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Texto Argumentativo: Ensayo

 La consigna de la profe de Lengua Lorna Benaventos a sus alumnos de 6to Informática


fue: Dentro del tema Texto Argumentativo, escribir un ensayo -previo aprendizaje de
qué es y cómo se elabora- sobre el tema Dictadura cívico-militar en Argentina (1976-
1983). La tesis planteada podía abordar cualquier subtema.

Este es el trabajo realizado por Jazmín Báez. Les aconsejamos que se tomen el tiempo de leerlo
completo, no tiene desperdicios.

EL BIBLIOCAUSTO ARGENTINO
Quema de libros durante la última dictadura militar
La última dictadura militar padecida por Argentina es sin duda la más
memorable razón por la que en la actualidad debemos apreciar la posibilidad
de vivir en democracia por más imperfecciones que ésta tenga. Dentro del
terrorismo de Estado, la quema de libros masiva llevada a cabo durante la
misma significó un fin a la libertad de las mentes argentinas. La política cultural
y educativa aplicada sentenció a muerte la facultad humana de razonar y a la
creación de pensamientos libres de todas las víctimas de esos años oscuros.
Wikipedia define la quema de libros como “la práctica, generalmente promovida
por autoridades políticas o religiosas, de destruir libros u otro material escrito;
está vinculada al fanatismo ideológico y suele acompañar a muchos conflictos
bélicos. La práctica generalmente es pública y está motivada por objeciones
morales, políticas o religiosas, al material publicado.” Quemar libros ha sido
históricamente un método aplicado por autoridades para terminar con ideas
que fueran en contra de las suyas, buscando eliminar ideologías consideradas
inmorales, desatando guerras y conflictos, atentando con los derechos
humanos que se nos conceden por el simple hecho de ser personas,
destruyendo años de literatura y cultura. Cada libro tiene el poder de dejar una
idea en la mente de una persona, por lo que son usados para la enseñanza y
formación de las personas. Si bien las sociedades necesitan autoridades que
ordenen un territorio, es importante que los ciudadanos tengan la libertad de
establecer el límite de las acciones de las mismas sobre un territorio. El
establecimiento de un régimen ideológico excesivamente controlador y
censurador en un territorio llevó a que su obsesión por tener el poder atente
con la cultura de los habitantes de un país. Por lo general estas autoridades
consideran que libros de autores con ideologías diferentes, o quizás
simplemente libros de poesía exponen a la juventud al peligro de conocer una
realidad diferente contraria a la establecida que es considerada incorrecta.
Lamentablemente en la historia de la humanidad ocurrieron numerosos casos
de este tipo en los que dirigentes de un territorio acudieron a la quema de
libros. Fue un método de limpiar la mente de las personas para someterlos y
encerrarlos en una sola idea, reprimiéndolos de conocer un mundo diferente a
través de la magia que ocurre en la unión de palabras dentro de un libro.
En el marco de la política represiva del ’76 en Argentina, este acto fue para el
proceso una práctica purificadora del ser nacional. Los militares consideraban
como subversivo a toda idea que fuera en contra de sus principios y creían que

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los subversivos usaban medios como la prensa, las canciones de protesta, las
historietas, el cine, el folclore, la literatura, la cátedra universitaria, la religión
entre otros para obtener sus objetivos. Así, buscaron eliminar a las fuentes que
ellos consideraban peligrosas para la juventud argentina por exponerlos a
nuevas ideas. Los libros considerados subversivos contenían ideologías de
izquierda, peronistas, socialistas, marxistas, entre otras. Sin embargo, a
medida que avanzaba el control, se fueron descartando más libros de carácter
literario y poético ¿Por qué? Sinceramente no lo entiendo. Si el objetivo era
proteger al país de una revolución comunista, ¿era necesario aniquilar años de
cultura argentina quemando libros de poesía o folclore? ¿Era necesario torturar
a los argentinos por poseer un libro de poesía? ¿Salir a la calle y ser
secuestrado por estar leyendo una historieta? ¡Qué locura! Comenzaron
eliminando libros y terminaron eliminando personas, cometiendo un genocidio.
¿Cómo es posible que los argentinos hayamos tenido que tolerar semejante
masacre? El abuso del poder llevó a la muerte y desaparición de inocentes que
simplemente eran obreros o iban a la universidad. Creían que prohibir algo tan
enriquecedor como la lectura terminaría con esas ideas y el país quedaría
limpio, hoy tenemos miles de víctimas argentinas que aún recuerdan este
episodio de terror con mucha tristeza.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que no solo los militares tuvieron la
culpa de lo sucedido. Las guerrillas, dentro de las cuales se encontraban: FAR
(Fuerzas Armadas Revolucionarias), ERP- (Ejército Revolucionario del Pueblo),
FAP (Fuerzas Armadas “Peronistas”), Montoneros y FAG (Fuerzas Armadas
Guerrilleras), fueron las que levantaron la furia de los militares al querer
establecer un Estado comunista en el país de la misma forma en que los
militares obtuvieron el poder, hiriendo inocentes y pasando por encima del
derecho de todos los argentinos. Estos grupos tenían como principal objetivo
llegar al poder a través de la “lucha revolucionaria”, crear un país socialista y
anexar a la Argentina a la URSS (Unión Republicanas Socialistas Soviética)
actuando a través de atentados, asesinatos, intento de robos a bancos y a
cuarteles militares y la fabricación de armas caseras. En esta parte, si bien no
todas las guerrillas tenían el mismo objetivo, se expandía la violencia en el
país. 
Si bien la quema de libros en Argentina no comenzó en el ’76, en el marco de
esa política represiva significaba una purificación del ser nacional. El 26 de
junio de 1980 en Sarandí, partido de Avellaneda, Buenos aires, a un amplio
galpón llegaron camiones cargados de veinticuatro toneladas de libros. Dichos
libros pertenecían a la editorial Centro Editor de América Latina, una de las
editoriales más prestigiosas del país y el continente, fundada y dirigida por
Boris Spivacow, un respetado matemático de 65 años, hijo de inmigrantes
rusos. Spivacow había sido gerente de la Editorial de la Universidad de Buenos
Aires hasta que en la Noche de los Bastones Largos en 1966 junto a otros
profesores e investigadores fue forzado a abandonar la Eudeba y la
Universidad. Las fuerzas armadas de la época tenían su mirada puesta en esta
editorial y ese 26 de junio de 1980, las tropas cargaron veinticuatro toneladas
de cultura y conocimiento hasta un sitio baldío. Allí un oficial dio la marcial y
solemne orden de prenderles fuego, sin siquiera darse cuenta de la atrocidad
que estaba cometiendo en ese instante miserable. Se quemaron años de
saber, de poesías, ficciones, investigaciones, años de cultura argentina
derribados por otros argentinos. Otro recurso aplicado por los mismos

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argentinos asustados por tener libros que puedan ser considerados
subversivos fue tirar los mismos en inodoros y pozos ciegos o enterrarlos. Eran
argentinos que tenían miedo de ser secuestrados, torturados, desaparecidos
por el simple hecho de tener un libro innecesariamente prohibido por los
militares.
Otro caso de quema de libros durante la dictadura en 1976 ocurrió en Córdoba
cuando el interventor de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrado,
teniente primero Manuel Carmelo Barceló sacó de la biblioteca y mandó a
incinerar títulos de Margarita Aguirre, Pablo Neruda y Julio Godio, entre otros.
En la misma provincia, el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Jorde Eduardo
Gorleri, exhibió en conferencia de prensa una hoguera en el patio de la unidad
militar en donde se quemaron libros de León Trotsky, Mao Tse-Tung, Ernesto
Che Guevara, Fidel Castro, Juan Domingo Perón y fascículos del Centro Editor
de América Latina que robó de las bibliotecas y librerías. También en Rosario,
provincia de Santa Fe, los militares usurparon la Biblioteca Popular Constancio
C. Vigil perteneciente a La Vigil, una institución que tenía una biblioteca de
55.000 volúmenes en circulación y 15.000 en depósitos, a principios de la
década del setenta. El 25 de febrero de 1977 se quemaron miles de libros, por
ejemplo seiscientas colecciones de la obra completa del poeta Juan L. Ortíz.
Si bien en la actualidad no imagino una Argentina comunista, los militares con
su dictadura llegaron al límite. Ambas partes tenían objetivos contrarios y
ninguno incluía el establecimiento de una democracia en donde todos los
argentinos pudieran leer sin ser reprimidos y convivir en una sociedad
ordenada, sin importar si estaban leyendo un libro de ideas peronistas o de
ideas nazis. Se ocuparon de una guerra ideológica con violencia y terrorismo.
Se dividió al país, se reprimió y torturó a sangre fría a personas que estaban al
medio, que esperaban a que lleguen tiempos mejores, a personas inocentes
que fueron desaparecidas sin estar involucradas en ninguna guerrilla. Hasta allí
llegó el poder, hasta el atentado de argentinos inocentes. Así se infringió a un
derecho tan básico e indispensable como lo es la libertad de pensamiento
mediante la quema de libros, creyendo que así liquidarían la fuente de ideas
que, fueran buenas o no para el país, terminaron con la vida de miles de
argentinos. ¿Limpiar la sociedad? ¿Qué clase de limpieza es esa en la que una
persona no puede elegir qué libro sacar de la biblioteca? ¿Purificar al ser
nacional? ¿Un ser nacional carente de libertad de expresión? Yo soy argentina
y estoy orgullosa de vivir en un país democrático que me permite elegir lo que
quiero leer. Estoy orgullosa de nuestro territorio tan variado y hermoso, de
nuestras costumbres y de todas esas cosas que nos identifican. Sin embargo
debo aceptar que tuvimos una historia muy conflictiva en cuanto a la
organización de los gobiernos de nuestro país. Y si bien a nuestra sociedad le
falta crecimiento en valores y educación, quiero seguir viviendo y aportando
algo de mí a ese país tan hermoso para que no se vuelva a atentar con
nuestros derechos.
Lamentablemente, en la historia de la humanidad no fue la primera vez que se
quemaron libros. Recordemos el bibliocausto nazi, durante la Segunda Guerra
Mundial. "Fue sólo un preludio: donde se queman libros, se acabará por
quemar personas", escribió al respecto el poeta Heinrich Heine (1797-1856). Y
así fue. Se quemaron millones de libros como si estuvieran terminando con una
ideología, limpiando al mundo de relatos considerados un pecado por
pertenecer a autores judíos o expresar ideas socialistas. En este caso no solo

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fueron las autoridades las encargadas de quemar libros, sino que también los
propios habitantes, víctimas de un fanatismo ideológico, se encargaron de
llevar a cabo quemas públicas de libros. El poder del régimen era tan vigoroso
e influyente que creaba un fanatismo en sus integrantes. A la vez Hitler era tan
temido que muchos simplemente aceptaban el régimen por miedo a ser víctima
de las políticas represoras. Otros valientes optaron por irse del país, los cuales
eran vistos como traidores por no quedarse a luchar por su patria. Estos
últimos no eran traidores, simplemente eran conscientes de los crímenes que el
Estado estaba dispuesto cometer por su ambición con limpiar su país de judíos
y prefirieron no formar parte de dicha calamidad. Al igual que en Argentina, se
buscó limpiar al ser nacional. Quemar libros de nuevo fue el método aplicado
para terminar con ideas que en ese caso pertenecían a judíos. Una vez más,
años de cultura y literatura hechos cenizas. 
Volviendo a nuestro país y retrocediendo en el tiempo, los militares no fueron
los primeros en usar la quema de libros. Cuando los españoles llegaron a
nuestro territorio en busca de riqueza, se encontraron con nuestros
antepasados: los indios. Estos pocos miles de soldados exterminaron casi
totalmente a una población de cien millones de “Querandíes”, como ellos les
llamaban. En su gran afán de llevarse todo el oro que pudieran encontrar en el
territorio, aniquilaron un sesenta por ciento de toda la memoria escrita por los
primeros dueños de nuestras tierras. Un imperio necesita de un modelo
económico y político, pero además requiere de valores culturales y del
recuerdo de los pueblos anteriores ya vencidos, por lo que la memoria es el
vínculo más importante de la identidad nacional. El objetivo era simple: destruir
la memoria histórica. Más de quinientas lenguas se extinguieron para siempre.
Así, con fuego, robo y censura se encargaron una vez más de eliminar
nuestros tan preciados libros.
Para concluir, ¿Es la quema de libros una práctica eficiente cuando se necesita
exterminar una idea? ¿Es la tortura hacia una persona el método adecuado
para someterla a una ideología en contra de su voluntad? ¿Existe alguien
capaz de cambiar todos los pensamientos del mundo a su antojo? En la historia
de la humanidad podemos encontrar la respuesta. En la actualidad,
recordamos cada caso de quema de libros como una situación en la que las
alas de nuestra mente fueron cortadas y como un atentado a nuestra cultura y
a nuestros conocimientos. Es nuestro deber como argentinos impedir que se
nos arrebate un derecho tan hermoso y pleno como lo es la lectura. Todavía
tenemos víctimas de esa dictadura que forman parte de la memoria histórica de
nuestro país y de lo ocurrido. Nosotros los jóvenes debemos encargarnos de
seguir formando el país haciendo valer nuestros derechos, dejando que esos
años de terror perduren en la memoria de todos nuestros ciudadanos para
evitar que pase de nuevo. Merecemos un país democrático en el que se
fomente la lectura a través de la educación y así seguir enriqueciendo nuestra
tan preciada cultura argentina, buscando siempre el progreso de la mano de los
derechos. Unidos como país en un mismo territorio podemos llegar cada vez
más lejos, todo empieza con la reflexión de nuestro pasado para accionar en el
presente y ver los resultados en el futuro.
http://notipem299.blogspot.com/2015/05/texto-argumntativo-6to-informatica.html

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