Está en la página 1de 22

Manuals of

Romance Linguistics
Manuels de linguistique romane
Manuali di linguistica romanza
Manuales de lingüística románica

Edited by
Günter Holtus and Fernando Sánchez-Miret

Volume 28
Manual de lingüística
del hablar

Editado por
Óscar Loureda y Angela Schrott
ISBN 978-3-11-033488-3
e-ISBN (PDF) 978-3-11-033522-4
e-ISBN (EPUB) 978-3-11-039366-8

Library of Congress Control Number: 2020940757

Bibliographic information published by the Deutsche Nationalbibliothek


The Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie;
detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.dnb.de.

© 2021 Walter de Gruyter GmbH, Berlin/Boston


Cover image: © Marco2811/fotolia
Typsetting: jürgen ullrich typosatz, Nördlingen
Printing and binding: CPI books GmbH, Leck

www.degruyter.com
Capítulos
Óscar Loureda y Angela Schrott
0 Introducción 1

I La lingüística del hablar y sus ámbitos

Ramón González Ruiz y Dámaso Izquierdo Alegría


1 El hablar y las lenguas 17

Franz Lebsanft
2 El hablar como hecho cultural e histórico 43

María Victoria Escandell-Vidal


3 El hablar como hecho pragmático-comunicativo 61

Beatriz Gallardo Paúls


4 El hablar como intención comunicativa 79

Neyla Pardo Abril


5 El hablar como práctica social 95

Sonia Gómez-Jordana Ferary


6 El hablar como argumentación 117

II El hablar y el contexto

Covadonga López Alonso y Arlette Séré Baby


7 El hablar y el contexto 137

III Las personas y las voces del hablar

José Portolés
8 El hablar y los participantes en la interacción comunicativa 161

Martin Becker
9 La modalidad entre lo dicho y el decir 177
VIII Capítulos

María Marta García Negroni


10 La polifonía en el hablar 201

Marta Albelda Marco


11 Las relaciones entre el hablante y el oyente: la cortesía verbal 221

IV La materialidad del discurso y de su concepción

Araceli López Serena


12 El hablar y lo oral 243

Antonio Briz Gómez y Amparo García-Ramón


13 La conversación coloquial como prototipo de lo dialogal 261

Lola Pons Rodríguez


14 El hablar y lo escrito 287

Eva Martha Eckkrammer


15 Textos y medios de comunicación 307

Francisco Yus
16 Los textos digitales y multimodales 325

Ana M. Cestero Mancera


17 La comunicación no verbal 345

V La organización sintáctica, semántica e informativa del hablar

Margarita Borreguero Zuloaga


18 Las unidades del discurso y el texto escrito 373

Salvador Pons Bordería y Shima Salameh Jiménez


19 Las unidades del hablar: la oralidad 393

Catalina Fuentes Rodríguez


20 La estructura informativa del hablar 419

Johanna Wolf
21 La semántica del hablar 443
Capítulos IX

Claudia Borzi
22 Enfoque cognitivo prototípico y complejidad textual 461

VI La historicidad del hablar

Gerda Haßler
23 Las relaciones intertextuales 481

Angela Schrott
24 Las tradiciones discursivas 499

Carmen Mellado, Gloria Corpas y Katrin Berty


25 El hablar y el discurso repetido: la fraseología 519

Guiomar Elena Ciapuscio


26 Géneros textuales y tipos de discurso 541

Lluís Payrató y Vicent Salvador


27 El hablar y el estilo 559

VII El saber hablar

Teodoro Álvarez Angulo y Roberto Ramírez Bravo


28 La producción textual 581

Giovanni Parodi y Tomás Moreno-de Léon


29 Comprender los textos escritos 599

Olga Ivanova
30 El hablar: su adquisición y su deterioro 621

VIII El hablar y sus universos

Luis Galván
31 El hablar y la literatura 639

Carmen Galán Rodríguez


32 El discurso tecnocientífico 657
X Capítulos

Gisela Elina Müller


33 El discurso científico-académico 677

Verónica Vivanco Cervero y Silvia Molina Plaza


34 Lenguas de especialidad en lenguas románicas y su contraste 699

Miguel Casas Gómez y Gérard Fernández Smith


35 El hablar y la variación de especialidad 715

Elvira Narvaja de Arnoux


36 Los discursos de la política 733

Claudia Carbonell
37 Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 749

IX Métodos y aplicaciones

Anne Weber, Vahram Atayan y Rafael Barranco-Droege


38 El hablar y su traslación: traducir, interpretar, editar y posteditar 767

Daniel Cassany, Boris Vazquez-Clavo, Liudmila Shafirova y Leticia-Tian Zhang


39 El hablar desde la didáctica: las destrezas comunicativas 783

Javier Rodríguez Molina


40 Texto, edición y crítica textual 805

Adrián Cabedo Nebot e Inés Recio Fernández


41 El hablar y la lingüística empírica 823

X El estudio del hablar

Luis Cortés y Óscar Loureda


42 Las miradas sobre el hablar 845

Índice de contenidos 865


Claudia Carbonell
37 Decir (o no decir) la verdad en la esfera
pública e institucional

Resumen: Este capítulo presenta la cuestión de la relación entre la verdad y el discur-


so en la esfera pública e institucional. No es el propósito de esta contribución dar
cuenta de toda la literatura al respecto, sino proponer un análisis de los modos en que
se habla de ‘verdad’ en el ámbito de lo público. Para ello se presentarán en primer lu-
gar algunos apuntes sobre lo peculiar del ámbito público en relación con el discurso y
la verdad. En segundo lugar, se hará una breve exposición de las distintas teorías con-
temporáneas sobre la verdad. En último lugar, se reflexionará sobre cómo compare-
cen los distintos modos de decir la «verdad» en el espacio público.

Palabras clave: verdad, esfera pública, retórica, falsedad

1 Discurso, verdad y espacio público


Desde el inicio del pensamiento filosófico, los términos verdad y lógos han caminado
unidos, ya sea porque se pretenda que el discurso diga la verdad o porque la oculte
o la disfrace. Si bien no puede decirse que ha sido una tendencia homogénea, en la fi-
losofía ha dominado la consideración de la verdad en sentido teórico, especialmente
en la lógica y la teoría de la ciencia. Sin embargo, en lo que llevamos de siglo XXI, la
cuestión de la verdad ha dejado de ser una preocupación exclusivamente teórica para
pasar a estar en el centro del debate en el ámbito social y político. En efecto, en estos
últimos años, se ha apelado con mucha frecuencia a la verdad, frente a la mentira y
a los discursos de la llamada era de la posverdad (Keyes 2004; Frankfurt 2013; Ibáñez
Fanés 2017).1 Las razones de esta presencia son múltiples. Como ha visto la filósofa
italiana F. D’Agostini, el gran número de mentiras que nos rodea es lo que ha hecho
que la noción de verdad se volviera importante: «La verdad entra en crisis por exceso,
y no por defecto» (D’Agostini 2014, 6). También en el nivel de las relaciones persona-
les, es cuando alguien miente que surge espontáneamente la expresión ¡eso no es ver-
dad!.

1 El neologismo post-truth fue incorporado al Diccionario Oxford en 2016, dándole el título de palabra
del año. El DRAE incorporó el término «posverdad» en el 2017 en su versión en línea: ‘distorsión delibe-
rada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y
en actitudes sociales’.

https://doi.org/10.1515/9783110335224-038
750 Claudia Carbonell

La preocupación por la verdad puede parecer simple y evidente. Pero los procesos
de globalización, entre otros, han hecho que ya no lo sea tanto. Por una parte, se ha
hecho habitual en el imaginario público que las verdades pueden ser falseadas, o ma-
nipuladas por estrategias psicológicas y comunicativas, o que las verdades culturales
pacíficamente aceptadas en otro tiempo, sean puestas entre paréntesis ante el conoci-
miento de otras realidades y culturas. Esta deriva –cuyas causas no pueden ser anali-
zadas en este lugar– es responsable de que en nuestro tiempo sea especialmente acu-
ciante la pregunta por la verdad en el ámbito público y, más en concreto, por las
posibilidades y la conveniencia de decir (o no) la verdad en dicho espacio. La cuestión
se plantea en los siguientes términos: ¿es aún la distinción entre lo verdadero y lo fal-
so significativa para la vida pública?
La atención cada vez mayor al concepto de verdad se refleja también en una vas-
tísima literatura, tanto académica como de divulgación, que abarca disciplinas distin-
tas, más allá de las tradicionales de la lógica y la historiografía filosófica. Así, después
de muchos años, vuelve a aparecer el término verdad en los títulos de obras de diver-
sas disciplinas:2 lingüística y filosofía del lenguaje (Dummett 2004; Armstrong 2004;
Vernant 2009; Felder 2018), filosofía (Williams 2006; Safranski 2008; Ferraris 2017;
Badiou 2017; Blackburn 2018; Jago 2018), ética (Wesche 2011; Nida-Rümelin/Heilinger
2016), sociología (Nassehi 2015), ciencia política (Hayner 2010; Franzé/Abellán 2011),
psicología (Riva 2018), comunicación, retórica (Kopperschmidt 2018), literatura y fic-
ción (Damerau 2003; Blatt 2018), economía, etc. Si bien se consideró un tema supera-
do a finales del siglo pasado, las discusiones en torno a la verdad se han disparado en
los últimos años, tanto en el ámbito de las ciencias como en el de las disciplinas hu-
manas, en oposición a las epistemologías posmodernas, que habían desechado la
oposición verdad/falsedad como una mera estrategia de poder o de retórica (Flamari-
que 2019).
También en el ámbito de la acción social y política proliferan los discursos que
apelan a la verdad. Por ejemplo, las comisiones de verdad después de guerras y con-
flictos violentos son ya parte de nuestro acervo cultural. Desde sus primeras imple-
mentaciones en los años noventa del siglo pasado, una treintena de países ha creado
comisiones de verdad como herramientas fundamentales en los procesos de verdad,
justicia y reparación dentro de la llamada justicia transicional. Entre dichas comisio-
nes, son paradigmáticos los casos de Sudáfrica (1995–1998), Guatemala (1996), Perú
(2001–2003), Greensboro en Estados Unidos (2004–2006) (ICTJ 2008). El objetivo de
estas comisiones es determinar los hechos, las causas y las consecuencias de las vio-
laciones de derechos humanos, mediante la recolección de testimonios individuales
que permita esclarecer lo que ha acontecido y formular recomendaciones de orden so-
cial y jurídico (Hayner 2010; Díaz-Pérez/Molina-Valencia 2016). Desde 2011, la Organi-

2 Se mencionan, a modo de ejemplo, algunos títulos que ejemplifican esta tendencia, para reflejar el
estado del arte. En ningún caso es una lista omnicomprensiva, lo cual sería imposible.
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 751

zación de las Naciones Unidas cuenta con un «Relator especial sobre la promoción de
la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición». Llama la aten-
ción que la búsqueda de la verdad se haya constituido en un objetivo social y político,
en cuanto la verdad se entiende ahora como un derecho.
El concepto de esfera pública o espacio público, usado en la modernidad para re-
ferirse al lugar metafórico de convivencia y participación ciudadana, es intrínseca-
mente discursivo: la variedad de prácticas comunicativas articula la realidad social,
en cuanto da cuenta de múltiples relaciones y vínculos sociales. Así, el espacio públi-
co es aquel ámbito donde se constituye discursivamente la convivencia social. Según
ya afirmara Kant en ¿Qué es la Ilustración? (2007, 11784), la ilustración requiere la li-
bertad para hacer uso público de la razón: así, la premisa que rige en la esfera pública
es la de la deliberación sobre los intereses comunes desde la práctica libre de la racio-
nalidad. De acuerdo con Habermas (1998), la esfera pública es un fenómeno social
elemental, que puede describirse como el entramado comunicativo de la sociedad ci-
vil. La esfera pública burguesa –desarrollada en el siglo XVII en salones, cafés y clu-
bes convertidos en espacios físicos de interacción pública– se transformó en una abs-
tracción cuando se introdujeron mecanismos que permitieron la presencia virtual de
emisores y receptores dispersos, vinculados por los medios de expresión pública y ya,
en nuestro tiempo, con el auge de los medios digitales.
Si bien cabe preguntarse si la articulación de lo público se da solo o principal-
mente a partir de un ejercicio comunicativo racional, lo que es evidente es que la cues-
tión de la verdad comparece en las ecuaciones que rigen las interacciones dentro de la
esfera pública. En el ámbito público prevalecen los discursos de índole retórica. Desde
los antiguos, la retórica se ocupa del método para elaborar, a partir del lenguaje mis-
mo, un entramado de estructuras racionales y emotivas que hagan posible que aque-
llo que se propone o se defiende aparezca como probable y persuasivo. Ahora bien, el
discurso retórico no es un lenguaje especializado, sino dependiente del lenguaje co-
mún. Como este, incluye elementos descriptivos, exhortativos y normativos. En cada
uno de estos factores, rige una relación distinta con la verdad. Así, por ejemplo, cuan-
do se describe alguna situación: los ciudadanos tienen cada vez una mejor calidad de
vida, se espera que dicha aserción pueda sustentarse en hechos comprobables. Esto es
así porque la base del lenguaje ordinario son los elementos asertivos o descriptivos.
Para que pueda funcionar la cohesión social, en el lenguaje habitual asumimos –al
menos en principio– que nuestros interlocutores están hablando con veracidad. Esto
es, la verdad es una suerte de supuesto comunicativo, cuya ausencia haría imposible
la posibilidad misma de comunicar. En esa misma línea, el principio de cooperación
de Paul Grice estipula la necesidad de atenerse a la veracidad para lograr una comuni-
cación efectiva (Grice 1989, 11975). Es una regla implícita que se asimila con el mismo
aprendizaje lingüístico y gobierna los actos de hablar asertivos: afirmar algo es afir-
marlo como verdadero. Pues bien, esta especie de regla no escrita rige no solo en las
comunicaciones privadas, sino, especialmente, en las del ámbito público. De hecho,
la mentira, el engaño, la ficción, solo son posibles ahí donde está vigente la regla de
752 Claudia Carbonell

decir la verdad. La naturaleza comunicativa del lenguaje se basa en la posibilidad de


significación y en la suposición de veracidad de las afirmaciones. Dicha presuposi-
ción de verdad es la que alimenta –y vuelve eficaz– la mentira. En ese sentido, la men-
tira no puede ser nunca la norma, porque conllevaría el riesgo de tornar el lenguaje en
un imposible comunicativo. Puede decirse entonces que la verdad es un principio tá-
cito de la vida social.

2 Ambigüedad del término «verdad» y teorías de la


verdad
2.1 Acepciones del término «verdad»

Antes de considerar el lugar de la verdad en el ámbito público, es preciso preguntar-


nos qué queremos decir cuando afirmamos que algo es verdadero. La complejidad se-
mántica del término «verdad» salta a la vista en todos los idiomas. Si alguien dice: Eso
que dijo Pepe es verdad, lo que entendemos es que las cosas son u ocurrieron tal como
afirma Pepe. En el sentido más básico, la verdad aparece como un acuerdo entre lo
que alguien dice y el estado de cosas al que se refiere, esto es, los hechos. También ca-
be otro uso de eso es verdad, en el que no se trata sin más de un acuerdo con los he-
chos, sino que la atención recae en que nos parece razonable lo que el otro ha dicho.
Eso que dijo Pepe es verdad en ese caso significa Pepe tiene razón en lo que piensa, es
razonable, no se contradice.
Recogiendo los usos más comunes, el DRAE propone siete acepciones para el tér-
mino «verdad»:

1. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente; 2. Conformidad de lo
que se dice con lo que se siente o se piensa; 3. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siem-
pre la misma sin mutación alguna; 4. Juicio o proposición que no puede negarse racionalmente;
5. Cualidad de veraz; 6. Expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o re-
prende; 7. Realidad.

De estas definiciones, las que afectan directamente al decir son la 2, la 4, la 5 y la 6. La


5 es circular, porque remite al término «veraz» que incluye a su vez en su definición el
de «verdad». Podemos dejar de lado la 6, porque se trata de un uso derivado del voca-
blo. Para el ámbito del decir, son entonces especialmente relevantes las acepciones 2
y 4. La segunda acepción (‘conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se
piensa’) parece depender de la primera, que apunta a las teorías clásicas de la corres-
pondencia o adecuación entre lo pensado y lo real, añadiendo el matiz de veracidad,
como correspondencia interna entre el pensamiento y lo que se expresa. La acepción
cuarta tiene que ver con otra de las teorías de la verdad: la verdad como necesidad ló-
gica o como coherencia. Sobre esto, volveremos más adelante.
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 753

Además de estas definiciones, la expresión «de verdad» se define como ‘auténti-


co, verdadero; de manera cierta, realmente, en serio (contrario a una expresión dicha
en broma)’. Cuando decimos que algo es verdad parece que queremos decir «es así», o
«es así realmente». Usamos como sinónimos de verdad: evidencia, sinceridad, exacti-
tud, veracidad, confirmación, certeza, efectividad, franqueza, perogrullada, afirma-
ción, realidad, justificación, autenticidad, aseveración, transparencia, etc. Y como an-
tónimos: falsedad, mentira, engaño, hipocresía, embuste, trola, bola, fábula, error,
equivocación, falacia, inexactitud, irrealidad, incertidumbre, simulación, etc. En cada
uno de esos casos, verdad significa algo distinto en relación con aquello a lo que se
opone. Esto es, los términos de los binomios verdad/falsedad o verdad/mentira se con-
dicionan mutuamente, con lo que un cambio de significado en uno de ellos implica
una concepción distinta en el otro.
Como puede verse, la palabra verdad está atravesada por una ambigüedad que,
en cierta medida, es intrínseca al concepto.

2.2 Teorías de la verdad

Se presenta a continuación un recuento de las distintas teorías de la verdad que han


surgido en el ámbito filosófico. Nicolás/Frápolli (22012) han presentado un análisis de-
tallado de las diferentes formulaciones de la verdad a lo largo del siglo XX, junto con
una antología de textos y autores más representativos. Dependiendo de los elementos
de una teoría de la verdad –concepto de verdad, criterios de verdad, tipos y niveles de
verdad, fuentes de conocimiento, etc.– pueden elaborarse diversas clasificaciones. Se
toman aquí las teorías más extendidas de verdad y que resultan especialmente rele-
vantes para su uso en el espacio público.

2.2.1 Verdad como correspondencia

Se trata de la teoría más antigua y la más comúnmente aceptada, incluso por el uso or-
dinario, como atestiguan las primeras dos definiciones del DRAE citadas anteriormen-
te, que recogen la idea de correspondencia como conformidad. Si bien hay muchos
matices, suelen considerarse teorías realistas. En términos simples, un enunciado
es verdadero si designa un estado de hechos existente. La verdad como corresponden-
cia o acuerdo suele presuponer algún tipo de isomorfismo entre la realidad y el len-
guaje.
De acuerdo con Aristóteles, «falso es, en efecto, decir que lo que es, no es, y que lo
que no es, es; verdadero, que lo que es, es, y lo que no es, no es» (Metafísica 1011b26).
A través de su transformación medieval en adaequatio rei et intellectus, esta definición
pasó a la modernidad como la afirmación de que la verdad es la concordancia o acuer-
do entre el pensamiento y el objeto. Definiciones similares son aceptadas por la tradi-
754 Claudia Carbonell

ción filosófica hasta el siglo XX, que bautizó esta teoría como teoría de la correspon-
dencia.
Para el problema que nos ocupa, este sentido de verdad se presenta en el ámbito
público como verdad de los hechos o verdad factual. Un estado de cosas descrito es
verdad si, de hecho, refleja lo que ocurre en la realidad. Los problemas filosóficos aso-
ciados a este uso de verdad tienen que ver con que aquello que llamamos real sea, al
menos en parte, producto de nuestras construcciones y reconstrucciones, como otras
teorías de la verdad han señalado.
En esta teoría, el enunciado Hoy en Barcelona está lloviendo es verdadero sí y solo
sí puedo comprobar fácticamente que en Barcelona en el día de hoy (el día en que se
hace la afirmación) está de hecho lloviendo.

2.2.2 Verdad como coherencia

Son teorías que sostienen que la verdad de una afirmación depende de los criterios in-
ternos discursivos. un enunciado o afirmación son verdaderos si puede integrarse en
un sistema de oraciones verdaderas ya existente. Puede decirse que la verdad se en-
tiende como sentido. En contraste con las teorías de la correspondencia, el criterio de
verdad no es la realidad (los hechos existentes), sino el conjunto de proposiciones y
creencias en las que se inserta la afirmación en cuestión. Se trata de teorías predomi-
nantemente idealistas.
En el ámbito público e institucional, esta idea de verdad comparece cuando se
juzga como verdadero o falso (mentira) la coherencia o incoherencia de una afirma-
ción con los programas de gobierno, o entre lo prometido y lo realizado, etc. Así, por
ejemplo, la expresión: ‘es un imperativo moral la sostenibilidad del medio ambiente’
(La durabilité de l’environnement devient un impératif moral) solo es verdadera en una
configuración social en la que se reconoce un deber ético respecto de las generaciones
futuras. Esto es, una afirmación en la que la sostenibilidad (durabilité/soutenabilité)
aparece como un valor ético (y no solo una cualidad física) solo tiene sentido en un
determinado sistema de proposiciones y creencias.
Una de las mayores dificultades para aceptar esta teoría está en que, en el ámbito
ordinario del lenguaje, los enunciados suelen ser incompletos, a la par de que no se
puede hablar de sistema verdadero ya existente. Por ello, las teorías coherentistas han
sido matizadas como pragmáticas o hermenéuticas.

2.2.3 Verdad como pragmática o consenso

Una teoría se entiende como pragmática si se afirma que el estándar de verificación es


pragmático, esto es, considera los efectos o consecuencias prácticas pensables como
constitutivos de la verdad de un objeto. En las teorías pragmáticas, la concepción de
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 755

algo como verdadero está sujeta a falsación, a las modificaciones necesarias para dar
cuenta del aquí y el ahora. De acuerdo con esta vertiente, es preferible hablar en el
ámbito público en términos de justificación racional, validez o corrección, que en tér-
minos de verdad.
También las teorías de la verdad desarrolladas en el ámbito de la teoría crítica
pueden ser consideradas en cierta medida pragmáticas, en cuanto su estándar de ve-
rificación es la acción comunicativa o el consenso. A diferencia del pragmatismo ame-
ricano, se pone más énfasis en el carácter intersubjetivo de la constitución de verdad,
esto es, en la verdad como consenso. Estas teorías tienen grandes repercusiones en el
ámbito de lo público, puesto que propugnan una búsqueda cooperativa de la verdad:
por medio de las prácticas discursivas, las creencias inicialmente tenidas por verdade-
ras son puestas a discusión, para competir con otros argumentos. La teoría consen-
sual de la verdad propone considerar el consenso ideal de lo verdadero como una idea
regulativa, en el sentido de una anticipación pre o contra-fáctica.
Un ejemplo que sirve para ilustrar el alcance de esta teoría de la verdad es el con-
senso o la falta de consenso sobre quién es persona o sujeto de derechos (animal sen-
tiente, ser humano, feto, mujer, etc.). Dicha falta de consenso deviene en que se adop-
ten perspectivas pragmáticas en las políticas públicas.

2.2.4 Verdad como interpretación

Las teorías hermenéuticas de la verdad tienen un claro antecedente en Nietzsche y en


su afirmación, hecha en el contexto de una controversia con el positivismo, de que
«no hay hechos, solo interpretaciones» (Nietzsche 2008, 222; NF-1886,7[60]). Si bien
la corriente hermenéutica se ha desarrollado de modos diversos, se comparte de fon-
do la idea de que la función hermenéutica debe ser universalizable: esto es, no solo
los textos y las normas son susceptibles de ser interpretados, sino que lo son también
la historia, la vida, los hechos sociales y políticos, en definitiva, todo lo humano. Se
trata de teorías que son, en buena medida, coherentistas, si bien se diferencian de es-
tas en que niegan las grandes narrativas y procuran atenerse a la historicidad concre-
ta.
Cito como ejemplo de la relevancia de estas teorías acerca de la verdad para la
comprensión social el fenómeno francés de los ‘chalecos amarillos’ (gilets jaunes). Se
trata de un movimiento de protesta social que se extendió por Francia a partir de octu-
bre de 2018 y en cuyo origen estaba la protesta por los aumentos en el precio del com-
bustible, aunque luego se extendiera a otras exigencias sociales. Ahora bien, la fuerza
simbólica vinculada al nombre «chalecos amarillos» deriva, además de ser la prenda
que comenzaron a usar los manifestantes, también de que los automovilistas france-
ses están obligados por ley a llevar dicha prenda en sus vehículos. Se trata, por tanto,
de una apuesta simbólica, vinculada al aquí y el ahora de la Francia contemporánea,
como medio de aglutinación social.
756 Claudia Carbonell

2.2.5 Teorías deflacionarias y escepticismo

En la tradición analítica anglosajona, el debate en torno a las teorías de la verdad ha


derivado en los últimos años en el debate realismo-antirealismo y en posturas teóricas
conocida como deflacionarias (Burgess/Burgess 2011). Una teoría es deflacionaria si
asevera que la afirmación de que algo es verdad no añade ninguna propiedad llamada
verdad a dicha proposición. Por ello, no tiene sentido preguntarse por cuál sea la na-
turaleza de la verdad. De acuerdo con estas teorías, decir es verdad que los seres huma-
nos son animales políticos es idéntico a decir los seres humanos son animales políticos.
Cabe mencionar, junto con estas teorías, pero sin confundirlas, también al escep-
ticismo como una postura frente a la verdad. El escepticismo –que tiene una larga tra-
dición que se remonta a los griegos, pasando por la modernidad– se presenta en últi-
mas como desafección hacia la verdad. Como ha mostrado B. Williams, en nuestro
tiempo, a la demanda de veracidad acompaña con frecuencia la sospecha frente a la
idea de verdad: «el anhelo de veracidad pone en marcha un proceso de crítica que de-
bilita la convicción de que haya alguna verdad segura o expresable en su totalidad»
(Williams 2006, 13).

2.2.6 Una aproximación pluralista a la verdad

No nos referimos con este término al pluralismo respecto de la verdad que lleva a afir-
mar que hay muchas verdades, sino a constatar el hecho de que, en el lenguaje ordi-
nario, la verdad funciona como una propiedad que puede realizarse de modos diver-
sos. Una teoría así ha sido ensayada recientemente por Crispin Wright (2005) y
Michael Lynch (2009). De acuerdo con estos autores, la verdad es una propiedad fun-
cional que puede realizarse de modos diversos. Esto es, algunas verdades funcionan
como correspondencia mientras que otras lo hacen porque son coherentes respecto de
un todo propositivo.
En el discurso público, una aproximación pluralista a la verdad puede resultar
una estrategia fecunda, en cuanto permite corroborar cómo cuando decimos en el len-
guaje ordinario esto es verdad, lo estamos diciendo de diversas maneras. Así, por
ejemplo, cuando decimos que una fórmula matemática es verdadera estaríamos afir-
mando que cumple con los requisitos formales de coherencia, mientras que cuando
decimos que algo sucedió verdaderamente (esto es, cuando nos movemos en el ámbi-
to de lo fáctico) estaríamos afirmando que nuestra aseveración se corresponde con al-
gún hecho y querríamos poder corroborarlo. En el ámbito de la moral y la política,
afirmar que alguien es veraz, o que una afirmación es verdadera, se refiere casi siem-
pre a que consideramos que lo que se dice es auténtico o, incluso, bueno y convenien-
te. Como se ve, en cada ámbito «verdadero» se entiende como una propiedad distinta,
si bien no contradictoria. Cómo se articulen y compaginen estos modos es el arte del
lenguaje público.
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 757

2.2.7 Mentira y charlatanería

La mentira ha sido también atendida como cuestión principal, no solo derivada de la


consideración de la verdad. Platón ya se ocupó directamente de ella en el Hipias Me-
nor y en la República. Sin embargo, es Agustín de Hipona el primero en dedicarle dos
tratados sistemáticos. Agustín distingue semánticamente entre falsedad y mentira: la
mentira se diferencia de la falsedad por la intención y es definida desde el decir:
«miente el que tiene una cosa en mente y expresa otra distinta con palabras u otros
signos» (De mend. III, 3); «Decir una cosa falsa con la determinada intención de enga-
ñar, es manifiestamente una mentira» (De mend. IV, 5). Agustín pone el énfasis en el
engaño, con lo que se abre la posibilidad de mentir diciendo la verdad (no ya solo la
falsedad), si la intención que guía el decir es la de engañar. Mientras que la falsedad
es directamente lo contrario de la verdad en el ámbito semántico, la mentira es una
cuestión moral.
Kant también se ocupó directamente de la mentira en su ensayo Sobre el supuesto
derecho a mentir. Para Kant, la verdad es un deber incondicionado. Faltar a este deber
no perjudica a un hombre en concreto, sino al conjunto social, en cuanto vicia la mis-
ma legalidad. Bok (1999) argumentó hace ya unos años a favor del valor de la práctica
de decir la verdad en el ámbito social, puesto que la confianza en la veracidad funcio-
na como el fundamento de las relaciones entre los hombres. Si bien hay acuerdo entre
los filósofos en que la mentira sistemática y normalizada imposibilita la convivencia,
Aristóteles, Platón y Bok admiten, a diferencia de Kant, que puede haber casos en los
que pueda haber mentiras justificadas. En todo caso, se trataría siempre de casos ex-
cepcionales.
Recientemente, D’Agostini (2014) ha escrito un pequeño tratado sobre la mentira,
en el que procura atender a las diferentes formas de mentira, así como a los mecanis-
mos que dan origen a ellas. Entre las formas que puede tomar la mentira cabe mencio-
nar: decir algo falso; decir que no se dijo lo que se dijo, o, al contrario; la pre-mentira;
la mentira sin mentira; la simplificación; la evidencia suprimida; la imprecisión.
Frankfurt (2013) ha propuesto analizar la charlatanería como diferente de la men-
tira y más enemigo de la verdad que ella. A diferencia del mentiroso, el charlatán ig-
nora las exigencias de la verdad y la falsedad, es indiferente a ellas. La charlatanería
«implica hacer afirmaciones sin prestar atención a nada que no sea el propio gusto al
hablar, el hábito normal de una persona de tener presente cómo son las cosas puede
quedar atenuado o perderse» (Frankfurt 2013, 49). Este peligro se da sobre todo en el
ámbito de la vida pública, puesto que, en una sociedad democrática, todo ciudadano
debe poder opinar sobre cualquier cosa. Aquí también las raíces son las diversas for-
mas de escepticismo presentes en nuestro tiempo.
758 Claudia Carbonell

3 Verdad y mentira en el discurso público


Como ya hemos tenido ocasión de señalar, hoy en día proliferan los estudios sobre
verdad, pos-verdad, error, falsedad, mentiras y noticias falsas en las ciencias sociales.
Cabe preguntarse si es lo mismo la posverdad que la mentira y la desinformación. Lo
propio de los también llamados discursos posverdaderos o pos-fácticos no es tanto la
falsedad o la mentira, como que, en ellos, la respuesta emocional precede y, en buena
medida, anula, modula o subvierte la veracidad de los hechos. Se trata de una sensibi-
lidad contrapuesta a la del discurso político ilustrado, en la que, al menos en teoría, la
posibilidad de verificación racional/fáctica hacía parte importante del discurso públi-
co. Apelar a las emociones y manipular la información o las relaciones públicas han
hecho parte desde siempre de la práctica retórica y política. Sin embargo, pareciera
que algo ha cambiado, en el momento en el que la necesidad de verificación y de aná-
lisis racional ya no es un criterio prioritario en la recepción del discurso público. En la
comunicación pos-fáctica, los hechos pueden ser negados, socavados, revertidos, am-
plificados, disminuidos, flexibilizados, etc., sin que esta tergiversación sea, aparente-
mente, relevante, esto es, que a pesar de ello sean aceptables para, al menos, una par-
te del público (Carbonell 2019). Con ello, parece que se ha dado un paso más allá del
«no hay hechos, solo interpretaciones» nietzscheano hacia la extraña idea, puesta en
juego recientemente, de «hechos alternativos»3 o de narrativas alternativas. El carác-
ter más perturbador de esta posibilidad es la manipulación: «manipular no es solo ni
propiamente mentir, sino trabajar sobre las creencias de otro con el fin de inducir a
comportamientos que pueden ser perjudiciales para ellos o para otros» (D’Agostini
2014, 72).
La identificación en distintos contextos de la pos-verdad con lo pos-fáctico puede
servir de una primera indicación de que hablamos de la llamada verdad fáctica o ver-
dad de los hechos. De esa de la que dice Hanna Arendt, en un ensayo recientemente
re-editado, que son las verdades más importantes desde el punto de vista político
(Arendt 2017, 23). En contraposición con la verdad teórica, «lo que define a la verdad
factual es que su opuesto no es (solo) el error, la ilusión ni la opinión, sino la falsedad
deliberada o la mentira» (Arendt 2017, 55). Pues bien, ¿qué relación guarda esta ver-
dad fáctica con el discurso público? Sobre esa verdad de los hechos, afirma Arendt:
«la verdad factual configura el pensamiento político tal como la verdad racional con-
figura la especulación filosófica» (Arendt 2017, 35).
La ilustración griega del siglo V a.C., la época de auge de la democracia, dio ori-
gen a una disciplina nueva que regula el uso comunicativo y público del lenguaje, que

3 La expresión «hechos alternativos» fue utilizada por K. Conway, consejera del presidente de los Es-
tados Unidos, durante una entrevista con Chuck Todd de Meet the Press, el 22 de enero de 2017, para
defender una declaración falsa que había hecho el secretario de prensa de la Casa Blanca en los días
anteriores sobre el número de asistentes a la investidura del Presidente Donald Trump.
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 759

establece las reglas de un discurso persuasivo sobre las cuestiones de la polis, sobre
las que cabe tomar partido y acerca de las cuales hay que decidirse: la retórica. En la
sistematización de la retórica operada por Aristóteles, esta aparece vinculada con la
poética, con la dialéctica y con el conocimiento de las emociones. La retórica se sitúa
así en un punto de confluencia de la dialéctica y la teoría de la acción ético-política. Es
precisamente esta doble vinculación, con la lógica y con las cuestiones ético-políticas,
lo que, al menos en la teoría aristotélica, vincula la retórica –las reglas del discurso
público– con la cuestión de la verdad.
El carácter dialéctico de la retórica se manifiesta en que trata de cosas en cierto
modo comunes a todos y que no pertenecen a ningún saber determinado. El uso retó-
rico y dialéctico del lenguaje no es exclusivo de los tribunales, las asambleas popula-
res o la academia, sino que hace parte de todas las esferas de la vida donde hay comu-
nicación, incluso en su uso cotidiano en la vida social. Ambos métodos son discursos
sobre lo común, sobre lo público y, por ello, puede hablarse de alguna forma de que
ambos, filosofía y retórica, tienen una función social. En definitiva, ambas son facul-
tades de dar razones acerca de lo que nos importa a todos (Ret. 1355a33–34).
La argumentación retórica se mueve en el ámbito de la probabilidad y de la plau-
sibilidad. Su punto de partida son las opiniones sobre aquello que es susceptible de
ser intervenido. Ahora bien, la argumentación sobre lo plausible reviste diversas for-
mas retóricas. Aristóteles caracteriza el entimema como un argumento basado en ve-
rosimilitudes o signos (Ret. 1357a33–34). La verosímil es una proposición plausible
que remite a aquello que se sabe que la mayoría de las veces ocurre de una determina-
da manera (cf. An. Pr. 70a5), esto es, a una opinión o creencia popular. Por otro lado,
lo que Aristóteles llama aquí signo denota aquello que señala a un hecho, y busca ser
una proposición demostrativa, bien necesaria, bien plausible (cf. An. Pr. 70a6–10). No
todos los argumentos basados en signos/hechos son universales e irrestrictamente
verdaderos, pero, con las restricciones lógicas necesarias, lo verdadero comparece en
todos los signos de alguna forma (cf. An. Pr. 70a37–39), precisamente por esa referen-
cia a lo fáctico.
Así, podemos hablar de dos formas de argumentación de la retórica: una primera
que se puede llamar verosímil o probabilística y, otra, fáctica. La primera función es
heurística, y acerca la retórica a la poética. La segunda, es crítica (en el sentido en que
usa como medida, como criterio, los hechos), la que le da su nuevo estatus dialéctico.
La primera tiene que ver con las narrativas, la segunda, con la verificación (o la posi-
bilidad eventual de la verificación, que también puede ser la del examen lógico).
En ambos tipos de argumentación hay relación con la verdad, pero de modos di-
versos. En el primer caso, el punto de partida son las opiniones y la relación con la
verdad se establece por la proximidad de lo probable-verosímil a la verdad. Esta rela-
ción entre verosimilitud y verdad es la que comparece de manera prístina en las teo-
rías coherentistas y pragmáticas de la verdad. Una de las funciones más interesantes
que presenta este tipo de argumento para la práctica ético-política es que permite un
acercamiento heurístico, como anticipación pre-fáctica, que habilita a adelantarnos
760 Claudia Carbonell

a los hechos y diseñar políticas y soluciones a los problemas antes de que se presen-
ten. En el ámbito práctico, la articulación retórica –mediante una cierta configuración
narrativa de los hechos, circunstancias, historias, razones, emociones, etc.– prepara
el terreno para la acción moral y política, dotando a los datos brutos de sentido. Ahora
bien, la opinión común que sirve de punto de partida de la argumentación pública (re-
tórica) es necesariamente provisional y sujeta a revisión, de tal manera que las obser-
vaciones y objeciones particulares puedan insertarse en ella y modificarla. En efecto,
si bien es cierto que los hechos, las decisiones, etc., solo cobran sentido en un contex-
to, también lo es que la constatación o falsación de dichos hechos puede y debe ser
capaz de modificar el contexto.
El segundo tipo de argumentación retórica remite a la constatación de hechos, es-
to es a una verdad de orden fáctico. Los hechos fungen como límite externo y regula-
tivo de los constructos retóricos del discurso público. La capacidad de persuadir y de
mover a la acción de los argumentos radica precisamente en su armonía, en el acuer-
do, con los hechos. Esto es, la medida de la argumentación ético-retórica radica en lo
que podríamos llamar la verdad factual. Aquí radica el carácter garante de verdad y de
libertad de la retórica: como dice Aristóteles, «la tarea del que sabe es … evitar mentir
él acerca de lo que sabe, y ser capaz de poner en evidencia al que miente» (Ref. Sof.
165a24–25). Para que no se destruya la convivencia social, es fundamental que la con-
jetura verosímil en la que se apoya la argumentación retórica, que llamamos opinión
pública, pueda ser falseada o corroborada. Ante la inquietud que causa la re-interpre-
tación constante de los hechos que termina transformándolos en opinión o en «he-
chos alternativos», cabe siempre esa función de límite del discurso falso que tiene la
dialéctica: desenmascarar y poner en evidencia al que miente. La retórica apoyada en
la argumentación racional está en la capacidad de descubrir falsedades, de mostrar el
carácter engañoso de muchos discursos públicos.
Si bien ambas formas son válidas en la retórica, no conviene confundirlas, porque
ahí estaríamos ante una forma de engaño. Como ha visto Arendt, «borrar la línea entre
una verdad de hecho y su interpretación u opinión es una de las muchas formas que la
mentira puede asumir» (Arendt 2017, 55–56). Esta confusión explica por qué, en el
ámbito retórico, si se quiere engañar, lo importante es conseguir que el auditorio
crea –mediante el ejercicio de la fantasía– que aquello que se espera o se teme ya ha
ocurrido o está próximo a ocurrir, es decir, que es un hecho. Solo así puede esperarse
un juicio y una reacción. Esto solo es posible por el carácter creativo del mismo len-
guaje. Esto que nos resulta tan cercano en la vida política y cultural contemporánea,
cumple la previsión aristotélica cuando afirmaba: «creemos que lo que ocurre con las
palabras ocurre también con las cosas» (Ref. Sof. 165a9). En nuestro tiempo, con la
omnipresencia de las redes sociales, pueden citarse muchos ejemplos en los que una
afirmación originariamente ficticia en las redes sociales terminó convirtiéndose en
real para el público, que llegó a actuar a partir de ella.
Puede decirse que la retórica ha de habérselas con la verdad en un doble sentido:
en su función heurística como verosimilitud y en su función crítica como su límite, es
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 761

decir, como su medida. Esto es, la retórica no es solo poética, es también argumen-
tación. Y como ocurre con la argumentación filosófica y científica, tiene como límite
externo, regulativo, la realidad, que en el caso de lo práctico denominamos hechos. Si
la retórica se diluye en poética, pierde su vinculación con la dialéctica y, al verse des-
pojada de argumentación, frustra su carácter de aguijón social que a la postre garanti-
za la misma convivencia.
Que el ámbito social esté a merced del lenguaje se da, entre otros factores, cuando
no se reconoce algo básico: que hay menos nombres que cosas, que el lenguaje es más
limitado que la realidad y, en esa medida, un mismo término y un mismo enunciado
tienen necesariamente que tener diversos sentidos. La isomorfía entre lenguaje y rea-
lidad no es completa. El lenguaje es, por su misma índole, ambivalente, plurisignifica-
tivo. Tiene carácter de símbolo, como dice Aristóteles. No saber o no reconocer esto,
lleva a mensajes planos y a la posibilidad de la manipulación. De ahí que la formación
humanista sea tan importante para nuestra sociedad: porque es en ella donde se en-
tienden (de facto, no solo teóricamente), los distintos registros del lenguaje, su capa-
cidad plurisignificativa. No hay formalización que consiga una univocidad total, pre-
cisamente por esa distancia (no isomorfía) entre lenguaje y realidad.

4 Conclusión
He querido mostrar cómo el discurso en el ámbito público conlleva una cierta lógica
narrativa de los asuntos humanos, es decir, es la racionalización de la vida pública.
Su función es dialéctica (no puede ser apodíctica, cuando se trata de cosas que pue-
den ser de un modo u otro), y ha de estar en capacidad de demostrar o de refutar los
motivos concretos por los que actúan los hombres. El uso público del lenguaje es dis-
tinto del análisis conceptual y del lenguaje asertórico que presenta la ciencia, pero no
por ello es un abandono de la racionalidad ni del concepto de verdad, sino al contra-
rio, pretende ser una ampliación. En el ámbito público, la verdad presenta la doble
función de coherencia, propia de la narración, así como la función de adecuación y
crítica.
La ganancia de la argumentación como instrumento esencial a la convivencia so-
cial, la necesidad de la discusión como intercambio de ideas, pero también como crí-
tica, son un logro del pensamiento occidental detrás del que alienta ese afán de ver-
dad, de dotar a todo de un lógos que marca la cultura griega y, por herencia, la
nuestra. Por ello, no es solo la formación de los comunicadores y de los filósofos la
que es necesaria para reorientar la comunicación pública de acuerdo con la verdad
fáctica. También es fundamental el carácter regulador de la sociedad en su conjunto:
por ello privar al hombre común del saber humanístico (que no es solo una cuestión
de contenidos, sino de dominio a fin de cuenta del lenguaje, de las herramientas dia-
lécticas), es privarle de libertad.
762 Claudia Carbonell

5 Bibliografía
Agustín de Hipona (2007), Contra la mentira, en: Obras completas de San Agustín, vol. XII, Madrid, BAC.
Arendt, Hannah (2017), Verdad y mentira en la política, Barcelona, Página Indómita.
Armstrong, David (2004), Truth and truthmakers, New York, Cambridge University Press.
Aristóteles (1982–1988), Órganon, vol. I–II, traducción de M. Candel Sanmartín, Madrid, Gredos.
Aristóteles (1994), Metafísica, traducción de T. Calvo Martínez, Madrid, Gredos.
Aristóteles (1999), Retórica, introducción, traducción y notas de Q. Racionero, Madrid, Gredos.
Badiou, Alain (2017), Vérité et sujet: 1987–1988, París, Fayard.
Blackburn, Simon (2018), On truth, New York, Oxford University Press.
Blatt, Roberto (2018), Historia reciente de la verdad, Madrid, Turner.
Bok, Sissela (1999), Lying. Moral Choice in Public and Private Life, New York, Random House.
Burgess, Alexis G./Burgess, John P. (2011), Truth, Princeton/Oxford, Princeton University Press.
Carbonell, Claudia (2019), El arte de la verdad en el espacio público, in: Lourdes Flamarique/Claudia
Carbonell (edd.), La posverdad o el dominio de lo trivial, Madrid, Encuentro, 13–31.
D’Agostini, Franca (2014), Mentira, traducción de Ana Miravalles, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
Damerau, Burghard (2003), Die Wahrheit der Literatur. Glanz und Elend der Konzepte, Würzburg,
Königshausen & Neumann.
Díaz-Pérez, Ivonne Leadith/Molina-Valencia, Nelson (2016), Comisiones de la Verdad en América
Latina. La esperanza de un nuevo porvenir, Revista Lógos, Ciencia y Tecnología 7/2, 5–23.
DRAE = Real Academia Española (232014), Diccionario de la lengua española. https://dle.rae.es/?
w=diccionario (consultado el 15/04/2019).
Dummett, Michael (2004), Truth and the past, New York, Columbia University Press.
Felder, Ekkehard (2018), Wahrheit und Wissen zwischen Wirklichkeit und Konstruktion. Freiheiten und
Zwänge beim sprachlichen Handeln, in: Andreas Gardt/Ekkehard Felder (edd.), Wirklichkeit oder
Konstruktion? Sprachtheoretische und interdisziplinäre Aspekte einer brisanten Alternative,
Berlin/Boston, De Gruyter, 371–398.
Ferraris, Maurizio (2017), Postverità e altri enigmi, Bologna, il Mulino.
Flamarique, Lourdes (2019), La exigencia de verdad, expectativa de realidad. Las coordenadas de un
debate filosófico renovado, in: Lourdes Flamarique/Claudia Carbonell (edd.), La posverdad o el
dominio de lo trivial, Madrid, Encuentro, 243–271.
Frankfurt, Harry G. (2013), Sobre la charlanatería y Sobre la verdad, Barcelona, Paidós Contextos.
Franzé, Javier/Abellán, Joaquín (edd.) (2011), Política y verdad, Madrid, Plaza y Valdés.
Grice, Paul H. (1989, 11975), Logic and Conversation, in: Paul Grice, Studies in the Way of Words,
Cambridge/London, Harvard University Press, 22–40.
Habermas, Jürgen (1998), Facticidad y validez. Sobre el derecho y el estado democrático en términos
de teoría del discurso, Madrid, Trotta.
Hayner, Priscilla (2010), Unspeakable Truths. Transitional Justice and the Challenge of Truth Commis-
sions, New York, Routledge.
Ibáñez Fanés, Jordi (ed.) (2017), En la era de la posverdad, Barcelona, Calambur.
International Center for Transitional Justice, ICTJ (2008), Truth Commissions II. https://www.ictj.org/
sites/default/files/ICTJ-Global-Truth-Commissions-2008-English2.pdf (consultado el 01/03/
2020).
Jago, Mark (2018), What truth is, Oxford, Oxford University Press.
Kant, Immanuel (2007), Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?, in: Immanuel Kant, ¿Qué
es la Ilustración? y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia, ed. Roberto R. Ara-
mayo, Madrid, Alianza, 85–98.
Keyes, Ralph (2004), The Post-Truth Era. Dishonesty and Deception in Contemporary Life, New York,
St. Martins Press.
Decir (o no decir) la verdad en la esfera pública e institucional 763

Kopperschmidt, Josef (2018), Wir sind nicht auf der Welt, um zu schweigen. Eine Einleitung in die
Rhetorik, Berlin/Boston, De Gruyter.
Lynch, Michael (2009), Truth as one and many, Clarendon, Oxford University Press.
Nassehi, Armin (2015), Die letzte Stunde der Wahrheit. Warum rechts und links keine Alternativen mehr
sind und Gesellschaft ganz anders beschrieben werden muss, Hamburg, Murmann.
Nicolás, Juan A./Frápolli, María J. (edd.) (22012), Teorías contemporáneas de la verdad, Madrid,
Tecnos.
Nida-Rümelin, Julian/Heilinger, Jan-Christoph (2016) (edd.), Moral, Wissenschaft und Wahrheit,
Berlin/Boston, De Gruyter.
Nietzsche, Friedrich (2008), Fragmentos Póstumos, IV, Madrid, Tecnos; Nachgelassene Fragmente
Ende 1886 — Frühjahr 1887. http://www.nietzschesource.org/#eKGWB/NF-1886,7 (consultado
el 01/03/2020).
Oxford English Dictionary (2017). https://en.oxforddictionaries.com/definition/post-truth (consul-
tado el 15/04/2019).
Riva, Giuseppe (2018), Fake news. Vivere e sopravvivere in un mondo post-verità, Bologna, il Mulino.
Safranski, Rüdiger (2008), Wieviel Wahrheit braucht der Mensch? Über das Denkbare und das Lebba-
re, Frankfurt a. M., Fischer Taschenbuch.

Vernant, Denis (2009), Discours et vérité: analyses pragmatique, dialogique et praxéologique de la


véridicité, París, Vrin.
Wesche, Tilo (2011), Wahrheit und Werturteil. Eine Theorie der praktischen Rationalität, Tübingen,
Mohr Siebeck.
Williams, Bernard (2006), Verdad y veracidad, Barcelona, Tusquets.
Wright, Crispin D. (2005), On the Functionalization of Pluralist Approaches to Truth, Synthese 145/1,
1–28.

También podría gustarte