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Sigo tratando de los Novísimos y hoy planteo, con Ariel Álvarez Valdés, el tema del número de los
salvados, que ha venido apasionando a millones de personas, desde tiempos muy antiguos. Es
conocida la respuesta literal de Los Testigos de Jehová, según los cuales sólo se salvarán de verdad,
en el cielo, 144.000 mil elegidos. Algunos santos han pensado que se salvan todavía menos
personas. Habría una "masa de perdición" y sólo unos pocos salvados. Sobre ese tema ha reflexionado
Ariel, mostrando que ese número es simbólico, abierto a la totalidad de los hombres y
mujeres, y quiero darle gracias por sus palabras de exigencia y consuelo.
Una vez, durante un viaje que Jesús realizaba a Jerusalén, mientras atravesaba ciudades y pueblos
enseñando, se le acercó un curioso con una pregunta indiscreta. Como había oído que Jesús traía la
salvación, le dijo maliciosamente: "Señor, ¿es cierto que son pocos los que se salvarán?".
Pero Jesús se negó a responder, y simplemente le replicó: "Ustedes esfuércense en entrar por la puerta
estrecha" (Lc 13, 22-24). Es decir, en vez de contestarle cuántos se salvarán, le contestó cómo se
salvarán, que era lo importante.
Por esta razón, ningún escritor sagrado se atrevió jamás a predecir el número de las personas que se
salvarán en el fin del mundo. Ni siquiera san Pablo, que alude en varias ocasiones al tema y aporta de su
propia reflexión ciertos detalles nuevos sobre el hecho.
Sin embargo hay un libro de la Biblia que dos veces fija puntualmente la cifra de los que alcanzarán la
salvación. Es el Apocalipsis.
En el capítulo 7 el autor describe una visión, en la que le fue permitido contemplar a todos los marcados
con el sello salvador en la frente, y su número era de 144.000 (7, 4). Y en el capítulo 14, ratificando este
dato, presenta otra vez los 144.000, esta vez junto a Jesucristo, que los rescata de entre todos los
hombres (14, 1).
¿Es posible que su autor haya desobedecido el deseo de Jesús de no dar información sobre este asunto?
Pero más grave todavía resulta la cuestión de si es posible que, después de tanto esfuerzo por parte de
Dios, tan pocos hombres se vean beneficiados con la salvación.
Actualmente ningún estudioso serio de la Biblia admite que la cifra de 144.000 responda a una cantidad
exacta. Todos están de acuerdo en que se trata de un número simbólico.
En efecto, muchas veces los números que aparecen en la Sagrada Escritura son usados en sentido
convencional a fin de brindar un mensaje más que una cifra. También entre nosotros, se suele atribuir al
número 13 cierta malaventura o desgracia, y usamos el número 1.000 para decir "mucho", como cuando
exclamamos "¡Te dije mil veces que no lo hicieras!", cuando en realidad le dijimos "muchas" veces.
Pues bien, en la Biblia y en otros escritos de la antigüedad, tal asociación era más corriente aún que entre
nosotros.
Este hábito de utilizar cantidades simbólicas debe alertarnos sobre la interpretación de ciertas cifras,
como por ejemplo las edades fabulosas de los patriarcas bíblicos, cuando se dice que Adán vivió hasta
los 930 años, o que Noé tenía 600 años al comenzar el diluvio, o que Matusalén engendró a su hijo
Lamec a los 187 años.
Es evidente que no se trata de edades reales, sino que fueron deliberadamente exageradas para
simbolizar la bendición de Dios como larga vida terrena, cuando aún no se había revelado la existencia
de la vida eterna.
Ahora bien, ¿por qué Juan en su Apocalipsis habría de poner un número simbólico para referirse a los
salvados? ¿Quién le sugirió que fijara una cantidad exacta para los que serían liberados con la sangre de
Jesús, los redimidos en la Pascua de Cristo?
Es probable que se haya inspirado para ello en el Antiguo Testamento. En efecto, el libro de los
Números, al referirse a los israelitas salvados de la esclavitud de Egipto por Moisés en la primera Pascua
con la sangre de un cordero, nos detalla la cifra exacta. Dice que salieron de Egipto 603.550 hombres,
sin contar las mujeres, los ancianos y los niños (Núm 1, 46; 2, 32).
Cantidad inalcanzable
Ahora bien, este número es a todas luces simbólico. Si pretendiéramos tomarlo literalmente, habría que
calcular que los que iniciaron la peregrinación por el desierto eran entre 2 y 3 millones de personas,
cantidad desorbitada, probablemente nunca alcanzada por la población de Israel en toda su historia, y
además imposible de movilizar en una noche para cruzar el mar Rojo y huir.
Basta pensar que un ejército así jamás fue reunido por las potencias militares del antiguo Oriente, como
Asiria, Babilonia, y ni siquiera por Alejandro Magno. Por otra parte, puesto en marcha en el desierto en
filas de diez en fondo al modo antiguo, formarían 60.355 hileras de a diez, que a la distancia de un metro
una detrás de otra abarcarían una extensión de 60 km. Al ponerse la primera fila en movimiento, los
últimos lo harían dos días después. Y si a estos agregamos toda la población supuestamente salida,
cubrirían en fila la distancia total de Egipto al Sinaí.
Asimismo, los historiadores bíblicos actualmente sostienen que la población total de Canaán en ese
entonces no llegaba a los dos millones de personas. ¿Cómo puede, entonces, repetirse permanentemente
en la Biblia como un estribillo, que los israelitas que pretendían conquistar el país de Canaán eran pocos
para tomar sus ciudades? (Deut 4, 38; 7, 7; 17, 22).
Finalmente, si estos números expresaran cantidades reales, las 70 personas que según Gn 46, 27 llegaron
originariamente a Egipto con el patriarca Jacob, habrían debido de tener en los 430 años que
permanecieron esclavos, según los cálculos del incremento de la población del Egipto de entonces, unos
10.000 descendientes cada uno.
No tantos pero sí todos
Como hemos visto, se trata de un procedimiento frecuentemente usado en las Sagradas Escrituras,
llamado gematría. La lengua hebrea, al no tener números, éstos se escriben con las mismas letras del
alfabeto. Ahora bien, si reemplazamos las letras de una palabra o de una frase se obtiene una cifra
simbólica.
Así, si se sustituyen las letras de la frase hebrea "todos los hijos de Israel" (rs kl bny ysr’l) por sus
correspondientes valores numéricos, da precisamente 603.550.
Por lo tanto, cuando el autor dice que salieron de Egipto 603.550, sólo quiere decir que salieron "todos
los hijos de Israel", como si dijera que todo Israel estaba allí, ya que sin el éxodo Israel nunca hubiera
existido.
El número de los que participaron en la huida seguramente no superaba las 6 u 8 mil personas.
Cuando Juan escribe su libro del Apocalipsis, considera que la muerte de Cristo ha salvado a los
hombres de una nueva esclavitud: la esclavitud del pecado. Los cristianos son el nuevo pueblo liberado,
pero esta vez no con la sangre de un corderito sino de Cristo, el nuevo cordero de la nueva Pascua.
¿Y cuántos son estos nuevos liberados? Recordando el viejo recurso del Antiguo Testamento, Juan lo
dice con un nuevo número simbólico: 144.000. Esta cifra es producto de 12 x 12 x 1.000. ¿Qué
significado encierra?
En la Biblia el número 12, aplicado a las personas, significa siempre "los elegidos". Así, se habla de las
doce tribus elegidas de Israel, de los doce Apóstoles elegidos, de las doce puertas de la nueva Jerusalén
por donde entrarán los elegidos (Apoc 21, 12).
Luego, afirmar que se salvarán 144.000 equivale a decir que se salvarán los elegidos del Antiguo
Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamento (x 12), en una gran cantidad (x 1.000).
Pero Juan, para evitar un malentendido con esta cifra, y siempre deseoso de ser correctamente
interpretado en su lenguaje simbólico, agrega a continuación: "Luego miré y había una muchedumbre
inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del
Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos" (Apoc 7, 9).
Por lo tanto, los salvados no son sólo esos 144.000, sino también esa inmensa muchedumbre imposible
de contar ni de encerrar en una cifra, y proveniente de los lugares más diversos.
Que este grupo innumerable pertenezca también a los salvados se ve por tres elementos: a) tenían
vestiduras blancas, que en el Apocalipsis simbolizan siempre la salvación; b) tienen palmas en sus
manos, que es el atributo de los vencedores; c) están todos ya delante de Dios y del Cordero.
Y cuando el autor vuelve a dar más adelante la cifra de 144.000 para los salvados (Apoc 14, 1), a fin de
eludir de nuevo cualquier equívoco agrega: "Estos han sido rescatados de entre los hombres como
primicias para Dios y para el Cordero" (Apoc 14, 4). Si los llama "primicias", significa que sólo son los
primeros en arribar a la salvación y que aún faltan muchos más por venir. Es decir, no pretende dar un
número exacto.
Estadísticas que dolerían
Algunos años atrás, unos científicos alemanes se abocaron a la tarea de calcular cuántas personas
habrían pasado por la tierra, desde hace unos dos millones de años cuando el primer ser humano cruzó la
frontera de la hominización, hasta nuestros días.
El resultado, según los índices relativos de natalidad, mortalidad, y progresión genética, arrojaba un total
de 77.000.000.000 (77 mil millones) de seres humanos.
Suponiendo que el fin del mundo llegara ahora, y fueran a salvarse 144.000 personas, entonces en base a
este cómputo tendríamos que sólo se habría salvado el 0, 0001 % de la población mundial.
De este modo, Dios habría sido el mayor frustrado de la historia; Cristo, el salvador más ridículo; y el
Espíritu Santo, la fuerza más impotente que haya existido. El plan de salvación de Dios se transformaría
así en el más grande fracaso jamás planeado.
Interpretar literalmente la cifra de 144.000 implica no sólo desconocer la Biblia sino también, y lo que es
más grave, desconocer y menospreciar el poder salvador de Dios.
Afortunadamente la Palabra de Dios es más optimista que muchos agoreros apocalípticos, los cuales
fijando un cupo limitado y exiguo para el ingreso en la salvación pretenden atemorizar a la gente y
forzarla a convertirse. Pero desconocen, ciertamente, que por el temor nadie se convierte al Amor.
Y aunque Jesús no haya querido responder a aquella pregunta que le hicieron sobre el número de los
salvados, sí dio a entender que iban a ser muchos, cuando le contestó a su imprudente inquisidor:
"Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa del Reino de Dios" (Lc
13, 29). Ya en otra oportunidad había comentado expresamente frente a un angustiado centurión
romano: "Muchos son los que vendrán" (Mt 8, 11).
El mismo Juan el Bautista, conocido por su dureza en la predicación, su intolerancia, y su extremada
exigencia con el comportamiento moral de la gente, dijo en uno de sus primeros sermones: "Todos los
hombres verán la salvación de Dios" (Lc 3, 6).
Es improbable que a Jesús y a su pariente el Bautista les hayan salido tan mal los cálculos de los
guarismos salvíficos.
Los primeros cristianos deseaban ardientemente el día del juicio final, puesto que lo concebían como un
día de salvación, en el que Dios nos libraría del enemigo. Una fiesta segura.
Por eso cuenta el Apocalipsis que al reunirse en sus liturgias exclamaban jubilosos: Marana tha, es decir,
"Ven, Señor" (Apoc 22, 17-20).
Después, por influencia del concepto latino de justicia, se empezó a ver el juicio como una rendición de
cuentas. Ya no evocaba la confianza en el triunfo, sino la angustia y la inseguridad ante la sentencia
incierta.
En el siglo XI se pensaba que la inmensa mayoría de los hombres estaba condenada. San Bernardo no
dudaba en afirmar que eran muy pocos los que se salvaban. Todavía en el siglo XIII, Berthold de
Ratisbona dirá que sólo un uno por cien mil alcanza la salvación. Así, el antiguo día de salvación se fue
transformando en un día de terror, cuya más espeluznante expresión plástica la plasmó Miguel Angel en
la Capilla Sixtina cuando pintó a Cristo con el puño cerrado separando a los buenos de los malos.
Nada tiene de extraño que ante esa imagen, hayamos suprimido el gozoso grito de Marana tha.
Cantidad
Esta clase de números no son simbólicos ni encierran ningún mensaje oculto. Simple y
llanamente se refieren a la cantidad de años, personas o distancia mencionadas en el texto.
En este significado no hay lugar para la confusión: lo que el número dice es lo que quería
decir el autor.
Simbolismo
Un número simbólico es aquel que no indica una cantidad, sino que expresa una idea, un
mensaje distinto de él, que lo supera y lo desborda. No siempre es posible saber por qué tal
número significa "tal" cosa. La asociación entre ambas realidades a veces es desconocida.
Para los occidentales esto es difícil de entender, pero los semitas los usaban con toda
naturalidad para transmitir ideas, mensajes o claves.
La Biblia no explica nunca qué simboliza cada número, pero los estudiosos han llegado a
averiguar algunos de sus simbolismos y han podido aclarar muchos episodios bíblicos.
El número 1 simboliza a Dios, que es único. Por ello indica exclusividad, primado y
excelencia (Mt 19,17 Mt 19,17 Mt 19,6 Jn 10,30 Gál 3,28 Ef 4,5). [1] Es a causa del
pecado que hay división entre el bien y el mal, la vida y la muerte y entre el hombre y la
mujer, pues son una sola carne en el matrimonio. [2]
El número 2 representa al hombre, pues en él hay siempre dualidad, división interior
por culpa del pecado.[1] También significa contraste, la elección decisiva y
sobreabundancia.[2]
El número 3 representa "totalidad", quizá porque 3 son las dimensiones del tiempo:
pasado, presente y futuro (Gn 6,10 Mt 26,34, Is 6,3) [1] y tres las Personas divinas. La
triple repetición de un gesto (1 Re 17,21) o de una palabra (Jer 7,4) marca el énfasis. [2]
El número 4 en la Biblia simboliza el mundo, ya que son 4 los puntos cardinales.
Cuando se dice que en el Paraíso había 4 ríos (Gn 4,10) significa que todo el cosmos
era un Paraíso antes del pecado de Adán y Eva.
El número 5 significa "algunos", "unos cuantos", una cantidad indefinida. Así, se dice
que en la multiplicación de los panes Jesús tomó 5 panes. Que en el mercado se
venden 5 pajarillos por dos monedas.
El número 7 representa la perfección. Por eso Jesús dirá a Pedro que debe perdonar a
su hermano hasta 70 veces 7. También puede expresar la perfección del mal, o el sumo
mal, como cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede
regresar con otros 7 espíritus peores, o cuando el evangelio cuenta que el Señor
expulsó 7 demonios de la Magdalena. El Apocalipsis es el que más lo emplea, 54 veces
para describir simbólicamente las realidades divinas: las 7 Iglesia del Asia, los 7
espíritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleros, los 7 cuernos, etc. La
tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y por eso fijó en 7 los sacramentos,
los dones del Espíritu Santo, las virtudes.
El número 10 tiene un valor que sirve para recordar. Al ser 10 los dedos de las manos,
resulta fácil recordar esta cifra. Por eso figuran como 10 los mandamientos que Yavé
dio a Moisés y 10 las plagas que azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen
sólo 10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y Abraham, aun cuando
sabemos que existieron muchos más.
El número 12 significa "elección". Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel y los 12
profetas menores del Antiguo Testamento. También el Evangelio mencionará 12
apóstoles de Jesús, asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su
disposición (Mt 26,53). El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12
puertas de Jerusalén, 12 ángeles y 12 frutos del árbol de la vida.
El número 40 representa el "cambio", de un período a otro, los años de una
generación. Por eso el diluvio dura 40 días y 40 noches, pues es el cambio hacia una
nueva humanidad. Los israelitas están 40 años en el desierto hasta que cambia la
generación infiel por otra nueva. Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí, y Elías
peregrina otros 40 días hasta allí, a partir de lo cual sus vidas cambiarán. Jesús
ayunará 40 días, porque es el cambio de su vida privada a su vida pública.
El número 1.000 significa multitud (Dan 5,1 Salm 90 1 Rey 3,4 1 Rey 11,3). A veces
este número puede entrar en combinación con otros. Así, en el Apocalipsis dice
simbólicamente que al final del mundo se salvarán 144.000 elegidos, porque es la
combinación de 12x12x1.000, y significan los elegidos del Antiguo Testamento (12), y
los elegidos del Nuevo Testamento (12), en una gran cantidad (x1.000).
San Lucas dice que Jesús eligió a 70 discípulos para enviarlos a todos los lugares y
sitios por donde él tenía que pasar (Lc 10,1). No está dando una cifra real, sino
simbólica, ya que según Gén 10, el total de los pueblos y naciones que existían en el
mundo era 70. Cuando Lucas dice esto, lo que quiso decir es que los mandó para que
el evangelio llegara a todas las naciones del mundo.
En la antigüedad se creía, entre los pescadores, que 153 era el número de peces que
existía en los mares. El mensaje es claro: Jesús vino a salvar a gente de todas las
naciones, razas y pueblos del mundo.
Mensaje
En las lenguas hebrea y griega las letras tienen un valor numérico. El número obtenido con la
combinación de letras se llama gemátrico. En cada cifra podía haber escondida una palabra.
La Biblia trae varios ejemplos de estos números gemátricos.
Mateo separa a los antepasados de Jesús en tres series de 14 generaciones cada una. Pero
esto es imposible, pues Mateo sólo pone tres nombres para cubrir los 430 años de esclavitud
en Egipto. Lo que ocurrió fue que tomó el nombre de David (D=4+V=6+D=4=14), y como se
esperaba que el Mesías fuera descendiente de David, quiso decir que Jesús es el "triple
David", el Mesías, el verdadero descendiente de David.
El más conocido de estos números gemátricos es el famoso 666 en Apocalipsis 13,18. El
mismo libro aclara que se trata de la cifra de un hombre. [1]