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Ser martiano y fidelista ha sido, para mí, el único modo de ser feliz
Palabras del Dr. Armando Hart Dávalos con motivo de su elección como figura homenajeada de la 26 Feria Internacional del
Libro. Exclusiva para JR
Publicado: Viernes 10 febrero 2017 | 10:38:13 pm. Updated: Viernes 22 septiembre 2017 | 12:32:44 am.
Autor:
Armando Hart Dávalos
digital@juventudrebelde.cu
Desde que tengo uso de razón y a lo largo de mi vida, una de las cosas
que más disfruté fue trabajar con la Política y con las ideas, y eso
siempre me hizo muy dichoso. Me he sentido muy honrado de poder
ejercer el oficio de político al modo revolucionario, porque he sido y
soy un político, que se ha orientado por la tradición de Martí y por el
genio político de Fidel, a quien me uní en la razón y los sentimientos,
desde que lo conocí, cuando era un estudiante universitario a fines de
la década del 40 y comienzos de la del 50 del pasado siglo.
Siempre he afirmado que no soy escritor, soy acaso un hablador, que
ha hablado mucho y desearía seguir hablando mucho, aunque, desde
luego, también escribo, y siempre que escribo, lo que tengo presente
son las realidades políticas que debo enfrentar. Nunca me ha movido
un afán especulativo, sino conocer y abordar situaciones concretas y
sigo trabajando, porque yo no me voy a cansar.
A estas alturas, con certeza les puedo afirmar que si mis papeles valen
para algo, es porque mi vida ha estado dividida en dos etapas
fundamentales: antes y después de conocer a Fidel. No olvidemos que
he formado parte de una Generación que irrumpió en la vida política
de nuestro país tras la búsqueda de la justicia para todos, por lo que
muy particularmente para mí todo comenzó como una cuestión de Ver Más
carácter moral.
Armando Hart en la apertura de la 26 Feria Internacional del Libro. Autor: Abel Rojas
Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:49 pm
Recuerdo que los sucesos del 10 de marzo de 1952 marcaron un
momento decisivo en ese rumbo que nos condujo a ambos a encontrarnos en una estrecha comunidad de ideas y fueron ensanchándose poco
a poco en la medida en que se percataba —junto a otros valiosos compañeros en medio de la insurrección— de haber encontrado, finalmente,
el liderazgo ético que por tanto tiempo habíamos buscado afanosamente, en un país que en esos momentos se debatía entre el desconcierto y
la frustración.
El 26 de julio de 1953 fue para mí la confirmación heroica de todas aquellas ideas y elevó ante nosotros la figura de Fidel y de los aguerridos
jóvenes que lo acompañaron a «tomar el cielo por asalto». Esos eran, definitivamente, el líder y el movimiento al que aspirábamos, el que Cuba
necesitaba y dentro del cual valdrían la pena los mayores sacrificios, incluidos el de entregar la vida misma a la causa de la libertad y la justicia
para el pueblo cubano.
Sin embargo, todavía estaba muy lejos de imaginar lo que el destino y la lucha me deparaban al respecto, e incluso entonces, no podía suponer
que Fidel sería capaz de llegar a ser la figura central, el organizador y el jefe de la Generación del Centenario, trascendiendo, incluso, nuestras
fronteras nacionales y proyectándose hacia América Latina, el Caribe y el resto del mundo.
Pero no podía ser de otra manera, porque ese hombre que concibió, encabezó y ha defendido inteligentemente y sin vacilación alguna la obra
gigantesca de la Revolución Cubana, estaba llamado a ser —en el convulso universo de hoy— un elevadísimo y poco común ejemplo de ética,
cultura, seguridad, experiencia y firmeza de principios: todo ello en una sola pieza.
Para mí, en lo personal, como para todo el pueblo cubano y los demás pueblos que luchan contra la injusticia y la barbarie, es motivo de
legítimo orgullo, haberlo conocido, seguido y acompañado, aprendiendo de sus decisiones y sus orientaciones oportunas y acertadas, desde la
segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Y si tuviera que resumir cuál es —a mi juicio— su rasgo más característico, diría que es su pensamiento
ético. El que demostró y puso a prueba en los momentos más difíciles, desde los tiempos del Moncada, hasta que se convirtió en la fuerza
esencial de la Revolución.
No olvidaré jamás que Fidel, fue ese hombre bueno y con decoro, que llevó a José Martí en la mente y en el corazón toda la vida y fue su mejor y
más aventajado discípulo y continuador; porque enriqueció como nadie sus ideas, con el conocimiento y las vivencias de la práctica política y
Fidel, fue también, el hombre que llevó en su privilegiada conciencia toda la ética y sabiduría política que faltó en el siglo XX.
Les puedo afirmar que en mis papeles no he tenido que aclarar o suprimir nada esencial, y encuentro que tienen hoy mayor vigencia e interés
político que incluso cuando los escribí originalmente.
Acepto de buen grado la difusión de mis papeles, y se lo agradezco también a esta Feria del Libro, porque ello constituye para mí un deber, en
primer lugar en homenaje a tantas y tantas gentes que han estado presentes en el corazón de la patria y en su genuina defensa desde aquella
década del 50, cargada de espiritualidad.
Cuando la política se toma en serio hay que asumir las coyunturas y situarse por encima de sus contingencias menores. Debe poseerse una
inmensa serenidad y paciencia para enfrentarla con éxito. ¡Qué difícil resulta muchas veces!...
La Revolución cubana fue la primera de inspiración socialista que triunfó en Occidente; la proeza es mayor cuando se toma en cuenta que en los
casi 60 años transcurridos desde entonces, estuvieron marcados por el declive del socialismo en Europa Oriental y en la URSS. Me hice fidelista,
porque Fidel ha sido capaz de defender y materializar con dignidad y talento los paradigmas éticos y democráticos revelados en esa tradición
patriótica. Más de seis décadas completas, contadas desde el Moncada hasta hoy, no se borrarán jamás de la historia de Cuba, América y el
mundo. La Revolución cubana significó un aldabonazo en la conciencia universal.
Es esta la lección más importante que me ha dejado la Revolución de Fidel y es la que me ha deseado subrayarles a ustedes, a propósito del
gran honor que han dispensado, con el que renuevo y reitero mi más sincero agradecimiento al Comité Organizador de la Feria y a los colectivos
de las eficientes editoriales del Instituto Cubano del Libro con las que ya estoy trabajando, como el soldado que seguiré siendo de las ideas de
Martí y de Fidel.
Muchas gracias.
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