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«Mi farò prete! La cosa ebbe per lui conseguenze: lo studio, la pietà, i pensieri,
il comportamento, persino le recreazioni si orientarono in tale direzione […]
Da quel giorno, ogni cosa rafforzava in lui tale decisione.»1
Sus estudios desde la escuela elemental, pasando por la escuela media estuvieron
orientados al futuro sacerdocio. Es así como en el otoño de 1896, ante la insistencia de
su madre (Teresa Alloco) y por consejo de su párroco Don G.B. Mortesino, su padre
Don Miguel accede a dar el permiso para que Giácomo entre en el seminario menor de
Bra, aun cuando Cherasco pertenecía a la diócesis de Alba pero la distancia era un
obstáculo que les hizo decantarse por aquella otra opción, al quedar Bra a unos pocos
kilómetros de su casa.
Es así como su párroco, a la sazón, muy amigo del párroco de sant'Andrea di Bra
(quien era por derecho el rector del seminario), hizo las gestiones para que el muchacho
querasqués fuera fácilmente aceptado en el seminario braidés, en razón de la
conveniente cercanía que facilitaba que su familia le llevara un complemento a los
escasos alimentos del seminario y le lavara o remendara la ropa, para así disminuir los
gastos de sus estudios.
Jugaba sí, pero no participaba de los juegos violentos o ruidosos, o los que se
fundaran en la agilidad, velocidad, juegos de pelota, etc, a los cuales prefería asistir
como espectador debido a su cuerpo debilitado por la enfermedad, que le daban a su
cuerpo un aspecto de estacamiento o pesadez, como si tuviera las rodillas de concreto
armado. Para el sólo contaban las competencias del espíritu, fundadas en la fuerza de su
inteligencia, razonamiento, audacia e inventiva. Estos juegos sí que lo entusiasmaban.
Se hacía notar especialmente por la piedad y por su presencia más frecuente que los
otros en la capilla. Durante los tres meses de vacaciones anuales ayudaba en el cuidado
de las muchas colmenas que tenía la familia.
Durante estos años cultivó un interés por las misiones y las vidas de los grandes
misioneros, manifestado en la lectura de las publicaciones Misioneras Salesianas, las del
Instituto de la Consolata y con su inscripción en la Obra de la Propagación de la fe y la
Santa Infancia, con el pago de la respectiva cuota. Incluso, expresó su deseo de unirse a
las misiones en senda carta que envió a los Padres Blancos de Cartago, y como no
estaba seguro de expresarse suficientemente bien en francés, les escribió en latín,
recibiendo como respuesta que buscara la sede del instituto en Roma, cuya dirección se
le enviaba.