que sí sabemos con seguridad es que las conchas se usaban para hacer cuentas de
collares, colgantes labrados, y muchas veces llegaban las conchas completas.
Gracias a los análisis líticos adelantados por Catherine Pardo y Manuel Martínez
que se presentan en el Capítulo 8, podemos especular un poco acerca del posible
intercambio y comercio de objetos líticos entre los quillacingas del valle de Atríz –
localizado en la unidad geológica denominada Cordillera Centro Oriental (IGAC,
2014: 55)– y los pastos de Mallama, Chapales, Yascual, Ancuya, Guachavés en la
unidad geológica denominada Cordillera Occidental (Op. cit.); y posiblemente
215
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
también con los abades de Sacampús, Tabiles, y el territorio donde hoy se encuentran
Sotomayor y La Llanada. Igualmente, fue posible el intercambio con los pastos
asentados en los cursos altos de los ríos San Juan y Nulpe de donde proviene un hacha
de dacita (Figs. 8.27 y 8.35). Algunos líticos parecen provenir de territorio quillacinga
hacia el valle de Sibundoy, específicamente alrededor de San Francisco en la unidad
geológica Centro Oriental (Op. cit.); y del norte del mismo territorio quillacinga
alrededor de Taminango y la Unión, unidad geológica de la Depresión del Patía (Op.
cit.).
216
Arqueología del valle de Atríz
217
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
218
Arqueología del valle de Atríz
1
El cementerio quillacinga de Maridíaz ha sido interpretado como un lugar relacionado con
observaciones astronómicas prehispánicas. No entro en mérito en este tema, remitiendo directamente a
lectores y lectoras interesados al extenso trabajo publicado por Quijano Vodniza y González Martínez
(2012) sobre esta interpretación de la necrópolis.
219
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
cascabeles de cobre con badajo que se han hallado en las tumbas seguramente se
usaban atados en los pies y en las manos en danzas como sugiere Zúñiga para
cascabeles idénticos hallados en Miraflores (Zúñiga, 1973: 17, 21).
La arqueología del valle de Atríz deja más preguntas que respuestas. Esto, sin
embargo, es importante, porque tales preguntas se pueden plantear en términos de
hipótesis de trabajo para abordar temas específicos. Las siguientes son algunas de las
propuestas que quedan después de este trabajo y que se deben confirmar con
investigaciones subsiguientes:
220
Arqueología del valle de Atríz
decoración y otros artefactos del ajuar funerario. Dentro del común de la población
también había diferencias sociales.
3. Los quillacingas del valle de Atríz obtenían algunos materiales líticos cuya materia
prima provenía de territorio pasto y de territorio abad. También los obtenían del
territorio de los quillacingas de la montaña. Obtenían conchas marinas de varios
géneros taxonómicos (por lo menos ocho) por comercio e intercambio, algunas
trabajadas y otras enteras sin modificar. Estas conchas enteras se hallan en las tumbas
por lo que se infiere su función como objeto, y no como materia prima para fabricar
objetos.
221
Comentarios finales Felipe Cárdenas Arroyo
222
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ANEXOS
Anexo 1
Sitio Clase Taxón Hueso Porción No. Tamaño Lado Tafonomía Edad Comentarios
BMT 9.14a Bivalvo Spondylus sp. cuerpo mar. inf. 1 32 mm n/a color verde, n/a Por textura y grosor parece una cuenta trapezoidal de Spondylus
concreción muy pulida como las del Museo del Oro. Coloración verdosa por
contacto con cobre durante la descomposición natural.
BMT 9.14b Gasterópodo Gasterópodo opérculo n/a 1 27 mm n/a concreción n/a Fragmentado en dos partes.
Bivalvo Anadara cf. valva n/a 3 43 mm der disolución n/a Dos perforaciones circulares en el umbo (3mm C/u). A modo de
similis ácida pendiente.
BMT 14.2e Gasterópodo – n/a n/a 2 5; 7 mm n/a disolución n/a Dos cuentas circulares con perforación circular difícil ver
(?) ácida taxonomía muy pulidas. Por disposición estructural tal vez
gasterópodo marino. Chaquiras
BMT 16.15a Bivalvo Pinctada cuerpo n/a 2 73.1 mm n/a disolución n/a Fragmento de cuerpo con posible perforación circular. Vive en
mazatlánica ácida aguas poco profundas. Nácar muy grueso.
BMT 16.15c Gasterópodo Strophocheilus cuerpo n/a 2 57 mm n/a disolución n/a Aún conserva perióstraco. No hay modificación.
(Eurytus) ácida
doliarius
BMT 16.15b Gasterópodo Oliva sp. cuerpo columela 1 21 mm n/a n/a n/a Se cortó para remover la espira (sierra), perforación circular (2mm)
y muesca cerca al canal sinfonal. Se observa perióstraco y un tinte
verde (cobre o plomo?).
BMT 17.3 Bivalvo Arcidae cuerpo mar. inf 2 65 mm n/a bioerosión, n/a Difícil Asignar taxón no hay elemento diagnóstico, concha masiva
concreción & de 4mm espesor. Depresiones circulares por perforaciones de
disolución esponja?
ácida
BMT 17.13a Mammalia Cavia porcellus mandíbula cuerpo 1 15 mm izq. n/a juvenil Individuo de la mitad del tamaño del individuo de la colección de
referencia que pesó 907,185 gramos. Cuerpo de la mandíbula se
observan 3 molares. The Biology of the Guinea Pig editado por
Joseph E. Wagner. Posible Cavia porcellus
BMT 17.13a Mammalia Cavia porcellus molar n/a 1 7 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus incisivo n/a 1 15 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 11 mm izq.? n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11. Se ve alveolo para incisivo
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus cúbito medial 1 18 mm der. n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11. No se observa parte proximal
(tróclea, proceso oleacráneo)
BMT 17.3a Mammalia Cavia porcellus cúbito distal 1 8 mm der. n/a juvenil Mismo individuo espécimen 11
BMT 44a Mammalia Bos taurus cuerpo proximal 1 144 mm n/a n/a n/a Corte simétrico por instrumento de metal. Diámetro del cuerno 6
cm aproximadamente.
BMT 44c Mammalia Didelphis cf. vért. lumb. completa 1 7 mm n/a n/a juvenil
marsupialis
BMT 50a Gasterópodo Olivella sp cuerpo columela 3 10 mm n/a disolución n/a Se ve perióstraco. Fracturas postdeposicionales
ácida
BMT 50.11 Gasterópodo Strombus? n/a cuerpo 2 23 mm n/a n/a n/a Cuenta colmillo con fractura posdeposcional. Cuenta tipo colmillo
con perforación circular de 3mm. Por textura es similar a cuentas
hechas de Strombus en Panamá. Ver Museo del Oro
BMT 52.1 Gasterópodo cf. Bulimulidae cuerpo completo 1 110 mm n/a n/a n/a Concha rellena do ceniza
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible incisivo fragmentos 50 ±2 mm n/a n/a n/a
Cavia porcellus
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible maxilar medial 8 ±14 mm n/a n/a n/a Se pudo identificar por “cicatrices” de los alveolos dentales posible
Cavia porcellus Cavia.
BMT VI.16 Mammalia Rodentia – posible cráneo ocular 1 8 mm n/a n/a n/a Ni se pudo lateralizar posible Cavia sp
Cavia porcellus
BMT VIII.2 Mammalia Odocoileus sp metapodio proximal 1 20 mm n/a cucharita n/a Cucharita hecha con la parte de la epífisis, se “removió” tejido
artificial esponjoso, luego bordes fueron pulidos. Similar a descritos por
Roca 2009
BMT IX.2 Mammalia Odocoileus sp metapodio proximal 1 35 mm n/a n/a Cucharita hecha con la parte de la epífisis, se “removió” tejido
esponjoso, luego bordes fueron pulidos. Rota en tres fragmentos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio-cúbit completo 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno-etm completo 3 2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 2 2 mm izq. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) proótico completo 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) dentario medial 3 3 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero distal 2 3 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero distal 1 3 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) exo-occip frag. 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur distal 1 4 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) front- completo 1 4 mm izq. n/a n/a
parietal
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) atlas completo 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm izq. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 1 3 mm izq. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 1 3 mm der. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero proximal 1 3 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) hueso diáfisis 34 ±3 mm n/a n/a n/a Huesos muy fragmentados, no se identifican rasgos morfológicos.
largo
BMT IX.2 Vertebrata Vertebrata cráneo cráneo 5 ±2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) tibia- proximal 1 ±2 mm n/a n/a n/a
peroné
BMT IX.2 Mammalia cf. Didelphidae diente completo 1 2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno- completo 3 2 mm n/a n/a n/a
etm.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) parasfenoi completo 1 2 mm n/a n/a n/a
des
BMT IX.2 Amphibia Amphibia hueso diáfisis 300 ±2 mm n/a n/a n/a Posible Anura , huesos muy fragmentados para identificar rasgos
largo morfológicos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 6 ±4 mm izq. n/a n/a Por lo menos seis individuos.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) ilión completo 5 ±4 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) esfeno- competo 2 ±2 mm n/a n/a n/a Por lo menos dos individuos
etm.
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) vértebra completo 32 ±2 mm n/a n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) escápula completo 3 ±2 mm der. n/a n/a Tres individuos
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 6 2 mm izq. n/a n/a Por lo menos seis individuos
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) radio- completo 2 2 mm der. n/a n/a
cúbito
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero completo 2 2 mm izq. n/a n/a Por lo menos dos individuos
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) húmero completo 2 2 mm der. n/a n/a
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) tibia- distal 2 2 mm n/a n/a n/a
peroné
BMT IX.2 Amphibia Anura(?) fémur proximal 1 2 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula n/a 1 31 mm der. n/a subadulto Faltan cóndilos. Es un tercio del tamaño del ejemplar de la
colección de referencia . Posible Cavia porcellus
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 20 mm izq. n/a subadulto Tiene incisivo
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula sínfisis 1 15 mm der. n/a subadulto
BMT XX Mammalia Cavia porcellus incisivo n/a 2 10 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fg. molar corona 7 5 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fémur completo 1 29 mm der. n/a subadulto Falta la epífisis distal.
BMT XX Mammalia Cavia porcellus fémur distal 1 6 mm izq. n/a subadulto Sólo epífisis distal.
BMT XX Mammalia Rodentia costilla completa 3 6 mm n/a n/a n/a Difícil asignar a Cavia, son muy pequeñas.
BMT XX Ave Ave tibiotarso distal 1 25 mm der. n/a n/a Falta epífisis proximal.
BMT XX Mammalia Rodentia vert. cerv. proc. 1 6 mm n/a n/a n/a Falta centrum.
espinoso
BMT XX Mammalia Rodentia vert. caud. proc. 1 6 mm n/a n/a n/a Falta centrum.
espinoso
BMT XX Ave Ave coracoides completo 1 8 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia escápula proximal 1 9 mm der. n/a n/a Falta porción distal.
BMT XX Mammalia Cavia porcellus molar corona 6 10 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus incisivo corona 2 13 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula craneal 2 25 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Cavia porcellus mandíbula craneal 1 10 mm der. n/a n/a fragmento conserva un incisivo
BMT XX Mammalia Rodentia cráneo cóndilos 2 10 mm izq-der. n/a n/a pertenecen al mismo individuo
BMT XX Vertebrata Vertebrata hueso diáfisis 12 ±5 mm n/a n/a n/a
BMT XX Ave Ave coracoides completo 1 15 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Didelphidae Ilión completo 1 25 mm izq. n/a n/a
BMT XX Ave Ave fémur distal 1 30 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia? esternón cuerpo 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT XX Ave Ave hueso diáfisis 1 20 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia escápula proximal 1 4 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Mammalia hueso diáfisis 1 30 mm n/a n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia húmero distal 1 6 mm der. n/a n/a
BMT XX Ave Ave cúbito distal 1 12 mm der. n/a n/a
BMT XX Ave Ave tibio-tarso proximal 1 13 mm izq. n/a n/a
BMT XX Ave Ave peroné distal 1 12 mm izq. n/a n/a
BMT XX Mammalia Rodentia metapodio completo 1 4 mm n/a n/a subadulto
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis cf. dentario medial 2 43 mm der. n/a n/a Se identificó por los alveolos que no presentan dientes.
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis maxilar medial 5 27 mm der. n/a n/a Fragmentos corresponden a un mismo individuo.
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Didelphis falange completa 1 4 mm n/a n/a n/a
marsupialis
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia cráneo fragmentos 17 ±20 mm n/a erosionados n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia cráneo fragmentos 6 ±20 mm n/a “blanqueados” n/a Posible calcinación ósea
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia hueso diáfisis 13 ±20 mm n/a erosionados n/a
largo
BMT XXII.4 Mammalia Didelphidae falange completa 2 5 mm n/a n/a n/a
distal
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia hueso fragmentos 60 ±10 mm n/a erosionados n/a
largo
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia maxilar medial 3 30 mm der. erosionados n/a Mamífero pequeño
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia vértebra cuerpo 10 9 mm n/a erosionados n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia vértebra completa 1 10 mm n/a n/a n/a Mamífero mediano
tórax
BMT XXII.4 Ave Ave carpo- proximal 1 10 mm der. erosionado n/a
metacarpo
BMT XXII.4 Mammalia Rodentia? metatarso proximal 4 3 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia Mammalia tibia proximal 1 18 mm der. n/a n/a
BMT XXII.4 Ave Ave tibia-tarso proximal 1 20 mm der. n/a n/a
BMT XXII.4 Ave Ave falange completo 1 20 mm n/a n/a n/a
med.
segundo
ded.
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys fémur proximal 1 52 mm der. n/a n/a Identificación por libro de Olsen
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys fémur distal 1 32 mm der. n/a n/a Identificación por libro de Olsen
BMT XXII.4 Ave Ave cúbito proximal 1 19 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia cf. Caluromys radio diáfisis 1 42 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.4 Mammalia cf. Didelphidae epipúbico? completo 1 35 mm izq. n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. mandíbula proximal 8 30 mm der. n/a n/a 1/3 menor que la muestra de referencia, mismo individuo
fragmentado presente cerca de la sínfisis mentoniana,
fragmentación postdeposicional.
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. molar corona 6 10 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia Cavia sp. incisivo corona 7 13 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia cf. Cavia cráneo óptica 3 5 mm der. n/a n/a Hay que recordar que en Pasto al comer cuy se tritura la cabeza
porcellus
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia húmero semicomp. 1 35 mm izq. n/a subadulto Posible Sigmodon sp
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia hueso larg. diáfisis 30 5 mm n/a n/a n/a fractura postdeposicional
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia incisivo corona 1 5 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia húmero distal 1 10 mm n/a n/a n/a
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia vért. cerv. centrum 1 2 mm n/a n/a n/a falta lámina y proceso espinoso
BMT XXII.10 Mammalia Rodentia cráneo Frag. 6 4 mm n/a n/a n/a
BMT XXXIII Gasterópodo Semicassis labio labio 1 84.9 mm der disolución n/a Fragmento de labio apariencia de tiza. Los miembros del género
centiquadrata ácida viven lejos de la costa. Esta especie vive en la arena en agua poco
profunda.
Sitio Clase Taxón Hueso Porción No. Tamaño Lado Tafonomía Edad Comentarios
BMF 07 Gasterópodo Strophocheilidae cuerpo umbilicus 1 65 mm n/a disolución n/a Dos fragmentos sin modificación.
ácida
BMF 07 Bivalvo Anadara sp cuerpo cuerpo 1 55 mm izq. disolución n/a No presenta umbo o margen inferior. Tiene una perforación
ácida circular en margen izquierdo
Tabla A3. Resumen de la muestra de Maridíaz con el número de especímenes identificados (NISP) y su frecuencia
Mineralogía
Para la muestra BMT 47.5 se realizó una sección delgada que consiste en llevar la roca
hasta un espesor de 30 micras y con el uso de un microscopio petrográfico de luz
polarizada observar características ópticas propias de minerales y rocas. Es la técnica
petrográfica más precisa para conocer el tipo de roca que compone la herramienta lítica.
Anexo 3
Tabla A3 Análisis de composición química con el pXRF Niton XL3 GOLDD del material de referencia
Fluxana 0734-16a.
Reading No Ag Au Zn Cu
1155 7,10 33,03 9,99 49,64
1156 7,13 33,16 9,98 49,56
1157 7,13 33,17 9,94 49,56
Mean 7,12 33,12 9,97 49,59
Given 7,09 33,41 10,68 48,82
SD (p) 0,02 0,08 0,02 0,05
Coefficient of variation
%(RSD) 0,25 0,24 0,24 0,10
absolute % 0,03 -0,29 -0,71 0,77
relative% 0,46 -0,87 -6,65 1,57
Al Sb As Ba Bi Co Cu Dy Ge Au La Ir Pb Mg Mo Nd Ni Pd Pt Rh Ru Se Ag Sr Te Sn W Y Zn
Fragmento de cascabel 1 5 Nd Nd 0,4 Nd 0,3 Matríz 0,4 1590 Nd 0,8 7,4 Nd 2,6 Nd 13 1,2 36,2 2,4 0,2 Nd 2440 Nd 1,3 17 2,5 Nd Nd
Fragmento de cascabel 2 23 43 2570 121 1,6 3 Matríz 0,3 0,4 718 0,4 Nd 7,3 10 Nd 0,2 90 0,8 Nd 2,2 Nd 291 3130 11,6 9,6 Nd 0,6 0,3 3
Anexo 4
Una investigación más completa fue llevada a cabo por Vassilev et al., (2013), donde
analizaron el comportamiento de 86 variedades de biomasa durante la combustión,
pudiendo observar las transformaciones de fases minerales en la materia orgánica e
inorgánica y clasificar la biomasa de acuerdo con su diversidad biológica, fuente y origen
en seis grupos principales:
En una segunda parte de los experimentos realizados por Richardson (2017), cerdos
fueron quemados en ambientes controlados donde se concluyó que la volatilización del
nitrógeno y azufre incrementa a altas temperaturas, y por lo tanto sus cantidades relativas
disminuirían en la ceniza, mientras que a altas temperaturas, el fosforo residual y otros
elementos incrementarían en su concentración. Además, en el proceso de carbonización
son liberados elementos distintos al carbono de los compuestos orgánicos, los cuales se
volatilizan y/o forman otros enlaces, apartando el carbono.
Metodología usada
Tabla 4.1. Procedimientos realizados a la muestra MP-2 y MP-3. RP: Random Power
Descripción del procedimiento. ED-FRX. Se analizaron dos (2) muestras mediante rutina
en crudo y polvo homogenizados y dispuestos en capsulas con fondo de película delgada
de polipropileno de 4µm para identificación y cuantificación de elementos químicos
presentes los cuales se expresan en óxidos por porcentaje y elementos menores en partes
por millón (ppm).