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SOCIEDAD DE SAN PABLO

Postulantado Paulino 2020-2021


Materia: Estudios Alberionianos Evaluación: Tema I
Maestro: Hno. Bernardo Vittorio Favaretto, ssp Fecha: 10-02-2021
Alumno: Asp. Andrés Eloy De Moya Gutiérrez – C.I. V- 17.270.748

COMPLEMENTO DE LA SÍNTESIS HISTORIOGRÁFICA 1884-1896:


EL SEMINARISTA ALBERIONE EN BRA(*)

«Mi farò prete! La cosa ebbe per lui conseguenze: lo studio, la pietà, i pensieri,
il comportamento, persino le recreazioni si orientarono in tale direzione […]
Da quel giorno, ogni cosa rafforzava in lui tale decisione.»1

Sus estudios desde la escuela elemental, pasando por la escuela media estuvieron
orientados al futuro sacerdocio. Es así como en el otoño de 1896, ante la insistencia de
su madre (Teresa Alloco) y por consejo de su párroco Don G.B. Mortesino, su padre
Don Miguel accede a dar el permiso para que Giácomo entre en el seminario menor de
Bra, aun cuando Cherasco pertenecía a la diócesis de Alba pero la distancia era un
obstáculo que les hizo decantarse por aquella otra opción, al quedar Bra a unos pocos
kilómetros de su casa.

Es así como su párroco, a la sazón, muy amigo del párroco de sant'Andrea di Bra
(quien era por derecho el rector del seminario), hizo las gestiones para que el muchacho
querasqués fuera fácilmente aceptado en el seminario braidés, en razón de la
conveniente cercanía que facilitaba que su familia le llevara un complemento a los
escasos alimentos del seminario y le lavara o remendara la ropa, para así disminuir los
gastos de sus estudios.

Don Giácomo entonces es inscrito el 25 de octubre de aquel año (domingo 22º


después de pentecostés) para cursar el año escolástico 1896-1897 que contaba con 7
secciones, a saber: cuarto y quinto de escuela elemental y los cinco cursos de corso
ginnasiali equivalentes a nuestro liceo, con una plantilla total de 169 alumnos de los
cuales Giacomino es el No. 156. Es probable —según refiere el autor— que su padre le
haya acompañado en este momento tan trascendental, ora porque era un día de fiesta,
ora para imponerse personalmente acerca del lugar y pagar las doce liras de entrada
(suma fijada indistintamente para todos los alumnos), u ora para presentarlo con el
1
(*) Trabajo efectuado a partir de lo recogido por Barbero, G., Il Sacerdote Giacomo Alberione un uomo-
un´idea, Società San Paolo, Roma, 1991, p. 84, y Rolfo, L., Don Alberione Appuntti per una biografia, Ed.
Paoline, Alba 1974, pp. 28-32.
Tomado de Abundantes Divitiæ No. 9-10
rector y llegar a un acuerdo con el ecónomo del seminario Don Doménico Bruno (quien
encomiablemente sirvió en este cargo por más de veinte años). Aun cuando una renta
mensual de veinte liras era en verdad modesta por el pago del seminario, representaba
para el padre un considerable sacrificio que al pequeño Don Giácomo no le era
indiferente. Es de esperarse que ambos, papá e hijo, se llevaran una impresión de
magnificencia, serenidad, fuerza y orden ante aquel soberbio y centenario edificio,
majestuoso con sus aulas escolásticas, capilla, refectorio, etc.

En los apuntes autobiográficos de Don Alberione no se menciona este breve


período de su vida, sino que se han recogido testimonios coincidentes que recogen,
entre otros datos, que era un muchacho respetuoso del horario y la disciplina, que atraía
sobre sí la atención de sus compañeros y maestros por ser ejemplar en su aplicación y
seriedad para el estudio, con la cual buscaba tener éxito en todas las materias. Amado
por su su comportamiento digno, de naturaleza pacífica, calma, estoica, su rostro
siempre sereno y su increíble resistencia al dolor, que también le caracterizaría durante
su vejez cuando una dolorosa artritis le ocasionara la deformación y cambio de posición
de la espina dorsal.

Jugaba sí, pero no participaba de los juegos violentos o ruidosos, o los que se
fundaran en la agilidad, velocidad, juegos de pelota, etc, a los cuales prefería asistir
como espectador debido a su cuerpo debilitado por la enfermedad, que le daban a su
cuerpo un aspecto de estacamiento o pesadez, como si tuviera las rodillas de concreto
armado. Para el sólo contaban las competencias del espíritu, fundadas en la fuerza de su
inteligencia, razonamiento, audacia e inventiva. Estos juegos sí que lo entusiasmaban.
Se hacía notar especialmente por la piedad y por su presencia más frecuente que los
otros en la capilla. Durante los tres meses de vacaciones anuales ayudaba en el cuidado
de las muchas colmenas que tenía la familia.

Durante estos años cultivó un interés por las misiones y las vidas de los grandes
misioneros, manifestado en la lectura de las publicaciones Misioneras Salesianas, las del
Instituto de la Consolata y con su inscripción en la Obra de la Propagación de la fe y la
Santa Infancia, con el pago de la respectiva cuota. Incluso, expresó su deseo de unirse a
las misiones en senda carta que envió a los Padres Blancos de Cartago, y como no
estaba seguro de expresarse suficientemente bien en francés, les escribió en latín,
recibiendo como respuesta que buscara la sede del instituto en Roma, cuya dirección se
le enviaba.

Así transcurrieron los estudios del segundo al quinto año de ginnasio,


empezando este último el 07 de abril de 1900 sin concluirlo. No hay información acerca
de la causa de esta brusca interrupción en sus estudios pero existen varias hipótesis:
crisis personal de la adolescencia, desengaños sobre algunos sueños de grandeza, algún
problema relacionado a la posesión de algún libro prohibido adquirido de contrabando
que le estuviera gurdando a algún compañero, sobre masonería, socialismo o
librepensamiento.

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