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Schlatter JE, V Gerding. 2014. Sitio forestal. In Donoso C, ME González, A Lara eds. Ecología forestal. Bases para el manejo
sustentable y conservación de los bosques nativos de Chile. Valdivia, Chile. Ediciones UACh. p. 309-319.
decidió incorporar el aspecto geográfico al concepto de sitio, definiendo que un sitio tiene
límites, aun cuando estos no sean estrictamente precisos, ya que generalmente los cambios son
paulatinos. Eso sí, la incorporación de límites geográficos tiene como requisito que, dentro de
estos, las condiciones de desarrollo para los vegetales sean homogéneas. Para estos efectos, se
define como homogénea una combinación de factores que forman un ambiente físico tal, cuyos
resultados en cualquier punto de él sean muy cercanos en composición vegetal y productividad.
De esta forma se superan, en gran parte, las dificultades causadas por la alta variabilidad de los
factores de sitio y sus interacciones en la naturaleza. Cuando las diferencias en ese resultado son
mayores a lo que se puede considerar homogéneo, entonces se está en presencia de un sitio
diferente, cuyo ambiente físico es distinto para el desarrollo vegetal.
Los factores que caracterizan un sitio y tienen efecto en la vegetación deben ser
considerados de acuerdo a un orden de importancia para proceder a una clasificación y definición
de sitios, basado en las particularidades del ambiente físico. En el cuadro 10.1 se sintetiza la
jerarquía de los factores a partir de los criterios seleccionados por LAATSCH (1966) y los
trabajos de MOLL et al. (1980) y SCHLATTER (1998).
Cuadro 10.1 Factores físicos del sitio, enumerados en orden de importancia, desde el de mayor al de menor efecto.
1. MACROCLIMA Cantidad de radiación solar o energía solar incidente
Temperaturas media y extremas
Precipitaciones anuales y su distribución (afectadas por la
geomorfología continental y las corrientes marinas)
2. CLIMA LOCAL Exposición a la radiación, al viento y las precipitaciones
Temperaturas media y extremas
Balance hídrico local (afectado por la altitud)
3. SUELO Material de origen del suelo
(Características físicas y estructurales del Profundidad y estructura del perfil del suelo
suelo) Capacidad de agua aprovechable y drenaje
4. ESTADO NUTRITIVO DEL Profundidad del horizonte A
SUELO Contenido de materia orgánica
(Características químicas y nutritivas del Disponibilidad y accesibilidad nutritiva
suelo)
Los factores físicos mencionados son los que caracterizan un determinado sitio y definen,
por una parte, la cantidad de energía solar y de agua que dispondrán las plantas en él y su
distribución en el año; y, por otra, a qué factores limitantes y efectos de disturbio estarán
expuestos. Esto coincide con lo planteado por SMITH et al. (1996), en cuanto a los factores de
importancia para los vegetales. Estos autores indican que el sitio es controlado en su
productividad principalmente por la energía que accede a un lugar, el agua y el anhídrido
carbónico disponibles, así también los nutrientes aprovechables fisiológicamente. También
consideran como factor de importancia los organismos vivos que se hayan establecido en el sitio
y que puedan constituir focos de potenciales daños, pero, como se comentó al principio, este
último deberá considerarse como parte de la biota.
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En Chile, la cantidad de precipitaciones es mayor a medida que el sitio está más al Sur, y
también en esa dirección la distribución pluviométrica mejora en el año. El cuadro 10.2 muestra
las diferencias en el crecimiento causadas al pino de Monterrey (Pinus radiata) por las
diferencias climáticas entre los 33º S y los 37º S, efecto causado principalmente por la
disponibilidad de agua. Se observa el efecto de las menores precipitaciones en la ubicación de
más al Norte (33º S) y el período seco más prolongado a esa latitud en el desarrollo del pino de
Monterrey. Lo anterior es el resultado del efecto del macroclima distinto entre ambas localidades.
Este resultado también lo obtiene GERDING (1991) en su análisis del crecimiento de la especie
en Chile, pero utilizando 70 parcelas, representativas de las plantaciones en Chile Central (33º -
40º30´ S) (figura 10.1)
Cuadro 10.2. Diferencia en el índice de sitio y en el volumen entre dos plantaciones de Pinus radiata de 18 y 19 años
de edad y densidad semejante (1330 y 1380 respectivamente) en climas distintos, Valparaíso y Nacimiento, Chile
(adaptado de DELMASTRO et al., 1981,)
Ubicación geográfica Material de origen del suelo Índice de sitio (altura Volumen ssc
superior a los 20 años) m3 ha-1
Valparaíso Suelos derivados de rocas graníticas 23 m 192
Nacimiento Suelos derivados de rocas graníticas 29 m 417
(Región del Biobío)
biomasa aérea (Mg ha-1 año-1)
Incremento medio anual en
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En climas de menores precipitaciones anuales y con período seco prolongado del Centro-
Norte de Chile la productividad en plantaciones de Pinus radiata es menor, aumentando ésta
hacia el Sur, con un aumento de la oferta de agua (figura 10.1). En este ejemplo la disponibilidad
de agua es más importante que la radiación solar que llega al sitio, pero no porque en general sea
así, sino que el factor agua es más limitante en esta región que el efecto dimensional de la
disminución de la energía solar con la latitud. También se observa, en el rango de variación, que
la productividad del pino de Monterrey logra su máximo en el clima Csb2, característico de Chile
Centro-Sur, representando este a los suelos derivados de sedimentos marinos en la provincia de
Arauco, donde se conjugan suelos fértiles y el clima óptimo (radiación solar alta y temperaturas
moderadas por el efecto marino) para la especie. Las plantaciones de la especie en el clima Csfb1
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son en promedio más productivas, porque los sitios en esta región presentan en general suelos
fértiles y una caída pluviométrica mayor, pero, a pesar de su mayor índice de sitio no logran la
productividad de la provincia de Arauco por una menor cantidad de radiación solar y temperatura
otoñal.
La figura 10.2 muestra el efecto de la fertilidad del suelo, bajo condiciones de un mismo
clima, en el crecimiento del ciprés (Cupressus lusitánica), en un lugar cercano a la ciudad de
Valdivia. En este lugar se pueden diferenciar dos sitios, muy cercanos entre sí. Uno cuyo suelo es
de origen reciente, holocénico, formado por cenizas volcánicas sedimentadas por acción aluvial
en los valles circundante a los ríos (Andisol), y otro con suelo rojo arcilloso (Ultisol),
sedimentado durante un período interglacial. El suelo de cenizas volcánicas presenta textura
principalmente limosa y estructura espaciada, es rico en materia orgánica (12%) y de una
reacción moderadamente ácida (pH agua 5,6). Su capacidad de agua aprovechable es muy alta y
presenta buen drenaje. El suelo rojo arcilloso, como lo dice el nombre, es rico en arcilla, de
estructura más cerrada, pero con suficiente porosidad para asegurar un drenaje suficiente, aunque
moderado a lento. El contenido de materia orgánica es mucho menor (4%) que el suelo anterior y
su reacción es fuertemente ácida (pH agua 4,6), con niveles moderados a altos de actividad de
aluminio. Su capacidad de agua aprovechable es moderada.
18 – 20
m
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Datos medidos por el autor en el año 2000.
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Las especies vegetales que aparecen en un sitio han logrado establecerse en él luego de un
paulatino proceso de adaptación y, a través de su respuesta ecológica particular, han logrado
sobrevivir en competencia con otras. Aun así, las especies que se han adaptado naturalmente al
sitio, lo están ocupando temporalmente y no pertenecen estrictamente a él, sino que pueden ser
eliminadas o desplazadas por procesos naturales o por el hombre (SMITH et al., 1996). Por
ejemplo, a escala geológica, entre períodos glaciales e interglaciales, las especies deben migrar a
medida que cambian las condiciones del ambiente físico, especialmente en cuanto a la
temperatura, como queda demostrado en los análisis sobre cambios de cubierta vegetal en la
historia geológica de Norteamérica (BARNES et al., 1998). En Chile, el período holocénico
actual, más cálido, que siguió al último período glacial, provocó que muchas especies en el país
hayan migrando hacia el Sur y a mayor elevación, con el aumento de las temperaturas en la
Tierra. Es posible que algunas de las especies presentes actualmente en un sitio lo hayan ocupado
desde el inicio del proceso de colonización vegetal post-glacial y se desarrollaron de tal forma
(mutaron) que aseguran su permanencia en el lugar, pasando a ser simbólicas o partes del sitio.
Otras han llegado a él a medida que el ambiente físico y sus propios medios de propagación lo
han permitido. Sin embargo, al considerar un período menor de tiempo como, por ejemplo,
algunas generaciones humanas, estos cambios en la composición florística del sitio prácticamente
no son perceptibles. De aquí que la composición florística sea, en este último caso, una variable
útil para caracterizar al sitio. Una mayor precisión en esa caracterización se logra, sin embargo,
cuando se consideran variables cuantitativas de su desarrollo. Sitios, cuyas especies integrantes
logran una mayor dimensión en su desarrollo, representan en general mejores calidades de sitio o
mayor productividad.
La calidad de sitio es el resultado de la interacción de los factores clima y suelo que
caracterizan un sitio determinado, con la especie o grupo de especies que estén
establecidas en él, medido en términos de desarrollo o productividad.
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ESPECIES TOLERANTES
ESPECIES INTOLERANTES
Figura 10.3 Esquemas del
comportamiento de
especies en condiciones
de competencia
(respuesta ecológica),
frente a su respuesta
fisiológica o potencial genético.
La fila 2 (figura 10.3) muestra ejemplos de especies menos tolerantes, que han sido
desplazadas a sitios que las desfavorecen dentro de su rango fisiológico, tanto a sitios más secos o
más húmedos. En estado de competencia, las especies más intolerantes ocupan una extensión
geográfica y logran un óptimo fisiológico que no representan todo su potencial. A menudo
existen especies intolerantes, que se presentan naturalmente como formación pura, pero que
dentro de su amplitud ecológica no han podido alcanzar su óptimo fisiológico, al estar limitadas a
sitios de menor calidad, por la competencia de especies más tolerantes o agresivas. El caso más
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típico es el del pino de Monterrey (Pinus radiata), que se presenta en pocas localidades de la
costa del estado de California, Norteamérica (ver figura 10.2, 2a), pero que plantada en otros
países de clima similar, ha mostrado una gran plasticidad y mejor rendimiento. Especies
características en Chile muestran una respuesta parecida, como son el ciprés de la cordillera
(Austrocedrus chilensis) (2a), y el ciprés de Las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum) (2d). El
ciprés de la cordillera puede competir en sitios de mayor elevación, alta radiación, de prolongado
período seco y con suelos de baja retención de agua, pero permeables, encontrándose en Chile
limitado a zonas altas de la Cordillera de Los Andes, entre los 33º-40º S. El ciprés de Las
Guaitecas sobrevive en el Sur en sitios con suelos con alto nivel freático, pero de agua en
movimiento; así, esta especie ha sido desplazada por otras especies desde suelos menos
saturados.
La fila 3 (figura 10.3) muestra a especies intolerantes, pero de alta plasticidad, que han
sido desplazadas a sitios ya sean muy secos o muy húmedos, donde otras especies no pueden
prosperar. En Chile este es el caso del ñirre (Nothofagus antarctica) (35º-55º30´ S) (3a), el que
puede sobrevivir en situaciones extremas para las especies arbóreas. En su versión seca, se
presenta en elevaciones altas, correspondientes al límite arbóreo, con períodos secos en verano y
suelos de baja retención de agua, así también en la estepa patagónica, en el límite pluviométrico
para el desarrollo de especies arbóreas, frecuentemente favorecida en piedemontes con presencia
de napa freática. En su versión húmeda aparece en pequeñas islas, terrenos más elevados, dentro
de áreas con suelos de turba; en vegas húmedas de valles con heladas frecuentes y en suelos ñadi,
delgados, saturados de agua en invierno y primavera, y secos en verano, donde otras especies más
exigentes no pueden sobrevivir.
También pueden esperarse respuestas fisiológicas distintas, con un óptimo fisiológico
diferente, en especies cercanas, o entre procedencias de una misma especie (variedad, raza
geográfica). Uno de los ejemplos más conocidos es el del pino de Oregón (Pseudotsuga
menziesii), que presenta una extensa superficie geográfica en el Oeste de Norteamérica, y de la
cual se conocen al menos tres razas geográficas (JAHN, 1954). La evaluación de la calidad de
sitio, en consecuencia, por esta respuesta distinta a las condiciones ambientales entre las especies
o sus procedencias, no es conveniente aplicarla en forma comparativa con cualquiera de ellas,
sino que es necesario hacerlo por separado, por especie y por aquellas razas geográficas que
muestren una respuesta fisiológica diferente.
En la figura 10.4 se esquematiza la respuesta fisiológica de tres especies chilenas del
género Nothofagus. El roble (Nothofagus obliqua) presenta una distribución que se inicia más al
Norte, debido a su mayor resistencia a períodos secos prolongados y a preferir sitios más
temperados. Sin embargo, esta especie presenta procedencias diferentes en su región Norte,
comparada con aquellas del Sur. Entre los 33º S y los 36º30´ S es una especie más resistente a
períodos secos largos y presenta adaptaciones fisiológicas a estas condiciones climáticas.
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En cambio, al Sur de los 36º30´ S y hasta los 40º30´ S es una especie menos coriácea,
pero exigente en suelos de buen drenaje (DONOSO, 1981). El coigüe (Nothofagus dombeyi),
especie siempreverde, a diferencia del roble, requiere sitios con mayor oferta de humedad.
Ambas especies presentan así óptimos fisiológicos distintos, aunque relativamente cercanos en
latitud: en el Sur los suelos son más profundos, existe una alta caída pluviométrica, sin un
marcado período seco, y la energía solar aun es abundante entre los 39 – 41º S. El coigüe de
Chiloé (Nothofagus nitida), al contrario, se extiende en un rango climático de menor temperatura
y aun más humedad, donde esta especie es más competitiva, presentando un óptimo desarrollo a
una mayor latitud.
La respuesta de cada especie a un sitio determinado es distinta a la de otras, lo que impide
utilizarlas en forma indistinta para evaluar su calidad. En consecuencia, cada especie debe ser
evaluada por separado de otras y ser relacionada en forma particular a los ambientes en los que se
presenta o en los cuales se desea establecer.
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suelo, conservación de la vida silvestre que los habita y la biodiversidad, valoración estética y
para recreación, así como la mantención de los procesos dinámicos propios del sitio.
La complejidad anterior muestra que, en realidad, para ecosistemas boscosos, sólo se
puede lograr una estimación, de distinta aproximación, de la calidad de sitio, ya que existe una
interacción de muchos factores físicos que son interdependientes entre ellos. Por eso, un análisis
con base en una regresión simple, no puede lograr más que una primera aproximación a la
explicación de la relación causa-efecto, entre ambiente y resultado. Sin embargo, la
determinación de las diferencias en productividad forestal, o composición florística, es de gran
importancia en ecología y para el manejo forestal, debiéndose recurrir a métodos que entreguen
una buena estimación de la calidad de sitio. La medición actual de la productividad o de la
composición del ecosistema es, además, sólo una observación en un momento de su desarrollo.
Por eso, según BARNES et al. (1998), es mejor contar con registros a largo plazo de los cambios
que experimenta la biota. De aquí que debe tenerse cuidado de seleccionar bien el momento de
evaluar al bosque, requiriendo que éste haya logrado pleno desarrollo y una condición de estado
de equilibrio o “steady state”, o que al menos su estado actual sea representativo de lo que
realmente se puede obtener en un particular ecosistema, o un tipo forestal específico, para una
determinada combinación de factores físicos.
En bosques complejos, la evaluación de la calidad de sitio presenta altas exigencias y
requiere estrategias distintas de acuerdo al objetivo que se quiere lograr. La evaluación, en
términos de productividad, demanda mayor esfuerzo y el método más completo para medirla es la
determinación directa de la producción de biomasa. Es decir, cuantificar toda la sustancia
orgánica formada a través del proceso de fotosíntesis, expresada en materia seca. A través de este
método, lo que debe medirse para evaluar la calidad del sitio es toda la materia vegetal viva
(producción primaria neta), en un momento determinado. Sin embargo, los procesos de
determinación de la biomasa son exigentes en tiempo y recursos, ya que deben inventariarse
todos los componentes vegetales y aplicarse un muestreo estadístico representativo de la
población, para obtener así los datos de cada componente expresados en materia seca por
hectárea (eliminando el agua, por su alta variación entre los tejidos componentes).
El método de determinación de la biomasa (materia seca), tiene la ventaja que entrega
valores independientes de la composición florística del ecosistema y facilita así la comparación
de la capacidad productiva entre ecosistemas diferentes. Sin embargo, presenta limitaciones como
las siguientes: requiere ecosistemas con desarrollo pleno, o al menos de igual edad; estos deben
presentar densidad completa, es decir, una cobertura del suelo similar; exige un mayor análisis y
por lo tanto tiene un mayor costo. Por el motivo anterior es que se han creado métodos menos
costosos para evaluar la productividad y especialmente cuando se desea sólo una primera
apreciación. Para este último caso existen muchos métodos indirectos que permiten estimar el
potencial productivo de un sitio y que se nombran a continuación:
Altura superior de los árboles a una determinada edad (100 – 200 árboles más altos por
hectárea), conocido como el índice de sitio, método suficientemente sensible para obtener
una buena aproximación de la productividad. Esta, sin embargo, presenta un grado de
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error, ya que si bien la altura presenta correlación significativa con el volumen, ésta no es
estrecha.
Altura del árbol del diámetro medio del sitio, definido luego de haber efectuado un
inventario con datos de densidad (Nº árboles ha-1) y la medición del diámetro (DAP =
diámetro a la altura del pecho) de los árboles dominantes y codominantes. Menos preciso
que el anterior pero de más rápida obtención.
La altura y el diámetro de los árboles de mayores dimensiones en el bosque. Método
práctico para bosques complejos.
Incremento en altura durante un período determinado de su desarrollo, generalmente
coincidente con aquel que representa su máximo crecimiento, después que los árboles se
hayan establecido y superado la competencia de otras especies en el sitio. Puede medirse
en verticilos determinados o a través de análisis fustal.
El área basal acumulada por los árboles mayores a 5 cm de diámetro, obtenible con un
inventario.
El área basal media del árbol promedio. Simplificación del anterior.
El volumen de madera comercial, o hasta un diámetro límite del tronco. Requiere de
inventarios que midan todos los diámetros de los árboles, superiores a 5 cm, y de
suficientes alturas representativas de los rangos diamétricos previstos en la tabla de rodal.
Además debe determinarse el factor de forma de los troncos, para el ajuste volumétrico.
El volumen del árbol medio (del árbol de área basal media). Simplificación del anterior.
Estos métodos, para evaluar la productividad de sitio (tratados con mayor detalle en
PRODAN et al. 1997), deben, necesariamente, ser aplicados sólo a un tipo vegetal o forestal
determinado, ya que, como se mencionó en el sub-capítulo 10.2, las especies, incluso sus
procedencias, responden en forma distinta a sitios diferentes, como se comprobó en Chile para las
especies pino de Monterrey y pino de Oregón (CONTRERAS et al., 1982). Se limita, entonces, la
evaluación de la productividad a sólo una especie o procedencia, dependiendo cuál sea el caso.
Comúnmente se utilizan indicadores suficientemente precisos para evaluar si el sitio tiene más o
menos calidad para una especie o una combinación de especies en particular. Así, por ejemplo,
está demostrado que el índice de sitio es un buen indicador para orientar sobre qué sitios
favorecen a una especie, sin embargo, de mayor precisión sería un índice de productividad
(biomasa o volumen), ya que se ha comprobado que para semejante índice de sitio puede existir
diferente producción en volumen (COX, 1982; GERDING, 1991).
Los datos así obtenidos son importantes para precisar la productividad o calidad de los
sitios para un tipo de bosque o una especie en particular. En ecosistemas complejos pueden
adicionarse otros aspectos, como la riqueza y exuberancia de la vegetación, es decir, el número
de especies y la frecuencia de individuos presentes en el sitio. Entonces, mientras mayor sea el
número de estratos y especies vegetales presentes, mayor será la productividad del sitio. También
se recurre a la permanencia de la capacidad productiva en el tiempo, es decir, si un sitio mantiene
su ritmo productivo en el tiempo, sin decaer, entonces se considera de mejor calidad que otro en
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el cual decae la productividad en el tiempo. Esto último es muy común aplicarlo en la agricultura,
por los ciclos más breves de sus cultivos. Sin embargo, en el sector forestal se hace poco práctico,
ya que entra en el largo plazo, estando expuesto a cambios ambientales y de composición
específica del bosque, dependiendo del tipo de manejo y los efectos de un posible cambio
climático.
La determinación de la calidad de sitio es fundamental ya que determina el tipo y la
magnitud de los desafíos y oportunidades que se le presentan al profesional para el manejo del
bosque, siendo requisito para tomar decisiones válidas en su gestión (DANIEL et. al 1982). Todo
lo que se efectúa en el bosque debe basarse en el conocimiento de la capacidad y las limitaciones
del sitio en el que deben crecer los árboles (SMITH et al., 1996).
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físicos del suelo como: profundidad arraigable, capacidad de agua aprovechable y drenaje
interno, este último dependiente de cambios en la topografía local.
La clasificación de sitios en la escuela productivista, por otra parte, se concentra más en el
resultado productivo, es decir, le interesa medir la producción de madera en estos ecosistemas o
en cualquier tipo de plantación forestal. El mayor interés es la evaluación del volumen que logran
los individuos en el sitio, o bien todos los individuos en una unidad de superficie, generalmente
expresado por hectárea. Este método requiere, sin embargo, de la existencia de bosques (naturales
o de plantación) con la especie de interés, que estén bajo un mismo esquema de manejo y que
hayan logrado parte importante de su desarrollo, de tal manera que el efecto de los primeros años
de establecimiento y la simultánea competencia de malezas se haya superado durante un período
suficiente, para que los árboles puedan reflejar el efecto propio del sitio. Para superar estas
limitaciones en su determinación, se recurre generalmente a índices, como expresión cuantitativa
de la calidad de sitio, siendo el más común de ellos el índice de sitio, basado en la altura que
logran los árboles de mejor desarrollo del bosque, medida a una edad clave (PRODAN et al.,
1997).
Una alternativa a los métodos nombrados, para clasificar y distinguir sitios, es la que se
fundamenta en los factores del clima y del suelo, en el orden de importancia como fueron citados
en el cuadro 10.1. Este método podría ser parte del método ambiental, como lo nombran
DANIEL et al. (1982), entre las alternativas de la evaluación indirecta de la calidad de sitio.
Requiere, para ser efectivo, del conocimiento previo de la relación causa – efecto entre los
factores físicos y el desenvolvimiento de los vegetales (SCHLATTER et al., 1995a), y se
fundamenta en numerosas experiencias obtenidas al respecto en Europa. La ventaja de este
método es que con el conocimiento de esa relación causal la clasificación puede aplicarse en un
territorio sin depender de la presencia de vegetación (SCHLATTER et al., 1995b; SCHLATTER,
1998), y en Chile no existe alternativa para extensos terrenos, al haber sido remplazada o
devastada la cubierta vegetal nativa. En este contexto debe subrayarse que el clima es el factor
más determinante en la selección de las especies vegetales. Si una especie presenta una respuesta
fisiológica que puede adaptarse a un clima particular, entonces tiene opción real de establecerse
en un determinado sitio. En cambio, si el suelo es fértil (ver capítulo de suelos) y no presenta
limitaciones mayores, este no es obstáculo para ningún tipo de especie. Sin embargo, si el suelo
no retiene el agua suficiente, relacionado a un clima con período seco, o no presenta un drenaje
que permita su adecuada oxigenación y de las raíces, o ha evolucionado a condiciones químicas
desfavorables, entonces será muy selectivo.
El último método mencionado requiere, para su aplicación, del conocimiento
autoecológico de las especies forestales, para relacionar sus requerimientos ambientales con los
sitios diferenciados en un ordenamiento territorial o clasificación de sitios. El conocimiento
preciso de la autoecología de las especies forestales, incluidas en él las características y
propiedades del suelo que favorecen o limitan a esas especies, es fundamental para lograr una
selección y proyección certera de las especies forestales en determinada zona geográfica, así
también para proyectar su probable desarrollo en ésta. Por este intermedio, la clasificación de
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sitios según los factores físicos y el conocimiento de los requerimientos de sitio de las especies
forestales, facilita el entendimiento de la relación causa - efecto entre ambos elementos.
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