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"Ataque De Pánico: Fracaso De La Angustia"

(*) Coloquio De Verano. Efba, 2018.

Vanesa Starasilis

Hace unas semanas se viralizó un video de un bebé de pocos meses de vida que se
emociona hasta las lágrimas al escuchar a su mamá cantando. Sonido, música y voz que
producen un goce más allá. ¡¿Qué haríamos sin ese goce que toca al cuerpo produciendo
escalofríos, lágrimas, palpitaciones, cosquillas en el estómago...?!
Goce vivificante que le esta permitido al neurótico pero que precisa de una barrera, aun
cuando la interdicción al goce incestuoso, si se trata de la neurosis, esté operando.
Barrera al goce que no siempre funciona. Y que en ese caso presentifica un goce mortifero.
Pablo supo de eso. Hoy al escucharlo parece mentira que alguna vez la pasó tan mal.
Durante unos cuantos años padeció de lo que él llamaba “ataques de pánico” La conducción
de esa cura me permitió pensar ciertas cuestiones respecto del goce que toma al cuerpo
dejando fuera al sujeto del inconsciente.
La OMS refiere que en el ataque de pánico deben reunirse al menos cuatro síntomas de
aparición súbita, sin motivo aparente y de corta duración. El listado de síntomas es el
siguiente: Taquicardia/ sudoración/ Temblores y sacudidas/ disnea ahogo/ dolor en el pecho/
opresión torácica/ nauseas/ mareos y desmayos/ sensación de irrealidad/ sensación de
pérdida de control/ acaloramientos, escalofríos/ hormigueo en las extremidades/ miedo a
morir.
Síntomas que ya encontramos descriptos por Freud en 1885 para aquello que muy
enigmáticamente llama “ataques de angustia” cuando en verdad se trata de síntomas que no
se acompañan de una angustia reconocible.
Aclaremos que todos esos síntomas que obviamente pueden presentarse en cualquier
neurosis, cuando son propios de las neurosis actuales tienen una particularidad. Freud es
contundente, dice que la etiología de las neurosis actuales no admite derivación psíquica
como obviamente sucede con las neurosis de transferencia. Es decir que no se pone en juego
el inconsciente.
Así en la Conferencia 24 “El estado neurótico común” nos dice: “Los problemas de las
neurosis actuales, cuyos síntomas probablemente nacen por un daño tóxico directo, no
ofrecen al psicoanálisis puntos de abordaje; en muy poco puede contribuir a su

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esclarecimiento, y tiene que abandonar esta tarea a la investigación médico-biológica.”
Freud era tajante: el psicoanálisis no puede hacer nada allí. No tiene nada que ofrecer. ¿Esto
explica el déficit teórico que tiene el psicoanálisis ante aquellas manifestaciones clínicas no
subsidiarias del inconsciente?
Sin embargo, es desde la pluma del mismo Freud que aprendimos que “En esos ataques
espontáneos advertimos, además, que el complejo que designamos como estado de angustia
es susceptible de una división. La totalidad del ataque puede estar subrogada por un único
síntoma, intensamente desarrollado: por un temblor, un vértigo, palpitaciones, ahogos; y el
sentimiento general que individualizamos como angustia puede faltar o hacerse borroso. No
obstante, esos estados, que describimos como «equivalentes de la angustia», pueden
equipararse a esta última en todos los aspectos clínicos y etiológicos.” (Conferencia 25 “La
angustia”)
Nos enseña Lacan que la angustia es el afecto que no engaña. Pero no engaña ¿respecto de
qué? Digamos que es señal en el yo del lugar de objeto que ocupa el sujeto ante el deseo del
Otro. De la irrupción del objeto cuando éste debe estar vaciado. Lo que le hace decir a Lacan
que la angustia es ante la falta de la falta.
A partir de Freud podemos decir que los así llamados ataques de pánico equivalen a la
angustia, es decir tienen el mismo valor que la angustia.
No obstante, ¿por qué no emerge la angustia denunciando la falta de la falta e indicando el
lugar de objeto que se tiene ante el Otro? Evidentemente la angustia fracasa dejando de
funcionar como señal en el yo del posible corte por el cual el sujeto tendría la chance de pasar
del goce al deseo.
Veamos si el siguiente material clínico nos permite avanzar en el asunto:
Pablo consulta a raíz de una serie de síntomas físicos que se le desencadenan provocándole
terror. Llega después de una larga recorrida por médicos de distintas especialidades que le
aseguran que “no tiene nada” y por sugerencia de su novia.
Los síntomas varían entre extrasístoles, palpitaciones, vértigo, presión en la cabeza,
sudoración y siempre van acompañados del miedo al estallido de alguna situación de salud
irreversible que lo lleve a la muerte. Por lo general Pablo teme que cualquiera de estos
síntomas derive en un ACV o ataque cardiaco.
Es decir que el cuadro se adecua muy bien al descripto en el “ataque de pánico” y Pablo ya
viene con esa nominación; pero también se acompaña de una idea hipocondriaca. Están
presentes esas dos cuestiones.
Pablo describe esos estados como terroríficos y absolutamente limitantes. Su vida está
atravesada y detenida por eso.
Pablo refiere que esta situación surge de repente sin que él pueda determinar su causa. No
tiene la más mínima idea de por qué le sucede esto y tiene la esperanza de que los médicos
le puedan brindar una respuesta.
Sobre la posibilidad de que lo que le sucede no sea físico, si bien acepta la consulta a un
analista no lo termina de creer. Diría que en el momento del “ataque” tiene la certeza de que

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tiene algo (físico). Y éste es un punto muy importante. No se trata de una certeza psicótica (ya
que luego del ataque se puede cuestionar) pero sí, esa certeza, da cuenta de que hay algo
que no admite metáfora. Se trata de un signo. Recordemos la definición de signo: Lo que
significa algo para alguien.
Al preguntarle por situaciones que pueden preocuparle y desencadenar su situación responde
que no se le ocurre nada, que su vida transcurre feliz.
Vive en Buenos Aires desde hace unos años, en ocasión de su ingreso a la Universidad de la
que ha egresado con un título que lo habilita a trabajar de algo que no lo convence. Viaja
regularmente a una provincia de la Argentina de donde es oriundo a visitar a sus padres y
hermanos. Sus amigos y novia son de esa localidad (algunos, entre ellos su novia, también
viven ahora en Buenos Aires)
Pertenece a una familia de clase media-alta muy querida y respetada. Su padre es un hombre
emprendedor y exitoso, sostén de familia.
No puede referir síntomas infantiles ni conflictos actuales salvo éste pánico aparentemente
inmotivado y para el cual no hay asociación que advenga.
Signo que se le presenta en el cuerpo, intervengo afirmando que “eso” tiene un sentido y que
lo tenemos que descubrir.
Apunto así a que se construya un texto, ahí dónde faltan significantes. Obediente y con ganas
de curarse empieza, con muchísimo esfuerzo, a armar alguna versión. Toma hipótesis
prestadas por la novia. Esta le dice que la madre y la hermana son muy miedosas y que
siempre están atentas a cualquier enfermedad.
Sus miedos y síntomas aparecen dos años antes de consultar a raíz de dos acontecimientos
El primero es una aneurisma de la tía paterna y el segundo es la confesión arrepentida de su
padre de haber engañado a su madre con otra mujer.
Pablo, colabora aportando este material, pero descree que eso pudiera traer aparejado esos
síntomas “tan reales” ya que no encuentra conexión entre ellos.
Finalmente, con la reiteración de sus ataques y el texto que va trayendo vamos intentando
armar algún sentido a esto que le sucede. Considero que en estos casos es fundamental “dar
sentido” en un intento de restaurar lo simbólico.
Se lee que no todo transcurre sobre rieles, sino que sostiene un trabajo que no le gusta,
postergando lo que realmente quiere que es animarse con algún proyecto propio.
Al mismo tiempo que se va conformando un sentido, se intenta instalar un enigma. ¿Qué
indicarán esos síntomas?
Así Pablo comienza a darse cuenta, poco a poco, que cada vez que está en juego un
movimiento que lo recortaría del Otro se marea, le da vértigo y cree que se va a morir. Si bien
él acepta esto, cada vez que tiene una recaída prefiere volver al médico y someterse a una
batería de estudios.
Por otro lado, es un ávido consultor de páginas de internet, foros, etc. El saber no está
supuesto solo al analista.
Va tomando algunas decisiones como irse a vivir con la novia y renunciar a su trabajo con la

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expectativa de armar algo propio. Cada vez que tiene que presentar los títulos fálicos que
tendrían que enmarcar su acto, sobreviene una crisis que da cuenta del desvalimiento sobre el
que se sustenta.
Un buen día, ya pasados dos años de tratamiento y a raíz de una gran crisis en el marco de
una nueva renuncia a otro trabajo para dar comienzo a una actividad laboral sostenida en su
nombre y cuando ya habíamos recurrido a un ansiolítico que permitiera calmar la experiencia
aterrorizante de sus crisis, me dice que hay algo que cree que nunca me dijo y que quizás es
importante ya que su novia le sugiere que así lo es:
“¿Vos sabes que yo tenía un gemelo…?”- me dice sonriendo
“Mi mamá tuvo un embarazo gemelar y a los cuatro meses de embarazo perdió a mi gemelo”
“Después tuvo que hacer reposo el resto del embarazo”- y agrega literalmente: “había que
cuidar que no me pierda a mí” “¿Nunca te lo conté?”
Resuena en mi escucha el “que no me pierda” Y digo: “no, pero sí, veníamos hablando que
cada vez que querés hacer un movimiento tenés miedo de morirte” Se ríe y agrega que por
eso su mamá siempre estuvo muy encima de él. “Yo era frágil”
Le digo que más bien resultó el fuerte.
El efecto fue inmediato. Luego de un silencio y conmovido, dice: “nunca lo había visto así”
Teniendo en cuenta que los síntomas vinculados al ataque de pánico equivalen a la angustia
y esta última no engaña respecto del lugar de objeto que ocupa el sujeto para el deseo del
Otro, propongo que el ataque de pánico emerge cuando Pablo es invitado a hacer algún
movimiento que lo recorte del Otro, más específicamente de ser el frágil del Otro.
¿Pero por qué no aparece directamente la angustia? ¿Por qué fracasa la angustia y emerge
en su lugar el ataque de pánico?
Pablo y otros analizantes narran la desesperación que viven cuando quedan, literalmente,
presos del ataque de pánico. Esos “síntomas” que irrumpen en la vida dejando al sujeto
aterrado, se asemejan más a lo siniestro que a la angustia.
Recordemos que Lacan en el Seminario de la angustia no hace diferencia entre lo siniestro y
la angustia. En ambos casos se trata de la falta de la falta.
Pero acordaremos que la angustia y lo siniestro no son de la misma estofa. Lo siniestro da
cuenta de la falta de la falta, pero también de cierta dimensión de horror.
Mientras que en la angustia el objeto que se hace presente señala el lugar donde se está,
pero también de donde se puede salir (aunque el corte no está asegurado) propongo que en
lo siniestro se señala un lugar fijo, signo de lo que se es ya no para el deseo del Otro sino
para el goce del Otro al que la neurosis le da existencia.
Ubicar qué objeto se es para el deseo del Otro implica siempre la alternancia de la presencia y
de la ausencia. Lo que se es y lo que se podría dejar de ser
“Ser el frágil del Otro” se revela como un sentido fijo, lugar que no puede caer. Signo. El
ataque de Pánico no es bisagra entre goce y deseo como la angustia. Lo ubicamos del lado
goce. De ese goce sin barreras.
Desde esta perspectiva los síntomas del ataque de pánico no serían síntomas propiamente

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dichos. Pánico, palpitaciones, presión alta, dolor de cabeza, los síntomas que Pablo
manifestaba, irrumpían en el cuerpo holofraseados. Signo que deja al sujeto a merced del
goce.
Efecto siniestro que, esta es la hipótesis, encuentra una vía de metaforizarse cuando frágil
pasa de ser un signo, a encontrar un par en el significante fuerte.
Frágil-fuerte, oposición significante, encuentra un efecto de sentido que Pablo advierte, al
decir, tocado por ese goce de la emoción del bebe que mencionábamos recién: “Sabés que
toda la vida pensé que tenía un hermano gemelo, pero me enteré el otro día que no. Era
mellizo, no gemelo”. Y agrega sonriendo: “No estábamos en la misma bolsa”.
Separación operada por el significante que libera al sujeto y nos permite apostar al
psicoanálisis que parece que algo puede decir en estos casos.

Viernes 5 de enero de 2018

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