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EL PERDÓN

El Perdón muchas veces es superficial y al hacerlo prontamente nos privamos de una serie de
posibles aprendizajes.

Por Alberto Sánchez

Los seres humanos somos organismos con sistemas de regulación interna tanto biológicos como
psicológicos, los mismos que posibilitan la vida, así también estamos en inter-relación con otros
organismos, siendo todos parte de un sistema mayor que nos contiene y que también tiene
diferentes modos de regulación como el clima, las leyes físicas, los sistemas de regulación social,
entre otras.

Hay situaciones vinculares en que sentimos que hemos sido víctimas de algún tipo de abuso, y
como consecuencia nos resulta natural sentir enojo y dolor, sin embargo, muchas veces estas
emociones no son legitimizadas ni expresadas (con frecuencia ocurre por desconocimiento de su
función) generando así las condiciones para que éstas se cristalicen convirtiéndose en
resentimiento, quedando así, ligados a la persona que nos infligió el daño o a la situación.

Cuando estamos resentidos, en el proceso terapéutico, se nos guía a que en primer lugar
expresemos nuestro dolor y enojo, y luego se nos invita a que lo perdonemos; aquí es necesario
tener en cuenta dos aspectos, primero no siempre se está en posibilidades de soltar y perdonar
(siendo necesario explorar este hecho) y segundo ¿qué de útil tiene perdonar?

Desde mi punto de vista, veo que el perdonar puede algunas veces ser superficial, y no me parece
lo más útil como única y exclusiva resolución. Lo que planteo sea quizás más doloroso, pero siento
que finalmente será de mayor utilidad, y que luego estaré en mejores condiciones de poder
resolver la situación o perdonar.

La pregunta que debo de hacerme antes de intentar perdonar es:

 ¿Qué aspectos de mi persona, que características –psicológicas y emocionales- contribuyeron o


facilitaron para que me pase lo que me pasó?

 A partir de este punto, del reconocimiento de estos aspectos, entra en juego mi responsabilidad,
en el sentido de qué hago yo con estas características o aspectos míos que intervinieron en lo que
pasó ¿Los asisto y propicio su curación y crecimiento o los mantengo igual, o incluso por
ignorancia los enfermo más?

Esto debe ser tomado con cuidado y no ser una excusa para sentir culpa disfuncional que sólo
produzca malestar innecesario.

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Lo que propongo es descubrir que aspectos de mi persona funcionaron como facilitadores, para
que ocurra lo que me ocurrió, de este modo puedo iniciar la transformación de aquellos aspectos,
a quienes hoy puedo identificar gracias a lo ocurrido. Al  reconocerles su existencia -en las
condiciones de experimentación y aprendizaje que nos propone la terapia- podemos aprender a
brindarles asistencia (amor e información) desde otros aspectos más crecidos de nuestro ser.

Si el perdón se produce muy pronto o de una manera superficial, me volverá a ocurrir una
situación similar, que ponga en evidencia aquello que sigue sin resolverse dentro de mi ser. Un
desacuerdo que “ya” habita en mí.

Esto se puede graficar del modo siguiente: tengo características psicológicas y emocionales que
me permiten adaptarme y desarrollarme en mi entorno, asimismo tengo aspectos carenciados
(menos crecidos) que no me permiten lograr esa adaptación creativa, y son estos aspectos,
muchas veces,  los que se ponen en evidencia cuando una persona del entorno me infringe algún
daño.

Por ejemplo: puede que haya ocurrido determinada situación, porque tengo un aspecto
dependiente (una parte de mi ser que experimenta esa sensación de dependencia) que no pone
límites claros por miedo a sentirse abandonado  o sentirse rechazado, por lo tanto, permite en
muchas ocasiones la invasión de su autonomía sintiéndose luego lastimado.

Entonces probablemente si coloco frente a mí (en el espacio terapéutico) a este aspecto


dependiente (personificado) sienta cólera al verlo, y le diga: ¡siempre ocurre lo mismo por culpa
tuya!, ¡No quiero verte, no quisiera que existas!; provocando que este aspecto dependiente se
sienta cada vez peor, incrementando su necesidad de depender de figuras del exterior (de mi
entorno). Este diálogo que estoy describiendo en este momento, se da entre dos aspectos de mí
ser, y son conocidos como diálogos intra-personales y ocurren todo el tiempo, tengamos o no
conciencia de ello.

Cuando identifico claramente estos aspectos (carenciados), estoy en mejor posibilidad de auto
asistirme, de facilitar que estos aspectos evolucionen hacia estados de mayor madurez.

Cuando me percato de que puedo contribuir al crecimiento de estos aspectos míos o a su


permanencia, o incluso generarles mayor sufrimiento, el diálogo cobra otro matiz; entonces ya
frente a mí, le podría expresar: No sabía el daño que te hacía tratándote de este modo, me
siento en desacuerdo con la manera como sientes aquí y ahora, me gustaría asistirte de manera
que tú sientas que en primer lugar reconozco que existes y que también te ayudo a sentirte en
un estado mejor, dado que tú también quieres evolucionar hacia ese estado de independencia.

Por otro lado, al permitirme personificar y actuar los aspectos que facilitaron que ocurriera lo que
me ocurrió (los aspectos carenciados), descubro vivencialmente sus necesidades y aprendo a
existir desde este lugar, de modo que cuando surgen ya no son espacios oscuros y desconocidos
para mí.

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Entonces personificando el aspecto dependiente podría responder: Con tu trato inicial sólo me
generabas mayor dolor y eso ayudaba poco, a mí también me gustaría sentirme con mayor
independencia para poder poner límites claros sin tanto temor a sentirme abandonado, con este
último trato que me das, me siento acompañado…

Es desde esta perspectiva de poder auto asistir a estos aspectos (míos) carenciados, que
considero que se puede iniciar el proceso de dejar partir al que nos encamina el perdón.

Sin embargo, quiero señalar que parte de la madurez es reconocer aquello que puedo modificar y
aceptar aquello que escapa a mis posibilidades. Es decir, no todos los diálogos, desde un inicio,
tienen un desenlace de comprensión, muchos de ellos necesitarán de tiempo e instrumentación
para lograrlo, o de la aceptación en el aquí y ahora de la imposibilidad para modificarlo.

Deseo agregar que lo planteado en este artículo, es sólo una esfera de la experiencia del
resentimiento, haciéndose necesario resolverlo también en su función inter personal para lo cual
podríamos bien apoyarnos en los diez pasos que nos propone el Dr. Héctor Salama Penhos, los
cuales a continuación brevemente detallo:

 
DIEZ PASOS PARA RESOLVER LOS RESENTIMIENTOS

1. Rastreo: Se le pregunta al individuo si tiene resentimientos con alguna persona significativa de


su vida y que desee resolver.

2. Ubicación: Se investiga de dónde proviene y a quién le pertenece.

3. Confrontación : Se le sugiere al consultante que respire profundamente 3 veces y establezca el


contacto con su zona interna, luego se le pide que visualice a la persona con quien tiene rencor
y cuando lo consigue se le dice que exprese los resentimientos negativos que conserva hacia
éste. La frase es: Estoy resentido/a contigo porque…

4. Comprensión: Este paso implica el comprender la conducta desagradable para nosotros de la


persona significativa, su contexto y su historia personal. Esto significa que lo mejor que esa
persona podía hacer fue lo que hizo. La frese es: comprendo que lo que hiciste fue lo único
que podías hacer con lo que tenías.

5. Aceptación: Este paso sirve para aceptar que la otra persona es la única responsable de lo que
hizo o dijo. La frase es: acepto que lo que dijiste o hiciste te pertenece, por lo que te lo
regreso.

6. Diferenciación: Se hace la diferenciación entre el individuo y la persona con la que tiene


resentimientos. La frase es: yo soy yo y tú eres tú.

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7. Perdón: Cuando perdonamos a quien nos hizo daño estamos comprendiendo y aceptando que
su actuación le pertenece a ella y nos prepara para liberarnos. La frase es: te perdono.

8. Liberación: En este paso sentimos placer en liberar la creencia unida al afecto displacentero y
dejamos libre la energía bloqueada que estaba unida a la persona significativa quedándonos
con el amor, si es lo que deseamos conservar. En este paso el consultante libera energía con
una respiración a la que he llamado, respiración de asimilación. La frase es: te libero de mí y
me libero de ti.

9. Amor: Aquí lo que hacemos es decirle al consultante que se quede con la parte positiva del
introyecto. La frase es: conservaré de ti… y señala todo aquello que si le agradaría mantener
consigo.

10. Cierre: Por último, se hace el cierre para finalizar con el cuarto cuadrante del ciclo o
retroalimentación. La frase es: cómo me siento y que aprendo.

Aprender a legitimizar nuestro dolor y expresar nuestro enojo (Biológico y Psicológico) requiere
se examine y actualice una norma interna, y es lo que comúnmente llamamos “introyectos”, y se
accede a ella respondiendo a la pregunta siguiente:

¿Cuál es el aprendizaje que impidió y que impide que yo exprese “que me siento dolido y que me
siento enojado” –cuál es esa norma-?

Para concluir diré  que otra esfera del resentimiento, que vale la pena explorar, es la  relación que
mantienen mi evaluador interno y mi aspecto resentido, ya que este evaluador interno puede
empeorar mi estado de resentimiento o enojo cronificado, diciéndole por ejemplo: “mírate cómo
estás, ni siquiera puedes expresar tu molestia”, o “eres una mala persona por sentir enojo, él
(ella) era tan bueno (buena)”, etc.

Considero el resentimiento como un  síntoma, como una señal que nos indica algunos
aprendizajes que se hacen necesarios transitar, un síntoma  como cualquier manifestación
corporal o emocional. El cual nos conduce a explorar la relación que mantengo con ciertos
aspectos carenciados, los aprendizajes que impiden reconozca y exprese mi dolor y enojo, la
manera como evalúo a mi aspecto resentido, y la exploración del vinculo interpersonal

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