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La fotografía como un espacio para observar lo surreal

La fotografía es el oximorón perfecto de la realidad, nos dice Barthes, no es que sea la realidad misma,
pero si es su reflejo, una proyección de un instante capturado y encuadrado en un papel. Esto le ha dado
a la fotografía el status de evidencia, pues sería un reflejo sin alteraciones de la realidad. Esta
propiedad de la fotografía le ha permitido tener un lugar especial dentro del arte, mucho más próxima a
los intereses de quienes querían que esta fuera una mera imitación de la realidad. Como expone Adolfo
Couve en su novela El arte de la comedia, la fotografía y su capacidad para capturar un instante mismo
de la vida han superado la pretensión de los pintores realistas por lograr este efecto.

No obstante lo antes dicho, son muchas las fotografías que a lo largo de la historia han pretendido jugar
con esta capacidad fotográfica. Dentro de las primeras que se pueden mencionar esta un trabajo de uno
de los padres de la fotografía: Hippolyte Bayard. En 1840, tras repetidos intentos por recibir una
subensión del gobierno Francés por su trabajo en fotografía, como sus pares Daguerre o Niepce jr.,
Hippolyte realizó un autoretrato en el que finge estar muerto, bajo este reza una descripción que habla
de lo desafortunado del destino y cuestiona la falta de apoyo económico. Tal imagen no significó
mayores rentas para el autor, pero si estableció un precedente: la fotografia puede mentir.

Con el tiempo tal discusión se fue ampliando, al punto que se fueron construyendo obras que cada vez
más cuestionaban lo real en el arte. Una de estas obras es el Dali atomicus, de 1948, del fotógrafo
Phillipe Halsmann. Dicha obra está inspirada en la obra del propio Dali Leda atómica y tiene al
reconocido pintor como figura central de dicha foto. En ella no vemos una replica exacta de la pintura,
pero si algunos de sus elementos más importantes, tales como, personajes flotando, la presencia de
animales o los reflejos que se proyectan. En todo lo demás no puede advertirse que se trate del cuadro
mismo, salvo claro porque este mismo aparece en la escena, por lo que comprender el mismo requiere
un alto grado de denotación.

En el presente trabajo se defenderá la hipótesis de que la obra de Halsmann no solo cuestiona el sentido
de “realidad” con el que se había entendido la fotografía, sino que utiliza la capacidad de capturar el
instante de la fotografía para con ello crear un efecto ilusorio que se asemeje con la estética surrealista
de Dali, es decir, que en el Dali atomicus no solamente se cuestiona el contenido fotográfico, sino que
se plantea la posibilidad de que lo surreal suceda en la realidad, y es la fotografía, en su capacidad de
capturar “el momento” y sacarlo de su continuo, la que nos permite observar esto.
La obra, en tanto su encuadre, puede ser entendida con dos sistemas. El primero es la regla de los
tercios, la que nos dice que la fotografía se divide horizontal y verticalmente en tres dimensiones de
igual tamaño, lo que al juntarnos nos daría una cuadricula con nueve subdivisiones y cuatro puntos
fuertes (lugares dónde se cruzan las lineas imaginarias que hemos fijado para dividir la obra). Es
curioso notar que solamente los dos puntos fuertes de la paste superior tienen un objeto (la cara de Dali
y el gato saltando frente al agua), en cambio los puntos fuertes de la parte inferior solamente contienen
el color blanco de fondo.

Por otro lado, podemos dividir la obra en una cuadricula simple, es decir, una linea horizontal y otra
vertical que se crucen justamente al medio de la obra. Tal resultado nos arroja un único punto fuerte el
cual estaría justo sobre el atril que sostiene la obra al lado de Dalí. En tal división, la parte superior es
la que contiene toda la información sobre seres vivos y los elementos principales de la obra, mientras
que la inferior nos muestra las sombras y seres inanimados. En la parte derecha, por otro lado, tenemos,
en orden, una silla, a Dalí y un cuadro, mientras que en la Izquierda tenemos a un gato, luego un cuadro
y dos gatos más saltando a la altura del centro del cuadro.

Si bien es cierto que podrían aplicarse otras leyes de composición para interpretar el cuadro (podría ser
leída desde el Tatami-shot u otra asimétricas) estás son las que mejor permiten entender la composición
precisamente por su simpleza. Al hacer tal división, el “punto aúreo” es el cuadro: en la primera
división directamente se sitúa en este, mientras que en la segunda el punto fuerte se sitúa exactamente
donde termina el atril y comienza la pintura.

Otro elemento a destacar es el uso del blanco y negro, aunque a primera vista puede parecer un diseño
simple con contrastes fuertes, juegos de sombras y mucha “información pérdida” (por ejemplo la silla
no tiene detalles), hay bastantes sutilezas y detalles que pueden pasar desapercibidos. Sin lugar dudas el
más interesante, aunque no el único, es el contraste que existe entre los elementos de las pinturas que se
ven en la fotografía y los elementos que se hayan fuera de la pintura. Los primeros tienen una escala de
gris que tiende a los colores claros, se pueden percibir detalles y distintas tonalidades, en cambio, fuera
de los cuadros los colores tienen menos matices y la escala se decanta por colores más oscuros cuándo
no por el negro.

Esto es, a grandes rasgos, algunos de los elementos más llamativos de la obra de Halsmann, pero ahora
toca preguntarnos que podemos concluir de estos elementos. Para analizarlos debidamente los
dividiremos en dos temas: ecfrasis entre pintura y fotografía y la fotografía como una posibilidad de
vinculo entre surrealismo y realidad. Para el primero, entenderemos la ecfrasis no solamente como
trasposición de la imagen a la palabra, sino más bien el traslado de ciertos códigos visuales a otro
medio y el dialogo que se establece entre ambos. Para el segundo en tanto, veremos como la fotografía
es capaz de hacer visible el surrealismo latente en la realidad.

La ecfrasis puede entenderse como la descripción detallada de una imagen, volver palabra algo visual.
En este caso sería volver “real”, en tanto la fotografía captura o replica la realidad, algo antes ficticio,
como es la pintura surrealista. Es una decodificación y como tal, cierta parte de la información siempre
se perderá. La gracia de esta fotografía consiste precisamente en ocultar, o en aparentar ocultar, el
referente. Pocos elementos podemos hallar de la fotografía original, siendo el único que permanece
inalterable el que los objetos y sujetos floten. Fue precisamente este detalle de la pintura lo que llamó la
atención de Halssman, por lo que no es de extrañar que haya decidido replicarlo.

Fuera de este detalle, todo lo demás se trata de un dialogo, reflexión o contraste con la obra original.
Esta misma se halla presente a la izquierda del cuadro y convendría mencionarla brevemente antes de
fijar de que manera ocurre la ecfrasis. La pintura nos muestra a una mujer flotando con un cisne a su
lado, atrás puede verse el mar suspendido en el aire, bajo ella hay una serie de plataformas y libros,
ninguno de estos se toca sino que permanecen flotando, lo que genera el efecto que el autor llama
“espacio-suspendido”.

En tanto composición, la obra crea un pentágono con sus protagonistas, y este a su vez contiene una
estrella de cinco puntas formadas por el horizonte y los puntos de fuga. En tanto en cuadre la obra
puede dividirse verticalmente en dos partes de forma perfecta, pero el horizonte formado por el mar nos
ofrece una proporción horizontal de 60-40% aproximadamente. Todos estos elementos contrastan con
una imagen que a simple vista poco tiene en común con la pintura descrita, pero que sabemos es la
fuente de inspiración para dicha fotografía.

La relación que se establece entre ambas es precisamente una de “espejo”. Desde sus origenes, se ha
dicho que la fotografía es un símil del espejo, que ambos reflejan lo mismo, pero ¿Qué es lo que se
refleja en el espejo? Frecuentemente se cree que el espejo es el vivo reflejo de la realidad, pero no
debemos olvidar que esta se distorsiona: se voltea, se agranda o se deforma. En este sentido no es cierto
que el reflejo sea “lo real”, pero si nos ofrece una reproducción detallada de la misma. Sobre que es
realmente lo que un espejo refleja Fontcuberta nos dice que es “La verdad, la sinceridad, el contenido
del corazón y de la conciencia.” (38)
Vemos entonces que el concepto de real que utiliza el critico para referirse al reflejo del espejo no es
necesariamente uno que se relacione con el mundo perceptible, sino más bien con conceptos, un mundo
inmaterial al que no accedemos y que en este caso el autor vincula con la idea de “mundo al revés”,
esto lo podemos notar en diversos detalles que ya hemos mencionado, pero que vale la pena explicar
nuevamente: mientras la pintura presenta tonos claros tirando al blanco, todo lo que aparece fuera de
ella en la fotografía tiene al negro, también la figura de un cisne blanco, asociado a Zeus y por ende a
una divinidad, se transforma en gatos negros, asociados a la mala suerte y a lo diabólico.

De esta forma la obra de Halssman establece una suerte de ecfrasis opositora con el cuadro, es su
reflejo inverso en todo sentido. La aparición del autor de la pintura original no hace más que reforzar la
idea, dando la ilusión de ser la contraportada de la obra, una donde podemos ver el proceso creativo
mismo del artista. Pero, en la fotografía este proceso creativo se reviste a su vez de surrealismo: al
pasar al mundo del espejo todo parece haberse modificado, lo que no es más que un reflejo de como el
proceso de traspasar una obra desde un código a otro siempre resultará en alteraciones del concepto
original, pero también es un recordatorio que las relaciones entre obras no tiene porque ser evidentes.

En segundo lugar, al decir que la fotografía establece un vinculo entre lo real y lo surrealista, o bien,
que la fotografía rompe la división entre ambas, no hemos hecho más que asumir que la fotografía no
tiene porque reflejar la realidad, pero que también puede acceder a un grado de “verdad” diferente al
que nosotros habitamos o pensamos normalmente. Este mundo surreal se halla en los momentos,
detalles que pueden parecer desapercibidos, pero que al ser fotografiados quedan evidenciados.
Pensemos por ejemplo en alguna fotografía dónde una persona se vea deforme ¿Está persona realmente
tiene estos rasgos? Podríamos afirmar que no, pero ¿Es acaso otra persona?

Habitualmente en redes sociales podemos encontrar imágenes que aparentan algo, pero luego
observamos que solo se trata de algún “truco fotográfico”, es decir, a través de el ángulo, perspectiva,
encuadre, etc. se crea una ilusión, un “espejismo” como diría Fontcuberta. Muchas de estas fotografías
presentan imágenes imposibles desde dimensiones anatómicamente imposibles, hasta situaciones que
van contra las leyes naturales. En nuestra realidad todas estas imágenes son parte de nuestro continuo,
al tener acceso a la información completa de que ha ocurrido, dicha situación no pasa de ser hilarante.
Ahora, al registrar esto a través de un lente todo cambia; esa imagen efímera queda grabada y ahora nos
encontramos con una fotografía que registra lo imposible, lo aprisiona y lo saca de su continuidad.
Esta disección del tiempo es algo que pocos medios pueden hacer, algunos lo ficcionan, pero es
solamente la fotografía, y el cine en tanto utiliza elementos similares, la que es capaz de separar un
fragmento de la vida del resto. Cualquiera puede ver o imaginar los trucos tras la obra de Halsmann,
pero nada de eso importa, la “verdad” de la obra no está puesta en duda, no se pretende que alguien
piense que eso realmente ocurrió; se coloca el cuadro referenciado en escena, el pintor mismo aparece
y su sola presencia ya un símbolo, no se eligió a alguien desconocido, sino que la elección de la figura
más importante de una vanguardia nos coloca ya en situación, sabemos al ver a Dali que elementos
entran en juego, tras eso solamente bastara con que cada uno los ordene y se sitúe frente a ellos.

Podría pensarse entonces la obra de Hallsmann, y por qué no la del propio Dali, como la de un
vampiro. La reproducción de la realidad ya no es lo que importa, sino lo que se puede hacer con ella.
Toda la escena es un montaje, uno donde las reglas de la realidad parecen trastocarse; al dejar de seguir
la mimesis el vampiro es capaz de crear. Su ecfrasis ya no es el símil perfecto de algo ajeno, sino que es
un dialogo con algo externo usando decodificando su mensaje. El vampiro no se ve en el espejo, pero
entra en él para subvertir la realidad o como diría Fontcuberta “Fotografiar, en suma, constituye una
forma de reinventar lo real, de extraer lo invisible del espejo y de revelarlo.” (45) es, en síntesis, un
puente entre surrealismo y realidad.

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